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Estrategia de participación sociocultural con enfoque axiológico para el adulto mayor en la comunidad (página 2)


Partes: 1, 2, 3, 4

El envejecimiento demográfico es una característica de la población cubana que presenta un incremento de los más acelerados del mundo. Las causas están en el comportamiento de la fecundidad con un nivel de reemplazo por debajo de una hija por mujer desde 1978, por ello la población de 0-14 años ha disminuido respecto al total. Al mismo tiempo, al disminuir los niveles de mortalidad ha aumentado la proporción de personas de 60 años y más.

La esperanza de vida al nacer para el período 2001-2003 es 77,0 años para ambos sexos: 75,13 para los hombres y 78,97 para las mujeres (Aida Rodríguez y Luisa Álvarez, 2006:32), lo que coloca al país en una situación privilegiada dentro del hemisferio y muestra la dedicación de recursos humanos y materiales que el Estado ha puesto a disposición de este grupo poblacional.

La población de adulto mayor en el año 2008, la conforman aproximadamente 1.8 millones de personas y en el 2025 alcanzará los tres millones. Como tendencia seguirá incrementándose ininterrumpidamente, mientras que la población joven tiende a decrecer, lo que generará un incremento de las necesidades en estas personas, reto para el cual el país y la provincia se deben preparar. Una proyección de esta situación por grupos de edades se observa en la Tabla 1.

Tabla 1: Población proyectada por grandes grupo de edades en Cuba (%)

Edades/ Años

2007

2010

2015

2020

2025

0 – 14

18,4

17,2

15,7

14,6

14,2

15 – 59

65,4

65,3

64,8

63,7

59,7

60 y más

16,2

17,4

19,5

21,6

26,1

Total

100,0

100,0

100,0

100,0

100,0

Fuente: ONE. Cuba. Proyección de la Población. Período 2007-2025. Centro de Estudios de Población y Desarrollo. Edición Diciembre/2006: 6

En Cuba se ha transitado desde un 11,3 por ciento de personas de 60 años y más en 1985 hasta un 16,2 por ciento en el 2007, lo que indica su ubicación en el Grupo III de Envejecimiento (>15 %). (Anexo 1). En el término de 20 años el envejecimiento se ha incrementado en 4,6 puntos porcentuales y dentro de 5 años, en el 2015, se estima que la población de 60 años y más sea el 19,2 % según la Oficina Nacional de Estadística, (2008).

El aumento de la esperanza de vida geriátrica en Cuba ha posibilitado el aumento de los llamados "viejos viejos", con sus implicaciones. Actualmente, para las personas de ambos sexos que cumplen 75 años esperanza de vida es de 10,2 años, y para los que arriban a 80 años es de 7.6 años. (MINSAP. Plan de acción de Cuba sobre envejecimiento. 2001). En la provincia de Holguín las tendencias son semejantes al país, lo cual puede apreciarse en la Tabla 2.

Tabla 2. Distribución de la población holguinera por grupos de edades y sexo en el año 2006

edu.red

Elaborada por la autora. Fuente: Departamento de Demografía Censo y Encuesta. Principales indicadores demográficos de la provincia Holguín. 2007 y2008.

La provincia de Holguín se encuentra en el grupo III de envejecimiento (+ 15.0 por ciento) con los municipios de Holguín, Gibara, Banes y Báguano, como los más envejecidos y un índice por encima de la media provincial de más de (16 %). El municipio Moa es el más joven del país, con el 9,7 por ciento por lo cual clasifica en el grupo I (- 10.0 por ciento) El crecimiento de la población envejecida en Holguín se refleja en la tabla 3.

Tabla 3. Crecimiento de la población envejecida en la provincia y municipio Holguín

1985

1995

2000

2003

2004

2005

2006

2007

2008

Provincia

9,4

11,4

13,2

14,0

14,4

14,7

15,1

15,6

16,7

Municipio

9,8

11,4

13,3

14,2

14,7

15,2

15,4

16,1

16,7

Elaborada por la autora. Fuente: Departamento de Demografía Censo y Encuesta. Principales indicadores

demográficos de la provincia Holguín. 2007 y 2008.

El envejecimiento poblacional en Cuba se estudia desde fines de los años ochenta por especialistas de diversos organismos e instituciones; pero a criterio de Ernesto Chávez (1999:14), el tema aún no recibe la atención que merece, ni existe plena conciencia social de su alcance y significación. Son insuficientes los estudios científicos como fundamento de los programas y estrategias que se aplican y para formular una conceptualización integral de la vejez, pues como afirma Joaquín Leguina (1988:15)" La Demografía debe poder cada vez con mayor precisión anticipar decisiones de actuación política a medio y largo plazo."

Los acontecimientos demográficos se relacionan con el contexto económico, político y social del país, originando modificaciones en las estructuras económicas, sociales y culturales que exigen de nuevas perspectivas de análisis y acciones. En el centro de este análisis se encuentra el ser humano, de manera, que para una mejor interpretación del envejecimiento resulta necesario abundar en las características psicológicas del adulto mayor.

I.2.2 Aspectos psicológicos de la población de adulto mayor

Para la psicología del desarrollo, constituye un reto comprender el proceso que acompaña el proceso de envejecimiento. Aún se valora al adulto mayor como un paciente geriátrico y no como un individuo en desarrollo que se encuentra en proceso de cambios y surgimiento de nuevas formaciones.

Los teóricos del desarrollo han abordado insuficientemente esta edad, y como tendencia la han presentado como una etapa de involución, visión que está determinada por la pérdida o deterioro de los sistemas sensorio-motrices en relación a lo corporal, del cuerpo joven, y por (la menopausia y la andropausia), de los roles parentales, laborales y de los seres queridos (Teresa Orosa, 2003:24/25). Cuando en realidad, se trata de una edad en la que continúa el desarrollo de la personalidad.

Los estereotipos y prejuicios que afectan al adulto mayor son diversos, inclusive desde las propias ciencias que abordan la vejez. Por ejemplo, Reichard/Linson (1979: 7-15) plantea una tipología de acomodación a la ancianidad que tiene como consecuencias psicológicas la dependencia, la defensividad, la introspección y el distanciamiento, así como la hostilidad y el odio a sí mismo. Es cierto que en esta etapa del desarrollo se manifiestan sentimientos de soledad, abandono, pérdida de capacidades y actitudes rígidas que se han generalizado como manifestaciones de su personalidad, lo cual refleja la ausencia de un análisis diferenciador y casuístico, sobre todo en la individualidad y la diversidad de estas personas.

Según Teresa Orosa, "el enfoque Histórico Cultural ofrece una perspectiva para la comprensión de la psicología del adulto mayor y aunque los postulados de la teoría de L.S.Vygotski no abarcan ese período etáreo, el desarrollo biológico y las formaciones psicológicas precedentes así como los sistemas de actividad y comunicación del adulto mayor, dan lugar a nuevas formaciones cuyo principal componente es la autotrascendencia" (2003:26).

El concepto de autotrascendencia, tanto Manfred Max-Neef (1993) como Teresa Orosa, (2003) lo consideran como la necesidad de quedar en los que le rodean, lo cual ocurre en menor medida en las etapas anteriores del ciclo vital. Esta necesidad de trascendencia, aún no ha sido estudiada a profundidad en el sistema de necesidades humanas, según Manfred Max-Neef, Elizalde y Martín porque todavía no constituye un fenómeno universal. Sin embargo, ha llegado el momento en que se le considere como necesidad general, dada la magnitud del envejecimiento en el mundo y particularmente en Cuba.

La vejez trae consigo transformaciones tanto en las condiciones físicas y funcionales, como en la independencia social y económica. De esta manera, se modifican los roles dentro de la familia, la participación en el mercado laboral, el enfrentamiento a la jubilación, el uso del tiempo libre y la autopercepción. A nivel comunitario se experimentan cambios en la imagen pública, la vida cotidiana, las relaciones de trabajo y las relaciones sociales, aspectos que fundamentan la necesidad de proyectos que desde la implicación personal faciliten la participación sociocultural.

En torno a la psicología del adulto mayor, en Cuba, se destacan las investigaciones de Teresa Orosa, (1997:36), las cuales constituyen referentes para el presente trabajo. Esta investigadora plantea que el adulto mayor se encuentra en una etapa del desarrollo humano y no de involución o de final de la vida, que reclama lugares de acción y de continuidad de desarrollo que no se han legalizado en la misma proporción que el lugar de abuelo. También, considera que la defensa de la experiencia y sabiduría acumulada laboral y socialmente le llevan a representarse de manera activa, contraria a la suposición como edad de reposo.

Estos elementos apuntan la necesidad de comprender y asumir esta edad como expresión del desarrollo humano. El adulto mayor es una persona activa que genera cambios en su propia vida, y no es un objeto sometido a fuerzas externas a él, pues es capaz de mejorar cada día como toda persona con expectativas de seguir viviendo. Por lo tanto, los proyectos de participación dirigidos a ellos requieren de su incorporación protagónica desde la concepción, implementación y evaluación, lo cual demanda conocimiento de los aspectos sociales relacionados con este grupo etáreo.

I.2.3 Aspectos sociales de la población de adulto mayor

El interés de las Ciencias Sociales por el envejecimiento ha dado lugar a una serie de construcciones teóricas de mayor o menor alcance. El panorama se complica por el tratamiento dado a la vejez como problema social que se ha convertido en rasgo de las sociedades capitalistas contemporáneas.

La valoración de la vejez ha estado siempre mediada por el aspecto económico. En la antigüedad y el renacimiento las sociedades occidentales despreciaban la vejez y rendían tributo a la belleza y la fuerza física, aunque en la edad media se considera de forma positiva, Platón expresó: "la vejez hace sentir en nosotros un inmenso sentido de paz y libertad", por su parte Sócrates afirma: "para individuos prudentes y bien preparados, la vejez no constituye peso alguno", también Plutarco y Cicerón defienden la vejez pero Aristóteles la considera "una enfermedad incurable" (José A. Nieto 1981:7).

Las primeras y más influyentes aproximaciones a la vejez como fenómeno social surgen al inicio de la década de 1950, bajo paradigmas funcionalistas y conductistas, y en respuesta a una serie de repercusiones sociales en el marco del desarrollo de los países industrializados, especialmente en los Estados Unidos y Europa. (Lourdes Pérez Ortiz, 1997). Margaret Clark citado por Gubrium, destaca que: "el problema de la vejez es uno de los rasgos más negativos de la cultura norteamericana y se manifiesta en el síndrome de eliminación" (1979: 7) el cual genera sentimiento de culpa en los que envejecen y tiene arraigo en las llamadas civilizaciones occidentales.

Miguel Villa y Luis Rivadeneira (2003) referencian a Laslett quien considera que el establecimiento de una edad para la vejez constituye una construcción social, determinada por factores biológicos o psicológicos. La categoría "viejo" es aceptada por las personas pertenecientes a él, pero no elegido, lo cual conduce a la carencia de homogeneidad acerca de las características y fijación de su edad de inicio. Estos autores distinguen cuatro etapas del ciclo de vida: la "primera edad", relacionada con la infancia y la juventud; la "segunda edad", vinculada a la vida activa y reproductiva; la "tercera edad", referida a la etapa activa de retiro; y "la cuarta edad" (más de 75/80 años) que alude a la fase de declinación, mayor dependencia y deterioro más acelerado.

La propuesta de incorporar una cuarta edad al ciclo de vida, proviene del aumento del promedio de años de vida observado en los países más desarrollados, lo que hace inadecuado el tradicional "viejo" que comprende diversas situaciones, (Miguel Villa y Luis Rivadeneira, 2003). Así, el término tercera edad no es sinónimo de vejez, sólo se refiere a una etapa específica de esa condición. Con el término se describe la edad como variable estratificadora para comprender la vejez, pues las reglas sociales y pautas de comportamientos son las que la originan. Es decir: "edad y sociedad se contienen una a la otra delimitando el terreno donde surge con propiedad el fenómeno social de la vejez."(Lourdes Pérez, 1997: 21).

El adulto mayor, integra uno de los colectivos humanos más vulnerables; Pizarro? afirma que: "no es posible referirse con propiedad a un enfoque de la vulnerabilidad sistemáticamente aplicado para analizar el fenómeno social de la vejez y el envejecimiento" (1999:13). En realidad no debe considerarse de forma absoluta esta categoría, sino igual que en las demás edades, teniendo en cuenta sectores realmente vulnerables como las personas enfermas, impedidas y los casos sociales entre otros.

Los sociólogos norteamericanos Elaine Cumming y William Henry citados por María T. Bazo (1996: 10), elaboraron la teoría del retraimiento o desvinculación, posteriormente se elaboraron las teorías de la actividad y del vaciado de roles. La teoría del retraimiento sostiene que la vejez conlleva inevitablemente a la disminución de la interacción entre el individuo y la sociedad, algo satisfactorio para ambas partes. Asociado a esta teoría en los Estados Unidos de América, prevalecen enfoques que privilegian la autosuficiencia, y se dirigen al adulto mayor como "no los necesitamos ya". En oposición a la teoría de la desvinculación, aparece la de la actividad, cuyo fundamento central se basa en que el envejecimiento normal implica el mantenimiento de las actitudes y actividades habituales de la persona por el máximo tiempo posible y que, por lo tanto, un envejecimiento satisfactorio consiste en mantenerse activos.

Desde el punto de vista de la desvinculación se reconoce la pérdida de roles como consecuencia de la viudez, la jubilación y la emancipación de los hijos y es la fuente principal de inadaptación del adulto mayor. Es común, en estas teorías un enfoque homogeneizador de la vejez, que obvia las variables sociales, culturales y personales que inciden en el proceso de envejecimiento y le confieren un carácter universal.

Algunos autores identifican distintos significados de la edad, Alicia Vázquez (1986) establece una tipología que incluye: la edad cronológica, fisiológica y social, y explica la forma en que estos significados se interrelacionan en un contexto social y cultural determinado. La edad cronológica es esencialmente biológica y se refiere al número de años que una persona ha cumplido, lo cual define cambios en su posición dentro de la sociedad, criterio que es insuficiente para delimitar la vejez.

La edad fisiológica se refiere a los cambios físicos y de funcionamiento que ocurren con la edad. Astrid Barnet (2007:1) dice: "el hombre puede vivir tres edades: la cronológica, que señala los años; la biológica, que marcan las arterias, y la psicológica, que apunta el corazón".  Algunos autores reconocen una cuarta edad: la emocional, la que "sentimos tener". La edad social se refiere a las actitudes, conductas, percepciones subjetivas del sujeto, es la que los otros atribuyen y se refiere a la valoración global de la calidad de vida que la persona realiza en función de criterios propios. (Osvaldo Prieto, 2008:23).

Tradicionalmente, la División de Población de las Naciones Unidas (2003) ha fijado la edad umbral de la vejez en los 60 años; para rescatar la heterogeneidad de este grupo se le subdivide en dos segmentos, con el segundo a partir de los 75 años. Si bien la edad es el criterio más utilizado para delimitar el envejecimiento, la determinación de un valor numérico es arbitrario ya que es más importante conocer los cambios de comportamiento, actitudes y capacidades de los seres humanos, en razón de sus edades.

Los estudios sociológicos en Cuba señalan la necesidad de romper con los estereotipos culturales dominantes que reducen el estatus social del adulto mayor y lo consideran desvinculado de la realidad y una carga social y económica. También, es necesario romper los estereotipos asumidos por los propios ancianos de considerarse como individuos acabados, en la conformación de su identidad. La dependencia de la vejez no es un resultado natural del envejecimiento sino consecuencia de las estructuras sociales.

El análisis y comprensión de la tercera edad pasa por entender la relación existente entre el envejecimiento de la población y la vida social. Las políticas sociales hacia el adulto mayor deben encaminarse a eliminar el estatus de dependencia con estrategias de integración sociocultural que incrementen su participación. Actualmente se reconoce la necesidad de una transformación cultural profunda, un espíritu comunitario que refuerce el papel de cada ciudadano a través de diferentes vías. La aceptación de la vejez como una etapa de la vida, en la cual, las personas no se sientan solamente necesitadas, ayudadas y consumidoras, sino también útiles, cumpliendo un rol que socialmente les satisfaga.

En Cuba, se producen cambios que permiten integrar de forma más sólida al adulto mayor en la sociedad. La Sociología estudia este fenómeno y propone estrategias para evitar el aislamiento, el debilitamiento de las relaciones familiares y la falta de vida comunitaria. Actualmente se acumulan experiencias y se generan estudios teóricos para construir un pensamiento sociológico en torno al envejecimiento que prepare a la población, en particular a los que participan en los procesos de cambios sociales, para convertir al adulto mayor en una persona socialmente activa, satisfecha y optimista en la construcción de una sociedad mejor.

Se aspira a una participación social organizada, activa, reinvidicativa, por la defensa de sus derechos sociales en la convivencia diaria y las relaciones sociales, una participación integradora, transformadora y pedagógica, respetando el principio que la vejez no debe impedir una existencia plena del individuo. Amalia Gómez, secretaria general de Asuntos Sociales de España expresa: "Los mayores deben tener una superior participación en la sociedad." (I Congreso Estatal de Personas Mayores 1998:1).

Teresa Orosa (2003:73) fundamenta el desarrollo del adulto mayor desde tres perspectivas que están interrelacionadas entre sí: sociocultural, familiar e individual. La perspectiva sociocultural es significativa pues muchas de las características y prejuicios en esta etapa dependen de estos factores que han marcado históricamente la actitud hacia este grupo social vulnerable. La perspectiva familiar forma parte del contexto de análisis sociocultural, que posee peculiaridades propias cuando en ella confluye el adulto mayor. Por último, la perspectiva individual es producto de los determinantes socioculturales y familiares, que a su vez influyen en las condiciones donde el adulto mayor se desenvuelve.

En Cuba, como parte de la cultura iberoamericana el rol de abuelidad es distintivo de la identidad en el adulto mayor. La ancianidad se vive en familia por razones de tradición y por dificultades socioeconómicas, lo cual refuerza un sentido de protección originando muchas veces sobre exigencia a la familia y por otra parte sobrecarga de trabajo doméstico para el adulto mayor. En otras culturas como las europeas no ocurre de la misma forma, los ancianos preparan su jubilación para vivir solos, o en instituciones preparadas al efecto, con vínculos familiares esporádicos. Al respecto, Teresa Orosa afirma:

"El adulto mayor cubano ha sido parte de los procesos más universales de cambios, pero también ha sido protagonista de un proyecto social de justicia que lo dignifica, lo hace buscar tribunas de desarrollo. Esto, que aún puede expresarse como contradicciones del actual adulto mayor, será exigido por los próximos mayores como población mejor instruida y mayor participación de la mujer como parte del cambio y buscadora de realización personal" (2003:80).

Como resultado de la transición demográfica constituye un reto desarrollar procesos socioculturales que favorezcan la participación del adulto mayor en la sociedad. En este empeño la posición axiológica de la población hacia estas personas y la de ellos mismos entre sí, impone la necesidad de exponer aspectos teóricos sobre los valores y su relación con el aspecto sociocultural.

I.2.4 Aspectos axiológicos de la población de adulto mayor

Teniendo en cuenta que es cada vez más representativa la población de adultos mayores se hace necesario afianzar, transmitir y promover valores que favorezcan la convivencia intergeneracional en la familia, la comunidad y la sociedad en general. En muchos países se reconoce el potencial que representan las personas de edad avanzada y la necesidad de reconstruir los contactos entre las generaciones. Sin embargo, "la comprensión conceptual de por qué esto es importante, cómo opera y lo que puede alcanzarse, aun no se ha investigado a plenitud" (Raúl Hernández y Otilia Barros 2003:107).

El tema de los valores se refleja en la literatura científica, desde diferentes posiciones teóricas y epistemológicas. Luis López Bombino expresa que: "los valores forman parte de la realidad, son cualidades potenciales e imprescindibles del ser humano (…) es conocimiento sobre lo deseable". (2006:304). Por su parte, José Fabelo define el valor como: "la capacidad que poseen determinados objetos y fenómenos de la realidad objetiva de satisfacer alguna necesidad humana, es decir, la determinación social de estos objetos y fenómenos, consistente en su función de servir a la actividad práctica del hombre" (1989:10),

La perspectiva que ambos autores asumen respecto al concepto y la significación teórico-práctica del valor responde a las exigencias de la presente investigación. Los valores constituyen parte de la realidad social actual y tiene implicaciones ante el crecimiento de la población de adulto mayor como reflejo en la conciencia de las personas, lo cual conforma su identidad.

Un criterio que precisa la importancia de asumir creadoramente la transmisión de valores ante el fenómeno del envejecimiento de la población, lo expresa Fernando González Rey, al plantear: "Los valores no tienen sentido estático, por tanto la educación moral no puede estar en la transmisión de contenidos y de los valores estándares, sino en un sistema de valores personalizados, portadores de un sentido para él, vivenciados y asumidos, lo que conduce a la diferenciación individual." (1998: 10).

El sistema de valores se construye en el quehacer cotidiano a partir de múltiples condiciones objetivas, materiales y espirituales y las determinantes subjetivas del sujeto, donde la actividad transformadora resulta el elemento esencial. Así, el valor es resultado de la actividad que el individuo realiza. Los valores guían el desarrollo personal en todos los grupos de edades, pues como expresa López Bombino, son: "componentes de la conciencia moral y brújula del comportamiento humano" (1999:16). Ello exige nuevas formas de valorar la vida y por consiguiente valoraciones sobre el papel del adulto mayor en la familia, la comunidad y la sociedad en general.

Una aproximación a la comprensión de la subjetivación individual del valor y su vínculo con lo social, permite interpretar como repercute en lo individual el proceso de regulación social. El valor se incorpora a la subjetividad en correspondencia con el nivel de información y la calidad de las relaciones, así las necesidades y vivencias se integran formando la concepción del mundo, la cual se expresa en la actitud y las concepciones morales. Los valores no se inculcan, sino que se vinculan a las necesidades, particularidades e intencionalidad con que se asumen. En el adulto mayor, los valores aprendidos sufren modificaciones, el reto es mantener los valores conquistados y trasmitir los valores tradicionales y nuevos a la juventud y a sus contemporáneos.

La cultura contribuye al fomento de un sentido de la vida y propicia el desarrollo humano en el tratamiento al adulto mayor, para ello es preciso modificar estereotipos y dogmas que perduran en el medio sociocultural y que entran en contradicción con la nueva realidad. En la sociedad actual se hace necesario fortalecer una cultura para el envejecimiento, pues aún se subestima esta etapa de la vida siendo escasos los estudios sobre este grupo poblacional.

Existen valores que trascienden el sistema de necesidades de los individuos y han perdido su eficacia reguladora, pues a partir de su naturaleza objetiva se manifiestan como antivalores. Esta problemática se evidencia en la posición respecto al cuidado y atención al adulto mayor, el irrespeto a los ancianos en lugares públicos, la insensibilidad ante sus necesidades, la falta de interés por las tradiciones, costumbres y normas de vida de las generaciones de abuelos y padres que mantienen su vigencia, entre otros.

Es un reto para los cubanos enfrentar la supervivencia y el desarrollo económico sin abandonar las conquistas espirituales. El enfrentamiento a las contradicciones sociales, económicas no impide la conservación de los valores y desarrollarlos en armonía con la nueva realidad y modo de entenderla que hoy vive el mundo. Es imprescindible considerar al adulto mayor como una fuerza social considerable por los valores, la memoria histórica y saberes que transmiten en beneficio de la sociedad. Ello permite enfrentar el deterioro de valores éticos en los jóvenes, dentro de la llamada crisis de valores que se manifiesta como: "un momento dialéctico, como un proceso de desarrollo axiológico y no como decadencia o degradación de valores sociales" (Luis López Bombino, 2006:137).

En los proyectos de vida del adulto mayor se manifiesta una heterogeneidad de concepciones lo cual se refleja, por ejemplo en la incongruencia entre el discurso verbal hacia los jóvenes y el comportamiento que asume en la familia y la comunidad y en el crecimiento de la apatía y el afán de lucro de algunos, dadas las diferencias sociales y económicas acentuadas a partir del Período Especial.

El proceso de envejecimiento de la población cubana requiere de políticas que incorporen un componente axiológico para preparar a todas las generaciones para una adecuada convivencia intergeneracional donde el adulto mayor, sea activo en diversas esferas y se utilicen sus experiencias y conocimientos porque: "Las personas de edad son las intermediarias entre el pasado, el presente y el futuro. Su sabiduría y experiencia constituyen un verdadero vínculo vital para el desarrollo de la sociedad". (Kofi Annan. Citado por Colectivo de Autores, 2002:10).

Existen diferentes clasificaciones de valores, entre las cuales se destacan los valores éticos o de cooperación, importantes para garantizar la convivencia de las personas de diferentes generaciones. Entre los valores éticos-morales-sociales, que constituyen la base del bienestar de la población adulto mayor se pueden considerar la dignidad, el amor, la amistad, la generosidad, la honestidad, el respeto, la cooperación y la solidaridad, teniendo como base la responsabilidad (García Salvador, 2001). Ellos constituyen base para promover proyectos de participación sociocultural.

En la teoría axiológica, es de actualidad, la clasificación de valores propuesta por Luis López Bombino (2004:415), entre los que destacan los valores vinculados a la necesidad de crear y fomentar una cultura del comportamiento en el ser humano como: el respeto, la cortesía, el amor, la caballerosidad, la honestidad, la civilidad, la cordialidad, la delicadeza, la modestia, la sencillez, la ternura, la solidaridad, la ayuda mutua y la protección al necesitado, entre otros, que se recogen en los diferentes códigos de ética.

Las características culturales de la población cubana afirman el respeto por el anciano y la necesidad de mantenerlos en el marco de la familia, en lo cual es importante la preparación de los jóvenes para que sus relaciones con el adulto mayor tengan como base el respeto, la tolerancia y el apoyo. En este sentido se requiere de un trabajo educativo sistemático donde se involucren los diferentes actores sociales. Constituye un desafío potenciar las vías de fortalecimiento de valores y sus contenidos que contribuyan a un nivel de vida digno para el adulto mayor y les permita participar activamente en la vida pública, social y cultural. De manera que es adecuado abordar en el plano teórico la participación en el contexto comunitario.

1.3- La participación sociocultural del adulto mayor en la comunidad

En las condiciones de organización de la sociedad cubana, la comunidad constituye un escenario de participación de la población del adulto mayor, sobre todo para las amas de casa y las personas jubiladas. En la comunidad actúan las organizaciones sociales y dentro de ellas los sujetos que representan las diferentes formas de poder, allí el adulto mayor manifiesta su participación, liderazgo y experiencia.

En la definición de comunidad Ezequiel Ander Egg, (2000: 12) tiene en cuenta el concepto de participar, al precisar la interacción de las personas que conviven en ese espacio. También, María T. Caballero y Mirtha Yordi (2004:25) le conceden relevancia a este aspecto y al definir comunidad, la destacan como:

"Agrupamiento de personas concebido como unidad social, cuyos miembros participan de algún rasgo común (…), con sentido de pertenencia, situado en determinada área geográfica, en la cual la pluralidad de personas interactúa intensamente entre sí e influye de formas activa o pasiva en la transformación material y espiritual de su entorno".

Autores cubanos como M. Montalvo, H. Arranz, M. Uriarte, M. Fernández, M. Harnecker citados por Héctor Arias (1995), al abordar el tema comunitario comparten criterios en cuanto a las interacciones de los sujetos que conviven en la comunidad y la participación en aspectos de la vida que reflejan valores compartidos, necesarios para garantizar la convivencia del adulto mayor, en una sociedad donde cada vez son más representativos. La comunidad como entorno social presenta grandes posibilidades para la integración y participación del adulto mayor, considerada en este sentido como el lugar donde viven, las personas con las que convive y las relaciones que se establecen entre todos ellos.

Un concepto a destacar en este marco teórico es el de trabajo comunitario entendido como: "aquel que se hace desde la comunidad y por la comunidad de modo reflexivo y consciente, atendiendo más que nada a sus problemas, necesidades, recursos y potencialidades y que, por ello mismo, llega a ser de la comunidad" (Cecilia Linares, Yisel Rivero y Pedro Moras 2002:21).

Según José Luis Malagón (1999:74) el trabajo social comunitario tiene como objetivo: "proporcionar los medios a la propia población para movilizar sus recursos, hacer transformaciones para su bienestar y facilitar la comunicación entre los sujetos comunitarios". Mediante el, se trata de promover la participación individual y colectiva, alcanzando el despliegue de talentos y estilos de vida a través de espacios de autogestión y autodirección, lo cual posibilita el acceso a la toma de decisiones. Para lograr la participación del adulto mayor hay que partir de sus necesidades, creando situaciones que impliquen la solución de problemas de la comunidad y de ellos mismos (Colectivo de autores, 2001).

Respecto a la definición del concepto de participación existe una diversidad de propuestas desde variadas perspectivas y enfoques. A continuación se exponen algunos que aportan elementos valiosos para la participación sociocultural comunitaria. Para Silvia Galeano y José Luis Sainz (2001:56) constituye: "un proceso de manifestación, cooperación y movilización de diversos grupos o la población comunitaria, que se integra para enfrentar problemas y gestionar requerimientos que permitan dar respuesta a sus necesidades y demandas." Según Bordaez (2001:70) la participación es un concepto complejo y dinámico, que remite más a un proceso que a un estado o a una meta".

Según Fernando de la Riva referenciado por Niurka González (2003:10), participar presupone: "sensibilizarse, tomar parte, implicarse, decidir, actuar comprometidamente y saber cómo hacerlo desde la propia comunidad a partir de sus propias necesidades, significa actuar como protagonistas colectivos".

Al valorar estas definiciones se aprecia que la participación constituye un proceso que aumenta la motivación y satisfacción de quienes se implican e impulsa a las personas a aceptar responsabilidades, a crear, a desarrollar el sentido de identidad y de pertenencia a un grupo y a su comunidad. Ella transcurre en diferentes contextos que determinan una diversidad de formas y niveles de participación entre las que destaca la comunidad. Estos elementos se convierten en punto de partida para diseñar proyectos de participación comunitaria dirigidos al adulto mayor en su contexto de actuación.

La participación comunitaria es un proceso que implica el protagonismo compartido y la acción colectiva de los miembros de una comunidad en su transformación. Se comparte con Cecilia Linares (1996) que se expresa en la incorporación progresiva e integral de los sujetos/actores a cada fase de toma de decisiones desde la concepción del programa de transformación, la definición de objetivos, la identificación de necesidades, el establecimiento de prioridades, la detección de los recursos con que se cuenta o se requieren y la ejecución de alternativas de solución, hasta la evaluación de los resultados y su seguimiento.

La participación en la comunidad requiere de sentimientos de cooperación, solidaridad y deseos de crecimiento y desarrollo. La población de adulto mayor debe mantener su participación con independencia de las causas que la limitan, muchas de las cuales no dependen de ellos. De manera, que la experiencia y la riqueza de este colectivo aún no se utiliza a pesar de representar un capital humano, cuya actividad ofrece beneficios a la sociedad y supone un reconocimiento social, individual y colectivo importante.

La participación comunitaria como proceso social permite que los implicados analicen sus necesidades e intereses colectivos y las acciones para cumplir los objetivos que ellos mismos se proponen, en correspondencia con los medios y recursos de que disponen en la realidad. De acuerdo con ello se proyecta la transformación, el mejoramiento y la conservación de su propio patrimonio. El adulto mayor tiene un papel decisivo en el desarrollo, conservación y transmisión de la cultura del pueblo, para lo cual se necesita fomentar una cultura de participación, donde es esencial el qué hacer y cómo hacerlo, por lo tanto, su participación es un medio concreto para alcanzar el objetivo de favorecer un envejecimiento satisfactorio

Con relación a la participación cultural en la comunidad se consultaron investigaciones sobre los temas siguientes: el desarrollo y las necesidades humanas (Manfred Max-Neef, 1993), diversas aristas de la participación (Cecilia Linares y Pedro Moras, 2008), desde la perspectiva sociodemográfica (Otilia Díaz,) y en el contexto de la salud (Osvaldo Prieto y Enrique Vega, 1996).

En el campo de la participación cultural se plantean dos paradigmas; el paradigma de democratización cultural y el de democracia cultural. El primero tiene como objetivo la distribución y popularización del arte, el conocimiento científico y las demás formas de la alta cultura (García Canclini, 1987 y Cecilia Linares y Pedro Moras, 2008), para acercar a los hombres a lo mejor de la creación humana. Desde este paradigma, el concepto de cultura se reduce a las bellas artes y otras formas de conocimientos de estándares universales, y la participación de la población, es como beneficiaria o consumidora.

El paradigma de democracia cultural sustenta que la cultura no se limita al campo de las artes cultas, tiene en cuenta la participación en la creación y apropiación de significados que se producen en la interacción activa del hombre con el medio y sus semejantes, para transformar crear y modelar su estilo de vida. En este paradigma se concibe la participación como: "El conjunto de actividades que desarrollan los actores sociales en aras de un proyecto de acción, que responde a sus necesidades y se expresa de diferentes formas y niveles de intervención en la vida sociocultural." (Cecilia Linares y Pedro Moras, 2008:45 y 52)

La participación cultural es entendida como necesidad y forma de satisfacer necesidades, que promueve la intervención centrada en la actividad y no solo en el consumo del producto cultural. También supone niveles activos de acciones en espacios diversos para difundir conocimientos y mejorar el bienestar colectivo. Las estrategias que responden a este paradigma, promueven el consumo cultural y espacios para decisiones y el protagonismo colectivo.

Elevar la participación cultural del adulto mayor ofrece a la población la posibilidad de involucrarse en el consumo, gestión y creación de los bienes y políticas culturales. Ello implica la ejecución de acciones sistemáticas, en variados espacios y desarrollar la creatividad colectiva a partir de las experiencias y competencias, para reafirmar y reconocer las diferencias que desde el punto de vista psicológico y sociológico abarca la diversidad del adulto mayor. Este proceso requiere un ambiente que permita la expresión de sus capacidades y su papel como protagonista de las actividades que se promuevan en ámbitos diferentes, desde lugares familiares o públicos y en instituciones de la cultura u otras.

Existen diferentes clasificaciones sobre las formas de participación cultural, por ejemplo Cecilia Linares (2008) referencia a varios autores: Arnstein, quien la divide en tres niveles, el primero no participativo; el segundo de información, consulta y conciliación y el tercero de asociación, poder y control. Por su parte, Colin (1986) la divide en pasiva que en realidad no es participación y activa; Pateman, C (1970) la fundamenta como plena, parcial y pseudoparticipación; para Sirvent (1994) es simbólica y real, y Schofer (1999:79) la considera como público o espectador; como artista aficionado, o como investigador, asesor o profesor, organizador o colaborador, que son los que intervienen en la elaboración de proyectos culturales.

Entre los principales objetivos de la participación cultural se encuentran la promoción social del arte, la literatura y la ciencia y la dinamización de la participación en la vida cultural comunitaria. En este sentido, se trata de proyectar acciones sobre la base de los intereses y expectativas de sus destinatarios, en este caso el adulto mayor.

Entre los principios centrales de la participación se destaca: "la defensa y el desarrollo de la identidad nacional, la conservación y difusión del patrimonio cultural, el reconocimiento a la diversidad cultural, el estímulo a la creación artística-literaria, el respeto al protagonismo y creatividad en la conducción de sus procesos socioculturales." (Cecilia Linares, 2008: 55)

La participación del adulto mayor es una necesidad en el entorno social de la comunidad, sin embargo atendiendo a la representatividad de este grupo en el total de la población cubana aún no es suficiente. De modo, que el trabajo comunitario debe potenciar los esfuerzos de todos para elevar la calidad de vida del adulto mayor a través de la participación cultural, dentro del proyecto sociocultural del país.

En la investigación se asume el concepto de lo cultural en el sentido amplio, que incluye las dimensiones cognitivas, afectivas, relacional y valoral, especialmente los valores éticos y estético que favorecen la justicia y el mejoramiento propio, de los demás y de las creaciones materiales de los hombres y mujeres. Por consiguiente, la participación cultural del adulto mayor debe ser estimulada y organizada por los líderes y actores sociales comunitarios propiciando su protagonismo; lo cual exige el diagnostico de sus necesidades, aspiraciones, gustos y preferencias.

La proyección de estrategias comunitarias para la participación sociocultural del adulto mayor tiene su punto de partida en los intereses y las perspectivas del grupo. Las acciones deben tener en cuenta sus diferencias y necesidades y las de los jóvenes para contribuir a su formación axiológica. También, han de incluir la cultura como aspecto clave en la satisfacción de las necesidades espirituales de las mujeres y los hombres en la comunidad donde el adulto mayor sea un actor social. Al respecto la UNESCO considera que: "cualquier proyecto de desarrollo debe considerar la dimensión cultural como variable esencial adecuada a la población a la que se destina o sea a las costumbres, tradiciones, valores, normas y significados compartidos por la colectividad, a partir de sus propias necesidades y potencialidades." (Alain Basail, 2005:79).

Las necesidades de participación forman parte de las necesidades generales de la humanidad y según Manfred Max Neef, citado por María Teresa Caballero (2004) pueden ser existenciales y axiológicas. Las primeras son las necesidades de ser, tener, hacer y estar y las segundas incluyen la participación y también la necesidad de ocio, identidad y otras. La participación cultural del adulto mayor significa tener un espacio organizado de encuentro con amigos y vecinos, en horarios favorables y debidamente animados que incluya los pequeños grupos que presentan alguna discapacidad y que permanecen en sus casas.

Para el trabajo comunitario María T. Caballero (2004) propone la dimensiones sociopsicológica y cultural con sus respectivos indicadores que constituyen referencia en la presente investigación.

Conclusiones parciales

En correspondencia con los procesos de cambio que ocurren a nivel mundial y las transformaciones acaecidas en Cuba, la atención al adulto mayor transita por tres etapas (institucional, de diversificación de la atención y de proyección intersectorial de la atención) que evolucionan de una concepción asistencial a la integración activa a la vida social.

El envejecimiento de la población constituye un proceso sociodemográfico que acontece a un ritmo acelerado; lo cual corrobora la necesidad de considerar al adulto mayor en una etapa del ciclo de vida caracterizada por la autotrascendencia. Esta perspectiva es coherente con la posición axiológica de respeto al adulto mayor y de su función educativa en la sociedad, lo cual ofrece los fundamentos éticos de su atención en la comunidad.

La participación sociocultural ofrece oportunidades para perfeccionar el proceso de atención al adulto mayor en la comunidad, con una incorporación protagónica en la proyección y ejecución de las políticas, programas y estrategias lo que contribuye a un envejecimiento satisfactorio.

CAPÍTULO 2-

Estrategia para elevar la participación sociocultural del adulto mayor en la comunidad

"La vida es una sucesión de retos y los retos, de por sí, son un motivo más

para vivirla y disfrutarla." Dr. Eugenio Selman-H.

Abdo. Presidente de la Asociación Médica del Caribe (AMECA). Abril, 2003.

En el capítulo se presenta el estado actual de la participación sociocultural del adulto mayor en una comunidad del municipio Holguín. Se expone la estrategia diseñada y los resultados de la consulta a expertos para su introducción en la práctica. La metodología utilizada privilegia lo cualitativo ya que los procesos participativos del adulto mayor se comportan de forma única y se captan en su medio.

2.1- Estado actual de la participación del adulto mayor en el Consejo Popular "Alex Urquiola" de la ciudad de Holguín

Como resultado del análisis de documentos de la Oficina Nacional de Estadística en la provincia de Holguín, se refleja que en el 2008, la población de 60 años y más es de 166 535 personas, de las cuales 81 139 son del sexo masculino y 85 396 del sexo femenino, de ellos viven en la zona urbana 104 028 y en zonas rurales 62 507, con un predominio de las zonas urbanas, donde a su vez es superior el sexo femenino a diferencia de las zonas rurales donde es mayoritario el sexo masculino.

En el municipio de Holguín, en el 2008 existen 55 859 adultos mayores, (33,5 % de la población de la provincia). La distribución por sexo es de 25 608 masculinos y 30 251 femeninos, que refleja la sobremortalidad masculina, rasgo demográfico en casi todos los países del mundo. En la zona urbana viven 47 283 (el 84,6 % del municipio), de los cuales 21 157 hombres y 26 126 mujeres. En la zona rural de un total de 8 576, son hombres 4 451 y mujeres 4 125.

En el municipio se identifican 5 307 casos sociales con necesidades especiales que reciben una atención por el Programa de Atención Integral al Adulto Mayor, se consideran 1771 casos críticos y 626 muy críticos según la Dirección de Trabajadores Sociales del municipio, con datos del febrero de 2009.

En la ciudad de Holguín existen dos hogares de ancianos con 228 adultos mayores, tres casas de abuelos con 96 abuelos y 11 unidades del Sistema de atención a la Familia, que brindan atención a 4442 personas. Esta cobertura de servicios resulta insuficiente dada la cantidad de adultos mayores y sus necesidades. Según el INDER, existen 456 círculos de abuelos con una matrícula de 10 136 adultos mayores y las Cátedras Universitarias del Adulto Mayor han graduado según el balance del curso académico 2005-2006 a 2942. Con independencia de estos datos más del 50 % de los adultos mayores en el municipio, no participan directamente en ninguna de las formas de atención y su actividad depende de esfuerzos individuales, de la familia o de las organizaciones comunitarias, elemento digno a tener en cuenta cuando se emprende el trabajo comunitario.

En el 2008 se realizó el estudio integral del adulto mayor en el municipio, que abarcó a 3678 que representan el 6,5 % del total. A través de este estudio se detectaron las principales necesidades de este grupo de personas, algunas de las cuales se les ha dado solución y se mantiene un seguimiento sistemático por los ministerios del Trabajo y Seguridad Social y de Salud Pública, así como por el Programa de Trabajadores Sociales.

El municipio cuenta en su estructura con 20 Consejos Populares, de ellos 11 se consideran urbanos y nueve rurales, lo que brinda un importante campo para la investigación y la acción sociocultural comunitaria. En la investigación se selecciona el Consejo Popular "Alex Urquiola" teniendo en cuenta, fundamentalmente, el interés mostrado de iniciar proyectos de atención al adulto mayor y existir algunas acciones en este sentido. Otro argumento, es que ya ha sido caracterizado parcialmente a través de trabajos de la autora desde otras perspectivas, siendo un escenario propicio para el estudio actual.

Caracterización del Consejo Popular "Alex Urquiola".

El Consejo Popular tiene una extensión territorial de 2,8 km² y una población aproximada de 19 800 habitantes, distribuidos en cinco asentamientos poblacionales que son: Comunidad Militar "Emilio Bárcenas", Fábrica de Cerveza, Reparto "Pareras", Reparto "Ramón Quintana" y Reparto "Alex Urquiola" que da nombre al consejo. Limita, al norte, con los Consejos Populares de Centro Ciudad Sur y Pueblo Nuevo; al Este, con el Pedernales; al Sur, con la Zona Industrial; y al Oeste, con Harlem.

En el Consejo Popular existen 12 circunscripciones, un total de 18 766 viviendas, de ellas 3 853 en buen estado, 2 070 regulares y 12 584 en malas condiciones, según documentos analizados y datos ofrecidos por la delegada del Consejo Popular en marzo del 2009. En la comunidad existen problemas de índole social y de salud, un alto índice de alcoholismo, consumo de sustancias tóxicas, insalubridad y enfermedades prevenibles como la tuberculosis, el Sida, la sarna perruna y otras, enfermedades, prácticamente erradicadas en la provincia y el país.

Las condiciones higiénico- sanitarias son desfavorables, se carece de redes de alcantarillado y acueducto, lo común es la letrina en las afueras de las viviendas, el vertimiento de desechos en las calles, y los graves problemas de viviendas. En el diagnostico de la comunidad se registran 16 adultos mayores deambulantes y 56 que viven solos.

Desde el punto de vista sociocultural escasean las instituciones culturales y se utilizan de forma exigua los espacios existentes como la sala de video y las escuelas, que programan actividades para los niños, en los cuales se excluye el adulto mayor. Las instituciones culturales de la ciudad se utilizan escasamente debido al aislamiento de gran parte de los barrios del Consejo, además los aficionados con talento artístico no se utilizan y no se les brinda la preparación para su desarrollo. Actualmente se gesta un proyecto sociocultural llamado "Mi barrio por la vida" para promover el talento endógeno en función del barrio. Se persigue dotar a la población de conocimientos y valores que trasmitan de generación en generación la experiencia cultural acumulada y la historia de la comunidad para fortalecer su identidad.

El Consejo Popular cuenta con seis círculos de abuelos que reúnen aproximadamente a 130 adultos mayores, de los cuales menos del 40 % asisten sistemáticamente. Esta situación indica que es baja la incorporación del adulto mayor a las actividades que benefician su salud física y espiritual. Este aspecto requiere la intervención comunitaria de los diferentes factores para estimular, motivar y mantener el funcionamiento de los círculos como mecanismo de atención y desarrollo espiritual.

Para conocer el total de adultos mayores del Consejo se utiliza el registro de los consultorios del médico de la familia. Esta es la fuente más precisa ya que los trabajadores sociales no disponen de esos datos de forma completa, y otros dirigentes y líderes comunitarios los manejan de forma imprecisa lo que se comprobó en el diagnostico realizado en cada barrio. Se calculan 2 226 personas con 60 años y más, lo que representa un 11 % de envejecimiento de la población, por debajo de la media de la provincia y el municipio, que lo sitúa en el grupo II.

Diagnostico de la participación sociocultural del adulto mayor en la comunidad

El diagnóstico se realiza en el período de enero a febrero del 2009. Se seleccionan al azar las circunscripciones 78, 79 y 85 que abarcan 5 214 habitantes y representa el 25 % de la población del Consejo Popular aproximadamente. En ellas existen un total aproximado de 600 adultos mayores o personas de 60 años y más, considerado el universo a estudiar. (Ver tabla 4)

Mediante un muestreo intencional atendiendo al criterio de organización de esta población como: núcleos de jubilados y círculos de abuelos, se selecciona una muestra de 200 adultos mayores. También, forman parte de la muestra los trabajadores sociales (21) e instructores de arte (17), que deben tener vínculo con este grupo poblacional. La calidad de la información se controla, a través de los criterios de confiabilidad de Guba citado por M Pla (1999: 297).

Tabla 4 Porcentaje de la población mayor de 60 años del Consejo popular Alex Urquiola, 2008

SEXOS

FEMENINO

MASCULINO

TOTAL

CANTIDAD

C

%

C

%

C

%

TOTAL

307

51,6

293

48,8%.

600

100

Elaborado por la autora, fuente: datos de los consultorios del médico de la familia.

El objetivo del diagnóstico es conocer el estado actual de la participación sociocultural del adulto mayor en la comunidad, según las categorías de análisis siguientes:

  • 1. La dimensión motivacional-valorativa respecto a los intereses del grupo.

  • 2. La dimensión cognoscitiva- valorativa acerca de la preparación para incorporarse a las actividades.

  • 3. La dimensión ejecutora-valorativa en relación al vínculo real a las actividades. (Anexo 2)

Los métodos utilizados fueron los siguientes: observación participante (Anexo 3), talleres de reflexión y debate (Anexo 4) y entrevista a profundidad (Anexo 5). También se aprovechó la experiencia personal de la autora como profesora de la carrera de Estudios Socioculturales durante ocho cursos escolares en los cuales se ha vinculado con el trabajo comunitario a través de la práctica laboral de los estudiantes.

Resultados de la observación directa a las actividades desarrolladas en la comunidad. Se observaron un total de 11 actividades en un período de seis meses, cuatro de los círculos de abuelos, cuatro organizadas por los instructores de arte vinculadas a las escuelas donde trabajan y tres organizadas por los promotores culturales, detectándose las regularidades siguientes:

Es débil la preparación de los gestores que las desarrollan y restringida la detección de personas que puedan conducir grupos y organizar actividades. Es insuficiente el protagonismo del adulto mayor y la participación por sexo y grupos etáreos, evidencia predominio de las mujeres que constituye el grupo más representado.

Las principales debilidades se relacionan con la carencia de adecuada infraestructura urbana con pocos espacios culturales, lo cual afecta la articulación de una programación y las actividades se dirigen fundamentalmente a los gustos e intereses de los niños y adolescentes. También es limitada la integración de los actores sociales para la atención sociocultural al adulto mayor en la comunidad y este generalmente no expresa su interés, deseos y necesidad de incorporarse, por falta de motivación y estimulo.

Se aprecia la ausencia de un enfoque de género para involucrar a las mujeres y desconfianza de los hombres con relación a las actividades que promueven las mujeres. El empleo de métodos y técnicas es formal lo cual no propicia su interpretación cualitativa. La participación predominante es como público o espectador, o sea como consumidor del producto cultural y la perspectiva axiológica respecto a la transmisión de valores y su fortalecimiento en el adulto mayor y hacia los jóvenes no está contenida en la intencionalidad de las acciones que se ejecutan.

En resumen, como regularidad se constata insuficiente número de actividades comunitarias de tipo sociocultural, baja preferencia por los adultos mayores, limitada atención a sus necesidades e insuficiente integración de los factores sociales. Sin embargo, no se promueven alternativas, lo cual refleja un bajo nivel de creatividad y apatía para promover la participación sociocultural del adulto mayor en la comunidad.

Resultados de los talleres de reflexión y debate con el adulto mayor

La motivación para participar en las actividades sociales y culturales que programan los círculos de abuelos se expresa a un nivel insatisfactorio por el 80 % de los adultos mayores, solo una minoría plantea estar motivados. Las principales causas que alegan son: problemas de salud les dificultan la asistencia a las actividades, escasa oferta para su gusto y necesidades y las actividades que se organizan son esporádicas y se limitan a música estridente y bebidas.

Respecto a las formas de organización en las actividades, la mayoría reconoce su condición de espectador en un 96 %, participan como artistas aficionados el uno % y como organizadores un dos %. Los resultados corroboran que prevalece la concepción de participación como: "asistir a actividades", "asistir cuando es convocado" y en muchos casos se refieren a reuniones de las organizaciones de masas sobre todo del CDR, algunas de la FMC y las rendiciones de cuenta del poder popular. Existe, por tanto, una distorsión de la participación al concebir el rol de espectador para el adulto mayor, lo cual limita el desarrollo de estas personas.

Con relación a la participación en actividades culturales habituales el mayor entretenimiento para la generalidad es la televisión, ocho de cada diez lo hacen frecuentemente. Esta se convierte en la actividad a la que las mujeres le dedican más tiempo después del trabajo doméstico, sin embargo entre los hombres proporcionalmente, es menor el número que expresan que pueden ver la televisión u oír radio frecuentemente, ellos expresan como principal actividad salir y reunirse para jugar dominó, conversar, leer la prensa y buscar mandados.

Más del 50 % expresa que con frecuencia descansan durante el día, algunos se acuestan a dormir la siesta o simplemente a descansar, fundamentalmente las mujeres, con independencia de la carga doméstica que generalmente enfrentan en el hogar o, precisamente por esta causa, demandan un necesario descanso a mitad de la jornada laboral hogareña. No es significativa la visita a familiares y amigos, así como participar en actividades como espectáculos, cine, teatro, celebraciones culturales o históricas, excursiones o salidas a restaurantes resulta excepcional para ambos sexos.

Como tendencia se manifiesta un incremento de la incorporación a instituciones y actividades religiosas, con mayor frecuencia en las mujeres y de forma irregular en los hombres. Es insuficiente la incorporación al cine, excursiones y a espectáculos y en general a distintas formas de esparcimiento, recreación y por consiguiente en la participación sociocultural. La actuación de las mujeres, se enmarca predominantemente en los límites del hogar, a tareas fundamentalmente domésticas, el descanso pasivo y un entretenimiento exiguo, como consecuencia del déficit visual un número significativo no ve televisión y la mayoría prefiere escuchar la radio que simultanean con las labores en el hogar.

Con relación a las actividades culturales y recreativas en las cuales les gustaría participar, se exponen opciones entre las que se destacan: talleres literarios, escuchar música variada, presentaciones teatrales, conversatorios de temas agradables, socioculturales o educativos, y otras actividades. En este momento de los talleres se aprecia el entusiasmo y las múltiples posibilidades de hacer.

Se reconoce que los principales promotores de las escasas actividades que se ejecutan son las organizaciones de masas y en el círculo de abuelos a través de la iniciativa del instructor de cultura física. Sin embargo, la figura de actores sociales como el instructor de arte y el promotor cultural se representa como algo ajeno a los problemas e intereses del grupo.

Cerca del 30% de la muestra emite posiciones críticas, como las siguientes: "El grupo comunitario aún es un término desconocido en la comunidad", "Falta integración en los que dirigen", Se debe conocer las necesidades, intereses y posibilidades de nosotros para organizar y realizar actividades en la comunidad". Un grupo similar, aunque no asume una posición crítica, contribuye con diferentes sugerencias para perfeccionar las actividades, como: "nos tenga en cuenta como parte de las actividades en la comunidad", "se realice mayor promoción cultural que a la vez trasmita valores histórico-culturales" y "un carácter más dinámico a las acciones de los círculos de abuelos con los promotores culturales".

También manifiestan que se les debe considerar como ejecutores y sitúan ejemplos: talleres de artes manuales, escenificación, declamación y diversas excursiones. Manifiestan que las ofertas del campismo popular deben tenerlos en cuenta, así como la programación de los fines de semana y vacacionales.

En resumen como regularidad de los talleres se evidencia que se desarrollan actividades esporádicas, fundamentalmente de tipo políticas y de la defensa, con ausencia de convocatorias sistemáticas y diferenciadas para propiciar la asistencia y participación del adulto mayor. También se cuenta con pocas opciones de recreación que contemplen las necesidades y posibilidades de esta edad, y se desarrollan actividades esporádicas para el adulto mayor básicamente en los círculos de abuelos aunque la incorporación es baja y la asistencia es irregular. Los adultos mayores carecen de proyectos propios, sin embargo expresan variadas propuestas de acciones y posibilidades de realización sociocultural, algunas de las cuales conforman la estrategia que se presenta en esta investigación.

Resultados del taller de reflexión y debate con los instructores de arte. La motivación para organizar actividades sociales y culturales con el adulto mayor en la comunidad es bajo, señalado por el 85 % de los instructores de arte, solo una minoría se expresa a un nivel satisfactorio. Reconocen que las acciones ejecutadas no priorizan al adulto mayor y que carecen de conocimientos sobre las características y necesidades de este grupo poblacional y de orientaciones para la atención. Solo el dos % declara que posee información sobre el envejecimiento poblacional la que recibió a través de los medios de comunicación.

Los instructores de arte alegan que los adultos mayores tienen potencialidades para incorporarse a las actividades culturales que se efectúan en la comunidad, por las responsabilidades que ocupan, el prestigio que poseen y relaciones que mantienen con los integrantes de la comunidad en que residen.

Se reconocen las potencialidades de la comunidad para emprender el desarrollo cultural de la misma, sin embargo consideran que es poco el apoyo que reciben de las organizaciones y pobladores en general. Plantean como elemento primordial la inexistencia de círculos sociales o alguna instalación en la comunidad para su desarrollo cultural.

En resumen como regularidad del taller con los instructores de arte se aprecia la insuficiente preparación que poseen para proyectar acciones culturales con el adulto mayor, pero reconocen las potencialidades que tienen para incorporarse activamente. Es importante señalar que sobredimensionan la carencia de instalaciones para desarrollar las actividades culturales lo que limita la búsqueda de otras opciones.

Resultado de la entrevista a los líderes comunitarios. Se entrevistaron dos promotores culturales, dos secretarios de núcleos del PCC de Jubilados, un representante de la Asociación de Combatientes, tres delegados de circunscripciones y el jefe de la brigada de los Trabajadores Sociales del Consejo Popular, para un total de nueve entrevistas a profundidad. Los principales resultados se exponen brevemente:

En la comunidad está constituido el Grupo Comunitario que se encuentra en fase organizativa, por lo cual no dispone de proyectos sólidos y resultados. Las actividades socioculturales que se planifican y desarrollan son escasas y se dirigen a un público general, a ellas asisten todos los grupos etáreos, especialmente jóvenes. No han recibido orientaciones específicas para incorporar al adulto mayor en las actividades que ellos programan.

Los factores con mayor incidencia en la limitada participación del adulto mayor son la falta de estímulos e iniciativas y la escasa dedicación de los actores sociales, sobre todo de aquellos con la formación profesional adecuada, como los promotores culturales y el instructor de arte.

Los trabajadores sociales, no realizan un acercamiento personalizado a los miembros de la comunidad incluyendo los casos críticos. La carencia de un trabajo individualizado con cada familia dificulta la creación de proyectos de transformación en los barrios; situación que refleja el desconocimiento de su papel en la comunidad y de su articulación con los demás actores sociales.

El mecanismo instituido para la atención a determinados frentes en las comunidades, entorpece la labor, que en la actualidad se reorganiza, para disponer de trabajadores sociales en cada circunscripción que atiendan de forma integral a todas las personas ya sean niños o adultos mayores. Los integrantes del grupo comunitario, en la voz del Jefe de los trabajadores sociales, expresan la necesidad de capacitación a los líderes para elaborar e implementar proyectos de intervención sociocultural comunitaria. En este sentido se solicita capacitación para elaborar proyectos de intervención.

Los entrevistados refieren que la población de adultos mayores muestra potencialidades para ser organizadores y participantes activos en las actividades culturales en la comunidad. Ellos constituyen una representación mayoritaria de las personas que ocupan responsabilidades en las organizaciones comunitarias, poseen prestigio y buenas relaciones con los miembros de la comunidad en que residen. También son protagonistas de las actividades revolucionarias que se desarrollan en su entorno, por tanto, pueden serlo de otras si se les estimula y motiva a participar.

El desarrollo cultural de la comunidad objeto de estudio es pobre, comienza a gestarse su organización a partir de la labor de los promotores culturales e instructores de arte, aunque la población aún no los reconoce. No se muestran iniciativas consolidadas, aunque se distinguen perspectivas de estudios y proyectos por el grupo comunitario. Se manifiesta una sectorización en la base a consecuencia de la falta de integración entre las organizaciones y actores sociales. Ante la solicitud de recomendaciones, los líderes entrevistados expresan las siguientes: aprovechar el Sistema de Atención a la Familia en correspondencia con el horario de las comidas para que disfruten de actividades socioculturales; crear una casa de abuelos en la comunidad para facilitar la incorporación de los más necesitados y promover actividades culturales, por último, instrumentar proyectos socioculturales acorde a los intereses del adulto mayor de cada comunidad donde se integren también otros grupos etáreos.

En resumen como regularidad de la entrevista a los líderes comunitarios se aprecia la insuficiente preparación para proyectar acciones socioculturales a favor del adulto mayor aunque reconocen las potencialidades que ellos presentan y en correspondencia realizan sugerencias para su realización.

Con la aplicación de los instrumentos se establecen las principales regularidades en el proceso de participación sociocultural del adulto mayor que son las siguientes:

  • La insuficiente estimulación, preparación y orientación al adulto mayor para la inserción en nuevos contextos sociales aprovechando sus experiencias, capacidades e intereses.

  • La limitada integración entre las organizaciones y actores sociales para la atención sociocultural al adulto mayor, lo que afecta su papel protagónico en las acciones comunitarias.

  • La auto limitación e inseguridad del adulto mayor respecto a sus posibilidades de protagonismo cultural y social, quienes se sienten poco útiles socialmente, faltos de proyectos de vida y se consideran como objeto y no sujeto del diseño de soluciones.

  • La dirección de Cultura en la provincia y el municipio, no recogen entre sus prioridades la atención al adulto mayor, a diferencia del MINSAP, el INDER y la Seguridad Social que presentan debilidades en este sentido pero tienen programas definidos.

  • Partes: 1, 2, 3, 4
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