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Comentario al evangelio de nuestro señor Jesucristo (página 5)


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10

Estos dos relatos, los hemos ensamblado, tomando primero el de Juan, y luego el de Lucas, para su mayor comprensión y claridad. Juan nos dice que estaba cerca la Fiesta de los judíos, la de los Tabernáculos. Por este indicio, podemos tener una idea del tiempo en esto esta sucediendo.

La Fiesta de los Tabernáculos, porque durante ese tiempo, el pueblo habita en rancho, en enramadas. Era una de las Fiestas más importante del pueblo. Tenía como característica principal, que era obligatoria para todos los hijos de Israel. Era una fiesta de gran regocijo entre todos los habitantes de la tierra. No importaba el sexo, la raza, ni la condición, todo el que habitara en el país, se aprestaba a la celebración.

La fiesta de las Cabañas, como también era llamada, tenía sus inicios al final de las cosechas. Su duración era de una semana, y empezaba el día 15 del mes hebreo de Tishri; esto es el día 15 después de la Nueva Luna de nuestro octubre. Este mes de Tishri, corresponde a la última parte de nuestro septiembre, y la primera parte de octubre. A su vez era el primer mes civil en Israel, y el séptimo mes en el calendario de culto.

El primer día de la celebración era un día solemne, y durante la festividad, que era una conmemoración de la entrada del pueblo en el desierto. En Levitico: 23: 42-43, se dan los detalles. Se habitaba en chozas construidas con ramas de palmas; pero en los días de Nehemías, se hacían las chozas con otros materiales: "Ramos de olivos, ramos de pino, y ramos de arrayán, y ramos de palmeras, y ramos de todo árbol espeso…" Nehemías: 8: 15.

Por lo que se lee en los libros de Moisés, esta fiesta tenía una doble conmemoración: Celebrar los cuarenta años en el desierto, por lo cual habitaban en cabañas; y por la acción de gracia dada por los frutos que recibían por motivo de la siega, y la cosecha. Las cabañas se construían en los techos de las casas, en las calles de Jerusalén, en todos los lugares posibles.

Por las descripciones, el regocijo era desbordante; el entusiasmo del pueblo no tenia limites. La adoración era constante; los sacrificios que se ofrecían no tenían límites. En Números 29: 13- 38, se hace una indicación de los sacrificios que día tras día se debían hacer, hasta llegar al octavo día, que era un día santo y solemne, igual que el primero.

Como el primer día de la fiesta, era el Día de las Trompetas; por ser el primer día del año civil, el ultimo era el octavo día, y aunque los sacrificios iban en escala descreciendo, el entusiasmo del pueblo iba en aumento. Por los cálculos que se toma del libro de Números, capitulo 29, encontramos que todos los sacrificios que se pedían a la congregación, era por motivo de las solemnidades. El séptimo día, el pueblo le daba la vuelta siete veces al altar de la misma manera que se le dio a los muros de Jericó.

El octavo día se hacia también una Libación de agua mezclada con vino, para derramarla sobre el sacrificio. Para esto, el sacerdote descendía del Monte Moriah, donde estaba ubicado el Templo. Salía por la ciudad Baja, y llegaba al Estanque de Siloé, teniendo en sus manos una vasija de oro, la cual introducía en el Estanque, y la llevaba de regreso al Templo, penetrando por la Puerta del Agua. Al son de trompetas, y de las bocinas, el agua era vaciada sobre el sacrificio que se ofrecía en la mañana, al tiempo que todo el pueblo cantaba:

Cantaré a ti oh Jehová:

Pues aunque te enojaste contra mi;

Tu furor se apartó

Y me has consolado.

He aquí Dios es salud mía,

Aseguráreme, y no temeré;

Porque mi fortaleza

Y mi canción es Jah,

El cual ha sido salud para mí.

Sacareis aguas con gozo

De la fuente de la salud.

Isaías: 12: 1-3.

Esta agua que se mezclaba con el vino, y que luego era derramada sobre el sacrificio, podía ser entendida por los antiguos hebreos como un símbolo de la abundancia de los bienes recibidos y por recibir; también como un emblema de la purificación de los pecados que el pueblo había cometido. Esta era la Fiesta que estaba cerca, y a la cual Jesús se disponía asistir.

No olvidemos que Jesús había tenida dificultades con sus familiares; pera este entonces, las cosas se habían agravado. Fue entonces cuando: "Dijeron sus hermanos: pásate de aquí, y vete, para que también tus discípulos vean las obras que haces…" A juicio de Juan Crisóstomo, los hermanos de Jesús estaban confabulados con los príncipes de Israel para que Jesús se perdiera. Otros comentaristas piensan que so lo decían con el afán de que Jesús se exhibiera ante todos. No falta quien afirme, que esto lo dijeron por humanas satisfacción, ya que Jesús era el Mesías, ellos tendrían su lugar en el reino que se iba a plantar. Creemos que eso lo decían sus hermanos, para que Jesús se fuera del lugar donde ellos Vivian, pues era un gran problema tener en la casa a un sedicioso que desafiaba a las autoridades.

Las expresiones que siguen, nos confirman mas todavía, ya que los propios hermanos no hacían caso a lo que Él desidia y hacia. Sus hermanos eran incrédulos; no tenían fue en lo que Él podía hacer. Por eso es que Jesús les advierte, muy solemnemente, que el tiempo en el cual, Él se iba a manifestar como Príncipe de Israel, no había llegado, pero que el tiempo de ellos, siempre estaba en sus minutos finales.

Jesús no tenía ningún interés en que un grupo de exaltados lo proclamara como rey. Tampoco tenia necesidad de recibir el testimonio de los hombres, y mucho menos su aprobación. Su honra estaba en la obra del Padre que Él había hecho. Aunque le quedaba un trabajo por realizar, una gira más por el sur del país, con la cual iba a afirmar más su predicación e instruir más cabalmente a los suyos. Faltaban unas lecciones que Él tenia que impartir y los discípulos por aprender.

Por esa razón, es que el tiempo que le faltaba, los obras que restaban; y a sabiendas de lo que le esperaba, marcó su dirección con rumbo a Jerusalén. Por eso sale de la Palestina Central, cerca del territorio de Samaria. Como los judíos y los samaritanos Vivian en una lucha continua en lo referente al culto, las hostilidades entre ambos pueblos, eran agrias. Es cierto que los samaritanos tenían temor al Verdadero Dios; pero también tenían una infinitad de dioses. Es por eso, que al suponer los samaritanos que Jesús y los suyos iban con la intención de adorar para Jerusalén, no quisieron recibirlos en su ciudad.

Es muy probable que a Jesús le fuera necesario pasar por estos territorios, ya que era mucho el camino que se economizaría. Sabiendo uno de lo lento del transportarse a pie, las incomodidades del camino; atravesar Samaria, para que iba para Jerusalén, saliendo de Galilea, solo necesitaría unos tres días de camino, por lo que dice Josefo. Es así que Samaria era un atajo, la recta mas corta entre dos puntos.

El trato entre judíos y samaritanos no era gentil que digamos. Los judíos solo trataban a los samaritanos en caso de extrema necesidad. Los samaritanos trataban en los judíos en caso de conveniencias. Por motivos religiosos, los judíos eran enemigos acérrimos de ellos, lo consideraban inmundos, malditos, procuraban su fin, y decían que no iban a tener parte en la resurrección. David Smith, en su libro The Day of his Flash dice que: "En el Templo se maldecía a los samaritanos." Era tal el odio de los judíos por los samaritanos, que llegó a ser superior que el que sentían por los paganos.

Por eso no debemos extrañarnos de que los samaritanos no quisieron que Jesús y los suyos pasaran por su ciudad. Fue en este incidente, que los hijos de Zebedeo se ganaron el titulo de Hijos del Trueno, ya que solicitaron el permiso para hacer descender fuego del cielo y quemar a la ciudad con sus habitantes. Pero esta negativo no amilana a Jesús. Los samaritanos se estaban privando de recibir al Hijo de Dios, el brindarle la hospitalidad.

De nuevo el celo por las cosas sagradas mueve el espíritu a la intolerancia. Los discípulos se indignan, y quieren forzar a los demás a que les tengan por dignos. El honor y la honra no se deben exigir, han de venir en forma espontáneas, como un fruto nacido de la flor del agradecimiento. Los primos del Mesías olvidaban que los propios judíos no creían en su Maestro, y que a cada instante le ponían acechanza.

LOS DIEZ LEPROSOS

Lucas: 17: 11-19.

Teniendo una idea de las relaciones judío-samaritanas, daremos un salto, para poder concatenar el relato de la vida de Nuestro Señor y Salvador. Todo parece indicar, que al no ser recibido en aquella ciudad, que pudo ser una aldea, Jesús cruzó el Jordán para seguir su camino. Tomaría el Maestro la carretera que los romanos habían construido, y que conducía de Galilea a Jerusalén. Se tomo esa carretera, tomó la ruta mas corta que le conduciría centro, para llegar a la capital de Judea. En ese recorrido es que llega a una aldea, una aldehuela, el caso es que llegó a las afueraza de la misma; el caso es que los protagonista del relato no Vivian en ella.

Según las leyes higiénicas y sanitarias del Levítico, eran los sacerdotes, las personas encargadas de declarar a una persona limpia o impura. Si era impura, en el caso de haber contraído la lepra, esa persona que andaba con la cabeza cubierta, la boca embozada, y pregonando a los cuatro vientos ¡inmundo! ¡inmundo! Se requería que esa persona estuviera provista de una campanilla, como símbolo de alarma, por su enfermedad.

Todo el tiempo que durara su enfermedad, esa persona era inmunda, y solo la persona, todo lo que tocara, era también contaminada con su impureza. Se la marca de la lepra, aparecía en una ropa o vestido, era inmundo, y debía ser quemado. La lepra ponía venir sobre una casa, no sabemos con exactitud, cual era la lepra de la casa, pero especulamos, seria algún hongo que aparecía en la pared. En casa de continuar la lepra de la casa, era destruida.

El leproso andaba por los lugares desiertos, sin poder allegarse a la sociedad. Lo que era peor de este mal, es que la persona quedaba privada de una serie de derechos y prerrogativas, a las cuales en otras circunstancia tenia, por ser hijo de Israel. La única compañía que podía tener el leproso, era el de otro leproso.

Anterior al caso en estudio, Jesús había curado por lo menos un leproso en forma particular, y por el mensaje enviado a Juan el Bautista, era una práctica en su Ministerio. Cuando el Maestro curó al primer leproso que mencionamos, no hizo ningún caso a lo que la Ley prescribía, en cuanto a la condición de maldito. En el caso de estos diez, podemos decir que es un leprocomio, una liga de leprosos. A este grupo, el cual se había formado por la desgracia que ellos Vivian, pero que entendieron que en la unión está la fuerza, se confederaron, y reuniendo sus fuerzas, a una sola voz, los encontramos con este estribillo: Jesús, Maestro, Hijo de David, ten misericordia de nosotros.

Por lo que se lee en el texto griego, y la expresión que utilizaron, estos infelices, se pararon lejos, y suplicaron, rezaron al unísono, una oración que se hacia en publico. En la oración se imploraba al Mesías, el Hijo de David, que curara sus dolencias, que pusiera fin a sus males. Es seguro que estos hombres habían oído hablar de Jesús. También es posible, que algún ex leproso les hubiera contado de la forma en que fue sanado. Ellos entendieron, que Jesús podía limpiarle.

Cuando escucho la suplica, Jesús no les pidió que se acercaran. Tampoco Jesús fue a ellos, para observarlos, y luego poner sus divinas manos sanadoras. No les dijo que fueran al Jordán, a la fuente de Bethesda. El Maestro levantó la voz, y les ordenó que fueran al sacerdote, y se presentaran delante de el. Les mando a que cumplieran con lo que la Ley estipulaba.

Cuando un leproso era curado, después del diagnostico positivo de que en realidad sufría la enfermedad, éste tenia que presentarse al sacerdote. El sacerdote le miraba minuciosamente, y si comprobaba que estaba sano, le ordenaba que se purificara. La ofrenda por la purificación consistía en: "Dos avecillas, limpias, y palo de cedro, y grana, e hisopo."

Cuando el que se presentaba como candidato a la purificación llevaba este presente, el sacerdote hacia matar una de las dos avecillas. Una vez muerta, luego tomaba un vaso con agua, el vaso debía ser de barro, y con los palos o maderas mencionadas, rociaba el agua con sangre sobre el candidato siete veces. La avecilla viva se soltaba, para que quedara libre.

El que ante era leproso, ya estaba limpio. Procedía a lavarse, así como todas sus ropas. Se afeitaba el cuerpo completamente. Se bañaba, y quedaba fuera de la morada de los demás por siete días. Transcurrido el plazo, este hombre o mujer se afeitaba de nuevo, se bañaba, lavaba sus ropas, y al octavo día tomaba dos corderos, y una cordera de un año. La cordera se acompañaba de una décima de flor de harina, se amasaba con aceite. Luego con unos treinta y dos centímetros de un litro de aceite, se llevaba al sacerdote, que declaraba limpio a la persona. La persona era presentada por el sacerdote delante de la puerta del Tabernáculo.

Se tomaba uno de los dos corderos, luego treinta y dos centímetros de aceite. Este aceite se tomaba de un litro que se debía ofrecer. El otro cordero se degollaba, era sacrificado por el sacerdote, y con la sangre que se derramaba, el sacerdote la untaba en la ternilla de la oreja derecha, en el dedo pulgar de la mano derecha del que se purificaba. Con el aceite, el sacerdote echaba en la mano izquierda, y en los dedos de la mano derecha, y lo esparcía siete veces el aceite. El aceite que quedaba untado en la mano del sacerdote, lo untaba en la cabeza de la persona, para que fuera pura.

La cordera de un año, la ofrecía el sacerdote con un holocausto de expiación. Entonces, ese hombre era limpio.

Pero podía suceder que el que tenía la lepra fuera un hombre muy pobre, y por lo cual no tuviera para presentar lo que la Ley requería; entonces se establecía un procedimiento especial para este tipo de caso. Sobre la lepra y su purificación, se debe leer Levítico 13 y 14. Por lo cual que hemos dicho, es a grosso modo lo que Jesús le había ordenado a las personas, cuando le decía que fueran al secadote y ofrecieran lo que la Ley ordenaban, para testimonio de los sacerdotes.

Los diez leprosos no se detuvieron a discutir si ellos estaban limpios o no. Ellos fueron a buscar al sacerdote para que le reconociera. Mientras ellos iban, se operó toda una transformación. De una forma sobrehumana, fueron limpios del terrible mal que les aquejaba.

Esta es la clase de fe que Dios pide de cada uno de nosotros, de los que decimos creer en Él. Dios no quiere le pidamos muestra para creer en Él. Él nos pide a nosotros que le obedezcamos primero, y luego Él, en la proporción de nuestra fe, obra en nuestro provecho. El quiere que nos sometamos a su Palabra; por eso, en el monte de la Transfiguración, el Padre dijo del Hijo: A Él oíd. Y es que todo el que oye Jesús, y cree en Él, es fiel y presto en cumplir. Dios obra el milagro que a nosotros nos conviene; porque nuestras necesidades son la medida de sus bendiciones.

Recuerdo haber leído en el libro del pastor Spurgeon, el de Devociones matinales, Libro de Cheque del Banco de la Fe, el caso de una niña que fue a una reunión de oración con u paraguas. La razón de llevarlo, era porque ellos iban a orar para que lloviera. La niña estaba convencida, de que si ellos oraban, la lluvia vendría. Es seguro que todos los que oran de esa manera, reciben lo que piden.

Cuando estos diez leprosos se vieron limpios, cual no seria su alegría. Comenzaron alabar el nombre de Dios, y a dar gracias. Pero uno de ellos se devolvió, y cayó a los pies de Jesús. Lo significativo de este relato, es que Lucas nos dice, que el que devolvió a dar gracias a Dios, era samaritano. Al verse honrado por un pagano, Jesús señala, que este hombre, que ni siquiera tenia trato con los judíos: "Vete, tu fe te ha salvado.

Ha cuanto su fe no ha salvado. Aquellos que sin tener un gran conocimiento de Dios y de su obra, pero que a la primera oportunidad manifiesta su creencia en aquel que es capaz de curarlo de su enfermedad y de perdonar sus pecados, a esos el Señor sana y salva. La fe es la única ruta para llegar a Cristo y encontrar salvación. Solo la fe en Jesús nos sana de la lepra del pecado.

EN LA FIESTA DE LOS TABERNÁCULOS.

Juan: 7: 10-53.

Después que los hermanos de Jesús subieron de Galilea a Jerusalén, Jesús, de una manera muy discreta, sin que los escribas y los fariseos le atosigaran a cada momento, fue a Jerusalén como uno más de los tantos adoradores de aquel año. Las obras que Él hacia, las giras relámpagos de los doce, el ministerio del contingente de evangelistas, que había despachado; todos habían creado el ambiente, cierto revuelo. Los adoradores se preguntaban el uno al otro, si Él iba a subir o no.

Tal era el recelo que se sentía, que ni los que le favorecían, ni los que les injuriaban, se atrevían a hablar abiertamente. Cada grupo formaba su propio corrillo. Unos se protegían de los rabinos, y otros de la gente del pueblo.

Cuando la Fiesta ya estaba en su apogeo; en el momento en que Jesús salió de su anonimato y se encaminó al atrio del Templo, donde se encontraba concentrada la mayor multitud; empezó a enseñar a todos los presentes.

¿De qué hablaba? No lo sabemos. Las personas que fueron testigos no nos informaron; pero todo parece indicar que su enseñanza giraba en torno a las Leyes de Israel, la Tradición de los Ancianos, y el servicio en el Culto.

No sabemos para esta aseveración, pero suponemos que los presentes se interrogaban, como era que Jesús, el cual nunca había entrado en una escuela rabínica, recordemos que en su infancia y en su juventud, había vivido en Nazaret, población que no s mencionada por Josefo. En Nazaret no había tan siquiera una sinagoga, por lo cual debe ser mucho mas remoto que tuviera una escuela, ya que las escuelas se encontraban en las sinagogas.

Para ser tenido por maestro, por entendido en Israel, era necesario haber sido discípulo de un maestro famoso. También era un requisito haber asistido a un centro de instrucción, donde se enseñara la Ley, la Tradición y todo lo relativo al ritualismo. No es de extrañar, que un laico, el cual no tenia ningún estudio reconocido, fuera menospreciado por los que si habían estudiado. Tampoco es de extrañar, que por la maestría, la gracia, la profundidad y la soltura con que Jesús hablaba, todos se maravillaran que uno que no se había matriculado en una de sus escuelas, supiera todas esas cosas.

Cuantas veces nos equivocamos al pensar que las verdades de la Biblia se aprenden en los grandes centros de enseñanzas de este mundo. Parece que no comprendemos que en esas grandes universidades se descuida la Palabra de Dios. ¿Quién osaría hablar de oración y de espíritu de humildad en esos lugares? Por loco lo tendrían; y lo que es mas se reirían de él.

Lutero, quien fue uno de los cerebros mejor dotado de su tiempo, se llegó a referir a las universidades en estos términos: "Temo mucho que las universidades sean unas amplias puertas del infierno, si no se aplican cuidadosamente a explicar la Escritura y gravarla en el corazón de la juventud. Yo no aconsejare a nadie que coloque a su hijo donde no reine la Escritura Santa. Todo instituto donde los hombres no están constantemente ocupados con la Palabra de Dios se corromperá."

Quien haya leído el Diario de Jorge Muller, notara que el santo patrón de los orfelinatos había estudiado en las grandes universidades de Europa, así como hablaba la mayoría de las lenguas europeas; pero eso no le enorgullecía. Lo que la Biblia, la Palabra de Dios le había enseñado, era lo que él consideraba de valor en su vida. Y es que las grandes verdades de la Biblia no se encuentran en el aula, ni son transmitidas en las cátedras. Es a sola, en la quietud de la soledad, meditando debajo de la higuera, como Natanael, que se aprende lo que tiene valor en la vida.

Jesús no tenía que haber ido a una escuela. Su doctrina no era de nadie, para que Él tuviera que aprenderla. No era un pedante, que hiciera ostentación de su titulo; como tampoco presumía de erudito. Su doctrina era de vida; era la obra que Él tenia que realizar. ¿Acaso no había Moisés entregado la Ley al pueblo, y ellos no la obedecían?

En medio de las festividades, la causa del gozo de Israel, empezaron sus líderes a maquinar para poner fin a su ministerio. Enviaron alguaciles para que le prendieran en medio de la multitud. Para que interrumpieran sus enseñanzas de vida y de luz; pero no pudieron.

Para el octavo día, el día más solemne. El día de la libación, seria en el mismo momento en que el sacerdote vaciaba el cántaro de agua, que Jesús, puesto en pie, en medio de la multitud exclamó: "Si alguno cree en mi; como dice la Escritura, rió de agua viva correrán de su vientre."

¡Qué hermosas frases! Que comparación más elocuente. En un país cercado por el desierto, donde el agua es un tesoro, Jesús invita a todo aquel que crea en Él como el Mesías, a que se convierta en un manantial de agua eterna. No sabemos como los judíos entenderían estas palabras, pero es seguro que la imagen fue entendida por todos. Cuando el padre Bartolomé de las Casas vivió en nuestra isla, se marcó con punta de diamante en su mente, la belleza de nuestros ríos, fuentes y arroyos. Llegó a decir, que nuestros manantiales, los cuales salían de las peñas y las raíces de los árboles de verduras eternas, era: "Como los dedos del medio salen de la mano." Cuando en el hermoso Cibao, ve la fuentes que con su dulces aguas fertilizaban el terreno, exclamo: "Los ríos y arroyos que desta provincia del Cibao salen son los mas graciosos, lindos, frescos y de mas suave y delgadas aguas que creo haber en el mundo, y estos son sin numero infinito."

Estas palabras de Jesús, en las cuales Él se revela como aquel de quien hablan las Escrituras, nos hacen sentir como alegres fuentes risoteras. Al sabernos salvos por medio de la verdad de su Palabra, nos hace renovar la esperanza que anuncia el Evangelio. No cave la menor duda, para el cristiano, Cristo es la peña de Horeb, la cual nos refresca, y nos da la vida que fluye para la vida eterna.

LA MUJER ADULTERA.

Juan: 8: 2-11.

Este relato de Juan no se encuentra en un gran número de manuscritos. Ha sido considerado como impuro por muchos, como una interpolación de algún copista. Para san Agustín, este relato fue mandado a borrar de muchos manuscritos en su época, por era considerado inmoral. Unamuno, quien fuera profesor de griego, le restó autenticidad al mismo. En los Nuevos Testamento con aparato critico, se podría seguir la suerte de este relato.

Desde su pronunciamiento publico, en el Templo de Jerusalén, se repite este fenómeno que venia aconteciendo desde mucho tiempo atrás, las autoridades querían hacerle desaparecer; pero no se atrevían. El temor que tenían al pueblo, ya que el pueblo le oía de muy buenas ganas, y le admiraba. El pueblo que le escuchaba, se admiraba, pero no de una manera franca tampoco se decía por la verdad.

Por lo que leemos en Juan, seria el día nueve, esto es después del día grande de la Fiesta, y después de haberse proclamado como el prometido en las Escrituras. Seria por la mañana, que Jesús subió al templo, y el pueblo, que todavía estaba sin definir, se apresuró a escucharle. Es por eso, que aprovechando que estaba rodeado por la multitud, que se presentaron los escribas y los fariseos para consultar a Jesús sobre un asunto, que al feliz pensar de ellos, no le dejaría al Galileo escapatorias.

Plantaron en medio de Jesús a una mujer, tomada en el mismo acto del adulterio, y proceden a invitar a Jesús para que dé el fallo. Pregunta cual es su opinión. Según la Ley de Moisés, esta mujer debía ser lapidada. Ellos quieren escuchar de labios de Él, que se debía hacer en este caso.

No era que de una manera expresa, la Ley ordenaba, prescribiera la lapidación. El séptimo mandamiento de la Ley, ordenaba tajantemente que no se cometiera adulterio. En Levítico: 20: 10 se condenaba a muerte a los dos, a los que habían sido sorprendidos en el fragante delito, en el mismo acto pecaminoso. También la Ley establecía, de que si la mujer era virgen, pero que había sido desposada, esto es comprometida, se entendía que estaba casada por medio del compromiso contraído, en este caso se apedreaba a ambos. Si el delito era cometido en la ciudad debían morir ambos, ya que la mujer pudo haber voceado para que la socorrieran, y no lo hizo; pero si el delito era cometido en el campo, solo el hombre era apedreado, ya que la mujer pudo haber pedido auxilio, y nadie la escucho. Si la virgen que cometió el adulterio, era hija de un sacerdote, la muchacha era quemada, por haber ofendido a su padre. Levítico: 21: 9.

Todo lo antes dicho fue evolucionando, y para los días de Ezequiel, los adúlteros eran apedreados y cruzados con espadas.

Cuando en la Ley de Moisés no se dice forma de muerte se iba a aplicar, se procedía al estrangulamiento. Es por eso, que cuando los maestros interrogan a Jesús, después de decirle que Moisés manda apedrear a las tales: "Tú pues, ¿qué dices", es un agregado de ellos. Estaban poniendo a Jesús de frente contra las autoridades civiles y también contra las autoridades religiosas. Las circunstancias han creado un problema de laboratorio. El que coja una solución lo enfrenta contra otra autoridad.

El Maestro no precipitó su juicio. No dio ninguna respuesta, tampoco hizo ningún comentario marginal. No opinó. Claramente sabía lo que se ocultaba detrás de esa pregunta. Si se inclinaba en contra de lo que a decir de ellos, Moisés indicaba, se le podría hace la misma acusación que se hizo contra Sócrates, de que trataba de corromper a la juventud, era una invitación al pecado. Si Jesús decía que había que apedrearla, que era digna de muerte, significaba que se estaba constituyendo en autoridad civil. Era decir que tenía poder de dar vida y muerte, por lo cual su choque con Pilato seria inevitable.

Desde que Pompeyo sometió a Judea, el poder del Sanedrín se había desvirtuado, y para el año 27 u 28 de nuestra era, el poder que tenían los judíos de quitar la vida a alguien, por violar una ley religiosa, no existía. Si Jesús decía lo que Moisés mandaba, que esa era la ley a aplicar, se le iba acusar de desechar los poderes de Roma. No había forma de escapara si se daba un juicio; sin importar cual juicio fuera.

En los días de Jesús, el adulterio había entrado en un estado paradisíaco, lo cual vino a darle validez la Ley Julia de Adulterios, dada por Augusto. En los días de Constantino se llegó a castigar con la muerte; pero Justiniano fue mas blando.

En este relato, es la primera vez que encontramos que Jesús escribe, no volverá a suceder, aunque ya les vino leyendo en una sinagoga. Jesús está escribiendo en el polvo, y con los dedos. Algunos manuscritos dicen que escribía en el suelo los pecados de los hombres que acusaban a la mujer, así como los pecados de los demás. Nosotros nos quedamos sin saber lo que Jesús escribió, ya que Juan no lo dice. La cuestión es que los acusadores, acosaban a Jesús para que respondiera, por lo cual fue a petición de ellos, que Jesús respondió: "El que de vosotros esté sin pecado, arroje contra ella la piedra primero." Dicha estas palabras, volvió a escribir en el suelo. Lo que siga de la perícopa no tenemos que comentarlo, se fueron, desde el mas honorable miembro del Sanedrín, hasta el mas humilde paniaguado de los rabinos.

La luz del mundo. Reprensión a los judíos y amenazas

Juan: 8: 12-59.

Como quedo apuntado un poco mas arriba, esto está sucediendo el noveno día, después del inicio de la Fiesta de los Tabernáculos. Este día noveno esta celebrando la Fiesta de las Luces. Jesús se encuentra en el Patio de las Mujeres o del Tesoro, como se denominaba este lugar. Fue al Patio de las Mujeres donde fue arrastrada la mujer tomada en adulterio.

No hemos podido leer, donde se encontraban las dos Columnas que servían de portalámparas. Estas dos Columnas representaban la Columna de Luz y la de nubes acompañó a los hijos de Israel en el desierto. Aprovechando esta celebración, es que Jesús reanuda su discurso, en el cual fue interrumpido por los maestros, para decir a todos los presentes: "Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, mas tendrá la luz de la vida."

Las palabras fueron entendidas como una blasfemia por las autoridades. Desde la más remota antigüedad, el Ser Supremo y Eterno, era identificado como la Luz. Uno de los grandes maestros del pueblo, había dicho: "Los israelitas le decían a Dios: Oh Señor del universo, tu nos ordena encenderte lámparas, sin embargo, tu eres la Luz del Mundo; y contigo mora la Luz."

Como el día octavo, el Maestro se había declarado el Agua de Vida, con lo cual se llamaba a si mismo el Mesías; pera el día noveno se llama la Luz del Mundo. Él era el que se había prometido para que iluminara a las naciones. Sobre esta declaración, es mucho lo que se ha escrito, y los siglos han venido a dar testimonio de que Jesús no mintió, aunque el polémico Porfirio acusa a Jesús de ser un mentiroso; pero en realidad, nos es porque lo digamos, Jesús es la Luz del Mundo. Es a través de su Palabra, la que nos permite guiarnos en medio de las tinieblas de este mundo.

Al oír lo que Jesús vicia, los maestros le salaron al encuentro, como si fueran quijotes, lanza en ristre. Le negaron validez a sus palabras. Se negaron a creer en Él y en lo que dijera; para más que las veraces palabras de Jesús, estaban sus obras, ellas eran el testimonio más elocuente a que sus ojos se podían enfrentar. Pero sus ojos estaban afectados por la ceguera espiritual. Se negaron a ver.

Este discurso esta preñado de su Divinidad, de su relación con el Padre. Es una muestra de que Él es el Mesías, el Unigénito, la fuente de la vida. En el discurso, Jesús es la Luz, la vida, el sostenedor de la naturaleza. Pero todo era en vano. En vez de acercar a los maestros, ellos se alejaron. En vez de hacer que el pueblo se endureciera, lo que hizo fue hacer que todos los que les oían, reconocieran que Él era en Grande de Israel.

Jesús nos invita ha que permanezcamos en Él, y en sus Palabras, para que podamos tener vida. El versículo 32, se encuentra en el centro de nuestro Escudo Nacional, por lo cual es un símbolo patrio. Es una invitación a conocer la verdad, porque su conocimiento tiene una bendición, nos hará libres. Solo el que medita a cada instante en su Palabra, es un hombre libre.

La polémica vino entonces con los rabinos. Ellos alegaron que no eran esclavos. Se declararon hijos de Abrahán, y por ende, hijos de Dios. Ellos no eran paganos ni idolatras. Jesús les dice que ellos son descendientes legítimos de aquel homicida, que también era engañador. Eran hijos del padre de la mentira. Ellos no podían soportar tanto. Procedieron a hacerle a la mas grabe acusación que se le podía hacer a un judío: "Tú eres samaritano", con la agravante de que tenia también demonios.

En medio de todos, Jesús declaró su divinidad, su unión con el Padre Celestial. Esto hizo llenar mas de ira a sus contrarios, pues lo entendieron de nuevo como una blasfemia. Querían poner fin a sus días, procuraron lincharlos; pero Él se escapó de sus manos.

EL DOCTOR DE LA LEY. EL BUEN SAMARITANO.

Lucas: 10: 25-32.

Este relato de Lucas, no debe ser confundido con el relato que se encuentra en Mateo: 22: 34-40 y en Marcos: 12: 28-34, como veremos mas adelante. Aunque la mayoría de los tratadistas, como también las referencias y concordancias los ponen juntos, creemos tener razones para colocarlos por separados, como las siguientes:

1. En el relato de Lucas, es el doctor de la Ley quien da la respuesta a la pregunta que él mismo plantea, y que luego trata de justificarse, por lo cual el Señor formula su parábola.

2. En los relatos paralelos de Mateo y Marcos, es Jesús el que responde a la pregunta que se plantea. Al ver como Jesús derrota a los saduceos, es lo que hace que un doctor de la Ley haga un comentario, comentario que le valió un elogio muy merecido de parte de Jesús. El doctor de Lucas no recibe ningún elogio.

De todas formas, vamos a verter los comentarios de los dos relatos, y en el momento oportuno trataremos las diferencias de uno y del otro.

Quien interroga a Jesús en este momento, bien puede ser un escriba, pues la mayoría de los doctores de la Ley era de esta secta. Para hacer galas de su saber, así como de su erudición, el doctor quiere hacer un examen, para lo cual procede a sondear el conocimiento que Jesús tiene de la Ley. Es por eso que hace un despliegue de hipocresía, simulando espiritualidad, y deseos de conocer sobre el Reino de Dios. Es por eso que poniendo delante sus obras, su capacidad de hacer, pregunta: "¿Haciendo que cosa poseeré la vida Eterna?"

Como quien pregunta es un doctor de la Ley escrita y oral, no es extraño que Jesús le conteste con una pregunta: "¿Cómo está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?"

A través de la literatura rabínica, las disputas sobre los mandamientos era constante. Saber cual mandamiento era el mas grande de la Ley, o cual era el menor, era algo que ocupaba mucho tiempo dentro de los estudios teológicos. Es por eso que el relato de Lucas, contiene los puntos que se podían debatir en un círculo de estudios judíos:

1. Cual es el camino a la salvación.

2. Cual es el mandamiento más importante de la Ley.

A la primera pregunta, Jesús responde con lo que la Ley justamente decía. Los doctores de la Ley y los fariseos acusaban a Jesús de que este menospreciaba la Ley Ceremonia. Es por esto que Jesús lo remite a ella. Es el mismo doctor, que a su juicio debe verter, de los preceptos del Antiguo Testamento, cual era el mandamiento principal.

Este doctor de la Ley era contemporáneo del rabí Simón y de su hijo Gamaliel. El padre de Simón y abuelo de Gamaliel era Hillel, aquel de quien hablamos cuando se mencionó la sexta de los fariseos. Hillel dijo: "Lo que tú odias para ti, no lo hagas a tu vecino. Esta es toda la Ley, el resto es comentario: ve y aprende."

Los rabinos habían dividido la Ley Moral, la de los Diez Mandamientos en dos Tablas. La primera comprendía los cuatro primeros mandamientos, y que a decir de ellos nos ligaban con Dios; la segunda tabla, comprendía los seis restantes, y eran nuestra relación con el prójimo. Es por eso que cuando Jesús interrogó al doctor de la Ley, este sin titubear, hace alusión a las enseñanzas de los Ancianos, ya que a decir del abuelo de Gamaliel: Los demás era comentario. Por lo cual no era el centro, el meollo del asunto. El doctor recuerda lo que tiene escrito en sus filacterias, algo que era muy especial, ya que era su credo, su dogma. Es por que dice: "Shama Yisrael, Yehovah Eloheinu, Yehovah achad."

Ya que su religión era la verdadera, y lo expresado era el centro de su religión, es lógico que este fuera el primero de los mandamientos, que es lo mismo que decir, esta era toda la justicia. El segundo mandamiento estaba a la mano: "Amaras a tu prójimo como a ti mismo."

En el siglo segunda de nuestra era, el rabí Akiva, enseñó que estos mandamientos eran la piedra angular de la Ley. De la unión de ambos, ocupaba todo cuanto se pueda ofrecer en el alma del hombre: el amor a Dios y a su prójimo.

A Dios se le debe amar con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, con todo el entendimiento. En lo concerniente al prójimo, no hay problemas, se le debe amar como a uno mismo. El amor es el fundamento de la Ley.

Los antiguos latinos acostumbraban a decir: Amicus alter ego. Para Horacio, un amigo es Animae dimidium. Aristóteles decía que los amigos eran una sola alma en dos cuerpos. Y es que solo quien ama a Dios puede amar a su prójimo, ya que Dios es la fuente del amor. Dios amó tanto al mundo, que entregó voluntariamente a su Hijo único, para rescatar a sus enemigos que se habían extraviado en el camino de la salvación.

Tomando de nuevo el hilo de nuestro relato, encontramos al terminar la recitación, Jesús le dice al doctor: "Ha esto y vivirás." Pero este hombre tenía intenciones de tentar a Jesús. Como no encontraba la forma de entrar en polémicas sobre la observancia de la Ley, el culto a Dios, en lo relativo al Primer Mandamiento, se inclina por el Segundo. Buscando la forma de justificarse, le pregunta a Jesús: "¿Quién es mi prójimo?"

Esta pregunta, la cual se cree que Jesús contesto implícitamente de de una manera explicita, es objeto de discusión en los círculos académicos hoy día. Si entendiera que toda persona que no soy yo es mi prójimo, la pregunta no tuviera razón de hacerse. Y si en el prójimo viéramos el rostro de Jesús, todos nos amaríamos. Puede que el doctor esperara de Jesús una respuesta racionalista; pero eso no estaba en el ánimo del Maestro. No quería mas polémica, por lo cual recurrió a un incidente que se encontraba latente en la mente de todos en jerusalem.

Era el caso de aquel hombre que en el camino de Jerusalén a Jericó, en el desierto de Judea, fue atacado por un grupo de bandidos. Estos ladrones le quitaron todo cuanto tenía, e incluso creyeron que podían librarlo de volver a tener algo mas, pues lo dejaron por muerto. Posiblemente le creyeron muerto.

Ya dijimos que había dos caminos que conectaban el norte con el sur, a través del centro de Palestina. El camino de este lado del Jordán, que era el más corto, pero implicaba atravesar a Samaria. El otro camino, el del otro lado del Jordán, era más largo, y el que tomaba la mayoría de judíos, ya que no iban a cruzar por tierra de paganos. En este desierto fue el hombre abandonado por sus atacantes. Como en Jericó vivía una gran cantidad de levitas y de sacerdotes, no pasó mucho tiempo, sin que un sacerdote, seguramente un saduceo pasó por el lugar. Es posible que el contara mas tarde, de que había visto a un hombre herido en el camino, y contaría también que se estaba quejando; pero como andaba rápido, y era algo que a su juicio no le interesaba, vio en cabeza ajena lo que le podía pasar, por lo cual se apresuró a dejar el lugar lo mas rápido que su cabalgadura se lo permitiera.

Al rato pasó un levita. Este diría que también oyó los quejidos, husmeó y vio lo que estaba sucediendo. Temió por el peligro que le acechaba, y se echó a correr.

A estos dos ministros del culto, la Ley les imponía la obligación de socorrer a ese infeliz, que estaba herido y abandonado. No porque fueran ministros, sino porque eran israelitas. El Eterno había dicho, que si uno se encontraba un buey o un asno, también un cordero extraviado o en peligro, se le debía socorrer. La Ley mandaba a no negar la ayuda, ya que era un acto de justicia y de humanidad lo que se hacia. Pero esos dos, sobre los que pesaba la obligación de socorrer al prójimo, no lo hicieron. Pero pasó por ese mismo camino un samaritano, un odiado y maldecido samaritano, el cual, tan pronto vio en que peligro se encontraba este judío: "Fue movido a misericordia."

Sabemos lo que sucedió luego. Le brindó los primeros auxilios, se desmontó de su cabalgadura, montó al herido, y lo condujo al mesón más cercano. Al día siguiente, como tenia asuntos urgentes que atender, llamando al mesonero le dejó a su cuidado al herido, dejando dinero suficiente para pagar los gastos. También dio ordenes de que si el herido no se recuperaba en un tiempo prudente, y era necesario abrir un crédito, que lo atendiera, que él a su regreso pagaría todo cuanto se debiera.

Para contestar la pregunta que el doctor le había formulado, sobre cual era su prójimo, cual era el que había amado a este hombre como si fuera el mismo. Cual de los tres vio la imagen de Dios es su semejante, Jesús le pregunta: "¿Quién, pues de estos tres te parece que fue el prójimo de aquel que cayó en manos de los ladrones?"

Si hubiera sido a cualquiera de nosotros que se nos hace la pregunta, hubiésemos contestado: El samaritano. Pero la pregunta estaba dirigida a un doctor de la Ley. Ese doctor entendía que los samaritanos eran personas inmundas, por lo cual, sin querer disimular su repugnancia, ya que la sola palabra, samaritano repugnaba, contesta secamente: "El que usó con él de misericordia."

Akiva hubiera dicho, el que había cumplido el principio de los mandamientos. El que había amado al prójimo. Es por eso que Jesús despacha a este hombre lleno de prejuicios con estas palabras: "Ve, haz tú lo mismo que hizo aquel que uso de misericordia."

Las mismas palabras nos son dirigidas a nosotros. A todos los hombres, sin importar donde se encuentre, se nos ordena a obrar de misericordia con todos los hombres que nos necesiten. Todos los hombres son nuestros prójimos. Todo el que sea distinto a nosotros es un reflejo del rostro de Dios, por lo cual debemos prestarle nuestra ayuda cuando la necesite, de ser posible, sin esperar que nos la pida.

EN CASA DE MARTA Y MARÍA.

Lucas: 10: 38-42.

Ahora se encuentra Jesús en Betania, en un lugar de palmeras, a unas dos millas de Jerusalén, en el camino de Jericó. El Maestro está en un lugar de descanso, de reposo. Aprovecha el tiempo para enseñar a sus discípulos, y para tomarse un refrigerio. Betania es el lugar donde viven Marta, María y Lázaro; los tres son hermanos.

Desde que Jesús llegó a la casa, María se sentó a los pies del Maestros, al tiempo que Marta se dirigió a la cocina. Cada una de ellas se ocupó en lo que creía que era más importante. Imaginemos la pequeña, que posiblemente no tenia criados, y la comida que se estaba preparando seria para un mínimo de quince personas. El trabajo seria duro.

Con la llegada de los visitantes, Marta se turbó, afanó. Estaría perpleja, sin encontrar que hacer. Vería a su hermana, muy sentada, escuchando, embelezada, lo que salía de los labios del Maestro. Gran privilegio, sorber lo que sus labios celestiales decían en la intimidad, con sus discípulos. Esas serian las cosas que los santos profetas, quisieron haber escuchado, y no pudieron.

Tan afanada estaba la solicita Marta, que llegó un momento, en que necesitaba una mano que le ayudara. Los quehaceres domésticos la sobrepasaban. Seria con los nervios destrozados, que al ver la indolencia de su hermana, se dirigió a Jesús, y le presentó esta querella: "Señor, ¿no tienes cuidado que mi hermana me deja servir sola? Dile pues, que me ayude."

Jesús comprendió que los afanes de esos preparativos no le dejaban un momento para que ella tuviera tiempo de sentarse a toma parte en la enseñanza de la Palabra. Jesús comprendió que todo lo que Marta había hecho estaba bien, pero el partido tomado por María, era todavía mejor. Las palabras que Jesús estaba diciendo eran mas importante que cualquier preparativo que se hiciera, aunque fuera para el mismo Maestro. Al Maestro no le quedaba mucho tiempo, por lo cual la elección que María había tomado, no le seria quitada. Y es que cuando el tiempo es poco, es más importante estar con el Maestro, que sirviéndole.

Jesús enseña a los discípulos

Lucas: 11: 1-13.

Jesús se encontraba en las cercanías de Jerusalén, bien puede ser en el lugar conocido con el nombre de Monte de los Olivos, y como era su costumbre, se puso en comunicación con el Padre Celestial. Los discípulos estaban regularmente asombrados, algo le llamaba la atención. Tal vez no entendían porque el Maestro se retiraba con tanta frecuencia de los centros urbanos, para ir a orar. La oración era su instrumento para recibir poder. Se nos ha dicho que por medio de ella, podemos presentarnos delante de Dios. Es como si lo ángeles nos guiaran de las manos hasta el mismo trono del Santísimo.

Las Sagradas Escrituras están llenas de ejemplos de devoción, y de corazones que se ofrecen a Dios. Nos habla de espíritus agradecidos por los bienes recibidos, que se ofrecen a Dios en suplicas, ruegos y alabanzas. Era una costumbre que los hombres se reunieran en las sinagogas a orar; que subieran al Templo a dar gracias. Hombres que al igual que Daniel, entraran a sus habitaciones, para derramar sus almas tres veces al día. Tres veces al día, cada israelita, debía presentarse delante del Eterno en oración.

Los rabinos tenían sus propias formulas, las cuales eran pasadas a sus discípulos; como también Juan el Bautista había enseñado a los suyos, como también el ayuno, era una forma de contrición espiritual. Por esa razón, los discípulos se presentan delante de su Maestro con un extraño pedido: "Señor, enséñanos a orar."

Fue en ese momento que Jesús les propone un modelo de oración, muy parecido a aquel que ele ofreciera durante el Discurso de ordenación. Muchos han pensando que es la misma oración que se encuentra en el Sermón de la Montaña; pero a la luz de las versiones españolas que tenemos de la Biblia, parecería similar. Pero la versión griega, con textos críticos, nos da una oración muy variada, y con una vertiente distinta. De todas formas, esta oración es una especie de modelo. Por medio de ella, encontramos que nuestro parentesco está en el Cielo. La misma nos dice que debemos diariamente pedir a nuestro Padre Celestial, que establezca su Reino, así como que nos perdone, en la misma medida que nosotros somos perdonadores.

En vista del modelo de oración propuesto, Jesús procede a enseñarle por medio de una parábola. La parábola habla de un hombre, el cual es sorprendido con la visita de amigo, en medio de la noche. El hospedador, se levanta, y va donde un vecino, ya que el no tiene pan suficiente, y le suplica que le saque de su apuro. El vecino alega que ya él se encuentra en la cama, y le niega por esa razón el socorro que le demandan, lo cual podemos calificar como una grosería. El Maestro considera que aunque esté acostado, y lo inoportuno de la hora, por ser su amigo, se debe levantar y socorrerle en lo que le pidió. ¿Cuánto no le daría Dios a aquellos que le piden, porque Él sabe que están en necesidad?

REGRESO DE LOS SETENTA.

Lucas: 10: 17-24.

Se debe recordar, que fue antes de subir para Jerusalén, a la Fiesta de los Tabernáculos, que Jesús despachó a un contingente de evangelistas, para que fueran delante de Él preparando el camino por donde Él iba a pasar. Estos tenían un mandato expreso: anunciar la presencia del Reino de Dios en la tierra. Fue después de haber recorrido toda Judea, que estos hombres fueron a rendir cuentas ante aquel que le había comisionado, para lo cual subieron a la ciudad de Jerusalén.

Cuando se leen las palabras con que estos hombres se introducen delante del que le comisionó, no deja uno de sentir cierto gozo interno, un no sé que de alegría. Se siente jubilo, ya que lo que ellos desbordan es mas que satisfacción por la labor realizada: "Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre." Y la respuesta del Maestro es: "Yo veía a Satanás, como un rayo, que caía del cielo."

No podemos penetrar en la mente de aquel que conoce la mente de los hombres; tampoco podemos precisar si se refería al triunfo de los emisarios, lo que hacia que la caída de Satanás se pareciera a la de un rayo, cuando desciende de las nubes hasta a tierra, ante la vista de los hombres y todos los seres de la creación. No sabemos si se refiere a la caída de Satanás del cielo, cuando por su orgullo y soberbia, fue precipitado por el mismo Jesús a la tierra. Lo que es cierto, es que la victoria de Cristo sobre la serpiente antigua se estaba empezando a materializar en una acción continua, la cual no se iba a detener, hasta que el mismo adversario de la raza humana estuviera sujetado con cadenas eternas, y condenado a la destrucción.

Jesús, por medio de su doctrina, de su palabra de verdad, nos autoriza a que pisemos y hollemos a todos los maestros del error como si fueren serpientes y escorpiones venenosos, los cuales hay que destruir. Pero esta acción no ha de ser causa de orgullo en nosotros, que nuestro triunfo sobre el mal, sobre los agentes de Satanás; que la destrucción de las avanzadas del maligno, no sea únicamente nuestra meta. Nuestra lucha principal ha de ser que nuestros nombres se encuentren escritos en los libros del cielo.

Los judíos de la antigüedad, así como la mayoría de las naciones modernas, se acostumbra que cuando nace un niño o una niña, ir hacer la declaración de nacimiento. En esa declaración se consigna el nombre del recién nacido, el nombre de los padres, la fecha en que nació y la dirección de la residencia de los padres. Ese registro era hecho en Israel, al octavo día del nacimiento, esto es el día que se iba a circuncidar, si era varón. Es por eso que principalmente en el primer libro de las Crónicas, encontramos esas largas genealogías tan detalladas. También fue esa la razón, por lo que leemos en el libro de Esdras: 2: 62, que se nos dice que los hijos de Abaías, los hijos de Cos y los hijos de Barzilai no encontraron sus registros y fueron sacado del sacerdocio.

Con el transcurrir del tiempo, la Iglesia Católica era la encargada de mantener esos registros, los cuales se hacían al momento del bautismo. Fue durante los días de la Revolución Francesa, que esa prerrogativa le fue quitada, y se procedió a crear las Oficialías Civiles, como la que tenemos en nuestro país, donde se registran los nacimientos, matrimonios, divorcios y defunciones. Estos registros son públicos. En nuestras Oficialías no se inscriben a las personas en orden de familia, sino por el orden del territorio en que se nace o se vive; y a esas demarcaciones territoriales la hemos llamado Circunscripciones.

En Roma, los Censores llevaban los registros por Gens; los príncipes orientales llevaban los libros de registros de sus sirvientes, así como de los hechos que le acontecían, en forma cronológica, y a manera de crónicas. Es por eso que vemos en el Apocalipsis, y en las Cartas e Pablo, que se habla del Libro de la Vida, en contraposición del Libro de la Muerte.

Jesús les manda a sus discípulos, a que nuestro regocijo no sea porque los espíritus del mal se sujeten a nuestros conjuros. Ese no debe ser nuestro regocijo, no. Debemos regocijarnos porque en los registros del Cielo, en los de la Salvación, nuestros nombres estén escritos con la sangre del Cordero, junto con los nombres de los santos de todas las edades.

Fue en el momento de Jesús estar dando la bienvenida a los setenta evangelistas, que el corazón del Maestro, acongojado por los pecados de los hombres, se alegró sobremanera, y alabó al Padre. Lo alabó por haberle declarado las cosas que Él le estaba declarando a los pequeños y a los humildes que creen en su Palabra.

Cuantas verdades tiene la Palabra de Dios que son gozo para aquellos que con espíritu de sumisión se allegan a ella, y el mismo Señor, por medio de su Espíritu se las revela. Estas revelaciones son cosas que no son sabidas por los grandes dignatarios de la tierra, ni por los rectores de los altos centros de instrucción. Es por eso, que épocas como la nuestra, en que muchos quieren someter la Palabra de Dios al tubo de ensayo de un laboratorio; cuando los que aspiran a llegar a la quintaesencia de su contenido, con el afán de quebrantarla; en esta misma época, los que con corazones humillados, con espíritu reverente y oración, buscan en ella las reglas para sus vidas, viven felices y tranquilos en medio de las tribulaciones. Y es que el elevar nuestros pensamientos a Dios, nos da la medicina que cura los huesos quebrantados y los corazones adoloridos.

Es de mas beneficioso, el someterse a la Palabra del Eterno, que con instrumentos de Lógica y de Ciencias, querer penetrar en sus secretos. No hay necesidad de conocer las letras, cuando se deja escapar el espíritu. No hay porque fosilizarse, cuando podemos tener vida. La Palabra de Dios nos puede ofrecer el Espíritu de Vida, la vida abundante y refrescante, que contiene en su interior el polen fructífero de la salvación.

Dios no nos exige que aprendamos a conocerle, sino que le amemos por las pruebas que el ofrece en su Palabra, y que hablan a nuestros corazones cuando la estudiamos. No es saber mucho, es obedecer mas, ese es el secreto del conocimiento que conduce al amor. Cuando hayamos logrado esto, podemos estar seguros de que nuestros nombres están escritos en los Libros del Cielo, en el Registro de la Vida. Cuando tengamos esa seguridad, entonces podemos estar contentos.

JESÚS CURA A UN CIEGO. EL BUEN PASTOR.

Juan: 9: 1-41 y 10: 1-21.

Era sábado, cuando Jesús y los suyos entraron en la ciudad de Jerusalén. Si partimos del supuesto de que habían amanecido en el Monte de los Olivos, la cual era la ruta más próxima para entrar en la ciudad, lo harían por la Puerta de los Pescadores, no muy lejos del Templo, y donde se encontraba la Torre Antonia, contiguo al lugar sagrado. Pero si Jesús pasó la noche en Betania, es probable que pasara por el poblado de Puebla de Siloé, en el Valle de Tyropeon, donde este se junta con el Valle de los Hijos de Hinnon, y que penetrara en la ciudad por la puerta que estaba en la Torre de Siloé. La puerta se encontraba al este del Valle del Cedrón.

Seria a la entrada de Jerusalén, que sucedió esa mañana de sábado, lo que Juan nos cuenta. Puede que sucediera cuando Él salía del Templo; pero como vamos a encontrar mas tarde en el Templo, suponemos que el incidente sucedió cuando Él se dirigía al lugar sagrado, no cuando Jesús salía de él.

Cuando pasaron por la Torre, se encontraron con un hombre que mendigaba, el cual había nacido ciego. Es entonces cuando los discípulos se dirigen a Jesús con esta interrogante: "¿Rabí, quien pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?"

Nos podría parecer una extraña pregunta, pero en ese tiempo era una pregunta muy generalizada. El Dios de Israel había comprometido su palabra al decir que los padres no iban a pagar por los pecados de los hijos, ni los hijos por los pecados de los padres. La doctrina fariseo de la metensicosis, la de la trasmigración del alma, que también es el desdoblamiento, había calado en el alma de los discípulos de Jesús, y era una creencia en Israel. Para ellos, la causa de esta ceguera no había que irla a buscar en un pecado especial o determinado. Este hombre ciego, había nacido así para que se operara un milagro de Dios. Dios lo había preparado, para que en el momento y tiempo oportuno, el poder sanador trabajara sobre la obra de la naturaleza, y quedara demostrado delante de los discípulos el poder de Dios, a través de Jesús. Todos iban a ser testigos de una manifestación mesiánica de Cristo.

Una vez Jesús se revela de nueva como la Luz del mundo, como el continuador del Padre, escupió en el suelo, y con el lodo que hizo lo untó en los ojos oscuros, a la vez que daba este mandato, esta orden categórica e imperativa: "Ve, lávate en estanque de Siloé". Dicho esto, Jesús siguió su camino, ajándose del escenario de los hechos.

Cual no seria sorpresa de este hombre, cuando al lavar su rostro, puede ver todo lo que le rodeaba. Esto trajo cierta confusión, porque los conocidos del mendigo decían que era el ciego conocido por todos, y otros decían no era él. El propio ciego decía, afirmaban y se empeñaba en decir que si, que el mismo era, pero que ahora veía, aunque antes no veía nada. Tan grande fue el escándalo, que llegó a los oídos de los celosos fariseos, los cuales procedieron a interrogar minuciosamente al mendigo ciego.

El caso, ya en manos de los discípulos de Hillel, tomó otra dimensión. La situación era grave:

1. El que había hecho el milagro, no lo hacia de parte de Dios. No puede venir de Dios un hombre que viole abiertamente el Cuarto Mandamiento. Cuando Jesús hizo el lodo, lo hacia como si en un día común estuviera preparando barro para fabricar ladrillos.

2. Este hombre tenía que ser un enviado de Dios, decían otros. La saliva era un medicamento usado para la ceguera; pero si esa saliva se usaba en Sábado, sus poderes medicinales desaparecían. De toda forma este hombre era contrario a la Ley.

El caso fue llevado al Consejo, quienes no hacia mucho tiempo habían dictado una resolución, por medio de la cual, todo aquel que se declarara a favor de Jesús o de sus obras iba a ser expulsado, excomulgado de la congregación. Esa persona quedaba por ese medio fuera de los beneficio y de los auxilios de la religión. No podía ir a la sinagoga.

El ciego fue llevado para ser interrogado ante el Sanedrín. Los altos dirigentes, fariseos y saduceos se le pidió su opinión sobre la persona que le había devuelto, devuelto no, dado la vista, ya que era ciego de nacimiento. El beneficiario del milagro no titubeo un solo instante, por lo cual dijo: "Que es profeta."

Pero los maestros estaban prejuiciados contra Jesús. Se negaron a que un hombre vulgar, uno que no sabía la Ley, le fuera a predicar a ellos en su mismo recinto. El relato de Juan es muy minucioso en cuanto al proceso que se seguía en ese entonces. Nos dice que tuvo que asistir el mendigo, y que también se hizo comparecer a un par de sus parientes.

¡Que cosa mas extraordinaria¡ ¡Qué maravilla! Ninguno de los profetas le había restituido la vista a un ciego, y Jesús en este momento obra un milagro para que todo el mundo pueda comprender que aun a los ciegos, Dios le puede hacer ver, para que el milagro sea un testimonio a todos los que ven. Todo el que vea este milagro, se encuentra en libertad de ver la obra de Dios, y puede encontrar la salud de su alma.

Luego que Jesús se encuentra con el ciego, y le da constancia de su obra, se enfrenta con la multitud, iniciando con estas solemnes palabras: "En verdad, en verdad: el que no entra por la puerta del corral de las ovejas, mas sube por otra parte, el tal es ladrón y robador." Estas son sus palabras de introducción. Hasta ahora no había iniciado ningún discurso; solo había bendecido al mendigo y mantenido una dispuesta con los altos miembros del Consejo.

Con la reiteración de sus primeras palabras, pide la atención de los oyentes, toda la atención del publico. Es por eso que encontramos los siguientes elementos: 1. La puerta; 2. Las ovejas; 3. Los ladrones o falsos pastores; y 4. el cual se encuentra como una contraposición y a la vez como la antitesis al tercer elemento, que es el Buen Pastor. Veamos los elementos de este discurso.

1. La Puerta: Todo pastor autentico, legitimo, el que tiene el mandato del dueño de las ovejas no tiene que penetrar en el corral de una manera furtiva, por medio del engaño. El pastor legítimo entra por la Puerta. Para que nadie se pierda en saber cual es esa Puerta, el mismo Maestro dice: "Yo Soy la Puerta de las ovejas." Así es que todo está claro; no hay lugar a equivocación. Todos podían tener la certeza, la idea correcta de lo que Él estaba hablando. Jesús está hablando de la autentica Puerta por donde se debía entrar, por donde era necesario pasar.

Para que quede claro y que nadie lo olvide, con la misma solemnidad con que inició el discurso, su conversación sigue así: "En verdad, el verdad os digo: Yo Soy la Puerta de las ovejas." Con esto está significando, que fuera de Él, no hay otra Puerta, y si la hay, no es autentica. Él es la única entrada al redil, a la salvación, a la familia de Dios. Es verdad que esa Puerta se ha tratado de imitar, que ha sido falseada por otros; pero ella es la única por la que podemos entrar para ser salvo.

Por medio de este primer elemento, la Puerta, Cristo se presenta como el único camino confiable. No otro lugar por el cual podamos entrar a la salvación, no hay otro lugar por donde se pueda llegar al redil. Cristo es el único punto de entrada entre los pastores y el redil, entre las almas y el cielo.

2. Las ovejas y el redil. Las ovejas son las almas, y el redil o corral es la Iglesia, la cual reúne en su ceno a las ovejas, las cuales deben entrar por la Puerta para encontrar salvación. Estas ovejas tienen la característica de ser dóciles, obedientes y sumisas. Las ovejas conocen la voz del Pastor, y le siguen a donde quiera que Él la conduzca, porque saben que El la lleva a pastos delicados. Las ovejas, al conocer al Pastor, no van tras los engañadores.

Como las ovejas son animales mansos, son modelos de tranquilidad, como también de sufrimiento, como apegadas a sus hijos.

3. Un tercer elemento son los ladrones, los falsos pastores. Es fácil determinar quienes son los falsos pastores y los ladrones. Jesús dice de ellos: "Todo aquel que no entre por la Puerta, es ladrón." Un ejemplo de estos ladrones, son los escribas y los fariseos de la antigüedad, también los saduceos. En nuestros tiempos, son ladrones, todos aquellos que entran al ministerio pastoral por conveniencias, por el lucro, por la fama.

Estos falsos pastores y ladrones, son incapaces de hacer su entrada al redil por medio de la Puerta. No lo hacen, por la sencilla razón de que el Portero, si ellos llaman, no les abre la Puerta. A ellos no se les abre, porque no son los llamados al Ministerio, y es porque sus intenciones no son buenas.

Estos falsos pastores se ven en lo necesidad de penetrar al redil saltando por la cerca, brincando la Puerta, violando los mandamientos, negando apego a la verdad. En nuestro Derecho, se castiga el robo, pero su mayor o menor castigo, dependiendo del monto de la cosa robada; pero si la persona que cometió ese robo, lo hace saltando o violando la puerta, ese robo, que pudo ser simple, y que pudo ser castigado como un delito, se hay escalamiento o fractura de la puerta, entonces pasa a ser agravado. Pasa el robo a ser un crimen, y a ser castigado con las penas más severas de nuestro Código Penal.

Cuando las ovejas, oyen la voz del falso pastar, el que ha brincado o forzado la puerta, ellas se derraman, huyen de su presencia. Al momento de escribir estas notas, tengo ante mis ojos, unos apuntes, de Aunque Ud no lo Crea, del periodista Robert Ripley, en el cual se dice: "Las cabras domesticas de los aborígenes Kurumba, en Camerones (África), se separan si alguien trata de reunirlas, pero, si se les deja solas regresa dócilmente a donde duermen cada noche." De esa misma manera, huyen las ovejas de los falsos pastores, de los oportunistas, de los salteadores, que solo vienen a robar y a matar.

En Jeremías, el Eterno se lamenta amargamente por aquellos pastores que lo único que hacen, es derramar las ovejas en vez de congregarlas. Es por eso que Dios promete hacerle una visita, por la maldad que han hecho en el redil. Esos son los mismos pastores que se revelaron contra Dios, los que no quisieron penetrar por la Puerta, sino que brincaron sobre ella. Esos obraron de una manera irracional e irrazonable. Jeremías invita a esos pastores a que aúllen y clamen, a la vez que se revuelquen en el polvo, ya que sus días están contados.

Por boca de Ezequiel, el Señor continúa su lamento por esos pastores, esos, que en lugar de apacentar sus ovejas, se apacientan ellos mismos. Es por eso que Jesús dice, que ellos, los que vinieron antes que Él, los que se hicieron pasar por Él, eran "ladrones." Vinieron con un solo propósito: "Hurtar, matar y destruir." En sus planes no estaba el velar por las ovejas. Ellos al primer peligro, sea real o imaginario, dejaban las ovejas, y corrían.

Cuando Erasmo de Rótterdam, quien en 1511 recibió del Arzobispo de Cantérbury un curato, cuando escribió su Elogio de la Locura, se enseñó contra todo el mundo. Al hacer un cuadro de los papas, cardenales y obispos, después de hacer mención de la vestiduras que usan con el símbolo que cada una de ella representa, dice: "…que la cruz que lleva sobre su pecho anticipa la victoria sobre todas las pasiones; si uno de ellos, vuelvo a decir, llegara a hacer estas reflexiones y otras muchas de idéntico genero, ¿no viviría lleno de melancolía y de ansiedad? Sin embargo, nuestros prelados de hoy tienen bastantes quehacer con alimentarse ellos mismos; en lo concerniente a la custodia de sus ovejas, se la confían gustosos a Cristo, o mas bien, se desprenden de este cuidado en esos frailes a los que llaman hermanos y vicarios suyos. No recuerdan ni su nombre de obispo, que significa trabajo, vigilancia y solicitud, mas cuando se trata de atrapar escudo, ¡Oh, si son unos obispos excelentes!"

Al referirse a los sacerdotes, el sabio erudito agrega: "Los simples sacerdotes hacen cuestión de conciencia el seguir el camino delineado por sus superiores, y así los vemos combatir, pleno de belicoso ardor, por la defensa de sus diezmos, con espadas, con flechas, con piedras y con toda clase de armas."Agregan a este humor guerrero una asombrosa penetración, cuando se trata de descubrir en un viejo pergamino algo que pueda asustar a las gentes sencillas y convencerla de que deben pagar un poco mas que el diezmo. Mas estos ladrones no se cuidan de leer lo que, no obstante, esta escrito en todas partes: sus deberes con el pueblo."

Y ya que me he internado en estas disquisiciones, en este divagar literario, me tomaré el derecho de ilustrar estos malos pastores con un relato de Cervantes. Fue aquel escrito que Alférez le entregó al Licenciado Peralta, sobre la conversación sostenida entre Cipión y Venganza, en el cual cuenta Venganza lo que le sucedió cuando fue perro pastor: "Cada semana nos tocaban a rebato, y en una oscurísima noche tuve yo vista para ver los lobos, de quien eran imposible que el ganado se guardase. Agácheme detrás de una mata, pasaron los perros mis compañeros adelante, y desde allí oteé y vi que dos pastores asieron de un carnero de los mejores del aprisco, y le mataron de manera que verdaderamente pareció a la mañana que había sido su verdugo el lobo. Pásmeme, quedo suspenso cuando vi que los pastores eran los lobos, y que despedazaban el ganado los mismos que lo habían de guardar. Al punto hacían saber a su amo la presea del lobo, débanle el pellejo y parte de la carne, y comíanse ellos lo mas mejor…"

Todo parece indicar que la función de estos falsos pastores es la de trasquilar las ovejas, luego cobrar sus pagas, no cuidar de ellas. Son ellos los que se protegen. Ellos se cuidaban, engordan con los beneficios que puedan sacar de las ovejas.

4. Otro elemento es: El Buen Pastor. Ahora nos encontramos ante una de las aseveraciones mas dramáticas de las Escrituras, y del Ministerio de Jesús: "Yo Soy el Buen Pastor."Conociendo el Maestro que la ilustración que Él les había hecho, por medio del cual Él se declaraba la Puerta, con lo cual decía que Él era la única forma de entrar al ministerio. Esta forma grafica, es mucho mas objetiva, más fácil de comprender. Es que la profesión de pastor era sumamente conocida en Israel, el cual era un pueblo ganadero. Los antepasados de los israelitas eran pastores, y las llanuras de Basan y del Sarón, eran habitadas por pastores.

Fray Luís de León, quien fuera tan amante de la vida retirada y tranquila, cuando publicó por primera vez su monumental obra De los Nombres del Cristo, no incluyó en el ella el nombre de Pastor. Y este nombre, fue uno que el mismo Jesús se dio a sí mismo. Fue dos años mas tardes, que fray Luís incluye a Pastor, como nombre del Cristo. Entre las causas que el sabio aduce que se utilizaron para llamar a Jesús por ese nombre, se encuentra: Primero, por ser una cualidad propia del oficio, alegando que la vida de los pastores es tranquila y alejada del bullicio de los centros urbanos. También el pastor esta alejado de los vicios, así como la belleza de vivir entre el canto de los pájaros y el verdor de los montes.

Una segunda condición, es la cualidad que es propia de la persona, y de su forma de vida. Los pastores son muy dados a querer, de ánimo sencillo. También es que no son dados a contaminarse, sino que son puros. Es por eso que su amor, cuya grandeza no hay lenguaje que pueda expresarlo. Cristo es el Buen Pastor, porque su nacimiento, vida y muerte fue por amor a nosotros. Después de resucitado, Jesús está a la diestra del Padre intercediendo por los suyos.

Para mostrar que no hay con que comparar el amor de ese Pastor con sus ovejas, nos dice fray Luís: "No hay madre assí de solícita, ni esposa assí de blanda, ni corazón assí tierno y vencido, ni título ninguno de amistad assí puesto en firme, que lo iguale o le llegue."

Es propio del oficio de pastor el gobernar y el regir, ya que no hay ningún gobierno que ele iguales, pues el mismo poder Divino, dice fray Luís, que: El Señor me rige no me faltara nada, en lugar de pasto abundante me pone," siendo esa una de las características de Jesús. Jesús le promete a todo el que venga a Él, que encontrara pasto. El que se allega a Jesús tiene su futuro asegurado.

Era Jesús de suyo pastor. Fue el Pastor que el Eterno le prometió a su pueblo, y no solo a Israel, sino a todo los que creyeran en Él por el testimonio de Israel. Los que se alleguen a Él por medio de su sangre, porque dijo que tenía otras ovejas, que no eran de ese redil, y era necesaria que fueran conducidas hasta Él, para que se pudieran juntar con las primeras. Es por eso, que los exegetas de la literatura latina, cuando tratan estas palabras de Jesús, han encontrado en los versos de los escritos por el protegido de Mecenas, en sus Églogas, una profecía sobre Jesús. Virgilio habla de un pastor, con la apariencia de Divino, con todas las semejanzas de Jesús, el cual es el Príncipe de todos, el Buen Pastor.

Virgilio, en su Égloga segunda dice: "¡Oh! ¡Plácete solamente habitar conmigo estos campos, para ti enojosos, y estas humildes chozas, y herir los siervos y guiar con la verde vara de malvavisco un hato de cobricillos! Cantando conmigo en las selvas imitarás al dios Pan, que nos enseñó el primer a juntar, con ceras, varias cañas."

En la Égloga décima, en la cual canta a Galo, dice el poeta: "Los laureles le lloraron, lloráronle también los tamariscos; también le lloró el pinífero Menéalo, viéndolo yacer tendido al pie de una solitaria peña, y le lloraron las rocas del helado Liceo. Inmóviles están en derredor las ovejas (ni ellas se desdeñan de nosotros, ni las desdeñe tú, ¡oh divino pastor!..)

La vida de los pastores fue muy celebrada en la Literatura de Oro Española. El mismo Cervantes, ya al final de su Don Quijote, nos da en "breves razones", las causas que indujeron al protagonista de la obra a terminar sus días como pastor, para lo cual nos dice estas palabras: "…y que tenia pensado de hacerse aquel año pastor y entretenerse en la soledad de los campos, dando rienda suelta dar vado a sus amorosos pensamientos, ejercitándose en el pastoral y virtuoso ejercicio…"

Cuando el poeta español, León Felipe canto a don Quijote, en su poema Vencido, como si fuera un suplica, le pide al caballero andante: "Y llévame a ser contigo, contigo pastor." Y quien no recuerda la petición que le hizo Miguel Hernández a Pablo Neruda, cuando este ultimo era representante de Chile, en Madrid. En vez de pedir para sí una secretaria, le pidió un nombramiento de pastor de cabras o de ovejas, donde él pudiera estar cerca de su amigo.

Pero regresemos de nuevo a nuestro tema principal. Jesús es el Buen Pastor, el que da su vida por las ovejas. Él es el pastor, que cuando ve el peligro, no se retira, al contrario, sale al encuentro del Lobo Fiero. Los peligros más grandes los enfrenta, tampoco teme a las adversidades, sin importar que tenga que arriesgar su vida.

Entre todos los nombres que las Escrituras han reservado para Cristo, el que mejor encarna su amor, es el de Pastor. Jesús es un pastor que llegó al extremo de ofrecerse el mismo por sus ovejas, para que ellas pudieran tener vida en abundancia. Es por eso, que al ver la forma de cómo el se presenta, que fue causa de una división en los ánimos de los presentes.

Para poder tener una idea, de cómo las palabras de Jesús se entendieron luego y la razón por la que le tiene tanta estima, E. Stuffer nos dice en su obra: Jesus and His Store: "Es muy probable que el Señor nunca haya hablado sobre su papel histórico con mayor nobleza ni sencillez que en aquellos apocalípticos días, en medio de su pueblo tantas veces engañado. Es muy fácil comprender por que la imagen del Buen Pastor vino a ser la mas antigua representación del Maestro en el arte Cristiano."

En la fiesta de la dedicación. Se retira al otro lado del Jordán

Juan: 10: 22-42.

Juan en su Evangelio nos dice que se celebraba la Fiesta de la Dedicación en Jerusalén. Los registros sagrados no nos dicen nada concerniente a estas celebraciones. Los eruditos también nos dicen, que a estas Fiestas se les llamaban Fiesta de las Luces.

Para explicar el origen de esta Fiesta, veremos unos párrafos, para ver porque motivo, en los días del Señor Jesús se conmemoraba esta, la cual no fue conocida por los santos profetas. La fuente de esta Fiesta, la encontramos en el Primer Libro de los Macabeos, libro que fue escrito por algún judío de Palestina, cerca del año cien antes de Jesús. En el libro se cuentan los acontecimientos ocurrido entre los años 175 hasta el 135 A.C. Aunque el libro es un apócrifo, esto solamente le resta autenticidad en cuanto a escritura inspirada, no le quita valor histórico, ya que es una fuente primaria.

Nos dice el autor del libro, que después que Antíoco Epífanes, rey Seleucida, hizo huir de Egipto a Ptolomeo, en el año 143 del reinado de los griegos, se dirigían contra Jerusalén, y para decirlo en pocas palabras, la desoló. Fue tal la maldad de este rey, que los comentaristas bíblicos llegan que a decir que es el Cuerno Pequeño de Daniel, por su semejanza decimos nosotros con el Anticristo. A los dos años de su entrada en la ciudad Santa, en los cuales llenó de oprobios a todos, el rey se dispuso a helenizar por completo a Palestina. Para esto expidió el más cruel de los edictos que se hayan podido dar. Es tal la crueldad del edicto, que los actos de Nerón, que para muchos es el Anticristo de san Juan, cuando lo comparamos con el edicto de Antíoco, son benignos. Y suaves.

Entre otras cosas, ordenó que se profanaran los lugares santos; que se erigieran por todo el país altares y templos, donde se sacrificaran animales inmundos, entre ellos el cerdo. Tantas abominaciones llegaron a su plenitud el día 15 del mes de Caleus, del año 145, lo cual equivale a nuestro 25 de diciembre del año 167 A.C. En esa fecha ordenó que se quemara incienso y se ofrecieran sacrificios, a la vez que se ordenaba la desaparición de los Libros de la Ley de Dios. También se condenaba a muerte a todo aquel que se encontrara con uno de los Sagrados en su poder.

Se dice que se escogió este día, porque fue el día de su llegada a Jerusalén, y porque encontró que en la ciudad se estaba celebrando su muerte; también por esa razón, hizo pasar a cuchillo a unos cuarenta mil judíos, a otros cuarenta mil vendió como esclavos. Para coronar su carnicería, sacrificó una puerca en el altar del Templo de Jerusalén, y con el caldo de ellas, roció el Templo, para que quedara inmundo, según el rito judío.

Fue entonces cuando Judas, el cual era hijo de Matatias, y que se había puesto por nombre Macabeo, llamó a cada uno en Judá, a que se definiera si estaba a favor o no por la Ley de Dios o por Antíoco. Estos judíos lucharon hasta vencer al invasor, y para el día 25 del noveno mes, que es el de Casleu, del año 148 de los griegos, y el 165 A.C, Judas Macabeo se purificó, y también purificó el Templo, en compañía de los sacerdotes. Para celebrar esto, todo el pueblo que estaba de parte de Dios, se postró con el rostro en tierra. Grandes fiestas se celebraron, y el Templo volvió a ser el orgullo de los judíos, y el centro de su religión.

Como se ha podido ver, esta Fiesta tenia su celebración en el invierno, época en las lluvias son torrenciales. Se ha llegado a calcular que en Israel caían unas cien pulgadas de agua al año, que si la comparamos con las cuarenta y cinco pulgadas que caían en los Estados Unidos, hace unos cien años, cuando el continente estaba poblado de árboles, estamos diciendo que en vez de aguaceros torrenciales, eran diluvios locales. Como el invierno tiene una duración en Palestina que va de noviembre hasta febrero, en el cual los vientos soplan desde el norte, y en el cual la lluvia es torrencial y los granizos abundantes, el transito en la ciudad de Jerusalén seria sumamente dificultoso.

Como a Jesús y sus discípulos lo ha sorprendido un mal tiempo de estos, es por eso que Juan nos dice que Jesús andaba por el Pórtico de Salomón. Según Josefo, este Pórtico media unos cuatrocientos codos de longitud, por lo cual deducimos que no fue construido por Salomón, por la longitud del mismo. El Templo de Salomón media unos setenta codos de largo por sesenta de ancho, de ahí que el Pórtico fuera mas de cinco veces y medio mayor que su longitud.

Cuando Herodes el Grande, después de habar dado muerte a los miembros del Sanedrín, y solo haber dejado con vida a los maestros, aprovechó la paz que existía. Fue entonces que para granjearse el cariño de los judíos, que hizo reedificar el Templo de Zorobabel, el cual estaba en ruina. Más que una reconstrucción, fue un Templo nueva, ya que echó abajo al viejo, y dejó este Pórtico, que se llamaba de Salomón. El Pórtico quedó en pie por su ornamentación y belleza.

Este Pórtico de Salomón, como se le llamaba, estaba en la parte oriental, proporcionalmente en la parte inversa del portal occidental, y que unía a las edificaciones reales del Monte de Sión con el puente del Tyropeon. Según el diseño de Barclay, el puente sobre el Tyropeon se unía con la segunda cerca. Esto se puede ver en una vista lateral publicada por este teólogo liberal.

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