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Comentario al evangelio de nuestro señor Jesucristo (página 6)


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Según el plano publicado por A. H. Ellers y cia, el Portal de Salomón está señalado al este, extendiéndose hasta el norte, con su muro exterior, y hasta el sur, que tenia el Pórtico Real. En su centro tiene una incisión, que se denomina Puerta Oriental o de Susam, y que era la que permitía la entrada al Atrio de los Gentiles. Esta resguardado por un muro exterior, el del Templo. El Pórtico que estamos tratado, tenia la mira al Puentee de la Ternera Colorada, el cual servia para atravesar el arroyo Cedrón. De el se domina el Monte de los Olivos, y las tumbas de los Antiguos, que queda en el camino de Jericó.

Fue en este recinto, el del Pórtico de Salomón, donde se encontraba Jesús cuando fue rodeado por los escribas y los fariseos, también acompañados por los saduceos, y por que no, también los herodianos, con esta hipócrita pregunta: "¿Hasta cuando nos has de turbar el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente."

Cualquiera que leyera estas palabras, creería que Jesús no había sido categórico en sus palabras. Para ellos, Jesús hablaba con ambigüedades; que Él no era lo suficientemente claro. Pero esto no es así, sino todo lo contrario. Jesús públicamente había declarado ser el Mesías. Él se había atribuido sobre sí mismo el cumplimiento de las profecías. No quería que dijera que Él era el Mesías, para creer en Él, sino que por el contrario, que se declarara de esa manera, para tener argumentos para hacerle perder.

Fue por esta situación, que Jesús rechaza la discusión, para declarar que la mayor prueba que Él podía darle eran las pruebas, las obras de su Padre. Y era mas todavía, ellos no podían comprender las obras del Padre, porque ellos no eran de sus ovejas; y como sus ovejas oyen su voz, porque era la voluntad del Padre, a ellos les era difícil entender lo que Él estaba haciendo.

Por lo que Juan nos dice en su Evangelio, al Jesús declararse como Hijo de Dios, lo cual significa ser uno con el Padre, esto fue entendido como una blasfemia. Por esa razón quisieron hacerse justicia por ellos mismos; y el mejor modo era apedreándole. Ellos querían cumplir con el mandamiento, que mandaba a lapidar al blasfemo.

Esta reacción hizo que Jesús abandonara la ciudad de Jerusalén, y emprendiera el camino con dirección a Betábara. Esta es la ruta por el lado del Jordán, en el vado; también es posible que estuviera en Enon, cerca de Salim, frente a Pella, al pie del monte Gilboa. Lo que si sabemos, es que fue muy fructífera su estadía, ya que en el lugar donde se encontraba, muchas personas conocieron el verdadero Camino, el que conduce a la Vida Eterna.

La resurrección de Lázaro

Juan: 11: 1-46.

Es mientras Jesús se encuentra en Betábara o en Enon, mas probablemente en la primera, que unos mensajeros les hacen saber que su amigo, el que Él tanto quería, Lázaro, estaba gravemente enfermo. Las relaciones de Jesús con la familia de este, era muy íntima. La ternura y el amor que Jesús les profesaba, era muy bien correspondido. La devoción y el cuidado que en el hogar de Betania se le ofrecía, no era más que un culto al Maestro y al amigo. Es por eso, que en un momento de dolor, las hermanas piensan en el amigo.

El versículo tres de este capitulo, contiene una epístola tan breve como sustanciosa: "Señor, he aquí, él que amas estas enfermo." Cuando uno lee los billetes y cartas que Rubén Darío le escribió a Tulio M. Cestero, en todas ellas, el inspirado baldo nicaragüense, concluye sus escritos con unas palabras, en las cuales demuestra el cariño y la entrega de Darío, el siempre concluía sus cartas con un : Tuyísimo.

Es un hecho significativo, pero el mismo día que llegaron los mensajeros de marta de Marta y de María, trayendo la noticia, ese mismo día, Lázaro moría en su casa, en el otro lado del Jordán. Jesús no se apresuró para socorrer a esa familia afligida. Él tenía algo que enseñar a sus discípulos. De la misma manera que Dios había preparado por tantos años al ciego de nacimiento, para que su nombre fuera glorificado, de esa misma manera, la muerte de Lázaro iba a ser el motivo de que sus enemigos se ensañaran con más ardor sobre su Hijo. Pero la verdad iba a confirmar más la fe de los suyos, y también por ese medio, mas judíos iban a creer en su manifestación mesiánica. Es por eso, que para que la idea de la muerte de Lázaro calara mas hondo, el dolor mas profundo, y el convencimiento tal, se quedó dos días más en los alrededores de Decápolis, en la Tetrarquía de Felipe

Cuando ya todo estaba preparado, sabiendo que le quedaban dos de camino, ya que le separaba una distancia de unos treinta kilómetros. Esta es una distancia fácil de recorrer en dos días de a pie, esto es sin cruzar por la tierra de los samaritanos. Es por eso, que cuando todo está preparado, cuando las esperanzas parecen marchitarse, y solo queda en el corazón el resignarnos por el rudo golpe que nos ha dado la muerte; cumpliendo con la función que la naturaleza le ha encomendado, Jesús le propone a sus discípulos dejar a Betábara, y regresar a Judea. Esto es para cumplir con la misión que el Padre Celestial le ha encomendado. Es necesario afirmar la fe de aquellos que estaban juntos a Él.

Pero los planes de los hombres son muy distintos a los planes de Dios. Sus discípulos les recuerdan que no hace mucho, los judíos intentaron matarle por blasfemo. Fue entonces cuando uno de ellos, el más incrédulo, se reviste de valor e invita a los demás, a que vallan también todos juntos con Él. Era necesario que corrieran la misma suerte que el Maestro. Si Él iba a morir, que también ellos murieran.

Subiendo de la región cercana a Decápolis, y a los dos días de camino, llegaron a Betania, la cual se encontraba en el camino de ir a Jerusalén. Solo unos tres kilómetros, estos son dos millas, antes de llegar a la capital. Cuando llegaron, ya hacia unos cuatro días que Lázaro había muerto; por eso, cuando Jesús llegó, la casa se encontraba llena de deudos y amigos. Todos habían venido a consolar a las dos hermanas.

El duelo de los judíos tenía cierta diferencia con los demás países orientales, ya que ciertas prácticas de los vecinos, estaban prohibidas por la Ley judía. A ellos no les estaba permitido el herirse, el rasgar sus vestiduras, como también el golpearse el pecho. Su duelo tenía una duración una semana, aunque se podía extender a un mes, como en el caso de Moisés. El duelo por Jacob tuvo una duración de setenta días. Es muy probable que el duelo por Lázaro fuera de una semana.

La semana del duelo se empleaba en llantos y lamentos. A los deudos les estaba prohibido el realizar cualquier trabajo; y durante el mismo no dormían en cama, sino en el suelo. Sentados en el suelo pasaba el día en compañía de sus amigos. Durante el duelo no se bañaban, y tenían el rostro cubierto, y se consideraba que estaba inmundo. Inmundo era la comida, y no les estaba permitido el leer la Ley, como tampoco hacer las oraciones acostumbradas.

Los hombres que estaban de duelo no se afeitaban, ni se cambiaban la ropa, aunque esa ropa se rompiera, como tampoco podía coserla. No saludaban a nadie durante ese tiempo, le hablaban a nadie, a menos que esa persona no le hubiese dirigido la palabra primero.

Aunque la Ley ni la costumbre lo establecía, el que estaba de luto usaba una ropa pesada, hecha de pelos de cabras o de camellos, llamada cilicio. Esta ropa es áspera, y muchos la usaban sin tener ninguna ropa debajo, aunque podían usar una ropa debajo, para amortiguar las molestias. Cuando los deudos estaban en esta situación, era que llegaban los amigos a brindarle su consuelo, a llorar junto a ellos, y a compartir sus alimentos.

La noticia de la llegada de Jesús corrió rápidamente en la aldea, y Marta se apresuró a salir de la casa e ir al encuentro del Gran Amigo. Estaba triste y acongojada; pero a la vez ya estaba conforme, porque sabía que su hermano había muerto con la esperanza de levantarse el día de la resurrección de los muertos. Pero no era de ese día al que Jesús se refería. Ese día estaba muy lejano. Jesús le estaba diciendo, que el que hablaba con ella era: "La resurrección y la vida."

Que hermosas palabras estas del Maestro. El mismo se declara ser la Resurrección y ser la Vida. La doctrina de la resurrección había calado muy hondo en el andamiaje teológico de los judíos. Para los días de Jesús, era el punto principal de la religión que predicaban los fariseos, a la vez que era también la primera causa de disputa con los saduceos, que la negaban. El patriarca Abrahán, el cual era caldeo, creía en ella, por lo que el autor de la Carta a los Hebreos nos dice. Job, que seria contemporáneo de Moisés, estaba firmemente convencido de que la resurrección era una realidad, y de que el mismo seria levantado del polvo. El profeta Eliseo, por el poder de Dios operó un milagro de resurrección, la cual se efectuó en el hijo de una mujer sunamita; y muerto el profeta, un hombre muerto resucitó, al ponerse en contacto el cuerpo del difunto, con los huesos del santo varón.

Daniel, habla de la resurrección en pocas palabras, pero de una manera clara. Lo mismo podemos decir de Isaías, el cual declara que la tierra: "No mas encubrirá sus muertos." Antes de Isaías, Óseas nos dice que el Eterno nos dice: "De la mano del sepulcro los redimiré, librarélos de la muerte," a la vez que declara que el mismo será la muerte para la muerte.

Jesús había predicho, que cuando Él fuere entregado en manos de los hombres, Él iba a resucitar. Cuando sus enemigos les pidieron una señal, les ofreció la señal de Jonás, el profeta. En esta ocasión, Jesús dice que Él es la Resurrección y que también es la Vida. La vida que se le ha de dar a Abrahán, a Isaac y a Jacob, porque el que desciende a la tumba con la esperaza en el Maestro, no muere, duerme, y será despertado a la voz de su Salvador.

Él, que es el creador conjuntamente con el Padre, y por quien son todas las cosas, y que las mantiene, Él nos dice que es la Vida. Es la vida porque todo procede de Él, y mantiene con vida a los seres que Él ha creado. De la misma manera que Cristo es la vida, todo aquel que tenga confianza en su Palabra, que haya depositado en Él su fe, el que le haya entregado su alma, no muere nunca, es eterno, ya que tiene su vida escondida en Cristo, el cual vive y reina para siempre.

Pero la acongojada hermana no entendía lo que Jesús le estaba diciendo. Ella tenía fe en Jesús, una fe que a su juicio solo podía obrar mientras el espíritu estuviera en el cuerpo, mientras hubiera un halito de vida. Ella creía que Jesús era el Cristo, y estaba dispuesta a creerlo todo. Lo que ella no creía, era que Jesús podía levantar de la tumba a un hombre, y más cuando hacían cuatro días que estaba muerto, y bien muerto.

Es después de llegar la otra hermana, la cual se presenta con una amarga queja: "Si hubieras esta aquí, no fuera muerto mi hermano." Ya que la reunión estaba más nutrida, el Maestro, se dirige con el grupo al lugar donde estaba ubicado el sepulcro. A la vista de todos, en la que podría ser la postrera morada del amigo, con el corazón desecho y el espíritu abatido, Juan, quien escribió el relato nos dice que Jesús lloró. Lloró por la perdida sufrida y para consuelo de los dolientes. Se solidarizó con los que sufren.

Al rato, cuando todos los que habían venido de Jerusalén se enteraron de que Jesús estaba en el lugar del sepulcro, se apelotaron alrededor. Es posible que de ellos, unos estuvieran pensando para sí, que si seria capaz de resucitar a Lázaro. Otros se alegrarían de verle. Cuando estos pensamientos estaban subiendo por sus cabezas, se escucha la voz de aquel que habían visto sus lágrimas decir, con voz categórica y mayestática: "Quitad la piedra."

Y los presentes se preguntarían: ¿Pero para qué? ¿No sabe el Maestro que Lázaro está muerto? ¿Es qué no se siente en el ambiente el aire pestilente de un cadáver putrefacto? Si eso era así, entonces mucho mejor para los planes de Dios. De que Lázaro estaba muerto, Jesús bien lo sabia; pero quería despejar toda duda. Quería que lo supieran y sintieran todos los presentes. Que ellos mismos se convencieran una vez mas, acaso, ¿No dudaron ello del ciego, y se decían que no?

A las palabras del Maestro, Marta cree encontrar un argumento que puede hacer valer, para que Jesús desista, al decir al Señor: "Hiede ya, que es de cuatro días." Ella, la que creía que Jesús era el Mesías, no podía comprender que Él era en realidad el Mesías. Muchas veces creemos en Dios, pero no le creemos a Dios. Es muy grande la diferencia que existe entre creer y comprender. Se cree por fe. En el lenguaje teológico se hacen hasta sinónimos. Se comprende cuando el espíritu de investigación del sujeto, actuando como un agente racional, hace la captura del objeto que se propone alcanzar, logrando de ese modo conocer las dimensiones, formas y sustancia de las que el objeto se compone.

Para que Marta recordara lo que hacia apenas unos minutos le había dicho, Jesús la interroga diciendo: "¿No te he dicho que, si creyeres, veras la gloria de Dios?" De nuevo el Maestro reclama, pide, exige lo que durante su Ministerio había requerido, y era que todo los que se alleguen a Él para encontrar salud, sea la fe, la confesión publica. Es necesario ese don del Espíritu Santo, que hace que nosotros tengamos como cierto lo que se nos promete. Es por la fe, que aun los ojos de un ciego pueden ver al Invisible.

Para todo aquel que cree en Dios, para el que ejerce la fe en Él, el que tiene fe en Jesús, y la fe como la que tuvo Jesús cuando vivió entre nosotros, ese es capaz de mover montañas, alcanzar las estrellas, recibir en su seno a las serpientes, domesticar a las fieras, fieras que pueden ser hombres que han perdido su racionalidad y solo procuran el mal. Y es que todo aquel que tiene fe, es miembro de la familia de Dios, por lo cual Dios le hace parte de Él, y como la escritura no se puede abrogar, una interpretación del Salmo 82, nos haría ser como dioses.

Todo aquel que cree en Dios, recibe de Dios todo lo que este pide. No debemos olvidar que es Dios que pone las condiciones, y como es un Ser Infinito y Omnisapiente, sabe mejor que nosotros, que es lo que nos conviene.

Como los incrédulos judíos habían intentado apedrearle, porque se había declarado uno con el Padre, en esta ocasión, y delante de muchos que le considerado blasfemo, levantó los ojos al cielo y dijo: "Padre, gracias te doy que me has oído. Que yo sabia que siempre me oye." Estas palabras fueron dichas para que la escucharan ellos, los que dudaban de Él. Para que supieran, que todo lo que el pedía, el Padre se lo concedía. Fue en cumplimiento de su palabra, para que se supiera que la misma muerte iba a ser obediente a su Palabra, procedió a hacer un gran llamado, a la vez que ordenaba al muerto: "Lázaro, ven fuera."

Fue un momento de expectación. Fue todo un gran suspenso. Un silencio mas profundo que el que reinaba en la cueva del difunto envolvió el ambiente. Porque no decir que se podía escuchar la caída de un alfiler en el polvo. Todos los ojos estaban fijos en la puerta del sepulcro. En las afueras de la aldea de Betania, en el lugar donde Jesús se encontraba, en el cementerio, cada segundo que transcurría parecía una eternidad. El latir de cada corazón se apresuraba y los pensamientos de dudas y de esperanzas sobrepasaban los cerebros.

Cual no fue el clamor, la sorpresa y el jubilo de muchos, cuando vieron aparecer en el claroscuro de la boca de la cueva, a una figura envuelta en una sabana, y con un sudario en la cabeza, el que venia caminando, no flotando en forma ingrávida, con los pies y las manos atadas. La muerte le estaba sujeta. Nada ni nadie puede resistir la voz del Hijo de Dios.

Es por eso, que cuando el Amigo entrañable, pudo ser visto por todos delante de la puerta de la cueva, Jesús ordenó: "Desatadle y dejadle ir."

El Evangelio se limita a expresar que por este milagro, algunos abandonaron sus resentimientos, y rompieron con su incredulidad; pero otros se apresuraron en ir a Jerusalén, para contar lo que había sucedido. Entre los predicadores modernos se dice, que si Jesús no hubiese mencionado el nombre del amigo, si no hubiera especificado, todos los muertos del lugar se hubieran levantado. La resurrección de Lázaro, no es más que las arras de lo que sucederá cuando suenen las trompetas, y el Señor vengan en su Gloria y Majestad, a reclamar a los suyos.

La Profecía de Caifás

Juan: 11: 47-54.

La resurrección de Lázaro fue el mayor testimonio que se podía lograr a favor de la verdad. Fue este acto el que creo el ambiente para que todo aquel que estaba sin definir tomara partido, y se colocara debajo de uno de los dos pabellones. De un lado estaba el Mesías, con la gran reforma religiosa. Era el camino a la unión con el verdadero Dios. Por el otro lado estaban los enemigos de la verdad, los líderes religiosos, los amantes y sostenedores de la tradición.

Como consecuencia de la resurrección de Lázaro, en las cercanías de Jerusalén, apenas a unos tres kilómetros, las autoridades religiosas, entendieron que era un verdadero peligro para ellos. Los que eran enemigos irreconciliables, creyeron oportuno el hacer a un lado las diferencias que los dividía, y se juntaron para poner fin a la popularidad creciente del Galileo. Es por eso, que todo parece indicar, que el asunto era muy serio. Lo primero que se planteo en el Concilio, fue darle respuesta a la pregunta: "Qué hacer? Estaban perplejos, también estaban perdiendo influencia en el pueblo. Ellos no podían darse el lujo de permitir, que en sus mismos territorios, debajo de sus narices, una amenaza tan seria como esta. Es por eso, que enérgicas críticas se les estaban haciendo en su propia casa. Si el milagro de la curación del ciego, en franca violación al Sábado fue recibido por todos, la resurrección de Lázaro, estaba magnificando su figura.

El caso era serio, tanto del punto de vista civil, político o religioso. Por sus formas de ver las cosas, si Jesús continuaba de la manera en que estaba obrando, la ruina de la nación estaba próxima. Con la nación vendría la ruina del Templo, con su culto y su economía y todo su culto.

Para los lectores de la Biblia, los que se encuentran raro que Juan diga que Caifás era el sumo sacerdote de aquel año, cuando tenemos la creencia de que era vitalicio, pues el Eterno había ordenado: "Y será que su unción les servirá por sacerdote perpetuo para sus generaciones." Éxodo: 40: 15. Desde los días de Herodes el Grande, el cual ascendió al poder en el año 37 antes de Cristo, este maquinó para poner fin a este sistema. En el año 35 mandó asesinar al sumo sacerdote que el mismo había nombrado, de la familia de los Asmoneos, y que respondía al nombre de Aristóbulo. Desde entonces, los sumos sacerdotes eran nombrados por el rey Herodes. Lo único se tomaba en cuenta, es que fuera de la familia de Leví.

Fue tal el relajamiento que existía en esto del nombramiento sacerdotal, que desde la toma del poder por Herodes, en el año 37 como dijimos, hasta la destrucción de Jerusalén, en el espacio de esos 107 años mas o menos, un total de 28 sacerdotes se vistieron las vestiduras de Aarón. Esto es menos de un sacerdote cada cuatro años. Esa es la razón por la cual encontramos a Caifás como sumo sacerdote de ese año. Caifás había sustituido a su suegro Anás, y duró unos ocho años como sacerdotes. Su nombramiento fue alarmante, y ya para el año 36 de nuestra era, Vitelio, que era el Procónsul romano, y gobernador de Judea, lo destituyó de una manera humillante.

Caifás, que era saduceo, creyó prudente y conveniente, que era mucho mejor, que un solo hombre, Jesús, muriera, y no que toda la nación se perdiera. Sus expresiones, a su juicio son lógicas, y hasta la mejor manera de proceder: "Vosotros no sabéis; ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación se pierda."

Estas palabras, al ser dichas por un hombre que tenida sus poderes, lo de sumo pontífice, no se podían entender que esas palabras eran suyas. Caifás estaba profetizando, que a Jesús había que matarle. Por lo cual con estas palabras se estaba sellando la suerte de Jesús. Su muerte era obligación de todos, ya que de lo contrario, todos en el pueblo iban a morir. Esto era como si dijéramos: "Para que se pierdan todos, que se sacrifique uno."

El propósito era acabar con el Maestro, ya que cada día ganaba mas adeptos, cada día mas gente se le unía. El obraba los milagros, y no hacia caso de las Reglas, no podía continuar arrastrando el pueblo tras sí. Es por eso, que a partir de ese momento la persecución fue mayor, pues a mayor popularidad, mayor estrechamiento del cerco. Es por eso que Juan dice, que Jesús: "Yo no andaba manifiestamente entre los judíos."

Fue en este tiempo que acordó marchar a la pequeña ciudad del desierto, que era fronteriza con Samaria, llamada Efraín. La ciudad estaba a dos días de camino, al norte de Jerusalén. A ella se encaminó en compañía de los suyos, creemos que algunas devotas mujeres iban también con Él, para hacerle los preparativos de boca.

El tiempo que Jesús pasó en esta remota villa fronteriza fue acaso unos dos meses, al final de los cuales, lo judíos que habían subido a Jerusalén, para hacer los preparativos de lugar, en lo concerniente a sus personas, empezaron a preocuparse, por saber si Él ira a la ciudad en esa Pascua. Para entonces existía un mandamiento expreso por parte del Sanedrín, y que consistía en que cualquiera que supiera de Él, tenía el deber cívico y religioso de denunciar su paradero. Esa era la forma que se había tomado para poder prenderle, y consumar la redención de la nación, y poder asegurar la continuidad del Templo. La clase parasitaria, la que se alimentaba a expensa del culto, no quería perder su hegemonía; después de todo, las clases no se suicidan.

DEL OTRO LADO DEL JORDÁN. UN MILAGRO EN SÁBADO. PARÁBOLAS DEL GRANO DE MOSTAZA Y LA DE LA LEVADURA.

Mateo: 19: 1 y 2. Marcos: 10: 1. Lucas: 13: 10-21.

Hace mucho que habíamos perdido la comunicación con el Evangelio de Marcos, ahora lo retomaremos, y es para decirnos de una manera sintética, que Jesús partió del lugar donde se encontraba, después de su estadía más o menos larga, para un profeta integrante. Jesús estaba dispuesto a cruzar el Jordán, y poner brújula hacia Jerusalén. Era en esa ciudad donde iba hacer los preparativos de la Pascual que se avecinaba; pero si su punto de destino final era la capital religiosa, antes de llegar a ella, iba a recorrer la Judea.

Al saber de su presencia, las multitudes se amontonaban, para escuchar sus palabras unos, y recibir sanación los otros. Es por eso, que llegando el día de reposo, esto es el Sábado, Jesús hizo todos los preparativos para ir a la sinagoga, como era su costumbre. Si presencia dio motivo a que la multitud que a diario se congregaba por oírle, se apersonara al lugar de reunión.

Es posible, que desde su llegada, como era un maestro, se le cedió la palabra. Él empezaría hablar del Reino de Dios, del camino que conduce hasta el. Entre las personas que se encontraban reunidas, había una mujer, que estaba aquejada de un terrible mal. Jesús conocía la angustias que ella sufría, su dolor; pues desde hacia dieciocho años estaba enferma. Eran tanto su sufrir, que la infeliz no podía con el peso de su dolor. Por nos que nos dice Lucas, la mujer no podía estar enhiesta, por lo que deducimos que era jorobado, que andaba encorvada. Sufriría de algún daño en la columna vertebral, por lo cual no podía andar correctamente.

Jesús, queriendo aprovechar esa oportunidad, para que los demás comprendieran el poder de Dios, llamó a la mujer. Quería que se pusiera a la vista de todos. Una vez que la mujer se colocó donde podía ser vista, sin necesidad de preámbulos, le dijo a ella: "Mujer, libre eres de tú enfermedad." Dichas estas palabras, puso sus manos de carpintero sobre ella. Al toque de sus manos, la mujer sintió un estremecimiento interior, que cual corriente eléctrica la estremeció. Nueva sangre corrió por sus venas, sus músculos y nervios recibieron nuevas fuerzas, a la vez que su cerebro se liberaba del dolor.

Al ver esto, el encargado de la sinagoga no quiso enfrentar a Jesús, sino que quiso hablar con la congregación, y en forma de un agrio reprocho, les dijo: "Seis días hay en es necesario obrar: en estos, pues, venid y sed curados, y no en el día de Sábado." Fue entonces cuando Jesús recordó que en el Sábado se podía hacer ciertos trabajos, los cuales por su naturaleza se podían hacer en otros momentos. ¿Quién iba a esperar para librar a un buey, o a un asno o a una oveja de su apuro? ¿Por qué no darle de comer y beber, aunque sea Sábado?

Si los bueyes, las ovejas y los asnos se desataban, así como se les abrían las puertas para que vayan al campo por sus alimentos, ¿Por qué no desatar las ligaduras que aprisionaba a una pobre enferma? ¿Por qué dejarla por más tiempo sufriendo de esa pesada carga que la aprisionaba?

Fue después de esta conversación, que fue una soberbia aclaración sobre la observancia del día de reposo, Jesús procedió a formular las parábolas del grano de mostaza y la de la levadura.

Jesús camina hacia Jerusalén, y se lamenta sobre ella

Lucas: 13: 22-35.

Para este tiempo, Jesús hace todos los preparativos para subir a Jerusalén. Todo parece indicar, que durante esta estadía en la frontera, en el desierto, había hecho de la ciudad de Efraín su centro de operaciones, como en un tiempo lo fue Capernaum. Esto lo decimos, porque todo indica, que en mas de una ocasión había cruzado el Jordán y evangelizado por los alrededores de Archerais y Succot.

Desde hacia unos días que los judíos de los cuatro puntos de la tierra estaban preparados para estar de acuerdo con las Leyes ceremoniales, y poder sin ninguna dificultad celebrar la Pascua. Es por eso que cuando Jesús se decide a subir a Jerusalén, no lo hace de una manera apresurada. El Maestro se toma su tiempo. Va recorriendo todas las aldeas, villa y ciudades. Se detiene en cada una de ellas, cuando el caso lo amerita.

Cuando Él, que tenia los ojos fijos en la ciudad del Gran Rey, y no le quedaban ya mas dificultades que vencer, tomó la Carretera o Calzada que conducía directamente a ella. Fue en esta ruta, que se le acercó uno para hacerle está pregunta: "Señor, ¿son pocos los que se salvan?"

La pregunta estaba hecha como si la salvación fuera un privilegio de unos pocos. También la pregunta da a entender que el alcanzarla lleva consigo tantos problemas, que son más los que se quedan en el camino, que lo que logran llegar a ella. Es por eso que el Maestro responde: "Porfiad a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procuraran entrar y no podrán."

Esto plantea un caso sencillo. Todo aquel que se esfuerce lo suficiente para entrar en el Reino de los Cielos, su lucha, su afán, su fe en Jesús, que es la que lo alienta, es la llave que le abre la puerta del mismo. No basta solamente el tener nobles ideales, el querer alcanzar la salvación. Es necesario también luchar por esa salvación. En las competencias, todos los que se preparan como candidatos al triunfo, luchan. Todos aspiran, todos se esfuerzan; pero solo el más esforzado alcanza el triunfo.

Así es en la vida cristiana. Todo el que se inscribe para la competencia por el premio de la Vida Eterna, el Juez le otorga a cada uno sus calificaciones, de tal manera que todos salgan ganadores. La Sangre de Cristo es la que suple en cada uno de los competidores lo que le hace falta.

¿Cuántas veces nos sentimos merecedores del Gran Premio, por el cual no hemos hecho nada para merecerlo? No es porque vayamos a la iglesia, la cual es la puerta del cielo, o porque leamos a diario el Libro de Dios, el cual, como manantial inagotable nos brinda nos brinda las reglas por medio de las cuales se alcanza la salvación. Tampoco es porque nos llamemos cristianos, que vamos a ser recibidos en las Cortes Celestiales, y a sentarnos en la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob, no.

Al igual que una gran fiesta, en una apoteósica concentración de fieles, todos los que han luchado a brazos partidos, teniendo fe en el Señor, sin importar la raza, la nacionalidad o el nombre que tenga su denominación, se sentará en el Gran Banquete. Pero no es por sus esfuerzos que los cristianos se salvaran, no, es por el sacrificio del Cordero de Dios. El esfuerzo no es para salvarse, repetimos, es porque ya es salvo, que se esfuerza a caminar por el camino estrecha; es por eso que apretuja su cuerpo en los dinteles de la puerta angosta, para que su cuerpo pueda dar la talla. Solo el que haya camina por ese camino, y penetrado por esa puerta, compartirá con los redimidos de todas las edades, donde el Príncipe de la Luz, el Rey de reyes y el Señor de señores será el anfitrión.

Todo aquel que haya leído El Progreso del Peregrino, de Juan Bunyan, tiene una idea de cómo el príncipe de las alegorías, por medio de figuras subjetivas, metáforas sublimes, y lo que es mas, ágiles caracterizaciones, nos da en su poema, lo que es la vida cristiana. En el poema se presentan las victorias y fracasos, las altas y las bajas del peregrinar en este valle de lágrimas. Pero esa vida, la cual se vive llevando la Cruz, es coronada por el triunfo, al final de mucho batallar.

Por lo cual, cuando nos sintamos pesimistas, bueno seria que le preguntemos al Maestro, sin son pocos los que se van a salvar. El Maestro a hecho provisión para todos. Todos están invitados a participar de la salvación; ya que Dios no hace acepción de personas. La muerte del Hijo, fue para que todo aquel que crea en Él, no se pierda. Salvarse es tan fácil como mirar a Cristo…perderle de vista es la perdición. Pero verle depende de nosotros.

Cuando a Daniel Webster, el Cicerón norteamericano le dijo cierto joven, que no había oportunidad para él, el sabio jurista le respondió: Siempre hay un lugar en las alturas. Y tenía razón. Las alturas no son extensas llanuras, ni calidas mesetas, no. Son fríos picachos; pero hay que luchar para llegar a ellos. Para llegar a las alturas, para alcanzar su cima, es necesario ser esforzado. Lope de Vega, ese monstruo de la literatura universal, vertió en unos versos su filosofía del triunfo:

Los casos más difíciles

Y con razón envidiados,

Los comienzan los osados

Y los terminan los dichosos.

Nosotros somos dichosos, porque Cristo vino a este mundo, a morir por la raza caída, a buscar y a salvar a los pecadores.

Partiendo Jesús de allí, llegaron sus enemigos jurados y confesos, aparentemente para hacerle un favor. Ellos les dicen: "Sal, y vete de aquí, porque Herodes te quiere matar." De nuevo nos encontramos con el nombre de Herodes Antipas, el cual no tenía una creencia religiosa firme y lógica. Por lo cual es de esperarse que no la tenga, y es que el que está dispuesto a creer muchas cosas, no se define por ninguna. Por sus relaciones con los saduceos, era contado por los adherentes de esa sexta; por su creencia en los espíritus, se le ubicaba entre los fariseos. También creía en el bautismo de Juan, ya que le veía con respeto y admiración.

En una ocasión, este monarca quiso conocer a Jesús. Tenía deseos de que el Maestro operara ciertos milagros, con el fin de que su curiosidad sin límites, de religioso sin definir, pudiera ser satisfecha. Seria por causa de su mujer, Herodías, que los inconforme fariseos, que se sentían molestos con el rey, que quiere librar a Jesús de las manos de la pareja real. La invitación es que Jesús abandone Galilea y Perea, el Tetrarcado. Es por eso que Jesús les responde, a los que les aconsejan: "Id, y decir a aquella zorra…"

Con estas palabras de Jesús se ha querido representar Herodes como un gobernante astuto, despiadado, engañador y dañino. Creemos que Jesús usó estos términos como un ejemplo vivo de la insignificancia, y porque no, del asco. Él ya no tenía necesidad de usar un lenguaje parabólico y de difícil comprensión.

Ya no había temor de que su Ministerio fuera cortado a destiempo. Sus discípulos ya tenían las instrucciones que necesitaban, y si algo le faltaba, las iban aprender después de Él se levantara de entre los muertos. Nada ni nadie, ni el monarca, ni ninguna potestad, de los que Satanás tenia preparadas, le iba a impedir que: "Echara demonio y obrara sanidades hoy, mañana, y al tercer día soy consumado," fueron sus palabras.

Como estaba seguro, que como profeta no podía morir fuera de los muros de la ciudad de Jerusalén. Fue por eso por lo cual no podía seguir los consejos de los que le aconsejaban que cambiaran de dirección. Su rumbo estaba trazado, y el norte de su brújula estaba fijo para que su Ministerio sea al fin consumado.

Fue al pensar en Jerusalén, la ciudad donde se había maquinado su muerte, el lugar donde los milagros más asombrosos se habían realizado, a decir de sus detractores. Cuanto dolo, pesar y angustias sintió el Mesías. Que reproche tan amargo contienen sus palabras, cuando a la vista de la ciudad del Gran Rey dice con hondos lamentos: "¡Jerusalén, Jerusalén! Que matas a los profetas, y apedreas a los que son enviados a ti: ¿Cuántas veces quise juntar tus hijos, como la gallina sus polos debajo de sus alas, y no quisiste?"

Que duro reproche. El Deseado de todas las Gentes vino a ellos, y ellos no quisieron recibirlo. Cuan materna fue su comparación, cuando recurriendo a la imagen de la amorosa gallina, la cual cobija sus pollos contra el frió y el peligro, sin importar cual grande sea, y ellos se negaron. Por ellos haberle abandonado, ellos iban a correr con todas las consecuencias que ese rechazo implicaba. El Maestro viendo el futuro dice con pesar: "He aquí, os es dejado vuestra casa desierta…" La ruina y la desolación iban a reinar en su lugar, y de ella, por mucho tiempo se iba a perder la memoria, y tenidos como malditos los que pertenecieran a su raza,

Milagro en sábado. Parábolas del huésped y de la gran cena

Lucas: 14: 1-14.

Jesús en mas de una ocasión había aceptado la invitación, que como huésped de honor se le hacia para cenar con mas de un fariseo. Este fariseo, que por su alta investidura, que de seguro era de as autoridades de Perea, quiso que Jesús estuviera en su mesa, ese día de Sábado. Es muy probable que la invitación se le extendiera cuando el Maestro se encontraba en la sinagoga, donde el fariseo formaría parte de los Tres. También es posible que el fariseo estuviera cumpliendo con la orden que emanaba de Jerusalén, por lo cual la comida seria para tenerle bien vigilado. En la conversación de sobre mesa, se le harían algunas preguntas, para sondear su modo de pensar, así como para conocer los planes futuros que Él tenia.

Lo que por Lucas sabemos, es que el que hizo la invitación, se hizo rodear de otros colegas, pues el Evangelista dice que: "Ellos le acechaban." Es así que los grandes de la ciudad estarían presentes, ya que los grandes invitan a los grandes. El que es pobre y humilde no cave en tales invitaciones. Por lo cual, el publico presente era selecto. Y ese público estaba para desarrollar un programa especial, encaminado a hacer que Jesús, en el tiempo que durara a comida, dijera o hiciera algo capaz de comprometerlo.

Desde hacia mucho tiempo que la fama de Jesús había estado en aumento creciente, y los rumores de que no guardaba el Sábado. Es probable, que el fariseo no hubiera visto nada, y que para esto, entre los preparativos que se hicieron en el programa, estaba el que se presentara a un hombre hidropico. La presencia del enfermo movería las fibras sensibles del Maestro, y probablemente obraría, mostraría su poder curador en este día.

Jesús conoció y discernió los mas íntimos secretos del corazón de los estos hombres. Los ojos de Dios, no hay nada oculto, por lo cual, la vida de todos los hombres están revelada ante Él. Es por eso, que sabiendo las intenciones de los presentes, interroga a los doctores de la Ley Oral y Escrita de esta forma: "¿Es licito sanar en Sábado?"

No hubo respuesta. Todos callaban. En más de una ocasión el Divino Maestro había manifestado públicamente que era preferible el curar en Sábado a hacer un daño; y esto era también una enseñanza de los rabinos. En nuestro Derecho Civil, en las Responsabilidades, el delito de omisión es dilucidado; por lo cual se llega a condenar tanto el delito que se comete, como el bien que se pudo hacer, pero que no se hizo. Por lo cual, el fruto de esa no comisión se puede decir que ha generado un mal.

Aunque en el Derecho Penal, la omisión no está claramente consagrada como delito; en el caso del medico y de otros auxiliares de la medicina, si lo está. Todo lo contrario ocurre en el Derecho Norteamericano, donde si se es responsable, y se les exige a los ciudadanos a que sean héroes. Nosotros no conocemos esa figura. Los rabinos si consideraban que cometió un mal, él que no hacia un bien. Es en vista de esto, que estos doctores tenían que estar de acuerdo con Jesús; pero prefirieron callar.

Lucas dice que Jesús sanó al hidropico, y les recordó a su vez, lo que la Ley decían en cuanto al buey o al asno del prójimo, o de uno mismo. Cuando en el día de Sábado se presentaba un apuro, era justo que uno socorriera al que estaba en desgracia.

No olvidemos que esto está sucediendo momentos antes de la comida. Ya dijimos que los presentes eran personas selectas, honorables. Y como todos se sentían distinguidos, se apresuraron a tomar cada uno el lugar que creía que le correspondía; todos aspiraban al puesto de honor. Por la forma de comer de los hebreos, en los días de Jesús, creemos que el versículo 14, cuando Lucas dice: "Y observando como escogían los primeros asientos a la mesa,…" no debe ser entendido como que aspiraban escoger los primeros asientos en función de otros asientos, porque los hebreos y los latinos no se sentaban a la mesa, como hacemos nosotros, ellos se reclinaban sobre la mesa.

Los judíos comían en triclinium. Este triclinium era en la forma de los tres lados de un rectángulo, en el cual quedaba libre uno de los latinos, para que la persona que servia en las tres mesas que formaban el triclinium pudiera penetrar. El tamaña variaba, y entre estos tres lugares, el de más honor correspondía al dueño de la casa. Este era el lugar del centro; el lugar del frente por donde penetraba el sirviente. Los otros comensales quedaban uno en frene del otro.

Para llegar a las mesas que formaban este rectángulo sin cerrar, se llegaba por medio de una especie de divanes o canapés. Estos tenían cojines, y sobre ellos se recostaban los invitados, con dirección a la mesa. Al estar reclinados, comían de lado, recostado el cuerpo sobre el lado izquierdo, y teniendo la mano derecha libre para tomar los vasos o los alimentos. Es de esperarse, que el que se reclinara primero, tomaba su alimento primero. Fue en esta situación, que Jesús propuso la parábola del Huésped Ambicioso.

El rabí Akiva, dijo en cierta ocasión: "Ve dos o tres asientos mas debajo de lo que te corresponda, y siéntate allí hasta que te digan: ve mas arriba; pero no ocupes el asiento superior, no sea que te digan: Desciende, mejor es que digan: sube, sube, que no que te digan: desciende, desciende."

Desde el principio de su Ministerio, Jesús aconsejaba a sus discípulos, a que se cuidaran del lugar que ocupaba. Jesús no quería que sus discípulos fueran ostentosos, vanidosos; y sobre todo, que se cuiden del orgullo. Es por eso, que esta parábola está dirigida en contra de los vanidosos, los presumidos y ambiciosos. En contra de los que quieren aparentar frente a los demás, y decir que ellos son superiores a todo el mundo, cuando en realidad, los verdaderos grandes, no son los que ostenta su valer, sino los que tratan de ser como los demás.

La parábola contiene un duro reproche contra del fariseos que organizo la comida. Este había invitado a aquellos que en otras ocasiones le habían invitado a él. La Ley, en el Deuteronomio, ordenaba a que se invitara a la mesa, a los pobres, los huérfanos, las viudas y a los extranjeros. Que se invite a los que en realidad merecía que se le diera alimento, no al rico, que tiene su comida asegurada.

Cuando un de los presentes escucho las palabras de Jesús, le quiso tentar, al igual que aquel que había preguntando por si eran muchos los que se salvaban, pero este le dice: "Bienaventurado el que comerá pan en el reino de los cielos." Este hombre, cuando formuló esta aseveración, estaba indicando, que en el banquete que se dará a los redimidos, él iba a tener su puesto, junto con los salvos. Era como si dijera, que él pertenecía al grupo de los Bienaventurados.

Como era costumbre, los rabinos acostumbraban a comparar el Reino de de los Cielos como una gran comida. A la mesa iban a estar los patriarcas, por lo cual el rabino cree prudente mostrar que él será de los que se sentaran en esa mesa. Es posible que también sintiera cierto grado de placer mundano, al sentirse ser uno de los convidados.

Jesús aprovecha entonces para proponer una parábola, en la cual un hombre hace los preparativos para una gran cena. La cena era la comida principal de los judíos. El hombre, un potentado padre de familia, envía a sus siervos a invitar a una serie de amigos. Es muy significativo el sentido que Jesús le da a esta parábola, ya que las excusas que se expusieron, ninguna de ellas fue valedera. Luego que los invitados originales rechazaron asistir, se invitaron a otras personas, que estaban muy lejos de poder haber sido invitados a una cena de este tipo. Los segundos invitados no tenían la prestancia, ni la categoría, para que un señor como el que convidaba, los tuviera presente.

Como esta parábola es muy conocida, y su significado es lo que nos interesa, ya que los elementos no vamos a tratarlo. Pero debemos decir, que su propósito es el siguiente: Digamos que a nombre de nosotros se puede preparar una fiesta, y nosotros no asistir. Si no asistimos, no podemos disfrutar de la misma; pero personas que no estaban en el plan original de que aquel que la organizó, pueden ser invitado por causa de nuestro desplante, y gozar en la misma. De nosotros depende, el que asistamos o no a esa fiesta; pero de nosotros no querer asistir, por causas no atendibles, el Señor que organizo la fiesta, manda a invitar a otras personas, las cuales no conocemos. El que viene a la fiesta de goza en ella, el que no quiere venir, se pierde de la misma.

PEDIDO DE LOS DISCÍPULOS. PARÁBOLAS DE LA TORRE Y DEL REY QUE VA A LA GUERRA.

Lucas: 14: 25-35.

La primera parte de esta perícopa, es uno de los textos que los detractores del cristianismo esgrimen para decir que se quiere minar la institución de la familia. Las palabras de Jesús: "Si alguno viene a mi, y no aborrece a su padre, y a su madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun su vida, no puede ser mi discípulo." Pero nos preguntamos ante estas declaraciones,¿Qué es lo que Jesús pide? ¿Es que acaso nos manda deshacernos de los lazos sanguíneos que nos unen con las personas que el afecto natural nos impone? ¿No es el matrimonio una institución santa, y el amor a los padres, el único mandamiento con promesa de bienaventuranza del Decálogo?

Para tratar este relato se hace muchas veces alabares con las palabras. Se trata de decir, como también de ocultar muchas cosas. Muchas veces no se tratan las palabras dentro de su verdadero sentido. El pasaje de Mateo: 10: 37, aunque no es un pasaje paralelo a este, si nos marca una pauta, de lo que el fino lenguaje de Lucas nos dice. Lo que en griego dice: ostis agapa patera hemetera iper eme, nosotros lo vemos en Lucas decir: kai den mise ton patera auto, kai tous matera…

Y es que estos dos pasajes, si se fueran a entender de una manera literal, debiéramos decir que se traducen en comparaciones, que dentro de sí comprenden y encierran los afectos, sentimientos y emociones. Si tuviéramos por delante el Banquete, de Platón, encontraríamos que aquel gran filósofo nos señala una serie de amores distintos. Pero podemos deslindar dos amores, que no por ser distintos tienen que chocar y oponerse entre si. Esos dos amores pueden y deben ser parte del corazón del hombre. Uno de ellos es un amor natural, el que sentimos por los seres que nos rodean, y que es de Derecho Natural que les amemos; el otro, es el amor divino, el amor devocional, el que todo hombre leva en su pecho, y que solo se satisface cuando amamos y adoramos a Dios.

Podemos decir, que cuando un ser se ama más que a otro, el ser que se ama menos, se aborrece. En la Escritura leemos, que Jacob amaba a Raquel y que aborrecía a Lea, cuando en realidad, era que el patriarca amaba mas a Raquel, con la otra esposa, pero las amaba a ambas. Cuando el Señor se expresa de esta forma, lo hace con la intención de que nuestros parientes y amigos, y aun nosotros mismos, debemos echarnos de menos. No es que los nuestros, padre, madre, hijos, etc., deben ser aborrecidos, y que debemos alejarnos de ellos como si fuesen seres impuros, no. Esos dos amores se deben mantener; pero el mayor amor ha de ser a Dios. Solo Dios debe ser objeto de adoración. Solo a Dios debemos obedecer, y cuando sentimos ese respeto, amor, adoración y obediencia a Dios, entonces crece el amor natural para con los nuestros. El amor natural no ha de ser más grande que el amor al Ser Divino.

Si lo entendemos de esta manera, entones podremos comprender con justicia las dos parábolas que el Maestro propuso: la de la Torre, y la del Rey que sale al encuentro de un enemigo poderoso. Estas dos parábolas de deben aplicar, y entender, como queriendo significar que primero hay que planificar, hacer cálculos en el momento de tomar una decisión. A esto se agrega el ejemplo de la sal, que ya fue tratado, y de la manera que el cristiano es el agente preservativo del mundo.

PARÁBOLAS DE LA OVEJA PÉRDIDA, DE LA DRACMA PERDIDA, DEL HIJO PRODIGO. ALEGORÍA DEL MAYORDOMO INJUSTO. RESPUESTA DE JESÚS A UN FARISEO Y PARÁBOLA DEL RICO Y LÁZARO. ENSEÑANZA SOBRE EL PERDÓN. PARÁBOLA EN CUANTO AL SERVICIO.

Lucas: 15: 1-35, 16: 1-31 y 17: 1-10.

Con las dos parábolas anteriores, y estas que estamos viendo, tenemos en conjunto seis parábolas de fácil comprensión, una alegoría, ya que a lo que llamamos parábola del Mayordomo Infiel es una alegoría, y un extraño relato, que es del Rico y Lázaro. El relato de, como le hemos llamado, extraño, no podemos colocarlo en el genero de las parábolas. Pudo ser un hecho que aconteciera, pero es un relato o narración corta, un cuento.

Como hasta el presente no hemos entrado en la interpretación o comentario de ninguna parábola, sino que hemos hecho una introducción para el estudio de las mismas, en esta ocasión, tampoco vamos a entrar en explicaciones. Como es fácil de entender por medio de la lectura conjunta, las causas que motivaron que estas parábolas se pronunciaran, las mejores presentadoras de las mismas, son las lacónicas palabras que Jesús pronunció, como también las circunstancias que provocaron su nacimiento. Cuando se leen detenidamente estos hermosos relatos. Tomemos de los labios de Jesús, el Gran Maestro estas lecciones eternas, en los cuales Él se revela como el mas grande de todos los maestros, y enseña las verdades concerniente a los misterios mas inescrutables que contiene la Palabra Divina. Cuando se hace una narración, cuando lo dicho se ilustra en forma grafica, es posible que la memoria olvide gran parte de lo que se escuchó, pero el ejemplo se grava en forma indeleble. Las parábolas son ejemplos perennes que la memoria no olvida, ya que las verdades espirituales, son recordadas por las cosas que a diario vemos en nuestra vida cotidiana.

La venida repentina de Cristo

Lucas: 17: 20-37.

Para este tiempo vinieron los fariseos, no para pedirle a Jesús una señal, una manifestación exterior, que le convenciera de que Él era el Mesías, sino que les dijera cuales eran las señales que indicarían la presencia del Reino de Dios. Querían saber como ellos podrían comprender que el Reino estaba a la puerta. Aunque las palabras de Jesús fueron claras, al decir que el Reino no se iba a manifestar de una manera observable, con manifestaciones externas, con algo que permitiera que se contemplara, o que se pudiera determinar el día y la hora.

El Reino de Dios no iba a permanecer oculto, no iba a estar en un lugar determinado, para que el mundo pudiera verle. No el mundo iba a continuar como si nada estuviera pasando. No había que creer a aquellos que dijeran que un sitio determinado se encontraba el Reino de Dios; el Reino era la presencia del Mesías, y ese Mesías estaba en medio de todos.

La mayor prueba de que la venida del Mesías no se podía predecir, era que había que tomar como ejemplo al relámpago. Este se manifiesta en el cielo, y a la velocidad de la luz cruza el firmamento, sin que uno pueda comprender como. Así iba a ser la venida del Hijo de Dios.

Jesús de nuevo reafirmó que Él era el Mesías, y que primero tenia que sufrir mucho, para luego padecer. Como antes había dado la señal del profeta Jonás, en este caso, la señal que se podía dar, para que pudieran comprender cuando el Reino de Dios estuviera cerca, era que la humanidad iba a estar viendo como en los días de Noé. También dijo que el corazón del lo hombre iba a estar continuamente maquinando para hacer el mal.

Otro ejemplo que dijo, era que la vida iba a ser como en los días de Lot, el sobrino del patriarca Abrahán. Lot vivía en las ciudades malditas del valle Pentápolis, en un estado de degeneración y promiscuidad nunca jamás visto. Los moradores fueron destruidos, condenados al fuego y al azufre, el cual los destruyó a todos.

Por lo cual, cuando se lee este trozo de las Escrituras, y se procede a comparar la vida que se Vivian en los ejemplos presentados, cuando un diluvio y una lluvia de fuego destruyó a los hombres de conciencias encallecidas, y lo comparamos con los días actuales, los antiguos salen gananciosos. Ellos fueron menos corruptos que la sociedad actual. La venida del Señor será señalada por medio del la perversidad y la maldad del hombre, el enfriamiento del amor y la negación de la verdad. La complacencia propia será la norma de vida del hombre condenado a la destrucción. También en este trozo de la Escritura, los discípulos de Jesús, debían estar apercibidos cuando la ciudad de Jerusalén fuera puesta a sitio, lo cual traería la ruina de la ciudad, del Templo, y del culto.

PARÁBOLAS DE LA VIUDA Y EL JUEZ. EL FARISEO Y EL PUBLICANO.

Lucas: 18: 1-14. Nuestras últimas lecturas han sido tomadas del Evangelio de Lucas, el cual es el que mas se detiene en los dichos y hechos de Jesús, mientras este se encontraba en los dominios del rey Herodes Ántipas, esto es en Galilea, y presumiblemente en Perea. A nuestro modo de ver las cosas, todo esto está sucediendo un día de Sábado, cuando Jesús fue invitado a comer por un fariseo. Recordemos que en la ultima intervención, Jesús hablo de su venida, y la ligo con la caída de la ciudad de Jerusalén, para que no tomara a sus discípulos desapercibidos, o no fueran a ser engañados por los impostores, cuando su venida estuviera a la puerta. Tenían que estar preparados, cuando la ciudad de Jerusalén fuera cercada por los ejércitos imperiales al mando de Tito. Es por eso que sus discípulos debían vigilar.

Por lo que se puede leer en los escritos de Josefo, el historiador judío que contó la revolución judía y la caída de la ciudad; así también por los escritos "del blasfemo europeo", Ernesto Renán, el cual no solo fue el historiador humano de Jesús, sino también el que conoció mas a fondo la historia del cristianismo. Ellos nos dicen, que después de la ascensión de Jesús, y antes de la caída del Templo, muchos engañadores se levantaron, y se autoproclamaron Mesías. Estos arrastraron multitudes tras sí. Entre esto hombres podemos conocer el nombre de Teudas, y tal Judá, natural de Galilea. Estos engañaron a muchos.

Dice Renán, en su Anticristo, que ningún cristiano murió en la toma de Jerusalén. Los seguidores de Jesús estuvieron alertas y vigilantes, y cuando hubo un cese a las hostilidades, huyeron a la ciudad del otro lado del Jordán, a Pella, que era una de las ciudades de Decápolis. Esto sucedió de esta manera, porque Jesús les propuso en dos parábolas, la de la Viuda y el Juez injusto, y la de Fariseo y el Publicano.

Insistimos en que se debe escudriñar el sentido espiritual de las parábolas. En ellas se encuentran las verdades del cielo. Como el que se afana en buscar un tesoro escondido, se debe insistir en buscar las verdades que en ellas se esconden. De la misma manera que en una diminuta semilla se esconde un gran árbol, capaz de desafiar las nubes; o como en el roble nace de una pepita que lleva el viento, pero llega en su grandeza y corpulencia, a hacer sentir a los hombres como enanos, estas ilustraciones nos pueden hacer gigantes espirituales.

SOBRE EL DIVORCIO.

Mateo: 19: 3-12. Marcos: 10: 2-12.

Es sumamente extraño que Lucas no registrara en su historia este incidente de la vida de Jesús. Muchos dicen que ocurrió en Perea, en los dominios del rey Herodes, en el otro lado del Jordán; nosotros nos inclinamos porque ocurrió en Capernaum. Las razones por las cuales argumentamos, es que unos pocos minutos después, vamos a encontrar al Maestro en la casa de Pedro, o del redactor del Evangelio de Marcos.

Era causa de discusión entre los judíos de los días de Jesús, el tema del divorcio. Aunque resulte extraño, los saduceos mantenían una postura mas correcta, al sumarse a las ideas y conceptos de Shamai, mientras que los adherentes al abuelo de Gamaliel, estaban un poco mas desacertados. A la luz de la verdad cristiana, los saduceos tenían mejores bases, que los fariseos, sobre este tema tan espinoso y controversial.

En esos días, la interpretación del primer versículo, del capitulo 24 del Deuteronomio, era causa de duras controversias, agrias discusiones y enconadas disputas. Para los fariseos, un hombre podía repudiar a su mujer, por cualquier causa o motivo. Para los saduceos, la causa única del divorcio, era la que Jesús consideraba legítima, el adulterio.

Esta es la razón, por la cual los fariseos se presentaron delante de Jesús, y le espectaron esta pregunta: "¿Es licito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?" La razón de la pregunta era para probarlo. Querían hacer un sondeo; conocer el terreno sobre el cual Jesús se encontraba en este aspecto.

El Maestro recurre al Génesis, donde se ofrece el mandamiento de que todo casado, tenia la obligación de salir de su casa materna y formar la propia. El matrimonio era con el objeto de formar un nuevo hogar. Cuando se deja el hogar de los padres, se forma una nueva familia, y dos que vivían separados, pasan a ser uno.

Por la respuesta, los fariseos creyeron encontrar un arma poderosa. Jesús estaba citando al autor del Génesis, el Gran Legislador. Y era ese mismo Legislador, el que había ordenado que por cualquier causa se pudiera dar a la mujer una carta de divorcio. Bastaba con que a los ojos de le agradara la mujer, y ya se tenia la razón suficiente para la disolución de la unión.

A esto Jesús les dice, que la causa de la duraza del corazón de ellos, fue la causa por la cual Moisés le permitió repudiar a su mujer. Si sus corazones no hubieran sido duros y carnales, este mandamiento no hubiese existido. Pero el mandamiento del divorcio era en beneficio de la mujer; de no haber existido el divorcio, la vida en el hogar, para la mujer, hubiese sido azarosa y un verdadero infierno. Así es, que esa fue la causa de esta ordenanza.

Como se ha dicho, los discípulos de Jesús, eran en ciertos sentidos seguidores de la doctrina fariseo, habían sido educados por esos maestros, por eso, cuando llegaron a la casa, ellos insistieron en el mismo tema. Entonces Jesús les expuso su argumento: "Yo os digo que cualquiera que repudie a su mujer, sino fuere por causa de fornicación, y se casera con otra, adultera: y el que se casare con la repudiada adultera."

Pero los discípulos eran duros de corazón, por lo cual no tuvieron reparo en huir al último extremo. Se refugiaron en el extremismo con esta afirmación: "Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse." A esto Jesús le contestó que esta condición de no casarse, no le convenía a todo el mundo, ya que el llamado al celibato no puede ser asimilado por todos. Así como todos no fueron llamados al matrimonio, tampoco todos podían estar sin casarse, ya que el matrimonio es la situación natural del hombre, es el mandato de Dios.

Por lo que leemos en el Evangelio de Marcos, las mujeres gozaban de ciertos privilegios, ya que a ellas les estaba permitido el repudiar a sus maridos. Ignoramos cuales son las causas por las cuales las mujeres podrían divorciarse de sus maridos, y apoyarse en una escritura que tuviera la validez de un divorcio.

Es posible que en los días de Jesús, la influencia y las costumbres romanas, les dieran ese derecho a las mujeres. Ya hablamos de la Ley Julia, de Adulterio, la cual puso el divorcio de moda. Por lo que sabemos, mediante los escritos de Cicerón, en la Ley de las X11 Tablas, también en los escritos de Gayo, se consagraba el divorcio de la mujer. Es posible, que en un principio, las leyes romanas no permitiera este relajamiento de las costumbres. Cuando había matrimonio sin Manus, los cuales eran raros, el divorcio se permitía solamente por el consentimiento de ambas partes.

Fue al final de la Republica, cuando las mujeres podían provocar el divorcio. Esto es lo que entendemos, cuando se lee a Séneca y a Juvenal, el cual lo ratifica de una manera magistral. En la Sátira sexto leemos a Juvenal: "Usinio aplaude la Ley Julia…¿si este, que hasta ahora ha sido el adultero mas conocido, hoy somete su testa al cabestro marital, él, que tantas veces se escondió en su cesto, como Latino en peligro de morir?"

Sobre el procedimiento que e seguía en Roma, ver lo que ya dijimos cuando hablamos de la mujer tomada en adulterio. Recordemos que Julia, era hija de César, la cual por su vida licenciosa, hizo que su padre diera una ley en la cual se dulcificaba la pena de adulterio por parte de la mujer.

LA BENDICIÓN DE LOS NIÑOS.

Mateo: 19: 13-15. Marcos: 10: 13-16. Lucas: 18: 15-17.

No sabemos si fue en Capernaum o en Perea, que a Jesús le presentaron unos niños para que los bendijera. Tenemos razones para opinar que el relato anterior ocurrió en Capernaum, por ser ese el lugar donde se encontraba el autor del Evangelio de Marcos; y al ser Lucas el autor mas prolifero en registrar los sucesos del Señor en Perea, lo que estamos registrando pudo haber sucedido en cualquiera de estos dos lugares.

Mateo, Marcos y Lucas nos dicen que a Jesús le fueron presentados unos niños, y que los discípulos le reñían a los padres y tutores de los mismos, ya que al entender de ellos, el Maestro no estaba para ocuparse de asuntos de infantes, sino de mayores. Para ellos los adultos eran más importantes que los niños. Recordemos que para los judíos, los hijos eran una bendición del cielo, y de esa ideas esta preñada las Sagradas Escrituras; y los rabinos eran de opinión, que los niños podían recibir la presencia y la gracia del Eterno.

Era una costumbre presentar a los infantes a los maestros para que estos pusieran las manos sobre sus cabezas, y le dieran la bendición. Con la bendición, los maestros instaban a los niños a que fueran obedientes. Pero en este momento, los discípulos de Jesús creen que Él no debe perder el tiempo con ellos, y es por eso que ponen malas caras, y riñen con estos pedagogos.

Cuando Jesús se entera de lo que está sucediendo, se enoja con los suyos. Ve que sus discípulos son un estorbo, que impiden que la presencia de Dios llegara a los niños también. Es entonces que Jesús les advierte, de que el reino de Dios también es para ellos, y que solamente podrán entrar los que sean con niños. Inmediatamente procedió a bendecirlos, y con la bendición de ellos, a todos los niños del mundo.

Solo aquellos que son padres, son los que a cabalidad pueden entender lo que es ser como niños. Cuando se es padre de un niño, se llega uno a identificar con todos los niños que uno se encuentra en el camino de su vida. Ese amor va creciendo a medida que se van teniendo más hijos. Es `por eso que Jesús dio muestra de amor hacia los niños. Él los sostuvo en sus brazos, siendo este el mayor ejemplo de que a los niños se les debe bendecir, orar por ellos, y ocuparse de su educación. Solamente en el cielo, los niños serán como hombres, y cada hombre será igual a un niño.

EL RICO Y LA PARÁBOLA DE LOS TRABAJADORES DE LA VIÑA.

Mateo: 19: 16-30. Marcos: 10: 17-31. Lucas: 18: 18-30.

Cuando leemos el Evangelio de Marcos, vemos que el narrador fue testigo presencial de lo que estaba ocurriendo. Vemos que Jesús está para abandonar el lugar, y cuando se dispone a salir, alguien, a quien probablemente a la ultima hora se le había hablado del Maestro: "Vino corriendo, e hincando la rodilla delante de Él, le preguntó: ¿Maestro bueno…?

Estas solas palabras de Marcos, nos presentan una complejidad que es preciso despejar. Tenemos que ver la razón por la cual esta joven, que era un príncipe en Israel, y que según Lucas, el joven era un funcionario, y que también tenía muchas posesiones, se puso de rodilla ante el Divino Maestro. También es extraño, que una persona principal corriera en la calle, ya que expresamente denota una falta al protocolo de su rango. Es muy probable, que los discípulos de Jesús ante sus maestros.

Todo parece indicar que este joven príncipe, sentía un gran respeto hacia Jesús. Algo que denota el respeto, es que le aplica al Maestro una expresión que no se les aplicaba a los hombres, sino a Dios, cuando le llama bueno. El no titubeo en darle el titulo, pues al decir: Didascale agaton, lo hace como si fuera a Dios mismo. También el afán con que buscaba al maestro, el interés que mostró, la ansiedad de la pregunta y la importancia de la misma; todo esto hizo que Jesús sintiera un gran afecto por el joven.

La forma de Jesús responderle fue muy sutil, ya que le llama la atención sobre el respeto a las cosas sagradas; como a la vez, también da satisfacción a su demanda: "¿Por qué me llamas bueno? Ninguno es bueno sino uno, es a saber, Dios, y si quiere entrar en la vida, guarda los mandamientos."

Cuantas cosas podemos aprender de esta respuesta de Jesús. Sus palabras son la esencia misma del cristianismo, y sobre la cual hemos venido insistiendo, porque Jesús hizo hincapié en ella: LA OBEDIENCIA. Obediencia a Dios y a su Palabra. El que obedece a Dios guarda sus mandamientos. Todo aquel que quiera entrar en el Reino de Dios, debe tener un carácter moldeado a la voluntad de Dios, así como vivir en armonía con los demás seres redimidos.

No entiendo de que manera, los antimonialitas interpretaron este pasaje; pero creemos ver en el, que Jesús le dijo a este joven, que si en realidad quería entrar en el Reino, para disfrutar de la vida eterna, debía guardar los mandamientos. En el pasaje no se lee otra cosa. De lo cual se desprende, que cuando se entregaron los mandamientos, se dieron para que fueran guardados, observados. La expresión griega de GUARDAR, nos da la idea de curar, con lo cual nos sugiere diligencia y cuidado.

Quien esto escribe, se desempeño por unos treinta y ocho años como maestro de escuela. Ya siendo bachiller en servicio, estudie pedagogía. En mis días de educador, la ofensa mas grande que se podía pronunciar contra un profesor, era acusarlo de ser Tradicional. Esto era un equivalente a llamarlo atrasado, retrogrado, anticuado, y otras cosas por el estilo. Lo mismo sucede en el cristiano al que denominen Legalista. Es preferible que le llamen Nicolaita, a lo cual Dios considera como una cosa aborrecible, que ser tenido como Legalista en la iglesia de nuestros días.

En nuestros días, todo el mundo quiere correr a hacer coro en contra del legalismo. El legalista es tenido como anticristiano. No se puede ser evangélico y legalista a la vez, ya que el legalista es un enemigo de la sangre de Cristo. El legalista busca él su propia salvación, es enemigo de la cruz de Cristo.

Hace unos años, y perdón por la distancia, leí un sermón del gran predicador protestante Geoffrey J. Paxton, en el cual, el evangelista australiano formula la pregunta: ¿Sobre que base acepta Dios a los hombres? Paxton propone tres salidas para contestar a su pregunta:

1. Una vida de obediencia a la Ley.

2. Fe en el Evangelio de Jesucristo.

3. Otros medios.

Cuando el orador dio a su auditorio que escogiera su contesta, el noventa por ciento tomó la número dos: Fe en el Evangelio de Jesucristo. Unos pocos tomaron la numero tres: Otros medios; y el otro grupo de abstuvo de escoger. Con esa forma de hablar tan característica de Paxton, el nos dice que la correcta era la numero uno, la cual es: Una vida de obediencia a la Ley.

Aunque sus oyentes se asombraron, dijo que ellos había escogido la numero dos y no la uno, porque la uno le parecía muy legalista; pero la que era en realidad legalista es la numero dos, y no la uno. Para sostener su argumento, nos dice que si Dios nos acepta por medio de la fe, nosotros ofrecemos algo que está dentro de nosotros. El ofrecer algo nuestro, es una forma de pensar al estilo del Concilio de Trento, por lo cual esa forma es católico-romana, cosa que criticaron rudamente los reformadores. "La única base de aceptación para con Dios es una vida de obediencia, es decir, una vida de justicia." Esas son las palabras del predicador.

Y esto es lo que Jesús pide de todo ser, obediencia a la Ley de Dios. El joven, nos dicen los Evangelios, quería saber cuales mandamientos eran los que el tenia que guardar. El Maestro le recordó que eran los contenidos en el Éxodo 20. Todos estos mandamientos lo resumen lo reúne en uno solo, cuando dice: "Amaras a tu prójimo como a ti mismo." Y es entonces cuando el joven alega que todos lo que Jesús le ha indicado, él lo ha guardado y obedecido desde su mas tierna infancia, y que su vida estaba completamente vacía, que si era necesario algo mas, que lo indicara.

El joven se sentía que no caminaba de una manera recta. Su conducta estaba viciada. Tenia anhelo y necesidad de algo que pudiera llenarle, satisfacerle. Es por eso, que conociéndolo a fondo, Jesús, como antes dijimos, amó a este joven, y procede a darle un consejo, para que pueda alcanzar la perfección: "Anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, tendrá tesoro en el cielo; y ven sígueme, tomando tu cruz."

Marcos es el que nos ofrece el verdadero camino que ha de seguir todo aquel que quiera ser perfecto: Primero: guarda los mandamientos; segundo: no tener cosas materiales que nos liguen y dificulten en la ruta; tercero: seguir a Jesús, tomando la cruz de Él.

Pero este joven, el que habló personalmente con el Maestro, el mismo que Jesús amó profundamente, y que se interesó por su bienestar. El joven a quien Jesús quiso guiar por el camino de la vida, por quien se preocupó. Un joven de mucha influencia y potencialidades en su sociedad, el cual tenia muchas posibilidades, sabemos que no pudo servir como soldado en el Ejercito salvador de Jesús. Este joven no se encuentra entre las personas que acompañaron a Jesús durante su estancia terrenal, porque tenia muchas riquezas. Él estaba muy atado a este mundo para enajenarlo y seguir tras los pasos del Maestro. Quien podía ser parte del coro, que de pie, en el mar de vidrio entonará el canto de Moisés, se alejó triste, porque tenía muchas cosas mundanales, finitas y perecederas. Esas cosas tuvieron mas peso para él, que la vida eterna, infinita e imperecedera.

Este joven educado, no supo escoger y distinguir el verdadero valor de las cosas. En lógica, entre dos cosas buenas, se debe escoger la mejor; en derecho, entre dos males, se ha de escoger el mal menor. Este joven escogió lo que tenia menos valor, y el daño mayor. Lo que a el le faltaba, lo que le era un impedimento para entrar en el Reino de Dios, no era su conducta, sino su mentalidad, la cual estaba unido a lo terrenal. Estaba muy ligado con las cosas que se ven con los ojos, ignorando que las que se ven con el corazón son mas importantes y beneficiosas.

En su Historia Verdadera de la Conquista de Nueva España, donde el español Bernardo Díaz del Castillo cuenta la conquista de México por Cortes y sus hombres. En el capitulo LV111, es donde se dice que Cortes, antes de partir para la ciudad de Villa Rica, en la cual dejó a Juan Escalante: "Aquí dice el cronista Gomara que mandó Cortes a barrenar los navíos, y también dice…" Este barrenar las naves, fue el acto que se toma como la causa de la conquista de ese gran imperio, ya que ese intrépido hombre de armas pudo mantener a sus hombres en la tierra azteca, y luchar hasta vencer, porque de lo contrario serian eliminados.

Cortes hundió sus naves, de la misma manera que Julio César, cuando en el año 55 de antes de Cristo llegó a las playas de Gran Bretaña, y disponiendo en filas a sus bien disciplinadas legiones, a la vista de todos, hizo quemar las naves. Con el acto de quemar las naves, rompía con el mundo exterior. Nada debe ligar al soldado de Jesús, con las cosas del mundo. Por eso, tantos los hombres de César, como los de Cortes, vencieron, porque no tenían mas opción que luchar hasta la muerte.

Es muy probable, que el joven rico no tuviera las mismas oportunidades que Moisés, el heredero del trono egipcio, el imperio más grande de su tiempo; pero Moisés rompió las amarras que le unían con el mundo. Fue por ese desprendimiento, que leemos en las Escrituras, que Moisés fue el único hombre que hablaba con Dios cara a cara. Jesús le pidió a este joven lleno de posibilidades, con una infinidad de recursos, y muy bien relacionado, que se preocupara por su bienestar. Jesús quería que él fuera un hombre completo, que tuviera vida abundante. Conoció las potencialidades de un gran hombre; pero ante todo, tenia que horadar las naves, como Cortes en México, tenia que quemarlas, como Cesar, en las costas británicas, romper las amarras, cual Moisés en Egipto. Pero no, el joven prefirió gozar momentáneamente de ciertos beneficios, por lo cual perdió la vida y la dicha eterna.

Es cuando el joven se marcha triste, porque entendió que era muy grande el pedido, que la vida eterna no costaba tanto, que Jesús advierte en contra de las riquezas. Les dice que es difícil, a un hombre que tenga riqueza, las cuales les dificultan penetrar por las puertas del Reino de Dios. No es que los pobres tenga el monopolio de la salvación, porque ¿Cuántos pobres, mas que pobres, paupérrimos, no se aferran a sus harapos con mas amor que un devoto religioso a sus creencias?

Lo que para los hombres es imposible, no lo es para Dios. Todo aquel que se niegue a sí mismo, todo el que lo deje todo por Cristo, ha de tener la más grande de todas las recompensas. Tendrá cosas, que ni las mentes mas brillantes, ni las plumas mas proliferas pueden alcanzar a expresar; peque son cosas difíciles de expresar, ya que no han subido al pensamiento, vistas con los ojos, ni oída por ningún oído humano.

Para aquellos que quieran saber quienes son los hombres y mujeres que se salvaran, bajo que reglas de juego, Dios acepta a los hombres; es para ellos que Jesús propone la parábola del los Trabajadores de la Viña. No importa a la hora que se entre al servicio, tampoco a la hora en que a uno se le ha llamado. Lo importante es que todo el que trabaje en la Viña del Señor ha de recibir su pago. El que pueda recibir estas palabras, que la reciba, pero que no se espante al seguir tras Jesús, llevando su cruz.

Jesús predice por tercera vez su muerte

Mateo: 20: 17-19. Marcos: 10: 32-34. Lucas: 18: 31-34.

De nuevo encontramos al Mesías queriendo hacer comprender a sus apóstoles cual era su misio. Desde hacia mucho que los judíos de los cuatro ángulos de la tierra se estaban preparando para la Pascua. La primavera del año 31 se había presentado, y desde diciembre del año anterior, Jesús había salido por las puertas de la ciudad amurallada de Jerusalén, para evitar fuera cortado su ministerio. Se había retirado a la región de Decápolis, y caminado por las riveras del lago de Galilea. Se había dedicado por completo a instruir a sus discípulos y a las multitudes.

Es posible que el viaje de camino a la ciudad del Templo le costara una semana. No quiso subir directamente con el grupo de conocidos, y de peregrinos que iban al sur. Hizo su viaje solo con los doce. Las palabras que iba pronunciando por el camino tenían a los discípulos asustados.

En la ciudad, es posible que las multitudes y los suyos estuvieran esperando que se proclamara el Mesías, el liberador de Israel, el quebrantador del yugo romano. Los suyos no estaban preparados para las últimas instrucciones. Por eso, el Maestro los tomó aparte, y por tercera vez contó todo lo que Él tenia que sufrir antes de morir; pero todo fue aparentemente en vano. Ellos, que no comprendieron la primera vez, se espantaron en la segunda y no entendieron el tercer anuncio de su muerte.

La mente de Dios no es la mente de los hombres. Los discípulos querían un reino de gloria y de poder; Jesús anunciaba un reino de renunciamientos y de sufrimientos, donde su Rey iba a ser hoyado y vejado por los de su propia nación, quienes lo entregarían a los extranjeros. Ellos aspiraban a tener honores, a que los hombres le sirvieran; Jesús les decía que era necesario servir a los hombres, y que grande era el que se hiciera como un niño.

La causa por la cual ellos se espantaban, era porque los planes de Jesús, eran diametralmente contrarios a sus propios planes. El momento en que ellos iban a juzgar a las doce tribus de Israel, sentados sobre doce tronos, no estaba cerca. Era necesario que su Líder, el Liberador del pueblo, el Ungido de Dios pereciera primero.

PETICIÓN DE SANTIAGO Y DE JUAN.

Mateo: 20: 20-28. Marcos: 10: 35-45.

Es probable que ya la caravana hubiera cruzado el vado del Jordán, frente a Jericó. Como también es probable que las mujeres que acompañaban la comitiva de Jesús para ministrarle estuvieran entre ellos. Por lo que encontramos en el relato de Marcos, unido con el de Mateo, y en la forma en que Jesús les llamó la atención a los discípulos, que es la causa de este relato, Juan y Santiago, los hijos de Zebedeo y Salomé, presumiblemente hermana de Maria, y sus hijos primos de Jesús, estos se sentían con ciertos derechos. Los dos hermanos, como primo del Maestro, quieren asegurarse los primeros puestos, los ministerios. Ellos pensaban, que no se vería bien, que ellos en persona hicieran sus pedidos, ya que existía una docena de posibles candidatos, los cuales aspiraban a los mejores puestos en el nuevo reino. Es por eso que recurren a su madre, para que ella sea la portadora de su petición.

Cuando la insigne matrona, que seria ya una anciana seguramente, pues no pasaría lo misma que con la madre de Jesús, la cual en la Piedad de Miguel Ángel, el hijo era mucho mas aventado que la joven mujer que lo sostiene en sus hermosas y bien torneadas rodillas. Cuando la señora hace su pedido, y sabiendo el Maestro, que la idea de la madre, concerniente al reino de Dios era incumpla; le dice a los hijos, y no la portadora de la petición: "No sabéis lo que pedís."

Y a la verdad, ellos no sabían lo que estaban pidiendo. No lo sabían, por la sencilla razón que no entendían el Ministerio de Jesús. Y no lo sabían, porque no había puesto atención para comprender la vida de Jesús. La vida de tomar la cruz no consiste en honores y comodidades, honras de hombres y placeres mundanales. Cuando los hermanos fueron interrogados sobre lo que se le pedía, ellos fueron prestos en responder: SI. Dijeron que podían cumplir con todo lo que se exigía.

Ellos podían tomar la misma copa de amargura y de sufrimientos que Jesús tomó. Ellos podían ser bautizados por el martirio, como fueron bautizados posteriormente. Leemos en los Hechos de los Apóstoles, que Santiago, el cual es Jacobo, murió a temprana edad, cuando los cimientos del cristianismo aun nos se habían confirmados. Juan seguramente murió en buena vejez; pero antes, según la tradición, fue arrojado en una paila de aceite hirviendo. Más tarde lo veremos como desterrado en el inhóspito peñón árido de Patmos.

Es que quien quiera entrar en el ministerio para procurarse un puesto, desde el cual mandar y dar ordenes, enseñorearse sobre los demás, se equivoca de profesión. No estamos diciendo que esto no se hace, pues a diario se repite este hecho en la vida cristiana, y en la iglesia del Señor, y no se ve que se le ponga coto a este asunto. Cuantas veces oímos hablar contra ese pecado que se llama simonía, el cual fue tan rudamente criticado por Pedro, y que Dantes coloca en el Infierno, en un lugar muy especial, a los que lo cometen. Los que vengan a la Iglesia de Cristo, tienen que venir como sirvientes, no como capataces. Jesús vino a servir, no para ser servido; por lo cual, sus discípulos no puede aspirar a ser mas que su Maestro. Bástale al discípulo ser como su Maestro fue.

CURACIÓN DE UN CIEGO ANTES DE ENTRAR A LA CIUDAD DE JERICÓ Y OTRO A LA SALIDA DE LA MISMA.

Mateo: 20: 29-34. Marcos: 10: 46-53. Lucas: 18: 35-45.

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