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El Tratamiento Moral (página 2)

Enviado por Santiago Tristany


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Cuando la sensibilidad recibe impresiones del primer género se dice que siente simplemente; cuando recibe las impresiones del segundo género se dice que vuelve a sentir o que recuerda; cuando recibe impresiones del tercer género se dice que juzga; cuando recibe impresiones del cuarto se dice que desea o quiere.

De este modo, percepción, memoria, juicio y voluntad (esto es, todas las facultades humanas) se reducen a la pura y simple sensibilidad. Tracy se separa de Condillac solamente al suponer que la idea del mundo externo nace no de las sensaciones táctiles, sino de las de movimiento […] De la relación entre las actividades psíquicas y el organismo corpóreo trató, sobre todo, Pedro Cabanis (1757-1808) en una obra titulada precisamente Relaciones entre lo físico y lo moral del hombre […] Admitido el supuesto de Condillac de la reducción de cualquier poder psíquico a la sensibilidad, Cabanis pasa a considerar la dependencia de la sensibilidad respecto del sistema nervioso." (Abbagnano, 1994, pág. 198-199)

Vamos a acercarnos más a la escuela francesa: "Durante el siglo XIX los psiquiatras se dedicaron a pulir la identificación y clasificación de las enfermedades mentales. La escuela francesa con Pinel, Esquirol, Georget, Leuret, Moreau de Tours, Fovil, Morel, Lasègue, Magnan, Cotard, Falret, y otros, sustentó sus teorías en el trabajo asistencial y la investigación anatomoclínica: una vez bien delimitados los síntomas de la patología mental, trataban de encontrar su correlato somático en la anatomía patológica. […]

Es recién hacia fines de 1700 cuando la psiquiatría va afianzándose como una nueva disciplina dentro de la medicina, cuando comienzan a aparecer los primeros tratados sobre las enfermedades mentales y se va abriendo paso una concepción de tratamiento más humanitaria, desde el inglés Battie, 1751, hasta Pinel en Francia, 1793, siendo precisamente con este médico que se inicia una nueva etapa en la historia de la psiquiatría.

Siguiendo los postulados de la Revolución Francesa, Pinel, y luego su discípulo Esquirol, impuso no solo un modelo de mayor respeto hacia los alienados sino que inicia una nosografía psiquiátrica que se ha ido perfeccionando hasta nuestros días. Pinel describió las alteraciones de las diferentes funciones psíquicas: memoria, atención, juicio y pensamiento; dividió a las enfermedades en melancolías, manías sin delirio, manías con delirio y demencia, ya sea por deterioro intelectual o por idiotez; pensaba que además de la vulnerabilidad hereditaria, las deficiencias en la educación y las pasiones podían provocar la locura y que, por lo tanto, era resultado de una combinación de factores hereditarios y experiencia de vida […] Pinel y luego Pritchard lucharon por imponer el concepto legal de locura sin delirio, provocada por la disarmonía afectiva, proponiendo Pritchard para este tipo de psicosis el nombre de locura moral (moral insanity), término que erróneamente es aplicado a la psicopatía. También en otras partes del mundo hubo un florecimiento de la nueva disciplina: Chiaruggi en Italia, Fricke y Reil en Alemania, Rush en Estados Unidos." (Marietán, 2004b)

Dice Marietán respecto de Pinel: "Luego es ganado por la filosofía de Condillac, en plena Ilustración. Expresa, siguiendo estas ideas, que la sociedad está para el individuo, y el individuo para el bien común de la sociedad, en justa alineación con las ideas de la Revolución. Esta postura le va a costar ser rechazado tres veces para ingresar a la carrera de medicina en París, ya que su título anterior no le sirve para ejercer.

En 1783 ocurre un hecho determinante en la vida profesional de Pinel, un joven amigo suyo enloquece y se suicida, ese será el incentivo para que se dedique a la psiquiatría. Traduce la obra de Cullen. Trabaja en un instituto privado de psiquiatría por cinco años, donde se interioriza del trato a los enfermos mentales. Participa activamente de la Revolución tomando varios cargos políticos. Teoriza que el estado de revolución excita las pasiones y produce enfermedades. Prepara un informe sobre una nueva estructura asistencial. En 1792 se le nombra director del Hospital Bicêtre y encabeza la reforma del sistema hospitalario. En 1793 asiste a la muerte de Luis XVI, como miembro de la Guardia Nacional. Y, según referencias históricas, en septiembre de ese año, obtiene el permiso de la Asamblea para llevar adelante una idea temeraria para esa época: quitar las cadenas a los alienados. Libera primero a 12 y luego a 200 de Bicêtre, y hace lo mismo en Salpêtrière, donde trabaja a partir de 1795. Comienza a escribir su "Tratado sobre la manía". formula sus conceptos sobre la importancia del trabajo en la terapéutica y el tratamiento moral que postula consejos para las pasiones y la lógica y el razonamiento para los trastornos del entendimiento." (Marietán, 2004a)

Las ideas que divulgaban Pinel y Esquirol eran revolucionarias en su momento: "Tanto Pinel como Esquirol proponían un tratamiento moral en tanto suponían una etiología de la misma índole, entre otras posibles (herencia y físicas). Es de destacar que lo que se buscaba era la causa de la Locura en general y no de cada enfermedad en particular, en tanto más que de enfermedades, se hablaba de sindromes, es decir, conjunto de síntomas observables, dentro de la Locura entendida como género único. El objetivo terapéutico era que las pasiones del paciente vuelvan a su natural equilibrio, al modo hipocrático. Creemos que la psicología en la que se fundamentaba Esquirol es un referente que sintetizaría la posición de la Psiquiatría ante la irrupción de las pasiones. Se trata de la psicología que resalta la importancia de la atención voluntaria con función de control, selección y síntesis, manifestación de la acción del yo sobre los automatismos psicológicos que, en nuestros términos constituirían las pasiones. Lejos de explicarlas, la intención era suprimirlas o subsumirlas al dominio de la Razón. Específicamente sus propuestas eran: romper con el círculo vicioso de las ideas (aislamiento en establecimientos especializados, viajes, ocupaciones, etc.), actuando sobre la atención para distraerla y fijarla. Pinel por su parte planteaba como objetivo del tratamiento "subyugar y domar al alienado, poniéndolo en estrecha dependencia de un hombre, que, por sus cualidades físicas y morales, sea adecuado para ejercer sobre él un poder irresistible y para cambiar el círculo vicioso de sus ideas." (Cabaleiro, Fernandez Mugetti, Saenz, 2000)

Ahora penetraremos, de la mano de José Ingenieros, en la situación argentina: "El Hospital General de Hombres, desde su fundación, a principios del siglo XIX, fue, en parte, un depósito de alienados; su Patio de Dementes contenía más de la mitad de los enfermos hospitalizados. Es verosímil que esta circunstancia permitiese a los médicos de cierto ingenio, como el doctor Cosme Argerich, reflexionar sobre las ideas que comenzaban a romper las cadenas con que solía sujetarse a los infelices alienados; la obra clásica de Pinel, "Tratado médico-filosófico sobre la enajenación mental o de la manía" (1801), había aparecido casi simultáneamente con la de Cabanis, "Relaciones de lo físico y de lo moral" (1802). Argerich, desde 1808, enseñó en Buenos Aires las doctrinas sensacionistas a sus alumnos de medicina; y desde 1810 las cultivó en su cátedra de filosofía el Dr. Francisco Planes. ( 111 )

Los dos eran lectores de Cabanis, seguramente; de Pinel debió serlo el Dr. Argerich, pues alguno de sus discípulos da noticias de que sus doctrinas eran preferidas en el país.( 112 ) Acaso tuviera alguna información al respecto el profesor de ideología Juan Crisóstomo Lafinur. Nociones bien definidas acerca de la locura y sus causas, tuvo el profesor Manuel Fernández de Agüero, cuyos "Principios de Ideología" constituyen el documento más expresivo de las ideas dominantes en Buenos Aires durante el liberal gobierno de Bernardino Rivadavia; ( 113 ) en cuanto se refiere a la fisiología y patología cerebral, Fernández de Agüero seguía las huellas de Cabanis, inspirándose en Destrutt de Tracy para las generalizaciones filosóficas.

En todo vibraba el pensamiento de Condillac, maestro común de todas las escuelas sensacionalistas y fisiológicas. Es seguro que los escritos de Pinel fueron bien conocidos por el Dr. Cosme Argerich (hijo), médico del Hospital General de Hombres, nombrado profesor del Departamento de Medicina en 1822, poco después de la muerte de su padre. Era discípulo y amigo suyo el joven Diego Alcorta, que en 1827 se doctoró en medicina con una tesis sobre la Manía, que es la primera monografía psiquiátrica escrita en la Argentina; ( 114 ) se trata de una breve disertación, sencilla, bien inspirada, cuyo mérito principal consiste en una curiosidad histórica. Su autor tenía ya, ciertamente, noticia de Pinel; más tarde alcanzó a tenerla de Esquirol, eminente alienista francés cuya fama culminó en París mientras Alcorta era estudiante en Buenos Aires. Su "Curso de ideología", según las versiones exhumadas por Gutiérrez y Groussac, se inspiraba en Condillac y Cabanis; tenía más precisión médica que el de Fernández de Agüero, pero le es muy inferior en vuelo filosófico. Entre sus muchos discípulos, que algo alcanzarían de sus conocimientos psiquiátricos, ( 115 ) figuró el joven Guillermo Rawson, en cuyos brazos murió Alcorta el 7 de enero de 1842." (Ingenieros, 1919, V. Los estudios psiquiátricos en la Argentina)

En las Lecciones de Filosofía de Diego Alcorta, figuran muchas referencias a Condillac y a Cabanis, y a los conceptos de los ideólogos en general.

Dice Foucault en la página 50 de "El poder psiquiátrico" que el héroe del tratamiento moral fue François Leuret (1757, 1851), entre 1840 y 1870. Freud menciona a Leuret en sus obras, por ejemplo, en la La interpretación de los sueños (El olvido de los sueños), y en Conferencias introductorias al psicoanálisis (Lección XVII).

En relación a E. Esquirol y F. Leuret, dice François Sauvagnat: "Puede parecer excesivo poner en el mismo capítulo a estos dos clínicos, en la medida en que los trabajos de Leuret intervienen en un segundo tiempo, crítico, en relación a las concepciones del tratamiento moral desarrollado por Pinel o Esquirol.

Sin embargo, un cierto parentesco se impone, como veremos, desde el punto de vista terapéutico y desde el punto de vista desde donde se encaran los fenómenos elementales. De un cierto modo, el tratamiento moral apareció como una máquina de guerra contra los fenómenos psicóticos, o al menos contra sus manifestaciones institucionales. La idea básica que presidía ese tratamiento era que la imaginación, zona del espíritu directamente en contacto con las percepciones, se encontraba modificada por la influencia de las pasiones, y que eso bastaba para producir las diversas formas de locura. No creamos que esta teoría está pasada de moda, vemos periódicamente resurgimientos, a veces brillantemente presentados […] No es tradicional asociar a Pinel y Esquirol con François Leuret, en la medida en que este último muchas veces ha criticado su "filantropía" un poco lacrimógena, él favorecía los métodos más "quirúrgicos", como las duchas frías administradas con una presión que se parecía sin duda a una forma de tortura, si Leuret puede por otra parte, como lo ha propuesto Gourévitch, pasar por uno de los primeros críticos de la contratransferencia, y si sostiene un balance bien crítico de los saberes psiquiátricos de su época, proponía al mismo tiempo él también un tipo de tratamiento en el que una suerte de destrucción puede hacerse sin resto." (Sauvagnat)

No solamente Pinel, sino la escuela francesa en general ha impactado en nuestro país. Eduardo Mahieu presentó un trabajo sobre los vínculos entre la obra de Philippe Pinel y la primera tesis de psiquiatría en Argentina (1827) por Diego Alcorta, así como la influencia de la Escuela de medicina de París en el nacimiento de la medicina universitaria argentina.

En la segunda mitad del siglo XIX, Juan Carlos Stagnaro valorizó la figura de Lucio Meléndez y su Revista Quirúrgica Argentina. El análisis de las tesis de doctorado, aprobadas por la Facultad de medicina en esta época, muestra la influencia de los conceptos de Esquirol, Bayle, Leuret, Falret, Magnan, Morcillo de Tours y Auguste Voisin – cuyas Lecciones clínicas (publicadas en 1876) influyeron muy especialmente en Lucio Meléndez.

La influencia de Pinel ha sido marcada y el método que propiciaban ha generado debates, por los métodos empleados. La institucionalización de la locura es el marco de discusión en general. Nos dice Vezzetti: "El Traité médico-philosophique sur l'aliénation mentale, de 1801, que tiene varias reediciones, rinde cuentas de la experiencia de Pinel en los asilos de Bicêtre primero, y la Salpêtrière después. Más que un tratado sobre la locura, del tipo de las obras clasificatorias típicas del siglo XVIII, consiste en un manual acerca de la dirección de la conducta y las pasiones en el marco de una institución acondicionada para tal efecto.

En ese sentido, mucho antes de Wundt, la obra de Pinel da cuenta de una psicología instrumentada en un marco institucional, como práctica de gobierno de las pasiones, que no es ajena ni a los ideales de la Ilustración ni a los métodos del Terror." (Vezzetti, 1983, pág. 51)

"Las pasiones humanas vehementes están ordinariamente en el origen de la alienación, y justamente el discurso alienista encuentra un eje doctrinario de su conformación en la oposición de la pasión y el entendimiento. Con lo cual su destino se cruza con el del filósofo, a veces con una directa convergencia de funciones, como en el caso de Diego Alcorta" (Vezzetti, 1983, pág. 53)

Es de tener en cuenta que los pacientes comienzan a existir, esto es, dejan de ser despojos humanos arrojados a una jaula, para convertirse en humanos que pueden ser recuperados mediante un tratamiento. Dice Vezzetti: "Por esa vía que reconoce al loco en una masa humana que debe ser sometida y dirigida, el mismo movimiento que le reconoce la común condición de los explotados y los desposeídos le devuelve un rostro humano: el tratamiento moral no considera a los locos como absolutamente privados de la razón, es decir, como inaccesibles a los motivos del miedo, la esperanza, o el sentimiento de honor" (Vezzetti, 1983, pág. 55)

Podemos ver las ideas de un autor como Leuret: "Esta opinión, emitida por personas que han visto a Madame Louise antes y después de su tratamiento, amerita ser notado. Se preguntará cómo puede hacerse que después de una enfermedad mental, el espíritu se encuentre reafirmado y mejor como no lo estaba en el estado de salud habitual; se admitirá pronto que lo contrario debió haber tenido lugar.

Es necesario aquí hacer una distinción. Si había tenido delirio agudo, manía, furor, se sorprendería uno con razón que después del tratamiento casi exclusivamente físico empleado contra estas enfermedades, el espíritu hizo algunos progresos; pero, después de una enfermedad mental, puramente mental, y en la cual el tratamiento ha sido una suerte de educación, no puede, no debe ser así cuando la curación ha sido completa, y cuando, después la curación, la higiene ha sido buena y dirigida durante bastante tiempo.

La educación, es el alimento del espíritu; buena, hace los espíritus sanos, negligente o mala, hace los espíritus enfermos. Bien entendido que la educación debe ser apropiada a la disposición natural, al carácter; sin ello no sería jamás buena y, si el carácter es débil, si las disposiciones naturales no son afortunadas, la educación dada durante los primeros años, no es suficiente, es necesario continuarla modificándola siguiendo la necesidad. Por otra parte, las excentricidades, las rarezas (bizarreries) van creciendo y se exageran hasta la locura. Uno concibe entonces cuál será el oficio del médico: rehacer la educación. Por este medio, el espíritu del enfermo se fortifica y se vuelve capaz de luchar con ventajas, contra las tendencias a las que anteriormente había sucumbido." (Leuret, 1845)

Este texto de Leuret contiene abundante cantidad de casos y recomendaciones, en los que la dirección del paciente mediante la palabra es de principal importancia.

Claro que la palabra es utilizada en ocasiones de un modo violento. No se trata siempre de un amigable diálogo, sino que suele utilizarse la amenaza y el terror como medios de persuasión. Vayamos penetrando en dicho dispositivo terapéutico de la mano de Vezzetti: "Uno de los criterios más arraigados del tratamiento moral es que el loco debe ser separado de su familia; a partir de su ingreso al asilo el alienista va a ser toda su familia: va a ser su padre y su madre. Y en esa relación primaria con su alienado va a utilizar todos los recursos de un influjo directo, desde la reflexión y el convencimiento, al ejemplo, el estímulo o el castigo físico. Más aun, el médico alienista se propone ordenar el conjunto de las relaciones en el espacio manicomial haciéndolo jugar en un sentido corrector, con lo que no limita su relación al vínculo personal con uno y otro internado." (Vezzetti, 1983, pág. 72)

Dice Foucault: "Y así encontramos en Pinel esta definición muy simple pero fundamental, creo, de la terapéutica psiquiátrica, definición que no constataremos antes de esa época a pesar del carácter rústico y bárbaro que puede presentar. La terapéutica de la locura es 'el arte de subyugar y domesticar, por así decirlo, al alienado, poniéndolo bajo la estricta dependencia de un hombre que, por sus cualidades físicas y morales, tenga la capacidad de ejercer sobre él un influjo irresistible y modificar el encadenamiento vicioso de sus ideas.' " (Foucault, 1973, pág. 24)

Sin embargo, seguimos nuevamente a Vezzetti: "Es cierto que el tratamiento moral no es todavía una relación cerrada con el paciente sino que se ejerce más bien como una acción genérica de la autoridad del alienista que construye el orden a su alrededor y opera sobre el conjunto de la población internada. A ese primer momento pineliano, caracterizado por la instrumentación de las pasiones, en la que 'con una pasión se busca anular los efectos de otra' sigue otro, a mediados del siglo XIX, iniciado por Falret, en que se propugna más bien una 'reflexión conjunta con el paciente'; con ello se atenúa la importancia concedida a las pasiones y el tratamiento moral se vuelve pedagogía psíquica." (Vezzetti, 1983, pág. 72-73)

Ahora bien, todo el dispositivo de terapéutico moral debe ser puesto en marcha para tratar enfermedades morales y éstas, tienen una causa. Es así que Vezzetti afirma: "Pero, ¿cuáles son esas causas morales que resultan las predominantes en la descripción genérica de la locura? El repertorio es de tal amplitud que prácticamente cualquier circunstancia acusada en la existencia puede ser considerada como tal. En el límite, todo lo que trastorna un equilibrio absoluto -que hace pensar en un ideal religioso: la suma de virtudes- puede ser causa de la locura.

Eso surge de la siguiente enumeración exhaustiva: 'una imaginación desordenada, un estudio muy pertinaz, en general el exceso de trabajo del espíritu o el entorpecimiento del pensamiento solitario; la absorción en las meditaciones religiosas, la melancolía, el espíritu caballeresco o rústico de un siglo; las conmociones políticas y religiosas; la exaltación poética, oratoria, artística; la lectura de novelas, de ciertos libros ascéticos, de libros de brujería, de magia, de adivinación, etc., una mala educación; la cultura exclusiva de ciertas facultades, particularmente de la memoria o de la imaginación; la atención concentrada sobre un solo objeto; las largas y frecuentes prácticas religiosas plagadas de superstición o fanatismo; el remordimiento; la alegría excesiva, la tristeza profunda, concentrada y prolongada; todas las pasiones vivas no contenidas; los reveses de la fortuna; la ambición alucinada; el amor propio herido; el amor excesivo; los celos; la riqueza; el temor; el terror, el orgullo exaltado, etc.'. Finalmente, 'los tiempos de guerra, las especulaciones, el celibato, el casamiento, el concubinato y el libertinaje'. " (Vezzetti, 1983, pág. 84-85)

Podemos leer de Pinel: "El arte de tratar de darle otra dirección a la voluntad exclusiva de los alienados supone que ellos no han perdido completamente la razón; ya que si alguno de ellos está dominado por una fogosidad ciega y arrastrado por un conjunto tumultuoso de ideas sin orden ni consecuencia, solamente puede ser dominado con el chaleco de fuerza o una reclusión rigurosa.

Pero si al ejercicio del juicio todavía subsiste, otro secreto no menos recomendable para terminar con las riñas entre los alienados, vencer sus resistencias y mantener el orden, consiste en aparentar no darse cuenta de sus desvaríos, no dejar escapar ninguna palabra que incluya este reproche, fingir inclusive estar de acuerdo con sus opiniones y comunicarles hábilmente un impulso que creen únicamente surgido de ellos mismos.

Es en relación a esto que la encargada, la Sra. Pussin, me pareció reunir cualidades raras. La he visto con sorpresa, en Bicêtre, acercarse a los más furiosos maníacos, calmarlos con frases consoladoras y hacerlos aceptar un alimento que rechazaban con dureza de cualquier otra mano […] Esta hábil mujer se une durante un momento a sus dichos delirantes; salta y baila delante del alienado, contesta con algunas ocurrencias, logrando hacerlo sonreír y aprovecha este momento favorable para hacerlo comer: le conserva así la vida […] Le habla con dulzura, lo compromete a acercarse a ella con el instrumento que ha tomado, le muestra inclusive la manera en que debe usarlo para cortar las hierbas y finge deleitarse por tener semejante ayuda." (Pinel, 1801, pág. 7-8)

Alcorta en su tesis también da recomendaciones: "Se hace necesario ir retirando gradualmente al enfermo del aislamiento en que ha sido preciso ponerlo en el primer período, para volverlo poco a poco a sus antiguas habitudes; pero para ello se necesita de un tacto particular que sepa apreciar exactamente las circunstancias para no comprometer la recaída. El empleo prudente de las facultades intelectuales del maníaco concurre poderosamente a su curación; es menester reprimir la exaltación de la imaginación, la inestabilidad de las impresiones, la movilidad de las afecciones, presentándole objetos nuevos, fijando su atención por impresiones vivas e inesperadas, saber cuándo se debe chocar con sus pasiones y cuándo contemporizar con ellas, sin mandarle la idea del despotismo o de la debilidad.

En el período de la convalecencia tiene también lugar un tratamiento higiénico. El uso moderado de las facultades físicas del maníaco concurre poderosamente a su curación. La música ha sido en todos tiempos mirada como un medio poderoso en el tratamiento de la manía; los medios de distracción son indispensables; los vestidos, los alimentos y todos los objetos físicos que rodean al maníaco deben ser dirigidos con destreza a robustecer su razón débil; las secreciones y excreciones deben ser promovidas por todos los medios posibles; no deben omitirse el ejercicio del cuerpo. La equitación, la esgrima, los viajes y todo lo que sea capaz de entretener la atención recreándola." (Alcorta, 1827)

Por otro lado, dice Diego Alcorta en su tesis de 1827: "En nuestro país, las enfermedades mentales se distinguen más bien por un abatimiento particular que por la excitación de la manía aguda; así, en cuatro meses no se han presentado en el hospital sino tres casos de manía aguda, que con el tratamiento que llevo indicado han terminado por la salud. Este punto necesita mucho de las luces de la anatomía patológica, pues los autores no están acordes en el género de afección y las lesiones físicas del cerebro en la manía ayuda." (Alcorta, 1827)

De la mano de Ingenieros, trataremos de conocer más a Alcorta: "Con la Revolución habían penetrado a la enseñanza las doctrinas psicológicas de los Ideólogos, ( 83 ) continuadores de Condillac y de los Enciclopedistas. Educado en las ideas modernísimas de su maestro Cosme Argerich, apareció en la vida universitaria un joven médico que en 1828 llegó a ocupar la cátedra de filosofía: Diego Alcorta.

Este joven había nacido en Buenos Aires en 1801, de humilde origen. Tal era su pobreza que no hubiera podido cursar sus estudios en la Escuela de Medicina sin la ayuda de personas que le ofrecieron generoso apoyo, inducidas a ello por la viveza de su ingenio, tempranamente revelado. Su amplitud de ideas le inclinó desde los primeros años hacia el estudio de la fisiología y la patología mental, graduándose en 1827 con una tesis sobre la manía aguda, primer ensayo de psiquiatría escrito por un argentino y publicado en el país.

No diremos que fueran profundas ni originales las doctrinas sostenidas en ese trabajo primerizo. Revelaban, sí, sagaz discernimiento, inspirándose en lo que era por entonces la mayor novedad en esa ciencia; trasuntaban las ideas que Pinel había agitado en Francia, para redimir a los alienados de las cadenas con que los venían cargando, desde varios siglos, las preocupaciones religiosas. A través del alienista mencionado, que pertenecía a la escuela de los ideólogos, y de Cabanis, cuyas doctrinas sobre las relaciones entre el cuerpo y la mente había difundido ya Cosme Argerich, profesor suyo, se interesó Alcorta por los problemas filosóficos que se agitaban en la Universidad. Con motivo de haber renunciado Fernández de Agüero, llamóse a concurso para proveer la cátedra de "Ideología", obteniéndola Diego de Alcorta por unanimidad." (Ingenieros, 1919, III. Los alienados durante la Revolución)

"Ha pocos años publicó Groussac los apuntes de un "Curso" de Diego Alcorta; su lectura muestra que, en el fondo, sus lecciones eran tan "impías y heréticas" como las que habían obligado a renunciar a su antecesor Fernández de Agüero; revelan, evidentemente, mayor tecnicismo médico, pero menos vuelo filosófico, faltándoles el estilo incisivo y punzante con que el otro las expresaba. Además de los autores médicos que habían orientado sus doctrinas, Diego Alcorta conocía a Locke, a Bonnet y a algunos de los enciclopedistas.

No era propiamente erudito, y de los filósofos antiguos sabía muy poco; para colmar esa laguna le bastaba con la lectura de la "Historia de la Filosofía", por De Gérando, autor intermediario entre la ideología y el eclecticismo, que alcanzó a conocer. Este médico ilustre habría sido el hombre indicado para modificar la asistencia de los alienados en Buenos Aires; la tiranía de Rosas le apartó de su vocación inicial, induciéndole a hablar con prudencia de sus ideas psicológicas, sospechosas de "herejía", como en los tiempos coloniales. ( 84 ) " (Ingenieros, 1919, III. Los alienados durante la Revolución)

Esta penetración del dispositivo moral no terminó en Alcorta. Vezzetti nos cuenta que "La medicina moral (Luis Güemes titula así su tesis de 1879) preanuncia la tecnificación del influjo de la persona del médico mediante una atención más cuidadosa de sus efectos sugestivos. 'La medicina moral no está en los tratados y es patrimonio de muchos médicos. No se receta. Tiene como base el lazo íntimo que une estrechamente este binomio intransferible: médico-enfermo, donde se establece una transfusión de simpatía humana en que uno es receptor [el enfermo, se entiende] y el otro sujeto irradiante'." (Vezzetti, 1983, pág. 34)

"Es decir, que el influjo más tecnológico de Pinel, asentado sobre la reforma de las instituciones asilares según el paradigma de un gobierno moral de la conducta, solo llega a afirmarse en Argentina por la acción de Lucio Meléndez." (Vezzetti, 1983, pág. 52)

"A partir de 1876 Lucio Meléndez se hace cargo de la dirección del Hospicio de las Mercedes y comienza a publicar sus primeros 'casos' en la Revista Médico Quirúrgica." (Vezzetti, 1983, pág. 60)

"Un recurso esencial de la empresa de moralización encarnada por el tratamiento moral es el papel fundamental atribuido al trabajo; quizá esa firme decisión de instituir en el asilo una disciplina laboral es la causa más fuerte de la crisis y la transformación de esa institución." (Vezzetti, 1983, pág. 74-75)

La idea del trabajo como método terapéutico es desarrollada a pleno y se ajusta al discurso económico capitalista: "Maglioni, en su tesis propone un manicomio utópico que aúna las ventajas del tratamiento moral con las de una empresa capitalista, a través de asilos mixtos: 'Los gastos de calzado se reducirían por lo menos un una mitad, pues comprado por mayor el material los locos podrían trabajarlo para el objeto a que se destina. Los trabajos de costura podrían encomendarse a las locas para su uso y para el de los locos. Los trabajos de agricultura podrían encomendarse a estos últimos, economizando así las sumas que se inviertan en el pago de los peones que es necesario ocupar en el servicio del establecimiento de las locas.' " (Vezzetti, 1983, pág. 68-69)

"El relieve protagónico del alienista es no solo el resultado sino la condición de eficacia de ese dispositivo sugestivo. Encarna la ley y su autoridad es el resultado de una sustitución: las cadenas dejan su lugar a un sujetamiento moral. Y en cuanto el orden se propone abarcar todos los aspectos de la vida del asilo, el alienista se apodera y se sirve del conjunto de relaciones institucionales.

El propio espacio asilar es construido conforme al paradigma de una comunidad armonizada en la virtud y el trabajo. Doble consecuencia. Hacia el 'interior' del asilo, la presión del tratamiento no es sino la interiorización de esa armonía que expresa el contenido mismo de la razón que tata de restablecer. Lo racional que se enfrenta a la locura coincide, más que con una categoría del entendimiento, con un programa de educación y obediencia. Paradoja mayor del tratamiento que subyace, hasta el presente, a toda psicoterapia directiva: que el camino planteado para recuperar la propia razón y responsabilidad deba coincidir con una relación de máximo sojuzgamiento de la voluntad." (Vezzetti, 1983, pág. 70)

La idea del trabajo se desarrolló: "Ya en el viejo Hospital General, los locos tranquilos se ocupaban de la limpieza, más adelante -consignan Meléndez y Coni- se los mandaba con algunos guardianes a la ribera del Río de la Plata para trabajar en la plantación de árboles. Pero eso no era todavía un tratamiento moral en la medida en que no ubicaba al trabajo como una regla fundamental, particularmente para los convalescientes, del orden moral manicomial, como una garantía de la recuperación de la salud, de la formación de buenas costumbres y de la propia preservación del asilo como institución. Si Meléndez impulsa una organización laboral del hospicio, que será profundizada y completada por Domingo Cabred, su sucesor, es evidentemente a partir de la experiencia pineliana. Pero a la vez, ese papel central del trabajo se asienta sobre los valores que para el discurso higienista forman el núcleo esencial de la virtud ciudadana para los sectores desposeídos. De allí que Meléndez, funcionario celoso de un orden social que encuentra en el hospicio condiciones de realización mucho más puras que el convulsionado espacio urbano de Buenos Aires, se adelante a su tiempo.

A partir de un pequeño taller de zapatería instalado por su antecesor 'multiplicó las aplicaciones del trabajo del loco, fundando los talleres de carpintería, herrería, escobería, colchonería y otros' … 'Distribuyó a los alienados en grupos de jardineros y horticultores, transformando en poco tiempo los terrenos adyacentes del asilo, incluso los que hoy pertenecen al Hospital Rawson, en quintas de árboles frutales y hortalizas para el consumo de la población de insanos.' Si el trabajo, es el remedio más adecuado para la exaltación de las pasiones, es porque las fija a una actividad socialmente valorada y en esa matriz tiende a vaciarse la noción moderna de adaptación a la realidad." (Vezzetti, 1983, pág. 75-76)

"Domingo Cabred, que reemplaza a Meléndez -al mismo tiempo que realiza una obra de extensión del sistema hospitalario-, es el iniciador del sistema psiquiátrico de puertas abiertas, que alcanza su consagración con la inauguración de la Colonia Nacional de Alienados Open Door en 1889 […] El sistema de puertas abiertas inspirado en experiencias inglesas se define como 'un conjunto de disposiciones de orden material y de régimen interno que tienden, todas, a dar al establecimiento el aspecto de un pueblo, a proporcionar a sus moradores la mayor suma de libertad, compatible con su estado de locura, y a hacer del trabajo uno de los elementos más importantes del tratamiento moral." (Vezzetti, 1983, pág. 78-79)

Florencia Ibarra nos dice que "en la intersección entre medicina y filosofía, que no era ajena a las ideas de la ilustración sostenidas por el gobierno argentino de la época, ubicamos el tratamiento de dos casos de locura que tuvieron resonancia entre 1822 y 1824, en los cuales vemos asomarse un campo disciplinar que tendrá en lo sucesivo un derrotero propio. Ubicando este entramado en el devenir histórico de nuestro tema, hemos desarrollado cómo se concebía la locura en el período revolucionario, diagnosticándola según las categorías de la época (Manía) y tratándola según el tratamiento moral." (Ibarra, 2005, pág. 7)

Un texto muy interesante que indica la evolución del tratamiento moral hacia los tratamientos actuales es el de Gladys Swain (1994).

Conclusiones

El tratamiento moral iniciado fundamentalmente por Pinel, lejos de haber sido un pequeño dispositivo adoptado por Alcorta y otros pocos de su época, marca un cambio profundo en la concepción de la locura y su tratamiento. Las psicoterapias actuales tienen una deuda fundamental con el tratamiento moral, pues se empieza a tener en cuenta la enfermedad mental como distinta de la enfermedad orgánica y el recurso de la palabra (para modificar comportamientos considerados patógenos) es puesto en funcionamiento.

Leyendo textos como los de José Ingenieros, uno puede percatarse de la situación en la que se encontraban las personas con trastornos psicológicos en nuestro país, antes de las ideas difundidas por el tratamiento moral, más específicamente por Pinel.

Si bien es cierto que muchas cosas pueden serles reprochadas, no es menos cierto que el paisaje en el que transcurría la escena era muy distinta a la actual, y por lo tanto, lo obvio para nosotros no lo era tanto para ellos. Asimismo, es cierto también que nosotros, padecemos de la misma obviedad, y que quienes nos continúen, tendrán otro tanto que reprocharnos.

Bibliografía

Abbagnano, N. (1994). Historia de la Filosofía, tomo III. Barcelona: Hora.

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Alumno:

Santiago Tristany

Junio de 2006

Partes: 1, 2
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