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Defensa militar y sociedad global

Enviado por Diego Torrente


Partes: 1, 2

     

    La globalización económica, ecológica, política, cultural y social tiene consecuencias profundas para la defensa militar. Los cambios que comporta la globalización están produciendo una redefinición en los conceptos mismos de defensa, riesgo, o seguridad, y en la organización y estrategias de las instituciones de defensa. El estudio de la defensa tiene un interés particular porque revela transformaciones que se están produciendo en el Estado contemporáneo y en su rol como actor en el proceso de globalización. El objetivo del presente trabajo es analizar cómo afectan los cambios en el entorno a las instituciones militares y de defensa occidentales en los últimos veinte años. Se estudian las transformaciones en las concepciones geoestratégicas, la percepción de los "riesgos", la reestructuración de la industria militar, y las variaciones en las actitudes de la opinión pública. Se presenta un modelo explicativo sobre la forma en que esas transformaciones afectan a la organización de la defensa y a la naturaleza de las misiones militares.

    La defensa ocupa una posición clave en la estructura tradicional de los estados modernos. Éste funda ejércitos estables, fuertemente jerarquizados y centralizados, con una base territorial, una ideología de patria, y un sistema de servicio militar obligatorio. El estamento militar define los países y situaciones que suponen un riesgo, y trata de fomentar los valores de la defensa en el resto de la sociedad. La valoración de esos riesgos y la pugna por garantizar un mínimo equilibrio de fuerzas empujan al gasto militar. Paralelamente existe una industria protegida de la defensa abocada hacia su cliente principal: el Estado. Con la caída del bloque del Este, el auge de sociedades postindustriales, y el proceso de globalización cambia completamente ese modelo de defensa.

    El estudio de los procesos en la defensa y seguridad contemporánea tiene un doble interés. Por un lado, ofrece un escenario privilegiado para analizar los cambios en el rol del Estado como actor en el proceso de globalización a la luz sus interrelaciones con otros actores. Por otro lado, interesa analizar la naturaleza de los nuevos conflictos. Se han puesto muchas expectativas en las oportunidades para construir la paz que ofrece un mundo crecientemente interdependiente, carente de bloques militares, y con valores postmaterialistas entre los países ricos. Este trabajo analiza cómo afecta los cambios en el entorno derivados de los procesos de globalización a las instituciones militares y de defensa occidentales. Se interesa por cuatro aspectos: las estructura internacional de la defensa, la opinión pública en temas de defensa, la industria militar, y las organizaciones defensivas. Presta atención a cuatro factores: económicos, tecnológicos, geopolíticos y socioculturales.

     

    Globalización

    Existen teorías diferentes sobre la lógica y alcance del proceso de globalización. Diferentes autores utilizan aproximaciones distintas. Para Inmanuel Wallerstein (1988) el capitalismo tiene una lógica global que ha llevado a la creación de un sistema mundial. En él existe una división internacional del trabajo, y un sistema de desigualdades a escala mundial. El capitalismo se caracteriza por la maximalización de beneficios, la creación de estructuras estatales que impiden que se dé un libre mercado auténtico y aseguran la dominación de unos grupos, y la apropiación del plus de trabajo mediante la explicación. La división en clases sociales se puede trasladar al ámbito mundial entre países centrales, de la semiperiferia y de la periferia. Ello provoca una agudización creciente de los conflictos y las contradicciones del sistema. Las reacciones integristas, anti-occidentales, el movimiento ecológico, o el surgimiento de neo-nacionalismos son reacciones ante esas contradicciones. Las crisis cíclicas del capitalismo agudizan la división de poder y los conflictos. Pero también aparecen formas de vida transnacional que eliminan las distancias y las fronteras. El sistema produce integración pero también lleva, según Wallerstein, al colapso. Esta teoría tiene una base exclusivamente económica, olvida la dimensión tecnológica, o cultural. Se ha criticado que es un planeamiento difícil de corroborar empíricamente (Beck 1998). También que no aborda la cuestión de la aparición de nuevas identidades cosmopolitas.

    Otros autores como James Roseneau (1990), o David Held (1995) enfocan la globalización desde una perspectiva política. Rosenau sostiene que la humanidad ha dejado atrás la etapa de las políticas internacionales propias de Estados soberanos y entra en un nuevo período post-internacional. Los actores nacionales comparten poder con organizaciones internacionales, empresas transnacionales y movimientos sociales y políticos transnacionales. Existe una sociedad de los Estados pero también un mundo de la subpolítica transnacional con actores como el Banco Mundial, Green Peace, la OTAN, o la Unión Europea. La política internacional cobra nuevas dimensiones más allá del poder económico, político, o militar. Aparecen problemas y riesgos globales. Está la cuestión de los refugiados políticos, de los derechos humanos, de los riesgos ecológicos, de los casos de corrupción.

    Lo importante de este nuevo escenario para Rosenau es que es políticamente policéntrico. Ni el capital, ni los gobiernos, ni los movimientos sociales tienen la última palabra. Todos tienen cuotas de poder y objetivos distintos. La tecnología pone fin a las distancias geográficas y culturales. Con ello se está reforzando la interdependencias entre comunidades locales y también aumenta la descentralización de la política aumentando el policentrismo de la política. Ese policentrismo encuentra numerosos soporte empírico y ejemplos. Aumenta el número y activismo de organizaciones transnacionales de todo tipo (Banco Mundial, Iglesia Católica, Asociaciones Internaciones de Sociólogos, McDonalds, mafias internacionales). Éstas actúan de manera paralela y también mediante acuerdos, problemas como el cambio climático, el tráfico internacional de drogas, o las crisis monetarias marcan las agendas políticas de estas organizaciones y de los gobiernos. Eventos transnacionales como los mundiales de fútbol, las novelas de Salman Rushdie, o Bosnia conmueven a la opinión publica. Aumentan las estructuras, alianzas y sistemas de cooperación internaciones.

    David Held sostiene que los estados nacionales pierden soberanía a medida que aumenta el número de acuerdos internacionales, o la dependencia en políticas económicas o de seguridad. Con la globalización se dan condicionamientos y poderes nuevo que limitan la libertad de acción de los Estados. Ello cambia los presupuestos institucionales y organizativos, el contexto de la política nacional, o los marcos legales. La soberanía es hoy un poder escindido. Una visión contraria la mantiene Gilpin quien piensa que sólo los Estados permiten que se creen, destruyan y mantengan dependencias y compromisos internacionales. Estos se producen en la medida en que son beneficiosos para el Estado. La globalización dependería así de los estados nacionales.

    Otra teoría distinta es que el proceso de globalización va parejo a una creciente conciencia de que la civilización se pone en peligro a sí misma. Ya no es posible seguir externalizando los efectos secundarios de las sociedades industrializadas. La conciencia de crisis ecológica y la amenaza percibida despierta una conciencia cosmopolita. Si los peligros fundan la sociedad, los riesgos globales fundan la nueva sociedad global. Los riesgos cuestionan a las instituciones y hay que buscar nuevas dinámicas de cooperación para afrontarlos. Existen varios tipos de riesgos globales. El primero son los producidos por la riqueza y el desarrollo tecnológico (agujero en la capa de ozono, manipulación genética). El segundo es la pobreza que supone un riego "ecológico" en el sentido de aumento de la conflictividad y freno al ritmo de desarrollo a medio plazo. Pero también lleva a la sobre explotación de los recursos naturales de los países pobres, migraciones masivas. El tercer riesgo deriva de los conflictos militares, de las armas de destrucción masiva y también del terrorismo internacional. Esos y otros riesgos globales hacen que se resquebrajen los pilares de la seguridad. Son riesgos que no pueden ser compensados financieramente. La conciencia de los riesgos hace que se su gestión se abra al debate público. El resultado global es la politización de numerosos campos de la actividad social antes ocultos. La globalización se torna reflexiva lo que justifica el concepto de sociedad mundial.

    Los conflictos resultantes de los riesgos hacen que se politicen ámbitos antes ocultos o no abiertos a debate. Un riesgo es un efecto negativo o no deseado de algo que ahora no sucede pero que puede suceder si no se toman cartas en el asunto. La dramatúrgia del riesgo es un contraveneno que si se toma en serio puede evitar la desgracia. Existe una percepción social del riesgo y ésta es cada vez más sensible a numerosas áreas de la vida moderna. El aumento de la sensibilidad de la opinión pública por los riesgos hace que se deba ofrecen una justificación pública de los costes y beneficios de ciertas decisiones. Eso favorece la democracia. Se discute sobre los avances genéticos, productos transgénicos, y en general sobre las consecuencias del desarrollo técnico, incluso antes de que éste se produzca (technological citizenship). El promotor debe demostrar la inocuidad de la idea o producto antes de ponerla en práctica. La sociedad del riesgo cuestiona seriamente los beneficios de la primera modernidad y la idea de progreso. Se plantea la necesidad de una segunda ilustración que abra a la comprensión los peligros que la civilización industrial trae al mundo.

    Otro tipo de teorías ponen el acento en la cultura. La globalización económica trae cambios profundos a nivel cultural. Se produce una convergencia por la que se unifican modos de vida, símbolos culturales, o conductas de consumo. Las tecnologías de satélites, las grandes agencias de noticias unifican. La concentración de capitales y la combinación de tecnologías lleva a que las grandes compañías telefónicas se unan a las televisivas. La cuestión es si la globalización cultural está trayendo la homogeneización cultural. Ronald Robertson sostiene que la globalización corre pareja a la localización. Lo local y lo global no se excluyen mutuamente. La globalización significa también acercamiento y encuentro de culturas locales, las cuales se redefinen en el marco del nuevo contexto. Se produce una re-localización, una nueva forma de localismo, lo cual no significa volver al tradicionalismo sino de releer la tradición a la luz del nuevo contexto global. Lo global sólo es asible desde lo local. A su vez, lo global no es algo estático sino que está determinado por dinámicas locales combinadas. Robertson utiliza el término "Glocalización" para designar ese proceso. Considera que la realidad global y la conciencia creciente de lo global son dos caras del mismo proceso. El principal reto cultural de futuro es conseguir esa reflexividad cultural de la globalización.

    La globalización también tiene consecuencias para la vida de las personas. Surgen nuevas comunidades transnacionales. Tienen que vivir y trabajar juntas personas de distintas procedencias. Cada vez más se trabaja juntos en lugares geográficamente muy separados. Pero junto a estas nuevas comunidades, la globalización destruye otras locales más tradicionales. Pierde fuerza la vecindad tradicional directa. No obstante la descentralización de las comunidades es cada vez mayor; es decir, las comunidades ganan control sobre sus propios espacios sociales y sobre sus contextos. Esta idea de la autonomía de lo local la desarrolla Arjaun Appadurai. Habla de paisajes étnicos en el sentido de personas en constante movimiento. Son turistas inmigrantes, refugiados, exiliados, o trabajadores extranjeros. El trasiego de culturas hace que cambie la cultura tanto de destino como de origen. La mezcla puede ser tan compleja que es posible construir mundos y culturas imaginarias.

    Las fronteras están amenazadas también por las corrientes de información. Esta estaba monopolizada por los gobiernos. Ahora, a través del satélite o Internet es posible saltarse la censura gubernamental, conocer nuevas perspectivas y ampliar las miras. Las personas juzgan su modelo de vida con el modelo de vida posible que les ofrece la televisión o Internet. Sin embargo eso no implica la mcdonalización del mundo en el sentido de unificación cultural. Antes significa la posibilidad de que surjan nuevas combinaciones culturales y nuevas identidades.

    Zygmunt Bauman considera que existen complementariedades entre lo local y global. No existe homogeneización, lo global produce la necesidad de una diferenciación local. Los mercados globales de consumo tratan de imponer una oferta de bienes pero el modo de consumo se decide a nivel local de acuerdo con las identidades. La globalización también es un nuevo reparto de los privilegios, pobreza, perspectivas de futuro, libertad, o poder. Existe un nuevo proceso de estratificación a nivel mundial. Un factor que cambia, según Zygmunt Bauman, es que los ricos ya no necesitan de los pobres para hacerse ricos (Beck 1998; 89). Se han perdido los nexos entre pobreza y riqueza con lo que la solidaridad es más difícil. Las diferencias están cada vez más solidificadas y blindadas. Para unos la globalización abre mundos para otros los cierra. Bauman no aclara bien porqué y cómo se produce la quiebra de la solidaridad. Tampoco ve la posibilidad de una solidaridad cosmopolita que compense la polarización entre pobres y ricos. Sin embargo una de las tendencias que trae la globalización es el aumento de la conexión de los problemas del primer y tercer mundo (movimientos migratorios, riesgos ecológicos). Los riesgos globales pueden llevar a un aumento de la solidaridad contrariamente a lo que sostiene Bauman.

    Algunos de esos cambios tienen un particular impacto en la defensa militar. Las sociedades postmodernas no tienen una moral o un sistema de valores unitario. Muchas personas no se identifican a sí mismas con las instituciones y el sistema de autoridad tradicional. La solidaridad se expresa de nuevas maneras al margen del Estado (ONG, asociaciones, trabajo voluntario). El mundo es, a la vez, más internacional y más local. Más internacional porque las economías de los Estados se dependen mutuamente y las comunicaciones son globales pero también porque los problemas modernos ningún tienen fronteras (medio ambiente, paz, terrorismo, delito organizado). Por otro lado, los Estados pierden protagonismo. Los medios de comunicación internacionales de masas no apoyan la idea de Estado como hizo la Escuela. Las instituciones se descentralizan más. El nacionalismo y lo local tiene una importancia creciente. En contraste, las estructuras de defensa se han vinculado tradicionalmente al concepto decimonónico de Estado. Los Estados nacionales deben gestionar ahora demandas contradictorias. Por una parte deben mantener un sentido de identidad nacional que los justifique. Al tiempo deben intentar fomentar el desarrollo económico en un contexto de economía global que escapa a su control. Deben atender a necesidades sociales, de seguridad ciudadana, de justicia, etc. en un contexto de escasez de recursos fiscales, Al tiempo deben hacer compatibles estas necesidades con las exigencias de pertenecer a estructuras internacionales y las demandas que les plantea los nuevos poderes locales. El Estado contemporáneo debe organizar su seguridad en el contexto de un mundo nuevo y lleno de contradicciones.

     

    Nuevo entorno de la defensa

    Los cambios sociales, económicos, políticos, geoestratégicos e institucionales recientes han traído cambios en las estructuras, gastos, misiones, escenas y estrategias militares. Se está produciendo una redefinición en los conceptos mismos de defensa, riesgo, seguridad y en la orientación de las instituciones internacionales. Como consecuencia, las estructuras y las políticas de defensa y seguridad de los países desarrollados están en transición. Como ocurre en todas las transiciones, el momento es de incertidumbre. (1) A esa incertidumbre se añade la complejidad de la vida internacional y la rapidez con la que se suceden los acontecimientos. Los factores que están incidiendo en los cambios en la seguridad son tantos y tan complejos que es difícil prever evoluciones siquiera a medio plazo.

    La transición defensiva se caracteriza porque las instituciones políticas y defensivas internacionales son todavía débiles en comparación con la realidad económica y de comunicación de la "aldea global". Las amenazas se han tornado múltiples, impredecibles y difusas. Ya no provienen de un Estado concreto o de una frontera sino de factores étnicos, criminales, religiosos, nacionalistas o ecológicos que los Estados apenas pueden controlar, la naturaleza de esas amenazas unidad a la complejidad de las relaciones internacionales hacen que las alianzas defensivas no cubran todos los aspectos que amenazan un país y que sea más difícil la respuesta. En ese sentido no son fiables por completo. Por un lado se dan condiciones objetivas para crear un clima de confianza y distensión. Se esperan más reducciones de armamento convencional (CFE), los presupuestos van a la baja, se está redefiniendo el rol militar como un rol de paz. Sin embargo, los gobiernos mantienen posiciones de cautela frente a los cambios. Las estructuras militares tienden a la descentralización, a especializarse, a ser más autónomas y a actuar en misiones que tienen más aspectos policiales que geoestratégicos en el sentido tradicional. Esas nuevas misiones exigen un replanteamiento de la función, el entrenamiento y la filosofía de las Fuerzas Armadas (CESEDEN 1997).

    Al desaparecer los dos bloques, el panorama de la defensa es más complejo y multilateral. Por ejemplo, existen ahora nuevas descompensaciones en la correlación de fuerzas y es más difícil el control de armamentos debido al aumento en el número de partes. Por otra parte, la trama de intereses y de instituciones internacionales es tan tupida y compleja que esa interdependencia crea condiciones nuevas de seguridad. Las armas se basan en complejos sistemas de alta tecnología. El acceso y control de esa tecnología puntera es sólo privilegio de unos pocos países y grandes corporaciones internacionales. Además, el proceso de concentración internacional de capital ha hecho más difícil a empresas y países menos desarrollados desarrollarla y controlarla (Instituto Español de Estudios Estratégicos 1993). La legitimidad social de los ejércitos está cambiando sus bases. La población está dispuesta a aceptar y dar dinero para un ejército profesionalizado que atienda a las nuevas amenazas pero no está dispuesta a dar su vida, ni su tiempo, ni a aceptar modelos de ejército tradicionales ineficaces y burocratizados (Ortega 1997, Martín Aleñar 1996, Ministerio de Defensa 1990). Los recursos fiscales son ahora más escasos , y el dinero gastado en defensa es menos justificable cuando no se percibe una amenaza tangible y clara.

    En lo que se refiere a los cambios a nivel institucional, después del fin de la guerra fría, Europa tiene que asumir más protagonismo y autonomía en su propia seguridad (CESEDEN 1996). Las instituciones Internacionales de seguridad tienen que hacerse más flexibles para integrar intereses y concepciones distintas en materia de seguridad. (2) Los Estados, que todavía son los actores más importantes, desean de ganar influencia en el futuro modelo de seguridad Europea y tratan de hacer valer sus puntos de vista. (3) Europa es hoy por hoy una comunidad de seguridad y la paz en el sentido de que éstas parece estar garantizada por una compleja red de instituciones y vínculos. No obstante, Europa es también un área cultural y políticamente compleja con una historia larga de conflictos. En ese sentido, se ha dicho que, a largo plazo, probablemente, el desvanecer de la guerra fría ha traído más seguridad a los Estados Unidos que a Europa (Barbé 1995). En cualquier caso, las estructuras y los conceptos de defensa están en un proceso profundo de transición y redefinición.

     

    Opinión pública

    La opinión pública europea en temas de defensa han sufrido transformaciones importes durante la segunda mitad del siglo XX. Durante la guerra fría ésta fue bastante estable debido a que no se alteraron substancialmente las condiciones exteriores mientras duró. En los años ochenta se da una pérdida de confianza y de legitimidad de los ejércitos tradicionales. Aumentan las posiciones antimilitarista, pacifistas y antinucleares. Sin embargo, el período de los noventa supone un cambio de actitud en muchas áreas, aunque también se detecta cierta inercia en las actitudes de los europeos que se resisten a cambiar al ritmo que lo hacen los acontecimientos internacionales y defensivos (Ortega 1997). Ello hace pensar que las actitudes van a seguir evolucionando en el futuro consolidando así una reconversión militar también en la opinión pública.

    La opinión pública en temas de defensa tiene una dimensión personal y otra colectiva. La dimensión personal se refleja en la predisposición de defender al país o atender el servicio militar. La dimensión colectiva se analiza con indicadores como valoración de las amenazas, actitudes hacia las alianzas, apoyo a políticas particulares, apoyo al gasto militar, o justificación en el uso de la fuerza. La opinión pública posguerra fría tiene una serie de rasgos comunes. En lo personal, existe una resistencia a contribuir directamente con la vida o el tiempo de servicio militar. sin embargo sí se está dispuesto a contribuir económicamente para la seguridad. En lo colectivo, se apoya la reducción del gasto militar, y se respaldan más las soluciones políticas que las militares. El apoyo a los militares se da ahora para la participación en operaciones de paz, para conflictos específicos y priorizando las soluciones a corto plazo. El apoyo ya no es una carta en blanco.

    Un ejemplo que ilustra esas nuevas tendencias es el caso español. La opinión pública española reciente sobre defensa se puede resumir en cinco de características: Un actitud pacifista y neutralista, una reluctancia a permitir la expansión del poder militar, cierto criticismo con las intervenciones militares de los Estados Unidos, y una notable carencia de información y opinión sobre temas de seguridad que queda reflejada en encuestas. La opinión pública ha cambiado notablemente en los últimos 20 años pero, en algunos aspectos, existe continuidad. Para comprenderla deben recordarse algunos hechos históricos. El régimen de Franco supuso cuarenta años de aislamiento internacional. La señal única de apertura en cuanto a colaboración en la defensa fueron los descompensados acuerdos de 1953 con Estados Unidos. La presencia norteamericana en bases militares española fue más contestada por la opinión pública que entrada en la OTAN. Durante la dictadura había una carencia general de información y opinión en asuntos públicos. Los Estados Unidos se ven con desconfianza por su posición de poder sobre España, la amenaza de una tercera guerra mundial, las intervenciones militares en Sudamérica, y la guerra de Cuba de 1898. Por otra parte la experiencia de una guerra civil, hace que la población valore en especial la neutralidad y la paz.

    En el período democrático, la integración a las instituciones internacionales se consideró positiva para consolidar democracia, estimular el desarrollo económico, y restaurar normalidad internacional del país. En 1981 España entrar en el OTAN (aunque no totalmente en sus que estructuras militares). La decisión de gobiernos fue controvertida debido a una cultura de neutralidad arraiga fuertemente en la población. En 1982 el partido socialista gana las elecciones en parte por su oposición a la OTAN y prometió un referéndum para reconsiderar la decisión. El referéndum tuvo lugar en 1986. Hubo un 31% a favor, 24% en contra, y un 41% de abstención. Según las encuestas de opinión previas, muchas abstenciones habrían sido votos negativos si hubieran ido a votar.

    El cambio más importante en la opinión pública es una mayor concienciación de la necesidad de la solidaridad internacional en defensa. La oposición al OTAN ha bajado lentamente y constante desde 1986. Desde el fin de la guerra fría, la discusión de la OTAN se ha centrado progresivamente en la conveniencia de una integración plena. En 1986 las encuestas indican que el 55% de población está contra la pertenencia a la OTAN frente a un 26% de favorables. En 1995 había un 50% oposición a la integración militar de estructura (ver tabla 1). En Junio 1997, coincidiendo con la cumbre de la OTAN, se registra el momento más favorable: 41% a favor, y 23% en contra. En 1998 los porcentajes son respectivamente del 34% y 36. Los partidarios comparten un perfil más conservador políticamente, una posición social más alta, y son personas más informadas en política internacional. Los jóvenes están ligeramente a favor. No obstante, la opinión pública española es más europeísta que atlantista (Ortega 1997). Una encuesta realizada en 1997 por ASEP muestra que los españoles apoyarían un sistema defensivo global bajo control de las Naciones Unidas (28%). En segundo lugar prefieren un sistema europeo basado en el UEO, o un sistema exclusivamente Español (14%). El modelo Atlántico de la OTAN se cita en cuarto lugar (11%). Existe, no obstante, una carencia notable de conocimiento y opinión sobre estas preguntas (34%) y, en general, sobre instituciones Europeas. Estos cambios en la opinión pública pueden explicarse parcialmente porque los líderes de opinión han influido progresivamente en el resto de sociedad (Díez Nicolás 1999). Los líderes de opinión y los votantes de derecha están cada vez más preocupados por los temas de seguridad. No obstante el apoyo a una defensa internacional no es incondicional. Según una encuesta de ASEP de Noviembre de 1997, un ejército europeo bajo mando de la Unión Europea sería apoyado por 37% de la población. Pero la idea de tener al mando del ejército español a un general extranjero es todavía controvertida (un 39% rechazaría la idea).

    Otra característica importante del español es que es un pacifista convencido. Se desea tanto la paz que casi no se perciben amenazas. En 1987, justo antes del fin de la guerra fría, el 53% de la población piensa que existe una probabilidad baja o nula de que España aparezca implicada en un conflicto internacional frente al 28% que piensa que existen algunas o muchas probabilidades. En 1997 las proporciones eran respectivamente del 72% y 16%. En 1991, una vez el conflicto yugoslavo estalló, el 43% estimaba que la probabilidad de una guerra en Europa era baja o inexistente. En Noviembre 1997, el 64% de los entrevistados estimó que había una escasa o nula probabilidad de un conflicto internacional importante. La proporción era alta incluso en 1998 durante la última crisis de Irak. Una vez más votantes de partidos de derechas y las personas de posición social alta son los más preocupados por los conflictos internacionales.

    En 1988 una encuesta de ASEP indica que los países percibidos como más amenazadores contra España eran los norteafricanos (29%), en particular Marruecos (21%) y Libia (5%), le siguen Estados Unidos (9%), la Unión Soviética (7%), y los europeos (7%). El 48% de los entrevistados no puedo decir ningún país. Es curioso como Estados Unidos se percibe como más amenazador que la Unión Soviética. El tiempo ha rebajado y cambiado las percepciones de riesgo. En enero de 1998, diez años después, otra encuesta de ASEP muestra que las áreas o países más amenazadores son Marruecos (19%), los países árabes (9%), los norteafricanos (4%), Argelia (3%), Francia (3%), Rusia (2%), Gran Bretaña (2%), y Estados Unidos (1%). Los españoles parecen percibir más cercanos a países de la OTAN que hace diez años. Los Estados Unidos y naciones europeos como Francia y Gran Bretaña se ven más como aliados que como amenaza. La ideología antinorteamericana se modera aunque todavía permanece el criticismo cuando los Estados Unidos inicia acciones militares seguras, como en Irak.

    Pacifismo y neutralidad son sentimientos colectivos profundos que reaparecen en los conflictos donde se utiliza la violencia militar. En el conflicto de Irak de 1998, el 55% de la opinión pública española está por la neutralidad estricta, únicamente un 5% apoya el envío de tropas al Golfo mientras que el 26% es partidaria de apoyos menores a Estados Unidos. Los bombardeos estadounidenses de 1998 contra Jartum y el Afganistán se perciben como completamente injustificados por 52% de los españoles. Estas actitudes condicionan las decisiones políticas sobre intervenciones militares en el extranjero.

    El apoyo de la opinión a la colaboración con fuerzas internacionales está condicionado a la naturaleza y legitimidad de la intervención militar concreta. En 1989, antes de la guerra de Golfo, el 54% de las personas entrevistados por ASEP, rechazada la colaboración con fuerzas internacionales, mientras que el 19% lo acepta, y el 8% era indiferente. En septiembre de 1990, cuando era inminente la guerra del Golfo, la opinión pública es especialmente se muestra especialmente poco dispuesta: un 49% rechaza enviar tres buques Españoles, y 74% rechazado para enviar reclutas. Nuevamente, reaparece la actitud crítica hacia los Estados Unidos y el neutralismo. Debe tenerse en cuenta también que esta es la primera operación internacional más allá de las fronteras españolas en una situación de guerra. Los Conflictos de los Balcanes son la segunda oportunidad para la colaboración internacional. Los medios de comunicación y el Ministerio de Defensa presentan la intervención militar como humanitaria y pacificadora subrayándose el apoyo de las Naciones Unidas. Como resultado, en una encuesta de ASEP de Noviembre de 1992, el 52% de los encuestados apoyada el enviar tropas españolas a Bosnia, mientras 28% lo rechaza. Pero este apoyo se condicionó al carácter humanitario de la misión. En 1993 otra encuesta sobre una intervención armada en Yugoslavia muestra nuevamente una oposición fuerte (47%). Posición social, edad, y conservadurismo político son variables claves al explicar la variación en las actitudes de la opinión pública.

    Según los "barómetros" del Centro de Investigaciones Sociológicas, y en comparación con otras instituciones políticas españolas, la opinión pública sobre las fuerzas armadas es moderadamente positiva. Esta imagen está positivamente relacionada con la edad y el conservadurismo político e inversamente con la posición social. No obstante existe la percepción amplia de que, comparativamente con las europeas, las fuerzas armadas españolas tienen menos preparación técnica, armamento menos moderno, y menos capacidad de combate. En particular los jóvenes, las clases medias y altas, y el votante de izquierdas apoyan fuertemente este punto de vista. Esta percepción explica parcialmente el apoyo amplio a un ejército profesional (61% en 1996, y 78% en 1997). Este apoyo es aún más alto entre la juventud. A pesar de ello, la opinión pública española está poco dispuesta a incrementar los presupuestos de defensa. En 1997 había un 31% en contra y 29% a favor (20% no eran seguras) según una encuesta de ASEP. Existe algo más de predisposición si el gasto es para implantar un ejército profesional y algo menos si es para la integración militar plena en la OTAN (tabla 2). El datos es de una encuesta de enero de 1998 de ASEP.

    Como conclusión a este punto, se puede decir que en la opinión pública española sobre defensa se combinan elementos de continuidad y con otros de cambio. Una tradición histórica de neutralidad durante el siglo XX y la experiencia colectiva de una guerra civil son elementos claves para comprender actitudes actuales. Los ideales pacifistas modernos han encontrado un terreno propicio en esta tradición. Estos antecedentes ayudan a comprender mejor la baja predisposición a defender el país, el optimismo sobre las amenazas externas, el cuestionamiento del servicio militar obligatorio, o la actitud crítica hacia algunas intervenciones militares. Algunas de estas actitudes están tan arraigadas que no pueden explicarse totalmente como un cambio de generacional o por grupos sociales (Díez Nicolás 1999). La relación entre identificación nacional y opinión pública en defensa ya no es tan fuerte. Indicadores de identidad nacional como sentimientos nacionalistas, o tamaño del hábitat no explican totalmente las actitudes en defensa. Los valores postmaterialistas están asociados únicamente en las actitudes públicas más extremas. El efecto edad explica bien actitudes como la aceptación o no del servicio militar pero no muchas otras.

     

    Industria militar

    La década de los 90 está siendo un período de reducciones en los presupuestos de defensa. Además de las consecuencias del fin de la guerra fría, se suman las de la crisis económica del período 1992-96. La tabla 3 presenta la evolución del gasto militar en varios países de la OTAN. Estas reducciones han causado inquietud entre la profesión militar y entre la industria (Barjadi y Cosido 1994). Debe tenerse en cuenta que los 15 países con mayor gasto militar suponen el 80% del total mundial (tabla 4).Las reducciones en los presupuestos militares no sólo han sido un fenómeno de países desarrollados (ver tabla 5). El volumen total en el mundo ha disminuido desde los aproximadamente 1,3 billones de dólares en 1988 a algo más de setecientos mil millones de dólares en 1998. (4) El recorte en los gastos militares y la contracción de los mercados ha puesto a la industria militar en una situación difícil. Ha supuesto descensos en las ventas entre un tercio y la mitad dependiendo del sector y país. Aunque no se esperan muchos más recortes presupuestarios en defensa, el nivel actual de gasto es insuficiente para la industria. Delante de las dificultades el sector industrial ha desarrollado un abanico de estrategias. Esas estrategias se entienden mejor viendo las características de la industria de la defensa.

    El fin de la guerra fría y el recorte en los gastos de defensa han traído muchas esperanzas sobre el aumento de las condiciones para la paz y las nuevas posibilidades que ofrece la reutilización de los recursos militares para propósitos civiles. Pero no todas las consecuencias en ese cambio son positivas. La derivación de recursos puede tener una repercusión negativa sobre el empleo en el sector de la defensa o sobre el impacto en ciertas regiones. Por eso es muy importante el cómo se realiza. Esa reestructuración se está realizando de diversas maneras según los países y la situación en el mercado de sus industrias. En este apartado se analizan esos procesos explicándolos en base a las características peculiares de la industria militar.

    La industria militar presenta peculiaridades respecto a otros sectores industriales. Existen, al menos, cuatro singularidades. Primero es una industria que opera en un mercado bastante cerrado. Mucha industria ha estado tradicionalmente orientada hacia un único cliente: el Estado. De hecho, éste ha protegido por razones estratégicas su industria militar aumentando así la dependencia. Cada país demanda productos específicos en función de las necesidades. Por tanto, y a diferencia de otros sectores, la demanda pesa más que la oferta. Cuando concurre a mercados externos, el principio de libre concurrencia no se cumple del todo. Las razones geoestratégicas y políticas han mediado en las transacciones. El resultado es que el mercado no es controlado por el productor. Otra característica que lo aleja del mercado regular es que, debido a razones de seguridad, la información circula de forma muy restringida. Debido a esas características, el sector de la defensa no tiene ni la experiencia, ni la cultura empresarial, ni las infraestructuras para competir en mercados de consumo abiertos. Todo ello dificulta, como se verá, la conversión de su producción para usos civiles.

    Segundo, la industria militar requiere de importantes inversiones de capital e infraestructuras dependiendo de la actividad. Eso hace que cualquier reconversión sea costosa. Tercero, es una industria intensiva en I+D. La sofisticación de los sistemas de armas requieren grandes esfuerzos y complejas infraestructuras de investigación. Ello supone un coste importante que muchas veces es sufragado por los Estados. Esos costes de I+D han aumentado en los últimos años. Esa ha sido una estrategia de respuesta para aumentar la competitividad en un momento difícil. Por ejemplo, en Francia actualmente se cifran en el 32% de los costes de producción. Esos costes son los que permiten mantener una competitividad y una actividad exportadora (la dependencia de las exportaciones es del 40% en Francia). Cuarto, en el sector de la defensa la competitividad no gira en torno a los precios. Por tanto no ha habido un incentivo para la eficiencia productiva y la reducción de costes. El resultado es un sector inflado en costes que se ha visto obligado a reducir cuando los recortes en los gastos militares han amenazado su supervivencia.

    Delante de los cambios en el entorno, el sector de la defensa ha desarrollado varias estrategias. Pueden identificarse al menos seis. Concentración de capital y refundición de empresas, diversificación, especialización, búsqueda de nuevos mercados aumentando las exportaciones, mejora de la capacidad de I+D, mejora de la competitividad, aumento de la presión hacia los Estados, y reconversión hacia el mercado civil. La concentración industrial busca sacar partido de las economías de escala y reducir los costes. La diversificación intenta repartir los riesgos para la empresa en un mercado con demandas variables. La tendencia hacia la subcontratación de componentes ha hecho optar a algunas empresas por la alternativa de concentrar sus esfuerzos en un menor rango de productos. La búsqueda de nuevos mercados se ha hecho principalmente vía exportaciones. Sin embargo, exportar armamento depende mucho de la capacidad tecnológica. Eso hace que aumentar la capacidad de I+D sea otra estrategia de competitividad, aunque sus costes sean prohibitivos para algunos países. Otra estrategia ha sido ajustar los costes internos de producción, particularmente el de personal, y mejorar la eficacia organizativa. El resultado son los despidos masivos en el sector. Frente a los recortes presupuestarios el sector de la defensa ha aumentado su actividad como grupo de presión. Por último está la estrategia de la reconversión hacia una producción de uso civil.

    Resulta interesante ver que las estrategias han variado entre países. También hay que decir que el impacto y las consecuencias de los recortes presupuestarios ha sido desigual por países según el tamaño de su industria de la defensa y el nivel de control del mercado. En el ámbito de los países occidentales, hay que establecer distinciones entre los grandes países productores, y dentro de estos entre Estados Unidos y Europa, entre los pequeños países productores y entre los países del Este. La situación de partida es diferente. El mercado norteamericano constituye un único mercado y es dos veces más grande. El europeo está compuesto por numerosos mercados fragmentados (ver la tabla 6). Cada uno con regulaciones y políticas diferentes.

    La reestructuración de la industria americana se ha llevado a cabo principalmente mediante procesos de fusión. La industria americana y canadiense se ha concentrado mucho a lo largo de los 90. (5) Ello les ha permitido sacar ventajas de la economía de escala, mantener los niveles de I+D y aumentar su competitividad. Ello les ha permitido aumentar la cuota de sus exportaciones en los últimos 10 años de un 36% a un 52% al tiempo que reducir la importaciones procedentes de Europa. La industria europea también se ha concentrado, aunque en menor escala. En Europa el número de actores no se ha reducido tan drásticamente. Esta opción ha sido sólo una alternativa para algunas grandes compañías europeas ante el temor de la competencia americana. La situación en Europa es diferente que en Estados Unidos ya que los vínculos entre compañías se realizan fundamentalmente a base de participar en programas. Pero el problema es que éstos se agotan (o cancelan) y no incentivan el ajuste de costes. No son una solución estable a largo plazo.

    En general, los países con menor potencial industrial, han salido peor parados del aumento en la competitividad (Bélgica, España). Las pequeñas han tenido que adoptar otras estrategias frente al temor de las grandes compañías (Serfati 1996). Mucha industria de esos países es dependiente del mercado interno. Algunos programas conjuntos de producción se cancelan. Los costes de I+D se acusan más e incluso llegan a ser insoportables en algunos casos. Las dificultades para exportar aumentan. Los países pequeños ver aumentar su dependencia exterior al perder competitividad. En ese contexto, la estrategia industrial de esos países es diversificarse y especializarse. En ésta línea, una salida es convertirse en industrias subcontratadas de las grandes firmas y especializarse en componentes concretos (Struys 1997). También está la participación en programas internacionales pero ésta opción está más limitada. Otra opción es realizar una política de compensaciones (offsets) al realizar importaciones de armas. Sin embargo, a largo plazo, ésta es sólo un remedio parcial (Struys 1997).

    Una estrategia para aumentar la eficiencia productiva y de costes es privatizar. Ello presupone creer que la empresa privada es más eficiente que la pública. Sin embargo, privatizar tiene el riesgo de que la industria no responda las necesidades del Estado. La crisis hace aumentar la presión de las compañías hacia los estados nacionales en un sector en que la dependencia estatal es muy importante. Los lobbies industriales presionan para dar una salida política a la situación. Las alternativas que se barajan a nivel europeo son la creación de una agencia centralizada para la adquisición de armamento para un ejército europeo más integrado. Uno de los argumentos que se esgrime es que una industria militar europea favorecerá la consolidación de una política de seguridad común (Instituto Español de Estudios Estratégicos 1996).

    Otra opción de los países es reconvertir. (6) El concepto de reconversión no es claro y unívoco. La conversión significa reutilizar recursos militares para usos civiles. Esos recursos pueden ser productos, terrenos, efectivos humanos, financieros, de infraestructuras, de ciencia, de capacidad de producción o de importación (Brzoska 1999). En el contexto occidental y en cada uno de esos terrenos se han producido éxitos y fracasos. Ha habido éxito en la recolocación de recursos financieros públicos destinados a defensa aunque muchas veces no existe tal recolocación y los recortes en defensa son producto de las dificultades fiscales. Los éxitos en I+D también han sido parciales. Existe una tecnología dual particularmente en electrónica y comunicaciones. (7) Sin embargo, otro tipo de tecnologías tienen una aplicación civil muy limitada. En los aspectos industriales, ha habido una cierta reconversión enmarcada en procesos de diversificación. Sin embargo, no ha habido una apuesta decidida por la reestructuración; algo explicable por las barreras en la cultura y estructura del sector (Weidenbaum 1992). En definitiva, las experiencias de reconversión, particularmente en Europa occidental, han sido hasta ahora éxitos muy puntuales. Al final la cuestión es una cuestión de competitividad y de eficiencia de costes en una industria donde estos factores no eran decisivos durante la guerra fría. Reutilizar (como reciclar) casi siempre encarece los costes. La conversión produce, al principio al menos, más costes que beneficios (Aguirre y Malegsi 1991). Al tiempo la conversión está en relación con el tipo de transición económica.

    Una alternativa para la industria militar es reconvertir su actividad y producción hacia el mercado civil. Esta alternativa ha sido tomada en serio por Rusia y otros países del Este donde el problema es acuciante. Estados Unidos ha realizado mucha investigación al respecto. En Europa occidental también existen experiencias, pero más limitadas. Sin embargo, y a pesar de las esperanzas depositadas, la industria militar parece estar respondiendo a las condiciones del mercado actual antes reestructurándose que reconvirtiendo su actividad en civil.

    La situación en los países del Este es distinta como también lo es el significado que otorgan al concepto de reestructuración de la defensa. El desmoronamiento de la estructura de alianzas y de la Unión Soviética ha tenido un gran impacto en la industria. Muchas industrias han perdido sus mercados ya que dependían del creado en torno al Pacto de Varsovia. (8) Los gobiernos nacionales, sumidos en procesos de crisis tras el final de la guerra fría, no pueden absorber la producción. La tecnología era rusa en muchos casos. Ahora esa tecnología ha quedado truncada y obsoleta. La reconversión ha significado privatizaciones masivas, cierres de empresas. También han habido procesos de especialización y concentración industrial. Países como Hungría, Polonia, o Eslovenia centras sus esperanzas en la integración en la OTAN. Esperan que ello les traiga nuevas oportunidades para su industria militar. Muchas empresas aspiran a consolidarse como subcontratistas de la industria militar occidental. También miran hacia Ibero América donde encuentra un mercado con gran potencialidad de crecimiento.

    En conclusión, los cambios de la última década no parecen estar produciendo un replegamiento en la producción armamentística, sino que están produciendo una reestructuración del sector de consecuencias paradójicas. Los procesos de concentración industrial, acelerados en los 90, y la capacidad para desarrollar una alta tecnología está configurando a una serie de países como proveedores natos de armamento. Los pequeños países encuentran dificultades en mantener industrias competitivas y su independencia tecnológica y armamentística. (9) Las distancias entre unos y otros aumentan. Existe una contradicción entre los beneficios a largo plazo que aporta el desarme y los costes a corto plazo que supone. Algunos costes son económicos. Estos se expresan en términos de empleo, costes asistenciales, financiación de la reestructuración, dependencia tecnológica. Otros son de tipo político: independencia defensiva. En general estas contradicciones son más agudas en países con una estructura industrial pequeña en defensa. El reto para los estados es mantener su independencia en el terreno militar y de armamentos al tiempo que reducen los gastos y se camina hacia una mayor integración.

     

    Organización militar

    En sociología de las organizaciones, la escuela institucional muestra como las funciones acaban por determinar la estructura de las organizaciones. Pero también que esas funciones están configuradas, a su vez por el entorno. Entender a las organizaciones militares de hoy implica entender los cambios en su entorno. Lo que más define el nuevo entorno de las organizaciones militares es la incertidumbre y la complejidad. Tradicionalmente, el entorno de los ejércitos eran principalmente otros ejércitos y la amenaza que suponían de invasión. Hoy los entornos significativos de los ejércitos son distintos y más complejos: la opinión pública, la tecnología, el medio ambiente, la economía, y en particular la sociedad. Un entorno nuevo crea también definiciones de riesgo nuevas. Ese nuevo entorno está modificando la naturaleza de sus misiones y ambas están cambiando la estructura de las organizaciones militares.

    La posguerra fría está configurando un nuevo modelo de organizaciones militares. No existen dudas que los ejércitos están en un proceso de reestructuración y cambio, aunque el alcance de esos cambios cueste más de valorar. (10) En todo caso, se trata de un salto cualitativo respecto a cómo era el ejército de la segunda guerra mundial e, incluso, el ejército de la guerra fría (Harries-Jenkis y Moskos 1984). La tabla 7 resume el sentido de los cambios en varias dimensiones de los ejércitos modernos (Manigart 1999). También como esos cambios están afectando a las misiones y, todo ello, a la estructura de los ejércitos.

    Tradicionalmente, la función básica de los ejércitos es la defensa. Últimamente el término se usa cada vez menos y se sustituye por el de seguridad. La cuestión clave es: ¿la defensa de qué y contra qué? Los conceptos de defensa y seguridad no son estáticos ni se entienden disociados de las amenazas. Pues bien, el cambio sociológico más sobresaliente de los últimos años es que lo que se considera amenazante ha cambiado drásticamente. Las nuevas amenazas tienen cinco rasgos principales: son impredecibles, fragmentadas, ambiguas, civiles, y multidimensionales. Primero, son impredecibles porque ya no emanan de los Estados directamente sino de procesos que escapan al control de él (nacionalismo, integrismo, terrorismo, desastres ecológicos). Los conflictos modernos ya no tienen una base nacional, sino que giran en torno a cuestiones regionales, sociales, étnicas o económicas. El control también es difícil en el caso de las armas químicas o bacteriológicas muy destructivas y de fácil acceso. Segundo, son fragmentadas porque distintos países perciben amenazas distintas. En Estados Unidos se percibe una doble amenaza: política y militar. La amenaza política es el terrorismo, el crimen organizado y el tráfico de drogas. La amenaza militar principal es la intrusión en los sofisticados sistemas de información de la defensa, las amenaza química, la biológica y, después en importancia, la atómica. En Rusia preocupan los nuevos Estados, las armas químicas, los desastres ecológicos, las aspiraciones de China. En Europa preocupan algunas tensiones internacionales, la droga y el delito. En Francia el terrorismo y la mafia. En Europa central los conflictos entre Estados independientes de la zona. En Hungría, los asuntos económicos. Como puede verse existen diferencias importantes que evidencian una fragmentación en la percepción de los riesgos y de la seguridad.

    Tercero, las nuevas amenazas son ambiguas y difusas en el sentido de que no son inmediatas sino que actúan lenta e imperceptiblemente a veces, y en el sentido de que lo que amenaza a los ciudadanos, a los estados y a la economía son cosas distintas. El terrorismo o el delito organizado atetan contra el Estado. La pequeña delincuencia, los desastres ecológicos atentan directamente contra el individuo. La mundialización económica hace que se vaya de la geopolítica a la geoeconomía. En una economía global, cualquier suceso externo que afecte a los intereses económicos, al control, o la estabilidad de los mercados internacionales es una amenaza. Cuarto, las nuevas amenazas percibidas son de carácter más civil: terrorismo, migraciones no controladas, delincuencia. Y quinto, internacional los riesgos y las tensiones no son ya unidireccionales (este – oeste); ahora son multidirecionales y multidimensionales (sociales, culturales, económicas, ambientales, militares).

    Esos cambios en el entorno traen necesariamente un cambio en las funciones. Quizás el cambio más interesante es que el peso del componente social entre las amenazas del entorno hace que surja un curioso paralelismo entre las misiones de la Policía y el nuevo ejército. Ya hoy el tipo de misiones que se van configurando acerca cada vez más lo militar a una posición más próxima a la de una policía internacional. Las Fuerzas Armadas están más comprometidas con el orden, el desorden y la paz. El concepto tradicional de defensa nacional es ahora más difuso y complejo. La institución militar se ve obligada a realizar un profundo cambio de valores (Instituto Español de Estudios Estratégicos 1997). Eso obliga a un gran cambio en la cultura de la organización militar. Tiene que redefinir sus propias señas de identidad basadas en el amor a la patria, el sentido del deber, o la disciplina y encontrarles nuevos sentidos.

    Las organizaciones militares del futuro tendrán una naturaleza policial en el sentido de que deben ser capaces de lograr sus objetivos haciendo un uso mínimo de la fuerza. La disuasión será un elemento importante y se basará en la superioridad tecnológica. Como la Policía, deberán mantener el orden y la paz, aplicar una Ley internacional más desarrollada y prestar servicios a la comunidad. Deberán estar siempre listas para responder a situaciones más diversas e imprevisibles, soportar la ambigüedad y asumir demandas contradictorias. Como en la Policía, la legitimidad social será un aspecto central para los ejércitos. Sin embargo, está será frágil y dependerá de cómo éstos armonicen principios de actuación contradictorios. El control democrático de estas organizaciones será uno de los grandes retos.

    El ejército del futuro no sólo tiene que hacer frente amenazas sociales externas sino que el propio ejército está más inmerso en la sociedad y eso, en sí mismo, es un riesgo y una fuente de inestabilidad para la organización. La naturaleza política de sus misiones externas y la necesidad de ganar legitimidad interna les obligan a estar más cerca de la sociedad civil. Esta legitimidad ya no se basa en la idea de defender la patria. La opinión pública tiene un creciente impacto en materias de política exterior y seguridad. (11)

    Todos esos cambios en el entorno y en las funciones se traducen en la estructura organizativa. La estructura de los ejércitos del futuro será parecida a la de muchas grandes multinacionales. Serán organizaciones virtuales: descentralizadas, con unidades y reservas pequeñas pero con gran autonomía para tomar decisiones y manejar tecnologías sofisticadas. Serán estructuras matriciales coordinadas por sistemas de información y comunicación complejos. Muchos servicios que precisen los militares se subcontratarán. Las interconexiones entre la esfera pública y privada serán mayores y las fronteras menos claras. El prototipo de tipo de líder será el militar abocado a estudiar las situaciones de riesgo y a la prevención. Algo que ya constituye una tendencia clara en las organizaciones de Policía. Muchas de esas situaciones surgirán de la realidad social por lo que la investigación social será una actividad militar más como también lo empieza a ser para la Policía.

     

    Conclusiones

    Este artículo ha analizado los procesos de cambio en la defensa de los países occidentales a comienzos del siglo XXI. El análisis pone en evidencia las grandes repercusiones que el final de la guerra fría y el proceso de globalización están teniendo en las estructuras defensivas. Un cambio fundamental en el entorno defensivo se refiere al aumento de la incertidumbre y la complejidad en éste. Muchos factores contribuyen a ello: la fragmentación de los bloques, el papel de la tecnología, la mundialización, los nuevos conflictos, etc. Muchos nuevos conflictos tienen una base étnica, nacionalista o incluso ecológica. Los conflictos no emanan de los Estados como tales y de sus ejércitos sino de situaciones, muchas de ellas de profunda base social, que escapan a su control. Una hipótesis es que la importancia de factores sociales en los riesgos internacionales y de la opinión pública para la legitimidad hace que los ejércitos estén adoptando funciones seudo policiales. Muchos de los factores que afectan a la labor policial empiezan a tener importancia para la labor militar: realizar tres tipos de funciones: aplicar la Ley (internacional, es este caso), mantener el orden y prestar servicios, gestionar demandas contradictorias, negociar los estándares de paz y la convivencia, gestionar la discrecionalidad, soportar la incertidumbre, equilibrar principios de actuación contradictorios, etc. (Torrente 1997).

    La industria militar se ha visto abocada a acelerar un proceso de reestructuración. Ese proceso parece estar abocado a mejorar la competitividad y asegurarse una posición de preeminencia en el mercado que a reconvertirse hacia la actividad civil. La industria ha utilizado diferentes estrategias de reconversión según el país. La orientación general del proceso apunta a que la estrategia más eficaz ha sido la concentración de las grandes firmas productoras. Sin embargo ese proceso podría aumentar la desigualdad entre los grandes y pequeños productores de armas y no favorecer necesariamente un proceso de desarme. Las conexiones entre la industria militar multinacional y las organización militar internacional en el nuevo contexto internacional no están suficientemente investigadas aunque sí existen estudios centrados en la guerra fría (Hooks 1990). Los análisis de la reestructuración industrial se han realizado desde una perspectiva económica principalmente, mientras que la sociología ha penetrado más en los temas de reorganización de los ejércitos.

    Los países más poderosos económica y militarmente combinan la amenaza de los sofisticados sistemas de armamento de alta tecnología las nuevas misiones de intermediación y pacificación. Son dos caras de una misma moneda. Las nuevas funciones de los ejércitos requieren un cambio profundo en la organización y cultura militar tradicional. La estructura de las nuevas organizaciones militares probablemente estará basada en unidades más pequeñas, autónomas y "civilizadas" pero unidas a la organización matriz por una estructura de comunicaciones. La flexibilización productiva llega también al ejército. El soldado ideal será un investigador de los procesos sociales, de los conflictos y de la prevención de éstos. Al mismo tiempo sabrá utilizar los complejos sistemas de armas y la disuasión jugará un papel importante. En un mundo global, la interdependencia entre los sistemas aumenta el riesgo de accidente y conflicto. Esos conflictos cambian su naturaleza pasando a ser más sociales y civiles. También serán más extraterritoriales, y difusos puesto que los intereses en un mundo global están en todas partes y adoptan formas de conflictos crónicos en lugar de crisis agudas.

     

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    Notas

    1. La situación de incertidumbre también tiene su reflejo a nivel de la discusión académica y experta. A raíz del final de la guerra fría, entre los intelectuales, el discurso de la defensa va siendo sustituido por el discurso de la paz. Pero por otro lado, rápidamente toma fuerza el debate entre (neo)pacifistas y neo intervencionistas.
    2. Hasta hace poco, había, por lo menos, cuatro visiones de Europa desde el punto de vista de la seguridad: Uno es la posición Atlantista (en base a la OTAN y considerando a Rusia); otro, desde Portugal a Polonia; un tercero, una vista occidental con base en los países de la UE (UEO); por último, la visión paneuropea con base en la CSCE (incluyendo a USA, Canadá, Rusia y otros países centroeuropeos). Cada visión enfatiza diferentes perspectivas históricas, culturales y económicas.
    3. Las diferencias son también teóricas. Hay cuatro aproximaciones al análisis de seguridad en Europa: El realismo estructural, el realismo cooperativo, el institutionalismo, y liberalismo democrático. Cada uno ve unas bases diferentes para la seguridad: la seguridad colectiva (todos contra el agresor), la seguridad común (basada en el desarme y la confianza mutua), o la seguridad comprehensiva y multidimensional.
    4. A precios constantes de 1995.
    5. Por ejemplo, cuatro firmas refundidas controlan el mercado aéreo-espacial en norteamerica (Boeing-McDonnell-Rockwell, Lockheed Martin-Northrop Grumman, Bombardier, y Raytheon). En europa están los grupos Dassault-Aerospatiale, Dasa, Matra-Marconi, Brithish Aerospace, Alcatel, Saab, y Casa.
    6. La opción de la reconversión ha suscitado muchas esperanzas. Permitiría conservar el empleo y crear bases para el desarme y la paz. En contra de algunas percepciones, la relación entre conversión y desarme no es automática. Existe un desarme cuantitativo y otro cualitativo. Ambos pueden ser independientes entre sí. Por otra parte, pueden existir mútiples objetivos o prioridades en una recorversión: salvar puestos de trabajo, preservar beneficios, promover el desarme, mejorar la inovación y la competitividad, mejor uso de los recursos, desarrollar fines sociales, entre otros. No todos tienen el mismo carácter social.

       

    7. Existe un cierto mito en torno a la reconversión que debe ser matizado. El sector civil y el militar están, de hecho, muy interconectados. Numerosas compañías civiles cuentan con divisiones militares y al revés. Numerosos productos y tecnologías tienen una aplicación indistinta (principalmente en el campo de la electrónica y las comunicaciones). Si bien es cierto que existen producciones que son más fáciles de convertir que otras. La industria de tanques o cañones de gran diametro tienen una difícil aplicación civil.
    8. Hungría, por ejemplo, vendía el 70% de su producción dentro del Pacto de Varsovia.
    9. Las grandes firmas controlan el 80% del mercado mundial y concentran el 95% de las inversiones privadas en I+D.
    10. Sin embargo los procesos de reestructuración son diferentes según el contexto. El mejor ejemplo es el caso español. En perspectiva amplia, la reestructurción militar española pasa por varias fases. Comienza con la transición hacia la democracia (Lleixá 1986). Una segunda fase es el proceso de modernización y racionalización llevada a cabo por el gobierno socialistas (Serra 1986). En la tercera fase, que es la actual, la reforma principal es abolir el servicio militar obligatorio e instaurar un ejército totalmente profesional (Aleñar 1996, Martín Aleñar 1996). Este proceso "profesionalización" implica también para mejorar la formación y el equipamiento de las fuerzas armadas. La decisión se justifica oficialmente en términos de adaptar las estructuras defensivas al nuevo contexto internacional de post guerra fría (Ministerio de Defensa 1993, Aleñar 1996). Pero también han impulsado el proceso una opinión pública (y especialmente los jóvenes) crítica con los asuntos militares y un sentimiento nacionalista fuerte en algunas autonomías que entra en conflicto con la idea militar tradicional de servicio al Estado-nación (Ministerio de Defensa 1990).
    11. La opinión pública era poco relevante para la política exterior y de defensa antes de la segunda guerra mundial. Posteriormente existen muchos ejemplos de conflictos (Vietnam es el caso más relevante) donde la opinión pública tuvo un papel clave y que suscitaron una gran movilización social.

     

    Tablas

     

    Tabla 1. Evolución del grado de acuerdo con la integración completa de España en la OTAN. (en porcentajes)

    Grado de acuerdo:

    XII-96

    VI-97

    XI-97

    I-98

    II-98

    Totalmente de acuerdo

    10%

    12%

    7%

    8%

    7%

    Bastante de acuerdo

    32

    29

    24

    25

    27

    Ni de acuerdo ni en desacuerdo

    23

    20

    20

    20

    Bastante en desacuerdo

    17

    13

    16

    16

    17

    Totalmente en desacuerdo

    16

    10

    14

    18

    19

    No sabe o no contesta

    25

    13

    18

    13

    10

    Índice de acuerdoa

    109

    117

    102

    99

    99

    Total

    100%

    N (casos)

    1219

    1214

    1211

    1209

    1213

     Fuente: Banco de datos de ASEP. Nota: a El valor 100 representa el punto de equilibrio acuerdo / desacuerdo. Cuando aumenta el índice aumenta el acuerdo.

      

    Partes: 1, 2
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