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La -solución final- al problema de la deuda (página 8)

Enviado por Ricardo Lomoro


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8

Sea como fuere, si la Reserva Federal estuviera haciendo una autorización retroactiva de sus propios pasivos, entonces estaría violando la letra y el espíritu de la Ley de la Reserva Federal. Al mismo tiempo, estaría convirtiendo al dólar en una moneda completamente fiduciaria por la puerta de atrás, puenteando al propio Congreso. En ese caso, el presidente del banco central americano, el Dr. Bernanke, estaría mostrando una completa mala fe, pues él conoce la ley a la que se somete su institución. Esta violación palmaria de la ley le incapacitaría completamente para el cargo que ocupa, de forma que el presidente de los EEUU debería proceder a su inmediata e ignominiosa destitución mientras se realiza la pertinente investigación por parte del Congreso.

Las violaciones de la ley que está cometiendo la Reserva Federal suponen un esfuerzo concertado por su parte para quitarse de encima las cadenas que impone la ley en los grifos de donde sale el dinero. Esta violación no es un incidente aislado. Apunta hacia la corrupción del orden monetario de EEUU y también a la del mundo entero. Aún más, es probablemente una de las principales causas de la inestabilidad financiera que padece la economía internacional desde 1971 y más recientemente desde 2008.

Si no se entiende esta verdad fundamental, entonces no sirven de nada todos los discursos sobre la estabilización del sistema monetario y la corrección de déficit presupuestario.

Atentamente suyo, Antal E. Fekete

(Original: Impeach Bernanke. An open letter to Congressman Ron Paul of Texas)

– Bill Gross equipara la deuda de EEUU con el fraude piramidal de Madoff (Libertad Digital – 14/4/11)

El director de PIMCO está convencido de que EEUU suspenderá pagos. Su deuda es tan segura como el de un "esquema Ponzi o Madoff".

(Por Toni Mascaró)

Bill Gross, el cofundador y director de PIMCO, el mayor fondo de renta fija a nivel mundial, considera que los bonos del tesoro americanos "tienen poco valor" como consecuencia del grave problema de deuda de Estados Unidos. Anteriormente, el inversor Warren Buffet ya había advertido del peligro de invertir en renta fija a largo plazo denominada en dólares americanos.

Basándose en varios informes, entre ellos el de Mary Meeker, Gross ha afirmado este mes en una carta (que rápidamente dejó de estar disponible en la web de PIMCO) lo siguiente:

Si estuviese compareciendo ante el Congreso y declarando sobre nuestra actual crisis de deuda, diría claramente algo así: "Comparezco ante ustedes como representante de un gestor de dinero de 1,2 billones de dólares, históricamente orientado a bonos, que ha estado vendiendo bonos del Tesoro porque tienen poco valor en el contexto de una deuda total de 75 billones de dólares. A menos que los programas de ayudas sociales se reformen sustancialmente, estoy convencido de que este país entrará en default [no pagará su deuda]; no en el modo convencional, sino hurgando en el bolsillo de los ahorradores mediante una combinación de políticas menos observables, pero históricamente verificables, tales como la inflación, la devaluación de la divisa y unos tipos de interés reales bajos o negativos.

Los 75 billones a los que se refiere Gross son la suma de la deuda pública emitida por el Tesoro más las obligaciones contraídas por los grandes programas de ayudas sociales, principalmente Medicaid, Medicare y Seguridad Social. Este total de deuda es cinco veces superior al PIB de Estados Unidos.

Las opciones para evitar el desplome del dólar

Gross considera políticamente inviables las dos alternativas que más directamente atajarían el problema, a saber: "Recortes muy grandes" de estos programas de ayudas sociales -a lo que Obama de momento se niega- o la abrogación contractual (el impago convencional propiamente dicho).

En ausencia de estas dos medidas, el director de PIMCO considera que sólo se puede aplicar una combinación de tres políticas, lo que él llama "impago de un modo no convencional". A saber:

•La primera de estas consistiría en una elevada inflación acelerada e inesperada. Lo cual, admite, es probable que se dé, pero no cree que llegue a ser decisivo.

•Otra opción consistiría en reducir el valor del dólar, como ya está sucediendo.

•La última opción pasaría por unos tipos de interés reducidísimos.

PIMCO vende corto

Efectivamente, hace un mes, PIMCO eliminó por completo su exposición a los bonos del Tesoro reduciéndola del 12% al 0%, situación que no se daba desde enero de 2009. En sustitución de la deuda americana, PIMCO adoptó posiciones en deuda de países emergentes, entre otros activos. Pero, no contentos con esta medida, ahora su principal fondo, el Total Return Fund (235.000 millones de dólares), está vendiendo corto.

Esta práctica consiste en que PIMCO vende activos, (bonos del Tesoro, en este caso) que previamente no ha comprado sino adquirido mediante arriendo y compromiso de recompra. Por lo tanto, matemáticamente, se considera equivalente a comprar una cantidad negativa.

En el gráfico, puede observarse cómo los bonos en manos del Total Return Fund (en azul) han pasado a negativo, unos 7.100 millones a valor de mercado. Simultáneamente, por lo tanto, ha aumentado su efectivo (en rojo) hasta 73.000 millones.

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Obviamente, si el presidente de PIMCO considera que esta situación empujará irremediablemente a Estados Unidos a adoptar alguna combinación de las tres políticas arriba expuestas (descartando las reformas de las ayudas sociales y el default propiamente dicho), entonces debería de temer no sólo la tenencia de bonos sino también la tenencia de dólares. Según su propio razonamiento, éstos están abocados a perder valor, a diferencia de otros activos como, por ejemplo, los metales preciosos u otras divisas.

¿Quién comprará la deuda si no lo hace la FED?

A dos meses vista del final del Quantitative Easing 2 (QE2), el segundo programa de compra de bonos de la FED, Gross reflexiona:

Lo que ha de admitir un observador imparcial es que la mayoría de los 9 billones de dólares en obligaciones y bonos del Tesoro emitidos están ahora en manos de soberanos extranjeros y la FED (60%) mientras que los inversores privados tales como los fondos de renta fija, las aseguradoras y los bancos están en minoría (40%).

Más chocante es, sin embargo, la evidencia en el gráfico 2 que muestra que cerca del 70% de la emisión anualizada desde el inicio de la QE2 ha sido adquirida por la FED. (…) El Tesoro emite bonos y la FED los compra. ¿Qué podría ser más simple y quién va a preocuparse? Este Esquema de Sammy [en referencia al Tío Sam] es tan seguro como el de Ponzi y Madoff hasta… hasta… hasta… bueno, hasta que deja de serlo. Porque, como al final de la típica cadena de mensajes, la pregunta final legítima es: ¿Quién comprará los bonos del Tesoro cuando la FED no lo haga?

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Pero el propio Gross admite: "No lo sé. (…) Los vacíos de demanda no son exactamente una huelga de compradores. Alguien los comprará, y nosotros en PIMCO podríamos estar entre ellos".

El dólar mantiene su estatus de reserva… de momento

Y es que la pregunta puede formularse en sentido inverso: si los ahorradores no compran deuda americana ¿dónde van a poner su dinero?

Mish Shedlock de Sitka Pacific y Jim Rickards de Tangent Capital, entre otros, opinan que las perspectivas a largo plazo para la deuda y divisa americanas son muy malas pero, de momento, los ahorradores seguirán adquiriéndolas. Es decir, de momento, el dólar no perderá su estatus de reserva. El motivo es doble:

•Por un lado, se trata de una cantidad tan enorme que ningún otro activo es suficientemente abundante como para poder absorber toda esa demanda, no hay tanto oro o francos suizos.

•Pero además, las alternativas tampoco son particularmente atractivas. A día de hoy, ninguna otra divisa tiene capacidad suficiente para sustituir al dólar como moneda de reserva internacional.

En este sentido, según Rickards, "si tenemos un estrés más extremo, algo peor que el terremoto japonés, y no estoy hablando tanto de desastres naturales como de, pongamos, otra escalada en la crisis de la deuda soberana europea, yo sigo creyendo que el dólar será la divisa a la que se acudirá. No porque el dólar sea particularmente fuerte sino porque es la menos débil del grupo".

Lo ilustra así: "Yo lo comparo con los pasajeros del Titanic. Cuando el Titanic se estaba hundiendo todo el mundo corrió a la popa del barco. Eso fue una huida hacia la calidad. Por supuesto, todos iban a hundirse juntos al final. Pero creo que veremos al dólar ocasionalmente fuerte en, por ejemplo, las crisis de la deuda europea, simplemente porque no hay otro sitio a donde ir".

Ahora todos los ojos están puestos en el verano, cuando se verá si la Reserva Federal continúa con las compras de bonos para mantener los tipos bajos… O no.

– Sobre la suspensión de pagos de EEUU (Libertad Digital – 20/4/11)

(Por Juan Ramón Rallo)

Obama y Bernanke están jugando con fuego. A la muy zapaterina manera, no se están tomando en serio los riesgos a los que se enfrenta la mayor economía del planeta. Uno gasta y gasta porque el otro imprime e imprime.

Comenzamos la semana con la intolerable insubordinación de esa agencia de rating llamada S&P al advertir sobre la posibilidad de arrebatarle la triple A al Gobierno estadounidense: ya saben, una parte del oligopolio privado de las agencias de calificación amenazando a quien ha creado y sustenta ese oligopolio privado. Enternecedor.

Con todo, más allá de este apaño para guardar las apariencias, EEUU debería haber perdido la máxima calificación crediticia hace mucho. No ya porque su deuda pública supere el 80% del PIB, no ya porque su déficit público ronde el 10% del PIB, sino porque de momento no hay ningún plan creíble para reducir el abultadísimo déficit público futuro derivado de su "gasto social" (sí, en los turboliberales EEUU hay tanto de eso como para abocarlos al impago). Bill Gross, el mayor gestor de renta fija del mundo, ya se ha puesto corto en la deuda pública estadounidense, señal de que pintan bastos a menos que la Reserva Federal lo evite.

Y es que, de hecho, ahí se encuentra la madre del cordero. A punto de concluir el Quantitative Easing 2 -el programa por el que la Fed ha adquirido prácticamente toda la deuda pública emitida en los últimos meses-, ¿qué hará Bernanke? ¿Continuará monetizando más deuda pública para que Obama siga despilfarrando a placer en lugar de ajustar sus cuentas o, en cambio, cerrará el grifo permitiendo que los tipos de interés se disparen?

Técnicamente, el Gobierno de Estados Unidos, siempre que tenga detrás a la Reserva Federal, no puede suspender pagos. Si se les acaba el dinero, basta con que lo pinten. Disponen de un monopolio monetario controlado por el Gobierno (¡vaya si es un monopolio!) que les concede autonomía monetaria, es decir, autonomía para destruir la moneda.

Pero no se confundan. Recurrir a la inflación para no impagar la deuda es impagar la deuda, pues se devuelve una moneda de menor valor que aquella que se prestó (al acreedor le da igual que le devuelvan un 30% menos de dólares que el 100% de unos dólares con un 30% menos de valor). Se dice que Estados Unidos nunca ha suspendido pagos, pero obviamente sí lo hizo: cuando Nixon abandonó Bretton-Woods, los bancos centrales extranjeros se quedaron sin el oro al que daban derecho los dólares que tenían en sus saldos de tesorería. Es una lección muy sencilla de la que los argentinos son unos maestros: redefine la unidad monetaria hasta que puedas devolver el importe nominal al que te comprometiste.

Claro que los riesgos de esta política deshonrosa (si no puedes pagar, admítelo, pero no te cargues la divisa) son bastante elevados. Las dinámicas inflacionistas a tan alto nivel, una vez desatadas, son muy difíciles de controlar. Nada tienen que ver con la inflación de tipo crediticio que hemos vivido en los últimos 50 años: no son una inflación que nace de crear demasiado crédito sino una inflación que estalla por diluir la moneda para destruir demasiado crédito.

De momento, el mercado sólo está penalizando ligeramente al dólar porque piensa que la deuda pública monetizada por Bernanke terminará pagándose a través de los ingresos tributarios del Gobierno estadounidense. Todo cambia, sin embargo, si los operadores de mercado y los tenedores de dólares llegan a la convicción de que el Gobierno sólo amortizará la deuda pública de la Fed a través de los dólares que consiga monetizando nueva deuda pública.

Ése sería un punto hiperinflacionista de muy difícil retorno, porque significaría la descapitalización completa del banco central: los activos de deuda pública de la Fed estarían formalmente impagados en la medida en que sólo podrían atenderse a través de un mayor endeudamiento (de una mayor monetización de dólares) por parte de la misma Fed. Básicamente, el dólar se convertiría en un fraude piramidal como el de Madoff del que los inversores saldrían en desbandada.

Por eso Obama y Bernanke están jugando con fuego. A la muy zapaterina manera, no se están tomando en serio los riesgos a los que se enfrenta la mayor economía del planeta. Uno gasta y gasta porque el otro imprime e imprime. Que luego no nos vendan que eso también es culpa del libre mercado.

Adiós a la "economía vudú": las medidas clásicas no sirven (El Economista – 23/4/11)

(Por Satyajit Das)

La aplicación de recetas mágicas para controlar los ciclos, defendida por los expertos hasta 2007, se ha revelado inútil en la actual crisis.

En la película Todo en un día, un profesor de economía, interpretado por Ben Stein, se lanza a un soliloquio improvisado. "¿Alguien sabe qué es esto? Chicos? ¿Nadie lo sabe? ¿Nadie lo ha visto antes? Es la curva de Laffer. ¿Alguien sabe lo que significa? Significa que, en este punto de la curva de ingresos, obtenemos exactamente la misma cantidad de ingresos que en este otro punto. Es muy controvertido. ¿Alguien sabe cómo lo llamó el vicepresidente Bush en 1980? ¿Nadie? Economía vudú".

En el siglo pasado, Ronald Reagan descubrió la economía vudú aunque, en sus respuestas políticas a la crisis financiera internacional, los banqueros centrales y gobiernos han adoptado formas más exóticas de vudú. Desde principios del siglo XX, a la economía le ha preocupado el ciclo empresarial. Economistas como John Maynard Keynes o Milton Friedman han desarrollado teorías que explican los ciclos de altibajos. Y, lo que es más importante, trataron de desarrollar herramientas para manejar los ciclos, fomentando el progreso y la creación de la riqueza mientras reducían los trastornos y el elevado coste de las crisis periódicas.

Pese a sus complejas distinciones doctrinales, los seguidores de Keynes y Friedman creían que las medidas políticas "correctas" permiten un alto grado de control sobre las economías. Durante la belle époque de finales de los años ochenta hasta 2007 más o menos, los economistas y políticos se han deleitado con la creencia de que casi todos los grandes problemas de la economía y la gestión económica eran perfectamente comprensibles, por no decir del todo previsibles y controlables. Pero la crisis financiera internacional sacó a la luz las grandes lagunas del conocimiento económico humano y la incapacidad para controlar los acontecimientos.

Economía "sine qua non"

Los políticos cuentan con dos grandes mecanismos para influir en la economía. Mediante la política fiscal, los gobiernos pueden ajustar el nivel de gasto relativo a los flujos de impuestos. Con la política monetaria, los estados o, en los últimos tiempos, los bancos centrales "independientes" pueden ajustar los tipos de interés y la oferta del dinero para gestionar la disponibilidad y el coste del crédito, además de la inflación. En último término, ambos mecanismos están pensados para influir sobre el grado de la demanda de la economía, creando un nirvana económico sobre el nivel "correcto" del crecimiento, el paro y la inflación.

Al inicio de la crisis financiera internacional, los políticos recurrieron a antiguos remedios, aumentando los déficits presupuestarios y recortando los tipos de interés. La única salida al problema del exceso de deuda era un crecimiento sólido e inflación.

El crecimiento aumentaría los ingresos y los flujos de efectivo de los ciudadanos, empresas y países endeudados, permitiéndoles pagar las deudas con mayor facilidad. La inflación ayudaría a reembolsar la deuda, reforzando un aumento en los ingresos y los flujos de efectivo, al menos en términos nominales. La inflación también reduciría el nivel real (con ajuste de la inflación y el poder de compra) de los créditos, reduciendo el grado de apalancamiento dentro del sistema financiero.

Era la solución menos dolorosa. Los bancos e inversores que habían prestado imprudentemente no se verían penalizados. Los prestatarios que habían aceptado más deuda de la que eran capaces de devolver, serían recompensados. Los ahorradores prudentes perderían, ya que el valor de sus ahorros caería en poder de compra. Pese a reconocer que los niveles de consumo tenían que reducirse para aumentar los ahorros y rebajar la dependencia de los préstamos, se apuntalaría el gasto para restaurar el crecimiento económico.

No se debatieron la moralidad y la ética a largo plazo de las medidas y sus efectos. Se impusieron las exigencias del corto plazo mientras los políticos invocaban conjuros económicos conocidos como que no hay otra alternativa o cualquier alternativa es peor.

Por desgracia, tres años después, la apuesta heroica del crecimiento y la inflación no parece estar funcionando. Un crecimiento letárgico y unos índices bajos de inflación, sobre todo si no se tienen en cuenta los precios de los alimentos y la energía, prolongan el ajuste y retrasan la recuperación prevista de la prosperidad precrisis.

Estímulos limitados

Ahora, las opciones políticas económicas son limitadas. La política fiscal implica gravar y gastar o pedir prestado y gastar. A medida que los ingresos fiscales caían a resultas de una actividad económica ralentizada, casi todos los gobiernos recurrieron en un principio a los préstamos para financiar sus amplios déficits fiscales. La crisis de la deuda europea subrayó los límites de la capacidad de los gobiernos para pedir prestado y gastar. Los tipos oficiales de interés, rondando el cero en Estados Unidos, la zona euro y Japón, limitan la capacidad para estimular la economía mediante la política monetaria.

Los políticos han recurrido a medidas nada ortodoxas, siguiendo los consejos del escritor inglés de ciencia ficción Arthur C. Clarke, que decía que "los límites de lo posible sólo se definen traspasándolos hacia lo imposible". Un elemento clave de esta estrategia es la facilitación cuantitativa, otra clase de economía vudú. No obstante, la facilitación cuantitativa podría no tener más éxito que las estrategias previas y plantear otros riesgos.

Alquimia cuantitativa

La facilitación cuantitativa suele describirse como la impresión de dinero pero, en realidad, es algo más compleja.

Normalmente, los bancos centrales regulan la cantidad de dinero de una economía cambiando los tipos de interés, o el precio del dinero. Esos cambios de los tipos deben afectar a la demanda del crédito y la oferta de dinero. Cuando los tipos de interés ya están cerca del cero, hacen falta otros medios para aumentar la oferta de dinero en la economía.

Si la economía estuviera basada totalmente en el efectivo, significaría sólo imprimir más dinero. En la Alemania de Weimar, el gobierno se apoderó de las imprentas de los periódicos para imprimir más dinero, dada la demanda de billetes.

En una economía moderna, basada en los créditos, los bancos centrales compran bonos del estado, que se mantienen en la hoja de balance de la entidad. El efectivo pagado por los bonos, por lo general en reservas o depósitos con un tipo de interés bajo o cero en el banco central, puede intercambiarse por los bancos para obtener activos de mayor rendimiento, como préstamos a los clientes. Las compras también aumentan el precio de los bonos del estado, reduciendo los tipos de interés. En teoría, la facilitación cuantitativa reduce el coste de tomar prestado y crea liquidez, aumentando la oferta de dinero y, con un poco de suerte, también estimula la demanda y la inflación.

La facilitación cuantitativa se puede producir de cuatro formas distintas. Puede implicar que el banco central amplíe su hoja de balance, compre bonos del estado, modifique sus criterios de adquirir títulos menos líquidos y más arriesgados, o una combinación. En todas sus formas, la preocupación subyacente es la monetización de la deuda, es decir, que el banco central compre bonos del estado con dinero creado artificialmente para financiar recortes fiscales o gasto del gobierno, provocando una hiperinflación.

Medidas desesperadas

A finales de los años treinta, Japón echó mano de la facilitación cuantitativa a una escala considerable, en un intento de revivir su economía estancada. Con los tipos de interés a cero desde 1999, el Banco de Japón empleó la facilitación cuantitativa (ryoteki kinyu kanwa en japonés) para ofrecer más dinero a los bancos comerciales para préstamos privados. Desde 2007, Estados Unidos, el Reino Unido y la zona euro han recurrido, todos ellos, a estrategias similares.

El Banco de Inglaterra adquirió 175.000 millones de libras en activos a finales de octubre de 2010, principalmente de títulos del estado británico y pequeñas cantidades de deuda de alta calidad del sector privado. En noviembre de 2010, el Comité británico de Política Monetaria (MPC) votó a favor de incrementar el total de compras de activos a 200.000 millones de libras. El Banco Central Europeo (BCE) se ha servido de operaciones de financiación (una forma de facilitación cuantitativa) para inyectar efectivo en las economías de la zona euro. Ha ampliado los activos que pueden usar los bancos como colateral en préstamos denominados en euros del BCE.

La Reserva Federal (Fed) estadounidense ha sido la más agresiva a la hora de emplear la facilitación cuantitativa, lanzando varias series de compras. La escala de la operación del Fed puede calcularse a partir del incremento en tamaño del porfolio. De 700.000/800.000 millones de dólares de notas del Tesoro en 2007, el Fed aumentó el tamaño de su cartera de títulos a 2,1 billones de dólares en junio de 2010. Los pronósticos actuales indican que seguirá incrementándolo hasta llegar a casi 2,5 billones de dólares.

Entre noviembre de 2008 y marzo de 2010, el Fed compró alrededor de 1,25 billones de dólares en deuda bancaria, títulos respaldados por hipotecas (MBS) y notas del Tesoro. Tras un breve descanso, reanudó las compras en agosto de 2010, cuando el crecimiento económico cayó por debajo de las expectativas. En un principio, el Fed se comprometió a reinvertir los reembolsos de su cartera MBS en facilitación cuantitativa, por un valor aproximado de 30.000 millones de dólares al mes. En noviembre de 2010, el Fed anunció más medidas de facilitación cuantitativa, comprometiéndose a comprar 600.000 millones de dólares en títulos del Tesoro antes de finales del segundo trimestre de 2011.

Su presidente, Ben Bernanke, ha intentado en repetidas ocasiones diferenciar entre las medidas del Fed y la facilitación cuantitativa, prefiriendo referirse a ellas como "facilitación crediticia". En defensa de su política, sobre todo en un artículo de opinión publicado en Washington Post, ha asegurado a los críticos que la facilitación cuantitativa no es inusual y encaja perfectamente en la serie de medidas políticas a la disposición de los bancos centrales. Como respuesta, una serie de economistas de renombre publicaron una carta abierta en la que instaban al Fed a reconsiderar y suspender sus planes de compra de activos a gran escala.

Los peligros de estas medidas

Los defensores de la facilitación cuantitativa creen que rebajará los tipos de interés, fomentará el gasto y el crecimiento, y recortará el paro. Sostienen que, además, la facilitación cuantitativa permite a los bancos aumentar los préstamos, reduce los tipos hipotecarios, animando a la refinanciación, e impulsa los precios de los activos, fomentando todavía más el gasto gracias al efecto de una mayor riqueza.

En realidad, sin embargo, sus ventajas podrían ser inaprensibles puesto que, de por sí, unos tipos más bajos y una mayor oferta de dinero podrían no impulsar la actividad económica.

En Estados Unidos, muchos hogares están paralizados por los altos niveles actuales de deuda, bajos precios de la vivienda, perspectivas laborales inciertas y salarios estancados. Por ello, recortan los préstamos, y no al contrario. Para las empresas, la ausencia de demanda y, en algunos casos, el exceso de capacidad hace improbable que los tipos bajos de interés fomenten los préstamos y las inversiones.

En lugar de prestar a los clientes, las reservas creadas por la facilitación cuantitativa han permanecido directamente en las hojas de balance de los bancos o se han reciclado en títulos del estado. Las entidades comerciales estadounidenses disponen de unos volúmenes de efectivo y títulos del estado que superan los préstamos a los clientes. Y eso fue, precisamente, lo que se observó Japón cuando se implantó la facilitación cuantitativa.

Una liquidez mal gestionada

El crecimiento esclerótico de los créditos refleja las restricciones de capital de los bancos en diversos grados, por las pérdidas y también incrementos previstos de los requisitos oficiales de reservas de capital. El sistema financiero frágil y el riesgo de conmociones de financiación implican que los bancos estén gestionando bien la liquidez. Las previsiones económicas inciertas también han vuelto a los bancos más precavidos a la hora de ofrecer crédito a las entidades, aparte de los bancos "demasiado grandes para quebrar".

Los efectos generales sobre la actividad económica real han sido limitados. Hasta la fecha, los programas de facilitación cuantitativa del Fed han reducido los tipos de interés a largo plazo pero el crédito bancario se ha contraído, el mercado inmobiliario sigue débil y la recuperación económica, vacilante. La experiencia coincide con la de Japón, donde un periodo prolongado de facilitación cuantitativa no resultó en la recuperación económica, el crecimiento ni la reducción del paro o la inflación.

– La hiperinflación no es un problema… de momento (Libertad Digital – 26/4/11)

(Por Juan Ramón Rallo)

Mucho se está hablando durante estos días de la posibilidad de que Bernanke renueve el programa de flexibilización cuantitativa, o Quantitative Easing (QE), por el que la Reserva Federal ha monetizado unos dos billones de deuda pública y privada. La mayoría de los detractores de su extensión aducen que la QE nos aboca al colapso del dólar, o sea, a la hiperinflación, debido a la cantidad de billetes verdes que se están imprimiendo.

Tal punto de vista desconoce no sólo cuál es la génesis de la inflación (y sobre todo de la hiperinflación, que no es únicamente una subida de precios a lo bestia), sino cuál es la naturaleza de la Fed: ésta no desempeña el papel de los productores de dinero (el de los genuinos mineros de oro), sino que es el mayor banco comercial del mundo.

Tradicionalmente, los bancos comerciales eran instituciones que creaban promesas de pago en oro contra la entrega de oro o de otros activos que se esperaba proporcionaran el metal amarrillo en el futuro (pagarés, letras de cambio…); es decir, los bancos comerciales vendían sus deudas a cambio de otros créditos de alta calidad pero menos conocidos por el resto del público. Esas deudas bancarias eran conocidas como billetes de banco o como depósitos a la vista y, debido generalmente a la buena reputación de la entidad, eran aceptadas como medios de pago alternativos al oro por casi todos los ciudadanos.

Con el tiempo, sin embargo, la creación de billetes contra el oro o contra activos pagaderos en oro se convirtió en un negocio monopolístico de ciertos bancos, a los que se llamaba centrales porque solían estar ubicados en los centros financieros de sus respectivas sociedades. Los demás bancos seguían reteniendo el derecho a crear depósitos contra el oro o contra activos pagaderos en oro (como lo eran, por ejemplo, los billetes del banco central); en otras palabras, billetes y depósitos seguían siendo deudas, no dinero. El dinero -el oro- era aquello con lo que se saldaban esas deudas bancarias.

Fue solo con el abandono del patrón oro que los bancos centrales de todo el planeta suspendieron pagos y se generó el espejismo de que, de algún modo, el dinero había pasado a ser el dólar (o cualquier otro pasivo de un banco central), y su emisor, un fabricante de dinero.

Tengamos presente que nada impide que una deuda impagada siga circulando como medio de pago en una economía, especialmente si, pese a todo, el banco central que la ha emitido tiene otros activos de calidad y si el Gobierno de turno le concede su apoyo directo (permitiendo, por ejemplo, que las obligaciones tributarias se salden con ella). Lo esencial, pues, es que los billetes del banco central siguen siendo deuda y el banco central sigue siendo… un banco.

Por eso, los QE no han supuesto una masiva e hiperinflacionista impresión de dólares: más bien han sido una masiva operación de financiación del Estado (a través de la compra de casi un billón de dólares en bonos) y de la banca privada estadounidense (con la adquisición de, aproximadamente, otro billón de dólares en titulizaciones hipotecarias). Es decir, la Fed actuó como el banco que es: extendiendo crédito mediante la generación de promesas de pago (dólares). Son los agentes de mercado quienes, al seguir aceptando que sus bienes y servicios se intercambien por esos billetes verdes, siguen dotando de valor a los dólares, las deudas de la Fed (aunque sea de un valor decreciente).

¿Habría generado inflación, en circunstancias normales, una expansión tan cuantiosa del crédito público y privado por parte de la Fed? A buen seguro: más crédito son más medios de pago persiguiendo unas cantidades de bienes y servicios que no crecen, ni mucho menos, a la misma velocidad. ¿Tiene sentido que no lo haya generado en las circunstancias actuales? Sí, porque, como algunos predijimos, al tiempo que se crea una gran cantidad de crédito público, se está destruyendo una mayor cantidad de crédito privado (impagos y amortizaciones de deuda). Si acaso podemos decir que la QE ha sido inflacionista por obstaculizar las acusadas reducciones de precios que deberían haberse dado en su ausencia. ¿Tiene sentido que directamente provoquen hiperinflación? No, al menos mientras los agentes de mercado sigan confiando en que el Gobierno estadounidense -el mayor deudor de la Fed- cumplirá con sus obligaciones y devolverá el dinero que la Fed le ha prestado. La hiperinflación sólo llegaría si EEUU suspendiera pagos: esto es, si aplicara una quita a su deuda pública o si esa deuda pública se saldara mediante la impresión de nuevos dólares.

Entonces, ¿cuáles son los problemas de la QE? Los mismos que los del negocio bancario actual: la Fed se está endeudando a corto plazo (emitiendo dólares cuyo valor se compromete a estabilizar) e invirtiendo a largo. En otras palabras: por un lado, la Fed está generando unos volúmenes insostenibles de crédito que, en caso de haberse dirigido al sector privado, generarían una burbuja de malas inversiones similar a la subprime, y que, por haberse dirigido preferentemente al sector público, generarán malas inversiones, que quedarán fuera de la disciplina del mercado (es decir, unas malas inversiones que no detectaremos a través de la aparición de pérdidas empresariales, sino sólo a través de su consolidación mediante subidas de impuestos), y que están contribuyendo a mantener artificialmente alta la demanda de ese cuello de botella que son las materias primas. Por otro, la Fed está manteniendo los tipos de interés a largo plazo -sobre todo de la deuda pública y de la deuda bancaria- artificialmente bajos, lo que encarece la amortización anticipada de la deuda, perpetúa las malas inversiones y retrasa la recuperación.

Si hay que dejar de renovar esas billonarias expansiones de crédito que son los QE, no es porque vayan a generar directamente una hiperinflación, sino porque están contribuyendo al empobrecimiento de los estadounidenses: al estancamiento del sector privado y a un sobreendeudamiento del sector público, que, en caso de colapsar, sí generaría hiperinflación. No es en sí mismo el crecimiento desproporcionado de las promesas de pago lo que genera su repudio, sino la desoladora certeza de que esas promesas de pago no se cumplirán, esto es, de que el valor de los activos del banco central caerá por debajo del de sus activos, sin que exista la posibilidad de que éste sea recapitalizado por el Estado, porque el Estado… habrá quebrado.

Endeudamiento mórbido (Libertad Digital – 28/4/11)

(Por Juan Ramón Rallo)

Al endeudamiento se lo premia con inflación, tipos de interés artificialmente bajos, rescates indiscriminados y tributación amigable. Idénticos clavos con los que se sepulta al ahorro.

Capitalismo viene de capital. Si falla o se engarrota lo segundo, falla o se engarrota lo primero. Inexorable destino de quien consume y no repone, de quien saquea el presente sin proveer para el futuro. La deuda, anticipar la satisfacción de nuestras necesidades, es adictiva: proporciona un placer inmediato muy por encima del que podríamos (y deberíamos) permitirnos; el ahorro, retrasar la satisfacción de nuestras necesidades, es doloroso: requiere de la espartana disciplina de la austeridad, impropia en estos tiempos modernos donde todos tenemos "derecho" a todo por obra y gracia del Estado providente y benefactor.

Podemos fijarnos en Estados Unidos, pero semejante tendencia está bastante más acusada en Europa. Lo mismo da. Una sociedad que premia el endeudamiento y castiga el ahorro es una sociedad que lógicamente tendrá progresivamente más deuda y menos ahorro: es decir, más obligaciones a devolver una renta futura para cuya generación se cuenta con menores medios.

Mas, ¿qué esperar? Al endeudamiento se lo premia con inflación, tipos de interés artificialmente bajos, rescates indiscriminados y tributación amigable. Idénticos clavos con los que se sepulta al ahorro: la inflación erosiona el valor de nuestros patrimonios, los tipos de interés bajos castran su rendimiento, los rescates o las amnistías de los deudores se ceban con el expolio de los acreedores y la sangrante tributación de plusvalías, dividendos, riqueza o beneficios afean su recompensa.

A riesgo de simplificar, pocos elementos ilustran mejor esa desatada ofensiva contra el ahorro y esa desacomplejada promoción del endeudamiento que el definitivo abandono del patrón oro por parte de Estados Unidos. Vean, si no, qué ha sucedido con la tasa de ahorro neta sobre el PIB desde que en 1973 Nixon decidiera enterrar definitivamente Bretton Woods: la capacidad de la economía estadounidense para generar nuevos bienes de capital tras reponer los ya existentes se ha ido desplomando, hasta el punto de que durante esta crisis se ha vuelto negativa (es decir, el ahorro nacional es insuficiente para conservar todas las inversiones ya realizadas bajo el paraguas del brioso endeudamiento previo).

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Tendencia paralela a esa explosión del endeudamiento de las últimas tres décadas, coincidente con el fin de los altísimos tipos de interés que Paul Volcker tuvo que colocar a finales de los 70 y principios de los 80 para evitar la desmonetización del dólar en favor del oro:

edu.red

El sueño de todo keynesiano -la eutanasia de facto del rentista- y la pesadilla de todo economista con dos dedos de frente. A la vista de la evolución del ahorro y del endeudamiento durante las últimas cuatro décadas, ya puede suponer qué grupo ha predominado en la academia y, sobre todo, en el Gobierno.

Simon Johnson critica la "arrogancia y autoritarismo" de los bancos centrales (El Economista – 13/5/11)

Simon Johnson, ex economista jefe del Fondo Monetario Internacional y profesor del Massachusetts Institute of Technology (MIT) arremete contra los bancos centrales, especialmente el BCE y la Fed, en un editorial abierto publicado en la newsletter del Peterson Institute for International Economics. El experto asegura que las declaraciones de los distintos funcionarios de ambos bancos afirmando que "hicieron un buen trabajo" durante la crisis financiera no hace más que "minar la credibilidad" de sus políticas monetarias.

"El coste real de la crisis no se mide por los beneficios o pérdidas de cualquier banco central o por si el plan de rescate bancario (TARP, por sus siglas en inglés), pierde o no dinero en sus diversas actividades", asegura Johnson. Desde su punto de vista, lo que mide realmente la eficacia de estas entidades durante el derrumbe de las subprime es la economía a pie de calle y, en ese aspecto, los números hablan por sí solos. "El coste, en EEUU, ha sido de ocho millones de empleos, con una caída del empleo del 6% desde su nivel máximo", apunta.

Para Johnson, los bancos "se inmolaron" provocando un coste sin precedentes para los contribuyentes, con importantes consecuencias negativas a nivel global. El experto hizo referencia a las palabras de Dennis Lockhart, presidente del Banco de la Reserva Federal de Atlanta, que la semana pasada durante una conferencia donde el funcionario reiteró que la Fed "no debería tratar de operar en un sistema basado en el principio de beneficios privados y pérdidas públicas". Al fin y al cabo, las pérdidas son masivas, como han demostrado las circunstancias actuales, además de ser totalmente injustas.

El ex economista jefe del FMI deja claro que los beneficios privados se pueden medir directamente gracias a la remuneración de los ejecutivos. De 2000 a 2008, los ejecutivos que dirigían las 14 mayores instituciones financieras de EEUU recibieron una remuneración en efectivo de alrededor de 2.600 millones de dólares.

Los cinco mejor pagados

De esta cantidad, alrededor de 2.000 millones de dólares fueron recibidos por los cinco individuos mejor pagados, que, casualmente, fueron figuras clave en la creación de activos de alto riesgo que condujo al sistema financiero al borde del abismo. Entre ellos se encuentran Sandy Weil, Hank Paulson , Angelo Mozilo, Dick Fuld o Jimmy Cayne.

En comparación, las pérdidas públicas han sido masivas: aproximadamente 6 billones de dólares, sólo tomando como referencia el aumento de la deuda del gobierno federal. Ante esta situación, Johnson critica que los ejecutivos de los bancos siguen insistiendo en que "se les debe permitir ejecutar negocios globales, en los que se les paga en función de su riesgo".

Incrementar el capital

Los expertos opinan que los grandes bancos, los demasiado grandes para caer, deben incrementar su capital y efectivo para garantizar la estabilidad del sistema. Sin embargo, señala el profesor del MIT, "los banqueros, rechazan enérgicamente este aspecto, ya que es probable que reduzca su salario, al igual que los bancos centrales se dejan influenciar por las protestas de los ejecutivos".

El economista considera que "hay muchas ventajas de tener un banco central independiente capitaneado por profesionales que puedan mantener su distancia de los políticos". Pero cuando estas instituciones insisten en que la respuesta a la crisis fue correcta, y que todo va a ir bien pese a que los gigantes financieros que provocaron la crisis siguen operando de forma similar, "su credibilidad, inevitablemente sufre". Este hecho debería ser de gran preocupación para los bancos centrales, especialmente el europeo y la Fed puesto que, según Johnson, "la credibilidad es casi todo lo que tienen".

– El-Erian advierte de un corralito en versión estadounidense (El Economista – 18/5/11)

(Por Alain Galibert, Bolságora)

El consejero delegado del mayor fondo de bonos del mundo advierte de que EEUU afronta una combinación de subida de la inflación, austeridad y represión financiera en los próximos años, ya que los políticos deben lidiar con el impacto de la crisis financiera.

"Piensen en impagos de deuda en economías avanzadas donde las tasas esperadas de crecimiento económico no son suficientes para evitar una escalada de la deuda y problemas de déficit", explica Mohamed El-Erian, en un discurso en un fórum de Pimco sobre crecimiento.

"Algunos países ya están en alerta roja y afrontarán decisiones todavía más difíciles entre una reestructuración y la masiva socialización de las pérdidas, como Grecia", añade.

Represión financiera

"Otros están en alerta naranja, como EEUU, y ya requieren sacrificios futuros, probablemente mediante una combinación de mayor inflación, austeridad y, más importante, represión financiera". El-Erian define con este término como la imposición de tipos reales negativos a los ahorradores.

Es decir, es una forma más sofisticada del corralito, en la que no se prohíbe a los ahorradores sacar su dinero, pero pierden dinero por mantenerlo en el banco. Esta política anulará los incentivos para ahorrar y, en opinión de El-Erian, sustituirá a cualquier intento de verdad de atacar los problemas y desequilibrios estructurales.

"El posicionamiento básico a largo plazo de las carteras debería minimizar la exposición al impacto negativo de la represión financiera, cubrirse contra la subida de la inflación y la depreciación de la divisa, y explotar la mayor diferenciación entre los balances y los potenciales de crecimiento", concluye El-Erian.

– Avanzar renqueando y mal que bien (Project Syndicate – 20/5/11)

(Por Mohamed A. El-Erian)

NEWPORT BEACH – Recientemente se reunieron en la sede de PIMCO en California colegas de todo el mundo para celebrar nuestro Foro Secular anual, en el que durante unos días dejamos atrás los asuntos más inmediatos y debatimos, en cambio, lo que los entre tres y cinco próximos años reservan a la economía mundial. La perspectiva es mundial, basada en las ideas de oradores exteriores, y está centrada en lo que es probable que ocurra, a diferencia de lo que debería ocurrir.

Según las proyecciones de los dos últimos Foros Seculares, después de la crisis financiera mundial la economía mundial no se reharía al modo cíclico tradicional, sino que afrontaba realineamientos multianuales de carácter tanto nacional como mundial. La economía mundial se curaría, pero de forma lenta e irregular, a medida que las economías avanzadas fueran arreglándoselas mal que bien y el más dinámico mundo de los países en ascenso fuera eliminando los desfases actuales de ingresos y riqueza.

Desde entonces la evolución de los acontecimientos se ha ajustado a esa caracterización. La recuperación del G-7 ha sido inhabitualmente lenta, pese a la adopción de unas medidas públicas de estímulo de una importancia sin precedentes (en particular en los Estados Unidos). A consecuencia de ello, el desempleo ha experimentado un gran aumento y ahora supera al de las economías en ascenso. Entretanto, los indicadores de déficit y deuda han empeorado, tanto absoluta como relativamente, en comparación con los de las economías en ascenso y la prima de riesgo de la deuda de las economías avanzadas supera ahora, por término medio, la de las economías en ascenso.

Se trata de unos resultados que se han quedado muy cortos respecto de las esperanzas de las autoridades, tanto en los Estados Unidos como en Europa. De hecho, durante la mayor parte del período posterior a la crisis todas ellas han estado comprensiblemente centradas en el estímulo del crecimiento.

Algunas han adoptado incluso políticas explícitas encaminadas a impulsar los precios de los activos (por ejemplo, la segunda ronda de la llamada "relajación cuantitativa" de la Reserva Federal). Sin embargo, junto con una inflación "buena" de los precios de los activos, encaminada a hacer que la población se sienta más rica y gaste más, esos planteamientos han creado una inflación "mala", debida al aumento repentino de los precios de los productos básicos, que representa un impuesto tanto para los insumos como para los consumidores. En Europa, se ha recurrido a todos los balances generales disponibles para impedir una crisis de la deuda en la periferia, a consecuencia de lo cual se han preparado grandes planes de rescate para Grecia, Irlanda y Portugal y se ha contaminado el balance general del BCE.

Con miras al futuro, algunas señales apuntan a una curación acelerada y una resistencia en aumento de la economía mundial, lo que constituye un buen augurio para un abandono ordenado de las políticas no tradicionales. También hay señales que indican que el arranque de las economías en ascenso es sólido y que China, en particular, podrá sacar adelante su complicada transición hacia un desarrollo de los sectores de ingresos medios.

Lamentablemente, otras señales apuntan a una recuperación mundial irregular y tambaleante. En las economías avanzadas, las tasas de crecimiento proyectadas no son suficientes para evitar la acumulación de deuda y de problemas de déficit. En el caso de algunos países, como, por ejemplo, Grecia, eso entraña unas disyuntivas más difíciles entre la reestructuración y la socialización de las pérdidas. En el caso de otros, como los EE.UU., ya son necesarios sacrificios futuros, muy probablemente mediante una combinación de una mayor inflación, austeridad y "represión financiera", al intentar los gobiernos imponer a los ahorradores tasas reales negativas de rentabilidad. Huelga decir que las transiciones demográficas, las limitaciones en materia de productos básicos y las incertidumbres geopolíticas complican todo ese panorama.

Lo más importante es que los saldos de demasiados gobiernos y familias siguen desequilibrados en una economía mundial basada excesivamente en los activos. A consecuencia de ello, muchas promesas ya antiguas se verán sometidas a presiones a lo largo de entre los tres y los cinco próximos años. Concretamente, diversos contratos sociales –por ejemplo, los derechos de atención de salud y pensiones, además de las prestaciones por desempleo– se verán sometidos a mayores tensiones. En el nivel internacional, la posición de los bienes públicos suministrados por los EEUU (incluido el dólar como divisa de reserva mundial) afronta una erosión gradual.

En la medida en que esa hipótesis se cumpla, en los próximos años seguirá predominando la misma dinámica con varias velocidades que hemos visto recientemente. Concretamente:

•Las economías avanzadas afrontarán un crecimiento lento (de un dos por ciento, digamos) y un desempleo persistentemente elevado, cada vez más estructural y, por tanto, prolongado. Las disparidades, ya grandes, de ingresos y riqueza seguirán intensificándose, amplificadas por una mayor inflación y represión financiera, y seguirá habiendo motivos de preocupación por la deuda y el déficit, con la certidumbre casi completa de que habrá al menos una reestructuración de la deuda soberana en Europa.

•Las economías en ascenso lograrán un mayor crecimiento (de un seis por ciento, más o menos) y sus niveles de ingresos y riqueza seguirán convergiendo con los de las economías avanzadas, pero con ello crearán sus propias dificultades, incluidas presiones inflacionistas recurrentes y aumentos repentinos de las entradas de capitales, lo que propiciará una mayor experimentación de políticas.

•La solvencia crediticia de las deudas soberanas seguirá divergiendo, con un mayor deterioro de los países avanzados y una continua mejora en los mercados en ascenso.

•La convergencia en materia de inflación -entre tasas altas de la global y tasas bajas de la básica, como también entre tasas altas en los mercados en ascenso y bajas en los países avanzados- alcanzará niveles mayores de lo actualmente previsto.

•La economía mundial global avanzará renqueando, al continuar con su transición gradual de un mundo unipolar a otro multipolar.

Esa hipótesis básica está sujeta a riesgos de dos clases que muy bien podrían aumentar con el tiempo. En sentido positivo, los EEUU podrían vivir un momento como el del sputnik: una sensación de unidad nacional, propósito común y sacrificio compartido propicia la adopción de reformas estructurales que se centran en el realineamiento de los balances generales a medio plazo, el aumento de la creación de empleo y la mejora de la competitividad. Europa podría reorganizar la zona del euro para permitir la sostenibilidad de la deuda y un gran crecimiento económico y las economías en ascenso podrían liberar a sus consumidores, con lo que impulsarían la demanda mundial.

Las probabilidades de semejantes "pactos ambiciosos" han aumentado en los últimos meses, pero a estas alturas sólo pueden contrarrestar, en el mejor de los casos, los riesgos de contracción en el panorama general. Por encima de todo, los pasivos se han trasladado simplemente de un punto a otro de la economía mundial, cosa que no puede continuar indefinidamente. Entretanto, unas desigualdades excesivas en materia de ingresos y riqueza están debilitando el tejido de las sociedades; un desempleo persistente en los países avanzados está socavando la productividad y las aptitudes; la eficacia y la flexibilidad de las políticas se están deteriorando y la economía mundial está afrontando dificultades cada vez mayores para adaptarse a la fase de arranque del desarrollo en economías en ascenso y sistémicamente importantes.

Los realineamientos multianuales son complicados, sobre todo cuando se producen simultáneamente en los niveles nacional y mundial y cuando, como ocurre actualmente, está en marcha una dinámica de crecimiento, inflación y crédito con diferentes velocidades. Los parámetros se vuelven variables; las reparaciones de los balances generales avanzan de forma lenta e irregular y las autoridades experimentan un incómodo cambio en el saldo de beneficios, costos y riesgos.

Por mucho que deseemos una perspectiva más tranquilizadora, la economía mundial seguirá inhabitualmente inestable en los próximos años. Lo que parece un mundo sistémicamente interconectado resultará estar también cada vez más fragmentado intelectualmente, con unas deficientes gobernación mundial y coordinación de políticas. Se trata de una economía mundial que se debe pilotar cuidadosamente para que quienes intenten beneficiarse del cambio no resulten víctimas de él.

(Mohamed A. El-Erian, jefe ejecutivo y cojefe de inversiones de PIMCO, es autor de When Markets Collide ("Cuando los mercados chocan"). Véanse más informaciones sobre el Foro Secular de PIMCO en http://www.pimco.com/EN/insights/pages/secular-outlook-navigating-the-multi-speed-world.aspx Copyright: Project Syndicate, 2011)

Coda (cadencia final): Los turbios lazos entre profesores universitarios y Wall Street avivan el debate de hasta qué punto el sector financiero ha corrompido el estudio de la economía

"Tiene solo tres minutos más. Prepare su mejor golpe". Glenn Hubbard es decano de uno de los centros docentes más prestigiosos del mundo, Columbia Business School. A su pesar es también uno de los protagonistas de Inside Job. Este documental, ganador de un Oscar, analiza las causas que originaron la crisis financiera en EEUU. Los realizadores de la película denuncian el papel que tuvieron en este desaguisado los sueldos de los banqueros, las agencias de calificación o los políticos. Y también señalan a los profesores de universidades y escuelas de negocios. En su opinión, el sector financiero corrompió el estudio de la economía y muchos docentes apoyaron la desregulación de los mercados, una colaboración recompensada con muchos ceros por trabajos de consultoría"… Académicos tras la especulación (El País – 31/5/11)

Hubbard responde a los cineastas altivo, desafiante y visiblemente nervioso cuando estos le preguntan por sus potenciales conflictos de interés. El decano de Columbia fue jefe del consejo económico durante la Administración de George W. Bush, recibió 100.000 dólares (70.000 euros) por testificar a favor de los gestores de los fondos de Bearn Stearn, acusados de fraude, realizó un informe para Goldman Sachs en 2004 en el que alababa los productos derivados y la cadena de titulización hipotecarias argumentando que mejoran la estabilidad financiera, es directivo de MetLife, asesora a Nomura, KKR… Su respuesta a si estos trabajos pueden condicionar su actividad docente es un lacónico "no".

Los vínculos entre la industria financiera y el mundo académico no se limitan a Hubbard. Martin Feldstein, profesor de Economía en Harvard y asesor de Ronald Reagan, fue un importante arquitecto de la desregulación financiera y estuvo sentado en el consejo de AIG; Laura Tyson, profesora de la Universidad de California (Berkeley) pasó a formar parte de la directiva de Morgan Stanley tras dejar la presidencia del Consejo Económico Nacional durante el Gobierno de Bill Clinton; Ruth Simmons, presidenta de la Universidad de Brown, es directiva de Goldman Sachs; Larry Summers, que impulsó la desregulación en el mercado de derivados durante su época en la Administración, es presidente de Harvard, un puesto que no le ha impedido ganar millones de dólares asesorando a varios hedge funds (fondos muy especulativos); Frederic Mishkin, que volvió a dar clases en Columbia tras trabajar en la Reserva Federal de EEUU, escribió un informe en 2006 financiado por la Cámara de Comercio Islandesa (recibió 124.000 dólares) alabando la fortaleza de la economía de este país…

¿Hasta qué punto la industria financiera se ha servido de su convincente chequera para ganarse un aval académico que proporcione soporte intelectual a sus políticas ultra liberales? Los centros docentes entonan el mea culpa y descalifican cualquier actitud poco ética. Sin embargo, resaltan que se trata de casos individuales más que una tendencia generalizada, recuerdan que defender la misma teoría que apoya el sector financiero no implica ni mucho menos estar comprado por este y destacan que la colaboración entre el mundo académico y el empresarial es positiva siempre que haya transparencia y no se rebasen ciertos límites.

Ángel Cabrera es el único español que dirige una escuela de negocios en EEUU, la prestigiosa Thunderbird (Arizona). En su opinión, el papel del mundo académico en la gestación de la crisis no tiene tanto que ver con los conflictos de interés puntuales, sino con el hecho de que durante décadas los centros han estado transmitiendo una serie de valores acerca del funcionamiento de los mercados, la gestión del riesgo o los recursos humanos que se han demostrado erróneas y perjudiciales. "Toda la teoría de la eficiencia de los mercados, por ejemplo, pasó a ser religión, se llegó a la conclusión universal de que cualquier intervención era mala. Asimismo, en las políticas de retribución, si tratas a la gente como oportunista y egoísta por naturaleza, creando unos incentivos enormes a corto plazo, abres la puerta para que se comporten así".

Cabrera señala que los centros han estado dando forma al sistema de valores de Wall Street, creando una "plataforma de legitimidad" para determinadas conductas. Antes del estallido de la crisis Thunderbird empezó a promover el juramento hipocrático entre sus alumnos a través del cual estos se comprometen a usar sus conocimientos para crear valor y no para destruir. "Hace unos años nos miraban como bichos raros, ahora ya no tanto. Hay indicios de que las cosas están cambiando, pero a un ritmo muy lento. Mucha gente ha salido del armario y en los ámbitos académicos se empieza a hablar de ética, de responsabilidad corporativa, de otra forma de ver la empresa".

Cabrera explica que los centros académicos tienen códigos de conducta y si algún profesor es cazado infringiéndolos corre el riesgo de perder su trabajo. El presidente de Thunderbird, sin embargo, reconoce que la estructura de compensación de los docentes abre la puerta a potenciales conflictos de interés. En EEUU el sueldo medio de un profesor en una escuela de negocios está en torno a los 200.000 dólares (140.000 euros), pero en muchos casos los ingresos totales pueden llegar hasta el millón de dólares gracias a los servicios de consultoría, presencia en consejos de administración, conferencias… "Hay una cultura de libre mercado en la que está bien visto que ganes todo el dinero que puedas. Se considera que es positivo para las escuelas porque el profesor puede aportar más a sus alumnos al dejar de ser un simple teórico al estar en contacto con las empresas. La cuestión es cuánto de tu sueldo debería estar vinculado a estas actividades externas, qué tipo de trabajos son compatibles con tu cargo de docente y dónde pueden plantearse los conflictos de interés", argumenta.

Otro de los docentes españoles con más peso en el mundo académico anglosajón es Mauro Guillén, profesor en la escuela de negocios Wharton School de la Universidad de Pensilvania. En torno al debate de la contribución de economistas y profesores en la gestación de la crisis cree que hay que establecer una separación entre lo que son actitudes deshonestas y errores de apreciación. "Los conflictos de interés no tienen justificación. Cuando un profesor escribe un trabajo que ha sido financiado por una entidad debe mencionarlo siempre", señala. "Otra cosa es si un académico ha propuesto métodos o modelos que han contribuido a crear la crisis. En este sentido, creo que hay que proteger la libertad de expresión. Un docente puede proponer las teorías que quiera. El fallo en todo caso fue de los reguladores, que no supieron anticiparse al peligro que suponían ciertas operaciones en los mercados financieros", añade.

En relación con la vinculación de los centros en la formación de líderes empresariales cuyas decisiones han puesto en jaque el sistema, Guillén cree que las escuelas no se pueden hacer responsables de todos los actos que hagan sus ex alumnos a lo largo de su vida profesional. "Nuestra labor se limita a tratar de desarrollar un espíritu crítico en nuestros alumnos, explicarles los beneficios que tiene la ética en los negocios y dejarles claro que las decisiones que tomen pueden tener repercusiones para toda la sociedad", dice…

Docentes en el punto de mira

– Martin Feldstein. Profesor de la Universidad de Harvard. Entre 1982 y 1984 presidió el consejo de asesores económicos del presidente estadounidense Ronald Reagan, una Administración marcada por la desregulación financiera. En 1988 fue fichado por AIG. Como miembro del consejo de la aseguradora, era uno de los encargados de supervisar los productos que la llevaron al borde de la quiebra.

– Larry Summers. En el ámbito académico fue presidente de Harvard entre 2001 y 2006. Además, ha sido asesor económico tanto en la Administración de Reagan como con Barack Obama. Ha recibido numerosas críticas, ya que su puesto académico no le ha impedido facturar millones de dólares asesorando a los fondos especulativos (hedge funds) y dando conferencias patrocinadas por los bancos de inversión.

– Frederic Mishkin. Ha desarrollado toda su vida profesional como profesor de Economía en la Universidad de Columbia. Entre 2006 y 2008 fue miembro del consejo de gobernadores de la Reserva Federal de EEUU. También ha realizado labores de consultoría para el Banco Mundial y el FMI. En 2006 publicó un trabajo financiado por la Cámara de Comercio de Islandia alabando la economía del país nórdico. No hizo públicos sus honorarios y cuando la crisis se cebó con Islandia cambió el título del informe.

– Glenn Hubbard. Decano de la escuela de negocios de Columbia. Entre 1991 y 1993 fue asistente del Departamento del Tesoro de EEUU. Además, entre 2001 y 2003 fue presidente del Consejo de Asesores Económicos de George W. Bush. Trabaja para numerosas empresas privadas como MetLife, Nomura, KKR… En 2004 publicó para Goldman Sachs un polémico trabajo defendiendo el uso de derivados.

Personajes fatuos, sospechosos de connivencias, intencionadas manipulaciones y planteos rocambolescos, cuando no imposibles; países, donde la deuda crece más que el PIB, donde la quimera especulativa se quiere expiar con la ruina inflacionaria. "¡Es la guerra! ¡Traed madera! ¡Más madera!" (Groucho Marx)

En Estados Unidos el tamaño del mercado se estima en más de cinco veces el valor del producto. Pero en China la relación es de dos veces el tamaño del PIB. En los años ochenta, el tamaño de los mercados apenas suponía la mitad del PIB mundial. De la mitad a más de siete veces en que se puede estimar en estos momentos hay mucha distancia. ¿Será posible ajustar el tamaño al balance? ¿Viagra o apagón?

Frente a esta era de "falsos estímulos" y "esperanzas reducidas"… "sólo queda rezar" (como dijo Antonio Tróccoli, ministro argentino, durante el estallido de la hiperinflación). Un modo singular de caracterizar aquel (y este) momento.

 

 

Autor:

Ricardo Lomoro

 

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8
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