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Revolución Industrial (página 3)

Enviado por Milagros Galbiatti


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Formación de nuevas clases sociales

Burguesía

Con la industrialización en Inglaterra se desarrolló una sociedad más compleja pero, sobre todo, se creo una estructura social nueva y más dinámica.

La Revolución Industrial provoca que la sociedad inglesa deje de estar constituida por estamentos, grupos cerrados determinados en gran medida por el nacimiento y con una función prescrita todavía por la tradición feudal, para convertirse en una sociedad integrada por clases sociales, grupos abiertos determinados por una actividad económica y los ingresos que ésta les otorga. El dinero llega a ser un elemento esencial para ubicar a las personas en los diferentes niveles de la sociedad.

El predominio creciente de la burguesía industrial y comerciante reafirmó la creencia en el espíritu de empresa que impulsaba a los ingleses a invertir capital en el progreso industrial, con el propósito de obtener ganancia lucrativa. La idea central se refiere al espíritu innovador que debe tener el empresario para satisfacer las necesidades de la sociedad, e incluso para crear nuevas necesidades, y debe procurar el más alto nivel de modernización y calidad, con el objeto de que sus productos puedan competir éxito en el mercado.

La burguesía rica, culta y emprendedora había dado impulso a la revolución técnica y continuaba acumulando grandes fortunas.

En el nuevo mundo industrial, los empresarios, los banqueros, los grandes propietarios agrícolas, en resumen, la burguesía, se convirtió en la nueva clase dominante, en la elite del cuerpo social. De este grupo social surgió la inmensa mayoría de las elites científica: Los ingenieros, los jefes de las instituciones y las empresas, constituyéndose auténticas dinastías familiares en cada uno de los países.

Este grupo de nuevos privilegiados monopolizó el podes económico. Estaban plenamente representados en los gobiernos de los países en los que se implantó el capitalismo, y el sufragio censatario permitirá que los diputados y los dirigentes políticos surjan esencialmente de esas nuevas elites originadas de la alianza entre la vieja aristocracia y la nueva burguesía. Asimismo disponían del poder cultural, controlaban la prensa y fabricaban una opinión pública favorable a los nuevos valores dominantes: la exaltación de la propiedad, el triunfo de los negocios, el valor del esfuerzo y del ahorro. Impusieron una moral basada en el triunfo del individualismo sobre la solidaridad y en el mantenimiento del orden sobre el avance de la igualdad y la justicia social.

Su enorme riqueza les permitirá una brillante vida social.

Alrededor de las elites burguesas nació una importante clase media. Al lado de sus representantes tradicionales, las clases medias agruparon a toda una serie de categorías sociales que fueron adquiriendo importancia con el desarrollo industrial. Este grupo social, que no ejercía trabajos manuales, intentó diferenciarse de los obreros y campesinos en sus vestidos y sus costumbres. Muchos de los ellos hicieron estudiar a sus hijos, como método de ascenso social, e imitaron los modelos familiares y culturales burgueses.

Proletariado:

La zona de la civilización, zona europea, y zona de reductos migratorios, tubo una época en que la uniformación de la civilización ha alcanzado un grado y un sesgo hasta entonces desconocidos, sea justamente las teorías multilineales de la civilización las que han sido profundizadas de tal manera y las que han encontrado un eco tan vivo; que en realidad es la paradoja, que el eco es mas pronunciado en los países de vanguardia que en los atrasados.

Los trabajos que conciernen a la renta nacional, al standard de vida, a la productividad, al capital output, la acumulación de bienes, al reclutamiento y la movilidad de la fuerza obrera, es decir los trabajos de indagación acerca de los problemas cuyo conjunto forma la investigación científica de la industrialización.

Las quejas de los pioneros de la industria por la pereza y el trabajo a disgusto de los obreros recién reclutados, son bien conocidas en la metrópolis en otros tiempos, recientemente en los países coloniales y semicoloniales la dificultad de enrolar obreros, de inculcarles el habito del trabajo regular, de combatir la inestabilidad del personal, son permanente preocupación a los patronos en los países atrasados. También es sabido que muchas veces en la vida práctica se han hecho esfuerzos para explicar estos fenómenos por medio del factor racial, sin tener en cuenta que los antepasados de los patronos actuales lucharon con las mismas dificultades durante el proceso de industrialización de Inglaterra, de Francia o de Alemania, cuando educaban profesionalmente al candidato obrero ingles, francés o alemán.

En los trópicos disminuye el esfuerzo y trabajo a medida que aumentan los salarios. En Trinidad, durante la última guerra, los obreros comenzaron a trabajar dos días por semana.

En el "primer capitalismo", es decir, el capitalismo inglés se critica que la enclosures preparen por adelantado un "ejército de trabajo" completamente listo para la industria futura. Los empleadores pasaban mucho tiempo en busca de nuevas fuentes de mano de obra, en la enseñanza de métodos nuevos a sus obreros, y mediante la violencia o estímulo a llevarlos a someterse a un trabajo controlado. La industrialización, y en consecuencia la formación de la clase obrera, esta forzosamente unida a la discolociación de un sistema en el cual la vida de una mayoría aplastante de la sociedad se vuelca en el cuadro de pequeñas comunidades en las que todo el mundo se conoce, y al advenimiento de un sistema nuevo, sobre una familia en principio poco numerosa aislada en una gran aglomeración. Es decir, la oposición entre un grupo pequeño, un pequeño espacio, bienes, inmuebles de posesión personal y transmitido por herencia, y grupos numerosos, vastos espacios y una gran movilidad. Estas evidentes verdades, comprobadas por la ciencia en millares de casos respecto a innumerables sociedades completas en el tiempo y en el espacio, no son apreciadas en su justo valor, se subestime la envergadura de las desventajas sociales que este proceso impone a los interesados.

El primer acto del drama es el problema de la ruptura del individuo con la pequeña comunidad rural, o la descomposición completa de esta comunidad. Es clásico el caso de las enclosures inglesas. La primera variable, el caso del individuo que se desligó de la pequeña comunidad rural, abre todo un linaje riquisimo de problemas sociales y culturales. El desconocimiento de las condiciones, de las posibilidades y de las dificultades frena aquí con frecuencia, y algunas veces considerablemente.

Los factores que retienen al individuo en el cuadro de su comunidad tradicional no son negativos, sino positivos. Porque, esta razón, es que con frecuencia si deja su aldea es porque los factores positivos yo no son validos, porque con el tiempo se han vuelto negativos. Del mismo modo, el aldeano va a trabajar en la industria, no encandilado por posibilidades de mayor ganancia, sino forzado a hacerlo por la imposibilidad de ganarse la vida en el campo. No es atraído a la ciudad por la perspectiva de un salario más ventajoso. Es expulsado del campo por el hambre.

El individuo se defiende hasta al último momento de la expulsión "de su comunidad tradicional". Estas comunidades aseguran un estándar de vida frecuentemente miserable, pero proporciona seguridad local y un status de honorabilidad social. Muchísimas veces la industria naciente que no puede hacer lo mismo por sus adeptos recién alistados.

El primer acto del drama es el problema de la ruptura del individuo con la pequeña comunidad rural, o la descomposición completa de esta comunidad. Es clásico el caso de las enclosures inglesas. La primera variable, el caso del individuo que se desligó de la pequeña comunidad rural, abre todo un linaje riquísimo de problemas sociales y culturales. El desconocimiento de las condiciones, de las posibilidades y de las dificultades frena aquí con frecuencia, y algunas veces considerablemente.

Los pequeños propietarios se vieron obligados a vender sus posesiones, porque carecían de medios para cercar las propiedades los campesinos más pobres, que solo tenían cabezas de ganado y vivían trabajando las tierras de otro, al cercarse las tierras, perdieron la posibilidad de mantener sus animales y tuvieron que venderlos. Emigraron entonces a las ciudades. La población rural que comenzó a vivir en las ciudades se transformo en mano de obra libre y barata para las industrias de la ciudad. Con esto, la industria pudo contar con gran cantidad de brazos para su trabajo.

Puesto que la nueva sociedad industrial tiene que surgir de la antigua tradicional y agrícola, el problema fundamental, que permite comprender la revolución es económicas pasadas, y preves del desarrollo económico futuro es el de la compresión histórica, económica y sociológica de la sociedad antigua, su estructura, sus funciones, el lugar que ella ocupa el individuo.

La otra variante, la destrucción de todo lo colectivo comunal, de lo que se encuentran ejemplos en algunas "enclosures". El uso de la fuerza era entonces de corta duración.

El segundo acto del drama es la suerte de los individuos arrancados de medio tradicional y períodos e el vasto mundo desconocido.

Otro hecho asombroso es la coexistencia, en los primeros estadios de la industrialización, del gran número de individuos inestables, ya desvinculados del medio tradicional, de lo colectivo comunal y de la falta de mano de obra para la industria naciente.

Por los caminos pululaban mendigos y vagabundos, pero preferían la oscuridad al trabajo. En todas partes la autoridad toma medidas enérgicas para reducir su número, y al mismo tiempo beneficiar a las nuevas industrias con esta mano de obra. El fenómeno tiene un carácter universal en el primer periodo de industrialización. La destrucción de las comunidades rurales tradicionales era ya un hecho consumado. El reclutamiento de la fuerza obrera para aquella se torna, no una movilización de elemento que ya han roto sus lazos con el campo, si no una destrucción de los lazos colectivos de la comunidad.

Los rodeos del proceso de industrialización tanto en el pasado como en nuestros días constituye una amplia gama, desde los "poor laws", las casas de trabajo forzado para los vagabundos; hasta los ensayos de transferir al trabajo industrial por lo menos parte de la fuerza obrera todavía vivía en el cuadro tradicional del campo.

Cuando no se sabe introducir intereses nuevos en el surgimiento de las necesidades de la población y se fuerza al individuo a buscar trabajo mercenario, se alienta la esperanza de que la presión de los impuestos lo arreglará todo al forzar a la gente a ganar en dinero efectivo por lo menos la suma que debe pagar como impuesto.

La ruptura del lazo entre el individuo y el campo que provoca la industria es siempre difícil, a menudo ineficaz y, más a menudo todavía y por largos años, solamente parcial, los obreros que llegan a la cuidad para ganar allí una cierta suma, destinada desde ya a un cierto fin, vuelven al campo cuando la han ganado.

Aquellos cuyo trabajo en la ciudad es lucrativo y estable, vuelven al campo en el momento en que se realizan los trabajos más urgentes. La inestabilidad de la masa obrera es una pesadilla que persigue a la industria naciente siempre y en todas partes. El reclutamiento de obreros para la industria es difícil porque el campesino es esencialmente poco móvil. Pero una vez alistado, una vez desligado de su comunidad tradicional, se hace móvil en exceso. Fácilmente hastiado por su trabajo, encandilado siempre por las ventajas, verdaderas o falsas, de una nueva contrata, está siempre pronto para cambiar de lugar. Las pérdidas que sufrirían las industriales como consecuencia de este estado de cosas eran enormes, por lo tanto lucharon y lucharon contra esta situación por todos los medios disponibles, compulsión declarada, endeudamiento, propiedad de bienes inmuebles, derechos de jubilación, hasta la competencia por medio de condiciones de trabajo mas o menos ventajosas.

No es fácil reemplazar el lazo una vez roto; ello no sucede nunca durante la vida de una sola generación. El desarrollo dinámico de la sociedad industrial moderna impone otra manera de resolver la cuestión: el lazo local debe ser reemplazado por la aptitud permanente para la movilidad.

La plaga de la desmoralización de la clase obrera en vías de formación pasa por una pequeña comunidad, en donde el simple lazo social es al mismo tiempo un lazo de control social, un control indagador, que husmea por todas partes, sin reparos de ninguna clase, aveces cruel, siempre eficaz. En una pequeña comunidad todo el mundo se conoce, todos se mezclan en los asuntos de todos, cada cual sabe que su vecino se mete en lo suyo. La buena conducta de las jovencitas, la aptitud de los muchachos para el trabajo, son discutidas por todo el mundo. Esta presión de la opinión pública forma desde la infancia al miembro de la comunidad, llevado de golpe a una gran aglomeración donde no conoce a nadie ni nadie lo conoce, se siente libre de toda constricción social.

El proceso de industrialización suministra numerosos ejemplos positivos y negativos de estos ensayos. El tercer acto del drama es la resistencia que opone el obrero de reciente data al trabajo sistemático, continuo, regular, a menudo monótono.

Con lo que más lucharon los pioneros de la industria manufacturera en Inglaterra fue con la dificultad de desacostumbrar a los seres humanos del trabajo desordenado, improvisado, sin continuidad, y de inculcarles la regularidad inalterable de una autómata complicado.

Lamentablemente penetra en el espíritu humano la noción de tiempo asalariado, completamente "vendido" junto con la fuerza de los músculos, el pensamiento, la atención, la iniciativa del individuo, la libertad para disponer de actor y gestos, de un tiempo en el que ya no hay derecho a los sentimientos, las penas, los sueños, las reflexiones propias. El "ignorant and phlegnatic man" no lo adopta fácilmente.

El proceso de formación de la clase obrera en la aurora de la industrialización que tomamos como ejemplo, demuestra la reiterabilidad de los fenómenos.

La desintegración de pequeñas comunidades rurales es inevitable, lo mismo que el aumento de la movilidad, el hábito del trabajo en el tiempo destinado únicamente a tal fin, separado del resto del día de un trabajo sistemático e intenso.

La seguridad social y aun material que a menudo da a sus miembros una comunidad rural en la sociedad tradicional. El sentimiento de aislamiento que siente el individuo separado de su pequeño grupo social, en el que todo el mundo se conoce personalmente, y transplantado una gran aglomeración, es incomprensible en una sociedad altamente industrializada en la que aparecen obras sociológicas tituladas "La muchedumbre solitaria", en la que el problema de la desintegración social del individuo perdió en la

muchedumbre despierta interés general y es calurosamente discutido en los medios intelectuales al día.

En la sociedad industrial el obrero también "trabaja para vivir" y aún cien veces más que su predecesor. Nunca el reparto de las horas del día en "work" y en "leisure" ha sido tan riguroso como en la sociedad industrial, y es precisamente ese reparto lo que el candidato obrero de la sociedad preindustrial, en los comienzos de la industrialización.

El desempleo, el trabajador pobre.

Tres posibilidades se abrían al pobre que se encontraba al margen de la sociedad burguesa y sin protección efectiva en las regiones inaccesibles de la sociedad tradicional. Podía esforzarse en hacerse burgués, podía desmoralizarse o rebelarse.

Lo primero era técnicamente difícil y desagradable.

El rico solía tratar al pobre con caridad, y el pobre vivía sencillamente, pues en aquellos días los órdenes más bajos necesitaban menos que hoy.

Pero incluso ese modesto lugar en el orden social parecía que iba a serles arrebatado. La sociedad burguesa, siempre unida a la inhumanidad. Como procedimiento de aliviar la pobreza, la caridad cristiana era tan mala como inútil, en los Estados Pontificios, en los que abundaba.

En Gran Bretaña, un abismo dividía a los paladines de las sociedades de socorro mutuo de la clase media, que veían en ellas una forma de ayuda individual, y a los pobres, que las consideraban como verdaderas sociedades.

Había trabajadores que hacían los posible por unirse a la clase media y por seguir los preceptos de austeridad, de ayudarse y mejorarse a si mismos.

Enfrentados con una catástrofe social, empobrecidos, explotados, hacinados en suburbios en donde se mezclaban el frío y la inmundicia y en los pueblos industriales, en donde el trabajador se hundía en la desmoralización.

Privados de las instituciones y guías de conducta, muchos caían en el abismo de la existencia precaria. El alcohol era la salida más rápida de Manchester. El alcoholismo en masa se extendía por toda Europa.

Las ciudades y zonas industriales crecían rápidamente, sin plan ni supervisión. Faltaban abastecimientos de agua, sanidad y viviendas para la clase trabajadora. La consecuencia de este abandono fue la reaparición de grandes epidemias de enfermedades contagiosas. El desarrollo urbano fue un proceso de segregación de clases, que empujaban a los nuevos trabajadores pobres a grandes concentraciones de miseria alejadas de los centro del gobierno y negocios.

La bebida no era la única muestra de desmoralización. El infanticidio, prostitución, suicidio y desequilibrio mental han sido relacionados con aquel cataclismo económico y social. Tanto el aumento de criminalidad como el de violencias, eran una ciega afirmación personal contra las fuerzas que amenazaban con destruir a la humanidad.

Todas estas desviaciones de la conducta social tenían algo en común entre ellas. Eran tentativas para escapar del destino de ser un pobre hombre trabajador, o algo al menos para aceptar u olvidar la pobreza y la humillación.

La alternativa de la evasión o la derrota era la rebelión. Para el proletario la rebelión fue casi obligada. La verdadera pobreza era peor en el campo. La miseria en zonas industriales en donde los pobres se extenuaban menos pasivamente y menos inadvertidamente. La situación general de los pobres en las ciudades era pavorosa.

Grandes masas de poblaciones permanecían al margen de las nuevas industrias, como un sustrato constante de pobreza y desesperación.

La fase inicial de la revolución industrial no impulsó a todos los trabajadores hacia las factorías mecanizadas. Por el contrario, en torno a los pocos sectores mecanizados y de producción en gran escala, se multiplicaba el número de artesanos preindustriales.

El nuevo proletariado fabril estaba mejor. No era libre, estaba bajo estricto control del patrono. Tenían que trabajar las horas y en las condiciones que les impusieran, aceptar castigos y multas, a la vez q los patronos aumentaban sus beneficios.

En la década de 1830-1840 puede afirmarse que la situación material del proletariado industrial tendió a empeorar.

El trabajador era explotado y empobrecido por el rico, que se hacia más rico mientras el pobre más pobre. El mecanismo social de la sociedad burguesa era cruel, injusto e inhumano. <No puede haber riqueza sin trabajo>. El trabajador es la fuente de toda riqueza.

El movimiento obrero proporcionó una respuesta al grito del hombre pobre. Lo nuevo en el movimiento obrero de principios del siglo XIX era la consciencia de clase y la ambición de clase. No era el pobre el que se enfrentaba al rico, la clase trabajadora, obreros o proletariado, se enfrentaba a patrones o capitalistas. La revolución industrial imprimió en ella la necesidad de una movilización permanente. Se requería la vigilancia continua y actividad del <movimiento>: sindicatos, sociedades mutuas y cooperativas, instituciones laborales, periódicos, agitación.

La novedad y rapidez del cambio social que los absorbía, incitó a los trabajadores a pensar en los términos de una sociedad completamente distinta, basada en sus experiencias e ideas opuestas a la de sus opresores. Sería cooperativa y no competidora, colectiva y no individualista. Sería socialista.

En este sentido, la conciencia de la clase trabajadora no existía en 1789.

En Inglaterra, los intentos de reunir a todos los trabajadores en sociedades generales de obreros empezó en 1818.

En la década de 1830-1840 ya existía la conciencia de clase proletaria y las aspiraciones sociales.

La conciencia jacobina, o sea, la serie de aspiraciones, experiencias, métodos y actitudes morales que la revolución francesa infundió en los confiados pobres.

Las conciencias proletaria y jacobina se complementaban. La experiencia de la clase trabajadora daba al trabajador pobre las mayores instituciones para su defensa de cada día.

Los proletarios se mantenían unidos por el hecho de que trabajar juntos en gran número, colaborar en la tarea y apoyarse los unos en los otros era toda su vida. La solidaridad inquebrantable era su única arma.

Bajo la clase trabajadora yace el sustrato del motín o protesta pública ocasional de gentes desesperadas, la destrucción de las máquinas, las tiendas o las casas de los ricos, expresaba el hambre o los sentimientos de los hombres irritados por las circunstancias. Como en las oleadas de destructores de máquinas que periódicamente arrasaban las declinantes industrias manuales amenazadas por la máquina.

El movimiento obrero de aquel período fue un frente común de todas las fuerzas y tendencias que representaban a los trabajadores pobres, pero desde la revolución francesa la clase media liberal y radical le proporcionaba inspiración y jefes.

Tanto el rico como el pobre trataban de asimilarse a la gran masa, o sea, el proletariado o clase trabajadora.

Los primeros sindicatos (Trade Unions) los formaron casi invariablemente impresores, sombreros, sastres, etc.

Los hombres que adoptaron las doctrinas cooperativas de Owen eran, en su mayor parte, artesanos, mecánicos y trabajadores manuales.

Sólo en Inglaterra los nuevos proletarios habían empezado a organizarse. Fuera de Inglaterra, los trabajadores de las fábricas y las minas eran todavía en gran parte más víctimas que agentes.

El movimiento obrero era una organización de autodefensa, de protestas, de revolución. Pero para el trabajador pobre era una norma de vida. El movimiento les exigía uniforma de vivir diferente.

La unión en general de 1834-1835 fracasó. Lo que mantenía firme el movimiento era el hambre, la desgracia, el odio y la esperanza. Y lo que lo derrotó, tanto en Inglaterra cartista como en el continente revolucionario de 1848, fue que los pobres carecían de la organización y la madurez capaz de hacer de su rebelión algo más que un momentáneo peligro para el orden social.

El mundo rural

Los sistemas tradicionales La formación de las aldeas fue especialmente activa en Europa durante la Edad Media. El emplazamiento se elegía en función de la cercanía a las vías de comunicación y, generalmente, a los cursos de agua. Deforestado el bosque, las tierras cultivadas se extendían alrededor de la aldea, formando un anillo, más o menor regular, condicionado por el relieve del terreno. Divididas en parcelas, se sembraba en ellas cereal y legumbres fundamentalmente, base de la alimentación campesina. Más allá de los campos de cultivo, se extendía un segundo cinturón formado por montes, donde pastaba el ganado, y el bosque, fuente muy importante de recursos, del que se obtenían leña y madera, miel y cera, frutos secos y la caza. Este segundo anillo –montes y bosque- constituía las tierras comunales, que eran explotadas colectivamente por toda la aldea, de modo que el terreno no estaba parcelado. En los cultivos predominaba la agricultura de temporal, puesto que la de regadío, especialmente importante en los países del sur, se reducía a las zonas inmediatas a los ríos. La explotación requería el acuerdo de los vecinos y se hacía de la manera siguiente: se dividía todo el terreno cultivable en grandes espacios llamados hojas y en cada una de ellas cada vecino debía tener, al menos, una parcela. En una de estas hojas se sembraba cereal en invierno (trigo o cebada), en otra cereal en primavera (avena o centeno), quedando la tercera sin cultivar, es decir en barbecho. Recogida la cosecha de trigo en agosto, se introducía el ganado de la aldea en los campos. Allí pastaba aprovechando los tallos secos del cereal cosechando (rastrojos), y abonaba el terreno. En la hoja donde se había sembrado en primavera (avena o centeno) se sembraba en invierno (trigo), ya que la tierra no había sufrido tanto desgasto. Para completar el círculo, en los campos que habían descansado se sembraba en primavera. De este modo, trigo, barbecho y avena iba rotando, alternándose en las tres hojas. Esto permitía por una parte, regenerar el suelo y, por otra, complementar la dieta al añadir productos ganaderos (leche y grasas, sobre todo). Como consecuencia de este tipo de explotación (rotación trienal) las parcelas estaban situadas de manera dispersa y eran de tamaño reducido tras las sucesivas divisiones de generación en generación. Además, el rendimiento de la tierra era bajo, puesto que cada parcela daba sólo dos cosechas cada tres años.

La reforma agraria y la revolución agrícola A partir del primer tercio del siglo XVIII, los sistemas de explotación tradicional fueron modificándose como consecuencia de la aparición paulatina de innovaciones técnicas y de cambios en la distribución de la propiedad. Estas novedades se experimentaron por primera vez en el este de Inglaterra (en el condado de Norfolk) y se difundieron después a los países de mediterráneos, las innovaciones fueron más tardías y consistieron, sobre todo, en una mejora, diversificación y ampliación de los regadíos. En la Europa septentrional, el barbecho fue sustituido por la rotación de cultivos complementarios. Los tubérculos (nabos, papas) y los forrajes (trébol), para alimentar el ganado, podían ser introducidos en las rotaciones sin agotar la tierra, intercalándose con el cereal, según el siguiente ciclo: trigo-nabos-cebada-trébol. De este modo, la tierra se regeneraba sin necesidad de dejar de producir. Junto con la papa, otros productos originarios de América, y ya conocidos con anterioridad, se difundieron en este periodo. Es el caso del maíz, empleado como forraje, o los pimientos, cultivados en huertas. La supresión del barbecho supuso la desaparición del sistema de explotación colectiva, basada en la división de hojas, y también del ganado que pastaba en los rastrojos. Éste fue sustituido por la ganadería en establos, alimentada ahora con el forraje cosechado. Simultáneamente, se produjo una reforma de la estructura de propiedad de la tierra. En Gran Bretaña, el parlamento aprobó las leyes de crecimiento ("Enclosure Acts", por las que se legalizaron múltiples apropiaciones realizadas por los grandes terratenientes ("gentry") en las tierras comunales – montes y bosques– para su presunta mejora o puesta en cultivo. En Francia o España, las tierras de la Iglesia fueron expropiadas, subastadas y adquiridas por la nobleza y la burguesía (venta de bienes nacionales o desamortizaciones). Se produjo así una concentración parcelaria, que permitió ampliar el tamaño de las parcelas y hacer rentable de este modo la mecanización de las explotaciones. La sembradora de Jethro Tull (17301 permitía ahorrar semillas y mano de obra. La segadora de Mackormirck (1830), tirada inicialmente por caballos, realizaba el trabajo equivalente de un elevado número de personas provistas de las tradicionales hoces y guadañas. La trilladora de Turner (1831) quitaba el trabajo a decenas de jornaleros, separando eficazmente la paja del grano. Su introducción en los campos ingleses provocó en la década de los 30 unas series de revueltas campesinas que, entre otras ocasiones, llevaron a la destrucción de estas máquinas. El conjunto de innovaciones perjudicó notablemente a los campesinos, sobre todo a jornaleros y pequeños propietarios. Suprimidas las zonas comunales de pastos, reducido el bosque, incapaces de hacer frente a la competencia de las máquinas, sus posibilidades de subsistencia eran mínimas. En muchos casos, la única solución posible era la venta de propiedades a los terratenientes y el éxodo rural hacia las ciudades, es decir, su proletarización. Éste fue el precio de la modernización de las explotaciones. Los campesinos eran conscientes del perjuicio que les acarreaban los cercamientos y presentaron quejas a los tribunales de justicia, que no fueron admitidas porque las leyes del parlamento defendían los intereses de los grandes propietarios. Encontramos un ejemplo de ello en 1797 en la aldea de Raunds, en el condado de Northampton, situado a unos 70 Km. al norte de Londres. La figura del propietario se asimilo a la de un empresario rural (burguesía agraria) al invertir en la compra de tierras, la mecanización o la mejora de los terrenos, como por ejemplo el drenaje de zonas pantanosas. El resultado fue el aumento de la producción (rendimiento) y la producción (rendimiento) y la productividad (menor número de trabajadores y mayor volumen de cosecha), la especialización de los cultivos, cuyo precio se abarato notablemente, y la orientación de la producción hacia el mercado, en lugar del autoabastecimiento tradicional. Por último, la libertad de contratación hizo descender el salario de los jornaleros, en tanto que el importe de los contratos o arrendamiento se debía pagar en metálico y no en especie como antes, con lo que los campesinos se vieron atrapados por la caída de los precios, que les impedía reunir el dinero suficiente para hacer frente a la renta fijada.

Ludismo

La aparición de las fabricas, en el siglo XVIII, como consecuencia de la Revolución Industrial, cambio la vida de los trabajadores que se convirtieron en rehenes de esas máquinas, que los obligaban a permanecer interminables jornadas labor, en lugares insalubres por una paga miserable, y habitando en barrios sucios y contaminados.

Buscaron, a partir de la segunda década del siglo XIX, un culpable para sus desgracias y hallaron dos responsables: los patrones y las máquinas. Los que entraron en la nueva tecnología aplicada a la producción la causa de sus males, se llamaron ludistas, por basarse en la ideología del ingles Nedd Ludd, dirigida a la destrucción de las maquinas, cuando, según la leyenda popular en 1779, se deshizo de un telar mecánico que representaba para él, la fuente de sus desgracias.

Amparados por la oscuridad nocturna, y ocultos tras mascaras, los obreros comprendieron que sólo luchando unidos, podrían conseguir ser tenidos en cuenta como seres humanos, y nos simples operarios generadores de ganancias, para los patrones capitalistas. Estos debieron soportar pérdidas que ascendieron aproximadamente a cien mil libras, en Inglaterra.

El enigmático Capitán Ludd, era quien firmaba las proclamas y petitorios hacia el gobierno para lograr reivindicaciones laborales, en una época en que la expresión "Derechos Laborales", era utópica.

El progreso y la rapidez que significaba el trabajo industrial, representaba para los humildes asalariados, una marcha también veloz, hacia su propia destrucción moral y material.

Los gremios de artesanos de la Edad Media habían permitido a los trabajadores, a través de una rigurosa reglamentación, organizar sus trabajos evitando la competencia y estableciendo jornadas de labor iguales y equilibradas, en ambientes familiares.

El movimiento ludista nació en Inglaterra, cuna de la Revolución Industrial, pero pronto se extendió por toda Europa, como los sucesos de Cataluña o la destrucción de los telares de Arcoy, en España, ocurrido en 1820.

En Nottingham, ciudad del Reino Unido, una manifestación obrera iniciada el 12 de Abril de 1811, fue violentamente reprimida, y más de cincuenta máquinas, pertenecientes a William Cartwright, destinadas al tejido de medias, fueron destruidas por los trabajadores como represalia a la brutal acción contra su reclamo de trabajo, y de hacerlo en dignas condiciones. En Lancashire, Yorkshire, Leicester, Cheshire, y Derby se vivieron situaciones similares. Más de diez mil soldados ingleses, al mando de Thomas Maitland, fueron destinados a impedir la rebelión obrera.

En 1813, dieciocho miembros del ludismo fueron ejecutados en la horca por el gobierno, acusados de ser peligrosos para el estado, por aplicación de una ley promulgada por el Parlamento, a la que solo se opuso Lord Byron. Dicha norma legal había establecido pena de muerte para los que destruyeran las fábricas, o elementos de trabajo contenidas en ellas.

El 16 de agosto de 1819, las fuerzas obreras celebraron un motín en el campo de San Pedro. Las fuerzas de caballería pusieron fin a la vida de once personas y cuatrocientas resultaron heridas, pero lograron un éxito: derogar la ley que impedía las coaliciones obreras.

Por ese entonces, surgieron los movimientos sindicales (Trade Unions) y los Partidos Social-demócratas, que redujeron hasta casi hacer desaparecer el ludismo, que en realidad no atacaba las causas reales del problema. La lucha estaría dirigida a partir de entonces, contra los dueños de las fábricas.

En 1836 se fundó la Asociación Obrera de Londres, que inició una lucha llamada cartismo, realizado peticiones al gobierno que fueron rechazadas.

Actualmente se ha puesto en boga el término ludista, designado a quienes se oponen al gran crecimiento tecnológico, acusado de deshumanizar a la población, contaminar el ambiente y alejarnos de la vida natural.

Trade Unions- Sindicatos

La historia del movimiento obrero, o historia sindical, comenzó con la Revolución Industrial y la democracia moderna, cuando la esclavitud comenzó a ser abolida legalmente y el trabajo asalariado a generalizarse.

Durante más de un siglo, la acción colectiva de los trabajadores (sindicatos, huelga, convenios colectivos) fue considerada generalizadamente como un crimen. Es en Europa y más concretamente en Inglaterra, donde aparecen los primeros obreros, como el Ludismo conocido por Nedd Ludd (rompedores de máquinas) (1810-1811).

En 1824, por la fuerte presión popular el parlamento británico deroga las Combination Acts, leyes que prohibían las organizaciones obreras. Más adelante en 1829 Robert Owen, uno de los fundadores del socialismo moderno, crea las primeras cooperativas, que eran sociedades industriales de trabajadores.

En 1830 aparecen las primeras organizaciones obreras agrupando a los trabajadores según su oficio. En Inglaterra tomaron el nombre de Trade Unions (literalmente uniones de comercio) o simplemente unions, eran asociaciones locales de obreros de un mismo oficio que trataban de obtener mejores condiciones de vida y trabajo. Impulsaron una nueva etapa de lucha reivindicativa protagonizada por trabajadores no cualificados. Movilizó unos quinientos mil obreros que plantearon huelgas en las fábricas pero fracasaron ante la intransigencia patronal y del Estado. Sus principales reivindicaciones eran la reducción de la jornada laboral, el aumento de los salarios y el derecho de asociación.

En 1829 John Doherty fundo la Gran Union de los Hiladores y Tejedores a Destajo de Gran Bretaña y la primera central sindical de todos lo oficios de la historia: la Asociación Nacional para la Protección del Trabajo. Agrupaba ciento cincuenta sindicatos con cien mil miembros.

Publicó el histórico periódico obrero: "La Voz del Pueblo".

En junio de 1836 la Asociación de Trabajadores de Inglaterra elaboro la Carta del Pueblo, exigiendo el voto universal y secreto. Se los conoció como los cartistas. Durante algún tiempo el movimiento de los trabajadores recibió la influencia de diversos ideólogos que se ocuparon de estudiar e investigar la situación de los trabajadores, entre ellos estaba Federico Engels, que escribió "La situación de la Clase Obrera en Inglaterra", basándose en los datos y la convivencia con el movimiento "Cartista".

A partir de la década de 1840, los alemanes Carlos Marx y Federico Engels se instalan en Inglaterra y darán origen a un particular pensamiento obrero, el marxismo o socialismo científico, que será seguido en todo el mundo. Contemporáneamente el ruso Mijaíl Bakunin y el francés Pierre- Joseph Proudhon, sientan las bases de anarquismo.

En 1840 se extienden por toda Europa una serie de movimientos revolucionarios que tienen especial importancia en Inglaterra y Francia; en ellos se hacen exigencias tanto de carácter político como social, proponiendo la protección de los intereses de los trabajadores y el derecho al trabajo. A esos movimientos se refieren Marx y Engels en el Manifiesto Comunista, publicado ese mismo año.

Consecuencias de la revolución industrial

Desde esta sucia acequia la mayor corriente de industria humana saldría

para fertilizar al mundo entero. Desde esta charca corrompida brotaría oro puro.

Aquí la humanidad alcanza su más completo desarrollo.

Aquí la civilización realiza sus milagros y el hombre civilizado se convierte casi en un salvaje.

Y tanto Gran Bretaña como el mundo sabían que la revolución industrial, iniciada en aquellas islas por y a través de los comerciantes y empresarios cuya única ley era comprar en el mercado más barato y vender sin restricción en el más caro, estaba trasformando al mundo. Nadie podía detenerla en este camino. Los dioses y los reyes del pasado estaban inermes ante los hombres de negocios y las máquinas de vapor del presente.

La población del mundo era también mayor que nunca; en varios casos mucho mayor que toda esperanza y probabilidad previas. Las ciudades de gran tamaño se multiplicaban en todas partes como nunca. La producción industrial alcanzaba cifras astronómicas.

La ciencia nunca había parecido más triunfal; los conocimientos nunca habían sido más vastos. Los inventos alcanzaban cada año cimas más sorprendentes.

Pero era bastante amarga la acusación de que la prosperidad material de los trabajadores pobres no era con frecuencia mayor que el oscuro pasado y muchas veces peor que en las épocas de que se conservaba memoria. Los paladines del progreso intentaban rebatir esto con el argumento de que los obstáculos que el viejo feudalismo, la monarquía y la aristocracia seguían poniendo en el camino de la perfecta iniciativa libre. Unos y otros coincidían en que la situación era cada vez más penosa. Unos sostenían que se superaría dentro de la estructura del capitalismo y otros discrepaban de esta creencia, pero ambos pensaban con razón que la vida humana se enfrentaba con unas perspectivas de mejoría material que conseguiría el control de las fuerzas de la naturaleza por el hombre.

La gran mayoría de los habitantes del mundo seguían siendo campesinos como antes, aun cuando hubiera algunas zonas en donde ya la agricultura era la ocupación de una pequeña minoría y la población urbana estaba a punto de superar a la rural.

La renta de los nobles dependía cada vez más de la industria.

Los progresos técnicos que introdujo la Revolución Industrial, en el siglo XIX transformaron todos los aspectos relacionados con la vida europea. Surge así, una nueva historia de la civilización occidental. Económicamente, se imponen la industrialización y el capitalismo; socialmente, predomina la burguesía y surge el proletariado; políticamente se consolida el liberalismo político bajo la forma de monarquía constitucional; ideológicamente, prevalecen el racionalismo y el sentido crítico; la industrialización, se difundió por los países europeos y los Estados Unidos; la explosión demográfica, se produce en los países industrializados, resultado de adelantos higiénicos y médicos. El crecimiento de la población benefició a la industria y favoreció la inmigración hacia otros países. En la revolución agrícola: Inglaterra realizó notables progresos; introdujo la siembra de plantas de origen americano (maíz, papa), estableció las faenas agrícolas, aplicó abonos y fertilizantes. Con esta revolución se permitió garantizar el suministro de los alimentos y mano de obra necesaria para las ciudades, se empezaron a usar las máquinas, la producción de los alimentos fue creciendo, también para así abastecer a la creciente población.

En el desarrollo Comercial: el comercio se intensificó, los países industrializados vendían mercancías y adquirían materias primas, se incrementaron el comercio, las comunicaciones y los transportes. De forma más general la revolución industrial provocó: que la industria progresara, y que la producción se hiciera en serie. Los precios de los productos bajaron. Se formaron dos clases sociales: Burguesía: Compuesta por los dueños de fábricas y grandes comerciantes y los Proletariados: Compuesta por obreros. Hubo desempleo, porque con las máquinas no eran necesarios tantos trabajadores, a su vez aumentó la delincuencia y algunos obreros culparon a las máquinas de ser la causa de se desempleo y las destruyeron. Esto se llamó "Ludismo" porque el jefe de éste movimiento fue Ned Ludd.

La burguesía explotó a los proletariados. Y para su defensa los proletariados formaron organizaciones llamadas "Trade Unions" (sindicatos, para defender sus derechos). Fueron logrando que la jornada de trabajo diario se fuera reduciendo, que se le pagara un salario adecuado y que se le diera derecho a huelga.

En la economía hubo un gran auge porque surgieron los grandes capitales, las operaciones financieras y los cambios.

Fue un proceso económico continuo y acelerado y, al mismo tiempo, recíproco ya que la innovación en un sector repercutía a los demás. Este cambio colocó a Gran Bretaña a la cabeza de los países industrializados del mundo. Pronto, los resultados se hicieron notar aumentando enormemente la producción, abaratando los costes y permitiendo comercializar más lejos la producción gracias a la revolución de los transportes. A mediados del siglo XIX era el mayor productor de carbón y de hierro, empleaba las técnicas más avanzadas, tenía la renta nacional más alta, poseía la red más densa de ferrocarriles y la Armada más poderosa. El sector predominante de la economía pasa a ser la industria, centrándose en tejidos, siderurgia y ferrocarriles. La lana queda desplazada por el algodón, hay una renovación técnica agrícola favorecida por las nuevas máquinas y las nuevas fuentes de energía (carbón, hierro) siendo el segundo sector de crecimiento.

Fue gracias a la tecnología, a la introducción de las máquinas a la industria, que se realizó la Revolución Industrial, también influyó el hecho del crecimiento demográfico, disminuyó la mortalidad, la gente se empezó a concentrar en los centros urbanos, y fue así como surgió el urbanismo.

La producción de bienes pasó de ser una artesanía, que se producía familiarmente, a una industria, realizado por más gente, había más producción de bienes y era más económico.

Esto sucedió ya que con la fundación de nuevas ciudades, creció la demanda de los productos elaborados por los artesanos y con esto la organización de talleres.

La subida al poder de la burguesía a través de la revolución económica, social y política que efectuó con una creciente conciencia de su papel y de su fuerza y la formación paralela de la clase trabajadora, la cual, creada por la actividad industrial de la burguesía, alcanzó gradualmente las formas y valores de una clase social al adquirir, a su vez, conciencia de clase. Aunque coparticipes en el crecimiento de la economía, la clase burguesa y la clase trabajadora pronto chocaron por la radical oposición de sus intereses materiales y sus conspiraciones sociales, políticas o culturales.

Los burgueses disfrutaban verdaderos privilegios sociales y materiales en comparación con el resto de la sociedad, particularmente con respecto a la masa campesina.

La situación de las masas de trabajadores fue muy complicada y necesaria. Las diferencias nacionales, las desigualdades de un sector industrial a otro y la pasión surgieron muy pronto, por razones obvias.

La burguesía industrial se convirtió en una clase en todo sentido de la palabra para resistir la presión creciente de la clase trabajadora.

Bibliografía:

  • HOWBSBAWM, Eric. La era de la Revolución, 1789-1848. Crítica. Buenos Aires. 1997.
  • LUCCHINI, Cristina y PFEIFFER, Ana. Modelos y Procesos en la Historia Económica y Social Contemporánea. Ed. Ariel. S/L, S/F.
  • S/A. El Trabajo, su Organización en el Tiempo. Ed. Santillana. S/L. S/F.

 

Milagros Galbiatti

Partes: 1, 2, 3
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