- Conflicto de fondo entre las potencias
- El proyecto nuclear
- La decisión
- La explosión y sus consecuencias
- Tormentas de fuego
- Balance de victimas
- Justificación del genocidio
- Derecho Internacional
- Diplomacia atómica
- Conclusión
- Bibliografía
En Europa a lo largo de los siglos XVI y XVII principalmente España y Portugal el mercantilismo era el sistema en que se manejaban las naciones el trueque era el modo de intercambio existente tomando como deposito de valor los metales valiosos como el oro y la plata, cada país trataba de tener la mayor acumulación de estos metales alentando las exportaciones y disminuyendo las importaciones para mantener un superávit en la balanza de pagos.
Luego la revolución industrial iniciada en Gran Bretaña a finales del siglo XVIII, a la cual le sigue Francia y Alemania a comienzos del XIX trajo consigo la aparición de maquinarias que facilitaron la elaboración de productos a gran escala y en menos tiempo, los países se benefician de la posibilidad de comerciar entre si, el comercio permite especializarse en lo que mejor hacen o fabrican.
El cambio tecnológico propiciado por la Revolución Industrial trajo consigo un cambio en la correlación de fuerzas entre las potencias. Que conduce a la rivalidad de los estados europeos por sus ambiciones imperialistas, el enfrentamiento económico entre los capitalistas más avanzados que competían por la conquista de nuevos mercados donde obtener materia prima y colocar sus productos.
El ascenso de las potencias extraeuropeas, Estados Unidos y Japón, supuso el paso de un concierto europeo a un concierto mundial de potencias. Las naciones europeas adoptan medidas tanto en política interior como exterior. Se comienza una carera armamentista a nivel global, por su parte estados unidos para hacer prevalecer su superioridad desarrolla de manera secreta la bomba atómica.
Una demostración de poder entre las potencias que costo la suma de 2.000millones de dólares, y cobro la vida de cerca de 250mil civiles inocentes que tenían un valor descartable ante la posibilidad de afianzar su posición en Asia, una demostración de poder cuyo efecto disuasivos se han prolongado hasta nuestros días.
Conflicto de fondo entre las potencias
El papel de la riqueza como medio de poder no dejaba de ser una evidencia para los gobernantes europeos a comienzos de la Edad Moderna. El dinero permitía levantar y mantener ejércitos, financiar guerras, sostener complejas burocracias y, en definitiva, costear ambiciosos programas de gobierno.
El fomento de la economía nacional y la defensa de los intereses propios subyacen en todo programa de política mercantilista. Los Estados intentaban promover el crecimiento material de sus súbditos como condición indispensable de su propio poder.
Enriquecer al príncipe consistiría básicamente en lograr atraer hacia sus arcas la mayor cantidad posible de oro y de plata. Y dado que la cantidad de metal precioso existente era finita, la disputa con el resto de los países por asegurar la posesión de la mayor parte se hacía inevitable.
El mercantilismo español se basó más que en una actividad puramente exportadora en la defensa de los metales preciosos que entraban a España procedentes de América, atesorándolos en forma de lingotes básicamente.
El gran salto hacia un futuro comercio mundial se habría de producir a finales del siglo XV con el avance de los pueblos ibéricos en la ruta de la India (Portugal) y de América (primeramente España). Con las exploraciones y factorías comerciales y zonas de colonización de ambos países ibéricos, se inició una fuerte recuperación no sólo del comercio intraeuropeo, sino que al propio tiempo nació el verdadero intercambio mundial.
A mediados del siglo XVI se extendió la penetración comercial europea hasta ambas costas del Pacífico; los navíos españoles hacían la ruta del Perú a Europa vía Portobelo (Panamá), y los portugueses llegaban hasta las Molucas (actualmente Indonesia), haciendo entrar en la corriente internacional no sólo nuevas mercancías (las especias traídas ahora en grandísima abundancia), sino sobre todo los metales preciosos, procedentes de la América española, que causaron lo que los historiadores llamaron justamente "La revolución de los precios". Sin embargo, aun con el control de extensos territorios (España) o factorías marinas (Portugal), las dos naciones ibéricas no supieron o no pudieron convertirse en verdaderas metrópolis comerciales e industriales.
La Corona portuguesa negociaba fundamentalmente a través de su "Factor" de Amberes, verdadero imporio comercial de Europa, desde donde se distribuía la mayor parte de las plusvalías comerciales.
Por su parte, la Corona Española, no obstante los intentos de crear un centro comercial de primer rango en Sevilla, apenas pudo retener el flujo de metales preciosos al resto de Europa, fundamentalmente a Flandes e Italia, llegando sus efectos a Alemania a partir de la entronización de los Habsburgo en España.
Surgió así en Alemania una primera generación de banqueros, como los Welser, los Hochstetter y los Fugger. Las guerras de religión que se desatan con los intentos de Carlos V de frenar la expansión del Luteranismo y el poder de los reyes y príncipes del Sacro Imperio, fueron la causa (junto con la desgraciada política económica seguida en España) de esta casi puro tránsito del oro americano por el suelo español. Los corsarios ingleses buscaron nuevos horizontes en las zonas de América que España no había llegado a ocupar.
En 1585, Walter Raleigh fundó la primera de las que habían de ser trece colonias (Virginia). Y con la posesión de varias Antillas menores, los ingleses no tardaron en asegurarse las bases territoriales de lo que posteriormente sería comercio triangular: envío desde Inglaterra al golfo de Guinea de géneros diversos y quincalla para la adquisición de esclavos; esclavos que se "exportaban" a las nuevas plantaciones del Caribe y de las trece colonias; desde allí se embarcaba algodón, azúcar y tabaco hacia Europa.
La prohibición de Felipe II a los "rebeldes" holandeses, autoindependizados en Flandes, de comerciar en Amberes y Lisboa (entonces bajo dominio español) puso en marcha a una nueva potencia comercial, Holanda, que entró en los establecimientos portugueses en Oriente. Y el capitalismo holandés, organizado por primera vez en la Historia en forma de sociedades anónimas (la más famosa de ellas la "Compañía de las Indias Orientales", creada en 1602), fue el punto de arranque no sólo de un activo comercio, sino también de la creación de industrias transformadoras en los Países Bajos, que por entonces traían en jaque casi simultáneamente a España y a Inglaterra.
La entrada de Francia en el comercio internacional fue mucho más tardía y menos fructuosa. Los franceses fundaron sus primeros establecimientos americanos en Canadá, y más concretamente en Quebec. Pero esas colonias no dieron el fruto esperado, y algo parecido sucedió con las factorías francesas en la India, que quedaron muy a la zaga de las que Holanda había montado más hacia el Este, en las Indias Orientales (actual Indonesia) e incluso en Japón.
Las consecuencias del oro y la plata americanos sobre la economía española, condujo al pleno convencimiento de que la verdadera riqueza radicaba en los bienes producidos y no en el metal poseído.
El mercantilismo evolucionó, pues, hacia doctrinas productivitas. El comercio se consideraba la forma más eficaz de promover la riqueza de la nación. Favorecer la exportación de mercancías manufacturadas producidas en el propio país y de impedir la importación de las producidas en países extranjeros. Esta política se completaba con medidas de signo contrario referidas a las materias primas. Por lo tanto, había que impedir la salida de las materias primas nacionales y favorecer la importación de las extranjeras.
El colonialismo, finalmente, representa otra de las principales características de la política mercantilista. El comercio ventajoso alcanzaba sus mayores posibilidades mediante el control efectivo de áreas coloniales. Las colonias se constituían en proveedoras de materias primas para la metrópoli, al tiempo que en mercados para la producción manufacturera de ésta. La pugna de las potencias por el control de colonias se explica fundamentalmente por razones de tipo económico-mercantil. La rivalidad de los países por intereses mercantiles dio lugar a la aparición de un fenómeno relativamente nuevo: las guerras económicas.
El mercantilismo tuvo gran éxito al estimular el crecimiento de la industria, pero también provocó fuertes reacciones en contra de sus postulados. La utilización de las colonias como proveedoras de recursos y su exclusión de los circuitos comerciales dieron lugar, entre otras razones, a acontecimientos como la guerra de la independencia estadounidense, porque los colonos pretendían obtener con libertad su propio bienestar económico.
Las naciones se ven impulsadas a dominar a otras para expandir su economía, adquirir materias primas y mano de obra, o para dar salida a los excedentes del capital y producción. La teoría más notable que vincula el imperialismo con el capitalismo es la de Karl Marx. La expansión europea del siglo XIX es la consecuencia inevitable de la necesidad de las economías capitalistas europeas de exportar su excedente de capital. Del mismo modo la expansión de Estados Unidos basándose en el imperativo económico.
La Revolución Industrial, iniciada en Gran Bretaña a finales del siglo XVIII, en Francia a comienzos del XIX y en Alemania a partir de 1870, provocó un gran incremento de productos manufacturados, por lo que estos países se vieron obligados a buscar nuevos mercados en el exterior. El área en la que se desarrolló principalmente la política europea de expansión económica fue África, donde los respectivos intereses coloniales entraron en conflicto con cierta frecuencia. La rivalidad económica por el dominio del territorio africano entre Francia, Alemania y Gran Bretaña estuvo a punto, desde 1898 hasta 1914, de provocar una guerra en Europa en varias ocasiones.
El imperialismo agudizo las tensiones económicas. Las potencias imperialistas tendieron a establecer economías cerradas con sus colonias, lo que llevó primero a una feroz lucha por territorios y, posteriormente, cuando el reparto estaba prácticamente hecho, a una guerra de aranceles. El proteccionismo fue otro elemento que enrareció las relaciones internacionales.
El colonialismo exacerbó la lucha entre las potencias industriales europeas en busca de territorios y mercados. El imperialismo provocó que los roces entre las potencias desbordaran el marco europeo y tuvieron lugar en prácticamente en cualquier parte del globo.
Como consecuencia de estas tensiones, las naciones adoptaron medidas tanto en política interior como exterior entre 1871 y 1914 que, a su vez, aumentaron el peligro de un conflicto; mantuvieron numerosos ejércitos permanentes, que ampliaban constantemente mediante reclutamientos realizados en tiempo de paz, y construyeron naves de guerra de mayor tamaño. Gran Bretaña, influida por el desarrollo de la Armada alemana, que se inició en 1900, y por el curso de la Guerra Ruso-japonesa, modernizó su flota bajo la dirección del almirante sir John Fisher. El conflicto bélico que tuvo lugar entre Rusia y Japón había demostrado la eficacia del armamento naval de largo alcance. Los avances en otras áreas de la tecnología y organización militar estimularon la constitución de estados mayores capaces de elaborar planes de movilización y ataque muy precisos.
De forma paralela al proceso armamentístico, los estados europeos establecieron alianzas con otras potencias para no quedar aisladas en el caso de que estallara una guerra. Esta actitud generó un fenómeno que, en sí mismo, incrementó enormemente las posibilidades de un conflicto generalizado: el alineamiento de las grandes potencias europeas en dos alianzas militares hostiles, la Triple Alianza, formada por Alemania, Austria-Hungría e Italia, y la Triple Entente, integrada por Gran Bretaña, Francia y Rusia. Los propios cambios que se produjeron en el seno de estas asociaciones contribuyeron a crear una atmósfera de crisis.
El 19 de octubre de 1929 los indicadores de cotizaciones de la Bolsa de Valores de Nueva York cayeron como una avalancha, creando pánico en el mundo de las finanzas. El año de 1929 está marcado en el calendario de la historia como el inicio de la crisis económica que sumió en la pobreza y la desesperación a millones de personas.
Esta crisis repercutió en Europa y el resto del mundo. Estados Unidos ya no estaba en condiciones de seguir haciendo inversiones en el extranjero y el colapso se extendió rápidamente. La consecuencia inmediata fue la miseria de millones de personas, y el resultado último, que esta gente desesperada fue presa fácil de doctrinas totalitarias que les prometían recuperación material y empleo a corto plazo.
El gobierno nacional socialista alemán, impulsado por las presiones de quienes lo sostenían económicamente, emprendió una política de reivindicaciones territoriales, aluciendo la necesidad de "Espacio Vital" para la expansión de sus industrias.
Por otra parte, las potencias occidentales en su deseo de aislar a Rusia que encarnaba el peligro de expansión del comunismo, apoyaban complacientemente a los alemanes. Una serie de acuerdos diplomáticos y exigencias territoriales preparo el conflicto.
Japón, modernizado a partir de la Era Meiji, potenció desde finales del siglo XIX su desarrollo económico y militar, logrando una posición principal y poco a poco hegemónica en Extremo Oriente.
Por otro lado, las dificultades económicas objetivas de Japón eran evidentes: superpoblado, debía importar el 90% de su petróleo y el 85% de su hierro, sin que ni siquiera pudiera autoabastecerse de alimentos. Muy por debajo de las posibilidades industriales de sus rivales y, en especial, de los Estados Unidos, en caso de conflicto estaba obligado a obtener una victoria rápida.
Como en el caso de Italia, la guerra de los dirigentes japoneses respondió a una estrategia propia que no fue concertada en absoluto con Alemania. A diferencia de ésta, no pretendía una indefinida expansión, sino que quería limitar su área de influencia tan sólo al Extremo Oriente.
Fueron las derrotas de los aliados las que llevaron a Japón a elegir una nueva vía de expansión diferente de China. La Indochina francesa, la Indonesia holandesa y las posesiones británicas del Extremo Oriente satisfacían de un modo mucho más completo su búsqueda de recursos naturales como el caucho y petróleo. Para Japón, las potencias occidentales eran, en efecto, el enemigo por excelencia y no sólo por motivos estratégicos sino también por un cierto antioccidentalismo muy enraizado en sus núcleos dirigentes. De ahí que Japón ingresara en el pacto tripartito en septiembre de 1940, de modo que creó con ello una comunidad de intereses con Alemania e Italia.
El siguiente paso fue suscribir un acuerdo de no-agresión con Moscú, en abril de 1941. Hitler se limitó a esperar de Japón que mantuviera ocupados a los norteamericanos ante la eventualidad de un conflicto con ellos.
La presión japonesa consiguió que los franceses aceptaran la ocupación del Sur de Indochina en julio de 1941, mientras que los holandeses en Indonesia se mostraban mucho más remisos a las presiones japonesas. Fueron los Estados Unidos quienes cerraron de manera decidida el paso a Japón. Los norteamericanos conocían la escritura cifrada japonesa, por lo que podían percibir la duplicidad de aquellos con los que negociaban, consistía en comprar petróleo norteamericano para aprovisionarse contra los propios Estados Unidos. Al final, en agosto, se decreto un embargo de las exportaciones a Japón y decide caducar el acuerdo del envío de armas.
El expansionismo militar de Japón en el sur de Asia oriental y el control de los recursos del sur de Asia, no podía desarrollarse sin destruir la principal amenaza que podía tener aún en el Pacífico: la fuerza naval de los EEUU en Hawai.
Repitiendo la estrategia que había seguido frente a los rusos, Japón decide bombardear por sorpresa Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941. Destruyendo casi la totalidad de la base. EE.UU. le declara la guerra a Japón, pero sigue neutral en Europa. Hitler convencido que luego de la derrota estadounidense es imposible perder su guerra y le declara la guerra a EE.UU. Italia siguió su ejemplo. EE.UU ahora ingresa a la guerra mundial.
El proyecto nuclear
Estados Unidos supo en 1939 que la Alemania de Hitler, preparándose para una guerra total, había descubierto la fisión nuclear. Oppenheimer y otros expertos supusieron que los experimentadores alemanes tratarían de producir una reacción en cadena controlada que haría posible una bomba infinitamente más destructiva que cualquier otro explosivo convencional. Los científicos alertaron al presidente Roosevelt luego de conseguir el apoyo del renombrado genio científico Albert Einstein, quien era exiliado del régimen nazi.
El 2 de agosto de 1939, Albert Einstein dirige una carta al presidente de EEUU Roosevelt reclamando su atención sobre las investigaciones realizadas por los científicos E. Fermi y L. Szilard por las que el uranio podría convertirse en una nueva e importante fuente de energía susceptible de utilización militar. Calcula que con él se podría construir una bomba de 2.000 megatones y recomienda la fabricación de uranio e iniciar un programa de investigación sobre el uso militar de la energía atómica.
El 3 de septiembre Francia y el Reino Unido declaran la guerra a Alemania en respuesta a la invasión alemana de Polonia producida dos días antes, el 1 de septiembre.
El 7 de diciembre de 1941 Japón bombardea la base naval estadounidense de Pearl Harbor sin que medie declaración de guerra. El bombardeo produce 2.000 víctimas mortales. Estados Unidos entra en la Segunda Guerra Mundial y el programa atómico adquiere la máxima prioridad. Gran Bretaña y Canadá se suman.
El programa se mantendrá en el más alto secreto bajo el nombre de Proyecto Manhattan. Miles de científicos e ingenieros, con un presupuesto superior a los 2.000 millones de dólares se desplazan a Nuevo México, Los Álamos. Durante más de dos años trabajarán, bajo la dirección científica de Robert Oppenheimer, en dos proyectos de bomba atómica: una basada en el uranio y otra en el plutonio.
El 15 de agosto de 1944 se produce la apertura de un segundo frente en el sur de Francia, en Provenza, con la operación Anvil Dragoon. Alemania intenta una contraofensiva desesperada en la Batalla de las Ardenas en diciembre, donde pierde sus últimas reservas militares. Los aliados avanzan hacia Berlín.
El 7 de mayo de 1945 Alemania se rinde. En Europa la guerra ha terminado, sólo queda abierto el frente del Pacífico.
La noche del 15 de julio, Robert Oppenheimer, accionó el mecanismo que detonó la primera bomba atómica. La prueba, bautizada con el nombre de "Trinity", detonó una de las tres bombas nucleares que el proyecto Manhattan había logrado desarrollar. Se eligió el paraje conocido por "Jornada del Muerto", una zona desértica a 80 kilómetros de Alamogordo.
El cielo se iluminó para segundos después oscurecerse por el polvo radioactivo. Una enorme nube en forma de hongo ascendió, las montañas del fondo se empequeñecieron, la onda expansiva fue registrada a 400 kilómetros de distancia, sesenta años después, en la zona, los niveles radioactivos aun son muy superiores a lo normal, pueden encontrase rocas color verdoso, restos de la explosión, con altos niveles de radiación. El proyecto Manhattan había culminado con éxito.
El 12 de abril de 1945 muere F. D. Roosevelt, impulsor del Proyecto Manhattan, y le sucede en el cargo de presidente de los Estados Unidos, el hasta entonces vicepresidente Harry S. Truman. Desconocedor del proyecto, es informado de todos sus pormenores, en tres meses Estados Unidos podría disponer de una bomba capaz por sí sola de destruir toda una ciudad. Él será en que deba tomar la última decisión.
En noviembre de 1944 habían comenzado los bombardeos sobre Japón. Durante varios meses, la 20ª Air Force compuesta por 500 bombarderos B-190., descargó más de 4.000 toneladas de bombas sobre Japón. A finales de febrero de 1945 las defensas aéreas japonesas habían sido prácticamente anuladas y los principales objetivos de interés militar, alcanzados.
El 10 de marzo de 1945 Tokio, la capital de Japón, es bombardeada. El bombardeo de Tokio marca el cambio de estrategia en los bombardeos sobre Japón. Inutilizados los principales complejos militares cambia la categoría del objetivo. El valor estratégico ya no se asigna a determinadas fábricas, puertos o nudos de comunicaciones; ahora serán ciudades y zonas más o menos extensas las que, determinando su valor estratégico, serán fijadas como objetivo. Tokio y otras muchas ciudades se consideraron de importante valor estratégico.
Las bombas rompedoras usadas hasta entonces se sustituyen por bombas incendiarias de Napalm (inútiles contra edificios sólidos, pero de efectos más extendidos y especialmente mortíferos).
En la primavera del 1945 los servicios de inteligencia estadounidense habían descifrado las claves usadas por los japoneses y las interceptaciones le llegaban puntualmente al presidente Truman. Por ellas pudo conocer los diversos intentos de Japón para conseguir una rendición negociada.
El 4 de julio Churchill comunica a Truman la aprobación de Gran Bretaña para el uso de la bomba. El objetivo sería una ciudad que dispusiera de instalaciones útiles para la guerra. También, serían ciudades que no hubiesen sufrido los bombardeos a los que estaba siendo sometido Japón para una óptima valoración de los efectos de la bomba.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Hiroshima era una ciudad de importancia militar considerable. En las afueras de la ciudad se encontraban los cuarteles del Segundo Ejército, los cuales defendían el sur de Japón. Allí funcionaba un centro de comunicación, punto de almacenamiento militar y área de ensamblaje de tropas. En las afueras también había algunas plantas industriales y el puerto. Irónicamente todo ello no fue tocado por la explosión, que sólo destruyó el centro de la ciudad (donde había una inmensa mayoría de civiles).
Para la designación de los blancos, se tomaron los siguientes criterios (Groves) Nunca bombardeado convencionalmente, de relevancia para el esfuerzo bélico japonés, gran densidad poblacional. Estaba en la lista de blancos atómicos: Kioto, Nigata, Kokura, Nagasaki e Hiroshima.
El 26 de julio de 1945, el presidente norteamericano Harry Truman lanzó una proclama al pueblo japonés, conocida luego como la Declaración de Potsdam, pidiendo la rendición incondicional del Japón sopena de sufrir una devastadora destrucción aunque sin hacer referencia a la bomba atómica. Según la proclama, Japón sería desposeído de sus conquistas y su soberanía quedaría reducida a las islas niponas. Además los dirigentes militares del Japón serían procesados y condenados restableciéndose la libertad de expresión, de cultos y de pensamientos.
El Japón quedaba sujeto a pagar indemnizaciones, sus ejércitos serían desmantelados y el país tendría que soportar la ocupación aliada. El 29 de julio el premier japonés Suzuki rechazó la propuesta de Truman. El 3 de agosto, Truman dio la orden de arrojar las bombas atómicas en Hiroshima, Kokura, Niigata o Nagasaki.
La explosión y sus consecuencias
El 6 de agosto despegaba rumbo a Hiroshima la primera formación de bombarderos B-29.Uno de ellos, el Enola Gay, piloteado por el coronel Paúl Tibbets, llevaba la bomba atómica; otros dos aviones lo acompañaban en calidad de observadores.
Súbitamente apareció sobre el cielo de Hiroshima el resplandor de una luz blanquecina rosada, acompañado de una trepidación monstruosa que fue seguida inmediatamente por un viento abrasador que barría cuanto hallaba a su paso. Las personas quedaban calcinadas por una ola de calor abrasador. Muchas personas murieron en el acto, otras yacían retorciéndose en el suelo, clamando en su agonía por el intolerable dolor de sus quemaduras.
Pasados los minutos masas de gente quemada totalmente pero viva con jirones de piel colgando, mutilados por los escombros, algunos quemados parcialmente sólo por el lado expuesto a la explosión. Caminaban sedientos y se tiraban al río, donde muchos se ahogaron en masa. Los incendios se sucedían uno tras otro.
Media hora más tarde empezó a suceder un efecto extraño: empezó a llover una lluvia de color negro. Esta lluvia traía el carboncillo condensado de todo material orgánico quemado (entre ellos las víctimas humanas), y del material radiactivo de la bola de humo que se había levantado. Esta lluvia causó muchas víctimas días después por anemia, espasmos y convulsiones de origen hasta entonces misterioso.
El caos, el desconcierto y la ruina fue total. El paisaje calcinado adquirió un tono gris uniforme, como si el color se hubiera extinguido, el pasto se volvió rojo grisáceo, el 92% de las edificaciones sólidas de Hiroshima fue arrasado.
En ese momento, el operador de control de la compañía de transmisión japonesa en Tokio notó que la estación de Hiroshima quedó fuera del aire. Intentó utilizar otra línea telefónica para restablecer su programa, pero falló también.
El absoluto silencio proveniente de la zona confundió a los hombres del cuartel; Algo había sucedido, sabían que ningún ataque enemigo a gran escala podría haber ocurrido, y sabían que en aquel entonces no existían depósitos de explosivos de gran tamaño en Hiroshima.
Un avión pronto llegó a la ciudad, la cual bordearon sin poder creer lo que veían: todo lo que quedaba de la gran ciudad era una cicatriz sobre la tierra, aún ardiendo, y cubierta por espesas nubes de humo. Aterrizaron al sur de la ciudad y el oficial después de informar de lo visto a Tokio comenzó a organizar medidas de ayuda.
En esa época no se sabía que no se debe acercarse a la zona de una explosión nuclear, ya que la radiación continúa durante varios días o meses, generando cánceres de distintos tipos. Los miles de médicos, soldados y enfermeros voluntarios que llegaron a Hiroshima en los siguientes días, murieron todos de cáncer en los siguientes años.
A la medianoche las primeras noticias de la causa del desastre en llegar a Tokio provinieron de la Casa Blanca.
Mientras el ejercito japonés trataba de ocultar el bombardeo a sus ciudadanos, el presidente Truman se dirigió a su población a través de la televisión: "Hace poco tiempo un avión americano ha lanzado una bomba sobre Hiroshima inutilizándola para el enemigo. Los japoneses comenzaron la guerra por el aire en Pearl Harbor, han sido correspondidos sobradamente. Pero este no es el final, con esta bomba hemos añadido una dimensión nueva y revolucionaria a la destrucción. Si no aceptan nuestras condiciones pueden esperar una lluvia de fuego que sembrará más ruinas que todas las hasta ahora vistas sobre la tierra."
El alto mando japonés dio por hecho que los Estados Unidos sólo tenían una bomba atómica y, ya que el daño estaba hecho, se mantuvieron en armas. Sin embargo, esta actitud de los japoneses fue prevista por los estadounidenses y, para demostrar que tenían más bombas y de mayor fuerza destructiva, arrojaron una segunda bomba.
El 9 de agosto, el espectáculo de la aniquilación nuclear se repitió en Nagasaki, situada en una de las islas menores de Japón llamada Kyushu. El bombardero B-29, "Bock’s Car", lanzó sobre esa ciudad industrial a fat boy, una bomba de plutonio, con la capacidad de liberar el doble de energía que la bomba de Urano.
Los efectos fueron menos devastadores por la topografía del terreno pero 73.000 personas perdieron la vida y 60.000 resultaron heridas. El ministro de guerra japonés Korechika Anami comunicó inmediatamente que el Japón seguiría peleando hasta perder a su último hombre. Por esas horas dramáticas, los oficiales del Ejército y la Armada se enfrentaban al pesimismo del emperador Hirohito que se mostraba dispuesto a firmar la rendición incondicional.
Un intento de golpe de estado causó la muerte de soldados leales al emperador y de algunos oficiales rebeldes.
Recién el 15 de agosto, casi una semana después de Nagasaki, el pueblo japonés escuchaba por primera vez la voz de su emperador que había tenido que descender de su condición divina para convencer a su pueblo de que debía rendirse. Sin pronunciar la palabra "rendición" dijo que la guerra había terminado.
Los japoneses se rindieron incondicionalmente ante las fuerzas aliadas. Con ello, la Segunda Guerra Mundial, que empezó en 1939, se dio por concluida.
Las bombas nucleares devastaron Hiroshima y Nagasaki. Sin embargo, los efectos del bombardeo sobre cada ciudad no fueron iguales: la situación geográfica de cada lugar influyó sobre el grado de destrucción. En Hiroshima, emplazada sobre un valle, las olas de fuego y radiación se expandieron más rápidamente y a mayor distancia que en Nagasaki, cuya orografía montañosa contuvo la expansión de la destrucción.
En esta zona no permaneció en pie ni una sola edificación y se quemaron además las estructuras de acero de los edificios de concreto. Las ondas expansivas de la explosión hicieron estallar vidrios de ventadas situadas incluso a 8 kilómetros del lugar de la explosión. Los árboles fueron arrancados desde la raíz y quemados por el calor. En algunas superficies, como los muros de algunos edificios, quedaron plasmadas las "sombras" de carbón de las personas que fueron desintegradas repentinamente por la explosión.
El fuego se apoderó de las ciudades, especialmente de Hiroshima, donde se formó una "tormenta de fuego" con vientos de hasta 60 kilómetros por hora. Había incendios por todos lados. Miles de personas y animales murieron quemados, o bien sufrieron graves quemaduras e incluso heridas por los fragmentos de vidrio y otros materiales que salieron disparados por la explosión. Las tejas de barro de las casas se derritieron y la gran mayoría de las residencias de madera ardieron en llamas. Los sistemas telefónicos y eléctricos quedaron prácticamente arruinados. Se calcula que en Hiroshima desaparecieron cerca de 20 mil edificios y casas, y en Nagasaki quedó destruida el 40% de la ciudad.
Según los testimonios de quienes presenciaron la devastación, los sobrevivientes de la explosión parecían fantasmas que deambulaban entre cenizas y humo. Fantasmas ciegos, que lo último que vieron fue el resplandor nuclear. La gran mayoría de los habitantes de Hiroshima y Nagasaki estuvieron expuestos a la lluvia radioactiva y las consecuencias de esta exposición sobre sus cuerpos no fueron perceptibles de inmediato, en muchos casos pasaron días, meses y hasta años antes de que es manifestaran los síntomas del daño. El efecto psicológico inmediato a la destrucción fue la parálisis. La población entró en una especie de inacción.
Los daños fueron inenarrables, pero la verdadera tragedia fue la pérdida de vidas humanas. Hiroshima, con una población de 350 mil habitantes, perdió instantáneamente a 70 mil y en los siguientes cinco años murieron 70 mil más a causa de la radiación. En Nagasaki, donde había 270 mil habitantes, murieron más de 70 mil antes de que terminara el año y miles más durante los siguientes años. Se calcula que en total murieron cerca de 250 mil personas.
La bomba no se hizo detonar directamente sobre los cuarteles del Segundo Ejército (Castillo de Hiroshima), donde la densidad poblacional era incluso mayor que en el centro (pero exclusivamente de adultos, y militares).
Ese día de verano amaneció minutos después de las 5 de la mañana. Estados Unidos podría haber tirado la bomba a las 6.00 h, lo que les daría una perfecta visibilidad, pero esperaron a que el centro de la ciudad se llenara de entre 100.000 y 150.000 civiles adultos (que desde las 7.00 o 7.30 h empezaban sus trabajos). Además a las 7.30 h poco más de 100.000 niños y niñas entraron en las numerosas escuelas (también en el centro de la ciudad).
Se calcula que cada ciudadano japonés muerto por el bombardeo atómico costó inicialmente a los Estados Unidos entre 5.000 a 8.000 dólares, esta cifra aun sigue decreciendo.
Al día siguiente, en las principales ciudades estadounidenses festejaron por todo lo alto el lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima. Los medios de comunicación exclamaban: Damos gracias a Dios por haberle dado a América la bomba atómica, porque ¿quién sabe como la hubiera usado otra nación?
Las encuestas demostraron que más del 80% de los estadounidenses estaban de acuerdo con los lanzamientos de las bombas atómicas. La versión oficial fue que aquellas bombas habían posibilitado el fin de la guerra y ahorrado muchas vidas japonesas y americanas. Entonces nada se sabía de los intentos de Japón para rendirse, ni de posturas cercanas al gobierno estadounidense que, conociendo las consecuencias de la bomba, recomendaban invitar a una delegación japonesa para presenciar la prueba y así apreciaran sus efectos o lanzarla sobre una zona de Japón deshabitada.
Tanto Truman como el aparato militar y gubernamental alegaron que el uso de la bomba atómica ayudó a salvar miles de vidas, mismas que se hubieran perdido si la guerra hubiera continuado durante más tiempo.
Otro argumento fue que los alemanes estaban desarrollando una bomba atómica que hubiera sido usada contra los aliados, si éstos no se hubieran adelantado a usarla en contra de Japón. También dijeron que las bombas atacaron exclusivamente blancos militares, dado que Nagasaki era una ciudad industrial donde había una acerera y una fábrica de torpedos.
La memoria de Pearl Harbor sirvió de justificación. El 7 de diciembre de 1941 los japoneses habían tomado por sorpresa a los estadounidenses, atacando el puerto de Pearl Harbor. Ese día se hundieron 19 barcos y murieron cerca de 2 mil 400 soldados y marineros. Sin embargo, el saldo de muerte entre los japoneses fue de 240 mil personas, 100 veces el daño causado en Pearl Harbor.
Se dice que los japoneses no se hubieran rendido nunca. Y que probablemente hubieran muerto millones de civiles si Estados Unidos hubiera tenido que invadir Japón por medios convencionales.
Para apoyar este argumento, señalan que el gobierno japonés sólo accedió a rendirse después de que se hizo estallar una segunda bomba nuclear, aun más letal, en Nagasaki. Eso les hizo creer a los japoneses que habría una lluvia de bombas nucleares sobre todas sus poblaciones civiles, (se dice que Estados Unidos no tenía una tercera bomba nuclear lista luego de Nagasaki, debido a la dificultad en preparar el material radiactivo, pero había una tercera ya en curso, solo faltaba el suficiente material fisionable).
Por otro lado, la increíble suma de US$2.000.000.000 de dólares gastados en el proyecto no se habría justificado si no se hubiese hecho volar una ciudad japonesa.
Casi de inmediato después del término de la Segunda Guerra Mundial, y persistiendo hasta el día de hoy, se han cuestionado los bombardeos atómicos sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki.
Estados Unidos violó la convención de La Haya, que fueron los tratados estipulados en 1899, 1907 y 1923 (la ley sobre la guerra aérea), que en su acápite 23 trata sobre normas de bombardeos a objetivos militares y que prohíbe expresamente el bombardeo de ciudades con civiles, aunque haya objetivos militares incluidos en su perímetro.
En el artículo XXIII de la ley de 1899 puede leerse: Los derechos de los contendientes para dañar al enemigo no pueden ser ilimitados.
Artículo XXV de la misma ley: Está prohibido el ataque o bombardeo de ciudades y aldeas indefensas.
Estos artículos se reiteran en la revisión de 1907.
En 1927 en artículo XXII: Queda prohibido el bombardeo aéreo con motivo de aterrorizar a la población civil, así como la destrucción de sus propiedades y la agresión a los no combatientes.
Artículo XXIV 1.- El bombardeo aéreo es legítimo solamente cuando está dirigido a un objetivo militar, es decir, objeto del cual su destrucción o inutilización constituiría una ventaja en la contienda.
2.- Tal bombardeo es legítimo solamente cuando está dirigido exclusivamente en los objetivos siguientes: fuerzas militares, construcciones militares; establecimientos militares o depósitos; fábricas y centros importantes que se acredite trabajan para el ejercito fabricando armas, munición o suministros militares; líneas de la comunicación o transporte usados con propósitos militares.
3.- Se prohíbe el bombardeo de ciudades, pueblos, aldeas, viviendas o edificios no inmediatamente próximos a las operaciones militares terrestres. En los casos donde los objetivos especificados en el párrafo 2 estén situados de modo que sea imposible diferenciar a la población civil de la instalación militar, el avión debe abstenerse de bombardear.
4- En las inmediaciones de las operaciones militares terrestres, el bombardeo de ciudades, pueblos, aldeas, viviendas o edificios con la condición legítima de que allí se concentran efectivos militares, se efectuará teniendo respeto al peligro que representa para la población civil.
En aquel tiempo, los bombardeos sobre Hiroshima y Nagasaki ya tenían la consideración de crímenes contra la humanidad. La consideración de si acortaron o no la contienda es irrelevante: los contendientes en una guerra no tiene derechos ilimitados y las vidas de la población civil es un bien que hay que preservar por encima de cualquier consideración.
Tampoco valen los atenuantes, porque en los crímenes contra la humanidad no existen los atenuantes. Hoy, todos los esfuerzos de la comunidad internacional van encaminados a que actos parecidos no se repitan.
Después de invertir 2 mil millones de dólares en este proyecto, la primera prueba de la bomba tuvo lugar con éxito el 16 de julio de 1945 en el desierto cercano a Álamo Gordo, en Nuevo México. En esa fecha empezó la era nuclear.
La tarea de construir la bomba atómica fue tan complicada y requirió tanto tiempo y dinero, que las dos bombas utilizadas contra Japón eran las dos únicas que había en el mundo en esa época. Pero el día que estalló la bomba en Hiroshima se inició formalmente la competencia en la carrera armamentista. Rápidamente se desarrolló la tecnología bélica nuclear en otras partes del mundo, lo cual dio lugar a nivel de política internacional a la llamada "diplomacia atómica".
La primera potencia en demostrar que ya contaba con un arma nuclear fue la Unión Soviética, en 1949. Durante las siguientes décadas, la idea de que una conflagración mundial podía llevar al inminente exterminio de la humanidad si se producía un enfrentamiento nuclear determinó el equilibrio de fuerzas en el mundo.
La Guerra Fría, el periodo que se inició al término de la Segunda Guerra Mundial, implicó un estado de tensión y rivalidad entre las dos superpotencias, la Unión Soviética y Estados Unidos, y de manera indirecta entre sus aliados, ya que puso en muchas ocasiones al mundo al borde de un enfrentamiento nuclear. En el momento álgido de la Guerra Fría, durante la década de los sesentas, Estados Unidos tenía 70 mil cabezas y bombas nucleares, más de 6 mil armas y 5 mil bombarderos estratégicos.
La desolación causada por las dos bombas detonadas en Japón, es menor si se compara con el poder destructor de las tecnologías bélicas actuales, además de que ahora hay suficientes bombas para hacer desaparecer al planeta.
Del 1945 a la fecha ha habido varios intentos para conseguir la erradicación de armas nucleares pero hasta la fecha no hay un acuerdo de desarme que haya sido suscrito por todas las potencias nucleares. En 1996 se elaboró un Tratado que prohibía las pruebas nucleares, fue firmado por casi todas las naciones, excepto por India y Pakistán. Hay quienes piensan que un desarme nuclear generalizado es imposible, por razones de "seguridad nacional" y estrategia política de cada país.
El gobierno estadounidense lanzó las bombas atómicas a las ciudades de Hiroshima y Nagasaki para reafirmarse como los únicos que tenían en sus manos las bombas atómicas de esta manera demostraba a las otras naciones quien estaba llamado a tener la supremacía militar. Las ciudades escogidas para realizar este crimen eran ciudades densamente pobladas que a penas habían sufrido los daños de los bombardeos, de tal manera que le demostraran al mundo el exterminio que eran capaces de infligir.
Está demostrado que era innecesario el lanzamiento de las bombas atómicas sobre las ciudades japonesas militarmente no constituían una pieza clave que aceleraría la rendición, el Japón militarista estaba derrotado, solo era cuestión de tiempo.
Los móviles, por supuesto, fueron políticos económicos. Se buscaba la rendición total del Japón antes de que la Unión Soviética entrara de lleno a la guerra en Asia, y el país socialista fortaleciera su posición sobre esta zona cosa que iba en contra de los intereses del gobierno estadounidense en dominar y expandir su economía, adquirir materias primas y mano de obra, o para dar salida a los excedentes de producción en el Extremo Oriente .
Estados Unidos sabía que si usaba la bomba atómica no sólo incidiría determinantemente sobre la guerra, con el resultado a su favor; sino que la posesión de un arma con la capacidad de exterminio de una bomba nuclear lo colocaba a la cabeza de las naciones del mundo. El uso de la bomba fue una demostración de poder tan efectiva, que sus efectos disuasivos se han prolongan hasta nuestros días.
La destrucción de la primera bomba atómica fue espantosa. Causó 140 mil víctimas mortales y muchas más en los años siguientes, ya que dos generaciones fueron afectadas por radiaciones que produjeron mutaciones genéticas, microcefalia, leucemia y varios tipos de cáncer. Comparando a Hiroshima y Nagasaki con los horrores del nazismo durante la Segunda Guerra Mundial; la diferencia es que los perpetradores nazis fueron juzgados y ahorcados, mientras que nadie ha sido llevado a juicio en Estados Unidos por ese gran crimen de guerra, y mucho menos condenado. Por el contrario, los pilotos que lanzaron la bomba atómica fueron muy condecorados.
Terminada La Segunda Guerra Mundial se desató una carrera armamentista que no ha conocido límites, siempre encabezada por los Estados Unidos. Con el pretexto del mundo bipolar, se han desarrollado, bombas de Hidrógeno mas potentes 50 veces que las lanzadas en Hiroshima y Nagasaki, de neutrones, cohetes con ojivas nucleares, proyecto de guerra desde el cosmos, armas químicas como el agente naranja y otras probadas en la guerra de Viet Nam, así nuevas variantes de NAPALM considerada un arma prohibida.
Las guerras más recientes les han servido para seguir probando, y así vemos nuevas modalidades de armas convencionales con uranio empobrecido.
En la actualidad los gastos de defensa de Estados Unidos ascienden al 40,8 % del total de los gastos de defensa del mundo entero. Es decir, casi la mitad. La suma es escalofriante: 359 mil millones de dólares, suficientes para que el hambre en el mundo se acabe. Un país dedicado a la guerra, a la producción de armas, a la investigación científica dirigida a fortalecer el aparato militar. Mercaderes de la guerra y de la muerte.
El 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos fue victima del terrorismo, y si esas imágenes de las Torres Gemelas son terribles, más impactantes han sido las percibidas en el estudio acerca del holocausto atómico de las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, acto de terrorismo de estado, programado de manera fría y paciente por el gobierno norteamericano.
Hoy en un mundo unipolar, la justificación encontrada para seguir el armamentismo es la guerra contra el terrorismo, que a su vez es la fachada en ensayos, ya sea en el Golfo Pérsico, Afganistán o Irak para poder seguir con su carrera por la expansión del imperio.
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MARTIN B. JENNIFER
UNIVERSIDAD DE CARABOBO
FACULTAD DE CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN
DEPARTAMENTO DE HISTORIA
ASIGNATURA: HISTORIA MUNDIAL
NAGUNAGUA, MARZO DE 2006.