Por el camino de mi casa, recordé algunas escenas de la breve estancia de Maite en Barcelona, no había visto nunca a nadie tan feliz como mi amiga aquellos días, no lo olvidaré por tiempo que pase, se siente uno tan bien haciendo felices a los demás. Para mi Maite, pasó a ser como una hermana muy querida y entrañable con quien podía confiar mis más íntimos secretos y pensamientos.
Al llegar a casa, mi madre estaba algo preocupada por mi, llevaba bastantes horas sin aparecer por allí.
-Guillermo hijo, ¿dónde andas que casi no te vemos por casa?-.
La conté sin entrar en detalles que estuve haciendo compañía a Laura y su abuela. -Mamá, ésta muchacha las únicas personas que tiene en el mundo son su abuela y su hermano, cuando le ocurrió este percance a su abuela, se hallaba sola y no sabía que hacer ni a quien recurrir-.
-Bien hijo, está bien y es muy loable que ayudes a los demás si está de tu mano, pero cuando lo hagas no esperes que por ello te compensen, hazlo siempre con espíritu altruista y humanitario, por que de lo contrario te puedes llevar muchas sorpresas-.
Dejé a la Padrina y a mi madre hablando sobre la familia Soladrigas, subí a mi habitación y, me tumbé en la cama, me sentía fatigado, aunque no era cansancio físico. Comencé a meditar sobre cómo poder desarrollar la idea que se me ocurrió para ayudar al hermano de Laura.
Recordé que en una ocasión Lluís me había comentado de su amistad con el sargento del puesto de la Guardia Civil del pueblo vecino, al parecer durante los últimos meses de la guerra civil, los padres de éste se habían hospedado durante bastantes meses en la casa de los de Lluís en este pueblecito, gracias a ello se había acrisolado una buena amistad entra ambas familias. Pensé hablar con Lluís cuando regresara de su trabajo al final de la tarde, le consultaría sobre la idea que había tenido para ayudar a Joaquín.
Durante el almuerzo mi madre y la Padrina, no hicieron ningún comentario respecto a Laura y su familia, detalle que agradecí íntimamente. Justo después de comer, cogí uno de mis libros de lectura y la bicicleta y me fui a buscar a Laura y su hermano.
Llamé a la campanilla de la verja, al poco rato Eulalia vino abrir, su esposo, el jardinero, se había ausentado para efectuar algunas diligencias por encargo de la señora de la casa. Joaquín y Laura estaban todavía sentados alrededor de la mesa finalizando el almuerzo.
-Disculpad-, les dije, -pensé que ya habríais finalizado el almuerzo, os espero en el lugar de siempre-, les dije.
-No, por favor no te vayas-, dijo Laura levantándose de la silla y viniendo al lugar donde yo me hallaba tomándome del brazo. -Ven siéntate con nosotros, vamos a tomar el postre juntos-, dijo tirando de mi hasta situarme en una de las sillas que habían alrededor de la mesa.
-Precisamente comentábamos con Joaquín el susto que tuvimos con la enfermedad de la abuela y tu providencial intervención-.
No sabía que decir, Laura casi me pintaba como un héroe, algo de lo que yo huía, idealizaba la acción y la contaba como si de una gesta heroica se tratase.
-Joaquín, no hagas demasiado caso de cómo tu hermana relata mi fortuita intervención, no fue otra cosa que eso, fortuita, a Dios gracias tu abuela parece estar mejorando y eso es lo que vale-.
Joaquín tenía ahora mejor aspecto, se había aseado y cambiado de ropas, pero no se le había borrado de su semblante la preocupación. Después de tomar el postre que Eulalia había preparado, un delicioso "puddin", del que repetí, nos fuimos andando hasta cobijarnos bajo la sombra de "nuestro" viejo roble. El lugar era sumamente apacible y tranquilo, solo el cántico de algún pajarillo y el machacón y monótono cantar de las cigarras interrumpían en algún momento el silencio reinante del lugar.
Inicié yo la conversación: – Joaquín, ¿estás en disposición de contarnos desde un principio lo ocurrido?, no te dejes detalle por nimio que pueda parecerte, puede ser crucial para el desarrollo de la idea que yo he tenido y luego os explicaré-.
Joaquín no sabía casi como empezar, la vergüenza y el sentido de culpabilidad no le permitían casi articular palabra.
-Todo comenzó, cuando hace algo más de dos meses a la salida de clase de mecánica con otros compañeros, nos fuimos a tomar unos refrescos en el cafetería de enfrente de la Escuela Industrial, como en tantas ocasiones habíamos hecho, casi sin darnos cuenta dos individuos a los que no habíamos visto jamás con anterioridad, nos siguieron hasta la cafetería y se sentaron en una mesa inmediata a la nuestra, sin saber como al poco rato, estaban conversando con nosotros, uno de ellos tenía acento sudamericano-. -Eran simpáticos y amables, hablamos de mil cosas, después de más de una hora de charla, uno de ellos sacó una baraja de naipes americanos y se puso a jugar al póker con el que le acompañaba, nosotros estuvimos mirándoles un rato como lo hacían mientras nos tomábamos nuestros refrescos. A todas estas uno de ellos nos preguntó si queríamos participar, le contestamos que no teníamos ni la menor idea de las reglas del juego, no dijo que era muy
simple y nos enseñaron cómo jugar, una hora después estábamos ya apostando, y lo bueno es que les ganamos unos durillos, el resto ya te lo conté por teléfono, nos aficionamos y ya casi todos los días íbamos a jugar a la casa de uno de ellos, a partir de aquel momento comenzamos a perder, primero poca cantidad, y con el afán de recuperar lo perdido cada vez elevábamos más nuestras apuestas. Primero Nos daban crédito y les firmábamos un papel por el valor de la deuda, hasta que ya nos dijeron que teníamos que pagar o acabaríamos mal, muy mal, dijeron. Su reacción nos dejó verdaderamente sorprendidos al resto de compañeros, el individuo de acento sudamericano, que dicho de paso era algo mayor que nosotros, se pasó el dedo índice por la garganta a modo de amenaza-.
-Sigue, sigue contándonos-, le animó su hermana.
-Si, si, Joaquín lo estás relatando muy bien, parece que lo esté viendo-, le dije para animarle a que siguiera.
-Ya a partir de aquel día sus llamadas telefónicas eran cada vez más frecuentes y amenazadoras, no se como pudieron saber mi teléfono y mi domicilio-.
-Posiblemente algún día te seguirían hasta tu casa sin que te dieras cuenta-.
-Bien, creo que debemos tratar de protegerte de posibles acciones de estos individuos-.
-En alguna ocasión oíste el nombre de alguno de ellos?-.
-A uno le llamaban Feliciano, era el que tenía un marcado acento sudamericano, creo que en una ocasión dijo ser de Colombia, pero desconozco el apellido, el otro por su manera de hablar era español, andaluz quizás-.
Todo el tiempo que transcurrió en el relato de Joaquín, Laura y yo estuvimos escuchándole en riguroso silencio, sin interrupciones.
-Entonces voy a explicaros cual es mi idea al respecto:. En nuestro país y en muchos otros, el juego con dinero es delito y, si le añadimos el gravamen de haber inducido a alguien a ello, todavía peor-, el amigo de mi padre, Lluís, me consta que tiene muy buena relación con el sargento de la Guardia Civil del pueblo vecino, si le voy a ver y le cuento todo lo que tu nos has relatado, ellos como conocedores de todos estos entresijos nos podrá aconsejar al respecto y de este modo también tu liberarás parte de responsabilidad por haber acudido voluntariamente a contarlo y pedir consejo a un representante de la ley-.
-Oh Guillermo, me parece una idea genial- dijo Laura con
cierto entusiasmo, -A ti ¿qué te parece Joaquín?-, le preguntó ésta a su hermano.
-Estoy aturdido, no se que pensar, pero creo que puede ser positivo el poner en conocimiento de la ley las acciones de estos desalmados, vete a saber a cuanta gente habrán expoliado-.
-Bien dejadme que hable esta noche con Lluís para ver si considera oportuno que nos entrevistemos con su amigo el sargento. Regresemos a casa para hacerle compañía a vuestra abuela-.
Volvimos a la casa, la abuela estaba acompañada por la profesora de piano, la señorita Amelia recién llegada de la ciudad. Al poco rato vino a visitarla Maite, le trajo un ramillete de flores que ella misma había cogido del jardincillo de su casa, la abuela y Laura se lo agradecieron sinceramente, invitándola a tomar un café con leche y unas galletas.
Al caer la tarde, regresé a casa, tenía que hablar con Lluís tan pronto volviera de su trabajo. Mi madre me encontró muy serio y preocupado, me preguntó por ello, le dije que si, que tenía una preocupación de algo que le ocurría a un amigo, sin citarle el nombre, no me hizo comentario alguno, simplemente se encogió de hombros como si no entendiese nada.
Una hora más tarde llegaba Lluís, fatigado de la larga jornada en la cantera trabajando las piedras con el escoplo y el mazo.
Aguardé a que se aseara, mientras las mujeres de la casa preparaban la cena, le cogí del brazo y me lo llevé al establo, allí estaríamos tranquilos para poder hablar.
-Lluís, deseo hacerte una consulta y te pediría que los nombres que voy a darte y los hechos, los olvides para toda la vida-, le dije muy serio.
-Caramba Guillermo ¿tan importante es lo que me quieres consultar?- dijo poniéndome sobre el hombro una de sus grandes y encallecidas manos producto de su duro trabajo en la cantera.
-Si, lo es, hace referencia a un buen amigo mío y a una familia muy conocida en el pueblo, es por eso que necesito una total discreción, ni tan siquiera debe trascender por el momento a las tres mujeres de la casa-, le dije muy serio y solemne.
Lluís comprendió que se trataba de algo importante.
-No debes preocuparte por ello, seré una tumba-.
Le conté con todo detalle lo que Joaquín nos había relatado, no le oculté el nombre de quien se trataba. Se quedó unos instantes meditando. Lluís no era un hombre culto, apenas tuvo ocasión de ir a la escuela para poder ayudar a la familia con su aportación laboral, pero tenía un gran sentido natural de la lógica y el análisis -Es un asunto preocupante y de delicada solución, ¿qué has pensado para ayudarle?-.
-En una ocasión oí que le contabas a mi padre la amistad que tienen los tuyos y tu mismo con un sargento de la Guardia Civil, había pensado en ir a contarle el suceso al sargento, él como profesional y representante de la ley, creo que estará en grado de aconsejar a Joaquín mejor que nadie, ¿no te parece?-.
Se quedó unos segundos pensando y al fin me dijo : -El sargento Martínez es un hombre de gran integridad, podrías hablarle con toda confianza, con toda seguridad le dará el consejo más oportuno y adecuado a la cuestión, acompáñame a la centralita telefónica del pueblo, vamos a llamarle y ver si puede recibirte-.
Nos fuimos a la centralita de teléfonos, Lluís le pidió a Pepita, la operadora, que le pusiera con el cuartelillo de la Guardia Civil, en un periquete tuvimos al sargento en la línea.
-¿El sargento Martínez? Preguntó Lluís-.
-Al habla-, respondió este.
-Hola Lluís, estamos todos bien, y ¿vosotros?-. ¿Te ocurre algo?-, preguntó.
Lluís le hizo brevemente una sinopsis del caso y solicitó la posibilidad de que fuera a entrevistarme con el.
-¿De quién se trata y cómo se llama?-, la Guardia Civil siempre pregunta, es su formación.
-Es el hijo de un compañero de armas, se llama Guillermo, es como si fuese un hijo mío, le tenemos todos los veranos en casa y tiene un asunto como te he dicho bastante escabroso en sus manos y le he aconsejado que venga a verte-.
-Bien pues dile que aquí le aguardo-.
-Gracias amigo, un abrazo extensivo a tus padres-.
-Otro mío se los daré de tu parte-.
-Ya ves, está en disposición de recibirte y aconsejarte, sobretodo se muy sincero con el, no te guardes nada, es un hombre muy recto y te dará la mejor solución posible-.
-Así lo haré, no debes preocuparte Lluís, no voy hacerte quedar mal-.
A la salida del locutorio, le dije: -Lluís si no te importa voy a ir a casa de los Soladrigas para decírselo, quiero que mañana vengan conmigo Joaquín y su hermana Laura, no quiero asumir ésta responsabilidad yo solo-.
-Ve, me parece correcto, pero no cojas compromisos en nombre de los demás-, me aconsejó.
-Así lo haré, gracias Lluís-.
Eran ya casi las ocho de la tarde, tenía a dos pasos la casa Soladrigas, en un santiamén estaba tirando de la cadenita de la campanilla. Vino abrirme la propia Laura. Nos dimos un inocente y suave beso en los labios, por un momento olvidé a lo que había ido a la casa, tal era el poder de atracción que ejercía sobre mi aquel delicioso ángel.
-Hola Guillermo-, dijo con su dulce y suave voz tan propia.
-Tengo buenas noticias-, le dije, mañana por la mañana nos espera el sargento Martínez en la comandancia, Lluís acaba de hablar con él, nos recibirá y nos escuchará, ¿qué te parece?-.
-El problema de Joaquin no me deja dormir, siento un enorme desasosiego, pero me parece que el consejo de un profesional puede esclarecer muchas cosas, se lo diré a mi hermano tan pronto baje, está en la habitación de la abuela haciéndole compañía.
-Me voy a cenar-, la dije – mañana vengo a por vosotros a las diez y media, con las bicicletas y por la carretera asfaltada no demoraremos más de treinta minutos en ir hasta el cuartel-. Nos dimos un dulce beso de despedida. -Hasta mañana amor, le susurré al oído-.
-Hasta mañana Guillermo-, me envió un beso con la mano mientras me alejaba dejando mi corazón allí con ella.
CAPÍTULO Xº
Los acontecimientos…..
Pasé una noche de perros, el calor arreciaba, la inquietud del problema por el hermano de Laura y un maldito can que le dio aquella noche por aullar, no me dejaron pegar ojo, solo alrededor de las cinco de la madrugada me adormilé hasta que el ruido de la puerta de la calle al cerrarse me despertó. Había sido Lluís que se marchaba a la cantera.
Después de asearme bajé a la cocina todavía medio dormido, eran alrededor de las ocho de la mañana, mi madre me preparó el desayuno, al igual que la Padrina se empeñaba siempre en sobrealimentarme.
-Buenos días mamá-.
-Hola hijo, buenos días. ¿Dónde vas tan temprano?-.
-Voy con unos amigos de excursión-.
-¿Otra vez os vais de excursión?-.
-Si, hay lugares muy bonitos, en la ocasión anterior no pudimos ver la iglesia románica por dentro y hoy tendremos la oportunidad de verla-.
-¿Va a ir con vosotros esta muchacha tan bonita que nos trajiste el otro día?- preguntó como aquel que no le da importancia, pero yo conocía a mi madre, sabía que le daba vueltas a la nueva amistad que absorbía mi atención, ella estaba encantada con Maite.
-Si mamá, se llama Laura, y va a venir con nosotros- le dije complaciente.
-Hijo, ¿te gusta esta muchacha?- me dijo así de sopetón, haciendo que me enrojeciera. Medité muy bien la respuesta.
-Pues ya que lo dices, te diré que si, que me interesa mucho, es bonita, inteligente y compartimos muchas ideas y aficiones-.
-¿Entonces Maite…..?-.
-Mamá, Maite es una gran amiga, la quiero como una hermana, no puedo verla de otra manera-.
-Bien hijo, no seré yo quien te contradiga, es una elección tuya y la respeto, pero solo te pido que no distraiga tu principal responsabilidad y de tu futuro; tus estudios-.
-No mamá, pasa cuidado, va a ser todo lo contrario, será para mi un estímulo por superarme, me propuse ser médico y lo seré-, dije con firmeza.
Acabé el desayuno y fui a por la bicicleta, -Hasta luego mamá- le dije dándole un beso y un cariñoso azote en sálvese la parte.
-Andad con cuidado, hasta luego hijo-.
Subí a la bicicleta y pedaleé hasta la casa Soladrigas, Laura y Joaquín estaban ya dispuestos. Pocas cosas nos dijimos, salimos del pueblo en busca de la carretera que conducía hasta la casa-cuartel, pedaleamos en silencio un buen trecho, solo se oía el ruido que los neumáticos de nuestras bicicletas generaban al frotar con el pavimento, Laura iba a mi lado y Joaquín nos precedía, de vez en cuanto Laura y yo nos mirábamos, yo la sonreía y le guiñaba un ojo con el afán de animarla, estaba triste, muy triste.
En algo menos de una hora llegamos algo sudorosos al puesto de la comandancia. En la puerta había uno de los guardias que conversó con nosotros cuando andaban buscando al maqui, el del gran bigote negro, nos hizo el saludo militar cruzando horizontalmente el antebrazo derecho sobre el pecho, a la vez que preguntaba qué deseábamos.
Le dije que el sargento Martínez aguardaba nuestra visita.
-Aguarden un momento-, nos dijo entrando en el interior de la oficina.
Unos instantes después salió para indicarnos que entráramos para ver al sargento.
Era la primera vez que estaba en un acuartelamiento de la Guardia Civil. El sargento Martínez salió a recibirnos. -¿Quién de vosotros es Guillermo?- preguntó.
-Soy yo sargento- le dije adelantándome a mis dos compañeros y alargándole la mano. Le presento a la señorita Laura y Joaquín Soladrigas su hermano, ambos son amigos míos y necesitados de su opinión y consejo-.
-Entrad y sentaros muchachos-.
La estancia era algo oscura y contenía unas pocas sillas, una mesa de despacho, una pequeña librería y un archivador, todo era bastante austero y ajado, olía a humedad, sin embargo se estaba bastante fresco, lo cual se agradecía.
-Bien, tengo entendido que venís a contarme algo, ¿es así?-.
-Efectivamente-, le dije. -Joaquín ha tenido una relación con unos individuos que consideramos muy peligrosos y…-.
A partir de aquí invité a que Joaquín le contara todo lo que le había sucedido, tal y como nos lo había contado a nosotros. El sargento escuchaba con absoluta atención e iba tomando algunas notas en un cuaderno, en un par de ocasiones, le interrumpió para efectuarle algunas preguntas puntuales que venían al caso. Casi una hora después Joaquín acabó su exposición.
El sargento se quedó meditando en silencio unos minutos atusándose la barbilla, se levantó de su silla de detrás de la mesa e inició unos paseos por la oficina, llevaba las manos entrelazadas atrás, de vez en cuanto colgaba sus pulgares del cinto de cuero dando una palmaditas en la hebilla metálica. Permanecíamos callados mirándonos el
uno al otro intrigados por el silencio que casi se palpaba. Unos minutos después se sentó de nuevo en su silla y rompió el silencio.
-Mira muchacho, en primer lugar debería detenerte por que el juego en nuestro país está totalmente prohibido-, dijo dirigiéndose muy serio a Joaquín. Éste se quedó de una pieza, y el resto de los asistentes también. Dicho esto, el sargento prosiguió :.-Pero no te preocupes, no lo voy hacer, por varias razones que ya te explicaré más adelante. En primer lugar estos individuos han abusado de tu buena fe y con su actuación te han inducido a que te aficionaras a jugar al poker con dinero, acto prohibido por la ley. Te aconsejo que te desvincules totalmente del contacto con estos individuos ya que finalmente te inducirían a delinquir. A lo primero voy a tratar de ponerle remedio, telegrafiaré enviando un informe del caso a la comandancia central, para que abran un expediente y localicen a éstos delincuentes procediendo a su detención, a lo segundo, solo tú y tu voluntad son los que deberán poner solución a corregir tu incipiente afición. Ah, y si por casualidad vierais algún individuo o individuos sospechosos por el pueblo llamadme inmediatamente a la comandancia-.
-Entre todos vamos a ayudar a Joaquín, sargento-, dije impelido por el entusiasmo. Miré a Laura y la noté algo más relajada, Joaquín seguía serio pero se adivinaba que había soltado parte del lastre de la tensión y lucha interna que venía soportando.
Estuvimos charlando con el sargento Martínez, casi una hora más, nos contó parte de su vida y con una gran sutileza hizo que contáramos las nuestras, su formación profesional le obligaba a ello.
-Id tranquilos, vamos a poner remedio a la situación- nos dijo a modo de despedida poniendo su mano sobre mi hombro y acompañándonos hasta la puerta del acuartelamiento. Le agradecí personalmente su ayuda.
Regresamos al pueblo alegres y cantando a voz en grito por el camino, no había visto nunca cantar con tanto entusiasmo a Laura y, menos a grito pelado, estaba desconocida. La verdad es que el cuadro que ofrecíamos para un espectador externo, debía resultar bastante cómico.
Laura y Joaquín me acompañaron hasta mi casa, serían alrededor de la una del mediodía, la Padrina estaba en plena faena acabando un guisado de patatas y conejo que desprendía un delicioso aroma a laurel. A Joaquín no se le ocurrió otra cosa que hacer mención al aroma tan exquisito que embargaba la estancia, a la Padrina no le faltó motivo para invitar a ambos hermanos a degustar tan delicioso guiso, en el que además del conejo, la zanahoria, cebolla, ajo y el laurel eran los que desprendían tal aroma.
Oí el taconeo del calzado de mi madre sobre los peldaños de madera de la escalera que comunicaba con el piso superior, regresaba al "cuartel general" que era la cocina, llevaba colgadas de uno de sus brazos algunas sábanas que pretendía lavar más tarde.
-¿A que es debido tanto jolgorio?- preguntó.
Laura se acercó presurosa a saludarla dándole un beso en cada mejilla mientras decía : -La Padrina ha sido tan amable de invitarnos a mi hermano y a mi a degustar este delicioso guiso que prepara y que tan bien huele-.
Mientras Laura y Joaquín fueron a avisar a su abuela que habían sido invitados a almorzar en mi casa, mi madre, siempre tan precavida, me preguntó por la excursión.
En pocas palabras y muy extractado le conté la verdad, pero le pedí que no lo contara a nadie, ni tan siquiera a su confidente, la Padrina. Me prometió no hacerlo. La quise poner en antecedentes, no fuera a ser que por alguna de las casualidades de la vida le pudiera llegara cualquier comentario al respecto, no me perdonaría la falta de confianza de su hijo para con ella.
Un buen rato después regresaron Laura y Joaquín, yo estaba acabando de poner la mesa, la Padrina, ante tan importantes invitados, me obligó a poner el mantel blanco, el de los "domingos", entre semana se utilizaba un hule floreado con un fondo amarillo pálido tan horroroso que hasta podía ahuyentar a los mosquitos.
Unos minutos después llegó Marçé la esposa de Lluís, ésta trabajaba en la única fábrica que el pueblo tenía. Nos sentamos alrededor de la mesa, Laura lo hizo frente a mi, Joaquín entre a ella y la Padrina, mi madre a mi lado y a continuación Merçé. La Padrina puso la olla del guiso en el centro de la larga mesa de roble, sobre un salvamanteles metálico. Me sonreí por mis adentros, las reglas o protocolo de buenas costumbres sociales sugieren que jamás debe ponerse sobre la mesa un recipiente con el que se haya cocinado el guiso, en todo caso antes debería haber sido trasladado a un recipiente apropiado para ello en la cocina, y llevado luego a la mesa. Aprendí en las clases de urbanidad y buenas formas que impartían en mi colegio, las normas básicas del comportamiento social que nos impartía todos los sábados por la mañana el padre Blasco, director del centro. Excepcionalmente la paella de arroz valenciana, posee dispensa para ello, pero solo en el Reino de Valencia, no en otro lugar, por formar parte de una ancestral costumbre y a la cultura de una región. Eran enseñanzas escolares extras, entre otras muchas cosas que día tras día fui atesorando y que fueron formando parte de mi bagaje de conocimientos y cultura, que cuando nos lo enseñaban, muchos de nosotros no le dábamos la importancia que merecida.
Laura me rozó los dedos de la mano por debajo de la mesa, me dio un vuelco el corazón y volví a la realidad de mis pensamientos.
Mi madre puesta en pie junto a la mesa fue pidiendo los platos a cada uno de los comensales para servirles de aquel delicioso manjar.
Laura, siempre tan puesta y educada felicitó a la cocinera "por la excelencia del guiso", utilizó exactamente estas palabras que dejaron impresionada a la Padrina, añadiendo que jamás había probado algo tan "delicioso", Joaquín rompió el protocolo adjudicándose otro plato del mismo.
Me levanté y acercándome a mi amiga le susurré al oído : -Frena tus impulsos laudatorios querida amiga o a la Padrina le puede dar un ataque al corazón de tanta satisfacción-. Nos echamos a reír todos a la vez.
-Dios te bendiga hija- le dijo ésta, con su cara rubicunda y simpática.
Después del almuerzo les mostré la casa a los invitados, -venid, venid-, les dije llevándolos al establo, -aquí tenemos la fábrica de leche-, les dije señalando a las dos vacas que nos miraban con los ojos miopes tan propios de éstos vacunos, perdonad que no lleven ropa interior puesta pero es que son unas exhibicionistas-, dije riéndome. -Ahora pasaremos al corral, la fábrica de los huevos y algo más allá estuvo hospedado por algún tiempo, el conejo que acabamos de zamparnos en el guiso de la Padrina- siguiendo con mi vena jocosa. Laura y su hermano se partían de risa, luego les llevé a visitar el piso superior, entramos en mi habitación, olía al heno amontonado que había almacenado en la planta de abajo. -Que olor tan agradable-, dijo Laura tumbándose boca arriba cuan larga era sobre mi cama y poniendo ambas manos bajo su cabeza. -Atended a mi explicación- les dije, -los policromados del techo son de un autor anónimo de mediados del siglo XVIII- les dije señalando las rústicas vigas de madera, algunas de ellas con evidentes señales de carcoma, siguiendo con la vena humorística les invité a visitar la fábrica de perfume, bajamos al jardín y les llevé al rincón en el que había el estercolero tapado con una gruesa y tupida lona, levanté un extremo de ésta diciéndoles; e aquí donde fabricamos el Chanel número 5, el mismo que usa Marilyn Monroe cuando se va a la cama como sustituto del camisón-.
-Basta, basta Guillermo, ya no puedo más-, dijo Laura casi llorando de risa, -en mi vida me había reído tanto y tan a gusto, que payaso eres, jajajaja-.
Algo más tarde fuimos al Casinet a reunirnos con la cuadrilla, Maite estaba en aquellos momentos dirigiendo el cotarro, desde que estuvo en la capital se había vuelto algo mandona y sabiondilla, al vernos, todos sin excepción se acercaron a nosotros, realmente estaban extrañados de que se unieran al grupo Laura y todavía más por la presencia de Joaquín. Emilio y Justet se acercaron a mi para preguntarme ¿qué hacía allí el energúmeno del hermano de Laura?, -¿suponemos que vendrá en son de paz?-.
-No debe preocuparos en absoluto, ha cambiado mucho últimamente, parece otro, diría que ya ha aceptado nuestra compañía, actuad con él como si jamás hubiese ocurrido nada, como si le conocierais de toda la vida-, les dije para tranquilizarles, ambos se encogieron de hombros mirándose entre si, extrañados e incrédulos.
Laura estaba tan alegre que era un gozo observarla, conversaba con todos, había dejado, no se donde, aquel aire aparentemente altivo que hacía que sus interlocutores mantuvieran una distancia coloquial respecto a ella. Cada día que pasaba me sentía más atraído o enamorado de ella, estaba todavía hecho un mar de dudas al respecto, me resistía todavía pronunciar la palabra enamorado, me infundía mucho respeto, pero era evidente que no sabía estar alejado de ella, su sola presencia hacía que me sintiera de un modo totalmente distinto que no alcanzo explicar, para ambos era una nueva experiencia, éramos jóvenes e inexpertos en las artes de vivir y del amor, no sabíamos más.
Mi buena amiga Maite la ayudó mucho a que se integrara en nuestra cuadrilla, creo que ahora el subconsciente de ésta ya no la veía como una rival, la había aceptado con el estatus de amiga. Descubrí en Laura una faceta que todavía no había tenido la oportunidad comprobar, la generosidad. Durante la reunión una de las muchachas del grupo tenía escalofríos, el sol se había marchado a dormir y se levantó un airecillo bastante molesto, la muchacha manifestó haber pillado días atrás un resfriado y, por ello sentía el frescor con mayor agudeza que el resto, Laura al oírlo le dio el suéter que llevaba anudado a la cintura, la muchacha lo rechazó diciéndola que le haría falta a ella, pero Laura insistió : -Te lo quedas, ya me lo devolverás-.
Joaquín se quedó charlando animadamente con los de la cuadrilla, en especial con Maite, el hermano de ésta y Justet. Laura y yo nos fuimos caminando por el sendero que conducía al viejo roble cogidos de la mano.
Era una hora en que la luz solar había abandonado ya esta parte del lugar en el que nos hallábamos e iniciaba el cómplice reinado de las sombras, siempre propicio para románticos enamorados.
Laura se apoyó en el tronco del milenario roble y yo me mantuve frente a ella, nos cogimos ambos por la cintura ceñidos el uno contra el otro como si nuestros cuerpos desearan fundirse en uno solo, nos besamos primero dulce y luego apasionadamente, parecía que el mundo a nuestro alrededor no existiera, nos fuimos acalorando a medida que nos besábamos. Mi cuerpo se dejaba llevar por aquel apasionado momento, pero mi mente me decía que no debíamos seguir por aquel camino, podría poner en peligro el bello encanto que hasta entonces nos unía. Me separé del abrazo con la máxima delicadeza posible.
A Laura se le escapó un profundo suspiro, parecía como avergonzada, se puso las palmas de sus manos en las sonrojadas y acaloradas mejillas diciéndome -Oh Guillermo estoy ardiendo- dijo inocentemente.
-Yo estoy como tu- la dije cogiéndole las temblorosas manos mientras se las besaba.
-Hoy todo me parece maravilloso, veo a mi hermano feliz, como no le había visto jamás, he estado en la casa donde vives y he tenido la oportunidad de tumbarme sobre la cama donde tu duermes, ¿qué más puedo pedirle a la vida?-, acabó diciendo.
Nos dimos otro beso y cogiéndonos de la mano la acompañé hasta su casa. Joaquín todavía no había regresado, lo que alarmó algo a Laura. -No te preocupes-, la dije, -voy a ver si le veo y le digo que le esperáis para la cena, ahora ve a ver a tu abuela-.
Fui hasta donde le habíamos dejado una hora antes con la cuadrilla, ya no estaban allí, luego fui al Casinet, estaba allí jugando al futbolín con Maite, Justet y Emili, jugaban nada menos que un Barça-Español.
-¿Quién gana?- Pregunté.
-¡No nos distraigas, estamos empatados y es ésta la última bola!-, me dijeron casi gritando.
¡¡ Goooool !! exclamaron Maite y Justet, mientras soltaban las empuñaduras de las barras que hacían mover a los metálicos jugadores a la vez que alzaban los brazos en señal de victoria. Se había finalizado el partido.
Cogí a Joaquín del brazo y le dije que su hermana y abuela le aguardaban para la cena. Ya fuera, Joaquín se puso frente a mi y poniéndome ambas manos sobre mis hombros me dijo : -Guillermo, estaba muy equivocado contigo y con el resto de la gente del pueblo, lo que tú has hecho hoy por mi me obliga contigo y no lo olvidaré jamás, mientras viva- dijo muy serio y solemne.
-Pues no amigo, no te sientas obligado a nada, pero me hace muy feliz que te sientas bien entre nosotros, bienvenido seas-.
Para no seguir por el camino que tomaba aquella conversación, le di una palmadita en la espalda y le dije :
-Hasta mañana-.
CAPÍTULO XIº
¡¡ Alarma !!, un desconocido….
Un par de semanas después de la reunión con el sargento Martínez, apareció por el pueblo un individuo regularmente vestido que portaba un maletín negro en la mano. En Los pueblos pequeños todo el mundo se conoce, y cuando irrumpe algún desconocido es detectado inmediatamente.
Casualmente paseaba con Justet por la calle Mayor cuando el hombre del maletín se cruzó con nosotros en sentido contrario al que llevábamos. Nos extrañó que en un día tan caluroso como aquel, ver a un desconocido con un maletín en la mano con traje y corbata. El corazón me dio un vuelco, ¿y si el individuo fuese algunos de los que acosaban al hermano de Laura?. Me justifiqué con Justet para dejarle e ir a advertir a Joaquín de la extraña presencia de aquel sujeto. Me marché corriendo a casa para coger la bicicleta. El bueno de mi amigo supongo que se quedaría sorprendido por mi repentina e ilógica reacción. Se limitó simplemente en decir : -Hasta luego-.
Entré en casa para coger la bicicleta y salir en busca del misterioso personaje, quería seguirle para poder ver los movimientos que efectuaba, el corazón me decía que quizás pudiera ser alguno de los sujetos que andaban tras Joaquín.
Le localicé casi en la puerta del Casinet, estaba de pie en el umbral, se estaba secando el sudor de la frente y el cogote con un pañuelo que había sacado del bolsillo, eran ya alrededor de la una del mediodía y el sol lanzaba sus rayos con toda su potencia, había dejado el maletín en el suelo apoyado a una de sus piernas, y parecía que miraba con bastante frecuencia en dirección a la casa Soladrigas. No sabía que decisión tomar; o llamaba por teléfono al sargento Martínez o seguía observando sus movimientos, ¿qué llevaría dentro del maletín?.
Decidí ir a ver a Laura y contarle mis sospechas. En dos pedaleadas me planté en la verja del jardín, sin llamar a la campanilla para que me abrieran, pasé la mano por detrás de la reja y levanté la cancela. Crucé a paso vivo el jardín hasta llegar a la terraza de atrás, que era el lugar preferido de la familia Soladrigas para reunirse, incomprensiblemente no había nadie, entré al salón y vi a señorita Amalia, la profesora de piano sentada en una de las butacas leyendo una revista de modas, la saludé y le pregunté por Laura.
-Está arriba con la señora y Joaquín, acompañan al Doctor que está visitándola-.
La profesora siguió mirando la revista, yo no sabía que hacer, si quedarme aguardando en el salón o subir a la habitación, opté por esperar a que el doctor se marchara. Intenté establecer conversación con Amelia, la profesora, pero me respondía solo con monosílabos, desistí de intentar conversar con ella, pero me sorprendió algo su conducta.
Poco después bajaban por la escalera Joaquín y el Doctor. El primero en cuanto me vio alzó uno de sus brazos para saludarme, me levanté de la butaca en la que me había sentado y saludé al galeno, éste me estrechó la mano mientras me decía : -La señora se encuentra ya muy recuperada, ha respondido muy bien al tratamiento, gracias a ti muchacho que tuviste en aquel momento un buen ojo clínico y supiste reaccionar con prontitud, deberías ser médico-.
-Verá doctor, desde hace algún tiempo estoy considerando seriamente esta opción, me atrae ser cirujano-, le dije con cierto entusiasmo.
-Mira muchacho- dijo mirándome a los ojos, -ésta es una de las profesiones más antiguas y más bellas, además de humana, pero no debes olvidar nunca que es vocacional, es una profesión en la que el médico se debe a sus pacientes por encima de todo, su misión es sanarles a cualquier precio y por todos los medios a su alcance y aplicará todo su saber y conocimientos en ello, y así lograr prolongarles la vida, ésta y algunas otras leyes forman el compromiso Hipocrático que juramos al final de nuestros estudios, a partir de aquí se nos puede llamar Doctores en Medicina.
Me dio una palmadita en el hombro y con el maletín en la mano se marchó a su consulta. Miré hacia arriba de la escalera y no se asomaba Laura, que seguía en la habitación de su abuela.
El primero en aparecer fue Joaquín que se puso a charlar con Amalia, la profesora, me acerqué a ellos y le dije que si no le importaba acompañarme al jardín. Después de excusarnos con ella nos fuimos.
Le dije que me acompañara hasta la verja de entrada a la casa. Joaquín algo nervioso por mi extraña y misteriosa conducta me preguntó el motivo. Le dije que había un individuo desconocido que andaba por el pueblo y, que sería conveniente que él le viera para ver si se trataba de alguno de aquellos sujetos que le acosaban en Barcelona, al oír esto se puso lívido y sudoroso, se le mutó la cara, pero tuvo el valor suficiente para asomarse y desde allí intentar identificar al sujeto. Este estaba sentado en un banco de la plazoleta junto a la iglesia, aprovechando una sombra que proyectaba uno de los árboles. Lamentablemente por la distancia y la sombra no era posible distinguirle con precisión, decidimos acercarnos hasta que Joaquín estuviera en condición de poderle ver mejor.
El individuo sacó del bolsillo de su chaqueta un periódico deportivo que llevaba muy doblado y se puso a leer, facilitando así que pudiéramos acercarnos con mayor margen de no ser advertidos por parte suya.
Joaquín me dijo al oído que no reconocía al individuo, que era algo mayor que con los que él había tratado.
Osamos sentarnos en el mismo banco en el que estaba el sujeto, al hacerlo, nos miró e hizo un movimiento con la cabeza como si nos saludara, correspondimos simplemente con un -Hola-.
El desconocido siguió leyendo el arrugado periódico del día anterior, nosotros dos seguíamos a su lado callados y observándole. Después de unos minutos, el misterioso individuo dobló el periódico, nos miró y aclarándose la garganta nos preguntó : -¿Sabéis a que hora abren el ayuntamiento por la tarde?-.
Nos quedamos algo sorprendidos por la inesperada pregunta, le dijimos que no éramos del lugar y que no sabíamos. Me atreví a preguntarle a que se debía su visita al pueblo, me dijo que trabajaba para una empresa inmobiliaria y había venido a ver al alcalde.
Al oír esto casi le abrazamos de alegría, se nos quitó un peso de encima, estuvimos todavía unos minutos hablando con el desconocido, que ya había dejado de serlo, puesto que nos dijo que se llamaba Ernesto, nos levantamos del asiento para regresar a la casa Soladrigas, despidiéndonos del personaje con un simple Adiós.
Tranquilamente nos dirigimos calle abajo hasta llegar a la casa. Tuvimos una agradable sorpresa, la señora Soladrigas había abandonado su habitación y estaba sentada en una cómoda mecedora en la terraza por primera vez después de su arrechucho, aquellas horas del día el edificio proyectaba una sobra muy confortable sobre el lugar a pesar del calor que el suelo todavía despedía.
Joaquín corrió a besarla, y yo la estreché la mano interesándome al mismo tiempo por su estado de salud, me devolvió el saludo con afable sonrisa, Laura estaba de pié detrás de ella, me sonrió al mismo tiempo que me hacía un guiño con aquellos inmensos ojos del color del ámbar.
La señorita Amalia ayudada por la fámula Eulalia sacaba a la terraza el piano, éste disponía de unas ruedecillas para tal menester, le tocaba a Laura la lección de solfeo, nos sentamos en las butaquitas de mimbre que por allí estaban esparcidas, Laura se sentó en el taburete redondo que su profesora había puesto frente al instrumento. En aquel instante volvió a ser la que conocí al principio, la espalda recta que su larga cabellera la cubría casi en su totalidad, comenzó a efectuar ejercicios de agilidad digital con el teclado. Era un espectáculo de estética verla.
Eulalia que se acercó al oído de Laura para decirle algo, ésta interrumpió los ejercicios que estaba ejecutando y se giró hacia mi indicándome que me acercara a ella, todos los asistentes se quedaron algo sorprendidos por la inesperada interrupción. -Guillermo-, me dijo al oído, -dice Eulalia que al teléfono está el sargento Martínez que desea hablar contigo-.
Me dio un vuelco el corazón, a decir verdad no esperaba ésta llamada. Eulalia me acompañó hasta el teléfono que había descolgado en la cocina.
-Dígame-, dije con voz cargada de cautela.
-¿Eres Guillermo?-, preguntó la voz autoritaria del sargento.
-Si, si soy yo sargento-.
-Tengo buenas noticias para tu amigo. Me han comunicado de la comandancia de Barcelona, que gracias al informe que les envié, han podido dar caza a toda la red de jugadores de cartas extorsionadores que operaban en la zona, incluyendo a los dos individuos que acosaban a tu amigo, el extranjero era un colombiano que cuando haya cumplido la pena que la ley española le imponga, será deportado a su país para que cumpla con la que tiene pendiente todavía allí-.
-No sabe sargento como me tranquiliza y que feliz nos hace su noticia, ahora mismo voy a comunicarlo a Joaquín, no tengo palabras para agradecerle su ayuda y prometo en nombre de mi amigo venir a visitarle para darle a usted las gracias personalmente-.
-Eso no es necesario pero si os apetece podéis hacerlo cuando lo deseéis, hasta pronto-.
-Gracias una vez más y hasta pronto-.
Regresé a la terraza, estaba todo el mundo en silencio aguardando mi regreso con caras expectantes, durante mi ausencia Laura le había dicho a su hermano que yo estaba atendiendo una llamada del sargento. Joaquín estaba muy serio, casi diría que encogido en su asiento. Al verme, la mirada interrogadora de ambos hermanos convergieron en mi persona intentando leer en mi rostro algo que les orientara, sonreí y les hice un guiño con el ojo a ambos, entendieron perfectamente que todo iba bien.
Laura embargada de alegría tocó al piano la marsellesa, imprimiendo en su ejecución mucho más brío de lo habitual.
La pobre abuela no entendía nada de lo que estaba contemplando, aguardaba a que alguien de nosotros le diera alguna explicación, en la misma situación se hallaba la señorita Amalia.
Al final de la tarde tuvimos ocasión de reunirnos los tres en el templete de la parte trasera del jardín, momento que aproveché para contarles con más detalle a Laura y a
su hermano las noticias que me había transmitido el sargento Martínez.
Los dos se abrazaron a mi llenos de alegría, debo confesar que me emocioné más de lo que yo creía soportar. Laura a pesar de la presencia de su hermano, no pudo ocultar sus sentimientos hacia mi, me besó una y mil veces por toda la cara, al finalizar sus muestras de alegría y cariño, Joaquín estaba de pie sonriendo algo separado de nosotros con las manos en jarras y contemplando la escena. A Laura las mejillas se le pusieron rojas como amapolas, Joaquín se dio cuenta del azoramiento de su hermana y mío, -Lo vuestro es lo más natural, debía suceder, no debéis avergonzaros de ello, sois el uno para el otro-, dijo.
Laura estaba alegre y feliz, llena de entusiasmo, -El sábado voy a dar una fiesta que no se olvidará en años para celebrar esta noticia y, voy a invitar a todos los amigos de la cuadrilla, ¿Qué os parece?-.
-Fenomenal, estarán encantados de participar, pero debes decírselo tú misma, les agradará sin duda-.
-Vamos allá- dijo llena de entusiasmo.
-Aguarda-, le dije, -primero cenaremos y luego vamos a reunimos todos en el Casinet y aprovechas la oportunidad para invitarles, ¿te parece?-.
-Si, llevas razón-.
-Bien, pues hasta luego que vendré a por vosotros-. Le di un beso y le hice un guiño de complicidad a su hermano.
Fui en busca de Justet y Emili, por el camino me encontré con Maite. La dije que cuidara de avisar a todos los de la cuadrilla para reunirnos en el Casinet después de cenar, -Laura tiene una noticia que comunicar a todos-, le dije.
-Guillermo ¿me cuentas de que se trata?- preguntó con mirada socarrona y colgándose de uno de mis brazos.
-Polvorilla, no puedo decírtelo, dejaría de ser una sorpresa y si eres buena, yo tendré otra para ti-.
-Qué malo eres, ya no te quiero nada-, me dijo bromeando y haciendo al mismo tiempo un mohín de niña consentida.
-Me voy, avisa a los demás, confío en ello-.
-Si, pasa cuidado, hasta luego-.
En lugar de ir directamente a casa, pasé por el locutorio y
puse una conferencia telefónica a Beppo. Tuve la fortuna que acababa de llegar casa, le pillé a la hora de la cena, -Hola, ¿que tal te va con tu "Dama de la bicicleta"?- me dijo a modo de saludo.
-Excelente, como pudiste ver, es un encanto de muchacha, éste es mi mejor verano amigo, ni te lo puedes imaginar, no quepo en mi piel de felicidad-.
-Ya vimos que andabas muy colado por ella-.
Pasé por alto el comentario de Beppo : -Por cierto amigo, te llamo para ver si os apetecería a ti y a Edu, venir el próximo sábado a una fiesta que organizan Laura y su hermano en su casa, será una especie de despedida del veraneo, te advierto que los Soladrigas cuando organizan algo, es por todo lo alto, no pienso decirla nada de vuestra asistencia y será una sorpresa para ella, le caísteis muy bien, y no te digo a Maite-.
-Hombre, ¿por qué no?, se lo diré a Edu, si el no tiene compromiso seguro que nos venimos en el primer tren del sábado, llámame mañana viernes, ya habré comentado el tema con él y te lo confirmaré-.
-Bien, creo que hay uno que sale a las nueve y treinta, algunas veces mis padres han venido con el, no os preocupéis por las camas, tenemos de sobra en casa. Te llamo mañana-.
-De acuerdo, hasta mañana-.
Tenía el convencimiento que asistirían, eran de los que no dejaban escapar la oportunidad de ir invitados a una fiesta.
CAPÍTULO XIIº
Adiós al dulce verano…..
El primer sábado de septiembre amaneció con el día despejado, el cielo estaba teñido de un precioso azul intenso y ni una nube en ciernes. A primeras horas de la mañana algunos pajarillos entrecruzaban sus trinos alegrando los inicios de la jornada, el aire olía a heno, y de la panadería salía un aroma a pan que invitaba a entrar y adquirir alguna pieza de las elaboradas, añado que la panadería de nuestro pueblo estaba considerada como una de las que elaboraban el pan con más calidad de toda la comarca.
Llevábamos algo más de media hora que Justet, Emili, Maite y yo estábamos ayudando a Laura y Joaquín en la preparación de la fiesta. En el templete del jardín montamos una mesa circular en la que podían sentarse unas catorce personas algo apretaditas. Adornamos los alrededores del lugar con coloridas guirnaldas y farolillos chinos de papel de forma de esférica, en una mesita situamos el tocadiscos dispuesto para cuando tocara bailar. El día anterior nos habíamos acercado a Vic para adquirir todo lo necesario para la fiesta, en la popular Rambla había un establecimiento dedicado a la venta de artículos de fiesta y disfraces, Joaquín adquirió todo lo necesario para adornos y unos cómicos sombreritos de cartón para cada uno de los asistentes.
En el colmado de los padres de Maite se adquirieron unas cuantas cajas de Pepsi y naranjadas, en la panadería encargaron unos ochenta brioches y panecillos de Viena, en una reputada pastelería de Vic, se encargó una gran tarta de chocolate al ron que deberíamos recoger cuando fuéramos a la estación a buscar a mis dos amigos. El resto lo prepararían Eulalia y su esposo el jardinero.
Joaquín había encargado que el auto de la fábrica de Taradell con el chofer, estuviera en la puerta de la casa a primera hora. A eso de las diez de la mañana, Laura y yo nos fuimos con el auto a Vic, retiramos en primer lugar la tarta y la depositamos en el maletero de éste, Laura estaba convencida que íbamos a buscar a mis padres que llegaban de Barcelona.
Llegamos a la estación con casi unos treinta minutos de antelación al horario previsto de llegada, entramos en la vieja cafetería y compartimos un humeante café con leche muy calentito, bebimos los dos de la misma taza, nos gustaba compartirlo todo, luego nos sentamos en uno de los bancos de madera del andén sin dejar de hacernos arrumacos cariñosos, en nuestro fuero interno éramos conscientes de que se estaba finalizando el veraneo y que el regreso a la ciudad comportaría vernos con menor frecuencia, lo que nos producía, aun sin decírnoslo, un cierto hálito de tristeza que laceraba nuestros corazones.
El pitido del tren que se acercaba a la estación nos volvió a la realidad, nos situamos en el andén para localizar a "mis padres".
Para Laura la sorpresa fue de órdago al ver descender de uno de los vagones a mis dos amigos, me dio un cariñoso pescozón en el cogote mientras me decía : -que cara más dura tienes no me habías dicho nada de que habías invitado a Beppo y Edu-. Corrió hacia ellos y se colgó del cuello de ambos besándoles en las mejillas.
-En mi vida me había recibido una muchacha tan bella y tan efusiva-, dijo bromeando Beppo.
-¿Se puede repetir la escena?- añadió Edu bromeando.
Fuera de la estación nos aguardaba el auto con el chofer.
-Por aquí-, les dijo Laura abriendo una de las puertas.
No salían de su asombro, -Oye Beppo, ¿por casualidad no estaremos soñando?- dijo Edu con sorna.
-Eso parece "Alicia en el País de las Maravillas", en cualquier momento puede ocurrir lo insospechado-, dijo Beppo mientras subía al automóvil. Laura se sentó al lado del conductor y yo atrás entre mis dos compañeros.
En menos de veinte minutos estuvimos en la puerta de mi casa, me quedé allí con mis dos amigos y le dijimos a Laura que en media hora estaríamos con ella.
-Adiós amor-, la susurré al oído besándola en la oreja.
-¡¡Eeeeeee! no abuses muchacho y deja algo para los amigos!!- gritaron al unísono mis dos compañeros.
Laura se rió y mientras se marchaba les decía -Sois un par de locos muy simpáticos-.
Les mostré la habitación donde ellos dormirían y les presenté a la Padrina. -Os presento a mi segunda madre- les dije.
-Vamos a que os muestre algo del pueblo y luego iremos a casa de Laura para ver si necesita que le echemos una mano-. -Os advierto que del pueblo vamos acabar muy pronto por lo pequeñito que es-.
Descendimos por la calle Nueva hasta llegar a la plazoleta de la fuente, a nuestra derecha quedaba el colmado de los padres de Maite, entré en él acompañado de mis dos amigos, que dicho de paso no sabían quién vivía allí.
-Buenos días señora Martí– dije al entrar. Era bastante temprano y el establecimiento estaba casi vacío.
-Buenos días Guillermo- me respondió echando un rápido vistazo a mis dos acompañantes. Efectué las debidas presentaciones y por detrás nuestro apareció "polvorilla" toda sudorosa, -¿pero que hacéis vosotros dos en el pueblo?-, dijo sorprendida y boquiabierta al mismo tiempo que contenta.
-Les he hecho venir para que asistieran a la fiesta de los Soladrigas, te dije que te daría una sorpresa, aquí la tienes-.
-Perdonadme que no os salude, pero estoy sudorosa, voy a ducharme y en un periquete me reúno con vosotros, ¿por donde vais a estar?-.
-Vamos a por Laura y luego había pensado en ir a bañarnos al río-.
-Bien pues ya os localizaré-, desapareció de nuestra vista como si de una ráfaga de viento se tratase para ir al piso de arriba donde tenían la vivienda los Martí.
-Esta muchacha es fenomenal- dijo Beppo amagando un suspiro.
Fuimos a casa de de Laura, al pasar por delante de la puerta de la iglesia casualmente salía de ella el párroco. -Buenos días mosén-.
-Hola Guillermo y compañía-. -Buenos días tenga usted-, seguidamente le presenté a mis dos camaradas.
Ambos se acercaron a él para besarle en la mano, saludo habitual de la época en señal de respeto a la institución que el sacerdocio representaba. El mosén era un hombre de talante liberal, les dio simplemente la mano pero no permitió que la besaran.
-Guillermo, ¿podrías hacerme mañana de monaguillo en la misa de doce?-.
-Encantado mosén, pero mañana va a disponer usted de tres monaguillos, mis dos compañeros también conocen el ritual y participarán encantados-, recibí un furtivo codazo de Edu.
-Bien, entonces hasta mañana. Ah y gracias-, dijo mientras se alejaba.
Llegamos a la verja de hierro de la Gran Casa. -¿Aquí vive tu novia?- preguntó Edu ante la presencia de aquella impresionante casona.
-Si, vive con su abuela y hermano al que todavía no conocéis, os agradeceré pongáis máximo cuidado con vuestras expresiones, la abuela es muy observadora y valora mucho las buenas costumbres y los modales de sus invitados. Se que si os lo proponéis todo saldrá a las mil maravillas-, les sugerí.
Tiré de la campanilla y empujé la verja para entrar, no precisaba que vinieran a abrirla, ya me consideraban de la casa.
-Menudo palacio-, dijo un de ellos, -es enorme-.
El hermano de Laura acababa de aparecer en la terraza posterior. -Hola Joaquín, voy a presentarte unos amigos de Barcelona que se suman a la fiesta-, le dije.
-Hola Guillermo, bien venidos ¿os apetece tomar algún refresco?-, dijo mientras estrechaba la mano a mis compañeros.
-Gracias, ahora todavía no, tengo entendido que vamos a ir a bañarnos al río-.
Apareció Laura, que se había acicalado, probablemente más de lo habitual, quizás por la presencia mis dos amigos, estaba más bella y radiante que nunca, Beppo y Edu se quedaron sin habla mirándola. Vestía una camisa de manga corta color turquesa claro y un pantalón pirata del mismo tono que complementaba con un pañuelo verde limón ceñido en la cintura a modo de cinturón y, unas sandalias de diseño inspirado probablemente en el calzado que los romanos utilizaron en la antigüedad, sus bellos y estilizados pies resaltaban mucho con este calzado. Había recogido su brillante y abundante pelo castaño claro, en una especie de moño trenzado sobre su bien formada cabeza, tal parecía una modelo de las que vienen fotografiadas en las revistas de modas.
Su presencia provocó un significativo silencio, todas las miradas convergieron en su persona. Nos despertó de la aparición, el Clinc, Clinc, de un timbre de bicicleta; Maite estaba en la puerta de la verja llamándonos para que acudiéramos con ella al río. Junto a Laura llegó también Amalia, su profesora de música que en ésta ocasión también se apuntó al bucólico baño.
Laura pidió a Eulalia que le trajera toallas de baño para todos los que allí estábamos, mis amigos no habían previsto ponerse el bañador. -No os preocupéis voy en un momento a casa a buscarlos, regreso en un periquete-.
-Cuidad de Laura-, les encomendé bromeando.
Con la bicicleta de Maite fui a casa, me puse el bañador y recogí del maletín de mis amigos sus respectivos bañadores regresando a continuación.
Dado a que todos no disponíamos de vehículo de dos ruedas, decidimos ir andando al río que estaba muy cerquita.
Por el camino fuimos bromeando, en especial Edu tenía dirigidas sus miras en la profesora, casi doce años mayor que el, a decir verdad Amalia era una mujer muy atractiva y con una silueta admirable, Edu era un "cazador" nato, tenía un olfato especial para éstas situaciones y raramente se equivocaba.
Llegados al remanso preferido del río, el lugar tenía mucho encanto bucólico, nos despojamos discretamente de nuestras vestimentas de calle para quedarnos con el bañador. Nos tiramos todos a una al agua, a excepción de la profesora que también había ido a sustituir el vestido por su ya "famoso" bikini.
Cuando se incorporó al grupo, alguno de los muchachos silbó con fuerza ante la imagen de la señorita Amalia, mis dos compañeros alucinaban, pues todavía no era demasiado común el uso de ésta prenda de baño, solo contadas y atrevidas señoritas extranjeras solían lucirlo en las playas de moda de la Costa Brava, y en algunas revistas para féminas.
La alegría y las bromas se sucedían las unas a las otras, era una jornada en la que reinaba el buen humor y la camaradería. Laura y yo nos salimos pronto del agua, para tendernos sobre la hierba y secarnos al sol.
-¿Le has dicho a tu abuela algo sobre el motivo de la fiesta que celebras?-, le pregunté.
-Si, no debes preocuparte, le he dicho que se trata de la fiesta que dedicamos al final del veraneo, es el primer año, pero está encantada de ver tanta actividad y juventud en la casa, como nunca la hubo-. -Solo tu, Joaquín y yo sabemos la verdadera razón de esta celebración-, me dijo mirándome a los ojos con tal dulzura que creí fundirme.
Correspondí a su mirada, me entró un escalofrío de felicidad, aquellos grandes ojos color miel podían hacer que enloqueciera cualquiera, la besé en la punta de su recta nariz y nos cogimos las manos, no tengo palabras para describir todo lo que en aquellos momentos mi alma y mi corazón sentían; pasión, amor, orgullo, admiración y un bienestar eufórico casi incontrolable. Creo que ella sentía lo mismo, pues no dejamos de mirarnos a los ojos por un buen rato, como si el hechizo que nos envolvía nos aislara del mundo.
Nos volvió a la realidad la voz de Joaquín que gritó : –
¡¡Todos a casa, llegó la hora de la comida!!-.
En un abrir y cerrar de ojos, substituimos las vestiduras de baño por las de calle, Edu procuraba estar todo el tiempo junto Amalia, se les veía que hacían muy buenas migas, no se sabía hasta donde podrían llegar, Beppo se había emparejado con la pícara Maite, como ya hicieron durante la estancia de ésta en Barcelona.
La mesa en el templete estaba puesta divinamente, nos sentamos a su alrededor y dimos buena cuenta de las viandas.
Después del postre, uno de los muchachos de la cuadrilla trajo una guitarra para amenizar la fiesta, tocaba de oído, pero imprimía un excelente ritmo a las canciones que tocaba. Algunas de las piezas eran muy populares y conocidas por casi todos, nos animó al grupo a participar en cantarlas. A la caída de la tarde cuando el sol iniciaba el lento y silencioso retiro pintando de mil tonalidades rojas el cielo, ante el entusiasmo lírico que reinaba en el grupo, alguien sugirió cantar algunas habaneras y canciones de la Tuna universitaria, iniciativa que fue muy bien acogida, comenzamos con Clavelitos y finalizamos la reunión con algo de tristeza cantando "La Bella Lola" y "Yo te diré", ésta última fue una canción muy popular que en su momento la dio a conocer la película: "Los últimos de Filipinas".
Alrededor de las once de la noche y después de el baile, nos fuimos todos a nuestras casas, Laura y Maite nos acompañaron a Beppo y a mi, pero Edu había desaparecido de nuestro entorno por arte de ensalmo.
-Guillermo, ¿has visto a Edu?-, me preguntó Beppo.
-Pues ahora que lo dices, hace un buen rato que no le veo-.
A Maite se le escapó una risita picarona secundada por Laura.
-¿De que te ríes "polvorilla"?- le pregunté.
-Pero muchachas ¿es que estáis las dos confabuladas?, ¿de que os reís?-, les dije poniendo ambos brazos en jarras simulando enfado.
-Pero mira que llegáis a ser bobos los hombres-, dijo Maite echando una mirada de complicidad a Laura. -¿No os habéis dado cuenta que Edu se ha marchado hace un buen rato en compañía de Amalia la profesora?-.
-Pues la verdad que no lo he echado de menos hasta ahora-,bien ya aparecerá-, dije algo intrigado por el.
Laura y yo nos fuimos andando lentamente toda la calle Nueva cogidos por la cintura y mirándonos a los ojos de vez en cuanto, ya no escondíamos nuestro enamoramiento a nadie. Llegamos a la puerta de mi casa y entramos en la sala donde guardaba la bicicleta, estaba a oscuras, la Padrina y el resto ya se habían acostado hacía un buen rato, solo el débil resplandor del farol de la calle penetraba tímidamente en la estancia.
A medida que pasaban los minutos nuestro amor iba aumentando paralelamente con la ansiedad de querernos y besarnos. Nos abrazamos como si temiéramos que nuestros cuerpos pudieran diluirse, nos besamos primero suavemente luego se convirtió en pasión. En aquella vorágine de emociones comencé a besar a Laura por el cuello y fui bajando hasta llegar a la escotadura de su blusa justo donde se iniciaba la curvatura sus senos. Temblábamos los dos por la experiencia que en aquellos instantes estábamos viviendo y, que para ambos era una deliciosa novedad.
Mis temblorosas y torpes manos llegaron a desabrochar el sujetador que ésta llevaba, quedando sus tersos senos en libertad, sin que por ello opusiera resistencia alguna, me atreví a pasar la mano temblorosa por debajo de la blusa y acariciarlos suavemente, con ésta acción noté que Laura se excitaba mucho, al igual que lo estaba experimentando en mi mismo. Sus senos se endurecieron y la pasión por besarnos y reconocer nuestros cuerpos fue cada vez in crescendo.
Sudorosos por la energía que nuestros cuerpos liberaban, Laura me despojó de mi suéter quedando mi torso al desnudo que ella besó apasionadamente.
A pesar del dulce momento que vivíamos, nuestras mentes reaccionaron y decidimos al unísono que aquellos excitantes momentos que estábamos experimentando, podía llevarnos a un trágico final, comprendí que Laura se merecía que fuera rota inocencia y que el delicado sendero que en aquellos momentos estábamos tomando era necesario detenerlo.
Hicimos acopio de valor e intenté liberarme de aquel vendaval de pasión que me embargaba, traté de aminorar la voluptuosidad de mis besos, suavemente le abroché su blusa y la cogí con ambos brazos por la cintura, nos miramos a los ojos como preguntándonos que nos estaba ocurriendo. Creo que Laura comprendió mi reacción, me sonrió con gran dulzura, como solo ella era capaz de expresar, nos quedamos unos minutos en silencio mirándonos, no era necesario hablar, nuestros ojos sustituían todo diálogo.
-Laura, una vez más quiero que sepas que estoy apasionadamente enamorado de ti pero ambos somos todavía muy jóvenes para avanzar por el camino que acabamos de iniciar, quizás algún día nos lo pudiéramos reprochar-.
-Llevas razón Guillermo- dijo con voz suave y temblorosa, -pero es el contacto contigo que hace que me sienta muy feliz, como nunca experimenté, todo es nuevo para mi, nuevas sensaciones que jamás conocí, pero por otra parte pienso como tu, que ya llegarán momentos para que nuestros cuerpos se conozcan en toda su magnitud y generosidad-.
Nos regresó a la realidad y rompió el encanto que vivíamos, las voces de mis dos amigos que regresaban a casa para acostarse, ambos quedaron algo sorprendidos al vernos tan acalorados y sudorosos.
Por un momento ninguno de los cuatro sabíamos que hacer ni decir, la situación que se generó era algo embarazosa. Me puse el suéter y me sequé el sudor de la frente con el antebrazo. Laura miraba al suelo, no se atrevía a mirar a mis amigos, muy probablemente tuviera cierto temor a que alguno de ellos pudiera bromear sobre nosotros y la situación del momento.
Fui el primero en romper el denso silencio que casi podía cortarse con un cuchillo. -¿Dónde anduviste que de repente has desaparecido?-, pregunté a Edu.
-He ido a dar un romántico paseo a la luz de la luna hasta el río con Amalia-, nos dijo. Que conociendo a mi amigo, me hizo pensar que posiblemente hubo algo más que un paseo.
Laura ya había recuperado su aplomo habitual, se acercó a mi pasándome uno de sus brazos por la cintura, yo la arropé poniéndole mi brazo por encima de los hombros acercándola un poco más hacia mi.
Edu bostezó sin recato y dirigiéndose a Beppo le dijo -¿nos vamos a la cama?, es bastante tarde y mañana deberemos estar despejados para hacer de monaguillos-. Agradecí su gesto que nos libraba de la embarazosa situación de aquel momento, en especial a Laura.
-Dentro de poco subiré yo, voy a acompañar a Laura a su casa y regreso-.
Beppo se acerco a Laura y dándole un beso en la mejilla la dijo algo al oído que no alcancé oír.
-Hasta mañana parejita-, nos dijo mientras cogía del brazo a Edu y lo arrastraba escaleras arriba.
Nos fuimos calle abajo hasta llegar a la puerta de su casa. Al despedirnos le pregunté a Laura, ¿qué te ha dicho Beppo al oído?.
-Nada importante, es un secretillo-.
-Bien tu sabrás si debes confesármelo o no-, le dije simulando que fruncía el entrecejo y estar enojado.
Laura interpretó que no eran de mi agrado los secretitos, reaccionó rápidamente, me cogió con ambas manos la cara besándome en los labios con tanta dulzura que no pude por menos que sonreír y abrazarla.
-Ahora dime el secreto-, le insistí.
-Si bobo-, dijo cariñosamente, -te lo voy a confesar: Beppo no me ha dicho nada que yo ya no supiera, pero me dijo que eras una gran persona, querida por todo el mundo y que no te hiciera daño, añadió además que hacíamos una gran pareja-.
-¿Qué no me hicieras daño, te dijo?-.
-Si, eso me ha dicho, me ha dejado algo desconcertada, he pensado que quizás tu sabrías…-.
-Pues no se…., mañana le preguntaré-.
Compusimos algo nuestras ropas y de nuevo volvimos a bajar la calle hasta llegar a su casa. Después de cruzar la verja de hierro la acompañé hasta la puerta principal, reinaba un gran silencio, todo el mundo dormía, eran ya algo más de las dos de la madrugada, no hicimos otra cosa que despedirnos con un: -hasta mañana amor, nos vemos en la misa de doce-. Un suave beso de sus jugosos labios fue el resto de una feliz e inolvidable jornada.
A mi regreso, subí a la habitación, hete aquí que me encontré con la sorpresa de que estaba ocupada por mis dos amigos, habían traído los colchones de sus camas y los habían esparcido por el suelo de mi habitación. Ambos estaban despiertos charlando como dos cotorras. Al verme entrar se sonrieron. Con el dedo índice puesto sobre mi boca les indiqué silencio, -Hablad en voz baja- les recomendé, no vayamos a despertar al resto de los que duermen en la casa-.
En el entretanto me había despojado de mis ropas y me puse solo el pantalón del pijama de verano, era una noche de fin de Agosto bastante calurosa, teníamos la ventana abierta de par en par y no corría ni un hálito de aire.
-Por cierto Edu, ¿dónde te has metido que durante casi un par de horas no hemos sabido de ti?, has desaparecido de nuestra vista-, le pregunté mientras exhalaba un bostezo de sueño.
-Un caballero no cuenta jamás determinadas cosas de las damas con las que ha estado-, dijo el muy pillín con socarronería. Se hacía el importante, pero la verdad es que estaba deseando contarnos lo que había hecho durante estas dos horas en que desapareció con Amalia de nuestra vista.
Beppo y yo intuimos la "jugada", e iniciamos una retahíla de ruegos para que nos contara, Edu se estaba haciendo el remiso, hasta que Beppo se levantó y cogiendo un vaso lleno de agua de la mesita de noche le amenazó con vaciarlo sobre él si no contaba de inmediato su aventura.
Ante el inminente peligro, hizo una señal de calma con la palma de la mano, se aclaró la garganta para darse algo de pisto e inició su explicación.
-Veréis amigos-, dijo con aire de hombre importante y mundano, Amalia y yo, como ya habréis podido observar, hemos congeniado desde el primer momento, durante la fiesta estuvimos conversando largo y tendido e intuí que es un ser "solitario"-, dijo esto con cierto retintín. -Yo que como sabéis se me da muy bien consolar a los "corazones solitarios", me he lanzado a tope con ella. La propuse salir a dar un paseo y aceptó, era ya muy tarde y la sombras comenzaron a ser mis aliadas, llegamos con nuestra andadura hasta la orilla del río en el que nos bañamos esta mañana, a decir verdad, confieso que me llevó ella hasta allí. La luna, el silencio y las sombras hicieron todo lo demás-, aquí detuvo su relato.
Pero bueno, sigue contando-, le conminó Beppo.
-El resto ya os lo podéis imaginar-, dijo el muy condenado haciéndose de nuevo el importante.
La verdad es que nos había dejado en ascuas y ardíamos de curiosidad por conocer los pormenores del encuentro.
-¡!Diantre Edu, lo cuentas o te echo por la ventana!!- le dijo Beppo ya bastante mosca con los misterios del relato de nuestro compañero.
-Lo que sigue, no tiene demasiada importancia-, Edu sabía como hacer que Beppo se intrigara y se alterara.
Una primera ráfaga de agua procedente del vaso le cayó en el pecho, su receptor dio un salto como si de un felino se tratase. -¡!Beppo, coño, me estás mojando el colchón, para ya, no me eches más agua!!-, exclamó.
-¡¡Cuenta o te lo vacío!!- le dijo éste riéndose conmigo.
-Verás, cuando estábamos sentados allí en la orilla del río, solo se oía el suave murmullo del agua que fluía lentamente, la pregunté si todavía llevaba puesto aquel provocativo bikini, a lo que me respondió riéndose, que lo averiguara por mi mismo. Me quedé de una sola pieza, jamás habría podido imaginar que una muchacha me respondiera de buenas a primeras tan atrevida proposición-.
-¿Y tu que hiciste "criatura"?- le pregunté también tan intrigado ahora como Beppo. Edu sabía bien como relatar las cosas para que causaran el efecto pretendido.
-Muy simple, le pasé una mano por debajo de la falda. Confieso que esperaba recibir por el atrevimiento, un sonoro bofetón, no fue así, seguí subiendo mi temblorosa mano hacia arriba rozándole la piel de sus ardientes muslos, a medida que ascendía el contacto con su piel era cada vez más cálido, ya os podéis imaginar como me puse al llegar arriba del todo-, aquí se detuvo otra vez en el relato.
-¡¡Sigue, sigue maldito, que ahora el que se está poniendo "malito" soy yo!!-, dijo Beppo.
Edu se rió malévolamente, gozaba del clímax creado y comprobaba que su estrategia surtía el efecto deseado.
-Llegado donde os contaba, puse mi mano completamente encima de "ello"-.
-¿Y qué es "ello"?- interrumpió Beppo.
-¿Pues qué va a ser?, lo que tu ya sabes-, le respondió.
-¡¡Cáspita, dilo de una vez!!-
-Qué poca imaginación tienes-, le respondió riéndose a carcajadas.
-Me cogió la mano para apartarla de donde la había depositado y, me dijo a continuación si me atrevería a bañarme con ella en el río, completamente desnudos-.
-¡Canastos con la profesora!-, exclamé.
-Ya os dije que es un "corazón solitario"-, añadió Edu con aires de hombre experimentado, y siguió :. -No me corté un ápice, me puse en pié para quitarme la ropa, en un santiamén me despojé de toda ella quedándome "descalzo hasta el cuello". Allí, bajo la luz de la luna, que por cierto hoy es luna llena, la tomé de la mano para ayudarla a levantarse, una vez estuvo en pié me dijo con coquetería, que si me atrevía a quitarle yo la ropa, ella no dejaba de mirar mis partes pudientes que desde hacía bastante rato estaban ya en situación de total disponibilidad-.
-Me hallaba tan sumamente nervioso, que casi no sabía ni por donde comenzar, fue ella que me cogió la mano y me la puso sobre los botones de la blusa, procedí a desabrocharla, casi no atinaba a encontrar los ojales, las manos me temblaban. Finalmente la dejé totalmente en cueros, ¡¡y qué cuerpo tiene muchachos!!, os juro que posee una figura propia de una diosa del mismísimo Olimpo, total que nos echamos al agua, a pesar del frescor de ésta, mi fogosidad no decreció ni un ápice. Jugueteamos dentro del agua un buen rato, toqueteos, abrazos y algunos inocentes besos-.
-Sigue, sigue- le conminó Beppo.
-Nos salimos del agua para tumbarnos sobre la hierba, siguieron los toqueteos ella me había cogido el "pajarito" para acariciarle mientras yo la besaba, hasta que a pesar de mis esfuerzos ya no pude contenerme más y eyaculé en su mano-.
-¿Y que pasó después?- pregunté.
-Ella se quedó algo extrañada, según me dijo, era la primera vez que había visto y tenido en sus manos un "pajarito", nos limpiamos con el faldón de mi camisa, seguimos dándonos besos y caricias, hasta que ella llegó a su punto culminante, no os podéis imaginar como gemía y se retorcía, luego nos vestimos y la acompañé hasta la casa de Laura, eso fue toda nuestra romántica noche-, aquí Edu finalizó su explicación.
El relato de nuestro amigo nos había sorprendido y excitado al mismo tiempo. Jamás hubiese imaginado que la señorita Amalia tuviese arrebatos amorosos de esa índole y tan apasionados. No salía de mi asombro.
Había sido un día de gran actividad y emociones, estábamos los tres fatigados y en pocos minutos nuestros cuerpos cayeron profundamente en manos de Morfeo.
Nos despertó Lluís haciendo sonar una cacerola desde la cocina, acudimos a la llamada con bastante mal cuerpo por la "resaca" del día anterior, el bueno de Lluís estaba en la cocina preparando unas enormes tostadas de pan que acababa de ir a comprar al establecimiento de sus primos, propietarios de la única panadería del pueblo, Justet estaba junto a él atizando el fuego de la cocina, éste al vernos se rió malévolamente, pero siguió con su quehacer.
-¿De que te ríes colega?- le pregunté.
-Oh de nada, de nada-, dijo riéndose ahora abiertamente.
-Bueno, ya me lo dirás cuando te plazca-, le dije.
Me cogió del brazo y me llevó a un lado de la gran sala de la cocina para decirme al oído: -Oye Guillermo, ¿por que no les dices a tus amigos que ordeñen una de las vacas?-.
Intuí inmediatamente lo qué el muy picarón pretendía, no era otra cosa que reírse de los dos ciudadanos inexpertos de la Ciudad.
-Te voy a dar gusto hombre, ven conmigo, verás como se defiendes dos novatos de ciudad-.
Cogí el cubo de cinc que había apropósito para ordeñar y me acerqué a los dos "inocentes" ciudadanos diciéndoles : -Tomad este cubo y vamos a ver si sois capaces de ordeñara a "Francisca"-, éste era el nombre con que Lluís había bautizado a uno de los rumiantes.
Edu lo cogió por el asa y ambos nos acompañaron hasta el corral. -Os presento a "Francisca"- les dije mientras le daba un buen manotazo a las posaderas de ésta. -Aquí tenéis un pequeño banquetin para sentarse y poder hacer la operación de ordeñado con más comodidad, -venga Edu, haber si imitas bien a la profesora de música-.
Edu fue el más decidido, situó el asiento que le di junto a una de las patas traseras del animal, a continuación puso el cubo debajo de las ubres del rumiante y se sentó, hizo todos estos movimientos como si fuera un experto en el arte de ordeñar.
Beppo miraba expectante, Justet y yo aguardábamos los momentos en que la vaca iniciaría su serie de latigazos con la cola. Efectivamente, en el mismo instante en que Edu agarraba con ambas manos dos de las ubres del animal, le cayó el primer flagelazo, que por no ser esperado hizo que el destinatario se cayera del asiento.
Las risas comenzaron de menor a mayor, Lluís que también nos había acompañado al corral, intuyendo el bromazo, tampoco pudo aguantar la risa pero ayudó a levantarse al "experto", éste volvió a sentarse en el banquetín mientras yo ataba la cola de la vaca a su propia pierna. Edu volvió a coger las ubres y reinició la acción de ordeñar, comenzaron a salir unos chorrillos de leche que cayeron con fuerza retumbando en fondo del cubo.
La risa estaba servida, pero fue un chiste que hizo Beppo lo que desató el desmadre de risas en el corral. No se le ocurrió otra cosa que decirle a Edu que le recordaba a la profesora de música en la orilla del río unas horas antes. Luís y Justet no entendía el verdadero motivo de aquella algarabía de risas, pero nos acompañaron en ella.
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