Los rostros de la lucha contra la discriminación (página 3)
Enviado por Yunior Andrés Castillo Silverio
Y prueba de este principio fue la contratación de Diego para el puesto de Responsable de Administración y su posterior promoción en tan sólo dos años al cargo de Director Gerente de la compañía. Hoy desempeña su labor con el convencimiento de que tiene mucho que aportar a Ferretería Mateo, y sabe que su caso ejemplifica el compromiso de la empresa con la integración laboral de las personas con discapacidad. Este hecho le hace ser aún más exigente con su trabajo, puesto que siente que de alguna manera ha de probar que la política de la compañía es muy positiva no sólo de cara a los trabajadores con discapacidad, sino también en lo que tiene que ver con el propio rendimiento empresarial.
En el futuro, Ferretería Mateo tiene previsto seguir avanzando por la misma senda que hasta ahora. Una empresa familiar que ofrece un trato cercano a sus clientes y que aspira a generar un clima de proximidad y de confianza entre su equipo humano. Una compañía comprometida con la inserción laboral de personas que tienen un hueco muy estrecho en el mercado de trabajo actual, a pesar de que este hueco se ensancha significativamente cada vez que historias como la de esta ferretería salen a la luz. La contratación de personas con discapacidad sigue su curso, y el reto actual es el de encontrar una persona con discapacidad intelectual cuyo perfil se pueda ajustar a las necesidades de la empresa.
Las trayectorias de la familia Mateo y de Diego López han dejado dos surcos en la arena con trazos muy similares. Ambas han avanzado despacio pero con firmeza hacia sus objetivos, y lo han hecho desde el convencimiento de que su apuesta merecía la pena, sin grandes aspavientos ni celebraciones innecesarias. Paso a paso, consolidando las apuestas. Por eso no es de extrañar que hoy, desde un despacho de la última planta de la ferretería, también se lean los labios.
PROYECTOS DE AUTOEMPLEO EMPRENDIDOS POR PERSONAS CON DISCAPACIDAD
SANTIAGO SOTO
Ser y seguir siendo, ésa es la cuestión
El Parque Natural del Montnegre se ubica entre el Montseny y las playas del Maresme, y llamar selva a sus masas forestales no parece una exageración. Caminando por los frondosos castañares del Montnegre en otoño, arropados por los colores tostados de los robles y el verdor eterno de los alcornoques, la sensación puede llegar a ser muy parecida a la de perderse en una verdadera jungla vegetal.
Es en este espacio privilegiado donde se ubica El Vergel de las Hadas, una Escuela Abierta de Naturaleza emplazada en la masía El Molinot, en Fogars de la Selva, Barcelona. Verdadero jardín de biodiversidad, el Vergel de las Hadas cuenta con espacios de elevado interés botánico, como su colección de doscientas variedades de tomate, las más de cien plantas aromáticas catalogadas, la zona de plantas acuáticas depuradoras y los cerca de cincuenta tipos de hortalizas y flores que conviven en sus huertos. Además, en su Escuela se realizan múltiples cursos y talleres, abordando temas como la horticultura biointensiva, la cocina ovo-lácteo vegetariana, el cuidado de plantas aromáticas, la manutención de un huerto ecológico, la apicultura solar o la bioconstrucción con criterios de sostenibilidad ambiental.
Y allí, entre el aroma de la albahaca fresca y el sonido relajante de un riachuelo cristalino, Santiago Soto ha encontrado su paraíso particular. Desde hace unos años se ha embarcado plenamente en el proyecto del Vergel de las Hadas, una iniciativa emprendedora que le ha costado mucho esfuerzo sacar adelante y que ahora le ocupa la mayor parte de sus horas. Pero poco importa todo esto comparado con la satisfacción de poder dedicarse de forma activa y plena a la difusión de las bondades de la vida en comunión con la naturaleza. Más aún cuando el camino recorrido hasta llegar a la masía El Molinot ha sido tan difícil y sinuoso.
Santiago Soto nació en una familia de agricultores. Cursó el primer ciclo del bachillerato con notas sobresalientes, y nada más completar los estudios obligatorios ingresó en la Escuela de Agricultura de Caldes de Montbuí, graduándose como Jefe de Explotación con el número uno de su promoción. Al poco, comenzó a trabajar con su padre en la empresa agrícola familiar, dedicándose a la producción de frutas y verduras y poniendo en práctica los conocimientos adquiridos en sus años de formación. Todo parecía empezar a estar encaminado.
Pero a los 18 años se apagó la luz. O, por lo menos, lo hizo durante los cinco minutos que Santiago sufrió un paro cardíaco, y la penumbra se extendió a los 20 días que permaneció en coma profundo. El accidente de moto, además de gravemente herido, le tuvo más de tres meses en el hospital, periodo en el que se apoyó enormemente en el cariño y el apoyo constantes que recibió por parte de sus amigos y de sus familiares, que "superaron la estupefacción inicial y se volcaron en estar cerca y hacer notar su compañía".
La recuperación postraumática se prolongó durante cerca de tres años largos y difíciles, en los que Santiago tuvo que esforzarse en recuperar la movilidad y luchar por volver a andar. Hoy tiene una rotura de ligamentos y de vasos sanguíneos en todo el frontal de la pierna derecha, desde la rodilla hasta los dedos del pie, y la cicatrización fue tan mala que ha perdido buena parte de la piel de la zona afectada; además, padece una importante desviación en la columna y en la cadera como consecuencia de no poder andar correctamente, lo que restringe aún más su capacidad de desplazamiento.
Después de su periodo de rehabilitación, los médicos aconsejaron a Santiago abandonar la agricultura y buscar otro tipo de profesión más acorde con su nueva situación de discapacidad. Pero él se negó en rotundo y continuó con su desempeño laboral, compaginando la producción de hortalizas con diferentes etapas de formación. Así, con 20 años se matriculó en estudios de Empresariales Agrícolas a distancia en el INEA de Valladolid, y aunque no completó el curso sí pudo seguir consolidando su formación en este ámbito. Además, también realizó un Master en Agricultura Biológica para profundizar sus conocimientos acerca de esta materia, ya que una Cooperativa barcelonesa, Vida Sana, le encargó que se ocupara de la producción de verdura biológica.
A pesar de sus esfuerzos por recuperar su vida anterior al accidente, Santiago se adentraba inexorablemente en una profunda crisis. Sus problemas físicos le impedían desarrollar su trabajo de agricultor con normalidad, ya que apenas podía aguantar unas horas en pie sin comenzar a sufrir agudos dolores. Pese a ello, él se negaba a ver la realidad, y esta obcecación se transformó en una difícil sensación de inutilidad; su frustración profesional comenzó incluso a empañar sus relaciones personales y familiares. Quienes hasta hace poco tiempo habían permanecido a su lado en el hospital empezaron a alejarse de su vida, e incluso con su padre, que nunca terminó de asumir el accidente y sus consecuencias, se produjo un evidente distanciamiento. La gota que colmó el vaso fue la muerte de su madre poco tiempo después, lo que terminó por sumir a Santiago en una fuerte depresión.
Aquí comenzaron sin duda los años más duros. La merma de sus capacidades laborales como consecuencia de la discapacidad sobrevenida supuso un golpe demasiado difícil de asimilar, y el modelo de vida que empezaba a vislumbrarse se derrumbó como un castillo de naipes. Santiago se sintió impedido, solo y absolutamente desmotivado, y no supo encontrar elementos en los que apoyarse para volver a ver la luz. A los 22 años contrajo matrimonio, y su mujer le brindó un apoyo muy importante durante nueve años. Pero al final, "al estar la economía muy resentida porque el trabajo agrícola no funcionaba y la tozudez impedía buscar otras cosas", Santiago acabó separándose de su compañera, "con la consiguiente –y ya repetida- crisis psicológica". De nuevo las dudas en torno al ser, otra vez la fatiga acerca del seguir siendo.
Sin embargo, Santiago logró salir del estado de penumbra. Consiguió correr la cortina que le impedía ver la luz y fue capaz de distinguir en el horizonte las miles de gamas de verde que decoran los bosques de su tierra, de percibir el aroma intenso de los árboles frutales, de maravillarse con el vuelo de las aves migratorias que recorren la geografía terrestre como si quisieran verificar todas y cada una de las esquinas del aire.
Un importante cambio de mentalidad tuvo lugar. La obcecación había llevado a Santiago a pretender ser capaz de desarrollar la misma actividad que venía ocupando su tiempo antes del accidente, pero la realidad acabó por confirmarle lo que todo el mundo menos él sabía: el trabajo agrícola se había terminado. De forma paulatina, Santiago comenzó a asumir este hecho y empezó a reconducir su trayectoria personal y profesional. Empezó a trabajar en la Escuela-Taller "Granja Soldevilla" como monitor de agricultura biológica y como coordinador del módulo de medio ambiente.
En los años siguientes, aún compaginando estas tareas con la agricultura, pasó por tres Escuelas-Taller más, realizando cursos variados en torno a este tipo de temáticas. Poco a poco empezó a labrarse un currículum como ponente experto en agricultura biológica, y su creciente satisfacción con esta nueva ocupación comenzó a ser directamente proporcional al sufrimiento físico que le generaba el trabajo en el campo que seguía desempeñando. Por este motivo, la decisión acabó finalmente por llegar: había que reconvertir a un prometedor capataz agrícola en un formador y docente experimentado. El necesario punto de inflexión.
De este modo, Santiago comenzó a dedicarse de lleno al conocimiento, a la práctica y a la divulgación de la agricultura biológica. La realización de pequeños cursos y talleres suponía para él una enorme comodidad de cara a su discapacidad, puesto que el desgaste físico de la nueva actividad era mucho menor que el derivado del trabajo en el campo. Sus ingresos mejoraron, a la par que su autoestima y su confianza en sí mismo. Comenzó a recuperar buena parte de los lazos sociales que durante tanto tiempo se habían desgastado, y esta reconstrucción a nivel personal culminó con su segundo matrimonio al superar la treintena.
Fruto de este enlace, Santiago tiene una pareja y tres hijos de 10, de 8 y de 7 años que le han "ayudado y estimulado de una manera tan intensa" que se siente, "después de tantas peripecias en la vida, útil y necesario para los demás". Ha encontrado su verdadera vocación, una pasión vital, intelectual y profesional que le ha hecho recuperar la ilusión por trabajar. "La vida en el campo, rodeado de la naturaleza; el trabajo con las plantas, la realización de un huerto para comer verduras de calidad; enseñar y compartir los conocimientos adquiridos para que puedan ayudar a los demás a encontrar un camino saludable", todos éstos son los nuevos motivos que están empujando a Santiago a marchar firmemente hacia delante. Hacia la luz, después de tantos años de penumbra.
Y eso que el camino no está siendo fácil. Su edad, la especialización tan concreta de sus conocimientos y aptitudes, la dificultad compartida con el resto de miembros de su generación para comenzar un aprendizaje intensivo de las nuevas tecnologías y la inestabilidad de su situación económica, herencia de las peores épocas de su vida, son obstáculos que no dejan de interponerse en el camino de Santiago; eso además de que su ubicación en el mercado laboral es complicada por carecer de estudios superiores. Con todo, la iniciativa de autoempleo emprendida por Santiago tiene el valor de enfrentar de cara todos estos inconvenientes a través de una apuesta por llevar a cabo una actividad profesional que entronque de lleno con inquietudes vitales.
En su periplo particular, Santiago ha sentido cierta falta de apoyo institucional hacia las personas con discapacidad que apuestan por su integración en el mercado laboral ordinario. Es cierto que se ha beneficiado de ayudas económicas que, entre otras cosas, le han permitido emprender esta última iniciativa, pero no ha percibido excesivas facilidades para desarrollar sus capacidades y sus aptitudes, y si al final ha encontrado su rumbo ha sido por un cúmulo de decisiones personales que poco o nada han tenido que ver con un contexto de protección y promoción de las personas con discapacidad. En "una sociedad más justa y equilibrada, en la que todos tuviéramos las necesidades básicas cubiertas, sería fundamental que todos pudiéramos aportar nuestro grano de arena, más allá de que nuestras discapacidades nos impidan desempeñar actividades similares; podemos ser ciegos, sordos o impedidos, pero somos personas con derecho a vivir en este planeta de forma plena".
La historia de Santiago es la de la superación personal a partir de la toma de conciencia de las posibilidades y las capacidades de uno mismo. Tiene que ver con la aceptación de una situación sobrevenida que altera profundamente la realidad, pero está también muy relacionada con la capacidad de las personas para reconducir sus destinos y modelar sus apuestas de futuro. Es una historia difícil, salpicada de sufrimiento y de momentos de desesperación, pero también es una historia que invita al optimismo, que pone de relieve al valor de la pelea contra uno mismo.
El accidente de moto transformó a un agricultor en un formador. A una persona de actividad física y de trabajo sobre el terreno en otra centrada en el estudio y la exposición. A un hombre de acción en un hombre de reflexión. Sin embargo, esta metamorfosis posibilitó que pudiera recuperar el placer de trabajar, de progresar, de avanzar. El placer inconmensurable de vivir.
Hizo posible que Santiago combinara una aceptación de su nuevo ser con una voluntad de construir su seguir siendo. Y ésa es sin duda la cuestión.
MARÍA GRACIA AYBAR
Erin Brockovich entre vestidos de color blanco
La novia muestra orgullosa su traje. Su madre contiene a duras penas las lágrimas mientras contempla a su pequeña luciendo el que será su vestido de boda. Se imagina la ceremonia repleta de familiares y amigos que disfrutarán, no sin cierta envidia, de cada uno de los detalles que ella lleva meses y meses preparando, y recrea el instante en el que el tiempo se detendrá materializando la recompensa por tanto esfuerzo invertido: al abrirse los enormes portones de madera de la iglesia, la silueta de su niña avanzando despacio en contraluz compondrá la imagen más perfecta que habrá visto en toda su vida. ¡Cómo no se va a emocionar imaginando el momento con el que lleva soñando toda su vida!…
Mientras tanto, María Gracia contempla divertida la escena. No es la primera madre que llora en su tienda, y siempre es mejor un llanto emocionado que las también típicas discusiones de última hora acerca de la conveniencia de un escote más o menos atrevido. En todo caso, todas son historias que llenan de vida y de humanidad el negocio de moda nupcial que María Gracia regenta desde principios de 2005 en Puertollano, provincia de Ciudad Real.
A pesar de que la tienda "Seda y Organza Novias" comenzó su andadura en febrero, la idea de emprender un proyecto de estas características se comenzó a madurar en septiembre de 2004. Como sucede muchas veces en este tipo de iniciativas, fueron varios los elementos que se juntaron para hacer realidad este proyecto: oportunidad, motivación, experiencia, impulso,…
En efecto, María Gracia llevaba mucho tiempo barajando la posibilidad de emprender un negocio en su ciudad, en el que pudiese sentirse cómoda y que de alguna forma le garantizara cierta estabilidad durante un periodo razonablemente amplio. En un punto de su reflexión, detectó junto a una amiga un importante hueco de mercado en el mundo de los trajes de novia y de los complementos nupciales, ya que en Puertollano nunca ha habido ninguna tienda especializada en este tipo de artículos. De este modo, aprovechando la decisión y el impulso de María Gracia y la dilatada experiencia de más de 27 años en el sector de su amiga, se decidieron a dar el paso y juntas crearon Seda y Organza. Hay son tres las mujeres en nómina de la empresa: María Gracia se encarga de la gerencia general del negocio, su amiga se ocupa de todo lo relacionado con los trajes y los complementos y además cuenta con una ayudante para realizar sus tareas.
La tienda de María Gracia, un local espectacular ubicado en una de las zonas más comerciales de Puertollano, ofrece un servicio integral y garantiza una atención personalizada: la novia puede elegir su vestido a partir de un catálogo amplísimo, se lo puede probar en la tienda para hacer los ajustes y las mejoras que considere conveniente, puede desfilarlo con garbo ante su familia en una pequeña pasarela habilitada ad hoc en el propio local, puede seleccionar cuantos complementos vaya a necesitar,… María Gracia está muy satisfecha con la buena acogida que ha tenido la iniciativa, porque ya son muchas las personas que la han felicitado directamente por la calidad de los productos con los que trabajan y por la amabilidad y la profesionalidad en el trato. De momento está aún en fase de consolidación de su apuesta, pero si todo marcha según lo previsto, Seda y Organza se convertirá en un proyecto empresarial de futuro con un anclaje sólido en la ciudad de Puertollano. Y esto desde luego es un triunfo para una mujer cuya trayectoria vital y profesional no ha sido en modo alguno fácil.
María Gracia se marchó a Valencia a cursar estudios de Ciencias Empresariales, pero regresó a su tierra sin haber terminado la Licenciatura. Sin embargo, no fueron problemas académicos los que impidieron que pudiera completar sus estudios. En el último año de carrera, con unas pocas asignaturas pendientes para poder obtener el título, María Gracia sufrió un accidente que con toda probabilidad le ha cambiado la vida. Cambiándose las lentillas, el bote del líquido especial en el que éstas se conservan, defectuoso, le estalló en la cara al manipularlo, lo que le provocó la pérdida inmediata de toda la visión en un ojo.
Esto supuso un golpe muy importante para María Gracia y para su entorno. Los meses posteriores al accidente los pasó en Barcelona, ciudad en la que visitó diversos centros médicos para tratar de minimizar el impacto de la pérdida visual y para iniciar su proceso de recuperación y de adaptación a la nueva situación. Por supuesto, abandonó la carrera en Valencia y dejó todos sus asuntos pendientes en aquella ciudad. Su vida acababa de dar un giro inesperado. Fue una época dura que María Gracia recuerda con dolor y cierta angustia, aunque precisamente en ese contexto fue en el que surgieron sus tremendas ganas de luchar.
María Gracia comenzó a investigar acerca de la marca de líquido para lentillas que le había causado la discapacidad. Preguntó en muchas farmacias y descubrió que en otros puntos se habían registrado casos similares al suyo, aunque no con un desenlace tan trágico. A partir de estas averiguaciones, concluyó que su accidente no se había debido a un bote lamentablemente defectuoso, sino que cabía pensar que la empresa que los fabricaba y distribuía había incurrido en un comportamiento temerario al no retirarlos del mercado después de conocer que varios estaban poniendo en riesgo la salud de sus usuarios. Así pues, María Gracia se armó de valor y se decidió a emprender un proceso legal contra esta compañía. Sin embargo, tuvo la mala fortuna de topar con una gran multinacional del mercado farmacéutico.
La empresa no quiso reconocer la responsabilidad que María Gracia le atribuía, por lo que se negaba a concederle la indemnización que ella solicitaba. Parecía imposible que María Gracia pudiera seguir adelante con el caso, e incluso desde su entorno le aconsejaban que cejara en el intento y se centrara en reconstruir su vida.
David contra Goliat. Una humilde Erin Brockovich de Puertollano dispuesta a enfrentarse a un gigante farmacéutico para reclamar lo que le correspondía, que no era otra cosa que una indemnización y una declaración de responsabilidad. Tan sencillo y a la vez tan costoso como eso. En las primeras semanas casi nadie quiso acompañarla en su periplo judicial, o le pedían cantidades desorbitadas de dinero por realizar su defensa; en la mayor parte de los despachos le aseguraban que no había nada que hacer, que existían precedentes similares y que al final el poder de las multinacionales acababa imponiéndose a las reclamaciones ciudadanas. Pero María Gracia no desistió, y al final fue a parar con alguien que sí creyó en la justicia de su reclamación y en sus posibilidades de éxito. Una joven letrada recién licenciada aceptó el caso y llegó a un acuerdo económico muy sencillo con su cliente: no cobraría nada durante la duración del litigio, pero si ganaban y conseguían la indemnización, una parte de la misma le correspondería en concepto de honorarios.
Mientras tanto, la vida de María Gracia seguía imparable su curso. Después del accidente cayó en depresiones frecuentes y decidió volver definitivamente a su ciudad natal. Allí encontró el sostén de sus padres, que además de apoyarla en su recuperación anímica le propusieron la posibilidad de comenzar un negocio en el sector en el que ellos trabajaban, la hostelería. Así pues, María Gracia se lanzó y montó un Mesón al frente del cual estuvo más de un año. La apuesta le salió bien y fue una temporada de relativa tranquilidad. Sin embargo, en cuanto tuvo la oportunidad de traspasar el negocio en condiciones ventajosas no se lo pensó dos veces y lo hizo, con lo que empezó a generar cierto ahorro de cara a futuros proyectos profesionales.
En esta época, además, se casó y tuvo su primer hijo, con lo que se estabilizó definitivamente en el plano anímico y afectivo. En lo que tiene que ver con su vida laboral, entró por primera vez en contacto con Fundosa Social Consulting para formar parte de su bolsa de empleo, y por esta vía accedió a una empresa que funcionaba como Centro Especial de Empleo. Allí pasó seis meses trabajando, y después de un primer despido fue la propia compañía la que volvió a contactar con ella para requerir sus servicios de nuevo. En esta segunda etapa, María Gracia llegó a estar algo más de tres años trabajando en dicha empresa.
La experiencia resultó ser muy positiva en términos globales, y el único gran inconveniente de la misma era que no estaba ubicada en Puertollano, sino en la propia Ciudad Real, por lo que con el tiempo los desplazamientos diarios empezaron a ser cada vez más insostenibles. María Gracia tuvo su segundo hijo y deseaba poder pasar más tiempo junto a su familia y no tener que perder muchas horas al día en largos y cansados desplazamientos, por lo que decidió volver a Puertollano a probar suerte en su ciudad.
Pero la cosa resultó enormemente complicada: buscó trabajo en asociaciones y fundaciones, intentó opositar para trabajar en el Ayuntamiento, rastreó posibles empleos ajustados a su perfil en la empresa privada, pero todo fue en vano. No pudo encontrar nada, y de nuevo se vio echándose "la manta a la cabeza". Hasta que los trajes de novia se cruzaron en su camino.
Al hacer una valoración de su relación con el mercado de trabajo, Maria Gracia concluye con determinación que se ha topado con más barreras por ser mujer y madre que por tener una discapacidad. La justificación de "es que tienes dos hijos y eso te va a hacer faltar mucho al trabajo" la tiene mucho más presente que la de "por tu discapacidad no vas a rendir lo que esperamos de una trabajadora". En todo caso, María Gracia reconoce que este hecho puede tener que ver con que su discapacidad sea poco severa, por lo que ni se nota excesivamente de cara al exterior ni le impide realizar todo tipo de tareas con perfecta normalidad.
En su tienda de moda nupcial nunca ha recibido rechazo de clientes o de proveedores por su condición de persona con discapacidad, pero sí por el hecho de ser mujer. El summum llegó cuando tuvo que ir a la notaría a firmar el préstamo para comenzar el negocio y le preguntaron por qué no acudía su marido a la firma. Parece ser que, a pesar de que el sector de los trajes y complementos de novia está claramente dominado por mujeres, la expectativa es la de encontrarse con un hombre al frente del negocio. Por eso cuando María Gracia se presenta como la máxima responsable de la tienda se desatan los recelos.
Al final, todo esto conduce a una reflexión muy dura: las mujeres con discapacidad están expuestas a una doble discriminación que mina aún más sus posibilidades de acceder al mercado de trabajo y de conquistar su integración social plena. A la discriminación que aún hoy sufren como mujeres se unen las barreras que encuentran habitualmente las personas con discapacidad: rechazo, desconocimiento, desconfianza. Todos estos elementos dibujan un cuadro que debería llamar la atención sobre lo vital que resulta acompañar a las mujeres que tienen discapacidad en sus procesos de inserción laboral, ya sea en empresas ordinarias, en la administración pública o, como es el caso de María Gracia, a través de iniciativas de autoempleo.
María Gracia ha tenido más dificultades para hacerse un hueco en el mercado de trabajo (y las sigue teniendo) debido a su condición de mujer y de madre, pero eso no le impide ser consciente de las dificultades a las que se enfrentan cada día las personas con discapacidad que se encuentran fuera del mundo laboral. Además de que las minusvalías "afectan psicológicamente de forma muy negativa, si encima no se tiene trabajo se depende de terceros y eso termina por hundir a las personas". Así, si el empleo tiene un papel fundamental para todas las personas, pues es la vía para la autonomía y la independencia, esto se agudiza en el caso de las personas con discapacidad, puesto que aquí también se incorpora un elemento de autorrealización, de superación de obstáculos, de conquista a base de esfuerzo y tesón.
Sin embargo, por los casos que ha podido conocer en su entorno, María Gracia considera que el mercado al que acceden las personas con discapacidad está muy precarizado. Y lo está en términos salariales y en términos de condiciones laborales, pero también lo está en una vertiente que tiene no poca importancia: su reconocimiento. María Gracia tiene la sensación de que muchas veces se contrata a personas con discapacidad "para hacer bulto", para limpiar la conciencia o para demostrar que la empresa contratante tiene cierta sensibilidad social. Pero al final las personas con discapacidad no quieren que su empleo sea una limosna, un acto de caridad o un maquillaje frente al exterior, sino que aspiran a poner en valor sus capacidades de igual manera que lo haría cualquier persona sin ningún tipo de discapacidad.
La precariedad a la que se expone este colectivo tiene mucho que ver también con el déficit formativo que presentan sus integrantes. De algún modo, las personas con discapacidad tienen que ser también conscientes de que han de prepararse a conciencia para poder integrarse en un mercado laboral cada vez más competitivo, pues su escasa formación les condena a trabajos menores y poco gratificantes.
El mercado laboral paralelo que se ha creado alrededor de las personas con discapacidad resulta muy positivo porque facilita una incorporación más sencilla e inmediata, pero tiene el efecto nocivo de crear una suerte de "ghettos de discapacidad" que insertan a estas personas en una serie de dinámicas muy concretas de las que luego es muy difícil salir. No se puede aspirar a "obtener un puesto de trabajo con la mera presentación del certificado del 33% de discapacidad". Hay que trabajárselo, "hay que hacer esfuerzos por integrarse a partir de la valía personal que se demuestre, ese es un reto para las personas con discapacidad".
Así, por ejemplo, un trabajador que haya pasado quince años desempeñando su labor en Centros Especiales de Empleo o en empresas del entorno de las organizaciones de personas con discapacidad va a tener un acceso al mercado ordinario complicado, porque las características de un ámbito y de otro son enormemente diferentes. En este sentido, María Gracia considera "que se debería tender más hacia la normalización", hacia la incorporación de personas con discapacidad en empresas ordinarias, y no tanto hacia la creación de esferas paralelas que apartan a las personas y crean condiciones especiales.
Sin embargo, María Gracia es consciente de que este tipo de centros de trabajo son necesarios dado el contexto actual, caracterizado por un empresariado "muy reticente hacia la contratación de personas con discapacidad". Sin embargo, estas reticencias por parte de los empresarios se explican por dos motivos; de un lado, "debido a los clásicos prejuicios: las personas con discapacidad no van a poder desempeñar bien su tarea, van a faltar al trabajo por ir a médicos, no se van a integrar bien con el resto de trabajadores,…".
Pero por otro lado, María Gracia considera que la resistencia del empresariado también se explica por el exceso de protección en los contratos a las personas con discapacidad. Así, por ejemplo, la obligación del contrato indefinido para acceder a las mejores subvenciones es una condición que está echando atrás a muchos empresarios que, de no tener que ser así, quizás sí se atrevería a contratar a una persona con discapacidad pero durante un tiempo de prácticas o con un contrato por obra y servicio. En resumen, hace falta luchar contra los más viejos prejuicios pero también intentar flexibilizar la política de contratación para que más empresas se animen a tener a personas con discapacidad en sus plantillas.
Al final, todas estas razones son las que han impulsado a María Gracia a decidirse a crear su propia empresa. Ella "estaba harta de mandar el curriculum a todos los sitios sin ningún éxito", y tampoco le fue mejor con las oposiciones para acceder a un puesto administrativo en el Ayuntamiento de su municipio. Por otro lado, la ayuda recibida por la Fundación ONCE para emprender su iniciativa laboral le ha resultado muy satisfactoria, por lo que se siente muy contenta con el apoyo que este tipo de organizaciones del Tercer Sector brinda a las personas con discapacidad que apuestan por entrar en el mercado laboral por la vía más costosa pero también más gratificante: la del autoempleo. Pero considera que desde la Administración Pública se tiene que hacer más esfuerzo para apoyar a las PYMES en su contratación de personas con discapacidad, porque al final son este tipo de empresas las que más esfuerzos anónimos están haciendo, a pesar de que el grueso de la atención mediática se orienta siempre hacia las grandes compañías.
Mirando hacia el futuro, María Gracia sólo se ve al frente de su tienda de vestidos de novia. Seguir con su proyecto empresarial es su objetivo en el medio plazo, porque el esfuerzo inicial y el enorme desembolso realizado exigen de una dedicación intensiva hasta que la apuesta termine por consolidarse. Pero todo va por buen camino. Lo que más anima a María Gracia es el tipo de negocio por el que está apostando. Fiel a sus principios, quiere contratar para su tienda a mujeres mayores de 35 años con cargas familiares y dificultad para conciliar su vida laboral y su vida familiar en otro tipo de empresas. María Gracia plantea jornadas muy flexibles para que sus trabajadoras (y ella misma) puedan organizar su tiempo con sus respectivas parejas de modo que su empleo no condicione su vida privada y sean capaces de combinar y de disfrutar de ambas esferas. Su meta es "conformar un plantilla que pueda gozar de una vida desahogada". Y, por supuesto, se está planteando la posibilidad de contratar a mujeres con alguna discapacidad, consciente como es de que la doble discriminación que sufren estas personas es una lacra que sólo se combate a partir del compromiso sólido de todas y de todos. Y María Gracia no quiere dejar de aportar su pequeño grano de arena.
En la película de Hollywood, la escena del juicio es la más emocionante de todas. Después de los brillantes alegatos del fiscal y del abogado defensor, después de una conmovedora declaración de Julia Roberts, después de la sucesión de testigos que van aportando pruebas durísimas e irrefutables para condenar a la multinacional responsable de la contaminación, el jurado se prepara para emitir su veredicto. La sala rebosa tensión. Lenta, ceremoniosa, la presidenta del jurado popular se levanta y, con un pequeño papel en la mano, pronuncia las palabras que hacen estallar de júbilo a todos los presentes en la sala: "culpable".
No sabemos si las cosas se desarrollaron de la misma forma en el último tribunal al que María Gracia tuvo que acudir en su batalla particular contra un gigante farmacéutico. Sin embargo, sí estamos seguros de una cosa: después de 9 largos y costosos años de litigio, la declaración de culpabilidad de la empresa fabricante de los botes de líquido para lentillas que le causó la discapacidad a María Gracia también hizo estallar de júbilo a las pocas personas que creyeron en las posibilidades del tándem formado por ella y su joven abogada. Las lágrimas, los abrazos emocionados entre cliente y letrado o los gestos de resignación en las caras del plantel de abogados de la multinacional son recursos dramáticos que preferimos reservar para la superproducción norteamericana. Pero la inmensa satisfacción por el éxito de una lucha personal contra viento y marea sí es una realidad que sabemos muy cercana.
En Puertollano, provincia de Ciudad Real, Erin Brockovich sonríe contemplando la enésima pelea familiar que se desarrolla en su tienda con motivo de un traje de novia peligrosamente corto.
FERNANDO GONZÁLEZ
Emprender para dignificar el trabajo de las personas con discapacidad
Fernando González se ajusta a la imagen clásica de la persona emprendedora: una trayectoria laboral amplia y variada, una visión crítica del mercado de trabajo actual, una inquietud permanente, un deseo de independencia, la voluntad de materializar cada proyecto que pasa por su cabeza. Hoy Fernando está al frente de la cooperativa ASMIN, ubicada en Avilés, que ofrece servicios integrales de limpieza que van desde el mantenimiento de oficinas e instalaciones diversas -naves industriales, cristaleras, obras de construcción– hasta la limpieza por sistema colgante de monumentos, de fachadas o de vidrieras.
Formalmente, sus responsabilidades pasan por la labor comercial, aunque de facto, como sucede en buena parte de las PYMES españolas, se dedica a prácticamente todas las áreas de actividad de la empresa: a veces es administrativo, otras es jefe de recursos humanos, e incluso se calza el mono de faena y se pone a limpiar si algún día falta personal para dar un servicio satisfactorio. Así es Fernando González: el emprendedor medio de una pequeña empresa de nuestro país.
O no. A lo mejor no se ajusta de forma tan exacta al prototipo. Fernando González tiene una lesión aguda en la cadera que hace que su pierna cada vez pueda soportar menos esfuerzo. Cada día que pasa su extremidad se resiente un poco más, y asiste impotente a su propio debilitamiento físico; lo que hace unos meses era capaz de hacer sin problemas hoy se convierte en un reto a afrontar con esfuerzo y tesón. Desde los nueve años de edad la enfermedad empeora, pero esto no ha sido suficiente para detenerle. No a Fernando.
El 17 de marzo de 2004 se constituyó la empresa ASMIN, y el día 18 se formalizó como Centro Especial de Empleo. A Fernando le acompañan otros dos socios, personas con discapacidad que, como él, han apostado fuertemente por montar su propia empresa. En el momento inicial tenían dos opciones: limitarse a ser ellos los trabajadores o intentar ofrecer la posibilidad de tener un empleo a más personas con discapacidad que se encontraban desempleadas o marginadas por el mercado ordinario. Para culminar su apuesta, se decidieron por la segunda de las alternativas.
A día de hoy, la plantilla de ASMIN está formada por 17 personas, de las cuales 4 tienen contrato indefinido; en relación a las restantes, Fernando prevé que en el próximo año puedan hacer entre 3 y 5 contratos indefinidos más, puesto que la demanda es la que determina la temporalidad en la contratación que realiza su empresa. Y a lo largo del primer año de andadura, los servicios de limpieza han sido más bien esporádicos y puntuales, lo que no permite cerrar una plantilla blindando los contratos de los trabajadores.
La particularidad de ASMIN reside en que todos los trabajadores son personas con discapacidad, esto es, se trata de una iniciativa emprendida por personas discapacitadas que da trabajo exclusivamente a personas discapacitadas. En el momento actual integran la plantilla trabajadores con discapacidad visual, auditiva, psíquica y motriz, e incluso hay personas que han tenido problemas con la droga y que actualmente tienen alguna enfermedad derivada de su dependencia pasada, como seropositivos o hepatíticos.
Al tratarse de una empresa totalmente integrada por personas con discapacidad, éstas están presentes en todos y cada uno de los ámbitos de actividad de la cooperativa: la administración, el área comercial, los recursos humanos, el propio equipo de limpiadores,… Además, tal y como le sucede al propio Fernando, sus trabajadores muchas veces se ven obligados a desarrollar varias actividades dentro de ASMIN; esto es una particularidad de las pequeñas y medianas empresas, ya que mientras en las grandes "el trabajo está más estandarizado, las pequeñas han de adaptar a sus trabajadores a cada tipo de trabajo y viceversa".
Debido a la dificultad para formar una plantilla íntegramente constituida por personas con discapacidad, Fernando se dirigió a Fundosa Social Consulting buscando ayuda y orientación, recibiendo en un primer momento información muy valiosa y sirviéndose después de la bolsa de empleo de esta organización. Por otro lado, colaboran también con la Asociación Rey Pelayo de Avilés, que les propone a ciertos trabajadores con discapacidad psíquica para que desde la empresa intenten facilitar su adaptación a un puesto de trabajo en proyectos existentes.
Dada su propia naturaleza, y también debido al sector en el que opera, ASMIN cuenta con un índice de rotación muy alto. Desde el punto de vista de Fernando esto tiene que ver fundamentalmente con decisiones motivadas por las demandas del mercado, pero también tiene mucha relación con las decisiones personales de sus trabajadores. "Son ellos los que, a pesar de tener un empleo con perspectivas en la empresa, deciden marcharse o abandonar el mercado laboral". La rotación no proviene de despidos, a pesar de que es cierto que el tipo de contrato es más bien de carácter temporal. Con todo, es probable que por ASMIN hayan pasado cerca de 30 trabajadores a lo largo del primer año de andadura, lo que viene a significar que por cada trabajador que sigue en la empresa ha pasado otro que se ha marchado de la misma.
Frente a la creencia generalizada, Fernando asegura que las personas con discapacidad no faltan al trabajo más de lo que lo puede hacer un trabajador sin discapacidad. Es cierto que tienen que hacer un seguimiento médico más estricto de lo habitual, pero siempre hacen el esfuerzo de que esto no afecte a su desempeño laboral ni a su productividad.
Por otro lado, para garantizar un clima laboral cómodo y estable, en ASMIN siempre se realiza una adaptación de las tareas a realizar a las características propias de cada persona con discapacidad que va entrando en la empresa. La limpieza es un trabajo eminentemente físico, y antes de asignar un servicio específico se analiza muy bien el tipo de tareas que va a tener que desempeñar el trabajador y cuáles son sus cualidades fundamentales. Además, la maquinaria se adquiere según el certificado de aptitud de la persona que va a trabajar con ella, y las medidas de seguridad son las mismas que tendría que respetar cualquier trabajador sin discapacidad.
En términos globales, Fernando considera que el entorno de trabajo en ASMIN se caracteriza por la cordialidad y el compañerismo. Las condiciones salariales y laborales son buenas, en algunos casos muy por encima de los mínimos marcados por el convenio del sector, y el conjunto de los trabajadores participa del espíritu de superación y de calidad en el servicio que caracteriza a la empresa. Sin embargo, Fernando ha advertido en los últimos tiempos un ligero aumento en las demandas formuladas por sus trabajadores, muchas de las cuales se declara incapaz de satisfacer. "Los trabajadores se están volviendo más críticos con la empresa porque les estamos exigiendo un desempeño profesional equiparable al de un trabajador medio de cualquier otra compañía, y ellos sin embargo no están acostumbrados a esto; al ser personas con discapacidad, han pasado largas temporadas desempleados beneficiándose de ayudas, y los empleos que han tenido no han sido tan serios como el que aquí les planteamos".
Esta exigencia de profesionalidad y de cumplimiento es una constante en la visión que Fernando tiene del empleo para las personas con discapacidad. Considera que éstas no se deben conformar con trabajos que les mantengan ocupados de forma casi asistencial, pues tienen unas capacidades que el mercado tiene que valorar. Y tienen que demostrar que son perfectamente capaces de desempeñarlas a partir de su esfuerzo personal. Así, por ejemplo, cree que sus trabajadores "son muy conformistas, porque podrían llegar mucho más lejos si se lo propusieran; pero la barrera de la discapacidad que ellos mismos se autoimponen hace que no deseen ampliar sus metas profesionales, llegando incluso a eludir responsabilidades mínimas".
La pelea de Fernando es por dignificar el trabajo de las personas con discapacidad. No se trata de que desempeñen actividades menores para tenerlas ocupadas y con alguna actividad entre manos. El objetivo debe ser el de poder competir según las reglas fijadas para todos los trabajadores y todas las empresas, aspirando a ofrecer servicios de calidad apoyados en un trabajo profesional y con ambición de crecimiento y superación. Ésta es la única manera para poder conquistar una inserción laboral amplia de las personas con discapacidad que conduzca a su integración plena en la sociedad.
Fernando sabe lo importante que es poner en valor las capacidades personales de cada uno, más allá de las limitaciones que todos tenemos de alguna forma u otra. El apoyo familiar y el sostén de los círculos más cercanos son fundamentales, y en su caso le ayudaron a encarar su vida con valor y con ilusión, de modo que ha habido pocos proyectos frente a los que Fernando se ha acobardado. De hecho, a los 16 años se independizó y emprendió un periplo por Europa y el norte de África, trabajando en aquello que se iba encontrando por el camino y abriendo al máximo todos sus sentidos para aprender y enriquecerse con la experiencia.
Al final, lo que considera un error es "sentirse diferente a los demás por el hecho de tener una discapacidad; las personas sin discapacidad deberían incluso tener una actitud de indiferencia frente a la discapacidad, es decir, deberían tratar de obviar una silla de ruedas o unas muletas, para tratar a las personas con discapacidad de una forma cotidiana, integrada, no especial; a la gente se la debe tratar según lo que es y no según lo que padece". Para Fernando, en el momento que se protege o se cambia la actitud frente a una persona con discapacidad ya está ejerciendo una forma de discriminación, que a la postre termina siendo más nociva para este colectivo que aquellas otras manifestaciones en principio más agresivas y más evidentes.
Por eso le hierve la sangre cuando constata que las propias personas con discapacidad se han acostumbrado a esta situación de sobreprotección y se sienten cómodas llevando una vida y desempeñando un trabajo que no explota al máximo sus capacidades y sus potencialidades. Y tampoco puede ocultar su enfado cuando estas personas demuestran un conocimiento tan escaso de sus propios derechos ciudadanos. Fernando siempre subraya que él, antes de fundar su empresa, ya conocía de memoria el Convenio de Centros Especiales de Empleo y toda la reglamentación necesaria para desarrollar una iniciativa de este tipo. Sin embargo, sus trabajadores se muestran apenas interesados en conocer las características del Convenio que regula su situación laboral, y hacen poco por estar al tanto de las demandas que pueden formular o de las obligaciones que deben exigir. Están sumidos en un estado de pasividad y de conformismo, y esto no beneficia en absoluto a sus posibilidades reales de integrarse en un mercado laboral que cada vez es más duro y exigente.
En este contexto, la formación desempeña un papel especialmente relevante para el empoderamiento de las personas con discapacidad. La historia personal de Fernando no presenta particularidades significativas en relación a la de cualquier otra persona sin discapacidad alguna: terminó Formación Profesional en la rama de electricidad, aunque luego cursó estudios de Capacitación Agrícola con objeto de trabajar de capataz en el campo, aunque nunca llegó a desempeñar este oficio. Más tarde realizó diferentes cursos de formación ofertados por el INEM, pero ninguno especialmente dirigido a personas con discapacidad.
Sin embargo, Fernando considera que su caso sí es distinto del de la media de personas con discapacidad, pues éstas presentan de forma habitual unos niveles de formación muy bajos. Es el caso de los trabajadores que llegan a su empresa, suelen tener el graduado escolar y, en ciertos casos, algún curso realizado en Fundosa Social Consulting, pero Fernando no exige ninguna preparación en concreto porque sabe que de este modo constreñiría aún más la posibilidad de contar con personas con discapacidad en la plantilla. Por otro lado, es cierto que en el ramo de la limpieza no ha habido grandes innovaciones en el aspecto de la formación. De hecho, el propio Fernando ha pensado en repetidas ocasiones dirigirse a Fundosa Social Consulting o a COCEMFE para impartir él mismo cursos que fueran útiles a otros empresarios y trabajadores con discapacidad de su mismo sector, y es que las sesiones formativas siempre son muy positivas en todas las ramas profesionales.
A diferencia de su trayectoria formativa, que se desarrolló de forma bastante convencional, su itinerario laboral sí ha conocido más recovecos. Fernando ha tenido una relación con el trabajo larga, que arranca cuando a los 15 años comenzó a trabajar en hostelería; más tarde pasaría a al sector de la construcción, pero en cualquier caso siempre en empresas que no tenían nada que ver con el entorno de las personas con discapacidad. Muchos años después, cuando su discapacidad le fue reconocida como tal, buscó otro tipo de salidas laborales: tuvo un kiosco, estuvo en una empresa de gas, trabajó como artesano en la confección de vidrieras, realizó tareas comerciales en una empresa de seguridad y, finalmente, se arriesgo a sacar adelante su proyecto de cooperativa de servicios de limpieza.
En esta última etapa de su vida laboral, las principales dificultades las ha encontrado en la propia puesta en marcha de la iniciativa y en la contratación del personal. En relación al primero de los elementos, y tal y como le puede suceder a cualquier pequeña empresa, Fernando se ha visto en buena medida desamparado en términos de información y orientación para confeccionar su plan de negocio. Además, para que un Centro Especial de Empleo pueda optar a grandes contratos es necesaria una inversión muy importante que nadie está en condiciones de soportar los primeros años de andadura, y esto constituye una espiral que no beneficia a los Centros que inician su trayectoria y que necesitan un pequeño impulso para arrancar definitivamente. En lo que tiene que ver con la contratación de personal, el principal problema ha radicado en poder materializar la apuesta manifiesta de Fernando de contar exclusivamente con trabajadores con discapacidad en su plantilla, ya que las bolsas de empleo para este tipo de colectivos no funcionan todo lo bien que sería deseable y dar con este tipo de trabajadores se convierte en una tarea de gran complejidad.
Sin embargo, no todo han sido dificultades al poner en marcha la cooperativa. Las ayudas, por ejemplo, funcionan muy bien y constituyen un balón de oxígeno fundamental para poder llevar este tipo de iniciativas a cabo. Así, por ejemplo, la última inversión que han realizado desde ASMIN ha contado con una subvención neta que alcanza el 60% de la propia cantidad invertida, y además ha llegado en un tiempo récord de dos meses desde su solicitud.
No obstante, existen ciertas incompatibilidades entre las ayudas que pueden percibir empresas como la de Fernando. Así, por ejemplo, si se reciben subvenciones del Principado de Asturias –como es el caso de ASMIN- ya no se pueden percibir ningún otro tipo de ayudas estatales, por lo que es imprescindible estudiar concienzudamente la conveniencia de acceder a unas u otras.
Como casi todo lo que rodea el ámbito de las iniciativas empresariales emprendedoras, también las ayudas económicas podrían sufrir mejoras, pero lo cierto es que se distribuyen con bastante eficacia y su cuantía es muy relevante. Esto, no obstante, puede generar una excesiva dependencia de esta fuente de ingresos. A día de hoy, la empresa de Fernando se mantiene sin necesidad de centrarse sobre las bonificaciones salariales; las recibe, pero los salarios de sus trabajadores están cubiertos con la propia producción de la empresa, por lo que en ASMIN han conseguido que las ayudas percibidas sean un apoyo importante pero en ningún caso indispensables para que la empresa subsista. Y es que "ningún Centro Especial de Empleo debería estar realizando su labor exclusivamente dependiendo de las ayudas económicas en general, y de las bonificaciones salariales en particular".
El objetivo de las empresas como ASMIN debe ser el de intercambiar servicios de calidad por una remuneración digna y razonable dentro de los parámetros establecidos por el mercado. Por este motivo Fernando no puede dejar de volver a indignarse cuando constata que las compañías que contratan sus servicios de limpieza pretenden pagarles menos por esa labor porque saben que ASMIN es un Centro Especial de Empleo y, por lo tanto, recibe ayudas por prestaciones sociales.
Para Fernando, "las ayudas recibidas deben repercutir en mejores salarios para los trabajadores con discapacidad, y en ningún caso en una reducción del coste en la mano de obra del que se beneficien terceras empresas". Sin embargo, es práctica generalizada que los Centros Especiales de Empleo intenten bajar el precio de la hora trabajada para que las empresas les contraten, lo que constituye "un verdadero abuso, puesto que las personas con discapacidad dan un servicio de máxima calidad equiparable al de cualquier otra empresa en el mercado".
Así, tal y como describe Fernando, "si ASMIN presupuesta la hora de trabajo a 12, pero otro Centro la puede ajustar a 10 porque la diferencia se la resta al salario del trabajador, esto lleva a que la compañía contratante otorgue el contrato al mejor postor, pero al final son tanto el trabajador con discapacidad como la empresa que intenta mantener unas condiciones salariales dignas quienes salen fundamentalmente perjudicados por este hecho, mientras que la gran beneficiada es la gran empresa contratante".
Y con el trabajo de las personas con discapacidad no se debe jugar para la búsqueda de un balance un poco más abultado. No merece la pena. Porque los trabajadores con discapacidad que conoce Fernando se esfuerzan en su desempeño laboral todo lo que pueden. Para ellos, tener un empleo significa incluso más que para las personas que no tienen discapacidad y se encuentran desempleadas; para su autoestima es muy importante sentirse útil y productivo, y una persona con discapacidad que tiene empleo se siente siempre más integrada que quien carece del mismo. Un trabajo "supone independencia, disponibilidad de recursos económicos, autonomía". Y todos estos son valores que no suelen acompañar las vidas de las personas con discapacidad.
Por estos motivos Fernando quiere seguir luchando por que su Centro pueda tener una plantilla cada vez más consolidada y numerosa, pero en cualquier caso integrada por personas con discapacidad. "Soy discapacitado y deseo que mi empresa esté formada por personas con discapacidad; si algún día soy socio de una empresa mixta que no esté formada en exclusiva por personas con discapacidad, será porque me vea obligado a ello debido a las dificultades para encontrar a personas con discapacidad que quieran formar parte de mi platilla". Toda una declaración de principios.
Fernando quiere que su cooperativa se consolide y que los empleos que ha creado sean de calidad. Quiere que sus trabajadores, personas con discapacidad todos ellos, desempeñen su actividad en un marco laboral y salarial caracterizado por la profesionalidad y la seriedad. Por la dignidad. Al final, Fernando es un emprendedor más en el complejo mercado de trabajo español. O quizás no.
CONCLUSIONES
La importancia del píxel para contemplar la fotografía en su conjunto
Tal y como señalábamos en la introducción a este trabajo, son muchas las veces en las que la contemplación de una fotografía en su conjunto impide percibir los matices y variaciones que presentan cada uno de los pequeños píxeles que la componen. En comparación con la imagen total, estas unidades parecen tener una importancia marginal, pero si acercamos la lente de observación podremos descubrir como cada píxel manifiesta unas características tan específicas que se convierten en entidades singulares, diferentes, particulares. En realidades con una identidad propia.
A lo largo de las páginas precedentes no hemos pretendido hacer otra cosa que acercar el enfoque a las últimas unidades que componen el cuadro general de la lucha contra la discriminación que en España se orienta hacia las personas con discapacidad. Así, nos ha parecido interesante desmenuzar este concepto para poder centrar la mirada en las historias que, de una u otra forma, han protagonizado episodios de inserción laboral de personas pertenecientes a este colectivo. Le hemos puesto rostro a los esfuerzos por combatir la discriminación y la exclusión social, y hemos ubicado sus nombres y apellidos en una serie de trayectorias vitales que nos han ayudado a entender las vicisitudes y las complejidades de los procesos de integración. El píxel nos ha ayudado a obtener una imagen más ajustada de la fotografía en su conjunto.
Al tratarse éste de un estudio marcadamente cualitativo, no hemos pretendido en ningún momento extraer conclusiones acerca de los nueve casos analizados que pudieran ser extrapolables al conjunto de las personas con discapacidad que intentan acceder al mercado de trabajo. Nuestro objetivo ha estado siempre alejado de la obtención de una serie de resultados con significación estadística; al contrario, hemos querido dejar claro que lo que nos ha interesado ha sido profundizar en las nueve historias que hemos analizado en concreto, nunca en el marco global de las políticas de lucha contra la discriminación. En nuestra mesa de operaciones se ha tumbado el píxel, en ningún caso la fotografía.
Lo que sí podemos hacer a partir de la aproximación a las historias escogidas es intentar trazar una serie de características comunes en los itinerarios vitales y en las opiniones formuladas por las personas que han participado en este estudio. A pesar de desarrollarse en regiones distintas, de ubicarse en sectores de actividad diferentes y de haberse desarrollado de formas muy variadas, los nueve itinerarios vitales que componen este estudio sí presentan una serie de puntos de conexión que nos ha parecido significativo destacar. Estos puntos tienen que ver con los diferentes aspectos que se han abordado de forma común a lo largo de cada una de las historias analizadas, que se concretan básicamente en los que siguen: la vivencia de la discapacidad, las etapas de formación, la importancia de los núcleos más cercanos, la lucha por el empleo y la valoración de las principales barreras encontradas en el camino.
En lo que se refiere al primero de los ámbitos de análisis, las personas entrevistadas coinciden en cierta manera al narrar las características generales de su vivencia particular de la discapacidad. Por supuesto, hay innumerables factores que hacen que unos casos sean muy distintos a los otros, de entre los que destacan el grado de severidad de la discapacidad o el hecho de que ésta haya sido sobrevenida o de nacimiento. De este modo, la situación personal suele ser más complicada en los casos de discapacidades más severas que acarrean mayores impedimentos, así como en las situaciones en las que la discapacidad es sobrevenida y el individuo no está preparado para asumir su nueva condición.
Sin embargo, decíamos que sí se podían apreciar ciertas características comunes en los discursos recogidos acerca de cómo se vive cada situación particular. En efecto, las personas con las que hemos trabajado para componer el presente estudio han manifestado en la práctica totalidad de los casos un sentimiento dual frente a sus discapacidades.
De un lado, les han causado sufrimiento, desesperación, angustia; les han colocado en momentos vitales difíciles en los que han creído no poder ver la luz, y han tendido a identificar en ellas la principal barrera que les impedía acceder a una vida más estable, más estructurada, más gratificante. Sin embargo, y aunque pueda resultar paradójico, esas mismas discapacidades han supuesto en momentos vitales posteriores un acicate fundamental para encarar el futuro con valor, para intentar salir del atolladero y conquistar la vida deseada. La discapacidad ha funcionado como un resorte que ha activado el deseo de avanzar en las personas entrevistadas.
Es el caso de Santiago, hundido en un primer momento al no sentirse capaz de asumir su nueva condición, pero apostando después por recuperar la ilusión proponiéndose a sí mismo una transformación radical en su vida; o el de María José, angustiada en los largos periodos de baja laboral causados por sus dolores en la espalda, pero demostrando posteriormente que una mujer con discapacidad puede ser tan buena conductora como sus compañeros; o el de Rosa María, poniéndose constantemente a prueba frente a cualquier reto para demostrarle al mundo y a sí misma que a veces no hace falta más que una buena dosis de voluntad y coraje para asumir cualquier tipo de tarea. Todos ellos son ejemplos de la doble vivencia experimentada en torno a la discapacidad, de desasosiego en muchos momentos pero también de apuesta de superación.
En lo referente a los procesos formativos, hemos constatado cierto acuerdo a la hora de detectar en este apartado una de las principales limitaciones que presentan las personas con discapacidad en sus intentos de insertarse en el mercado laboral. Así, el nivel de formación de este colectivo suele ser bajo, por lo que corre el riesgo de acceder a empleos precarizados con unas condiciones salariales muy limitadas.
Por otro lado, resulta significativo comprobar de qué manera las personas con discapacidad realizan con frecuencia un gran número de cursos cortos y específicos acerca de temáticas muy variadas (informática, idiomas, jardinería, etc…), pero son pocas las personas las que siguen una enseñanza reglada que les conduzca a estar en posesión de un título de Formación Profesional, de Diplomatura o de Licenciatura. Este modelo de aprendizaje tan específico, que se detiene en la enseñanza obligatoria para después bifurcarse en una serie de cursos temáticos muy concretos, tiene el riesgo de colocar a las personas con discapacidad en una situación de fragilidad de cara a un mercado laboral cada vez más exigente con la demanda de titulaciones y estudios superiores. En este sentido, la espiral conformada por la baja cualificación de este colectivo y la precarización en el empleo al que se accede sólo se podrá desmontar cuando las personas con discapacidad se decidan a intensificar su apuesta por la formación y la capacitación laboral.
Otro punto de conexión entre los discursos analizados lo hemos encontrado a la hora de valorar la importancia del soporte que brindan los círculos sociales más cercanos. En este sentido, hemos de señalar lo evidente: el apoyo de familias y amigos resulta siempre gratificante, tanto para las personas con discapacidad como para aquellas que no la tienen. Sin embargo, para las primeras ha demostrado ser especialmente necesario poder contar con el colchón de los núcleos más próximos; esto tiene que ver con el hecho de que en algunas fases muy concretas de su vida, las personas con discapacidad pueden ser tendentes a experimentar un cierto aislamiento social, ya sea éste autoimpuesto o encuentre su razón de ser a partir de un rechazo más o menos generalizado. En este contexto, sentir el calor de familiares y amigos se convierte en un elemento de un valor fundamental de cara a poder rebelarse contra esta situación y lanzarse a construir nuevos lazos sociales y a recuperar aquellos que se hubieran podido perder en el camino.
Avanzando en nuestro análisis final, nos topamos con el valor de la conquista de un empleo. En este punto la coincidencia es total entre las personas entrevistadas: encontrar un trabajo resulta imprescindible de cara a la independencia, la autonomía y la autosuficiencia. El empleo es un vía fundamental, si no la más destacada, para que las personas con discapacidad puedan caminar hacia su integración social.
Partiendo de este convencimiento compartido, cada una de las trayectorias particulares que hemos analizado, como no podía ser de otra manera, ha experimentado rumbos y derivas muy diferentes. Hay quien ha intentado apostar desde el principio por un empleo de cierta calidad, quien ha ido pasando por diversos trabajos esporádicos hasta encontrar su hueco en el marcado, quien se ha visto obligado a reconducir su orientación profesional para ajustarse a las nuevas situaciones; hay quien está muy satisfecho con su situación profesional actual, quien lo está menos, quien se muestra más ambicioso en relación a las metas de futuro, quien se contenta con una mínima estabilidad laboral para centrarse en su crecimiento personal. En última instancia, cada persona ha construido la biografía laboral que ha querido (o que ha podido), pero en todos los casos el motor que ha encaminado el avance ha sido el mismo: la idea de que el trabajo es capital para que las personas con discapacidad sean dueñas de sus propias vidas.
En lo que tiene que ver con la materialización concreta de cada proceso de inserción laboral, también nos hemos acercado a una realidad muy rica y dispar. Así, hemos conocido experiencias que están resultando muy positivas en Centros Especiales de Empleo, pero también hemos sabido de otras no tan gratificantes en este mismo escenario; nos hemos acercado a las apuestas por el autoempleo y a la capacidad emprendedora de muchas personas hastiadas por las condiciones que impone el mercado de trabajo en su configuración actual; hemos analizado casos de inserción laboral en PYMES y en grandes empresas, y también nos hemos aproximado a la perspectiva de quienes se sitúan al otro lado de la barrera en los procesos de contratación.
En definitiva, hemos compuesto un crisol de experiencias que al final nos remiten a una sola conclusión posible: no hay una fórmula única e infalible para canalizar la inserción laboral de las personas con discapacidad. Todas las alternativas son perfectamente válidas, porque su éxito depende del contexto en el que se produzcan, de la motivación y el convencimiento de la persona con discapacidad que encara esta aventura y de su capacidad para hacer valer sus derechos y demostrar sus capacidades en un entorno laboral complejo y extremadamente competitivo.
Y como no podía ser de otra manera, las barreras encontradas en este entorno son muchas y muy difíciles de combatir. La más importante seguramente radica en los prejuicios que todavía hoy están firmemente anclados en la mentalidad de buena parte del empresariado de nuestro país. En base a estos apriorismos, las personas con discapacidad son incapaces de desarrollar una tarea con las mismas garantías de eficacia y de profesionalidad que un trabajador sin discapacidad; asimismo, su tasa de absentismo laboral es mucho más elevada que la del resto de compañeros debido a sus constantes tratamientos médicos. Por otro lado, el nivel formativo de este colectivo es tan bajo que apenas hay labores para las que puedan estar preparados, y si lo están van a hacer que la productividad global de la empresa se resienta porque sus tiempos de producción son mucho más dilatados.
Frente a todo este conjunto de falsas creencias, la solución de futuro pasa por fomentar actuaciones a dos niveles. Por un lado, cabría intensificar las políticas de apoyo a la contratación de personas con discapacidad. Dentro de esta línea estratégica, se podría revisar la cuantía de las ayudas y subvenciones otorgadas, los mecanismos de adjudicación de las mismas, los criterios y las exigencias de concesión y la información efectiva que llega a las empresas acerca de los beneficios económicos y fiscales de contar con trabajadores con discapacidad en la plantilla. Esto, no obstante, debería realizarse desde una óptica alejada de la mera sustitución de empleo, enfatizando el valor de las ayudas económicas de cara a la inserción laboral de aquellas personas que de otra manera no podrían acceder a un puesto de trabajo.
Pero por otro lado, resulta fundamental una profunda labor de sensibilización acerca de las capacidades de las personas con discapacidad en el mercado laboral. La sociedad en su conjunto, y el sector empresarial de manera más acusada, todavía presenta unos niveles muy elevados de atraso en relación a la aceptación de la discapacidad, por lo que el trabajo de difusión de la realidad de este colectivo es imprescindible para conseguir avances palpables en materia de inserción laboral y de incorporación al mercado de trabajo.
Las subvenciones pueden ser necesarias para permitir abrir una grieta en el muro de la discriminación, pero es capital preparar a quienes están del otro lado de ese muro para poder enfrentarse a una realidad que desconocen y que, en buena medida, está todavía rodeada de prejuicios y falsas creencias. Un cambio de mentalidad se impone en el horizonte. Y este cambio de mentalidad, al hilo de las historias analizadas, tiene que orientarse con especial énfasis a superar la situación de doble discriminación a la que se enfrentan las mujeres que tienen una discapacidad. La propuesta de medidas concretas de acción positiva y de igualdad entre hombres y mujeres excede con mucho el alcance del presente estudio; no obstante, sí nos creemos en la obligación de emitir una señal de alarma en lo que se refiere a los procesos de integración de las mujeres pertenecientes al colectivo que aquí estamos analizando, puesto que éstas se ven con frecuencia obligadas a encarar muros doblemente infranqueables.
En el caso de las narraciones que hemos recogido, hay ciertas barreras que aparecer más bien por el hecho de ser mujeres, y otras que tienen que ver más con el elemento de la discapacidad. Sin embargo, poco importa qué barreras son más habituales o cuáles son más difíciles de sortear, porque al final el hecho es que estas personas tienen que redoblar sus esfuerzos para integrarse en un mercado de trabajo especialmente agresivo con las mujeres discapacitadas. Por este motivo, entendemos que este segmento de población debería ser objeto preferencial de las políticas de apoyo a la integración social de personas con especiales dificultades.
Hasta aquí el repaso por los elementos más destacados de las biografías que han dado forma a este estudio. Todas ellas han compuesto historias vitales muy interesantes para conocer los pormenores de una senda tan compleja como es la inserción laboral de personas con discapacidad; las ha habido más duras, más combativas, más estructuradas, más conformistas, más optimistas, pero todas ellas han permitido construir un conjunto narrativo rico en información y en valoraciones que creemos ha permitido un acercamiento diferente al fenómeno de la lucha contra la discriminación en España.
Son trayectorias vitales que han subrayado el valor del píxel. Tan sólo nos queda desear que ahora la imagen se perciba con mucha mayor nitidez.
Enviado por:
Ing.+Lic. Yunior Andrés Castillo S.
"NO A LA CULTURA DEL SECRETO, SI A LA LIBERTAD DE INFORMACION"®
Santiago de los Caballeros,
República Dominicana,
2016.
"DIOS, JUAN PABLO DUARTE, JUAN BOSCH Y ANDRÉS CASTILLO DE LEÓN – POR SIEMPRE"®
Autor:
Ing.+Lic. Yunior Andrés Castillo S.
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