Tiempos modernos (realidades cercanas de un capitalismo sin control) – Parte II (página 4)
Enviado por Ricardo Lomoro
(Octubre 2011) Se estima que el sistema de intermediación financiera no bancaria representa aproximadamente del 25 al 30% del sistema financiero global (250 billones de dólares, excluidos los derivados) y la mitad del total de los activos bancarios mundiales. Esto representa un gran "agujero negro" regulatorio en el centro del sistema financiero global, hasta ahora no monitoreado de cerca para fines de estabilidad monetaria y financiera. Su importancia quedó al descubierto solo por el análisis de las funciones clave que desempeñan los vehículos de inversión estructurada (VIE) y los fondos del mercado monetario (FMM) en la crisis de 2008.
(Octubre 2011) En respuesta a la pregunta más votada por los internautas, acerca del dinero que se ha gastado Europa para rescatar bancos desde 2008, Barroso afirmó que la UE ha invertido al menos 500.000 millones de euros de manera directa para salvar entidades y garantizar las inversiones y ahorros de los ciudadanos. Además, apuntó que el montante asciende a un billón de euros si se tienen en cuenta las garantías, y cuatro billones contando todo el conjunto de medidas puesto en marcha para encarrilar la economía europea, un dinero que han pagado los contribuyentes.
(Noviembre 2011) Según recoge la revista Bloomberg Markets, la Fed llegó a comprometer 7,77 billones de dólares entre 2007 y 2009, incluyendo garantías además de préstamos, para salvar al sistema financiero mundial. Aparte de esto estaba el rescate oficial del TARP (Trouble Asset Relief Program), que ascendió a 700.000 millones de dólares.
(Noviembre de 2011) Los bancos centrales de los países desarrollados anunciaron el 30/11 una acción coordinada para impulsar el sistema financiero global, en un momento en que la crisis de deuda de Europa sigue afectando a los mercados.
(Diciembre 2011) El sector bancario recibió un total de ayudas públicas de 1,6 billones de euros entre octubre de 2008 y diciembre de 2010 procedente de los países de la Unión Europea (UE), lo que supone un 13 % del Producto Interior Bruto (PIB) europeo, según datos publicados hoy por la Comisión Europea (CE).
(Diciembre 2011) Mario Draghi (presidente del BCE) pone la alfombra roja de la liquidez a la banca europea, para facilitar que el crédito fluya. Dará barra libre de 36 meses, con lo que limpia de obstáculos los balances de las entidades durante tres años, y además aceptará más colaterales para dar esa liquidez.
(Diciembre 2011) Los bancos (europeos) han acudido con voracidad a la histórica subasta del BCE. Han sido 523 entidades que han solicitado 489.000 millones de liquidez, superando las expectativas previstas. El plazo de los préstamos es de tres años, el más amplio hasta ahora.
(Febrero 2012) El BCE vuelve a repetir la jugada. Completa el Quantitative Easing "a la europea" (por la puerta trasera), totalizando el billón de euros de préstamos a la banca por tres años (¡al 1% anual de interés!)…
Mentiras y errores al descubierto de Ben Bernanke (1º Parte)
"El presidente de la FED, Ben Bernanke, fue alabado como la persona perfecta para afrontar el crash de 2008. Pero parece que a Bernanke se le apaga la estrella. Muchos le dan la espalda y las críticas empiezan a arreciar desde todos lados. No es de extrañar si se repasa la hemeroteca"… Bernanke, el banquero central que engañó a medio mundo (Libertad Digital – 5/1/11)
¿Están siendo injustos y oportunistas con Bernanke? ¿O realmente se merece las críticas? El debate se ha repetido por todo el internet económico, muchas veces como lucha entre diferentes visiones o escuelas, donde los participantes acaban enrocados. Para evitar caer en la misma dinámica nada mejor que juzgar a Bernanke por sus predicciones. Para bien o para mal, el tiempo siempre pone a cada persona en su sitio.
1. Antes de la crisis
Marzo de 2005
El reciente influjo de capital ha provocado una subida del precio de la vivienda. Esta subida, a su vez, ha alentado a las familias a aumentar su consumo. Por supuesto, el aumento de las tasas de propiedad de vivienda y de consumo de los hogares son cosas buenas
Discurso para la "Virginia Association of Economics"
Julio de 2005
Transcripción de las partes más significativas del vídeo:
Entrevistador: Ben, se habla mucho de una burbuja inmobiliaria, particularmente, ya sabes [inaudible] de todo tipo de lugares. ¿Puede darnos su opinión acerca de si existe o no una burbuja inmobiliaria?
Bernanke: Bueno, sin lugar a dudas, los precios de la vivienda han subido bastante; creo que es importante tener en cuenta que los fundamentales son también fuertes. Tenemos una economía en crecimiento, empleo, ingresos. Tenemos las tasas hipotecarias muy bajas. Tenemos la demografía apoyando el crecimiento de la vivienda.
Tenemos una oferta restringida en algunos lugares. Por lo tanto, es comprensible que los precios suban algo. No sé si los precios están exactamente donde deben estar, pero creo que es justo decir que mucho de lo que ha pasado está soportado por la fuerza de la economía.
Entrevistador: Dígame, ¿cuál es el peor de los casos? Señor, tenemos tantos economistas viniendo al programa y diciendo: "Oh, esto es una burbuja, y va a estallar, y esto va a ser un verdadero problema para la economía". Algunos dicen que podría incluso provocar una recesión más adelante. ¿Cuál es el peor de los casos, si en realidad los precios bajaran considerablemente en todo el país?
Bernanke: Bueno, no acepto su premisa. Es una posibilidad bastante improbable. Nunca hemos tenido una disminución de los precios inmobiliarios en todo el territorio nacional. Creo que es más probable que los precios de la vivienda se desaceleren, tal vez estabilicen: podría reducir el consumo un poco. No creo que llevara a la economía muy lejos de su camino del pleno empleo, sin embargo.
Febrero de 2007
Se espera un crecimiento moderado en el futuro. Creemos que si el sector inmobiliario comienza a estabilizarse, y si algunas de las correcciones de inventarios se completan, hay una posibilidad razonable de que veamos un cierto fortalecimiento de la economía en algún momento durante la mitad del año.
Nuestra evaluación es que no hay indicación en este punto que las cuestiones de hipotecas de alto riesgo (subprime) se haya extendido a todo el mercado hipotecario, que todavía parece ser saludable.
Julio 2007
La economía global sigue siendo fuerte, apoyado por un sólido crecimiento económico en el extranjero. Las exportaciones de EEUU deberían crecer aún más en los próximos trimestres. En general, parece que la economía de EEUU se expandirá a un ritmo moderado durante el segundo semestre de 2007, con crecimiento y fortalecimiento en 2008 llegando a una tasa cercana a la tendencia subyacente de la economía.
No hay mucho que decir. Bernanke, el chairman de la Reserva Federal, no vio venir la crisis. Bernanke creía que la economía funcionaba correctamente y sería capaz de realizar un pequeño ajuste no traumático en 2007, para recuperar crecimiento total en 2008.
Aún así, Bernanke fue promocionado en 2008 y principios de 2009 como la persona más capacitada para entender la economía y afrontar los graves problemas que la crisis traía. Se hizo mucho énfasis en sus estudios académicos sobre al Gran Depresión.
Llegada su renovación en 2009, ante la oposición de cierta parte del Congreso, personajes de las finanzas como Warren Buffet o el fondo de inversión PIMCO salieron a apoyarle. Obama finalmente le confirmó otros cuatro años al frente de la Reserva Federal (FED), el banco central más poderoso del planeta.
Las alabanzas a la gestión de la crisis tampoco fueron escasas:
Ben Bernanke será visto como el mejor chairman de la Reserva Federal de la historia (…) se le conocerá como el hombre que evitó la segunda Gran Depresión.
2. Durante la crisis
La Reserva Federal anunció la primera ronda de compra de activos, conocida como quantitative easing (QE1), en noviembre de 2008. La respuesta del presidente de la FED a las críticas fue asegurar que las medidas eran temporales y su objetivo era proveer liquidez al sistema financiero. El balance del banco central se multiplicó casi por tres.
A principios de 2009, declarando en el Congreso:
La Reserva Federal no monetizará la deuda del gobierno
Adelantémonos por un momento hasta noviembre de 2010, cuando en un discurso para inversores el presidente de la Reserva Federal de Dallas, Richard W. Fisher, admitió a regañadientes que estaban monetizando la deuda del Gobierno.
En junio de 2009, la Reserva Federal anunció la extensión de sus programas de liquidez temporales hasta febrero de 2010. Hacia finales de año, diciembre de 2009, con la renovación de Bernanke atascada en el Congreso por las críticas a sus políticas expansivas, la Reserva Federal emitió un comunicado donde volvía a asegurar que las medidas tomadas en 2008 iban a expirar a principios de 2010. Los tipos de interés no iban a modificarse.
A la luz de la mejora continua en el funcionamiento de los mercados financieros, el Comité y la Junta de Gobernadores prevén que la mayoría de los programas especiales de liquidez de la Reserva Federal expirarán el 1 de febrero de 2010, en consonancia con el anuncio de la Reserva Federal del 25 de junio de 2009.
Fue en este momento cuando desde la Reserva Federal se intentó promocionar el término jobless recovery, recuperación económica sin disminución del paro, para explicar la mejora de algunas estadísticas, pero no cuajó.
2010 llegó y las medidas se extendieron. En agosto del pasado año, la Reserva Federal anunció lo que se vino a llamar QE lite. Un nuevo programa que, básicamente, consiste en usar el dinero de las hipotecas compradas de los bancos a través del QE1 para comprar bonos del Gobierno federal, consolidando así la expansión crediticia inicial. Es decir, Bernanke no sólo no está retirando las medidas supuestamente temporales, sino que las está fijando en el balance del banco central.
Éste es un detalle por el que la prensa pasó mayoritariamente de puntillas… por una buena razón. Desde el inicio de la crisis se había intentado marginalizar a los críticos de la FED y de Bernanke tildándolos de alarmistas. Se hacía hincapié en lo ridículo de los argumentos que aseguraban que Bernanke no tenía intención de retirar las medidas supuestamente temporales, y que, cuando se filtrara, el dinero iba a crear una crisis inflacionaria.
A partir de este momento no se habló más de retirar las medidas. De hecho, en junio de 2010 Bernanke ya había mostrado su incredulidad por el precio del oro:
Yo no entiendo muy bien los movimientos en el precio del oro
Y eso que su predecesor, Alan Greenspan, se lo había explicado meses antes:
(El aumento del precio del oro) es estrictamente un fenómeno monetario (…) una indicación de una etapa muy temprana del intento de alejarse de las monedas de papel (…) Lo que es fascinante es la influencia que el oro todavía tiene para reinar sobre el sistema financiero como la última forma de pago…
La mayor tragedia sería aceptar la letanía de que nadie podía haber previsto lo ocurrido
"La crisis financiera que asoló la economía en 2008 "podría haberse evitado" si no se hubieran producido fallos generalizados en los reguladores, así como una mala gestión en las empresas y la irresponsable toma de riesgos de Wall Street, según reflejan las conclusiones de un informe elaborado por la Comisión Investigadora de la Crisis Financiera, formada por el Congreso de EEUU en 2009"… La crisis financiera "podría haberse evitado", según el Congreso de EEUU (Negocios.com – 26/1/11)
"La mayor tragedia sería aceptar la letanía de que nadie podía haber previsto lo ocurrido y por lo tanto nada se podría haber hecho para evitarlo", señalan los miembros de la Comisión en un informe al que tuvo acceso 'The New York Times'. "Si aceptamos esta idea, volverá a repetirse", advierten.
El informe de 576 páginas que será publicado el 27/1/11, ha sido elaborado tras meses de investigaciones en los que los miembros de la Comisión dedicaron 19 días a entrevistar a 700 testigos de los acontecimientos que colocaron al borde del colapso a la economía de EEUU y el resto del mundo.
Respecto a las conclusiones más destacadas de la investigación, los comisionados señalan entre los responsables de la crisis a los dos últimos presidentes de la Reserva Federal, Alan Greenspan, quien permitió la expansión de la burbuja inmobiliaria, y a su sucesor Ben Bernanke, quien no supo prever la crisis, aunque haya desempeñado un papel "crucial" en la lucha contra ella.
Así, el informe resulta especialmente duro con la labor de Alan Greenspan, quien antes de la crisis era reverenciado por los mercados y conocido por el apelativo de "El Maestro", pero al que los autores de la investigación señalan como el responsable del proceso de desregulación que no impidió el flujo de hipotecas tóxicas, en un claro ejemplo de negligencia.
Por otro lado, los congresistas también reservan buena parte de sus críticas para la Administración Bush por su "respuesta inconsistente" a la crisis, que permitió el colapso de Lehman Brothers en septiembre de 2008, "añadiendo incertidumbre y pánico a los mercados".
Asimismo, el informe también reparte culpas entre el partido Demócrata al señalar como "un momento clave en la evolución hacia la crisis" la decisión del presidente Clinton de blindar del control público a los derivados financieros.
Por su parte, el actual secretario del Tesoro, Timothy F. Geithner, quien entonces presidía la Reserva Federal de Nueva York, tampoco sale indemne, ya que no se percató de las dificultades en Citigroup y Lehman, aunque apunta que tampoco era él el principal responsable de su supervisión.
"La crisis fue el resultado de la acción y la inacción de las personas, no fue producto de la Madre Naturaleza ni de un error en los ordenadores", señala el informe.
No obstante, el informe refleja también en sí mismo las divisiones existentes en la política estadounidense, ya que los seis miembros designados por los demócratas han respaldado el documento, mientras tres republicanos han incorporado observaciones al informe, y el también republicano, Peter J. Wallison, expresó sus propias salvedades de carácter personal.
La autopsia está hecha (la crisis… fue el resultado de la acción y de la inacción humana)
La autopsia de la mayor crisis financiera desde la Gran Depresión está hecha. La conclusión de la comisión del Congreso que investigó las causas que provocaron el colapso del sistema bancario en Estados Unidos, y que puso a la economía del país y luego del resto del mundo al borde del precipicio, es que "pudo evitarse". Decir lo contrario sería, dice, "admitir que se repetirá".
La comisión atribuye la crisis al apetito desmesurado de los bancos por el riesgo y la ineptitud de las agencias de calificación, a los agujeros en la regulación y la actuación laxa de los supervisores, como la Reserva Federal, y a la falta de iniciativa política para exigir responsabilidades a Wall Street.
"Fue resultado de la acción y de la inacción humana, no de la madre naturaleza o de un modelo informático que se volvió loco", reza el informe, que se publica el 27/1/11 con un mes de retraso por la fricción entre demócratas y republicanos. No solo se ignoraron las alertas, explica el informe, sino que se erró al preguntarse, entender y gestionar el riesgo excesivo que dominó la cultura financiera del momento. La palabra "avaricia" emerge al referirse a la conducta de entidades como Goldman Sachs, Merrill Lynch, Lehman Brothers o Citigroup, de las que dice que no contaban con el colchón de capital necesario para asumir tal riesgo. Y mete el dedo en la llaga al cuestionar la labor de Alan Greenspan al frente del banco central, por su férrea defensa de la desregulación. Alan Greenspan ya admitió que pecó al confiar en el autocontrol de los bancos. Para el comité, los abusos en el mercado hipotecario son ejemplo de un liderazgo "negligente" por su parte. También carga contra su sucesor, Ben Bernanke, al reiterar públicamente que las crisis de las hipotecas basura estaba contenida, aunque le reconoce su respuesta cuando las cosas se pusieron mal.
El comité no es tan agradecido con la primera reacción del equipo del ex presidente George Bush, porque, dice, fue inconsistente y alimentó la incertidumbre en los mercados. Pero la crisis se gestaba de lejos. Y ahí arremete contra la decisión ocho años antes del ex presidente Bill Clinton de dejar al margen de la supervisión instrumentos exóticos, como los derivados. Aunque ese pudo ser el origen, el informe reitera que la responsabilidad es compartida.
Otros párrafos del informe (para que no se olvide lo inolvidable)
"Los capitanes de las finanzas y los administradores públicos de nuestro sistema financiero ignoraron las advertencias y fallaron en cuestionar, entender y gestionar los cambiantes riesgos dentro de un sistema esencial para el bienestar del público estadounidense"…
"La suya fue una gran falla, no un tropiezo"…
El informe llegó a la conclusión de que la crisis fue causada por una serie de factores, incluyendo fallas en la regulación financiera y la gestión empresarial, así como la falta de entendimiento del sistema financiero por parte de los diseñadores de políticas.
Igualmente se quejó del empaquetamiento de la deuda relacionada con hipotecas en instrumentos de inversión, que "encendió y propagó la llama del contagio".
Estos instrumentos financieros complejos, que se comercializaron en grandes volúmenes por bancos de inversión, "contribuyeron significativamente a la crisis", cuando las hipotecas en las que se basaban cesaron sus pagos.
El informe también destacó las fallas "abismales" en las agencias de calificación crediticia para reconocer los riesgos involucrados en estos y otros productos.
Del mismo modo, advirtió de violaciones éticas "a todos los niveles".
Establecer culpas era esencial en la prevención de futuras crisis, según el informe.
"A pesar de la opinión de muchos en Wall Street y en Washington de que la crisis no podía haber sido prevista o evitada, había señales de advertencia", dijo Phil Angelides, presidente de la comisión.
"La mayor tragedia sería aceptar que nadie vio que esto se avecinaba y por consiguiente, que no se podía hacer nada", señaló el panel en las conclusiones del informe de 576 páginas.
"Si aceptamos esta idea, volverá a suceder".
El Congreso de EEUU "tampoco" se muestra conforme con el "rescate" (TARP)
"El programa TARP (Troubled Asset Relief Program, también conocido como Plan Paulson, por el ex secretario del Tesoro Henry Paulson) para aliviar la crisis financiera norteamericana ha tenido éxito "en parte", según el trigésimo y definitivo informe oficial publicado el miércoles por el Panel del Congreso para la supervisión del propio programa para "activos problemáticos". Sin embargo, la lista de "peros" con los que el informe matiza ese éxito es larga y de mucha enjundia. Y lo que no menciona es todavía más ilustrativo y menos favorable"… El Congreso de EEUU admite que el rescate bancario fue un fracaso (Libertad Digital – 19/3/11)
El programa fue creado el 3 de octubre de 2008 para cerrarse, según lo previsto, el 3 de octubre de 2010.
Costes y beneficios del programa
A mediados de marzo de 2011, el TARP ha recuperado 243.000 millones de dólares de los 245.000 millones que había distribuido entre los bancos. Cuando este proceso haya concluido definitivamente -calcula el Tesoro- los contribuyentes americanos habrán recibido unos beneficios de 20.000 millones de dólares a medida que los bancos devuelvan con intereses las ayudas prestadas por el TARP. Estos intereses se fijaron al 5% para los cinco primeros años y al 9% para los siguientes.
Algunos bancos han reconocido que planean devolver lo pendiente con cargo a los nuevos programas de ayuda que el Gobierno de EEUU ya ha anunciado una vez concluido el TARP. Pero no todo lo distribuido va a devolverse y, por ello, el TARP, en su conjunto, se saldará con pérdidas para los contribuyentes.
El Panel reconoce que, según los cálculos de la Oficina Presupuestaria del Congreso, el coste final del programa TARP será de 25.000 millones de dólares, una cifra enorme pero muy inferior a los 356.000 millones estimados inicialmente por la propia Oficina. Sin embargo, según el Panel, "a pesar de que esta estimación de coste tan reducida sea esperanzadora, no necesariamente valida la administración que el Tesoro ha realizado del TARP".
Eso se debe, en gran medida, a que los programas para la prevención de ejecuciones inmobiliarias podrían haber costado unos 50.000 millones de dólares a cargo del TARP, pero no han llegado a implementarse. Por ello, el informe concluye que "el TARP costará menos de lo esperado porque conseguirá mucho menos de lo imaginado por los propietarios de viviendas americanos".
Riesgo moral
Pero es en las consecuencias de difícil cuantificación donde el Panel advierte, no ya de las carencias del TARP, sino de los daños que ha causado. Así, en el punto álgido de la crisis bancaria, 18 grandes instituciones financieras recibieron 208.600 millones de dólares prácticamente de la noche a la mañana sin tener que demostrar su capacidad para devolver esos importes ni cumplir muchos requisitos. Mientras tanto, otras instituciones financieras menores no recibieron esas ayudas.
El informe detalla hasta tres implicaciones:
1. La primera consecuencia fue que las empresas de rating, lógicamente, tuvieron en cuenta este trato desigual al valorar a unos y a otros y, en consecuencia, a las pequeñas instituciones les sale ahora todavía más caro recurrir al crédito.
Esta distorsión en el mercado, como reconoce el propio Panel, es de muy difícil cuantificación, pero nada deseable para el buen funcionamiento del mercado. Como señalan los críticos, contribuye a que haya menos competencia, más concentración en el sector y, en definitiva, unos precios más elevados para el consumidor. Y, ciertamente, tampoco contribuye a la buena imagen del TARP.
2. La segunda consecuencia consiste en la creación de riesgo moral por parte del TARP: "Al proteger a los bancos muy grandes de la insolvencia y el colapso (…) ahora pueden decidir racionalmente tomar riesgos inflados porque esperan que, si su apuesta falla, los contribuyentes cargarán con la pérdida. Irónicamente -concluye el panel- estos riesgos inflados pueden crear un riesgo sistémico todavía mayor e incrementar la probabilidad de futuras crisis y rescates financieros". Es decir, una de las consecuencias más destacables del TARP ha sido, precisamente, agravar el riesgo financiero que pretendía aliviar.
3. La tercera consecuencia tiene que ver con los rescates a empresas no financieras, en concreto las automovilísticas. Estas ayudas han extendido el riesgo moral más allá del sector financiero. O sea, no sólo no alivia adecuadamente el riesgo en el sector financiero sino que lo propaga artificialmente al sector industrial estadounidense.
El estigma del TARP
Todo ello lleva al Panel a considerar que el TARP, a los ojos del público americano, ha quedado estigmatizado: "La percepción general es que el TARP ha restablecido la estabilidad al sector financiero mediante las rescates a los bancos de Wall Street y a los fabricantes nacionales de automóviles, mientras hacía poco por los 13,9 millones de trabajadores en paro, los 2,4 millones de propietarios de viviendas que están en riesgo inminente de ejecución hipotecaria o las innumerables familias que, de algún modo, se esfuerzan por llegar a final de mes".
El propio presidente del Panel, Ted Kaufman, ha reconocido que "claramente aquí debería haber habido mucho más para en Main Street", expresión que se traduciría como Calle Mayor, con la que comúnmente se suele referir a la economía real y al ciudadano medio en contraposición a las grandes instituciones financieras de Wall Street.
Otro de los puntos oscuros del TARP es la falta de transparencia, según ha denunciado el Panel desde su primer informe. No es que el Tesoro se haya negado a facilitar información sobre lo que hacía, sino que en muchos casos no ha recopilado ninguna información relevante. Es el caso de las ayudas millonarias concedidas con tanta generosidad a las grandes instituciones financieras; el Tesoro jamás se preocupó por enterarse de a qué se destinaba ese dinero. Por lo tanto, "el público jamás sabrá qué propósito se le dio a su dinero".
Finalmente, el informe llama la atención sobre otro aspecto de la falta de transparencia: la incapacidad del Tesoro a la hora de articular objetivos claros para muchos de los programas TARP o modificarlos a medida que evolucionaban.
Así, a principios de 2009 el presidente anunció que el Programa Modificado de Hogares Asequibles (HAMP) evitaría unos tres o cuatro millones de ejecuciones hipotecarias.
Pero en estos momentos el programa tiene su objetivo máximo fijado en 800.000 y el Tesoro jamás ha modificado ese objetivo. "En ausencia de objetivos significativos -dice el informe- el público no tiene manera de responsabilizar al Tesoro y el Tesoro no tiene ningún objetivo claro al que dirigirse en sus propias deliberaciones".
El Partido Republicano, por su parte, ya tiene el ojo puesto en estos fallidos programas contra las ejecuciones para cerrarlos, pero la Casa Blanca replica con amenaza de veto presidencial.
Además del TARP…
A pesar de todo esto, cabe tener en cuenta que el TARP no ha representado el grueso de las ayudas públicas concedidas al sector financiero norteamericano. Recuérdese que la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos la gestaron, aparte de la Reserva Federal (FED), las dos grandes entidades patrocinadas por el Gobierno, las grandes agencias hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac.
Y la cuestión es que la Reserva Federal ha comprado nada menos que 1,1 billones de dólares de esos "activos problemáticos" de Fannie Y Freddie, al margen de los programas TARP, cuyo coste neto para el contribuyente -recordemos- no asciende a más de 25.000 millones, según el Panel.
Es más, según la Oficina Presupuestaria del Congreso, el rescate financiero de Fannie y Freddie costará a los contribuyentes unos 380.000 millones de dólares hasta el ejercicio 2021, factura que tampoco se ha incluido en el coste del TARP.
Y, además de esos 1,1 billones inyectados a Fannie y Freddie, la FED y otros programas del FDIC (Fondo de Garantía de Depósitos en EEUU) se han gastado otros 2 billones de dólares de los contribuyentes que tampoco computan en el TARP.
De este modo, es evidente que esos más de 3 billones de dólares en ayudas al sector financiero no incluidos en el TARP adolecen más si cabe de esas deficiencias de transparencia y falta de claridad en los objetivos que denuncia el Panel. Distorsionan también el funcionamiento del mercado financiero y, por supuesto, crean y amplifican el riesgo moral.
Además, al tratarse en su mayoría de adquisiciones realizadas por la Reserva Federal y no de ayudas públicas puntuales, tampoco procede la "devolución" a los contribuyentes. Y todo ello en una magnitud que supera en 120 veces los 25.000 millones de precio final del TARP para los contribuyentes.
Varios miembros del Panel han llegado a afirmar que "los esfuerzos del Gobierno dentro y fuera del TARP han sembrado las semillas para la próxima crisis".
Las mentiras y medias verdades de Ben Bernanke sobre la crisis financiera (2ª Parte)
"El presidente de la Reserva Federal aleccionó a una treintena de alumnos sobre la benevolencia de la FED sin hacer la más mínima autocrítica"… (Libertad Digital – 7/4/12)
El presidente de la Reserva Federal de EEUU (FED), el honorable Ben Bernanke, ha impartido una serie de cuatro lecciones en la Escuela Universitaria de Negocios George Washington (GWU) entre los días 20 y 29 de marzo (2012), con el título La Reserva Federal y la crisis financiera. La treintena de alumnos asistentes al curso de 1,5 créditos recibió a Bernanke con un discreto aplauso ya que, según informa USA Today, se les había "animado a aplaudir respetuosamente".
Orígenes y misión de la Reserva Federal
La primera lección se centró en "lo que hacen los bancos centrales, el origen de la banca central en los Estados Unidos y la experiencia de la FED durante la Gran Depresión".
Al inicio de su presentación (página 6), Bernanke afirmó que un "banco central no es un banco comercial ordinario sino una agencia gubernamental". Ningún alumno levantó la mano para preguntarle desde cuándo había cambiado la FED radicalmente de opinión sobre sí misma. Y es que, cuando periodistas de Bloomberg News y Fox Business quisieron acceder a los documentos secretos de la FED, ésta se negó alegando no estar sujeta a la Ley de Libertad de Información, precisamente, por no ser una agencia gubernamental.
Más allá de sus problemas de identidad, la FED es propiedad de 12 bancos federales, como su propia web indica. Y, como cualquier banco ordinario, y a gran diferencia de las agencias gubernamentales, puede alardear de un desaforado ánimo de lucro. No en vano, sus beneficios superaron los 77.000 millones de dólares en 2011.
En cuanto a la misión de los bancos centrales, Bernanke explicó lo siguiente (página 7): "Todos los bancos centrales se esfuerzan por conseguir una inflación baja y estable". El primer problema aquí es que, por inflación, en este contexto, se entiende un aumento generalizado del nivel de precios. Por bajo que sea, un aumento porcentual anual constante es, por definición, un aumento exponencial de los precios. Pero Bernanke no dice "precios bajos y estables".
Incluso dando por buenos los datos oficiales de inflación, aquejados de graves defectos, es evidente que los esfuerzos de la Reserva Federal para conseguir una inflación "baja y estable" no producen resultados tan deseables como podría parecer. Véase el siguiente gráfico, donde puede apreciarse un índice de precios estable, hasta que a finales de diciembre de 1913 se crea la FED (zona sombreada) y los precios empiezan a inflarse exponencialmente, o sea, "una inflación baja y estable", según Bernanke.
Pánicos financieros
Por otro lado, trató de ilustrar la aparición y naturaleza de los pánicos bancarios haciendo referencia a la película ¡Qué bello es vivir!, que pocos alumnos habían visto. Según indicó (página 11), estos procesos son provocados "por una repentina pérdida de confianza en una o más instituciones financieras, llevando a que el público deje de financiar esas instituciones mediante, por ejemplo, depósitos".
Brilló por su ausencia la explicación de por qué de repente los clientes dejan de confiar en su banco. Tampoco se molestó en esclarecer cómo sobrevivían los bancos comerciales antes de la aparición de la banca central si una falta de confianza repentina inexplicable los ponía en apuros. Así, por ejemplo, los analistas de QB Asset Management Lee Quaintance y Paul Brodsky consideran que los pánicos se dan cuando una parte de la población se percata "de que no hay suficiente dinero en existencia para respaldar el crédito pendiente".
Prestamista de última instancia
Así que para "detener el pánico, los bancos centrales han de actuar como prestamista de última instancia", añadió (página 13). Aquí el presidente de la FED no dudó en citar el aforismo "todavía relevante" -según él- del inglés Walter Bagehot referente a la actuación apropiada de los bancos centrales durante las crisis: "Presta libremente, contra buenas garantías, a tipos punitivos".
Después de haber destinado más de 16 billones de dólares en préstamos secretos, según una auditoría limitada de la GAO, nadie podrá negarle a la FED su cumplimiento con lo de "presta libremente". Pero ningún alumno de la prestigiosa Universidad le preguntó cómo puede hablar de buenas garantías cuando lleva cuatro años inflando el balance de la FED con activos de ínfima calidad. Tampoco le preguntaron cómo puede considerar relevante la regla de prestar "a tipos punitivos" cuando, en realidad, está prestando a menos del 1% (los tipos más bajos de la historia de la institución).
Claramente, la FED incumple de forma explícita dos de los tres principios de la Regla de Bagehot. Por si fuera poco, como dice el economista George Selgin en un demoledor artículo titulado Anti-Bernanke, el presidente de la FED "menciona el trabajo de Bagehot, pero sólo para recitar las reglas para prestar en última instancia. Permite así que todos esos estudiantes inocentes de la GWU supongan [como era seguramente su intención] que Bagehot consideraba que la banca central era una cosa estupenda".
Nada más lejos de la realidad. El inglés detestaba la banca central, pero consciente de que su desaparición no era factible elaboró estas famosas recomendaciones para, al menos, limitar los destrozos. En palabras del propio Walter Bagehot: "Estamos tan acostumbrados a un sistema bancario, dependiente de un banco único para su función cardinal, que difícilmente podemos concebir otro. Pero el sistema natural -el que habría aparecido si el Gobierno hubiese dejado a la banca en paz- es el de muchos bancos de igual o no muy diferente tamaño".
Bagehot criticó claramente a la banca central, que consideró una monarquía antinatural: "No hay ninguna tendencia a la monarquía en el algodón; ni, donde se ha dejado libre a la banca, existe tampoco tendencia alguna a una monarquía en la banca". Y añadió: "Una república con muchos competidores (…) es la constitución de cada negocio si se le deja en paz, y de la banca tanto como de cualquier otro. Una monarquía en cualquier negocio es un signo de alguna ventaja anómala y de alguna intervención externa".
Según Bernanke (página 20): "Los pánicos financieros de 1873, 1884, 1890, 1893 y 1907 provocaron cierres de bancos, pérdidas para los depositantes e inversores y frecuentes desaceleraciones de la economía en general". Afirmación que ilustra con un gráfico de los cierres bancarios de 1873 a 1914. En la página siguiente, Bernanke vuelve a enseñar exactamente el mismo gráfico.
Convenientemente, el gráfico acaba justo en el año en que la FED inició sus actividades. Lo que queda oculto más allá de 1914 es otro detalle incómodo que Bernanke omitió sin que los alumnos se inmutasen. En efecto, tras la creación de la FED, los pánicos bancarios no disminuyeron. Todo lo contrario, aumentaron considerablemente las suspensiones bancarias, tanto en número total de bancos quebrados como en proporción sobre el número total de bancos activos, según datos oficiales de la propia Reserva Federal.
El patrón oro
Pero el plato fuerte de la primera lección consistió en la crítica de Bernanke al patrón oro, enumerando hasta ocho problemas de ese antiguo sistema monetario. "La fortaleza del patrón oro es también su mayor debilidad: debido a que la oferta monetaria es determinada mediante la oferta de oro, no puede ajustarse en respuesta a las condiciones económicas cambiantes" (página 23). Y añadió: "Todos los países con patrón oro están obligados a mantener tipos de cambio fijos. Como resultado, los efectos de las malas políticas en un país pueden transmitirse a otros países si ambos están en el patrón oro" (página 24).
Una visión muy distinta la presenta el editor financiero James Grant, considerado por Ron Paul como el candidato ideal para presidir la FED cuando acabe el actual mandado de Bernanke en 2014. Grant cita un libro que obtuvo del Banco de la Reserva Federal de Atlanta en el que se afirma que "de 1879 a 1914, un periodo considerablemente más largo que el de 1945 al final de Bretton Woods en 1971, no hubo cambios en las paridades entre Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Alemania, por no mencionar varios países europeos menores". Y -sigue citando Grant- los resultados de este tipo de cambio fijo basado en el oro fueron "un flujo de inversión extranjera privada en una escala que el mundo jamás había visto y, en relación a otros agregados económicos, jamás volvería a ver".
Mientras, Bernanke continuó con su particular lección: "Si no es perfectamente creíble, el patrón oro está sujeto a ataques especulativos y a un colapso final a medida que la gente intenta cambiar papel dinero por oro". Y, habiendo evitado enseñar el gráfico completo de los pánicos bancarios antes y después de la creación de la FED, Bernanke sentenció: "El patrón oro no evitó pánicos financieros frecuentes" (página 25).
La debilidad de estos últimos argumentos contra el patrón oro radica en que achaca sólo a éste los problemas que se dieron cuando el patrón oro convivía con otros dos importantes factores del sistema monetario, a saber: la propia Reserva Federal y la reserva fraccionaria. En este sentido, el analista estadounidense Mish Shedlock matiza las críticas lanzadas por Bernanke "La historia muestra que los supuestos problemas del patrón oro son, principalmente, un problema de manipulaciones del tipo de interés por parte del banco central en conjunción con préstamos con reserva fraccionaria que permiten que los bancos presten más dinero del que está respaldado por oro".
Bernanke se basa en estas críticas al patrón oro para culparlo de la Gran Depresión. A lo que Lee Quaintance y Paul Brodsky contestan que "el dinero, per se, no puede causar ciclos económicos o empresariales", mientras que "los sistemas bancarios de reserva fraccionaria pueden y, de hecho, causan ciclos económicos y empresariales".
Orígenes de la reciente crisis
En la segunda lección, impartida el pasado 22 de marzo, Bernanke relató las políticas de la Reserva Federal después de la Segunda Guerra Mundial hasta los orígenes de la reciente crisis.
Lo ilustró con el siguiente gráfico, donde se ve claramente cómo los precios de las viviendas unifamiliares se disparan con el cambio de siglo. Pero en 2005, 2006 y 2007, él mismo insistía una y otra vez que no había burbuja y que no habría problemas con las hipotecas.
Según el presidente de la Reserva Federal, las pruebas demuestran que los periodos de estabilidad y crecimiento económico se deben a la Reserva Federal, pero "no desempeñó un papel importante" en la creación de la burbuja.
Es decir, la FED se dedica a inundar el mercado con dinero barato para que la gente, entre otras cosas, se endeude con hipotecas. Además, como prestamista de última instancia, incentiva a que los agentes económicos se endeuden muy por encima de sus posibilidades y asuman riesgos excesivos porque, en última instancia, les prestará. Y, cuando los que se han endeudado y arriesgado en exceso empiezan a padecer las consecuencias, la culpa es de "los mercados emergentes", según explicó.
La gestión de la crisis
Habiendo sentado estas bases de rigor e imparcialidad, las dos últimas lecciones fueron una auténtica campaña de autobombo para vender su propia labor lidiando con la crisis. En su opinión, la FED hizo lo que tenía que hacer y volvería a hacer lo mismo.
La tercera lección empieza con un breve listado de las "vulnerabilidades" del sector privado (página 5), a saber: "Excesivo apalancamiento (deuda), incapacidad de los bancos para realizar una gestión y seguimiento adecuados de los riesgos, excesiva dependencia de la financiación a corto plazo y aumento del uso de los instrumentos financieros exóticos que concentraron el riesgo".
Precisamente, para evitar estos vicios, decía Bagehot que, si el banco central prestaba, tenía que hacerlo a tipos no ya altos sino "punitivos". Sabiendo que la Reserva Federal le cubre las espaldas como prestamista de última instancia y que, además, esos préstamos no serán ni punitivos ni tendrán que respaldarse con deuda de calidad, es el sector privado quien peca de estas vulnerabilidades, pero es la Reserva Federal quien las genera de la nada, en primer lugar.
Finalmente, en la cuarta y última lección se aborda el periodo posterior a la crisis financiera. Bernanke considera que las pruebas de resistencia realizadas por el banco central a los diecinueve mayores bancos de EEUU han "ayudado a recuperar la confianza de los inversores", obviando las graves deficiencias de estas pruebas.
Otro de los logros de los que el presidente del banco central se autocongratula es de que la institución "se ha hecho más transparente en lo referente a la política monetaria" (página 23). Pone como ejemplo que en 2011 empezó a celebrar ruedas de prensa, después de casi cien años de secretismo extremo. Una vez más, las omisiones de Bernanke resultan especialmente relevantes. En este caso, se olvidó de explicar que los planificadores económicos de la FED sólo han iniciado esta especie de glasnost después de que la prensa les llevase a los tribunales para poder acceder a los documentos secretos que el propio Bernanke se negaba a desvelar.
El BCE, principio y fin de un circuito cerrado (otro que miente y no retira la ponchera)
El BCE presta dinero a los bancos. Los bancos compran deuda del Estado para que éste pueda financiar el déficit. El Estado avala a los bancos para que puedan emitir deuda. El Estado avala a las comunidades autónomas para que los bancos puedan pagar las facturas de éstas a los proveedores. Y los bancos toman la deuda de los Estados para depositar como colateral en el BCE.
Por resumir un poco:
La macrosubasta del BCE (1/3/12) pone dinero (en realidad, mucho dinero) en circulación en el mercado, pero éste apenas sale del circuito cerrado de banco central-banca comercial-Tesoro público. ¿Tiene sentido? En teoría, ninguno. En la práctica, está lejos de ser una solución óptima, y llega tarde. Pero es mejor que no hacer nada.
La ventaja más apreciable es la caída de las primas de riesgo. No es poca cosa, pero tampoco es el único efecto, pues con la barra libre de Draghi, la banca española e italiana ha podido captar dinero para cubrir sus vencimientos de deuda más próximos. En otras palabras, el BCE inyecta dinero en un circuito cerrado, pero es que este circuito necesita dinero para evitar el colapso. Y dado que no sale de otro sitio, el BCE es el mal menor.
El déficit público que ocupa tantas portadas es simplemente el arma de negociación, o la moneda de cambio: Bruselas y el BCE no pueden exigir a España o Italia que acaben de un día para otro con sus lacras financieras, luego vuelca su artillería sobre este objetivo. No porque sea factible, sino porque es una petición exigible.
Es por todo esto que el ciudadano de a pie solo ve una cosa: que sufre los recortes impuestos desde el Norte de Europa mientras el dinero que llega del Norte de Europa solamente llega a la banca. Es la explicación, que de poco servirá a quienes, con razón, protestan.
Las crisis de liquidez, en fin, pueden degenerar por sí solas, y a través de la desconfianza de los mercados, en crisis de solvencia. Pero las medidas que solucionan la liquidez no solucionan la solvencia. El BCE no quiso atajar la crisis de liquidez en un primer momento y, ahora, lo único que puede hacer es ganar tiempo.
No comment (I): lecturas recomendadas (el que quiera entender que entienda)
– El gran robo bancario (Project Syndicate – 2/9/11)
(Por Nassim Nicholas Taleb and Mark Spitznagel)
Nueva York.- Para la economía americana -y para muchas otras economías desarrolladas-, el elefante en la habitación es la cantidad de dinero entregado a los banqueros en los cinco últimos años. En los Estados Unidos, la suma asciende a la asombrosa cifra de 2,2 billones de dólares en el caso de los bancos registrados en la Comisión del Mercado de Valores de los EEUU. Si la extrapolamos al próximo decenio, la cifra se acercaría a los cinco billones de dólares, una cantidad muchísimo mayor que lo que el Gobierno del Presidente Barak Obama y sus oponentes republicanos parecen dispuestos a reducir de los próximos déficits gubernamentales.
Esos cinco billones de dólares no son dinero invertido en la construcción de carreteras, escuelas y otros proyectos a largo plazo, sino que se transfieren directamente de la economía americana a las cuentas personales de ejecutivos y empleados de bancos. Semejantes transferencias representan para todos los demás el impuesto más artero que imaginarse pueda. Parece de lo más inicuo que los banqueros, después de haber contribuido a causar los problemas económicos y financieros actuales, sean la única clase que no está padeciendo sus consecuencias… y en muchos casos se está beneficiando, en realidad.
Los megabancos principales resultan desconcertantes en muchos sentidos. (Ya) no es un secreto que han funcionado hasta ahora como grandes y complejos planes de remuneración, que han ocultado las probabilidades de acontecimientos imprevistos que representan poco riesgo, pero tienen grandes repercusiones, y se han beneficiado del parapeto gratuito de las garantías públicas implícitas. Se ve claramente que a un apalancamiento excesivo y no a sus aptitudes es a lo que se deben sus beneficios resultantes, que después recaen desproporcionadamente en los empleados, y sus pérdidas, a veces en gran escala, que recaen sobre los accionistas y los contribuyentes.
Dicho de otro modo, los bancos corren riesgos, reciben los beneficios y después transfieren las pérdidas a los accionistas, los contribuyentes e incluso los jubilados. Para rescatar el sistema bancario, la Reserva Federal, por ejemplo, bajó los tipos de interés hasta unos niveles artificialmente bajos; como se ha sabido recientemente, también ha concedido préstamos secretos de 1,2 billones de dólares a los bancos. El efecto principal hasta ahora ha sido el de ayudar a los banqueros a conseguir primas (en lugar de atraer a prestatarios) ocultando los riesgos.
Los contribuyentes acaban pagando dichos riesgos, como también los jubilados y otros que dependen de los réditos de sus ahorros. Además, las políticas de bajos tipos de interés transfieren el riesgo de la inflación a todos los ahorradores y a las generaciones futuras. Así, pues, tal vez el mayor insulto a los contribuyentes es el de que el año pasado la remuneración de los banqueros volviera a alcanzar el nivel del período anterior a la crisis.
Naturalmente, antes de que los gobiernos los rescataran, los bancos nunca habían repartido dividendos en su historia, suponiendo que sus activos estuvieran ajustados al valor del mercado. Tampoco es de esperar que lo hagan a largo plazo, pues su modelo de negocio sigue siendo idéntico al que era antes, con modificaciones sólo cosméticas en relación con los riesgos inherentes a las transacciones.
De modo que los datos están claros, pero, como contribuyentes individuales, estamos indefensos, porque, dadas las medidas concertadas de los grupos de presión o –peor aún– de las autoridades económicas, no controlamos los resultados. Nuestras subvenciones para los directores y ejecutivos de los bancos son completamente involuntarias.
Pero la perplejidad resultante representa un elefante aún mayor. ¿Por qué un gerente de inversiones compra los valores de bancos que pagan porciones muy grandes de sus ganancias a sus empleados?
La razón no puede ser la promesa de repetir beneficios pasados, dada la insuficiencia de dichos beneficios. En realidad, filtrar los valores conforme a los beneficios habría reducido a más de la mitad las pérdidas de las inversiones en el sector financiero en los veinte últimos años, sin pérdidas de beneficios.
¿Por qué los gerentes de carteras y de fondos de pensiones abrigan la esperanza de que sus inversores les concedan impunidad? ¿Acaso no resulta evidente a los inversores que están transfiriendo voluntariamente los fondos de sus clientes a los bolsillos de los banqueros? ¿Acaso no están violando los gestores de fondos tanto las obligaciones fiduciarias como las normas morales? ¿Están desaprovechando la única oportunidad que tenemos de disciplinar a los bancos y obligarlos a competir para correr riesgos de forma responsable?
Resulta difícil de entender por qué el mecanismo del mercado no elimina esas preguntas. Un mercado que funcionara bien produciría resultados que favorecerían a los bancos que contaran con los riesgos adecuados, los planes de remuneración idóneos, el reparto de riesgos correcto y, por tanto, la gestión empresarial adecuada.
Podemos preguntarnos: si los gestores de inversiones y sus clientes no reciben beneficios elevados por sus valores bancarios, como sucedería si se beneficiaran de la externalización por parte de los banqueros del riesgo que recae en los contribuyentes, ¿por qué no se deshacen de ellos? La respuesta es la llamada "beta": los bancos representan una gran proporción de los S&P 500 y los gestores necesitan invertir en ellos.
No creemos que la reglamentación sea una panacea para este estado de cosas. Los bancos mayores y más complejos han llegado a ser expertos en mantenerse un paso por delante de los reglamentadores creando constantemente productos financieros y derivados que eluden la letra de las normas. En esas circunstancias, una reglamentación más complicada significa simplemente más horas retribuibles para los abogados, más ingresos para los reglamentadores que cambien de bando y más beneficios para los gestores de derivados.
Los gestores de inversiones tienen la obligación profesional y moral de desempeñar su papel imponiendo cierta disciplina al sistema bancario. El primer paso debería ser el de diferenciar los bancos conforme a sus criterios de remuneración.
En el pasado los inversores se han regido por criterios éticos -al excluir, pongamos por caso, las empresas tabaqueras o las multinacionales cómplices del apartheid en Sudáfrica- y han logrado ejercer presiones en los valores subyacentes. La inversión en bancos constituye una doble violación: ética y profesional. Los inversores y todos nosotros estaríamos mucho mejor económicamente, si esos fondos afluyeran a empresas más productivas, tal vez reorientando hacia organizaciones benéficas una cantidad equivalente a la que se transferiría a las primas de los banqueros.
(Nassim Nicholas Taleb es profesor de Prevención de Riesgos en la Universidad de Nueva York y autor de The Black Swan ("El cisne negro"). Mark Spitznagel es gestor de fondos de cobertura. Los autores tienen posiciones que se benefician, si los valores de los bancos se devalúan. Copyright: Project Syndicate, 2011)
– ¿Los pobres son los causantes de la crisis? (Project Syndicate – 19/1/11)
(Por Simon Johnson)
Washington, DC.- Estados Unidos sigue desgarrado por un acalorado debate sobre las causas de la crisis financiera de 2007-2009. ¿Hay que echarle la culpa al gobierno por lo que salió mal? Y, si fuera así, ¿de qué manera?
En diciembre, la minoría republicana en la Comisión de Investigación de la Crisis Financiera (FCIC, por su sigla en inglés) intervino con una narrativa de disenso preventiva. De acuerdo con este grupo, las políticas equivocadas del gobierno, destinadas a aumentar la cantidad de propietarios de viviendas entre la gente relativamente pobre, empujó a demasiada gente a contraer hipotecas de alto riesgo que no podían pagar.
Potencialmente, esta narrativa puede ganar mucho respaldo, especialmente en la Cámara de Representantes controlada por los republicanos y en las vísperas de la elección presidencial de 2012. Pero, mientras que los republicanos de la FCIC escriben elocuentemente, ¿tienen alguna prueba para respaldar sus aseveraciones? ¿La gente pobre en Estados Unidos es responsable de causar la crisis global más grave en más de una generación?
No, según Daron Acemoglu del MIT (y autor junto conmigo en otros temas), que presentó sus conclusiones en la reunión anual de la Asociación de Finanzas de Estados Unidos a principios de enero. (Las diapositivas están en su sitio web del MIT.)
Acemoglu desglosa la narración republicana en tres interrogantes diferentes. Primero, ¿hay pruebas de que los políticos estadounidenses responden a las preferencias o deseos de los votantes de menores ingresos?
La evidencia en este punto no es tan definitiva como a uno le gustaría, pero lo que tenemos -por ejemplo, a partir del trabajo de Larry Bartels de la Universidad de Princeton- sugiere que, en los últimos 50 años, prácticamente toda la élite política estadounidense dejó de compartir las preferencias de los votantes de ingresos bajos o medios. Las opiniones de los funcionarios se acercaron mucho más a las que comúnmente se hacen oír en la cima de la distribución de ingresos.
Existen varias teorías con respecto a por qué se produjo este cambio. En nuestro libro 13 banqueros, James Kwak y yo destacamos una combinación del creciente papel que juegan los aportes de campaña, la puerta giratoria entre Wall Street y Washington, y, sobre todo, un cambio ideológico hacia la idea de que las finanzas son buenas, que más finanzas es mejor y que lo mejor son las finanzas sin control. Existe un corolario claro: las voces e intereses de la gente relativamente pobre poco cuentan en la política norteamericana.
La evaluación que hace Acemoglu de la investigación reciente sobre el lobby es que las partes del sector privado querían que se relajaran las reglas financieras -y trabajaron duro e invirtieron mucho dinero para obtener este resultado-. El ímpetu por un gran mercado de hipotecas de alto riesgo surgió del interior del sector privado: "innovación" por parte de prestadores hipotecarios gigantes como Countrywide, Ameriquest y muchos otros, respaldados por los grandes bancos de inversión. Y, para hablar sin rodeos, fueron algunos de los mayores jugadores de Wall Street, no los propietarios excesivamente endeudados, los que recibieron rescates gubernamentales después de la crisis.
Acemoglu luego pregunta si existen pruebas de que la distribución de ingresos en Estados Unidos empeoró a fines de los años 1990, lo que llevó a los políticos a aflojar las riendas en lo que concierne a prestarle dinero a gente que estaba "rezagada". Los ingresos en Estados Unidos, efectivamente, se volvieron mucho más desiguales en los últimos 40 años, pero el momento elegido no encaja con esta historia en absoluto.
Por ejemplo, a partir del trabajo que hizo Acemoglu con David Autor (también del MIT), sabemos que los ingresos correspondientes al 10% que más gana subieron marcadamente durante los años 1980. Los ingresos semanales crecieron lentamente en el caso del 50% que menos gana y del 10% que menos ganaba en ese momento, pero al sector menos favorecido en la distribución de ingresos en realidad le fue relativamente bien en la segunda mitad de los años 1990. De modo que nadie tuvo que pelearla más que este segmento en la víspera de la locura de las hipotecas de alto riesgo, que se produjo a principios de los años 2000.
A partir de datos de Thomas Piketty y Emmanuel Saez, Acemoglu también señala que la dinámica de la distribución de ingresos para el 1% que más gana en Estados Unidos parece diferente. Como sugirieron Thomas Philippon y Ariell Reshef, el marcado incremento de este grupo en el poder de ingresos parece más relacionado con la desregulación de las finanzas (y quizás otros sectores). En otras palabras, los grandes ganadores de la "innovación financiera" de todo tipo en las últimas tres décadas no fueron los pobres (ni siquiera la clase media), sino los ricos –la gente que ya cobraba mucho.
Finalmente, Acemoglu examina el papel del respaldo del gobierno federal a la vivienda. Sin duda, Estados Unidos durante mucho tiempo ofreció subsidios a la vivienda ocupada por sus dueños -principalmente a través de una deducción impositiva para los intereses hipotecarios-. Pero este subsidio en absoluto explica el momento del auge del sector inmobiliario y de los descabellados préstamos hipotecarios.
Los republicanos de la FCIC acusan con firmeza a Fannie Mae, Freddie Mac y otras empresas patrocinadas por el gobierno que respaldaron los préstamos para la vivienda mediante garantías de diferentes tipos. Tienen razón cuando dicen que Fannie y Freddie eran "demasiado grandes para quebrar", lo que les permitió pedir dinero prestado a un menor costo y asumir más riesgo -con un escaso financiamiento de capital para respaldar su exposición.
Pero, si bien Fannie y Freddie se lanzaron a hipotecas dudosas (particularmente aquellas conocidas como Alt-A) e hicieron operaciones con prestadores de alto riesgo, esto representaba algo relativamente pequeño y surgió tarde en el ciclo (por ejemplo, 2004-2005). El principal ímpetu para el auge surgió de toda la maquinaria de la securitización de "sello privado", que era justamente eso: privado. De hecho, como señala Acemoglu, los poderosos jugadores del sector privado consistentemente intentaron marginar a Fannie y Freddie y excluirlas de los segmentos de mercado en rápida expansión.
Los republicanos de la FCIC están en lo cierto al ubicar al gobierno en el centro de lo que salió mal. Pero este no fue un caso de sobrerregulación o de exceso de alcance. Por el contrario, 30 años de desregulación financiera, que fue posible gracias a que se cautivó el corazón y la mente de los reguladores, y de políticos tanto republicanos como demócratas, le dieron a una estrecha élite del sector privado –principalmente en Wall Street- casi todas las ventajas del auge inmobiliario.
La parte negativa recayó en el resto de la sociedad, en especial en las personas de bajo nivel educativo y mal remuneradas, que ahora perdieron sus casas, sus empleos, las esperanzas para sus hijos o todo a la vez. Esta gente no causó la crisis. Pero está pagando por ella.
(Simon Johnson, ex economista principal del FMI, es cofundador de un importante blog de economía, http://BaselineScenario.com, profesor en el MIT Sloan y miembro sénior en el Instituto Peterson para la Economía Internacional. Su libro, 13 banqueros, que escribió junto con James Kwak, está actualmente disponible en tapa blanda. Copyright: Project Syndicate, 2011)
– No hubo un verdadero examen de la crisis (Project Syndicate – 22/9/11)
(Por Luigi Zingales)
Chicago.- Ya pasaron tres años desde la caída de Lehman Brothers, que fue el punto de partida de la fase más aguda de la crisis financiera de 2007 y 2008. ¿Podemos decir que el mundo financiero es un sitio más seguro en la actualidad?
Tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, los EEUU demoraron apenas unos días en implementar impresionantes medidas de seguridad en todos los aeropuertos del país. En el plazo de un mes, el ejército estadounidense estaba desplegado en Afganistán. Tres años después, los EEUU ya tenían un informe oficial sobre las causas de los sucesos del 11-S; el comité de expertos que lo redactó, bien provisto de recursos, identificó las debilidades de los organismos de seguridad de los Estados Unidos y ofreció recomendaciones para resolverlas.
Pero tres años después del comienzo de la crisis financiera, ¿tenemos algo similar? No niego que Estados Unidos puede mostrar como prueba de sus esfuerzos por hacer algo las 2000 páginas de la ley Dodd-Frank (de reforma de Wall Street y protección de los consumidores). Por desgracia, de esas páginas, muy pocas se ocupan de los problemas que pueden haber estado detrás de la crisis.
Por ejemplo, no se corrigió la confianza excesiva de los bonistas en las agencias calificadoras de riesgo, que tienden a ser más blandas con los emisores de bonos cuando son poderosos. No se dijo nada sobre cómo el sector bancario en la sombra depende de la liquidez y las garantías del sector bancario formal, lo que en última instancia implica que depende del Estado. Y hasta la próxima década no habrá cambios en lo relacionado con los límites al apalancamiento de las instituciones financieras.
La lista de defectos de la ley podría continuar al infinito. Prácticamente no se modificaron los incentivos perversos que alientan a los fondos del mercado monetario a asumir demasiado riesgo; tampoco se prestó atención a los problemas que acarrea el pago de premios. El cambio más aplaudido, llamado "regla Volcker" en referencia al ex presidente de la Reserva Federal de los EEUU, Paul Volcker, y que consiste en separar las inversiones que los bancos realizan con fondos propios para su provecho de sus actividades de banca comercial, no guarda ninguna relación con las causas de la crisis, y lo más probable es que se lo haya aprobado precisamente por no tener ningún efecto.
Es cierto que la Comisión de Investigación de la Crisis Financiera, presidida por Phil Angelides, llegó a emitir, no solo uno, sino tres informes sobre lo sucedido. A modo de comparación, la Comisión Rogers, encargada de investigar las causas del desastre del transbordador Challenger, emitió uno solo. En esta última investigación participaron los cerebros más brillantes del momento, entre ellos el premio Nobel de Física Richard Feynman, y en la búsqueda de las causas no se dejó piedra sin remover. Finalmente, se identificó con precisión al culpable de la tragedia: una junta que al enfriarse se volvió demasiado rígida y ocasionó una pérdida. Para demostrar a la opinión pública la validez de esta conclusión, Feynman realizó un experimento ante las cámaras de la televisión.
La economía no es una ciencia tan exacta como la física, pero eso no justifica el fracaso de la Comisión Angelides. Siempre que tengamos datos suficientes, los economistas podemos aplicar métodos que nos permiten identificar las causas probables de los fenómenos económicos (y si se trata de refutar explicaciones alternativas, somos incluso mejores). Nuestra limitación principal no son las metodologías, sino la disponibilidad de datos. Pero en este caso, no hubo datos a disposición de los economistas, porque las partes interesadas temían (y aún temen) compartirlos: es que saben muy bien lo que podría salir a la luz del día.
Por desgracia, la comisión investigadora (compuesta en su mayor parte por funcionarios electos, no por expertos) perdió el tiempo en discusiones políticas. Sus miembros ni siquiera llegaron a un acuerdo respecto de cómo definir el concepto de hipoteca subprime y calcular la cantidad de esas hipotecas que había en los Estados Unidos al momento de la crisis.
Después de esta primera investigación, el trabajo de la comisión fue objeto de otra investigación, incluso más completa. Tras un examen de correos electrónicos, un informe preparado por miembros del Congreso presentó pruebas de que el trabajo de la comisión se había guiado más por motivaciones políticas que por la búsqueda de la verdad. Al fin y al cabo, ya antes de que se descubriera algún hecho, las medidas correctivas estaban decididas y aprobadas, y los miembros de la comisión estaban más interesados en apoyar o desacreditar la ley Dodd-Frank (según el partido político al que pertenecieran) que en determinar la verdad de lo sucedido.
Se perdió así una gran oportunidad. La Comisión Angelides estaba dotada de poder legal para citar testigos y requerir pruebas, con lo que hubiera podido reunir y poner a disposición de los investigadores los datos necesarios para responder muchas preguntas fundamentales sobre la crisis. Por ejemplo: ¿asumieron riesgos más grandes las compañías que ofrecían paquetes de compensación no solo a sus directores ejecutivos sino también a sus operadores? ¿La toma de riesgo excesivo por parte de las instituciones financieras fue producto de la incompetencia o de la estupidez? ¿O más bien, fue una respuesta racional a las garantías implícitas ofrecidas por el Estado? Al extenderse la aplicación de normas demasiado permisivas para el otorgamiento de crédito, ¿el mercado se percató de lo que sucedía y supo asignar a los diferentes paquetes de préstamos el precio que les correspondía? ¿O, por el contrario, se dejó engañar? ¿Quiénes fueron en última instancia los compradores de esos productos tóxicos y por qué los compraron? Y en todo esto, ¿cuánto hubo de fraude?
Estas son las preguntas para las que se necesitan respuestas. Por desgracia, a menos que se imponga la obligación de revelar una cantidad suficiente de datos, es probable que esas respuestas nunca se obtengan. Y en ese caso, corremos el riesgo de no enterarnos de lo que causó esta crisis hasta después de que se produzca la siguiente.
(Luigi Zingales es profesor de Iniciativa Empresarial y Finanzas en la Escuela de Posgrado en Administración de la Universidad de Chicago y coautor, con Raghuram G. Rajan, de Saving Capitalism from the Capitalists (Salvar al capitalismo de los capitalistas). Copyright: Project Syndicate, 2011)
El "peso específico" de la crisis
Haciendo un cálculo sencillo, a partir de los datos anteriores, podemos constatar que el dinero del contribuyente aplicado por los EEUU para "socorrer" a sus bancos ("too big to fail") alcanzó entre los años 2007 y 2009 la friolera de 8,4 billones de dólares, lo que equivale al 60% del PIB de ese país.
Si el cálculo se hace para la Unión Europea, tenemos, inicialmente 1,6 billones de euros (entre 2008 y 2010), que se transforman en 4 billones de euros (según el presidente de la Comisión Europea) para "el conjunto de medidas puestas en marcha para encarrilar la economía" (sic), lo que equivale al 33% del PIB de la Unión.
Dicho en palabras elementales (para que lo entiendan los que se "lían" con los "billones"): los bancos "demasiado grandes para caer" se han "fumado" en la primera etapa del salvataje (digo primera, porque hay una segunda -en marcha- y vaya Dios a saber cuantas más quedan por venir, hasta que saquen todos los cadáveres del armario), el equivalente al 60% de la producción total de un año en los EEUU y el equivalente al 33% de la producción de un año de todos los países miembros de la Unión Europea.
A los contribuyentes ("dalits", "paganos" o "paganinis") americanos les han sacado (robado) de sus bolsillos el 60% del producto (trabajo) de un año para auxiliar a los bancos causantes de la crisis. Esto, sin agregar la "exacción" indirecta (por la vía inflacionaria) de los Quantitative Easing (QE) de la Fed. El helicóptero de Bernanke.
A los contribuyentes ("dalits", "paganos" o "paganinis") europeos les han sacado (robado) de sus bolsillos el 33% del producto (trabajo) de un año para auxiliar a los bancos causantes de la crisis. Esto, sin agregar la "exacción" indirecta (por la vía inflacionaria) de las "barras libres" del BCE. La "ponchera" de Draghi.
¿Si esta crisis ("sistémica", dicen los escribas mercenarios), se hubiera producido en otro sector de la economía (minero, pesquero, agrícola, manufacturero, energético, servicios no financieros, profesional…), creen ustedes que los gobiernos hubieran puesto a disposición de los "damnificados" tan ingente (y probablemente irrecuperable) cantidad de dinero? ¿Y si además (para más inri), esos "afectados", resultaran ser los causantes (culpables) de la crisis?
¿Por qué puede (y tal vez debe) quebrar una explotación agrícola, una fábrica, un supermercado, una tienda, un bar, un restaurante, un taller mecánico, un sanatorio, un profesional… y no puede quebrar un banco? ¿En qué manual de economía están establecidos los parámetros del riesgo sistémico? ¿Cuál es el límite? ¿Y el riesgo moral?
Esto comportamiento no es capitalista, tampoco liberal. Es un falso capitalismo, un liberalismo económico asimétrico, donde se privatizan las ganancias y se socializan las pérdidas. Donde se distorsiona (altera) la selección natural. Donde se "amputa" la mano invisible del mercado. Esta es una economía de casino donde las apuestas (particulares) se "cubren" con dinero del contribuyente (público). Y ya se sabe, "el dinero público no es de nadie" (sic).
¿Cómo se puede entender la "naturaleza y causa de las riqueza de las naciones", si se deja a cargo de la regeneración de las finanzas a los mismos que provocaron la crisis (la mayor desde 1930), si se tolera que continúen aplicando los mismos métodos (y vicios) que la originaron? El zorro cuida a las gallinas… el pirómano cuida el bosque… y el monstruo de Amstetten cuida a las mujeres y los niños… "Volved a los camarotes, todo está arreglado" (dijo el Capitán del Costa Concordia).
¿Aparte de Madoff (porque "pisó los callos" a muchos judíos ricos) y Rajaratnam (porque no era "uno de los nuestros"), quién más entró en la cárcel? En la "quebrada" Europa, ni uno. Mucha banca "en la sombra" y ningún banquero "a la sombra".
¿Cuántos de los CEOs (los mariscales de la derrota) siguen al mando de los principales bancos, como si no hubieran tenido nada que ver con el "invento"? ¿Han devuelto algo de los premios cobrados mientras sus bancos se iban a la quiebra? ¿Han dejado de cobrar sus "bonus" multimillonarios durante el proceso de rescate con dinero público?
Resulta (por lo menos) altamente sospechoso que los bancos centrales hayan ayudado (socorrido) a los bancos (acreedores) y no lo hayan hecho con los particulares (deudores hipotecarios) para que pagaran sus deudas con los bancos. Un caso inaudito en que se ayuda al acreedor en vez de al deudor. El mundo económico al revés. "Y Smith lloró"…
Vamos a suponer que no haya habido "cohecho activo" (en el que el político o el funcionario es el que se aprovecha del delito cometido para enriquecerse), pero sin duda ha habido "cohecho pasivo" (en el que el político o funcionario deja de actuar para permitir que terceras personas hayan podido enriquecerse). "Y Montesquieu lloró"…
Según Washington, WikiLeaks (2011) o Megaupload (2012) son miembros del "crimen organizado" (sic). ¿Cómo deberían caratular, entonces, a la banca (los perros de la codicia) y a Wall Street (la mano "visible" de los mercados)?
Rebasados los 4 años de tormenta financiera (que seguimos soportando), los gobiernos continúan "mareando la perdiz", sin hacer las reformas necesarias del sistema. Sería muy preferible ir a una solución "sistémica" (aquí sí, "sospechosos" escribas liberales), que pase por repensar el conjunto del sistema financiero, reconocer pérdidas, cerrar lo que haya que cerrar, por recapitalizar (sobrecapitalizar) las sobrevivientes, y por poder decirle al mercado (mejor, a los contribuyentes) que hemos puesto fin a la pesadilla.
Los efectos "secundarios" (la segunda ola del tsunami financiero): a lomos de la bestia
(Diciembre de 2010) El gasto de estímulo y el rescate conexo del sistema financiero, junto con los efectos de la recesión en los ingresos, contribuyeron a los déficits de alrededor del 10% del PIB en la mayor parte de las economías avanzadas. Según el Fondo Monetario Internacional, entre otros, el coeficiente deuda pública-PIB de estas economías superará el 110% para 2015, en comparación con el 70% previo a la crisis.
(Julio 2011) En la última década, la deuda pública acumulada en el planeta se ha duplicado de largo hasta superar los 30 billones de euros, casi 30 veces el PIB español. Las Administraciones desplazan así al sector privado de la financiación ajena y abonan tensiones económicas como las europeas. No es una cantidad que se suela manejar en los medios de comunicación, pero es extremadamente importante. Mucho más, cuando la crisis de la deuda originada en Grecia y extendida por la zona euro amenaza con sumir al planeta en una segunda recesión. El nivel de endeudamiento público global supera ya los 40 billones de dólares: según la Intelligence Unit de la prestigiosa publicación británica The Economist, asciende a 42,6 billones de dólares; con los cálculos del Factbook de la CIA estadounidense, llegaría a 44,2 billones, nada menos que el 59,3% de la actividad económica del planeta.
(Julio de 2011) El enorme déficit presupuestario de los Estados Unidos, medido como porcentaje de la renta nacional, es hoy el tercero entre los de los principales países del mundo, apenas superado por los de Grecia y Egipto. Por supuesto que el déficit actual, equivalente al 9,1% del PIB, se debe en parte a los efectos automáticos de la recesión. Pero según las proyecciones oficiales de la Oficina de Presupuesto del Congreso de los Estados Unidos (CBO, por sus siglas en inglés), incluso tras una recuperación de la economía al nivel de pleno empleo, el déficit seguirá siendo tan grande que la relación entre la deuda pública del país y el PIB no dejará de crecer durante lo que resta de la década y después. El déficit pasó de 3,2% del PIB en 2008 a 8,9% del PIB en 2010 (lo que a su vez empujó hacia arriba la relación deuda pública/PIB, de 40% a 62%).
(Septiembre 2011) La bola de nieve en que se ha convertido el endeudamiento -público y privado- amenaza a las economías, como se encargan de recordar cada día los mercados. Pero a unos países más que a otros. Y en el pelotón de cabeza está España, que, según los últimos datos procedentes del BIS (Banco de Pagos Internacionales por sus siglas en inglés), ocupa ya la cuarta plaza como país más endeudado del mundo. Sólo Japón (456% del PIB), Portugal (366%) y Bélgica (356%) tenían a finales de 2010 un mayor nivel de deuda que España en relación a su PIB nominal, un 355%.
(Septiembre 2011) Según los cálculos del BIS, por cada diez puntos que aumenta la deuda pública por encima del 85% del PIB, la actividad económica se contrae en un 10% por cada punto porcentual de crecimiento. En el caso de la deuda corporativa, el umbral de peligro se sitúa a partir del 90%, y su impacto es la mitad de grande que en el caso de la deuda pública. Mientras que para la deuda de las familias la luz roja se enciende a partir del 85%, y aunque el impacto es "impreciso", se considera que es importante.
Un diabético con sobrepeso (a punto de sufrir un infarto)
¿Estamos realmente a un paso del abismo? ¿Se acabó el mundo que conocemos?
Tratar de entender las ramificaciones de esta catástrofe hace que la mente tiemble: es como imaginar el infinito. Y en medio del pánico surge una pregunta sencilla: ¿cómo logramos todos ignorar lo obvio?
La crisis financiera mundial puso al descubierto defectos del capitalismo al estilo estadounidense, las insuficiencias de lo que los británicos apodaron como la regulación financiera "leve" y la tendencia del sistema hacia cometer excesos periódicos. Más recientemente, la crisis de la deuda soberana de Europa puso de relieve la tensión de un costoso estado de bienestar en ausencia de un vigoroso crecimiento económico que lo financie.
El modelo de EEUU continúa en dificultades tres años después de que los reguladores dejaran que Lehman Brothers se hundiera. Miles de millones de dólares duermen ociosos en las arcas de las empresas, a pesar de que millones de trabajadores se hallan desempleados desde hace más de un año. El mercado inmobiliario sigue deprimido. La parálisis política en materia fiscal socava la autoridad económica en EEUU. Todo esto y más ha debilitado el argumento más simple a favor del modelo económico de EEUU: el hecho de que funciona.
Los países de la eurozona dependerán en 2012 de que los inversores no sean extremadamente virtuosos, porque, en conjunto, les pedirán 1,25 billones de euros, la cantidad que necesitan para afrontar los vencimientos de deuda pública que tendrán a lo largo del año. Un desafío extraordinario tanto en lo cuantitativo -puesto que esa cifra equivale prácticamente al 13 por ciento de la economía de la región- como en lo cualitativo, porque supondrá una reválida para pulsar el grado de confianza que los europaíses inspiran en los mercados financieros tras la extrema tensión de 2011.
Los vencimientos de deuda estadounidense durante 2012 será seis veces superiores a los de los cuatro grandes países emergentes, China–India–Brasil y Rusia. Casi tres billones de dólares, si sumamos también los intereses a pagar. Sin embargo, estas cuatro economías, imparables en pegar mordiscos a su porcentaje del PIB global, sólo acudirán al mercado para pedir 482.000 millones de dólares.
Sólo Japón afrontará más vencimientos y pagos que EEUU pero el interés será mucho menor. Los bonos nipones a diez años ofrecen intereses menores del 1%, los segundos más bajos del planeta tras Suiza. Los estadounidenses entregaron de media un 2,18% según la agencia Bloomberg. Así que la factura a pagar por Washington podría superar en este 2012 a la japonesa.
Robert Prince, codirector jefe de inversiones de Bridgewater y su equipo de gestores del mayor fondo de cobertura del mundo, se preparan para por lo menos una década de bajo crecimiento y alto desempleo en las principales economías desarrolladas. Prince califica a esas economías, Europa y Estados Unidos en particular, como "zombis" y asegura que van a seguir en ese estado hasta que reduzcan sus enormes deudas.
"Lo que tenemos es un cuadro de un sistema económico quebrado que opera con respirador artificial", dice Prince. "Estamos observando un proceso de desapalancamiento que va a durar entre 15 y 20 años y apenas llevamos cuatro", comentó.
En Europa, por ejemplo, "falta mucho para superar la crisis de la deuda", señala. Este problema económico y financiero significa que las tasas de interés permanecerán en cero durante muchos años, tanto en Europa como en EEUU.
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