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Los Rosacruces – Sabiduría Occidental (página 2)

Enviado por Antonio Justel


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Hoy, sin embargo, mediante el auge económico, el sentido globalizador del tiempo y tras las soberbias brechas que apresuradamente abre ante nosotros el conocimiento científico, a rebufo de tan numerosas estelas, con flagrante y estricto silencio espiritual, se abre el abismo que un día y otro contribuye a separar más y más la mente del corazón del hombre. Corre, pues, la mente sobre bancos de datos y análisis de laboratorio, sobre concreciones materiales pretendiendo saber, por lo que trata de convencerse de la resultante de sus propios y grandes hallazgos y se convence; pero mientras, y sin embargo, el corazón siente el impulso de lo excelso, de aquello que, cual inexpresable luz llena de infinitud y armonía, se expresa haciéndonos intuir la verdad inequívoca de la vida universal y una. Es el alma humana pretendiendo remontarse una y otra vez sobre las limitaciones con que, en Occidente y en todas partes, aún se encuentra hoy. Aherrojado, pues, el corazón y callada el alma, doblegada y, por ello, sumisa al intelecto, al hombre le resulta imposible caminar de forma completa y armoniosa, pues es evidente de que, con base en su rigor absoluto, la sola razón crea y recrea monstruos. Hemos de renovar con denuedo el principio indestructible de que el ser humano no es únicamente fuerza bruta e intelecto, ya que, si así fuera, no existirían los valores morales ni, por ende, los derechos humanos y la vida no valdría nada, el amor no existiría ni, por tanto, la ayuda, la compasión, la misericordia. Con la Teoría de Darwin y poco más bastaría. La aspiración hacia un mundo mejor y más elevado sería una tarea irreal, de todo punto imposible. Por tanto ¿ es que no hemos de hallar algún terreno en el que cabeza y corazón, mente y alma trabajen conjuntamente, de la mano, tornándose en unión más elevados, más eficientes, y proporcionándose a un tiempo mutuamente una más que equitativa satisfacción? Y si alentamos esta proposición es porque, siendo cierto que no puede haber contradicciones en la Naturaleza, la unión de mente y corazón no puede sino producir resultados positivos en su complementariedad, en su utilización simultánea en cuanto recursos, en cuanto instrumentos, a la vez que asumiéndose el hombre tal cual es. Con alguna precisión, bien podemos insertar aquí aquella frase sabia que reza: "el conocimiento hincha, pero el amor construye". La orden de los Rosacruces – Heraldos de la Era de Acuario, orden no dogmática – que fue fundada especialmente para aquellos cuyo elevado grado de desarrollo intelectual les obligaba u obliga a repudiar el corazón, estima que mediante una mente amplia y limpia, y un corazón grande y noble, el ser humano es capaz de remontarse no sólo sobre sí mismo y obtener el más elevado conocimiento acerca de quién es, sino también acerca de aquello de que es parte integrante. De donde se sigue que, teniendo como punto de partida que el conocimiento intelectual no es más que el medio que lleva al fin pero no el fin en sí mismo, es por lo que los rosacruces tratan de satisfacer al aspirante, probándole primero, que todo es razonable en el universo y triunfando de esta forma sobre al rebeldía inicial del intelecto. Porque a las inveteradas preguntas: ¿ … de dónde venimos? ¿ por qué estamos aquí ? y ¿ hacia dónde vamos ?, qué podemos responder. Hoy día existen muchas personas, tan embargadas por la sequedad del intelecto, que se han negado a sí mismas la posibilidad de lograr acceder a otra cosa que no sean los contrastes materiales, aquéllos que aportan medidas estipuladas previamente y fácilmente evaluables aquí y ahora, en el contante y sonante mercadeo de la idea y su valor en oro. Y frente a semejante autolimitación, frente a la quiebra humana que representa prescindir de una parte-fundamento del ser, hemos de alzarnos para decir, por el contrario, que nadie se automargine, que nadie huya ni tenga miedo a la verdad, porque en el siglo y milenio que corren no podemos abstenernos ya de indagar, integrar y disponer de cuantos medios estén a nuestro alcance para crecer no sólo en la Tierra, también en el Sistema Solar y en los sistemas galácticos e intergalácticos. De aquí que entendamos la propuesta efectuada como no arriesgada, y sí grande, digna y eficiente. Ahora bien, lo que vamos a dar en este libro no se obtiene por dinero ni a plazo definido, pues capacitarse para comprobar por uno mismo la utilidad práctica de vida a base de conocer y disponer de los mundos invisibles en su calidad de causas de todo cuanto en sustancia es, supone una labor intensa y persistente a la vez que divina. Ello es tan así que, nos podríamos preguntar de nuevo: pero ¿ … quién de va a osar vivir una vida recta y digna que solamente vaya a complacerse en servir a los demás ? Es obvio, naturalmente, que ese "servicio" puede ser prestado de las más diversas formas y casi desde cualquier campo, casi desde cualquier actividad; pero el paso primero, ese paso necesario que sólo al alma propia incumbe ¿ quién lo da ? Y si es cierto que el hombre que consigue reconocer su ignorancia ha dado el primer paso hacia el conocimiento, el conocimiento directo de los mundos sutiles no es fácil, pues nada realmente valioso lo es, y nunca podríamos repetir lo suficiente que para alcanzarlo tampoco existen cosas como "dones", "privilegios" o "suerte", pues todo cuanto se alcanza es resultado exacto del esfuerzo, y todo aquello que a uno le falta al compararse con otro, está en él, lo tiene latente en sí mismo, por lo que podrá desarrollarlo de emplear los medios adecuados. Dicho lo cual, convengamos en que el primer requisito, y esencial, deba consistir en un ferviente deseo por conocer lo oculto, lo que está detrás del velo de la materialidad, a fin de integrar las partes encontradas y ponerlas por completo al servicio de uno mismo y de la humanidad. En otro caso, cualquier hallazgo – resaltamos fuertemente este aspecto – podrá devenir en inconveniente cuando no en peligroso. Una buena referencia para cada acción de vida puede escrutarse a través de: "Donde no hay bondad, no hay verdad". En este documento recopilatorio que de las Enseñanzas de la Sabiduría Occidental vamos a ofrecer, no incluye ninguna invención fantasiosa que a ciertas personas, para un determinado período de tiempo, se les haya ocurrido describir y vender. Lo que vamos a ofrecerles es un brevísimo resumen – una puerta entreabierta, siquiera – de lo que desde los primeros albores del mundo se encuentra recogido en la Memoria de la Naturaleza, y de aquello que, a través de cada tiempo y de modo concienzudo, ha podido una y otra vez ser conocido y contrastado debidamente. Este, el del presente libro, es por consiguiente el conocimiento indirecto, el que cualquiera puede adquirir leyéndolo e ilustrarse meramente con él. Y si el mismo Cristo dijo: "la verdad os hará libres", también nos atrevemos a añadir que, sin embargo, y normalmente, la verdad no se encuentra a la vuelta de la esquina y que además es eterna, por lo que también su indagación constante se nos debe presentar como un continuum sustentado en sí mismo y por sí mismo en cuanto que real e indestructible solución de continuidad.. En ocultismo se sabe que no se puede dar una creencia o un hallazgo determinado de una vez y para siempre, es decir, no existe el dogma, pues, aunque hay ciertas verdades básicas que desde luego permanecen prácticamente inalterables, ello no obsta para que en ningún caso quepa ignorar que pueden ser miradas desde muchos ángulos o puntos de vista, los cuales, unidos, y sin lugar a dudas se complementarán entre sí vertebrando la verdad de manera más afirmativa y amplia. En consecuencia, nunca, jamás podremos poner término ni modo en la conquista definitiva de la verdad total. Por último, no queremos concluir estas palabras de presentación sin antes mostrar nuestro respeto y simpatía por aquellas otras "miradas filosóficas" distintas a las nuestras, pues, por nuestra parte, bien sabemos que unas y otras miradas podrán cruzarse, pero no crear enemistad. Vaya para los "diferentes" y para los lectores de este libro nuestro mejor deseo.

El autor-compilador

I

CIENCIA Y RELIGIÓN: APROXIMACIÓN A DOS CONCEPTOS CUYOS CONTENIDOS DEVIENEN COMPLEMENTARIOS ENTRE SÍ

– El hombre posee órganos sensoriales, cuya expresión son los sentidos, y a través de los cuales se pone en contacto con el mundo circundante, pero una vez que han recogido y enviado una percepción determinada hacia el cerebro, es éste el que en exclusiva la ha de calificar para, de inmediato, proceder a dictaminar la correspondiente reacción.

– Nadie ha visto jamás en términos científicos un "campo gravitatorio", es decir, la fuerza que actúa atrayendo los objetos hacia el centro de la Tierra según la ley de gravedad conocida; pero tampoco nadie ha visto un electrón y mucho menos a uno de los neutrinos de electrón, de muón o tau, y, sin embargo, se aceptan porque lo razonable es aceptarlos a fin de conseguir explicar determinados fenómenos. Tal ocurre cuando es producido calor por una corriente eléctrica, dado que se explica diciendo que la causa consiste en que chocan electrones contra átomos en el correspondiente cable y que, ese choque, es el que produce el calor que indudablemente percibimos. Y ya que hablamos del calor ¿ alguien lo ha visto deambular alguna vez de acá para allá ? en cuanto entidad ¿ alguien lo ha visto detenerse en alguna parte ? El calor, pues ¿ no será en nosotros sino una mera sensación o detección a la que hemos tenido a bien denominar mediante el término "calor" ? Por tanto, en base a estas cosas, o en base a la observación de ciertos fenómenos, es que se elaboran leyes de física o, en su caso, se formulan teorías.

– De otra parte, existen cosas que ni siquiera pueden ser percibidas, más aún, sin que puedan siquiera ser inferidas (ni siquiera a través de determinados efectos derivados de la más reciente observación astronómica) y es aquí donde la religión es capaz de venir en nuestra ayuda para ser aceptada, puesto que ninguna Gran Religión ha sido meramente inventada ni por capricho ni nacida de la casualidad, sino que todas y cada una han sido dadas consciente y proverbialmente por quien podía hacerlo y para quienes las necesitaban en ese momento de sus peculiares y concretas carreras evolutivas. En consecuencia, tanto el ser que nos ha prescrito cada religión – Jehová – como sus "delegados", se encontraban uno y otros absolutamente capacitados para la percepción y desciframiento de los mundos suprafísicos, mundos en los que radican las verdaderas causas, aquéllas que posteriormente darán lugar en el ámbito tridimensional tanto a los hechos como a las concreciones materiales que de cualquier tipo pueda tratarse. Algunos de los delegados han descrito con exactitud leyes que rigen estratos del mundo no visible y han considerado oportuno proporcionárnoslas para beneficio de nuestra marcha terrestre. Por ello, y en un primer estadio, la fe se torna irremediablemente necesaria para poder acercarse a la lógica que concierne a los acontecimientos con todo el compendio de sus respectivas leyes.

– Los hombres observamos la relación causa-efecto, ciertamente, pero de ordinario no podemos hacerlo respecto de las causas de naturaleza espiritual, que son, como acabamos de señalar, las verdaderamente rectoras no sólo de cuanto toma cuerpo y existencia, sino a la vez de cuanto en ello y a través de ello acontece en nuestro mundo.

– Sabemos bien que si, por ejemplo, la masa Alfa actúa físicamente sobre la masa Beta, Beta, como respuesta, actuaría a su vez sobre Alfa con una fuerza igual y opuesta. Por tanto, en coherencia con la máxima analógica y hermética de que "como arriba es abajo y como abajo es arriba", podemos colegir que si Pedro llegase a actuar sobre Juan en cualquiera de los planos no visibles, ya fuese en el emocional, en el mental o espiritual, aquella actuación o fuerza ejercida sobre Juan retornaría sobre Pedro y, en algún momento, de uno u otro modo, sería percibida por éste.

– Por tanto, debidamente razonados y explicados, determinados contenidos religiosos no vendrían a ser sino un adelanto científico basado en la fe para, ya, en un momento posterior, poseer todos la capacidad de percibir y comprobar cuanto acabamos de exponer. Por consiguiente, ciencia y religión – en compañía del arte, en cuanto que configuración y expresión de la belleza – deben entrelazarse y ser complementarias a fin de conformar la misma y única cosa: el mundo, el universo.

– Científicamente, todo cuanto pueda ser puesto en movimiento, pesado o medido, o en otro caso, sentida su resistencia, puede ser tenido por existente, del mismo modo que es considerado real el sublimado capaz de recuperar la masa previamente poseída: tal el vapor de agua que procediera de un kilo de hielo. Pero ya, en 1905, Einstein lo resolvió con su famosa ecuación de E = m.c2 (al cuadrado) y actualmente sabemos que la masa se puede recrear a partir de una radiación electromagnética en los denominados "eventos de producción de pares", mediante la generación de un cuerpo y su correspondiente anticuerpo, así como, de manera inversa, ambos habrían de desaparecer al encontrarse, permaneciendo únicamente la radiación electromagnética sin residuo de masa alguno. El resultado consiguiente habría de ser que, dicha radiación, conservada sin merma, sin pérdida, y en cuanto que masa-energía, podría, o bien dar paso a la reobtención de la masa primitiva, o bien a ser considerada tan real como las partículas o masa de que procede.

– En el ámbito científico se ha admitido que todo aquello que tiene capacidad para variar el status en sí mismo o de otras cosas, es debido a que dispone de energía, por lo que se dice que es real, que forma parte de la realidad. Sin embargo, existen personas que pueden ver perfectamente las ondas electromagnéticas en sí mismas. ¿ Recuerdan … ? Sin masa.

– Hacia 1820 Pierre S. Laplace llevó a cabo una afirmación con las siguientes características: "… conocidas que fuesen la posición y velocidad de cada una de las partículas del universo, podríamos predecir…, todos los acontecimientos futuros". En su virtud, gentes de buena fe creyeron que todo se encontraba ya determinado y que, por tanto, el hombre no tenía control alguno ni sobre sí mismo, ni sobre el futuro de lo que le rodeaba tampoco ni sobre el mundo. Desde el campo de la ciencia, ello habría de constituir, evidentemente, un aldabonazo de primera magnitud para las conciencias religiosas a lo largo de todo el siglo XIX. Tendríamos que esperar hasta 1927 para que Werner Heisemberg construyese el Principio de Indeterminación para rebatir aquella tremenda teoría de Laplace, al concluir afirmando que resulta imposible determinar con exactitud tanto la posición como la velocidad de una partícula de forma simultánea.

– Resulta sobradamente obvio que, ni en su estructura ni en su funcionamiento, la verdad puede albergar contradicción alguna, por lo que, una vez hayamos alcanzado conocimiento suficiente, podremos darnos cuenta de que, en efecto, en su lento caminar, la armonía reinante entre ciencia y religión es perfecta o logrará ser perfecta. Así, el ya citado Principio de Indeterminación, provocó la aparente paradoja de que el pensamiento científico pudiese acercarse sin horror y de manera serena a la premisa religiosa no sólo en cuanto hace a la interacción de espíritu y materia, sino también en lo tocante al postulado religioso último, acerca de que el universo (cristalizado o no) no consista en ninguna otra cosa sino en espíritu mismo.

– El hombre no es una máquina, no es un androide propiamente dicho, con sus correspondientes connotaciones. Los humanos actuales no somos ni siquiera animales ni supuestas plantas de tipo alguno, mucho menos minerales bajo determinada condición, y, ello, aunque dentro de nosotros, en cuanto recapitulación de otras edades, contengamos (sea permisible decirlo así) un "pak" a modo de simbiosis de todos los reinos. Es cierto que en un tiempo pasado hubimos de asumir estadios que nos depararon ciertas "similitudes" con los minerales, las plantas, y con posterioridad con los animales, pero sin que de ningún modo pueda desprenderse de aquí una identificación cerrada que se hubiese dado en tiempo pasado, puesto que cada oleada de vida conlleva su propio ser, su propia circunstancia, y su propia conciencia y condición. Así, las máquinas actuales, las que el hombre diseña y construye, únicamente albergan materia y forma porque la mente del hombre atraviesa su estado "mineral" y sobre el mineral trabaja; sin embargo, en el devenir, si bien aún lejano, el hombre podrá proporcionar a sus máquinas vida propia y, por tanto, capacidad de movimiento; incluso podrá más tarde dotarlas de sentimiento, de emoción y deseo, para, últimamente, tras haber traspasado eones de evolución, tener el privilegio de dotarlas de mente germinal, a fin de que se encaminen, cual nosotros mismos, a su consecución de dioses. De aquí que, y primeramente, las máquinas de ahora mismo, las actuales, al compás de una transformación paulatina, hayan de convertirse en algo "similar", que no idéntico, a las plantas; alcanzarán posteriormente un status similar al de nuestros animales actuales, y por último – dentro del presente plan y ciclo – acceder al de seres humanos. Y la pregunta que quizá cabría demandar en este instante sería: y ya humanas ¿ qué espíritus habitarán dichas máquinas, espíritus que el mismo hombre creará ? Pero la respuesta habría de ser contundente: no, puesto que los espíritus, cual chispas desprendidas de su llama o llamas no nacen, sino que están; por lo que cada máquina será habitada (como nosotros habitamos nuestros cuerpos) por el espíritu que, de acuerdo con su status evolutivo precise de ella para vivir, adquirir experiencia y continuar evolucionando. Será justo aquí, en el momento en que el hombre esté capacitado para dotar de mente a las máquinas, cuando realmente alcance la perfección prevista para él conforme al plan evolutivo diseñado y llevado a cabo por Dios, es decir, se habrá transformado en un creador y, por tanto, habrá conseguido hacerse semejante a su Padre. A partir de esa consecución, infinitas y esplendorosas metas se abrirán de nuevo ante él.

II

DEL PORQUÉ DE LA RELIGIÓN Y LAS RELIGIONES

No cabe duda de que, para que el hombre contacte y asuma una creencia religiosa, debe tener algo dentro de sí para que aquella relación pueda ser establecida, no de otro modo podría ello producirse, hecho que recuerda al diapasón que podría vibrar con otro si ambos se encontraran sometidos a semejante modulación o temple. Por tanto, que una religión externa y concreta puede constituir un instrumento – diapasón mayor – al servicio del hombre, es un aserto que actualmente apenas si merece digresión alguna, puesto que, en su abundamiento, disponemos de variadísima experiencia humana. Sin embargo, y por otro lado, podríamos aseverar sin posibilidad práctica de error que no existe ninguna religión superior a la verdad. Pero ¿ cómo llegar a la verdad ? Es indudablemente cierto que, aparte de poseer el hombre el correspondiente interior callado, cual diapasón a despertar, nadie es capaz de avanzar si no recibiese ayuda externa. En consecuencia, los cuidadosos y vigilantes guías de la humanidad nunca han dejado de proporcionar los medios adecuados por medio de los que pudiese el hombre ponerse en contacto con el Padre celestial. Así, en el primer momento, cuando aquél adquiere su primera conciencia en el mundo físico y su naturaleza se expresa hacia el exterior en su estado más primitivo o salvaje, la fuerza, en cuanto que útil frente a los animales y otros hombres que le rodean, puesto que lo acosan pretendiendo conseguir los mismos objetivos o saciar apetitos, la religión adecuada no podía sustentarse sino en este sentimiento de violento poder del cuerpo en cuanto mera deriva de la fuerza bruta, único al que nuestro ser de entonces podía obedecer y respetar. Porque, sintiéndose algún hombre u hombres verdaderamente poderosos ¿ en realidad a quién habrían de temer ? La respuesta es que a las fuerzas de la Naturaleza, dado que en aquellos lejanos tiempos ellas obraban con extraordinaria frecuencia y de forma contundente, motivo por el que, ante ellas, de manera inevitable el hombre en ciernes se sentía inferior y atemorizado. Esta fue la causa, y no otra, de que comenzara a adorarlas y a propiciarlas incluso mediante ofrendas de sacrificios sangrientos. Así las cosas, y transcurrido el tiempo, tras la evolución producida por medio del miedo, en la conciencia del hombre surge la consideración de que Dios (al que se ha identificado al fin con aquellas fuerzas) es el dador de todo, el cual, e ipso facto, igual que lo ha de recompensar con bienes materiales o poniéndose a su lado frente a los enemigos si se somete y obedece su ley, de semejante modo lo castigará en caso contrario, pero sin echar al olvido en ningún caso que podría aparecer y alzarse como un enemigo incontenible y de primera magnitud. Es el tiempo en que por miedo y avaricia le ofrenda y sacrifica lo mejor de sí mismo, sus animales, puesto que esta posesión constituye entonces no sólo su sustento, sino su señal de distinción y clase, sus elocuentes arras de auge y poder social. Con posterioridad habría de venir una porción evolutiva en la que al hombre iba a pedírsele que adorase y reverenciase a un Dios de amor, un Dios por el que deberá sacrificarse durante toda su vida en espera de obtener una recompensa, la cual únicamente tendrá lugar una vez haya muerto (vida en un cielo y eterna) Y ante esta promesa deberá mostrar su fe. Por último, hemos de llegar a una situación y momento en que, (fe y razón unidos) una vez reconocida nuestra propia divinidad, el bien será hecho por convicción mental y anímica porque es lo justo, y ya sin necesidad de castigo o recompensa alguna. Pues bien, con la venida del Cristo se entroniza el sentido religioso correspondiente al tercer grado de los descritos, si bien aún no hemos dejado por completo atrás todo vestigio sustentado en el miedo o la avaricia. Si nos detenemos a analizar nuestro contexto actual podremos darnos cuenta de que nos hallamos tanto bajo las leyes de Dios como de las dadas por nosotros mismos, y todo ello con la finalidad de domeñar nuestro cuerpo de deseos (la perversión del Ego y, por ello, vehículo de destrucción mientras se encuentre sin control) a través de la prohibición o el miedo que aquéllas imponen. Pero, si bien cuanto hemos expuesto se ha dado y aún habrá de darse, sí es conveniente que observemos – porque acaso este momento sea oportuno para el lector – dos hechos no exentos de relevancia: uno, que a medida que los pueblos o sociedades alcanzan grados más altos de civilidad, es decir, cuando han asumido en sus vidas diarias de relación y convivencia aquél que su religión les demandaba, en esos pueblos o sociedades comenzarán a aparecer individualidades o pequeños grupos practicantes de alguna o algunas religiones con exigencia superior; otro, que a título personal, aquel individuo que se esfuerce en su fuero interno y externo por superar el status general de su marco de convivencia, inexorablemente tenderá a buscar un credo o haber religioso que logre ponerle en contacto con prácticas con que él, personalmente y en privado, esté desarrollando su vida en pos de nuevas aspiraciones civiles que esté tratando de alcanzar. Ello debe conducirnos inexorablemente a constatar que el acervo completo de las religiones sigue y persigue tanto la estela de los pueblos o sociedades como del individuo concreto, por lo que, aunque en verdad toda religión se esfuerza por "modernizarse" o "explicarse" en la mejor forma debida para llevar a cabo la convivencia con las coetáneas exigencias civiles, hay, sin embargo, un momento en que cualquier religión dejará de ser instrumento de utilidad para un pueblo, para una sociedad o un individuo, momento a partir del cual dicha religión será lenta y progresivamente abandonada por sus fieles y, por ende, y del mismo modo, sustituida. Una vez que ya no quede individuo o grupo humano a quien pueda servir como muleta o apoyo para guiar y acrecentar su progreso espiritual, cualquier religión de que se trate desaparecerá, pues habrá prestado por completo su función y expectativas en el proceso y economía del mundo para que fue instituida. Es la ocasión aquí para plantearse – siquiera grosso modo – el porqué de la configuración de un grupo humano prácticamente homogéneo por el cual son desarrolladas determinadas prácticas civiles y a un tiempo se practica por dicho grupo determinada religión. Existen desde luego más razones o matices, por supuesto, pero lo principal ha de consistir en saber que ello dependerá, sobremanera, de cuándo los individuos integrantes hayan conseguido completar totalmente sus vehículos, es decir: el triple espíritu, el triple cuerpo y la mente. Ésta última es, sin paliativos, motivo determinante para la utilización de la razón y, por tanto, y derivado de ello, motor-fundamento para la consecución en Occidente de los ideales respecto de la civilidad alcanzada hasta el día de hoy. Sin inconveniente alguno podemos afirmar que "a un determinado desarrollo de la razón, corresponden una determinada civilidad y una semejante religión". No obstante, las medidas tomadas por los Guías en un tiempo concreto, a efectos evolutivos, tardan en desaparecer, dado que siempre se solaparán (espirales dentro de espirales) con las siguientes. De aquí que las normas primitivas dadas por Jehová aún no hayan desaparecido en relación con la Nueva Dispensación, o religión de Cristo, al igual que ésta no habrá de desaparecer tampoco en el futuro con facilidad, sino que será asumida e integrada cuando ya, inmersos en otros tiempos más elevados, procedamos a tomar posesión de la que será la religión del Padre, la cual habrá de manifestarse bajo la concisa expresión de "Todo en todos".

III

SUCINTA ORGANIZACIÓN DEL UNIVERSO

Poner de manifiesto con cierta claridad quién es quién en los distintos peldaños que la Escala de Jacob entraña, reviste sin duda una dificultad extrema. Los nombres dados por las distintas religiones, e incluso lo admitido por la conciencia de cada hombre, no hace sino avalar lo áspero de conciliar denominaciones, dependencias y funciones en algo tan inmensamente complejo como es el universo en sí. No obstante, procuraremos dar un detalle que permita dotarnos de un cierto grado de inteligibilidad. En primer lugar debemos citar y referirnos al Absoluto, Ser Ilimitado e incomprensible, acerca del que ninguna idea, ninguna palabra o símil conocidos pueden expresar su naturaleza; se escapa, no tolera, no es posible la ideación y menos la comprensión acerca de Él por el ser humano actual, por lo que podríamos decir tan sólo que es "la Raíz de toda Existencia". Simplemente. Nada más. A esta siempre existente Raíz Cósmica, Raíz de toda Existencia se llega cuando indagamos asimismo acerca del origen del Arquitecto de nuestro Sistema Solar, el cual se encuentra inmerso dentro del séptimo plano, el último, junto a millones de sistemas semejantes venidos a ser en el principio. Para ello, uno debe elevarse aun por encima del primer plano, allí donde radican los dominios del Ser Supremo, EL UNO, el que procede del Absoluto desde la misma aurora de la manifestación. De Él habla San Juan al denominarlo Dios, de quien emanó el Fiat Creador, la palabra, el sonido, Aquél sin el cual nada fue hecho, siendo esta Palabra el Hijo bien amado, el que nació de su Padre (el Ser Supremo) antes que todo. Sin embargo, este Fiat Creador, obviamente, no es Cristo, pues Cristo, nuestro Cristo, pertenece a la oleada de vida de los Arcángeles, por lo que es un arcángel, si bien el más elevado iniciado, es decir, el más evolucionado espiritualmente entre aquella hueste, pero en ningún caso el Gan Ser de que estábamos haciendo mención. Y, ciertamente, tal y como dice Max Heindel, "la palabra se hizo carne", pero no entendida como comúnmente suele usarse, en cuanto pueda referirse a carne física del cuerpo, sino tomando carne en relación con todo lo que es y existe, respecto de nuestro sistema solar y aquellos millones de sistemas solares a que ya nos hemos referido. El aspecto Poder es el primer aspecto del Ser Supremo, del que procede el aspecto segundo, el denominado Verbo; dependiendo y procediendo de ambos el tercer aspecto del Logos, caracterizado como Movimiento. Es de este Ser Triple de quien proceden los Siete Grandes Logos, los cuales, encontrándose en idéntico plano, el primero, son quienes contienen y emanan de sí mismos sin embargo todas las Grandes Jerarquías que van diferenciándose más y más a medida que vamos descendiendo por la Escala de Jacob o los siete planos cósmicos existentes. Cada uno de los Logos emana asimismo y de sí mismo siete Jerarquías, por lo que existen 49 en el segundo plano y 343 en el tercero y así sucesivamente, pudiendo tener cada de ellas divisiones y subdivisiones septenarias, motivo por el que al descender al plano séptimo, en el cual se encuentran los sistemas solares, su número se convierte en verdaderamente enorme. Por tanto, si nos centramos en nuestro Plano Cósmico, y al igual que todos los demás dioses de todos los sistemas solares del universos, el Dios de nuestro sistema solar se encuentra en el Mundo más elevado del mismo, y de forma similar que el Ser Supremo – "como arriba es abajo" – estos dioses son también triples en su manifestación, estando determinados sus respectivos aspectos por lo que representan la Voluntad, la Sabiduría y la Actividad. Y de igual modo sucede con cada uno de los Siete Espíritus Planetarios procedentes de Dios, los cuales, teniendo a su cargo la evolución de la Vida en cada planeta que gobiernan, también su manifestación es triple y diferencian dentro de sí mismos Jerarquías Creadoras con su respectiva evolución septenaria, si bien esta evolución es diferente entre ellos, dado que cada cual emplea métodos diversos para llevarla a cabo. Queremos reseñar que, a medida que un Ser Planetario evoluciona y toma nuevas y más altas responsabilidades, otra entidad viene a sustituirle en calidad de Regentes en función del continuo progreso evolutivo.

La Trinidad: Padre, Hijo, Espíritu Santo

La luz es una, pero así como ésta se refracta en los tres colores primarios al cruzar la atmósfera – rojo, amarillo y azul – del mismo modo Dios se expresa de forma triple cuando se manifiesta en la Naturaleza. Cada aspecto o color, símbolos de la Deidad, representan un determinado principio, cuales son el Creador, Preservador y Destructor, los que a su vez se corresponden con la Deidad denominada Espíritu Santo (Jehová), con el Hijo (Cristo) y por último con El Padre, cuyas características respectivas se encuentran cimentadas por capacidades específicas de Actividad, Sabiduría y Voluntad.

Espíritus de Raza

Son arcángeles, y Jehová es su mando en Jefe. Cada Espíritu de Raza tiene dominio sobre un grupo determinado de humanidad; también lo tienen sobre los animales. Sobre las plantas lo tienen los ángeles. ¿ Y por qué bajo el auspicio de tales Espíritus ? Ello tuvo su comienzo a mediados de la Época Lemúrica, cuando el triple cuerpo del hombre, y sobre todo su cuerpo de deseos, debía servir para conectarse con la mente y contener al Ego, pero, al igual que en cada momento decisivo de la evolución, y dado el desvalimiento e impotencia en que hubiese quedado el hombre sin ayuda exterior alguna para guiarse a sí mismo, fue preciso establecer una especie de tutela transitoria que le precaviese de los riesgos inherentes que conllevaba la evolución. En consecuencia, entonces y ahora, hasta que el hombre pueda gobernarse debidamente por sí mismo, su tutelaje deberá depender de los Espíritus de Raza. Los Arcángeles fueron la humanidad en el Período Solar, es decir, cuando su cuerpo más denso, aquél sobre el que su estado humano descansó – al igual que el nuestro descansa hoy en un conglomerado de elementos químicos – estaba constituido por el cuerpo de deseos. Obviamente, ellos son en definitiva eminentes prácticos en la conformación y desarrollo de dicho cuerpo, y nosotros nos hallamos tratando precisamente ahora de construir y dominar dicho vehículo. De aquí podremos deducir fácilmente cuán importantes son para las distintas razas tanto Jehová como los Arcángeles; sin embargo, y como ya se dijo, una vez que los individuos uno a uno van alcanzado dominio y gobierno de sí mismos, entonces, pero nunca antes, es que se liberan de la influencia y poder tanto de los Espíritus de Raza como en su caso de los de Tribu o Familia. El lugar o punto de adherencia del Espíritu de Raza con el grupo protegido está en la sangre, al igual que ocurre con el espíritu-grupo (también arcángeles, si bien dirigen especies animales) y el mismo Ego, triple espíritu del hombre. Sin embargo, existe una importante diferencia, y es que, así como el Ego actúa por medio del calor de la sangre, los Espíritus de Raza lo hacen por medio del aire, al compás que entra aquél en los pulmones. De ahí deviene la frase de "soplaron sobre la nariz del hombre" acto por el que se aseguraba el dominio del los Espíritus de Raza, de los de Tribu, de los de Familia, etc. Y ellos fueron, los Espíritus de Raza, los que condujeron a los respectivos pueblos hacia los más variados climas y territorios de la Tierra, siendo vistos al ojo del clarividente desarrollado cada uno de ellos cual nube envolviendo y compenetrando la atmósfera de los respectivos territorios gobernados. ¿ Hemos de recordar que San Pablo nos habla del "Príncipe del Poder del Aire", así como de principalidades y poderes, etc. ? De ellos, de estos poderosos Espíritus, emana el sentimiento del patriotismo, del cual, afortunadamente, poco a poco y lentamente los pueblos e individuos acabarán por liberarse. Una muestra más avanzada – pues se liberarían del Espíritu de Familia o de Casta, ambos angélicos y, por tanto, de naturaleza etérica – sería la de aquellas personas capaces de sentir a toda la humanidad como un gran colectivo de seres plenamente semejantes a ellas mismas. El típico ahogo anímico o sentimiento de expatriación al alejarse del territorio o atmósfera en la que dominan los espíritus protectores citados, es un síntoma claro y contundente de la dura pertenencia que estamos comentando. En el ámbito del Espíritu de Raza el individuo será siempre el último y lo primero y único el colectivo, grupo en cuestión, y, por lo que hace a la forma, su conservación íntegra será la finalidad última. Recordemos en Deuteronomio, XXV: 5-10, pues la viuda, en caso de morir el esposo sin sucesión, debía ser fecundada por el hermano del difunto, con el estricto fin de que la familia no desapareciera. Casarse dentro de otra familia o casta constituía por tanto un acto desolador y vituperado, comportando además la pérdida de la propia casta. Los judíos, los escoceses y los vikingos son ejemplos comunes respecto de lo que aquí exponemos, si bien marquen una excepción los judíos americanos, quienes actualmente se encuentran inmersos en un lento proceso de liberación. Igual procedencia tutelar tiene de otra parte la endogamia, la cual tiende a conservar la memoria de sus ancestros a través del cuerpo vital con que se conforma la sangre; pues cuando una sangre pura persiste en el organismo de una familia por generaciones y generaciones, el Espíritu de Familia, viviente en la hemoglobina, hace que las imágenes mentales aparezcan y aparezcan sucesivamente, reproducidas por el espíritu protector; tendiendo esta reproducción a verificarse íntegramente en el último sucesor, quien podrá "ver" los hechos correspondientes a sus ancestros como si su presencia en ellos hubiese sido cierta, motivo por el que forzosamente le ha de resultar costoso llegar a reconocerse con la cualidad de lo que es: Ego independiente. Un caso verdaderamente notorio en este sentido, o de segunda vista, sería el de los Escoceses Highlanders, y también el de los gitanos; cuanto más reducido sea el grupo, más pura será la sangre y mayor "la vista". Ser la simiente de Abraham constituyó en un tiempo la mayor de las honras. Así, y en su consonancia, bíblicamente se dice que Matusalén y otros patriarcas vivieron 900 años, cuando en realidad ése fue precisamente el momento en que acabaron por desaparecer de la memoria de sus descendientes y por tal motivo se dijo de ellos que habían muerto. Son los Espíritus de Raza quienes prevén y atienden las necesidades de su pueblo, quienes diseñan no sólo sus formas físicas, sino también sus sentimientos y pensamientos e incluso su alimentación. Sin embargo, y de cualquier modo, puesto que no tenían mente, las razas más antiguas nunca desobedecieron los mandatos del espíritu-guía. Los primeros que tuvieron mente y desobedecieron tales órdenes, al casarse con las "hijas de los hombres", fueron los semitas originales, quienes inmediatamente fueron apartados por haber adorado a dioses extraños y convertirse por ello en incapaces para ser portadores de la "semilla" de todas las razas de la presente Época Aria; ellos fueron, pues, la última raza mantenida separada, especialmente separada, dado que poco después, por y para el uso de la mente, y determinarse a sí mismo, al hombre le sería dado el libre albedrío, cual corresponde a un Ego individual e independiente y en función del devenir en el proceso evolutivo que aún se auspiciaba por delante.

IV

ANÁLISIS DE LAS TRES TEORÍAS OCCIDENTALES MÁS IMPORTANTES EN RELACIÓN CON LA RELIGIÓN

Primera teoría.- Es la materialista. Afirma que todo es materia y que, por tanto, el hombre también lo es, por lo que, cuando ocurre la muerte, aquello que se fue denominado "hombre" desaparece sin dejar tras de sí rastro alguno, ni siquiera mental. Para esta teoría, todo cuanto ocurre en el hombre puede ser traducido en interrelaciones de capacidades adquiridas a lo largo de las edades y siempre debido a una suerte de azares sucesivos e incomprensibles a través de la materia.

Segunda teoría.- La teológica. Es la sustentada por la Iglesia Católica. Podríamos resumirla diciendo que al nacer cada hombre, Dios crea su alma específica la cual le entrega, y aquél, tras el hecho de la muerte, y dependiendo ello de sus buenas o malas obras durante los exiguos años de su vida, adquirirá por siempre la dicha o la condena eterna, sin posibilidad alguna de retornar para corregir sus actos y perfeccionar su conducta y por tanto su vida.

Tercera teoría. Es la del renacimiento, denominada por muchos de forma indebida de la "reencarnación". Esta teoría nos dice en síntesis que el hombre, mediante sucesivos renacimientos, está asistiendo a distintos cursos de una escuela con sus consiguientes días y épocas de vacaciones o descanso; que cada vez que renace trae consigo los frutos acumulados de cada vida a los de la vida anterior, por lo que sucesivamente va ganando méritos con que perfeccionar no sólo su cuerpo físico sino también sus vehículos espirituales, consiguiendo construir y hacer surgir por sí mismo y de sí mismo poderes anímicos trascendentes, y ello, de tal forma, que en un mañana aún lejano alcanzará sin duda la perfección tras haber acumulado los poderes que son precisos a un dios, puesto que habrá desarrollado no sólo sus posibilidades latentes en cuanto hijo de un Padre perfecto, (Dios) sino que contará con la virtualidad de hacer aportes originales (epigénesis) dada la vertiente propia de un Yo independiente y a la vez creador. Añadir, en suma, que esta teoría predica el libre arbitrio del hombre en aras a la conformación de su propio destino, y que todo cuanto le acaezca a lo largo de su evolución será consecuencia única y estricta de sus actos previos, dado que Dios, lanzado el Fiat Creador y diseñadas las leyes que rigen el universo, éstas han sido sostenidas, por lo que se recoge lo que se siembra, si bien se considera oportuno introducir una matización, cual es la de que prácticamente, y al final de los tiempos, todos, y no sólo 144.000 seremos salvos, tal y como es afirmado y defendido por la teoría teológica.

Así, pues, es el momento de entrar directamente en el capítulo de las comparaciones. Tras analizar la teoría materialista, y comprobada su incapacidad para darnos una solución válida a los esquemas que tanto nos preocupan, cuales son los relativos a la vida y la muerte, no tendremos más que delinear algunas de las verdades bien contrastadas hoy científicamente para poder desecharla con absoluta solvencia. Hoy de ningún modo podemos negar ni siquiera poner en duda la continuidad, la permanencia de la materia o de la energía, puesto que aceptamos su transformación pero no su desaparición. Por otro lado, que la mente despliega fuerza o energía se halla también fuera de toda especulación científica, por lo que, de existir una pregunta oportuna, debería contener el siguiente trazado: tras el hecho de la muerte ¿ dónde encontraríamos la mente, aquella energía capaz de alterar el propio ser como la propia conciencia y otras conciencias, capaz en resumen de idear y establecer un orden antes inexistente y al tiempo vigilarlo y mantenerlo, adónde, adónde habríamos de acudir ? De otro lado, y del mismo modo, sabemos que los átomos de nuestros cuerpos cambian en cada período aproximado de siete años; por lo que, si la teoría materialista fuese cierta, nuestra memoria prácticamente desaparecería al cabo de tan escasos años, quedándonos únicamente el recuerdo de lo acaecido durante los últimos siete; y, sin embargo, es bien notorio que somos capaces de recordar acontecimientos extraordinariamente lejanos y nimios, ubicados en los mismos inicios de la niñez. Si a ellos añadiésemos los recuerdos que afloran en situaciones de trance o en las cercanas a la congelación o al ahogamiento, tendríamos que concluir que esta teoría no aporta explicaciones porque simplemente no las tiene: se sume sin más en el silencio. Pasemos, pues, sin mayor cuidado a examinar el contenido de la teoría teológica porque, lo que de entrada más llama la atención en ella, es la clamorosa injusticia que entraña en sí, pues ¿ cómo es posible que de los miles de millones de espíritus que componen la humanidad, Cristo, enviado por El Padre en su plan salvador, haya venido a salvar sólo y exclusivamente a 144.000 ? Por tanto, teniendo presentes la omnisciencia y omnipotencia de Dios ¿ es posible que concibiese un plan de redención y salvación para tan pocos ? La mente, en su racionalidad, y en consecuencia, no puede admitir semejante tropelía por injusta y desigual. Porque ¿ qué sería de los demás ? No, por tanto, no es posible que Dios envíe a su Único Hijo para llevar a cabo un plan divino que más bien y en realidad devendría en un plan-hecatombe en lugar de un plan ciertamente salvador. Es posible que lo que en verdad quiera decir la Biblia sea muy diferente a lo que la teoría teológica está predicando y defendiendo, cuestión ésta que probablemente podamos examinar más adelante. Por último, pasemos a resaltar los matices más brillantes o matices-fundamento de la teoría del Renacimiento, la cual – recordémoslo – dice que a base de encarnaciones sucesivas, y lentamente, aprendiendo las lecciones de cada vida y acumulándolas en la conciencia personal, el ser humano progresará hasta alcanzar no ya y únicamente un cuerpo físico perfecto, sino un desarrollo espiritual de magnitud extraordinaria, inimaginable siquiera por nosotros mismos en estos momentos actuales. Es la teoría que, asistida de la lógica e interrelacionando entre sí todos sus aspectos, concibe y basa su sistema en una estructura creciente y ordenada, cual es en sí la "Evolución", la del espíritu a través del tiempo, a lo largo del plan diseñado por Dios desde el principio para la humanidad, un plan que de ningún modo se desarrolla de forma rectilínea, es decir, de forma unidimensional, como así sucedería de ser ciertas las teorías materialista y teológica, y ni tampoco circular, con encuadre bidimensional, dado que siempre retornaríamos al punto de partida sin alcanzar meta ni fin alguno. Por el contrario, y acorde con las tres dimensiones cual está constituido nuestro mundo, la teoría del renacimiento nos indica que la evolución tiene su marcha en espiral, espiral simple o doble o en pares contrapuestos, pero siempre hacia arriba y hacia delante, volviendo y elevándose, perfeccionándose tal y cual podemos observar que ocurre a través de infinitas vertientes y aspectos del universo que nos rodea, el que alberga y va proporcionando nuevos espacios a estrellas, galaxias y demás agrupaciones cósmicas. El ir y el volver, el mero retorno (sobre todo desde la vida a la muerte, y de nuevo desde la muerte a la vida) – elemento básico en el renacimiento – constituye un hecho persistente y capaz de ser descubierto por doquier: así el día y la noche, el ciclo alternante de las mareas, el invierno y el verano, la composición de nuestra nebulosa solar o la de los innumerables conglomerados cósmicos que en el espacio pueden ser observados, o mismamente a través del diseño de una pequeña y humilde planta: cada rama, cada tallito u hoja van conformando el esquema en espiral de que estamos hablando: un ir, un volver y un permanente crecer. Por tanto, y en virtud de lo que la Naturaleza nos está mostrando ¿ podría ser posible que tal diseño estuviera concerniendo al resto del mundo y no concerniera al hombre ? Si la primavera vuelve y todo germina, y se expande y florece ¿ cómo podría ser que el hombre no volviera y permaneciese para siempre sin adquirir nueva vida, ni nueva fuerza, ni nuevas experiencias con su crecimiento y, en consecuencia, sin alcanzar la perfección, cual es su meta ? ¿ Es que acaso no recordamos que el mismo Cristo dijo "¿ no sabéis que sois dioses ?" y que esto, sin la menor duda implica perfección ? Sí, podremos responder, pero ¿ es que no hemos conocido a referenciados nuestros ya fallecidos, acerca de los que tenemos convicción plena de que su condición moral y espiritual distaba mucho de encaminarse a la de un dios ? Y es que ¿ no sería más bien que tanto dichos hermanos como nosotros mismos, ya muertos, ya vivos, somos dioses en formación y que en consecuencia aquellos se hallaban lejos aún de la condición de perfectos ? Evidentemente la afirmación de Cristo, sus palabras, encuadran armoniosamente en la teoría del renacimiento, pues no de otra manera, sino retornando y creciendo progresivamente, es decir, evolucionando, sería y es que podremos llegar a ser superiores a los ángeles, siquiera fuese dicho adelanto con relación a la condición o status actual de esta hueste de luz.

V

APUNTES CONCRETOS ACERCA DE LA COMUNICACIÓN

Aparte de la palabra y de las ondas electromagnéticas (producidas éstas por cargas eléctricas en oscilación o vibración) el clarividente es capaz de observar otras radiaciones transportando mensajes por el espacio cósmico. Por ejemplo, si alguien tomara una idea y concentrase su atención sostenidamente, el éter correspondiente a la glándula pineal comenzaría a vibrar excitadamente, con lo que a su vez provocaría otras ondas en los éteres próximos, ondas que comenzarían a expandirse en todas direcciones. Si estas ondas alcanzasen la glándula pineal de otra persona y consiguiesen hacer sobrevibrar el éter de aquélla, el contenido vibratorio tomaría campo en el cuerpo de deseos del receptor para enseguida alcanzar su mente y, por tanto, dar lugar a que penetrara en su conciencia. Si la glándula pineal de la segunda persona no sufriera conmoción alguna, el pensamiento primero pasaría sin más, no ocasionando ni la más leve o insignificante percepción. En este orden de cosas, las ondas mentales pueden ser enviadas directamente a la mente o mentes de otras personas, quienes, a su vez, actuarán de receptores y repetidores hacia terceros, reforzando de esta forma el poder original de la onda captada. De aquí se deduce que el hombre se comunica con el hombre tanto por medio de la palabra hablada como por medio de ondas, ya sean éstas electromagnéticas, etéricas o bien ondas de pensamiento. Sin embargo, y mucho más allá del campo en que actualmente están desenvolviéndose nuestras tecnologías más avanzadas, el clarividente educado, bajo campos vibratorios de frecuencias altísimas, descubre otros seres vivientes inmensamente alejados de la Tierra. ¿ Dónde, si no, es que viven las doce grandes Jerarquías Creadoras que tanto ayudaron y aún ayudan en su evolución a la Humanidad ? Y el sistema solar ¿ no es acaso la manifestación perceptible de los distintos vehículos de Dios, a los que Él impregna con su vida y su conciencia ? Así, pues, dentro de Su Ser tiene lugar la existencia de un gran número de seres en sus respectivas marchas evolutivas, seres que, en función de su grado específico de evolución, requieren asimismo de un entorno concreto, con una vibración del mismo modo, definida y precisa. Por tanto, y en aras de lo dicho, cada planeta (con su vida evolucionante en sí mismo y dentro de sí mismo) ha ido siendo expulsado de la masa central de la nebulosa tanto con una morfología propia como con una distancia solar diferenciada. Y así como Cristo y los arcángeles tienen como común hogar de residencia el sol, Jehová y los ángeles lo tienen principalmente en las múltiples lunas del sistema, si bien su acción, la de los ángeles, no tiene descanso, puesto que constantemente se encuentran dirigiendo los procesos de conformación, crecimiento y reproducción de las formas en los planetas. Volviendo a Cristo, es un rayo de su conciencia el que anualmente penetra en la Tierra, el que renueva su vida y más tarde, por Pascua, "resucita".. Los arcángeles, en cambio, son los encargados no sólo de transportar los rayos solares a los distintos planetas, sino que también dirigen a infinidad de pueblos en calidad de Espíritus de Raza, amén de su labor en calidad de embajadores interplanetarios del sistema. Para ser más concisos, he aquí el correspondiente cuadro con los nombres de estos arcángeles-embajadores en la Tierra, junto a los planetas que representan:

NOMBRE PLANETA

Ituriel …………………………………………Urano

Casiel ………………………………………. Saturno Zachariel…………………………………… Júpiter Samael ……………………………………… Marte Anael ……………………………………….. Venus Rafael ………………………………………..Mercurio

Miguel………………………………………..Sol

Gabriel (ángel, no arcángel)….…… …Luna

Los arcángeles-Espíritus de Raza, los cuales actúan a través de la atmósfera de la nación, proyectan determinadas imágenes, ideas y sentimientos, influyendo tanto en la estructura y forma corporal de sus protegidos como en sus lenguas, sus hábitos y modo o modos de sentir. Sólo por medio de la voluntad es como una persona logrará erigirse en su propio Ego rector e independizarse de su Espíritu de Raza e incluso de Familia (ángel) De otra parte, los cuatro ángeles que vigilan y controlan el cumplimiento de nuestro destino, denominados Ángeles Archiveros, Ángeles Registradores o simplemente Ángeles del Destino, habitan la constelación de Tauro, la de Escorpio, la de Leo y la de Acuario. En cambio, los ángeles caídos, los que en Occidente son conocidos por Ángeles Luciferes, tienen su sede residencial en Marte, siendo a ellos a quienes, a través del Cuerpo de Deseos corresponde espolear a los humanos, a fin de que, adquiriendo experiencia simultánea junto a los hombres, ellos les permita elevar su conciencia y alcanzar el normal status evolutivo, desarrollado ya, por sus hermanos de oleada de vida, los ángeles seguidores de Jehová (la razón de por qué se les denomina Ángeles Caídos, es algo de lo que trataremos en otro lugar del libro) Aseverar, por tanto, que Espíritus Virginales de la oleada de vida que comenzó a evolucionar con el hombre en su etapa mineral (meras chispas de una llama que es Dios) se encuentran en todos los planetas y en sus respectivas lunas (si bien en éstas únicamente los rezagados) puede resultar extraño al profano, al no estudioso hasta ahora de estas enseñanzas, aunque ello, en realidad, sea absolutamente cierto. La conformación del universo es mucho, muchísimo más compleja de lo que de ordinario solemos pensar. Reflexionemos, no obstante, en el siguiente principio: A mayor perfección, mayor complejidad. En consecuencia, y debido a su distancia al sol, los habitantes de Mercurio, de Venus y Júpiter (éste con base en el calor que desarrolla internamente) suelen estar más evolucionados o avanzados que los pobladores terrestres. En cambio, los que habitan Marte, Saturno y Urano, (los demás planetas no pertenecen propiamente a nuestro sistema solar) se encuentran, obviamente, en un grado inferior al nuestro. Los rayos solares que los arcángeles hacen llegar a la Tierra, tanto de forma directa como por medio de la luna y otros planetas, contienen dentro de sí el poder de despertar partes concretas de las personas si éstas poseen la sintonización oportuna con dichos rayos, permitiéndoles resonar cual diapasón bajo identidad de frecuencia, o a través de radio con circuito apropiado para captar la frecuencia de la onda que haya sido emitida. Durante los meses de otoño e invierno, Cristo, el arcángel más elevado, penetra en el centro de la Tierra y, desde allí, hasta agotarla, emite su fuerza de amor, su altruismo, su benevolencia y su generosidad hacia todos. Por medio de la plegaria, el ser humano puede contactar con los poderes superiores, incluyendo a Cristo, a los arcángeles y demás entidades celestes. La promesa (Mat.7:7) está formulada y recogida en: "Pedid y se os dará, buscad y encontrareis, llamad y se os abrirá". A modo de complemento respecto de la plegaria, debemos señalar que, de forma específica, cada arcángel tiene asignados negocios y asuntos determinados, así como que – cual canales en la vida ordinaria – también existen "horas planetarias" las cuales facilitarán todo pedido que se formule ateniéndose a la hora apropiada para cada planeta, dado que, en consecuencia, el "interruptor" o "canal afín" lo encontraremos abierto en ese tiempo preciso y exacto y no en otro.

VI

DE LA SABIDURÍA

Antes de que nos dispongamos a seguir desgranando el contenido de este "Manifiesto Occidental", desde luego conviene que realicemos un alto que nos permita realizar algún comentario tocante a la sabiduría. Realmente, muchos y muy diversos serían los extractos que podríamos traer aquí arrancados de las páginas de los Libros Sapienciales del Antiguo Testamento, pero, en verdad, no se trata tanto de encaminarnos y reproducir por enésima vez a aquellos contenidos como darnos la posibilidad de, en pocas palabras, obtener la esperanza de que tal vez hayamos podido acercarnos a algún umbral de tan asombrosa e inimaginable fuente de la que estamos hablando: la sabiduría. Previamente, y en cualquier caso, es de estimar que nadie mejor que el propio Salomón (encarnación previa de Jesús y símbolo por excelencia del Saber) supo definirla por medio de las siguientes palabras: tomadas de Sabiduría, 7:25-27 " … una emanación pura de la gloria de Dios omnipotente, por lo cual nada manchado hay en ella. Es el resplandor de la luz eterna, el espejo sin mancha del actuar de Dios, imagen de su bondad …" Con paz y hondura, procúrese intuir seguidamente lo que ha deseado transmitirnos Salomón, concentrémonos con fuerza pues en ello e imaginémonos aquel resplandor fluyendo con absoluta paz y pureza de lo que Dios es (luz y amor) lo que debe entrañar y transmitir semejante brillo, y pensemos en ello penetrando y cohesionando con dulzura las cosas, armonizándolas y sustentando en ellas la facultad de cohesión interior y perfecta estabilidad, al tiempo que dotándolas con el contenido cierto tanto de lo que es como de lo que ha de ser y el modo en que se ha de desarrollar. ¿ No se trata en este resplandor, en potencia y acto a un tiempo, del compendio del bien mismo ? Los ángeles, en cambio, obtuvieron la sabiduría en sí como un don natural, no tuvieron por tanto que luchar por ella como nosotros hemos luchado y continuaremos luchando por conseguir el mero conocimiento; a ellos les fue dada la sabiduría per se, procedente del fondo cósmico, del mismo fondo universal de sabiduría divina.

Tras haber introducido anteriormente el término "cosas", bien podría creerse que pudiese tratarse de une error, puesto que, en apariencia, únicamente la mente poseería en sí la virtualidad para la aprehensión del conocimiento y su consiguiente posesión. Pero, si miramos y reposamos bien las palabras de Salomón, la mente no vendría a constituir respecto de la sabiduría misma sino un instrumento (cual en sí es del espíritu) para su acercamiento y comprensión, pues que la mente no sólo indaga, sino que penetra, siente y comprende de modo similar al corazón. Sin embargo ¿ cuál habrá de ser la sabiduría contenida y expresada en un cubo, una esfera, y en todas y cada una de las figuras geométricas ? Porque todo cuanto existe en el mundo es para ser investigado, examinado, controlado, comprendido por el hombre y por los hombres individual o colectivamente, dado que un creador necesariamente tiene que conocer, comprender y dominar cada cosa del mundo en que le ha sido dado evolucionar. Por ello, todo cuanto ha de saberse acerca de "las cosas y su todo" se encuentra disperso y entrañado en ellas, en cada molécula, en cada célula y átomo, y el hecho de descubrirlo viene a conformar el conocimiento, conocimiento que, sin embargo, aún no, aún no es sabiduría. Porque aquél contiene tosca y necesariamente los hechos tal cual tienen lugar tanto física como espiritualmente y cuanto implican en ya en sí mismos ya en sus efectos. Es la experiencia, una parte de ella. Sólo, exclusivamente. Un ser humano, con libertad y discernimiento suficiente, se hallaría así ante el dilema de elegir en definitiva qué hacer, qué dirección tomar frente al conocimiento, frente a su posesión. Porque aquí es donde se consuma y tiene lugar el libre y pleno albedrío, justamente en los actos que llevamos a cabo de forma consciente y libre. Es de ese preciso momento de donde han de partir en su caso las innumerables cadenas de causas-efectos de que se nutren nuestros destinos amalgamándose entre sí, aquello de que, en resumidas cuentas, se componen nuestros karmas (acción-acciones) ya individuales o colectivos. Por tanto, el componente moral deviene de necesidad inexcusable a fin de alcanzar sabiduría, es decir, el hecho práctico de poner por obra el conocimiento en sentido positivo, en la concreta construcción y proyección del bien. Por lo que hace a nuestro quehacer diario, sea éste desarrollado en la escala que fuere, para ser impregnados por la sabiduría, es preciso sin embargo y de todo punto que este quehacer sea amado, porque el amor – principio de atracción y cohesión, no se olvidársenos esto nunca – es el que produce con su fuerza el acercamiento e interpenetración por nuestra conciencia en relación con aquello que pretendemos conocer, y ello, ya sea externo o interno a nuestro ser, poco habrá de importar. Ahora bien, ese amor de que hablamos, deberá ser un amor puro, desinteresado y humilde, compasivo y ayudador, un amor con que instruir únicamente el bien y su tendencia a su preservación. Daremos una referencia del Dr. George Washintong Carver que, más o menos, viene a decir así: " … cualquier cosa nos revelará sus secretos si la amamos lo suficiente". Por tanto, poner un gramo de amor crecido en las cosas con que trabajamos y que conforman nuestra vida, es de vital importancia para la imprevista llegada y adquisición no sólo de la sabiduría, en cuanto tonalidad moral-espiritual específica, sino, lo que es previo a ella, del conocimiento. De todos modos, harán bien en bien en recordar que, en nuestro mundo, y en su práctica diaria, "únicamente es sabio aquél se conduce sabiamente". Sólo y exclusivamente él.

VII

DEL PAPEL QUE JUEGA LA HERENCIA

a) Tomando como fuente una creencia popularmente admitida, se dice que "si un hijo llega al mundo, es porque sus padres (en realidad gametos masculinos y femeninos) han puesto de su parte lo necesario para que dicho hijo acceda a él, al tridimensional, al que nos cobija, y que, por tanto, no solamente ha tenido lugar la unión de las células respectivas sino que, además, "alguien" ha determinado, ha querido previamente (mediante la voluntad) que dicho hijo fuese gestado y naciese; en una palabra, que son los padres quienes llaman a los hijos y éstos, generalmente, acceden a ello y, en consecuencia, son gestados y nacidos. b) Otra creencia general y popularmente admitida es que los hijos heredan de los padres no sólo la constitución, rasgos y calidad física de los cuerpos, sino también aquellas cualidades que manifestarán en el carácter, entre las que sin temor a equivocarnos podemos citar: la inteligencia, el buen humor, la simpatía, etc… c) Existe a su vez una costumbre muy en uso también, por la que cabe preguntarse por qué perteneciendo a la misma familia, dos hermanos pueden diferir tanto en el carácter, por cuyo motivo, y muy a menudo, líneas arriba de los ancestros suele indagarse buscando una similitud, y, por tanto, poder justificar el carácter de tales descendientes.

Pues bien, vamos a intentar paliar un tanto el grado de desviación que aparece entre las creencias descritas y la pura realidad de los hechos. No son los padres quienes "llaman" a los hijos, puesto que viene a ocurrir completamente a la inversa: son éstos quienes eligen a sus padres. Tras una estancia de soledad y descanso en el tercer cielo (región del pensamiento abstracto, la de las ideas platónicas) – allí donde la entidad-hombre sólo siente que es – ésta, decimos, recibe un impulso hacia un nuevo renacimiento. Es el momento en que, normalmente, los Ángeles Archiveros le van a mostrar varias posibilidades alternativas de encarnar y entre las que debe elegir. Se trata, por tanto, de un momento muy especial porque, una vez efectuada la elección, no existe posibilidad de dar marcha a atrás. Hemos de aclarar, sin embargo, que, en dicho instante, los Ángeles Registradores, o del Destino, van a mostrarle al ente que va a renacer las líneas generales acerca de cómo se desarrollaría cada una de las vidas en caso de eligir cualquiera de ellas. Por tanto, una vez vistas y examinadas, es cuando el Ego asume alguna en concreto, encarnando para ello en un lugar y padres determinados. ¿ Qué implica, pues, la elección efectuada ? Que, en general, entre el Ego encarnante y los futuros padres está rigiendo la ley de asociación entre ellos o Ley de consecuencia para él, lo cual se traduce en que con anterioridad, ya fuese en la vida próxima anterior o alguna de las vidas aún anteriores, hubo entre ellos un trato o relación de la naturaleza convivencial, familiar o no, de amistad o enemistad, de deuda de servicio contraída, etc. Otra posibilidad más nos hablará de que, en función de la deuda de destino – karma – que al mundo traiga el encarnante, la constitución de los cuerpos físicos de sus futuros e inminentes padres será la apropiada para él, puesto que de ellos ha de recoger no solamente los genes, los cuales determinarán la estructura de la forma de su cuerpo, pero en especial y sobre todo el de la madre, ya que de ella habrá de recoger en exclusiva la "calidad" de los materiales con que la estructura en sí será construida. Existen casos, no obstante, en que el Ego encarnante, de manera inexorable, debe cumplir determinados aspectos de las deudas de destino que trae consigo desde tiempo atrás. Suele tratarse de casos en los que, una y otra vez, el Ego ha ido escabulléndose, por así decirlo, en alguna o algunas vidas y postergando sus débitos; dicho de otra manera, tiene pendientes pagos que ha debido realizar ya con anterioridad, en su tiempo, pero que, de no ser cumplidos y satisfechos ahora, en la presente encarnación, su evolución no podría ser posible porque con aquel incumplimiento sistemático la ha detenido, en otros términos, la ha hecho inviable porque la ha bloqueado. De ahí deviene la necesidad imperiosa del pago. Es lo que constituye el llamado "destino maduro", es decir, aquél que no puede evitarse y que irremisiblemente debe ser cumplido. En él los Ángeles del Destino no ofrecen por tanto alternativas ni escapes posibles, por lo que tanto los padres como el lugar con su hábitat y demás directrices de vida le son al Ego impuestas sin elección alguna. Y dado que "lo que se siembra se recoge", hemos de decir también que, aunque el mundo está regido por la ley, no existe en el universo ninguna ley ciega, y que una ley superior deroga una inferior si fuese necesario, – cual ocurrió al ser expulsado Júpiter del Sol – porque todo es inteligencia fluyendo continuamente y ello lo percibamos o no. Suele citarse el caso en el que un Ego vaya a requerir para su próxima encarnación, por ejemplo, ciertas condiciones auditivas que sólo podría obtener de los canales semicirculares de Cortí de unos padres que se encuentren ya encarnados y en momento propicio para la procreación, pero que, si el Ego en cuestión cumpliera su estancia completa en el tercer cielo, dado el tiempo que debiera transcurrir para volverse a encarnar, perdería una ocasión optima, con lo cual su evolución indudablemente se postergaría. En dicho caso, flexiblemente, y si la diferencia de tiempo no es mucha, los Ángeles del Destino le proporcionan la oportunidad expuesta de encarnar, sin perjuicio de que, en otra posterior estancia celeste, ésta le sea alargada en la misma medida ahora pudiese serle recortada. Hagamos notar en consecuencia que de los padres no recogemos más que la forma, la estructura, si bien la calidad de ésta última la percibimos de la que dispone únicamente la madre. ¿ El carácter, por tanto ? El Ego, el triple espíritu, (el Divino, de Vida y Humano, y no tres espíritus en sí, sino tres fuerzas diferentes por medio de las que el espíritu se manifiesta único) es quien, desde el instante mismo en que entró en la arena de la involución-evolución junto al aporte de su epigénesis personal y a través de las edades, por eones de tiempo, ha ido instruyendo y conformando su temple, su modo de ser, su propio carácter. Nadie puede suplirlo porque él es él, diferente a cualquier otro porque dispone de propia libertad y libre albedrío, y ni nadie puede modificárselo si él no consiente y asimismo lo moldea. Para bien o para mal el Ego es su propio capitán y su propio rey, su propio y absoluto rector durante la vida y aun después, durante el lapsus que media entre una muerte y la siguiente encarnación. A última hora, el Ego es tan libre que incluso puede dar lugar a lo que en términos esotéricos se conoce como "segunda muerte", de la cual pasaremos a hablar más tarde. ¿ Y es que acaso no hemos efectuado la observación más arriba de la disparidad tan extrema que a veces tiene lugar dentro de la misma familia ? Quienes se odiaron han debido volver a reunirse para propiciar y llevar a cabo la amistad; quien no atendió determinadas obligaciones o deberes, deberá tal vez reunirse con "alguien" para que aquellas atenciones, en alguna forma, les sean prestadas. Así, pues, las motivaciones por las que los Egos pueden volver a encontrarse son cuasi infinitas, y dado que la finalidad más inmediata consiste en construir la fraternidad o amistad universal entre todos los seres humanos, es obvio que hasta que tal circunstancia no sea alcanzada, la ley de consecuencia, o de asociación de unos con otros, obrará en nuestro mundo de forma sistemática. Respecto a las deformaciones congénitas, formulemos las siguientes y sucintas aclaraciones de matiz preferentemente científico: en el núcleo de cada célula, los genes que allí se encuentran contienen en sí mismos patrones de codificación en virtud de los cuales van a constituirse las diversas proteínas del cuerpo, y se unirán mediante cadenas denominadas cromosomas. Cuando la descendencia va a tener lugar, y dentro de cada célula, los cromosomas se duplican, y estas partes duplicadas irán posteriormente a un óvulo o a un espermatozoide. Al unirse el óvulo con el espermatozoide resulta una nueva célula, y, tras haberse dividido ésta, es cuando el embrión ha de comenzar a crecer. Ahora bien, si cualquiera o los dos de los padres detentasen genes con defectos, y si dichos genes defectuosos se encontrasen en esa mitad que se trasmite al espermatozoide y al óvulo, el niño o niña portará genes con aquellos defectos, pudiendo padecer su cuerpo deformaciones estructurales o tal vez funcionales. Hay que tener presente que ya se trate del proceso de duplicación y separación, por medio del cual son producidos espermatozoides y óvulos, o bien se trate del momento inicial de desarrollo del feto, si la duplicación de un gen no tiene lugar de manera adecuada, si los cromosomas se rompen y se reordenan de una forma imperfecta o se pierde una porción del mismo, si son transferidos muchos o pocos cromosomas al óvulo o al espermatozoide, sin duda podrán ponerse de manifiesto defectos funcionales o de estructura en el cuerpo del individuo afectado.

VIII

PARTICIPACIÓN FUNCIONAL DE LAS LUNAS

Quedó señalado más arriba que era Jehová con sus ángeles, y también arcángeles, quien dirigía el gobierno de todas las lunas del sistema. El destino o lugar de residencia perentorio de los rezagados de cada planeta son sus lunas. En ellas, por tanto, impera la ley, pues Jehová es el Señor de la Ley así como lo es de la fecundación y de todo lo tocante a las formas y lo referente a las religiones dadas por él, al igual que las distintas lenguas. Y es por medio sacrificio y esfuerzo en el riguroso cumplimiento de las leyes establecidas a los lunáticos seres evolucionantes, que éstos, presuntamente, podrán progresar lo suficiente en su iluminación espiritual y regresar al planeta-madre para continuar de manera ordinaria la evolución perdida. En otro caso, estos Egos, irremediablemente perdidos debido a la disolución de sus vehículos (segunda muerte) serán expelidos hacia Urano, puerta de salida hacia el espacio interplanetario, donde deberán esperar una oleada nueva de vida con la cual poder continuar evolucionando. Una vez que un módulo lunar ha quedado deshabitado por completo, la fuerza de atracción ejercida por el planeta-madre comienza a disminuir, por lo que su órbita se ensancha progresivamente hasta ser expelido fuera del ámbito del sistema solar para, en un segundo paso, desintegrarse en el espacio interestelar y ser disuelto en el Caos. Las leyes jehovísticas son, sin duda, leyes de rigor, duras y difíciles de cumplir, por lo que con ellas son prescritos dolores y consiguientes sufrimientos para sus transgresores, ya que, desde el primer momento de su implementación han supuesto y suponen un enfrentamiento entre el temor de Dios y los deseos de la carne del hombre. Así se instauró el "pecado" en el mundo. Recordemos, como acontecimiento fundamental en el decurso humano, que fue en la Época Lemúrica, en sus comienzos, cuando la luna fue arrojada al espacio procedente de este planeta-madre, la Tierra. ¿ Por qué ? La necesidad devino del grado de cristalización en que habían incurrido los rezagados durante el período Terrestre, hasta tal punto, que se hizo necesario "sacarlos" al espacio exterior a fin de que el conjunto total que habitaba la Tierra no cristalizase de igual forma y, en consecuencia, pudiese la inmensa mayoría de la Humanidad proseguir el camino evolutivo. Preguntémonos más aún: ¿ quiénes son los rezagados, quiénes los transgresores y qué les espera ? Ello dio comienzo en el denominado "Jardín del Edén", cuando los seres humanos de entonces presentaban una conformación – física y espiritual – muy distinta a la de los actuales. "Jardín del Edén" hace alusión a cuando el hombre tenía una conciencia ampliamente vívida en los mundos invisibles, en los cuales compartía aún la visión celeste de las Jerarquías Creadoras y la certidumbre de que era hijo de Dios y, por contra, apenas disponía de percepción alguna del mundo material en que en realidad vivía y se desarrollaba, motivo por el que, una vez que le sobrevenía la muerte, tenía lugar en él una solución de continuidad de conciencia puesto que, ante el hecho de reemplazar un cuerpo físico por otro, ni siquiera podía percibir los cambios a que había lugar; era el tiempo en el que teniendo en cuenta líneas interplanetarias propicias – fundamentalmente las del Sol y la Luna – el incipiente ser humano, y una vez al año, era guiado en masa por los ángeles hacia la parte oscura de la luna, donde en lugares sagrados, a modo de templos, se procedía al apareamiento de forma inocente y prácticamente inconsciente del acto que se llevaba a cabo. Lo que todavía denominamos como "Luna de miel" no vendría a ser sino reminiscencia de semejantes viajes ancestrales. Y, asimismo, fue precisamente en este tiempo cuando tuvo lugar la tan llevada y traída "tentación de Eva", hecho éste que sólo a grandes rasgos procuraremos dejar ahora delineado aquí: los Ángeles Caídos eran – y algunos aún lo son – rezagados dentro de su correspondiente oleada de vida. Estos ángeles, junto a su jefe, Lucifer, – espiritualmente el más elevado ángel después del mismo Jehová – tras haber sido derrotados previamente en la guerra de los cielos por Miguel y sus huestes, habían sido apartados y recluidos en Marte, con pérdida de los beneficios propios de la evolución que en su orden normal les hubiera correspondido. Por tanto, en dicho momento, estos ángeles caídos se encontraron en un status de extrema dificultad para poder seguir evolucionando: por un lado, no podían seguir a sus compañeros auténticos; pero, por otro, al no se hombres, puesto que en su etapa evolutiva nunca habían llegado a descender a nuestro plano de densidad material y por tanto lo desconocían; se hallaban en consecuencia a medio camino entre el hombre – si bien muchísimo más avanzados – y sus propios ex-compañeros. De ahí que, y como medio de adquirir experiencias que les permitieran evolucionar a sí mismos y eludir semejante estado de postración, recurrieran a penetrar en el canal serpentino de la mujer, canal espinal o columna vertebral – de ahí la visión que la mujer tuvo de ellos, en forma de serpiente – y acceder a su conciencia, a través de la cual se propusieron hablarle en definitiva "¿ No sabéis – dijeron a la mujer – que si queréis podéis ser inmortales como Dios, porque aunque comáis del fruto prohibido no moriréis porque podréis construir nuevos cuerpos ?" Con lo que con su advertencia comunicaron al hombre la posibilidad de darse cuerpos físicos a sí mismos a fin de ir tomándolos sucesivamente cuando perdiera el antiguo, que por cierto ocurría muy a menudo y con extrema facilidad. El resultado fue que la norma impuesta por Jehová, consistente en que podían "comer" del fruto de todos los árboles del Paraíso a excepción del denominado Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, a partir de entonces fue transgredida no sólo de forma creciente sino multitudinaria, hecho éste que habría de conducir progresiva e irreversiblemente a que el hombre concentrara la conciencia en el mundo material con la consiguiente pérdida, cuando no el olvido total, del contacto directo y la visión celeste de las Jerarquías Creadoras de que había gozado hasta entonces. Una vez centrada su visión y conciencia en el mundo denso en que nos encontramos, el mundo propiamente material, perdido "su estado de original pureza e inocencia" y llegado que fuera hasta aquí, ello iba a implicar que inevitablemente y por vez primera se encontraría cara a cara con el dolor y la muerte. ¿ … y por qué el dolor y la muerte ? Sencillamente porque, dada su ignorancia al efectuar el acto de la generación sin atenerse a las líneas propicias para llevar posteriormente a cabo un parto sin dolor, éste, en su consecuencia, devendría difícil y doloroso, al tiempo que el hecho de la muerte se le habría de presentar como calamidad, cual pérdida inaudita de la que anteriormente no había tenido idea ni constancia alguna. Por tanto, la solución de continuidad en su conciencia quedaría interrumpida entre una muerte, con la pérdida de su cuerpo, y su nuevo acceso a la vida mediante la siguiente encarnación, retorno que conlleva en sí mismo, efectivamente, la necesaria construcción de un cuerpo nuevo. Así, pues, la popularmente denominada maldición de Jehová no fue tal en ningún caso para el hombre o hacia el hombre; sus palabras no fueron sino anunciadoras de un estado ciertamente nuevo, sí, pero consistente en haber abierto los ojos físicos y descubrirse desnudos – es decir, su propia constatación anatómica y fisiológica – con la consiguiente inminencia de tener que afrontar, aun de forma dramática, pero precisa, este designio de andar errante por la Tierra, ganarse el pan con sudor y tener que parir los hijos con dificultad y dolor.

 

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