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Personalidades Psicopaticas (página 4)

Enviado por Jorge H. Chamale


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9

El psicópata primario del primer grupo no se correspondía con el ideal de Cleckley de haber sido criado en una familia acomodada de clase media. Una gran parte de ellos también habían tenido unos ambientes de crianza poco deseables. Lykken comenta que si repitiese en la actualidad el experimento usaría psicópatas primarios de clase media para aumentar la distancia entre los sociópatas y los psicópatas, generalmente explorando en instituciones psiquiátricas y no en centros penitenciarios ; además, usaría el Factor 1 del PCL en lugar de los criterios de Cleckley.

Predicción 1 (bajo temor). Lykken construyó un test ya mencionado anteriormente (el APQ) para medir temerosidad. Los ítems piden al sujeto que suponga que pueden ocurrir dos cosas, y que se decante por una de ellas. La mayor parte de las alternativas son eventos o experiencias que casi todo el mundo consideraría desagradables. Una de las alternativas de cada par resultaba amenazante, mientras que la otra era simplemente embarazosa e incómoda.

  • (a) Estas en la sucursal de un banco y de repente irrumpen tres enmascarados con pistolas gritando a todo el mundo que levante las manos, (b) permanecer sentado durante 2 horas en un concierto horrible de música contemporánea.

  • (a) Tener un dolor de estómago durante 24 horas, (b) ser elegido por un atracador que amenaza con un cuchillo.

La predicción de respuesta es simple: las personas menos temerosas tenderán a elegir las situaciones más amenazantes (las opciones a y b del primer y segundo ejemplo). Por tanto, la teoría predice que el grupo 1 tendrá puntuaciones más bajas (elegirá más a menudo las situaciones amenazantes) que los grupos 2 y 3. Esta predicción resultó acertada.

Los ítems resultaron muy buenos, puesto que estudiantes universitarios de psicología clínica fueron incapaces de averiguar qué trataba de medir el test.

Predicción 2 (escaso condicionamiento al miedo). Después de responder al APQ se colocaban dos electrodos en la mano no dominante del sujeto, a través de los que propinar una descarga eléctrica desagradable. La consigna era que se trataba de medir su resistencia al dolor, de modo que se iban a ir aumentando las descargas hasta que el sujeto dijese basta. Este umbral se usó más tarde.

A continuación se colocaron dos electrodos de registro en dos dedos de la otra mano, para medir la conductancia eléctrica de la piel. Cuando se estimula al sujeto, la actividad registrada cambia. Los registros se denominan respuestas electrodérmicas. En cada sujeto, el tamaño de su respuesta electrodérmica será sintomático de la intensidad subjetiva del estímulo.

En esta segunda parte del experimento, se le dice al sujeto que de cuando en cuando oirá un sonido o sentirá una breve descarga eléctrica. Al sujeto se le tapan los ojos y se le pide que se siente relajadamente. Durante 30 minutos, el zumbador suena durante 5 segundos entre intervalos de 20 a 60 segundos. Durante los primeros 6 ensayos, el sonido se presenta aisladamente. En los siguientes 11 ensayos, se da una descarga cuando el zumbador termina de sonar (ensayos de condicionamiento). Por último, hay otros 16 ensayos solamente con el sonido, para trazar la curva de extinción del sujeto.

La predicción es que los psicópatas primarios mostrarán un condicionamiento menor al sonido del zumbador, es decir, una menor perturbación fisiológica de anticipación de la descarga eléctrica, que los sujetos de los otros dos grupos. La predicción resultó acertada.

Predicción 3 (pobre aprendizaje de evitación). La tarea es una especie de laberinto con 20 puntos en los que tomar decisiones y en los que hay cuatro alternativas. El sujeto se sienta en una cabina en la que hay cuatro palancas. En un panel aparece el mensaje : "Minnesota Leadership Assessment Test". Debajo del mensaje hay un contador electrónico así como dos luces (una roja y otra verde). Al sujeto se le dice que en cada punto de los 20 deberá presionar una de las cuatro palancas ; caso de acertar se encenderá la luz verde y pasará al siguiente punto.

Presionar alguna de las palancas incorrectas encenderá la luz roja y supondrá un error que aparecerá en el contador electrónico. El sujeto comprende que el primer paso en el laberinto tiene mucho de ensayo y error. Al terminar, la luz verde se mantendrá encendida, se registrará el número de errores, y se iniciará la máquina para intentar otro ensayo. Su tarea consiste en intentar recordar la secuencia de palancas correctas, de modo que en su momento pueda pasar por el laberinto sin cometer ningún error.

Aparentemente, esta tarea no es de aprendizaje de evitación. Los sujetos participantes estaban movidos por la curiosidad, quizá por un intento de retar al experimentador o de demostrar lo listos que son. Se suponía que los psicópatas podían aprender a hacer esta tarea tan bien como cualquier otro sujeto.

¿Qué ocurre si se modifica la tarea de modo que cada vez que se comete un error se propine una descarga eléctrica ? Podría decirse que se añade la evitación de la descarga a un aprendizaje rápido. En este caso se puede esperar que los psicópatas aprendan tan rápido como los demás, puesto que siguen motivados para aprender a recorrer el laberinto. Incluso serán más eficaces al no verse tan afectados por la descarga como los otros sujetos.

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Sin embargo, para medir el aprendizaje de evitación en sentido estricto, es necesario disociar las motivaciones y el refuerzo implicados en el aprendizaje de las respuestas correctas (tarea manifiesta) de las motivaciones y el refuerzo implicados en evitar las descargas (tarea latente). Esto se puede hacer manipulando las condiciones de modo que sólo una de las tres palancas incorrectas en cada punto propine una descarga. En este caso, la persona media desea realizar la tarea manifiesta (aprender el laberinto) pero también desea evitar tantas descargas como sea posible. Por consiguiente, existe un incentivo implícito de aprender a hacer la tarea latente.

Fuera de la vista del sujeto hay otro contador en el que se registran los errores con descarga cometidos por el sujeto. Se esperaba que los sujetos de los grupos 2 y 3 comenzasen cometiendo 1/3 de errores, para ir progresivamente reduciendo el número de errores a medida que van aprendiendo qué palancas son peligrosas en cada ensayo (las condiciones se manipulaban para que fuese más probable que las palancas de la izquierda diesen la descarga). Se suponía que los psicópatas primarios se iban a preocupar menos por las descargas, se iban a centrar más en el aprendizaje de la tarea, de modo que mostrarían una menor evitación a los errores castigados con la descarga. Esta resultado fue precisamente el que se encontró.

En resumen, el cumplimiento de las predicciones de estos estudios está muy bien, dada la tendencia de las teorías psicológicas a hacer predicciones únicas o sobre una sola variable. En realidad, como comenta Lykken, una predicción univariada permite que el investigador corra muy poco riesgo de equivocarse e incluso que si acierta, sea por azar. Por consiguiente, las predicciones de una buena teoría deben ser varias y, además, los resultados deben replicarse. Los resultados del estudio original de Lykken han sido replicados en varias ocasiones por distintos autores. Además, en la situación de aprendizaje de evitación se usó una variación en la que el castigo era monetario –se les quitaban cantidades de dinero por los errores—lo que produjo la desaparición de las diferencias entre los psicópatas y los no psicópatas (Schamauk, 1970).

El cuestionario APQ de Lykken, sin embargo, ha tenido problemas para ser validado. En algunos estudios, tras su uso se llegó a la conclusión de que existen dos vías para llegar a la delincuencia crónica:

(a) fracaso escolar, ambiente subcultural, e inestabilidad familiar

(b) un temperamento temerario.

En cualquier caso, Tellegen usó algunos de los ítems del APQ para construir su escala de evitación de daños (harmavoidance) del MPQ ya mencionado.

Modulación, expectativa, y una anécdota.

En 1969 Lykken estudió la capacidad para modular la fuerza subjetiva o el impacto de un estímulo cuando este se puede predecir. En el caso de la percepción negativa, el efecto consiste en reducir el impacto de un estímulo aversivo como una descarga eléctrica. Se administraban una serie de ensayos en los que el sujeto escuchaba un tono de aviso 5 segundos antes de la aplicación de la descarga (ensayos predictibles) mezclados con ensayos impredictibles en los que la descarga se puede aplicar en cualquier momento tras la señal de aviso (entre 0,5 y 15 segundos) ; el sujeto sabe de antemano qué tipo de ensayo se va a administrar.

El impacto de la descarga se medía a través de la respuesta cortical provocada por la descarga. La predicción era que los componentes lentos de la respuesta cortical serían mayores para los choques más intensos que para los moderados, y para los choques impredictibles que para los predictibles.

Para chequear la viabilidad de este experimento, Lykken pidió a su esposa que hiciese de sujeto piloto. Tras colocarle los electrodos, se dispuso a medir su nivel de tolerancia al dolor. Después de esto, comenzó el experimento. Para sorpresa del experimentador, no observó ninguna diferencia en las respuestas corticales ante las descargas predictibles e impredictibles. Cuando se le preguntó por qué creía ella que no había ninguna diferencia en sus respuestas, ella comentó que si realmente las descargas tenían que mostrar alguna influencia deberían ser más intensas (ella se había limitado a ignorar las descargas).

Algunos días después, los tres hijos menores de Lykken quisieron pasar la prueba ; ellos sabían que su madre había trabajado con la mayor intensidad de la descarga. Los dos mayores llegaron hasta 100, mientras que el pequeño sólo pudo llegar hasta 85 (más que cualquier estudiante universitario al que se había aplicado la prueba).

Quizá la esposa de Lykken soportó mejor la descarga porque él estaba delante, es decir, alguien en quien confiaba, exactamente lo que podría pasar con sus hijos (además de que sabían que su madre había llegado a 100). En una palabra, los cuatro estaban poco temerosos de lo que pudiera pasar en la sesión (¡lo que no era el caso con los estudiantes universitarios!).

En 1965, Hare midió la conductancia de la piel mientras el sujeto miraba un contador que se movía lenta e inexorablemente hacia un punto en el que el sujeto sabía que recibiría una descarga eléctrica. Este paradigma de cuenta atrás sustituyó el usado por Lykken por su mayor sencillez y calidad. Con el método de Hare, todos los sujetos controlan muy bien cuál es la situación, de modo que su arousal fisiológico sigue un curso más consistente. En todos sus estudios Hare halló que los psicópatas mostraban menos cambios de conductancia al anticipar la descarga y que el incremento de conductancia comienza más tarde y alcanza menos intensidad que en los sujetos de control. Según Fowles (1993) parece claro que los psicópatas muestran una respuesta más débil de anticipación a un castigo.

Para finalizar, la hipótesis del bajo miedo no sugiere que las personas con el talento genético para la psicopatía no podrán ser socializadas, sino simplemente que la tarea se complica si la crianza en simplemente convencional.

Por otro lado, el hecho de que la mitad de los gemelos con parejas psicópatas no desarrollen una conducta antisocial apoya la teoría del bajo miedo y compromete la plausibilidad de otras teorías alternativas basadas en un fallo de control inhibitorio o de procesamiento lingüístico (desde estas perspectivas, cabría esperar una mayor concordancia en los estudios de gemelos). Puesto que la teoría del bajo miedo constituye una teoría del desarrollo basada en los principios de la correlación e interacción genotipo-ambiente, resulta compatible con la observación clínica de que hay muchos individuos con el talento genético para la psicopatía que, sin embargo, están adecuadamente socializados e incluso alcanzan un gran éxito social.

Puesto que la teoría del bajo temor no ha sido nunca refutada, su escasa popularidad se puede atribuir a dos cosas:  

  • La negligencia de Lykken con su teoría.

  • La tendencia de los investigadores a suponer que a todo síndrome subyace un trastorno cerebral.

Psicopatía primaria y secundaria : Gray y Fowles.  

Según Lykken, los psicólogos se inclinan a pensar que los conceptos fisiológicos son más científicos que los conceptos psicológicos. Uno de los pocos ejemplos productivos, que contrasta con esta idea, parece ser la sistematización de Fowles sobre la teoría neurobiológica de la motivación sugerida por Jef Gray.

Gray distingue tres sistemas de control de la conducta emocional :  

  • Flight/fight system (FFS): responsable de la organización de la conducta en respuesta a un castigo o una ausencia de recompensa incondicionada.

  • Behavioral inhibition system (BIS): responsable de la organización de la conducta en respuesta a estímulos que señalan esos sucesos aversivos incondicionados.

  • Behavioral activation system (BAS): responsable de la organización de la conducta en respuesta a estímulos que señalan recompensas o ausencia de castigo incondicionado.

Según Gray, existen diferencias individuales innatas en la actividad o sensibilidad de estos tres sistemas. De este modo, personas con un FFS superactivo responderán de modo más intenso a estímulos aversivos incondicionados como el dolor. Las personas con un BIS activo responderán intensamente a estímulos condicionados asociados en el pasado con estímulos aversivos.

JEFF GRAY

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Un ejemplo de la independencia de estos dos sistemas es el hecho de que analgésicos como la morfina reducen la respuesta a un dolor real y presente, pero no reducen la respuesta de temor (mediada por el BIS) en respuesta a señales condicionadas o señales de dolor. Y a la inversa, los tranquilizantes reducen el temor, pero no el malestar incondicionado que produce el dolor.

Las personas con un BAS fuerte responden con intensidad y entusiasmo a estímulos condicionados asociados a recompensa o placer, así como a la experiencia asociada con el escape de una situación de amenaza. El BAS responde a las señales de recompensa que producen esperanza (señales de incentivo de refuerzos positivos como la comida o el sexo) o alivio (el cese de dolor o el alcance de una posición de seguridad). La respuesta del BAS a este tipo de señales de esperanza o alivio consiste en activar la conducta hacia esas metas.

El BIS responde a las señales de castigo, así como a las señales de ausencia frustrante de recompensa. El BIS inhibe la actividad, incluyendo la actividad del BAS. El FFS se asocia con el sistema de activación reticular del tronco cerebral y es activado tanto por el BIS como por el BAS ; en cualquier caso, tanto el BIS como el BAS pueden considerarse también sistemas especializados de arousal.

El BIS resulta inhibido por el alcohol, los barbitúricos y las drogas ansiolíticas, de modo que estas sustancias reducen la inhibición que ejerce el BIS sobre la conducta castigada. Es decir, estas sustancias inhiben la evitación pasiva así como la extinción de respuestas previamente reforzadas.

Los efectos subjetivos del BAS son equivalentes. Cuando se corre a casa para cenar o evitar ser pillado por una granizada, la anticipación es similar y el logro del objetivo es igualmente reforzante en ambos casos. Los estímulos asociados con el placer activan el BAS, el cual provoca la conducta de aproximación. Drogas estimulantes como la cocaína provocan al BAS de un modo directo.

Conflicto.

El conflicto de aproximación-evitación supone una oposición del BAS y del BIS. A medida que un individuo se acerca a una meta, comienza a iniciarse el impulso de evitación un poco después incrementándose más rápidamente que el impulso de aproximación. Así por ejemplo, la visión de una galleta prohibida activa ambos sistemas, el BAS para acercarse a la galleta y el BIS para evitar cogerla.

El gradiente de aproximación es menos escarpado que el gradiente de evitación ; esto significa que desde el punto ventajoso de la puerta de la cocina, la galleta atrae más que repele, de modo que el niño se acerca, pero a medida que se aproxima, el BIS domina la escena de modo que el niño vuelve sobre sus pasos. La altura de los gradientes constituye una medida del nivel de arousal de ambos sistemas. Si el niño está muy hambriento, pero teme mucho las consecuencias de que le pillen, entonces su interacción con la galleta será tormentosa.

El aumento de la actividad del BIS, aumentando el incentivo (una galleta más suculenta) o el impulso (más hambre), o las drogas, hace más escarpado el gradiente de aproximación de modo que tarda más en cruzar el gradiente de evitación. Esto significa que el niño con una mayor motivación positiva siente más ansiedad en una situación de conflicto, puesto que está más cerca de la galleta antes de que los gradientes se crucen, pare y se de la vuelta. Atenuar la activación del BIS con, p.e. una caña, permitiría alcanzar la meta, puesto que se aplanaría el gradiente de evitación y se reduciría la inhibición de la respuesta de aproximación

Evitación activa vs. Evitación pasiva.

La evitación pasiva supone inhibir una conducta castigada previamente ; se asocia con la ansiedad y se gestiona mediante el BIS. Según la teoría de Gray, el castigo y la ausencia frustrante de recompensa son equivalentes.

Así por ejemplo, si estoy acostumbrado a tomar una galleta al llegar del colegio, pero hoy me dirijo a mi objetivo y dentro de la caja de galletas me encuentro al meter la mano un dispositivo que me da una descarga eléctrica, casi con toda seguridad mañana me lo pensaré un poco antes de meter mi mano dentro de la caja de galletas. El castigo de hoy ha supuesto una respuesta de temor ante el impulso de meter la mano en la caja de galletas. La próxima vez que sienta el impulso, el BIS se activará, produciendo una sensación de ansiedad, inhibiendo el BAS y las conductas de aproximación que controla el BAS.

Gray supone que aunque no haya descarga al meter la mano en la caja de galletas, sino simplemente que no haya ninguna galleta en la caja, la respuesta será similar al caso anterior : el BIS se activa, el BAS se inhibe, y se produce la sensación de ansiedad. Una prueba de la equivalencia entre castigo y ausencia de recompensa es que las drogas ansiolíticas influyen en ambos. Si mañana me tomo un par de cañas antes de visitar mi cocina, es más probable que meta la mano en la caja de galletas, independientemente de que hoy me hayan dado una descarga eléctrica o de que me hayan vaciado la caja.

La evitación activa supone escapar de un peligro. Las señales condicionadas de seguridad pueden reducir el temor en situaciones novedosas. Así por ejemplo, un niño que está asustado en un ambiente nuevo para él, se sentirá mejor abrazado a su oso de peluche. Por otro lado, las señales de seguridad pueden verse reforzadas incluso cuando el temor es mínimo ; esto es, los estímulos asociados con el escape de una situación temida o la evitación de un castigo esperado, actúan como estímulos asociados con refuerzo positivo, es decir, sirven como refuerzos en sí mismos. Esto explica por qué son tan resistentes a la extinción las conductas de evitación activa.

Distintos estudios han mostrado que el efecto reforzador de las señales de seguridad es relativamente independiente de la cantidad de temor provocado por las señales de aviso y es inusualmente resistente a la extinción. Esto puede ayudar a explicar por qué la mayor parte de nosotros hacemos lo debido habitualmente sin necesidad de sentir temor al castigo. Hacer lo debido constituye una señal de seguridad inherentemente reforzante.

Muchos niños no psicópatas podrían reaccionar agresivamente ante la interferencia paterna ; decirle que haga algo o que deje de hacer cierta cosa o que sea disciplinado, puede producir que el niño haga una rabieta. Si el padre se da la vuelta y deja que el niño se salga con la suya, esa conducta agresiva se convierte en un método adecuado de evitación activa. Una vez se afianza esta conexión, resulta muy difícil de extinguir.

Pasión por deportes de alto riesgo

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Impulsividad.

Según Fowles, la psicopatía es resultado de un BIS débil. Puesto que la activación del BIS se asocia con la ansiedad, un BIS débil supone una ausencia relativa de ansiedad o temor. Un BIS débil supone una débil inhibición de la conducta en respuesta al castigo o a la ausencia de recompensa. Es más, respuestas arriesgadas de evitación activa, como mentir o atacar el origen de la amenaza, son más probables si el BIS está debilitado. Las respuestas debilitadas a las descargas eléctricas y el bajo nivel de evitación pasiva de los psicópatas que ya se han comentado, son compatibles con la tesis del bajo BIS.

En cualquier caso, hay que tener en cuenta que, según la teoría de Gray, la conducta impulsiva del psicópata puede deberse a una debilidad del BIS o a una superactivación del BAS. Esto da lugar a dos tipos de conducta psicopática : por debilidad del BIS y por superactivación del BAS. El primer tipo produce el psicópata de Cleckley o primario, así como el psicópata por bajo temor de Lykken. Las transgresiones del psicópata primario darán lugar a un bajo arousal emocional ; en un ambiente tranquilo se sentirá desactivado y aburrido, de modo que tenderá a buscar estimulación ambiental que suponga una mayor tentación y un mayor riesgo.

En cambio, el individuo con un BIS normal y un BAS superactivo equivale al psicópata secundario. No tendrá un respuesta electrodérmica baja al esperar una descarga eléctrica, ni tendrá una mala evitación pasiva en las tareas de laboratorio.

Pero si tendrá una baja evitación pasiva en las actividades cotidianas que le sean tan atractivas que superen su temor a las consecuencias. El psicópata secundario tendrá ansiedad respecto a su conducta, dado que su BIS actúa a un nivel normal, de modo que es su BAS superactivo quien le lleva a situaciones estresantes.

Un resumen de los modos de actuación de personas con distintas combinaciones de BIS y BAS se presenta en la siguiente tabla.

Por tanto, parece que las teorías de Gray, Fowles y Lykken constituyen el mejor punto de partida para desarrollar el estudio experimental de la personalidad psicopática

  • Por un lado, asimila la teoría del bajo temor de Lykken, a modo de teoría del BIS debilitado.

  • Además, sugiere un segundo tipo de psicópata (secundario), el individuo con un BAS superactivo.

  • También sugiere un tercer tipo en el que el FFS está infra-activado.  

Este tipo de evidencias llevan a sospechar que el psicópata detectado por el PCL de Hare en realidad son varios tipos de psicópatas.

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TABLA 4.3

El paradigma del sobresalto potenciado.

En este paradigma, los sujetos observan diapositivas agradables, neutrales y violentas.

Simultáneamente se presentan de un modo impredictible sonidos intensos que inducen un parpadeo reflejo. Se sitúan electrodos en la frente (para medir el nivel con que el sujeto frunce el ceño) y en el lateral del ojo (para medir el reflejo de parpadeo).

Los resultados suelen indicar que las escenas placenteras producen un reflejo menos intenso, mientras que las escenas amenazantes potencian el reflejo –sobresalto o "susto" potenciado—cuando se comparan las respuestas con las situaciones neutras.

Patrick et al. (1993) estudiaron a sujetos condenados por delito de violación usando este paradigma.   

  • El Grupo P estuvo compuesto por los sujetos con las puntuaciones más altas en el PCL.

  • El Grupo NP estuvo compuesto por los sujetos con las menores puntuaciones en el PCL.

  • El Grupo M estuvo compuesto por los sujetos con puntuaciones medias en el PCL.

Los grupos NP y M mostraron respuestas equivalentes a los sujetos estándar, mientras que el grupo P no tuvo el mismo tipo de respuestas, reaccionando de un modo neutro a las diapositivas amenazantes. Por tanto, los sujetos P reaccionaron a las escenas amenazantes como si atrajesen su interés, sin producir ningún tipo de malestar.

Según Patrick et al. (1993) estos resultados son congruentes con la teoría del bajo temor de Lykken, así como con la teoría de Gray. El cirujano experto reaccionaría igual que el psicópata a las escenas desagradables de un accidente sangriento, dado que su experiencia previa ha extinguido la respuesta emocional a ese tipo de estimulación. Si esta idea es correcta, entonces el sujeto normal no tendrá una respuesta potenciada a las escenas amenazantes si toma alguna droga ansiolítica.

Patrick (1994) puso a prueba esta última idea y comprobó que el Valium atenuaba la respuesta de los sujetos normales de modo gradual con la dosis. Sin embargo, la conductancia de la piel y la tasa cardiaca resultaron mayores a las escenas aversivas y neutrales, tanto si los sujetos recibían Valium como un placebo, lo que sugiere que el efecto de potenciación puede ser un indicador más sensible o más específico de diferencias en temor que las variables autonómicas.

Patrick (1994) evaluó a una serie de internos de una prisión de Florida, llegando a los siguientes grupos :  

  • 18 no psicópatas.

  • 14 delincuentes con altas puntuaciones en PCL-1, y bajas en PCL-2.

  • 8 personalidades antisociales con altas puntuaciones en PCL-2 y bajas en PCL-1.

  • 18 sujetos con altas puntuaciones en PCL-1 y PCL-2.

En este estudio se sustituyó la visión de diapositivas por una versión del paradigma de la cuenta atrás de Hare anunciado anteriormente y detallado en el siguiente apartado. En la primera fase, los sujetos veían un estímulo simple durante periodos de 6 segundos, y en algunos de ellos se presentaba un sonido. En la segunda fase (experimental) los sujetos sabían que estos periodos de 6 segundos terminarían con un sonido muy desagradable. Los estímulos de prueba se presentaban en 9 de los 14 periodos de anticipación y durante 6 de los intervalos entre ensayos. En el estudio piloto con sujetos normales se observó que la anticipación potenciaba la respuesta.

Con los sujetos experimentales se observó que la respuesta de anticipación de los psicópatas era menor que en los otros grupos, especialmente los sujetos con altas puntuaciones en el PCL-1.

Este tipo de resultados hacen confiar en el desarrollo de tests psicofisiológicos que quizá tengan una mayor validez que los inventarios y las escalas de valoración habitualmente usadas.

Robert Hare.

El paradigma de la cuenta atrás.

 En el paradigma de la cuenta atrás, el sujeto oye una voz que cuenta hacia atrás a partir de 9 en intervalos de 3 segundos por número. Previamente se le ha dicho que se le dará una descarga eléctrica al llegar a 0.

Uno de los resultados más replicados en la historia de la investigación experimental en psicopatología es el siguiente : los psicópatas primarios muestran un escaso arousal electrodérmico durante la cuenta atrás, mientras que los sujetos de control (incluyendo internos) muestran un alto arousal desde el comienzo de la cuenta atrás, con un incremento en la conductancia eléctrica de la piel más amplio e intenso a medida que se acerca el 0.

Sin embargo, cuando se registró de modo simultáneo la tasa cardiaca y la conductancia de la piel, se observó algo interesante : los mismos psicópatas con escasos indicios de actividad dérmica, presentaban una tasa cardiaca enorme, mucho mayor que los sujetos control (Figura 1).

FIGURA 1

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Cambios en tasa cardiaca y conductancia de la piel durante el paradigma de la cuenta atrás para psicópatas (P) y no-psicópatas (NP). La unidad de análisis representada en el eje de ordenadas es arbitraria y en la parte inferior del eje de abcisas se simboliza el número de la cuenta atrás.

Estos resultados podrían explicarse mediante los estudios de Lacey y Lacey con sujetos normales : la tasa cardiaca se reduce cuando el sujeto espera o está intentando detectar un estímulo externo, pero aumenta cuando la estimulación es aversiva o distractora. Pudiera ser que la aceleración cardiaca constituya un reflejo de defensa, y que sea un síntoma de un mecanismo de control inhibitorio que reduce el impacto de un estímulo aversivo.

Lykken et al. (1972) mostraron que sujetos poco temerosos tenían una tasa cardiaca mayor que sujetos de control antes de una descarga eléctrica, pero que su respuesta era menor a la descarga en sí misma (Figuras 2 y 3).

Según Hare, si el aumento de la tasa cardiaca indica la actuación de alguna clase de respuesta de "coping" o afrontamiento, entonces la reducción simultánea de la actividad dérmica puede indicar el éxito de esa respuesta de coping.

Ogloff y Wong (1990) han modificado el paradigma permitiendo que el sujeto evite la descarga presionando un botón justo después de oír el número 1. Encontraron que los psicópatas mostraron su bajo nivel típico de actividad dérmica tanto en la condición estándar como en la modificada, pero una mayor tasa cardiaca sólo en la condición estándar. Por supuesto, este resultado muestra que la aceleración cardiaca de los psicópatas puede ser una respuesta refleja de coping que inhibe el arousal anticipatorio, reduciendo el impacto del estímulo aversivo. Cuando se dispone de una respuesta operante (versión modificada) el aumento de la tasa cardiaca es innecesario y no se produce.

En el estudio de estos autores, los internos no psicópatas seguían mostrando una activación dérmica y cardiaca alta en la condición modificada. En la condición estándar, el aumento de la tasa cardiaca fue mayor en no psicópatas que en psicópatas (a diferencia del resultado de la gráfica anterior), dato incongruente con el de Hare. Sin embargo, la labilidad de la tasa fue mayor en no psicópatas que en psicópatas, lo que si es congruente con los resultados de Hare.

FIGURA 2

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FIGURA 3

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Por tanto, la presencia de una respuesta de coping no se puede inferir fiablemente de una aceleración cardiaca anticipatoria. Mas bien, en sujetos que anticipan un estímulo aversivo con una escasa activación dérmica y, por tanto, con bajo arousal de temor, la aceleración cardiaca anticipatoria se asocia probablemente con alguna clase de respuesta de coping inhibitorio, dado que esa aceleración desaparece cuando la respuesta de coping se hace innecesaria (versión modificada del paradigma de la cuenta atrás).

Hare, tras la afasia semántica del psicópata.

Hare siempre ha creído que hay algo "tocado" en el cerebro del psicópata. En contraste con esta idea, Lykken sugiere que el psicópata comienza una vida normal con un BIS debilitado, una característica que en sí misma no es patológica, pero que dificulta el proceso de socialización. Esta visión alternativa explica bastante bien el nivel de discordancia en psicopatía en los estudios de gemelos, por qué niños que se crían en la misma familia sin unos hábitos normales de crianza pueden ser conductualmente tan similares a los psicópatas, y, sin embargo, mostrar una reacciones fisiológicas distintas a ellos en el paradigma de la cuenta atrás, y por qué algunas personas no delincuentes tienen unas reacciones similares a los psicópatas en esta situación experimental.

Cleckley siempre ha creído que la psicopatía es una condición cualitativamente distinta a la normalidad. Hare siempre ha creído lo mismo que Cleckley, aunque sus evidencias empíricas parecen apoyar la teoría del bajo temor de Lykken.

Hare ha tratado de encontrar la diferencia básica con la que el cerebro del psicópata procesa el lenguaje y muy especialmente el lenguaje emocional.

En uno de sus primeros estudios, Hare comprobó que P y NP tenían un rendimiento mejor (tiempo de reacción) cuando las palabras se presentaban al campo visual derecho (hemisferio izquierdo). Sin embargo, cuando las palabras debían clasificarse semánticamente (p.e. cosas con vida) los psicópatas cometían menos errores si las palabras se presentaban al campo visual izquierdo (hemisferio derecho), mientras que los NP mostraban la ventaja usual del campo visual derecho (hemisferio izquierdo.

En otro estudio, se observó que los psicópatas reaccionaban con menos intensidad a las connotaciones emocionales de enunciados o dibujos. Por supuesto, esto no sugiere ningún problema de procesamiento en si mismo.

En otro estudio, se compararon los tiempos de reacción y los potenciales provocados o evocados de P y NP, en una tarea en la que se debían identificar palabras y pseudo palabras presentadas al campo visual derecho o izquierdo. Las palabras podían ser neutrales, positivas o negativas ; se supuso que habría diferencias al procesar las palabras con carga emocional, pero los resultados fueron negativos.

Sin embargo, al combinar palabras positivas y negativas y ambos campos visuales, se vio que los NP respondían con mayor rapidez a las palabras emocionalmente cargadas, mientras que este no era el caso en los P. Además, los P mostraron menos diferencias en los potenciales provocados cuando las palabras eran emocionales o neutras. En cualquier caso, en este estudio las muestras son escasas y hay mucho análisis post-hoc no incluido en las predicciones.

Por supuesto, los resultados encontrados por el grupo de Hare deben ser replicados antes de considerarlos con seriedad. Pero suponiendo que se replican y que parece haber un problema de procesamiento lingüístico en psicópatas, quedará por explicar cómo influye ese problema en su inadecuada socialización y en las peculiaridades del psicópata de Cleckley.

Otro problema es que la mayor parte de los zurdos están menos lateralizados lingüísticamente, pero la mayor parte de esos zurdos no son psicópatas.

Por otro lado, puesto que el PCL-2 varia inversamente con la inteligencia verbal (cristalizada), los psicópatas identificados con el PCL tendrán una menor aptitud verbal que los grupos de control con menores puntuaciones en el PCL –lo que pudiera explicar su ausencia de diferencias en tiempo de respuesta a distintos tipos de palabras. Esta es otra de las razones para usar sólo el PCL-1. Además, esto dato nos recuerda que "la evaluación directa de la inteligencia debe ser una precaución obvia en estudios que sugieran peculiaridades en el procesamiento lingüístico. La inteligencia modula tantos procesos psicológicos que es necesario confirmar que X e Y se relacionan aunque se elimine la influencia de la inteligencia " (Lykken, 1995, pág. 174).

La teoría de la reducida lateralización de los psicópatas debería ser capaz de explicar por qué algunas personas bien lateralizadas se convierten en psicópatas y por qué algunas personas mal lateralizadas no se convierten en psicópatas. La teoría del bajo temor puede explicar ambos extremos a través de la idea de que chicos poco temerosos con unos padres competentes pueden convertirse en héroes en vez de en psicópatas, y que el chico con un nivel de temor medio con padres incompetentes pueden convertirse en sociópata y en fenocopias (pero no en genocopias) de los psicópatas.

En cualquier caso, debe recordarse que no es necesario que la etiología de la psicopatía sea siempre la misma. Pudiera ser que algunos psicópatas según el PCL fuesen individuos poco temerosos y otros estuviesen mal lateralizados. No obstante, para decidir algo respecto a estas posibilidades se requiere mucha más investigación.

Finalmente, hay que decir que de un modo relacionado con la teoría de Hare, se ha observado en niños y adultos que aquellos que se caracterizan por una emocionalidad negativa tienen una mayor activación EEG en las áreas del lóbulo frontal derecho, mientras que los sujetos menos inhibidos tienen una mayor activación en las áreas del lóbulo frontal izquierdo. En un inquietante estudio de Kagan se observó que las asimetrías en la temperatura de la mano y los dedos era un buen predictor de las diferencias temperamentales de los bebés y de los niños (irritables e inhibidos frente a contentos y responsivos). La mayor parte de los niños inhibidos tienen una temperatura más fría en la mano derecha (hemisferio izquierdo) que en el caso de los niños no inhibidos. De aquí no se sigue que los niños desinhibidos se vayan a convertir en psicópatas, pero si alguno de esos niños ha de convertirse en psicópata probablemente corresponderá a esa categoría.

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El lóbulo frontal : Newman

En 1980 Gorenstein y Newman sugirieron un paralelismo entre la psicopatía y la conducta de ratas de laboratorio a las que se había manipulado el Septum y el Córtex frontal, áreas que se suponen implicadas en la regulación inhibitoria de la conducta.

Las cuatro características derivadas de los daños del lóbulo frontal son : enlentecimiento, perseveración, problemas de "darse cuenta de", y una incapacidad para la planificación. Las tres últimas resultan similares a lo que ocurre con la psicopatía. A partir de esta observación, estos autores han desarrollado una línea de trabajo muy productiva.

Rendimiento de los psicópatas en tests estándar de daño cerebral.

Existen varios tests neuropsicológicos diseñados para medir problemas del lóbulo frontal (p.e. Wisconsin Card Sorting Task, WCST). En algún estudio se ha observado que sujetos poco socializados tienen un rendimiento inferior en la tarea de Stroop –una tarea que consiste en inhibir una respuesta automatizada.

Los sujetos estudiados por Gorenstein (1982) seguían los criterios del DSM y además tenían bajas puntuaciones en la escala So del CPI. En algunas de las pruebas neuropsicológicas los psicópatas mostraron el rendimiento previsto, pero no en todas ellas. Sin embargo, Hare (1984) no pudo replicar los resultados de Gorenstein. Sobre esto comenta Lykken (1995) lo siguiente: "los psicólogos tan viejos como yo hemos aprendido a desconfiar de un resultado experimental, especialmente si es sorprendente o interesante, hasta que no se ha replicado, especialmente por algún investigador no comprometido con la idea original".

A pesar de ello, Newman y sus colegas volvieron a intentarlo en 1992. En general, los resultados no fueron demasiado buenos : de seis predicciones se cumplió una, y eso forzando un poco las cosas (haciendo subgrupos experimentales a partir de los originalmente formados y sobre los que se hicieron las predicciones iniciales).

Aunque los tests neuropsicológicos no aporten evidencias a favor de que los psicópatas tienen un problema en el lóbulo frontal, no cabe duda de que los daños del lóbulo frontal producen conductas similares a las de los psicópatas en algún sentido.

Así por ejemplo, Damasio et al (1990) estudiaron a un paciente intervenido quirúrgicamente a causa de un tumor cerebral (en ambos lados del lóbulo frontal), cuyo CI no se vio alterado, pero que si había pasado de ser un ciudadano modelo a adecuarse al diagnóstico de TAP. Cuando se le presentaban escenas neutras y emocionalmente cargadas, se observaba que su respuesta dérmica no se alteraba, pero cuando se le decía que comentase las escenas se sorprendía de que las escenas cargadas no le alterasen emocionalmente, a pesar de comprender que deberían hacerlo. Damasio et al. (1990) estudiaron a otros 5 pacientes similares y hallaron resultados consistentes. En cualquier caso, estos datos sugieren que las lesiones frontales producen un síndrome similar a la psicopatía primaria, pero no que los psicópatas primarios tengan problemas en su lóbulo frontal.

La teoría de Newman sobre la perseveración.

A Newman le intrigó mucho que las ratas con problemas septales tendiesen a perseverar en realizar conductas previamente reforzadas, incluso aunque los refuerzos hubiesen cesado o se diese un castigo tras su emisión.

Newman diseñó varios tests de perseveración y los administró a internos. Así por ejemplo, diseño una tarea típica de go/no go, en la que se refuerza al sujeto por acertar y se le castiga por fallar. La idea es que para evitar el castigo, el sujeto debe dejar de dar una respuesta que se ha venido reforzando anteriormente.

Los sujetos eran clasificados según la escala Pd del MMPI y según una escala de ansiedad / neuroticismo.

En dos tareas el sujeto debe aprender por ensayo y error qué 4 números de entre 8 números de dos dígitos son correctos.

En la tarea 1, cada respuesta (elegir una tarjeta con un número) se refuerza o castiga ; no responder es neutro. En este caso se espera que el psicópata se implique tanto en lograr refuerzo que no llevará una conducta sistemática de elegir las tarjetas (es decir, tendrá muchos errores de comisión). Estos errores del psicópata supondrán una horrenda evitación pasiva de la respuesta castigada.

En la tarea 2 no se usan castigos ; al sujeto se le refuerza tanto cuando elige correctamente como cuando no elige las tarjetas incorrectas. La predicción en este caso es que igualar el resultado de responder adecuadamente y de inhibir la respuesta inadecuada dará lugar a que no haya una estrategia dominante.

En otras palabras, los psicópatas poco neuróticos tendrán más errores de evitación pasiva (eligiendo los números incorrectos) que los no psicópatas poco neuróticos en la tarea 1, y que no existirán diferencias en la tarea 2. Además, los psicópatas tendrán más errores de comisión en la tarea 1 que en la tarea 2.

Los resultados indicaron que los psicópatas poco neuróticos eligieron más a menudo los números incorrectos en la tarea 1 (aunque el cálculo de la significación estadística fue bastante genuino). En la tarea 2 los grupos no dieron los mismos errores de omisión. Los psicópatas poco neuróticos no tuvieron más errores de comisión en la condición de refuerzo-castigo que en la condición de sólo refuerzo. En suma, los datos no son claros.

Newman et al. (1987) diseñaron un juego de ordenador. Si la carta que aparecía era una cara, ganaban 5 centavos, pero si era una carta con un número perdían esa misma cantidad. Antes de presentar cada carta, el ordenador preguntaba : "¿Quieres jugar ?" El juego terminaba si el sujeto decidía dejar de jugar la siguiente carta. 9 de las primeras 10 cartas eran caras, pero después de esas primeras 10 cartas, la probabilidad de perder aumentaba a razón del 10% en cada bloque de ensayos. Los psicópatas perseveraban más en el juego (90 cartas de promedio) frente a los sujetos de control (62 cartas de promedio). Sin embargo, cuando se exigía a los sujetos una pausa de 5 segundos antes de decidir si continuar con el juego, los intentos de ambos grupos se equiparaban.

Newman y sus colegas interpretan este resultado como evidencia de algún problema en el lóbulo frontal de los psicópatas. Sin embargo, una interpretación alternativa es la búsqueda de sensaciones típica de estos sujetos. Muchos sujetos aceptan retos para divertirse, especialmente si eso supone salir de la rutina de la prisión. Pudiera ser que a los psicópatas de Newman les importase poco ganar o perder, excepto cuando les pedían pensar durante 5 segundos antes de volver a jugar una carta (¡momento en el que el juego se volvía aburrido !).

Newman et al (1992) contrastaron la idea de que los psicópatas son más incapaces de demorar un refuerzo. Las condiciones del juego eran las siguientes :  

  • En cada ensayo de la condición de refuerzo (R) el sujeto puede presionar el botón A inmediatamente o esperar 10 segundos y presionar el botón B. El botón A da una probabilidad de ganar del 40%, mientras que el botón B da una probabilidad de ganar del 80%. Dado que el número de ensayos es 50, se logra más dinero esperando a presionar el botón B (¡aunque a los sujetos no se les dice que sólo hay 50 ensayos). Aquí no hubo diferencias entre los grupos.

  • En la condición de igual demora (EQ) ambas condiciones de probabilidad exigían una espera de 10 segundos. Ambos grupos eligieron presionar el botón B ¡por obvias razones financieras!

  • En la condición de refuerzo-castigo (R+P) el botón A hacía ganar 5 centavos el 70% de las veces y perder la misma cantidad el 30% de las veces, mientras que el botón B, que exigía esperar 10 segundos, suponía ganar el 90% de las veces y perder el 10% de las veces. En las otras dos condiciones, los psicópatas poco neuróticos eligieron más frecuentemente el botón B, pero en esta última condición eligieron menos frecuentemente el botón B (aunque la diferencia no fue estadísticamente significativa).

A  partir de estos resultados, los autores restan las puntuaciones de la condición EQ de las puntuaciones de la condición R+P, lo que da lugar a que las puntuaciones de los psicópatas poco neuróticos sean distintas a las de los no psicópatas poco neuróticos.

Según los autores, esto apoya las predicciones originales.

Comentario crítico.

El primer problema de estos estudios es el uso inconsistente de una medida de neuroticismo en la selección de los psicópatas. Newman y sus colegas usan el PCL habitualmente, pero cuando los datos no casan recurren a una medida de ansiedad para hacer subgrupos de un modo totalmente post hoc. Esto constituye una manipulación relativamente sospechosa.

Por otro lado, la manipulación del estudio sobre demora de refuerzo es excesivamente chocante.

En general, los resultados de Gorenstein y Newman son demasiado inferenciales: de ellos no se sigue un fallo en la arquitectura cerebral de los psicópatas en ninguno de los casos, aunque esos fallos puedan originar conductas típicamente psicopáticas.

La organización cerebral

Lorenz y los etólogos consideran la agresividad organizada como una adquisición evolutiva que se habría producido hace unos 40.000 años. Sería un ejemplo de "fusión" primitiva, en un sentido social, ya que para aumentar la eficacia de la agresión como arma de supervivencia, había que unirse y organizarse. Este vínculo parece tener relación con el "entusiasmo militante", forma especializada de agresión comunitaria, un entusiasmo que comparte el grupo contra un enemigo común. Su máxima expresión sería la "esquizofrenia de guerra", descrita por Kahler, y que necesita -en principio- considerar que el enemigo no es un semejante. Hay una especie de continuo en este modelo que va desde la agresión organizada en ejércitos regulares regidos por convenciones internacionales -cerebro límbico- a la crueldad y brutalidad inútil de las torturas y vejaciones de los campos de concentración y los genocidios -cerebro reptílico

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Un modelo de cerebro organizado jerárquicamente ya había sido propuesto por Hughlings Jackson. Para este famoso neurólogo inglés habría centros "superiores", "medios" e "inferiores", siendo estos últimos re-representados por los medios, y ambos re-representados por los superiores.

Contra esta posición surgió la de los antilocalizacionistas, que querían ver al cerebro como "una masa homogénea, como cualquier glándula, por ejemplo el hígado, con funciones homogéneamente distribuidas".

Ahora se sabe que cada acto mental es consecuencia también de múltiples procesos paralelos y no solamente de una sola línea secuencial.

La visión actual de estos procesos es que existen tanto jerárquicos como paralelos. Las "últimas" estaciones reciben "inputs" tanto de las "intermedias" como de las "iniciales" confundiendo los esquema simplemente jerárquicos.

De este modo, el cerebro funciona como un sistema modular. A estos sistemas no lineales se les llama heterarquías. Éstas, aunque tienen muchos elementos de las jerarquías, son mucho más complejas. Desde que sus diferentes unidades pueden ser relativamente independientes, pueden interaccionar entre todas ellas, sin considerarse sus niveles de complejidad. Dada la inseparabilidad entre estructura y función, se puede pensar que el comportamiento funciona de la misma manera.

El cerebro humano resulta de la superposición e integración de funciones de tres cerebros distintos, con diferentes características estructurales y neurofisiológicas, y también especiales performances comportamentales.

Representan la herencia de nuestros antepasados: los reptiles, los mamíferos y los primeros primates. Consiste en un conjunto de estructuras nerviosas, que en el hombre ocupan los llamados ganglios basales y el complejo estrío palidal. Es la parte más primitiva en el cerebro humano, y además de lo mencionado comprende la médula espinal, el bulbo y la protuberancia, que forman parte del cerebro posterior; y el cerebro medio o mesencéfalo. McLean llama "armazón neural" al conjunto integrado por la médula, el cerebro posterior y el cerebro medio. Alberga los mecanismos neurales básicos de la reproducción y de la autoconservación, lo que incluye el ritmo cardíaco, circulación sanguínea y respiración. En un pez o un anfibio, éste es casi todo el cerebro que existe. Entre los elementos comunes al hombre y a los reptiles, que suponemos provenientes del componente R (cerebro reptílico) figuran la selección del hogar, la territorialidad, el involucramiento en la caza, apareamiento, crianza y, de acuerdo a McLean, también intervienen en la formación de jerarquías sociales y selección de líderes. Tiene participación en los comportamientos ritualistas.

Se dice que "mató a sangre fría" y la metáfora alude al componente R y a la "sangre fría" de los reptiles.

Rodeando al complejo R se encuentra el sistema límbico. Lo tienen rudimentariamente los reptiles y, por supuesto, los mamíferos. El comportamiento de los mamíferos, desde las clases más inferiores hasta las más desarrolladas, incluyendo a los humanos, difiere de los reptiles no sólo en la gama mucho más vasta de comportamientos posibles, sino porque en ellos aparece la emoción. Algo muy importante es que este sistema no sufrió grandes cambios desde las especies menos avanzadas hasta las más desarrolladas. Esto se advierte en las expresiones de furia de un gato o un perro, notablemente similares a las de un humano en la misma situación. No es nada comparable con la impasibilidad de la expresión de los reptiles.

Es llamativo que la casi totalidad de los psicofármacos actúen en el sistema límbico. Los sistemas neuroendocrino, neuroinmune, neurovegetativo, los ritmos circadianos, todos ellos fuertemente influenciados por las emociones, tienen allí su sede.

La amígdala, parte importante en esta región, tiene un papel trascendente en la agresividad. Recordemos que, actuando armónicamente con el circuito septal, constituirían la sede neuroanatómica y neurofisiológica de los instintos de vida y de muerte de Freud. Existen motivos para creer que la base del comportamiento altruísta se encuentra en el cerebro límbico. El amor (instinto de vida) parece ser una adquisición de este cerebro. Muchas investigaciones documentan que las emociones son patrimonio de los mamíferos y, en algunos casos, de las aves. Precisamente las especies que, fuera de los insectos sociales, cuidan de sus crías.

Los sitios más primitivos de agresión, la agresión depredadora, han sido ampliamente estudiados, y numerosas estructuras filogenéticamente muy antiguas han sido implicadas, incluyendo el hipotálamo, el tálamo, el mesencéfalo, el hipocampo y, como ya se dijo, el núcleo amigdalino. La amígdala y el hipotálamo trabajan en estrecha armonía, y el comportamiento de ataque puede ser acelerado o retardado según sea la interacción entre estas dos estructuras. Por lo tanto, vemos que la inhibición de la agresión puede ocurrir entre dos elementos neuroanatómicos, que son ellos mismos primitivos, y que no es tan simple decir que se trata del control de estructuras "superiores" sobre otras "inferiores".

Por último, aparece el neocórtex, que ya se presenta en estado rudimentario en los mamíferos inferiores, sufre un desarrollo impresionante en los primates y este proceso se vuelve explosivo en la línea de los homínidos y en los grandes mamíferos acuáticos. La velocidad, volumen y trascendencia de este desarrollo parece haber incidido para que la integración a los dos primitivos cerebros que le precedieron -y que ellos lograron entre sí- no se cumpliera completamente. Tal vez esta discrepancia permita explicar la disparidad entre la curva de crecimiento de los logros científicos por una parte y la falta de mejoría apreciable en el control de las emociones y la primacía de la conducta ética por otra.

La agresión y su subproducto perverso, la destructividad, requieren el compromiso de estas antiguas estructuras. Sin ellas no habría verdadera agresión, ya que ésta ni es una abstracción ni es definida por sus consecuencias. La verdadera fuerza de la agresión radica en un conjunto de "redes neurales" o "armazón neural" (como respectivamente la llaman Grisgby y Schneider, por un lado, y McLean por el otro) y en la emoción provista por el límbico (un modelo de integración de redes neurales de diferentes niveles).

De esta manera, el cerebro humano transporta consigo la historia de la evolución(39) en su anatomía.

Comenzó en el agua cuando el pez desarrolló un tubo para transportar los nervios desde partes distantes de su anatomía a un lugar central de control. En primer lugar aparece un abultamiento en lo alto de la espina, después los nervios comienzan a especializarse. Algunos de ellos se vuelven sensibles a moléculas y forman nuestro cerebro olfatorio. Otros se especializan en percibir la luz y forman los ojos. Estas estructuras se conectan a una especie de bosquecito que controla los movimientos: el cerebelo. Este conjunto forma el cerebro reptílico, mecánico e inconsciente. Sus partes básicas continúan intactas y forman parte del más bajo nivel del sistema de tres partes que se ha desarrollado desde entonces (cerebro trino).

Encima de éste, se desarrollan luego más módulos: el tálamo, que permite que la vista, el olfato y el oído puedan ser usados conjuntamente; la amígdala y el hipocampo, creando un sistema de memoria primitivo; y el hipotálamo, haciendo posible que el organismo reaccione a mayor cantidad de estímulos. Este es el cerebro mamífero, el cerebro límbico. Las emociones se generan aquí, pero todavía no puede ser experimentadas como conscientes.

Durante la evolución de los mamíferos los módulos sensoriales dispararon la creación de una delgada capa de células, cuya forma permitía que se formaran muchas conexiones entre ellas, con muy poco crecimiento en volumen. Esta "piel" se volvió la corteza y es donde emergió la consciencia.

Los mamíferos que iban rumbo a convertirse en humanos desarrollaron un mayor córtex, desplazando al cerebelo atrás, a la posición que ahora ocupa. El "Australopithecus Africanus" tenía un cerebro muy cercano al actual hace unos 300 millones de años atrás, pero era un tercio de tamaño del actual. Un millón y medio de años atrás el cerebro homínido experimentó una evolución explosiva, como ya se señaló. Tan súbito fue este desarrollo que los huesos del cráneo debieron modificarse, para crear la alta y plana frente que nos distingue de los primates.

Psicogenética de la psicopatía

Cuando se habla de genética comportamental debe entenderse que se está hablando de una teoría de la personalidad. Esta teoría atribuye variaciones de la personalidad, al menos parcialmente, a la variación de la estructura y funcionamiento de sistemas fisiológicos. Los genes contienen la información que codifica para varias proteínas estructurales y regulatorias (incluyendo al ARNm) que conducen a diferentes vías de ese desarrollo. Aunque las diferencias individuales se pueden expresar en cualquier sistema fisiológico, los que se establecen en el cerebro y en otras partes del sistema nervioso son probablemente más importantes para los rasgos comportamentales.

A pesar de haberse encontrado que la influencia de los pares era lo más fuerte en lo que hace a la violación de reglas y conducta criminal, en estudios correlacionales tales como el mencionado no se puede distinguir entre los efectos genotipo-ambiente causales directos, y los correlacionales e interaccionales. El comportamiento de los pares puede correlacionar con el comportamiento propio debido a que la gente aprende de sus pares y que estas personas seleccionan pares que coinciden con ellos mismos. Coincidencias significativas en las asociaciones de gemelos idénticos separados sugiere que el genotipo puede influir sobre asociaciones e intereses sobre el fenotipo. Similaridades genéticas en la búsqueda de sensaciones pueden explicar parte de su evolución, pero que la especificidad de la expresión encontrada en el rasgo debe ser debida a alguna clase de correlación activa genotipo-ambiente, a la que los investigadores llaman emergenesis.

En lo que hace a la genética del rasgo ImPUSS (Psicoticismo – Impulsividad – Búsqueda de Sensaciones – No socializado), se puede decir que las diferencias individuales en los sistemas bioquímicos y neurológicos que subyacen a los mecanismos básicos tienen sus orígenes en variaciones en este campo. Las diferencias observadas en linajes animales en relación con la exploración, el temor, la agresión, la actividad y la inhibición sugiere un control genético de estos rasgos. Los resultados de crianzas selectivas han confirmado la influencia genética, y estudios de crianza cruzados han provisto controles para los posibles efectos de un ambiente compartido.

Como en otros casos, los estudios biométricos genéticos en humanos utilizan gemelos y adoptados para estimar la heredabilidad. El estudio de Minnesota de gemelos separados provee datos para ambos tipos. El principal test de personalidad usado en este estudio fue el Multidimensional Personality Questionnaire de Tellegen, el cual puntúa tres factores que recuerdan los de Eysenck. El principal de ellos es llamado "restricción". Este factor consiste en tres subescalas: Control, Evitación del Daño, y Tradicionalismo, los que groseramente son el reverso de Impulsividad, Búsqueda de Sensaciones, y tendencias No Socializadas en el modelo de cinco factores alternativo.

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Las correlaciones entre gemelos idénticos que fueron criados en forma separada dan una estimación directa de la heredabilidad de estos rasgos. La estimación de la heredabilidad del factor de constricción y el componente de búsqueda de sensaciones están cerca del final superior de la heredabilidad evaluada por este método. Hay pocas diferencias entre las correlaciones para mellizos idénticos que fueron criados aparte y los que fueron criados conjuntamente, lo que indica que el ambiente compartido es de poca importancia para estos rasgos. Esta conclusión va en contra de la creencia común de que el ambiente familiar es el principal responsable de la socialización del niño y que las similitudes mayores observadas en los idénticos se deben a que son tratados de manera más parecida que los fraternos. El ambiente específico parece jugar un papel más importante en estos rasgos. Esta clase de influencia es provista por diferentes pares u otras presiones que afectan a un miembro pero no a otros.

Se ha sugerido(24) que hay una predisposición genética al retraimiento social, y que esto está relacionado con las anormalidades electrofisiológicas vistas en algunos psicópatas. Esto quiere decir que los niños que están predispuestos biológicamente a ser psicópatas están genéticamente predispuestos al aislamiento social, estarían también en riesgo debido a su hipersensibilidad a amenazas de castigo (en los que están sobrevalorando el peligro). Esto no significaría negar que, si la deprivación y maltrato infantil fueran lo suficientemente intensos, estos chicos necesitarían menos predisposición biológica para expresar su estructura psicopática.

Resumiendo, la hipótesis planteada por Howard es que hay una clase de individuos (llamados por los norteamericanos "sociópatas") que muestran un comportamiento antisocial muy temprano, crónico, y cuya condición es fundamentalmente evolutiva, manifestándose en la adultez como un déficit madurativo, tanto comportamental como electrofisiológico. Al crecer, estas características disminuyen. En un nivel de rasgos, algunos de estos individuos (especialmente los que mostrarán un auténtico trastorno de personalidad) se caracterizan por un subrasgo patológico de impulsividad. Como consecuencia de esto hay falta de adaptación, que es la resultante de déficits de la apreciación tanto primaria como secundaria. Esta última puede ser la consecuencia de la exposición a maltratos infantiles, disminuyendo la sensibilidad a claves de recompensa o seguridad, lo que impide relacionarse empáticamente con otras personas. Por otra parte, si los otros no son percibidos como fuentes de gratificación, no hay razones para modificar nuestra propia conducta para satisfacer las expectativas sociales, ni para verse a sí mismo como un objeto social.

Dentro de la categoría arriba señalada (no-adaptativos) habrá algunos (psicópatas secundarios y algunos esquizofrénicos) que muestran déficits neuropsicológicos y de rendimiento, además de algunas anormalidades electrofisiológicas, que se suponen innatas. En este grupo hay subgrupos que perciben amenazas exageradas, lo que es un déficit en la "apreciación primaria".

También dentro de la clase de los no-adaptativos hay otros (psicópatas primarios) que no tienen retraimiento social ni demasiados signos orgánicos como en la psicopatía secundaria, pero debido a que su conducta es inintencional muestran un déficit en la apreciación secundaria. Los psicópatas primarios, a diferencia de los secundarios, son extremadamente sensibles al stress del aburrimiento, y para eludir ésto se implican en conductas patológicas de búsqueda de sensaciones

Por último hay un conjunto de individuos que integran la amplia clase de los "sociópatas" que no son psicópatas ni primarios ni secundarios. Estos individuos no serán especialmente sensibles al stress ni desde la amenaza ni desde el aburrimiento (los de alta ansiedad de Esterly- Neely y los altos buscadores de sensaciones(18)). Sus episodios de comportamientos psicopáticos no se desencadenan fácilmente. Por lo tanto, aunque sean criminales reincidentes, son plenamente imputables, y su lugar más adecuado es la cárcel más que una institución para enfermos mentales.

Sociobiología

Para completar esta breve reseña de los aspectos neurobiológicos de las psicopatías, quisiera agregar‚ algunas consideraciones provenientes del campo de la sociobiología.

MacMillan y Kofoed hacen notar que una de las características más salientes del psicópata es que sus rasgos principales se dan en la interacción social, lo que hace cuestionarse como se comportaría un antisocial totalmente aislado de sus semejantes (isla desierta). La naturaleza de los criterios diagnósticos hacen pensar que la "patología" es más interactiva y social, que interna. Las explicaciones internas han estado basadas en:

1- Teoría del Aprendizaje: se han basado en la evidente incapacidad del psicópata de aprender de la experiencia.

2- Formulaciones psicodinámicas: pueden reflejar los procesos mentales del paciente, pero no demuestran convincentemente cómo experiencias tempranas tan variadas pueden conducir a un trastorno altamente estereotipado.

3- Teoría de los mecanismos de defensa: Vaillant ha descrito el uso de mecanismos de defensa maladaptativos para controlar la ansiedad y la depresión, enfocando sobre los aspectos evolutivos más que en los genéticos.

4- Las neurobiológicas.

Cualquiera sea la validez de estas explicaciones, para un neurobiólogo que se hace preguntas sobre la filogenia, las cuestiones claves quedan sin respuesta; es decir, si este comportamiento está influido genéticamente y, si es así, cuáles son los procesos que mantienen esta condición en la población general.

Un enfoque de este tipo tiene que preguntarse cuáles son las ventajas adaptativas de esta conducta; y esto nos conduciría a un enfoque sociobiológico de la cuestión. En éste, en lugar de ver a este tipo de personalidad como maladaptativo, se lo ve como el final de un continuo de estrategias adaptativas para maximizar el éxito reproductivo. Se supone una influencia genética para la predisposición a ciertas conducta. Se ha analizado las manera como los genes pueden influir los contenidos mentales.

Lumsden y Wilson ven las influencias genéticas como coacciones observables en numerosos niveles del funcionamiento neuropsicológico. Los mecanismos sensoriales, con su sensitividad variable a diferentes estímulos (por ejemplo, detección de movimientos versus detección de límites a los mismos) fueron desarrollados a través de un proceso de selección, que apuntaba a la supervivencia dentro de ambientes competitivos. Estudios efectuados sobre la adquisición del lenguaje y la discriminación visual temprana indican que, mientras que el proceso cognitivo tiene un gran monto de plasticidad, opera dentro de límites neurofisiológicos preprogramados. Estos límites parecen ser tendencias a actuar ciertos comportamientos.

Al estudiar las predisposiciones genéticas para las conductas, el sociobiólogo ve al gen, más que a los individuos o a las especies, como la unidad de la selección natural. El individuo mejor adaptado es el que transporta la mayor parte de sus genes exitosos a la próxima generación.

Las estrategias generales de supervivencia giran en torno a dos temas:

a) Aumentando las probabilidades de supervivencia de crías y parientes invirtiendo energía en conseguir alimento, abrigo y protección, y por lo tanto disminuyendo la dedicada al cortejo y copulación y de este modo, limitando el número de crías y por consiguiente, de parientes.

b) Aumentando el número de crías (y de parientes) al dedicar mayor tiempo al cortejo y la copulación con parejas múltiples, y disminuyendo por consiguiente el tiempo y energía destinado a la protección y cuidado de las crías y de los parientes, limitando así su supervivencia.

MacMillan y Kofoed sostienen que el antisocial se inclina -por razones genéticas- a la estrategia (B) y lo fundamentan de esta manera.

En primer lugar, citan los trabajos de W.D. Hamilton sobre el comportamiento altruista de las aves, el cual denomina "adaptación inclusiva" para definir su función evolutiva. Esto incluye no sólo el material genético individual, sino también el que cada animal tiene con sus congéneres. Visto de esta manera, un ave puede actuar altruísticamente sin incurrir en un error evolutivo. Dicho de otra manera, un individuo puede tener más chance de transmitir sus genes a la siguiente generación si corre riesgos para salvar la vida de un semejante. Por ejemplo, si dos hermanos comparten el 50% del material genético, salvar al hermano salva ese 50%. La adaptación inclusiva aumenta, a pesar de su costo, la supervivencia y esta conducta, por consiguiente, es seleccionada. Si un ave emite graznidos de advertencia ante un peligro, aumenta ligeramente su riesgo, pero aumenta considerablemente la seguridad de muchos otros con los que tiene genes en común. Las familias pueden ser vistas como entramados de ligaduras de adaptación inclusiva que se vuelven más débiles cuanto más se adelgazan sus lazos.

Dentro de esta trama de ligaduras de adaptación inclusiva, hay diferencias sustanciales entre machos y hembras en la manera como distribuyen sus energías. Las hembras la dedican mayoritariamente a la gestación y crianza, intentando además inducir a los machos a hacerlo, como una extensión de su propia estrategia. La elección de las hembras a través de rituales de seducción ha sido vista como una forma de verificar la probabilidad de que éstas consigan ese último objetivo de sus machos.

Estos, a su vez, tienen poca dedicación a las crías, salvo en el momento de la concepción. Pierden poco abandonando a las hembras y sus crías. Aunque este abandono puede disminuir las posibilidades de supervivencia de las crías, el macho puede equilibrar esto dedicando su energía a reproducirse más aún con otras hembras. Esta falta de adherencia a las crías después de la concepción abre la puerta a múltiples estrategias. Pueden invertir tiempo y energía en la siguiente generación, criando a sus hijos y apoyando otras familias extensas, a través de la adaptación inclusiva si esto es conveniente. Sin embargo, pueden hacer lo opuesto, como se dijo más arriba. Esta última estrategia no está disponible de la misma manera para las hembras, y hacer pareja con machos de este último tipo puede ser desventajoso para ellas.

Dentro de los sistemas donde los machos pueden aparear a muchas hembras, se desarrollan jerarquías de dominancia para controlar el acceso a las mismas. La energía invertida en los conflictos resultantes no está disponible para copular ni criar. En tales situaciones, los machos tienen varias estrategias reproductivas determinadas por tres factores:

a) Capacidad para competir en el establecimiento de las jerarquías.

b) Capacidad para elegir a la hembra.

c) Habilidad para "estafar".

La elección de la hembra es el punto de control en todo el sistema reproductivo. La hembra tiene la posibilidad de evaluar a través de los rituales de cortejo las posibilidades del macho para seguir cuidando a las crías, así como su poder a través de su lugar en la jerarquía. Estas condiciones pueden ser simuladas por el macho, quien adopta aquí la actitud de "estafa".

Goodwin y Guze, al caracterizar a la personalidad antisocial, describen "una manera seductora con falta de culpa y remordimiento", "experiencias sexuales más tempranas", "más probabilidad de ser promiscuo", tanto como "matrimonios precoces… marcados por la infidelidad y el divorcio". Esto parecería ser muy exacta descripción de las acciones y autopresentaciones de los individuos que simulan un status.

Si el trastorno de hecho describe un punto de un continuo de estrategias reproductivas (continuo en el que muchos machos exhiben estrategias combinadas), entonces uno podría esperar encontrar un espectro gradual de estrategias comportamentales que incluye a personas que manifiestan formas menos severas de personalidad antisocial. Algunos no entran en los criterios del DSM-IV, pero tienen no obstante problemas sociales, legales o de abuso de substancias similares.

La teoría sociobiológica predice que el comportamiento "estafador", y por lo tanto los síntomas sociopáticos, deberían ocurrir en el período reproductivo (por lo tanto desvalorizando las crías nuevas y valorando las futuras), y disminuir con la edad avanzada (cuando la capacidad para competir es baja).

Devore demostró que, en una sociedad animal jerárquica, los baboones savanah comienzan a menudo su carrera reproductiva mediante cópulas tramposas, montados sobre el lomo de los machos dominantes.

Robins encontró que el 82% de los chicos diagnosticados como antisociales desarrollaron sus síntomas antes de cumplir los 14 años, y Yochelson y Samedow describieron criminales en sus poblaciones como "profundamente involucrados en actividades sexuales a una edad muy temprana". Inversamente, a medida que aumenta la edad el interés por las crías actuales debería incrementarse, convirtiéndose de "estafador" en "criador".

La disminución de la severidad de los síntomas psicopáticos con la edad ha sido demostrada en el 39% de ellos (Robins). Aun en los casos en que no remite, la frecuencia y variedad de las transgresiones legales cambian con la edad, con una disminución de los asaltos, homicidios y prostitución. La mayor parte de los psicópatas mayores son arrestados por ebriedad. La edad media de esta mejoría está en los 35 años, pero muchos mejoran después de los 46 años.

Esta disminución de la gravedad con la edad ha sido mal comprendida clínicamente, explicándola como "maduración" o "temor". Los datos empíricos son pues consistentes con la predicción de aparición temprana y disminución con la edad.

Estas teorías sugieren que la personalidad antisocial debería ser un trastorno predominantemente masculino, debido a las limitaciones biológicas que caen sobre la mujer por el embarazo. Estrategias sutilmente estafadoras son posibles entre mujeres, pero los datos actuales dan diversas mayorías a los hombres.

Una conclusión adicional sería que las mujeres deberían tener una predisposición genetica mayor que los hombres, para que se pueda expresar en síntomas, debido a que sus ventajas a través de la conducta "estafadora" son menores, por el involucramiento innato mayor con las crías. Cloninger y col. demostraron que las mujeres antisociales tienen más parientes con el mismo trastorno que su homólogos masculinos. Un estudio reciente sobre la criminalidad, que MacMillan y Kofoed suponen un epifenómeno del comportamiento "estafador", antes descrito, en la lucha por la dominancia de jerarquías en las sociedades altamente estructuradas separan los factores ambientales y genéticos para tal conducta. Este estudio encontró que la "predisposición (genética) de una mujer debe ser mayor que la de un hombre para manifestar… personalidad antisocial o criminalidad en la adultez".

Y además, los "antecedentes congénitos de criminalidad leve son cualitativamente los mismos independientemente del sexo", pero "la mujer criminal tiene más padres biológicos con criminalidad menor que sus contrapartidas masculinas". Parece que verdaderamente las mujeres requieren mayor carga genética para poder manifestar los síntomas de este trastorno.

Si la personalidad antisocial es la manifestación de una estrategia reproductiva "estafadora", los individuos con este trastorno deberían tener menos relaciones heterosexuales permanentes y una mayor tendencia a la promiscuidad que los controles y otros pacientes psiquiátricos. Los estudios muestran que las personas con personalidad antisocial tienen un 56% de promiscuidad contra el 27% que no la tienen, y el 12% de los controles. Más probablemente se divorcian (78,5 contra el 49% y 20% de los controles), han sido poco confiables y financieramente irresponsables, y han vivido con una pareja por períodos más breves que otros pacientes o los controles, lo que apoya estas predicciones.

Se esperaría que los individuos con personalidad antisocial tuviesen un nivel de adaptación reproductiva comparable a los controles si la predisposición a este trastorno estuviese en equilibrio genético en la población.

Debido a que este trastorno representa el extremo de un continuo de estrategias reproductivas y debido a que el control genético de la conducta es impreciso, uno podría predecir que dentro de las muestras de antisociales se podría encontrar un espectro entre un "estafador extremo" con pocos ejemplares, y muchos individuos con formas leves o sutiles de "estafa".

Las mediciones de éxito reproductivo son complicadas. Deberían incluir no sólo la cantidad de crías sino también mediciones de la capacidad de adaptación de la cría. De éstas, las que no producen nuevos descendientes, contribuyen poco a la adaptación inclusiva. La falta del cuidado parental puede tanto disminuir el número de crías sobrevivientes o disminuir su adaptación debido a la falta de cuidados en su desarrollo.

El equilibrio de estos factores se ilustra en la figura de esta página. Este gráfico muestra la interacción de la cantidad y adaptación a la crianza, que conduce a una red de éxito reproductivo, y predice un continuo de comportamiento antisocial que va desde "estafadores" exitosos sutiles con muchas crías a estafadores obviamente fracasados con pocos hijos.

edu.red

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