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Capacidad del servicio de comunicaciones en la PNP, para el auxilio rápido en actos delictivos que se producen en las carreteras (página 2)


Partes: 1, 2, 3

 

CAPÍTULO II

MARCO TEÓRICO CONCEPTUAL

  1. DEFINICIÓN DE TÉRMINOS.
  2. BASES TEÓRICAS

¿QUÉ SON LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN?

Estructura física y estructura según su carácter

Definición

A pesar de que a diario vemos, escuchamos, leemos y, en general, estamos en contacto con diversos medios de comunicación, definirlos es una tarea compleja por la cantidad de significados y conceptos que éstos implican. Para algunos, los medios de comunicación son la manera más eficaz y rápida de transmitir un mensaje, para otros, son un vehículo de manipulación social mediante el cual los diferentes poderes de la sociedad se hacen escuchar, así como también hay quienes piensan en los medios de comunicación son como un reflejo de la sociedad del momento, como es un medio gracias al cual es posible manifestar lo positivo y lo negativo de una situación o de un contexto determinados.

Los medios de comunicación son un poder innegable en la sociedad mundial de hoy, así que afirmar que alguna de las aseveraciones anteriores es falsa o verdadera sería apresurado, pues todas son sumamente relativas, dependiendo su falsedad o veracidad del contexto específico desde el cual se observen, pues todas estas afirmaciones hacen alusión a los diversos papeles que los medios cumplen hoy en día.

Sin embargo, es preciso definir a los medios de comunicación desde su condición más esencial; es decir, desde el origen de su naturaleza, pues es por intermedio de esta delimitación que es posible comprender el significado y la manera en que entendemos a los medios de comunicación.

Los medios de comunicación son los instrumentos mediante los cuales se informa y se comunica de forma masiva; son la manera como las personas, los miembros de una sociedad o de una comunidad se enteran de lo que sucede a su alrededor a nivel económico, político, social, etc. Los medios de comunicación son la representación física de la comunicación en nuestro mundo; es decir, son el canal mediante el cual la información se obtiene, se procesa y, finalmente, se expresa, se comunica.

1.-Estructura física

Los medios de comunicación se dividen, por su estructura física, en:

Medios audiovisuales: los medios audiovisuales son los que se oyen y se ven; es decir, son los medios que se basan en imágenes y sonidos para expresar la información. Hacen parte de ese grupo la televisión y el cine, aunque, cuando se habla de medios de comunicación informativos, éste último es poco tenido en cuenta puesto que se lo considera más como un medio de entretención cultural; en cuanto a la televisión, es en la actualidad el medio más masivo por su rapidez, por la cantidad de recursos que utiliza (imágenes, sonido, personas) y, sobre todo, por la posibilidad que le ofrece al público de ver los hechos y a sus protagonistas sin necesidad de estar presente. Noticieros, documentales, reportajes, entrevistas, programas culturales, científicos y ambientales, etc., conforman la gran variedad de formatos de índole informativa que se emiten a través de los medios audiovisuales.

Medios radiofónicos: la radio es el medio que constituye este grupo. Su importancia radica en que quizá es el medio que con más prontitud consigue la información, pues, además de los pocos requerimientos que implican su producción, no necesita de imágenes para comunicar, tan sólo estar en el lugar de los hechos, o en una cabina de sonido, y emitir. También vale decir que, por la gran cantidad de emisoras, la radio, como medio masivo, tiene más posibilidades que la televisión, ya que su público es amplio y heterogéneo; además, a diferencia de los medios audiovisuales, ésta puede ser transportada con facilidad, pues tan sólo necesita un radio de transistores, una grabadora o un equipo de sonido para hacerse operativa. Así mismo, es un medio que, a pesar del tiempo, conserva una gran dosis de magia, pues puede crear imágenes, sonidos, voces y personajes sin necesidad de mostrarlos.

Medios impresos: Éstos son las revistas, los periódicos, los magazines, los folletos y, en general, todas las publicaciones impresas en papel que tengan como objetivo informar. Son el medio menos utilizado por el público en nuestro país, pues aparte de que para acceder a ellos se necesita dinero, la mayoría de las veces implican saber leer, así como tener alguna habilidad de comprensión, cosa que desafortunadamente en Colombia no todo el mundo tiene. Igualmente requieren de un sistema complejo de distribución, que hace que no todo el mundo pueda acceder a ellos. Pero pese a esto, algunos medios, como los periódicos, son altamente influyentes en la sociedad, pues además de contar con una información más completa y elaborada por su proceso de producción, contienen análisis elaborados por personajes influyentes y conocidos que gustan de las letras para expresarse por considerarlas más fieles y transparentes, pues a menudo se dice y se piensa que la televisión no muestra la realidad tal como es, sino que la construye a su acomodo. El efecto de los medios impresos es más duradero, pues se puede volver a la publicación una y otra vez para analizarla, para citarla, para compararla. Hay medios impresos para todo tipo de público, no sólo para el que se quiere informar acerca de la realidad, sino que también los hay para los jóvenes, para los aficionados a la moda, a la música, a los deportes, etc.; es decir, hay tantos medios impresos como grupos en la sociedad.

Medios digitales: también llamados "nuevos medios" o "nuevas tecnologías". Son los medios más usados actualmente por los jóvenes y, en general, por las personas amantes de la tecnología. Habitualmente se accede a ellos a través de Internet, lo que hace que todavía no sean un medio extremadamente masivo, pues es mayor el número de personas que posee un televisor o un radio que el que posee un computador. Pese a lo anterior, la rapidez y la creatividad que utilizan para comunicar, hacen de estos medios, una herramienta muy atractiva y llena de recursos, lo que hace que cada día tengan más acogida. Otra de sus ventajas, a nivel de producción, es que no requieren ni de mucho dinero ni de muchas personas para ser producidos, pues basta tan sólo una persona con los suficientes conocimientos acerca de cómo aprovechar los recursos de que dispone la red para que puedan ponerse en marcha. Su variedad es casi infinita, casi ilimitada, lo que hace que, día a día, un gran número de personas se inclinen por estos medios para crear, expresar, diseñar, informar y comunicar.

2.- Estructura según su carácter

Los medios de comunicación, según su carácter, se dividen en:

Informativos.

Su objetivo es, como su nombre lo indica, informar sobre cualquier acontecimiento que esté sucediendo y que sea de interés general. Los medios informativos más sobresalientes son los noticieros, las emisoras que emiten noticias durante casi todo el día, las revistas de análisis e información y, por supuesto, los periódicos o diarios informativos. Todos estos medios, en su gran mayoría, son diarios o semanales.

De entretenimiento.

Hacen parte de este grupo los medios de comunicación que buscan divertir, distensionar o recrear a las personas valiéndose de recursos como el humor, la información sobre farándula, cine o televisión, los concursos, la emisión de música, los dibujos, los deportes, etc. Son, actualmente, una de las formas más utilizadas y de mayor éxito en la comunicación, pues incluso en los medios informativos se le ha dado un espacio especial e importante al entretenimiento, cosa que, aunque en muchas ocasiones es muy criticada por desvirtuar la naturaleza esencialmente informativa de estos medios, lo cierto es que, si está bien manejada, puede lograr fines específicos e importantes.

De análisis: son medios que fundamentan su acción en los acontecimientos y las noticias del momento, sin por ello dejar de lado los hechos históricos. Su finalidad esencial es examinar, investigar, explicar y entender lo que está pasando para darle mayor dimensión a una noticia, pero, sobre todo, para que el público entienda las causas y consecuencias de dicha noticia. El medio que más utiliza el análisis es, sin lugar a dudas, el impreso, ya que cuenta con el tiempo y el espacio para ello; sin embargo, esto no quiere decir que otros no lo hagan, pues los medios audiovisuales, a través de documentales y crónicas, buscan internarse en el análisis serio de lo que acontece. Generalmente los temas que más se analizan son los políticos, los económicos y los sociales, para lo que se recurre a expertos en estas materias que permitan que el análisis que se haga sea cuidadoso y logre dimensionar en sus justas proporciones los hechos que se pretende comunicar.

Especializados: dentro de este tipo de medios entran lo cultural, lo científico y, en general, todos los temas que le interesan a un sector determinado del público. No son temas comunes ni muy conocidos en muchos casos, pero su trascendencia reside en que son ampliamente investigados y estrictamente tratados. Un ejemplo son los documentales audiovisuales y las revistas científicas, deportivas o musicales.

MEDIOS DE COMUNICACIÓN EN EL PERÚ

Comunicación en la antigüedad

En nuestra época Pre-Inca, las comunicaciones se remonta al Reino de Quito, que entre uno de sus logros trascendentes, organizó un sistema que le permitió conocer las situaciones que se suscitaban en sus territorios mediante la conformación de mensajeros denominados los "URUYAS", que fueron el inicio de las comunicaciones por mensajero y complementados con otros sistemas de comunicación ópticos y acústicos como el humo, el tambor, etc., sistemas que nos trasmitieron.

La evolución de los ingeniosos medios de comunicación de los que se valía en el gran imperio incaico, utilizando el fuego y el humo como señales ópticas, valiéndose de bocinas, tambores y troncos huecos de percusión para señales acústicas o empleando a los atléticos Chasquis, cumplieron el rol para su desarrollo.

Comunicaciones en el Imperio Inca

La organización de los correos en las primitivas culturas americanas estuvo ligada en un comienzo con la historia militar. Las necesidades militares requerían del empleo de medios propios para comunicarlas y es de esta manera como se establecen las primeras líneas de comunicación principalmente en las grandes civilizaciones del continente americano.

Los Incas construyeron una extensa red de caminos a través de los cuales las noticias y los decretos viajaban rápidamente a través de todo el imperio. Se estima que a la llegada de los españoles habían sido construidos 16.000 kilómetros de caminos, los cuales generalmente estaban empedrados y en ocasiones contaban con puentes colgantes y terraplenes para superar las dificultades geográficas. Los encargados de transportar los mensajes eran conocidos como los chasquis que significa "hombre que sirve de correo".

La difusión de la información podía hacerse de dos formas:  En ocasiones se hacía por medio de la palabra, debiendo  memorizar el mensaje y en otros casos se utilizaba el quipu, elemento constituido por una serie de hilos anudados de distintas maneras que eran interpretados por una clave especial conocida por el inca y sus gobernadores.

El quipu era el medio fundamental que se empleaba para la transmisión de las noticias a los gobernadores, existiendo una verdadera sistematización de esta clave, y según las disposiciones que tomaban los distintos hilos anudados, así variaban los significados de las órdenes que se transmitían. El número y el color de los hilos significaban el número de gentes, armas, vestidos o cualquiera otra cosa que se había de hacer, enviar o prestar. Cuando el chasqui oía el mensaje que debía transmitir, lo memorizaba y corría durante su tramo preestablecido, el cual era de un cuarto de legua debido a que según cálculos era la distancia ideal para que un hombre diera su máximo esfuerzo sin alcanzar a fatigarse, optimizando de esta manera el tiempo y el esfuerzo humano.

Era tal la importancia que se le daba al servicio de correos que quienes iban a ser destinados para ser chasquis eran entrenados desde niños para que pudieran realizar su oficio a la perfección. Debían conocer perfectamente cada uno de los caminos y sus atajos y eran diestros nadadores; También eran capaces de realizar sus labores durante las noches si esto fuese necesario. Además de transmitir noticias los chasquis también eran utilizados para transportar frutas y pescados. Se dice que en la mesa real se servían pescados frescos a las veinticuatro horas de salir del Océano.

Comunicación en el Virreinato

Durante la colonia la imprenta fue introducida al Perú en Lima se instaló esta maravillosa máquina en 1584. Con la instalación de la imprenta la Iglesia tuvo participación activa en fomentar las primeras ediciones de catecismos, gramáticas, devocionarios, pastorales, breves publicaciones religiosas y textos en lengua nativa, con objeto de profesar las tareas misionales y evangelizar a los pueblos recién fundados en la América Española. Asimismo, impresores y tipógrafos laicos se dedicaron a editar publicaciones de libros elementales y otras obras. A este tipo de impresos se agregó la prensa periódica que cobró importancia en las jóvenes comarcas del Nuevo Mundo.

Los primigenios periódicos consistían en pliegos sueltos o boletines bajo el nombre de "Gaceta". Así se inicia el periódico colonial; aparecen semanarios, periódicos mensuales y bimestrales. En sus reducidas páginas se registra breves reseñas, relatos de las actividades más importantes, noticias de la metrópoli, gacetillas literarias y económicas. En el siglo XVII, proliferan en América, especialmente en México y Lima, hojas volantes que se publicaban, casi siempre, con el pretexto de la llegada de alguna flota proveniente de Europa, así como con las noticias más notables del Virreinato. Luego aparece:

La Gaceta de Lima (1743), se publicaba bimestralmente y subsistió hasta 1767.

El Diario de Lima.  Creado el 1° de octubre de 1790, dirigido por el español Jaime Bausate y Mesa. Llenó un inmenso vacío de comunicación en la sociedad virreinal de entonces. Se convirtió en el divulgador de los conocimientos científicos, culturales y acontecimientos sociales de la época, con informaciones de España, avisos comerciales, tránsito de navíos y recepción de mercaderías europeas.

Fue el primer periódico de América del Sur y obtuvo reconocimiento en los dos virreinatos vecinos. Dada la importancia histórica de esta publicación, se tomó la fecha de su aparición como el Día del Periodista.

El Mercurio Peruano, que es el periódico más importante de la Ilustración Peruana. Creado por un círculo de intelectuales jóvenes llamada Sociedad Académica de Amantes de Lima, se publicaron entre 1790 y 1795 más de 400 números en los cuales se trató los asuntos más diversos. Sin embargo, es fácil resumir su tema principal: hacer conocer el Perú e ilustrar a los peruanos. Por eso, el Mercurio Peruano no sólo fue un gran periódico del Siglo de las Luces sino también el primer periódico netamente peruano.

Comunicación en la República.

El momento periodístico de la ofensiva de los republicanos El órgano más importante de los republicanos fue el pequeño periódico La Abeja Republicana en cuya redacción intervinieron Mariátegui y Sánchez Carrión y cuyo significado cívico sólo se ha de repetir en 1859 en el Constitucional cuando dos generaciones liberales opusieron la vana fuerza de las ideas frente a los desmanes de Castilla. El prospecto ya aludía al despotismo de Monteagudo explícitamente y también en forma tácita incluyendo unas estrofas de Quintana que invitaban a jurar que la muerte era preferible a cualquier tirano; las suscripciones para este periódico se recibían en casa de don Mariano Tramarria. En el primer número, aparecido el 5 de agosto de 1822, se insertaban unas observaciones a la opinión expresada por Moreno en la Sociedad Patriótica por alguien que no era miembro de la Sociedad "ni político", pero a "quien las desgracias de la Humanidad conmueven". No es el trabajo de La Torre, que, según Mariátegui, no se publicó.

Está escrita en estilo fervoroso y elocuente: a la tesis de que el régimen democrático depende de la civilización responde con la tesis roussoniana del amor innato de la libertad en el hombre primitivo y añadiendo que "bárbara era la Suiza cuando la ennobleció Tell, ignorante la Suecia cuando la inmortalizó Gustavo y la Patria de Locke estaba cubierta de las tinieblas de la feudalidad y el fanatismo cuando la Gran Carta asombró al mundo". Al argumento basado en la extensión, respondía: "No se necesita ya para que un pueblo sea libre que corran los ciudadanos a la plaza pública o al campo de Marte a decidir su suerte; no es ya tiempo de que Graco muera en presencia del mismo pueblo que justa pero imprudentemente quiso proteger". Exalta, enseguida, las excelencias del sistema representativo: "el desventurado que habita en las cavernas de los Andes y el que trabaja en las playas que besa el Pacífico encontrarán pues su apoyo y su consuelo en estos apoderados de la Humanidad". Y frente a todas las razones yergue, sobre todo, su amor a la libertad: "tienen las sociedades como los hombres sus enfermedades: el despotismo es la peor".

La Abeja Republicana ocupaba sus minúsculas páginas con largas disertaciones de filosofía política que a veces llenaban dos números o más; pero algunas veces incluía, así mismo, alguna denuncia porque Monteagudo negoció con una recua de mulas, algún epitafio en verso al mismo ex ministro, algunas estrofas exaltando las virtudes cívicas y, muy rara vez algún remitido. El documento más relevante allí inserto es, sin duda, la carta del Solitario de Sayán al editor de El Correo Mercantil y Político de Lima fechada el 1º de marzo de 1822, publicada en este periódico en su número 17 y en La Abeja… en su número 4.

Una segunda carta fechada el 17 de agosto y publicada en El Correo Mercantil…, Nº 64, de 6 de septiembre de 1822, resumió sus ideas políticas y propició la fórmula federalista.

Por su dialéctica, por su significación como gesto simbólico, por la personalidad de su autor, estas cartas señalan la iniciación del Derecho Político Peruano; y es curioso constatar que mientras, por lo general, los escritos a favor de la República tienden a enlazarse con la filosofía y con el derecho, los escritos a favor de la Monarquía, entre nosotros, tienden a basarse en consideraciones sociológicas; así, la memoria de Monteagudo desde Quito en ese año podría ser antecedente de los estudios de sociología nacional. Así mismo, puédese constatar otra conclusión: en la época de la primera República lo que se escribía sobre política tiene más valor inclusive formal que el valor atribuible, por lo general, a lo estrictamente literario. No es en las huecas estrofas del himno nacional, ni en las odas circunstanciales cuyo osario es la Lira patriótica de Corpancho, donde la emoción de la patria libre vibra con más intensidad; sino en las cartas del "Solitario de Sayán", en las páginas amarillentas de La Abeja Republicana, transfiguradas aún por el jadear de las pasiones y el fulgor de las ideas de los hombres que forjaron la República.

Sánchez Carrión examina en su primera carta los inconvenientes de la monarquía desde el punto de vista del espíritu mismo de dicho régimen: "No se puede imaginar la sangre derramada a las márgenes del Támesis por defender la magna carta contra los ataques de los Enriques y Guillermos; horrorizan las atrocidades que produjo el tenaz empeño de restablecer a los Stuardos; se inflama el espíritu en furor al ver la desventura de los comuneros castellanos que no han podido repararse de la jornada de Villalar; y la generación presente aún no aparta su admiración de la sangrienta escena de la Francia. Desengañémonos, nada escarmienta a los reyes, ni nada será capaz de persuadirles que son hombres como los demás".

El Republicano apenas llegó a publicar el prospecto y el Nº 1 de 8 de agosto de 1822. Más duró El Tribuno de la República Peruana redactado por Sánchez Carrión y que apareció en noviembre y diciembre de 1822; este periódico, de una etapa posterior correspondiente a la obra del Congreso.

Periódicos hubo como La Cotorra que al mismo tiempo que reconocían que las leyes españolas habían sido buenas pero inaplicadas, se pronunciaban a favor de la "representación, sublime y majestuosa" de la monarquía pero propiciándola en su forma electiva y no hereditaria, agregando que el verdadero monarca sería el pueblo.

Práctica fue la actitud de don Guillermo del Río que empezó a editar en 1821 el periódico Los Andes Libres, publicando en su número 9 el "Cuadro político de la Revolución" tomado de El Censor de la Revolución, el periódico de Monteagudo en Chile, en contra del liberalismo y también en contra de los españoles. Más tarde Los Andes Libres se transformaron en El Correo Mercantil, Político y Literario que tuvo un carácter predominantemente informativo, análogo al que más tarde tendría El Comercio, aunque dio cabida a varios remitidos sobre la forma de gobierno. En el prospecto del tomo II de El Correo Mercantil… decíase que "se había calado ya la gorra republicana".

El presidente Nicolás de Piérola se hizo llamar periodista. Fundó periódicos y escribió muchos artículos y crónicas. Igual sucedió con el primer vicepresidente Pedro Alejandrino del Solar (1890-1894), entre muchos otros.

La gaceta de Lima se crea por decreto del General San Martín, cuyo primer número salio el 16 de Julio de 1821 exactamente del cabildo abierto que declaró la Independencia del Perú.

 DE LA "SOCIEDAD DISCIPLINARIA" A LA "SOCIEDAD DE CONTROL": LA INCORPORACIÓN DE NUEVAS TECNOLOGÍAS A LA POLICÍA.

Las nuevas tecnologías de la comunicación y la información son la expresión de un movimiento desde la "sociedad disciplinaria" a la "sociedad de control", un orden social distinto. Hoy, la clásica representación del poder, basada en la idea del panóptico unidireccional, ya no sirve para explicar la forma en que es ejercida la vigilancia.

La policía, como institución y como actividad, se ha visto obligada a incorporar técnicas y tecnologías nuevas, acordes a la nueva racionalidad. Junto a las preocupaciones y discusiones que ha generado la tensión entre la efectividad de las nuevas tecnologías en el campo de la seguridad y la legitimidad de su uso, hay otras consecuencias de esta incorporación que deben ser tenidas en cuenta.

Palabras clave: nuevas tecnologías, sociedad de control, policía.

La evolución de la policía, como institución y como actividad de naturaleza eminentemente informacional, ha estado marcada por la incorporación de tecnologías del transporte y la comunicación. Desde el siglo XIX, cuando se instalaron los primeros telégrafos, hasta el siglo XXI, en el que otras tecnologías desarrolladas inicialmente para usos militares han sido puestas al servicio de las policías para su trabajo cotidiano, el proyecto ha sido el mismo: ir de la ciudad a sus planes y viceversa, cada vez con mayor potencia. Desde luego, en todo este trayecto, los métodos de trabajo han ido cambiando, así como las formas de definir y controlar los diferentes espacios urbanos. Al mismo tiempo, el papel de la policía, como depositaria del monopolio legítimo del ejercicio de la vigilancia, se ha visto trastocado. Además, la adopción de estas nuevas tecnologías ha tenido que vencer ciertas resistencias y ha puesto de relieve ciertos fenómenos que merecen cierta atención en este breve panorama sobre el impacto de las nuevas tecnologías en la policía y el trabajo policial.

DE LA SOCIEDAD DISCIPLINARIA A LA SOCIEDAD DE CONTROL: LA POLICÍA EN LA TRANSICIÓN A UN NUEVO ORDEN SOCIAL.

La aparición y el desarrollo de los servicios de policía en las ciudades americanas y europeas desde mediados del siglo XIX deben ser explicados en relación al desarrollo del aparato administrativo racional, aquello que Max Weber llamó la burocracia moderna, un hecho trascendental para el Estado. Desde entonces, los diferentes cuerpos de policía, desde las competencias establecidas en sus reglamentos, han contribuido al mantenimiento de estos aparatos en la medida que han suministrado información, algo clave si se tiene en cuenta que la capacidad del Estado administrativo ha dependido, desde sus inicios, del conocimiento de la sociedad y de las desviaciones que aparecen respecto de lo que se ha considerado un funcionamiento regular, en sintonía con un proyecto de ciudad determinado.

En el interior de este Estado administrativo, el poder panóptico se ha reproducido en las escuelas, en los centros de trabajo, en los hospitales, y también más allá de los encierros, por medio de instituciones como la policía, que acabará culminando, ya en el siglo XX, el proyecto de un poder sin un afuera. La nueva ciudad que surge de las transformaciones urbanas de los siglos XVIII y XIX, la ciudad transparente, se constituirá en un espacio abierto a la vigilancia y al examen en el que se disciplinarán los comportamientos de las clases urbanas fuera de aquellos sitios diseñados y organizados para la observación.

Junto a la escuela y al hospital, la policía vino a romper el monopolio que, hasta entonces, había tenido el poder judicial sobre todo lo que tenía que ver con la desviación social. Se trata de poderes adjuntos diseñados para disolver el desorden que suponía la ciudad previa, la ciudad opaca, en todos sus espacios.

Estos nuevos poderes de la llamada sociedad disciplinaria operaban según el principio fundamental del panóptico: la inspección. La diferencia entre el panóptico de Bentham y el Estado panóptico no es más que cuestión de complejidad.

En el ejercicio más evidente del poder, la incorporación de las primeras tecnologías no fue sino el reforzamiento de ese principio de la inspección. La incorporación del telégrafo y, más tarde, del teléfono a las tareas del gobierno urbano supuso un salto cualitativo importante que debe ser interpretado, entre otros, en el marco del advenimiento de un nuevo orden social.

El crecimiento demográfico que conocieron las ciudades de Europa y América en la segunda mitad del siglo XIX las hizo cada vez más vulnerables en un momento en que las limitaciones de las instituciones de gobierno existentes, en cuanto a la prestación de ciertos servicios o a la ausencia de ciertas infraestructuras, hacían imposible una gestión eficiente de los sistemas urbanos. Sin líneas de transporte adecuadas que permitieran la extensión de las ciudades, la ciudad-fábrica vio como su densidad demográfica crecía continuamente, al mismo ritmo que la concentración de las actividades, con lo que la amenaza que representaban los grandes incendios, las epidemias y los tumultos empezaron a cuestionar muchos ámbitos de la vida urbana.

La búsqueda de soluciones tecnológicas y los cambios institucionales y organizativos, como los que afectaron a los servicios médico-sanitarios, los bomberos o la policía, fueron la opción de los gobiernos locales para dar solución a esta cuestión. Muy a menudo, innovaciones y reorganizaciones se produjeron a un tiempo, exigiéndose o facilitándose mutuamente, tal y como ocurrió antes en el mundo empresarial con el telégrafo.

A partir mediados de siglo, la construcción de redes de conducción de agua (incendios y epidemias) y de alcantarillado (evacuación de aguas sucias), el desarrollo de la red viaria y la mejora de las calzadas (reducción de las densidades) vinieron a relajar, junto con una innovación como el telégrafo, las tensiones urbanas producidas por esos peligros antes mencionados. Las innovaciones tecnológicas en materia de comunicaciones permitieron a las autoridades municipales hacer frente a los problemas más directamente relacionados con la seguridad, como el de los incendios y las alteraciones del orden público.

Primero en América (1820) y más tarde en Europa (1840-50), la puesta en marcha de sistemas de comunicación telegráfica mejoraron la eficacia y la eficiencia de la prestación de servicios y, como en el caso de la policía, condujeron su reorganización en la línea de la burocratización y de la profesionalización. Pronto, el telégrafo fue utilizado para transmitir información sobre hechos ocurridos de una ciudad a otra pero su trascendencia fue mayor en el trabajo cotidiano de la policía en la ciudad[4].

En sus primeros usos, el telégrafo fue utilizado para conectar puestos de policía con unas dependencias centrales. En los Estados Unidos, en las décadas de 1850 y 1860, la compañía Gamewell Fire Alarm Company construyó sistemas de alarmas contra incendios y para lapolicía en varias ciudades como Nueva York, Boston o Filadelfia[5]. Ninguno de esos sistemas, sin embargo, permitía la comunicación entre el patrullero en la calle y las dependencias policiales. Inicialmente, el sistema telegráfico, en su uso policial, fue desarrollado para una mejor coordinación entre unidades policiales a la hora de hacer frente a tumultos y revueltas más que para responder a las necesidades más cotidianas que tenían que ver, por ejemplo, con la delincuencia. En América, como en Europa,entre 1830 y 1850, la primera preocupación de los gobiernos urbanos en las principales ciudades fue la prevención de las alteraciones del orden público. Precisamente en Filadelfia, en 1855, su alcalde, Robert T. Conrad, comentaba lo siguiente al respecto:

Es imposible, en muchos casos, decir cuándo, dónde o de qué manera explotará una insurrección popular, y con una policía de un centenar de hombres ocurrirá a menudo que se pierden horas antes de que un número suficiente de hombres puedan intervenir. Mientras tanto, vidas y propiedades pueden ser perdidas, y la majestuosidad y autoridad de la Ley están expuestas al desprecio (desacato) por la traición de la ineficiencia de las autoridades. Ahora, toda la fuerza policial tiene una sola alma, y esa alma es el telégrafo.

La reconfiguración del sistema telegráfico para que el policía pudiese operar en él desde las calles y para extender así el control de la burocracia policial, ocurrió en 1867. La Gamewell comercializó un telégrafo policial que situaba cajas de señales eléctricas en puntos específicos de las rondas en el distrito o la demarcación de trabajo y los conectaba, por medio de cables, con las dependencias centrales. Inicialmente estaban equipados con un dial con el que los policías sólo podían comunicar determinadas alarmas o necesidades a su central: por ejemplo, requerir un vehículo, una ambulancia o un médico.

Hasta 1880, solo siete sistemas de este tipo fueron construidos, y no en las principales ciudades. Seguramente, el motivo por el cual este sistema fue incorporado tan lentamente tiene que ver con la naturaleza de la actividad policial que, a diferencia de la que desarrollan, por ejemplo, los bomberos, que esperan acuartelados a que se produzca alguna alarma, es más preventiva que reactiva. Después de 1882, el número de ciudades que incorporó sistemas de alarma policiales se aceleró y hacia 1902 ya había 142 en funcionamiento.

Rápidamente, en el primer cuarto del siglo XX, la mayor parte de los primeros sistemas, basados sólo en el telégrafo, fueron sustituidos por el teléfono. El propósito, en ambos casos, era el mismo: establecer una red de comunicaciones que hiciera transparente el territorio por la presencia intercomunicada de agentes de policía a partir de un sistema de cabinas que estaban conectadas con las dependencias policiales mediante cables telefónicos. Cada cabina contenía un mecanismo de señales telegráficas más un teléfono que podían conectar con dependencias en las que esperaban efectivos dispuestos para responder en caso de alarma y desplazarse en furgones. En 1881, a propósito de Chicago, en el Scientific American, se explicaba claramente qué se pretendía:

Cuando toda la ciudad esté cubierta por este sistema, la analogía entre la organización cívica y el sistema nervioso de un organismo vivo se habrá completado. La organización cívica devendrá sensible, tanto para hablar desde cualquier punto, como para transmitir el pensamiento desde cualquier parte el celebro y cualquier ganglio nervioso subordinado –esto es, la central y las distintas dependencias policiales—será prácticamente instantánea.

Las cabinas eran verdes, con una cubierta de vidrio y una lámpara de gas en su techo. Podían ser abiertas por una llave que estaba en poder del policía de la zona o de otro "ciudadano responsable". Dentro había una caja con un manubrio adosado a un lado que podía ser girado para enviar una señal a la central de policía; esta señal, que indicaba la localización de la cabina, podía ser impresa. Dentro de la pequeña caja había un disco y una manecilla que sólo el policía podía usar para marcar cinco opciones: "teléfono", "ladrones", "tumultos", "comprobación de la línea" y "fuego". La primera opción abría la comunicación telefónica entre el policía y su central mientras que de las otras, sin que mediase más comunicación, se derivaban las respuestas apropiadas, que siempre pasaban por enviar refuerzos al lugar.

La incorporación complementaria (que no sustitutiva) del teléfono al telégrafo a partir de 1882 fue mucho más rápida que la del sistema telegráfico de señales precedente. Sin duda, la combinación de ambas tecnologías respondía mejor a las necesidades del servicio de policía, solucionando un problema de gestión de personal fundamental como era el mantener efectivos siempre en la calle con la posibilidad de comunicar con ellos en cualquier momento.

Como es lógico, la rapidez con la que el teléfono se incorporó a la policía tiene que ver con la oportunidad con la que esta tecnología estuvo disponible para unos servicios que, precisamente en estos años, estaban cambiando y se reorganizaban para hacerse más profesionales, a imagen y semejanza de la Policía Metropolitana de Londres (1829); estos cambios, como ha señalado Eric H. Monkkonen, estaban en sintonía con una racionalización de los diferentes servicios públicos en la ciudad, una necesaria precondición para la creación de una policía profesiona. Por otro lado, la incorporación del teléfono vino a instaurar y consolidar un aspecto fundamental en cualquier organización jerárquica como la policía: el control y la disciplina de los rangos inferiores. La incorporación de teléfonos en las cabinas, junto a los telégrafos de señales, proporcionó un mejor control del trabajo de los policías. Un sistema eficaz requería que el policía contactase con sus dependencias cada cierto tiempo, utilizando el dispositivo telegráfico instalado fuera. Si había cualquier mensaje, podía marcar para abrir la caja cerrada en el interior de la cabina y comunicarse con su central por teléfono. Como es de suponer, estos dispositivos, que aún hoy funcionan bajo otras modalidades, si no impedían del todo que el policía faltase a sus obligaciones, sí que se lo ponían más difícil y, en cualquier caso, lo situaban bajo el escrutinio periódico de sus superiores.

En la medida en que esto era sí, la implementación de esta tecnología encontró algunas resistencias y tuvo que vencer diversas estrategias para limitar su efectividad. Pero tal oposición, a la vista de los resultados, no tuvo más que un efecto limitado en su definitiva implantación.

Desde estos inicios, de conflicto y reforma social importantes en todas las ciudades occidentales, el telégrafo y el teléfono, y también el coche[11], transformaron el trabajo de los policías en las calles, concentrado en las pequeñas ofensas del orden público, como el alcoholismo y la vagancia, y en el mantenimiento bajo control de los inmigrantes, los pobres y, en general, la clase trabajadora.

Lo expuesto hasta ahora quiere ilustrar cómo el uso estas tecnologías de la comunicación como el telégrafo y el teléfono fue decisivo para la constitución del panoptismo como expresión no de un diseño práctico sino como metáfora del poder en las sociedades modernas. A través de ellas, la disciplina organizada en recintos cerrados como cuarteles, escuelas o talleres, se pudo transformar en una red de mecanismos que cubriría toda la sociedad sin interrupciones de espacio o tiempo. Como explica Michel Foucault, se produce un desplazamiento desde la disciplina excepcional a la vigilancia generalizada y se forma la sociedad disciplinaria en la que la tecnología panóptica se expande desde instituciones especializadas hasta las autoridades administrativas que organizan tales instituciones, para invadir finalmente los "aparatos estatales, cuya mayor, si no exclusiva, función es la de asegurarse que la disciplina reina sobre la sociedad como una (policía) global".

Haciendo uso de estas tecnologías que ahora pueden parecer antiguallas, la policía participó de esa red de mecanismos incorporados en el esqueleto arquitectónico del panóptico. En él, el poder ha sido representado como una amalgama de fuerza y autoridad ejercidos jerárquicamente de arriba abajo, centrado espacialmente en un lugar en el que se concentra todo el dominio y el mando, y que tiene a las personas y la sociedad civil como súbditos pero también como instrumentos. Y por desagradable que pueda resultar el regusto autoritario de tal representación, los Estados democráticos liberales la han reproducido en mayor o menor medida.

Lo que ocurre es que ahora, esta representación del poder, que ha podido dominar el siglo XIX y buena parte del XX, no resulta operativa para explicar las realidades del mundo a principios del siglo XXI. A causa de los profundos cambios sociales (tecnológicos, económicos y culturales) se precisa otra representación del poder y hablar, más que de un Estado de vigilancia, de una sociedad de vigilancia en la que se daría un entramado muy diferente del poder y en la que su impacto en la autoridad, en la cultura, en la sociedad y en la política sería muy distinto del poder centralizado que tenía en nuestro pasado inmediato. Ahora, la visibilidad sobre los individuos es el resultado de multitud de "miradas", todas de procedencias y direcciones diferentes, con intereses diferentes. La simplicidad de la arquitectura benthamiana ya no sirve; sería necesario empezar a pensar en otra en la cual los individuos estuviesen siempre expuestos al enfoque entrecruzado de múltiples proyectores que se encendiesen y apagasen en momentos diferentes, accionados por motivos distintos. Cada vez que hacemos una compra, pasamos por un peaje, nos asistimos en el médico, nos conectamos a Internet o llamamos por teléfono quedamos brevemente iluminados por un panóptico, en efecto, pero un panóptico distinto: un panóptico ubicuo y descentralizado por completo. Las nuevas tecnologías ofrecen la posibilidad de una vigilancia omnisciente, real y efectiva, no fingida o posible; el antiguo inspector ha sido sustituido por una multitud de inspectores, que pueden operar de forma coordinada o compitiendo entre ellos; y lo más importante: su potencia, infinitamente superior, reside en que cuenta con la participación voluntaria de la gente, que ya no es necesario fijar y aislar mediante la coerción.

Desde el fin de la II Guerra Mundial, dejamos atrás las sociedades disciplinarias y entramos, como afirma Deleuze, en las sociedades de control, que funcionan por medio de un control continuo y una comunicación instantánea. Ahora, aquel modelo de un poder arborescente que se difundía capilarmente al conjunto de la sociedad se ve perfeccionado. El desarrollo de tecnologías de la información y la comunicación y su aplicación al ámbito de la seguridad son, precisamente, un ejemplo de este movimiento en el cual, la policía, como otras instituciones tradicionales que se vieron afectadas, han desarrollado conceptos, técnicas y tecnologías nuevas en la búsqueda de nuevas racionalidades.

NUEVAS TECNOLOGÍAS EN LA POLICÍA

Televigilancia, videovigilancia, vigilancia electrónica; bases de datos, sistemas inteligentes de apoyo a la toma de decisiones. Todos estos dispositivos, que han llegado al campo de la seguridad desde el sector militar para consolidar esta sociedad de control, presentan grados de eficacia insospechados hasta hace unos años.

Junto a los más conocidos, como las cámaras y los circuitos cerrados de televisión, las redes de comunicación compartidas, las bases de datos que relacionan organizaciones y administraciones diversas o los sistemas de localización, sucesos como los ocurridos en el 11-S en los Estados Unidos han servido para que el público conozca otras tecnologías que, por lo general, habían estado al servicio de sectores muy especializados.

Para ofrecer una visión de conjunto, la diversidad de tecnologías utilizadas tanto por la policía como por otros actores sociales implicados en la seguridad, podría ser clasificada en categorías diversas tales como los sistemas biométricos; los sistemas de observación de personas, lugares o situaciones; los sistemas imaging, para codificar o decodificar la información oculta en imágenes o lugares; los sistemas de comunicación; los sistemas de apoyo a la toma de decisiones; las bases de datos.

Los tres primeros se están configurando como la columna vertebral de todas estas tecnologías aplicadas a la seguridad. Estos tres grupos forman una red interactiva en la cual un sistema usa datos creados por otros para controlar las personas, los movimientos y sus actividades. Codifican y decodifican información que la ciudadanía genera y la procesan a la luz de su peligrosidad real o potencial.

Los dispositivos biométricos son aquellos que usan las medidas de diferentes partes del cuerpo humano como medio de identificación. Se trata de sistemas automatizados capaces de capturar una imagen, extraer datos de ella, comparar esos datos con otros contenidos en otra u otras referencias previas, decidir hasta qué punto se ajustan e indicar si se produce o no la identificación o comprobación de identidad. En general, estos sistemas se clasifican en dos grupos.

Por un lado, los basados en factores físicos o fisiológicos, como las huellas dactilares, las características de la palma de la mano, las medidas de la estructura facial, la retina o el ADN; también se incluirían en este grupo aquellos sistemas que basan la identificación en la geometría de la mano, la forma de la oreja y el olor corporal. Por otro, los sistemas biométricos más comportamentales, que analizan rasgos individuales menos precisos que los estrictamente físicos, basados en la conducta (patrones de voz, la firma o los movimientos bruscos o marcados). Estos sistemas se están desarrollando para la vigilancia de ciertas instalaciones, como los aparcamientos o las estaciones de tren, y en determinados eventos, como los partidos de fútbol, y están especialmente indicados para detectar comportamientos especialmente violentos (incendios, robos o vandalismo).

Un segundo grupo de tecnologías serían las que están centradas en la observación y el control de las personas, sus actividades y los espacios que ocupan. Dentro de este grupo, las de más tradición son las cámaras de videovigilancia. Otras, más complejas pero basadas en el mismo principio de la monitorización, serían, por ejemplo, el sistema de posicionamiento global (GPS), vía satélite, que puede seguir la pista de vehículos perdidos o robados, localizar unidades de policía o los movimientos de individuos que estén cumpliendo ciertas condenas, como el arresto domiciliario o el alejamiento de determinados lugares; también los dispositivos que permiten el seguimiento de personas a partir del registro de la emisión de ondas electromagnéticas que es la voz; en este mismo grupo estarían todos esos dispositivos que permiten el control de la actividad informática por medio de los conocidos correos electrónicos "troyanos".

Por último, destacaría un tercer grupo de tecnologías basadas en el análisis de imágenes o registros, diseñadas para decodificar la información que permanece oculta en determinados espacios, detrás de barreras físicas, como los muros o las ropas, o a resultas de su mala definición, ya sea en fotografías o videos. Todo el mundo conoce las emisiones de luz que permiten señalar huellas o restos de fluidos corporales que a simple vista permanecen ocultos, o los sistemas que permiten inspeccionar el interior de maletas sin abrirlas en los aeropuertos. En los Estados Unidos, ya hay aplicaciones tecnológicas que detectan movimientos de cuerpos, y hasta la respiración, a través de las paredes. Sistemas parecidos son los que se usan desde hace tiempo para ver en la oscuridad o para identificar ciertas actividades, como la síntesis de droga, a partir de la temperatura o las radiaciones que desprenden los sujetos o los objetos bajo vigilancia.

ALGUNOS EFECTOS DE LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS EN LA POLICÍA.

El discurso más extendido sobre la incorporación de tecnología a la policía y, en general, a la seguridad hace referencia a la creciente complejidad social y a la paulatina sofisticación de las prácticas criminales. Se sostiene que la eficacia depende de la incorporación de recursos que sean capaces de hacer frente y gestionar esa mayor complejidad y sofisticación, y muy a menudo sus efectos son evaluados casi exclusivamente a este nivel más explícito de las funciones manifiestas.

Sin embargo, si ampliamos el enfoque, no resulta difícil darse cuenta de que las implicaciones que esta incorporación de tecnología tiene son de mayor amplitud y de mucho mayor calado. ¿Hasta qué punto esta incorporación no supone una reformulación del mismo espacio urbano? ¿No es posible que esté condicionando nuevas formas de ocupación y uso de la ciudad por parte de la ciudadanía? ¿Qué supone para la policía misma esta incorporación de nuevas tecnologías? ¿Qué consecuencias prácticas tiene para el trabajo cotidiano de los policías en las calles? Como es de suponer, estas cuestiones no pueden ser respondidas ampliamente aquí; sin embargo, sí pueden ofrecerse algunos elementos de reflexión al respecto que podrían completar aquella perspectiva reducida sobre sus efectos en el plano estrictamente instrumental.

En primer lugar, estas nuevas tecnologías de la seguridad han alumbrado una manifestación espacial nueva del poder. En este tránsito hacia la sociedad de control, la tradicional separación del espacio público y el espacio privado se disuelve. Como señala Jean-Charles Froment, esta disolución no es una empresa conscientemente orientada según un plan totalitario que aspira a controlar por completo los espacios privados. Se trata del resultado de un doble movimiento que comporta, a la vez, la "publicitación del espacio privado" y la "privatización del espacio público", un doble movimiento que se traduciría en una desterritorialización y una desinstitucionalización del control.

Más allá del uso que los poderes públicos puedan hacer de las nuevas tecnologías para extender la vigilancia, los agentes privados, desde las comunidades de vecinos a las empresas, dedicadas a la seguridad o no, las están incorporando cada vez más en la autogestión de la propia seguridad. Vestíbulos de edificios, grandes almacenes, pero también espacios urbanos enteros, como las comunidades cerradas a la libre circulación por sus propietarios, son constantemente vigilados a través de cámaras y otros dispositivos electrónicos, y el debate que inicialmente hubo sobre la posible vulneración que suponían para los derechos de la ciudadanía parece haber cedido en una "integración total del principio de la vigilancia electrónica, muchas veces deseada, impulsada por la opinión pública, que reclama mirar y ser mirada". En muchas ciudades, las "patrullas ciudadanas" de antaño han dado paso a la posibilidad de una covigilancia individual, en la que cada cual puede vigilar para el resto y la propia casa, el espacio privado por excelencia, puede ser el nuevo escenario del cumplimiento de ciertas penas o el ejercicio de ciertas prevenciones. La desaparición de fronteras claras entre el espacio público y el espacio privado provoca, además, la pérdida de aquellos límites territoriales que tradicionalmente se había impuesto al ejercicio del poder. Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación permiten que el poder funcione sin espacios que le sean propios. Si antes había lugares donde el poder no podía acceder o donde la libertad podía ser legítimamente limitada, ahora la tecnovigilancia permite que ambos puedan estar interpenetrados en la misma medida. Como señala Froment, el territorio desparece o, dicho en otros términos, lo que siempre ha sido una geografía física del espacio-territorio ha dado paso a una geografía del espacio-movimiento, de territorios de flujo y reflujo del poder, mucho más inseguros.

El uso de estas nuevas tecnologías en el campo de la seguridad ha tenido también una enorme trascendencia desde el punto de vista de los espacios institucionales. Si, como se ha dicho, han contribuido a esa confusión entre el espacio público y el espacio privado, al mismo tiempo han provocado un desmoronamiento del monopolio del ejercicio de la vigilancia por parte de instituciones públicas especializadas como la policía. Ahora, las máquinas median entre aquellos profesionales que ejercen labores policiales y la ciudadanía. Más aún: entre ambos, policías-vigilantes y ciudadanos, aparece también todo un conjunto de agentes que, desde el diseño, el mantenimiento y la gestión de los sistemas de vigilancia electrónica hasta la asesoría, la mediación y el trabajo social, participan de aquellas funciones que, hasta hace relativamente poco, desarrollaban funcionarios públicos especialmente seleccionados y formados. Por último, en algunos países, la desaparición del vigilante-funcionario, cuando el poder público se privatiza y son empresas privadas las encargadas de instalar equipos de vigilancia, comprobar que las conductas de ciertos ciudadanos se ajustan a lo que se espera de ellos o de alertar de cualquier tipo de incumplimiento o desviación. El auge de los servicios privados de seguridad y la aparición de las llamadas "policías privadas" debe igualmente ser explicado en relación a este movimiento de desterritorialización y desinstitucionalización del cual (huelga decirlo) no son responsables las máquinas. Estas nuevas tecnologías de la información son para esta nueva sociedad de control lo que otro tipo de máquinas fueron para otras sociedades: instrumentos al servicio de determinadas mentalidades, determinadas políticas y ejercicios del poder, interesados hoy en extender horizontalmente los problemas relacionados con la seguridad ciudadana y la convivencia.

Más centrados en la policía y en su ejercicio profesional cotidiano, hay que decir que la adopción y el uso efectivo de nuevas tecnologías no ha sido un proceso lineal, ni neutro y, desde algunos puntos de vista, cualquier cosa menos armónico. En nuestra sociedad, las nuevas tecnologías de la comunicación y la información han alcanzado ya un status quasi-mágico en la mejora de calidad de vida o en la resolución de problemas sociales; en clave ciertamente utópica, algunos discursos se basan en "la presunción básica (que) siempre es la misma: la nueva tecnología traerá salud para todos, más libertad, revitalizará la política, satisfará las necesidades colectivas e individuales". No obstante, las experiencias que se tienen de su adopción y su uso efectivo en el ejercicio profesional cotidiano en la policía permiten, si no dudar de sus enormes potencialidades o mostrar un escepticismo que en modo alguno estaría plenamente justificado, sí plantear algunas cuestiones. En algunos casos, la incorporación de estas tecnologías ha encontrado resistencias y ha creado tensiones en el interior de organizaciones cuyos flujos de información y trabajo debía precisamente mejorar; en otros, ha servido para que afloren ciertas disfunciones entre organizaciones de policía diversas que formalmente se integran en un modelo único. Incluso, hay autores que han llamado la atención sobre cierta pérdida de savoir-faire en la práctica policial relacionada con la incorporación de estas tecnologías al trabajo cotidiano.

En relación a la incorporación de nuevas tecnologías, se conocen experiencias en las cuales parece que ésta obedece más a razones de "distinción", en cuyo caso se marcaría cierta diferencia de status a través de la sofisticación que incorporan, que de necesidad objetiva en relación a la mejora en la gestión de los recursos y la prestación del servicio.

Plantillas relativamente pequeñas de policía han incorporado sistemas de posicionamiento global (GPS) en sus unidades móviles o han dotado a sus agentes de dispositivos portátiles para la confección y transmisión on line de documentos de todo tipo con el pretexto antedicho y el resultado ha sido ciertamente decepcionante por cuanto, más allá de su utilidad, han supuesto un despilfarro de fondos públicos. No cabe duda de que el sistema GPS, que permite identificar objetos mediante longitud y latitud, y localizarlos con gran exactitud en el plano de una ciudad como Barcelona, tiene unas enormes aplicaciones en la medida que permite dirigir y administrar una flota de medio centenar de vehículos patrullando al mismo tiempo, en un mismo turno de trabajo.

Sin embargo, cuando de lo que se trata es de coordinar y dirigir el servicio de las dotaciones de cuatro o cinco coches-patrulla, la conveniencia de incorporar estos sistemas tan costosos es relativamente mucho menor y las decisiones al respecto han sido y son cuestionables y cuestionadas. Esto, sumado al hecho de que con bastante frecuencia el diseño de estos sistemas no cuenta con las capacidades y las necesidades de los policías que acaban trabajando diariamente con ellos (en las salas de mando y coordinación) y para ellos (en la calle), hace que rápidamente se dude de su pertinencia y se constate su falta de adecuación. Por otra parte, las nuevas tecnologías han venido ha alterar sustancialmente las relaciones laborales en el interior de las organizaciones policiales.

En primer lugar, en sentido vertical, en la medida que, como en su día el telégrafo o el teléfono, han servido para ejercer control sobre las escalas subalternas. El mismo caso del GPS es ilustrativo al respecto: como ocurre con casi toda esta tecnología, opone, a las extraordinarias posibilidades que ofrece, las contrapartidas de vigilancia y control que supone para los individuos que son "etiquetados" para su seguimiento constante.

En cualquier momento, una central de mando puede saber dónde se encuentra cualquiera de sus dotaciones y, además, cuánto tiempo lleva patrullando efectivamente, en qué momento ha apagado el motor, cuándo abandona el vehículo y cuándo vuelve a él para reanudar la marcha; así mismo, puede establecer relaciones pormenorizadas entre todos estos momentos y el trabajo real de los policías, medido en servicios realizados, informes redactados o denuncias efectuadas, registros todos que pueden ser recibidos, en la misma central y a tiempo real, vía satélite. No cabe duda de que allí donde las categorías de mandos intermedios son insuficientes o no se obtiene de ellas el resultado esperado en cuanto al control cotidiano de los subordinados de la escala básica, el recurso a estas tecnologías puede ser eficaz. No obstante, y ya considerando la dimensión más horizontal de las relaciones laborales, el uso de estas tecnologías puede tener inconvenientes también considerables.

Antes de pasar a valorar las resistencias que la implementación de nuevas tecnologías a patrones de trabajos previos ha tenido que enfrentar, hay que tener en cuenta fenómenos como los registrados en algunos servicios de policía europeos que adoptaron mucho antes que los de nuestro entorno más próximo estos sistemas de vigilancia y comunicación: según informes de psicólogos que estudiaron los efectos de la utilización del GPS en la policía, junto a las ventajas ya expuestas, detectaron ciertos inconvenientes relacionados con el alejamiento-aislamiento que suponía el hecho de que la comunicación con la central de mando y otras unidades dejase de ser verbal (en definitiva, hablar con el compañero) para ser estrictamente escrita (enviar y recibir mensajes y requerimientos escritos en formatos específicamente diseñados para su inmediato tratamiento informático); según este informe, estos nuevos modos de relación formal podían contribuir a que el policía en la calle se autopercibiese como más alejado del resto del colectivo y la organización, ligado a él por lazos menos seguros, con las consecuencias que ello puede comportar para el desempeño de sus funciones, especialmente las que comportan más riesgo.

Entre las resistencias a que las nuevas tecnologías han tenido que hacer frente en la policía, la más inmediata es la ya comentada sobre el control de los propios efectivos. Otras menos evidentes, o que se han manifestado menos explícitamente, son las relacionadas con el perfil de las personas a cuyo uso están destinadas, con su edad, y en relación con esta variable, con el grado de formación que tienen y la socialización profesional que han recibido.

En general, el impacto y el peso que las diferentes tecnologías que se han ido incorporando al trabajo de la policía tienen en las diferentes plantillas tiene mucho que ver con el tipo de cultura profesional que sirve de marco a las relaciones personales y profesionales dentro de cada colectivo, es decir con el conjunto de representaciones mentales más o menos compartidas sobre lo que es y debe ser el trabajo de la policía. Independientemente de que pueda reconocerse que el uso de este tipo de tecnologías sea ventajoso para el desempeño del trabajo cotidiano en la calle, en muchos casos se piensa que son una "pérdida de tiempo".

La cultura policial tiende a enfatizar las actividades más directamente relacionadas con la intervención sobre la delincuencia, relegando otras prácticas que son tenidas por "distracciones", más cuanto más alejadas se encuentren en el imaginario colectivo de este núcleo duro del ejercicio de la profesión. Se ha comprobado que esto es así preferentemente cuando la experiencia profesional es mayor, y el nivel de estudios menor[25]. En el caso de Cataluña, por ejemplo, la penetración y la aceptación de la tecnología son relativamente menores en las policías locales, especialmente en las más grandes, de más tradición (alguna con más de un siglo de antigüedad), que en la policía autonómica, un cuerpo relativamente joven, con competencias territoriales efectivas desde 1994, en el que la edad media de sus integrantes es mucho menor, con el grueso de sus efectivos formados en un momento en que la informática e Internet ya estaban en escuelas, institutos y facultades.

Pero del mismo modo que la cultura policial condiciona la adopción efectiva de la tecnología, la tecnología puede condicionar también algunos aspectos interesantes de la cultura policial y hasta de la organización. El correo electrónico ha revolucionado la comunicación interna en las organizaciones, especialmente en aquellas más grandes, haciendo posible que la transmisión de información y órdenes, así como el cumplimiento de las mismas, tome una dimensión nueva. Las páginas web corporativas y las intranets, en las que los policías pueden encontrar todo tipo de documentos y recursos, están operando a favor de la consolidación de una cultura policial distintiva, en la que formalización, incluso de las relaciones de ocio, contribuye a la cristalización de formas compartidas de pensar y entender la profesión y su ejercicio.

Pero dicho esto, hay que estar atentos igualmente a ciertas reflexiones que se han hecho relacionando la desconexión de la policía respecto del territorio en la que desarrolla su trabajo y los cambios tecnológicos. Las nuevas tecnologías de la comunicación y la información, como en su día ocurriera con otras que ahora pueden parecer de importancia menor, han vuelto a transformar las relaciones que los policías mantienen con el medio físico y social cuya seguridad, entendida en el sentido más amplio, deben procurar.

El teléfono ha hecho posible el acceso fácil a la policía 24 horas al día y, al mismo tiempo, de algún modo, la ha convertido en un servicio de urgencia casi generalista; el coche ha permitido dar respuesta más rápida a las demandas ciudadanas pero al mismo tiempo ha restado oportunidades a los policías para ver, escuchar y hasta sentir: la calle ha dejado de ser el espacio que se patrulla, transitándolo, para ser, a veces, poco más que una vía de circulación de coches patrulla en servicio; la radio le ha restado, por su parte, autonomía: la antigua autonomía en la gestión del propio trabajo, de la propia relación con el micro-territorio que se tiene asignado se ha perdido a medida que los policías se han ido convirtiendo en "antenas de su central".

En esta línea de modernización creciente (y generalmente bien saludada), las nuevas tecnologías han profundizado en este alejamiento del policía y por ello se las ha relacionado con cierta pérdida de "saber hacer" en el momento de establecer y mantener una relación de autoridad con la ciudadanía en el territorio, de cierta pérdida de oficio que siempre ha estado fundado en el ejercicio de la proximidad. Y es que es precisamente en las intervenciones donde la proximidad es un factor clave para la resolución de conflictos o para el simple acompañamiento de la convivencia donde esta pérdida de savoir-faire se manifiesta más crudamente: cuando los procedimientos de trabajo de los policías están orientados por las necesidades de los sistemas informáticos hasta el punto que la información se constituye en un fin en sí misma, la calidad de dicho trabajo pierde mucho, como cuando en el momento de dirigirse a un grupo de jóvenes pertenecientes a determinadas comunidades que están sentados en determinados parques de la ciudad el fin es el control de sus identidades y la comprobación de sus antecedentes policiales.

Por último, el uso de las nuevas tecnologías está induciendo ciertas disfunciones en la coordinación entre diferentes policías. En la medida en que, como ya se ha dicho, no todas las organizaciones presentan el mismo grado de incorporación de tecnología y en la medida en que el trabajo cotidiano está igualmente determinado de manera diferente por aplicaciones distintas, se ha constatado que se producen auténticas incompatibilidades en los protocolos de comunicación y traspasos de información que, en muchas ocasiones, se traducen en deterioro de relaciones profesionales.

Este sería el caso, por ejemplo, de algunas ciudades catalanas, donde trabajan conjuntamente la policía local y autonómica. Toda la información recogida por los agentes en el territorio es tratada de forma específica por cada policía y los agentes encargados de este tratamiento, para su tramitación a otras instituciones (juzgados, gobierno autonómico, gobierno central), exigen que esta información se ajuste a determinados parámetros que permitan, luego, operativizarla. Pues bien, cuando esta información ya tratada (informes, actas, atestados) debe pasar de una policía a otra (de la policía local a la autonómica), la tecnología que dirige este traspaso (el llamado Núcleo de Información Policial, NIP), no siempre lo permite. Actualmente, muchas policías locales están siendo dotadas de las aplicaciones informáticas para el tratamiento de la información que ya funcionan en la policía autonómica, en un paso más en la dirección de los ajustes del modelo policial catalán, un paso motivado por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación.

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