Los componentes ético-políticos en la ideología de la Revolución Cubana (Pte 2) (página 2)
Enviado por Raul Quintana Suarez
En la última carta a su esposa Ana de Quesada apenas unos meses antes de su muerte en desigual combate con tropas españolas, que invaden su refugio de San Lorenzo, en la Sierra Maestra, éste le expresa que…"….al contestar tus últimas cartas, te ofrecí escribirte con más extensión y para cumplirlo empiezo hoy que es un día fausto para nosotros los verdaderos cubanos, pues siempre indica aquella fecha memorable del 10 de octubre de 1868. Así podré comprender muchos particulares que es preciso omitir, cuando se escribe a la carrera; pero no esperes todas las interesantes ni los detalles de otras muchas; pues deseoso de no contribuir a nada que baldone o perjudique en estas circunstancias al Gobierno de nuestra Patria y creído de que así puede resultar, si mis cartas caen en poder de los españoles, aunque no tuviera en cuenta a mis enemigos personales, seré muy parco en todo aquello que se relaciona con lo que me ha pasado con esos enemigos y sus medidas de gobierno anterior, ya que en lo exterior allá estarán siempre mejor enterados y sabrán si de trata o no de conseguir la libertad e independencia de Cuba […]. Comprendo muy bien que las razones alegadas para mi deposición hayan parecido insustanciales; pero haz de añadir que todo es un tejido de calumnias o de hechos tergiversados […]. El deseo de la Cámara de inmiscuirse en los negocios que no son de su competencia y convertir al Presidente de la República en un Mayordomo de cada Diputado…y por último la ambición de algunos jefes militares que no estaban contentos con su territorio ni sus atribuciones y sabían que yo consideraba su supremacía perjudicial a la salud de la República. Si yo hubiera podido transigir con estas aspiraciones, todavía ocuparía la Presidencia; pero mi conciencia me lo prohibía…."(24)
Su grandeza de espíritu y ejemplar patriotismo le son reconocidos por el Apóstol, en su escrito Céspedes y Agramonte, donde éste valora como…"…el extraño puede escribir estos nombres sin temblar, o el pedante, o el ambicioso; el buen cubano no. De Céspedes el ímpetu y de Agramonte la virtud. El uno es como el volcán, que viene, tremendo e imperfecto, de las entrañas de la tierra; y el otro es como el espacio azul que lo corona. De Céspedes el arrebato, y de Agramonte la purificación. El uno desafía con autoridad como de rey; y con fuerza como de la luz, el otro vence. Vendrá la historia, con sus pasiones y justicias; y cuando haya mordido y recortado a su sabor, aún quedará en el arranque del uno y en la dignidad del otro, asunto para la epopeya. Las palabras pomposas son innecesarias para hablar de los hombres sublimes. Otros hagan, y en otra ocasión, la cuenta de los yerros, que nunca será tanta como la de las grandezas…" (25)
Criterio que el Maestro reitera el 10 de octubre de 1888 en el diario El Avisador Cubano, que se publica en Nueva York, al expresar como…"…es preciso haberse echado alguna vez un pueblo a los hombros, para saber cuál fue la fortaleza del que, sin más armas que un bastón de carey con puño de oro, decidió, cara a cara de una nación implacable, quitarle para la libertad su posesión más infeliz, como quien quita a un tigre su último cachorro." (26)
Ese hombre que deja la bienandanza de la fortuna y el sosiego familiar para iniciar la primera contienda independentista y que al final de su vida acata su injusta destitución con entereza y ejemplar disciplina, es el mismo que en mayo de 1870, apenas iniciada la contienda, rechaza indignado la propuesta del entonces Capitán General, Caballero de Rodas, que le ofrece la vida de su hijo Oscar, prisionero del enemigo, a cambio de un arreglo personal, cuyas bases se discutirían posteriormente. A la misma da como respuesta que Oscar no es su único hijo, pues también lo son todos los cubanos que han ofrendado su vida por la Revolución.
1,2,2.- Antonio Maceo
Reconocido como brillante estratega militar dadas sus épicas hazañas en nuestras contiendas independentistas, que tuvieron su más brillante epílogo en su antológica Invasión de Oriente a Occidente, catalogada por no pocos especialistas como toda una proeza para su tiempo, Maceo va igualmente a descollar como un hombre de pensamiento de alto vuelo, que rigió su conducta personal, por sólidos principios morales.
Nuestro Apóstol lo describe en su prosa elegante como aquel que… "…de la madre más que del padre, viene el hijo, y es gran desdicha deber el cuerpo a gente floja o nula; pero Maceo fue feliz porque vino de león y de Leona […]Y hay que poner asunto a lo que dice, porque Maceo tiene en la mente tanta fuerza como en el brazo. No hallaría el entusiasmo pueril asidero en su sagaz experiencia. Firme es su pensamiento y armonioso como las líneas del cráneo. Su palabra es sedosa, como la de la energía constante, y de una elegancia artística que le viene de su esmerado ajuste con la idea cauta y sobria. No se vende por cierto su palabra que es notable de veras, y rodea cuidadosa el asunto, mientras no esté en razón, o insinúa, como quien vuelve de largo viaje, todos los escollos o entradas de él. No deja frase rota, ni usa voz impura, ni vacila cuando lo parece, sino que tantea su rema o su hombre. Ni hincha la palabra nunca ni la deja de la rienda…" (27)
El 5 de julio de 1878 Maceo responde a Vicente García, a su solicitud de apoyar la acción divisionista de Lagunas de Varona (28). En su misiva se nos muestra una vez más su entereza de carácter, lealtad a las instituciones de la República en Armas, su espíritu unitario y férrea disciplina a las jerarquías militares establecidas en el seno del Ejército Libertador. Al respecto le increpa como…"…usted se equivoca al decir que todo el pueblo de Cuba estuvo de acuerdo con el movimientos de Lagunas de Varona, pues estoy persuadido que era la minoría la que pedía reformas progresistas, y conste que estuve de acuerdo con algunas de ellas, pero nunca apelaré a la rebelión y el desorden para hacer uso de mis derechos. No es por cierto el mejor camino el que usted ha tomado para unir a los patriotas, porque si existen disenciones entre estos, no son tales que haya sido necesario apelar a tan reprochables medios como aquellos de que se vale usted para el reclamo de los suyos […]. Al mismo tiempo que indignación me produce su invitación al desorden y desobediencia a mis superiores, rogándole se abstenga en lo sucesivo de proponerme asuntos tan degradantes, que solo son propios de hombres que no conocen los intereses patrios y personales. Al hacerme esta proposición debió comprender que antes que todo soy militar. Para mí nada implica la amenaza que a ese a este Distrito, porque siempre apoyaré al Gobierno legítimo y no estaré donde no pueden estar el orden y la disciplina, porque vivir de esa manera sería llevar la vida de un perfecto bandolerismo. Cumpla usted con el deber que le impone su grado y sus obligaciones hacia la Patria y verá que ni las fuerzas se fraccionan, ni se desorganizan, como usted dice, pudiendo siempre reclamar el derecho y la justicia…". (29)
Sobre las circunstancias que determinaron la firma del ominoso Pacto del Zanjón (30), en febrero de 1878, Fidel Castro valora como…"…muchas pueden ser consideradas las causas de que en aquellas circunstancias nuestro pueblo no hubiese podido conquistar la independencia. Tal vez pueda ser más fácil ahora juzgar los hechos; tal vez pueda ser más fácil hacer el papel de críticos. A la distancia, se puede apreciar que, por ejemplo, cuando los cubanos se levantaron en armas, no poseían absolutamente ninguna experiencia militar, ni política. La organización que dieron al ejército y a la República en Armas era compleja. Tal vez no era la que más se adaptaba a aquellas circunstancias. En medio de la guerra desarrollaron una Asamblea Constituyente, algo verdaderamente extraordinario y noble. De aquella Asamblea surgió una forma de república, un gobierno, una cámara de representantes. Y tal vez aquella forma de organización no era la más adecuada para organizar y dirigir la guerra. Pero en aquellos tiempos eran los conocimientos que ellos poseían, las ideas prevalecientes, y cada uno de aquellos hombres imaginaba estar cumpliendo con su deber revolucionario y patriótico de la forma más cabal. El sentimiento nacional no estaba realmente forjado. Y fue precisamente aquella Guerra de los Diez Años la que contribuyó a consolidar definitivamente un espíritu nacional. Entonces existían todavía muchos localismos. Era difícil movilizar fuerzas de una provincia a otra, de una jurisdicción a otra. Los jefes de los distintos cuerpos armados de cada región muchas veces eran algo así como paladines o caudillos de aquellos combatientes. Y los patriotas se enfrentaron con aquellas realidades, con un fuerte regionalismo, un fuerte localismo, que dificultaban la marcha de las operaciones militares. Surgieron también problemas políticos. Surgieron en algunos jefes ambiciones, surgió la confusión en algunos patriotas. Y así ocurrieron hechos dolorosos, como fue la destitución del Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes. Y no fue aquel el único hecho. En 1875 se producen en algunas regiones sediciones militares, como fue la de Lagunas de Varona, en los momentos precisos en que Máximo Gómez invadía la provincia de Las Villas y necesitaba refuerzos para continuar la marcha de las operaciones militares. Y los esfuerzos que el mando cubano realizaba para reunir aquellas fuerzas que debían apoyar a Máximo Gómez, fueron uno de los factores que contribuyeron a la gestación de la sedición de Lagunas de Varona en 1875. Y más adelante, cuando los españoles, haciendo un último y supremo esfuerzo, enviaron poderosos contingentes de tropas aguerridas a nuestro país para avanzar desde Occidente hasta Oriente y contrarrestar la invasión de los patriotas, surgieron hechos dolorosos, como fue la virtual expulsión de Máximo Gómez del territorio de las Villas, como resultado del acentuado localismo de algunos jefes de aquella región; además, nuevas sediciones militares, como la de Santa Rita, en los mismos instantes en que las tropas de Martínez Campos se aproximaban en su ofensiva a la provincia de Camagüey. Aquella sedición dio lugar a la indisciplina y la insubordinación de unidades enteras, y a la deserción de numerosos combatientes, precisamente cuando el enemigo, con más fuerza que nunca, avanzaba sobre Camagüey. Aquellas circunstancias fueron creando una situación militar verdaderamente crítica…". Para agregar que…"…ahora, lo doloroso, lo que sorprendió y dolió profundamente a Maceo y sus fuerzas, fue la noticia de que, en los instantes en que ellos terminaban el combate del Camino de San Ulpiano, se acababa de firmar en Camagüey el Pacto del Zanjón. Y Maceo, indignado, amargado, se preguntaba qué dirían sus hombres, qué dirían sus compañeros, qué dirían los heridos, cómo se podía justificar ante sus muertos, los que había tenido en aquellos combates, si en esos precisos instantes se estaba firmando la paz sin la independencia. Y aquella paz sin independencia realmente se había hecho sin consultar a todas las fuerzas, puesto que las fuerzas de Maceo, una de las más importantes de la Revolución, no habían sido consultadas. Fueron esos factores los que determinaron una conducta, una actitud y un gesto que señalan una de las más extraordinarias proezas patrióticas de nuestras guerras de independencia, de nuestros combatientes revolucionarios, que fue la Protesta de Baraguá" (31)
La denominada Protesta de Baraguá (32) tiene en la historia de Cuba una especial significación por expresar la lealtad a los principios revolucionarios, aún en las más adversas condiciones. Su aporte a nuestra ideología se fundamenta en la intransigencia revolucionaria ante cualquier violación, por mínima que sea, a los valores en que esta tradicionalmente se sustenta. Al ser Antonio Maceo, su protagonista principal, enfrentado al derrotismo de no escasos jefes militares y representativos de la República en Armas, su ejemplo nos trasciende y alienta, en las luchas del presente insertas en las más complejas coyunturas.
Su ideario latinoamericanista y solidario se denota en su plena confianza en el apoyo de las repúblicas hermanas a la causa mambisa. En la carta que éste envía el 30 de octubre de 1895 al general Joaquín Crespo, presidente de Venezuela afirma como…"…la Revolución (cubana) se halla en camino de asegurar su triunfo decisivo. Para ello nos hace falta solamente armamento necesario […]. Ninguna nación (latino) americana querrá por sí sola la responsabilidad que le traería intervenir en los asuntos que favorezcan directamente a la República de Cuba, pero creo que ninguna, tampoco, se denegaría a aceptar esa misma responsabilidad si fuese colectiva y solidaria entre todas. Así, pues, si nuestros hermanos del Centro y del Sur del Nuevo Mundo tuviesen a bien favorecer a Cuba, podrán garantizar, en nombre nuestro, el pago de un empréstito de un millón de dólares, los dineros diversos serían invertidos en comprar elementos de guerra para los cubanos; y ordenar que esos elementos fuesen contratados y embarcados bajo los auspicios del Cuerpo Consular Hispanoamericano, residente en Nueva York." (33)
A su vez observa con desconfianza las apenas ocultas intenciones del gobierno norteamericano, signado de afanes anexionistas. Maceo alerta a sus amigos del peligro de tales propuestas. A Federico Pérez Carbó, de misión en Nueva York, escribe desde el campamento de El Roble (Pinar del Río), el 14 de julio de 1896 como…"…de España jamás esperé nada, siempre nos ha despreciado y sería indigno que se pensase en otra cosa. La libertad se conquista al filo del machete, no se pide; mendigar derechos es propio de cobardes incapaces de ejercitarlos. Tampoco espero nada de los (norte) americanos. Todo debemos fiarlo a nuestros propios esfuerzos, mejor es subir o caer sin ayuda, que contraer deudas con vecino tan poderoso".(34)
En otra misiva, enviada al patriota Alberto Díaz, apenas unas horas después, puntualiza que…"…no me parece cosa de tanta importancia el reconocimiento de nuestra beligerancia ni tan provechosa al porvenir de Cuba la intervención (norte) americana como suponen la generalidad de nuestros compatriotas. Creo más bien que en el esfuerzo de los cubanos que trabajamos por la independencia, se encierra el secreto de nuestro definitivo triunfo, que solo traerá aparejada la felicidad del país si se alcanza sin aquella intervención". Idea que reitera en misiva al patriota José Dolores Poyo, donde le recalca como…"…si hasta hoy las armas cubanas han ido de triunfo en triunfo, ¿a qué intervenciones e injerencias extrañas que no necesitamos ni convendrían? Cuba está conquistando su independencia con el brazo y el corazón de sus hijos; libre será en breve plazo sin que haya menester otra ayuda". (35)
1,2,3.- Máximo Gómez
Escasas personalidades simbolizan, en nuestra historia patria, el gesto sublime de solidaridad latinoamericanista, no obstante la presencia de tantos ejemplos hermosos, como el Generalísimo Máximo Gómez. De modesto origen campesino, de carácter más bien austero, recia personalidad y valores morales bien acendrados, favorecieron el desarrollo de su natural inteligencia, e innata capacidad para el liderazgo y el mando militar, dones que suplieron con creces la carencia de estudios universitarios y títulos académicos.
No obstante que en el bregar continuo del Apóstol en la organización de la guerra necesaria, surgiesen excusables diferencias entre éste y el veterano mambí, respecto a sus concepciones del como hacer la guerra, siempre prevaleció un mutuo respeto y consideración, que allanó el camino a la pronta reconciliación ante la generosa prevalencia de su común objetivo de ver a Cuba libre y soberana.
Las amargas experiencias de Gómez, en la primera contienda, que condujeron al humillante Pacto del Zanjón, seguramente lacerante para el Generalísimo, dado por el celo civilista de los integrantes de la Cámara de Representantes, instaurada por la Constitución de Guáimaro; los absurdos, pero excusables para la época, regionalismos, y particularmente las vanidades y ambiciones personales de algunos personajes, estaban aún muy recientes.
Martí, que se forja un indiscutible liderazgo entre los Pinos Nuevos, que surgen a la palestra pública sin el glorioso historial militar de los épicos jefes de la gesta del 68, es portador de sus personales concepciones al respecto, lo que no mengua, sino acrecienta su acendrado respeto, casi veneración, por los heroicos caudillos, que como el ilustre dominicano, eran leyenda de los relatos escuchados de sus mayores, cuando sufría por la patria esclava, en el presidio y temprano destierro.
Posterior a uno de sus frecuentes y a veces conflictivos encuentros, en su bregar organizativo, Martí le escribe a Gómez, en carta fechada en New York, en 1884, a quien reconoce como distinguido general y amigo como…"… salí en la mañana del sábado de la casa de Vd. con una impresión tan penosa, que he querido reposar dos días, para que la resolución que ella, unida a otras anteriores, me inspirase, no fuera resultado de una ofuscación pasajera, o excesivo celo en la defensa de cosas que no quisiera ver yo jamás atacadas -sino obra de meditación madura:- ¡qué pena me da tener que decir estas cosas a un hombre a quien creo sincero y bueno, y en quien existen cualidades notables para llegar a ser verdaderamente grande!- Pero hay algo que está por encima de toda la simpatía personal que Vd. pueda inspirarme, y hasta de toda razón de oportunidad aparente; y es mi determinación de no contribuir en un ápice, por amor ciego a una idea en que me está yendo la vida, a traer a mi tierra a un régimen de despotismo personal, que sería más vergonzoso y funesto que el despotismo político que ahora soporta, y más grave difícil de desarraigar, porque vendría excusado por algunas virtudes, establecido por la idea encarnada en él, y legitimado por el triunfo. ¡Un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento; y cuando en los trabajos preparativos de una revolución más delicada y compleja que otra alguna, no se muestra el deseo sincero de conocer y conciliar todas las labores, voluntades y elementos que han de hacer posible la lucha armada, mera forma del espíritu de independencia, sino la intención, bruscamente expresada a cada paso, o mal disimulada, de hacer servir todos ]os recursos de fe y de guerra que levante el espíritu a los propósitos cautelosos y personales de los jefes justamente afamados que se presentan a capitanear la guerra, ¿qué garantías puede haber de que las libertades públicas, único objeto digno de lanzar un país a la lucha, sean mejor respetadas mañana? ¿Qué somos, General?, ¿los servidores heroicos y modestos de una idea que nos calienta el corazón, los amigos leales de un pueblo en desventura, o los caudillos valientes y afortunados que con el látigo en la mano y la espuela en el tacón se disponen a llevar la guerra a un pueblo, para enseñorearse después de él? ¿La fama que ganaron Vds. en una empresa, la fama de valor, lealtad y prudencia, van a perderla en otra? […], El dar la vida sólo constituye un derecho cuando se la da desinteresadamente. Ya lo veo a Vd. afligido, porque entiendo que Vd. procede de buena fe en todo lo que emprende, y cree de veras, que lo que hace, como que se siente inspirado de un motivo puro, es el único modo bueno de hacer que hay en sus empresas. Pero con la mayor sinceridad se pueden cometer los más grandes errores; y es preciso que, a despecho de toda consideración de orden secundario, la verdad adusta, que no debe conocer amigos, salga al paso de todo lo que considere un peligro, y ponga en su puesto las cosas graves, antes de que lleven ya un camino tan adelantado que no tengan remedio […]. ¿Se ha acercado a Vd. alguien, General, con un afecto más caluroso que aquel con que lo apreté en mis brazos desde el primer día en que le vi? ¿Ha sentido Vd. en muchos esta abundancia de corazón que me dañaría tanto en mi vida, si necesitase yo de andar ocultando mis propósitos para favorecer ambicioncillas femeniles de hoy o esperanzas de mañana? (36)
El 5 de marzo de 1898, el Capitán General de Cuba, Ramón Blanco envía una proposición de alianza a Máximo Gómez. Con los Estados Unidos a punto de declarar la guerra a España, éste le propone al respetado mambí el unirse contra el enemigo extranjero. En la misma le expresa como…"…con la sinceridad que siempre ha caracterizado todos mis actos, me dirijo a usted, no dudando por un momento que su clara inteligencia y nobles sentimientos, los que como enemigo honrado reconózcole, harán acoger mi carta favorablemente. No puede ocultarse a usted que el problema cubano ha cambiado radicalmente. Españoles y cubanos nos encontramos ahora frente a un extranjero de distinta raza, de tendencia naturalmente absorbente, y cuyas intenciones no son solamente privar a España de su bandera sobre el suelo cubano, por razón de su sangre española. El bloqueo de los puertos de la Isla no tiene otro objeto. No sólo es dañoso a los españoles, sino que afecta también a los cubanos, completando la obra de exterminio que comenzó con nuestra guerra civil. Ha llegado, por tanto, el momento supremo en que olvidemos nuestras pasadas diferencias y en que, unidos cubanos y españoles para nuestra propia defensa, rechacemos al invasor. España no olvidará la noble ayuda de sus hijos de Cuba, y una vez rechazado de la Isla el enemigo extranjero, ella, como madre cariñosa, abrigará en sus brazos a otro nueva hija de las naciones del Nuevo Mundo, que habla en su lengua, profesa su religión y siente correr en sus venas la noble sangre española. Por todas estas razones, General, propongo a usted hacer una alianza ambos ejércitos en la ciudad de Santa Clara. Los cubanos recibirán las armas del Ejército español y, al grito de ¡viva España! Y viva Cuba!, rechazaremos al invasor y liberaremos de un yugo extranjero a los descendientes de un mismo pueblo". (37)
El Generalísimo le responde el 20 de abril rechazando su oferta con una misiva en la que le expresa:
"[…] Usted dice que pertenecemos a la misma raza y me invita a luchar contra un invasor extranjero; pero usted se equivoca otra vez, porque no hay diferencias de sangre ni de razas. Yo sólo creo en una raza: la Humanidad…" (38)
En comunicación dirigida a la Asamblea de Representantes el 6 de enero de 1899 este valora como…"…no creo que ahora que ha llegado el momento se deba perder un solo minuto de tiempo en emprender en obra, único medio de concluir la labor y despedir el poder extranjero-para mí injustificable y que a la larga constituye un peligro para la independencia absoluta de Cuba.-que ejerce en esta tierra". (39)
En el transcurso de la Invasión a Occidente se recogen las siguientes valoraciones de Gómez que revelan la profunda eticidad de su pensamiento político. Frente a la destrucción causada por la tea incendiaria, para limitar los recursos de que disponía el gobierno español para mantener la guerra éste expresa como…"…cuando llegué al fondo, cuando puse mi mano sobre el corazón adolorido del pueblo trabajador y lo sentí herido de tristeza, cuando palpé al lado de toda aquella opulencia, alrededor de toda aquella asombrosa riqueza, tanta miseria material y tanta pobreza moral; cuando todo esto vi en la casa del colono, y me lo encontré embrutecido para ser engañado, con su mujer y sus hijitos cubiertos de andrajos y viviendo en una pobre choza, plantada en la tierra ajena; cuando pregunté por la escuela y se me contestó que no la había habido nunca, y cuando entramos en pueblos como Alquízar, Ceiba de Agua, El Caimito, Hoyo Colorado, Vereda Nueva, Tapaste y cincuenta más y no vi absolutamente nada que acusara ni cultura, ni aseo moral, ni pueblos limpios, ni riquezas limpias, ni vida acomodada; […] entonces yo me sentí indignado y profundamente predispuesto en contra de las clases elevadas del país, y en un instante de coraje, a la vista de tan marcado como triste y doloroso desequilibrio exclamé: ¡Bendita sea la tea!" (40).
El Generalísimo Máximo Gómez valora como frustrante la ocupación norteamericana del país lo que se expresa en su Diario de Campaña apenas a una semana de iniciarse oficialmente la misma, dado que…"…la actitud del Gobierno Americano con el heroico Pueblo Cubano en estos momentos históricos, no revela a mi juicio más que un gran negocio aparte de los peligros que para el País envuelve la situación que mortifica el espíritu público y hace más difícil la organización en todas sus ramas; que debe dar, desde un principio, consistencia al establecimiento de la futura República; cuando todo fuera obra suya, de todos los habitantes de la Isla, sin distinción de nacionalidades….Se me antoja creer que no puede haber en Cuba, verdadera paz moral, que es la que necesitan los pueblos para su dicha y ventura mientras dure el gobierno transitorio impuesto por la fuerza de un Poder extranjero y por tanto ilegítimo, e incompatible con los principios que el país entero ha venido sustentando tanto tiempo y en defensa de los cuales se ha sacrificado la mitad de sus hijos y desaparecido todas sus riquezas. Tan natural y grande es el disgusto y el apenamiento que se siente en toda la Isla, que apenas el pueblo ha podido expansionarse celebrando el triunfo de la cesación del Poder de sus antiguos dominadores. Triste se han ido ellos y tristes hemos quedado nosotros; porque un poder extranjero los ha sustituido […]. Pero los americanos han amargado con su tutela impuesta por la fuerza, la alegría de los cubanos y no supieron endulzar la pena de los vencidos. La situación pues que se ha creado a este pueblo de miseria material y de apenamiento, por estar cohibidos casi todos sus actos de soberanía, es cada día más aflictivo, y el día que termine tan extraña situación, es posible que no dejen los americanos ni un adarme de simpatía". (41)
En la conocida como Proclama del Narcisa, en la antigua provincia de Las Villas el 29 de diciembre de 1898 valora como…"…ha llegado el momento de dar pública explicación de mi conducta y de mis propósitos, siempre según mi criterio, en bien del país al que sirvo, terminada la guerra con España, firmada por nuestros aliados-tácitamente-los americanos, creía de mi deber no moverme, sin un objeto político determinado, del lugar en donde disparé el último tiro y envainé mi espada y para no perturbar, quizás, con mi presencia el reposo y la calma necesarios, para consolidar la paz sin molestar a los cubanos con manifestaciones de júbilo innecesarios. El período de transición va a terminar. El ejército enemigo abandonará el país y entrará a ejercer la soberanía entera de la Isla, ni libre ni independiente todavía, el Gobierno de la Gran Nación". (42)
A inicios de 1899, recién iniciada la primera intervención norteamericana da a conocer un manifiesto bajo el título Al pueblo de Cuba, durante la permanencia al frente de sus tropas en Yaguajay, antigua provincia de Las Villas, que se conocerá posteriormente por los historiadores como Proclama de Yaguajay. En la misma expone sus criterios, en forma de patrióticos consejos, acerca de lo que aspira sea la conducta de los cubanos y sus futuros gobernantes ya fundada la futura República. Al respecto expone como…"… para andar más pronto el camino de la organización nacional, elegid para directores de vuestros destinos a los hombres de grandes virtudes probadas, sin preguntarles en dónde estaban y qué hacían mientras Cuba se ensangrentaba en la lucha por la Independencia. Debéis ser atinados en la elección de los ministros, administradores de los intereses del país, que no alfombren sus casas ni sean arrastrados por carrozas antes que las espigas maduren con abundancia en los campos de la Patria que habéis regado con vuestra sangre para hacerla libre. No tengáis ministros con mujeres que vistan de seda, mientras las del campesino y sus hijos no sepan leer y escribir. Aprended a hacer uso en la paz de vuestros derechos, que habéis conseguido en la guerra; que no se deben conformar los hombres con menos, porque esto conduce al servilismo, ni pretended más, porque esto os llevaría a la anarquía. La observación estricta de la ley es la única garantía para todos. Yo aconsejo para Cuba, puesto que se alcanzó el sublime ideal, un abrazo fraternal que apriete y una para siempre el augusto principio de la nacionalidad cubana. El triunfo definitivo debe rodear a este pueblo de majestad y grandeza. Se debe conceder el perdón a todo el que lo solicite, para que la obra quede completa. Al aproximarse a las tumbas gloriosas de nuestros compañeros a depositar la siempreviva, junto con una lágrima de guerrero, es preciso en esta hora piadosa llevar el alma pura de rencores. Que no os ofusquen los apasionamientos de la victoria, ni que los que se crean más meritorios los ensoberbezca y ciegue el orgullo, pues por ese camino casi siempre se han perdido muchos hombres que principiaron siendo grandes y acabaron pequeños. No se debe olvidar nunca que así como la espada es la bienhechora para dirigir y gobernar bien las cosas de la guerra, no es muy buena para esos oficios en la paz, puesto que la palabrea ley es la única que debe decírsele al pueblo, y el diapasón militar es demasiado rudo para interpretar con dulzura el espíritu de esa misma ley. Se tiene que dejar de oír el relato de pasadas hazañas. Todo eso cumple a la majestad de la historia porque si no se mortifica a los que, debiendo, no supieron ejecutarlas y aparecería como un cargo que los irrita, y predispone a los espíritus a la desunión o a la discordia. Con todas estas preocupaciones de obreros abnegados que todo lo han dado a la Patria, y ayudados por tres factores poderosísimos, el trabajo, la educación y las buenas costumbres – la mejor higiene para preservar el alma y el cuerpo de amargos dolores -, Cuba será próspera y venturosa Mientras tanto, si yo no caigo en lo que falta de la lucha, y cuando me vea tranquilo en un rincón de mi Patria, pediré siempre para Cuba las bendiciones del Cielo. (43)
Ya al concluir la guerra, estando Gómez acampado en el Central Narcisa, escribió a María Escobar (colaboradora de la lucha independentista que tenía el nombre de guerra de "Vencedor" y quien, junto con Antonia Romero, "La Torcaza", realizó importantes labores revolucionarias suministrando información, transportando armas y pertrechos en el proceso bélico) una carta en la que le señaló:
"Mientras más pronto se saque a la vida a este pueblo muerto, tanto más será productivo y consumidor […]. Esto es asegurar la paz, porque cuando el pueblo tiene hambre, ella está amenazada […]. Dividida en dos castas la sociedad, una que tiene el pan y la otra que tiene el hambre, ¿cómo puede andar eso […]"(44)
Tanta era la pasión del Generalísimo por la agricultura, que después de firmar con José Martí, el 25 de marzo de 1895, el Manifiesto de Monte Cristi, de embarcarse junto al Apóstol integrando la llamada "mano de valientes" en la madrugada del 1º de abril, y de arribar a Cabo Haitiano, el día 8, mientras se hacían los preparativos para llegar a Cuba, escribió a sus hijos menores Urbano, Bernardo y Andrés, una hermosa carta de despedida que sirve de muestra de su amor a la tierra. En la misma les expresa como…"…espero también que trabajen mucho y voy a ver todo lo que cuando yo vuelva encuentro hecho en ese patio. Muchas cosas bonitas, mucho sembrado, que al mismo tiempo que sea bello, sea útil. Es preciso que hagan ahorros para que lo más pronto que puedan, poner una pluma de agua, pues sin agua no hacemos nada. Cuando se tenga el agua, de ese patio se puede hacer un conuco y ahí en Monte Cristy una familia honrada y trabajadora con un buen patio y que sepa sacar provecho de él, vive desahogada […]. Muy bien pueden ustedes hacerse grandes agricultores en ese patio y hasta pueden tomar más. Les he dejado libros que les enseñan cómo se cultiva todo y cómo se hacen las cosas de la tierra, […], La distribución del trabajo es lo esencial para que nos dé el resultado que nos proponemos y eso es lo que ustedes deben hacer; […] laboren la tierra que es el trabajo recio y duro, que da fuerza y vigor y buena salud a los hombres.". (45)
Mediante intrigas y pérfidas maniobras enfiladas a la digresión de las fuerzas revolucionarias, el 12 de marzo de 1899 se produce la destitución de Máximo Gómez de los cargos ganados por sus méritos en la contienda independentista por la Asamblea del Cerro (46), que asume el poder de la República en Armas, tal como se proclama en la Constitución de La Yaya (47)
El Generalísimo, mediante un manifiesto a la nación, expresó:
"…Extranjero como soy, no he venido a servir a este pueblo, ayudándole a defender su causa de justicia, como un soldado mercenario; y por eso desde que el poder opresor abandonó esta tierra y dejó libre al cubano, volví la espada a la vaina, creyendo desde entonces terminada la misión que voluntariamente me impuse. Nada se me debe y me retiro contento y satisfecho de haber hecho cuanto he podido en beneficio de mis hermanos. Prometo a los cubanos que, donde quiera que plante mi tienda, siempre podrán contar con un amigo". (48)
El 2 de abril le escribe a su esposa Bernarda del Toro:
"Los que esperan, están desesperados. Como yo no espero nada, estoy muy tranquilo con mi inesperada situación, descargado de toda responsabilidad y gozando del cariño de este pueblo que ahora más que nunca, me lo ha demostrado, comprometiendo, por modo tan elevado y sentido, mi gratitud eterna […] La actitud del Gobierno Americano con el heroico Pueblo Cubano, en estos momentos históricos, no revela a mi juicio más que un gran negocio […] Nada más racional y justo, que el dueño de una casa, sea el mismo que la va a vivir con su familia, el que la amueble y adorne a su satisfacción y gusto; y no que se vea obligado a seguir, contra su voluntad y gusto, las imposiciones del vecino". (49)
Ante tal arbitraria medida, el Generalísimo Gómez recibe un masivo respaldo popular, sumiendo a la Asamblea del Cerro en tal descrédito que esta se ve obligada a disolverse a los pocos días, abriendo el camino a la consolidación de la ocupación norteamericana impuesta al pueblo cubano. El ilustre cubano-dominicano, rechazó los altos cargos que se le ofrecieron, incluso su postulación como candidato a la presidencia de la naciente República. En su proverbial modestia, solo propia de las personalidades excepcionales, acompañada de su invalorable ideario ético-político, residía su mayor grandeza.
La tregua fecunda
La conocida históricamente como Tregua fecunda (50) período que transcurre desde la firma del Pacto del Zanjón hasta el inicio de la última guerra independentista el 24 de febrero de 1895 tiene una extraordinaria importancia en los aportes a la ideología de la Revolución Cubana, dada la trascendencia de los hechos que en su decursar tienen lugar y de las personalidades que en ellos intervienen, portadoras de un ideario de significativo contenido ético-político. (51).
Dada la índole de nuestra obra priorizaremos tres momentos fundamentales, por su contribución a la producción espiritual, en el seno del pensamiento cubano de la época a partir de sus personalidades más representativas: papel del autonomismo en la confrontación de ideas; el surgimiento de la clase obrera y de las primeras organizaciones laborales, y particularmente, acerca de la obra trascendente de José Martí en la organización de la Guerra Necesaria.
2,1.- El autonomismo.
Esta corriente de pensamiento siempre estuvo presente, inserta en el reformismo del siglo XIX, aunque enmarcado en diversas peculiaridades, aspiraciones e intereses, acorde al contexto epocal. (52) aunque revelado en sus esencias, en diversos matices, si se percibe en la hondura de sus contenidos ético-políticos, desde el más progresista para su época, en las primeras décadas de la centuria, personificado en el ideario de José Agustín Caballero, Francisco de Arango y Parreño, Félix Varela, Luz y Caballero y José Antonio Saco, para citar las personalidades más relevantes; el resurgido en el período de entreguerras (1878-1895), con su figura cumbre en Rafael Montoro; hasta sus rezagos más conservadores e incluso reaccionarios, en los dos últimos años de la contienda independentista (1897-1898).
En su complejo proceso de definiciones y reacomodos ideológicos es dable tener en cuenta, en sus diversos representantes, propiciado por un condicionamiento multifactorial, el transitar desde los intereses clasistas, la coyuntura histórica tanto nacional como internacional, formación educativa y familiar; su nivel de concientización; agudeza interpretativa de la realidad en que desarrolla su actividad y tantas otras.
El estudio del pensamiento cubano, tarea harto compleja, exige el no aferramiento a falsos objetivismos, intolerancias, .reflexiones dogmáticas o prejuicios, que nublen el juicio del analista, como el identificar tales posiciones, en todos los casos, como carentes de afanes patrióticos. No es por mera casualidad que no pocas de tales personalidades transitaran desde el reformismo al independentismo, desde la excepcionalidad temprana de Varela hasta la relativamente mudanza tardía, pero siempre loable de Varona. (53)
Para un intelectual tan lúcido como Cintio Vitier, en el denominado período entreguerras…"…la cultura cubana, en la Isla, se saturaba de autonomismo y positivismo. El Pacto del Zanjón entrega el país a las corrientes más reaccionarias y conservadoras, cabalizadas en dos partidos, el Unión Constitucional, españolizante hasta la médula, y el Liberal, después llamado Autonomista, vocero criollo del reformismo y el evolucionismo". (54)
La creación del Partido Autonomista responde a la particular situación política y económica en que se encuentra sumido el país tras el temporal fracaso de la primera contienda independentista y la firma del llamado Pacto del Zanjón el 15 de febrero de 1878. En este último…"…en que se agruparon profesionales, profesores y hacendados cubanos incluyó desde partidarios del status colonial irreversible, sujeto a crecientes mejoras, hasta separatistas encubiertos, decididos a aprovechar las posibilidades de propaganda crítica, obtenidas en el fondo, como la representación a las Cortes y la abolición de la esclavitud, al filo del machete insurrecto, e incluso contó en sus filas con peninsulares procedentes de la fracasada República Española. Los autonomistas medios o típicos eran pues liberales en el sentido español de la palabra, nunca libertarios de raíz americana. De todos modos, antes de la fundación del Partido Revolucionario Cubano en el exilio (por José Martí. N. del A.), el autonomismo, mediante sus brillantes oradores y medios de prensa, desarrollan un intenso trabajo político, que, más allá de los objetivos inmediatos, ayudó a la toma de conciencia masiva de la problemática cubana frente a los cerriles planteamientos del integrismo peninsular". (55)
Si nos situamos en el ideario autonomista en el período entreguerras éste pretende…"…identidad de derechos civiles y políticos para los españoles de uno y otro hemisferio; extensión de los derechos individuales que garantiza el título 1 de la Constitución a todos los españoles; la admisión de los cubanos, a la par que los españoles, a todos los cargos y destinos públicos, con arreglo al artículo 15 de la Constitución; inmediata entrada en el escalafón general de los funcionarios de justicia, del ramo de instrucción pública y de las demás carreras administrativas y rebaja de los derechos que pagan en las aduanas de la Península los azúcares y miles de Cuba, hasta reducirlo a derechos fiscales". (56)
El agravamiento de la crisis económica tanto en la colonia antillana, suministradora de recursos financieros, que repercute necesariamente en la propia metrópoli, a partir de 1897, sume a la corriente autonomista, en su última etapa, en posiciones ya francamente reaccionarias y antipatrióticas.
En esos dos últimos años de la segunda contienda independentista resulta evidente como…"…algunos indicadores económicos sugieren que al finalizar el año de 1897, los recursos de España se aproximan al límite. A la hacienda de la Isla le resultaba imposible cubrir los gastos financieros para mantener la guerra".
En tal sentido…"…políticos e intelectuales como Francisco Pi y Margall, Pablo Iglesias y Vicente Blasco Ibáñez, en sus escritos, denunciaban la inutilidad de la guerra y sus consecuencias nocivas para la sociedad y economía españolas…El humillante fracaso del general Valeriano Weyler, apoyado en su último esfuerzo por el gobierno de Cánovas del Castillo, con grandes recursos logísticos dio punto final a tales intentos" (57)
Tal situación extrema no le permitía a España proseguir la guerra, sumado a los rotundos éxitos obtenidos por el Ejército Libertador, en el campo de batalla. Como bien reconociese el general Ramón Blanco, sustituto de Weyler, como máxima autoridad colonial en Cuba, a principios de noviembre de 1897…"…la administración se halla en el último grado de perturbación y desorden; el ejército agotado y anémico, poblando los hospitales, sin fuerzas para combatir ni apenas para sostener sus armas…". (58)
En definitiva la metrópoli se ve forzada a promulgar el 25 de noviembre de 1897 el decreto que aprobaba el régimen autonómico para Cuba y Puerto Rico. Ello estimula a los sectores autonómicos más retrógrados a incrementar su campaña contra los afanes independentistas materializados en su heroica y desigual lucha en los campos de batalla.
En el periódico Cuba, fundado por estos en New York, estos nos revelan su verdadero ideario cuando expresan como…"…nosotros los que comenzamos nuestra vida política anunciando al pueblo de Cuba que será la autonomía colonial su forma de gobierno más efectiva, los que nunca fuimos a la Revolución desde 1879 hasta 1895, cuando precisamente íbamos de pueblo en pueblo tratando de alejar de ella a todos los cubanos, presentadas las ventajas del régimen autonómico y haciendo entender que el inolvidable Martí habrá de conducirnos a la desesperación y la muerte". (59)
Controversial resultan los diversos criterios de historiadores y especialistas acerca del papel desempeñado por la corriente autonomista en el llamado período entreguerras. Si bien para unos desempeña un papel positivo en el sentido de ejercer una crítica sistemática a las manquedades e insuficiencias del status colonial implantado en su colonia antillana, creando un clima propicio, sin ser su propósito, en favorecer las condiciones para la labor organizativa encabezada por José Martí, en los preparativos para la Guerra Necesaria, para otros resultó un factor retardatario en ese empeño. Lo más cercano a la verdad histórica, en nuestro criterio, es que ambas valoraciones son portadoras, en algo de certeza. No es la primera vez que algo similar ocurre, aunque en contextos disímiles, si analizamos el papel desempeñado en su momento por José de la Luz y Caballero y particularmente José Antonio Saco, en el período que antecede a la primera contienda independentista.
2,2.- Nacimiento del movimiento obrero.
Si en 1827 los ingenios movidos por máquinas de vapor constituían el 2,5% del total de ingenios en el país, en 1846 éste subió a 19,8% y en 1861 alcanzó la del 17,7%. La introducción de la máquina de vapor es acompañada por otros adelantos técnicos que favorecen el incremento de la producción azucarera.
En 1837 se inaugura la primera línea de ferrocarril de 27 kilómetros, de La Habana a Bejucal. En 1859 la longitud total de las líneas de ferrocarril llega a 350 kilómetros, en 1860 a 1281 y en 1885 a 1 499 kilómetros. En 1898 al cesar la dominación de España en Cuba, la longitud alcanza ya un total de 1717 kilómetros. Junto con este desarrollo ferroviario se extendió la red telegráfica.
A partir de la industria azucarera se constituye el núcleo fundamental en la formación de nuestra clase obrera, a partir del trabajo asalariado que sustituye gradualmente al trabajo propiamente esclavo hasta la abolición de la misma en 1886 que suma a la incipiente clase obrera unos 200 000 antiguos esclavos Es de destacar que en 1862, unos 6 años de iniciarse la primera contienda independentista existían en Cuba 172 071 negros esclavos y 45 477 hombres libres de los cuales 41 mil eran blancos.
En otros sectores de la economía que aportan al movimiento obrero nuevas fuerzas está la industria tabacalera. Si en 1836, en 21 cigarrerías laboraban tan solo 46 obreros, ya en 1861 en 38 manufacturas laboran 2 300 trabajadores. A partir de la introducción de la máquina de vapor en 1860, a lo que se agrega la modalidad de la torcedura de tabaco en 1988, determina la concentración en los talleres de la fuerza laboral y los primeros conflictos con la patronal en demanda de mejoras salariales. Este sector es cuna del movimiento sindical, basado en que muchos de sus miembros eran antiguos artesanos organizados en asociaciones de socorros y ayuda mutua. La primera organización conocida en Cuba es la Asociación de tabaqueros de La Habana fundada en 1866.
Si bien la tendencia reformista en el movimiento obrero impera durante años, liderada por Saturnino Martínez, la creciente influencia del anarco-sindicalismo introducido en Cuba por los inmigrantes ibéricos, radica la lucha contra la patronal, encabezada por una figura destacada en esa esfera, Enrique Roig de San Martín que tiene como vocero el periódico por él fundado: El Productor.
Saturnino Martínez se puede considerar uno de los fundadores del movimiento obrero en Cuba. Asturiano de nacimiento, era portador del rico legado obrero de esa provincia española pues a partir de su ideario reformista luchó por la fundación de escuelas obreras nocturnas, cooperativas de producción y mejoras en las condiciones laborales. En 1865 aparece en la capital, fundado por él, el primer periódico obrero de Cuba, La Aurora, que cesa hacia 1868.
En el primer número de La Aurora, el 22 de octubre de 1865, se edita el artículo "Profesión de fe" donde se valora que…"…cuando en el seno de los pueblos empieza a sentirse el desarrollo de las ideas de civilización y progreso, no hay fuerza posible a detener, el espíritu de impulsión que lo anima. Las ciencias y las artes, el comercio y la industria, losa ricos y los pobres, todos en armónicas y legítimas aspiraciones se empeñan en disipar el fantasma del error que cierne sus alas sobre la multitud que empieza a despertar de su letargo. Por eso los pueblos han efectuado con éxito admirable tan grandes evoluciones en su rápida jornada" (60)
En su artículo "Escaseces" publicado en el "Aurora" el 17 de diciembre de 1865 después de valorar el cúmulo de penurias y escaseces que sufren los integrantes de los gremios, de donde nace el movimiento obrero en Cuba expresa que…"….nosotros levantamos hoy nuestra débil voz pidiendo para ellos más fraternidad, más amor, más unión y más confianza; porque hoy que se gana poco y que todo cuesta tanto, es cuando los pobres necesitan la misericordia y la filantropía de que tanto blasonamos a cada instante sin hacer alto en la práctica de tan buenas doctrinas" (61)
Ya avanzado el siglo XIX, exactamente en 1885, se funda el llamado Círculo de los Trabajadores, que tiene como objetivo el luchar por mejoras laborales para los gremios, donde sus principales dirigentes, como Enrique Messonier, profesaban mayoritariamente las ideas anarquistas que tienen gran importancia en la etapa inicial de la formación del movimiento obrero en Cuba. En la medida que este se consolida tiene la capacidad de organizar el Congreso Obrero (1887), que en realidad consistió en un consistió en un conjunto de reuniones efectuadas por diversas asociaciones obreras en La Habana así como la celebración por primera vez en Cuba del Primero de Mayo en 1890, cuya convocatoria se divulga el 20 de abril de 1890, así como el Congreso Obrero de 1892. (62)
Nuestro país figura entre los primeros en el mundo en celebrar esa fecha. En la convocatoria se expresa como…"…los abajo firmantes habiéndose hecho cargo del espíritu que anima a la mayor parte de los obreros de esta capital, de celebrar una manifestación pública, que termine en un gran meeting el primero de mayo, han determinado celebrar dicha manifestación para que el gobierno, las clases elevadas y el público en general, sepan o puedan apreciar cuales son las aspiraciones de este pueblo obrero. El itinerario de la marcha sería por Calzada del Monte, Calle del Águila, Calzada de la Reina, Galiano, San Rafael y Consulado hasta arribar al Skating Ring, donde se celebrará el meeting donde los oradores deberán exponer las necesidades y aspiraciones de la clase obrera únicamente en forma moderada, para que nuestros conceptos puedan ilustrar la opinión" (63)
Producto de la relativamente gradual primacía del ideario anarquista sobre el reformista, en las décadas finales del siglo, se revela en el importante papel que desempeña Enrique Roig de San Martín (1843-1889) y la fundación por éste del periódico "El Productor" (1887) que publica los resultados del Congreso Obrero de 1892, las demandas de la época del aún incipiente movimiento obrero y divulga la condena de los hechos ocurridos en Chicago el primero de mayo de 1886. (64)
El texto del acuerdo del Congreso Obrero Socialista de la II Internacional expresa:
"Por acuerdo del Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional, celebrado en París del 14 al 21 de julio de 1889, se convierte en una jornada de lucha de homenaje a los Mártires de Chicago, sindicalistas anarquistas, que fueron ejecutados en Estados Unidos por su participación en las jornadas de lucha por la consecución de la jornada laboral de ocho horas que tuvieron su origen en la huelga iniciada el 1 de mayo de 1886 y su punto álgido tres días más tarde, el 4 de mayo, en la Revuelta de Haymarket en Chicago. Llamativamente en los Estados Unidos no se celebra esta conmemoración. Allí celebran el Labor Day el primer lunes de septiembre desde 1882 en una parada realizada en Nueva York y organizada por la Noble Orden de los Caballeros del Trabajo (Knights of Labor, en inglés). El presidente Grover Cleveland, auspició la celebración en septiembre por temor a que la fecha de mayo reforzase el movimiento socialista en los Estados Unidos". (65)
Roig de San Martín es expresión de una evidente radicalización en las ideas que esgrime el movimiento obrero en su enfrentamiento a la patronal con una determinada influencia del marxismo. En su escrito "En nuestro puesto" que se publica en "El Productor" el 17 de noviembre de 1887 se valora como…"…faltaríamos a nuestro deber si en los supremos instantes por que atravesamos no se levantase nuestra voz para formular la más enérgica protesta en contra de los acontecimientos realizados en Chicago el día 11 del presente. Y faltaríamos a nuestro deber por dos razones: porque como hombres protestamos en contra de la pena de muerte, de ese crimen jurídico que mancha la toga del magistrado con la sangre del culpable…y porque como obreros tenían nuestra simpatía los infortunados anarquistas de Chicago" (66)
Asimismo escribe en su artículo "Democracia y socialismo", divulgado en "El Productor" en su edición del 28 de junio de 1888 que…"…todos conocemos la organización en que está basada la sociedad actual y todos, por más vueltas que le demos con el fin de atenuar los males que apareja, no podemos menos de reconocer que esta gran máquina se mueve debido a la explotación del hombre por el hombre […] La violencia y el fraude puestos en juego por una minoría ambiciosa y astuta, llegan a eximirla del trabajo directamente productivo, señalándole un puesto en la dirección de los negocios, o sea, de la mayoría consagrada a trabajar; y si pacientemente esa mayoría soporta ese estado de cosas, es porque la costumbre, la tradición, etc…han hecho que al fin la considere como natural" (67)
Del 15 al 19 de enero de 1892 se efectuó el Congreso Regional Obrero de la Isla de Cuba. El término regional obedecía a que el movimiento obrero en Cuba se consideraba parte orgánica del de España. La convención tuvo lugar en el local del Centro Gallego de la Habana, sito en Prado y Dragones, y contó con la participación de 74 delegados. Allí fueron discutidos libremente los temas que naturalmente inquietaban a los sectores proletarios de entonces, como son: la jornada de ocho horas, el derecho a huelga, las formas de organización, la igualdad racial, el problema de la mujer, el trabajo infantil. La particularidad del evento estuvo dada por el debate entre los trabajadores afines al anarcosindicalismo cubano debía ser menos ortodoxo en su ideología antinacionalista y respaldar las actividades de los que luchaban por la emancipación de Cuba., separatismo y los obreros, cosmopolita, o antibelicistas, que mantenían una posición más bien neutral con respecto al problema de la independencia de Cuba. Al final la balanza se inclinó hacia los que sustentaban la idea de que el anarcosindicalismo cubano debía ser menos ortodoxo en su ideología antinacionalista y respaldar las actividades de los que luchaban por la emancipación de Cuba. En esa dirección se aprueba la siguiente moción:
1ro- El Congreso reconoce que la clase trabajadora no se emancipará en tanto no abrace las ideas del socialismo revolucionario y, por tanto, aconseja a los trabajadores en Cuba el estudio de dichas ideas para que, actualizándolas, puedan apreciar, como aprecia el Congreso, las inmensas ventajas que estas ideas proporcionan a toda la humanidad al ser implantadas.
2do- Que si bien hace la anterior afirmación en su sentido más absoluto, también declara que la introducción de estas ideas en la masa trabajadora de Cuba, no viene, no puede venir a ser un nuevo obstáculo para el triunfo de las aspiraciones de emancipación de este pueblo, por cuanto sería absurdo que el hombre que aspira a su libertad individual se opusiera a la libertad colectiva de un pueblo, aunque la libertad a que ese pueblo sea a esa libertad relativa que consiste en emanciparse de la tutela de otro pueblo.
Por orden firmada por las autoridades coloniales el 20 de enero de 1892 se suspende el Congreso y se inicia una violenta represión contra las organizaciones obreras, a pocos años de dar inicia la última contienda independentista, organizada por José Martí, por…"…considerar que la mayor parte de los acuerdos, particularmente los aceptados y aclamados en la noche de ayer, tienden directamente a implantar y llevar a ejecución los procedimientos del socialismo revolucionario, mediante actos que revisten caracteres de delitos contra el orden social y político existente". (68)
En su edición del 27 de marzo de 1892 se publica en "El Trabajo", el siguiente escrito bajo el título: A los trabajadores de la región cubana:
"En Cuba, motivado por especiales circunstancias históricas, es mucho más reciente el despertar de los obreros, pero como en los demás países los industriales y propietarios tienden constantemente a mermar nuestros salarios, a pagar a más bajo precio por nuestra servidumbre y nos afligen los mismos males: nuestra vida sin garantías; el pan del siguiente día siempre eventual; ignorantes y con deudas, viciosos y holgazanes a la fuerza, nuestros familiares sin sostén y sin medios de educación, sin abrigo, sin higiene, sin medicinas ni médicos en sus frecuentes enfermedades, la zozobra y la desesperación y el aterrador aspecto de la indigencia como única perspectiva para el porvenir […] He aquí el resultado de las leyes político-económicas que nos rigen" (69)
Solo desde 1879 a 1900 se efectuaron en Cuba 81 huelgas de mayor o menor envergadura (70).
En crónica de Martí publicada en el diario La Nación de Buenos Aires sobre la muerte de Karl Marx ocurrida en marzo de 1883, éste expresa interesantes valoraciones:
"Ved esta gran sala. Karl Marx ha muerto. Como se puso del lado de los débiles merece honores. Pero no hace bien el que señala el daño, y arde en ansias generosas de ponerle remedio, sino el que enseña remedio blando al daño. Espanta la tarea de odiar a los hombres sobre los hombres. Indigna el forzoso abestiamento de unos hombres en provecho de otros. Más se ha de hallar salida a la indignación, de modo que la bestia cese, sin que se desborde y espante. Ved esta sala; la preside rodeado de hojas verdes, el retrato de aquel reformador ardiente, reunidor de hombres de diversos pueblos y organizador incansable […] Karl Marx estudió los modos de asentar el mundo sobre nuevas bases, y despertó a los dormidos, y les enseñó el modo de echar a tierra los puntales rotos. Pero anduvo de prisa, y un tanto en la sombra, sin ver que no nacen viables, ni de seno de pueblo en la historia, ni de seno de mujer en el hogar, los hijos que no han tenido gestación natural y laboriosa. Aquí están buenos amigos de Karl Marx, que no fue solo movedor titánico de las cóleras de los trabajadores europeos, sino veedor profundo en la razón y en las miserias humanas y en los destinos de los hombres, y hombre comido del ansia de hacer bien. El veía en todo lo que en sí propio llevaba: rebeldía, camino a lo alto, lucha…". (71)
José Martí como gestor de la Guerra Necesaria
Sin lugar a dudas el ideario martiano sintetiza lo más avanzado del pensamiento progresista cubano del siglo XIX y por su hondura, valores implícitos, creatividad y carácter visionario, nos trasciende, como uno de los pivotes en que se erige la ideología de la Revolución Cubana, vista esta como un proceso continuo y desarrollador, que iniciado en las últimas décadas del siglo XVIII, se continua en el actual proceso de construcción del socialismo en Cuba.
José Martí, en las diversas esferas donde despliega su excepcional actividad revolucionaria, se destaca como elegante prosista, orador, periodista, maestro y ensayista, pero es singularmente como dirigente político, donde nos muestra la más alta cota de su talento. Organizador por excelencia, avalado, por un lúcido pensamiento, le permite, en una constante, persuasiva y paciente batalla ideológica, unir exitosamente a los veteranos de la contienda tronchada en el Pacto del Zanjón, con los que el mismo denomina pinos nuevos, en medio de incomprensiones, recelos y prejuicios.
Su ciclópea labor hace posible la fundación del Partido Revolucionario Cubano (72) y del periódico Patria (73) y con los aportes de su ideario, contenido en incalculables escritos, discursos y documentos, proporcionar una fundamentación de tal magnitud a la conformación de nuestra ideología, que inspirados en la misma, a cien años de su natalicio, la llamada Generación del Centenario le declara su mentor y autor intelectual de la gesta del Moncada, el 26 de Julio de 1953. Hombre de vasta cultura, agudo analista y genial previsor de acontecimientos, para la mayoría ocultos, es tomado como punto referencial por estudiosos de diversas temáticas, pues infinidad de ellas fueron abordadas de una u otra forma en su infatigable labor intelectual. Mencionado por muchos, imitado por pocos, vilipendiado o amado, comprendido o tergiversado por otros tantos, nos lega un ideario de tal magnitud, que no obstante los infinitos estudios a él dedicados, siempre deja un espacio virgen, para nuevos empeños.
Si podemos considerar a José Antonio Saco, no obstante su conservadurismo político, el que nos concientizó acerca de los riesgos para la conservación de nuestra identidad como nación, si se materializaran los afanes anexionistas de Estados Unidos; y si bien en prácticamente todas las personalidades participantes en nuestras contiendas independentistas desde Carlos Manuel de Céspedes, Antonio Maceo y Máximo Gómez, tuvieron la clara percepción de las tortuosas pero bien meditadas intenciones de nuestros vecinos del Norte, es al respecto, José Martí el que con más diafanidad y previsión atalayó el latente peligro, tanto en el orden cultural, político como económico.
Al respecto, éste escribe en el periódico Patria, en su edición del 14 de mayo de 1892, como…"…por nuestra América abundan, de pura flojera de carácter, de puro carácter inepto y segundón, de pura impaciencia y carácter imitativo, los iberófilos, los galófilos, los yankófilos, los que no conocen el placer profundo de amasar la grandeza con las propias manos, los que no le tienen fe a la semilla del país, y se mandan a hacer el alma fuera, como los trajes y como los zapatos". (74)
El 25 de marzo de 1889 aparece publicada en el diario norteamericano "The Evening Post" su carta, conocida como "Vindicación de Cuba" y que luego recogería éste en un folleto denominado "Cuba y los Estados Unidos". En la misma expresa el sentimiento de los cubanos de la época de que…"…ningún cubano honrado se humillará hasta verse recibido como un apestado moral, por el mero valor de su tierra, en un pueblo que niega su capacidad, insulta su virtud y desprecia su carácter. Hay cubanos que por móviles respetables, por una admiración ardiente al progreso y la libertad, por el presentimiento de sus propias fuerzas en mejores condiciones políticas, por el desdichado conocimiento de la historia y tendencias de la anexión, desearían ver la Isla ligada a los Estados Unidos. Pero los que han peleado en la guerra, y han aprendido en los destierros, los que han levantado, con el trabajo de las manos y la mente, un hogar virtuoso en el corazón de un pueblo hostil, lo que por su mérito reconocido, como científicos y comerciantes, como empresarios e ingenieros, como abogados, artistas, periodistas, oradores y poetas, como hombres de actividad viva y actividad poco común, se ven honrados dondequiera que ha habido ocasión para desplegar sus cualidades y justicia para entenderlos; los que con sus elementos menos preparados, fundaron una ciudad de trabajadores donde los Estados Unidos no tenían antes más que unas cuantas casuchas en un islote desierto; esos, más numerosos que los otros, no desean la anexión de Cuba a los Estados Unidos. No la necesitan. Admiran esta nación, la más grande de cuantas erigió jamás la libertad; pero desconfían de los elementos funestos, que como gusanos en la sangre, han comenzado en esta república portentosa su obra de destrucción…Amamos a la patria de Lincoln tanto como tememos a la patria de Cutting" ". (75)
El Apóstol, partícipe de la Primera Conferencia Panamericana y testigo excepcional de sus inquietantes resultados, atentatorios a la futura soberanía de su patria natal y americana le conminan a escribir a su amigo Gonzalo de Quesada y Aróstegui, el 14 de diciembre de 1889, que…"…sobre nuestra tierra, Gonzalo, hay otro plan más tenebroso que lo que hasta ahora conocemos y es el inicuo de forzar a la Isla, de precipitarla a la guerra, para tener pretexto de intervenir en ella y con el crédito de mediador y garantizador, quedarse con ella. Cosa más cobarde no hay en los anales de los pueblos libres, ni maldad más fría". (76)
Su amor a la que llamó tempranamente "Nuestra América" motivó el llamado constante a la necesidad perentoria de la unidad, transido por el fervor del sueño bolivariano. Para el Apóstol…"… cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el Cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con las armas de almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra […] Los que se enseñan los puños, como hermanos celosos, que quieren los dos la misma tierra, o el de casa chica, que le tiene envidia al de casa mejor, han de encajar, de modo que sean una, las dos manos. Los que, al amparo de una tradición criminal, cercenaron, con el sable tinto en la sangre de sus mismas venas, la tierra del hermano vencido, del hermano castigado más allá de sus culpas, si no quieren que les llame el pueblo ladrones, devuélvanle sus tierras al hermano. Las deudas del honor no las cobra el honrado en dinero, a tanto por la bofetada. Ya no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada de flor, restallando o zumbando, según la acaricie el capricho de la luz, o la tundan y talen las tempestades; ¡los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes. […]. Ni ¿en qué patria puede tener un hombre más orgullo que en nuestras repúblicas dolorosas de América, levantadas entre las masas mudas de indios, al ruido de pelea del libro con el cirial, sobre los brazos sangrientos de un centenar de apóstoles? De factores tan descompuestos, jamás, en menos tiempo histórico, se han creado naciones tan adelantadas y compactas. Cree el soberbio que la tierra fue hecha para servirle de pedestal, porque tiene la pluma fácil o la palabra de colores, y acusa de incapaz e irremediable a su república nativa, porque no le dan sus selvas nuevas modo continuo de ir por el mundo de gamonal famoso, guiando jacas de Persia y derramando champaña. La incapacidad no está en el país naciente, que pide formas que se le acomoden y grandeza útil, sino en los que quieren regir pueblos originales, de composición singular y violenta, con leyes heredadas de cuatro siglos de práctica libre en los Estados Unidos, de diecinueve siglos de monarquía en Francia. Con un decreto de Hamilton no se le para la pechada al potro del llanero. Con una frase de Sieyés no se desestanca la sangre cuajada de la raza india. A lo que es, allí donde se gobierna, hay que atender para gobernar bien; y el buen gobernante en América no es el que sabe cómo se gobierna el alemán o el francés, sino el que sabe con qué elementos está hecho su país, y cómo puede ir guiándolos en junto, para llegar, por métodos e instituciones nacidas del país mismo, a aquel estado apetecible donde cada hombre se conoce y ejerce, y disfrutan todos de la abundancia que la Naturaleza puso para todos en el pueblo que fecundan con su trabajo y defienden con sus vidas. El gobierno ha de nacer del país. El espíritu del gobierno ha de ser el del país. La forma del gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país. El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país". (77)
Para agregar como…"… éramos una visión, con el pecho de atleta, las manos de petimetre y la frente de niño. Éramos una máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de Norteamérica y la montera de España. El indio, mudo, nos daba vueltas alrededor, y se iba al monte, a la cumbre del monte, a bautizar sus hijos. El negro, oteado, cantaba en la noche la música de su corazón, solo y desconocido, entre las olas y las fieras. El campesino, el creador, se revolvía, ciego de indignación, contra la ciudad desdeñosa, contra su criatura. Éramos charreteras y togas, en países que venían al mundo con la alpargata en los pies y la vincha en la cabeza. El genio hubiera estado en hermanar, con la caridad del corazón y con el atrevimiento de los fundadores, la vincha y la toga; en desestancar al indio; en ir haciendo lado al negro suficiente; en ajustar la libertad al cuerpo de los que se alzaron y vencieron por ella. Nos quedó el oidor, y el general, y el letrado, y el prebendado. La juventud angélica, como de los brazos de un pulpo, echaba al Cielo, para caer con gloria estéril, la cabeza, coronada de nubes. El pueblo natural, con el empuje del instinto, arrollaba, ciego del triunfo, los bastones de oro. Ni el libro europeo, ni el libro yanqui, daban la clave del enigma hispanoamericano. Se probó el odio, y los países venían cada año a menos. Cansados del odio inútil, de la resistencia del libro contra la lanza, de la razón contra el cirial, de la ciudad contra el campo, del imperio imposible de las castas urbanas divididas sobre la nación natural, tempestuosa o inerte, se empieza, como sin saberlo, a probar el amor. Se ponen en pie los pueblos, y se saludan "¿Cómo somos?" se preguntan; y unos a otros se van diciendo cómo son. Cuando aparece en Cojímar un problema, no van a buscar la solución a Dantzig. Las levitas son todavía de Francia, pero el pensamiento empieza a ser de América. Los jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa, y la levantan con la levadura de su sudor. Entienden que se imita demasiado, y que la salvación está en crear. Crear es la palabra de pase de esta generación. El vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino!". (78)
Para el Apóstol, siempre estuvo presente como objetivo para la lucha y el sacrificio, el sueño modélico de la patria que se aspiraba a construir con todos y para el bien de todos dado que… "…la revolución no es la que vamos a iniciar en la manigua, sino la que vamos a desarrollar en la República." (79)
En el logro de tal onírico empeño la preservación de la identidad cultural es requisito insoslayable pues, en su criterio virtuoso…"…en un pueblo no perdura sino lo que nace de él, y no lo que se importa de otro pueblo. Mas estos devaneos, copias, deseos honrados de introducir en el suelo patrio experiencias que en otro suelo han dado resultados felices, son inevitables, necesarios y útiles. Con el imperfecto ejercicio de la libertad que permiten, y de su choque mismo con las necesidades y espíritus reales de la patria, resulta el pueblo nutrido y preparado para ejercer luego la libertad de su propia y original manera." (80)
Martí dedicó especial importancia a la agricultura, como sostén del basamento económico sobre el que se erigiera la República por fundar pues…"…la tierra nunca decae, ni niega sus frutos, ni resiste el arado, ni perece: la única riqueza inacabable de un país consiste en igualar su producción agrícola a su consumo. Lo permanente bastará a lo permanente. Ande la industria perezosa: la tierra producirá lo necesario. Debilítese en los puertos el comercio: la tierra continuará abriéndose en frutos. Esta es la armonía cierta. Esta es previsión sensata, fundada en un equilibrio inquebrantable." (81).
Para el Apóstol la legalidad en que esta se asentara es la garantía que permita…"… el ejercicio general del derecho libre a los pueblos del dominio de los ambiciosos" (82)…basada en que…"…la justicia, la igualdad del mérito, el trato respetuoso del hombre, la igualdad plena del derecho: eso es la revolución." (83).
Quizás el documento donde más se explicita la aspiración martiana a la República anhelada es en el Manifiesto de Montecristi (84) suscrito el 25 de marzo de 1895, redactado por éste y rubricado conjuntamente con el Generalísimo Máximo Gómez, en la ciudad del mismo nombre en la hermana República Dominicana. En éste se afirma como… "…la guerra no es en el concepto sereno de los que aun hoy la representan, y de la revolución pública y responsable que los eligió, el insano triunfo de un partido cubano sobre otro, o la humillación siquiera de un grupo equivocado de cubanos; sino la demostración solemne de la voluntad de un país harto probado en la guerra anterior, para lanzarse a la ligera en un conflicto sólo terminable por la victoria o el sepulcro, sin causas bastantes profundas para sobreponerse a las cobardías humanas y a sus varios disfraces, y sin determinación tan respetable por ir firmada por la muerte que debe imponer silencio a aquellos cubanos menos venturosos que no se sienten poseídos de igual fe en las capacidades de su pueblo, ni de valor igual con que emanciparlo de su servidumbre […]. La guerra no es contra el español, que en el seguro de sus hijos y en el acatamiento de la patria que se ganen podrá gozar respetado. Y aun amado, de la libertad, que solo arrollará a los que le salgan imprevisores, al camino. Ni del desorden ajeno a la moderación probada del espíritu de Cuba, será cuna la guerra, ni de la tiranía. Los que la fomentaron y pueden aun llevar su voz, declaran en nombre de ella, ante la patria, su limpieza de todo odio, su indulgencia fraternal para los cubanos tímidos o equivocados, su radical respeto al decoro del hombre, nervio del combate y cimiento de la República […]. En la guerra que se ha reanudado en Cuba no ve la revolución las causas del júbilo que pudieran embargar tal heroísmo irreflexivo, sino las responsabilidades que deben preocupar a los fundadores de pueblos". (85)
Su muerte en combate el 19 de mayo de 1895, en Dos Ríos, resulta su postrer y ejemplar tributo a la conciencia de su pueblo y sus dirigentes a la vez que abre nuevas y complejas expectativas al acontecer cubano, más amenazado que nunca por la pérfida intervención norteamericana, con falso ropaje de ayuda solidaria, que en definitiva frustra el sueño del mambisado.
Referencias bibliográficas
(1) Caballero, José Agustín. "Exposición a las Cortes Españolas. Bases para una Constitución de la Monarquía y sus colonias"). Tomado de: Electivismo e Independentismo en el pensamiento cubano del siglo XIX. Rita Mª Buch Sánchez. Conferencia dictada en el Aula Magna de la Universidad de la Habana el 18 de noviembre de 2010.
(2) Fernando Ortiz. Los factores humanos de la cubanidad, en Etnia y Sociedad. La Habana. Editorial Ciencias Sociales, 1983.
(3) Consultar la obra de José Luciano Franco. Ensayos históricos. Esquema de los movimientos populares de liberación nacional (1511-1868). Páginas 18 y 19.
(4) Fuente: EcuRed.cu
(5) Inspirada ideológicamente en la revolución haitiana a la misma se adhirieron negros y mestizos radicados en Cuba, que inmigraron de Haití, países latinoamericanos y Estados Unidos sobre la mayoría de los cuales pesaban, por sus ideas, órdenes de expulsión. El movimiento logró atraer a algunos criollos blancos a través del catalán Pedro Huguet, quien al igual que Aponte, había tomado parte en la conspiración de Román de la Luz. Era su propósito desatar la revolución el 6 de enero de 1812 que debía coincidir con la llegada de un buque haitiano contratado por Herrera, con 300 fusiles y municiones, a cierto punto de la costa norte de Camagüey. Por diversas razones, el levantamiento general fue pospuesto, pero el 15 de marzo de 1812, la dotación del ingenio Peñas Altas, en Guanabo, liderada por Juan Barbier se sublevó anticipadamente y prontamente es sofocada. Sus principales líderes, producto de una delación, son encarcelados, sometidos a juicio y ejecutados. En La Habana, Aponte y ocho de sus seguidores son ahorcados el 9 de junio de 1812.
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