Causas
No fue casualidad que la revolución industrial comenzara en Gran Bretaña.
Varios factores contribuyeron a hacer de la isla un país pionero con respeto a los otros países europeos, como Holanda o Francia.
Los principales factores fueron un acelerado crecimiento de la población, lo que significaba más gente para trabajar en la industria, así como un aumento de la demanda de productos manufacturados. Las razones de este crecimiento se debieron fundamentalmente al descenso de la tasa de mortalidad, gracias a los avances en la medicina y en la higiene y en las mejoras de alimentación. El comienzo de transformaciones agrícolas en Inglaterra, cuyos avances y eficacia hicieron que se necesitara menos gente para las tareas agrícolas. Esa mano de obra desocupada quedo disponible para el trabajo industrial, por otra parte, al aumentar la capacidad de producción agrícola fue posible abastecer de alimentos a la creciente población. Una serie de avances tecnológicos. La revolución industrial consistió en una fuerte aceleración del proceso de innovación que se había iniciado en Europa desde la edad media.
En Gran Bretaña en el siglo XVIII la actividad inventiva se desarrolló mucho más que en cualquiera de los países del continente europeo. En ella se patentaron la mayor parte de las máquinas que revolucionaron la industria y más tarde los transportes, y la historia de la revolución industrial es en parte la de los hombres responsables de esos inventos.
Las segadoras mecánicas de Obed Hussey y Cyrus MC Cormick fueron el complemento para los granjeros puramente comerciales y los especuladores de la tierra que extendieron las fórmulas.
Hubo dos sectores que experimentaron los primeros cambios revolucionarios en la tecnología y la organización económica: la industria del algodón y la del hierro. La primera pasó de tener un papel insignificante a ser la principal actividad manufacturera, fue el primer sector que utilizó máquinas en gran escala.
Para que se produjera la revolución industrial eran necesarias máquinas que no solo sustituyeran el trabajo manual, sino que impusieran la concentración de la producción en las fábricas. Por otro lado era necesaria una gran industria que produjese una mercancía sujeta una demanda amplia y elástica, en la cual la mecanización de cualquiera de sus procesos de manufactura creara tensiones entre los otros y en la que el efecto de las mejoras repercutiese en toda la economía.
Ello se dio en la industria del algodón, se presentaba mejor a la mecanización por su resistencia, tenía un mercado de consumo más amplio y, la elasticidad de la oferta de materia prima era mayor.
El invento que transformó más radicalmente a la industria algodonera fue la hiladora hidráulica, patentada por Arkrwight.
En los primeros tiempos de la revolución industrial, el sector metalúrgico tubo un crecimiento mucho menor que el del algodón, pero su peso fue decisivo porque la creciente oferta de metal barato facilitó la mecanización de las otras industrias, la difusión de la máquina a vapor y la transformación de los medios de transporte.
El surgimiento de las fábricas fue un cambio general, paulatino y gradual.
El mercado nacional aumentó, debido al crecimiento de la población. Fue muy importante el traslado de los habitantes del campo a la ciudad, quienes comenzaron a adquirir utensilios metálicos, vestimenta y productos alimenticios.
El mercado externo se consolidó por el aumento del comercio de ultramar, Inglaterra vendió sus manufacturas a América, África y el lejano Oriente.
Se considera que el papel del comercio de ultramar fue fundamental como impulsor de la revolución industrial. Además se requirió capital, con el cual Inglaterra contaba en abundancia, este provenía de las ganancias del mercado de ultramar y también del campo. Comerciantes y propietarios invirtieron sus ganancias en la industria, compraron maquinaria y abrieron fábricas.
La nueva industria contó también con el apoyo del estado, se dictaron leyes que fijaban los salarios máximos, nunca los mínimos; con esto favorecían la acumulación de capital de los empresarios industriales. El gobierno apoyo este crecimiento, a través de una política exterior expansiva, medidas proteccionistas y un marco jurídico claro.
La existencia en Gran Bretaña de suficientes recursos naturales, de carbón, que fue la principal fuente de energía durante la revolución industrial. El desarrollo de las comunicaciones terrestres y acústicas, que junto con las mejoras en el trasporte, permitieron a Inglaterra comerciar con puntos distantes y lograr el control del comercio internacional.
Cambios sociales, culturales, económicos.
La educación inglesa era una broma de dudoso gusto, aunque sus deficiencias se compensaban en parte con las escuelas rurales y las austeras, turbulentas y democráticas universidades calvinistas de Escocia, que enviaban a un flujo de jóvenes brillantes, laboriosos y ambiciosos al país meridional, las dos únicas universidades, Oxford y Cambridge, eran intelectualmente nulas, al igual que los institutos o internados privados, excluidos del sistema anglicano. Los temores sociales frustraban la educación de los pobres por fortuna, eran necesarios pocos refinamientos intelectuales para hacer la revolución industrial. Sus inventos técnicos fueron sumamente modestos, y no superaron a los experimentos de los artesanos inteligentes en sus tareas, o las capacidades constructivas de los carpinteros, constructores, etcétera.
Las innovaciones técnicas de la Revolución Industrial se hicieron realmente a si mismas, excepto quizá la industria química.
Para fines prácticos la única solución revolucionaria británica para el problema agrario ya había sido encontrada. Un puñado de terratenientes de mentalidad comercial monopolizaba la tierra, que era cultivada por arrendatarios que a su vez empleaban a gente sin tierras o propiedades de pequeñas parcelas. Muchos residuos de la antigua economía aldeana subsistían para ser barridos por las enclosure acts, y transacciones privadas, pero difícilmente se puede hablar de un campesinado británico en el mismo sentido que se habla de un campesinado francés, alemán o ruso.
Un considerable volumen de capital social ya estaba siendo constituido, en buques, instalaciones portuarias y mejoras de caminos y canales. La política estaba engranada con los beneficios. Las peticiones de los hombres de negocio podían encontrar resistencia en otros grupos de interés; los agricultores iban a alzar una última barrera para impedir el avance de los industriales entre 1795 y 1846.Sin embargo, en conjunto se aceptaba que el dinero no sólo hablaba, sino que gobernaba, todo lo que un industrial necesitaba adquirir para ser admitido entre los regidores de la sociedad, era bastante dinero.
El hombre de negocios estaba en un proceso de ganar más dinero, pues la mayor parte del siglo XVIII fue para toda Europa un período de prosperidad y de cómoda expansión económica.
Las primeras manifestaciones de la revolución industrial ocurrieron en una situación, en la que el crecimiento económico surgía de las decisiones entrecruzadas de innumerables empresarios privados e inversores, regidos por el imperativo de la época "comprar en el mercado más barato para vender en el más caro".
Gran Bretaña tenía una economía lo bastante fuerte y un estado lo bastante agresivo para apoderarse de los mercados de sus competidores.
La indiferencia religiosa de los señores, combinada con el cumplimiento de los deberes rituales, había sido corriente entre los nobles, aunque las damas, siguieron siendo muy devotas. Los nombres cultos y educados podían ser creyentes en un ser supremo, sin embargo, su actitud respecto a la religión era despectiva, casi la misma que si hubieran estado dispuestos a declararse abiertamente ateos.
La descristianización masculina en las clases cultas y educadas se remontaba a principios del siglo XVIII, sus efectos públicos habían sido sorprendentes y beneficiosos y apenas afectaba a los estratos sociales bajo y medio.
El conocimiento científico del hombre y su control sobre la naturaleza aumentaban de día en día. Creían que la sociedad humana y el individuo podían perfeccionarse por la misma aplicación de la razón, y que estaban destinados a su perfeccionamiento en la historia.
Sobre estos puntos estaban de acuerdo los burgueses liberales y el proletariado revolucionario.
Filosóficamente se inclinaban al materialismo o empirismo. Para el liberalismo clásico el mundo humano estaba formado por átomos individuales y con ciertas pasiones y necesidades, cada uno de los cuales buscaba por encima de todo, las máximas satisfacciones y las mínimas contrariedades. En su deseo de satisfacer sus intereses, cada individuo, encontraba útil o ventajoso entablar relaciones con otros individuos, y este complejo de útiles tratos constituía la sociedad y los grupos políticos o sociales.
La felicidad del mayor número era el verdadero designio de la sociedad.
En forma opuesta a este pensamiento se encontraba el utilitarismo puro, que reducía las relaciones humanas que se mostraban en el liberalismo clásico, limitado en el siglo XVII a algunos filósofos como Thomas Hobbes, cuyas obras fueron recogidas por los utilitaristas británicos. Había mostrado que el interés propio, que justificaba una mayor interferencia de lo que era agradable en la <natural libertad> del individuo para hacer lo que quisiera y guardase lo que ganara. El interés propio impedía cualesquiera limitaciones a priori sobre el poder del estado.
Una filosofía que eliminaba la moral y el deber al reducirlos a cálculo racional, podía debilitar el sentido de la disposición eterna de las cosas entre los pobres ignorantes sobre los cuales descansaba la estabilidad social. Por razones como estas, el utilitarismo nunca monopolizó la ideología de la clase media liberal. John Locke declaraba a la propiedad privada un derecho natural.
La argumentación social de la economía política de Adam Smith es elegante y consoladora. Cuando se dejaba producir las actividades lo más incontrolablemente posible, daban lugar no sólo a un orden social <natural>, sino también al más rápido aumento posible de la <riqueza de las naciones>, es decir, de la comodidad y el bienestar y por tanto felicidad de todos los hombres. La base de este orden natural era la división social del trabajo.
Qué es lo que determina el florecimiento de las artes en un determinado período, no está aclarado aún. Sin embargo, es indudable que entre 1789 y 1848, la respuesta debe buscarse ante todo en el impacto de la doble revolución. Si una frase puede resumir las relaciones entre artistas y sociedad en esta época, podemos decir que la revolución industrial francesa lo inspiró con su ejemplo y la revolución industrial con su horror, mientras la sociedad burguesa surgida de ambas transformaba su existencia y sus modos de creación.
Los artistas de aquel período se inspiraban y estaban implicados en asuntos públicos.
Trazar un paralelo entre las artes y ciencias es peligroso, pues las relaciones entre ellas y la sociedad en que florecen son muy diferentes. La doble revolución planteó nuevas y específicas exigencias, les abrió nuevas posibilidades y las enfrentó con nuevas problemas, en parte porque su existencia sugería nuevos patrones de pensamiento. La mayor parte de las actividades humanas tienen su lógica interna, que determina al menos una parte del movimiento de la ciencia.
El progreso de la ciencia no es un simple avance lineal, pues cada etapa marca la solución de problemas previamente implícitos o explícitos en ella, planteando a su vez nuevos problemas.
En Inglaterra, las mayores industrias era la textil algodonera y la del carbón, hierro, el ferrocarril y la naviera. Los conocimientos que las revolucionaron fueron los de los hombres empíricos. El héroe de la revolución del ferrocarril británico fue G. Stephenson, quien no era un científico culto sino un hombre intuitivo, un súper artesano más bien que un técnico.
La ciencia se benefició con la educación científica y técnica. Aquí fue clarísima la influencia de la doble revolución.
La época revolucionaria engrosó el número de científicos y eruditos y extendió la ciencia en todos sus aspectos. Vio al universo geográfico de la ciencia ensancharse en dos direcciones. En primer lugar, el progreso del comercio y la explotación abrió nuevos estudios científicos y estimuló el pensamiento sobre ellas. En segundo lugar, el universo científico se ensanchó para abarcar poblaciones y países que hasta entonces sólo le habían aportado contribuciones insignificantes.
La química fue la más ligada a las prácticas industriales. Tanto esta ciencia como la física, fue una ciencia prominentemente francesa.
La aplicación de los métodos matemáticos a la sociedad realizó otro gran avance.
Las ciencias sociales fueron revolucionarias, lograron algo nuevo y original, el descubrimiento de la historia como un proceso de evolución lógica y no sólo como una sucesión cronológica de acontecimientos.
Las teorías evolucionistas habían hecho progresos en el estudio de la sociedad. El período de la doble revolución pertenece a la prehistoria de casi todas las ciencias sociales.
J. S. Mill fue el primero en reclamar la psicología como una ciencia. Se fundó en Francia y en Inglaterra al mismo tiempo, sociedades etnológicas especiales para estudiar las razas humanas.
Gran Bretaña se convirtió en el país geológico por excelencia.
La ciencia se fue desarrollando paralelamente tanto en Francia como en Inglaterra, es por eso que se las suele estudiar como a una misma, viendo sus similitudes.
Aparición de la industria
Industrialización: proceso mediante el cual una formación social caracterizada por unas relaciones de producciones precapitalista, basada en una economía agricultora, experimenta un conjunto de transformaciones que se desembocan en un nuevo modo de producción, capitalista o de transición al socialismo. Desde un punto de vista económico, lleva consigo modificaciones sustanciales en la participación de los diversos sectores en la formación del PNB (Producto Nacional Bruto), en la distribución de la mano de obra y en la participación de diversas industrias en el sector industrial, ofreciendo trabajo a la mayoría de la población.
Sus características son el abandono del medio rural por amplias capas de población en busca de trabajo a las ciudades; expansión y crecimiento de las urbes en torno a las cuales se instalan las grandes empresas industriales; emergencia de la burguesía como clase social detentadora de los medios de producción y que defenderá el liberalismo en la creación de empresas y el comercio; aparición de la cultura del proletariado y, con ella, del movimiento obrero que encuentra su expresión sociológica y filosófica en el marxismo; progresiva desaparición de los modelos ilustrados y de la nobleza como detentadores de la titularidad de los recursos económicos y del poder político.
Principios fundamentales de la industria
El desarrollo de nuevas tecnologías, como ciencias aplicadas, en un receptivo clima social, es el momento y el sitio para una revolución industrial de innovaciones en cadena, como un proceso acumulativo de tecnología, que crea bienes y servicios, mejorando el nivel y la calidad de vida. Son básicos un capitalismo incipiente, un sistema educativo y espíritu emprendedor. La no adecuación o correspondencia entre unos y otros crea desequilibrios o injusticias. Parece ser que este desequilibrio en los procesos de industrialización, siempre socialmente muy inestables, es en la práctica inevitable, pero mensurable para poder construir modelos mejorados.
La industria es el conjunto de procesos y actividades que tienen como finalidad transformar las materias primas en productos elaborados.
La normalización o estandarización es la redacción y aprobación de normas que se establecen para garantizar el acoplamiento de elementos construidos independientemente, así como garantizar el repuesto en caso de ser necesario, garantizar la calidad de los elementos fabricados y la seguridad de funcionamiento.
La normalización es el proceso de elaboración, aplicación y mejora de las normas que se aplican a distintas actividades científicas, industriales o económicas con el fin de ordenarlas y mejorarlas.
No era nueva la idea de concentrar en un lugar, inclusive en un conjunto de edificios, un gran número de trabajadores dedicados a diferentes operaciones técnicas. La creación de estas organizaciones bajo la administración técnica unificada responsable de procesos productivos sincronizados y en respuesta a las condiciones del mercado. Los talleres y casas del sistema anterior habían operado en un medio parcialmente inmóvil, con una tecnología estática, disfrutando de un monopolio.
La llegada de la fábrica fue consecuencia de las limitaciones del sistema, la cual reunió bajo un mismo techo tantas fases de trabajo como era posible y provechoso. Esta concentración reducía los costos de supervisión y transporte, características del sistema anterior. Aumentó el control sobre las fuerzas de trabajo y permitió una sincronización más eficiente del mismo.
Los nuevos inventos que revolucionaron a la industria, máquina de hilar, husos mecánicos, poderosos telares, etcétera, eran relativamente sencillos y baratos y compensaban enseguida sus gastos de instalación con una altísima producción. Podían ser instalados por pequeños empresarios que empezaban con unas cuantas libras prestadas, pues los hombres que controlaban las grandes concentraciones de riqueza del siglo XVIII no eran partidarios de invertir cantidades importantes en la industria.
Estalló la revolución industrial se liberó el poder productivo de las sociedades humanas, que se hicieron capaces de una constante, rápida y hasta el presente, ilimitada multiplicación de hombres, bienes y servicios. A la que se denomina despegue take-off. Debemos agregar que antes de la revolución industrial Gran Bretaña iba ya muy por delante de su principal competidora potencial en cuanto a producción per-capita y comercio.
La revolución industrial producía una aceleración sin igual en la expansión de sus mercados, dado a que ya se habían puesto los principales cimientos sociales de una sociedad industrial, se requerían dos cosas, primero, una industria que ya ofrecía retribuciones para el fabricante que pudiera aumentar rápidamente su producción total, si era menester, con innovaciones baratas y sencillas; segundo, un mercado mundial ampliamente monopolizado por la producción de una sola nación.
Con la revolución se logró la disminución del tiempo de trabajo necesario para transformar un recurso en un producto útil, con la utilización de máquinas. Esto permite reducir los costes unitarios, y aumentar la productividad, si bien es necesario incrementar los costes totales, lo que hace imprescindible la acumulación de capital. Para entonces está plenamente asentado en modo de producción capitalista, que pretende la consecución de un beneficio aumentando los ingresos y disminuyendo los gastos. Con la revolución industrial el capitalismo adquiere una nueva dimensión, y la transformación de la naturaleza alcanza límites insospechados hasta entonces.
La transición a la nueva economía creó miseria y descontento, estalló la revolución social. El descontento no se limitaba a los trabajadores pobres. Los pequeños e inadaptables negociantes, pequeños burgueses y otros, resultaron también victimas de la revolución industrial. Los trabajadores sencillos e incultos reaccionaron frente al nuevo sistema destrozando las máquinas que consideraban responsables de sus dificultades. La explotación del trabajo que mantenía las rentas del obrero a un nivel de subsistencia, permitiendo a los ricos acumular los beneficios que financiaban la industrialización suscitaba el antagonismo del proletariado.
Los obreros y los pequeños burgueses se encontraban al borde de un abismo, lo que los uniría en los movimientos de masas del radicalismo, democracia y republicanismo.
El impulso para la industrialización, el primer factor fue el trabajo, pues una economía industrial significa una violenta y proporcionada disminución de la población agrícola y un aumento paralelo en la población urbana, y un rápido aumento general de toda la población. Lo cual implica una revolución agrícola.
La primera forma de división del trabajo fue la asignación de funciones según la condición sexual y la edad. La creciente división de trabajo significó la diferenciación de grupos sociales, los campesinos y los comerciantes por ejemplo. Esta nueva manera de organizar el trabajo tuvo consecuencias en la organización social. Se estableció así una jerarquía, en la base se encontraban los que realizaban los trabajos que requerían mayor esfuerzo físico, los campesinos; en la cúspide, los guerreros y sacerdotes.
La variedad de actividades humanas se ha multiplicado y la división y especialización del trabajo se ha incrementado, surgiendo categorías, por ejemplo en los gremios de artesanos medievales se establecieron diferencias entre maestros, oficiales y aprendices; en la moderna empresa industrial, entre supervisores, empleados y obreros. El taller artesanal medieval y la moderna empresa industrial fueron dos formas diferentes de organización del trabajo, pero en ambas se estableció una división del trabajo basada en una jerarquía de funciones, unos dirigen y planean el trabajo, otros lo ejecutan y otros supervisan. Esta ha sido la división del trabajo más importante.
Durante siglos, el trabajo físico estuvo reservado a las personas de baja condición social, esclavos, siervos y mitayos, que eran considerados degradantes para los miembros privilegiados.
En la época moderna el trabajo fue considerado el pilar de la riqueza de las naciones, y se concibió más como un derecho que como un castigo.
Las luchas de los trabajadores obligaron a los gobiernos a legislar en derecho laboral.
En las pequeñas ciudades medievales surgieron asociaciones que reunían a quienes practicaban una misma actividad artesanal. Los mercaderes se asociaban para enfrentar los peligros que los acechaban en las rutas. Así surgieron las asociaciones de ayuda mutua de mercaderes y artesanos, los gremios o corporaciones gremiales. En su comienzo estos eran igualitarios y solidarios entre sus miembros, defendían el derecho de sus miembros a ejercer el oficio y reglamentar cada detalle del proceso de producción, duración de la jornada, los precios, la calidad de los productos. Los gremios ejercían un monopolio sobre el mercado y la practica profesional.
En los talleres convivían maestros, oficiales y aprendices, la jornada duraba entre 14 y 16 horas, interrumpiéndose en días festivos.
Entre los siglos XII y XV se fue diferenciando el capital del trabajo, los aprendices y oficiales terminaban trabajando para el maestro. En consecuencia, muchos talleres pasaron a depender de los mercaderes que comercializaban los productos. En los siglos siguientes fueron surgiendo los talleres manufactureros, donde existía una división del trabajo y cada operario tenía solo una parte de la responsabilidad de la confección del producto.
Con la revolución industrial los empresarios debieron afrontar los problemas de un mercado en constante ampliación. Producir más a menores costos y tiempo. El trabajo de varios operarios fue sustituido por la introducción de la máquina. Los artesanos se convirtieron en trabajadores a sueldo en las fábricas. Y a su vez la concentración de ellos en los establecimientos fue acompañada por la fragmentación del proceso productivo, en la cual cada trabajador realizaba solo una parte del trabajo empleando maquinarias. Esto contribuyó a la aceleración del proceso de la división del trabajo. La reducción de personal fue la cara oscura de la producción automatizada.
En las nuevas formas de organización del trabajo vemos que en el interior de la planta se mueven equipos que tienen a uno de los obreros como líder y todos conocen el trabajo de los demás. Se trata de trabajadores calificados y capaces de realizar distintas funciones, operar distintas máquinas, hacer registros estadísticos y controles de calidad, de este modo, los jefes y supervisores fueron reducidos o eliminados. En este modo de organizar el proceso de trabajo los obreros son responsables por la cantidad y calidad de su producción y de la toma de decisiones. Los obreros son jóvenes, no tienen experiencia sindical y se adaptan a los cambios. Sus sugerencias para reducir costos son tenidas en cuenta, lo cual los hace sentir protagonistas en el proceso de producción.
Gracias a revolución industrial las regiones se pueden especializar, sobre todo, debido a la creación de medios de transporte eficaces, un mercado nacional y otro internacional, lo más libre posible de trabas arancelarias y burocráticas.
Producción en serie:
Antes de la revolución industrial del siglo XVIII no existían grandes fábricas. El trabajo manual, la habilidad y el esfuerzo físico desempeñaban un papel muy importante. Sin embargo ya había producción en serie, o sea cantidades importantes de artículos de forma y calidad uniforme. La utilización del vapor permitió ampliar la producción en serie. Aparecieron las grandes fábricas y paralelamente fue desapareciendo la mayor parte de los artesanos, que fueron convirtiéndose en obreros.
Las crisis periódicas de la economía que conducían al paro, a la baja de producción, etcétera, eran bien conocidas. En el siglo XVIII reflejaban alguna catástrofe agrícola. Era frecuente en Inglaterra crisis periódicas en los pequeños sectores fabriles y financieros. Se atribuían por los hombres de negocios a errores particulares en las operaciones de la economía capitalista sin creer que reflejaran alguna dificultad del sistema.
Como lo ilustra la industria del algodón, esta industria disfrutaba de inmensas ventajas. La mecanización aumentó mucho la productividad de los trabajadores, muy mal pagados y en gran parte mujeres y niños. Pero por encima de todos, el mayor costo fue drásticamente rebajado por la rápida expansión del cultivo de algodón en Estados Unidos después de inventar Eli Whitney. Los empresarios gozaban de la bonificación de una inflación, la tendencia general de los precios a ser más altos cuando vendían sus productos que cuando los hacían.
Después de 1815 estas ventajas se vieron neutralizadas por la reducción del margen de ganancias. La revolución industrial y la competencia causaron una constante y dramática caída en el precio del artículo terminado, pero no en los diferentes costos de la producción. En segundo lugar, el ambiente general de los precios era de deflación, las ganancias padecían una ligera baja.
La situación general en toda la industria británica, no era del todo pesimista. < Las ganancias son todavía suficientes para permitir una gran acumulación de capital en la manufactura>. Las ventas totales seguían ascendiendo, el total de ingresos ascendía también, aunque la unidad de ganancias fuera menos. Se necesitaba llegar a una expansión astronómica y sólo podía lograrse reduciendo los costos de los jornales, el cual era el que más se podía comprimir.
Comprimirse por una reducción directa de jornales, por la sustitución de los caros obreros expertos por mecánicos más baratos, y por la competencia de la máquina. Redujo el saldo semanal de los trabajadores a un total de cuatro chelines y penique y medio. Pero había límite fisiológico a tales reducciones, si no se quería q los empleados murieran de hambre, como les ocurrió a quinientos mil tejedores manuales.
Manchester se convirtió en el centro de una desesperada y creciente oposición militante al terratenientismo en general.
Así pues, la industria se veía obligada a mecanizarse, a racionalizarse y a un aumentar sus producciones y sus ventas.
La legislación bancaria. En razón del manejo de los grandes capitales y de los transacciones comerciales realizadas dentro y fuera de Gran Bretaña, fue necesario crear leyes que permitieran la organización de los bancos y transformaciones en sociedades bancarias que participaban activamente en la vida económica de las empresas industriales, por medio del manejo de créditos e inversiones. Los bancos se relacionaban también con la circulación de la moneda, necesaria para el funcionamiento de las crecientes actividades económicas.
Transformaciones socio-económicas en Inglaterra, como resultado de la revolución industrial. Esta fue el motor que impulsó al capitalismo, la acumulación de capital hizo posible, el aumento progresivo de la generación de capitales.
Nuevas relaciones sociales de producción. El sistema industrial capitalista, al tener como propósito esencial el afán de lucro y el constante incremento de capitales, dio origen a que el trabajo humano se considerara como una mercancía que podía comprarse con el pago de un salario. De esta manera, entre patrones y trabajadores se establecieron unas relaciones frías e impersonales que contrastaban con el trato paternal que antes de la revolución industrial se prodigaba a los trabajadores e incluso a los siervos durante la época feudal. Estas nuevas relaciones entre los empresarios y los obreros industriales tendrían por consecuencia serios conflictos sociales, al exagerarse el interés egoísta de la mayoría de los patrones a costa de la explotación desmedida de los obreros.
Podríamos mencionar como las características más sobresalientes de la primera revolución industrial respecto a la economía, los nuevos inventos tecnológicos en las actividades productivas, tales como la suplantación del trabajo textil manual en industrial; la consolidación de la industria capitalista y el carácter colectivo de la producción. También podemos destacar el crecimiento acelerado de la población urbana, los movimientos migratorios y paralelo a esto el surgimiento de una nueva estructura social, simultáneamente se produjo un crecimiento de la agricultura, como fuente de recursos alimentarios.
Aparecieron nuevos ideales con respecto al espíritu de empresa que coincidía con las ideas de libertad proclamadas por los pensadores de la ilustración francesa. En este período se sancionaron nuevas leyes que transformaron los bancos de empresa individuales a sociedades bancarias. El resultado de esta serie de hechos dio como resultado gran cantidad de transformaciones socioeconómicas.
La revolución industrial hizo posible como nunca antes el aumento progresivo de la generación de capitales contando con nuevas relaciones sociales de producción. El trabajo humano paso a considerarse como una mercancía que podía comprarse con un salario.
Como consecuencia de estas modificaciones surgieron dificultades de los trabajadores para adaptarse a la nueva vida en las ciudades industriales. Se Difundieron las innovaciones tecnológicas a los países que reunieron los requisitos socioeconómicos y políticos para industrialización: Holanda, Francia, Estados Unidos, Bélgica y Alemania.
Auge de la economía
La conducta humana es dirigida "en forma natural" por seis motivaciones que son el egoísmo, la conmiseración, el deseo de ser libre, el sentido de la propiedad, el habito del trabajo y la tendencia a cambiar un objeto por otro. El mecanismo de estas motivaciones permite que se de un equilibrio natural en la conducta humana de tal modo que cada individuo, al buscar su propio provecho, es "conducido por una mano invisible a promover un fin que no entraba en su propósito".
Por lo tanto, cuando se le deja en libertad, el individuo no sólo obtiene su propio provecho, sino que también promueve el bien común. La condición de trabajo se origina en la inclinación natural del hombre a cambiar una cosa por otra; así, llega a formular una de las teorías económicas de mayor trascendencia: la teoría del valor-trabajo. El trabajo constituye la medida real del valor de toda mercancía y la verdadera fuente de la riqueza de las naciones, porque al comprar un producto se está adquiriendo en realidad la cantidad de trabajo contenida en él, y se está cambiando por la cantidad de trabajo propio del comprador. En torno de este mismo tema se distinguen dos tipos de valor: el valor en uso, que se refiere a la utilidad que posee un objeto en particular, y el valor en cambio, referente a la capacidad que un objeto tenga para comprar otros bienes.
También se distinguen las siguientes leyes naturales que regulan la economía capitalista, y que operan ínter-relacionadas:
El interés egoísta, mueve a la iniciativa privada para que, ejerciendo la libertad de empresa, produzca los artículos que la sociedad requiere para satisfacer sus necesidades y los ponga en venta, con el interés, limitado por el interés de los demás, era el medio aumentar sus capitales.
La competencia, es un elemento fundamental en la economía capitalista: si el productor de un determinado articulo fuera una sola persona o empresa, podría elevar sus ganancias sin medida; sin embargo, surgen otros productores alentados por los beneficios que el primero obtuvo, y al tratar de conseguir compradores, ofrecen un producto de mejor calidad y, sobre todo, más barato. Resulta entonces que el primer productor se ve obligado a reducir sus precios y utilidades y, obviamente, a tratar de superar la calidad de los artículos. De esta manera, "en forma natural" se llega de un nivel razonable de precios, el cual impide el abuso del producto y beneficia al consumidor.
La oferta de la ley y la demanda se basa en el postulado de que en ninguna necesidad humana es absolutamente limitada; esto es, que llegado un punto en que la necesidad del consumidor se satisface por completo, esta deja de existir como tal y, por lo tanto, la sociedad no puede requerir de un volumen limitado de determinado articulo dentro de un periodo determinado. Es por eso que aun cuando el numero de productores su hubiera multiplicado excesivamente en u renglón especifico y pudieran aumentar en forma desmedida su capacidad de producción, llegará un momento en el que no habrá quien compre todo lo que producen y se verán forzados, para que su empresa sobreviva, a reducir tanto los precios como la producción, hasta dedicarse a otros campos de actividad productiva, lo cual resulta benéfico para la sociedad por cuanto contribuye a la diversificación de la economía.
Esta ley opera asimismo en las relaciones entre el capital y el trabajo porque la capacidad de trabajo de los obreros es equivalente a las mercancías en el sentido de que al igual que estas, el trabajo tiene un valor y puede ser vendido por los obreros y, por consiguiente, está sometido también a la ley de la oferta y la demanda. Así, cuando la demanda permite a los productores elevar los precios de las mercancías y obtener cuantiosas ganancias, su "interés natural" los alienta para aumentar la producción y, en consecuencia, se ven en la necesidad de contratar un mayor número de obreros, a los que tendrán que pagar salarios más altos.
Pero una vez que se ha saturado el mercado y la oferta ha llegado a ser mayor que la demanda, con el propósito de mantener sus utilidades, los productores se ven obligados a reducir los salarios y, como últimos recurso, a despedir a los obreros que se habían contratado de más. Estos obreros desocupados pasan de inmediata a constituir un nuevo volumen de oferta de trabajo, entonces más barato que puede ser aprovechado por los productores de otro tipo de mercancías para ampliar sus actividades, o puede permitir la diversificación de la producción, con lo cual otra vez aumenta la demanda de trabajadores. De esta manera la ley de la oferta y la demanda opera "automáticamente" para mantener el equilibrio de la economía capitalista, tanto en lo que se refiere a los precios de las mercancías, como al nivel de los salarios de los trabajadores.
Las leyes de la acumulación y de la población: de acuerdo con la ley de la acumulación, cuando las utilidades de una empresa permiten que el productor tenga un gran acervo capital, es decir que haya acumulado suficiente dinero para destinarlo a nuevas inversiones en trabajo productivo, buscará expandir su actividad económica y necesitará entonces contratar una mayor cantidad de obreros, de lo cual resulta una demanda que hará subir los salarios. En ese momento cuando entra en funcionamiento la ley de población, porque al mejorar los salarios mejoran también las condiciones de vida de los trabajadores y, en consecuencia, se reduce el índice de mortalidad infantil, que en aquella época era muy alto. A su vez, esto permite que aumente la población y haya más obreros, con lo que, al incrementarse la oferta de trabajo, el nivel de los salarios vuelve a bajar.
Según la teoría de Adam Smith, "los gobiernos no deberían de intervenir en la economía restringiendo las libertades de los empresarios para producir y comerciar", porque entorpecen el mecanismo de las "leyes naturales" de la economía. Esta idea habría de ser primordial para el posterior desarrollo de la economía capitalista. La población tiende a crecer más rápidamente que la oferta de alimentos disponible para satisfacer las necesidades. Por lo tanto, cuando se da un momento de la reproducción del superior al crecimiento de la población, se estimula la tasa de crecimiento; en sentido contrario, si la población aumenta demasiado en relación a la reproducción de alimentos, el crecimiento se frena por causa de las hambrunas ocasionadas por la escasez de alimentos, con intervención además de las enfermedades y las guerras en el decrecimiento de la población. Según la cual la fertilidad de una sociedad contribuye al progreso económico
Extensión de la revolución industrial a otros países: la revolución tecnológica, con los cambios que implicaba en la vida económica y social, se extendió fuera de la Gran Bretaña, principalmente a aquellas regiones que se reunían los requisitos, al menos los indispensables, para la industrialización. Holanda y el norte de Francia fueron las primeras regiones en participar de la revolución industrial, que luego se extendió a otros países como Estados Unidos, Bélgica, Alemania, Suiza y algunas regiones de Italia y Rusia. En estas naciones se dio un progreso continuo aunque mas lento que en Inglaterra, que se mantenía a la cabeza como país industrial y marcaba las pautas que habían de seguirse en la economía del mercado mundial; sin embargo, la expansión industrial dio origen a una nueva forma de competencia entre las naciones y un nuevo motivo para luchar por la supremacía mundial.
En las economías capitalistas se opera un fenómeno de concentración del capital y de la producción de manera que el número de empresas diminuye, en tanto que la producción crece considerablemente. Esa concentración se debió a dos factores principales: en primer lugar, la adquisición y el mantenimiento de las nuevas maquinas creadas por el progreso técnico representaban gastos muy grandes que sólo las empresas más fuertes podían costear; el segundo factor, muy relacionado con el primero, se refiere a la búsqueda de máxima rentabilidad, esto es, de mayores utilidades para el empresario, la cual solamente podrían lograr las empresas de grandes dimensiones, capaces de sacar mayor provecho de los recursos, empleando maquinaria mas moderna que aumenta la productividad del trabajo y, en consecuencia, disminuyera los costos de producción.
Esta situación ponía en desventaja a las empresas pequeñas, que se iban rezagando en la obtención de utilidades y eran las mas afectadas cuando ocurrían crisis económicas, incluso llegaban a desaparecer por no estar en condiciones de competir con las grandes empresas. Estas fueron absorbiendo los mercados y controlando la producción, y propiciaron con ello un elevado nivel de concentración, que condujo al surgimiento del monopolio capitalista, el cual consiste en una situación de mercado en la cual la producción y venta de un artículo específico están dominadas por una sola empresa cuyo poder económico le permite absorber a los competidores. Las condiciones que caracterizan al monopolio puro se consideran completamente opuestas a las de la competencia perfecta descrita por Adam Smith. Al no existir competidores, la empresa monopolista esta en posibilidades de imponer sus reglas en cuanto a precios, calidad de los productos y condiciones de venta; en consecuencia, los consumidores no tendrán mas alternativa que aceptar esas condiciones de mercado al adquirir los productos requeridos para satisfacer sus necesidades.
La concentración monopolista se dio también en el sistema bancario al producirse la función del capital bancario y el capital industrial. Desde la fase anterior al proceso de industrialización, si había operado un cambio en la función de los bancos, que habían dejado de ser modestos intermediarios de los pagos para convertirse en socios capitalistas. Al irse incrementando las operaciones bancarias con el desarrollo industrial de los países europeos y de Estados Unidos en el ultimo tercio del siglo XIX, se formaron poderosos consorcios financieros que manejaban casi todo el capital monetario de los empresarios, y absorbían a los pequeños banqueros que no tenias la capacidad requerida para competir con ellos.
Para comienzos del siglo XIX los grandes grupos financieros de las potencias occidentales controlaban todo el mecanismo de la economía capitalista al centralizar capitales e ingresos monetarios, y es en esos momentos cuando comienza a cobrar mayor importancia la alianza entre los banqueros y los grandes empresarios, que fusionan ambos capitales, el bancario y el industrial, mediante la adquisición de las acciones de las empresas por parte de los banqueros o bien ocupando algunos de ellos puestos directivos en la administración de las mismas.
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