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Propuesta para la enseñanza del diseño de bienes de capital y de consumo (durable y no durable) basados en la agro-industria (página 3)

Enviado por Ibar Anderson


Partes: 1, 2, 3, 4, 5

3.1 – Introducción:

Debemos aclarar que, la educación universitaria del Diseño Industrial (por lo menos en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata) ha respondido hasta la fecha, salvo raras excepciones, a las ideologías industriales-capitalistas y modernas, que solo nos han permitido hacer Diseño Industrial en ámbitos fuertemente "industrializados" y fuertemente "capitalizados". Pero ha enfrentado serios inconvenientes en las zonas agrícolas-ganaderas, cuestión que se ha revertido con el diseño de máquinas agrícolas que han incorporado alto valor agregado al diseño de estas herramientas de alta tecnología según un informe del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) que así lo revela. El informe conjuntamente realizado con la Secretaría de Industria, Comercio y de la Pequeña y Mediana Empresa, Subsecretaría de Industria, denominado "La gestión de diseño en el sector de maquinaria agrícola" mostraba los resultados de la encuesta elaborada por el Plan Nacional de Diseño (PND) en julio de 2003.

Para empezar a discutir, entonces, debemos saber como, cuanto y que "verdaderamente" se producía hasta el año 2005 –respecto de los años anteriores-, lo cual definió un modelo productivo nacional o modelo industrial nacional. Al plantearnos la necesidad de un Diseño Industrial Argentino basado en las condiciones socio-geográficas y político-económicas-tecnológicas históricas de nuestro territorio; esto marcaba –previamente- la necesidad de conocer nuestro contexto económico-productivo nacional.

Si el contexto económico-productivo nacional delimita un "perfil" productivo para el país, esto debería señalar también, un "perfil" de enseñanza para el Diseño Industrial nacional y consecuentemente podría permitirnos enumerar los contenidos teórico-prácticos necesarios para corresponder con ese "perfil". Señalando que esta tarea, a la par de científica, es tanto política como de enseñanza tecnológica.

Pues, alcanzar la meta del desarrollo económico constituye en la actualidad la aspiración común de los países subdesarrollados. Sin embargo, tanto los economistas, en el plano teórico, como los políticos, en el de las realizaciones concretas, mantienen enfoques distintos, en muchos casos discrepantes al tratar los temas del desarrollo y del subdesarrollo. En el estudio del crecimiento debe examinarse atentamente hasta qué punto la ciencia y la tecnología modernas han sido o no efectivamente absorbidas, sector por sector, en la agricultura (Sector Primario), en la industria (Sector Secundario) y en lo que llamamos servicios (Sector Terciario).

Las diferencias entre los términos "crecimiento" y "desarrollo" están dadas en que, mientras el crecimiento (en un sentido relativamente limitado), valga la redundancia, limita los estadios en que la ciencia y la tecnología modernas son absorbidas y difundidas a través de varios sectores de la economía (agricultura, industria y servicios). El concepto de desarrollo es, por tanto, más amplio que el de crecimiento (ejemplo: un factor que refleja el desarrollo es la calidad de la educación y la igualdad de oportunidades educativas, el desarrollo del sentimiento de nacionalidad o la efectividad del sistema de recaudación de impuestos, etc.)

En este capítulo abordamos sobre los aspectos del "crecimiento" del aparato económico-productivo de la Argentina en sentido estricto de "crecimiento" e incluso "decrecimiento" del mismo -que es algo cuantificable, que puede ser censado y de hecho lo ha sido por el INDEC; siendo asimismo sometido al análisis comparativo de los trabajos de investigación o Estado del Arte en el tema -previamente efectuado por otros investigadores de la UBA, CONICET, FLACSO-. Por otro lado se deberá discutir sobre si el "crecimiento" o "decrecimiento" del aparato productivo ha producido "desarrollo" (en todos los sentidos); nos adentraremos a continuación en esa discusión y en otros aspectos de la Geografía Industrial Argentina (de interés central para el Diseño Industrial Argentino).

En primer lugar discutiremos sobre el concepto y el método geográfico regional aplicado al análisis de la Argentina (lo que nos ha permitido delinear un perfil productivo del sistema económico nacional con sustento en la Geografía Económica) apoyándonos –por otro lado- en los datos extraídos del INDEC. Esto nos permitió conformar un cuadro de la realidad nacional de la economía formal del país en ámbitos tanto urbanos como rurales (para delinear sus realidades productivas y tecnológicas, y por decantación: de las necesidades y orientaciones que debería atender un perfil educativo de la enseñanza del Diseño Industrial en Argentina orientado a la producción "nacional"; como así también, de las necesidades de las regiones no-industrializadas o rurales y las nuevas zonas desindustrializadas o urbanas). Para entender a las producciones rurales (no-industrializadas) y urbano-desindustrializadas se investigó sobre la Geografía Industrial y la Geografía Regional respectivamente.

Se procedió a elaborar un diagnóstico cartográfico urbano-rural nacional (mapa del uso del suelo rural "intensivo" y "extensivo", del no-uso del suelo o lo que se conoce como zonas áridas y del uso del suelo urbano), que permitió avanzar sobre las particularidades regionales del país, sus sistemas productivos, tecnológicos (industriales o no) y el movimiento del aparato de la economía (principalmente formal).

Diagnosticando adecuadamente con datos nacionales, provinciales y departamentales los índices de crecimiento y decrecimiento económicos, las capacidades industriales determinadas de acuerdo a la densidad poblacional y considerando –por sus evidencias visibles- el grado de desarrollo alcanzado por cada región de nuestro país; pasamos luego a la etapa de propuestas.

Debido a que el INDEC solo logra medir cuantitativamente el "crecimiento" (incluso decrecimiento económico) de algunas regiones y sectores productivos, no se ha podido con ello medir el grado de "desarrollo" de dichas regiones geográfico-productivas (para ello se ha procedido a un abordaje cualitativo obtenido de las Ciencias Sociales, por métodos de análisis de diversas fuentes y materiales). Para lo cual, debimos incursionar en la teoría del Desarrollo Local (social, económico y productivamente sustentable) y de la innovación tecnológica; tratando en todo momento de pensar como debería ser un nuevo modelo de producción basado en un Desarrollo Tecnológico-Industrial Sustentable con valores que fomenten un Desarrollo Humanamente Sustentable y que también den como resultado un Desarrollo Ecológico Sustentable (habida cuenta que tanto la pobreza e indigencia de las clases sociales que menos se han visto favorecidas por el modelo de la producción y economía formal, así como el medio ambiente natural, lo reclaman).

En principio comenzamos con la discusión sobre el análisis geográfico (urbano o nodal y rural o formal), para lo cual se analizaron las divisiones de la Argentina propuestas por el Consejo Federal de Inversiones (1963), la del Instituto Torcuato Di Tella (1960), la del Consejo Nacional de Desarrollo (1967), las de los geógrafos (Roccatagliatta, 1984) y (Dauss, 1969), y la actual división (INDEC, 2006). En lo concerniente a las divisiones regionales para el ordenamiento ambiental y territorial pueden destacarse varios autores: (Chiozza, 1978), (Allende, 1980) y (Roccatagliata, 1984) entre otros(27).

A continuación se presentan la siguiente cartografía por regiones:

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Mapa ( 1 ) Fuente: Elaboración propia en base a Dauss (1969).

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Mapa ( 2 ) Fuente: Lorenzini, Balmaceda y Echeverría.

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Mapa ( 3 ) Fuente: Elaboración propia en base al marco del Consejo Nacional de Desarrollo – CONADE (1967).

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Mapa ( 4 ) Fuente: Elaboración propia en base a información del INDEC (2006).

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Mapa ( 5 ) Fuente: Celia Daguerre, Diana Durán y Albina L. Lara, en base a Roccatagliata (1985).

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Mapa ( 6 ) Fuente: División Regional de la Argentina. Roccatagliata (1985). Versión corregida de 1976.

Detallando un poco más la discusión sobre el análisis geográfico, sabiendo que las primeras propuestas de regionalización del territorio Argentino encuadradas en los cánones disciplinarios de la geografía profesional son variadas(28), podemos agregar las siguientes consideraciones que vienen al caso y que a continuación se detallan. Pues, sabemos que durante las primeras décadas del siglo XX el tópico regional circula con contenidos heterogéneos y en variados contextos: en la literatura(29), el debate parlamentario(30) y la historiografía(31), articulándose con reacomodamientos de alianzas de intereses entre dirigencias políticas provinciales que empiezan a conformar coaliciones regionales(32).

La aplicación del concepto regional –y de región(33)- aplicado al ámbito geográfico del territorio de la República Argentina fue una tarea encarada por destacados tratadistas (Rohmeder, 1943), (Difrieri, 1958), (Daus, 1968), (Siracusa, 1968), (Zamorano, 1974) y (Chiozza, 1977). Algunos otros autores encararon divisiones regionales de la Argentina, pero basados en criterios específicos, como: la de Unidades Morfológicas (Frenguelli, 1946), la de Unidades Climáticas (García, 1967), la de Unidades Fitogeográficas (Parodi, 1947) y (Cabrera, 1958), etc. Es de destacarse el trabajo de 1968, cuando el Gabinete de Geografía de la Universidad de Buenos Aires publicó un trabajo de Federico Dauss denominado Fundamentos para una división regional de la Argentina.

Así concebida, la unidad regional se basa en dos principios. Uno está referido a la uniformidad y el otro a la cohesión o funcionalidad, aspectos que muchas veces se combinan y se traducen en determinadas formas de organización. Sobre estos conceptos parece existir bastante consenso entre los geógrafos (Civit, 1984); así surgen dos tipos de regiones: las homogéneas o uniformes (también llamadas regiones formales, que como veremos describen mejor los aspectos rurales) y las regiones funcionales o polarizadas (también llamadas regiones nodales, que como veremos describen mejor los aspectos urbanos). Estos dos tipos de regiones surgen del seno mismo de la geografía, apoyada en su teoría, en su método y sobre todo en su modalidad operativa.

Tanto el concepto de región formal como el de región funcional son útiles para los propósitos de la investigación y por cierto de la enseñanza, pero sobre todo para la acción (para definir líneas generales a ser tenidas en cuenta a la hora de tomar decisiones operativas para intervenir sobre el contexto geográfico y productivo nacional; y esto es muy interesante porque da sustento científico desde lo teórico y lo metodológico para formar hipótesis de trabajo para la reformulación de un nuevo Plan de Estudio de Diseño Industrial en la Argentina que de cuenta de la producción y de la economía nacional formal; o para ser usada dentro de la actual estructura educativa –tanto en grado como en posgrado- para poder insertar profesionales en áreas con inconvenientes debido a su escasa o nula industrialización o a su reciente desindustrialización.

Las regiones formales obedecen a la concurrencia y a la conformidad entre varios fenómenos (Rey Balmaceda, 1973-1980); la homogeneidad generada por las condiciones naturales o por el tipo de actividades, o a una simbiosis de ambos. También integra la concepción de región formal la repetición en un espacio determinado de hechos heterogéneos que guardan estrecha relación entre ellos (Dauss, 1969-1982).

La personalidad de la región se percibe en el paisaje (Juillard, 1962), individualizada pero comparable a las demás, donde se acentúa una comunidad cultural (sentimiento de pertenencia y vivencia) dotada de cohesión, estructurada por estrechas relaciones, espacialidad funcional y jerarquización.

En las regiones funcionales aparecen principios de organización espacial superior: la existencia de una red urbana; las jerarquías medidas en términos de actividades, población, accesibilidad; las redes y los movimientos constituyen el diseño básico. Aparecen como destacados los mecanismos de funcionalidad, lo "invisible" de la geografía. La región funcional responde a una polarización económica. Así, funcionalidad, vivencia y comunidad de cultura se constituyen en los factores de la cohesión regional. Basado en la vida de las relaciones, el espacio funcional se expresa más por su centro nodal y las redes que de él parten y convergen, que por los límites (resulta significativo el papel de la metrópoli regional) sus funciones y servicios, lo que permite dotar a la región de cierta autosuficiencia.

Roccatagliata elabora sus hipótesis de trabajo sobre la base del mapa de áreas de atracción propuesto por Mezeris y Serer en virtud de la aplicación del modelo teórico de Reyly, aplicado a la distribución de las ciudades de más de 90.000 habitantes en Argentina (Mazeris y Serer, 1984). Por lo cual los espacios nodales son el resultado relacionado con las características del sistema urbano Argentino, de morfología concentrada, niveles jerárquicos altamente desequilibrados, con unidad funcional radiocéntrica y centralizada (Roccatagliata, 1984).

La región funcional es el último nivel en el que se encuentran y se coordinan las diferentes fuerzas que intervienen en la vida económica y social del nivel nacional (Juillard, 1967).

La región se caracteriza entonces por las propiedades de sus lugares y por las relaciones entre ellos; en consecuencia, los límites se establecen por medio de la identificación de las relaciones entre ellos.

La comunidad cultural, la percepción de los habitantes del espacio habitado, la vivencia, el comportamiento y la herencia social, son variables significativas en el análisis regional, lo que contribuye a destacar los atributos de la regionalidad. Para afirmar dichos rasgos, los geógrafos consideran necesario poner el acento en los criterios socioeconómicos, los que se convierten así en factores de diferenciación.

Aunque hemos abordado la problemática regional desde la homogeneidad o desde la heterogeneidad de caracteres, hemos obtenido dos caminos válidos (metodológicamente hablando) para explicar e interpretar la organización regional del espacio geográfico Argentino.

Por lo dicho, los conceptos de región formal y funcional no son antagónicos, al contrario, son necesarios ambos para comprender cualquier porción de la superficie Argentina (y poder científicamente establecer que produce el país, que volúmenes de exportación e importación moviliza y que tipo de aparato productivo está en juego). La geografía regional, a su vez, deberá supuestamente proporcionar una base empírica que permita probar ciertas teorías (Hart, 1982).

En síntesis, puede sostenerse que el concepto regional ha sido enriquecido en los últimos años y existe con ello un Marco Teórico valedero junto a renovados métodos y técnicas que le permiten a la geografía incursionar en un tema que siempre ha sido su principal preocupación (Roccatagliata, 1984). Y por ello la hemos seleccionado a los efectos de esta investigación (por ser teórico y metodológicamente científico).

La uniformidad y la cohesión o funcionalidad constituyen dos alternativas valederas para comprender la conformación regional de la Argentina. Ambas son necesarias cuando se las aplica oportunamente y, en consecuencia, en forma complementaria.

En lo concerniente a las regiones uniformes o formales se ha tomado como base un tipo de división regional (Zamorano, 1969) y sobre ella se han introducido algunas modificaciones que están expuestas a la crítica, en función de armonizar distintos puntos de vista.

El método fundamental estriba en adoptar un criterio y sólo bajo ese criterio –aunque con cierta amplitud- diferenciar todas las regiones del territorio Argentino.

En ese sentido, y como lo sostiene Zamorano, se pueden tomar elementos diferenciadores como la organización del espacio promovida por las actividades económicas y productivas. Las actividades que se eligieron fueron aquellas que influyen con más peso en la organización del espacio regional.

Los límites no pueden ser tajantes, y ante las complicaciones de la geografía para adoptar un límite preciso entre las regiones (con un trazado suelto que deja algo indecisas las zonas de contactos), se optó por los límites regionales y la partición establecida por el INDEC que es coincidente con los límites geográficos-políticos entre las provincias (INDEC, 2005).

Las regiones formales obedecen a la concurrencia y correlación en un espacio dado de factores diversos del ámbito físico, biológico y de la vida humana y sus actividades (productivas, comerciales y laborales).

Las regiones formales constituyen los espacios homogéneos y continuos en las actividades que las caracterizan, mientras las regiones funcionales se corresponden con espacios heterogéneos y discontinuos.

En las líneas precedentes se han delineado los principales rasgos que deberían caracterizar una región geográfica; pero si se quisiéramos sintetizar en un concepto, podríamos decir que la región está dotada de una cierta autosuficiencia, no en el sentido de una autarquía económica sino en la medida que la mayor parte de los servicios y funciones más importantes están representados en ella, de manera que la región es capaz de satisfacer la mayor parte de las necesidades de sus habitantes al poseer su metrópoli, un poder de impulso y decisión, y al no ser necesario recurrir al escalón superior más que en terrenos especiales o súperespecializados (Juillard, 1967).

Si se admite el concepto transcripto y se lo aplica a la República Argentina surge la duda de la posibilidad de individualizar auténticas regiones, pues no existen espacios regionales donde se cumplan cabalmente los principios de regionalización enunciados. Tal vez, y pasando por alto muchos factores, se podría convenir que Córdoba, Mendoza, Tucumán y sus regiones inmediatas estarían en condiciones de acceder medianamente a esos requisitos, y también lo estaría por cierto la Región Pampeana.

Por otro lado es dable sostener que todo o gran parte del espacio geográfico nacional "es una región" con cabeza principal en Buenos Aires (Roccatagliata, 1984), pues un gran centro sobredimensionado, con gran poder de atracción, pero semejante tamaño ha impedido el juego normal de la complementariedad y la integración nacional.

Al querer diseñar una división regional del espacio geográfico argentino sosteniendo los principios de uniformidad y de funcionalidad se presentan varios problemas que deben ser ponderados adecuadamente. Las dificultades surgen con claridad, ya que debe admitirse que realizarla no es tarea fácil, como, por ejemplo, que al intentar una delimitación regional no se debe esperar una aceptación general en el ámbito geográfico.

Los problemas principales al encarar la tarea fueron del orden metodológico y de información por un lado, mientras que por el otro las características que asume la organización del territorio argentino, en términos de su evolución y umbrales de ocupación, complican la situación.

En lo concerniente a la delimitación de regiones formales o uniformes el problema estriba en el criterio a seguir y en la elección de la dominante. Esta tarea no es simple y, si bien los núcleos regionales pueden establecerse con relativa simpleza, la cosa cambia cuando deben trazarse límites.

Si se trata de regiones funcionales no todos los métodos y técnicas utilizados resultan apropiados para el territorio argentino. Por otro lado las técnicas más sofisticadas requieren un apoyo estadístico basado en una información muchas veces inexistente. En otras, la información disponible no abarca todo el territorio nacional, al menos en el mismo nivel de desagregación. Esto torna dificultosa la tarea de homologar los datos para el nivel nacional.

En lo atinente a la organización del espacio, aspecto culminante en las tareas de regionalización, debe destacarse para el caso Argentino el grado alcanzado y los umbrales que ello establece.

En efecto, se está ante un extenso territorio, de ocupación moderna, escasamente poblado por una sociedad en desarrollo, con mutaciones socioeconómicas rápidas y con relativas posibilidades tecnológicas y de inversión. A su vez el extenso territorio se dilata en el extremo austral de América, en una posición geográfica periférica, marcada por un significativo desprendimiento y atravesado por una caracterizada diagonal árida.

Todo ello ayudó a consolidar una centralidad política y económica que alentó la desigual distribución de la población, la gran concentración urbano demográfica y económica por un lado –en el Gran Buenos Aires- y las debilidades de las densidades por el otro.

La presencia de ciudades "metrópolis incompletas", la existencia de una red de transportes radial y centralizada (principalmente ferrocarriles) y un movimiento convergente hacia el área central metropolitana, se alternan espacialmente con los extensos espacios indiferenciados y la fragilidad en la epidermis fronteriza.

Es importante advertir que un territorio de más de tres millones de kilómetros cuadrados no puede ser ocupado a pie firme por la cantidad actual de habitantes. En consecuencia debe aceptarse que todo lo expresado marca ciertos "umbrales" que deben ser ponderados adecuadamente en el momento de identificar los cuadros regionales (esto ha sido también factor de un desarrollo productivo, industrial y económico desigual y heterogéneo dentro del territorio nacional).

De algo se está seguro y es admitir que no existen siete u ocho regiones en total equilibrio y complementación (motivo por lo cual no toda la producción y la industria se localiza de igual modo en cada región y motivo más de la desigualdad de oportunidades para los pobladores de cada región a nivel laboral y educacional para ciertas especialidades profesionales: como el Diseño Industrial, que no encontrará el mismo tipo de respuestas según el espacio geográfico en que nos ubiquemos y por ende la presencia de desigualdades de oportunidades laborales para los estudiantes que provienen del interior del país). En cambio, debe admitirse que la estructura regional de la Argentina muestra un cuadro regional variado y complejo pero con un grado de evolución y organización espacial diferencial, con marcados contrastes, producto de la influencias de los condicionantes esbozados en líneas generales (esto es lo que debe ser tenido en cuenta como factor clave para pensar un modelo de enseñanza que de cuenta "científicamente" de las diferencias que nos caracterizan y poder dar una mejor respuesta a esas diferencias. Aquí radica el núcleo de la cuestión).

Por esa razón, sostenemos que los conjuntos regionales constituyen sistemas de escasa consolidación y complementariedad interregional con fuerte dependencia del área central.

Dichos conjuntos regionales son ocho (desde la versión de Roccatagliata):

1-La Región Metropolitana de Buenos Aires (una concentración desproporcionada)

2-La Macro Región Pampeana, subdividiva en:

2.1-El Eje Urbano Industrial del Plata-Paraná.

2.2-La Pampa agro-ganadera con industrias urbanas y portuarias.

3-La Región agro-silvo-ganadera con frentes pioneros de ocupación del Noreste y del chaco.

4-La Región de los paisajes heterogéneos con economía mixta del Noroeste Argentino.

5-La Región Cuyana de los oasis agro-industriales y núcleos diversificados.

6-La Región de los núcleos económicos fragmentados de las Sierras Pampeanas con oasis pobres y economía de subsistencia.

7-La Región Patagónica, un medio duro, con pocos pioneros de ocupación e industrias promovidas.

8-La Región Marítima-Antártica, un espacio cuestionado con potencialidades y recursos de expectativa.

Podemos hacer confluir esta regionalización de la Geografía Económica con los datos del INDEC, he intercruzando "cualitativamente" los datos "cuantitativos" según cada región geográfica, se ha podido registrar lo que a continuación se detalla.

Teniendo en cuenta la producción industrial a nivel regional en la Argentina, estudiando los criterios de la CPC (Clasificación Central de Productos)(34) de Naciones Unidas (1989) y observando la información del CAE (Clasificador de Actividades Económicas, que divide a los tres Sectores de la producción en: Primario, Secundario y Terciario(35)) suministrada por el INDEC en sus distintas publicaciones; se ha podido determinar el perfil productivo nacional agro-exportador (lo que nos ha confirmado a la agro-industria como el motor de la producción y economía formal nacional)(36).

Efectivamente, se ha podido determinar que la Argentina, fundamentalmente luego de 1990 (desde un análisis histórico y económico), se ha consolidado como país agroindustrial. La importancia de la producción agopecuaria esta dada por ser la base de la agroindustria, que ha ido desplazando a la industria manufacturera que mayor valor agregado genera (como la metal-mecánica, etc.)

La participación de la industria manufacturera en el PBI(37) ha venido cayendo desde mediados de la década de 1970 (CEPAL, 1993; Goldberg y otros, 1991. Schorr, en base a información del Ministerio de Economía. Rapoport en: Historia Económica, Política y Social de la Argentina: 1889-2000). Lo mismo puede afirmarse con respecto a la participación de la industria manufacturera en los puestos de trabajo ocupados en el total del país.

Se ha podido determinar que sobre la facturación total, distribuida en cerca de medio millar de códigos de productos, un 56,5% está concentrada en los cincuenta principales que constituyen el primer decil y en los nueve deciles siguientes se distribuye el restante 43,5% de la facturación total. A su vez, dentro del primer decil la concentración es significativa, ya que los primeros diez productos que son: automóviles, partes y piezas de automóviles, carne bovina, medicamentos, tortas de semillas oleaginosas, gas oil y naftas, aceites vegetales, otras bebidas no alcohólicas y vino; asumen el 26,5% de la facturación total.

Sobre el origen provincial de los productos agrupados por rama de actividad denota la preponderancia de las provincias pampeanas en el total facturado por los locales industriales. La provincia de Buenos Aires representa el 42% de la facturación total, la siguen con un 12% la provincia de Santa Fe y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con un 8% la provincia de Córdoba y la provincia de Entre Ríos con un 2%. Por lo que se observa un elevado grado de concentración de la facturación en pocos productos distribuidos en pocas provincias que definen a la Macro Región Pampeana como la más poderosa de todas las regiones productivas (sumando el Sector Primario al Secundario).

La Región Pampeana, conformada, según la división del INDEC por las Provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, La Pampa y Entre Ríos concentra el 86,3% de las MOA (Manufacturas de Origen Agropecuario) y el 77,2% de las MOI (Manufacturas de Origen Industrial). Basta observar una tendencia a nivel nacional, al verificar que las MOA (Manufacturas de Origen Agropecuario) han crecido un 14% entre 1998 y el 2003, en tanto las MOI (Manufacturas de Origen Industrial) han decaído un 11% en el mismo período; tendencia que confirma el perfil agroindustrial.

Esta elevada concentración productiva de la Región Pampeana está establecida en base a información proveniente del INDEC y no según la regionalización geográfica (Dauss, 1969) y (Roccatagliata, 1984) dado que poseen leves diferencias; pues, la división del INDEC es geográfico-político-económica y la división de los geógrafos no se basa exclusivamente en las divisiones políticas entre las provincias sino en el tipo y uso del suelo y otras consideraciones como las climáticas que generan biomas específicos para la producción (como la agricultura y la ganadería, etc.), lo cual genera algunas diferencias y/o variaciones en el tipo de análisis (pero en líneas generales se establece una correspondencia).

Pues, en la Argentina existe una ausencia de una integración sectorial y espacial del aparato productivo e industrial, con el consiguiente reflejo en el desarrollo económico "desigual" de las regiones (con excesiva concentración productiva en la Región Metropolitana y Pampeana) y la falta de una integración nacional y territorial (escasa complementariedad de las regiones entre sí). Consolidación de un sistema urbano de morfología concentrada y centralizada (Gran La Plata, Gran Buenos Aires, Gran Rosario, y por otro lado Gran Córdoba y Gran Mendoza; y en todos ellos sus zonas aledañas) que actúa como condicionante para el desarrollo de las actividades generales y la organización funcional del territorio; con desigualdad en la ocupación y usos (intensivo y extensivo) del territorio. Lo que evidencia una presencia de economías de escala de localización concentrada que ha causado las desigualdades regionales y productivas (no sólo en lo económico, sino en la calidad de vida, servicios, de oportunidades laborales y educativas. Y en esto último entra en juego el sistema universitario, regido por ley a nivel nacional para posibilitar a los profesionales a que se enfrenten laboralmente en "igualdad de oportunidades" –sin dar cuenta de un conocimiento territorial adecuado, y sin un criterio político de objetivos y fines actualizado para el cual educa- dentro de un país que evidencia un interior con "desigualdad de oportunidades" laborales causada por una "desigualdad productiva e industrial" localizada con un fragmentación geográfica. Esto hace entrar en crisis al modelo educativo que tiende a homogeneizar una realidad heterogénea, haciendo uso de hipótesis educativas sin sustento científico territorial nacional basada en dichas producciones, que de cuenta de la realidad Argentina y no otra).

Esto es muy importante, porque si el modelo productivo del país es agroindustrial (el nuevo modelo de enseñanza del Diseño Industrial Argentino deberá atender lo "urbano-rural" y no más lo puramente "urbano", como venía haciéndose hasta la fecha.

Pero analicemos, en principio, el aspecto más "urbano" (industrial) y luego pasaremos al aspecto más "rural" (agro).

3.2 – La cuestión urbano-industrial:

Para ir entrando un poco más en el aspecto "urbano", se detalla brevemente la Región Metropolitana y las razones de su exclusión de las restantes regiones argentinas (justificada en la elevada concentración urbana, industrial y poblacional; lo que requiere un tratamiento diferenciado).

La Región Metropolitana forma parte del llamado "Frente Fluvial Industrial de la Pampa", descripto por Roccatagliatta (1985).

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Mapa ( 7 ) Fuente: División Regional de la Argentina. Roccatagliata. 1985. Versión corregida de 1976.

Algunos resultados surgen del análisis de la estructura, evolución y distribución geográfica de la industria en la Región Metropolitana de Buenos Aires (RMBA), a partir de datos tomados de los censos económicos de 1985 y de 1994(38). Su relevancia práctica está dada por la aplicación que los resultados del estudio de la Geografía industrial (que es una rama de la Geografía Económica que, a su vez, forma parte de la Geografía Humana) tienen para la formulación de políticas industriales regionales y locales. Se trata de ver a la industria desde cuestiones que hacen a su estructura productiva, su localización, su distribución en el territorio y su evolución histórica reciente.

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Mapa ( 8 ) Fuente: Borello, Vio y F. Fritzsche (2000).

Las dos monografías más importantes producidas han sido: la de Jorge E. y A. Dorfman (1970) y la más reciente de J. Schvarzer (1996). También existen estudios discriminados por ramas manufactureras (Azpiazu, 1986), (Balbo, 1996) y (Fritzsche, 1997); sobre la Geografía de la industria del país en su conjunto (generalmente, analizando la distribución de la actividad por provincias o regiones). Es destacable el estudio sobre la Geografía Industrial de la Región Metropolitana de Buenos Aires (RMBA) conformado por el estudio de J. A. Borillo(39), M. Vio(40) y F. Fritzsche(41), correspondiente al año 2000; con antecedentes históricos en otros estudios (Schvarzer, 1983), (Pérez Barrero, 1987), (Johns, 1992), (Bozzano, 1998/99) y los informes 3-4 del Proyecto PNUD Arg./94/016.

Son varios los factores que estimulan la localización de las fábricas en un área determinada: por ejemplo, la provisión de una red adecuada de servicios y sistemas de comunicación, la proximidad de medios de transporte y vías de acceso que permitan la llegada de materias primas y la salida de la producción, la existencia de mano de obra y de un potencial mercado para colocar los productos, etc. Por estos motivos, en líneas generales, las industrias han tendido a concentrarse en los centros urbanos más importantes (como Gran Buenos Aires y Gran La Plata).

A continuación visualizamos el Gran Buenos Aires:

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Mapa ( 9 ) Fuente: Lorenzini, Balmaceda y Echeverría.

 

En ciertos casos, el emplazamiento de las industrias se vincula a la cercanía de las materias primas. En el caso de las plantas que procesan productos primarios, la cercanía de las áreas productoras de materias primas agrícolas o forestales constituye el principal factor de localización, ya sea para evitar elevados costos de transporte o por la escasa durabilidad de las materias primas(42).

En la Argentina, el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) -Ciudad de Buenos Aires (CBA) + los 19 partidos del Gran Buenos Aires (GBA)-(43) y las principales ciudades de las provincias de Córdoba y Santa Fe son las zonas que concentraron históricamente el mayor número de industrias. Allí fueron desarrollándose distintas ramas, como la textil, la metalúrgica, la metalmecánica, la siderúrgica, la química y la petroquímica, la farmacéutica, las manufacturas del papel y del cuero y diversas industrias alimentarias, entre otras. En estas áreas se procesan tanto materias primas provenientes del entorno (carnes, semillas oleaginosas), como de otros puntos del país (por ejemplo, se elaboran cigarrillos a partir del tabaco proveniente de las provincias norteñas). Si bien estas áreas industriales fueron profundamente afectadas por los procesos de reestructuración económica y experimentaron un retroceso significativo en su actividad, aún continúan conservando su peso relativo con respecto al conjunto del país.

Si tomamos la llamada Región Metropolitana (INDEC, 2006), a manera de resumen podemos decir que los 19 partidos que conforman el Gran Buenos Aires (GBA) lo definen como un gran productor de la industria metalmecánica, de maquinaria y equipo y vehículos automotores (siendo el área de mayor industrialización del país). En tanto, la Ciudad de Buenos Aires (CBA) es una gran productora de alimentos procesados y textiles. Recordemos que si decidimos tomar el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), estamos hablando de la Ciudad de Buenos Aires (CBA) + los 19 partidos del Gran Buenos Aires (GBA), por lo cual diremos que es una gran productora de alimentos procesados y de la industria metalmecánica, maquinaria y vehículos de transporte.

Por otro lado, la Región Metropolitana de Buenos Aires (RMBA), es una gran productor de alimentos y bebidas, textiles y vehículos automotores (entre otras producciones no tan significativas, pero existentes). También los microemprendientos productivos poseen una relevante importancia como generadores de trabajo en el ámbito de la Región Metropolitana de Buenos Aires (RMBA), dato fundamental para ser tenido en cuenta y evaluado a la hora de proyectar políticas (municipales, regionales, educativas-universitarias o de otro orden; para promover proyectos de inversión, subsidios estatales o de otro tipo) a parte del valor epistemológico que encierra para proyectar sistemas educativos (talleres, seminarios, cursos de posgrado, etc.; dirigidos a atender la demanda de capacitación de estos sectores acotados y geográficamente localizados).

Y sobre esto nos detenemos para decir que es el antiguo paradigma de educación universitaria del Diseño Industrial en Argentina que señalaba la importancia de la industria pesada y metal-mecánica como la más importante, lo que debe ser rectificado (no por ello abandonado y cambiado rotundamente), debido a la información reciente de la primarización de la producción y del corrimiento de la importancia relativa de la producción del Sector Secundario hacia el Sector Primario (lo que está señalando a la producción de alimentos procesados -proveniente de la agroindustria- como el nuevo paradigma productivo de la Argentina, y hacia ese nuevo rumbo deberá enfocarse la enseñanza académica si no quiere perder fundamentos científicos basados en el modelo productivo de la economía formal capitalista, que es la institucionalmente aceptada desde los organismo de gobierno: universidades, ministerios, bancos y organismos de financiamiento, profesionales liberales y funcionarios de gobierno, productores, empresas privadas y empresarios). Y acá es en donde ensambla una de las hipótesis más fuertes para proponer un Diseño Industrial metal-mecánico, de bienes de capital y maquinaria agrícola, ligada a la producción primaria agroexportadora (con sustento en la agroindustria, motor de la economía formal del país), entonces decimos que ya que no existe un Diseño Industrial de automóviles nacionales (con I+D nacional y desarrollo de diseño nacional); si en cambio, existe y existirá, mayor Diseño Industrial nacional de máquinas y herramientas agrícolas y otros bienes ligados al la agroindustria.

Para ampliar podemos agregar que la descripción de la Geografía de la industria en la Región Metropolitana de Buenos Aires (RMBA) nos habla de actividades industriales consideradas tradicionales, como la producción de alimentos y bebidas, productos de metal, textiles y sustancias y productos químicos (aunque aparecen otras ramas, como la automotriz y la de maquinaria y equipo y, además, dentro de sustancias y productos químicos tenemos insumos intermedios). En el período intercensal de 1985-1994, la RMBA aumenta, en términos relativos, su participación en la actividad industrial de la Argentina. Como vimos, esto se repite en el interior de la región, donde la Ciudad de Buenos Aires (CBA) aumenta su participación relativa entre 1985 y 1994, al aumentar su proporción del producto y de la ocupación.

Dentro del conjunto de los 19 partidos, así como del grueso de la ocupación se concentra en unas pocas ramas, la mayoría corresponde a unos pocos partidos. En seis tenemos casi el 60% de la ocupación, esos partidos son: La Matanza, Gral. San Martín, Tres de Febrero, Vicente López, Avellaneda y Lanus, y están todos ubicados alrededor de la ciudad de Buenos Aires. Si ahora cruzamos los 19 partidos con las 22 ramas de actividad encontramos que con la excepción de tres ramas, en los otros 19 casos la ocupación industrial por rama está liderada por algunos de estos mismos seis partidos. Y los resultados tienden a confirmar la idea general que se tiene sobre la distribución de las actividades industriales en el Conurbano. Así, por ejemplo, el 34% de la ocupación industrial en textiles corresponde a San Martín; el 37% de la producción de coque y productos de petróleo está en Avellaneda; el 24% de la fabricación de papel y productos de papel corresponde a la Matanza; el 19% de las actividades de curtido y terminación se ubica en Lanus. Sólo en el caso de la fabricación de automotores, remolques y semirremolques y en la elaboración de productos de madera y de corcho aparece Tigre. Las fábricas de Ford y Volkswagen explican la relevancia del Tigre en ese ranking, mientras que la fuerte presencia de actividades ligadas a la madera tiene que ver con la cercanía del Delta. Se evidencia dos cuestiones:

-Primero: cierto tipo de producciones (como las panaderías y carpinterías metálicas), cuyos mercados son, en casi todos los casos, los hogares del barrio o, como mucho, del partido en el que se encuentran, cuyos insumos pueden obtenerse a prácticamente el mismo precio, en cualquier lugar del territorio y cuya mano de obra es mayormente familiar.

-Segundo: que por la manera como fue confeccionado el índice de especialización, la presencia de una gran planta en un partido tiende a señalar la especialización de ese partido en esa rama (caso de Berazategui, Florencio Varela o Merlo)

En la RMBA se dio una re-concentración en retroceso, no en expansión, ya que cae en número de ocupados.

Como los autores señalan:

"Por otro lado, en un marco de amplio cierre de establecimientos, fusiones, cambios de capital, etc., cierran en gran proporción los locales más grandes, mientras que el número total de locales aumenta. Con lo que debemos suponer un gran aumento de los locales más pequeños (menos de 25 e inclusive menos de 6 ocupados), ya que sabemos que no es la actividad propiamente PyME (6-100 ocupados) la que está en expansión.Lo que se aprecia en esos análisis es que la gran mayoría de las nuevas habilitaciones de actividades industriales son de pequeños talleres orientados a satisfacer la demanda local o, como mucho regional (panaderías, talleres de carpintería metálica, talleres de costura y de muebles, reparación de maquinarias, etc.)…puede inferirse que parte de los miles de operarios especializados y técnicos despedidos de las fábricas y talleres privados y estatales han fundado muchos de los nuevos emprendimientos, lo que hace que haya aumentado el número total de locales industriales.Tampoco parece auspicioso el segmento de las PyMEs como generadoras de empleo (cosa que sí sucedió durante el período 1974-85).Lo que sí aparece como nuevo es la (aparente) expansión de las microempresas o unidades con menos de 6 ocupados"(44).

A partir de las Memorias del Curso-Taller de Formación: Desarrollo local en Áreas Metropolitanas: condiciones y posibilidades del Conurbano Bonaerense(45) de Coraggio, Rofman, Garay y Badía; podemos obtener una conclusión importante que es: los microemprendientos productivos poseen una relevante importancia como generadores de trabajo en el ámbito de la Región Metropolitana de Buenos Aires (RMBA).

El compromiso de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS) con la promoción del desarrollo integral de la región ha llevado a la formulación de un Programa de Desarrollo Local(46), implementado por el Instituto del Conurbano (ICO) de la misma Universidad. Donde se ha estudiado las transformaciones del territorio en el AMBA (Área Metropolitana de Buenos Aires) representada por la Ciudad "Autónoma" de Buenos Aires (CBA) y los 19 partidos del Gran Buenos Aires (GBA).

A partir de estudios de las relaciones entre los países centrales y periféricos, los puertos del río Paraná y río de La Plata, cobraron importancia como centros nodales de exportación y de desarrollo industrial(47) que configuraron la centralización del Gran Rosario, Gran Buenos Aires y gran La Plata. Recorriendo las diferentes variables puede observarse que la mayor parte de estos puntos periféricos (como el puerto de Buenos Aires) se especializan en algún o algunos productos claramente definidos, contribución en función de la cual se les asigna un rol preciso dentro de este supuesto "orden" internacional.

Cuando se produce la llamada globalización, las regiones que quedan inscriptas en alguna economía mayor tienden a especializar su producción en torno a algún (o algunos) productos principales (el modelo agroexportador de 1860-1930, posicionó a la Argentina como productor de alimentos para los países desarrollados). En cambio, en los procesos de autonomía, se rompe el interés por esos productos principales y las sociedades tienden a producir lo que necesitan, diversificando su producción de manera de satisfacer todas las necesidades del mercado local (el modelo de sustitución de importaciones de 1930-1976, permitió la industrialización nacional). En este contexto de "globalización", la presencia de puertos tiende a definir la localización de centros logísticos y éstos a estructurar las cadenas de distribución llegando incluso a relocalizar las fábricas, dando lugar a una reorganización de gran escala de la estructura territorial del sistema de soportes materiales sobre el que se asienta la producción.

Puede por lo tanto concluirse que cuando la economía de la región se inserta con claridad en el marco de un orden global, la producción tiende a especializarse en algún (o algunos) productos principales y la ciudad-puerto –en este caso la Ciudad de Buenos Aires (CBA)- en tanto punto de articulación de estas relaciones económicas, experimenta transformaciones sustanciales.

Por otro lado, cuando analizamos la evolución de la ciudad a partir de la década del 40, vemos que pierde dinámica (el puerto de Buenos Aires), que en el contexto de la "sustitución de importaciones" esta mecánica se altera. La construcción de grandes obras de infraestructura pierde dinamismo pero, en cambio, la ruptura del orden global abre nuevas oportunidades, dando lugar a una gran expansión de la actividad productiva, volcada esta vez a satisfacer las necesidades del mercado local.

Por lo que podemos diferenciar un patrón de localización de la actividad productiva en el contexto del modelo agroexportador (1860-1930), y otro correspondiente al de sustitución de importaciones (1930-1976). Al borde del Riachuelo encontramos las viejas fábricas relacionadas con el mercado agroexportador: frigoríficos, curtiembres, lo mismo encontramos en La Plata y sobre algunos otros cursos de agua (Cuenca del Gaete, arroyo Morón).

En su etapa de surgimiento (sustitución de importaciones), la industria nacional se apoyó sobre pequeños talleres, insertos en general en barrios de viviendas y en segundo momento la actividad industrial tendió a localizarse sobre algunos tramos de las grandes rutas (ruta 7, 8, camino Belgrano, etc.). Dice Alberto Lalouf en un artículo:

…el abastecimiento de productos manufacturados.

Este plan se sustentaba en una concepción del desarrollo tecnológico e industrial que lo consideraba como el soporte de la autodeterminación económica y política del país, un pensamiento que se ha definido como tecno-nacionalismo(48).

Luego del tecno-nacionalismo –que podemos claramente identificarlo con el modelo de sustitución de importaciones de 1930-1976– vino una etapa de reestructuración productiva, que podemos simplificar llamándola el: modelo desindustrializador de 1976-2002(49) y principalmente en la década de los ´90, puede observarse que esta matriz de organización del espacio comienza a cambiar (desde la dictadura militar hasta la catastrófica crisis social, productiva y económica post-Menem, que alcanzó su máximo pico con la caída del Presidente De La Rúa). Hay en primer lugar una reorganización del espacio portuario. En el contexto de la privatización de las operaciones portuarias, se producen profundas transformaciones (cambios tecnológicos, administrativos e incluso del espacio físico) vemos que el puerto de Buenos Aires sirve de marco para la competencia entre empresas que administran los diferentes muelles, debiendo a su vez competir con otros puertos "privatizados", conforman una amplia oferta competitiva sobre el litoral del río Paraná (los puertos de Avellaneda, para cargas generales; el de La Plata como puerto petroquímico y siderúrgico; el del Mar del Plata como puerto pesquero; mas los de Santa Fé, Bahía Blanca, Quequén, etc.); estos puertos tienden a especializarse, dando lugar a una nueva estructura portuaria y por lo tanto a una nueva organización del territorio.

En este sentido el modelo agroexportador de 1860-1930 se ha asemejado al modelo desindustrializador de 1976-2002, porque el transporte naval pasó a ser preponderante: existe nuevamente un importante flujo de cargas atravesando los mares volviendo rentables las obras portuarias.

Se produce asimismo una reorganización del espacio industrial. Los pequeños talleres que definían la imagen industrial (durante el modelo de "sustitución de importaciones" de 1930-1976), comienzan a tener dificultades para competir con el sistema internacional (en este nuevo modelo "desindustrializador" de 1976-2002). Algunos se organizan dentro de nuevas cadenas productivas (como los autopartistas) adecuando sus procesos y productos a los estándares internacionales, incrementando su productividad. Otros que tienen dificultades frente al cambio tecnológico, no quedándoles otra alternativa que aferrarse a las estructuras del pasado.

Vemos asimismo el caso de fábricas que siguen trabajando, aunque su operatoria ya no obedece a los patrones básicos de funcionamiento del capital. Este es el caso, por ejemplo, de fábricas que frente a la perspectiva del cierre se convierten en cooperativas. Incluso el caso en que el patrón se asocia con los obreros. Lo que está pasando es que esa empresa sigue trabajando, pero ya no realiza la tasa de ganancia sino que distribuye la producción como salario. No reproduce por lo tanto la lógica del capital, está reproduciendo otra lógica que es la reproducción de la vida (o la supervivencia económica, que nada tiene de relación con la lógica del capital). Sin embargo subsiste con este nuevo perfil, recorta un sector de mercado al que se dirige y por lo tanto sigue produciendo y compitiendo, con un nivel particular de integración al resto del aparato productivo.

Las "cadena de valor" se han desplazado del espacio de la fábrica en la ciudad, desagregando el proceso de producción en una multitud de pequeños talleres, incorporando a lo largo de esta secuencia insumos provenientes de diferentes modalidades productivas.

Las fábricas que logran integrarse dentro de un circuito de escala global, tienden a reorganizar su espacio productivo en base a nuevos patrones. Estos responden a las condiciones del cambio tecnológico y a la definición (regulación) de nuevos estándares de consumo, que exigen que la producción se realice dentro de determinados parámetros de protección ambiental, buscando asimismo que los edificios industriales y sus entornos puedan ser identificados como expresión de la calidad de una marca.

En términos espaciales las nuevas implantaciones suelen concentrarse (parques industriales) en aquellos sitios donde se cruza una autopista con un curso de agua, conglomerados de empresas y centros logísticos que organizan de una manera diferente el espacio de la producción. Asistimos a la transformación de zonas viejas, zonas fabriles, que van dejando cascarones vacíos, para convertirse en depósitos, en canchas de fútbol cinco, en supermercados, viviendas, etc. Fragmentos del territorio suburbano que experimenta en el presente una profunda transformación.

La cadena de montaje se ha desplazado del espacio de la fábrica al de la ciudad, desagregando el proceso de producción en una multitud de fábricas o pequeños talleres, incorporando a lo largo de esta secuencia insumos provenientes de diferentes modalidades productivas (artesanales, manufactureras, industriales), niveles de inserción social (formales, informales) e incluso incorporando partes producidas en otros contextos sociales (importación).

En el esquema anterior de "sustitución de importaciones" la comercialización encadenaba un complejo sistema de intermediaciones (mayorista-minorista). En la actualidad, quien controla la marca comercializa directamente, en el marco de nuevos procesos en los que la organización del espacio físico juega un papel determinante. Los nuevos espacios de la comercialización, centros comerciales, supermercados y shopping centers o paseos de compras, desarrollan un dispositivo de estructura de ventas que logra abaratar los costos sobre la eficacia que supone tener el stock expuesto, lográndolo en la medida que eliminan intermediación.

Esta estructura ha trastocado la forma en que se armaba la secuencia económica sobre el territorio, los sectores más dinámicos, los que tienen mayor inserción, los más concentrados, despliegan estos nuevos procesos sobre el territorio, poniendo especial cuidado en los factores que definen su localización, conformando nuevas centralidades, que concentran tanto el desarrollo de actividades secundarias (producción) como terciarias (servicios), como en el caso de los nuevos centros comerciales y de oficinas sobre la traza (o los cruces) de la autopista.

Este conjunto de transformaciones ha tenido asimismo efecto sobre la estructura social. Acostumbrados a diferenciar sectores altos, medios y bajos de la sociedad, asumiendo que esta estratificación respondía a criterios más o menos claros. En la actualidad estos parámetros se trastocan constatando que el modelo globalizador, reorganiza el territorio, las formas de reproducción y comercialización, impulsando también un modelo de reorganización social.

Objetivamente, los sectores que propugnan este modelo, suponen el acceso de los diferentes sectores sociales a los beneficios de estos cambios. La realidad demuestra que la segmentación a que da origen diferencia niveles de acceso a estos beneficios, dejando no sólo amplios sectores por debajo de condiciones mínimas (incluso en relación a los niveles de vida del pasado) sino por fuera del sistema productivo, incrementando las dificultades para acceder a un puesto de trabajo.

Cuando miramos estas transformaciones, detectamos que sus supuestos beneficios, no tienen posibilidades de proyectarse sobre la totalidad. Como en otros momentos de la historia constatamos que el capital mantiene viva su principal contradicción: la imposibilidad de que las grandes mayorías puedan satisfacer sus necesidades en el mercado; pero además, en el marco de las nuevas condiciones tampoco es cierto que todos los que producen pueden reciclar sus estructuras productivas en el marco de nuevos patrones, ni que puedan comercializar dentro de los nuevos procesos ni en el interior de los nuevos espacios.

Para amplios sectores de la sociedad, la incapacidad de funcionar dentro de estos nuevos patrones no les deja otra alternativa que aferrarse a las estructuras con que cuentan, formas heredadas del pasado pero existentes, sobre las que se apoyan otros circuitos que en gran medida se mantienen vigentes. Frente a la aparición de nuevos centros comerciales que tienen que ver con las autopistas siguen existiendo (creciendo) centros comerciales en torno a las estaciones, donde las miles de personas que se desplazan en tren siguen comprando productos, recortando segmentos del mercado que mantiene la vigencia de procesos productivos y no reproducen rigurosamente los patrones del sector globalizado.

3.3. El aspecto rural-industrial (agro-industrial):

Siendo, como ya lo señalamos con anterioridad, la agro-industria el gran motor de la producción y de la economía nacional formal, podemos anexar que los cuatro cultivos que participan con los mayores porcentajes dentro del valor de la producción agrícola son: la soja, el trigo, el girasol y maíz (cultivos del Área Pampeana). Los demás se producen principalmente en otras áreas de nuestro país: la vid en Cuyo, la caña de azúcar en el Noroeste, el algodón en el Chaco, las manzanas en el Alto Valle de río Negro y al norte de la Patagonia; por citar los mas relevantes (con el nacimiento y fortalecimiento de otros como los arándanos y la pérdida de la importancia relativa de los cítricos en el Noreste Entrerriano).

En líneas generales, puede afirmarse que la economía pampeana de base agropecuaria, tal como la conocemos, fue organizada a partir de la relación con el mercado internacional y con variedad de posibilidades de producción. A diferencia de ella, las economías extra-pampeanas presentan una serie de rasgos comunes por los cuales se denomina economías regionales al conjunto que forman aquellas que se localizan fuera del Área Pampeana, es decir, las ubicadas en forma periférica con respecto a la organización económico-territorial central de la Argentina.

Muchas de las economías regionales extra-pampeanas nacieron con el propósito de abastecer el mercado interno(50).

En varios casos, en el área productora se realiza solo una parte de las etapas del proceso productivo, mientras que las demás se llevan adelante en otras áreas del país. Este es el caso del circuito productivo del algodón(51).

En la organización y el acondicionamiento para la producción de estas economías regionales, el Estado desempeñó históricamente un papel primordial facilitando el desarrollo en general y la actividad de pequeños y medianos productores mediante la construcción de obras de infraestructura, la entrega de tierras, etc. En los últimos años, sin embargo, distintos factores han incidido negativamente en la evolución de las economías regionales. Por un lado, la política de apertura económica ha permitido el ingreso de mercaderías importadas que compiten con la producción nacional. Por otro lado, la retracción del Estado como agente regulador ha dejado a muchos productores de las economías regionales (especialmente, los pequeños y medianos) en un estado de indefensión. Por último, la caída del poder adquisitivo en amplios sectores de la población Argentina ha debilitado la demanda interna. Estos factores han modificado profundamente las condiciones en que se desarrollan las economías regionales y, en muchos casos, generaron situaciones críticas para los productores.

Respecto del Mercosur y sus efectos sobre los circuitos productivos de la Argentina, en términos generales, desde la conformación del bloque regional, la Argentina ha incrementado sus exportaciones. El 30% de las mismas son absorbidas por el Mercosur, y Brasil se convirtió en su principal mercado con una sostenida demanda de productos. Sin embargo, existe una asimetría entre los países miembros con respecto al tamaño de sus economías, los subsidios, los costos, los impuestos y la tecnología. Así, por ejemplo, el Estado Brasileño otorga altos subsidios a su economía, mientras que el agro argentino es uno de los más desregulados.

Por otro lado, las diferencias regionales y la diversidad de agentes que intervienen en los distintos tipos de producciones, con distintas productividades y potenciales competitivos, plantean interrogantes acerca de quiénes son los agentes que se benefician y quiénes se ven perjudicados por el nuevo esquema de relaciones económicas. Si bien la creación del Mercosur amplió el mercado para muchos productores argentinos, los principales productos de las regiones extrapampeanas, por ejemplo, están sometidos cada vez más a las exigencias de creciente competitividad que les permita ingresar a los mercados externos y defenderse de la importación de productos que compiten con los locales. Algunos agentes económicos están en mejores condiciones para incrementar y mejorar la calidad de sus productos y de esa forma beneficiarse del comercio ampliando e insertándose en el mercado de manera competitiva, mientras que para muchos, sobre todo los pequeños productores, es más difícil ingresar exitosamente en el nuevo escenario.

La influencia del bloque regional en algunos circuitos productivos; para el caso de la caña de azúcar, por ejemplo, los productores se enfrentan a la necesidad de incorporar tecnología que les permita disminuir los costos de producción y estar en mejores condiciones para competir con la producción azucarera Brasileña. Esta última está subsidiada por el Estado y, por lo tanto, ingresa a la Argentina con un valor menor al costo de producción. En el caso del circuito frutícola del Alto Valle, debido a que un alto porcentaje de la producción en fresco se exporta a Brasil, las fluctuaciones de la demanda y los precios en los mercados externos generan dificultades para mantener la rentabilidad de productores y empresas. Ante una caída de los precios, la falta de rentabilidad de las compañías exportadoras es trasladada hacia los productores, quienes reciben un precio muy bajo por cajón de fruta. Los pequeños productores, por su parte, se enfrentan con serias dificultades para mejorar sus plantaciones y también la calidad de la fruta requerida por los mercados.

El caso de la vitivinicultura es otro ejemplo: la disminución de la demanda de vino común impuso la necesidad de cambiar las viñas por otras apropiadas para la elaboración de vinos finos, que puedan tener una buena inserción en los mercados interno y externo (como Brasil). Pero esta reconversión sólo puede ser realizada por un grupo de productores, que disponen de los recursos económicos para llevarla adelante.

Basándonos en los dos libros de Alejandro Rofman(52): Las economías regionales a fines del siglo XX(53) y Desarrollo regional y exclusión social; puede extraerse el estado actual y las perspectivas futuras de las economías regionales de la Argentina.

De la pregunta: ¿cómo entender la situación de la crisis económica y social que afrontan las economías regionales extra-pampeanas en la actualidad y que se origina, en gran medida, en lo acontecido durante la década de 1990? Una respuesta integral a esta pregunta debería comenzar por analizar cuáles son los acontecimientos más significativos que revelan las citadas crisis.

La periferia del sistema regional Argentino –integrada por el Noroeste, el Nordeste, la Región Cuyana y la extensa zona Patagónica- posee, en sus diferentes niveles productivos, políticos y sociales, determinados factores que justifican su atraso histórico con respecto a los datos más relevantes de la Región Pampeana. Entre ellos, se encuentra la cuestión de la dimensión y tenencia de la tierra de los productores agropecuarios, como una de las herencias más desfavorables para un progreso económico-social significativo. Según las estadísticas del último Censo Agropecuario Nacional, realizado en 1988, en el conjunto de las regiones citadas, más del 50% de los predios dedicados a la producción agropecuaria son considerados minifundios. Es decir, son parcelas que, por su tamaño y por la población que se alimenta de lo producido en ellas, por lo general, resultan ineficientes para sostener dignamente a una unidad familiar. Ello redunda en muy escasos ingresos, deterioro de la calidad de la tierra, emigración de los que no se pueden sostener con lo producido de la finca, y una inversión en tecnología que, cuando existe, es baja. A la vez, en muchos cultivos, los productores más pequeños carecen de título de propiedad –por eso su futuro es incierto-, no están dispuestos a invertir y tampoco están en condiciones de aspirar a un crédito bancario. Alrededor de 150.000 unidades agrarias están en esas condiciones: reúnen aproximadamente a un millón de habitantes, que configuran el cuadro fundamental de la pobreza rural en la Argentina.

A su vez, los mecanismos de intermediación comercial estuvieron representados históricamente por procesos en los que compradores con un gran poder de negociación explotaron a los productores –especialmente, a los pequeños-, pagándoles precios que se encontraban por debajo del promedio, para toda la actividad y en plazos o modalidades de relación comercial que acentuaban tal explotación.

Por otra parte, a lo largo del tiempo se fueron verificando sistemas de contratación de mano de obra temporaria –en especial para la recolección manual de las cosechas-, que suponían mecanismos de relación laboral desajustados con respecto a la legislación vigente y con muy baja paga. Muchos de estos "braceros" –que, junto con sus familias, provenían de las pequeñas fincas arriba citadas- en diferentes momentos del año, ayudaban al levantamiento de las cosechas de algodón, azúcar, uvas y otras frutas, en distintos puntos del país. De este modo lograban completar sus ingresos para subsistir.

Aun cuando este era el panorama general hasta la década de 1990, la intervención del Estado intentaba paliar o compensar las desigualdades sociales que así se generaban. La regulación estatal en la yerba mate, el algodón, el azúcar, la uva para vinificar, las frutas, la lana y el tabaco, entre los productos más destacados, disponía de instrumentos directos (fijación de precios mínimos) o indirectos (apoyo financiero a cooperativas con créditos subsidiados, entrega de insumos a bajo costo, etc.) para favorecer al pequeño productor y aliviar las deficiencias estructurales.

Sobre este trasfondo, la política económica neoliberal de la década de 1990 profundizó una tendencia altamente negativa y desató un proceso de empobrecimiento acentuado y un inédito fenómeno de exclusión social. Cada una de las políticas básicas del modelo de Convertibilidad afectaron al tejido social y productivo, en particular, en sus capas sociales más débiles y en los sectores urbanos asociados a la actividad agropecuaria.

La desregulación estatal, a partir de la Reforma del Estado sancionada en 1989, retiró al sector público de la función compensadora parcial a la que se hizo alusión. La disolución de la Comisión Reguladora de la Yerba Mate, la desaparición de la política de cupos para la producción de caña de azúcar, la eliminación del crédito diferencial para las cooperativas algodoneras, por ejemplo, determinaron que el moderado efecto compensador de la gestión pública se evaporara definitivamente; y nada se hizo para aliviar la caída de precios y la presencia de intermediarios de gran poder en el mercado. Puede considerarse el ejemplo de las cooperativas algodoneras que solían comprar a precios más remunerativos el algodón en bruto a los productores, concretando más del 50% del total comercializado; en la actualidad, esta modalidad se ha debilitado y solamente cubre el 15% de tal función(54).

Por otro lado, en el caso de la industria textil Argentina, hasta los inicios de la década de 1990 se alimentaba con materias primas nacionales, en especial, la lana patagónica y el algodón chaqueño, formoseño y santiagueño. La fuerte reducción de la producción textil local, desplazada por la importada, disminuyó la demanda de tales insumos básicos. Ello deprimió a las actividades laneras y algodoneras, que destinaban sus ventas al mercado interno; por ejemplo, tradicionalmente la actividad textil consumía alrededor de 120.000 toneladas de fibra de algodón, y en pocos años vio caer la demanda a menos de 90.000 toneladas, con perspectivas de mayor declinación. La única posibilidad que les quedaba a los productores para enfrentar esa situación consistía en reorientar el destino de su producción hacia los mercados externos. En ello coincidieron con los beneficios del Mercosur y con la estrategia económica que pretendía colocar al proceso exportador como el más dinámico de la evolución de la economía. Las crecientes limitaciones de un mercado interno en declinación y la necesidad de obtener divisas impulsaban la búsqueda de mercados más allá de las fronteras del país. El consumo nacional estaba afectado por la rápida expansión del desempleo y el subempleo, por la caída del salario real en la segunda mitad de la década y por el proceso de polarización del ingreso, por el que los que más ganaban se apropiaban de porciones crecientes de los ingresos totales de la economía, a costa de los que menos riqueza poseían.

Este viraje a la exportación no encontró similar capacidad de hacer frente al desafío a los productores pequeños y medianos, por un lado, y a los grandes productores, por el otro. Y esto abarca no solo a quienes se dedicaban a la actividad agropecuaria en las regiones del interior, sino también a intermediarios, comerciantes, oferentes de servicios e industriales asociados a la actividad agraria madre. A medida que avanzaba la década y se acentuaban las dificultades de todo tipo: ¿cómo era posible dar una respuesta a ese desafío?

Para aquellos que tenían que optar por un reemplazo de su capacidad de expansión de la producción destinada al mercado por otra que paulatinamente se orientara al exterior, la estrategia disponible era muy simple. Consistía en incrementar la eficiencia productiva para bajar costos y precios de venta, de modo de competir en los mercados externos. Ello se podía lograr mediante una profunda reconversión tecnológica, tanto en el proceso de producción como en el de gestión. Tal objetivo se podía alcanzar, entre otras medidas, mediante la adopción de procesos de trabajo que implicaban una drástica reducción de puestos laborales. Las nuevas tecnologías acentuaban la inversión en equipos más sofisticados, en el cambio de métodos de siembra y recolección, en la aplicación de agroquímicos, en el establecimiento de relaciones comerciales y financieras con el exterior a través de empresas de servicios a las cuales no era fácil vincularse para los más débiles y menos informados, en la afirmación de estrategias de comercialización con intermediarios externos de complejo acceso y, sobre todo, en la obtención de crédito abundante y a bajo costo. En todos los casos, pero especialmente en este último aspecto, las desigualdades entre los productores pequeños y medianos, por un lado, y los grandes, por el otro, se perfilaron como fundamentales para reconocer a los "ganadores" y los "perdedores" en esta nueva etapa. El crédito resultó muy caro y de problemática disponibilidad para los más débiles, y de rápida y fácil adopción, a tasas mucho más bajas, para los de mayor poder y tamaño.

Pues, los pequeños productores –en cuanto a la "tecnología"- tienen la posibilidad de incorporar como herramienta tecnológica, sólo los fertilizantes (de bajo costo), pero no pueden alcanzar los niveles tecnológicos de "integración" de las etapas del circuito productivo (que si pueden realizar los grandes productores como los sojeros).

El rumbo exportador fue rápidamente aprovechado por los sectores económicos de mejor posicionamiento en el mercado, que avanzaron en la reforma global de sus actividades. Se pueden considerar, por ejemplo, el caso de la pera y la manzana en el alto Valle del río Negro, el de la producción azucarera o algodonera en el Norte y el de la reconversión vitivinícola en Cuyo. Las profundas transformaciones en el proceso de producción, para poder competir y exportar, favorecieron a un grupo reducido de intermediarios o inversores destacados, que lograron ganar espacio y mercados a costa de los más pequeños, que paulatinamente fueron quedando desplazados. Esto dio lugar a la siguiente paradoja, que se verifica en varias de estas actividades durante la década de 1990: al mismo tiempo que se producen crecimientos importantes en el volumen de lo producido –como en el algodón, el azúcar, la vid para vinos finos y la pera de exportación-, desaparecen los pequeños productores, que deben abandonar o malvender sus fincas, al carecer de fondos y asistencia técnica para afrontar la nueva etapa. A ello se agregan crecientes procesos de mecanización en la recolección de la cosechas (algodón y azúcar, entre otros), que dejan sin trabajo a decenas de miles de recolectores manuales, a quienes, junto con sus familias, les queda como única opción la de engrosar los cinturones de miseria de las ciudades principales cercanas.

A finales de la década de 1990, la caída de los precios internacionales de los productos agroindustriales mencionados se trasladó hacia los productores más desguarnecidos, incapaces de sustituir producciones en crisis por otras más modernas y competitivas. Además, la política de desregulación estatal impidió que se adoptaran medidas de protección para aliviar esta situación.

No resulta extraño, entonces, que los datos sobre la pobreza que se deducen de la información del INDEC y del Ministerio de Desarrollo Social y Medio Ambiente sean tan desalentadores en las provincias que constituyen el arco extrapampeano de la Argentina contemporánea. La información brindada por esas dependencias oficiales da cuenta de que las cifras sobre pobreza más elevadas corresponden a ciudades del norte del país. En mayo de 1999, el 61,3% de los pobladores de Resistencia eran pobres; en Corrientes, el 60,5%; en Formosa, el 60,9%; en Jujuy y Palpalá, el 65,6%; en Santiago del Estero y La Banda, el 56%; en San Miguel de Tucumán, el 53,1% y en Salta, el 53,1% de la población. Este dato, que revela la situación de quienes no reciben ingreso suficiente para afrontar una canasta básica de alimentos y servicios que les permita subsistir, se agrava cuando se considera la información sobre indigencia, estado que abarca a aquellos habitantes que no disponen de ingresos suficientes ni siquiera para una canasta básica de alimentos.

La situación económica del sector fruti-hortícola es compleja, a pesar que es opinión casi generalizada que con la devaluación se lograba la competitividad de la producción Argentina, se manifiesta la persistencia de enormes problemas para los productores, y otros miembros de la cadena en menor medida, que no se han reconvertido y modernizado.

Por otro lado, los gobiernos (nacional y provinciales) han incentivado la adopción de variedades modernas para las cosechas y de razas modernas de ganado, junto con recursos externos (como fertilizantes, pesticidas, antibióticos, crédito, maquinaria), necesarios para que los granos y el ganado sean productivos. Han respaldado la creación de nuevas infraestructuras, como programas de irrigación, carreteras y mercados, y han garantizado los precios y el mercado para la producción agrícola.

El proceso de modernización agrícola ha producido tres tipos distintos de agricultura: 1) la industrializada, 2) la llamada revolución verde y 3) todos los demás tipos: la de baja aportación exterior, la tradicional y la no mejorada.

Los primeros dos tipos han conseguido responder ante los recursos tecnológicos, dando lugar a sistemas de alto rendimiento en la producción de alimentos. Están dotados de acceso a carreteras, mercados urbanos, puertos y, a través suyo, a aportaciones externas, maquinaria, infraestructuras de comercialización, transporte, instalaciones de procesado agrícola y crédito. Tienen un suministro adecuado de agua (bien por una pluviosidad regular o por medio de sistemas de irrigación), acceso a variedades modernas de cultivos y razas de ganado y a productos derivados del petróleo y maquinaria.

Estos sistemas, que exigen grandes aportaciones del exterior (biotecnología importada de países desarrollados, por ejemplo), se emplean en la gran llanura pampeana (en zonas sojeras, arroceras, para ganadería bovina, etc.). Tienden a ser, en el caso de la agricultura, explotaciones de monocultivos (como la soja) y en el caso de la producción ganadera de animales únicos (bovinos de alta calidad genética en la llanura pampeana), orientadas a la venta; entre otros comprenden: los cultivos irrigados de arroz en las tierras bajas, el trigo y el algodón; las plantaciones de caña de azúcar; las hortalizas en las inmediaciones de los grandes centros urbanos, y la cría intensiva de ganado (bovino, ovino, porcino, equino) y aves de corral (pollos y gallinas en el sureste entrerriano, etc.).

Estas son las tierras de la llamada revolución verde. Los científicos desarrollaron nuevas variedades de cereales básicos (ejemplo: la soja transgénica resistente al herbicida glifosato permite controlar la maleza sin afectar el cultivo), también se consiguió que otras especies maduraran antes (lo que permite recoger dos cosechas al año), que fueran insensibles a la duración del día, lo que facilitaba su cultivo en un gran abanico de latitudes, y que produjeran una mayor proporción de grano en relación con la paja o de obtención de jugos sin semillas (como se aplica a los cítricos), en el caso de la ganadería bovina se aplica entre otros: el trasplante embrionario, la inseminación artificial, etc (tratando de mejorar las razas y alcanzar mayores niveles de peso para la producción de carne).

Estas variedades modernas fueron entregadas a los agricultores junto con aportaciones, o entradas, de elevado coste, que incluían fertilizantes inorgánicos, pesticidas, maquinaria, créditos y agua. Como resultado, el rendimiento medio de los cereales se ha duplicado en 30 años.

Por otro lado, el tercer tipo de agricultura (la de baja aportación exterior, la tradicional y la no mejorada) comprende todos los demás sistemas agrícolas y de subsistencia. Se trata de sistemas de baja aportación externa (no usa herbicidas, agroquímicos ni maquinaria compleja) y está situada en: tierras secas, tierras pantanosas, tierras altas, sabanas, pantanos, zonas semidesérticas, montañas y colinas y bosques (en la zona llamada anecuménicas, de ocupación discontinua). En estas áreas los sistemas de cultivo son complejos y diversos, se debe recurrir a oasis generados por riego generalmente, el rendimiento de las cosechas es bajo, y la vida de sus habitantes a menudo depende de los recursos silvestres, además de la producción agrícola propia. Las explotaciones están muy alejadas de los mercados, se encuentran en suelos frágiles o problemáticos, y es poco probable que los visiten los científicos agrícolas o que sean estudiadas en los centros de investigación.

En los últimos 50 años, las políticas de desarrollo agrícola han tenido un éxito notable en potenciar las aportaciones o entradas externas como medio para aumentar la producción de alimentos, lo que ha producido un crecimiento llamativo en el consumo global de pesticidas, fertilizantes inorgánicos, animales, tractores y otras maquinarias. Estas aportaciones externas al país, no obstante, han reemplazado los recursos y procesos naturales de control, haciéndolos más vulnerables. Los pesticidas han reemplazado a los medios biológicos, mecánicos y de cultivo para controlar las plagas, las malas hierbas y las enfermedades; los agricultores han sustituido el estiércol, el abono vegetal y las cosechas fijadoras de nitrógeno por fertilizantes inorgánicos; la información para tomar decisiones de gestión procede de los proveedores comerciales y de los científicos, no de fuentes locales.

Si se analizan las inversiones dirigidas al campo se ven claramente cuatro grandes rubros (donde tres de ellos como ser: semillas, fertilizantes-herbicidas y agroquímicos quedan en manos de monopolios, fundamentalmente extranjeros). Con el boom de la soja de por medio, se ha evidenciado el beneficio de los monopolios proveedores de insumos y paquetes tecnológicos y los exportadores. El auge de la soja se ha sustentado sobre el trípode de: siembra directa + soja transgénica + glifosato (lo cual refleja el carácter de dependencia tecnológica del modelo agrario Argentino, en este aspecto). No está demás recordar que la manipulación genética no proporciona mejor calidad de alimentos, ni menor costo al consumidor; solamente apunta a aumentar los rindes de producción (para aumentar la ganancia de acumulación capitalista; pues, no tiene como sentido mejorarle la vida a la población ni mucho menos, esconde el cruel fantasma de la explotación de la naturaleza hasta sus límites mas impensables). Además la producción agrícola Argentina depende fuertemente de la provisión de insumos por parte de monopolios extranjeros –como Monsanto, que pertenece a una potencia competidora como EE.UU.-, lo cual nos recuerda otra vieja deuda Argentina: la necesidad de generar más y mejor tecnología nacional (más fortalecimiento del INTA y sus trabajos de I+D, en este caso).

Otro aspecto cae directamente sobre la ocupación de la mano de obra ligada a ciertas producciones como el monocultivo de la soja, donde hay que evaluar que la soja ha desplazado a cultivos regionales de alta utilización de mano de obra. Pues, la soja no requiere mucha mano de obra, dado que el sistema de siembra directa ahorra combustible y no daña tanto la tierra (lo cual lo hace predilecto entre los agricultores). Pero por otro lado, el alto precio de las maquinarias de siembra directa, impide a muchos pequeños agricultores su utilización, siendo obligados a endeudarse o vender sus tierras (esto actúa como factor expulsor de la población del campo).

A nivel nacional, hay que determinar cuáles son las políticas macro y microeconómicas que siguen dificultando el desarrollo de una agricultura más sostenible (humana y tecnológicamente hablando), y cambiarlas (la primera sería tarea de los políticos y sociólogos, entre otros; y la segunda sería tarea de los ingenieros y aquellos ligados al ámbito de la producción como los Diseñadores Industriales). En algunos casos esto resultará políticamente muy difícil, en especial cuando se trate de poner en práctica unas reformas que deberían dar a los agricultores garantías para invertir en prácticas sostenibles.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
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