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Los componentes ético-políticos en la ideología de la Revolución Cubana (Quinta parte) (página 3)


Partes: 1, 2, 3

¿Qué condujo a Eduardo Chibás a su trágica determinación del 5 de agosto de 1951 ante los micrófonos de la CMQ, culminada la lectura de su considerado testamento político "El "último aldabonazo"? ¿Cómo conceptualizar la posición del inmolado dirigente ortodoxo, en el espectro político imperante en la Cuba de entonces? ¿Su ejecutoria política nos revela un exponente más del llamado "populismo", tan común en la época, casi lindante para algunos investigadores, en una bien manipulada demagogia? ¿Nos revela un hombre obcecado por su desmedida y descontrolada imaginación? ¿Acaso es una nueva expresión del caudillismo en la política cubana? ¿Es por el contrario producto de una excepcionalidad entre los dirigentes políticos de la época que marca un nuevo derrotero en la historia de Cuba, desencadenante de futuros y trascendentes acontecimientos posteriores?

La excepcionalidad de una personalidad se reivindica, en nuestro criterio, no solo por su capacidad en el desempeño en determinado ámbito de la actividad humana, sino ser capaz de encauzarla a partir de un código de conducta que lo haga trascender por su ejemplaridad, a sus contemporáneos e incluso futuras generaciones. La tríada ética, cultura y valores, tan enraizada en el pensamiento progresista cubano, en su decursar de más de dos centurias, permitió forjar figuras en los diversos ámbitos de la actuación ciudadana, fuese en la colonia o la República (en sus dos etapas: prerrevolucionaria y posterior al 1ro de enero de 1959), que cumplimentaron tales requisitos.

Eduardo René Chibás Ribas, como todo hombre, es producto de su época y del peculiar contexto histórico-concreto en que desarrolla su vida. Portador de virtudes y de las limitaciones humanas, o como bellamente se acostumbra a decir, de sus propias luces y sombras, éste logró aglutinar entorno a su ideario ético-político al pueblo cubano, en un momento de singular importancia en el encausamiento de sus tantas veces burlados intereses y aspiraciones, por gobiernos corruptos, indolentes o motivados por su incondicionalidad a los dictados de aquellos que siempre pendieron como Espada de Damocles, en el proceso de conformación de nuestra identidad cultural y nacional..

Tildado de "loco" por sus detractores, generalmente pertenecientes a esa pléyade de "cuerdos", carentes de toda moral en el ejercicio de la política; más de una vez traicionado, aún en vida, por sus supuestamente colaboradores más cercanos, que nunca entendieron la importancia de defender la imagen del partido por el creado, en aras de conservar su programa, al margen de componendas y alianzas deshonrosas tan en boga en la política de entonces; enfrentado por "pillos consumados" en el arte del engaño y la mentira (que hoy se intentan reivindicar como lo que nunca fueron) urdieron un plan siniestro, dirigido a atacarlo en su talón de Aquiles, su elevado concepto de la dignidad personal, sobornando a los que podían ofrecer las pruebas necesarias del latrocinio oficial e inspiración, a partir de su elevado concepto del necesario rescate del ejercicio de la política, en una generación, que surgida de la juventud ortodoxa, buscaba los mismos fines, explorando nuevos caminos. Tildado por unos como representante de un "populismo", casi rayano en la época, como sinónimo de demagogia, Chibás forjó su propia imagen, sin comparaciones engañosas, como líder popular de profundas raíces populares, rescatando del cenagal de la frustración, a un pueblo sistemáticamente engañado, manipulado y burlado en sus justas aspiraciones.

Su desaparición física liberó la <<Caja de Pandora>> aún en el seno de su partido, de aquel sector que llevado por sus turbias aspiraciones, traicionó su legado. Solo entonces el inescrupuloso Fulgencio Batista pudo consumar su siniestro golpe de estado del 10 de marzo de 1952, quien a partir de la instauración de su sangrienta dictadura, propició el nacimiento de la Generación del Centenario, que con la autoría intelectual de Martí e inspirada en el ideario ético de Chibás, permitió a partir del Asalto a Moncada, el 26 de Julio de 1953, trazar un nuevo derrotero a las aspiraciones populares.

Referencias y notas bibliográficas

(1) En: Ana Cairo. Eduardo Chibás: imaginarios. Santiago de Cuba, Cuba: Editorial Oriente; 2010. Página 301

(2) En: Ana Cairo (compiladora). Guiteras: 100 años. Página 34

(3) Tabares del Real. Guiteras. Páginas 455 a 459.

(4) Ana Cairo (compiladora). Guiteras. 100 años. Páginas 36 a 40.

(5) Hortensia Pichardo. Documentos para la historia de Cuba. Tomo IV. Páginas 603 a 605.

(6) Hortensia Pichardo IV. Página 450.

(7) Hortensia Pichardo III. Página 157.

(8) Taba res del Real. Obra citada. Páginas 132-133.

(9) Ahora, 7 de diciembre de 1933. Tabares. Página 235.

(10) Ahora, 23 de diciembre. Tabares. Obra citada. Página 236.

(11) Ahora, 14 de diciembre de 1933. Tabares. Páginas 236-237. Tabares. Obra citada. Página 237.

(12) Tabares Páginas 239 a 241.

(13) En su escrito Escaramuza en las vísperas que se incluye en La Revolución de 30 se fue a bolina, Ediciones Huracán, La Habana, 1969, página 241.

(14) En: El Movimiento Obrero Cubano. Documentos y artículos. Tomo II. 1925-1935. Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista de Cuba. Editorial Ciencias Sociales; 1981.

(15) Entre las mismas se destacan:

— Decreto No 1683 del 19 de septiembre de 1933 que declara disueltos los Partidos Políticos vinculados de una u ora forma al régimen machadista.

— Decreto 1693 de 19 de septiembre de 1933 que establece la jornada laboral de 8 horas y Decreto No 2513 de 19 de octubre de 1933 que establece el Reglamento general para su ejecución.

— Decreto No 2142 de 13 de octubre de 1933 por el que se crea la Secretaría de Trabajo y Decreto No 2355 de 25 de octubre de 1933 que determina su competencia y funciones.

— Decreto No 2605 de 7 de noviembre de 1933 que garantiza el derecho a los trabajadores a su organización en sindicatos sin necesidad de autorización previa alguna.

— Decreto 2583 del 8 de noviembre de 1933 el cual obliga a los patrones empledores a tener en su nómina no menos del 50% de trabajadores cubanos.

— Decreto No 2687 de 15 de noviembre de 1933 que deroga la entonces vigente de accidentes del trabajo con fecha 12 de junio de 1916 sustituyéndola por otra que ofrece a los trabajadores beneficios antes inexistentes como indemnización tanto por enfermedades como por accidentes en el trabajo, la compra de prótesis en caso de pérdida de miembros, y determina que los pagos de seguro se harían directamente a los obreros sin intervención patronal.

— Decreto No 2701 de 16 de noviembre de 1933 que limita la tasa de interés en los préstamos que nunca fuese mayor del 12%. Iba dirigido contra los numerosos prestamistas y usureros, en su mayoría españoles, que explotaban inescrupulosamente la miseria de los más necesitados obligados a recurrir a ellos por necesidades perentorias.

— Decreto-Ley N0 16 del 2 de enero de 1934 que crea la Asociación de Colonos de Cuba que aseguraba una mayor protección a los pequeños colonos frente a los grandes propietarios de tierra y administraciones de los centrales azucareros.

— Decreto No 13 de 2 de enero de 1934 que dispone la convocatoria de una Convención Constituyente y la organización electoral a ese efecto.

— Decreto No 117 de 9 de enero de 1934 relativo al precio de los jornales para corte, alza y tiro de caña.

— Decreto de Intervención de la Compañía Cubana de Electricidad del 14 de enero de 1934.

— Decreto No 174 del 15 de enero de 1934 por el cual se acuerda la suspensión provisional del pago al Chase National Bank del pago de la deuda pública.

Tomado de: Hortensia Pichardo. Documentos para la historia de Cuba tomo IV. Páginas 184 a 187.

(16) Roa, Raúl: Trascripción de sus palabras en el Sábado del Libro, donde se presentó Poesía y Prosa de Rubén Martínez Villena. En: Bohemia, año 71, No 3, 19 de enero de 1979, p. 39-40.

(17) Adios al Maestro. En; La Revolución del 3o se fue a bolina. Ya citada. Páginas 89-90.

(18) La Revolución del 30 se fue a bolina. Ya citada. Página 197.

(19) En UNIDAD (soporte digital) Marxismo y tradición nacional: Raúl Roa (1920-1935). Juana Rosales García.

(20) Tomado de Bufa subversiva: Cañazos legítimos. Carta a Jorge Mañach.

(21) Ibídem. Carta a Raúl Maestri.

(22) La reforma universitaria en marcha (1934) En Bufa subversiva.

(23) En dos revoluciones simuladas y una contrarrevolución verdadera. En: La Revolución del 30 se fue a bolina. Ya citada. Página 257.

(24) (Prólogo a Bufa subversiva (1935)

(25) Raúl Roa. En su libro: 15 años después. En el se inserta su escrito: 12 de agosto.

(26) Entrevista realizada a Raúl Roa por Ambrosio Fornet, publicada en la Revista CUBA, en su edición de octubre de 1968. Se reproduce en La Revolución del 30 se fue a bolina. Ya citada.

(27) Ana Cairo. Obra citada. Páginas 31 a 33.

(28) Ibídem. Página 40

(29) Ibídem. Página 40.

(30) Ibídem. Página 51.

(31) Ibídem. Página 55.

(32) Elena Alavez. Eduardo Chibás: clarinada fecunda. La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales; 2009. Páginas 52-53.

(33) Ibídem. Página 53.

(34) Ana Cairo. Obra ya citada. Página 58.

(35) Ibídem. Página 63.

(36) Elena Alavez. Obra citada. Página 57.

(37) Ibídem. Página 58-59.

(38) Elena Alavez.. Obra ya citada. Página 74.

(39) Elena Alavez. Obra ya citada. Página 141

(40) Ana Cairo. Obra ya citada página 97

(41) Elena Alavez. Obra ya citada. Página 145

(42) Ibídem. Página 132.

(43) Sección en Cuba de la revista Bohemia, 5 de marzo de 1950.

(44) "Los presupuestos nacionales, la Cuota Azucarera de Cuba. Los pesqueros cubanos". Bohemia, 1 de julio de 1951.

(45) Texto del documento leído el 5 de agosto de 1951 durante la transmisión de su programa dominical en la emisora CMQ. Instantes después se haría el disparo que provocaría su muerte, después de intensa agonías, el 16 del propio mes. El mismo apareció publicado en la revista Bohemia en la edición coincidente con muerte a mediados de agosto de 1951.

(46). "Eduardo Chibás: imaginarios". Obra ya citada. Páginas 150-151.

(47) Revista Bohemia. 25 de enero de 1959

(48) En su reflexión "Chibás al cumplirse 100 años de su natalicio" publicada en el periódico Juventud Rebelde, el 26 de agosto del 2007.

Anexos

ANEXO 1.- ¿República mediatizada, Seudo-república o simplemente-República?

-Eusebio, ¿República mediatizada, Seudo- república o simplemente República, la cubana que nació el 20 de mayo de 1902 y terminó el Primero de enero de 1959?

-Creo que República, y que, además, es una República que nace bajo las circunstancias de no ser la hija legítima de la Revolución, sino su aborto. Quiero decir: se había fundado una república en Guáimaro, ahí está nuestra tradición revolucionaria, democrática. Los principios fundamentales de nuestras esperanzas futuras se sentaron en Guáimaro, en abril de 1869. Si observamos el proceso que vino después, vamos a ver cómo a partir de la creación de ese territorio libre del colonialismo español -el que el Ejército Libertador pudo sostener y donde, queramos o no, estuvo el gobierno revolucionario con todas sus luces y sombras-, nace ese proceso. Y se extingue cuando se declara disuelto el Gobierno Revolucionario, no el que fenece con la paz de El Zanjón, y ni aun con el Consejo Revolucionario A propósito del 20 de mayo de 1902, nacimiento de la República neocolonial cubana, compartimos esta entrevista concedida por el Historiador que se crea después de la Protesta de Baraguá, y que persuade a Antonio Maceo de la necesidad de su partida al exterior, convenciéndolo de que no perezca en una reyerta inútil, cuando ya no había esperanzas materiales y solamente quedaba y quedaría el eco y la luz del acto moral de Baraguá; sino el que termina después de los hitos posteriores, aun el de 1895, con la disolución del Ejército Libertador más tarde, y con la del gobierno presidido por Bartolomé Masó. Podríamos analizar todos y cada uno de estos hitos: la primera república, la cespediana; la que se extingue con el pacto de El Zanjón; la que sobreviene con el Consejo Revolucionario, presidido por el venerable Silverio del Prado, por Manuel Calvar, por Maceo, por Vicente García; la que sobreviene después, en el 95, con posterioridad a la discusión en La Mejorana entre Martí, Gómez y Maceo, en la que se debate la forma de gobierno. Esto queda atrás en el momento en que, de hecho, se declara disuelto el Ejército mambí, se extingue el gobierno revolucionario, y comienza ese lapso oscuro que es la ocupación norteamericana, enjuiciada por Máximo Gómez, de forma breve y precisa, en su anotación del 8 de enero de ese año 1899: <<tristes se han ido ellos [los españoles] y tristes nos hemos quedado nosotros, porque un poder extranjero los ha sustituido>>. Máximo Gómez reconoce implícitamente que había un poder real -el español-, que a lo largo de siglos había privado al pueblo cubano de ejercer, llegado a la madurez de su vida, estando presentes en la sociedad cubana los elementos formativos que la favorecían, una opción independentista -a la que nunca tuvimos en realidad acceso-fallido primero el intento de que Cuba se incorporase al movimiento de liberación hispanoamericana iniciado en México, y en todo el sur por Bolívar y por los padres fundadores; el resultado del 68 después, y finalmente el desastre de la intervención norteamericana, que Gómez en ese mismo párrafo señala. En esa misma anotación, dice que es una "intervención impuesta por la fuerza". En esta entrevista no podemos explayarnos en criterios diversos sobre el hecho, pero lo cierto es que los norteamericanos llegan, eso es lo histórico; desconocen al gobierno revolucionario; utilizan al Ejército Libertador como unos cargadores, como unas tropas de adelanto que van limpiándoles el camino, hasta que se esfuma la ilusión de que los americanos vienen a Cuba como aliados. El propio Gómez -para volver a citarlo- en su célebre carta de respuesta al Capitán General Ramón Blanco, que le insta a una alianza entre tropas cubanas y españolas para arrojar fuera a los yanquis, le responde: "Me asombra su atrevimiento, al proponerme nuevamente términos de paz, cuando usted sabe que cubanos y españoles jamás pueden vivir en paz en el suelo de Cuba. Usted representa en este Continente una monarquía vieja y desacreditada y nosotros combatimos por un principio americano; el mismo de Bolívar y Washington […] Yo solo creo en una raza: la Humanidad; y para mí no hay sino naciones buenas y malas; España habiendo sido hasta aquí mala, y cumpliendo los Estados Unidos, hacia Cuba, un deber de humanidad y civilización, en estos momentos"; para, poco después, con aquella agudeza que tenía, y como hombre que conocía demasiado la cuestión cubana por dentro, y había oído tanto a Martí, diga: "No veo el peligro de nuestro exterminio por los Estados Unidos, a que usted se refiere en su carta. Si así fuese: "La Historia los juzgará"". El juicio está montado en la ocupación americana, en ese período de ocupación -1900-1902-, cuando quedan claras todas las intenciones; cuando estas se ponen de manifiesto, con brutalidad absoluta, en la asamblea constituyente de 1901 en el Teatro Martí; cuando se les advierte a los asambleístas que si no hay enmienda no hay República. Y a la constituyente, que tenía como único objetivo -para el cual había sido elegida-, preparar una base constitucional para la República futura, le impone el deber de legislar sobre cómo serían las relaciones futuras entre Cuba y los Estados Unidos, y le impone la Enmienda Platt, que no solamente merma, sino mutila todos los atributos de soberanía de la República que nace el 20 de mayo de 1902.

Sí, fue una República, fue reconocida por las grandes potencias, por España, por los Estados Unidos; fue reconocida por Europa, por Japón, por China. Ahí tenemos las cartas de reconocimiento de todas aquellas personalidades. Fue reconocida por todos los pueblos iberoamericanos; pero en realidad la República, como tal, no existió, porque desde el punto de vista jurídico, el gobierno de los Estados Unidos podía intervenir en Cuba sin consultar al Congreso ni al Presidente. Y eso lo ejerció entre 1902 y 1905, en todas las presiones sobre el gobierno de Tomás Estrada Palma, y de una forma brutal cuando ese propio presidente, prevaricando de sus deberes, llama al gobierno norteamericano, en una acción en la cual participa el Ministro de Cuba en Washington, Gonzalo de Quesada, quien pide al presidente de los Estados Unidos la intervención en Cuba. Ambos, Gonzalo de Quesada y Estrada Palma, eran discípulos amados de Martí. Hasta el último momento de su vida está refiriéndose con cariño y con afecto a Estrada, a quien él había llamado "el cenobita de Central Valley". En la carta del Secretario de Estado norteamericano está citado el telegrama de Quesada que dice: "esto aquí nadie lo sabe, solamente el Presidente y yo". Es decir, se hizo a espaldas del Congreso, a espaldas de los sectores de opinión. En medio de un conflicto interno, se solicita la intervención norteamericana. Es un acto de soberbia del presidente Estrada Palma, al no querer reconocer los resultados de unos comicios electorales que estaban viciados, porque la República que se entroniza nació con todos los vicios de corrupción propios del modelo que le había sido propuesto como fórmula de existencia. Dicen que el Presidente norteamericano estaba muy molesto, porque la torpeza de los políticos cubanos venía a deshacer la imagen "grande y generosa" que los Estados Unidos habían dado ante el mundo. La nación norteamericana había cumplido el compromiso solemne de ambas cámaras -expresado en la fórmula de que el pueblo de Cuba es y de derecho debe ser libre y soberano- al intervenir en Cuba. Esa libertad había sido conculcada por la Enmienda Platt, pero quedaba una formulación pública, un teatro montado, y ese teatro venía a ser disuelto por Tomás Estrada Palma, y eso no convenía a los intereses norteamericanos. Ellos no querían estar aquí, la escena maravillosa había sido la partida, la entrega de la República; pero tuvieron que volver, y cuentan que el Presidente norteamericano le expresó a Gonzalo de Quesada: "Dígale al presidente Palma que yo puedo enviar ahora mismo los barcos que me pide, pero que piense en la mancha imborrable que caerá sobre su nombre".

-A partir del 20 de mayo de 1902 nace un nuevo Estado, y se crea una república que usted dice que no existió en los primeros años por la vigencia de la Enmienda Platt, pero que ha dejado una historia con luces y sombras, a partir de Estrada Palma, pasando por José Miguel Gómez, Menocal, Zayas, Machado…

-Nosotros podemos explicar la historia; lo que no podemos hacer es borrarla. Cuando no se tiene el valor de explicarla, se acude al expediente de omitirla. Yo pienso que eso es un grave error, que ha costado muy caro a los que la han negado. Varias veces he escuchado decir al compañero Fidel que quienes han negado su historia han desaparecido. No podemos dejar de pensar que el Secretario de Educación Pública del gobierno interventor, en un período, fue Enrique José Varona. Ya sabemos qué representa Varona en la historia de la evolución del pensamiento cubano. Sabemos que en el momento del voto por la Enmienda o contra la Enmienda se escinde la opinión cubana. Una posición era la de quienes creían necesario rechazarla -recurriendo a un expediente de heroísmo que no tenía convocatoria, porque se habían roto las bases de unidad, y la información que podría haber permitido movilizar a muchos, estaba fragmentada. Otros creían que debíamos tomar lo que se nos daba y luchar por lo que aspirábamos, o por lo que habíamos luchado siempre. Esa es una verdad; y vamos a observar cómo, tanto en el gobierno de Tomás Estrada Palma como en los posteriores, participa un conjunto de figuras de gran relevancia para Cuba que no pueden ser, en forma alguna, borradas y tijereteadas de la historia. Nos quedaríamos sin nadie si no somos capaces de situar lo que usted ha llamado, con razón, la luz y la sombra de un proceso. No hay posibilidad ninguna, es un proceso en el cual se forja un sentimiento antimperialista, en que renacen con fuerza, después de la poda, los más valiosos sentimientos patrióticos. Es un período en el cual figuras como Juan Gualberto Gómez, Manuel Sanguily, Enrique José Varona, por citar solamente algunos nombres, van a librar la batalla por el análisis y la búsqueda de una posición cubana frente a las nuevas amenazas de injerencia norteamericana -que son en muchos casos rechazadas- y contra las relaciones que se han creado en Cuba, precisamente por no haber triunfado la revolución martiana "con todos y para el bien de todos". No estaba publicada todavía la mayor parte de la obra de Martí; por eso comprendemos la avidez con que Mella, profundamente flechado por el Maestro, busca testimonios martianos en las figuras sobrevivientes de la gran gesta; por eso el papel del doctor Eusebio Hernández, por ejemplo; una tremenda figura, no solo un gran científico, sino un gran patriota, de primerísima línea, consejero de Maceo, compañero y amigo de casi todos los fundadores. Hay un libro precioso con su correspondencia y con todo lo que significó. Además, Mella lo pondera de forma extraordinaria. Es la etapa en que nace el movimiento obrero, en que se llevan a cabo las primeras huelgas, en que va surgiendo, precisamente, una conciencia proletaria en medio de las necesarias influencias, que venían de nuestra propia matriz española o europea, como el anarcosindicalismo. Tuvimos hasta la fortuna de tener en esa corriente a hombres de la talla de Alfredo López, a quien Mella reverencia como una verdadera figura de primera línea en el orden humano. Es la etapa en que se forja y nace el primer Partido Comunista de Cuba, con un Primer Secretario que era español y que es deportado poco después; lo cual agrega condimento a que nuestra ruptura con España siempre fue con la España política, pero no con la de la raíz, de la rabia y de la idea de que hablaba García Lorca; porque de ahí nos vienen los fundadores de las organizaciones obreras, de la masonería librepensadora y anticlerical, de las organizaciones culturales iniciales. No olvidemos que sin esa continua relación con la España vital no se comprendería la partida a España, apenas treinta años después, de aquella masa de jóvenes que va a combatir por el sueño democrático de la humanidad, en defensa de la República, y que vaya entre ellos uno de los jóvenes más esclarecidos de su generación, Pablo de la Torriente Brau. Esto es muy complejo, no admite simplificación, no admite decir que todo ha comenzado con nosotros. El movimiento encabezado por Fidel es, como él mismo lo definió, una continuación de la revolución iniciada por Céspedes. Esa revolución adopta, desde el 68 hasta el 59, distintas etapas, y una de ellas es la de la lucha en el período republicano, proclamado luego de la primera y segunda intervención norteamericana en Cuba, y del terrible amago de intervención que sobreviene a la revolución del 30. Hubo entonces injerencia política, pero ya no pudo haber intervención militar con desembarco, porque ya había cristalizado una conciencia que pone al país al borde de una verdadera y grande revolución. Tampoco podemos omitir que, en medio de todo eso, hay en la República elementos vitales que luchan, por ejemplo, de una forma patriótica por deshacer la Enmienda Platt, desde el punto de vista jurídico, y lo logran cuando hacen que sea finalmente abolida, no como un acto de generosidad del nuevo trato preconizado por Franklin D. Roosevelt, sino como resultado de una gran lucha nacional, en la cual los embajadores, los ministros cubanos -entre ellos Cosme de la Torriente- van a desempeñar un papel muy importante para la desarticulación del aparato jurídico de la Enmienda. Ellos logran barrenarla completamente. Además, estaba delante el proceso revolucionario, fallido, inconcluso; pero real, en el cual se paga el altísimo precio del exilio y muerte de Mella, de la partida frustrada y del asesinato de Guiteras, hechos que nos permiten pensar en el precio que paga el pueblo cubano por todo esto. También hay un movimiento obrero que tiene una significación enorme en este período, con una gran ventaja para Cuba, y es que los grandes dirigentes obreros del país, formados en el seno de aquel primer Partido Comunista, lo fueron de una forma muy flexible. Dirigentes muy originales porque partían de experiencias vividas muy originales, porque cumplían sus deberes de cara a la clase trabajadora; verdaderos dirigentes, extraordinariamente queridos por el pueblo cubano. No se puede concebir la historia de ese movimiento sin hablar, por ejemplo, de Jesús Menéndez, caído en plena juventud y que logró lo que parecía imposible, en una batalla contra las más poderosas transnacionales de aquel momento. No podemos olvidar -en la Habana Vieja en particular- el papel de Aracelio y de Margarito Iglesias, como no se puede olvidar el de Miguel Fernández Roig o el de José María Pérez, por solamente citar los nombres de los mártires.

-Durante la República se crea también la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), y en la Protesta de los 13 hacen irrupción los intelectuales.

-Claro que sí, un movimiento intelectual muy fuerte que se inicia, precisamente, con aquellos jóvenes libertadores que, al concluir el proceso independentista, quedan inconformes con el destino incierto de Cuba. Entonces se produce un movimiento, y ahí está ese fermento intelectual de hombres de los que hoy estamos conmemorando los centenarios. Con nombres como Don Fernando Ortiz que, ya desde el comienzo, desde su juventud, está buscando las raíces y las claves interpretativas de la sociedad cubana; Emilio Roig de Leuschenring, "el infante terrible", como lo llamaron; aquella generación que está en la Protesta; figuras que conocimos y nos pudieron dar un testimonio tan hermoso de aquellos años como José Zacarías Tallet y Juan Marinello, por citar algunos nombres. Tenemos a Rubén Martínez Villena, siguiendo la huella de Mella, a quien Neruda, con tanta razón, llama "el discóbolo cubano"; detrás de ellos, Raúl Roa y toda esa gran generación, extraordinariamente elocuente, dotada de la capacidad de la oratoria, de la conversación, que logran en sus tertulias en el Naranjal, en el hotel Ambos Mundos, en el Lafayette, en el corazón de La Habana, donde se reúnen con los viejos representantes del pensamiento cubano, con el propio Eusebio Hernández, con Juan Gualberto, con Sanguily, con Varona. Vemos el fin de la vida de Varona; ahí está Roa describiendo en una semblanza lo que significó este para la juventud cubana, y cómo van a buscarlo, y cómo Varona -despojado ya de todo, sin nada material-, se convierte en el abanderado de esa moral, de esa ética cubana, indestructible. Creo que sí, que hubo un movimiento de cambio, de transformación, una generación que tuvo articulistas brillantes, caricaturistas brillantes como Conrado Massaguer, por ejemplo; revistas espléndidas de pensamiento cubano como Social, hasta llegar al momento crucial, ya en el 30, con una generación aún más joven que viene detrás. Por ahí llegaremos a Nuestro Tiempo, por ahí llegaremos a Orígenes, por ahí llegamos a toda la pintura cubana de esa época; por ahí andamos del brazo de músicos como Amadeo Roldán, de Caturla. Entonces, simple y sencillamente, te diré que esa República fue extraordinariamente fecunda, en todos los aspectos.

-¿Cuáles son los momentos o facetas de la historia de aquella República que demandan hoy un ejercicio más acuciante de reinterpretación o revalorización?

-Creo que toda la historia republicana es muy importante para su estudio; porque se corre el riesgo siempre de simplificaciones, de reducciones muy mecánicas, en las cuales falta la capacidad de investigar situaciones concretas nacionales e internacionales, el papel de las grandes personalidades en la historia de Cuba, el de las vanguardias políticas y culturales que fueron tan importantes y que borran por completo la imagen del proceso republicano como desierto de virtudes. En él aparecen precisamente los precursores y promotores del proceso revolucionario en su doble vertiente; quiero decir en su vertiente política y en su vertiente cultural. Esta es una coincidencia muy importante en la historia de Cuba, que marca una regularidad de la Revolución, y es la coincidencia de las vanguardias culturales con las vanguardias políticas. Una inclinación a los problemas sociales ha sido determinante, de forma permanente en esas vanguardias cubanas. Las élites han sido, son, se hacen evidentes, pero son intrascendentes. Las que desempeñan un papel importante son las vanguardias, y no se puede confundir lo uno con lo otro. El proceso republicano es riquísimo: en las relaciones internacionales, por ejemplo, la batalla librada por Cuba por la derogación del apéndice constitucional, es decir, de la Enmienda Platt. ¿Cómo se logra esa derogación formal, que fue una victoria jurídica sobre el Departamento de Estado norteamericano? ¿Cómo se logra el reconocimiento de la pertenencia de Isla de Pinos a Cuba, que era discutida? Y con Isla de Pinos se discutía también la existencia virtual del archipiélago. Se le concedía a Cuba soberanía nada más que sobre la isla grande. Esa batalla fue importantísima. La presencia de Cuba en la fundación de la Liga de las Naciones, la presencia de Cuba en la fundación de la UNESCO, la presencia de Cuba en el Tribunal Internacional de La Haya. El hecho de que haya sido un cubano su presidente -el doctor Bustamante-, el papel que su doctrina jurídica tuvo para los derechos internacionales, y sobre todo el derecho de las pequeñas naciones, particularmente las pequeñas naciones hispanoamericanas. Entonces yo considero que hay que estudiar la República, que no puede ser borrada de un plumazo; hay que ver el papel que desempeñaron las contradicciones, las posiciones de los grupos de batalla en esa época. Por ejemplo, los que aprobaron la Enmienda Platt, bajo qué condiciones. Generalmente no hubo ninguna anuencia, o casi ninguna a favor del carácter real de la Enmienda como elemento de intervención, como elemento de sujeción, como elemento de menoscabo de la soberanía cubana, hasta hacer inviable esa soberanía. No hubo generalmente anuencia a eso. Los que la aceptaron para continuar la lucha consideraban que era necesario tomar en ese momento lo que se nos daba, para buscar y aspirar a lo máximo. Quiero decir que hay que estudiar, estudiar profundamente, y no se puede, de ninguna manera, hablar de la República como de un monstruo inexistente, de algo que no existió. No es posible.

-¿Cómo evalúa la labor realizada por la historiografía republicana? ¿La obra, por ejemplo, de figuras como Ramiro Guerra, Herminio Portell Vilá, Leví Marrero y Emilio Roig de Leuchsenring?

-Son, a veces, enfoques distintos, distanciados por una actitud fundamental ante la cuestión de la injerencia norteamericana en Cuba. Ramiro Guerra, por ejemplo, es el historiador; es un maestro, un pedagogo. Su Historia es un documento de una eticidad absolutamente inobjetable, y él en sus libros se asoma, se coloca ante el dilema de la injerencia norteamericana en la República, la denuncia; no produce un análisis profundo de las causas y razones, y no desnuda el fenómeno; pero llega hasta el umbral, evidentemente; es hasta ahí donde podía llegar. Y eso está avalado por su conducta, por su vida personal, y por su carácter. Emilio Roig sí entra de lleno en el problema. Yo te diría, por ejemplo, que para comprender el pensamiento cubano, es indispensable estudiar La expansión territorial de los Estados Unidos, de Ramiro Guerra. Es un libro fundamental para poder entenderlo. Pero también es importante estudiar a Herminio Portell Vilá, que después, con su vida, se aparta de las que habían sido sus convicciones; pero no olvidemos nunca que es el autor de una obra monumental que se llama Cuba y sus relaciones con Estados Unidos y España. Es un libro esencial para estudiar, para comprender el diferendum cubano-norteamericano; esta obra y otras del profesor Portell Vilá. Tomó un protagonismo importante en los congresos internacionales de historia, convocados por Emilio Roig; estuvo en un círculo de amigos, muy apreciado por Roig; después vino un distanciamiento profundo cuando, llevado por su anticomunismo absoluto, no se da cuenta de las originalidades y de las virtudes que estaban presentes en la Revolución cubana. No la interpreta, y aterrorizado, se va a poner al servicio de los propios intereses que ha combatido. Este es un análisis que hay que hacer, pero sin invalidar la obra. Esto es importantísimo.

-¿Leví Marrero y Emilio Roig?

-Leví Marrero: una obra monumental. Una obra mo-nu-men-tal, que nadie puede desconocer. Hay que situarlo dentro de esa obra de la geografía política cubana, en que cada cual hace un aporte importantísimo, muy concluyente: es el trabajo de Pedro Cañas Abril, son las investigaciones de Sara Isalgué y de Salvador Massip, son los propios trabajos del joven Núñez Jiménez en su momento. Pero Leví Marrero es un hombre de gran sabiduría y su obra es una obra enciclopédica que tendrá que ser consultada, independientemente de sus posiciones personales. Es algo a lo que se puede aplicar aquello de que "el arte no tiene patria, pero los artistas sí". O sea, podemos enjuiciar las posiciones personales del doctor Leví Marrero; podemos someterlas a debate; pero no su obra.

-¿Y Emilio Roig?

-Emilio Roig de Leuschenring fue uno de los hombres más completos, a mi juicio. Pero es un hombre que se desenvuelve en otros rangos. Emilito se percató de la importancia de la polémica política y de la prensa; no se perdió nunca en su gabinete a hacer historia, solamente a investigar y a publicar libros, sino que fue un polemista; y además un costumbrista. Se dio cuenta de que las costumbres y el carácter tenían mucho que ver y condicionaban o tipificaban mucho la posición de los cubanos ante la sociedad y la historia; por eso fue un costumbrista, por eso fue un periodista. Advirtió el papel de la ciudad, de las grandes ciudades, y particularmente de La Habana, como lugar que tiene un gran peso en la historia de los acontecimientos. Y por eso fue, además, el historiador de la ciudad. Se dio cuenta de la importancia de los monumentos públicos como resortes de la memoria, y por eso defendió y creó instituciones. Pero lo más importante de su obra, de su sentido martiano, de su carácter cubano, es que está signada por una comprensión de que el pueblo cubano había luchado y había logrado su independencia por su propio esfuerzo; de que Cuba debía ser libre -como decía Martí- de España y de los Estados Unidos; de que el imperialismo norteamericano había tenido un papel nefasto en sus relaciones con Cuba. No hablo de la cultura norteamericana, no hablo de la nación norteamericana, hablo de la acción imperial desnudada a lo largo de su obra: en su estudio sobre la Enmienda Platt, en su ensayo luminoso "Cuba no debe su independencia a los Estados Unidos". Él deja claro, muy claro, que hay una diferencia absoluta entre las vanguardias políticas, defensoras de la justicia, defensoras de los inmigrantes, defensoras de los pobres, de los negros, de Cuba, y la élite política plagada de intereses inconfesables que siempre creyó que Cuba era la fruta madura que debía desprenderse del árbol. He ahí la distinción entre Roig y las otras personalidades que hemos mencionado". (Tomado de la Revista Temas, n. 24-25, enero-junio de 2001. Entrevista realizada por Pedro Martínez Pírez al Historiador de la Ciudad de La Habana Eusebio Leal.

ANEXO 2.- Factores humanos de la cubanidad. Don Fernando Ortiz

En este tema, «Los factores humanos de la cubanidad», hay dos elementos focales y uno de referencia, la cubanidad, lo humano y su relación. Tal parece, pues, en buena lógica, que primero habría que definir la cubanidad y lo humano, para después poder trazar la relación de correspondencia entre ambos términos. Acaso esto no sea una tarea fácil. Sería ocioso entretenemos en definir lo humano, pero parece indispensable tener una idea previa de lo que se ha de entender por «cubanidad». ¿Qué es la «cubanidad»? Parece sencilla la respuesta. «Cubanidad» es la «calidad de lo cubano», o sea su manera de ser, su carácter, su índole, su condición distintiva, su individuación dentro de lo universal. Muy bien. Esto es en lo abstracto del lenguaje. Pero vamos a lo concreto. Si la cubanidad es la peculiaridad adjetiva de un sustantivo humano, ¿qué es lo cubano? Aquí nos encontramos fácilmente con un elemento objetivo que nos sirve de base: «Cuba», es decir, un lugar. No es que Cuba sea para todos un concepto igual. Nuestro competente profesor de Geografía nos decía la otra tarde que «Cuba» es una isla; pero también dijo, con igual exactitud, que «Cuba» es un archipiélago, es decir, un conjunto de muchas islas, de centenares de ellas, algunas de las cuales mayores que otras cuyos nombres han resonado en la historia. Además, Cuba no es sólo una isla o un archipiélago. Es también una expresión de sentido internacional que no siempre ha sido aceptada como coincidente con su sentido geográfico. Recordemos que aun hace pocos lustros era muy sostenida una discusión por estadistas historiadores y geógrafos prehitlerianos acerca de si la Isla de Pinos era o no parte integrante de Cuba, y de si procedía una declaración de «Anchluss» por parte de una potencia vecina, para proteger una minoría irredenta de «sudeten» busfloridanos. Acaso nos aproximemos al concepto de la cubanidad reconociendo que Cuba es a la vez una tierra y un pueblo; y que lo cubano es lo propio de este país y de su gente. Decir esto podrá satisfacer a muchos, pero nada puede cuando se aspira a la clasificación sociológica, psicológica o etnográfica de lo cubano y de la cubanidad. Distingamos ahora «cubanidad» de «cubanismo». El «cubanismo», en sentido estricto, es el giro o modo de hablar propio de los cubanos. Por ejemplo, pedir «frutabomba» en un restaurant de Nueva York, como lo he oído, es un cubanismo tan auténtico como alarmante. En sentido más amplio, «cubanismo» es todo carácter propio de los cubanos, aún fuera de su lenguaje. Aparecerse en Washington, como yo he visto, llevando un «cocomacaco» en la diestra es un cubanismo tan genuino como imperdonable. «Cubanismo» será también la tendencia o afición a imitar lo cubano, a quererlo o a servirlo. Un anglosajón puede gustar de los cervantismos y ser cervantista o experimentar «cubanismo» y sentirse «cubanista», sin que por eso adquiera la genialidad de Cervantes ni la «cubanidad», ni el estilo cubano ni el cervantismo. La «cubanidad» no puede entenderse como una tendencia ni como un rasgo, sino, diciéndolo a la moda presente, como un complejo de condición o calidad, como una específica cualidad de cubano. Dando por definido el concepto de «Cuba» y ciñéndonos aquí a lo humano, ¿quién será característica, inequívoca y plenamente cubano? Hay varias maneras de ser cubano, en lenguaje general y corriente: por «residencia», por «nacionalidad», por «nacimiento». Se es cubano por formar parte de este núcleo humano que se llama pueblo o sociedad de Cuba. Pero ¿será físicamente característica esa cubanidad reconocida a quien habita en Cuba? No, porque en Cuba hay mucho habitante que es extranjero. Se es cubano por tener la ciudadanía del Estado que se denomina Cuba; pero ¿será plena y típicamente característica la cubanidad del ciudadano en Cuba? No, porque aquí tenemos una ciudadanía demasiado allegadiza, como ese bello color tostado pero superficial que las bellezas nórdicas vienen a ganarse en Cuba con las quemantes caricias de nuestro sol, ciudadanía más camisa que pellejo; ciudadanía de «llega y pon» como diría nuestro lenguaje popular; y conciudadanos hay en los cuales su cubanidad apenas sobrepasa los bordes de su carta oficial y se esconde solapadamente en el mismo bolsillo de sus dineros. ¿Será cubano el nacido en Cuba? En un sentido primario y estricto; pero con grandes reservas: 1ª Porque no son pocos los que nacidos en Cuba se han dispersado luego por otras tierras, adquiriendo costumbres y maneras exóticas y no tienen de cubano más que el haber visto el primer sol en Cuba, ni siquiera el reconocimiento de su patria nativa. 2ª Porque no son escasos los cubanos, ciudadanos o no, que nacidos allende los mares, han crecido y formado sus personalidades aquí, en el pueblo cubano, se han integrado, en su masa y son indistinguibles de los nativos; son ya cubanos o como cubanos, más cubanos que otros que sólo son tales por su cuna o por su carta. Son aquellos, como el folklore expresa que están «aplatanados». 3ª Porque aun entre nosotros los nativos de Cuba, entre nosotros los indígenas cubanos, así los de antaño como los de hogaño, hay tal variedad de maneras, caracteres, temperamentos y figuras que toda individuación de la cubanidad y de su tipismo es tarea harto insegura. 4ª Porque las expresiones del cubano han variado tanto según las épocas y las diversas fluencias etnogénicas, y según las circunstancias económicas que las han movido e inspirado, que apariencias muy ostensibles, un tiempo apreciadas como típicas, pocos lustros después se abandonan como insignificantes; y 5ª porque rasgos muy marcados en el pueblo cubano no son exclusivos de éste sino que aparecen pueblos de ancestralidad semejante, y hasta en aquellos de razas distintas pero de análoga fermentación social. Al fin, hay que convenir en que, al menos por ahora, la cubanidad no puede definirse sino vagamente como una relación de pertenecencia a Cuba. Pero ¿cuál es esa relación? Ya dijimos que la cubanidad no puede depender simplemente de la tierra cubana donde se nació ni de la ciudadanía política que se goza… y a veces se sufre. En la cubanidad hay algo más que un metro de tierra mojado por el primer lloro de un recién nacido, algo más que unas pulgadas de papel blanco marcadas con sellos y garabatos simbólicos de una autoridad que reconoce una vinculación oficial, verdadera o supositiva. La cubanidad no la da el engendro, no hay una raza cubana. Y raza pura no hay ninguna. La raza, al fin, no es sino un estado civil firmado por autoridades antropológicas; pero ese estado racial suele ser tan convencional y arbitrario, y a veces tan cambiadizo, como lo es el estado civil que adscribe hombres a tal o cual nacionalidad. La cubanidad para el individuo no está en la sangre, ni en el papel ni en la habitación. La cubanidad es, principalmente la peculiar calidad de una cultura, la de Cuba. Dicho en términos corrientes, la cubanidad es condición del alma, es complejo de sentimientos, ideas y actitudes. Pero todavía hay una cubanidad más plena, diríase que sale de la entraña patria y nos envuelve y penetra como el vaho de creación que brota de nuestra Madre Tierra después de fecundada por la lluvia que le manda el Padre Sol; algo que nos languidece al amor de nuestras brisas y nos arrebata al vértigo de nuestros huracanes; algo que nos atrae y nos enamora como hembra que es para nosotros a la vez una y trina: madre, esposa e hija. Misterio de trinidad cubana, que de ella nacimos, a ella nos damos, a ella poseemos y en ella hemos de sobrevivir. Hay algo inefable que completa la cubanidad del nacimiento, de la nación, de la convivencia y aun de la cultura. Hay cubanos que, aun siéndolos con tales razones, no quieren ser cubanos y hasta se avergüenzan y reniegan de serlo. En éstos la cubanidad carece de plenitud, está castrada. No basta para la cubanidad llenera tener en Cuba la cuna, la nación, la vida y el porte; aun falta tener la conciencia. La cubanidad plena no consiste meramente en ser cubano por cualesquiera de las contingencias ambientales que han rodeado la personalidad individual y le han forjado sus condiciones; son precisas también la conciencia de ser cubano y la voluntad de quererlo ser. Acaso convendría inventar o introducir en nuestro lenguaje una palabra original que sin antecedentes roces impuros pudiera expresar esa plenitud de identificación consciente y ética con lo cubano. Aquel genial español, tan dominador del lenguaje y sensible a las necesidades del espíritu, que se llamó Miguel de Unamuno pensó que de la misma manera que en el hombre habría que distinguir su «humanidad», condición genérica e involuntaria de su persona, de lo que es en él su «hombría», condición específica y responsable de su individualidad, así en el campo de las realidades de España convenía diferenciar los conceptos de la «hispanidad» y de la «hispanía». Pienso que para nosotros los cubanos nos habría de convenir la distinción de la «cubanidad», condición genérica del cubano, y la «cubanía», cubanidad plena, sentida, consciente y deseada; cubanidad responsable, cubanidad con las tres virtudes, dichas teologales, de fe, esperanza y amor. Hemos dicho que la «cubanidad» en lo humano es sobre todo una condición de cultura. La cubanidad es la pertenencia a la cultura de Cuba. Pero ¿cuál es la cultura característica de Cuba? Para saberlo habría que estudiar un intrincadísimo complejo de elementos emocionales, intelectuales y volitivos. No sólo en las manifestaciones de las individualidades destacadas en la vida cubana por la culminancia de sus personalidades, sino también en todas las sedimentaciones, en las cumbres, en las laderas, en los valles, en las sabanas y hasta en la ciénaga. Toda cultura es esencialmente un hecho social. No sólo en los planos de la vida actual, sino en los de su advenimiento histórico…."

Tomado de: Conferencia pronunciada por Don Fernando Ortiz a los estudiantes de la fraternidad Iota-Eta en la Universidad de La Habana el 28 de noviembre de 1939.

Reproducido por la Revista Bimestre Cubana, volumen V, Año XLV, No 2, 1940. Páginas 161 a 186. Tomado de la Revista Temas, n. 24-25, enero-junio de 2001. Entrevista realizada por Pedro Martínez Pírez al Historiador de la Ciudad de La Habana Eusebio Leal.

ANEXO 3.- "Eduardo Chibás: vergüenza contra dinero"

Por Armando Hart Dávalos.

Fragmentos tomados de su ensayo en la Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, No 3-4, julio-diciembre del 2007.

"Su prédica no fue en vano. Su prédica aglutinó a lo mejor de la juventud de su época de donde salieron muchos de los asaltantes del Moncada. El 16 de enero de 1959 a escasos días de la entrada victoriosa de la Revolución triunfante en La Habana. Fidel dijo en la tumba de Chibás: <<Pero hoy es como el resumen de toda la historia, historia Revolución, del 26 Julio, que tan ligada está a esa tumba, al recuerdo quien descansas en esta íntimamente ideología, los sentimientos y prédica descansa porque debo decir sin Chibás, lo Chibás hizo, civismo rebeldía despertó juventud cubana, Julio no hubiera sido posible>> Es de utilidad hacer una reflexión sobre el medio político en que se movió su vida y el significado de su mensaje: Vergüenza contra dinero. Procedí Chibás de los jóvenes universitarios más radicalmente revolucionarios de la Generación del 30, que al decir de Raúl Roa, se había ido a bolina. Ocurrió así porque aquel proceso gestado en los años veinte se perdió en los cuarenta, en la politiquería, la corrupción y el entreguismo. Chibás, rebelde siempre, mantuvo en alto las banderas de la tradición revolucionaria cubana y se enfrentó a aquella situación. No le ocurrió lo que a otros de sus antiguos compañeros, los cuales fueron degenerando hasta hundirse en la charca inmunda del latrocinio y la desvergüenza política. Se rebeló contra estas posturas, por esto lo recordamos hoy como un eslabón importante en la historia de la Revolución Cubana, aquella que comenzó en 1868 y continúa marchando hacia delante en el tercer milenio. La posteridad de Chibás, es decir, la Cuba de hoy, lo recuerda a él y a sus compañeros más cercanos, porque la historia honra a los hombres y mujeres coherentes y honestos, que se entregan a la causa de su pueblo; es oportuno resaltar este hecho, pues el líder ortodoxo es un magnífico ejemplo de los que se situaron en la vanguardia en la lucha contra la inmoralidad pública de aquella época. Otro aspecto a destacar del período en que Chibás alcanza enorme notoriedad política es el relativo a la vigencia formal entre 1940 y 1952 de la última Constitución con validez jurídica de la república neocolonial es decir la Constitución de 1940. Esta Carta fue la expresión más avanzada del período neocolonial. En su marco se gestaron y desarrollaron las acciones políticas de Chibás. El texto abolía formalmente el latifundio, cuestión que nunca se materializó porque, desde luego, lo impedía el régimen político y social vigente. La de 1940 es una de las constituciones más progresistas del mundo para su época. Hágase un estudio de Derecho comparado y se podrá confirmar que esta tenía una proyección muy avanzada. En su contenido progresista y en la fuerza política que para materializarlo tomo la Ortodoxia, encontraremos las razones del golpe de estado que impidió el triunfo electoral de quienes heredaron las banderas de Chibás, entre ellos, el joven abogado Fidel Castro Ruz. Como es de suponer, un triunfo ortodoxo el primero de junio de 1952 hubiera llevado al empeño de promulgar las leyes complementarias de la Constitución que estaban engavetadas por el régimen dominante. Nadie hubiera puede decir que hubiera podido pasar, pero seguramente no hubiera sido del agrado del imperialismo. Pudiera haber dado paso a un proceso de profunda ebullición política y social. Y esto fue precisamente lo que trató de impedir el golpe de estado de Batista, apenas tres meses antes de las elecciones. Pero la prédica de Eduardo Chibás sobre los fundamentos históricos expuestos, logró promover en lo mejor de nuestro pueblo, la idea contenida en su consigna esencia: Vergüenza contra dinero. La trascendencia de este hecho está en que los acontecimientos ulteriores y el genio político de Fidel, enlazaron las consignas de moralizar las costumbres públicas de la ortodoxia, con las ideas socialistas que nos llegaban de Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena y sus continuadores. A más de medio siglo de su desaparición física se hace más necesario que nunca arribar a una valoración acerca de los antecedentes de como la clarinada del gran paladín, combatiente de la honestidad administrativa a mediados del siglo XX se articuló después con las ideas más radicales de justicia social de nuestro pueblo. Desde el seno de la tradición revolucionario de 1930, Eduardo Chibás promovió una destacada acción política contra la inmoralidad que corroía tofos los estratos de la vieja sociedad. El lema Vergüenza contra dinero y el símbolo de la escoba para barrer la podredumbre que ahogaba el país, estremecieron a la nación y en especial a las capas más jóvenes….Con orgullo recuerdo que tuve el honor de ser uno de los cubanos que caminó junto al féretro de Chibás hasta su tumba en el Cementerio de Colón, donde una gran lista de oradores despidieron el duelo del gran líder popular. Fue velado en el Aula Magna de la Universidad de La Habana; ningún lugar más apropiado para resaltar la significación de sus ideas y luchas. …Más allá del análisis histórico que pueda hacerse del PPC (O), de su heterogénea composición y muy especialmente de la valoración que hagamos de su juventud, lo cierto que el programa de Eduardo Chibás estaba orientado hacia el nervio central de la historia espiritual de Cuba: la cuestión ética. Para conocer lo más avanzado de las ideas que se movían en la gigantesca masa ortodoxa hay que tomar en cuenta que de su juventud emergió la Generación del Centenario. Pero incluso existe un documento que puede servir de referencia histórica para investigar las concepciones prevalecientes en diversos grupos de jóvenes del Partido Del Pueblo Cubano. Me refiero al Manifiesto de la Juventud Ortodoxa publicado en el año de 1948 con el nombre del Pensamiento político e ideológico de la juventud cubana, que tiene proyección socialista. La ortodoxia generó desde entonces un movimiento político de repercusión social, a partir de un programa ético. Históricamente el Último aldabonazo de Chibás, no solo constituyó un llamado a combatir la corrupción de las costumbres públicas, sino también una advertencia a fondo al sistema económico y social del país. Y como no se escuchó o no se podía escuchar esta clarinada se abrió el camino a la reacción representada por los grupos castrenses; y para rechazar a estos, el de la Revolución, que retomaba la tradición martiana articulada desde los años veinte, como ya señalé, con el pensamiento socialista. Excepcional tribuno y comunicador, Eduardo Chibás supo utilizar los medios masivos de comunicación a favor de la ética política frente a la corrupción imperante a mediados del siglo XX, ahí está su genuina contribución"

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Autor:

Dr C Raúl Quintana Suárez

Profesor Titular y Profesor Consultante.

Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José varona

La Habana, Cuba

2014

Partes: 1, 2, 3
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