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Oposición y libertades públicas durante el peronismo

Enviado por pili_pincha


    1. Resumen
    2. Antiperonismo antes de la primera presidencia
    3. "Braden o Perón"
    4. Victoria peronista en las elecciones de 1946
    5. La debilidad de la oposición
    6. Limitación de las Libertades Públicas
    7. Crisis en el interior de partidos de la oposición
    8. Oposición empresarial
    9. Oposición desde la Iglesia
    10. La Política Dura
    11. Conspiración militar contra Perón
    12. Victoria en las elecciones de 1952
    13. Oposición durante la segunda presidencia
    14. Revolución Libertadora
    15. Conclusión
    16. Bibliografía

    Resumen:

    En el siguiente trabajo se desarrolla como eje del mismo "Las libertades públicas y la oposición durante el peronismo", y en él se podrán encontrar, entre otros, los siguientes temas: Antiperonismo antes de la primera presidencia, La debilidad de la oposición, Limitación de las Libertades Públicas, Crisis en el interior de partidos de la oposición, Oposición empresarial, Oposición desde la Iglesia, Conspiración militar contra Perón, Oposición durante la segunda presidencia, Revolución Libertadora.

    Introducción:

    En el siguiente proyecto voy a hacer referencia acerca de las libertades públicas y la oposición durante la "Década Peronista", que abarcó desde 1945 hasta 1955, en la que se encuentran las dos primeras presidencias de Juan Domingo Perón.

    Si bien Perón fue un líder de masas, que atrajo a muchos seguidores, también supo ganarse enemigos y, durante su período en el poder, los grupos opositores tuvieron importantes intervenciones contra el movimiento oficial que, si bien en algunos casos hicieron flaquear su gobierno, otras veces sirvieron para fortalecer su movimiento y acrecentar la fidelidad de quienes lo apoyaban.

    Ante esta amenaza, durante su mandato puede observarse como las libertades públicas iban siendo limitadas, y los grupos opositores quedaban restringidos y eran considerados "desleales". Muchos de ellos sostienen que Perón llegó al poder al imponer a su movimiento como Partido Único y no dejar lugar para el resto de los partidos, quienes competían con las reglas de juego a su contra ya que ni siquiera tenían medios de comunicación necesarios para expresarse y llegar a la población. De ahí puede decirse que surge la hipótesis de este trabajo, en el cual trataré de descubrir si es cierto que Perón llegó al poder y logró el apoyo de las masas por sus medidas contra la oposición y las libertades, que no le permitieron a los demás partidos moverse en el plano político.

    Para ello recurrí a fuentes escritas donde se hace principal referencia a los acontecimientos en los cuales la oposición apareció como protagonista, intentando derrocar al gobierno y manifestando su repudio.

    Desarrollo:

    Antiperonismo antes de la primera presidencia:

    Antes de que Perón alcanzara su primera presidencia, para quienes contemplaban la situación argentina a partir de las claves dadas por el escenario internacional de la guerra, la transición desde el antifascismo al antiperonismo iba a ser un proceso natural e inevitable. La mayoría de los universitarios e intelectuales vieron, en la acción de Perón desde la Secretaria de Trabajo, la demagogia del régimen autoritario. En ese tiempo se organizó un movimiento de oposición que reunía a la intelligentsia democrátrica, a políticos y universitarios. Para ellos, el régimen militar era una mezcla de fascismo con el renacimiento de la montonera y el rosismo.

     El antiperonismo de los intelectuales liberales era anterior a la aparición pública de Perón, quien se incrustó en un sistema de oposiciones ya constituido. Los orígenes del peronismo y los orígenes de antiperonismo estuvieron desfasados en el tiempo.

    El 19 de septiembre de 1945 la Junta de Coordinación Democrática organizó una gran demostración de fuerzas en el centro de la ciudad. Más de 240.000 personas desfilaron en la Marcha de la Constitución y la Libertad, teniendo como consigna principal la entrega del poder a la Suprema Corte. El gobierno reaccionó estableciendo el estado de sitio y ordenando a la policía ocupar las universidades. El 9 de octubre la guarnición de Campo de Mayo impuso a Perón la renuncia a todos sus cargos y tres días más tarde fue enviado a prisión a la Isla Martín García. Los cuestionamientos de la oposición incluían la audacia de las reformas laborales y la utilización de las fuerzas oficiales para promover su candidatura a presidente, más allá de haberlo desmentido anteriormente.

    Una semana después, durante la cual sus adversarios no supieron aprovechar la victoria obtenida, recuperó su poder político como líder de masas. La oposición democrática se había dado como satisfecha con la salida de Perón del gobierno, continuó insistiendo en el retiro de los militares a los cuarteles y en el pase del poder a la Suprema Corte. Las demoras y desinteligencias que rodearon el intento de alcanzar una solución, dieron lugar a la intervención de una movilización de trabajadores, que fueron al rescate de Perón. Éstos se trasladaron en la mañana de 17 de octubre hacia la Plaza de Mayo donde permanecieron hasta que Perón apareció, a la noche, en los balcones de la Casa de Gobierno siendo aclamado por la muchedumbre.

    Para postularse como candidatos a elecciones para presidente que se realizarían en febrero de 1946, las fuerzas de la oposición se nuclearon bajo la Unión Democrática. A los miembros originales de 1942 (UCR, Partido Socialista y Partido Demócrata Progresista) se le agregó el Partido Comunista. Estos partidos se comprometieron a votar la fórmula presidencial del radicalismo, integrada por José P. Tamborini y Enrique Mosca, y presentar listas separadas para los demás cargos electivos. Su programa de gobierno no fue menos novedoso ni más conservador que el sostenido por la coalición peronista. Ambos se dirigían a un país que se estaba industrializando, en un clima de posguerra, con una clara intención de aumentar la intervención del Estado en la economía y la distribución más igualitaria de la riqueza. Su candidato, sin embargo, subrayó que el momento de decidir el futuro social y económico del país llegaría cuando se superen los peligros que había sobre las libertades públicas; por esto elevó la consigna "Por la libertad contra el nazifascismo".

    "Braden o Perón"

    Uno de los incidentes que marcaron la batalla electoral fue la intervención del embajador norteamericano, Spruille Braden, en la campaña electoral:

    El gobierno de facto contaba con un hombre que, sin ser todavía un caudillo, era al menos un animador, un inspirador de estrategias. A la oposición, en cambio, le faltaba ese hombre. Tenía un conjunto de dirigentes con un nivel parejo, pero le faltaba la individualidad necesaria para ordenar los esfuerzos que estaban dispersos.

    Esta carencia fue cubierta el 21 de mayo de 1945 con el nuevo embajador de Estados Unidos, Braden, quien durante más de cuatro meses sería el conductor virtual de la oposición. Para esa época, él estaba en el apogeo de su carrera diplomática, tenía 51 años y hablaba fluidamente el español.

    Para la oposición Braden era el aliado que los iba a dirigir la operación contra el nazismo, que consideraban que estaba en Argentina, representado por Perón. El embajador aparecía diariamente en las columnas periodísticas durante la campaña electoral. El 1º de junio se entrevistó con Perón y si bien fue una conversación intrascendente, en la oposición creció la sensación de que el enviado del presidente Truman de Estados Unidos, estaba comenzando a ser el vocero de las fuerzas contrarias al gobierno.

    Desde sus funciones en el Departamento de Estado dio a conocer, a pocos días de la elección, un informe donde denunciaba las antiguas conexiones de los círculos militares con el régimen nazi. Perón aprovechó para hacer una apelación nacionalista y denunció a Braden como el "inspirador, creador, organizador y jefe verdadero de la Unión Democrática", y concluyó diciendo: "Sepan que quienes votan el 24 la fórmula del contubernio oligárquico-comunista, que con este voto entregan su voto al señor Braden. La disyuntiva en esta hora trascendental es ésta: ¡Braden o Perón!.

    Victoria peronista en las elecciones de 1946:

    El 24 de febrero la coalición peronista se impuso por 1.486.866 votos contra 1.288.880 de la Unión Democrática, sin embargo el triunfo de Perón no había sido abrumador. En la elecciones legislativas y de gobernadores, los distintos partidos de la oposición concurrieron en forma independiente. Esto facilitó el triunfo de la coalición peronista, que obtuvo el 70% de las bancas de la Cámara de Diputados, 28 de 30 senadurías y todas las gobernaciones de provincia con excepción de Corrientes.

    En las grandes concentraciones urbanas el electorado obrero se volcó a favor de Perón mientras que la oposición recogió votos en las clases medias y altas. Los socialistas no lograron elegir a un solo legislador, cuando estaban seguros de obtener la mayoría en la Capital Federal. Esto significó un golpe muy duro, sobretodo por las ilusiones con las que se habían presentado; había sido los principales creadores de la Unión democrática, se habían jugado en la lucha contra el gobierno de facto y todo terminó con un tercer puesto decepcionante. Como mostraron los resultados de la provincia de Buenos Aires, las pérdidas más grandes correspondieron al conservadurismo; la situación de los conservadores, después de la derrota de las elecciones legislativas, era la más patética. Esto se debía a que algunos dirigentes del partido se habían deslizado al peronismo antes de las elecciones presidenciales y muchos habían votado por Perón y sus candidatos.

    La victoria de Perón era, para los socialistas, el signo que indicaba que la crisis nacional continuaba sin resolverse. Para los radicales intransigentes era la prueba de las consecuencias producidas por los rivales de su partido, los "unionistas", por abandonar la tradición popular del yrigoyenismo. La crisis que sufría el país estaba unida a la crisis de el radicalismo que había perdido su rumbo revolucionario, por esta causa algunos radicales habían sido atraídos por Perón. Los dirigentes comunistas se autocriticaron por algunos errores tácticos y eliminaron de sus declaraciones la expresión "nazi-peronismo".

    Para todos la nueva situación no era normal, a pesar de que los comicios habían sido limpios. Afirmaban que la victoria de Perón le daba legalidad a un proyecto, que era el de la reforma fascista en la sociedad argentina. Por lo tanto, la resistencia iba a continuar. Para los antiperonistas, los votos habían sido obtenidos con engaños y demagogia, acompañada por la represión; para ellos ésto le había dado legalidad, pero no legitimidad, a la victoria.

    Aunque la oposición tenía la esperanza de que la supremacía electoral del peronismo fuera un hecho transitorio, una serie de partidos, que parecían cada vez más débiles, continuó con su rechazo al orden justicialista.

    La debilidad de la oposición:

    Cuando Perón triunfó en 1946, muchos creyeron que su gobierno sería una breve experiencia; no sabían cómo ni cuándo se derrumbaría, pero esta certeza alimentó el ánimo de muchos opositores. Sin embargo el gobierno no se derrumbó, sino que se fue afirmando; y la oposición, en términos electorales, se fue achicando, como lo demuestran el porcentaje de las elecciones que siguieron a la de aquel año.

    La oposición no existía sólo en los partidos, otros sectores de la vida nacional eran núcleos antiperonistas: la Sociedad Rural, algunos empresarios, el Jockey Club, el diario La Prensa. Había muchos que pensaban que Perón era un nazi y ahora corroboraban su impresión viendo como manipulaba la información. Otros, sin llegar tan lejos, estaban contra él porque no soportaban la participación de Evita en la cuestión pública, la liquidación de la Corte y la hegemonía personal del presidente. No faltaban quienes eran antiperonistas por ser racistas, por un odio a los llamados "cabecitas negras" que formaban el apoyo más fervoroso de Perón.

    Había diferente tipos de opositores, algunos con motivos respetables, y otros con causas inferiores. Todos rezongaban, comentaban con indignación las medidas del gobierno, difundían rumores y recurrían a la vida pasada de Perón y Evita.

    En ese entonces la acción opositora se encontraba dividida, no tenía poder y existían motivaciones diferentes de acuerdo a los sectores. No parecía existir una expresión articulada, sino voluntades individuales, quietas, esperando determinadas circunstancias que les dieran un mayor potencial.

    Limitación de las Libertades Públicas:

    En 1947 los periódicos de la oposición fueron clausurados y comenzó la compra del sistema de radiofusión nacional por grupos económicos ligados al régimen.

    Los grandes diarios habían estado en contra de Perón durante la campaña electoral de 1946; algunos como La Nación o La Prensa con un tono con un cierto elitismo, otros, como Crítica o El Mundo, con una agresividad más directa. Sólo contaba con el apoyo de Democracia, El Laborista y La Época, pero también disponía de un decreto que permitía al Poder Ejecutivo la expropiación del papel de diario. No se fabricaba papel de diario en Argentina, había que importarlo, y tanto las divisas necesarias para pagarlo, como la distribución del mismo, le permitía a Perón reducir el grosor de las ediciones de los periódicos opositores y limitar su tirada. Pero el adelgazamiento de esos diarios fue sólo uno de los métodos usados por el peronismo para borrar a las voces periodísticas disidentes. La clausura también se aplicó en varios casos con diferentes pretextos.

    La expropiación de uno de los diarios más tradicionales, La Prensa, en 1951 y su transferencia a la CGT (Confederación General de Trabajadores) condujeron al monopolio estatal de los medios de comunicación de masas. Sin embargo, al régimen no le servirían estas medidas si no creaba una estructura periodística que alimentara la necesidad de información del pueblo. Para ello Perón, a la adquisición de periódicos ya existentes, le agregó la creación de otros nuevo, formando así un imperio periodístico. Quienes sobrevivieron con algo de independencia intentaron no desafiar a la Secretaría de Prensa y Difusión, dirigida por Raúl Apold. Así, las expresiones opositoras quedaron casi eliminadas. Al final del régimen, la editorial oficial contaba con 17 diarios, 10 revistas, 13 editoriales y 4 agencias informativas. Durante su gobierno se pudo observar una censura dirigida a impedir las críticas políticas al gobierno. La censura trazaba una frontera que algunos círculos podían transgredir recurriendo a alusiones o referencias codificadas: autores como Bioy Casares y Cortazar, publicaban en la revista Sur cuentos y relatos donde se mezcla la posición al régimen y el desprecio a la nueva presencia popular. Este lenguaje casi simbólico buscaba informar al público antiperonista de los abusos, errores y tropiezos del régimen sin provocar la ira de quienes podían sacarles el papel para imprimir, ponerles una multa o cerrarlos.

    El proceso de adquisición de diarios empezó con Democracia, que había sido fundado en diciembre de 1945 por un grupo de partidarios de la reforma agraria que apoyaban a Perón. Decepcionados por el giro que toma él durante su presidencia en relación con el campo, sus dueños decidieron vender el diario en 1947 a Evita, quien designó un nuevo director. Luego vino la compra de Crítica, La Razón y La Época, con lo que quedaba tomado todo el segmento de los lectores vespertinos porteños.

    Cuando Perón asumió la presidencia, la voz opositora más importante era el semanario La Vanguardia, el órgano socialista fundado por Juan B. Justo. Éste estaba dirigido por Américo Ghioldi y criticaba constantemente al nuevo régimen y a sus protagonistas. En agosto de 1947 el taller donde se imprimía este diario fue clausurado por "ruidos molestos".

    Otro semanario clausurado a mediados de 1947 fue Provincias Unidas, el cual difundía los discursos de los diputados radicales y mantenía una línea antiimperialista expresada en varias caricaturas. Entre mayo y septiembre de ese año, también se clausuró la revista Qué… y la imprenta Renovación de La Plata, donde se editaba Argentina Libre. Dejan de aparecer en ese momento El Laborista, Tribuna Democrática, semanario conservador, El Hombre Libre, de los demócratas progresistas y se cierra el taller El Norte, de San Nicolás.

    La situación de la prensa argentina fue empobreciendo notablemente. El panorama de los diarios era monótono, siempre repetían las mismas noticias y fotos, usaban iguales frases y no había competencia en la búsqueda de información. Muchos de los profesionales que dirigían o redactaban en esos periódicos no eran peronistas, lo hacían para ganarse la vida. Además, las "oficinas de prensa" se instalaron en ministerios, organismos públicos y reparticiones de Estado, de esta manera, el periodista se limitaba a pasar a recoger un "comunicado", que debía publicar en su diario.

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     Perón fue el primer presidente en usar la radio como medio para comunicarse al pueblo. Desde 1943, Perón se había valido de este medio para cada uno de sus discursos, con la novedad de hacerlo casi siempre a través de la totalidad de las emisoras del país, obligadas a transmitir "en cadena" con Radio del Estado, después Radio Nacional. La prensa oral también estuvo en contra de Perón durante su campaña presidencial y algunas emisoras vendieron su espacio a la Unión democrática para que transmitiera su propaganda, pero decidieron distanciarse de la oposición vencida. Tal como ocurrió con los diarios, también existieron presiones oficiales para comprar a las radios.

    La primera en caer fue Radio Belgrano, que fue clausurada por una interferencia durante la transmisión del discurso de Perón, en el que despedía a su mujer que iba a viajar a Europa. En ella se llegó a escuchar una voz que decía: "No crean nada, son todas mentiras".

    Algunas emisoras independientes, como Radio Libertad o Radio Porteña, cuyo dueño era un ex concejal radical, fueron adquiridas a precios arbitrarios impuestos por los compradores: era cuestión de aceptarlo o sufrir las consecuencias. Todas las operaciones se hicieron en forma reservada y no se publicaron en el Boletín Oficial.

    Los oyentes no notaron los cambios; los elencos y la programación se mantuvieron, además la mayoría de los directores y administradores permanecieron en sus puestos anteriores y tampoco la ausencia de las voces opositoras llamó la atención, ya que durante el período de facto no se habían difundido.

    Todo este reordenamiento, tanto en la prensa escrita como oral, implicaba un gran desprecio por todo lo que no se adhiriera al gobierno.

    Perón, más que acallar las manifestaciones disidentes de los intelectuales, en el terreno cultural, puso mayor cuidado en que ni siquiera pudiesen oírse. En la década del ‘30 surge el teatro "Vocacional", el cual representaba a las obras europeas y americanas contemporáneas y pudo proseguir sus actividades con relativa tranquilidad durante los años peronistas. Alrededor de esta actividad surgió una especie de espacio comunitario de una subcultura de oposición, el cual tuvo un periódico cuasi oficial, el semanario Propósitos. Su público era la clase media que utilizaba al teatro independiente como una forma silenciosa de oposición al peronismo. Aunque Perón percibía esta oposición indirecta, no impuso una censura rigurosa y los teatros continuaron con libertad.

    Ante la progresiva eliminación de las libertades públicas, la oposición política quedó limitada a las tribunas del Congreso. El puñado de legisladores de la oposición mantuvo su misma postura frente a un gobierno que dañaba la integridad de las libertades públicas. Para algunos el precio a pagar fueron el juicio por desobediencia, la pérdida de los fueros, la prisión; para los demás fue el silenciamiento por el peso de las mayorías oficialistas.

    Crisis en el interior de partidos de la oposición:

    En abril de 1945 se aprobó, en una asamblea de radicales intransigentes, un documento fundador del movimiento de Intransigencia y Renovación, llamado "Declaración de Avellaneda". Ésta había sido redactada por Arturo Frondizi y la preocupación central no era Perón, sino la posición a favor de la alianza con otras fuerzas políticas en la Unión Democrática (de ahí la denominación "unionistas"). El acuerdo de la Unión Democrática significaba para los antiunionista (sobretodo si incluía conservadores) una desnaturalización del radicalismo. Dentro del documento se presentaban como objetivos "la liberación del hombre argentino y la Nación argentina", la consigna era que "la tierra será para quienes la trabajen" y de nacionalización de las fuentes de energía y los servicios públicos. También hacía referencia a un "plan para el progreso social"; en el texto se reflejaba una clara ideología de izquierda.

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     El 18 de septiembre de 1946, integrantes de la intransigencia, entre ellos Frondizi, dieron a conocer un manifiesto político en el que reaparecieron algunos de los temas del yrigoyenismo, entrecruzados con la postura antiimperialista. Comparado con la declaración de Avellaneda, este documento era más fiel a la cultura política del radicalismo. También hacía referencia a la cuestión política con respecto al gobierno peronista y quería que la UCR fuera un recolector de votos opositores. El deber del radicalismo era recuperar su tradición y mostrar que era la única fuerza capaz de darle un cauce a la nación y hacer cumplir la justicia social.

    En agosto de 1947, también en la ciudad de Avellaneda, se realizó el Primer Congreso de la Intransigencia, donde se aprobó la Profesión de fe Doctrinaria, en cuya redacción estuvo involucrado, nuevamente, Frondizi. Este documento presentaba un programa de reformas políticas, económicas y sociales que tenían como intención oponerse y superar al peronismo por la izquierda. Ante la modalidad que adquirió el juego político con Perón y el alineamiento de las fuerzas sociales, el radicalismo tomo el papel de partido liberal-democrático enfrentado a un régimen popular y autoritario.

    En el interior del radicalismo, la cuestión acerca de cómo luchar contra el gobierno hizo reaparecer a las viejas disputas. A partir de 1953 se dividieron las filas del Movimiento de Intransigencia y Renovación en dos líneas: la de los partidarios del jefe político cordobés Amadeo Sabattini, que se había acercado a las posiciones de la minoría unionista y apoyaba la táctica de abstención, o sea, abandonarlas bancas de la legislatura y de los Concejos Deliberantes y no participar de las elecciones, denunciando la falta de libertades públicas; y la línea que se autodeterminaba "combatiente" y proponía la disputa en todos los frentes, que era contraria al abandono del foro, también reclamaba que la lucha por la libertad política no confundiera a los radicales con el antiperonismo conservador.

    Los conservadores también sufrieron conflictos internos ante las disputas por conseguir la dirección del agrupamiento. En el Partido Demócrata fue donde Perón encontró mayor apoyo cuando quiso hacer alguna fórmula de coexistencia política. Pero luego de las negociaciones llegaban las reacciones contrarias. Cuando en marzo 1952 Reynaldo Pastor, presidente del comité nacional, comunicó al partido que había tenido una entrevista con Perón, generó en los conservadores una polémica entre los conservadores. La táctica de abandonar las bancas todo cargo público se planteaba varias veces, pero nunca se terminaba de adaptar. En 1954, ante las elecciones para cubrir el cargo de vicepresidente de la nación, vacante por la muerte de Hortensio Quijano, el Partido Demócrata se dividió entre "abstencionistas" y "concurrencistas", creando una crisis en el agrupamiento, que no terminaría hasta el derrocamiento del peronismo. Los socialistas y comunistas tuvieron otro tipo de crisis, basada en la definición de la táctica que debía adoptarse frente al peronismo.

    A lo largo de los años que van entre 1946 y 1955, los partidos antiperonistas sufrieron una disminución de sus fuerzas y pasaron por crisis y divisiones, al discutir el modelo que debían usar para enfrentar al partido oficial, sin embargo la mayoría de los partidos mantuvo las convicciones del comienzo.

    Oposición empresarial:

    Ya desde el comienzo de 1945, la Unión de Industriales Argentinos (UIA), la principal asociación de industriales del país, comenzaron a protestar contra el gobierno militar, exigiendo una mayor intervención estatal para asegurar la supervivencia de las industrias (apoyo para modernizar las fábricas, crear industrias básicas y mediar las relaciones entre el capital y el trabajo) y se quejaba por las políticas laborales de Perón, como eran el establecimiento de escalas salariales fijas (escalafón), la eliminación del trabajo a destajo y el régimen de afiliación sindical obligatorio. También criticaba el uso que Perón hacía de "cierta terminología" que presentaba cualquier convenio colectivo como una "conquista" obtenida contra las prestaciones de un sector empresarial, supuestamente avaro y egoísta.

    A fines de 1945, Perón logró convencer al presidente Farrell de que estableciera el aguinaldo por decreto; esto generó que toda la comunidad empresarial cerrara sus filas. El 27 de diciembre, miembros de la UIA, la Sociedad Rural Argentina (SRA) y otros grupos patronales se reunieron en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires y decidieron realizar un lockout de tres días como protesta contra el decreto. Para ese entonces, la UIA destacaba su oposición y malestar por las políticas laborales del gobierno militar, lo que la llevó a financiar a los opositores de Perón en las elecciones presidenciales que se aproximaban. Si bien el lockout resultó exitoso, no corrieron con la misma suerte con las elecciones.

    Una vez que Perón alcanzó la presidencia, el empresariado estaba en un aprieto. Si bien se había opuesto a él, se dio cuenta de que podía obtener grandes beneficios si se establecía una buena relación de trabajo con el gobierno. Dos meses después de la victoria, un las elecciones internas de la UIA, un grupo antiperonista derrotó a otro más conciliador que estaba dispuesto a trabajar con el gobierno.

    Dentro de la industria metalúrgica había divisiones entre los grupos pro peronistas, que fabricaban principalmente productos livianos para el mercado de consumo local, y los fabricantes de productos metalúrgicos pesados, que objetaban las políticas oficiales que permitían la libre importación de esos productos para la industria de bienes de consumo. En la industria textil había una división parecida entre los fabricantes de ropa que se beneficiaban con la expansión del mercado y que utilizaban lana y fibras de algodón de producción nacional, y los industriales antiperonistas que dependían de las fibras importadas (seda y sintéticos) y habían sido perjudicados por las restricciones que el gobierno imponía a su importación.

    Los industriales, en 1947, comenzaron a quejarse de los excesivos aumentos salariales que le eran otorgados a los trabajadores por los convenios colectivos, así como del ausentismo.

    La agricultura tenía recelos más grandes que la industria con respecto a la Argentina de Perón. La clase de los estancieros desconfiaba de él, y a fin de evitar un enfrentamiento con el gobierno, los grandes terratenientes del país renunciaron a cualquier participación activa en la SRA, dejando a una organización insignificante en mano de algunos colaboracionistas.

    Durante la segunda presidencia, empezó a evidenciarse que el modelo peronista original de crecimiento económico estaba desgastándose; éste se basaba en una redistribución del ingreso a través de aumentos salariales para la clase obrera y en la promoción industrial mediante el consumo interno creciente, créditos bancarios, subsidios. Perón puso énfasis en el aumento de la productividad laboral, el estímulo de las exportaciones agrícolas y una mayor receptividad al capital extranjero. El mundo empresario, aunque estaba de acuerdo con los planes para incrementar la productividad laboral, los industriales no aceptaban cualquier distribución del ingreso que los perjudicara en beneficio de la agricultura.

    Oposición desde la Iglesia:

    Si bien el peronismo fue el movimiento político católico de la historia contemporánea argentina, también es el que más conflictos tuvo con la Iglesia y los católicos. Entre 1946 y 1949, el peronismo aparecía como la entidad política que más buscaba asociarse a la Iglesia y la tradición católica. Perón había sido el candidato de la Iglesia y en los días previos a la elección, ésta recomendó a los fieles el voto por el candidato de gobierno que había establecido la enseñanza religiosa. Además los fondos destinados al ítem culto, durante el gobierno de Perón se duplicaron y los salarios pagados tradicionalmente a quienes ocupaban cargo eclesiásticos aumentaron entre un 50 y 100%.

    En 1950 las relaciones entre el Estado y la Iglesia se enfriaron demasiado y fue el primer año en que se redujeron los fondos públicos destinados al ítem culto. El ejercicio absolutista de Perón en el poder fue afectando sus relaciones con la Iglesia. Para ese entonces, ya algunos católicos sociales habían entendido que el peronismo no era la encarnación de las encíclicas, imaginada hacia 1945. Muchos católicos terminaron volviendo a las filas de la Iglesia para convertirse en líderes del catolicismo antiperonista del conflicto de 1954.

    En 1954 Perón se enfrentó a la Iglesia, y al hacerlo dividió el apoyo que tenía de las Fuerzas Armadas y se puso en marcha una conspiración militar. En noviembre, Perón acusó a "ciertos sacerdotes" de actividades antiperonistas. Frente a las ambiciones del régimen de querer crear el mensaje de un "cristianismo peronista", independizado de la tradición católica y muchas veces en contra de ella, y ante la devoción popular que creó Evita después de su muerte, la jerarquía eclesiástica actuó cautelosamente, sin embargo el resto del mundo católico no hizo lo mismo. Para Perón, el único cristiano verdadero era el peronista y comenzó a referirse al clero como una "corporación ingrata". La acusación hecha por Perón en noviembre fue acrecentando la irritación de los adversarios católicos del peronismo; este malestar aumentó cuando se dio a conocer el proyecto para fundar un Partido Demócrata Cristiano. Luego de la intervención de Perón hubo una serie de medidas que suprimieron los derechos y privilegios otorgados con anterioridad a la Iglesia. Se eliminó la enseñanza religiosa e las escuelas y los subsidios a la enseñanza privada, se aprobó una ley de divorcio, se autorizó la reapertura de prostíbulos y se prohibieron las procesiones religiosas. Las reformas legales fueron seguidas de una intensa campaña anticlerical apoyada por la prensa oficial. Los católicos ante la imposibilidad de publicar sus opiniones, efectuaron una campaña de panfletos que transmitían información extraoficial sobre el conflicto.

    En los primeros meses de 1955 se anunció una reforma de la Constitución para decidir la separación de la Iglesia y el Estado. El 11 de junio, desafiando las prohibiciones, se celebró una multitudinaria procesión de Corpus Christi, en la que católicos, radicales, socialistas y comunistas marcharon al centro de Buenos Aires, desde la Catedral hasta el Congreso, gritando ¡Viva Cristo Rey!. A la protesta civil le siguió el 16 de junio un atentado contra la vida de Perón. Un sector de la Marina y la Fuerza Aérea se alzó en rebeldía, bombardeando y ametrallando la Casa de Gobierno y sus alrededores. A Perón lo advirtieron a tiempo, y así lo refugiaron y salió ileso. Entre los grupos de trabajadores que habían acudido a la Plaza de Mayo para apoyar al líder y los transeúntes que por allí pasaban, se contaron 300 muertos y 600 heridos. Esa noche, ya sofocado el movimiento de los opositores, ardieron las principales iglesias del centro de la ciudad. Aconsejado por los altos mandos del Ejército, Perón lanzó una política de conciliación. Se levantó el estado de sitio y cesaron los ataques contra la Iglesia.

    La Política Dura:

    A partir de 1946, la actitud opositora activa implicaba el riesgo a la prisión, la tortura, el atentado, la persecución, hasta la confiscación. Ocupar una banca de diputado era una lucha agotadora y peligrosa. Había que saber afrontar los riesgos y consagrarse casi totalmente al trabajo político, para llegar a posiciones opositoras importantes: implicaba una verdadera vocación. Así fueron cayendo los cuadros opositores de tímidos y oportunistas. En general, los grupos más combativos del comunismo, del socialismo y del radicalismo se fueron integrando con gente joven.

    Otra modificación fue el esfuerzo de comprender la realidad nacional. En los primeros años Perón llevó adelante muchos proyectos; el oficialismo generaba situaciones nuevas a un ritmo muy rápido. En esos años el gobierno debió afrontar los temas más importantes de su tiempo, desde el destino de los ferrocarriles hasta la reforma de la Constitución, por lo que la oposición iba creando un punto de vista propio sobre cada uno de los temas tratados. Tenían que pensar el país y estudiarlo en determinados problemas, cosa que no se hacía con frecuencia: los círculos políticos estaban acostumbrados a proyectar opiniones desde posiciones adoptadas con anterioridad y casi inamovibles. Ahora todo se ponía en cuestión y se partía de cero: esto provocó replanteo y nuevos enfoques en la oposición. Durante el tiempo de Perón no se valorizaron estas cuestiones, porque al peronismo no le interesaba lo que pensaban sus contrincantes. Por el contrario, solía despreciarlos.

    Aquí están palabras que él pronunció el 25 de julio de 1949 ante delegados del Partido Peronista:

    "¿Quiénes son nuestros adversarios políticos? Son suficientemente conocidos: los conservadores, los radicales del comité nacional, los socialistas y los comunistas. Estas fuerzas fueron manejadas de afuera y por lo tanto no tienen vida propia ni los alienta una conciencia nacional. Tenemos derecho a dudar de su patriotismo y de su dignidad. Pero, señores, ellos perturban en lo interno y sus amos en lo externo. La acción es clara: recurren al exterior como añorando buenos tiempos, en los que nosotros éramos todavía una colonia extranjera. Pero a pesar de ello podemos afirmar que no torcerán la decisión del gobierno ni la voluntad del pueblo, que si supo vencer al señor Braden, vencerá también a sus personeros".

    Para Perón, la oposición no era la expresión de puntos de vista diferentes del oficial, sino un puñado de fuerzas despreciable al las que había que destruir. En ese mismo discurso definía la plítica como una "lucha de voluntades contrapuestas": entonces lo primordial "es penetrar en las voluntades adversarias y doblegarlas para ponerlas al servicio de la república, aunque no quieran".

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     Conspiración militar contra Perón:

    En 1949 se llevó a cabo la reforma de la Constitución Nacional, las novedades incluyeron: el voto directo para presidente y vice, la ampliación del mandato de los diputados y senadores a seis años, el fortalecimiento del Poder Ejecutivo por medio de la facultad del veto parcial y la supresión de la cláusula que prohibía la reelección presidencial inmediata.

    Una vez aprobada la reforma se inició una campaña para promover la reelección de Perón en 1951. La central sindical quería que Evita fuera la compañera de fórmula de Perón, pero esta propuesta generó el descontento de los jefes militares, quienes aconsejaron al candidato a presidente su rechazo. Evita anunció luego que renunciaba a su candidatura.

    A pesar de esto, la situación sirvió de pretexto para una conjunta militar lanzada por un pequeño grupo de oficiales junto con políticos opositores. En la Escuela Superior de Guerra, la mayoría de oficiales y profesores eran opositores a Perón, y se convirtieron en 1951, en el centro de un movimiento conspirativo para sacar al presidente. Sin embargo éste estuvo lleno de rivalidades internas que terminaron formando a dos grupos que competían por su control: uno de ellos era liderado por el general Lonardi, quien era modesto y calmo; y el otro grupo estaba al mando del general de brigada Benjamín Menéndez, caracterizado por ser impetuoso y opuesto a Lonardi. Los líderes de ambos grupos se reunieron para ver si podían crear un movimiento unificado, pero ambos terminaron resistiéndose a estar subordinados al otro. Menéndez apostaba a moverse más rápidamente, luego establecer una dictadura y eliminar la legislación peronista, mientras que Lonardi prefería posponer la acción hasta estar seguro de contar con el apoyo suficiente y, después de lograrlo, mantener la mayoría de las leyes sociales de Perón. Al renunciar Evita a su candidatura, Lonardi decidió retirarse y dejó todo en manos de Menéndez, quien estaba decidido a seguir adelante.

    El alzamiento del 28 de septiembre de 1951, mal organizado, a destiempo y sin ningún respaldo, pudo ser sofocado. Perón reaccionó imponiendo el estado de sitio interno y con ese cuadro procedió a depurar a los cuadros de oficiales y limitar la acción de los partidos de oposición en la campaña electoral.

    Una nueva conspiración dirigida por el ex coronel José F. Suarez, tenía entre sus planes asaltar a la residencia presidencial y matar a Perón y a su esposa. Este intento fue realizado el 3 de febrero de 1952, pero las autoridades fueron alertadas antes de que se pueda poner en marcha el plan y los implicados en el hecho fueron detenidos.

    Victoria en las elecciones de 1952:

    En las votaciones de noviembre de 1952, con la compañía de Hortencio Quijan por segunda vez, alcanzó una gran victoria: 4.745.000 fueron los votos obtenidos por la fórmula oficial, mientras que los candidatos del radicalismo, Ricardo Balbín y Arturo Frondizi, que tuvieron el acceso impedido a las radios, recibieron 2.415.000 sufragios. Los resultados fueron más contundentes en las elecciones a diputados en las que los peronistas obtuvieron todas las bancas, menos 14 que correspondieron a la oposición. Perón no se daba por satisfecho con las mayorías electorales que le aseguraban la totalidad del Senado y los dos tercios de la Cámara de Diputados: además, quería anular toda disidencia, reduciendo al mínimo la presencia opositora en el único ámbito donde podía expresarse.

    El sistemático atrofiamiento del pluralismo político y de las libertades públicas, provocó que los partidos opositores se encontraran despojados de los recursos elementales para disputar los votos de la población.

    Oposición durante la segunda presidencia:

    Después de obtener la segunda presidencia, el peronismo se consagró como único movimiento nacional: las otras expresiones partidarias fueron relegadas a una existencia prácticamente clandestina, la afiliación al partido oficial pasó a se un requisito para poder desempeñar cargos en la administración. Las fuerzas políticas de oposición no podían funcionar con normalidad, eran vigiladas, obstruidas y hostigadas, pero continuaron existiendo.

    Para los socialistas, el peronismo era la reencarnación de la vieja hostilidad de la cultura. política criolla. Desde su perspectiva, Perón y las masas les hacían recordar a Juan Manuel de Rosas. En 1951 y en 1952 grupos pequeños del Partido Socialista y del Partido Comunista, que tenían una postura más comprensiva, intentaron acercarse al movimiento oficial, pero los promotores de los mismos terminaron expulsados. Por su parte, la corriente intransigente de los conservadores, criticó a sus autoridades por haber privilegiado demasiado las ideas antifascistas.

    Los integrantes de la fórmula presidencial opositora fueron dos figuras de la corriente intransigente del radicalismo. Desde la conducción de la UCR se intentó conformar una oposición que se confundiera con los conservadores del antiperonismo. Sus adversarios, la corriente unionista, ahora minoritaria, eligieron la ruptura mediante la insentivación a la resistencia clandestina y al golpe militar.

    Casi la totalidad de escritores, artistas y universitarios liberales y democráticos fueron antiperonistas; sin embargo hubo algunos intelectuales peronistas, pero no contaban con prestigio y reconocimiento. Se suele decir que los intelectuales antiperonistas no comprendieron el peronismo y sus componentes populares. Una de las causas fue porque se trataba de una elite que estaba espantada por la amenaza de las masas.

    A comienzos de 1953 el círculo íntimo de Perón estuvo envuelto en un caso de corrupción que caía sobre su secretario privado, Juan Duarte, hermano de Evita, quien apareció muerto días después. El 15 de abril, durante una concentración popular que la CGT organizó para solidarizarse con Perón, estallaron dos bombas que dejaron como saldo siete muertos y casi un centenar de heridos. Esa noche, grupos manifestantes incendiaron y destruyeron las sedes del Jockey Club y del Partido Socialista, y dañaron locales centrales del Partido Demócrata y la Unión Cívica Radical. En los días siguientes del atentado terrorista (hecho por comandos antiperonistas de jóvenes universitarios y profesionales), la policía llevó a cabo una amplia detención a dirigentes y personalidades opositoras; entre los casi cuatro mil arrestados se encontraban desde Alfedro Palacios hasta Victoria Ocampo. Meses más tardes, el régimen aceptó liberar a los presos en una negociación con representantes de partidos opositores. A fines de 1953 el Congreso aprobó una ley de amnistía por la cual la mayoría de los presos recuperó la libertad.

    En 1953 se presentó una audaz iniciativa de negociar un contrato con la Standard Oil de California para explorar y explotar los yacimientos de petróleos del sur del país. La justificación de este proyecto recaía en la creciente demanda de combustible y la incapacidad de la empresa estatal YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales) para afrontar las inversiones necesarias. Durnte el tratamiento de la idea en el Congreso, la oposición radical, a través de Arturo Frondizi, impugnó el contrato y dio un discurso antiimperialista, denunciando que se intentaban enajenar la soberanía de los recursos nacionales. A su vez, el espacio oficialista no mostró mucho entusiasmo en defender el caso, porque para muchos esto implicaba la traición al principio justicialista de independencia económica; ni siquiera Perón insistió en la iniciativa.

    Revolución Libertadora:

    En 1955 Samuel Toranzo Calderón, un oficial de la infantería de marina, había aceptado la conducción de un movimiento revolucionario que un grupo de capitanes de fragata organizaban, junto a dos oficiales de la Aeronáutica, para derrocar al presidente. El ataque se fijo para las diez de la mañana del 16 de junio, pero una intensa niebla demoró el despegue de los aviones que bombardearían la Casa de Gobierno, los cuales llegaron a su blanco recién dos horas más tarde. A esa hora Perón ya había sido alertado y estaba refugiado en el Ministerio de Ejército. Sin embargo los pilotos bombardearon y ametrallaron a la Casa de Gobierno y sus alrededores, matando o hiriendo a centenares de civiles. El ministro de Ejército, Lucero, se encargó de reprimir y ordenó a las unidades que recuperaran las zona tomada por la infantería de marina, logrando que esta se rindiera.

    A fines de junio, el presidente lanzó una política conciliatoria, levantó el estado de sitio y dejó que dirigentes de la oposición política pudieran dirigirse a la nación mediante la radio.

    El 18 de septiembre la Marina bloqueó la costa y amenazó con destruir las destilerías petroleras de Buenos Aires y La Plata, al menos que el gobierno se rindiera. Perón le traspasó su poder al Ejército y se conformó una junta de diecisiete oficiales superiores que decidieron ofrecerla al presidente la renuncia. La junta ejercía temporariamente el control y Perón debía buscar asilo para salvar su vida.

    Conclusión:

    A lo largo de este trabajo aparece reflejada la falta de libertades públicas durante la década peronista, cómo se fue creando un aparato periodístico subordinado a las disposiciones de Perón. Si bien es cierto que se le limitó notablemente el acceso de la oposición a los medios de comunicación, no fue la razón principal para que Perón alcance el poder. Fue un elemento usado por Perón para aumentar su liderazgo y hegemonía, pero no fue por las limitaciones de las libertades públicas que se haya generado tal euforia y adoración en el pueblo argentino para con Perón.

    Para los partidarios de Perón, durante el período 1945-1955 los trabajadores alcanzaron una participación en el ingreso nacional nunca igualada, haciendo que abandonaran su condición de ciudadanos de segunda clase. Para los adversarios de Perón, los años peronistas fueron aquellos en los que tuvo lugar la eliminación de las libertades públicas y del pluralismo político por acción de un liderazgo y un movimiento que se definió a sí mismos como la encarnación de la voluntad nacional.

    Lo que los peronistas y la mayor parte de sus críticos y opositores comparten es que con Perón llegó el momento de las masas trabajadoras, y en adelante nadie podrá gobernar ignorándolas. Lo que a partir de 1955 dividirá al antiperonismo es cómo integrar a esa nueva realidad colectiva sin mantener al peronismo vigente.

    Bibliografía:

    "Perón y su Tiempo", Felix Luna, Ed. Sudamericana (1984)

    "Los Años Peronistas (1943-1955", Juan Carlos Torre, Ed. Sudamericana (2002)

    Pilar Fernández Vásquez

    Estudios: Secundario completo

    Fecha de realización: 2004