Los Tallanes. Desde la perspectiva de Reynaldo Moya Espinoza (historiador) (página 2)
Enviado por Rudy Mendoza Palacios
Las capullanas.
Existieron capullanas en la costa sur del Ecuador, en Tumbes, en Piura y en Lambayeque. Los españoles sólo tuvieron contacto con dos de ellas: Susy Cunti, soberana de un pequeño régulo formado donde ahora es Pimentel. Esta seguramente era joven y bella pues, uno de los expedicionarios llamado Pedro Alcón se enamoró de tal forma de ella que pedio la razón y tuyo que ser amarrado para retornarlo a la nave. La otra fue la capullanas de Pariñas, donde los tallanes recataron del mar la espada de Pizarro. Hay historiadores que dice que Susy Cunti fue la Capullana de Pariñas o Parina.
El cronista Herrera, contrariando la versión de que la isla Gorgona era desierta asegura que Francisco Pizarro al verse solo con los famosos Trece del Gallo, decidió trasladarse a otra isla más segura llamada Gorgona en donde una Capullana les invitó carne, pescado, cierta forma de pan y frutas, organizando fiestas los indios con sus mujeres, en las cuales se cantaba, se bailaba y bebía.
El cronista Fray Reginaldo Lizárraga, cuenta de las Capullanas lo siguiente, haciendo narración de su recorrido por la tierra tal1án: "A orillas del río Motape (Amotape), hallé un pueblo gobernado por mujeres que eran las Capullanas, llamadas así por los españoles a causa de su vestido que tenía a manera de capuces, con que se cubren de la garganta hasta los pies, ciñéndose la cintura con bandas. Estas capullanas que eran las señoras en su infidelidad, se casaban como querían porque al no contentarlas el marido lo desechaban y se casaban con otro. El día de boda, el marido escogido se sentaba junto a la señora y se hacía gran fiesta de borrachera. El desechado se hallaba allí, pero arrinconado, sentado en el suelo llorando su desventura, sin que nadie le diese una sed de agua. Los novios con gran alegría le hacían burla al pobre".
Francisco de Toledo en un informe que del Perú pasaba al rey de España, decía: "fue la gente de la costa y llanos, a quien llamaba yungas, gente muy débil; en la mayor parte de la costa gobernaban y mandaban mujeres a quienes llamaban las Tallaponas y en otras partes llamaban Capullanas. Estas eran muy respetadas, aun que habían curacas de mucho respeto. Ellos acudían a las chacras y a otros oficios que se ofrecía, por que lo de más ordinario se remitía a las Capullanas o Tallaponas; y esta costumbre guardaban en todos los llanos de la costa como por ley y estas Capullanas eran mujeres de los curacas que eran las mandonas".
Como se pudo apreciar, hay en este relato una variación a la general creencia que las Capullanas eran las cacicas. En realidad sólo eran mujeres de los curacas que se metían a mandar, con el consentimiento o ante la pasividad de los maridos.
El cronista Diego Trujillo relatando el viaje último de Pizarro dice que las naves tocaron en un pueblo en que el gobierno estaba a cargo de una viuda rica, que pertenecía a la provincia de Puerto Viejo, en donde encuentran abastecimiento de maíz, pescado y fruta de la tierra como papaya, así como una miel hecha de maíz y alguna cantidad de cacao.
Vaca de Castro, al referirse a las Capullanas tiene en todo la misma opinión que más tarde tuvo Toledo. Asegura que los curacas se dedicaban al cultivo de la tierra y a otros oficios dejando las tareas del gobierno a las esposas.
Otras denominaciones que se dieron de las Capullanas, fueron las de Sallapuyas o Sallapullanas.
Lo normal, no era sin embargo que el gobierno de los pueblos estuviera en manos de mujeres. Cieza de León, refiriéndose a Tumbes, expresaba que "los señores antiguos de él, antes que fuesen señoreados por los Incas, eran muy temidos y obedecidos por sus súbitos, más que ninguno de los que se ha escrito y así eran servidos en las grande ceremonias". Lo mismo dice de los curacas de Piura agregando que tenían muchas mujeres procurando que fueran las más hermosas.
Contrariando lo opinado por el Virrey Toledo, que con la Conquista desaparecieron las capullanas, existe un documento en el archivo de Piura, del año 1778 en que el Cacique de Sechura, Cornelio Temoche que también era cacique de la Muñuela, hace reclamos en su condición de cobrador de tributos.
En ese documento se hace referencia que en 1572; precisamente en la época en que Toledo gobernaba en el Perú, era cacica de ese pueblos doña Isabel Capullana. Concretamente se expresa que era cacica y señora de dicho pueblo de Sechura, de sus parcialidades y de los indios e indias de dicho repartimiento.
Esto es una prueba más, del concepto valorado que tenían los tallanes sobre las mujeres, pues hasta le daban acceso al poder y al gobierno de sus cacicazgos, mientras que en el resto del Imperio, las mujeres desempeñaban un papel totalmente secundario.
Era Isabel Capullana una mujer de armas tomar, pues en 1578 se negó a reconocer al Padre Melchor Morales como Párroco de Catacaos, por lo cual el religioso se fue en queja ante el Alcalde Ruy López Calderón que se vio precisado a conminarla.
Este documento que merece ser estudiado detenidamente, probaría que en 1578 ya Paita con el nombre de San Francisco de la Buena Esperanza, era la sede del corregimiento, y que al hacerse el cambio, la nueva localidad no tomó el nombre de Piura, sino conservó el suyo. Diez años más tarde, este mismos capitán español, seria uno de los firmantes de la nueva acta de Fundación, de la ciudad de San Miguel del Villar de Piura.
Otra muestra de la supervivencia de las Capullanas durante la Conquista, fue el hecho de que el español Fernando Carrasco "se casó con 1a Apullana de Catacaos" que dominaba la mayor parte de ese valle. Al morir Carrasco, 1a viuda contrajo nuevamente matrimonio con Miguel de Salcedo, el que a1 morir su mujer logra que le entreguen el gobierno de Catacaos como repartimiento.
En 1575 era cacique de Narihualá Diego Mesocoñera "el viejo" casado con Maria Querepay, los que tuvieron dos hijos: Francisco y Diego el Mozo que se casó con Elvira Yungati1, de los que nació Francisca que se casó con Juan Temoche, el que asumió el curacazgo de Narihualá, pero al morir en 1625 su viuda, asumió el cacicazgo que el año 1649 pasó a su hijo Jacinto Temoche, pues Francisca volvió a casarse, esta vez con Sancho de Colán.
El sistema del matriarcado era muy común en los diferentes pueblos del mundo antiguo y bien pudo ocurrir eso entre los tallanes, pero no se sabe cuando se implantó y cuando desapareció.
El cronista Cieza de León menciona a las capullanas de Amotape y Sechura, pero cuando Pizarro llegó al valle del Chira, acampó en Poechos, recorrió el valle, ajustició a los jefes indios en Amotape y fundo San Miguel, no se menciona ninguna Capullana. Nada se sabe sobre la de Amotape. Era como si se la hubiera tragado 1a tierra o fueron dejadas de lado en el fragor de la guerra que Atahualpa llevó a cabo contra los tallanes. Es el cronista Lizárraga el que menciona a la Capullana de Motape o Amotacje como decían por Amotape. Con relación a la Capullana de Pariñas, supo Pizarro cuando llegó a Tumbes, que había muerto, por lo cual desistió de avanzar por mar y prefirió hacerlo por tierra.
Esto nos llevaría a pensar, que en realidad el papel de las Capullanas era muy limitado en los tiempos pre-hispánicos. En los curacazgos tallanes, 1a principal ocupación era la agricultura y eventualmente las guerras intestinas. Las dos tareas eran asumidas por los curacas. En una sociedad simplificada las demás tareas de gobierno eran entonces muy sencillas, casi domésticas y serían esas labores las que asumía la Capullana, es decir como una ama de casa extendida a todo el curacazgo.
Posteriormente durante el coloniaje, los españoles no sólo respetaron ese sistema de matriarcado sino que en cierta forma lo estimularon, al permitir que también las mujeres pudieran heredar los curacazgos. Durante la época de colonia, los curacas tenían poderes muy limitados, y más bien eran los intermediarios entre las autoridades españolas y la masa india. Otro aspecto en que también las Capullanas de la Colonia tuvieron cierta ingerencia fue el económico, relacionado con 1a propiedad de la tierra.
En el mundo de la antigüedad, fue muy común la presencia de mujeres en los tronos de los grandes imperios. Pero el año 600 D.C los francos o salios que ocupaban la Francia de hoy, fueron los primeros que excluyeron a las mujeres del trono dando la Ley Sálica. Por lo visto entre los tallanes no existió la Ley Sálica
Los Curacas.
A los reyezuelos locales o jefes de comunidades, se les ha llamado indistintamente caciques o curacas.
El término cacique no eran sin embargo empleado en el Perú antiguo, sino que fue traído por los españoles que habían estado en las Antillas, archipiélago en donde se denominaban así a los jefes de las tribus.
Cieza de León, en su obra Crónica del Perú, dice: "Los señores antiguos de él, antes que fueran señoreados por los Incas, eran temidos y muy obedecidos por sus súbitos, más que ninguno de los que se ha escrito, según es público y muy entendido por todos, y así eran servidos con grandes ceremonias. Andaban vestidos con sus mantas y camisetas y traían en la cabeza puestos sus ornamentos que eran en cierta manera redondos que se ponían hechos de luma, y algunos de oro o plata, o de unas cuentas muy menudas que tengo ya dicho llamarse chaquiras"
En "Relación de Piura" se toman los mismos conceptos para referirse a los caciques tallanes y se agrega que en algunos valles yungas –y sin duda en los valles piuranos- los curacas tenían por propias las tierras que recibían como herencia y las daban en una especie de arrendamiento que los indios agricultores que pagaban con parte de los frutos que cultivaban. Era por lo tanto el origen del sistema de yanaconaje que luego existió en la colonia y la republica hasta que la Reforma Agraria le puso fin.
Los curacas tallanes andaban siempre guerreando con sus vecinos, pero no hacían guerras de conquista, por eso fue que no se llegó a formar un reino unificado. Disputaban por cualquier cosa.
Una gran cantidad de hombres de las tribus o comunidades vencidas, pasaban a constituir una especie de siervos del vencedor, que los destinaba al cultivo del maíz y al cuidado de los ganados o construcción de sus casa.
El cronista Zamora Román, dice que cuando el curaca estaba próximo a morir elegía como su sucesor al que entre sus hijos era el más meritorio y si no lo encontraba, podía dejar como heredero a su hermano o a uno de sus sobrinos. En casos extremos a un noble.
Nunca se dejó el mando a menores de edad, aun cuando fueran hijos del curaca, pues en tal caso preferían entregarlo a una mujer.
Cuando los tallanes se convirtieron en tributarios de los Incas,-dice Damián de la Bandera- que ningún curaca podía cobrar tributos al pueblo, pera sí pero estaban los súbitos obligados por el trabajo de la mita a cultivar los terrenos del curaca, para el sustento de la familia del Señor, así como llevarle agua y leña a sus viviendas. Esto sin embargo no se hacía gratuitamente, ya que en cambio recibía vestidos u otros objetos.
Los curacas en la época del Imperio no podía imponer la pena de muerte a sus súbitos, pero si castigarlos con azotes por delitos menores.
Era obligatorio de los curacas, recaudar los tributos destinados al inca y remitirlos al Cuzco y cuidar el cultivo de las tierras que se destinaban al inca reinante.
Cuando los españoles llegaron a la tierra tallán, los curacas se sintieron de inmediato liberados de toda obediencia al Imperio, y actuaron con la más completa autonomía.
07.- Las ciudades.
Con anterioridad a la conquista del pueblo tallán por el Imperio, sólo se pueden suponer algunos pocos asentamientos humanos como: Tumbes, Poechos, Amotape, Tangarará, Marcavelica, Catacaos y Pabur. Esto para referirnos solo al área tallán.
No se puede decir lo mismo de Vicús, ya que parece que no constituyó un conglomerado urbano de importancia. Ellos formaban aldeas de cincuenta o cien viviendas dispersas en una amplia zona. Las necrópolis eran comunes para varias de esas aldeas.
Bernabé Cobo, al enumerar las ciudades cabeza de región no cita a ninguna de la región tallán. Las mencionadas son: Quito, Latacunga, Tumibamba, Cajamarca, Jauja, Pachacamac, Chincha y Vilcas.
Otro cronista –el Padre Velasco– menciona como ciudades principales del reino de Quito a Huncabamba y Tumbes.
Francisco de Jerez en su Relación, cuando cuenta el viaje de Pizarro de Tumbes a Tangarará, menciona además de Tumbes, muchos pueblos.
Uno de esos pueblos fue Puechío –se refiere indudablemente a Poechos– el cual tenía una gran plaza, y una fortaleza cercada con muchos aposentos en donde se alojaron Pizarro y sus huestes. Los curacas del bajo Chira, salieron a recibir a los españoles dispensándoles un trato cordial, como era la costumbre entre los tallanes para con sus huéspedes. Durante la estadía de los españoles, les llevaron alimentos para ellos y para sus caballos.
Desde Poechos envió Pizarro a explorar la zona de la costa y encontraron las aldeas marítimas de Colán, Paita y Pariñas. También encontraron a las poblaciones de Amotape, de Marcavelica y de Tangarará.
Cuando el cronista español Cieza de León ingresó al Perú lo hizo por la sierra de Ayabaca y luego bajó a la costa visitando la población de la Solana y a continuación Poechos del que dice debió ser antes de la llegada de los españoles muy poblado, "pero que ahora su población se ha consumido y no quedan sino grandes sepulturas de aquellos que siendo vivos, eran -los campos- por ellos sembrados y cultivados, tantos como en el valle están".
Poechos tenía muchas construcciones hechas por los Incas como un palacio para el gobernador, templos y una fortaleza que fue donde se alojo Pizarro, cuya ubicación no se ha precisado.
De las sepulturas y grandes edificios citados por Cieza de León, no quedan en la actualidad ni vestigios. Al construirse la represa de Poechos, se movieron grandes masas de tierra, pero no se encontraron ni rastros de la importante población que en el pasado pudo ser Poechos. ¿Pudo estar Poechos en otro lugar que el que por mucho tiempo se supuso?
Juan Ruiz de Arce, cronista español que estuvo con Pizarro en Tangarará y después en el reparto, decía en 1543 por Tangarará que "tendría unas mil casas. Había una casa fuerte, hecha con el más lindo arte que nunca se vio. Tenía 5 puertas antes que llegasen a los aposentos y entre puerta y puerta habían más de 100 pasos, tenia muchas cercas y muchos aposentos, de muchas pinturas….. y en medio había una plaza y más allá de la plaza habían otros aposentos en torno a un gran patio…….y en medio del patio se abría un jardín y junto al jardín cantaba alegre el agua de una fuente. El señor que mando hacer ese palacio fue Guatima-aynacaba. Esta tierra es buena, de mucha comida. Había ovejas (llamas), patos, conejos (cuyes), pavas (pava blanca). Es tierra de oro y plata, es tierra de mucha fruta. Estuvimos allí cuatro meses".
Ruiz de Arce había nacido en 1506 en la ciudad de Alburquerque en España. En 1525 vino a América y estuvo en Santo Domingo, Jamaica, Honduras y Nicaragua y luego en el Perú. Partió con Pizarro a Cajamarca, logró cuantiosa participación de oro y plata en el rescate y acrecentó su fortuna con la toma del Cuzco. Luego se retiro a España y escribió sus memorias.
Por el relato de Ruiz Arce podernos decir que Tangarará no era por entonces una población tan pequeña, pues si tenía 1.000 casas tendría entre 3.000 y 4.000 habitantes. La casa del curaca tenía también gigantescas dimensiones, pues su frente era de 400 pasos y como cada paso tenia en medidas actuales unos 33 centímetros, el frente era entonces 132 metros. Allí se alojó Pizarro.
En el Alto Piura existía las poblaciones de Pirhúa (Piura), Pavor (Pabur) y Zarán (Serrán). Cuando menos Pabur había sido una población de cierta importancia, protegida por un cerco, que se atrevió a resistir el Inca Huayna Capac por cuyo motivo éste, la destruyó. El curaca que recibió a Pizarro cuando éste se dirigía a Cajamarca, le contó que estaba muy resentido con los Incas del Cuzco y que tenía muy malos recuerdos de Huayna Capac al que llamaba Cuzco Viejo.
No mencionamos las poblaciones de Calvas, Ayahuaca, Caxas y Hancapampa, por que no estuvieron ubicadas en territorio tallán.
En el Bajo Piura, la población más importante sin duda fue Narihualá, de la que los cronistas españoles no dicen nada. El edificio más importante de esta población, fue sin duda el templo, en cuyas proximidades se estableció el poblado, que todo hace suponer no tenia la importancia de Poechos.
Las ciudades tallanas o tallancas eran sin duda alguna de caña y barro, por lo cual no resistieron la acción del tiempo y de los elementos naturales. Los edificios que construyeron los Incas, fueron de adobe y de piedra.
Eh el baje Chira, hay restos de muros de adobe en el sitio que precisamente se llama Paredones, pero no se ha podido establecer si allí estuvo la antigua Amotape o se trató de otra población.
Tumbes.
Llamada también Tumbes o Tumpiz por los naturales, era sin lugar a duda la más importante ciudad de los tallanes. Los actuales tumbesinos dicen que los Tumpiz no fueron tallanes.
Cieza de León afirma que el valle de Tumbes era uno de los más poblados de la costa cuando él llegó y que anteriormente lo había sido aún más. Agrega que tenía una fortaleza que era una linda obra, en donde habían grandes tesoros, un templo para el sol y un acllahuasi. La ciudad de Tumbes se encontraba en el actual distrito de Corrales en Cabeza de Vaca, en la margen izquierda del río.
El padre Murúa relata que en Tumbes el Inca había construido un gran palacio en donde guardaba fabuloso tesoros.
Cuando Pizarro desembarcó en Tumbes tuvo que luchar y vencer al curaca Chilimasa llamado también Cacalami.
Del sitio denominado caleta de la Cruz, por haber sido ahí plantado el primer signo redentor, los españoles avanzaron hasta el río Tumbes al cual bautizaron como San Miguel, habiéndose alojado en la amplia fortaleza de piedra. El haber dado cabida a todos los españoles y a sus cabalgaduras da una idea de las proporciones del edificio.
Cieza, relata su recorrido por Tumbes y expresa: "Para contar lo de los llanos, comenzando desde el valle de Tumbes, digo por él corre un río, el nacimiento del cual es en la provincia de los Paltas, y viene a dar a la mar del sur. La provincia, pueblos y comarcas de estos valles de Tumbes por naturaleza es sequísima y estéril, puesto que algunas veces llueve, y aún llega el agua hasta cerca de la ciudad de San Miguel; y este llover es por las partes más llegadas a las sierras porque las que están cercanas al mar, no llueve. Este valle de Tumbes solía ser muy poblado y labrado, lleno de lindas y frescas acequias, sacadas del río con las cuales regaban todo lo que querían y cogían mucho maíz y otra cosas necesarias a la sustentación humana y muchas frutas muy gustosas".
Tras referirse Cieza a los curacas y a su forma de vestir, que ya ha sido mencionado anteriormente, prosigue en la siguiente forma: "Eran estos indios, dados a sus religiones y grandes sacrificadores".
Luego los crítica expresando: "son más regalados y viciosos que los serranos; para labrar los campos son muy trabajadores y llevan grandes cargas; los campos los labran hermosamente y con mucho concierto y tienen en el regarlos grandes orden; crianse en ellos muchos géneros de frutas y raíces gustosas. El maíz se da dos veces al año, de ello y de frijoles y habas cogen harta cantidad cuando las siembran. La ropa para su vestir son hechas de algodón, que cogen por el valle lo que para ello han menester. Sin esto, tiene estos indios naturales de Tumbes grandes pesquerías, de que les viene harto provecho, por que con ello y con los que más contratan con los de la sierra han sido siempre ricos".
Por Tumbes pasaba el camino imperial que del Cuzco iba por la costa.
Los tumbesinos eran grandes artífices en fabricar chaquiras. El Padre Lazárraga narra y describe la posición incómoda en que se ponian los artesanos para labrar la chaquira. Según el cronista, disponen de una especie de sofá muy largo y de poca altura sobre el cual se tienden boca abajo, dejando la cabeza y los brazos libres para trabajar. Igual pasaba en el resto de la región, por lo cual los Incas los llamaron tallanes que quiere decir hombres echados de vientre.
Los tallanes de Tumbes, Paita, Colán y Sechura eran gente marinera. Fueron los únicos peruanos que utilizaron la vela en sus embarcaciones y por eso podían aventurarse a navegar grandes distancias.
Cuando Pizarro llegó a Tumbes, encontró que una gran cantidad de embarcaciones veleras habían en el puerto. Eso y la lejana visión de la ciudad impresionaron profundamente al Conquistador y le hizo traer a su memoria la lejana Valencia. Fue por eso que de primer intención la llamó Nueva Valencia del Mar del Sur.
La vieja ciudad tuvo que estar cerca al mar, por que los españoles la pudieron contemplar a lo lejos. Era en realidad un puerto, porque su río es navegable. Era sin duda alguna el puerto más importante del Imperio de los Incas.
Tumbes era una ciudad llena de vida. Recuas de llamas llegaban de la sierra para los mercados campesinos, en donde se hacía un activo trueque. Las calles llenas de arboledas, brindaban una fresca sombra como refugio al ardiente sol tropical.
Alonso Enrique de Guzmán da una visión negativa de Tumbes cuando dice que era una zona llena de dolencias tropicales, sin leña, ni yerba para los caballos, pero en cambio alaba la casa del curaca y la describe como: "una gran casa del señor de la tierra, labrada las paredes de adobe a manera de ladrillos y con muchos colores muy finas pintadas y barnicadas, que nunca vi cosa más linda, la techumbre de paja también labrada que más parece sino de oro, muy fuerte, muy grande, muy hermosa"
La ciudad fantástica de Pedro de Candia.
El padre Anello de Oliva, es uno de los que informaba sobre la fantástica descripción que el conquistador Pedro de Candia hizo de Tumbes. El famoso artillero griego, de acuerdo a esa narración, fue llevado al desembarcar, por los principales hombres del pueblo al templo del sol que los Incas habían mandado a edificar, el cual estaba íntegramente cubierto en sus paredes interiores por planchas de oro. Pudo ver vajilla, ollas y cántaros de oro y plata. Los cántaros estaban primorosamente ornamentados y eran de gran tamaño. Fue del trabajo delicado de una gran cantidad de plateros tallanes. Luego pasó a los palacios reales de los incas, recorriendo sus cámaras y recámaras, todas tapizadas con oro y piedra preciosas. Contempló la riquísima vajilla de estos palacios. Admiró los primorosos jardines y uno de ellos en que las hojas eran de oro y los frutos de plata y piedras preciosas y por último estuvo en el monasterio de las mamaconas o vírgenes sagradas, dedicadas a tejer ropa fina para el servicio del templo.
No hay duda que cuando desembarcó Candia, estaba Tumbes en su apogeo, que bien pronto iba a perder.
Cuando Pizarro ancló por primera vez en Tumbes, fue muy bien recibido y el curaca le envió una gran cantidad de frutas, de agua y chicha así como una llama, animal que por lo desconocido causó entre los españoles gran asombro. El jefe de la delegación era sin duda un noble por cuando tenía una especie de aretes descomunales que le agrandaban las orejas por cuyo motivo los conquistadores los bautizaron con el mote de orejón, y así llamaron en lo sucesivo a los hombres de grandes orejas. El conquistador no llegó a desembarcar.
Pizarro mandó en plan de espionaje al marinero Bocanegra a Tumbes con el orejón y su cortejo. Retornó poco después el marino impresionado de la riqueza, fastuosidad y prosperidad de Tumbes, pero todos los acusaron de exagerado y nadie le creyó.
Pizarro buscó entonces a un marino al cual se le pudiera creer más, y ese fue Alonso de Molina, el que con regalos para el curaca, consistentes en una pareja de cerdos, un gallo y una gallina, desembarcó en compañía de un negro esclavo
De esa forma, por primera vez en el Perú, ponía la planta en territorio nacional un hombre de raza negra. Fue ese un acto de gran simbolismo. El hombre blanco dominador y conquistador y el negro esclavo y sojuzgado, iban a ser los elementos claves del proceso de transculturación y de mestizaje que se iba a iniciar.
Todo fue novedad para los indios, especialmente la visión del negro al cual suponía que su color era falta de aseo, por cuyo motivo trataron de bañarlo. La actitud altanera del gallo al cantar, les causó mucha gracia. Molina al volver, hizo un relato más elogioso de Tumbes, por cuyo motivo Pizarro decidió enviar al artillero griego Pedro de Candia.
La forma como se vistió, Candia que era de gran estatura fue como para impresionar a cualquiera. Con cota de malla completa, yelmo emplumado, rodilleras, arcabuz y rodela, debió parecer un dios a los tumbesinos.
El hombre de hierro se presentó con interprete ante el curaca. Este nunca había visto el hierro, y le causaba asombro la forma como los rayos solares se reflejaban en ese vestido de metal, pero no dejó de traslucir temor. El curaca sabía que los españoles eran dominadores del trueno y del rayo y comprendió que ese tubo (el arcabuz) tenía la propiedad de lanzar rayos, por lo cual pidió lo hiciera. Los indios fueron presa de temor ante el disparo. El ruido, el olor de pólvora, el ver el tablón roto por el disparo y la tez blanca y barba rojiza de Candia los impresionaron, lo creyeron un semi-dios y le dieron tal tratamiento. El curaca empero sabía que era un hombre. Hizo traer un jaguar y un puma y los dejó libres ante Candia. Este por un momento sintió temor, pero dominándose volvió a disparar su arma haciendo huir a los dos fieras. Eso convenció a los indios de la divinidad de Candia. Desde entonces le llamaron el hijo del trueno.
Dos días estuvo Candia visitando Tumbes y recorriéndolo. En un trozo de tela fue haciendo un plano de la gran ciudad.
Al retornar Candia al barco hizo un fantástico relato, lo que llenó de gran alegría a los españoles. No había duda de que estaban ante un gran imperio como lo decía los indios de Panamá.
Sin embargo, cuando Pizarro retornó en su segundo viaje, ya Tumbes no era ni remotamente la ciudad descrita por Candia. Semi despoblada, y en gran parte destruida e incendiada por los indios de la isla Puná, parecía más que todo una ciudad fantasma.
Los españoles, a los cuales tanto habían impresionado en su primer viaje, terminaron por acelerar su decadencia. En lo sucesivo iba a ser Paita la puerta del nuevo estado creado por los españoles. Ya cuando el padre Lizárraga la visitó decía que los habitantes eran fornidos y bélicos y que habían disminuido en grande por el excesivo consumo de chicha. El padre Cobo por su parte, la consideraba como cabeza de provincia y lugar de mucho lustre, pero Vásquez de Espinosa, veinte años después de la llegada de Pizarro lo describió como un pueblo pequeño a cargo de frailes mercenarios, con edificios ruinosos del tiempo del imperio
08.- Las viviendas.
En parte serrana de la región piurana las viviendas fueron construidas generalmente de piedra.
En las primeras estribaciones de la sierra también se hacían de adobes y en la costa de carrizo.
Cieza de León al llegar a Piura por el año 1548, inicia su relato diciendo: "Le daré noticias de los yungas y de sus grandes edificios". Luego prosigue: "digo que yendo por el propio camino real de la sierra se llega a las Provincias de Caxas y Ayabaca……..en la provincia de Caxas habían grandes aposentos y depósitos mandados hacer por el gobernador, con número de mitimaes que tenían cuidado de cobrar los tributos. Saliendo de Caxas, se va hasta llegar a la provincia de Guancabamba (sic) donde estaban mayores edificios que en Calva, por que los incas tenían allí sus fuerzas……..adelante de Guancabamba hay otros aposentos y pueblos".
De las poblaciones que habían en lo que ahora es provincia de Sullana, Cieza se expresa del siguiente modo: "Desde este valle de Tumbes se va en dos jornadas al valle de Solana, que antiguamente fue muy poblado, y que había en él edificios y depósitos……saliendo, de Solana se llega a Poechos, que está sobre el río llamado también Poechos - así llamaban a esa parte del Chira – aun que algunos le llamaban Maicabilca – ahora Marcavelica – por que por abajo del valle estaba un principal o señor llamado de este nombre. Este valle fue en extremo muy poblado, y cierto debió ser cosa y mucha la gente de él, según lo dan a entender los edificios grandes y muchos, los cuales aunque están gastados, se ve haber sido verdad lo que de él cuentan y la mucha estimación en que los reyes incas le tuvieron, pues en este valle tenían sus palacios reales y otros aposentos y depósitos; con el tiempo y guerras se había todo consumido en tanta manera, que no se ve, para que se crea lo que se afirma, otra cosa que las muchas y muy grandes sepulturas de los muertos y ver, que siendo vivos, eran por ellos sembrados y cultivados, tantos campos como en el valle están".
Como se puede apreciar por este relato, en Poechos existía una población de bastante importancia con fortalezas, palacios del inca y templo, edificios que de acuerdo a la costumbre incaica, eran de adobe o piedra.. Sólo bastaron 12 años de la llegada de los españoles, para que el lugar quedara despoblado y la ciudad semi-destruida.
Sin embargo, Cieza de León pudo apreciar esas ruinas lo mismo que su gran cementerio y darse cuenta de que había sido un importante núcleo humano que había llevado una vida tranquila entregado a las labores de cultivar los extensos campos del valle, cosa que también menciona Cieza.
Dice Cieza que con el tiempo y guerras, los palacios y viviendas se han consumido. Las guerras tienen que haber sido las que protagonizaron los españoles, en las que los indios se vieron obligados a intervenir contra su voluntad cuando eran enganchados para actuar como elementos auxiliares o para el carguío. Piura fue escenario de muchas acciones de guerra en los tiempos del Virrey Blasco Núñez de Vela, y muchos poblados indios quedaron destruidos.
Las comodidades de Poechos permitieron el alojamiento de toda la tropilla de Pizarro y años entes, 40.000 soldados de Huayna Capac, vivaquearon en su campiña, cuando se intentaba llevar adelante un ataque contra Tumbes.
El cronista Oviedo refiriéndose a la región tallán y resto de la costa opinaba que sus habitantes no tenían verdaderas casas y vivían en corrales de carrizo.
También Gutiérrez de Santa Clara se refiere a algo parecido cuando dice, que los indios hacían sus casas debajo de los árboles, los cuales les daban cobertura y en torno a ellos construían cercos de cañas, que parecían corrales de ovejas y no los cubrían con techos por que nunca llovía en la región.
Esto sin duda era la vivienda campesina aislada de los centros poblados, ya que los demás cronistas dicen otra cosa.
El padre Cobo, relataba que en la costa la viviendas se hacían de quincha o sea de caña y barro y que otras eran de adobe. Los techos eran de esteras, carrizos y juncos. Habían tapiales con barro bien amasado y enlucido con moldes de carrizo. Unas paredes se levantaban a plomo y otras eran escarpadas, más anchas de abajo y con altura de tres o cuatro estados.
El estado era una medida de longitud equivalente a la estatura de un hombre. Siempre de acuerdo al mismo padre Cobo, un hogar indio tenia una gran cantidad de tinajas y vasijas de barro, donde guardaban en unas el maíz y otros, alimentos y en las demás los vestidos. En un extremo de la vivienda, estaba erala cocina, con fogones de adobe, ollas de barro y usaban leña, tenían muchas clases de tazas, vasos, calabazas (mates), dormían sobre esteras y se cubrían con matas de algodón. Usaban hamacas y banquillos de madera labrada, cuyo largo era de dos palmos y su altura de un palmo, con superficie ligeramente cóncava para ajustarse a las asentaderas. El maíz lo tostabas en casuelas agujeradas de barro. Usaban un sofá para trabajar las chaquiras.
Las casas campesinas se hacían, sobre todo cuando se trataba de gente principal en lo alto de las lomas y de material fuerte. Algunas veces cuando el suelo llano construían una loma artificial. Los Vicús tenían la costumbre de utilizar las lomas para construir sus viviendas.
Tumbes era una cuidad de adobe. En el relato de Candia a Pizarro decía que los edificios eran de piedra, pero eso fue pura fantasía para alentar a los españoles a seguir adelante en la conquista.
09.- Fortalezas.
Todas fueron construidas por los Incas. En la costa eran de adobe y de piedra en la sierra.
El cronista Pedro Cieza de León, refiriéndose al río Tumbes expresaba: "Cerca de él solía estar una fortaleza muy fuerte y de linda obra, hecha por los Incas, reyes del Cuzco y señores de todo el Perú……Ya está el edificio de esta fortaleza muy gastado y deshecho, más no para que deje de dar muestras de lo mucho que fue".
El padre Cieza León, cuando visitó la destruida fortaleza era en l548. Estaba ubicada en el actual distrito de Corrales.
Juan Ruiz de Arce que estuvo presente en el desembarco de Tumbes, relataba años más tarde, que se exploró la fortaleza y les pareció hecha por el más lindo arte que nunca se vio. Todo hace suponer que anteriormente hubo en Tumbes otra fortaleza
De acuerdo a la relación de Francisco de Jerez, "poco antes de llegar al pueblo de Puechio (Poechos), había una gran plaza con una fortaleza cercada y dentro muchos aposentos donde se alojaron Pizarro y los suyos".
La relación francesa de la Conquista del Perú, hace el relato: "Después de breve contienda, los indios se sometieron a los españoles que avanzaron hasta el río que fue bautizado con el nombre de San Miguel, a cuya orillas habían muchos pueblos y una casa brande, alta y hermosa hecha de piedra a manera de fortaleza, junto a la cual estaba la ciudad muy poblada y abundante de víveres".
En esta relación como se puede ver, se insiste al considerar que se puso el nombre de San Miguel al río. Por otra partes la fortaleza no debió ser de piedra sino de adobe.
En la margen derecha del Chira, y a un costado de la represa de Poechos, había hasta 1976 un pequeño villorrio del mismo nombre. No quedan rastros de lo que fuera la ciudad, con sus palacios, templo y fortaleza. Tampoco rastros del cementerio indígena. El movimiento de tierras que fue necesario para construir el reservorio, no permitió el descubrimiento de lo que bien pudo ser un poblado importante. Eso hace suponer que la desaparecida población pudo estar en otro lugar.. Sin embargo hay que hacer notar que en la margen izquierda, hay un cerro llamado Fortaleza, que parece haber sido una atalaya, y que en su cima puede haberse construido una pequeña fortaleza.
De la fortaleza de Poechos que tanto alaban los cronistas españoles no existe una exacta referencia sobre su ubicación. Pero los cronistas dicen que allí se alojaron lo conquistadores, por lo cual debió haber estado construida en la margen derecha.
En la margen izquierda del Alto Chira, habían una fortaleza: en Pelingará al sur oeste del pueblo de Las Lomas.
Más al norte del que fue pueblo de Poechos, existía la fortaleza de Huaypirá, que fue descrita por Carlos Robles Rázuri en el N° 127 de la Revista EPOCA del mes de Diciembre de 1978 y transcrita esa versión por el Dr. Guillermo Burneo Cardó en la serie de artículos que con el nombre de "Breve estudio de la Provincia de Sullana" se publicó en el diario CORREO en Noviembre de 1981.
Carlos Robles que visitó la fortaleza dice: "Detrás de los cerros Tronador y Puntudo, se llega primero a una plataforma edificada de piedra, inequívoca construcción Inca. Las losas estaban (en ese momento, antes de 1983) desparramadas. El conjunto tiene un área de 3.200 m2 y consta de dos partes orientadas de sur a norte".
"El primer sector es un fortín de 20 x 17 con 5 compartimientos de diversas medidas, siendo el mayor de 12 x 17".
El segundo sector tiene 132 metros de largo por 22 m y contenía alojamientos de diversos tamaños, con varios pasadizos y laberintos".
El ancho de los muros varía de 0.50 m. a 1.50 m. y hasta el siglo pasado los muros aún se levantaban a 1.50 m. sobre el nivel del piso. La plataforma estaba invadida por las piedras de las paredes destruidas, por la acción depredadora más que por agentes naturales.
Por canales se le suministraba agua del río Chira. Georg Peterson Gaulke la estudio en 1948.
Los naturales la llamaban la Iglesia de los Huacos, por la gran cantidad de ceramios que tenía lo cual alentó la depredación. Peterson, levantó un plano que más tarde fue publicado en el "Estudio Histórico Social del Distrito de Lancones" de Manuel Vásquez R.
De la fortaleza de Pelingará se ocupa brevemente Miguel Arturo Seminario en "Historia de Sullana". Dice que se trata de una construcción de piedra levantada por los Incas, cuya existencia fue revelada por un juicio que tuvo lugar en 1780 entre Fernández de Otero y el Presbítero Silvestre Antonio del Castillo. Su ubicación exacta es en el Portachuelo de Pelingará, a un costado del antiguo camino real que iba a Loja.
La fortaleza de Tumbes fue hecha de adobe y era de tres pisos de diez metros de altura cada uno. El primero era de una mezcla bastante sólida de adobe que ha desafiado al tiempo y las lluvias, pues aún existe en buena parte. El largo de la fortaleza de Tumbes era nada menos de 500 metros y su ancho de 100 m. Se trataba por lo tanto de una construcción impresionante y con capacidad para albergar a miles de guerreros. Disponía de lugares especiales para los vigías. Cuando los españoles llegaron a Tumbes , gran parte de la fortaleza había sido destruida en la guerra de los tumbesinos con los naturales de la isla de Puná. Pese a todo sirvió de alojamiento a las huestes de Pizarro.
En el Bajo Chira, en Vichayal existen los restos de grandes paredes de adobe, que no han sido estudiados y pudieron pertenecer también a una fortaleza. Igual sucede con Huaquillas al norte de Casitas en el departamento de Tumbes.
De la fortaleza de Huancabamba y de la de Aypate nos ocuparemos más tarde, pues no estuvieron en territorio tallán
La fortaleza de Narihualá.
Corresponde a Jacobo Cruz Villegas, escritor e investigador del pasado histórico de Catacaos, la valiosa información que se tiene sobre la fortaleza-templo de Narihualá y sobre el culto que en esta zona tallán se habría rendido a un Dios denominado Walac.
Sobre este interesante tema, Jacobo Cruz ha publicado en el diario el CORREO de Piura, muchos artículos en 1981 y posteriormente en su libro "Catac Ccaos".
Para Cruz Villegas la colosal construcción, habría sido obra de los tallanes y no de los Incas, y se habría hecho en dos etapas distanciadas por un largo período de tiempo. Primero habría sido construido el templo y luego la fortaleza propiamente dicha. Sería sin duda una gran novedad el origen tallán de la fortaleza.
A 5 kilómetros al sur de Catacaos, se encuentra el pueblo de Narihualá y dominando todo el paisaje, un promotorio que se ha venido denominando, cerro de Narihualá.
En realidad no se ha tratado de un accidente orográfico, sino de una monumental fortaleza-templo de 40.000 m2 construida toda de adobe y barro, que al sufrir el efecto del tiempo, de los saqueos y de la erosión de las lluvias, sobre todo las caídas en 1925, le hicieron perder su originaria apariencia externa y tomar la de un cerro. Algo parecido en Poechos con el llamado cerro Fortaleza.
En Jacobo Cruz, esta pasión por conocer el pasado histórico de su pueblo, le venia familia, pues en 1891 José Manuel Cruz Zapata, también hizo investigaciones y estudios de esta fortaleza, acompañando a la arqueóloga alemana Teresa Golte.
El conjunto en su origen habría sido un inmenso rectángulo amurallado, con latas paredes de adobe, que en uno de sus cuatro frentes tenía dos atalayas o torreones. Uno de ellos destinado a fines religiosos, en donde según Cruz Villegas se adoraba al dios Walac y el otro para fines guerreros, que era la fortaleza propiamente dicha.
La fortaleza tenía la forma de las pirámides aztecas y mayas, o sea plataformas rectangulares y truncadas. En la de Narihualá eran cuatro. Entre plataforma y plataforma habían escalinatas, que conducían desde la parte exterior de la primera plataforma hasta la más alta. Esto es lo que confunde, por que este fácil acceso deja desguarnecido todo el imponente conjunto.
Del templo también se puede seguir y ascender a la primera plataforma de la fortaleza, mediante una larga escalera interna de 2 y ½ metros de ancho, que está construida entre una serie de ambientes que dan unos hacia el exterior y los otros hacia un gran patio interior. La escalera como se puede apreciar en el croquis que hizo Cruz, está debidamente protegida. Los ambientes con puertas hacia adentro, podían servir de carceletas y también para almacenes. Los exteriores, para tiendas o alojamiento. Adosados internamente a la fortaleza, hay cuatro grandes ambientes con puertas al patio. Después de las lluvias de 1925, se utilizó mucho material de la fortaleza para construir sobre sus derruidos muros y cimientos, una capilla.
En 1977 se inauguró un museo de sitio en el lugar, pero las lluvias de 1983 le hicieron mucho daño por lo cual para el Niño de 1998, el área de la fortaleza fue protegida con plástico
10.- Los templos.
Todos los templos que se levantaron en la zona Piura-Tumbes y que puedan ser considerados como tales, corresponden a la época del Imperio Incaico.
Generalmente cundo los Incas conquistaban un sitio importante en la costa disponían que se levantara un Templo al Sol, palacios reales, una mansión para las escogidas o acllahuasi y una fortaleza para alojar a la guarnición militar.
Los incas trataban de difundir el culto al Inti, pero respetaban los dioses locales de los pueblos conquistados. Generalmente llevaban al Cuzco a ídolos representativos de tales dioses, no como prisioneros, ni como rehenes, sino para que hicieran una especie de Olimpo o morada de los Dioses, bajo la tutela del Dios de todo el Imperio el padre Sol.
Es posible que los tallanes y los antiguos piuranos de la sierra, hayan levantado adoratorios y santuarios para los dioses locales y regionales, que por otra parte fueron variados de acuerdo a la época y al grado de desarrollo cultural. De esos templetes, no queda vestigio alguno.
Para el escritor cataquense fallecido en 1994, don Jacobo Cruz Villegas, el torreón situado al Sudoeste de las ruinas de Narihualá, fue en sus orígenes un templo dedicado a un dios llamado Walac.
La construcción fue toda de adobe y Cruz asegura que era pre-incaica. Es esta la parte más afectada por las demoliciones anteriores a 1983 para construir la carretera a Sechura, una escuela y una capilla.
El templo indio en sí, consiste en tres terraneles o plataformas, la primera de las cuales está formada por elevados muros, sobre la cual descansan una segunda plataforma de menor altura y sobre ésta existía un templete o urna para el ídolo.
Cuando había grandes ceremonias religiosas, los sacerdotes o hechiceros y los principales del régulo, se distribuían entre las dos plataformas y el pueblo se congregaba en torno al templo, en su parte exterior.
El templo, al igual que los antiguos faraones de Egipcio, sirvió de tumba al fundador de la dinastía de los Mec Nom. No se sabe sin embargo de que se haya encontrado restos en las ruinas.
Es posible que en las antiquísimas ciudades de Chusis y de Illescas, así como en Avic cerca de Sechura se hubieran levantado templos al Dios Ni, como llamaban al mar y a la diosa Shi como denominaban a la Luna.
En La Huaca, había igualmente un adoratorio de regulares dimensiones en cuyo torno se sepultaban a los nobles. Eso fue en los que en 1532 produjo la codicia de los españoles que al profanar las tumbas y el templete produjeron la furia de los naturales que se sublevaron dando origen a una feroz represalia de Pizarro.
En Marcavelica había también un adoratorio, al que concurrían los indios de las comarcas cercanas, aún pertenecientes a otros régulos. Marca-wilca en quechua, quiere decir adoratorio del pueblo. En efecto, la voz Marca en quechua es región o pueblo. Los cronistas le decían instintivamente Maricobelica o Marcawilca. El escritor cataquense Jacobo Cruz, recogiendo una versión dada en 1922 por el Dr. Manuel Yarleque, dice que la voz tallán es Marca huilca y significa, bohemio y dicharachero
Las huacas.
El padre Cobo dice que las tumban eran tenidas por los indios como lugares sagrados.
Las huacas eran objeto de culto familiar y local. En todo lugar de adoración, en donde se podía existía un ídolo o un sepulcro de persona principal.
El cronista al que se llama el jesuita anónimo, refiriéndose a los sepulcros de personas notables en la región yunga, decía que los enterraban con sus tesoros, ropa, vajillas, bebidas y alimentos, autorizando a los que querían acompañarlos en la otra vida. "estos sepulcros o huacas estuvieron mucho tiempo patentes –abiertos– excepto los aposentos donde estaban los difuntos y los tesoros, pues estaban tapiadas las puertas y ventanas, empero los atrios, portales, salas y otras piezas estaban abiertas para que entrasen a rogar a los dioses por aquellos difuntos y a guardarlos por sus tandas y tareas, por que fue grande la vigilancia que tuvieron acerca de honrar, guardar y conservar a los difuntos".
Según el jesuita anónimo los difuntos no fueron adorados, sino venerados y a causa de las guerras y lluvias que se produjeron, se dieron a la tarea de cerrar las sepulturas, echando tierra encima y haciendo túmulos y terraplenes sobre ellos como si fueran cerros, con lo cual además los sustrajeron de la codicia de los españoles que no se detenían a profanar las tumbas
La mansión de la vírgenes del Sol.
En la casa de las escogidas o accllahuasi, vivían en perpetua virginidad las accllas o mamaconas.
La mayoría de ellas eran de buen linaje sobre todo las del Cuzco, pero en general se trataba de doncellas de gran belleza y perfección, que eran escogidas públicamente cada tres años por los principales jefes regionales.
Los incas tuvieron por costumbre, fundar Accllahuasis en los pueblos principales, siendo los más modestos de 100 doncellas. Los de la región Piura-Tumbes fueron de 200 mamaconas, pero en la ciudad quiteña de Tumebamba el Accllahuasi fue de 600 vírgenes.
Dentro de la aasa de las escogidas, había varias clases de ellas. Las destinadas al Sol o al Inca el que era su representante, constituía la primera categoría. Luego había otras que llegaban a cierta edad destinadas a los más nobles del imperio que habían destacado en algo. Una tercera clase podían al salir ser casadas con cualquier hombre, siempre con la autorización del padre y del curaca.
Las accllas eran escogidas cuando tenían 8 ó 10 años. Unas salían a los 15 ó 17 años, pero otras quedaban a perpetuidad.
Se dedicaban dentro de recinto al accllahuasi a labores de tejidos y a la horticultura. Una gran cantidad de porteros castrados las cuidaban.
Alguna veces la accllas destinadas al Sol, salían encinta y los sacerdotes a cuyo cargo estaba el ceremonial religioso en esas casas de recogimiento, hacía correr la voz de que habían concebido del Sol. Pero cuando una acclla quebrantaba el voto de castidad con un hombre cualquiera, tanto ella como el fruto de los amores prohibidos eran condenados a muerte. El autor del embarazo era aseatado o colgado cabeza debajo de un árbol y quemado vivo.
La accllas llevaban un régimen de clausura, sin contacto con el mundo exterior, pero si Pizarro y los suyos pudieron visitar la casa de las escogidas en Tumbes fue por que se les creía personajes semi-divinos.
Muy diferente fue el comportamiento del capitán de Atahualpa que en Caxas recibió a Soto y para congraciarse con él sacó a las accllas del convento, las formó en la plaza y permitió a los españoles escoger las que quisieran. Se trató sin duda de un acto sacrílego a los ojos de los indios, pero que al descreído capitán parecía no importarle mayormente ya que se trataba de un culto proveniente de los Incas cuzqueños a los cuales combatían.
Tumbes tuvo un accllahuasi y posiblemente también Poechos. Fuera de la zona tallán los hubo en Huancabamba y Caxas, y es casi seguro que igual ocurrió con Ayabaca.
Los accllahuasis eran lugares cómodos y amplios. Las accllas dormían en grupos, en cuartos de grandes dimensiones, sin quitarse la ropa. Habían baños con cuartos para desvestirse y guardar los vestidos en forma tal que se aseguraban la privacidad del acto de bañarse.
Para Garcilaso el término de mamacuna se le daba sólo, a la virgen de edad avanzada, o sea mujer que hace el oficio de madre, o maestra de novicias. Dice este mismo cronista, que jamás una acclla de la categoría alta o sea destinada al Inca, podía ser dada a ningún noble o guerrero, por importante que fuere
11.- Los tambos.
A lo largo de los caminos, los Incas mandaron a construir grandes depósitos a los que llamaba tambos.
De acuerdo a Cieza de León se encontraban a distancia de cuatro leguas cada uno, lo cual hace suponer que eran muy numerosos, pero algunos eran , mayores que los otros.
En los tambos se acumulaban abastecimientos, para los viajeros y para los ejércitos imperiales. Era atendidos por turnos por los pueblos próximos bajo control de las autoridades que habían impuesto los Incas.
Cieza de León relata que en la provincia de Caxas habían grandes aposentos y depósitos mandados hacer por los Incas y gobernador, con número de mitimaes. Luego al continuar su relato manifiesta que delante de Huancabamba habían otros aposentos y también habla de los depósitos de Poechos y Tumbes.
Los tambos se conservaron durante los tiempos de la conquista y los primeros años del Virreynato.
Vaca de Castro dictó ordenanzas de tambos el 31 de Mayo de 1543, y señalaba los que debían de existir entre ciudad y ciudad.
En el camino de san Miguel de Piura a Trujillo los tambos que debían existir eran los de Chicama, Pacasmayo, Saña, Collique, Sinto, Tucume, Jayanca, Motupe, el Ala, y San Miguel.
En el camino de san Miguel a Tumbes; los tambos eran: Yapatera, Malincho (Hualingas), Tambogrande, Poechos, Solana y Tumbes.
Indudablemente que en Tambogrande debió existir un tambo de grandes proporciones a los que debería su nombre.
Huaman Poma, da una relación de 179 tambos que existieron en el Perú a fines de 1550. De acuerdo al orden que los ubica tenemos: 40 Catamayo, 43 Ayahuaca, 46 Guancabamba, 54 San Miguel.
12.- Los caminos.
La historia y los cronistas sólo hablan de los caminos construidos por los Incas, pero es indudable que los antiguos piuranos construyeron sendas para movilizarse.
Es sin duda alguna por estas sendas que los Incas tuvieron que desplazar a sus ejércitos cuando estuvieron en la sierra de Ayabaca y Huancabamba y luego bajaron a la costa, acamparon en Poechos y avanzaron a Tumbes.
Fue Huayna Capac el que construyó los dos caminos que unían a Quito con el Cuzco, yendo uno por la costa y otro por la sierra. Por sólo este hecho, ese emperador hubiera merecido el nombre de Grande, con que se le conoce.
Los dos caminos pasaban por los actuales departamento de Piura y Tumbes. El de la sierra tras de llegar a Cajamarca, seguía por Huancabamba, por Cajas, Ayabaca y Loja. El de la costa tras de pasar por Motupe seguía por Pabur, Piura la Vieja, Poechos, la Solana, y Tumbes. Es decir que Ayabaca y Huancabamba estaban unidos, por un buen camino, lo que no ocurre ahora.
En el departamento habían algunos ramales. Así por ejemplo había un camino de la Solana a Paita y otro de Poechos a Ayabaca. También de Poechos a Piura la Vieja (Piúra) y de Pabur a Huancabamba.
Todos los cronistas ponderaron los caminos del inca.
Fray Reginaldo de Lizárraga hace el siguiente relato: "el camino por los arenales, estaban marcados de trechos en trecho por unas vigas grandes, hincadas por adentro en la arena. Cuando la vía entraba a un valle aparecía entre dos paredes a manera de tapias, hechas de barro mampuesto de una altura de un estado para impedir que los viajeros perjudicasen las sementeras que atravesaban".
Siempre refiriéndose a los antiguos caminos de Piura, el Padre Lizárraga coincide con Cieza de León al manifestar que pasan entre abundantes árboles frutales como guayabas, paltos, ciruelas y algarrobos. Ya desde esa época el algarrobo era la sombra protectora de los viajeros. El cronista se queja sin embargo de la abundancia de mosquitos.
En la relación de Alonso Enríquez de Guzmán, se cuenta no sólo la impresión que le causa los buenos caminos, sino que alaba la hospitalidad de los viajeros piuranos. Dejemos hablar al cronista. "Llegué a una ciudad poblada de cristianos que se llama Piura, los cuales como de todas las otras cosas que se pueden saber, por que las procuran por el deseo de la patria, supieron mi desembarcada en el puerto de esta ciudad, que es 25 leguas adentro de la tierra de la mar, y nos asentaron el pueblo a la mar porque es doliente, y no hay agua, ni leña, ni yerba para los caballos. La justicia y los regidores enviaronme tres leguas del dicho pueblo muchos refrigerios, cosas de comer; e caído el sol fue mi entrada según ellos fue ordenada. Saliéronme a recibir una legua, e así entramos en esta ciudad , donde fui muy bien aposentado, y estuvo un mes restaurándome del trabajo de la mar, y a mis criados y caballos; y por el caballo que dicho tengo que se murió, compré otro fiado por seis meses, por 600 castellanos. Desde la gran ciudad de Tumbes, que es a la legua de la mar, poblada de indios no hay más de un cristiano y está una gran casa del señor de la tierra, labradas las paredes de adobe a manera de ladrillo y con muchos colores finos, pintadas y barnizadas que nunca vi cosa más linda, la techumbre de paja también labrada, que no parece sino de oro, muy fuerte, muy grande y muy hermosa, hasta la provincia nombrada el Cuzco hay 300 leguas de acá, que son 500 de Castilla; en un camino derecho sin torcerse a ninguna parte, ninguna cosa, muy llano, entre mucha grandes y altas sierras peladas, sin yerbas ni árboles. En muchas de ellas, así en las altas como en las bajas, hay infinita arena que los aires a ellos suben y llevan, que no parecen desde lejos sino nevadas. El camino es tan ancho que cabrán seis de a caballo. De una parte a otras, pareces de dos varas de medir en ancho y seis en alto, en algunas partes más y en algunas menos; e de la parte del campo árboles grandes, espesos de una parte y de otra que hacen sombra, todo el camino. Estos árboles dan un fruto como algarrobo. Verdaderamente lo son estos, puestos a mano, de dos en dos y de tres en tres y cuatro en cuatro leguas cuando más, está una casa que ellos llaman tambos, como en España nosotros ventas, suntuosamente edificados, para cuando este señor del Cuzco y de toda esta tierra fuese y viniese de la dicha gran ciudad e casa de Tumbes a la provincia nombrada Cuzco
13.- La agricultura.
La agricultura en los antiguos piuranos fue marcando el grado de su desarrollo cu1tural.
Ya sea que los pobladores llegaran por mar, o que hayan venido de la sierra o por los dos lugares simultáneamente, el hecho concreto es que su estado era casi primitivo, al arribar a estas tierras.
Esos pueblos fueron nómades y recolectores. No conocían la agricultura ni la cerámica. Los conchales del Chira, y los restos encontrados en Paredones en Vichayal, prueban la existencia de estos hombres.
En este lugar y en Illescas, se han encontrado restos de redes muy antiguas, lo que probaría que los primitivos habitantes utilizaron el algodón aun cuando no lo cultivasen.
Poco a poco, las plantas que antes silvestres y que aprovechaban por el sistema de recolección, fueron mereciendo su atención. Fue así como se cultivó la calabaza, el pallar, el maní, el algodón y el zapallo, lo mismo que el mate.
El mate suplió a muchos utensilios antes de iniciarse en la alfarería. Tuvieron de esa manera recipientes para guardar el agua, que aún los campesinos actuales utilizan y llaman limetas. También ollas, y tazones que hoy se conoce como potos.
Pescado, mariscos, pallares, zapallo y maní, además de frutas fueron los alimentos de los piuranos primitivos. Los que vivían más apartados del mar, reemplazaban al pescado con los productos de la caza, como sajinos y venados.
Los hombres se fueron tornando sedentarios, y se asentaron a la orilla se los ríos Tumbes, Chira y Piura, primero en sus bocanas y luego se remontaron más al interior.
Esto suponía un proceso de penetración de gentes venidas necesariamente del mar. La teoría del poblamiento de la costa y tierra tallán por grupos llegados de la sierra, sólo sería del norte ecuatoriano más que de la región de Ayabaca y Huancabamba, ya que Garcilaso, dice que los habitantes de esos lugares se encontraban en estado bastante primitivo cuando fueron sometidos por los Incas, mientras que en la costa ya se había avanzado en el proceso cultural.
Hernán Suse en su obra "Época prehistórica", afirma que el algodón hace su ingreso al cuadro cultural de los pueblos de la costa por el año 2.500 antes de Cristo.
Cuando se inicia el período cerámico en sus primeras fases, ya los piuranos habían progresado bastante en las técnicas agrícolas.
El mate o calabaza se utilizó en la costa peruana desde tiempo inmemorial. En el valle de Chicama se han encontrado en algunas tumbas, mates con 4.500 años de antigüedad según el radio carbono.
El mate, al igual que la calabaza y el zapallo son curcubitáceas, que también se han producido hace milenios en la Oceanía. Eso crea muchos interrogantes, pues mientras que algunos estudios suponen que se dio en uno de los dos lugares y de allí se trasladó al otro, hay en cambio científicos que suponen se dieron esas especies vegetales en los dos continentes en forma simultánea. Para los que hacen el primer planteamiento, hay nuevos interrogantes de mucha importancia como: ¿cuándo y en que forma se llevaron esos productos de un continente a otro?.
Engels, manifiesta que "parece que en los dos continentes americanos, las primeras plantas cultivadas fueron las calabazas".
Algunos botánicos aventuran la opinión que la calabaza llegó de la Oceanía flotando arrastrada por los vientos y las corrientes marinas, sin intervención del hombre y aun antes que se hubieran poblado la Oceanía.
El coco, producido por la palmera cocotera, es igual que la calabaza una planta que también se da en los dos continentes, Oceanía y América, desde tiempos inmemorables, y también se aplica con el coco la teoría de la calabaza. El problema radica que en América desde la época pre-colonial habían 300 especies de cocotero.
En cuanto al algodón hay tres especies, una originaria de la India y dos de América. Los restos de tejidos antiquísimos y de redes, demuestran que el algodón se aprovecho primero por el proceso de recolección y se cultivó más tarde, siendo en tiempo de los Incas objeto de mucha atención en la tierra tallán.
El maíz es originario de América. En México se han descubierto granos silvestres de 60.000 años de antigüedad y otros cultivados de 7.000 años. En el Perú antiguo el maíz se cultivaba en la costa y en la sierra, siendo el primero el mejor. En todas partes se le utilizaba como alimento y para hacer chicha. Los españoles le llamaron trigo de los incas, cuando llegaron. Al desembarcar en Tumbes, Pizarro fue agasajado con brindis de chicha. Cuando llegó, hacía ya varios siglos que los tallanes lo cultivaban
Cieza de León decía de los tumbesinos lo siguiente: "para labrar los campos son muy trabajadores y llevan grandes cargas; los granos los labran hermosamente y con mucho concierto y tienen en el regarlos grande orden. El maíz da dos veces en el año".
E padre Bernabé Cobo, al ponderar al maíz de la costa, dice que "no nace en todas parte de igual grandeza, ni acude con igual abundancia; en las tierras calientes (costa norte) crece tan lozano y vicioso, que hay maizales que cubren un hombre o caballo y de aquí para abajo (se refiere a la costa) va decreciendo según va la tierra siendo más fría, hasta venir a no levantarse de la tierra más de un codo…….siémbrase todo a mano y no derramándolo como el trigo y en cada hoyo echan tres o cuatro granos, de cada uno de los cuales nace una caña y así salen todas juntas en cada mata, cuantos fueron los granos que se echaron juntos. Crece tan en breve en algunas partes (como en la costa tallán) que dentro de tres o cuatro meses y aun a veces dos, se siembra, coge y encierra. Son muchas las diferencias que hay de maíz, por que primeramente se hallan de todos los colores: negro, blanco, amarillo, morado, colorado claro y mezclado de varios colores".
Los pallares y los frijoles , eran también muy cultivados por los tallanes, pero los españoles no los supieron apreciar en los primeros años, pues los preparados que con ellos se hacían las llamaban comidas de indios.
Cieza de León refiriéndose a los tallanes piuranos decía: "de ello (maíz) y de frijoles y de habas, cogen harta cantidad cuando las siembran".
Lo cierto es que los piuranos cultivaron los pallares muchos siglos antes que al maíz que crecía en forma silvestre.
Los piuranos vienen comiendo camotes desde hace milenios. Hans Horkheimer asegura que el camote o batata fue una de la tres plantas comestibles precolombinas que se cultivaron en América y en Oceanía. Las otras dos fueron la calabaza y el cocotero. Martínez del Río al tratar en "Origen de los Americanos", la posibilidad que la batata se haya difundido de América a la Polinesia no explica como pudo haberse efectuado eso. Hay sin embargo una leyenda en Nueva Zelandia que dice que el camote fue llevado desde el Este, por el año 1.000 de nuestra era. Eso supondría viajes de América hacia la Oceanía lo que no es imposible, como se probó con la expedición Kon Tiki que hace varias décadas partió del Perú, en un viaje exitoso, usando una embarcación que era una versión de las utilizaron los antiguos tallanes, que como es bien sabido fueron los mejores navegantes del Perú antiguo.
Hay además algo interesante en cuanto al nombre indígena que tenía el camote en Oceanía y en el Perú antiguo. Así por ejemplo en polinesio se le llama kamar y en maorí cumura, mientras que en quechua se denominaba kumara. Pero estas interesantes expresiones lingüísticas, al tratar de explicar la procedencia americana y peruana del camote en la Oceanía, tropieza con un escollo. Los incas no fueron gente marina y en cambio si lo fueron los tallanes y los habitantes de Puná y de la costa sur del Ecuador. No tenía por que llevar la denominación quechua (del Cuzco), cuando más bien debió hacerse en lengua tallán, salvo que el camote hubiera sido llevado a la Oceanía en tiempos de los últimos Incas que conquistaron la costa peruana.
Sea lo que fuere, lo cierto es que el camote es originario de América y que Engels considera que se cultivaba en el Perú unos ocho mil años antes de Cristo. Esto, que no es una referencia al camote que se cultivaba en la costa, no deja sin embargo de ser sorprendente, por la antigüedad que le supone.
José del Busto, al referirse a Piura dice estas bellas frases: "La yunga –tierra baja y caliente– era la orilla del mar. Allí animado por las brisas marinas se mecerá el maizal de dorado grano, mientras molles, huabas, y huarangos protegen con su sombra a camotes, zapallos, y calabazas que siguen aferrados al tórrido suelo. A los dichos se sumarán, los pepinos, piñas, indianas, caimitos y pallares, mientras los corpulentos paltos y guayabas, son los últimos en ver el sol hundirse en el Océano".
El padre Cobo tiene esta opinión: "las que se dan en el Perú que llamamos camotes, no deben nada a las mejores batatas , cuales son las de Payta, diócesis de Trujillo y las del valle de la misma ciudad de Trujillo".
La yuca fue una planta que se cultivó tanto en la costa como en la sierra, y se hizo siempre presente en la alimentación de los yungas.
Todo hace suponer que las frescas arboledas a que se refiere Cieza de León, que dan sombra a los caminos eran árboles sembrados por los tallanes. Esos árboles fueron el algarrobo, el caimito o lúcuma, el molle, los paltos, huabas y guayabos.
Padre Cobo, al referirse al algarrobo, lo llama huarango denominación que más corresponde a una variedad iqueña. Los españoles les llamaron sin embargo algarrobos de las indias para diferenciarlos del algarrobo de Castilla. Dice el cronista que los indios hacían de sus vainas harina y pan, y que habían muchas provincias en la costa donde los naturales sólo se mantenían de ellas.
El conocimiento de hacer pan de la algarroba es algo que por desgracia se ha perdido porque es de todos conocido el alto poder alimenticio de la vaina.
Manifiesta el padre Cobo, que en muchos lugares no tienen otra madera para los edificios que el algarrobo, aunque era nudosa y torcida, de la cual no se pueden sacar tablas anchas, por tener todo el tronco nervios y costurones, pero que era muy dura, para el fuego y hacer carbón mejor que la encina. Los valles donde abundaba el huarango según el padre Cobo eran Ica, Nazca, Casma, Chicama, Guadalupe y Catacaos.
El molle para el padre Cieza de León se daba en la costa y en la sierra. Los hay grandes y pequeños, tienen hojas muy menudas y con olor a hinojo, siendo muy estimado por los indios por sus propiedades curativas. Al igual que el algarrobo crecía silvestre formando grandes arboledas, pero también era cultivado por los indios el los lugares en donde se buscaba dieran frescura.
Los paltos abundaban mucho en la sierra piurana y ecuatoriana en pre-colombina, en forma tal que a toda una provincia le dieron ese nombre. El huabo o Pacae era otro frutal que se sembraba al borde de los caminos.
Los españoles calumniaron a algunas de nuestras mejores frutas. De la piña decían que producían a la terrible epidemia del cólera. El padre Acosta llama a la guayaba fruta ruin, de mala fama que huele a chinches, de sabor muy grosero y efecto poco sano, pero parece que más que todo se refiere a una especie de las islas Filipinas, por que manifiesta que en el Perú el árbol es diferente, ya que no tiene mal olor y su sabor es bueno.
Los primitivos piuranos, favorecidos por la tierra fértil de los valles, se convirtieron bien pronto en pueblos agricultores.
Los mochicas primero, y los Chimús más tarde, les enseñaron a los tallanes nueves técnicas de cultivo, y el mejor aprovechamiento del agua mediante obras de ingeniería. También el guano de las islas fue utilizado, aunque no se conoce exactamente desde que tiempo.
Cuando los españoles llegaron a Tumbes y a Piura, encontraron los valles cultivados en forma verdaderamente admirable. Los cronistas no se detienen en hacer conocer asombro por este hecho.
El Padre Cieza de León refiriéndose a los valles piuranos dice: "toda la tierra de los valles donde no llega arena y que está cubierta en parte de arboledas, es una de las más fértiles y abundantes del mundo, que en ellas se cosechan maíz dos veces al año, yuca, batatas dulces, papas, frijoles y frutas como pepinos, guayabas, guabas, paltas, guanábanas, caimitos y piña"………..tratando del algarrobo –dice– de sus frutos se hacen pan y también para conservarlos, los secan como higos o pasas.
Continua Cieza: "cuando los ríos bajan de la sierra por estos llanos y algunos de los valles son amplios y todo se siembra cuando estaban más poblados, sacaban acequias en caños y por partes, que es cosa extraña afirmarla, por que las echan por lugares altos y bajos, por laderas los cabezos y albas de sierras que unas por una parte, y otras por otra, que es gran delectación caminar por aquellos y valles, por que parece que se anda entre huertas y florestas llenas de frescura".
La agricultura hizo de los ta1lanes pueblos autosuficientes lo cual favoreció su autonomía política, pero dada la proximidad, mantuvieron relaciones entre si, aun cuando no se descarta que también guerrearan entre ellos sobre todo los tumbesinos con los insulares de la Puná.
La siembra la hacían a mano, cavando hoyos con una pequeña lampa de cobre que tenia mango de madera muy parecida a las actuales. La taclla la usaron cuando fueron sometidos por los Incas.
Conocieron las propiedades del guano que utilizaron en la agricultura y además fue artículo para comerciar. Parece que las labores de extracción del maravilloso abono, la hacían los vencidos de las luchas que habían quedado reducidos a la condición de esclavos.
Tello dice que al uso del guano se debe el apogeo de la agricultura en la costa peruana, la que no fue superada por ningún otro pueblo de América.
Cuando los Incas conquistaron la costa, dictaron disposiciones para la conservación de la vida de las aves guaneras y reglamentaron la explotación del abono. Fue así como el guano de las isla de Chincha fue destinado a las tierras del Inca y el guano de las islas de Lobos para atender la costa norte.
Los tallanes también tuvieron el problema del agua escasa para sus riegos en la parte baja del valle del Piura.
Fue por eso que construyeron admirables obras de ingeniería hidráulica, sobre todo canales que les permitió llevar el agua de riego a lugares distantes.
Esta técnica les fue enseñada sin duda alguna por los mochicas, pues cuando los Incas llegaron a esta zona, ya la encontraron admirablemente cultivada.
Durante el época del Imperio, lo que se hizo fue aumentar la longitud y el numero de canales, construir algunas represas y en la sierra, se implantó el sistema de andenes, que ya era común en la sierra del Sur.
En Aypate, se han encontrado muy bien conservados, restos de esos andenes que indudablemente sirvieron para producir alimentos destinados a los habitantes de la ciudadela.
Cieza de León admiró mucho las acequias y las describía en la siguiente forma: "I como los ríos bajan de la sierra por estos llanos y algunos de los valles son anchos y todos se siembran o solían sembrarse cuando estaban más poblados, macaban acequias en cabos y por partes, y es cosa extraña afirmarlo, por que las echaban por los lugares altos y bajos, y por laderas de los cabezos y faldas de sierras que están en los valles, y por ellos mismos atraviesan muchas, unas por una parte y otros por otra…… tenían los indio
, y aún tienen, muy grande cuenta en esto de sacar el agua y echarla por estas acequias; y algunas veces me ha acaecido a mi parar junto a una acequia, y sin haber acabado de poner tienda, estar la acequia seca y haber echado el agua por otra parte. Por que como los ríos no se sequen, es en manos de estos indios echar el agua por los lugares que quieren. I están estas acequias siempre muy verdes, y hay en ellas mucha yerba de grama para los caballos, y por las flores y florestas andan muchos pájaros………y volviendo al riego de estos indios, como en el tenían tanta orden para regar sus campos, la tenían mayor y tienen en sembrarla……..".
Zárate, narrando su paso por Tumbes expresaba: "Sin embargo hay valles feraces que se cultivan y frescas arboledas y frutales y campos de maíz que se riegan con acequias que se sacan de los ríos en que los naturales tienen muy grande experiencia e industria".
También refiriéndose a Tumbes, Cieza manifestaba: "Este valle de Tumbes solía ser muy poblado y labrado, lleno de lindas y frescas acequias sacadas del río con las cuales regaban lo que querían y cogían mucho maíz y otras cosas necesarias a la sustentación humana………".
Gutiérrez de Santa Clara, narraba que el Inca Huayna Capac, "mandaba que todas las acequias de agua que había en el camino real que pasaba por los arenales, se limpiasen desde su nacimiento hasta donde iban a parar…… A trechos de este camino -el de la costa que iba hasta el Cuzco- pasaban muchas acequias de muy linda agua que se traía de 4 ó 5 leguas, en donde estaban plantados muchos árboles de diversas fustas".
Los Incas y sus ejércitos cuando llegaron a la costa se refugiaban en esas arboledas para librarse del sol, y teniendo siempre cerca a las acequias con muchos árboles frutales. Por la noche, antes de que llegaran el Inca, se regaba el sitio donde iba acampar para refrescarlo.
Ruiz de Arce relata de un sifón que vio funcionar con gran asombro en Tumbes. Se trataba de una admirable obra hidráulica mandada a construir por el Cacique Gutuna, que hacía posible subir el agua hasta una fuente situada a regular altura.
Era política de los Incas el construir canales de regadío en las comarcas de los pueblos conquistados, pero en la costa yunga, no siempre siguieron esa norma, pues encontraron que primero los Mochicas y más tarde los Chimús, habían prosperado mucho en la construcción de canales y más bien los destruyeron para vencer la resistencia del Chumu–Capac y de los pobladores de la gran metrópoli de Chan chan.
Muchas de estas acequias, canales y obras hidráulicas de los antiguos tallanes, se perdieron bajo el impacto brutal de la Conquista y de las guerras civiles de los españoles.
Los agricultores indígenas abandonaron los campos, hubo despoblamiento y el trabajo impuesto bajo nuevas modalidades, no rindió como antes del arribo de los conquistadores. Muchos de esos canales, represas y obras hidráulicas, como el Tacalá en el medio Piura, se conservaron y no fueron pocos, a los en la época republicana, se han venido utilizando en la agricultura piurana
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