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Los Tallanes. Desde la perspectiva de Reynaldo Moya Espinoza (historiador) (página 4)


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Las chaquiras y los spondylus. 

En excavaciones que se han hecho en diversos lugares del Perú, pero sobre todo en el territorio tallán, se han encontrado primorosos collares confeccionados con pequeñas cuentas de color rojo, coral, rosado y blanco, al que llaman chaquiras. 

La confección de collares y pulseras de chaquiras fue una de las principales actividades de los tallanes. Como materia prima utilizaban una caracola llamada Spondylus o Mullu de las que habían varias variedades. Se trata de una concha grande que vivía en las profundidades de las aguas cálidas de la costa norte a partir del litoral ecuatoriano, generalmente pegada a las rocas. También en Punta Pariñas en la actual provincia de Talara había un banco. Expertos buceadores, las arrancaban de las rocas y los cambios bruscos de presión, actuaba negativamente sobre su salud, pero los tallanes los consideraban personajes meritorios. 

La spondylus princeps que existía en Ecuador era de color rojo coral y las llamaban conchas rojas. Se encontraban pegadas a las rocas a 10 ó 15 metros de profundidad. La concha Spondylus Calcifer, se encontraba en Pariñas entre 5 y 10 metros de profundidad. La spondylus pictorum era de las más usadas. Los tallanes, para lograr las caracolas se remontaban hasta las costas colombianas, y luego comercializaban con las chaquiras. 

Los spondylus triturados era conocido como Mullu. Esta labor eran realizadas por las mujeres tallanes en batanes y con grandes piedras de moler, como las que se usaban en los hogares piuranos hasta mediados del mil novecientos. Tanto el mullu como las chaquiras eran también utilizadas en ceremonias del culto. 

El cronista Sarmiento de Gamboa, decía: "Las conchas coloradas que estos naturales estimaban entonces más que la plata y el oro". Las conchas tenían unas protuberancias o espinas que era las que utilizaban para hacer las chaquiras. Los Chimús y los Incas utilizaron las conchas spondylus, para hacer incrustaciones en sus joyas. El hecho de haber sido utilizadas como adorno y para ritos religiosos y funerarios en todo el Imperio, da una medida del intenso comercio marítimo desarrollado por los tallanes que fueron los que trajeron esas conchas, desde tiempos inmemoriales. Fue en esas primeras épocas, cuando posiblemente los tallanes hacían sacrificios humanos, que se usaron estas caracolas. 

Una variedad de estas caracolas fue el Strombus Galeatus que se traía de Colombia y se usaban en todo el Imperio de los Incas como trompeta de guerra para dar avisos. Era el pututu, que usaron también los tallanes pero que los Incas más tarde se lo prohibieron. Los Incas y también los sacerdotes del Cuzco, comían la carne de los spondylus, sobre todo en las grandes fiestas o en ceremonias del culto. Por el sistema de chaquis, y guardados en depósitos especiales, las caracolas llegan vivas al Cuzco. 

Al mullu lo usaban para espolvorear la ruta que iba a seguir el Sumo Sacerdote para ir al altar o para cubrir el recorrido del Inca para llegar al sitio de honor. A los spondylus en su forma natural, o molidos bajo la forma de mullu, se les suponían poderes sobrenaturales, capaces de producir lluvia, evitar sequías, curar enfermedades y hasta ser útiles después de muerto, porque en muchas tumbas han sido encontrados. Entre el pueblo, se usaban trozos de mullu como amuletos. En el imperio se conocía a estas conchas como hijas del mar. 

Sobre los intercambios de mercaderías que se hacia entre los tallanes y los pescadores del litoral ecuatoriano, el cronista Fernández de Oviedo, dice: "Por el Spondylus dan todo el oro, la plata y la ropa que traen de rescate como objeto importante de comercio". Los poseedores de spondylus, chaquiras y mullu, eran considerados como ricos. 

De tanto ser utilizados para facilitar el trueque llegaron a convertirse en una especie de moneda, y por lo tanto su tenencia daba poder económico

La pesca. 

Los antiguos peruanos, sobre todo los que vivieron cerca al mar, tuvieron en las conchas, mariscos y peces su principal alimentación

Eso los convirtió en pueblos de pescadores, desde los tiempos remotos, aun antes de conocer la agricultura.  

Con el correr de los tiempos y aun cuando fue progresando en cultura y diversificando si alimentación, el antiguo poblador de Piura, nunca dejó el mar y más bien se convirtió en un dominador de todos sus secretos.  

Illescas fue un pueblo de pescadores en su asentamiento, cuando aún no conocían la cerámica. León Kostritsky en su obra "Hallazgos Arqueológicos que demuestran la existencia de un antiguo pueblo pescador" editada en Lima en 1955, habla de una extensa y sorprendente ciudad arqueológica, situada en la parte occidental de la península de Illescas. En este lugar se han encontrado restos de redes y tejidos, pero no de arcilla. Las redes son de dos clases; unas que tienen la malla asegurada por nudos fijos y otras con enlaces corredizos. Las redes estaban teñidas de diversos colores, siendo asombrosos que ni el agua del mar, ni el tiempo, los haya desvanecido.      

Federico Engel, en "Algunos datos con referencia a los sitios pre-cerámicos de la costa peruana", (editado en Lima en 1558), asegura haber descubierto en Talara en pleno tablazo, en donde muchos milenios pasados existiera una extensa laguna frente a Negritos, extensos bancos de conchas que sirvieron de alimento a primitivos pobladores, entre los cuales habían redes de pescar y algo que parecía pesas para redes. Este hallazgo al cual ha hecho frecuente referencia el arqueólogo alemán Horkheimer, corresponden a una época muy antigua, cuando un hombre piurano, no conocía la cerámica, y ni siguiera utilizaba el algodón –que crecía al natural– para hacer sus vestidos, pero sí para hacer sus redes. Se duda que hubiera fabricado en esos tiempos algunas baleas, para utiliza las redes, pero de lo que sí puede asegurarse es que utilizaban a la calabaza como flotadores para suspender un extremo de la red, mientras con pesas sumergían el otro extremo. De ese modo atrapaban peces de superficie. Hallazgos similares se han logrado en la bocana del río Chira.          

Con el correr del tiempo, aparece el anzuelo de hueso o de madera dura, lo mismo que los arpones y las balsas. El aporte de nuevos inmigrantes llegados por mar al suelo piurano, no sólo contribuyó a crear un hombre nuevo con rasgos étnicos muy propios que fue el tallán, sino que también sumó sus conocimientos sobre la pesca y el arte de la navegación, a los que ya habían logrado los antiguos residentes.     

La importancia del mar entre la gente de la costa, comprendida Piura, en ella, se puede apreciar que en el hecho de que fue deidificado y se le llamó Ni. 

Pero hay que advertir, que para la pesca, los tallanes utilizaron posteriormente balsas pequeñas, con las que penetraban sin embargo profundamente en el mar, dejando las grandes para la navegación. 

En 1528 al finalizar Pizarro su segundo viaje, recorrió por primera vez la costa peruana hasta Santa, y por todas partes encontró que de los pueblos le salían a recibir gran número de balseros y lo mismo los encontraba en el mar, entregados a las labores de pesca. Pizarro no sólo bajó en la costa de Lambayeque para atender a la cordial invitación de la Capullana, sino que también lo hizo en la costa piurana a la altura de Cabo Blanco, para tomar posesión de la región en nombre del rey y evitar que otro se le adelantase. Este hecho histórico que fue en Mayo de 1528, representa la primera vez que el conquistador pone sus plantas en tierra piurana. El desembarco lo hizo en balsa ayudado por los indios paiteños, pero como no estaban acostumbrados a los bruscos movimientos de ese medio de transporte, por poco pierden el equilibrio, pero no pudo evitar el perder su espada. Algunos cronistas aseguran que la capullana fue la de Pariñas. 

Cuando en el siglo XVII en plena colonia el corsario inglés Dampier llegó a Payta, en 1683, pudo observar la pericia de los hombres del puerto en la navegación y por eso años más tarde al escribir sus memorias, diría: "los indios de Colán son todos pescadores. Pescan en el mar en embarcaciones hechas con troncos de árbol". 

Los tallanes no sólo pescaron para su propia alimentación, sino también para industrializar el pecado y para comerciar con él. 

El pescado que no utilizaban, lo salaban, secaban y ahumaban. De esa forma podían enviarlo a la sierra del Ecuador y del resto del Perú. Es decir, que la pericia que ahora tiene para conservar el pescado, data de milenios.          

Luis Valcárcel, en "Historia del Perú Antiguo", asegura que de acuerdo a la leyenda de Viracocha, éste al llegar al mar, enseñó a los pueblos de Paita, Tumbes, la Puná y Puerto Viejo, el uso de la red y las técnicas de la pesca.   

Pero el mar no sólo les dio alimento bajo la forma de peces y animales marinos como los lobos de mar, o de mariscos; sino que también los proveyó de abundantes perlas. Los indios conservaron como un gran secreto el lugar de los asientos perleros y con el tiempo al morir ellos, se fue perdiendo noticias de su ubicación. Habían muchas perlas en Panamá, Ecuador y la costa de Piura-Tumbes. 

Inca Yupanqui, al llegar al territorio tallán pudo comprobar la gran abundancia de perlas que se extraían del litoral, pero prohibió su pesca por que los hombres tenían que zambullirse, con gran riesgo de su vida y enfrentar a peligrosos animales del océano que los atacaban, como los tiburones, las tintoreras y la mantas. Los españoles restablecieron la industria de la extracción de perlas y la explotación del nacar, pero en lugar de indios utilizaron a los negros que eran mejor nadadores y zambullidores que los blancos. Juan Salinas de Loyola, en las últimas décadas del siglo XVI se refiere a estos ricos bancos de perlas. Los cronistas Cobo y Acosta a su vez hacen conocer el peligro que enfrentaban los negros al sumergirse en el mar, en donde gigantescas mantas los comprimían contra las roca o contra el fondo. Muchas veces, se producían una gran tragedia debajo de las aguas, cuando el negro nadador hacía frente a las mantas cuchillo en mano y a veces resultaba ganador. 

Dice Juan Salinas de Loyola, "hánse hallado muchas señales de que las costas  -de cabo Blanco, Puná, Tumbes, Punta Aguja y Paita– de haber habido pesquerías de perlas, lo cual han tenido ocultando los naturales después que los españoles entraron en la tierra y no se han podido saber ciertamente y las muestran han sido en las huacas y enterramientos que se han descubierto, haber hallado mucha cantidad de perlas de muchos grandor y riqueza

La navegación.  

La navegación supone el uso y construcción de embarcaciones. Se inicia con la balsa, pero hay que suponer que ésta no aparece en forma brusca en el panorama histórico de la costa tallán. 

Nos referimos a la costa tallán en particular y no a toda la región yunga, por que ha sido en Piura, Tumbe y Ecuador, en donde la navegación pre-incaica alcanzó el más alto grado de desarrollo

En la etapa pre-cerámica, la relación del hombre con el mar, fue la de un simple recolector. Sin necesidad de penetrar en el mar, este le arrojaba a la playa conchas y mariscos, o peces de los llamados de peña. Lo que ha constituido un misterio es que esos restos de conchales muy antiguos se han encontrado también trozos de lobos marinos, que han servido de alimento a los hombres primitivos del departamento.   

El hombre fue primero pescador y más tarde navegante. También aprendió a nadar y a zambullirse. Tanto el río Guayas, como el Tumbes y el Chira, arrastran hacia el mar, numerosos trocos de árboles en los tiempos de grandes avenidas. Esos troncos son como inmensos flotadores y resultaron sin duda alguna una invitación para el hombre primitivo que los veía cruzar desde las playas o en las bocanas de los ríos. Se tuvo que acercar a ellos y luego trepar y avanzar a horcajadas, avanzando bajo el ímpetu de la corriente, comprobando que no se hundían bajo el peso. Es así como tienen que haberse iniciado en el arte de navegar, sobre un solo tronco. Lo que al principio fue un acto fruto de la casualidad, con el tiempo se convirtió en intencional y se libró a los árboles de las ramas que frenaban su avance, dejando sólo e tronco. También por acción casual tienen que haber observado cuando a veces se juntaban varios troncos y la conveniencia que así fuera, surgiendo la idea de amarrarlos, naciendo de esa manera la balsa de sólo dos troncos, sobre los cuales el tripulante podía ir precariamente sentado, y no cabalgando. 

Pero, aun cuando lo predominante fue el uso de troncos, para hacer balsas, no se descarta, el empleo del junco para balsas destinadas a la pesca. Es decir, que no sólo los mochicas utilizaron ese medio de navegación, sino también los tallanes. Por eso el  cronista Oviedo dice: "Las balsas se usan desde el río Chira, hasta la parte austral y son de juncos". 

En la Relación de Sámano-Xerez, hay una amplia referencia sobre las balsas de troncos. Dice el cronista, refiriéndose al navío que las naves españolas encontraron un poco más debajo de la línea equinoccial, lo siguiente: "Este navío que digo que tomó, tenía parecer de cabida hasta treinta toneles, era hecho por el plan y quilla, de unas cañas tan gruesas como  postes (¿cañas de Guayaquil?) ligadas con sogas de uno de otro, que dicen henequén, que es como cañamo, y los altos de otras cañas más delgadas, ligadas con las dichas sogas, a do venían sus personas y mercaderías en enjuto por que lo bajo se bañaba; traían  sus mástiles y antenas de muy fina madera y velas de algodón del mismo talle, de manera que los nuevos navíos y una buena jarcia del dicho henequén, que digo que es como cañamo, y una potales por anclas a manera de muelas de barbero".                  

Gutiérrez de Santa Clara, el cronista que dice que los yungas eran sucios y andaban desnudos, al mencionar las balsas expresa: "Los indios de Payta, de Puerto Viejo de Tumbes y de la isla Apuna (sic), navegaban haciendo uso de unas balsas de madera liviana y seca y de cañas con unas velas latinas triangulares y timón en la popa; hacen uso de ellas para pescar entrando mar afuera más de cuatro leguas con las velas aprovechando el viento". Agrega el cronista que era costumbre de los pescadores arrancar los ojos de los primeros peces y comérselos en la creencia que si no lo hacen, les faltará la pesca. La practicaban con redes largas, con arpones, con varas tostadas y después del medio día aprovechando el viento contrario a la marea, se vuelven a tierra con las velas tendidas. También cuenta la leyenda de que Viracocha enseñó a pescar a los hombres de la costa.   

  El relato anterior, muestra que los pueblos pescadores de  Piura, supieron aprovechar la fuerza del viento, de las mareas y de las corrientes marinas, no sólo para penetrar mar adentro, sino también para llegar a Panamá por el Norte y a Chan Chan por el Sur. Las grandes balsas y las velas recién se usaron en tiempo de los tallanes. 

El corsario Guillermo Dampier que estuvo en Paita en 1683, al escribir sus Memorias años más tarde, deja conocer su asombro por la pericia marinera de los indios de Colán y de la forma como manejan sus balsas. 

Dice Dampier, "Si la embarcación se usa para la pesca, será solamente construida de tres o cuatro troncos de madera liviana, de siete a ocho pies de largo, colocando unos cerca a los otros y ligados por medio de otros troncos colocados a través, fuertemente atados con cuerdas de bejucos. Estos troncos están dispuestos de tal manera que los del centro son más largos que los de los lados, principalmente en la proa, formando así una punta para cortar mejor el agua". Construyen otras embarcaciones para transportar mercancías. Están  formadas por veinte o treinta maderos de 20, 30 ó 40 pies de largo amarrados de la misma forma arriba descrita y con el mismo perfil, o sea con proa proyectada hacia delante. Sobre estos trancos cruzan otros más pequeños, también fuertemente amarrados, entre sí como los de abajo. Este doble juego de maderos forma la plataforma de la embarcación, la cual es de considerables dimensiones. Sobre esta plataforma se levanta la casa, de cerca de diez pies, con hileras de troncos parados, los cuales soportan uno o dos pisos". 

"Entre las dos plataformas se acomoda el lastre de piedras y de ese modo la balsa navega medio sumergida. El segundo piso de la cámara está totalmente libre de la acción del agua y allí se ponen generalmente alimentos que se pueden descomponer por la humedad. En la popa hay lugar para el timonel y la cocina. De un gran mástil pende una vela de apreciable dimensión". Para Dampier, las balsas impulsadas por el viento de sur a norte, pueden ir a Panamá pero no pueden regresar igual. Estas baleas pueden transportar mercadería hasta por 70 toneladas. La narración de Dampier es reproducida por Hermann Buse, en Época Prehistórica, , de Historia Marítima del Perú.  

A despecho del avance tecnológico en la navegación, hasta 1930 habían en Payta, Colán y Sechura, gran cantidad de balsillas. El arqueólogo Bruning, estudió eso en el citado año y aseguraba que pescadores sechuranos al igual que de Pimentel y San José iban hasta las islas de Lobos en esas balsillas. De igual manera Clinton Edwards estudió las balsillas de Paita, y de un serie de pequeños caseríos portuarios ubicados al sur. Dice Edwards que los pecadores son gentes sumamente pobres que viven en condiciones infra-humanas y en chozas miserables. Relata su dura vida llena de peligros y como al atardecer van llegando en gran número las balsillas tripuladas por un solo hombre. Luego manifiesta Edwards: "De pronto  sin embargo, este ambiente del pasado es roto, por la llegada bulliciosa de un camión de Sullana o Piura, para recoger el pescado salado. Uno se ve obligado a recordar que a pesar de su apariencia primitiva, esta pesca está destinada a la distribución moderna del producto".      

Con relación al número de tripulantes de la balsa que el piloto Ruiz avistó en el segundo viaje de Pizarro, los cronistas no están de acuerdo, pero sí,  de que habían algunas mujeres. Tampoco hay unanimidad de criterio con relación a su procedencia. En base a la Relación de  Sámano-Xerez, algunos historiadores como el ecuatoriano Emilio Estrada y también don Julio Tello, dicen que procedía de Salango: pero la mayoría de historiadores, afirman que era de Tumbes entre ellos Luis Valcárcel, Porras Barrenechea, Gustavo Pons Muzzo, Rubén Vargas Ugarte, Clemente Marakan y Hermann Buse.  

El comercio entre los tallanes. 

A diferencia de otros pueblos de la costa, los tallanes no sólo hicieron el comercio por tierra, sino que se aventuraron a largas distancias en el mar. 

Fueron los tallanes, los mejores marinos del Perú y esa tradición se ha conservado en Sechura y Colán. 

Mientras los tallanes fueron libres o estuvieron subordinados al Gran Chimú, comerciaron con quien quisieron. Había lo que podríamos llamar libre comercio. Pero cuando fueron sometidos a los incas, se implantaron regulaciones. 

Antes de incorporarse el pueblo tallán al Imperio Inca, el comercio fue predominantemente marítimo, pero más tarde prosperó mucho al arriaraje, cuando los incas introdujeron en gran escuela la llamas. 

Cuando Candia desembarcó en Tumbes, se admiró que en su mercado, hubiera tanto movimiento comercial y que tropillas de llamas salieran e ingresaran cargadas de mercadería. 

Los tallanes, más que con los pueblos del sur, mantuvieron un intenso comercio marítimo con los pueblos de la costa ecuatoriana, habiéndose aventurado con sus balsas no menos eximios marinos ecuatorianos de la región de Mantas.  

Los tallanes que eran grandes orfebres, necesitaban oro para hacer sus primorosos trabajos de metal y eso lo conseguían en la costa de Chocó y del interior, en el Imperio del Tahuantinsuyo. Las esmeraldas también las solicitaban de Colombia. A cambio entregaban tejidos de lana, y piezas hechas de oro y cobre. A los pobladores de la sierra llevaban pescado, sal y ropa de algodón y en cambio recibían tejidos de lana.    

Cuando recién se iniciaba la conquista del Perú y el piloto Bartolomé Ruiz capturó en la travesía de Panamá a Tumbes una gran balsa con vela, con capacidad para 30 toneladas de carga, tripulada por veinte hombres, comprobó que en la carga habían muchas piezas primorosamente confeccionadas en oro y plata para adorno personal, como diademas, coronas, brazales, cintos, petos, cascabeles, sartas de cuentas, tazas y vasijas de fina cerámica, mantas y ropa de algodón de diversos colores, con bellos bordados. Todo eso era producto del trabajo del industrioso pueblo tumbesino. Merece mención especial, ya que causó el asombro de los españoles, que entre la mercadería encontrase pequeñas balanzas, de tipo romano, producto de la inventiva tallán.          

Cuando Bartolomé Ruiz capturó la balsa de la Bahía de San Mateo, se asombró de la gran vela cuadrada de tipo latino que portaban. Sólo los tallanes y los manteños usaban estas velas lo que les permitían navegar largas distancias. Conocían todos los secretos de las corrientes marinas y de los vientos.   

La balsa era de regular dimensiones, y construida con grandes maderos livianos de fácil flotación amarrados unos con otros con cuerdas de henequén. También tenían timón de dos mástiles. Los maderos se amarraban con otro atravesado, y constituían dos cubiertas, de tal manera que la mercancía no se malograba con el agua. Estas embarcaciones eran insumergibles.    

Cuando los españoles vieron a lo lejos la vela, tuvieron gran pesar pues creyeron que otro europeo se les había adelantado. Los indios, por su parte fueron presas de gran temor y 11 de ellos se lanzaron al agua, para huir.   

De todos ellos, el piloto Ruiz escogió a tres como los más vivaces para enseñarles el idioma español y que sirvieran de intérpretes.A los tres indios capturados se les dio nuevos nombres. Ellos fueron Francisquillo en homenaje a Pizarro, Fernandillo en recuerdo del Rey Fernando de Aragón y Felipillo. De acuerdo a esta versión el famoso Felipillo sería de Tumbes, pero los demás cronistas dan opiniones diversas de tal manera que no se conoce a ciencia cierta de donde fue tan enigmático como nefasto personaje. Lo cierto es que fue indio tallán, y como tal enemigo acérrimo de Atahualpa, al cual contribuyó a ajusticiar.      

El cronista Cómara, dice que Felipillo, fue de Poechos y en tal sentido hay una casi coincidencia con lo que manifiesta Cieza de León que asegura era de la costa de Piura, y que tomado por Pizarro cuando regresaba por mar de Santa a Panamá. Según otra  versión, los caciques de Paita o de Tumbes, le entregaron al conquistador dos muchachos a los que pusieron por nombre Felipillo y Martinillo. También el cronista Zárate es de la opinión que Felipillo es de la desembocadura del Chira. 

En cambio Gutiérrez de Santa Clara, dice que era de la isla Puná y Huamán Poma asegura que era de la zona del Guayas o sea indio huancavilca.  

Eugenio Savoy, demostró en 1969 que en una balsa de totora como las confeccionadas en la antigüedad por los mochicas, se podía navegar de Salaverry hasta Panamá. En efecto, el 15 de Abril partió de ese puerto y el 25 ya había llegado a Talara, arribando a Panamá el 26 de Mayo.       

Años antes Heyerdaht había cruzado con la Kon Tiki, una balsa de troncos del tipo tallán, todo el Pacifico. 

El encuentro que tuviera el piloto español Bartolomé Ruiz con la gran balsa tumbesina impulsada a vela, cargada de mercadería muy diversa y valiosa y con tantos tripulantes, no sólo demuestra lo avanzado que estaban los tallanes en lo relativo a la navegación, sino que también demuestra la existencia de un comercio marítimo de importación y exportación bien organizado. Por eso no sin razón se ha llamado a los tallanes, los fenicios de América del Sur. El investigador alemán Uhle, expresaba que en la balsa, habían una gran cantidad de conchas de color coral, lo que significaría que estaba de regreso a Tumbes. 

Fue por lo tanto el dominio de las rutas de navegación, lo que impulsó a los tallanes a navegar hacia el Sur hasta las costas del actual departamento de Lima y por el norte hasta Panamá. Un punto donde llegaban con frecuencias eran las costas de Chocó en el extremo norte de Colombia. Eso explica que Pizarro llegase a tener en Panamá noticias del rico imperio de los incas, lo que era conocido entre los indios del istmo por los balseros tallanes que legaban. El gran navegante e investigador Heyerdaht, asegura que en tumbas antiguas de Arica se han encontrado conchas spondylus ¿cómo llegaron allí? 

Son muchos los historiadores, que aseguran que las grandes balsas se desarrollaron en tiempos de los tallanes, pero los habitantes anteriores de la región que aún no se podían llamar tallanes, también eran muy buenos marinos y en el siglo II D.C. ya se aventuraban con balsas menores a navegar por las costas de Ecuador. 

Para lograr los fines de ese comercio de exportación, habría que considerar que se tenía que cumplir con todo un proceso de hechos económicos bastante complejos, pero perfectamente sincronizados. Ante todo, los tallanes tenía que producir o lograr por trueque con  otros lugares, los artículos que tuvieran demanda en las poblaciones del litoral de Ecuador y Colombia. Luego el dueño de la mercadería debía de conectarse con los balseros, para acordar todo lo relativo al viaje y al pago de los servicios.

Hay que imaginar la serie de delicadas maniobras para colocar la mercadería a bordo y asegurarla. Cabe suponer también que el dueño de la mercadería o su representante, harían el riesgoso viaje para cuidar el desembarco de la mercadería en el puerto de destino, y luego de su traslado al mercado o donde los compradores, que bien podían estar en alguna región interior. Como no existía la moneda, todo tuvo que hacerse por trueque. Por tal motivo lo tallanes tenían que ser cuidadosos de lo que iban a recibir a cambio, lo que generalmente eran esmeraldas y conchas Spondylus, Para facilitar el trueque, usaban balanzas muy semejantes a las que por entonces se usaban en Europa. Con las conchas Spondylus de color coral hacían los tallanes las famosas chaquiras con las que confeccionaban pulseras y collares, que se han encontrado con profusión en sus tumbas. Con las esmeraldas, tanto los tallanes, como los Vicús antes, las usaron para hacer sus primorosas joyas. 

Cuando los Incas conquistaron a los tallanes, gran cantidad de conchas Spondylus, se enviaban vivas en recipientes especiales al Cuzco. El molusco que estaba dentro de las conchas rojas, era muy apreciado por los Incas, que lo consumían en contadas ocasiones y las conchas blancas se usaban en las ceremonias del culto, lo mismo que el Mullu, que eran las conchas trituradas o reducidas a polvo. 

Como es lógico suponer, los tallanes no tenían los instrumentos que usaban los marinos del viejo mundo, para orientarse en alta mar. Por eso, con mucha frecuencia navegaban con la tierra a la vista, pero en viajes largos se aventuraban mar afuera. La segundad de llegar al sitio deseado, se debía a que habían aprendido a orientarse por las estrellas, por el sentido de los vientos y por las corrientes marinas. Eran pues grandes observadores y los conocimientos adquiridos eran transmitidos de generación en generación a los del gremio. 

Con las costas ecuatorianas de Manta (provincia de Manabí) y Esmeraldas (en la actual frontera con Colombia), el comercio marítimo con las tallanes fue intenso. 

Con los mochicas y con los Chimús, el comercio se hizo por mar y tierra. Cuando los tallanes fueron sometidos por los incas, se desarrolló el arrieraje. Con grandes recuas de llamas, llevaban las mercaderías a todas las partes del imperio. 

Los habitantes de la costa ecuatoriana eran también expertos y osados navegantes, lo cual hizo intenso el comercio con los tallanes y mochicas. Es admirable comprobar, como estos pueblos de la antigüedad se preocuparan tanto de establecer vínculos comerciales y de amistad sin habérseles ocurrido ideas de conquista. 

Los tallanes también tuvieron un intenso comercio con las poblaciones serranas del sur del Ecuador, como los huancavilcas, chonos y paltos. De igual modo con sus vecinos de Ayabaca, los Guayacundos.

El arte de los tallanes. 

Las excavaciones han permitido el hallazgo de gran cantidad de huacos negros y rojos, en los sitios en donde se supone ha habido asentamientos humanos. Junto con ellos, hay abundancia de vasijas para el uso diario.

Estas manifestaciones del arte cerámico, permiten notar influencia de las culturas ecuatorianas, pre-mochicas, Mochicas y Chimú.                              

No obstante que la región de Piura en ningún momento estuvo sometida al imperio Wari, sin embrago se han encontrado en el Bajo Piura, algunos ceramios parecidos a los que se han hallado en Cajamarca y en Chicama y que corresponden al período del apogeo del Imperio Wari. La presencia de tales huacos, es sin duda alguna el resultado del comercio y de la comunicación de los pueblos tallanes con sus circunvecinos. Es decir que fueron elaborados  en otros lugares y traídos a esta región.    

En el capítulo que se ha dedicado a Vicús, hay referencias concretas a la cerámica de los pobladores de esa zona. 

En cuanto al trabajo en metal, los peruanos de esta región manipularon el oro, la plata y el cobre. Como todo pueblo antiguo, también llegaron a dominar el bronce. 

De bronce, no sólo hacían adornos, sino también azadas pequeñas con mangos de madera para la agricultura, pectorales para los soldados y armas para la guerra, como remates para sus mazas o porras. También al bronce dieron un uso igual.  

Los tallanes llegaron a ser muy buenos orfebres, posiblemente por haber recibido la técnica, para el tratamiento del oro y de la plata, de los Chimús que fueron los mejores joyeros del antiguos Perú, por cuyo motivo los Incas llevaron a muchos de esos artesanos al Cuzco. 

Aun cuando, en muchos lugares del departamento se han encontrado platos y vasos de oro, hay que recalcar que  fue en Frías en donde se realizaron los mejores trabajos. Las joyas, las combinaban con perlas, con esmeraldas y con turquesas. Ya se ha dicho de donde obtenían los tallanes las perlas. En cuanto a las esmeraldas, ellas abundaban en las zonas costeras ecuatorianas de Puerto Viejo y de Mantas, de donde se lograban mediante el intenso trueque existente. El oro, lo obtenían los tallanes del comercio que hacían con los habitantes de la sierra. En Sechura extraían perlas negras.      

En la talla de la madera no sobresalieron los antiguos piuranos, posiblemente a causa que la mayoría de las madera, sobre todo el algarrobo que dominaba el paisaje antiguo, al igual que el de ahora, no se presta para el desarrollo del arte del tallado por su dureza y naturaleza rugosa y fibrosa. 

Los primeros piuranos utilizaron el algodón cuando este crecía en forma espontánea y con su fibra construyeron redes. Posteriormente lo cultivaron, y aprendieron el arte e industria del hilado, en que sobresalieron, para posteriormente avanzar en el arte del tejido. Como el clima era cálido, utilizaron en la costa el algodón para hacer sus telas, que también les servio para construir velas de sus barcos. En la sierra, usaron la lana de la llama, de la alpaca y del guanaco para hacer sus telas, arte que según Garcilaso Inca de la Vega, les fue enseñado por los Incas cuando fueron conquistados. Los vestidos de la gente principal de la costa estaban adornados con bordados de lanas de colores, sobre todo en las orlas de las mangas y de las faldas o faldones                 

En arquitectura no pudieron demostrar mayor técnica ni iniciativa, por que las viviendas fueron sin duda algunas de caña y barro, como lo son las actuales de los campesinos. Se han encontrado muchos cementerios, huacas y vestigios de asentamientos humanos, pero no de viviendas, lo cual muestra la precariedad de las mismas. En la costa no hay restos de ciudades, como en otros lugares y el adobe se utilizó en tiempo de los Incas para levantar templos para el sol, fortalezas, mansiones para las escogidas y en algunos lugares, palacios para el Inca o los grandes dignatarios del Imperio. En la sierra, se utilizó la piedra y de eso quedan restos. De los poblados de Poechos que parece fue una de la más importante población –y no una ciudad en el exacto sentido de la palabra– del valle del Chira, que es mencionado por los cronistas, no queda ningún rastro y hasta su fortaleza permanece aparentemente desconocida de nuestras miradas. 

La guerra. 

Cieza de León en la crónica del Perú dice: "En los tiempos pasados, unos indios de éstos tenían con otros sus guerras y contiendas, según ellos dicen y por cosas livianas se mataban, tomándose las mujeres y aun afirman que andaban desnudos y que algunos de ellos comían carne humana, pareciéndose en esto y en otras cosas a los de Popayán". Esta referencia del cronista es a los indios de Huancabamba antes de ser conquistados por los Incas. 

Los tallanes de Tumbes  fueron gente muy belicosa y constantemente estaban en pie de guerra con los indios de la Isla Puná, pero a decir verdad, los que más comúnmente tomaban la iniciativa en esta guerra, fueron los isleños.  

Los tallanes de los valles del Piura y del Chira, no fueron propiamente conquistadores y como tal no disponían de ejercito en el sentido de la palabra, y de acuerdo a la época, como los tuvieron los Chimús y los Incas. Sin embargo si disponían de bandas armadas en las constantes luchas intestinas que tenían entre sí.    

La comprobación de que disponían de armas de guerra, prueba que había gente armada y la representación de ceramios con prisioneros atados de las manos y en actitud humilde y de sometimiento de hombres en cuclillas, nos dice a las claras de que existieron prisioneros y por los tanto guerras.   

Las guerras se las hacían indudablemente entre ellos, y serían de corta duración por que ningún régulo llegó a imponerse a los demás para crear un estado sobre toda el área geográfica de los departamentos de Piura y Tumbes.    

Si se habla que el Imperio Chimú abarcaba desde Tumbes por el norte, eso no significa en modo alguno que hubo una  guerra de conquista en el sentido exacto de la palabra. Fueron  simplemente  choques esporádicos y una sistemática   infiltración que terminó en  el reconocimiento como Señor del Chimú-Capac, lo cual bien pudo conseguirse por negociaciones, y compulsadas la ventajas que en cuanto a comercio, y contribución técnica podrían lograr; les resultó entonces más ventajosa la amistad del gran señor del Sur. Si a todo eso se agrega que los tallanes conservaban su autonomía, su religión, lengua y costumbres, entonces los reyezuelos de los valles del Chira, del Tumbes y del Piura que seguían como tales y se les reconocía su autoridad sobre los antiguos vasallos, y nada tenían que alegra.      

Hay ceramios tallanes que representan guerreros con una especie de casco en la cabeza, par defenderse y alguna arma ofensiva que en unos caos es una maza, y en otros un cuchillo largo que semeja una espada. También hay algunos, que posiblemente se trate de oficiales o jefes de grupos armados, que tienen pectorales. En esto se parecían a los Vicús. 

Se han encontrado numeroso cabezas de porras o macanas, fabricadas de cobre que semejan estrellas o discos, que colocaban en entremos de palos de madera muy dura.  También hachas, para el trabajo y para la guerra. Los prisioneros eran sin duda alguna convertidos en esclavos, cuando no entregados para sacrificarlos a los dioses.      

Pese al gran ejercito que tenían los Incas y a lo afirmado por Gracilazo de la Vega; los tallanes del medio Piura y del Bajo Chira, resistieron a los 40.000 hombres de Huayna Capac. Cuando Pizarro llegó a Pabur, el curaca, le dijo que el Cuzco Viejo había quemado 20 pueblos. Los curacas de Amotape, Payta y Colán resistieron ferozmente y en venganza, el Inca formó con el corazón de cinco mil vencidos una pirámide. Por eso, posteriormente, el nuevo curaca de Amotape, guardó eterno rencor a los del Cuzco, y más tarde se plegó al bando del usurpador Atahualpa. Los tallanes antes del imperio, no usaron ni arcos, ni dardos arrojadizos porque no los representan en los ceramios. 

Atahualpa, quiso vengarse de la adhesión de la y mayor parte  los tallanes a Huáscar legítimo sucesor de Huaina-Capac y trató muy durante a los antiguos piuranos, lo cual no impidió que muchos principales de estas tierras se pronunciaran a favor del usurpador, siendo los que más resistieron a los conquistadores.

Todo lo dicho queda confirmado con el relato del cronista Santillán, que al referirse al estado en que se encontraba la costa peruana antes del dominio de ella por los Incas, expresa: "Cada valle o provincia tenía su curaca o señor principal o varios otros jefes dependientes de ellos". 

En la costa sur, cada valle o curacazgo , tenia conflictos  con sus vecinos y por esta causa se afectaba al comercio y la comunicación. Las frecuentes guazábaras daba como resultado,  que los vencidos quedaran sujetos a los vencedores y obligados a trabajar en sus sementeras de maíz, coca y ají y en el cuidado de sus llamas. De esta suerte algunos curacas llegaron a someter a varios valles y provincias como es el caso del Chimú-Capac que enseñoreóse en la mayor parte de los yungas.   

Sin duda alguna, que el reino más importante y organizado que los Incas conquistaron, fue el Imperio Chimú. Por tal motivo, y para evitar sublevaciones como la que tuvieron que enfrentar después del primer sometimiento, prohibieron que los indios de la costa norte tuvieran armas. Eso fue el motivo por el cual en cierta forma se explica que los tallanes no pudieran resistirse a los ejércitos de Atahualpa primero y Pizarro más tarde, aun cuando a los antiguos piuranos, más les importaba su autonomía que estar cambiando de señor. Como la región fue ocupada por ejércitos incaicos, fueron estos los que se encargaron de hacer la guerra o de organizar la resistencia. Los antiguos tallanes no tenían armas arrojadizas y por eso los combates los hacían cuerpo a cuerpo y fue el ejercito incaico el que introdujo la honda, el arco y la flecha, que sin embargo no tuvieron efectividad ante las armas de los conquistadores.

Las enfermedades.      

Por muchísimos años, para los habitantes de la sierra, la costa fue un sitio de muerte a donde sólo se enviaban como castigo, a los que habían delinquido. Esto sin duda alguna desfavorece la teoría de que el poblamiento de esta región yunga haya sido por la llegada masiva de gente de la sierra. Sin descartar el aporte andino, es posible que la mayor parte de la primitiva gente costeña llegó por mar, a cuya orilla se afincó alimentándose al principio de conchas y mariscos, en una dilatada etapa en que el hombre fue un simple recolector. 

La costa resultaba un grave riesgo para le gente serrana, por la existencia del paludismo que había en sus valles, los que eran por otra  parte los lugares más propicios para vivir. Los mismos españoles recibieron el impacto de ese diminuto enemigo que era el zancudo, que les causó más bajas que los mismos indios sublevados. Por eso los conquistadores decían que eran sitios enfermos.  

El mal de ojo. 

El cronista Oviedo dice que los tallanes del Chira, "andan arrebozados con unas tocas de muchas vueltas, apareciendo así son las cabezas muy grandes, con aquellos rebozos y los rapacejos colgados que parecen barbas. Dichos tocados se usan para preservarse de enfermedades de los ojos tan generales que cuando se ve venir dos indios, puede apostarse que uno es tuerto". 

Fray Reginal Lizárraga que visitó a la segunda sede del gobierno español en el valle del río Piura, decía: "era muy enfermiza de accidentes de ojos, quedando mucho ciegos. Apenas vi en aquella ciudad, hombre que no fuera tuerto". El mismo cronista afirma que la enfermedades oculares eran muy comunes en los valles de la costa y manifiesta su asombro por la gran cantidad que había de mosquitos, que mortificaban a los vecinos y a los viajeros. 

El cronista Agustín de Zárate hablando de la segunda gobernación, manifestaba: "La región no era muy sana a causa de una enfermedad natural de la tierra que da en los ojos a los más que por allí pasan". Luego sigue manifestando que por tal motivo un gran  número de pobladores, que eran los tallanes, eran tuertos y los primeros conquistadores se llegaron a contagiar. Blas de Atianza, el primer alcalde que hubo en el Perú, estando en la segunda gobernación quedó casi ciego, lo cual le obligó a emigrar a Trujillo y lo mismo hizo el español Antón Cuadrado, que perdió totalmente la visión.      

Al final los mosquitos lame-ojos terminaron por correr a los españoles de la localidad de Piura, ubicada en el valle del mismo nombre, obligándolos a trasladarse al puerto de Payta, que existía desde remotos tiempos y que luego fue residencia de un buen número de españoles, los que la habían dado el nombre de San Francisco de la Buena-Esperanza

El paludismo. 

El valle del Chira, al igual que el de Tumbes, estaba infectado de zancudos trasmisores del paludismo. Los tallanes, no obstante su aclimatación de siglos, era un pueblo palúdico. No se sabe si al llegar los conquistadores estos indios al igual que en el Ecuador ya utilizaban la corteza de la cascarilla, que se conservaba como secreto de la medicina india y que sólo se reveló siglos más tarde cuando enfermó la Condesa de Chinchón, esposa del Virrey. 

Los españoles menos aclimatados, fueron fácil presa de los amófeles y muchos enfermaron, por cuyo motivo no pudieron acompañar a Pizarro en su viaje a Cajamarca. Pero fueron posteriormente muchos los que alentados por la sed del oro y sintiéndose mejor, dejaron el sitio de Tangarará que decían era insalubre, para seguir a la caravana conquistadora de Pizarro. 

Cieza de León, que muchos años después de la fundación, visitó San Miguel dijo que ella había estado antes en Tangarará, de donde se pasó por ser sitio enfermo, en donde los españoles vivían con algunas enfermedades. Cuando en Mayo de 1534,  visitó Tangarará, otra vez Almagro con don Pedro de Alvarado, pudo constatar que una gran cantidad de vecinos se habían trasladado a la localidad indígena de Piura, en el otro valle, por cuyo motivo autorizó el traslado de autoridades y vecinos

La verruga. 

En su tercera expedición, los españoles desembarcaron en la Bahía de Caráquez ubicada en la costa de la provincia ecuatoriana de Manabí. De acuerdo a la versión del Cronista Pedro Pizarro, allí encontraron unos colchones de ceibo, que utilizaron  los expedicionarios por encontrarse muy cansados. Pero sucedió que muchos españoles que en ellos se acostaron amanecían tullidos y sin poder desdoblar brazos no piernas. Para muchos de los viajeros, la enfermedad que denominaron la verruga, se debía a esos colchones.       

Según el cronista, la enfermedad era "tan mala y congojosa que tuvo a mucha gente muy fatigada y trabajaba con muchos dolores como si estuvieran con bubas, hasta que les salían grandes verrugas por todo el cuerpo y algunas tan grandes como huevos y reventando el cuerpo les corría materia y sangre,  que tenían necesidad de cortárselos y echarse en la llaga cosas fuertes para sacar la raíz; otras habían tan maduras como sarampión de que se hinchían los hombres todo el cuerpo. Pocos se escaparon que no la tuvieran, auque a unos dio más que a otros. Otros quisieron decir que se causó esta enfermedad, de unos pescadores que comieron en la Provincia de Puerto Viejo, que los indios dieron de malicia".  

El cronista Anello de Oliva, describe esta enfermedad de la siguiente manera: "Tubieron (sic) unas rigurosas berrugas (sic) que como piedras les nacían a muchos de ellos en la cabeza, por el rostro y por todo el cuerpo, tan grandes y monstruosas que eran como brevas, que destilando mucha sangre les causaban intenssimos dolor y un excesivo horror, lastimándoles cualquiera con que les tocara por pequeña que fuese. Pusieronse felissimos los deste contagio, por que unas verrugas colgaban de la frente otras de las cejas, otras del pico de la nariz, de las barbas y de las orejas, de suerte que no sabía que hacerse ni remedio para tan rigurosa enfermedad que solo tenía de alivio la trisca y burla que los uno hacían a los otros….murieron muchos y otros sanaron y auque el mal fue general y corrió por todo el Perú. Con trabajos tan grandes y enfermedades tan molestas y con muertos de no pocos compañeros, nunca desmayó don Francisco Pizarro".                    

Garcilaso Inca de la Vega, describe la enfermedad con las mismas palabras que el anterior cronista y agrega que él vio en el Cuzco a tres o cuatro españoles con las mismas enfermedades y que habían sanado. Dice también Garcilaso, que esa enfermedad no eran antes conocida acá. 

Todo hace suponer que los indios habían creado inmunidad en su organismo, y por eso no era atacados y los que sufrían se les presentaba en forma tan benigna que pasaba desapercibida. Lo que si es seguro, es que muchos españoles enfermos con el mal, llegaron no sólo a Tumbes sino también a Tangarará por que Pizarro no podía detenerse en sus planes de conquista, ni tampoco dejar abandonados a sus compañeros. Alfonso de Mesa, fue uno de los que llegó enfermo a Tumbes. 

Todos los cronistas mencionan en sus relatos esta enfermedad. Zárate dice que era peor que las bubas conocidas en Europa. Para Gómara, era una enfermedad nueva que no sabían como tratar y por lo cual los pacientes renegaban de la tierra y de Pizarro. El Conquistador Jerónimo de Aliaga, decía muchos años más tarde en 1548, que era una  epidemia. El cronista Miguel de Estete, hablaba de calenturas (paludismo) que mataba en 24 horas y de una verruga que le parecían era como viruela, inutilizando y lisiando a la gente que no podía ni siquiera buscar su alimento. Creían muchos, que haber estado en Coaque inmediatamente debajo de la línea equinoccial, era la causa. 

En la Crónica Rimada de 1538, se asegura que 60 personas murieron por su causa, pero Ruiz Hernández de Briceño sólo da entre 30 y 40 hombres.            

Para muchos la alta mortalidad y complicaciones de la enfermedad se debió a la presencia simultánea de la verruga y del paludismo. 

Mucho ha interesado a los modernos investigadores esta enfermedad y en 1899 Pablo Patrón y Ernesto Odriosola, se pronunciaron por una forma de verruga, que hoy ya no existe. Pero Julián Aore, no compartía en 1918 esa opinión, por que la verruga no es una enfermedad que pueda matar al paciente en sólo 24 horas de haber aparecido, ni tiene tan elevado grado de contagiosidad. Respaldado esta opinión, en 1931 el Dr. Angel Maldonado, creía era pian o cuchipe, complicado con paludismo. Raúl Rebagliati en 1940 suponía un ataque simultáneo de verruga y paludismo. Daniel Mackhenie opina por una clase de verruga eruptiva y del mismo criterio es Pedro Weiss, en 1953. todas estas opiniones figuran en la obra titulada "La medicina en el descubrimiento y conquista del Perú" de Juan B. Lastres (año 1956

La viruela

Esta enfermedad se presentó sin duda alguna en el Perú bajo la forma de grandes epidemias que causaban gran mortandad.   

Pedro Pizarro cita al Tesorero Riquelne diciendo al llegar a Tumbes que era tierra pobre y enferma. 

El cronista Jerez relata que en 1525 cuando Pizarro recorría por primera vez la costa peruana, ancló frente a Tumbes, al que encontró muy despoblada a causa de una gran pestilencia que en ellos dio". Era la viruela que azotaba al Imperio, y que hizo también presa del Inca Huayna Capac que se encontraba en el Reino de Quito, causando presumiblemente su muerte, por cuyo motivo se le llamó Enfermedad de Huayna Capac. Las huellas de la viruela se podía apreciar en el rostro de muchos indios tallanes, que lo tenían picado, es decir habían quedado "borrados".       

La viruela continuó presentándose durante la época de la Colonia y diezmando a la población indígena

Otras enfermedades. 

Una dolencia muy extendida en el imperio era la sarna o roña que en quechua se denomina caracha y que se ha castellanizado. 

Esta dolencia atacaba por igual a los hombre, como a los animales es especial a las llamas. Cuando una de estas era  atacada, de inmediato se la sacrificaba y se enterraba a la enferma en hoyos profundos. De esa forma práctica se evitaban las epizootias. 

En los indios de la costa, había mucha de esta enfermedad, que se propalaban a causa de las bajas condiciones de higiene en que se vivía y el poco aseo personal.  

En la zona tallán las dolencias muy frecuentes eran de tipo estomacal o gastrointestinales a causa del agua llena de gérmenes. De igual manera existían muchos indios con parásitos intestinales. La mortalidad infantil era sumamente elevada, y los niños morían en gran cantidad antes de los ochos días por la infección umbilical.  

Hay muchos huacos que representan a hombres padeciendo de dolores de muelas, con parálisis facial o con defectos físicos. 

Algunos aparentes defectos como la falta generalizada en algunas regiones, de los dientes incisivos, parece que se debió a un castigo que impuso Huayna Capac a poblaciones rebeldes.  En los primeros años de la Conquista se esparció entre los españoles la especie que los Tallanes tenían en el colondrillo o nuca un apéndice, que como un dedo les colgaba y que ellos lo ocultaban con especie de bufanda. 

El cronista Fernández de Oviedo, transmite un relato del piloto Juan Cabezas, según el cual, en "el río que llaman de la Pira (Chira) pues a treinta leguas, e llámanse tallanes, andan arrebozados los hombres con unas tocas de muchas vueltas, e así traen las cabezas muy grandes con aquellos rebozos, e a los cabos sus ropacajes colgados que parecen barbas. Unos dicen que lo hacen por que diz que tienen en el colodrillo o cogote un rabo de carne tan grueso o lenguo como el dedo mayor de la mano". La circunstancia de que los tallanes usaban una prenda de cabeza parecida al turbante que pocas veces se quitaba, fue lo que hizo circular la especie, al iniciarse  la conquista, sin reparar en que los niños andaban sin ropa y no tenían el tal apéndice.   

Cuando los españoles llegaron a las costas colombianas y ecuatorianas fueron atacados por el mal de bubas.  Parece que después en el Perú ya no sufrieron el mal. Hasta ahora no se ha podido precisar de que dolencia se trató

Los curanderos y la medicina. 

Como en todo tiempo y lugar, en la región tallán y en el Imperio de los Incas en general, la curación de los enfermos estaba ligada con practicas y ceremonias religiosas. Por tal motivo, muchas veces los curanderos o hechiceros y brujos, eran también sacerdotes.

La practica mágica-religiosa, en la medicina, era lo que se imponía y lógicamente abundaban las supersticiones, lo cual no  debe llamar la atención, por que los conquistadores, también eran supersticiosos y muy poco pudieron aportar en el campo de la medicina científica.  

Los hechiceros, al decir del padre Murúa, sobaban el cuerpo del enfermo, sobre todo las partes adoloridas o donde se suponía estaba el mal, con sebo, o con trozos de cuy, lagartijas o sapos. Esto de pasar batracios sobre vientres enfermos son prácticas que aún se han conservado en las zonas campesinas. El que hacía de hechicero, practicaba una pequeña incisión en el lugar afectado y chupaba sangre. Luego mostraba al paciente la sangre malograda, o también piedras o gusanos. Demás estar decir que de todo se había proveído anticipadamente al curandero. En la Edad Media, en Europa y hasta los primeros años de la Edad Moderna, las sangrías eran muy utilizadas para curar los males y hasta se usaban sanguijuelas. 

Algunas veces se hacían ofrendas a los dioses, con las mismas especies que se utilizaban como remedios, es decir hojas de coca, sebo y restos de carne de cuy.          

Las dolencias podían ser originadas por diversas causas según el criterio de los hechiceros tallanes. Así, podía ser ocasionada por otros o sea estar hechizados, o también ser presa de espíritus malignos a los que había que extirpar con prácticas mágicas en uno u otro caso. No se descartaba  que el paciente estuviera sufriendo por haber pecado. Como se puede apreciar, no había mayor diferencia entre las supersticiones de los españoles que llegaron hasta tener un rey al cual llamaban y suponían hechizado y  sólo era un demente. 

En algunos casos se utilizaba el maíz que se molía y el polvo se frotaba en el cuerpo. A las conchas les atribuían efectos curativos, lo mismo que a las esmeraldas. En Porto-viejo los indios decían que tenían escondida una esmeralda de gran tamaño que tenia efectos maravillosos por lo cual se le adoraba como una diosa. Los indios se negaron mostrarla a los españoles porque creían firmemente que al ser tocada por un hombre blanco se perdía el mundo.         

Se utilizaba muchos brebajes para tratar de curar a los enfermos. Como es dable suponer, algunos al estar contraindicados mataban al enfermo, pero en gran cantidad de casos los sanaban porque se conocía el poder curativo de muchas yerbas, que se mantenían en secreto de generación en generación. Entre los Chimús había la práctica de que cuando un médico o hechicero dejaba morir a un paciente, era condenado a muerte. Este uso se extendió a los tallanes, y por tal motivo no se aventuraban a prácticas que pudieran –en su criterio– resultar ineficaces. 

Cuando una dolencia era causada por un hechizo, es decir era un "daño", se tenía que lograr descubrir el contra-hechizo. Esto, dividió a los brujos como hasta ahora en blancos o buenos y en malos. El hechizar a una persona era sancionado en la época del Imperio con la pena de muerte, que muchas veces se extendía a la familia del hechicero para extirpar de raíz la práctica.  

Era casi una costumbre, que al iniciarse  la curación de un enfermo se hiciera ofrendas a loa dioses para tenerlos favorablemente. En algunas circunstancias era necesario purificar el ambiente, ya sea con aspersiones de líquido o sahumando. En otras oportunidades la purificación tenia que hacerse al enfermo, al que se llevaba al río más próximo y se le bañaba, al mismo tiempo que se le frotaba polvo de maíz. Si el enfermo no podía trasladarse a un río, se le hacía el baño a domicilio. 

A los médicos se les pagaba con comidas, ropas, o recipientes. Algunas veces se les obsequiaba ganados. 

A veces se buscaba de antemano adivinar si el enfermo se iba a curar o no. Habían en la costa diversos adoratorios y hombres que actuaban como oráculos. No se descarta que en la región tallán existieran muchos de éstos. Famoso como oráculo era Pachacamac con templo, y con sacerdotes. Fue uno de esos el que vaticinó que Huyana Capac se iba a curar, pero murió a causa de las viruelas. Por eso cuando Atahualpa avanzaba por Huamachuco, tuvo intención de hacer prender al sacerdote de Pachacamac para hacerlo morir por haber fallado

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Editado por

Rudy Mendoza Palacios

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