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Doce relatos cursis (página 3)

Enviado por Mario Blacutt M


Partes: 1, 2, 3

No era una simple molestia lo que sentía, ni un débil fastidio era su enfado. Algunas veces se había sentido irritada; pero lo que ahora tenía incrustada en cada célula material y espiritual de su cuerpo no era molestia, ni fastidio, ni irritación ni enfado. ¡Poca cosa! Ni siquiera enojo. Era furia. Pura y efervescente. Cutánea, subcutánea e intravenosa. Real, linfática, cardiovascular y digestiva. Le parecía que la fuerza combinada de un toma corriente y de una licuadora se había posesionado de toda ella, causándole un terremoto interno, el que mientras más intenso devenía, más estática hacía que se sintiera dentro de la habitación. Porque era una contradicción nunca pensada ni probada antes; porque era un contrasentido sensorial tener un cataclismo desde adentro y ser una estatua hacia fuera. Así de furiosa estaba.

Él nunca había sido un patrón confiable de sensibilidad y, aunque no era cierto, la mayor parte de las veces parecía verla sólo con las retinas. El diálogo entre el que cree que todo marcha bien y la contraparte, que sabe que todo está mal, nunca ha dejado de ser fascinante. Existe una combinación de atracción morbosa, seducción pura y hechizo erótico en el acto de escuchar un debate así estructurado.

¡Cualquiera diría que no era para menos!

Esta vez había sido un pedacito de la "verdadera cruz en la que N.S. Jesucristo había sido clavado, dado a beber vinagre y lanceado" lo que trajo en la maleta. (regresaba de un viaje para concretar una venta grande y recibir la correspondiente comisión) El hecho de que la astilla sagrada habíale sido vendido por uno de los poquísimos privilegiados "quien la había poseído por cuarenta y ocho años, y que ahora tenía el deber, antes de, morir, de trasladar el goce divino a otro elegido…." no disminuía un solo electrón el arrebato nuclear que, en radiación capilar, estremecía su yo interno.

En primer lugar, porque "la transferencia del Goce Divino" había sido pagada con los diez billetes de cien dólares que su marido había ganado en la transacción objeto del viaje. En segundo lugar, porque en este momento, la esposa del colega y compañero de comisión debe estar probándose el vestido o los zapatos y/o la cartera que su consorte, ajeno a la locura, seguramente le ha traído. En tercer lugar, porque el mal parecía incurable y automultiplicable….

Durante los meses de noviazgo, la inclinación por coleccionar cosas raras le parecía inclusive seductora. Cada vez que visitaba su departamento, una sensación de desdoblamiento le permitía transportarse a otras latitudes y longitudes del globo terrenal. Es que, en esa especie de feria internacional de cosas raras ¿quién no se proyectaría, ipso-facto, a las aceras nebulosas de Baker Street, luego de que se le hubiera mostrado la auténtica pipa de Sherlock Holmes, adquirida de un marinero que la llevaba de contrabando al mu-seo del Louvre? ¿Podía alguien dejar de sentir en las orejas la brisa de Los Alpes suizos, al contemplar en una cajita de vidrio la manzana, una pasa de manzana, autografiada por el propio Guillermo Tell y comprada de uno de sus últimos descendientes que deseaba deshacerse de todo lo mundano, para acogerse a la tibia lobreguez de un convento?

Pero ser novia es una cosa y esposa, otra.

De seducción, la manía se transformó para ella en una especie de paranoia compulsiva, la que se hacía absoluta cada vez que su marido llegaba de uno de sus viajes de ventas. Mientras que sus colegas regresaban trayendo algún regalo significativo para ellas (leáse perfumes, ropa o collares) o algo útil para la casa o, en última instancia, el poder de aumentar el ahorro familiar, el maniático gastaba lo ganado en cachivaches esquizofrénicamente alucinantes, encandilantes y, sobre todo, inservibles….

El primer cambio de su actitud sicológica hacia la chifladura coleccionadora de su marido lo experimentó cuando el consorte de su mejor amiga había abierto la maleta y sacado de allí un camisero Chistrian Dior y un par de anteojos Gucci. Por su parte, ella había recibido del suyo una piedra amarilla, embutida en el fondo de los tiempos, "al anillo mayor del prime Lama en la historia" y adquirida de un monje prófugo cuando los chinos invadieron el Tíbet. Cuatro mil quinientos años tenía la piedra en el anillo y tenía también la virtud de conferir poder y suerte al que tomara posesión de la piedra, según había sentenciado el monje prófugo, antes de entregarla con sus lágrimas y devoción conjunta a quién, con premura supersónica, le entregaba mil doscientos dólares a cambio. Esos mil doscientos dólares cubrirían parte de las limosnas que debería repartirse entre todos aquéllos que habían salvado la virginal piedra de la profanación pequinesa.

En otra oportunidad, su amiga desembalaba un lavarropas automático. ¡Era fantástico! Se ponía la camisa, se dejaba caer el detergente, se apretaba un botón, se miraba televisión y la ropa ¡zaz! Ya estaba lavada. En tanto que el monomaníaco, con expresión de alucinado, le mostraba un libro de páginas amarillas escritas en signos extraños y que resultó ser el único ejemplar del Corán con los comentarios del propio Mahoma, escritos por puño y letra del Profeta. Aquella vez trató de ser comprensiva y maternal. Trató de explicarle que, a su buen entender, hubo de transcurrir por lo menos veinte años desde la muerte de Mahoma hasta que el Corán fuese hecho texto. También hizo grandes esfuerzos para que entendiera que el Profeta nunca había aprendido a leer ni a escribir. Él se había portado impertérrito ante el sacrilegio mundano de los no iniciados y sentenció que hay verdades que no se registran en la historia convencional, sino que trascienden el cosmos, para llevarlos allí donde los espíritus del Universo los toman en inventario y los transmiten mediante fuerzas telepáticas a los elegidos como él. Así le había sido explicado por el cuidador de la mezquita principal de La Meca, el mismo que habíase obligado a hurtar la Palabra de Alá hecha libro, para preservarla de los infieles judíos, los que dentro de poco saquearían el Templo, merced a la inminente guerra entre israelitas y árabes. Las Revelaciones Divinas en verso, tenían que ser entregadas a quien había sido escogido por la visión de Mahoma. Él, sólo él, era el poseso sublime. Nadie sabía por qué. Todos sabían que así era. Finalmente dijo que, los dos mil dólares entregados al guardián mezquitero, no debían ser considerados como un pago; al contrario, debían ser vistos como lo que eran: un aporte a la causa de Alá por haber sido alumbrado con la santa prerrogativa.

De esta manera pasaban las nubes, los soles, las lunas, las estaciones, los cumpleaños, los aniversarios…..

En sus varios momentos de reflexión analizaba objetivamente las relaciones matrimoniales entre ella y el lego coleccionista. Los resultados siempre eran positivos. Claro que podrían ser excelentes. Pero no; ahí estaba la omnipresencia del atesoramiento desatinado, para hacerse sentir y también para hacerse ver en las vitrinas numeradas, dispuestas en arreglos simétricos alrededor y al centro y a los costados de la sala principal (había modulares complementarios en las paredes) Era un marido que cuidaba de todo lo necesario para mantener el departamento en condiciones óptimas desde el piso hasta el cielo raso. El sueldo regular que percibía alcanzaba para llevar una vida si no estrecha, tampoco opulenta. Nada faltaba para la alimentación, vestimenta necesaria, salidas de fin de semana, pequeños gustos y ahorro. No. Por ese lado nada había que poner en el DEBE…la vela emergía, como un obelisco liliputense, de un candelabro sin brazos en la tercera vitrina. La trajo una noche en la que, en toda la ciudad, habían cortado la luz por cuarta vez, comprada de una enviada del Señor, para que en el día de las Grandes Tinieblas, alumbrara para siempre la morada, vida y destino de sus poseedores. El fin del mundo estaba a la vuelta de la Cruz del Sur; se avecinaba implacable, como un enorme bostezo oscuro que privaría de luz a los cinco continentes (o seis o siete o los que hubiera) Dado que la luz es el principio de las cosas, en su ausencia todo perecería (¿Acaso Dios no dijo: "Hágase la Luz"?) Todo perecería, excepto aquello que estuviere alumbrado por el fulgor de esa vela, una de las pocas dejadas por Jesús a sus discípulos poco an-tes de la histórica inmolación. No vaciló un segundo: a vela ofrecida, vela comprada….en verdad, era efusivamente cariñoso, considerado y tierno. Metódico, un poco quizá, aunque nunca llegaba a extremos perfeccionistas que convertirían el hogar en un laboratorio de experimentación o en un cuartel de disciplina militar. Tenía buen gusto para comer y, con mi ayuda, mejor para vestir. Se interesaba por todo lo que ocurría a su alrededor y nunca fue avaro ni egoísta…..ahí estaba el ungüento sobrenatural…….cual un pantano verdoso a escala, se extendía por la circunferencia última del pomo, llenándolo casi hasta el borde. Siempre le había parecido que no estaba muy clara la relación entre pomada y pote; entre contenido y continente. A veces era el frasco el que daba la forma tubular a lo viscoso, estrechándolo desde todos los ángulos por debajo de la superficie y obligándolo a estilizarse en un formato cilíndrico. Otras, las más, parecía que la masa pastosa era la que se extendía a sus anchas, acomodándose según su gana y deseo dentro del recipiente, dilatando o contrayendo, a gusto, las paredes del continente. ¿Qué podía esperarse de un bálsamo, el que había sido conjurado en la panza misma de la Esfinge para ungir a los descendientes directos de Tután Kamón? Todo el que quiera saber que sepa que esa pomada tiene la virtud de sanar cualquier enfermedad que se efecto de algún desequilibrio en la producción celular en el cuerpo humano. Los primeros egipcios, según Abel-El-Ka-Dar no sólo estaban interesados en lograr la perfección embalsámica, también querían mostrar a la posteridad que la inmensa mayoría de las enfermedades tenían como causa, un desarreglo en el circuito de vida y muerte austral, la que se expresa en el desarreglo de las partes unitarias e indivisibles. De esta aserción egipcial, venida desde los cimientos mismos de la civilización y su traducción al lenguaje moderno, sólo había un parpadeo histórico. Las partes unitarias e indivisibles en todo órgano vital son las células del cuerpo. Un desarreglo en el circuito de vida o muerte que las regía, era el desequilibrio en la producción de células en el humano. En síntesis, la fórmula tutankamoniana debía ser sabiamente interpretada por una sola palabra: cáncer, y el ungüento servía para curarlo…

La imaginación de él era portentosa y conformaba uno de sus atributos que figuraban en su expediente con letras de alabanza. Pero esa imaginación participaba de dos cualidades opuestas en el espectro dialéctico. A veces aparecía como moldeadora de planes, acciones, tácticas y estrategias para lograr una venta de mayor de mayor conveniencia o un precio contentatorio a quienes compraban y a quien lo vendía. Ésa era la imaginación activa, motivo de robusto orgullo para todos. La otra, la negativa, aquélla que se dejaba enredar en argumentos fabulosos, en razonamientos mínimos y en pruebas etéreas y que siempre terminaban en un incremento de los trofeos vitrinales, ésa era la imaginación pasiva, motivo de parasismal angustia para ella…. esa vez le habló, más que de esposa a marido; más que de mujer a hombr; le habló de hembra a macho, para hacerle saber que ya no toleraría una extensión de las vitrinas, por una parte; por otra, que si el asunto seguía en ese cause, ocasionaría una considerable reducción de los años de cordura, que según las probabilidades, aún les correspondía. Le urgió a activar sus conocidos mecanismos de autopreservación mental, ocluyendo peligrosas válvulas, las que hasta entonces habían servido de avenidas por donde transitaban fluidos espectrales destinados a convertirle la sesera en ungüentos esfingísticos y sus luces, en flamas dudosas de velas jesucristianas y que no harían otra cosa que recalentarle, hasta el puno de ebullición, las todavía existentes neuronas, por el momento, mal alojadas en el cacumen interno. Le instó a despojarse de su contumaz monomanía coleccionadora. Le invitó a reincorporarse a la vida sicológica normal. Ofreció servirle de bastón y lazarillo en su perentorio peregrinaje. Por último, le advirtió que la próxima vez ya no le hablaría de hembra a macho, sino de viuda-por-ser a asesinado-por-seguro.

Él escuchó, masticó, tragó, digirió y prometió que las vitrinas expositorias ya no se dilatarían, porque al tener tantos ejemplares únicos ya no habría necesidad de otros y, por lo tanto, el futuro estaba asegurado. La promesa se instaló en los ambientes del departamento, asentada ya en la sesera del promesante, el que no había permitido reincidencia alguna desde entonces… .hasta que uno de esos días, uno de los que todo buen calendario parecía empeñarse en descartarlo sin éxito, apareció otra vez con los ojos en éxtasis y el cuerpo a punto de levitación. Traía un collar en el bolsillo y, al sacarlo con ademán sagrado, explicó que esa reliquia era en realidad lo que la historia conoce como "Las Minas del Rey Salomón" y que por fin alguien había descubierto el verdadero significado. Era el secreto de la Vida y de la Muerte y quién lo poseía tendría la capacidad omnipotente de ver todo lo que ocultaba el futuro, traído a su conocimiento por un remolino cósmico que partía de las fuentes de la eternidad para hacerse embudo en su espíritu astral. También dijo que el secreto de la Vida y de la Muerte le permitiría conocer todo lo que el pasado esconde, traspasado a su Yo Universal por un remolino al revés, reflejo del primero, y que partiendo del otro extremo de la eternidad ascendería a su conocimiento, donde se uniría en ensamblaje atemporal a su imagen desdoblada, la que, se dijo, llegaba de la eternidad del futuro. Todo eso sucedería una vez al año, cuando los nueve planetas formaran una inmensa "V" con vértice hacia el sol….

Fue en esa ocasión que ella se sintió realmente furiosa y traqueteada por las fuerzas centrífugas y centípretas que hacían de ella un terremoto desde adentro y un bloque inmóvil desde afuera. Él entendió a su manera esta falta de movimiento físico y prosiguió con la explicación intergaláctica. El caudal incontable de energía de los rubíes, esmeraldas y rubíes de las minas salomónicas fue absorbido en las diez piedras que adornaban ambos lados del collar, las cuales eran realmente energía densificada al máximo. Estas piedras radiaban energía pura, la que se concentraba en las tres piedras que estaban al centro de las diez primeras. Por ser todas las representaciones perfectas de los signos zodiacales (mentira que eran doce, el zodíaco estaba compuesto por trece) logran proyectarse sobre las tres privilegiadas para constituir en ellas lo que ahora se llama "Antimateria", unidad monolítica del universo, modulador de la eternidad y de sus remolinos. De ahí sus dones perfectos.

¡La monomanía estaba de vuelta! ¡Y el monomaníaco, más demente que nunca! Parecía que en toda la etapa de aparente sociego, las fuerzas equívocas del subconsciente de su marido se habían apoderado hasta de la última neurita de su sistema nervioso.

Esto ya no era posible…. una solución radical se hacía imprescindible. Cerró los ojos con fuerza adicional, como si quisiera soldar los párpados de arriba con los de abajo. Apretó fuerte los puños, como si de ello dependiera que no se le escapara el último átomo de cordura que, según se presentaban las circunstancias, sería el último existente en aquella casa y cuando ya estaba dispuesta a arrasar con cuanto expresara la más mínima idea de colección, esto es: vitrinas, velas, pomadas, astillas, coranes y decenas de cosas parecidas, una idea, una idea que tenía mucho de relámpago y de látigo zigzagueó en su mente: vender, sí, vender y tratar de sacar algo de provecho de toda esa basura cósmica allí apilada; vender, sí, vender y tomarse una revancha histórica que diga a los siglos de las frustraciones, desesperanzas, añoranzas y desconsuelos con los que había tendido que asistir al proceso de transformación de lavarropas en pomadas, de vestidos en coranes y de carteras en astillas de cruces…..

Sabía que venderlo o regalarlo todo causaría la locura inmediata de su marido; pero, ¿no era preferible verlo loco-declarado una vez por todas, que loco-de-poco-a-poco, como se lo veía hasta ahora? Además, había la posibilidad de que el shock recibido le devolviera la razón; en cambio, dejar las cosas como estaban significaba locura progresiva para él y demencia absoluta para ella…..alguna vez había leído sobre la relatividad del tiempo, pero sólo ahora lograba una plena conciencia de su significado; sólo ahora había experimentado la sensación plena de que media eternidad había transcurrido en la fracción de segundo entre la intención de romperlo todo y la idea de que todo fuera vendido. Porque era preciso media eternidad para ser trasladada desde los límites del paroxismo furioso del momento de romper, a la tranquila serenidad del microsegundo de vender… entreabrió milimétricamente los ojos, relajó sin espasmos los músculos de los dedos y perfiló una especie de sonrisa, que a ojos diferentes de los de su marido, habría parecido la llama helada de un alma que ardía a un millón de grados bajo cero

La tarea no fue difícil; alguien le habló de un anticuario que podía hacer una evaluación de cada ítem. El anticuario sentención que todo valía nada, excepto "Las Minas del Rey Salomón". Las tres piedras del centro del collar eran un rubí, un diamante y una esmeralda de quilates colosales; habían sido engarzados en una cadena de piedras de colores y cubiertas con una especie de pegamento que las disfrazaba, dándoles la apariencia de ser piedras sin valor. El engarce había sido realizado posiblemente unos 50 años atrás, con el propósito de que pasaran desapercibidas, tal vez para llevarlas de contrabando o para ocultar temporalmente un robo. Era probable que su dueño hubiese muerto, el collar, perdido y al ver el poco valor de la cadena y de las otras piedras, los sucesivos poseedores no le hubieran dado la importancia debida. En síntesis, el collar, es decir, las tres piedras valían una fortuna. El anticuario le dijo que tenía alguien que podía ofrecer hasta cinco millones de dólares, aparte de la comisión. Al recibir las nuevas ella decidió que podía desmayarse en otro momento; que el actual tenía que ser dedicado a planificar, a pensar… era preciso reemplazar las piedras con otras tantas imitaciones; su esposo jamás debía saberlo. Las piedras fueron reemplazadas con una imitación.

El esposo nunca lo sabría y el dinero ya estaba en la petaca. ¿Cómo explicar a su marido, la existencia de cinco millones de dólares, contantes y sonantes, sin que hubiera una fuente verificable de procedencia? Planificar, pensar…….

Al compás cadencioso del lavarropas y al influjo de la TV digital, se han realizado cambios cualitativos en el hogar. La hipoteca del departamento ha sido pagada; los muebles, renovados. Todo es elegancia y buen gusto, a lo que hay que añadir la seguridad que brinda la suculenta cuenta de ahorros en el banco. Lo que ya no hay, son gritos de histeria cada vez que se abren maletas después de un viaje. Él ya no es un loco desatado, ahora es un marido excéntrico. Las comisiones y viáticos siguen llenando las vitrinas, las que ahora son de vidrio templado y tienen bordes cromados y ruedas. Entre otras cosas, han sido enriquecidos por unas agujas de oro y plata con las cuales Buda practicaba la acupuntura y un reloj de arena, el del Bien y el Mal, concedido a Zoroastro por Ormuz, el que seguiría marcando las horas para sus poseedores, cuando el tiempo se hubiera detenido para los demás.

Nadie sabe qué pasó con aquel señor que vendió a una extraña señora su billete premiado de la lotería, recibiendo el total del premio y una comisión añadida, a condición de que guardara silencio eterno sobre la operación. Lo que sí se sabe es que cada vez que el marido le dice que jamás podrían haberse sacado el gordo de la lotería, si no hubiese sido por las fuerzas cósmicas y vivientes en las vitrinas expositorias y la fe que se tenía sobre sus poderes, ella, mirando a Las Minas del Rey Salomón, intactas en su magnificencia, indefectiblemente contesta: si amor mío, tienes razón.

Pobre pero honrada

Mr. White era soltero.

Sin embargo, sería un tremebundo error considerar el celibato whiteano como una expresión concreta de alguna misoginia latente o de un presunto desconocimiento de lo que debe hacerse en una noche de bodas. Se elevaría el error a potencias progresivas si se dedujera que Mr. White era soltero porque aún no había llegado a núbil, puesto que seis décadas de existencia avalaban un desarrollo fisiológico suficiente para garantizar curvas normales de desempeño. Claro está que no debemos negar que el solterío tradicional de Mr. White había despertado sospechas en varios de sus contemporáneos, quienes ejercían el título de abuelos con dignidad cesárea; también había causado la desaprobación murmuradora de las señoras dedicadas a estimar la evolución legítima del significado de "Amaos los unos a los otros y multiplicaos en consonancia". Por otra parte, había incitado la burla de los jóvenes (que parecían llegar a este mundo en remesas cada vez más irrespetuosas) y la curiosidad de las casaderas, quienes especulaban sobre las potencialidades de un hombre, que por no haber hecho mucho de joven, podía ser, tal vez, un Hércules enlatado, de viejo. Pero también era cierto que el estado civil de Mr. White no había acaparado la atención de las NN.UU y que los rusos no lo usaban como una muestra de la perversión capitalista en las conferencias sobre el desarme. Esta especie de equilibrio en las opiniones ofrecía a Mr. White una seguridad emocional que lo reconciliaba periódicamente con el mundo.

Acostumbrado a dormir en cuartos de hotel, a comer en mesas de restaurantes y a practicar su hombría en camas de burdel, Mr. White había desarrollado anticuerpos psicológicos y mecanismos neurasténicos de defensa, que lo ponían al cubierto de cualquier ataque mujeril por sorpresivo y astuto que éste fuera. La descripción de semejante apecto de su personalidad nos obliga a revelar otra, de inusitado interés: Mr. White era rico.

Queremos apresurarnos a recalcar que sería un esfuerzo prodigioso de la imaginación comparar la riqueza de Mr. White con las de los Huges o con las de los Gates; pero también sería un acto de extrema injusticia reducir su importancia pretendiendo arrebatarle el título de hombre rico que había forjado durante lustros, cada uno con sus sesenta meses y sus 1825 días íntegros. En el transcurso de sus innumerables batallas financieras, este sarraceno de la máquina de calcular había estructurado una filosofía íntima, tan contundente, que bien podía competir con los sistemas de pensamiento más descollantes en la historia del pensar humano. La síntesis de este verdadero monumento al saber, podría ser condensada en el siguiente manojo de postulados whiteanos:

el competidor es el enemigo natural del honrado hombre de negocios; el comunismo lo es de la iniciativa individual y la mujer es la más despiadada enemiga del ahorro

Es aquí donde se nos obliga a descubrir otro de los perfiles más representativos de este remarcable hombre: Mr. White era tacaño.

En este punto, se hace imprescindible echar por la ventana algunas vocales y consonantes para tratar de hacer un diseño más o menos aproximado de la calidad tacañera de Mr. White. En primer lugar, diremos que no es posible responder pregunta alguna que trate de averiguar sobre el grado de tacañería de Mr. White; las expresiones cuantitativas serían tan unilaterales e inservibles, que no valdría la pena tomarse la molestia de iniciar siquiera un débil intento de estimación. A pesar de ello, es posible diseñar un boceto más o menos confiable de su espíritu tacañeril. Su tacañería era al mismo tiempo general y particular; en otras palabras: indiscriminada y selectiva. Como es bien sabido por los revolucionarios del pensamiento, la tacañería, como cualquier otro fenómeno, es la expresión de la unidad de contrarios, a través de los cuales se hace objetiva. Por un lado tenemos la tacañería adquisitiva, llamada así porque su expresión concreta se corporiza en el acto de acumular riqueza. El proceso de acumulación, a pesar de estar regido por leyes particulares, se encuentra determinado principalmente por una ley general:

Acumulad todo cuanto puedas, del modo como mejor puedas, en el momento en que puedas y a costa del que puedas"

Nadie fue un discípulo tan abnegado en el cumplimiento de esta ley como lo fue Mr. White. Su fervor ha sido siempre tan totalizador y sistemático, que nunca dudó de la legitimidad de que estaban investidas todas las acciones orientadas al mejor cumplimiento mandato acumulacionista. Para él, la industria, el comercio, las finanzas, el derecho, la ética y la geografía, eran simples instrumentos destinados a la consecución del fin primero y último: acumular. "Quien no acumula es acumulado", era una de sus máximas sagradas. Por el otro lado, era un sabueso para el asunto de los negocios; de ninguna manera podría pensarse de él como un aficionado. Así, compraría bonos precisamente cuando el precio estaba bajo y los vendería exactamente en el momento en el que habría una ganancia significativa; prestaría dinero sobre prendas que costaban diez veces más que el préstamo original y las remataría a los cinco minutos de haberse vencido el plazo; cobraría intereses varias veces mayores que la tasa oficial y embargaría departamentos, camas, veladores, cocinas, bacines, medicamentos, dentaduras postizas y piernas ortopédicas a quienes no hubieran pagado puntualmente; adelantaría pequeñas cantidades de dinero para que los artesanos le vendieran su producción y los campesinos, sus cosechas a precios establecidos; depositaría grandes sumas de dinero en bancos pequeños y luego amenazaría con retirarlas de inmediao si es que no le pagaban una tasa de interés diferencial con relación a otros clientes; en fin, vendería el nicho de su madre y rifaría sus huesos si con ello había la posibilidad de lograr ganancias.

Como todo guerrero, Mr. White hacía pausas en su eterna guerra acumulativa para limar espadas y curar heridas. Era en estos momentos de conmovedor recogimiento que lanzaba suspiros, lamentos y maldiciones contra aquellos endemoniados que no le permitían extender su hábitat financiero. Para cerrar los ciclos de rotación de su capital, Mr. White se convertía en el juez más severo de cuantos podría alguien guardar en la memoria: juzgaría a todos los billetes y monedas de su utilidad neta para condenarlos a cadena perpetua en una caja de ahorros y dedicarse a orgías emocionales con la revista siempre reiterada de los saldos que resaltaban en sus variadas libretas de banco, después de haber apartado, por supuesto, el capital de inversión correspondiente a los nuevos ciclos rotatorios.

La indiscriminación de la tacañería adquisitiva en el proceso de acumular, se disciplinaba franciscanamente en el molde reducido y espinoso de la tacañería selectiva en el acto último de gastar; aunque debe quedar definitivamente claro, que las dos operaciones no eran sino la expresión de una sola esencia. No debe perderse de vista que al formar ambas un par de contrarios, hacían que Mr. White, al ser extremadamente dadivoso consigo mismo al recibir, se portara intransigentemente prudentísimo con los demás, en la contra acción de dar. A peso gastado, peso llorado.

Discutía con la dueña de la pensión (por ejemplo, que la cáscara de los huevos pasados era muy gruesa, que los agujeros del queso eran muy grandes y que el pescado tenía muchas espinas) con el encargado del hotel, con el mozo del restaurante y con el chofer del ómnibus; debatía con tintoreros, disputaba con sastres, impugnaba la tarifa en los prostíbulos, argumentaba con los zapateros y trataba de conseguir cuotas mensuales con los peluqueros.

Era en este cause de tormentas cotidianas donde transcurría el calendario vital de Mr. White. Infinita diversidad dentro de la monotonía de un túnel de volumen, generatriz y radio constantes. Pero una partícula del polvo cósmico que configura el infinito cometa del destino se fijó en él y determinó que su constancia bien merecía la oportunidad de llevar su túnel a otras regiones del planeta. De este modo se vio al de la mano segura, polemizando por el precio de los pasajes, discutiendo sobre el monto del impuesto internacional en el aeropuerto y, finalmente, se lo encontró, listo para otra batalla, en estos lados del mapa continental.

Por cuestiones de negocios, vio que su estadía sería relativamente prolongada. Por razones prácticas, decidió que necesitaba alquilar un departamento. Por causas acomodatorias, vio que era preciso tomar los servicios de un ama de llaves. Se quedó, alquiló, contrató.

Juanita le fue recomendada por todo el vecindario. Cocinaba como un chef, bordaba como las hadas, planchaba como cuarentona en fiesta de nuevaoleros, limpiaba como un recaudador de impuestos, era más desconfiada que judío en Palestina, sacrificada como chofer de ministro, humilde como candidato ganador en discurso de agradecimiento, huérfana como hijo achacao, leal como militante nuevo, pero, por sobre todas las cosas, era pobre pero honrada. Mr. White no podía pedir más (¿o menos?).

Las cualidades de la una se acoplaban con las exigencias del otro, con la misma precisión con que las promesas de un demagogo encajaban en las expectativas del votante primerizo. El vecindario se extasiaba ante el decoroso par conformado por una dama pobre pero honrada y un honorable caballero.

¿No era acaso extranjero?

¿No había venido desde el epicentro mismo de la civilización?

¿No era ella pobre pero honrada?

Mr. White estaba maravillado. En sus meditaciones, siempre renovadas, so-bre el duplo esfuerzo-éxito, donde el primero antecedía siempre al segundo, Mr. White empezó a llegar a conclusiones contradictorias. Llevado por la admiración por Juanita, le parecía cruelmente injusto que un ser humano, de la que surtía esfuerzo y voluntad a chorros, que recibía felicidad a gotas y que nada exigía de nadie, no tuviera como contraparte la recompensa que el Creador había fijado para tales atributos.

-¡Dios tiene misteriosos caminos, sin duda! decía con gran aporte de resignación misericordiosa

Por otra parte, los cimientos morales de Juanita parecían más sólidos que los fundamentos de la teoría evolutiva de la especie. Nunca se la vio con brillos extraños en los ojos, ni vistiendo faldas rasgadas con cortes repletos de licencia ni con escotes llenados de desvergüenza, ni mucho menos con andares cerca de abismos con fondos inciertos. Apuesto que es virgen, decía para sí Mr. White, y al decirlo, pensaba también que si las cajas fuertes de los bancos supieran guardar los tesoros de los clientes, con la misma convicción y seguridad con que Juanita guardaba el suyo, no habría oportunidad para ningún asaltante. Entonces se la imaginaba como una cajera colosal y omnipresente, protegiendo las bóvedas bancarias de todas las ciudades para sociego del mundo; al hacerlo, suspiraba…

Pasó el tiempo, Mr. White no tenía un kilo demás ni uno de menos, mientras que la moral de Juanita persistía ingrávida. Llegó también el momento de cobrar los réditos del negocio (generosos, más que generosos) Los bancos anunciaban huelgas, por lo que Mr. White prefirió llevarse el maletín de billetes a su departamento y retornar a su país al día siguiente. Esa noche habría fiesta de despedida en su honor. Mr. White se acicaló, puso cada cabello en su puesto (puestos de gran holgura) vistió de oscuro y de camisa blanca, encargó a Juanita que le cuidara muy bien el maletín de billetes (realmente era más de media maleta normal) y salió silbando un pedazo de melodía que le llegó desde su juventud.

Terminada que fue la fiesta y también la orgía de burdel respectiva, Mr White volvió al departamento y a pesar de no querer molestar a Juanita, tocó la puerta para retirar el maletín con la intención de dormir apretado a él:

Tocó de nuevo….

Tornó a tocar….

La sospecha, como la punta de un barreno con temple rojo-blanco, empezó a taladrarle rítmica e inmiseridordemente el cerebro:

Golpeó la puerta…

Volvió a golpear…

Pateó la puerta…

La sospecha se hizo un conjunto de mil barrenos que le taladraban el cerebro, las orejas, las amígdalas, el apéndice y el paladar.

Metió la puerta de un cabezazo…

Revisó cada habitación del Departamento: comedor, sala de estar, dormitorio propio, baño propio y ajeno; revisó las paredes, el piso y el techo. La sospecha se metamorfoseaba, se volvía certidumbre. Los taladros ya eran eléctricos. Volvió a revisar. Pensó que tal vez se había equivocado de departamento. Llamó a las puertas de todos los demás. Los vecinos lo veían entrar como una ráfaga. Subía las gradas con agilidad de bombero. Tornaba a bajarlas como amante al escape. Salía a la calle; trepaba por las ventanas, arremetía contra las paredes, se clavaba, pinino, en el suelo….vino la policía, llamaron a un psiquiatra y la calma volvió al manzano.

El informe del psiquiatra, al determinar que Mr. White podía volver sin problemas a su país, explicaba también que el sub consciente, en celosa defensa de la integridad emocional y mental del paciente, se había superpuesto al consciente por medio de una amnesia parcial. Así, Mr. White nunca había salido de su país; para él, esta parte del continente no existía; nunca hubo negocio; no había habido maletín billetero y por sobre todas las cosas, jamás de los jamases había ni habría de existir Juanita.

Desde entonces, los comentarios se convirtieron en una rigurosa costumbre; y en cada aniversario de la amnesia protectora, los vecinos repasaban una y otra vez el hecho de que por estos lados, cuando se dice que un hombre es pobre pero honrado, se quiere significar que es pobre pero que no es un ladrón. En cambio, cuando se dice que una mujer es pobre pero honrada, se está afirmando que, siendo pobre, no es sin embargo, puta, lo que no garantiza nada, absolutamente nada más.

Mr. White y su amnesia nunca lo supieron.

edu.red

El Alba de la Noche

Los misterios de la inteligencia son insensibles y traviesos. Consisten, principalmente, en seguir siendo misterios envueltos en sábanas obscuras. Recuerdo, queridas amigas, cómo vivía entonces mi familia. Su serena felicidad se autogeneraba, hasta volver negativamente utópica cualquier intento reversible. Serena, pero de ningún modo inocua. Tenía la sustancia de un cariño entreverado en los poros y la mente de todos los componentes. Tal vez ustedes me permitan un perfil de inventario.

Dos pequeños, cuyo único defecto era no tener ninguno a los ojos de nosotros, sus padres. Una esposa, yo, que había hecho de su hogar su mundo. Un marido que traía el mundo a la casa. Era una familia donde yo me consideraba la Ultima Mujer

Cada uno lo tenía todo de los demás; eran cuatro decisiones en una para pedirle al universo ser sus aliados. Claro que había manchas pardas en la acuarela iluminada, manchas que se ruborizaban, sin embargo, muy pronto. Las jornadas transcurrían en un movimiento polidimensional para transformarse en la continuidad de una sola.

El día en que los pequeños tuvieran que irse, para arrancar a sus propios destinos los designios del futuro, estaba aún muy lejos. La antítesis de la gran jornada no había tomado forma, ni aun en un hilo de pensamiento. Después de cada día había reunión general para intercambio de vivencias escuelinas, domésticas y oficinescas. Eran quince minutos: por aquel entonces no se necesitaba mucho tiempo para terminar lo que las esposas servían en la mesa. Después, cada uno a sus actividades particulares, desde un juego de puntería a monstruos plásticos hasta la programación del nuevo día.

Él entraba a su escritorio; le sacaba horas a la noche y pedazos al sueño para escribir; novela, cuento, ensayo, filosofía, ciencias sociales… se autoconvocaban ante la gran convocatoria nocturna. Se leía y escribía en un solo acto vital

De esas noches han surgido trozos de pensamiento que ahora orbitan el planeta, cultivando con sus gotas particulares la gran mies de la obra universal. Cada cuento, cada poema, cada capítulo terminado era leído para mí; la crítica daba la forma final y el consenso dual le otorgaba vida y nacimiento. Claro que eran noches intensas por la Intuición que quiere el encuentro con el Estado del Ser y el Ser que se muestra juguetón.

De pronto, los triunfos empezaron a llegar.

Primero en ecos pálidos y dubitativos, los que después devinieron paulatinamente tumultuosos y avasalladores. La opinión pública habló de él; los países hablaron de las obras. Los idiomas, de los poemas. Se amontonaron las conferencias, distinciones, declaraciones eméritas, los viajes, los contratos….y los vinos de honor.

No era que antes no bebiera.

Sí que lo hacía, en algunos sábados siempre bien venidos.

Pero poco a poco una copa empezó a reclamar otra copa, con poder mandatorio; la siguiente botella se imbricaba con la anterior. La noche arrancaba grandes jirones al día para satisfacer la terrible urgencia: cada noche, cada día, cada noche-día. El alcohol puso en acto algún desarreglo mental que ya parecía haber tenido en potencia, pero que debía que ser activado por algo, ese algo fue el alcohol.

Vanos fueron todos los intentos y el abandono vino.

Extraviado el amor, había que salvar a los niños.

Había que salvar el recuerdo que de él conservarían los futuros hombres.

Abandonado, se asiló en abandono tras abandono; se autodejó. Una benévola demencia astilló sus recuerdos. Desde entonces la calle fue su refugio aunque la noche continuó siendo su aliada; juntos caminaron en un tríptico horroroso de calle-noche-abandono, el que se extendía como una estela oscura en el pavimento. La degradación completó su ciclo; la vergüenza murió de vergüenza; la denigración palideció, cuando la ignominia extendió la mano. Cuando lo reconocí, no podía creerlo: era él y, claro, no era él.

¡Cómo cambia el rostro cuando cambia el alma!

El cabello espantado quería irse a flechazos; la frente se cubrió de grasa;las orejas fueron viperinas. Las caídas y abultadas mejillas hablaron en nombre del bobo. A la par que los labios viscosos viscoseaban con la saliva flemosa, la que hacía fango en la broza barbada.

¡Y sus ojos!: Muertos

Muertos para él, para el mundo

Ojos larvados, neutros; ojos fisiológicos.

Cámaras ópticas que cumplían con el deber de avisar donde pisar con la fuerza de la Intuición automatizada. En mimetizados crepúsculos, la mano tendida y temblorosa, se encontraba con el pavor subconsciente de hallar el nuevo día: el alba de la noche. No sintió quemazones ni heladuras en las monedas que deposité en su mano alargada, las que leprosearon su palma. Fue en uno de esos amaneceres crepusculares que lo encontré otra vez: el me vio, yo lo miré: los ojos fisiológicos percibieron el objeto por la luz. La mano se extendió temblorosa y entusiasta ante la figura delineada en su crepúsculo.

La confianza en una moneda generosa fue intuitiva.

Pero la ausencia de dolor en ambos fue diferente.

En él, por la capacidad perdida de reconocer; en mí, por la cauterización catártica lograda a lágrima viva, plena de voluntad; la moneda sí fue generosa. Pasaron varios encuentros unilaterales, en los cuales yo era la única que sabíamos que tenía conciencia de ellos. Una vez llevé a los pequeños (ya no tan pequeños) Tampoco hubo dolor; el no-reconocer fue mutuo. Hubo dos monedas más. Nos alejamos; los ojos fisiológicos nos vieron perdernos con una mirada perdida en una astilla de sus recuerdos…

Los misterios de la inteligencia son negros y el misterio con que el destino juega con nosotros, siendo misterio, es cruel, muy cruel.

Lo único que me consuela algo es saber que él no sufre.

Sólo pido que nunca se entere que yo lo hago por los dos.

La Danza de las Ostras

A media mañana de un día soleado, el Presidente de la República acaba de  inaugurar la flamante construcción de tipo High Tech, el que es una revitalización del Modernismo al que, apoyado por la innovación y la tecnología, tiende una pasarela para su encuentro con el Posmodernismo . Los asistentes, estimados en miles, acudieron desde muchos puntos de la geografía del país y cientos de arquitectos y otros invitados especiales habían llegado desde los cinco continentes para conocer los detalles de la obra. El Complejo se esparce en seis estructuras individuales, cada una de las cuales tiene la forma de una ostra gigante, las que en conjunto forman un inmenso círculo alrededor de seis fuentes circulares. De estas fuentes se elevan potentes chorros de agua, los que luego de  alcanzar alturas de longitudes considerables, diseñan, al caer, varas de sauces a todo color, en repeticiones acompasadas por el  ritmo de melodías conocidas, entre las que se distinguen las composiciones de George Gerhwin. Así, la vista panorámica abarca seis inmensas ostras cerradas, formando un círculo de grandes proporciones y otras tantas fuentes de agua cantarina dentro del círculo. La parte exterior de cada ostra parece recubierta de cristal de colores suaves. En las palabras de inauguración, el Alcalde de la ciudad había dicho que se estaba asistiendo al nacimiento de una nueva era en la construcción, la que combina un arte exquisito y audaz con un funcionalismo aprovechable al máximo

 -…los tiempos que vivimos, y los que vivirán las próximas generaciones, exigen de nosotros un ade-cuado sentido de lo útil, pero también demandan que lo práctico no sea un obstáculo para lo artístico;  por eso es que admiramos la concepción y el acabado de esta obra: su belleza nos encandila y también emociona nuestro sentido estético, sin dejar de sorprendernos por la rara concepción pragmática de su estructura y la innovación en el diseño de las fuentes de energía. Desde que  fui electo Alcalde de esta ínclita ciudad de los EEUU, tuve el deseo de que tuviéramos una estructura que permitiera concentrar en ella varios centros de enseñanza de las bellas artes: desde la música, hasta el ballet, pasando por el patinaje acuático, el canto, la composición y otros similares. El nombre que quise darle en principio fue el de Rhapsody in Blue, como un  homenaje a George Gerhwin, el que lanzó al mundo las primeras composiciones de música universal hechas en los EEUU. Pero, por razones que ustedes seguramente ya descubrieron, el nombre debe cambiar, aunque la intención queda inamovible. Con esta idea en mente, a los pocos días de iniciar mi tarea edilicia instruí que se lanzara la convocatoria pública para recibir las propuestas, las que llegaron de instituciones o de profesionales individuales de varios lugares del país.  Luego de un trabajo intenso de selección, el Comité decidió aceptar el proyecto enviado por el arquitecto Marcelo Gutiérrez Vaca, ciudadano americano, hijo de padres bolivianos. Apenas se conoció la decisión, inició la construcción del inmenso Complejo que ahora tenemos la alegría de inaugurar, el que fue tomando forma bajo su directo control y concluido en el tiempo récord de tres años. Estoy seguro que ustedes, al enterarse de las características de esta obra, estarán de acuerdo en que su costo será rápidamente cubierto por el turismo que traerá a nuestra ciudad y los ingresos propios que habrá de obtener. El Arquitecto Marcelo Gutiérrez Vaca está con nosotros, por lo que lo invitamos para que  nos explique los principales rasgos de la obra.

 El aludido se adelanta con paso firme, agradece al Alcalde, mira al público, al que saluda con una leve sonrisa, para empezar de inmediato la explicación de los detalles más importantes  

-…. cada una de las "Ostras" que conforman el Complejo guardan, en su interior, ambientes destinados a las diferentes prácticas artísticas de música, danza y canto, tal como lo anticipó el señor Alcalde, además de las instalaciones administrativas y de apoyo a cada una de ellas. En seguida les mostraré otra de las peculiaridades de cada elemento del complejo… en este momento presiono algunos botones de este control remoto y en seguida  ustedes tendrán la oportunidad de presenciar el efecto que esto causa en la estructura de cada unidad, y el efecto total en todas ellas en conjunto; tengo la impresión de que les va a gustar

 A medida que el Arquitecto Gutiérrez Vaca presionaba los botones, el hemisferio superior de cada unidad empezaba a levantarse lentamente, tal como lo haría una ostra. En cuestión de minutos, las seis inmensas estructuras estaban abiertas a media altura y cada una de ellas mostraba en su interior hermosas cúpulas de cristal, en forma de domos que cubrían las reparticiones internas. Una vez abiertos, mostraban la forma cóncava que permitía cubrir las bóvedas internas de cristal, cuando se cerraban. El efecto de las "Ostras" al abrirse fue majestuoso 

-antes de seguir con los detalles más importantes me gustaría poner de relieve el por qué del cambio de nombre del Complejo; si se hubiera insistido en el nombre original, Rhapsody in Blue, éste habría sido reemplazado  por el público por el de Las Ostras, algo que nadie habría podido evitar… las cúpulas de cristal sirven de protectores a las instalaciones internas; las protegen de la lluvia y también del calor, pues su estructura deja entrar los rayos del sol pero la temperatura interna no aumenta. De inmediato, mostraremos los diferentes ambientes internos y el objeto para el que fueron construidos. Empezaremos con la Ostra que se ubica en línea recta con este escenario. La superficie cubierta por su respectivo domo acoge a los ambientes destinados a la práctica y a la teoría del ballet; el que está a su izquierda, tiene la estructura necesaria para la práctica y la teoría de la composición musical en todas sus formas, desde la universal hasta el rap, pasando por la gama de rock, clásico y actual, el country, el blues, el jazz, la salsa y toda la variedad, siempre cambiante, de los ritmos internacionales… si seguimos la dirección del círculo que forman las seis Ostras, nos fijaremos en la que está dedicada a la enseñanza del baile moderno; le sigue la unidad que contiene las estructuras para la enseñanza práctica y teórica del canto, desde el que se escucha en la Ópera, hasta abarcar una variedad de  manifestaciones populares; la siguiente Ostra  guarda su espacio para los congresos, reuniones internacionales, concursos… final-mente, la número seis tiene en su seno toda la estructura necesaria, incluyendo la pista, para que nues-tros jóvenes desarrollen sus talentos en el patinaje al hielo

 La gente aglomerada alrededor de Las Ostras no ocultaba la sorpresa y la satisfacción de ver una obra de ese calibre; todos se sintieron hermanados por el solo hecho de compartir una obra tan alejada de aquéllas reservadas para oficinas de negocios o para la instalación de grandes fábricas que dañaban tanto el medio ambiente… la voz del arquitecto Gutiérrez Vaca volvió a escucharse 

-hay algo más; les ruego que observen

 En ese momento, al influjo del botón presionado del control remoto, cada una de las seis empezó a girar, lentamente, sobre sus propios ejes, giros que, al compás del ritmo melódico y el movimiento de las aguas de las fuentes, se convertían en una danza imponente de color y de alegría; pero, apenas el público salía de esa sorpresa, la voz del arquitecto volvió a convocar la atención general

-este es el primer movimiento de la "Danza de las Ostras"; pero la coreografía continúa

Nuevos botones fueron pulsados en el control remoto general, lo que hizo que Las Ostras giraran, no sólo alrededor de su propio eje, sino también, que se movieran circunvalando las fuentes alrededor de las cuales giraban; ambos movimientos conformaban una verdadera réplica de los movimientos de rotación y traslación de la Tierra; al instante, el público se dio cuenta de que Las Ostras estaban construidas sobre una plataforma circular común, independiente del espacio interno, aquél dedicado a las fuentes; la doble rotación resultaba realmente majestuosa, sobre todo, por la armonía y la cadencia con las que se llevaban a cabo al observar la sorpresa y la alegría del público, la que parecía ignorar cualquier límite, el arquitecto miró al Alcalde y éste le devolvió una mirada de picaresca complicidad

-estos inmensos postes que ven alrededor de Las Ostras, mostrará sus virtudes a las once horas de esta noche… por el momento diremos que ahora viene lo más sorprendente; tal como ustedes han debido intuir, la energía que exige el doble movimiento giratorio de Las Ostras; la que se requiere para la apertura y cierre de los hemisferios superiores, la luz… en fin,  todo tipo de actividad que se desarrolla en cada unidad necesita el derroche de una gran cantidad de energía; sin embargo, ustedes no ven ningún artefacto mecánico o eléctrico que sirva de generador de toda esa electricidad, pues ella viene de los paneles solares instalados en su estructura 

-¿….?

-cuando ustedes miran la parte externa de Las Ostras y también la parte interna que los hemisferios, al abrirse, dejan al descubierto, creen ver una revestidura de cristal; sin embargo, aunque no están del todo equivocados, debo decirles que esas superficies están estructuradas por placas solares

 La sorpresa fue general; nadie habría imaginado que esos cristales de colores y brillos rutilantes, pudieran ser paneles solares…

 -al presentar mi proyecto ante la Comisión Seleccionadora, luego de revisar la maqueta y los detalles del mismo y escuchar mi exposición con amable compostura, lo primero que me preguntaron fue la estimación de la cantidad de energía que el proyecto exigiría para su funcionamiento; menos mal que ese detalle ya había sido resuelto. Es cierto que conocía los principios que rigen la conversión de los rayos solares en electricidad, cuyo proceso, en síntesis, se desarrolla de la siguiente manera: las placas fotovoltaicas (celdas eléctricas activadas por los rayos solares) captan los fotones contenidos en los rayos solares; los materiales semiconductores de las placas los transforman en una corriente de electrones, lo que equivale a la electricidad continua, la que debe ser transformada en corriente alterna, pues de otro modo no sería apta para el uso en el proyecto. Pero encontré que la energía así lograda no bastaría para activar a Las Ostras, así es que me puse a investigar sobre el asunto. En la fatigosa tarea encontré un artículo que se refería al uso de lentes para aumentar la eficacia de las células fotovoltaicas y bajar los costos. Dio la casualidad que uno de mis primos, el que no está presente, debido a que tuvo que viajar de urgencia a Bolivia, fue también mi compañero de estudios en los tiempos de la Universidad (Berkeley, of course) y obtuvo su masterado en óptica. Le planteé el problema y decidió participar del proyecto. La mutua confianza que siempre nos había unido era tan grande que desde ese momento cada uno se dedicó a su tarea específica, con la seguridad plena de que el otro resolvería el problema que le correspondía; así, mientras yo me las veía resolviendo los problemas de la estructura, como si el problema de la energía ya hubiera sido resuelto, él se abocaba al perfeccionamiento del nuevo sistema energético, completamente seguro de que los problemas estructurales tendría un final feliz. El resultado fue el que ahora ustedes pueden ver: las placas fotovoltaicas forman las superficies que parecen de cristal, las que cuentan con acumuladores que captan la energía durante el día y la almacenan para que nunca falte, haya o no haya luz del sol. La rotación de cada unidad sobre su propio eje sirve para que las paredes internas de la tapa de la ostra, ahora abiertas, sigan el curso del sol y absorban toda la energía posible; de ahí la lentitud del movimiento giratorio. En síntesis, el sistema de paneles solares propuesto por mi primo hermano y compañero de universidad, garantiza la provisión de energía de Las Ostras, sin que exista el riesgo de que falte algún día; y lo que no es menos, lo hará sin agraviar al medio ambiente y a un costo ínfimo. Por esa razón es que deseo hacer público el hecho de que el mérito de este proyecto es compartido entre mi persona y mi primo, el Ing. Carlos Vaca Mendoza….

 Los asistentes aplaudieron con gran entusiasmo, no sólo por la novedad del sistema, su relación amiga-ble con el medio ambiente y su costo ínfimo, sino también por la declaración solidaria del arquitecto…

-Debo hacer énfasis en la visión de nuestro Alcalde, pues sin ella, Las Ostras no existirían

El aplauso repitió la sonoridad del anterior, causando muestras de alegría en el Alcalde y su comitiva, la que ya estaba pensando que la reelección ya era un hecho; en ese momento, el arquitecto volvió a usar la palabra, pero esta vez, su tono ya no era ágil ni brillante; más bien se hizo suave y confidente

-…por último, les ruego que me permitan aprovechar de esta ocasión para dirigirme a alguien… ese alguien que se ha constituido en la razón de ser de mi vida… ese alguien que en este momento debe estar viendo este acto desde la pantalla de nuestro televisor… si no hubiera sido por ella, yo nunca habría podido realizar este proyecto… ella apareció en mi destino cuando yo había abandonado ya la intención misma de preocuparme por la vida… por eso es que guardo en mí la sensación tan querida de que la honra que ustedes me hacen es realmente para ella, para la mujer que amo más que nada en este mundo y a quien dedicaré cada día, cada hora y cada minuto del resto de mi vida….

En la sala del departamento hay dos mujeres sentadas ante el televisor; han presenciado el acto desde el inicio; luego de que éste hubo terminado, hay un silencio que es interrumpido por una de ellas, quien, al dirigirse a su amiga le dice:

-cuánto me alegra saber que ustedes se amen de ese modo; la declaración pública de tu amado así lo ha hecho saber no sólo a ti, sino a millones de personas que presenciaron los detalles de la inauguración, al igual que nosotras; debe ser hermoso sentir que estás unida a un hombre por un sentimiento tan profun-do y genuino de amor

La aludida no contesta; baja la cabeza como quien reflexiona; al parecer es testigo único de una lucha in-terna que debe ser muy intensa, pues las expresiones de su rostro cambian en la medida que las fuerzas enfrentadas dentro de sí combaten para dejar la huella definitiva en la decisión que ella habrá de tomar; fi-nalmente dice:

-subamos al dormitorio, quiero mostrarte algo

La amiga, muy intrigada, sigue el paso de la anfitriona; cada grada que sube no sólo aumenta el suspenso que la actitud de su amiga ha despertado en ella, también es el escenario de una nueva suposición sobre lo que va a ocurrir cuando la puerta del dormitorio sea abierta; ya al final del recorrido, el escenario que ve deja atrás cualquier nivel de voltaje que hubiera tensionado su incertidumbre: encima de la cama y alrede-dor de ella hay varias maletas listas para ser llevadas al aeropuerto; ante la pregunta sin palabras, su amiga contesta:

-esta mañana, cuando quiso que lo acompañara al acto de inauguración, le dije que me encontraba muy indispuesta, pero que lo vería en la televisión; yo ya había decidido dejarlo, aquí tengo el boleto del avión, por eso preparé las maletas; tengo que estar en el aeropuerto dentro de una hora, tiempo suficiente para que al llegar ya no me encontrara

-¿….?

-hubo un hombre al que amé por encima de cualquier otra cosa… no me importaba sus cualidades, de-fectos o virtudes… el amor que sentía era por él, por nada más que él… sentía que amarlo por sus cua-lidades era rebajarlo al rango de un hombre común… como si las singularidades de ese hombre, no de otro, nada tendrían que ver en el perenne acto de amarlo… por él abandoné a mis padres, a mis hermanos, mis amistades… me abandoné a mí misma para ser sólo de él… perdí mi propia personalidad para asumir la suya… fui un eco permanente de su voz y una sobra que repetía sus actitudes… al comienzo fuimos inmensamente felices, pero, poco a poco noté que él se alejaba cada vez más y en la insensatez de tenerlo otra vez conmigo, perdí el último vestigio de dignidad… se fue y yo quedé con el peso de un vacío que solo la muerte podría aliviar

-¿…?

-… decidí que si iba a morir de angustia, bien podía morir haciendo algo, aunque no sabía qué… uno de esos días, mi tristeza y yo caminábamos por una acera, como de costumbre, con aire nervioso, deseando llegar pronto al ningún lugar donde me dirigía, mis cavilaciones hacían aún más apresurado el ritmo de mi marcha citadina… tal era mi ensimismamiento que no me di cuenta que la premura con la que andaba ha-cía inminente mi tropiezo con un individuo … el encuentro hizo que se le cayeran unos tubos de cartón a los que recogió sin prisa y sin alarma; más bien con movimientos casi lánguidos… cuando se irguió otra vez, pude notar que su rostro coincidía con la cadencia de sus maneras pausadas; sus rasgos eran amables y su mirada, serena y receptiva… en ese momento sentí que tenía que decir algo:

-le ruego que me disculpe; estaba muy concentrada en mis propias reflexiones y no vi lo inevitable del encontronazo, el que hizo que soltara sus estuches de planos y éstos cayeran al suelo, pues me imagino que deben ser muy importantes

-no se preocupe; al contrario, no todos los días un hombre goza del privilegio de tener un encuentro cercano con una mujer tan hermosa; los tubos deben sentir lo mismo que yo, pues ellos tampoco están acostumbrados a sorpresas como ésta; pienso que se lanzaron al suelo de puro contento…

-… lo dijo con un sentido del humor ya olvidado hacía tiempo por mí… por esas razones para las que na-die puede encontrar la razón, me pareció que lo mínimo que podía hacer para resarcirme del accidente causado por mi imprudencia, era invitarlo a tomar un café en cualquiera de los que había al paso… aceptó sorprendido y, por lo que pude notar, muy contento… sentados a la mesa, uno frente al otro, la conversa-ción se inició con una muestra de curiosidad de mi parte (aunque no sentía ninguna) por el contenido de los tubos de cuero

-hay pliegos de papel para diseñar planos… hoy estuve en el Ayuntamiento para recoger un pliego de especificaciones sobre la construcción de un proyecto para la ciudad

-estoy segura de que usted será el ganador de la licitación

… lo dije por el sólo hecho de decir algo; pues estaba tan vacía por dentro, que nada, absolutamente nada, era capaz de despertar mi atención; sin embargo no pude pasar por alto su cambio de expresión en cuando contestó a mi pregunta

-no creo que realmente participe… hay muchos arquitectos brillantes en el país, empresas conformadas por grandes profesionales y por capitales voluminosos capitales… en realidad fui a recoger los pliegos para hacer saber a mi familia que estaba interesado….

… en ese momento me pregunté: ¿sería posible que un hombre con ademanes tan seguros, con rasgos tan amables y con una actitud tan confiable estaría sufriendo el vacío que yo llevaba a cuestas? Poco a poco fui enterándome que sus padres eran bolivianos, que él había nacido aquí, asistido a la Universidad de Ber- key hasta lograr el Masterado, que sus padres tuvieron que volver a Bolivia y que él vivía solo en un cuar-to y comía en un restaurant de barrio; aunque no logré saber la razón de su apatía, llegué a la conclusión de que su actitud no era sino la versión masculina de la mía. Nos despedimos, pero yo le pedí su teléfono, por sí coincidíamos en la necesidad de salir alguna vez y tomar otro café… pasaron los días, mi soledad y el vacío en mí se hacían cada vez más insoportables, hasta que un día, no sé por qué, lo llamé y le pregunté si quería salir conmigo; me dijo que sí; a partir de ese día los encuentros se hicieron más seguidos, hasta que un día le pregunté sobre el proyecto, me respondió que no lo había tocado desde que nos viéramos la pri-mera vez; al escuchar eso, brotó en mí una fuerza incontrolable y un impulso incontenible de hacer algo por él; yo sabía lo que estaba pasando dentro de sí mismo; yo lo había sentido en forma continua por mu-cho tiempo… en fin, le dije:

-tengo la impresión de que hay en ti un gran talento al que no quieres darle la oportunidad de expresar-se; no sé las razones, pero un Masterado en Berkeley no se logra por ser simplemente simpático

… su respuesta, vacilante y confusa, confirmó mis sospechas: Marcelo sufría del mismo vacío que yo tenía

-no sé… no tengo ganas de emprender algo… nada es motivo suficiente para arrancar de mí un com-promiso firme de lograrlo… todo parece lo mismo… todo parece nada….

… debo confesar que siempre fui impulsiva, recuerdo que mis decisiones más importantes siempre fueron tomadas al calor de un entusiasmo primero; la reflexión nunca fue uno de mis principales atributos; así es que no me sorprendí en lo mínimo, cuando me escuché diciéndole

-te propongo lo siguiente: múdate conmigo, te despreocupas de asuntos caseros, te dedicas de pleno a la formulación del proyecto y veremos si tu talento decide expresarse

… la sorpresa que vi en su rostro allanó toda posibilidad de volverme atrás; alquilaos juntos un departa-mento e iniciamos una vida de pareja… durante tres años, tres largos años, fingí que me importaba; fingí que gozaba con él en la cama, fingí que me interesaba lo que hacía; cuando me hablaba del proyecto fingía que lo escuchaba, pero yo estaba pensando en otras cosas; cuando su proyecto fue aceptado por la Comisión de Licitaciones creí que había llegado el momento de decirle toda la verdad; pero el caso es que le encomendaron la construcción del mismo, entonces decidí que esperaría hasta que la obra física estuvie-ra definitivamente terminada;

-es admirable que pudieras haber llevado una vida paralela durante tres años; ha debido ser toda una odi-sea, algo que yo ni remotamente podría hacer; lo que más pica mi curiosidad es la razón por la que lo ha-cías, hasta ahora no he podido ni siquiera atisbarla

-yo tampoco; no entiendo por qué hacía eso; tal vez haya sido porque tenía por lo menos una presencia fí-sica que hacía un poco menos vacío el departamento

-me gustaría saber cómo se desarrollaban tus conversaciones con él; con toda seguridad, no era posible para ti mantenerte siempre en silencio

-por supuesto, el que más hablaba era él; yo lo instaba a que me hablara sobre todo del proyecto y, luego de la construcción del mismo; la rutina se repetía siempre: él hablaba y yo pensaba en algo diferente, fin-giendo que lo escuchaba; hablaba de que el Gótico se caracterizaba por el arco en forma de ojival y lo que llamaba la bóveda de crucería; que la arquitectura renacentista lo despreciaba y lo atribuía a la percepción bruta de los godos; decía que uno de los ejemplos del arte gótico conservado hasta el presente es la Catedral de Notre Dame, en Francia; yo hacía preguntas al tanteo para que las conversaciones no fueran un monólogo declarado; el Neoclasicismo queda en muchos edificios de nuestro país, por ejemplo el Capitolio; que el Barroco se expresa entre otros, en el Palacio Real de Madrid; que el Rococó es propio del Museo del Prado, también en Madrid; hablaba de que el Bauhaus queda en nosotros como los inicios del diseño industrial gráfico y que nació en Alemania; la arquitectura orgánica que tiende a una armonía entre el mundo natural y el ser humano; el estilo internacional concretaba lo moderno, tal como la pirámide del Museo del Louvre; el Brutalismo, cuyo nombre deriva de la expresión "hormigón crudo" y que se estructura en geometrías angulares repetitivas y modernas, tal como es el Centro Cultural Universitario de México; El Deconstructivismo, escuela arquitectónica moderna, y que acude a la fragmentación, tal como se usa en literatura, y el proceso de diseño no lineal, representado por el Museo Guggenheim de Bilbao, en España; el High Tech …..

En ese momento, la disertante notó que a medida que hablaba, su amiga sonreía; no creyó que la sonrisa fuera debido al placer que le causaba la enumeración de las corrientes arquitectónicas, por lo que la emplazó a confesar el motivo de su risa

-…. me parece que para alguien que no prestaba ninguna atención a lo que tu pareja te explicaba, tus conocimientos sobre el tema no son los que corresponde a quien ha permanecido indiferente a las enseñanzas

-el subconsciente nos juega trucos extraños… cuando te llamé para que viéramos juntas el acto, lo hice con el propósito de que alguien le explicara la razón de mi partida, pero que lo hiciera con mucha sutileza… llegaste, nos acomodamos en el sofá, habló el Alcalde y cuando el "arquitecto Marcelo Gutiérrez Vaca" se acercó al micrófono y empezó a hablar, a medida que describía la obra yo iba reconociendo, uno por uno, los pormenores que relataba; al hacerlo, me di cuenta de que yo tuve el privilegio de haber conocido, antes que nadie, todo lo que ahora explicaba Marcelo; cuando habló de su primo, Carlos, yo recordaba las veces que se juntaron en el comedor y usaron la mesa para estudiar los planos; cuando pulsó el control remoto para hacer girar cada una de las unidades del complejo, en su doble movimiento, rememoré las infinitas ocasiones en las que ambos discutían la forma de lograrlo con el mínimo de gasto energético; finalmente, cuando dijo "….por eso es que guardo en mí la sensación tan querida de que la honra que ustedes me hacen es realmente para ella, para la mujer que amo más que nada en este mundo y a quien dedicaré cada día, cada hora y cada minuto del resto de mi vida…." sentí renacer en mí la capacidad de amar que creí perdida para siempre; me reproché íntima y severamente mi anterior actitud, pero decidí que eso no importaba, que tendría mucho tiempo para compensar la recalcitrante estupidez…..

-es decir, mientras yo estaba a tu lado ¿sentías toda esa tormenta de emociones, sin que nada hiciera suponer que, siendo una esfinge por fuera, eras también un conglomerado de terremotos por dentro?

-sí; cuando tú me dijiste que ha debido ser hermoso tener un amor como ése y, al escucharlo, yo asumí una actitud que parecía ser reflexiva, en realidad estaba tratando de controlarme al máximo para que mi corazón no estallara de contento… pero no perdamos tiempo; ayúdame a desempacar, nos apresuremos hay un futuro que me espera, la era de la redención definitiva ha llegado; mi locura ha terminado….

Al ritmo con que desempacaban las maletas, Grace le confiaba a su amiga los planes que iba imaginan-do para el futuro; planes entusiastas y saturados de un amor ilimitado.

-lo primero que haré cuando Marcelo llegue, será contarle todo desde el principio; no quiero que haya ningún secreto entre nosotros

-Grace: ¿quieres perfeccionar lo que ya es perfecto? no lo intentes; hay cosas que un hombre no perdo-na jamás, no importa la intención; guárdalo, guárdalo para siempre; al fin y al cabo, las mujeres tene-mos derecho a nuestros propios secretos

En ese momento, escuchan que la puerta del departamento se abre y se cierra; Grace le dice a su amiga:

-¿escuchaste ese ruido, el último, el que cierra la puerta? – Sí;

-nunca voy a olvidarlo; es la fanfarria que anuncia mi felicidad y la entrega de mi vida a Marcelo.

 

 

Autor:

Mario Blacutt Mendoza

Partes: 1, 2, 3
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