El Evangelista Marcos reseña: "Y trajeron a Jesús al Sumo Sacerdote; y se juntaron a él todos los príncipes de los sacerdotes y de los ancianos y los escribas". Es en la casa de Caifás donde se reunieron los miembros del Sanedrín esa noche, pero sin que se haya convocado a José de Arimatea,[5] y en el caso de que se le convocara, no se presentó, y si se presentó, Lucas dice en su narración de los hechos del Salvador: " Y he aquí un varón llamado José, el cual era senador, varón bueno y justo, (el cual no había consentido en el consejo ni en los hechos de ellos), de Arimatea, ciudad de la Judea, el cual también esperaba el reino de Dios." Se puede conjeturar que Nicodemo no estuvo presente. De ambos miembros del Sanedrín haber estado en esa sección ilegal, sus votos hubieran sido contrario al resto de senadores.
Lo que se dijo del juicio preliminar y oficioso en el palacio de Anás, se puede decir de este juicio ante el Sanedrín, es ilegal, esta viciado. Y esto es así, porque este tribunal colegiado, encargado de fallar los asuntos religiosos en Israel, esta operando de manera irregular. El Talmud expresa muy claramente: "El proceso no podrá ser iniciado durante la noche, ni en Sábado, ni en día festivo", y esta reunión nocturna se ha hecho con la finalidad de fallar apresuradamente en esta sección, para al día siguiente ratificar el fallo, y de esa manera hacer una condena del acusado cuanto antes posible.
Por lo que dicen los Evangelios, el Jurado estaba dispuesto a fabricar las pruebas con las que quería condenar a Jesús. Marcos expresa: "Y los príncipes de los sacerdotes y todo el Concilio buscaba testimonio contra Jesús, para entregarle a la muerte. Mateo es mas enérgico, mas directo, mas explicito cuando dice: "…y todo el Consejo buscaba falso testimonio contra Jesús…"
Es necesario fabricar las pruebas para que un inocente sea condenado. Ante este Tribunal Jesús es inocente de todo crimen que se quiera poner en su expediente acusatorio; por lo cual era necesario buscar testigos que declarara en su contra. Es por eso se expresa el animadversión que sentía el Tribual, a tal punto de estar dispuesto a admitir cualquier testimonio en contra del Maestro.
Los testigos de cargos eran necesario para los miembros del alto Tribunal Colegiado, ya que de lo contrario, no podrían recurrir al Gobernador Pilato no iba aceptar los alegatos de criminalidad. En cualquier caso de acusación contra una persona que implicara la muerte, los testigos tenían que ser idóneos. La sustentación de las pruebas eras un requisito Sine qua non.
R. B .Brown dice con mucho acierto: "El tribunal Superior tenia la responsabilidad de reunir la evidencia, no de manufacturarla". Y eso era lo que estaba haciendo, buscando testigos que declararan en contra del acusado; también estaba poniendo presión para que el acusado se inculpara. No importa de donde viniera la prueba, en el tribunal era bienvenida. Es por eso que estaban haciendo todo lo que estuviera a su alcance. Es por eso que aparecen muchos que declaran contra Jesús; pero entre todos, no pudieron aparecer dos testigos que concordaran en sus testimonios. No había concordancia entre muchos, y la Ley solo exigía que dos estuvieran de acuerdo para que contara como verdad lo que ellos querían que así parecieran; pero esos dos testigos no aparecieron.
Por lo que dice Mateo, fue después de mucho buscar, sobornar y por que no, amenazar: "Mas a la postre vinieron dos testigos falsos". ¡Por fin! Encontraron lo que estaban buscando. Podían tener pruebas contra Jesús.
Si eso era lo que estaban buscando, lo que necesitaba, lo querían, ya lo tenían. Dos testigos estaban de acuerdo en sus testimonios. Con esta acusación podían ellos fallar a su manera, y luego pedir a Pilato que ratificara la sentencia. Ya tenían dos testigos que estaban dispuesto a declarar que ellos habían oído decir a Jesús: "Yo derribaré este Templo que es hecho de mano, y en tres días edificaré otro hecho sin mano".
Aunque es verdad que esas eran las palabras que Jesús había dicho en su primera visita a la ciudad de Jerusalem, según se encuentra en el Evangelio de Juan, después de haber purificado el lugar santo. Como las acusaciones eran infundadas, y buscaban un asidero jurídico, ya se tenía a manos un dicho de su boca que podía enlazarlo. Sus palabras podían ser tenidas e interpretadas como un atentado al centro de su religiosidad…pero todo no era tan fácil, ya que el mismo Marcos dice: "Mas ni aun así se concertaba el testimonio de ellos". No se podían poner de acuerdo, no había corroboración entre el testimonio de uno y del otro. ¡Qué frustración!
Si era cierto lo que los testigos decían, o si se regaba la especie de que alguien había amenazado con destruir el lugar mas santo de la tierra, el templo de Jerusalem, hubiera recibido la muerte a manos de cualquier judío. Y era legítima esa muerte, ya que el Templo era la razón de ser de cada individuo y de la nación entera. Ese Templo, que había sido construido por Herodes el Grande, era el orgullo de una nación, y para mantenerlo en funcionamiento, cada judío hubiese estado gustoso en dar su sangre para que el altar del sacrificio no apagara sus llamas, que ardían continuamente; y para que su figura majestuosa permaneciera por las edades sempiterna en el Monte Moriah.
Pero Jesús respetaba el Templo, nunca lo había profanado. Luchó contra los que querían variar el significado del culto, el cual tenia en su centro la prefiguración de lo que Él había venido a enseñar, y que era una sombra de lo que Él mismo era la realidad. Como Caifás comprendió que no podía hacer esa acusación en contra de Jesús, no porque no entendiera que Jesús se refiriera al templo de su cuerpo, sino porque su petición seria denegada por el Gobernador, al considerarla improcedente y mal fundada, buscó la manera de que Jesús corroborara lo que los testigos decían. Esa es la razón por la cual formula esta pregunta: "¿No responde algo? ¿Qué atestiguan estos contra ti?
Toda lucha era en vano. Si ellos querían acusarlo, que lo acusaran, pero ya Él no estaba en disposición de seguirle el juego. De sus labios no iba a salir una sola palabra. Es en este momento que el blasfemo Renán dice que en virtud de que la sentencia ya estaba preparada, Jesús no tenía nada que decir. El Maestro sabia que con el interrogatorio lo que se estaba buscado era un pretexto, ya que toda defensa era inútil. Ellos que argumente en su contra, que fabriquen pruebas, que levanten calumnias. El iba a mantenerse callado. Su silencio, era un silencio mortificante, era carcoma a los huesos y congrega en la carne de sus acusadores.
El que no tiene la razón está propenso a irritarse, a perder la paciencia, a gritar, a desesperar. Mateo dice que Caifás se puso en pie y utilizó su último recurso. Puso a Jesús bajo juramento: "Te conjuro por el Dios Viviente, a que nos diga si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios Bendito". Esto le daba otro jiro al caso.
Jesús, que estaba resuelto a no hablar nada ante el Sanedrín, al ser puesto bajo juramento en el Nombre Inefable del Eterno y Bendito, se decide a dar testimonio a favor de la verdad. Va hablar de lo que Él sabe. Antes de quedar como trasgresor al callar, toma la decisión de hablar, de decir la verdad. Mateo dice que Jesús respondió diciendo: "Tu lo has dicho", para agregar a renglón seguido- "y aun os digo, que desde ahora habéis de ver al Hijo del hombre sentado a la diestra de la potencia de Dios, y que viene en las nubes del cielo".
Todo lo que ellos, altos dirigentes del pueblo de Dios querían saber, ya Él lo había dicho: Él era el Hijo del Bendito, y como una prueba de esto, ellos, los que le estaban juzgando, iban a tener la oportunidad de verlo en su verdadera majestad. Si lo querían oír, pues entonces óiganlo. Era el Hijo del hombre el que estaba delante de ellos. Pero Él no tenia apariencia para que lo reconocieran, ya que a los suyos vino, y los suyos no le recibieron.
Al decir Jesús estas palabras, la cadena de violaciones al procedimiento jurídico agregó otro eslabón. La actitud de Caifás,[6] de rasgar sus vestiduras cuando oyó las palabras de Jesús es contraria a la Ley levítica. Si es verdad que el luto, el dolor o una gran pena, llevaba al afligido a seguir la costumbre de rasgar, romper sus vestidos, como en el caso de Rubén, cuando no encontró a su hermano José en el fondo de la cisterna; también está corroborado en el episodio en que el paciente Job, el día en que recibió las infaustas noticias de sus múltiples calamidades, el cual rasgo su manto como un símbolo del dolor que apenaba su contrito corazón. Otro ejemplo lo podemos encontrar cuando Rabsaces, mensajero de Senachérih, rey de Siria dio su mensaje ante los muros de Jerusalem, en esa ocasión los hombres del gobierno de Ezechias rompieron sus vestiduras, y fueron en señal de luto a dar la nueva a su señor; pero una persona que vistiera los hábitos del sacerdocio, no le estaba permitido, bajo ninguna circunstancia realizar semejante acto.
En Levitico 10: 6, el Eterno le prohíbe a Aarón, Eleazar e Ithamar rasgar sus vestidos bajo pena de muerte, aunque estaban afligidos por las muertes de Nadab y Abiú, con estas solemnes palabras: " Entonces Moisés dijo a Aarón, ya Eleazar, y a Ithamar, sus hijos: No descubráis vuestras cabezas, ni rasguéis vuestros vestidos, porque no muráis, ni levante la ira sobre toda la congregación: empero vuestros hermanos, toda la casa e Israel lamentarán el incendio que Jehová ha hecho En el mismo libro de Levítico 21: 10, se establece esa misma disposición, le está prohibido, cuando expresamente se establece: " Y el sumo sacerdote entre sus hermanos, sobre cuya cabeza fue derramado el aceite de la unción, y que hinchió su mano para vestir las vestimenta, no descubrirá su cabeza, ni romperá sus vestidos".
Esta actitud de Caifás lo inhabilita para ejercer sus funciones. El que es juez, no se puede tornar en acusador. El que tiene que cumplir el Derecho en este caso, lo violenta. Los intereses personales están por encima de la justicia. Esta fase del juicio agrega un acto más de ilegalidad al proceso. Es por eso que el juez y acusador falla sin necesidad de revisar la sentencia.
La blasfemia estaba de hecho probada. Ellos todos habían escuchado a Jesús proferir la blasfemia; y la Ley era mas que clara, diáfana y meridiana: "El que blasfemare el nombre de Jehová, ha de morir". Levitico 24: 16.
Jesús había blasfemado, por declararse Hijo de Dios, se estaba declarando que era de la misma naturaleza y sustancia que el Padre. Para que mas testigos: "¿Qué os parece?", fue la pregunto hecha por el Pontífice, a lo que el conciliábulo respondió a coro: "Culpable es de muerte". Esta era su sentencia, con lo cual manifestaban cuales eran sus más anhelados deseos.
Salvador Jorge Blanco nos dice: "La confesión se consideraba como la prueba por excelencia, y cabía más que nunca el principio: "confesión de parte relevo de prueba"(19). Pero eso no es cierto, era todo lo contrario, las pruebas tenían que ser suministradas, no valía la confesión del reo. En el Derecho judío, no se relevaba la prueba por la confesión del reo, porque se entendía que este podía estar encubriendo a otros culpables, lo cual es muy plausible.
Los Evangelios dicen que Jesús fue torturado, puesto en ridículo y maltratado antes de que el Tribunal competente hiciera justicia. Como bestias salvajes, las autoridades aullarían pidiendo que se apedreara al blasfemo. Con los puños crispados, los dientes rechinando y los ojos inyectados en sangre, la suerte del reo pendía de un hilo.
El delito de blasfemia, que era causa de muerte en la Legislación Judía, no lo era en el Derecho Romano. Es por eso que lo que en este Tribunal de Primera Instancia, como hubiese dicho un abogado dominicano, es muy probable que no prosperara ante un tribunal de alzada. Pero eso no era todo. Los jueces que durante la madrugada juzgaron a Jesús, estaban en espera del alba para ratificar su sentencia de muerte, ya que sabían que hasta el momento todo el proceso estaba viciado.
Como el proceso hasta ahora era ilegal, en esta caso por nocturnidad, Jorge Blanco, citando a Jacques Isorni, en su libro "Los Casos de Conciencia del Abogado", el capitulo titulado: El deicidio y la conciencia, anota que en las primeras horas de la mañana del día siguiente, el Sanedrín se reunió para confirmar la decisión que en de la noche había tomado contra Jesús. (20). Así es que era necesario enmendar lo que se había iniciado mal. Es por eso que encontramos a esos mismos jueces reunido de nuevo, pero esta vez con una sentencia ya preparada.
1.3. EL PROCESO DE JESÚS ANTE EL SANEDRÍN, EN LAS PRIMERAS HORAS DE LA MAÑANA. MARCOS 15: 1. LUCAS 22: 66-71.
. Y cuando fue de día, se juntaron los ancianos del pueblo, y los príncipes de los sacerdotes, y los escribas, y le trajeron a su concilio. Y los príncipes de los sacerdotes, y los ancianos, y todo el consejo, buscaban falso testimonio contra Jesús, para entregarle a la muerte; y no lo hallaron, aun que muchos testigos falsos se llegaban; más a la postre vieron dos testigos falsos, que dijeron: este dijo: puede derribar el templo de Dios, y en tres días reedificarlo. Y levantándose el pontífice, le dijo: ¿no respondes nada? ¿Qué testifican estos contra ti? Más Jesús callaba. Respondiendo el pontífice, le dijo: te conjuro por Dios viviente, que nos digas si eres tu el cristo, hijo de Dios. Jesús le dijo: tu lo has dicho: y aun os digo, que desde ahora habéis de ver al hijo del hombre sentado a la derecha de la potencia de Dios, y que viene en las nubes del cielo. Entonces el pontífice rasgo sus vestidos, diciendo: blasfemado ha: ¿Qué mas necesitad tenemos de testigos? He aquí, ahora habéis oído en blasfemia. ¿Qué os parece? Y respondiendo ellos, dijeron: culpado es de muerte. Entonces le escupieron en el rostro, y le dieron de bofetadas; y otros le herían con mojicones.
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En estos versículos tenemos claramente expresa la intención del Sanedrín: acallar su propia conciencia, dándole apariencia de verdad a un proceso en el cual ellos habían puesto todos los vicios del procedimiento. Pero lo que inicia mal, no debe terminar bien, a menos que la enmienda que se introduzca no sea de dimensiones históricas.
Era el deseo de estos príncipes que amaneciera lo antes posible, para simular que procesaban al Maestro Galileo, cuando en realidad, lo que estaban haciendo era ratificando la sentencia ilegal de la madrugada anterior. La sentencia estaba preparada. Lo que el Tribunal, lo mas que podía hacer, era darle una lectura, y simular un justo juicio con todo lo de la Ley. Todo estaba listo para el fin del acusado, cuyo delito era no haber cometido ningún delito, por lo cual se recomendaba su muerte.
Como es la tercera vez que Jesús es presentado ante este Tribunal, bueno seria que se insertaran unas notas, en cuanto a sus funciones y constitución. Por lo que el Doctor Salvador Jorge Blanco nos dice, el Sanedrín estaba integrado por dos Presidentes, veintitrés Sacerdotes, veintitrés Escribas, y veintitrés Ancianos. Todo esto nos da un total de setenta y un jueces. Esa era la constitución del Tribunal Supremo Judío en materia religiosa en los días en que Jesús fue sometido a juicio.
Sobre los derechos y prerrogativas de ese Alto Tribunal, la fuente principal de este trabajo, es el libro de Paul Winter, titulado El Proceso a Jesús On the Trial of Jesus)(1995). Winter era un abogado judío, nacido en Moravia, y en su obra se empeña en limpiar al pueblo judío de toda responsabilidad. Sus esfuerzos son ingentes, desde la misma Introducción, para descalificar a los evangelistas, y a los Evangelios, negándole categoría histórica y veracidad.
Esto es en resumen, lo que Winter dice que era el Sanedrín, en los días de Juicio de Jesús, y que es la época en que los romanos gobernaban en Palestina, por lo cual los asuntos militares y las relaciones exteriores se hallaban en manos del representante del poder soberano. El mantenimiento del orden público era responsabilidad en parte romana y en parte judía; la mayoría de los otros asuntos de carácter puramente interno seguían en manos de las autoridades locales judías.
Esta distribución del poder no estaba explícitamente formulada en una constitución escrita o un acuerdo contractual entre las dos naciones, ni tenia que estarlo, ya que Israel era una tierra bajo ocupación, y la aplicación de este acuerdo general sufría variaciones de detalle, según la política del gobernador que hubiera en el momento. Progresivamente, al ir aumentando el control romano del país, los procuradores tendieron todos ellos a arrogarse más funciones, funciones que las autoridades judías nativas consideraban incluidas en su propia jurisdicción. Este proceso desembocó por fin en un levantamiento contra los romanos en el año 66 dC. Pero, en términos generales, los romanos, maestros en el arte del control indirecto, se contentaban con permitir que las autoridades locales instituidas, encabezadas por el Sanedrín Supremo, siguieran actuando sin interferencias en cuestiones que no afectasen a los intereses romanos.
Hay testimonios del período comprendido entre los años 6 y 66 d.C. de casos judiciales por delitos que entrañaban la pena capital (tanto ante los tribunales romanos como ante los judíos), pero carecemos de un cuadro claro y sistemático de normas en vigor y, sobre todo, de los criterios que determinaban la división de poderes entre la autoridad judicial romana y la judía. Aunque Winter no ve clara la división, él, ni el pueblo sometido tenia que verla, quien tiene que ver sus asuntos internos claro, es el Emperador romano, y para eso designaba a sus representantes, que actuaban como Pretores. Israel no podía poner condiciones, solo tenia que acatar las ordenes o revelarse, que fue lo que terminó haciendo.
Los judíos gozaban de autonomía en cuestiones legales, excepto en el caso de delitos políticos. Los romanos, indiferentes a las preocupaciones religiosas de las poblaciones sometidas o asociadas, evitaban meticulosamente intervenir en el ámbito jurisdiccional que abarcaba el derecho religioso judío. Roma procuró, en realidad, que siguiese aplicándose el derecho ancestral judío y que estuviese protegido por el representante imperial.
El Sanedrín (institución con poderes judiciales y de otro género) es de mayor antigüedad que la prerrogativa real en el período del Segundo Templo. El Sanedrín era más antiguo que la monarquía; continuó existiendo con ella y sobrevivió a los reyes o etnarcas.
De la época de Julio César poseemos datos, continua diciendo Winter, que nos permiten realizar una valoración positiva de la persistencia de la autoridad y las actividades del Sanedrín. César apoyó los derechos de la institución cuando confirmó a Hircano II como etnarca y sumo sacerdote. Estipuló que el etnarca debía ejercer los poderes y gozar de los privilegios que fuesen compatibles con el sistema jurídico del país.' Más tarde, cuando Marco Antonio y el Senado romano confirieron a Herodes el título de rey, el Sanedrín no sufrió, en principio, ningún recorte de sus privilegios constitucionales, pese a que Herodes le trató, de hecho, en más de una ocasión con indiferencia o liquidó a aquellos de sus miembros que se oponían a su gobierno. Herodes el Grande se arrogó el derecho de adjudicación de los casos legales de carácter político. No interfirió, sin embargo, en la autoridad del Sanedrín en cuestiones de derecho religioso. Y es verdad, pero en parte, porque no dejó de influir para designación en el puesto de Sumo Sacerdote a los hombres que convinieran a sus intereses. Durante todo el período de soberanía herodiana, el Sanedrín siguió ejerciendo ciertos poderes, incluido el de jurisdicción, y se hallaba en posición de enviar delegados a Roma y expresar deseos contrarios a los del dignatario regio o a los del aspirante al poder regio. Así, en el año 4 aC, cuando murió Herodes el Grande, el Sanedrín envió delegados a Roma para informar a los romanos de que los dirigentes judíos preferían la autonomía bajo soberanía romana a ser gobernados por un hijo de Herodes: " «Estaban deseosos de alcanzar su libertad y de someterse a un gobernador romano». Esto presupone que esperaban que un representante del Imperio mostrara más consideración por sus derechos tradicionales de lo que lo había hecho Herodes.
Según informa Josefo, incluso durante la última etapa del sitio de Jerusalén, en el año 70 dC, Tito, sobrecogido por la barbarie de la guerra, alegaba que él había propuesto la restauración del autogobierno judío (a?t???µ?a) si los rebeldes deponían las armas." Tal declaración presupone que los judíos de Palestina (antes de que estallase la revuelta) gozaban realmente del derecho de autodeterminación en asuntos de carácter interno. Debemos hacer un alto aquí para resumir los resultados de nuestra investigación. El Sanedrín, descontento por las violaciones de sus derechos bajo Alejandro Janeo, no disfrutó de mejores condiciones bajo la soberanía herodiana. La esperanza de que se restaurase la autoridad del Sanedrín a todos los niveles como única institución judicial en territorio judío quedó frustrada. Herodes el Grande menospreció en numerosos casos la competencia del Sanedrín y se arrogó el derecho de juzgar a todas las personas que consideraba sospechosas de deslealtad. Cuando fue depuesto Arquelao, el gobernador romano pasó a ocupar el lugar del etnarca. La situación judicial no volvió a la situación pre-herodiana. Los cambios introducidos no podían abolirse del todo. Se consideró que los delitos políticos debían ser competencia del prefecto, mientras que otras cuestiones judiciales lo serían del Sanedrín. Las cuestiones legales de carácter político que habían correspondido antes a Herodes y su hijo pasaron ahora a ser competencia del gobernador. Pero el Sanedrín seguía ejerciendo autoridad interina como un tribunal en cuestiones de carácter no político. A los romanos no les interesaba la jurisdicción interna judía. Cuando enviaron, muy a regañadientes, un gobernador a Judea, lo hicieron sólo con el propósito de pacificar el territorio y salvaguardar la ruta terrestre de Siria a Egipto. Querían evitar a toda costa una situación en la que facciones judías descontentas pudieran buscar apoyo de potencias ajenas al Imperio, como había sucedido durante la lucha entre Hircano II y Aristóbulo II, en que se solicitó ayuda a los partos. Herodes el Grande había asegurado el mantenimiento de las vías de comunicación a los romanos durante su reinado en Judea. Es necesario reconocer, que los poderes el Sanedrín no estaban definidos punto por punto frente a los de las autoridades locales, pero se esperaba que las autoridades romanas respetasen las costumbres judías y que procurase no intervenir en cuestiones de derecho religioso. «Bajo los procuradores, los judíos tenían más posibilidades de resolver sus asuntos propios a su modo que bajo la soberanía de Herodes. El gobierno romano necesitaba un órgano representativo y responsable que hiciera de intermediario entre él y el pueblo, y halló tal órgano en el Consejo, o Sanedrín… Los conflictos entre los judíos competían a sus tribunales propios, desde los jueces de los pueblos hasta el Tribunal Supremo de Jerusalén». «Roma seguía la política general de dejar que las cuestiones locales las resolviesen tribunales nativos, de acuerdo con el derecho del lugar. Las cuestiones religiosas dependerían sin duda del Sanedrín. Los romanos. Concedían al tribunal indígena un amplio margen, que incluía jurisdicción civil y penal, así como la puramente religiosa. Las limitaciones impuestas a la autoridad judía en casos que afectaban a no judíos, sobre todo a ciudadanos romanos, afectarían, sin duda, a delitos de pena capital, y a los que podemos calificar de delitos contra el Estado romano o el emperador. Josefo no nos habla, por tanto, de una limitación de los antiguos poderes del Sanedrín, ni dice en ninguna otra parte que Augusto o sus sucesores redujesen de algún modo el derecho de esta institución a juzgar a judíos por delitos de pena capital y a la ejecución de sus sentencias. Existen abundantes pruebas de que, incluso después de la muerte de Jesús, el Consejo Supremo de la nación judía ejerció funciones de tribunal judicial procesando a judíos por delitos de pena capital y aplicando dicha pena. Hasta aquí lo que se ha extractado de la obra de Paul Winter, El Juicio a Jesús, en lo concerniente a los poderes y atributos del Supremo Tribunal Judío que juzgó a Jesús.
Con esta sesión de la mañana, en un día de Fiesta, lo que el Sanedrín buscaba, era: "…un esfuerzo para hacer que la acción pareciera legal. Pero ninguna ratificación de un mal puede convertirlo en un", dice A.T. Robertson. El trabajo que se realiza a la luz del día, lo que en Derecho se llama Primera Jurisdicción, o el primer paso a seguir en todo proceso que busca el camino de la Ley, esta llegando a su final. En vista de que todo estaba preparado en contra de Jesús, dice el abogado judío Yitzhak David, citado por Jorge Blanco: "Jesús no recibió un juicio justo. El fue llevado ante el Sanedrín en medio de un oído ciego, y bajo acusaciones inventadas y no podía recibir un trato justo".
Esta tercera fase del Juicio de Jesús ante el Sanedrín, y que debe ser entendida como la fase oficial de este Supremo Tribunal Judío, es prácticamente desconocida entre comentaristas y tratadistas bíblicos. Cualquier lector, por muy apercibido que sea, cree o presume, los tres pasos son un solo, o a lo sumo dos. Jorge Blanco, el mas hábil y aguzado de todos los juristas domínanos en asuntos de procedimiento civil, se llega a confundir, a extremo de decir: "Solamente en el Evangelio de San Marcos se recoge este singular dato formalista con que el Sanedrín prendió tranquilizar su conciencia de tribunal y legalizar su juicio nocturno". Luego procede a citar a Marcos 15: 1. Y, es que generalmente se confunde este acto de la mañana con el juicio nocturno, que ya Jorge Blanco había aclarado, pero quien trata este juicio en si, es Lucas en su Evangelio.
El Medico Amado, registra, que cuando fue de día, a Jesús lo presentaron ante el Concilio de Sacerdotes, y Ancianos, y le espectaron esta pregunta: "Eres tú el Cristo?". Y al igual que en la noche anterior, al ser puesto bajo la fuerza del juramento, Jesús se vuelve a declarar el Cristo, el Hijo del Bendito Dios. Esto explica porque Jesús reprocha a sus inquisidores en la forma en que lo hace: "Si os lo dijere, no creeréis; y también si os preguntareis, no me responderéis, ni me soltareis: mas después de ahora el Hijo del hombre se asentará a la diestra de la potencia de Dios."
Ellos no podían contender con Jesús. No tenían como responderle, y lo que era mas, el no tenia mas nada que hablar con ellos, porque entendía que su sentencia ya estaba firmada y sellada. El Tribunal todo lo tenía preparado con antelación. Todo estaba previsto, para presentar un caso de materia religiosa, como una insubordinación política ante el Tribunal de Alzada.
Como Jesús se había declarado hijo de Dios, lo cual era una blasfemia, manejaron el asunto de tal forma, que el mismo caso se viera también como un caso de sedición. La declaración de hijo de Dios, era vista como un caso de profanación, una soberana blasfemia, ya que Él, siendo hombre, se estaba igualando con el Sublime y Altísimo, con el Eterno, cuyo Nombre es Inefable, y que mora en la oscuridad. Con decir que es hijo de Dios, se ha de entenderse como sedición, ya que ser hijo de Dios, es declarase el Mesías, el Rey de Israel; y al hacerse Rey, estaba denegando el poder del César, ya que en esos momentos, quien era rey en Israel, era Tiberio César.
Con la acusación de blasfemia, se cierra el proceso religioso, y la tercera fase de esta primera etapa del juicio ante el Sanedrín. Con ella se cierra la Primera Jurisdicción, para abrir un proceso maratónico. Es necesario avanzar, que si el primer tribunal montó una farsa, en lo que continua veremos una verdadera tragedia.
Según la obra de José Pallés, La Pasión del Redentor, esta fue la sentencia que el Sanedrín preparó, para ser presentada ante el Gobernador romano:
"el sanedrín de Israel reunido legalmente a la sombra del santuario, para entender la causa de Jesús de Nazaret, acusado de blasfemo y hacerse hijo del altísimo, después de haber invocado la asistencia del eterno justiciero, fuera del cual es imposible obrar en justicia y proceder rectamente, condena por 65 votos contra 6, a muerte ignominiosa de cruz, a Jesús de Nazaret, a cuyo fin se pondrá desde luego en poder del pretor de roma, que es poncio pilato, para que después de haber revisado la causa, según el derecho y las leyes del imperio, mande aplicarle el castigo que el tribunal del pueblo escogido, inspirado por Jehová, ha tenido a bien imponerle, en justo castigo de sus blasfemias y de sus trastornadoras imposturas".
William G. Johnsson (2005) nos dice que los juicios que le siguieron a Jesús en materia religiosa fueron una parodia. Los líderes religiosos no tenían ni la más mínima intención de examinar en forma imparcial las pruebas, sino de fabricar acusaciones, que dieran como resultado la condenación. A las conclusiones que ellos habían llegado, eran decisiones tomadas desde mucho antes de iniciar el proceso, ellos querían a Jesús muerto. Fue con el fin de mantener las apariencias, que el Tribunal fue convocado por la mañana, son las conclusiones de Johnsson.
Es justo y necesario que se exponga en este momento, antes de pasar a otra parte del Juicio, las razones por la cual el proceso religioso fue ilegal desde su mismo inicio:
Primero: En el Proceso contra Jesús, había miembros que no podían tomar parte en el mismo, debido a que habían sobornado a testigos falsos, o habían fabricado falsos testimonios. También el Tribunal tenía miembros que habían colaborado conjuntamente con Judas, el traidor, para cuya traición le habían pagado.
Segundo: No se cumplió el precepto que exigía un mínimo de dos testigos, y que esos dos testigos estuvieran de acuerdo en sus declaraciones. Los testigos que se presentaron no concordaban en sus testimonios.
Tercero: El proceso se comenzó de noche, y en un día que era Festivo, lo cual anulaba todo lo que de él pudiera resultar.
Cuarto: uno de los jueces, por lo menos el presidente Caifás, hizo la función de acusador, lo cual no estaba conforme al procedimiento. También el acto de rasgar sus vestiduras, le impedía ser un testigo idóneo en el juicio, ya que eso lo inhabilitaba.
Quinto: Jesús fue arrestado en forma arbitraria, ya que la Ley exigía que fuera detenido en flagrante delito.
Jesús ante el Tribunal Romano de Pilato
Mateo: 27: 2 y 11-14. Marcos 15: 1-5. Lucas: 23: 1-7. Juan: 18: 28- 38.
Y llevaron a Jesús de Caifás al pretorio: y era por la mañana: y ellos no entraron en el pretorio por no ser contaminados, sino que comiesen la pascua. Entonces salió pilato a ellos fuera, y dijo: ¿Qué acusación traéis contra este hombre: respondieron, no te le habríamos entregado. Diceles entonces pilato: tomadles vosotros, y juzgad según vuestra ley. Y los judíos le dijeron: a nosotros no es lícito matar a nadie: para que se cumpliese el dicho de Jesús que había dicho, dando a entender de que muerte había de morir. Así que, pilato volvió a entrar en el pretorio, y llamo a Jesús, y díjole: ¿eres tu el rey de los judíos? respondiole Jesús: ¿dices tu esto de ti mismo, o te lo han dicho otro de mi? Pilato respondió: ¿soy yo judío? Tu gente, y los pontífices, te han entregado a mí: ¿Qué has hecho? Respondió Jesús: mi reino no es de este mundo: si de este mundo fuera mi reino, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos: ahora pues, mi reino no es de aquí. Dijole entonces pilato: ¿luego rey eres tú? Respondió Jesús: tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz. Dícele pilato: ¿Qué cosa es verdad? Y como hubo dicho esto, salió otra vez a los judíos, y díceles: yo no hallo en el ningún crimen. Mas ellos porfiaban, diciendo: alborota al pueblo, comenzando desde galilea hasta aquí. Y Jesús estuvo delante del presidente; y el presidente le pregunto, diciendo: ¿eres tú el rey de los judíos? y Jesús le dijo: tu lo dices. Y siempre acusado por los príncipes de los sacerdotes, y por los ancianos, nada respondió. Pilato entonces le dice: ¿no oyes cuantas cosas testifican contra ti? y no le respondió ni una palabra de tal manera que el presidente se maravillaba mucho. |
Se dice que contra el Sanedrín se han lanzado muchas acusaciones, injurias y acrimonias a través de las edades. A sus miembros le han hecho muchas y pesadas acusaciones; pero no podemos decir que son acusaciones infundadas. El juicio que se le celebró a Jesús fue ilegal desde el punto de vista del procedimiento, y así tenia que ser, porque de lo contrario, si las acusaciones hubiesen sido verdaderas, la condenación hubiera sido según el Derecho y su muerte merecida, entonces no hubiese muerto por los pecados de la humanidad.
La gran mayoría, por no decir todos, pues José, que era el Representante de Arimatea, y Nicodemo, quien en ocasión de un juicio secreto que se le quería seguir a Jesús fue capaz de defenderlo, es por eso que se conjetura que ambos miembros no estuvieron presentes. Ellos no hicieron coro en la falsa que se estuvo montando. Pero una cosa es cierta, si perverso fueron los nacionales que actuaron en la Primera Jurisdicción, esto es en la Religiosa, el Juez de la Segunda Jurisdicción, el cual tenia que conocer el expediente preparado por el Sanedrín, el cual era el calificado y competente para verter su veredicto, no era menos criminal, despiadado y distanciado de la Justicia. Se ha llegado a decir, que la infamia, el robo, la violencia, la corrupción y el abuso de poder eran las notas características de la administración de este Gobernante romano.
Era Poncio Pilato, el Procurador romano de la Provincia de Judea, con su asiento en Cesárea, no la de Filipo, en la cabecera del Jordán, sino la de Palestina, en la costa del Mediterráneo. Si recordamos lo que nos dice Lucas, sobre la muerte violenta que Pilato dio a los galileos, en el mismo atrio del Templo, ya podemos tener una idea de lo violento de su carácter, y al hacerlo en un lugar sagrado, es la mayor prueba de su impiedad. Con esto se revela el odio que la nación también podía sentir por este Gobernador gentil. Un acto que hizo aumentar su impopularidad en el pueblo, fue el traslado de los cuarteles y las tropas de Cesárea a Jerusalem, ya que los estandartes, con la figura del César, dios del Ejército, provocó que se pidiera su remoción. La sola presencia de Pilato en el pueblo era causa de disturbios, cual hacia que el ambiente de sedición fuera la sangre del cuerpo.
Los jueces, que querían valerse de todos los recursos habidos y por haber para conseguir la sentencia de muerte de Jesús, cuando van del Palacio de Caifás, al Pretorio, siendo fieles a la tradición, se niegan a entrar en él, porque eso seria un motivo de contaminación, que lo inhabilitaría para comer el sacrificio del día. Pilato, que era un político hábil en todo lo que estaba a su alcance, complacía a los poderosos, y a esos dirigentes era bueno tenerlo de su parte, accedió a su pedido. Pilato estaba cumpliendo con el Tratado, el cual establecía que a los judíos se les permitiera cumplir con todas sus tradiciones y costumbres; por lo cual el no iba a entorpecer que esos dignatarios pudieran tomar parte en sus celebraciones.
Los que no podían contaminarse, entrando en el Pretorio, si podían pedir la sangre de un inocente, y estar sin cargo de conciencia. Esa es la razón por la cual el Gobernante sale ante ellos, para escuchar sus demandas. Es estando en el balcón del Pretorio, que Pilato se encuentra con Jesús, al cual habían conducido atado. Cual no seria la actitud del Gobernador, cuando se encuentra por delante a él a un hombre, posiblemente con el pelo revuelto, el rostro amoratado por los golpes, la cabeza y la frente con manchas de sangre, por la corona de espinas, y la mirada perdida por la mala noche y la vigilia.
No falta quien diga, que cuando fue presentado ante Pilato, Jesús tenía un porte sereno, gallardo y majestuoso. Que tenía la apariencia de un militar y la dignidad de un príncipe; que impresionó a Pilato. Lo que si se sabe, es que Juan registra, que al ver Pilato a Jesús, pregunta: "¿Qué acusación traéis contra este hombre?"
Del grupo, el que tenia la voz cantante dijo: "Si este no fuera malhechor, no te lo habríamos entregado". Si la cosa era tan sencilla; y era un asunto que a primera vista, por la fuente de donde procedía la acusación tenia implicaciones religiosas, Pilato dice a los jueces religiosos: "Tomadlo vosotros, y juzgadlo según vuestra Ley."
A pesar de las sesiones maratónicas del Sanedrín, y de la formulación que en su seno había dicho de que Jesús era culpable del delito de blasfemia, cuando llegan ante Pilato, el Alto Tribunal no tenia formulado ningún carga contra el reo que presentaron atado ante el juez. Es ante estas circunstancias, que Pilato les pide a ellos que lo juzgue según la Ley y costumbre de su pueblo. Como Tribunal, según el alegato de Pilato, ellos tenían esa autoridad, ya que a ellos les está permitido hacer juicios religiosos.
Los miembros del Consejo presumían que Pilato sabia lo que ellos querían, y desde ya, quieren que este condene al reo con la pena capital. es por eso que cuando el Gobernador delega ante ellos, como Tribunal disciplinario, el derecho a que juzguen a Jesús según la Ley de la nación, le está reconociendo los poderes que tiene el Sanedrín para Excomulgar a cualquier judío que no esté obrando según las costumbres del pueblo. Tenían derecho a infligirle el castigo de flagelación, como ya le había hecho.
A pesar de lo que dice Winter, bajo ninguna circunstancia, podía el Sanedrín acordar y aplicar la pena de muerte. Si para esto Winter tiene que violentar la Historia, el Derecho Romano, la orden de Tiberio, quitarle poderes a Pilato, o contradecir a Flavio Josefo, pues lo hará. He aquí sus palabras:
"Cuando Josefo dice que el emperador concedió al gobernador poderes que incluían la aplicación de la pena capital (µ???? t?? ?te??e?? ?aß?? pa?? ?a?sa??? ????s?a? o sea (méchri tou kteínein lavó_n pará kaísaros éxousían), se refiere a la autoridad política y ejecutiva que Augusto, en su condición de jefe del Estado romano, había delegado en Coponio. Josefo no nos habla, por tanto, de una limitación de los antiguos poderes del Sanedrín, ni dice en ninguna otra parte que Augusto o sus sucesores redujesen de algún modo el derecho de esta institución a juzgar a judíos por delitos de pena capital y a la ejecución de sus sentencias. Existen abundantes pruebas de que, incluso después de la muerte de Jesús, el Consejo Supremo de la nación judía ejerció funciones de tribunal judicial procesando a judíos por delitos de pena capital y aplicando dicha pena."
Aquí se ratifica de nuevo, el Consejo Supremo Judío, el Sanedrín, no podía bajo ninguna circunstancias aplicar la pena de muerte. Cualquier delito que se cometiera en contra de la religión, que en la antigua administración conllevara esa pena, como era el caso de la blasfemia, este Tribunal podía solicitar esa sanción al Gobernador, el cual podía o no ratificarla. Es por eso que cuando tienen que hablar ante Pilato, el delito no es de blasfemia, se varía la calificación por el delito de sedición. Los voceros del Alto Tribunal Eclesiásticos, presentan su petición ante el Gobernador romano con estas palabras: "A este hemos hallado que pervierte la nación, y veda dar tributo a César, diciendo que él es el Cristo, el rey".
Ernesto Renán, para quien el Sanedrín buscaba la ratificación de la orden de muerte, bajo el alegato de sedición, dice: "Por la mañana, los jefes de los sacerdotes y los ancianos se reunieron de nuevo. Se trataba de que Pilato ratificase la condena pronunciada por el sanhedrín y que carecía de validez a consecuencia de la ocupación de los romanos.
El procurador no estaba investido del derecho de vida y de muerte, como el legado imperial. Pero Jesús no era ciudadano romano; bastaba con la autorización del gobernador para que la sentencia pronunciada contra Él siguiera su curso. Como ocurre siempre que un pueblo político somete a una nación en la que la ley civil y la ley religiosa se confunden, los romanos se sentían inclinados a prestar ala ley judía una especie de apoyo oficial. El derecho romano no se aplicaba a los judíos. Éstos continuaban sujetos al derecho canónico que encontramos consignado en el Talmud, del mismo modo que los árabes de Argelia se encuentran todavía regidos por el código del islam."
No cave la menor duda de que esta acusación fue un invento que le vino a ellos en ese mismo instante. En ningún momento Jesús se negó a pagar el tributo al César, o a oponerse a que se pagase; al contrario, instó a que se hiciera, dando al César lo que le correspondía como gobernante terrenal, como también ordenó que ha Dios se le diera la honra y el tributo debido. Lo que ellos buscaban con esa acusación, era minar el ánimo del Gobernador latino. Por lo que dice el relato sagrado, o Pilato no oyó esta acusación, o se hizo que la oyó; lo que sí se sabe es que no hizo caso lo que ellos decían.
Los Evangelios dicen que el Gobernador interrogó a Jesús sobre su alta investidura como Rey de la nación de Israel. Es muy probable que Pilato tuviera su idea sobre el Mesías; también es posible que conociera lo que se decía del Reformador que iba a venir, y que el pueblo esperaba, para poner la casa en orden. El interrogatorio de Pilato a Jesús no esta formulado como un aspirante al trono, como un rival del César, como si fuera un monarca secular.
Si Pilato hubiera entendido que este Rey, lo era en el sentido de Gobernador, no le hubiese formulado la pregunta en estos términos: "¿Eres tú el Rey de los Judíos?". Por lo cual la respuesta que recibe fue cortante, y es posible que envuelva un reproche: "¿Dices tú esto de ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?"
Vista desde esta perspectiva, que se puede entender lo que la palabra Rey juega en esta conversación. Si se toma la palabra Rey, al estilo judío, ese Rey es el Mesías, el Reformador religioso; si se entiende del punto de vista de los latinos, ese Rey era el gobernador, el brazo armado, el poder civil. El sustantivo Rey es polisémico, y dependiendo de que lado estemos en relación con la cultura y la nacionalidad de los dos pueblos, tiene significado diferente.
Ahora se puede entender, que lo que Pilato quiere preguntar, es que si Él, Jesús, es el Reformador que los judíos esperan, por lo cual en su asombro, responde a Jesús con una pregunta, una aseveración, y una segunda pregunta, con el deseo de tener luz sobre el asunto: "¿Soy yo judío? Tú gente, y los pontífices, te han entregado a mi: ¿Qué has hecho?"
Se parafrasean estas palabras de Pilato, se puede entender mejor lo que subyace en el fondo de la cuestión: "¿Acaso soy yo judío para estar pensando en que ha de de venir un Mesías? Es tú gente, los que son como tú, los que te han traído hasta mí, porque tú te has proclamado como Mesías: ¿Dime si es verdad que tú eres el Mesías? Y de lo contrario, ¿Dime lo que tú has hecho para que ellos te traigan hasta mi?"
Jesús entonces procede a testificar delante del Gobernador romano, que sí, que Él es el Mesías que Israel esperaba, con la siguiente aclaración, para no intranquilizar a su juez:"Mi reino no es de este mundo: si de este mundo fuera, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos: ahora, pues mi reino no es de aquí".
Las palabras de Jesús son claras, categóricas. El no anda en procura de un reino político, y por tanto de naturaleza terrenal. No le interesa estar al frente del estado de Israel, porque de lo contrario, sus oficiales se hubiesen puesto en disposición de lucha para que los judíos no le hicieran ningún daño, y mucho menos que lo entregaran en manos de sus jueces. Es por eso que los oficiales de su ejército no iban a luchar para rescatarlo de manos de sus enemigos, y Pilato era uno de ellos; pero Pilato no debía temer, sus seguidores no iban a empuñar las armas para establecer su Reino.
Ante Pilato, Jesús negó que su Reino fuera de este mundo; pero tampoco dijo de donde fuera. Sus discípulos o seguidores no tienen que luchar en esta tierra por quitar o por establecer ningún reino que pronto será destruido por aquella Piedra que hirió los pies de la estatua en el sueño de Nabucodonosor, y la hizo polvo. Su predicación y empeño nunca estuvo encaminado a establecer un Reino en competencia con otro ya existente. Pero Pilato estaba intrigado con el giro que estaba tomando la conversación, porque no se puede decir que era un interrogatorio. Era una controversia seguida en dos planos, el latino y el judío; por eso el Gobernante quiere saber si Jesús era rey, y si lo era, en que sentido de la palabra.
A la pregunta de Pilato: "¿Luego rey eres tú?" Recibe esta respuesta que se encuentra en el Evangelio de Juan: "Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo aquél que es de la verdad, oye mi voz." Es como si Jesús le dijera, en buen castellano: "Si, soy Rey. Soy Rey del Reino de la Verdad. Todo aquél que es de la verdad oye mi voz, la comprende y me sigue."
Con el interrogatorio llegó a este clímax, es Jesús quien lleva el hilo conductor, no es el juez, es el acusado. Los dirigentes judíos sabían que de continuar de esa manera el Proceso, no se podría esperar una sentencia condenatoria. Es en ese momento que Pilato, asombrado a la manera platónica, quiere inquirir por la relación que debe existir entre los hechos y la realidad que se percibe, por lo cual pregunta: "Qué es la verdad?" Cuando esta tratado esta conversación entre Jesús y Pilato, el joven Jorge Friedrich Hegel, (1981) el 1793, a los 23 años de edad, y recién salido del Seminario de Tubinga, y durante su permanencia en Berna, en los días que escribía su Historia de Jesús; porque Hegel se intereso en la Búsqueda del Jesús histórico, dice "«¿Te tienes por rey -replicó Pilatos-, pues que hablas de tu reino?» «Si así lo quieres llamar, sí -respondi6 Jesús-. Creí que había nacido para enseñar la verdad y ganar partidarios para ella; creí que ése era mi destino en el mundo, y quien la amaba escuchaba mi voz!» «¿Qué es la verdad?», repuso Pilatos con el gesto del cortesano que, superficialmente, condena las cosas serias con una sonrisa, y tom6 a Jesús por un visionario que se sacrificaba por una palabra, por una abstracci6n que para e! alma de aquél carecía de sentido, considerando todo como un asunto que sólo tenía que ver con la religión de los judíos y que ni constituía un crimen contra las leyes civiles ni suponía un peligro para la seguridad del Estado. Dejó solo a Jesús y salió fuera con los judíos y les dijo que no encontraba culpable a aquel hombre."
Pero la multitud estaba siendo agitada en la calle. Se avecinaba un tumulto, y en el aire se escuchaban las acusaciones contra Jesús. Pilato entonces se dirige a la multitud ondeando la bandera de la verdad de sus pesquisas: "Ninguna culpa hallo en este hombre." Y esa si era la verdad de su veredicto.
Pero la multitud enardecida, dirigida por los dirigentes religiosos, empezó a lanzar acusaciones, las cuales fueron variando según la dirección del viento; desde la religiosa de blasfemia, pasando por las civiles con implicaciones políticas. Lo que se introdujo como un acto puramente religioso, la blasfemia, por declararse hijo de Dios, en el calor de la disputa se convirtió en sedición, amotinamiento, resistencia civil, al negar pagar el tributo divido al imperio.
En su tratado sobre el Juicio de Jesús, Jorge Blanco dice de una manera muy acertada, que en una misma Jurisdicción, después de ser rechazada una acusación, no puede ser considerada la misma persona bajo otra acusación. Pero eso es si se fuera aplicar el Derecho, y la prisa es mala consejera. No importa que lo que se diga sea cierto, lo importante es decir cosas, calumniar, después de todo, algo queda de esa calumnia, y eso era lo que se perseguía.
Las palabras de Pilato, de que no encontraba nada en contra del acusado, son una prueba de que estaba buscando la manera de cerrar el caso. Pero Pilato era un juez venal, y como quería congraciarse con el populacho y los dirigentes, en vez de dejar libre al inocente acusado, busca tener de su parte a los que en un momento determinado podría necesitar.
A pesar de lo dicho por Pilato, las acusaciones continuaron. Jesús esta impertérrito, inconmovible, inmutable. Jesús no contestó a las acusaciones, aunque se le invitó a que se defendiera. Entre las acusaciones que se lanzaban, el viento trajo una, que fue la tabla de salvación momentánea para Pilato: "Alborota al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí."
Esto era lo que Pilato necesitaba para desembarazarse de ese asunto. Como entendió que Jesús era galileo, inmediatamente interpone su Incompetencia, se Inhibe, en razón de la nacionalidad del acusado. Alegando la Incompetencia Territorial, Pilato alega que él es Gobernador de Judea, en cambio que el juez competente es Herodes Ántipas, quien fungía como Tetrarca de Galilea. Jesús era de Nazaret, lugar donde había vivido toda su vida, por eso le llamaban Nazareno; así es que ha llegado el momento de desapoderase del asunto, y que sea Herodes, que se encontraba en esos días en la ciudad de Jerusalem, el encargado del caso, ya que es el asunto estaba pasado de castaño a marrón oscuro.
Alegando Incompetencia por la nacionalidad del acusado, se cierra la Segunda Jurisdicción del Caso de Jesús. Ahora se debe ver a Jesús cambiando de Corte. Hay que conducirlo ante la presencia de su Juez natural, Herodes Ántipas es quien debe juzgarlo.
Jesús ante el tribunal de Herodes Ántipas
Lucas: 23: 8-12.
Entonces Pilato, oyendo de galilea, pregunto si el hombre era Galileo. Y como entendió que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes, el cual también estaba en Jerusalén en aquellos días. Herodes, viendo a Jesús hólgose mucho, porque hacia mucho que deseaba verle; porque había oído de el muchas cosas, y tenia esperanza que le vería hacer alguna señal. Y le preguntaba con muchas palabras; mas el nada le respondió: y estaban los príncipes de los sacerdotes y los escribas acusándole con gran porfía. Más Herodes con su corte le menosprecio, y escarneció, vistiéndolo de una ropa rica; y volvíole a enviar a pilato. Y fueron hechos amigos entre si pilato y Herodes en el mismo día; porque antes eran enemigos entre si.
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De no haber sido por el Evangelio de Lucas, nunca se hubiera conocido de esta Tercera Jurisdicción en e Proceso a Jesús; lo mismo hubiera sucedido si Juan no narrara el Juicio Secreto y Nocturno de Jesús ante Anás. Pero es gracia al Evangelio cuadriforme que conocemos cada una de las instancias del Juicio mas grande de la Historia, "El caso Dreyfuss de hace 2000 años", como se ha designado.
Como las autoridades judías habían declinado el ofrecimiento de Pilato, de que ellos mismos lo juzgaran, porque a ellos no les estaba permitido en matar a nadie, no estaban en capacidad de dictar una sentencia de muerte. Ellos no podía dictar la sentencia de muerte, pero si hacer una acusación que conllevara la pena de capital. En otras circunstancias, cuando el acusado era sorprendido en el flagrante delito de blasfemia, el Tribunal se las ingeniaba para incitar a un linchamiento, lo cual era un crimen colectivo, como pasó en el caso de Esteban. Es por eso que queriendo librarse de este caso, Jesús es presentado ante Herodes Ántipas.[7]
Cuando Jesús es presentado ante Herodes Ántipas, este despiadado monarca que le había acosado desde el principio de su ministerio, y a quien Jesús denunció con la designación de zorra, el Maestro estaba a merced de su juez. Herodes fue el sanguinario y pusilánime que había segado la vida de Juan el Bautista, y posiblemente la causa por la cual Jesús tuvo que salir de las tierras de Israel, para refugiarse en la región de Tiro y Sidón. También es posible que el monarca se alegrara de ver a Jesús, pues por que se decía de Él, Herodes esperaría verlo realizar algún milagro. De Jesús se decían muchas maravillas, y Herodes quería ser testigo de una de ellas.
El astuto rey quería saber muchas cosas, razón por la cual hizo una multitud de preguntas, más como registra Lucas: "Mas él nada le respondió."[8] Jesús no tenia que responderle nada. Él estaba como una oveja muda delante de sus trasquiladores; la luz había sido quitada de delante del monarca pecador. No había porque dar las cosas santas a los perros, y las perlas del mensaje Divino no iba a tener ningún aprecio entre los cerdos inmundos.
Hasta la jurisdicción de Herodes llegaron los acusadores, para acosarle. Eran sabuesos que no querían dejar respirar a su presa. Una vez iniciada la persecución, no iban a descasar hasta ver lo que para ellos era un final feliz, la cruz.
Durante esta parte del Proceso, a Jesús fue vejado y menospreciado. Es muy probable, que si Jesús hubiese operado un milagro, para complacerlo como el rey quería, solo para satisfacer una curiosidad, se hubiese entendido como un acto de magia, un juego, una entretención, un acto de feria; pero también Jesús podía sembrar el terror entre ellos, ya que aquel abrió los ojos de los cielos, también tenia el poder de cegar a los que ven; como también podía quitar la vida con tan solo una mirada, ya que el que resucitó a los muertos, podía mandar al sepulcro. Pero no hizo nada de esto. Fue en esta Corte, que como escarnio, se le vistió con ropas blancas, como un símbolo de la dignidad de los ancianos de Israel.
Lucas inserta un paréntesis, el cual es difícil de comprender en nuestros días, pero que seria vox populi en la época, la enemistad entre el Gobernante romano y el monarca de Galilea. Posiblemente fuera por la muerte de los galileos, cuya sangre Pilato mató en el atrio del Templo. Pudo también haber sido una disputa territorial, pero eso no es parte del Juicio.
Cuando Pilato envió a Jesús ante la presencia de Herodes, le está reconociendo el Derecho de juzgar a uno de sus súbditos, lo cual es una condescendencia; como también una manera de quitarse la responsabilidad de un caso en el cual, lo que mas influía, era la intriga y el odio. Para el romano, Jesús era inocente; pero la Justicia se escribe derecha en medio de los renglones torcidos de las componendas.
Aunque Lucas dice que Jesús fue burlado, encarnecido y maltratado en la Corte de Herodes, por éste y sus oficiales, el Evangelista no dice que fuera condenado, que fallara en su contra. Herodes no evacuó una sentencia condenatoria, más bien hizo un descargo del acusado. Jorge Blanco dice que Herodes no lo juzgó: "…como una manifestación de desprecio hacia Jesús, y para burlarse de él lo hizo vestir con una ropa blanca y lo volvió a enviar a Pilato."
El argumento de Herodes seria que si bien es cierto que él era el Monarca de Galilea, de donde Jesús era natural, Jesús se encontraba en Jerusalem, en el territorio de Judea, donde no era Monarca; por lo cual no podía juzgar un caso en un territorio donde tenía ninguna jurisdicción. Declara con esto su Incompetencia en razón de la Territorialidad en que encuentra el acusado. Pilato había declinado en razón de la Nacionalidad del inculpado. Ambas Incompetencias eran validas.
Con el cierre de esta tercera etapa del Juicio a Jesús, se manifiesta que el Juez no encontró nada malo en el acusado; pero tampoco lo puso en libertad. De nuevo el reo es remitido ante el Pretor romano, lugar de donde había salido en un principio. Es con la remisión de Jesús ante Pilato, que los dos Gobernantes se hacen amigos, como se vera con la consumación de su ejecución, que el genero humano sellará su amistad con Dios, por medio del sacrificio de la cruz.
Renán, que en el capitulo XX1V de su obra trata del arresto y la condena de Jesús, no encuentra como ubicar el Juicio ante Herodes, inserta al pie de pagina, esta cita, que es la numero 58 del capitulo mencionado: "Es probable que ésta sea una primera tentativa de "armonizar los Evangelios". Quizás Lucas tuvo ante los ojos un relato en el que la muerte de Jesús se atribuía por error a Herodes y para no sacrificar enteramente este dato puso las dos tradiciones una tras otra, tanto más cuanto que talvez sabía vagamente que Jesús (como nos lo dice el cuarto Evangelio) compareció ante tres autoridades. En muchos otros casos, Lucas parece tener una opinión alejada de los hechos propios de la narración de Juan. Además, el tercer Evangelio contiene, en cuanto a la historia de la crucifixión, una serie de adiciones que el autor parece haber tomado de un documento más reciente y en el que era sensible e] arreglo con vistas a un fin edificante."
4. JESÚS ANTE PILATO POR SEGUNDA VEZ.
Mateo: 27: 15-26. Marcos: 15: 6-15. Lucas: 23: 13:-25. Juan: 18: 39-40 y 19: 1-16.
Entonces Pilato, convocando los príncipes de los sacerdotes, y los magistrados, y el pueblo, les dijo: me habéis presentado a este por hombre que desvía al pueblo: y he aquí, preguntando yo delante de vosotros, no he hallado culpa alguna en este hombre de aquellas de que le acusáis. Y ni aun Herodes; porque os remití a el, y he aquí, ninguna cosa digna de muerte ha hecho. Le soltare, pues, castigado. Y tenia necesidad de soltarle uno en cada fiesta. Mas toda la multitud dio voces a una, diciendo: quita a este, y suelta a barrabas. (El cual había sido echado en la cárcel por una sedición hecha en la ciudad, y una muerte.) Y háblole otra vez Pilato, queriendo soltar a Jesús. Pero ellos volvieron a dar voces, diciendo: crucifícale, crucifícale. Y estando el sentado en el tribunal, su mujer envió a el, diciendo: no tenga que ver con aquel justo; porque hoy ha padecido muchas cosas en sueños por causa de el. Y les dijo la tercera vez: ¿pues que mal ha hecho este? Ninguna culpa de muerte he hallado en el: le castigare, oyes, y le soltare. Más ellos instaban a grandes voces, pidiendo que fuese crucificado. Y las voces de ellos y de los príncipes de los sacerdotes crecían. Tomando agua se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: inocente soy yo de la sangre de este justo: veréislo vosotros. Y respondiendo todo el pueblo, dijo: su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos. Entonces les soltó a Barrabas: y habiendo acotado a Jesús, le entrego para ser crucificado. Y Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a barrabas, y entrego a Jesús, después de azotarle, para que fuese crucificado. Entonces los soldados le llevaron dentro de la sala, es a saber, al pretorio; y convocan toda la corte. Y le visten de púrpura; y poniéndole una corona tejida de espinas, comenzaron luego a saludarle: /salve, rey de los judíos/ y le herían en la cabeza con una caña, escupían en el, y le adoraban hincadas las rodillas. Entonces Pilato salió otra vez fuera y díjole: he aquí, os le traigo fuera, para que entendáis que ningún crimen hallo en el. Y salio Jesús fuera, llevando la corona de espinas y la ropa de grana y díceles Pilato: he aquí el hombre. Y como le vieron los príncipes de los sacerdotes, y los servidores, dieron voces diciendo: crucifícale, crucifícale, díceles Pilato: tomadle vosotros, y crucifícale; porque yo no hallo en el crimen. Respondiéronle los judíos: nosotros tenemos ley, y según nuestra ley debe morir, porque se hizo hijo de Dios. Y como pilato oyó esta palabra tuvo más miedo. Y entro otra vez en el pretorio, y dijo a Jesús: ¿de donde eres tú? Más Jesús no le dio respuesta. Entonces dícele Pilato: ¿a mi no me hablas? ¿No sabes que tengo potestad para soltarte? Respondió Jesús: ninguna potestad tendría contra mi, si no te fuese dado de arriba: por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene, desde entonces procuraba Pilato soltarle; mas los judíos cualquiera que se hace rey, a cesar contradice. Entonces pilato, oyendo este dicho, llevo fuera a Jesús, y se sentó en el tribunal en el lugar que se dice lithostrotos, en hebreo gabbatha. Y era la víspera de la pascua, y como la hora de sexta. Entonces dijo a los judíos: he aquí vuestro rey. Mas ellos dieron voces: quita, aquieta, crucifícale. Díceles Pilato: a que vuestro rey he de crucificar: respondieron los pontífices: no tenemos rey sino a cesar. Así que entonces lo entrego a ellos para que fuese crucificado. y tomaron a Jesús, y le llevaron. |
Con el desapoderamiento de Herodes, y el nuevo apoderamiento de Pilato, llegamos a la cuarta y ultima Jurisdicción del Proceso seguido contra Jesús. En ningún Derecho del mundo, cuando un Tribunal se declara incompetente para el conocimiento de un hecho, el mismo Tribunal se puede habilitar. En el caso que nos ocupa, Pilato no se habilitó, sino que fue Herodes el que apoderó al Gobernador romano para que recibiera el caso.
Con la llegada del reo por segunda vez ante su presencia, Pilato busca la manera de librarse de él de la forma más rápida posible. Es por eso que al ver a Jesús, convoca: "A los príncipes de los sacerdotes, y los magistrados, y al pueblo". La acusación que los representante del pueblo mantiene es la de de corte religioso. Pilato, que no ha encontrado ningún delito, por lo cual le dice, de acuerdo al Evangelio de Lucas: "Me habéis presentado a éste por hombre que desvía al pueblo: y he aquí, preguntando yo delante de de vosotros, no he hallado culpa alguna en este hombre de aquellas de le acusáis. Y ni aun Herodes; porque os remití a él, y he aquí, ninguna cosa digna de muerte ha hecho. Le soltaré, pues, castigado".
Los Evangelios dicen que en cada Fiesta, Pilato le soltaba, a manera de indulto a un preso, el que el pueblo pidiera, pero en este caso, es Pilato que esta presentando su candidato. Sobre esta costumbre, es mucho lo que se ha escrito, sin que se conozca su origen. Lo más probable, es que el mismo Pilato fue que introdujo la costumbre con su administración, como una forma de congraciarse con la multitud.
El romano esta mas que convencido, a pesar de su crueldad, de la inocencia de Jesús, ya se lo manifestó al pueblo, también esta buscando la manera de soltarle. Él sabe que por envidia, es que el Sanedrín ha traído al prisionero; y aun mas, lo habían calumniado, con las acusaciones que le hacia. Es por eso que como máxima autoridad, llama al pueblo a un Plebiscito. En sus manos estaba el librarlo sin pedir ningún tipo de autorización, pero no quería hacerlo. Sentía cierto temor, su espíritu estaba vacilante; aunque quería librarse del reo, no quería enemistarse con los dirigentes de la nación.
Es a esta altura del Proceso que se presenta el gran dilema: los príncipes de Israel querían limpiarse de la muerte de Jesús, por eso lo remitieron a Pilato; Pilato no encontró nada digno de muerte, según sus palabras, y lo envía a Herodes Ántipas, para que este enfrentara el problema. Herodes se desapodera enviando a Jesús de nuevo ante Pilato; pero cuando éste se encuentra de nuevo con Jesús, frente a frente, no quiere tener la obligación, y lo presenta ante el pueblo, para que éste se el que escoja, si quiere o no la muerte de Jesús, el Profeta de Galilea, el Rey de los judíos. Con este protesto, busca la forma de desapoderarse de él.
Sabiendo que estaba en la prisión Barrabás, un sedicioso, rufián, ladrón y asesino, que estaba en espera de la muerte, pone al pueblo a que escoja. Posiblemente Pilato tiene en mente, que tan pronto se le pidiera a la multitud, ésta no iba a titubear ni un momento en elegir el mejor partido, a Jesús; pero mucho se equivocaba el político y militar romano, buen maestro es el pueblo, y mas cuando está reunido en multitud ciega para escoger la peor de las cosas. No se sabe que fascinación tienen los canallas, que siempre son aclamados por las masas. El pueblo, de una forma histérica, rechazó a Jesús, el mismo que una semana antes había sido proclamado como Mesías, de una forma tan estruendosa, que hacia temblar los muros de la ciudad.
La multitud escogió a Barrabás. El que había sido tomado prisionera en una sedición, debía ser liberado; y Jesús, el Príncipe de Paz, debía morir. El que había sido la causa de una muerte, se le perdonaba para que viviera; y el que era objeto de vida, era presido que muriera. Esa es la elección que hace el alma cuando se aparta de la voluntad de Dios.
El Gobernador romano, Poncio Pilato, se encuentra en una disyuntiva: sabía que contra Jesús no existía ninguna culpabilidad, pero el pueblo estaba vociferando que muriera. Como juez que era, como gobernante, estaba en el deber de mandar al ejército a dispersar a la plebe que se agitaba en las calles, y poner al acusado en libertad. Él mismo sabía que Jesús era inocente, Herodes no encontró nada digna de muerte en Jesús, los Príncipes lo acusaban por envidia, por celos, y la multitud no sabia lo que pedía.
Aquí cabe la pregunta: ¿Por qué no puso Pilato en libertad a Jesús?
Esta puede ser una pregunta que los cristianos se hallan formulado en todos los tiempos; pero Jesús había dicho de que tipo de muerte era preciso que muriera, y lo los romanos podían condenarle a la muerte de cruz. La pena por blasfemia, en el Derecho Judío, era la lapidación, y los judíos habían perdido su independencia para aplicar la pena capital. Ellos si podían hacer recomendaciones, pero no ejecutarla.
Lo importante es que el intento de Pilato, para poner a Jesús en libertad fue un fracaso rotundo. Lo que si consiguió fue exasperar los ánimos en el pueblo, el cual estaba siendo incitado por sus dirigentes. Es muy probable, que si a Jesús le hubiesen liberado en ese momento, la turba lo hubiese linchado.
Mateo escribe, que en ese momento, en el cual el pueblo vocifera y Pilato titubea, es que llega una esquela de la esposa de Pilato, Claudia Procla, o Procura, como dicen los latinos, en la cual se expresa en estos términos concisos y lapidarios, sin rodeos o ambages: "No tengas que ver con aquel Justo; porque hoy he padecido muchas cosas en sueños por causa de él." La esposa del Gobernador había recibido una premonición, una revelación en sueño le fue dada, y quiere advertir a su esposo de lo que esta sucediendo, y le denomina justo.
En el apócrifo titulado Actas de Pilato, que son los Apócrifos de la Pasión y Resurrección, en los cuales, después de recibir la misiva antes copiada, la Actas dicen: "Pilato entonces llamó a todos los judíos y les dice: "Sabéis que mi mujer es piadosa y que responde mas bien a secundaros en vuestras costumbres judías." Ellos dijeron: "Si; lo sabemos"…después de haberle leído el recado de esposa, las actas continúan diciendo: "Pero los judíos respondieron a Pilato diciendo: ¿No hemos dicho que es un mago? Sin duda ha enviado un sueño quimérico a tu mujer".
El mismo Apócrifo dice que, pidiendo Pilato a Jesús que respondiera a esas acusaciones, el nada contestó. Por eso, como nada ganaba el Gobernador, y viendo que el pueblo había hecho su elección, llegó a la cumbre máxima de la injusticia, al proponerle, que como Jesús era inocente, primero le iba hacer flagelar, y que luego le pondría en libertad. Siendo inocente, debía ser castigado; pero el pueblo no pedía eso, pedía la muerte.
Lo que Pilato proponía, la flagelación romana, era una manera despiadada e inmisericorde de castigo. Los azotes tenían unos aguijones de metal o de huesos, que arrancaban la piel del que sufría esta tortura. Era común que el flagelado muriera, ya que los golpes no tenían limites, siendo esa la razón por la cual ningún ciudadano romano podía ser condenado a la flagelación; ese castigo estaba reservado a los esclavos y para los extranjeros, a quienes los romanos veían con desprecio. Cicerón llegó a decir, que cualquiera que fuere llevado al tormento, si decía que era ciudadano romano, se le debía facilitar la escapatoria o por lo menos dulcificarle el tormento al que fuere sometido, pero que nunca podía ser condena con este infamante castigo.
Tres veces buscó Pilato la forma de liberar a Jesús, pero el pueblo, incitado por sus líderes no lo permitió. Los astutos Ancianos, habían comprendido que el Gobernador estaba vacilante, que estaba inclinado por la liberación, por eso, en un ultimo y postrer recurso, a sabiendas de que las relaciones del Gobernador con la Metrópolis no estaban en buena armonía, tuvieron la feliz ocurrencia de poner al representante de Roma contra la misma Roma, al insinuar que el mismo Gobernador se podía convertir en un sedicioso, y enemigo del Emperador. Con esto ponían al Pretor entre la espada y la pared, lo tenían en sus manos.
Su consigna maestra fue: "Si a éste suelta, no eres amigo de César: cualquiera que se hace rey, a César se opone". Y ellos estaban para que ningún representante de los poderes de ésta tierra se oponga a su gobernante terrenal. Pilato tenía que regirse conforme a sus deseos, porque ellos eran súbditos del César.
Hegel, en su Historia de Jesús, ve el alboroto del pueblo de esta manera: : "Cuando Pilatos vio que el ruido y el alboroto se hacían cada vez mayores y que quizá tendría que temer una sublevación, a la que los judíos podrían dar una apariencia de celo por -la gloria del César -cosa que seria muy peligrosa para él-, y se dio cuenta de que la obstinación de los judíos era invencible, hizo que le trajeran un recipiente con agua clara, se lavó las manos delante del pueblo y dijo: «¡Soy inocente de la sangre de este justo.>>"
Todo romano de la época de Pilato sabia de sobra que Tiberio no iba a titubear en desterrarlo, como pena mínima, ya que los destierros estaban de moda. También podía ser ejecutado, siendo Palestina una región turbulenta; por lo cual una sedición que procediera de un Gobernador romano, ningún Emperador lo iba a tolerar. Webster y Wilkisonson, citados por Jamierson, Fausset y Brown, dicen tocante a la acusación que los funcionarios judíos le hacen a Pilato: "Esto fue equivalente a una amenaza de acusación ante el Emperador, la cual sabemos era muy temida por oficiales como por procuradores, especialmente por hombres del carácter de Pilato y Félix. También esto es la consumación de la perfidia y desvergüenza de los gobernantes judíos, quienes, con el propósito de destruir a Jesús, se rebelan para fingir celo por un príncipe extranjero." No había nada que hacer. Pilato no podía irse contra Roma. Preferible era sacrificar su conciencia y el sueño de su esposa. Por eso saliendo al Lithóstrotos, esto es Gabbatha, y señalando a Jesús dijo: "He aquí vuestro Rey."
No faltan quienes pongan cierta ironía en estas palabras; pero es posible que no contengan ninguna ironía. Lo que estas palabras pueden encerrar en el fondo, si puede ser una cruel venganza. El reconocimiento por parte del latino, del Mesías que los judíos esperaban que llegara como liberador.
Porque no decir que Pilato reconocía a Jesús como Rey de los judíos. En presencia del Gobernador Jesús había dicho que era rey, se había declarado como Mesías, y los mismo dirigentes del pueblo no habían aportado las pruebas de que Él no lo fuera, por lo cual, Jesús era su Rey. Este es un reconocimiento a la dignidad real del acusado.
El pueblo y sus dirigentes habían elegido su destino. Su rey era el César, y habían elegido a Barrabas en lugar de Jesús. Y lo que era mas aun, había dicho, en una forma corporativa, que la sangre del condenado cayera sobre ellos y sobre sus hijos; por esa razón, Pilato flageló a Jesús, como un preliminar de la crucifixión, y lo entregó en manos de una guardia especial para que obrara según la voluntad de los peticionarios.
El Juicio a Jesús había llegado a su final. Solo faltaba que la sentencia fuera ejecutada. El acto de Pilato de lavarse las manos no lo limpia de cargo, si no que lo presenta ante la historia como Juez que juzgó a Jesús, y que por falta de carácter y de voluntad, torció la balanza de la Justicia. También tenemos a Herodes Ágripa, como el juez que lo vejó y encarneció, vistiendo con una túnica que representaba dignidad.
La crucifixión de Jesús, bien pudo tener sus circunstancias políticas,[9] como se ha empeñado Winter en hacerlo aparecer, llegando a legitimizar la decisión de Pilato. En un trabajo escrito por René Alberto Esquinca Esquinca, titulado El Juicio de Jesús, un Análisis Jurídico, disponible con ese nombre en la Internet, el autor trata de reunir las corrientes de opiniones del jurista francés Jean Imbert, y del mexicano Ignacio Burgoa Orihuela. En el capitulo once, Esquinca alega que con la sentencia condenatoria de Pilato, no se puede decir que a Jesús se le celebró un Juicio, y llega a estas conclusiones: "Aunque se alude a el término juicio, pero si se examina la intervención de pilato a consecuencia de la homologación que le exigió el sanedrín de la sentencia que se dictó contra Jesús, se debe concluir que no hubo tal juicio." En el Juicio seguido a Jesús, y por el cual fue condenado, no existió base para acusarlo en base al delito político de sedición; tampoco se le reconoció ante el Tribunal de Pilato el delito religioso de blasfemia, razón por la cual fue llevado por el Sanedrín ante el Gobernador romano, sentencia que Pilato homologó. El Sanedrín no tenía calidad para un juicio político, por lo cual era incompetente.[10]
Pero el pueblo pidió su sangre sobre ellos y sobre sus hijos, sangre que fue derramada cuando ellos y sus hijos se revelaron contra el rey que habían escogido. Ellos habían elegido a Barrabas, por lo cual habían renunciado a estar bajo los dictámenes de Dios. La sangre de Cristo iba a ser la maldición que sobre el pueblo de Israel a pesado por unos dos mil años. Cuando ese pueblo vuelva a ver cara a cara al que despreciaron, le verán como Rey de reyes y Señor de señores, sentado en el trono de la majestad de Dios para juzgar a las naciones.
Todo proceso que conllevara la pena de muerte de un acuso, en los dominios de Roma, tenia que ser reportado por escrito, por el Gobernador que dictó la sentencia, y ser enviado a la Metrópolis una relación del caso. Desde los orígenes del cristianismo se ha venido diciendo que Pilato envió esa relación a Roma, y que la misma fue conocida por los historiadores cristianos y por los paganos. Un argumento a favor de esto, se extrae de los dicho por Tácito, quien en sus Anales, Libro XV, cuando trata del incendio de Roma por Nerón, se puede leer lo siguiente: "…y comenzó (Nerón) a castigar con exquisitos géneros de tormentos a unos hombres aborrecidos del vulgo por sus excesos, llamados comúnmente cristianos. El autor de este nombre fue Cristo, el cual imperando Tiberio, había sido justiciado por orden de Poncio Pilato, Procurador de Judea."
Justino Mártir, que escribió su Apología por el año 150 de nuestra era, dice haber conocido las Actas de Pilato. Tertuliano, en el año 200, también de nuestra era, hace mención a la Relación que éste Gobernador envió a Tiberio, llegando estos escritos de Pilato a influir tanto en el ánimo del Emperador, que pidió que a Jesús se le incluyera entre los dioses de Roma, pero el Senado se lo denegó.[11] Eusebio de Cesarea, que escribió en plena persecución contra los cristianos, entre los años 311 y 312 habla de unas actas de Pilato, las cuales no son los Apócrifos que ya han sido citadas, escritas en griego, y que seguramente son muy posteriores a Pilato.
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