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Los Rosacruces – Sabiduría Occidental (página 4)

Enviado por Antonio Justel


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8

 

1 D.- Las 16 razas o "los 16 senderos de destrucción"

Hasta prácticamente la conclusión de Lemuria no hallamos, en relación con el ser humano, un desarrollo equivalente a lo que hoy podemos considerar como raza. En ese momento nos hallábamos tocando ya el nadir de la materialidad, condición propicia para que las formas de los hombres pudieran diferenciarse entre sí, por lo que una vez abiertos sus ojos hacia el exterior y ausente aún el intelecto, además del rechazo surgido hacia los no afines de forma espontánea, inevitablemente condujo a la conformación de lo que con posterioridad hemos conocido y continuamos conociendo como razas. Los requisitos que a lo largo de las edades han prevalecido para su definición han sido constantemente similares: siempre se ha tratado de grupos de fuerte base endogámica, dando lugar a caracteres que se repiten ininterrumpidamente que propician la propia degeneración. Son atraídos entre sí por la ley de afinidad y ley de asociación dentro de la superestructura de Ley de Causa y Consecuencia, apegándose intensamente, sagradamente incluso sobre el territorio y con gran aversión, cuando no exclusión total (léase, por ejemplo, los vikingos) a la mezcla de sangres extrañas, más un arraigadísimo sentimiento de pertenencia colectiva en la que el Yo individual no tiene relevancia alguna; en resumen, una simbiosis de ente colectivo y territorio sin distinción práctica posible, etc. Aún así, las razas tienen lugar únicamente durante uno de los Grandes Períodos dentro de los siete días de creación o plan de Dios para el mundo: el Período Terrestre. No las ha habido en ninguno de los tres Grandes Períodos que han precedido al presente – Períodos de Saturno, Solar y Lunar –. Tampoco las habrá en el futuro. Su tránsito en el proceso del Gran Días de Manifestación actual, apenas si representa un suspiro, un leve chispazo. Con todo, las razas se van correspondiendo con distintas gradaciones que han de pasarse a lo largo de la evolución, dado que, de no ser así, no podría haber progreso para los espíritus que sucesivamente se encarnan en ellas. Aún dentro de su misma fugacidad en el decurso evolutivo, el peligro que en sí mismas entrañan las razas radica en que los espíritus se apeguen demasiado a alguna de ellas, es decir, a las mismas formas, y por tanto, como ya hemos señalado, no logren avanzar. Ello constituiría un gran problema. De ahí que los Guías de la humanidad hayan convenido en denominar a las razas "los dieciséis senderos de destrucción". En cualquier caso, sí las ha habido a partir de Lemuria y concluirán en la que en ocultismo se denomina: Sexta Época. De todos modos, antes de la enunciación de cada una de las razas, debemos hacer la anotación de que, si bien las Grandes Jerarquías Creadoras, las cuales nos ayudaron a progresar emanando de sí mismas durante la Involución los gérmenes precisos para la constitución de los vehículos que hoy hemos llegado a poseer, los Guías de la humanidad nos han suministrado asimismo ayudas de incalculable valor. Éstos seres, enormemente más evolucionados que nosotros, y bajo un trabajo amoroso, han estado aquí durante edades y edades (y aún lo están) para tomar muy al principio la vara de mando, pues la incipiente humanidad no poseía más que el germen de una mente sin posibilidad mínima de orientación ni de propia dirección. Y estos Guías, grado por grado, lo hicieron. Fueron ellos, los Señores de Venus y los Señores de Mercurio, quienes, si no tan avanzados como los residentes en el sol – los arcángeles – sí lo están muchísimo más que el hombre. A los Señores de Venus se les llamó "mensajeros de los dioses" aparecieron entre los hombres, motivo extraordinario por demás para tal reconocimiento. Se les reverenció como a dioses mismos y sus órdenes jamás fueron discutidas. Una vez la humanidad hubo llegado a un grado de desenvolvimiento, de forma automática quedó configurado dentro de ella un grupo de "avanzados", a quienes se colocó bajo la égida de los Señores de Mercurio, quienes poco a poco fueron introduciéndolo e iniciándolos en las verdades para entonces más elevadas, cuyo conocimiento y puesta en práctica constituían requisitos de primer orden para el avance y progreso del hombre infante. Mediante la dignidad de reyes a la que fueron exaltados, estos hombres instruidos o iniciados habrían de ser los primeros guías propios de nuestra oleada de vida; y, por lo mismo, ellos habrían de ser los fundadores de las dinastías de Legisladores Divinos, lo que equivale a decir "por la gracia de Dios", o en otras palabras, por la gracia de los Señores de Venus y Mercurio, al ser considerados auténticos dioses por nuestra primera humanidad. Obviamente, la instrucción recibida había sido dirigida a que el gobierno que ejerciesen repercutiera única y exclusivamente en beneficio del pueblo, por lo que cualquiera de tales Regentes de ese tiempo era tenido como verdad sagrada cuando se entregaba a educar y ayudar a los suyos, ya propiciando el bienestar o la equidad. Verdaderamente, mientras ejercieron sus reinados tales reyes, bien puede afirmarse que tuvo lugar una indiscutible Edad de Oro. Esto tuvo lugar fundamentalmente dentro de los Toltecas, la tercera raza de la Época Atlante, cuando reinaron desde su famosísima "Ciudad de las Puertas de Oro". Los Señores de Mercurio aún se encuentran actualmente entre nosotros. ¿ Qué es lo que ellos hacen ? Lo que mismo que hicieron desde su principio entre la humanidad: la preparación del ser humano para el control y dominio de sí mismo, pues en idéntica proporción en la que el hombre se autodomine, en esa misma proporción será en la que se encuentre preparado para gobernar a los demás. Recientemente Goethe lo reconoció y afirmó: "de todos los encadenamientos que sufre la humanidad, solamente se libera el hombre cuando se libera a sí mismo". Por tanto, si los actuales gobernantes de masas lograran dominarse a sí mismos, sin duda alguna retornaría en poco tiempo, en su forma actualizada, la tan adentrada y añorada Edad de Oro. Por tanto, sólo de forma excepcional es que también preparan al hombre para el dominio o gobierno de los demás. Por lo demás, puesto que esotéricamente son los verdaderos iniciadores del hombre, es de esperar que, dado que las tres revoluciones y media que aún quedan del actual Período Terrestre vamos a estar bajo la influencia creciente de Mercurio, es de pensar que los trabajos bajo su inspiración aumenten de manera altamente significativa Dicho lo cual, es conveniente pasar a citar las denominaciones de cada raza habida, así como a hacer algunas consideraciones acerca de aquellas otras que aún están por aparecer. Así, pues, el siguiente cuadro, nos ayudará a comprender su encaje y aparición:

Época de Lemuria:

1ª.- Lemúrica (puede ser denominada raza con dificultad)

Época Atlante: Época Aria: (cabello redondo) 1ª.- Rmoahals 1ª.- Aria, que se encaminó hacia el sur de la India. 2ª.- Tlavatlis 2ª.- Babilonio-Asirio-Caldea 3ª.- Toltecas 3ª.- Pero-Greco-Latina 4ª.- Turanios 4ª.- Céltica 5ª.- Semitas originales 5ª.- Teutónico-Anglo-Sajona 6ª.- Akadios 7ª.- Mogoles Como dos elementos distintivos y fundamentales de la 5ª raza atlante, anotemos lo siguiente: uno, que a diferencia de todas las demás de dicha época, las cuales fueron de piel roja y amarilla, ésta raza, la 5ª, Semitas originales, fue la primera de piel blanca; y dos, que en calidad de núcleo primigenio, fue elegida como básica de todas las razas que habrían de configurar la por entonces y aún lejana Época Aria, hecho que, dentro de los talantes de entonces en general, la elevó a su condición de más importante. Y ello no sólo por lo expuesto, sino porque ella habría de ser también la portadora, la primera en la que, en algún grado, hallamos el pensamiento reconocible en cuanto elaboración de la razón, esa razón insustituible para poder refrenar y contener el cuerpo de deseos y, por ende, la pasión y el egoísmo, tan exacerbados en aquél tiempo bajo influencia luciferina a la vez que jehovística. En consecuencia, fue raza elegida como simiente, para que desenvolviese el intelecto hasta un grado suficiente que a posteriori permitiera a sus descendientes – las futuras razas arias – una evolución basada ya más en la razón que en el desenfreno incontrolado y sustentado por las bajas pasiones. Se ha reconocido que semejante trabajo de dirección, gobierno y control por los Guías, constituyó todo un reto, dado que la transmutación de la astucia de que disponía esta raza en razonamiento, requirió leyes contundentes y de aplicación instantánea, ya de recompensa, ya de castigo. Es de entonces que nos ha llegado el dicho de que "el camino del transgresor es muy duro", puesto que quien incumpliere debía temer bien a Dios o al Guía por quien en aquel momento eran conducidos. Los Semitas originales es la raza relacionada con los hechos de Noé y el diluvio (versión acomodada o símil a la de Moisés en el mar Rojo), la que fue conducida y guiada hacia el desierto de Gobi, en Asia Central, por donde se dice que anduvo errante y esperó los cabalísticos cuarenta años para tener acceso a la Tierra Prometida, en realidad no otra cosa que la tierra seca y dura, tal cual hoy la conocemos. ¿ De dónde venían y por qué fueron conducidos hacia Gobi ? En ese último tercio atlante, aquella neblina ígnea que había presidido los cielos tanto de Lemuria como de la Atlántida comenzó a aclarar, motivo por el que se produjeron inmensas inundaciones hasta cubrir la casi totalidad de la Tierra; de aquí que, el Guía, previendo los acontecimientos, optó por ponerse en camino hacia Gobi al objeto de salvar la simiente elegida. En este importantísimo orden de cosas, los componentes de esta raza – divididos en doce clases, cada cual con las características propias de su correspondiente signo zodiacal – tuvieron un tratamiento especial en numerosos órdenes, dado que se trataba de no mejorar sólo físicamente la forma, sino por supuesto, y también, sus vehículos invisibles; se procuraba habilitarla como germen de algo futuro y mejor para la evolución; su experiencia debía constituir un valiosísimo aporte tanto para los Guías en general como para la misma humanidad. Pero, por lectura directa de la memoria de la Naturaleza, se tiene la certeza de que la mayoría se rebeló y frustró por completo – bien que temporalmente – las metas propuestas por el Guía, dado que "se casaron con las hijas de los hombres" y hubieron de ser abandonados; se quiere decir con ello que, habiéndose casado con individuos de otras razas no elegidas para el propósito descrito, con razas menos avanzadas, menos evolucionadas con las que mezclaron su depurada sangre, se convirtieron en inútiles e inservibles para los planes del Guía tantas veces mencionado. Los miembros de la minoría que se mantuvo fiel hasta el final, murieron físicamente en el mismo Gobi, los mismo que al renacer cual descendientes de sí mismos, heredaron la Tierra Prometida y generaron, o dieron lugar a las distintas razas arias que actualmente intentan desarrollar y llevar la razón a un alto grado dentro de la Humanidad de desarrollo y eficiencia. Los rebeldes abandonados fueron, a pesar de sentirse el pueblo por excelencia "elegido", los actuales judíos. Su apego a la raza ha sido siempre y aún es fortísimo, y puesto que ni en bloque ni dispersos por el mundo dicho sentimiento había sido quebrantado a través de tantos y tantos sufrimientos como han padecido, Cristo encarnó dentro de su raza a fin de que se esforzaran y pudieran salir de esa maraña, de ese encorsetamiento sentimental por la raza que no propicia ni permite de ningún modo la evolución ni de las formas ni del espíritu hacia nuevas alturas ni fronteras. La cuestión es que, al día de hoy, y tal cual las cosas, únicamente a través de aquel crisol americano a que arriba aludimos, cuando la mezcla de sangres – judía y americana-cristiana – y alcancen una proporción suficiente, será que este pueblo salga de tan enorme peligro, cual es el de la posibilidad de propiciar su degeneración racial y hacerla extinguir por continuado y voluntario enclaustramiento en idénticas formas. Si se perdieron por lo mas bajo, se salvarán por lo más alto. Ése es el designio. Dentro de la época en que nos encontramos, la Aria, pero adentrados que estemos ya en el signo de Acuario, cuando el sol por precesión de los equinoccios se encuentre en la cúspide de la casa de este signo astrológico (aproximadamente dentro de 637 años) procedentes del pueblo ruso y demás razas eslavas, aparecerán y se desarrollarán la 6ª y 7ª de las razas, las cuales vendrán a completar el septenario ario. Su desarrollo espiritual devendrá a través de la música, arte para la que unos y otros se encuentran especialmente capacitados. Sin embargo, aunque la 6ª será una raza de corta duración porque la evolución de la espiritualidad para desarrollarse de forma equilibrada es preciso que lo haga a través y a un tiempo del sentimiento y el intelecto, será con todo una raza de altísima espiritualidad y muy feliz en su duración, dado que, viniendo sus grupos de procedencia de terribles y cuantiosos padecimientos, el péndulo de la Ley de Consecuencia les dará esta oportunidad única, llena de elevación espiritual y éxito. Y asimismo, procedente de los mismos eslavos, tendrá lugar la formación de la 7ª o última raza de la Época Aria. Como final, o colofón de este interin de razas, decir que al inicio de la ya mencionada Sexta Época, o Nueva Galilea, y como amalgama mundial de razas que ya se está llevando a cabo en ese crisol que es los Estados Unidos de América, provendrá, decimos, no sólo la raza última sino la única que ha de conocer aquella Sexta Época. Será el momento de mayor fulgor tras tanto esfuerzo evolutivo habido hasta entonces, pues al fin tendrá lugar la fraternidad universal.

X

LAS TRADICIONES: ROPAJES PESADOS PARA EL HOMBRE

La palabra clave del Cuerpo Vital – cuerpo que da asiento a la memoria a través de uno de sus éteres, el más elevado, el reflector – la palabra clave, decimos, es "repetición". Es característica no sólo de este éter específico, sino de todo el cuerpo vital, de sus cuatro éteres. En la vida práctica está más que demostrado – básicamente en una labor de aprendizaje – que, en general, a base de repetir y repetir la lectura, o visualizando esquemas, o razonando lo que nos propongamos aprender, al final, y en el grado que fuere, logramos retener aquello que nos hayamos propuesto. Y como es a través del éter mencionado que el intelecto envía e impone al cuerpo de deseos lo que aquél determine, existirá un sin duda momento de concordancia entre todos los vehículos humanos en cuanto a la aceptación respecto a un ""algo" concreto y determinado. De esta forma, por tanto, no será menos cierto de que a medida que realicemos algo en un sentido idéntico e insistiendo en ello, aquello de que se trate llegará a instalarse en nuestra conciencia de tal manera, que pronto pasará a constituir parte integrante y cuasi indestructible de nuestro propio ser. La repetición forma, pues, en un primer estadio el hábito, y en un segundo acaba por conformar la costumbre por medio de aquel hecho rutinario y mecánico, tal vez inconscientemente efectuado y deseado, por lo que, de insistir con nuevos actos durante el tiempo pertinente, la costumbre irá modificando nuestro carácter en un determinado sentido mientras nos va absorbiendo y marcando una delineación cada vez más cerrada, menos permeable hacia los demás y más excluyente en suma. La costumbre tendrá la virtualidad de conseguir diseñar sin duda un patrón monolítico de muy difícil apertura de cara a una presunta y siempre oportuna renovación. Sin embargo, si tenemos en cuenta que no existe la "quietud" esencial en el universo y que, similarmente a lo predicado ya hace mucho por Heráclito, todo se encuentra sometido al cambio permanente para su renovación con nuevas aportaciones originales y por tanto para el mejoramiento – en definitiva, parta el desarrollo y progreso evolutivo – cualquiera puede darse cuenta y ser consciente de lo que en sí, y realmente, entrañan ya las cerrazones doctrinarias, ya meramente costumbristas, ya filosóficas, ya científicas, etc, etc. Porque lo que hoy parece ser mañana no lo es. La vida en su inapreciable caminar, al compás de los "lentísimos molinos de Dios", no espera sin embargo por nada ni por nadie. No existe el estancamiento en ella, pues todo lo que no progresa, retrograda, como asimismo tiende a la desaparición todo órgano – humano o no – que cesa en la actividad que una vez le fue propia. Quizá sea éste el lugar indicado para señalar que cualquier cosa instrumental que exista en el universo, y que haya cumplido la función específica y concreta para la que fue concebida y venida a ser, y por propia economía de la Naturaleza, tenderá a desaparecer de forma ineluctable. Parafraseando a Salomón, podríamos decir que todo tiene su tiempo y su función, pero terminando por desaparecer lenta y definitivamente. Sólo el espíritu se encuentra a salvo y permanentemente libre de la muerte. La muerte, en cuanto tal, no es sino un mero estado instrumental diseñado e incorporado para llevar a cabo el progreso humano. En resumen o síntesis de lo arriba indicado, diremos que vivir intentando progresar inmersos en tradiciones o viejas costumbres, o usando vestidos, herramientas o útiles cuyo desfase temporal y tecnológico es evidente, pero aferrándose a ellos denodadamente como aliento insustituible de vida, ello, retrasará sin duda alguna la evolución de quien o quienes se encuentren en dicho estado o situación. No se trata de ninguna advertencia interesada, lejos de ello. La verdad no admite devaneo alguno, ni siquiera con la razón, pues que de sí misma extrae, construye y muestra la cambiante realidad, por nosotros percibida a través de un proceso ilimitado en el que el nuestro es de exigua duración. Y tampoco la verdad alberga dogma alguno – lejos de ello – dado que la realidad transitoriamente observada no es sino una cara, cara infinitesimal y mutante de la verdad por medio de infinidad de realidades sucesivas durante una infinitesimal proporción de tiempo, aquél en el que nosotros aparecemos y con suma rapidez nos extinguimos. De aquí que, al aludir a los "ropajes de las tradiciones", no hagamos sino recordar, o poner en evidencia que, cual mujer de Lot, nadie en el camino evolutivo puede desarrollarse positivamente mirando hacia atrás, dado que la cristalización, "estatua de sal", está a la orden del día en todos y cada uno de los ámbitos y estamentos por que cruza el ser. Por tanto, desvistámonos pronto y tiremos lo viejo, lo antiguo, lo inútil, lo desfasado, todo cuanto, aún sin percibirlo ostensiblemente en un instante dado, con seguridad absoluta va aislándonos, encerrándonos y retrasándonos, convirtiéndonos en débiles, lejanos y diminutos, en verdaderos rezagados en el esquema de la evolución.

XI

BREVE HISTORIA DE LA CRUZ: PASADO, PRESENTE Y SUSTITUCIÓN FUTURA

La cruz, en realidad, muy lejos de ser dos maderos cruzados y clavados sin más, supone en si no sólo una composición lógica que responde al desarrollo espiritual habido por el hombre a través de los tiempos, sino un símbolo para la devoción y el sacrificio. Su arquitectura, su trazado, se encuentra diseñada en el firmamento por medio de los signos cardinales del Zodíaco: Así, conformando el madero vertical, Cáncer al norte y Capricornio al sur; mientras dando obviamente respuesta con su madero horizontal, se encuentran Aries al Este y Libra al Oeste; signos que, nuevamente, y dos a dos, comprenden ambos solsticios (norte y sur) y los dos equinoccios (este y oeste) De este modo, el planeta entero se encuentra presidido de manera forma permanente por la forma y bajo el auspicio de la cruz. La primera parte que evidentemente surgió y fue adorada por los hombres fue una columna vertical, la cual representaba la fuerza masculina (el falo), fuerza generadora positiva. Aparecería con posterioridad la forma horizontal que, en natural correspondencia con la fuerza femenina tanto en la naturaleza como en la mujer. En consecuencia, esta desigualdad, ya en la posición de los componentes o partes crucificiales como por la propia naturaleza de las fuerzas que en litigio se amalgaman para conformarla, ha venido a constituir la causa de tanto dolor y sufrimiento en el mundo durante eones de tiempo, por lo que hasta no relacionarse con Cristo, en verdad la cruz fue un símbolo de dolor y castigo por excelencia. (Todavía suele decirse en la vida diaria y circunstancial: ¡ … qué cruz, qué cruz !) Sin embargo, en el futuro, y antes de que haya dado término la Edad de Acuario, la próxima, antes del completo transcurso de 2700 años, la cruz, tal como la conocemos, y cual símbolo universal, será sustituida por dos columnas verticales, una al lado de la otra, nuevo formato que nos dará a entender que las fuerzas intervinientes, masculina y femenina, las dos polaridades que configuran la vida, han conseguido hallar entre ellas la igualdad, quedando instaurado para siempre el tan anhelado equilibrio perfecto. (hagamos notar que, si bien la cruz es utilizada dentro de la fraternidad masónica, son sin embargo las dos columnas – con sus nombres respectivos Jachim y Boaz – el símbolo más utilizado por ella en los ritos propios de la logia. De cualquier forma, la cruz se adoró ya en la más antigua historia por la Humanidad. Así, por ej., la "serpiente sobre la cruz", símbolo de sabiduría esotérica, se encuentra en la Gran Pirámide de Gizéh, puesto que en aquel tiempo su empleo era corriente. Era llamada "Cruz Ansata" o "llave de la vida", la cual lleva un círculo en la parte superior, queriéndonos indicar con ello que el espíritu ha conseguido liberarse de la materia. Solía ser enterrada junto a sacerdotes, faraones y reinas. En cambio, para los hebreos, el símbolo de la cruz fue la Tau, que quiere decir "vida eterna". Constituyó costumbre estampar en la frente de los prisioneros liberados este signo para dar testimonio de que eran libres e inocentes. E incluso parece ser que fue la Tau pintada en sangre sobre los umbrales de sus puertas, cuando la décima plaga egipcia, lo que hizo que el Ángel de la Muerte librase a sus moradores de la muerte. Generalmente ha sido un símbolo adorado en todas las partes del mundo; los mismos templos de los druidas fueron construidos con planta cruciforme, y el caduceo, en esencia, fue una cruz griega o de brazos iguales. Modernamente, sobre todo en Occidente, el caduceo se le reconoce como más certero y acabado por lo que hace a la iniciación. Hubo un tiempo, también, en que la cruz era presentada, sobre todo en pintura, con un corderillo echado junto a ella, composición que venía a anunciar la venida del Cristo, pues El Cristo, El Cordero de Dios, no simboliza sino a Aries, (en su grado 7) el signo en el que vino. Ya, posteriormente, en el Nuevo Testamento, es llamado por ejemplo "el buen pastor", o surge la parábola por él presentada de la "Oveja perdida", alusiones una vez más a la correspondencia de Cristo con el signo de Aries, sin perjuicio de la discusión habida en esos tiempos respecto a que si el símbolo del Salvador debiera consistir en los peces (Piscis), dado que había quien afirmaba que el equinoccio vernal de su nacimiento se encontraba en Piscis y no en Aries. De ahí que aún la mitra de los obispos, esté conformada en forma de cabeza de pez. Sin embargo, lo que es el crucifijo, o sea, la cruz con Cristo crucificado sobre él, tardaría tiempo en ser usado, exactamente comenzaría en el siglo VI. Bien, ¿ y por qué tuvo lugar de esta manera y no de otra ? Simplemente por lo siguiente: El hombre sacrificó en los más remotos tiempos a sus semejantes por motivos religiosos, y, posteriormente habría de hacerlo con los animales (Altar de los Holocaustos del Tabernáculo del Desierto), por lo que sólo cuando Cristo vino dándonos y haciéndonos comprender el concepto del sacrificio propio, sucedió que la figura de Cristo fue incorporada a la cruz anterior para convertirse en símbolo de devoción universal. De todos modos, digamos que este símbolo de la cruz con una figura humana sobre ella, si bien son muy pocos los conocedores de su significado perfecto, ha sido el emblema de Iniciación desde los tiempos más remotos. Como últimas aportaciones, siempre transitorias, en este pequeño tratado "crucíficial", queremos señalar que el madero inferior representa al reino vegetal, pues del centro de la Tierra suben las corrientes etéricas que envían los Espíritus Grupo de las plantas para darles vida, fuerza y vigor. El superior representa al hombre, puesto que las corrientes vitales que a él le son dadas provienen de arriba, del sol, las cuales continúan hacia abajo, pasando por la vertical columna vertebral y de tal suerte que, el hombre, como bien es conocido en esoterismo, es realmente "una planta invertida". Para terminar, decir que el madero del centro, el transversal, es el que representa al reino animal con su médula horizontal, dado que las corrientes de sus correspondientes espíritus colectivos (corrientes que discurren en el al Mundo del Deseo), viajan alrededor de la tierra, viaje en el que necesariamente han pasar a través de las médulas espinales, y por tanto horizontales, de sus respectivos protegidos. Añadir, si cabe, que el proyecto o sombra de la Cruz – como haremos saber en el próximo apartado – ya se hallaba cincelado en el trayecto y forma adoptada antiquísimamente por el Tabernáculo en el Desierto, comenzando en el Altar de los Sacrificios u Ofrendas, en su inicio oriental, y terminando en la parte más occidental o Sanctasanctórum, en cuyo extremo mismo se hallaba el Arca de la Alianza y la Gloria del Shekinah.

XII

EL TABERNÁCULO EN EL DESIERTO

Fue el templo antiguo de misterios de los talantes y fue dado al pueblo elegido. Cuando el hombre hubo llegado al fondo de la materialidad, cuando hubo luchado entre ella y frente a ella y al fin le era dada la mente – especialísimo instrumento que junto a la voluntad debía convertirlo en ser libre, al usar del libre albedrío que a partir de ese momento le era entregado – en ese mismo momento el hombre tomó sobre sus hombros el diseño de su propio destino y, por tanto, una enormes responsabilidad, pues, justo, a partir de semejante instante evolutivo, las Jerarquías Creadoras lo pusieron frente a frente a su actos y a sus correspondientes consecuencias. De cualquier modo, y a pesar de la escasa conciencia que poseía, nunca, jamás abandonó el hombre la sensación que ha llevado siempre en lo más profundo de su corazón, la de aquella pertenencia suya por naturaleza al "Hogar del Padre", y el Padre, amantísimo y en su cuidado, nunca ha permitido también que su noche fuera de absoluta oscuridad, antes bien, le ha ido proporcionando diversos medios de comunicación o contacto a través de los tiempos, medios que le fueran proporcionando la certeza de que podía encauzar, cual hijo pródigo en este valle de lágrimas, su regreso a aquel hogar. Por tanto, aquella voz sin palabras, aquel pedido místico con que le implora el corazón, de forma sucesiva y paulatina ha sido atendido de acuerdo con cada época y grado de desenvolvimiento alcanzado por las tribus, los pueblos, las naciones, las familias e incluso por los individuos de forma particular. Así, el hombre ha dispuesto de templos, de profetas, mitos y símbolos diversos …, instrumentos que han ido incidiendo a un tiempo en nuestros corazones e intelectos de tal modo que, sin esta panorámica acerca del pasado y nuestro comportamiento en primer plano, de ningún modo podríamos aventurar siquiera una vislumbre de lo que podría acontecernos de cara al futuro. En este orden de cosas de naturaleza evolutiva es por lo que resulta de enorme interés que conozcamos qué fue y en qué consistió el Tabernáculo en el Desierto o Templo de los Misterios Talantes, el que enlaza con el Templo de Salomón y a su vez, éste, con el advenimiento de Cristo y, por tanto, y ya prácticamente, con lo dado por los Guías para los tiempos actuales. Así, pues, este templo a que nos estamos refiriendo fue dado por Jehová e incluía grandes verdades cósmicas, las cuales hablaban al ser interno del hombre. A través de él, cada uno podía hallar a su Señor una vez se hubiera calificado mediante el servicio y la correspondiente subyugación de la personalidad al Yo Superior. Se encontraba orientado dicho templo de Este a Oeste, de tal modo que con la puerta abierta, y a su salida, el sol penetrase dentro, señalándonos que el avance espiritual, al igual que la marcha del sol, también avanza en semejante dirección. Dado el gran cuidado puesto para su construcción y en los detalles complementarios, resulta obvio que dicho templo ocultaba en sí mismo grandes verdades cósmicas para el hombre que estuviese presto a la Iniciación. Por tanto, y en aras a la mejor comprensión de su estructura, pasamos seguidamente a dar una explicación, siquiera sucinta, de cada una de las partes de que el mismo constaba.

Patio o Atrio

Consistía en un gran espacio que lo rodeaba. Como es sabido, la longitud de este espacio era doble que la anchura, estando situada la puerta de entrada, como se ha hecho hincapié más arriba, en la fachada oriental, la cual se encontraba tras una cortina de fibra de lino con los colores azul, escarlata y púrpura, colores que vienen a hablarnos del estado relativo del propio templo con relación al Cosmos. Pues bien, si todo ocultista sabe que el azul representa al Padre, el amarillo al Hijo y el rojo al Espíritu Santo, por descontado que también sabrá que en dicho velo únicamente se hallaban representados el Padre y el Espíritu Santo por medio del azul y el escarlata junto al púrpura, el cual no es sino la resultante o mezcla de los anteriores. Ello, por tanto y obviamente nos está indicando que El Tabernáculo fue construido para un tiempo previo, anterior a la venida de Cristo. De todos modos, puesto que el color blanco es una síntesis de toda la gama cromática, el amarillo, el color de Cristo, se hallaba también representado en aquella parte blanca del velo. El color amarillo nunca aparece en el templo microcósmico – el hombre – hasta que lo hace como color del cuerpo del alma o "dorado vestido de bodas" mediante su previa preparación para el matrimonio místico, el que tendrá lugar en el propio interior del individuo santo.

Altar de Bronce

Éste se encontraba ya propiamente dentro del recinto del Tabernáculo, y era el lugar donde los "pecadores de la ley" depositaban los animales que portaban para su sacrificio durante el servicio del templo. Respecto a esto, aunque desde nuestra mentalidad resulte extravagante y acaso hasta de escasa eficiencia, piénsese que en tales tiempos, dado que el egoísmo había sido promovido a fin de que tuviéramos motivos para la acción, para nosotros, cuando éramos talantes, los animales constituían la riqueza primordial, por lo que el hecho de tener que darlos al sacrificio por los pecados, debió afligir de forma lacerante y atroz nuestros corazones. Es bien sabido, de otra parte, que ninguna religión que se encuentre muy por encima de nuestro nivel moral e intelectual, puede conseguir en nosotros avance o elevación alguna. Así, por ejemplo, para un ser de naturaleza bárbara, sin duda sus dioses deben ostentar rasgos de esta índole, de lo contrario les volvería la espalda de inmediato. De igual forma, si aún no era posible instaurar una religión de amor en aquel momento de que tratamos, sí hubo necesidad de darnos una ley que exigiera de manera implacable "ojo por ojo y diente por diente". Esta ley de entonces venía a consistir prácticamente en "si haces el bien, de inmediato te voy a premiar", por lo que obrar rectamente incorporó la esperanza de la recompensa prometida, así como obrar mal habría de conllevar por consiguiente y por lo mismo un rápido castigo. Los Guías tuvieron que usar estas medidas a fin de que el hombre evolucionante, grado por grado, fuese adquiriendo mejores delineaciones, ya morales o espirituales. Porque, hoy mismo podríamos preguntarnos ¿ cómo pedirle a alguien que obrase por amor hacia su prójimo si la muerte de uno de sus animales era mucho más importante que la vida o vidas de cualquiera de sus vecinos ? ¿ Y cómo pedirle que se ofrecieran ellos mismos como sacrificios vivientes, tal cual Cristo obró posteriormente tras su venida ? Que el pecado no estaba previsto en nosotros al principio de nuestra evolución, lo encontramos en el hecho de que el bronce, mezcla de cobre y cinc del Altar de los Holocaustos, no se encuentra en la Naturaleza en estado natural, prueba de que tanto el pecado como también el sacrificio de los animales inmolados constituyen una anomalía, al igual que el dolor y la muerte que un holocausto entraña. El fuego que en el Altar ardía era de origen divino, y jamás se permitió que fuese apagado ni nunca se utilizó otro a tales fines. Una vez que el candidato a la iniciación se acerca a la puerta oriental, aquél se encuentra "pobre, desnudo y ciego", está necesitado de ser conducido hasta la luz, pero desde este estado de desnudez hasta ser revestido con el manto o "coraza de Dios", ha de transcurrir largo tiempo, tiempo en el que habrá de recorrer un camino escabroso y difícil. La primera lección recibida consistirá en hacerle ver que el hombre únicamente avanza si no es mediante el sacrificio, y que, en todos los reinos, el superior necesita sustentarse en el inferior, hecho que, a su vez, hará contraer una deuda con los sacrificados, ya sean éstos hombres o pertenezcan a los reinos inferiores. De este modo, si bien ante el Altar de Bronce el hombre ha debido apreciar y darse cuenta de que el animal sacrificado ha dado su cuerpo como alimento y su piel como vestido en beneficio de su amo pecador, no puede apreciar en cambio y de la misma manera la tenue luz que se eleva a los cielos rodeada y envuelta en humo, pues sus ojos espirituales aún son débiles y todavía no pueden "ni ver ni comprender" la luz de otras verdades de más alta espiritualidad. La idea fundamento para el lector debe consistir en comprender que cuanto se está describiendo, todo ello, debe encontrarse y acontecer en el interior del individuo que camina y se dirige hacia la espiritualidad que anhela. De aquí que de ningún modo sea a través del Cristo externo por el que nos salvamos, no y nunca, sino por medio del Cristo interno, el Cristo que mientras andamos el camino nacerá dentro de nosotros. Por ello lentamente, y poco a poco, todos y cada uno de los ritos de servicio hayan de ser llevados a cabo y vividos en el interior del Tabernáculo, el que sin golpes ni ruido de martillos todos y cada uno hemos de levantar en el futuro en nuestro propio interior. Deberemos convertirnos en Altar de Bronce, presentar en él nuestros actos, diseccionarlos bajo el ojo imparcial de la conciencia y dolernos en ella (remordimiento = fuego purgatorial) o en su caso alegrarnos para, tras pasar de inmediato al Lavabo o Pila de Purificación, identificar el modo en que a partir de aquel momento los errores examinados no habrán de volverse a cometer. Este ejercicio diario de presentación de los actos propios tras acostarse, ejerciendo su revisión de atrás hacia delante en la quietud y tranquilidad del lecho, es un ejercicio altamente recomendado por los Hierofantes de la Escuela de Misterios Occidentales. El porqué de s u recomendación debemos encontrarlo en que este ejercicio viene a ser un calco al que, con posterioridad a la muerte, cada uno debe realizar primero en el Purgatorio y posteriormente en el Primer Cielo, aquél tocante a nuestras maldades y errores, y el último respecto tanto al bien que hayamos hecho como a la alegría sentida por el bien que otros nos hayan causado. Además del impulso y elevación espiritual a que se va haciendo acreedor quien lo practique en forma debida, es decir, limpiado de este modo su átomo simiente, no tendrá consecuentemente que detenerse en el Purgatorio ni mayormente en el Primer Cielo en aras de ganar conciencia en uno y virtud en otro, ganando con ello un precioso tiempo que podrá dedicar tanto a ayudar a la humanidad en calidad de Auxiliar Invisible, como a estudios u otras ayudas celestes, actividades probablemente recompensadas con una elevación espiritual que tal vez requiriese de ordinario varias vidas o renacimientos para conseguirla. De hecho, un aspirante así pasaría casi directamente al Segundo Cielo, con lo que dispondría de mucha ayuda y cooperación no sólo para diseñar su propio y próximo cuerpo físico, sino su arquetipo y el medio ambiente en el que deberá volver a renacer, sin despreciar en absoluto, por supuesto, tal y como ha quedado reseñado, la participación que pudiese ofrecer en funciones de sirviente de la humanidad como Auxiliar Invisible y a tiempo total.

Pila de Bronce o Lavabo

En sí se trataba de un recipiente que se mantenía siempre lleno de agua. En el libro sagrado se dice que tenía su asiento sobre los lomos o partes traseras de doce bueyes y mismamente de bronce, si bien, y a la luz de la Memoria de la Naturaleza, aparece que aquellos animales no eran bueyes sino doce representaciones de los correspondientes signos del Zodíaco, dado que en aquel tiempo la humanidad se encontraba dividida en doce grupos, en concordancia con cada signo zodiacal. Una de las características del agua de dicha Pila era que recogía las influencias de las Jerarquías divinas por medio de cada uno de los símbolos animales que la sustentaban. El agua bendita que hoy día se encuentra junto a las puertas de las iglesias, no es sino un remedo semejante donde el agua es bendecida por un sacerdote del que recoge al efluvio de su cuerpo vital, efluvio que deberá influir en los fieles haciéndolos dóciles o más flexibles – según sensibilidades – a las prédicas o normas del ministro de Dios en cuestión. En forma idéntica, al recibir la multitud el agua de la Pila de Bronce, la magnetización de las poderosísimas Jerarquías celestes hacía que aquélla se sometiera con ardorosa perseverancia a los dictados recibidos, los cuales eran administrados de forma práctica y visible por la clase sacerdotal. Naturalmente, antes de penetrar en el Tabernáculo, los sacerdotes – bajo pena inmediata de muerte en otro caso – debían llevar a cabo un lavatorio de manos y pies. Por tanto, se observa claramente que si ante el Altar de Bronce la nota-clave era la de "justificación", ante la Pila de Bronce era por su parte la de "consagración". Esta Pila o Lavabo que acabamos de describir era el símbolo de la consagración y santificación" de la vida, la cual sería dedicada al servicio. Y así como Cristo dio comienzo a su labor pública introduciéndose bajo las aguas del Jordán, del mismo modo, el que aspiraba al servicio en el Tabernáculo del Desierto, debía santificarse a sí mismo bajo las aguas magnetizadas que fluían de aquella gran pila, denominada muy a menudo también con el nombre de Mar Fundido. Y al igual que el Espíritu Santo descendió sobre Cristo-Jesús en forma de paloma una vez hubo salido Éste de debajo de las aguas, del igual modo el sirviente consagrado, tras bañarse en las aguas del Mar Fundido, empezará a oír débilmente la voz del Cristo en su corazón, enseñándole y mostrándole los secretos del trabajo que ha de llevar a cabo exclusivamente en favor de los demás.

Cuarto Oriental o Lugar Santo

Tras los primeros pasos dados por el aspirante, éste se encontrava frente al velo que oculta la entrada del Templo propiamente dicho. Apartándolo, penetraba en él. Era un cuarto sin abertura alguna para el acceso de luz natural, pero que, sin embargo, por medio de luz artificial jamás se hallaba oscuro. El mobiliario interior, verdadero y exacto símbolo de los pasos que ha de dar el aspirante a la Vida Superior, constaba fundamentalmente de lo siguiente: Del Candelabro de Oro, de la Mesa de los Panes de proposición y del Altar del Incienso. Nadie ordinario, sino los sacerdotes, podía acceder a este cuarto, y tampoco se podía ver su contenido. La disposición de estos elementos en el interior era la siguiente: según se entraba, el Candelabro se hallaba al lado izquierdo, al Sur. Era de oro puro y del brazo central, y a tres alturas diferentes, dos a dos, y a derecha e izquierda, salían hasta un total de seis brazos, los cuales estaban curvados hacia arriba en semicírculos de distinto diámetro, simbolizando los tres Grandes Períodos habidos anteriores al actual, el Terrestre, el cual se hallaba representado por el brazo vertical. Terminado cada uno en su correspondiente lámpara, éstas se mantenían a base de aceite de oliva purísimo, elaborado mediante un proceso específico. Todos y cada uno de los días las lámparas eran examinadas, reparadas y repuestas, a fin de que pudiesen arder brillante y permanentemente. Abundando en otras significaciones, debemos indicar que los siete brazos simbolizan a su vez a los siete dadores de luz o siete planetas, los cuales son los mensajeros de luz para la humanidad, quienes la han guiado a lo largo del sendero evolutivo. Y de modo similar a cuando la Luna se encuentra en la parte oriental y está resplandeciente, alumbrando los cielos, de forma semejante el Cuarto Oriental del Tabernáculo se halla lleno de Luz, indicador de la presencia en él de Dios y sus siete ministros, los Siete Espíritus delante del Trono. De este modo, pues, el que comenzaba a hollar el sendero adquiría aquí ciertas nociones que le introducían, siquiera teóricamente, en el acervo de los significados cósmicos. Ello constituía las primeras enseñanzas recibidas. Aunque únicamente se encontraba provisto de tres objetos primordiales, en el Cuarto Oriental se halla todo lo estrictamente necesario para el progreso y desarrollo del alma, no en vano cuanto allí se hallaba se corresponde con los tres años del ministerio del Cristo. Por tanto, también puede llamársele Vestíbulo de Servicio. Comparativamente hablando, fácilmente podemos darnos cuenta de que si luz que apenas asomaba entre el abundante humo que salía del Altar de Bronce o Altar de las Ofrendas era débil, ahora, en cambio, la luz del Candelabro de Oro es ya una luz clara, inodora y luminosa, hecho relevante por cuanto viene a indicarnos que la luz interior del aspirante al servicio se va agrandado y fortaleciendo mediante las enseñanzas y el servicio práctico, la luz que proporcionan las obras. Entrando en esta Sala orientan, la Mesa de los Panes de Proposición quedaba a la derecha, al Norte según se miraba al segundo velo, el cual se encontraba frente a la entrada. Sobre la Mesa, en dos montoncitos, uno junto al otro, se encontraban siempre doce panes sin levadura, y, encima de cada montoncito, se ponía una pequeña cantidad de incienso. Estos panes citados (hogazas) son los denominados panes de proposición o de la faz, dado que eran puestos encima de la mesa ante la presencia del Señor, pues moraba en la Gloria del Shekinah, es decir, en el departamento siguiente y último, el que se hallaba detrás del segundo velo. Cada sábado, los panes en cuestión eran sustituidos por otros nuevos y recientes por los sacerdotes, no debiendo ser comidos por nadie sino por ellos, de igual modo que debían ser comidos no más allá del Atrio o Patio, dada su pertenencia al recinto sagrado. El momento en que eran cambiados los panes era el propicio para la quema del incienso y ofrecimiento al Señor de su aroma, que no representaba otra cosa que el aroma de los mismos panes, los que a su vez representaban y hacían alusión a las experiencias cosechadas por el alma a través de cada uno de las doce casas astrológicas y zodiacales a través del año. Por tanto, el Altar de Oro o altar del Incienso era el tercer objeto fundamental que dentro del Lugar Santo se encontraba. Estaba situado en el mismo centro del cuarto, a idéntica distancia tanto de la pared Norte como de la del Sur, y justo enfrente del segundo velo. Excepto en ocasiones de extrema solemnidad, nunca se quemaba carne en él ni se le tocaba con sangre de las víctimas, por lo que únicamente en tales momentos era marcado con el estigma rojo de la mácula o del pecado. El humo que se alzaba, pues, no era nunca otro que el procedente del incienso, el cual se elevaba todas las mañanas y todas las noches, llenando tanto el santuario como los alrededores de una fragancia y olor refrescante que se expandían varios kilómetros alrededor. Y dado que todos los días se quemaba, este incienso era llamado "el incienso perpetuo delante del Señor". Tampoco era un incienso de cualquiera y mera destilación, sino que respondía a una mezcla de esta sustancia en la que se incluían ciertas especias dulces en proporciones dadas por Jehová, motivo por el que jamás podía ser usado otro distinto ni fuera de allí ni para otros menesteres. Tras del velo, ante el que el sacerdote ofrecía el aroma del incienso al Señor, en el Cuarto Occidental, en el Sanctasanctórum, se hallaba la Silla de Misericordia, la cual por tanto, si bien el sacerdote no podía verla por impedirlo aquél, sí debía mirar en cambio constantemente en aquella dirección y orientarlo hacia ella. Mientras el humo del incienso se elevaba al cielo, los fieles que se hallaran en el Atrio del Santuario, de forma silenciosa, y cada cual para sí, enviaba también sus preces u oraciones al Señor. En igual sentido de ampliar explicaciones oportunas al respecto, queremos señalar que, una vez que el aspirante recibía determinadas enseñanzas cósmicas, éstas debían ser puestas en práctica, es decir, emplearlas en el servicio concreto a favor de sus semejantes, lo cual estaba representado por la Mesa de los Panes de Proposición. Al igual que las enseñanzas provenían de Dios, del mismo modo el grano de trigo con que habían sido elaborados los panes había sido dado por Él. Sin embargo, una vez preparado debidamente el terreno, el hombre había tenido que sembrarlo, que regarlo y segarlo, recolectarlo y trillarlo, para después tener que molerlo, purificarlo y amasarlo, para, por último, llevarlo a la presencia del Señor. Esto no quería decir otra cosa que los hombres-sirvientes de Dios habían efectuado sus correspondientes tareas y efectuado el servicio requerido. Dicho de otra manera: el aspirante, genuino y auténtico constructor del templo interno, debía aprovechar las oportunidades presentadas a lo largo del año, cultivarlas bien y nutrir su alma con ellas, extrayendo de este modo el llamado Pan de Vida, aquel que lentamente va construyendo el Dorado Vestido de Bodas o Cuerpo del Alma. Y de la misma manera que se quemaba el incienso, en calidad de aroma o quintaesencia de los panes, o de las oportunidades habidas, así el aspirante a servidor de la humanidad puede "provocar" por medio de la retrospección, y bajo el veredicto imparcial de su conciencia, aquel fuego divino que es el remordimiento y elevar a Dios el aroma extraído de su dolor y también de su gratitud y su alegría. Añadir, respecto del Pan de Proposición, que éste no era en absoluto algo simbólico, sino tangible, concreto, fruto real de una labor real, lo que nos viene a indicar que el futuro aspirante debe tener presente que, únicamente, mediante un servicio voluntario de tal naturaleza a la humanidad, es que podrá aspirar a crear el Dorado Vestido de Bodas, sin el cual jamás podremos llegar a realizar la unión de ambas polaridades o su unión con Cristo.

Cuarto Occidental o Sanctasanctórum:

Observaciones previas.- Si la nube de humo y fuego que salía del Altar de Bronce debido a la cremación de los cadáveres de los animales sacrificados, debía resultar de olor nauseabundo, por contraste, el aroma procedente del incienso, cual dulce ofrenda derivada del servicio voluntario y desinteresado prestado a la humanidad, debía presentar un olor de limpidez, frescura y fragancia. … los servicios que se pueden prestar no tienen por qué estar relacionados con grandes causas o proyectos, pues no en pocas ocasiones será requerido un heroísmo mayor para llevar a cabo cosas de entidad menor, cosas que, por lo común, pasan o suelen pasar absolutamente desapercibidas al ojo y conocimiento ajenos. A veces el heroísmo personal exigido y puesto a prueba es grande, a veces en verdad es extraordinario.

El arca de la Alianza

Sólo y exclusivamente el Gran Sacerdote podía penetrar en el Sanctasanctórum, y lo hacía una sola vez al año, el día del Yom Kippur o Día de la Propiciación, y, ello, tras una concienzuda dedicación y con exquisita reverencia, dado que en esta sala se hallaba saturada de la solemnidad de otro mundo, a la vez que se percibía en ella la grandeza de una presencia no terrena. Aquí, pues, era el excelentísimo lugar donde se percibía y veía la imponente manifestación de Dios, la excepcional morada de la Gloria del Shekinah, motivo que impelía al temor del Gran Sacerdote ante el mero pensamiento de ponerse en "Su" presencia. En la parte más extrema, más occidental de este cuarto se hallaba, mejor, descansaba, el Arca de la Alianza. Se trataba de un receptáculo cóncavo, el cual, además del Pote de oro y la Vara de Aarón, contenía las Tablas de la Ley, las entregadas a Moisés por Dios. Es bien sabido que mientras esta Arca permaneció en el Tabernáculo en el Desierto, llevaba puestas siempre dos balancines o estacas introducidas por cuatro anillas, a fin de que, en cualquier momento pudiera ser cogida y transportada. Sin embargo, una vez depositada en el Templo de Salomón, tales estacas fueron quitadas definitivamente. A su significado esotérico nos referiremos en lo que sigue. Por encima del Arca, dos Querubines se erguían inclinados, morando entre ellos la Gloria increada de Dios. " Allí – Él dijo a Moisés – Yo estaré contigo y me comunicaré contigo por encima de la Silla de Misericordia, entre medias de los dos Querubines que están sobre el Arca del Testimonio". Vista por encima de la Silla de Misericordia, la Gloria del Señor tenía la apariencia de una nube. El Señor dijo después a Moisés: "Di a tu hermano Aarón que no entre a cada instante en el Santo de los Santos, esto es, por dentro del velo que hay delante de la Silla de Misericordia, la cual está sobre el Arca, para que no muera, pues Yo apareceré en forma de nube sobre la Silla de Misericordia". A esta manifestación de la grandiosa y divina presencia fue llamada entre los judíos la Gloria del Shekinah. La voz de Dios parecía salir de aquella nube con profunda solemnidad al ser consultado acerca del bienestar, el interés o necesidad de Su pueblo. Calificado que ha sido el aspirante para entrar en este Cuarto Occidental, que oculta el segundo velo, su ojo físico no percibe absolutamente nada, por lo cual es preciso que tenga internamente luz, dentro de él. Pero ¿ cómo ha debido conseguirlo ? … una vez llegó a la entrada oriental del Templo "pobre, desnudo y ciego" ante el Altar de Bronce o de los Sacrificios; se le dijo que por medio del remordimiento por sus errores podría avanzar; posteriormente, ante la luz brillante procedente del Candelabro de Siete Brazos se le dio la luz del conocimiento y la razón para que pudiera seguir su marcha, si bien entonces se le exigió que, mediante el servicio voluntario a favor de los demás, debía formar dentro de sí el "Dorado vestido de Bodas", luz crística que expide el denominando "Cuerpo del Alma", por lo que hasta que no desarrollase este instrumento de iluminación espiritual, no podría penetrar en los recintos del Sanctasanctórum. Sin embargo, cuando ha conseguido penetrar en él, su particular luz interior vibra en armonía con la luz de la Gloria del Shekinah que se encuentra entre ambos Querubines, comprendiendo entonces la fraternidad y amistad con el propio Fuego del Padre, representando los Querubines y este Fuego a las divinas Jerarquías que, durante su peregrinación por el desierto, guiaron a la humanidad, del mismo modo que el Arca allí depositada representa al hombre en su máximo estado de desarrollo; en consecuencia, dentro de ella deben hallarse el Pote de Oro, la Vara florecida de Aarón y las Tablas de la Ley. Por tanto, al acercarse el aspirante al sendero a la entrada del templo, la ley se encontraba fuera de él, y ella debería enseñarle a dirigirse a Cristo. Era el momento del "ojo por ojo…", y toda transgresión implicaba de inmediato un castigo justo y equitativo, y todo se hallaba regulado por la ley, lo que debía y no debía hacer. En cambio, una vez que mediante el sacrificio personal ha conseguido introducir en su interior las Tablas de la Ley y llevarlas dentro (el Espíritu Consolador) entonces, y sólo entonces, es que se habrá liberado y emancipado de todas las coacciones e interferencias externas respecto a sus acciones, pues se habrá convertido en una ley en sí mismo. Quien siente la necesidad de guardar la ley y lo hace así por interna convicción, ya no requerirá en adelante que nadie desde el exterior de indicaciones acerca del sentido en que deberá obrar.

Explicaciones complementarias al tema propuesto:

Pote de Oro del Maná

Bien pronunciemos "manas", "mensch", "mens" o "man", palabra ésta última que significa "hombre" en inglés, se trata de vocablos que fácilmente podemos asociar con el de "manna" o maná que caía del cielo, es decir, – traducido a otros términos – el espíritu humano que descendió del Padre para llevar a cabo su peregrinación a través de la materia, simbolizando el Pote de Oro el aura dorada, la propia del cuerpo del alma. Cristo explicó con lenguaje inequívoco en qué consistía aquel "pan de vida" o "maná", es decir, el Ego. En los versículos 33 y 35 del Capítulo sexto, puede leerse: "Pues el pan de Dios es aquél que descendió del cielo y dio la luz al mundo"… "Yo soy – ego sum – el pan de vida". Este es el Pote de Oro del Maná, el cual se hallaba dentro del Arca. Este maná es el Ego o Espíritu Humano, el que da vida a los hombres en el mundo físico. El Ego, por tanto, se halla oculto dentro de todo ser humano, encontrándose latente asimismo el Pote de Oro o cuerpo del alma, el cual se adquiere y desarrolla – como tantas veces ha quedado indicado – mediante una vida desinteresada y pura y de servicio a la humanidad. Es el Soma Psuchicon de que San Pablo habla en los versículos 15-47 de su primera Epístola a los Corintios.

Vara de Aarón

De acuerdo con la historia masónica, cuando Adán procedió a salir del Edén, se llevó tres ramas del Árbol de la Vida, las cuales, posteriormente, habría de plantar su hijo Seth. Seth, por tanto, el segundo de sus hijos, – y no el tercero – sería el padre de la jerarquía espiritual de los clérigos, quienes profesan el Catolicismo, así como los hijos de Caín vendrían a ser aquellos que tienen en sus vidas las artes, los oficios, la industria en general y trabajan en la francmasonería promoviendo el progreso material del mundo cual constructores del templo de Salomón, en realidad el universo. La Vara de Aarón no sería, pues, sino una de las ramas plantadas por Seth. En el decurso del tiempo, una vez hayamos aprendido a dominar la soberbia y el orgullo de la vida, además de la lujuria de la carne, el acto de generación dejará de consumir nuestra vitalidad. Por tanto, la vitalidad la usaremos para la "regeneración", con lo que las fuerzas de naturaleza espiritual, bajo el simbolismo de la Vara de Aarón, tendrán un desarrollo extraordinario. De cualquier modo, debemos decir que nadie que haya adquirido el grado evolutivo que corresponde para acceder al Arca de la Alianza sita en la Sala occidental del Tabernáculo, nadie, decimos, ha usado jamás dicha fuerza con fines particulares y egoístas. Recordemos los hechos contenidos en la obra Parsifal: cuando éste ha sufrido y superado la tentación de Kundry, una vez que ha logrado superar la ocasión de la lujuria, entonces, y sólo entonces, es que recupera la lanza sagrada que se encontraba en poder del mago negro Klingsor, el cual se la había arrebatado a Anfortas, Rey del Grial, pero no Rey un casto. Esta lanza, pues, esta Vara de Aarón o fuerza espiritual de que al final podrá disponer el aspirante, es una fuerza sagrada que nunca debe ser utilizada para herir y ni siquiera para defenderse, sino exclusivamente para ayudar y curar. Y de tal modo ocurre así, que, quien la posee, tal vez provea de pan a una multitud; sin embargo, ni siquiera se le pasará por la mente transformar una piedra en pan para paliar su propia hambre. Y si fuese clavado en una cruz hasta morir, pudiendo salvarse a sí mismo con esta potentísima fuerza, tampoco ejercería la menor rebelión con esta fuerza que tan sólo habrá usado con anterioridad, como se ha dicho, para liberar al género humano del mar de sus propias miserias. Y, en los mismos términos, jamás osaría mostrar signo alguno o deducir un milagro a fin de que el mundo pudiese reconocer, sin asomo de duda, que es un "regenerado o nacido del cielo, del espíritu". Esta es la condición para seguir a Cristo.

Gloria del Shekinah

El Cuarto o Sala occidental del Tabernáculo está tan oscura como pueden estarlo los cielos cuando, al caer la tarde, la luna se encuentra en su fase nueva, muy próxima al sol, que es cuando comienza un ciclo distinto porque comienza un signo nuevo del Zodíaco. El Arca se encontraba en la parte más occidental, con dos Querubines en situación de reverente adoración sobre ella y, entre las alas de los Querubines (lo que en realidad se toma como alas no son sino corrientes espirituales de fuerza) se mostraba la ardiente Gloria del Shekinah, de la que emanaba la luz del Padre y se unía con sus adoradores, Luz que, en todo caso, era absolutamente invisible a la vista física y, por consiguiente, oscura, Luz Oscura. En verdad, las Enseñanzas Occidentales afirman que nada existe en el mundo que no esté animado y galvanizado por el fuego, y si no somos capaces de percibir tal detalle, no proviene sino de que no somos lo suficientemente expertos o audaces en disociar el fuego de la llama. Se podría decir que el fuego es a la llama lo que el espíritu es al cuerpo, puesto que poseen el mismo tipo de relación: sin el fuego y sin espíritu no tendrían manifestación alguna tanto la llama como el cuerpo, dado que los primeros construyen y vivifican a los últimos. Por tanto, aquéllos son poderosos, pero de hecho invisibles. El fuego, sólo cuando consume materia física es que se muestra al estar rodeado de la llama, pero antes subsistía ya, pues nada que previamente subsistiese podría venir a ser. "Nihil ex nihilo". Entre el Tabernáculo en el Desierto, el Templo de Salomón después y el construido por Herodes, en un cierto sentido, éste último recibió más gloria, dada la presencia corporal de Jesucristo, en quien moraba la Deidad. Éste, mediante su autosacrificio, no sólo abrogó el sacrificio de animales, sino que, al consumarse su Obra en el mundo, rasgó el velo (limpió el Cuerpo de Deseos de la Tierra, en el que vivía inmersa la humanidad) y abrió el camino hacia el Sanctasanctórum para todos y no sólo para los sacerdotes y levitas como hasta entonces, sino para todo aquél que quisiera ir y servir a la Deidad que nosotros conocemos por El Padre. Cristo, por tanto, tras guardar la ley y cumplir lo profetizado, dio fin a la época del santuario externo, por lo que, de allí en adelante, el Altar de los Sacrificios debía levantarse dentro del propio corazón de cada hombre a fin de depararse a sí mismo el debido arrepentimiento, dar lugar a la restitución posible, y de que pudiera tener inicio la reforma personal. Y si El Candelabro de Oro debe ser asimilado al Cristo interno, e ilumine nuestro sendero, la inmensa Gloria del Shekinah debe simbolizar al Padre, a Quien el mismo Cristo nos ha de conducir.

La sombra de la Cruz

Si con los ojos de la imaginación fuésemos capaces de visualizar la descripción que más arriba hemos efectuado del Tabernáculo, sin lugar a dudas nos encontraríamos con el perfecto diseño de la cruz. Fijémonos en primer lugar en el Altar de los Sacrificios o de las Ofrendas, pero también en que un poco más allá, justo en el camino que el aspirante ha de seguir, hallamos el Lavabo, Pila de la Consagración o Mar Fundido, donde se enjuagaban los sacerdotes. Este tramo constituiría el madero inferior. Ya, en la Sala Oriental, la del Este, encontramos a la izquierda el Candelabro de Oro y a la derecha la Mesa del Pan de Proposición, y en el centro, frente al segundo velo, tenemos el altar del Incienso, conformando así los tres utensilios el madero central, mientras que más allá aún, siguiendo el sendero emprendido, queda el Arca de la Alianza, justo en el extremo más occidental o vértice del madero superior de la cruz, lo que configura y es el Sanctasanctórum.. Por tanto, al igual que el camino de progreso espiritual a seguir se hallaba ya establecido en aquellos remotísimos tiempos, el ideal presente – cual es el de interiorizar la ley dentro de nosotros, pues análogamente también entonces las Tablas eran contenidas por el Arca – es el punto de referencia esencial a conseguir para toda la humanidad. Así, únicamente será conseguido cuando cada uno de nosotros seamos capaces de percibir la luz espiritual que flota encima de la Silla de Misericordia, y no antes; cuando en realidad podamos conocer el significado, el objeto y meta de la vida, es decir, sólo cuando hayamos ganado el derecho a penetrar en dicha Sala Occidental, o Sala de Liberación – como también se le denomina – será cuando alcancemos a comprender por qué estamos en el mundo y de qué estamos necesitados para, en forma apropiada, ser útiles al mundo. Aclaremos sin embargo que, es a partir del primer acceso del aspirante cuando, tras los primeros destellos de aquello que desea y necesita conocer, cuando debe salir al mundo para servir desinteresadamente a la humanidad, trabajando eficientemente y estableciendo las bases para limar y limar – pecar y sufrir por sus pecados – la imperfección de que es objeto en sí mismo aún, y en definitiva, ganar el derecho a la comprensión total a que aspira. "Vosotros no podéis seguirme aún, pero me seguiréis más tarde" dijo Cristo a los discípulos. Por tanto, hemos de penetrar en el Sanctasantórum muchas veces antes de alcanzar el desarrollo espiritual último para acceder al Gólgota, punto final de desarrollo humano y comenzar a trabajar, ya sea desde este mundo o desde el otro, como Auxiliares Invisibles en favor de la humanidad.

XIII

PIEDRA FILOSOFAL: qué es y cómo se construye

A qué gran confusión han inducido las palabras, frases o narraciones de los alquimistas durante siglos cuando han sido examinadas por quienes únicamente perseguían el interés del oro, su obtención a expensas de reacciones o combinados químicos a partir de bajos metales. Ya hemos mencionado más arriba que hubo en la evolución del hombre un tiempo en que aquél era un ser hermafrodita, un detentador al mismo tiempo de la fuerza masculina y femenina, en definitiva un creador, precisamente cuando estaba pasando por una etapa en la que entre otros aspectos era similar a una planta, pues su conciencia se encontraba como en estado de trance o de sueño sin ensueños, toda su fuerza la empleaba en el crecimiento y en la propagación, y no disponía de medio ni factor alguno que promoviesen en él la acción en cualquier otra dirección, al carecer en aquel entonces no sólo de mente sino también de voluntad. En consecuencia, a fin de que el hombre pudiera salir de semejante situación transitoria, por las Jerarquías Creadoras se dispuso que – cual ellas mismas – dispusiera de un cerebro con el que pudiera crear a través del pensamiento y de una laringe con que poder expresar sus propios mandatos creadores. Fue por medio de esta secuencia por la que el hombre dejó de ser hermafrodita para convertirse en unisexual, lo que requiso que la fuerza creadora, conducida por los ángeles, reascendiera con tal misión. A partir de ese momento, evolutivamente hablando, el hombre quedó a medio camino entre las plantas y los Elohim: no podía crear físicamente por sí mismo como las plantas, pero tampoco podía hacerlo como lo hacían los dioses, psíquicamente, como un verdadero hermafrodita, a cuya semejanza fue concebido y venido a ser. Era por consiguiente una condición novísima, desconocida, y habrían de ser sus guardianes entonces, los ángeles de Jehová, quienes – como también ha sido indicado – bajo líneas interplanetarias y propicias al efecto congregaban periódicamente a los primeros pobladores a fin de que la especie ejerciera el apareamiento de forma inconsciente, única solución posible para dar continuidad a la humanidad en ciernes. Otra disposición de las Jerarquías habría consistido en que, una vez concluido el cerebro, y por los Señores de Mercurio, a quienes también hemos hecho referencia, y de inteligencia inaudita, se procedería a enseñar a la humanidad a utilizar y desarrollar una mente creadora, al objeto de que en algún momento pudiera concluir la etapa de generación meramente sexual. Ello abriría sin duda el camino para que al hombre pudiera alcanzar la verdadera semejanza con sus creadores, los Elohim, es decir, crear conjuntamente con las fuerzas que tienen semejante virtualidad, la voluntad y la imaginación. Sin embargo, dicho plan habría de quedar interrumpido por la intervención de los Luciferes, en sí ángeles rezagados, quienes en su propio interés enseñaron que, mediante la cooperación sexual, la humanidad tendría posibilidad de conformar nuevos cuerpos en los que renacer, haciéndose inmortal. Y para que el hombre encontrase motivación e incentivo suficiente a tal fin, fue que infundieron en el hombre la capacidad pasional de que dispone hoy. Por consiguiente, y de este modo, la humanidad entró en una etapa de desvío del plan diseñado, etapa que más allá de generación, lo que en sí produce es degeneración, puesto que el ayuntamiento ha pasado a tener lugar en cualquier tiempo, bajo cualquier condición y mayormente por puro placer, posesión, o dominio de un ser sobre otro ser. Por tanto, una vez que cada ser humano haya comprenda su verdadero estado y desee comenzar su camino de regeneración, será protegido por los Señores de Mercurio, quienes ejercerán de guías hasta que todos alcancemos aquella finalidad. Este camino, esotéricamente denominado "sendero", no es otro que el de la iniciación, parte de la cual no es otra que la construcción de la denominada "piedra filosofal" por los antiguos alquimistas y "cuerpo del alma" por los rosacruces del día. Decir respecto de los alquimistas que, teniendo sobre todo presente la extrema y campante intolerancia religiosa habida en aquel tiempo, optaron y convinieron en utilizar términos simbólicos apropiados, términos que, sin mentir, sirvieran al menos entre los estudiantes avanzados y ellos mismos para dar a conocer determinados grados, situaciones o estados de naturaleza espiritual. De aquí parte el que determinaran relacionar a los ángeles lunares, gobernantes de las mareas, con el elemento sal; que relacionaran a los luciferes, espíritus de Marte, con el azufre, como asimismo y a tales efectos a los Señores de Mercurio con el propio metal de este nombre. Utilizaron no obstante una cuarta denominación, el ázoe, es decir, el "alfa y omega", compendio y síntesis de los tres elementos anteriormente citados. Actualmente se le denomina rayo espiritual de Neptuno u octava de Mercurio, es decir, la más alta, la más sublimada esencia espiritual. Para llevar a cabo una labor tan larga, delicada y exquisita, los alquimistas tuvieron siempre al cuerpo humano como recinto de experimentación o laboratorio al uso, motivo por el que en sus precisiones descriptivas abundaba una conocida y común terminología química. Su campo de observación más importante radicaba en la espina dorsal, dado que mediaba entre el cerebro, en el cual operaban los Señores de Mercurio, y los órganos genitales, donde se hallaba ubicado su lugar de trabajo y ejercían su dominio los pasionales y lujuriosos Luciferes. Considerando que la sede de la conciencia se encontraba aquí, en la espina dorsal, donde sabían que los ángeles lunares eran muy activos por medio del sistema nervioso simpático, regidor de la conservación y bienestar del cuerpo, designaron su correspondiente sección como "sal". Se daban cuenta los alquimistas de que los Luciferes tenían bajo su dominio la parte relacionada con los nervios motores, distribuidores de la energía contenida en los alimentos, por lo que identificaron dicha sección con el nombre "azufre"; y la tercera y última ubicación, la que registra y administra las sensaciones llevadas a cabo por los nervios, y que se encontraba regida por los seres de Mercurio, acordaron denominarla como tal: "mercurio". Y si herméticamente es conocido que el canal que forman las vértebras no se encuentra lleno de un fluido sino de un gas, el cual, a semejanza con el vapor de agua puede condensarse en su exposición al aire, del mismo modo se conoce que por la acción vibratoria del espíritu dicho gas puede sobrecalentarse y convertirse en el ascendente y esplendente fuego que implica la regeneración. Éste sería, pues, el lugar de acción de las Jerarquías de Neptuno, aquél al que los alquimistas determinaron nombrar "ázoe". Pues bien, lo que al estudiante se le hacía ver – tal y como ya hemos advertido – era que efectivamente el hombre se encontraba en un status entre la planta y los dioses. Se le hacía comprender que aquélla, inocente y pura, libre de la desoladora pasión, dirigía toda su fuerza hacia arriba, hacia la luz, y que culminaba en la excelencia de la flor, aunque también se le hacía notar que la planta, además de obrar exclusivamente en el mundo físico, carecía no obstante tanto de inteligencia como, por consiguiente, de libre albedrío, por lo que su proceder se hallaba determinado, cosa que no sucedía con los dioses, quienes podían crear tanto en el plano físico como en el espiritual, si bien eran puros como la planta, dado que su energía completa la dirigían hacia arriba y era consumida como su inteligencia tuviera a bien disponer, o sea, sin el peligro del mal uso dado que, conociendo perfectamente el mal y el bien, en su libre albedrío obraban siempre con sabiduría, es decir, en función del bien exclusivamente. En consecuencia, y al hilo de estas enseñanzas absolutamente vigentes, que el hombre se halla entre una y otros resulta absolutamente patente: dispone de inteligencia, de libre albedrío y es un creador. Pero dado que actualmente se encuentra dominado por las pasiones infundidas por los Luciferes – pues dirige su fuerza hacia abajo y no hacia la luz – la mitad de su fuerza creadora, aparte de la útil generación, es derrochada en aplacar los sentidos, por lo que es preciso hacer variar esta condición de manera previa en aras a que pueda dar comienzo la presunta regeneración espiritual propiamente dicha. En consecuencia, el hombre-aspirante a ser un dios, es decir, la un hombre evolucionado hasta encontrarse en posesión de los poderes propios de un dios, tal y como nos es dado considerarlo, y aún más, deberá aprender a dirigir hacia arriba, hacia el cerebro, su energía creadora y usarla de acuerdo a los mandatos de la inteligencia, o sea, construir con el poder de la mente y exteriorizar la forma de su pensamiento a través de la Palabra viva o Palabra Perdida, aquella que en realidad ha de equivaler y ser un personal y eficiente Fiat Creador. Así, pues, tal y como siempre ha ocurrido, todo el proceso alquímico tiene lugar en la columna vertebral, pues en ella se encuentran la sal y el azufre, el mercurio y el ázoe. Y si la meditación sobre altos valores espirituales y los pensamientos nobles tienen, junto al altruismo cotidiano, la virtualidad de poner incandescente la médula espinal, entonces, sin duda, la energía creadora que ascenderá por los canales vertebrales será la denominada "fuego espirito-espinal" o "serpiente de sabiduría". Ésta, una vez que penetra en la glándula pineal y el cuerpo pituitario, poniendo a ambos en vibración y en contacto, abre a su vez los mundos espirituales, y capacita al ser humano poseedor para ponerse en relación directa con las jerarquías espirituales de los mundos invisibles. Este fuego tiene el poder de irradiar hacia fuera a través del cuerpo y su aura, por lo que, cuando así ha sucedido, su dueño se ha convertido en "Piedra Viva", cuyo esplendor supera – ya hijos de Seth, ya hijos de Caín – al del diamante o rubí; dicho fuego es en sí mismo la "Piedra filosofal", el "Cuerpo del alma", el Soma Psuchicom de que habló San Pablo Por tanto, es absolutamente conveniente recordar para este tiempo que, como anunciara el propio Cristo cuando estuvo encarnado, quienquiera que pretenda iluminación y esté dispuesto a ser valiente, desinteresado y servidor abnegado de la humanidad, ése, podrá llamar porque se le abrirá y nadie deberá dudarlo. El esfuerzo y la perseverancia en el bien señalado, convertirá al aspirante decidido en la "Piedra filosofal", en la "Piedra Viva", aquélla de que acabamos de hablar.

XIV

LOS TRES CIELOS EXISTENTES

Primer Cielo

Si de las siete regiones de que compone el Mundo del Deseo, el Purgatorio se encuentra en sus tres inferiores, el Primer Cielo tiene su ámbito en las tres más elevadas. En medio queda la Región Fronteriza. Pues bien, una vez que el Ego ha concluido su tramo purgatorial, donde, como se dijo, habrá incorporado al átomo-simiente de su cuerpo de deseos la experiencia de sus sufrimientos, la cual le hará adquirir o acrecentar la cualidad de rectitud en futuros renacimientos, inmediatamente se eleva a las tres regiones citadas, en las que nuevamente el panorama de la vida vuelve a desarrollarse en sentido inverso, es decir, de los efectos a las causas, y donde los actos buenos dejados atrás serán los que conformen la base del sentimiento que el Ego va a recoger, pues en este ámbito el espíritu va a percibir la alegría tanto por las buenas obras hechas por él y la gratitud expresada por los ayudados, como la gratitud que fue capaz de sentir al ser ayudado a su vez por otros. Y resaltemos que el sentimiento de gratitud produce un nada despreciable crecimiento anímico. Por tanto, la recolección que pueda llevarse a cabo en el Primer Cielo dependerá, qué duda cabe, del bien que hayamos proporcionado a otros como de lo útil que hayamos considerado la ayuda que a su vez nos hayan prestado. Hagamos una pequeña inserción para decir que, aunque generalmente solemos relacionar la ayuda o el dar con la capacidad patrimonial o económica del que da, en realidad, y en muchas ocasiones, el mero hecho de "dar" no va a proporcionar al que recibe aquello que en principio deseamos, por lo que dar con discernimiento se convierte en una primera condición del dar, si bien darse a sí mismo constituye una condición superior, si bien, en la mayoría de los casos ordinarios, darse no consista más que en una respuesta atenta o educada, en una leve sonrisa, en una mano con la palma extendida, o simplemente en dejar pasar a alguien deferente y amablemente; en definitiva, en expresiones de simpatía, solidaridad o confianza. Sin embargo, dentro del campo ocultista, más alto que ayudar puntualmente y en sí, es tratar de ayudar pero procurando que el ayudado pueda ayudarse a sí mismo en adelante; es éste un instrumento o manera de ayudar sumamente útil no sólo para el futuro sino a la vez compasivo, pues la compasión tiene relación directa con el hecho de la emancipación definitiva del ayudado en relación con la situación de indignidad o afligimiento en que se encuentre. Dicho lo anterior, prosigamos para señalar que la alegría sin mancha pertenece al reino del Primer Cielo, dado que, al tiempo que recoge el inefable fruto de sus buenas acciones pasadas, el Ego, lejos ahora de las condiciones terrestres, se encuentra libre de toda angustia, ansiedad o temor alguno. Es también el lugar adecuado para que, cualquier noble empresa a que el Ego hubiese emprendido o aspirado en la vida, aquí pueda cumplirse en todos su términos. Amén de alegría, es asimismo un lugar de reposo y recuperación de fuerzas, por lo que entre más dura haya sido la vida recientemente terminada, más hondo y amplio habrá de ser el descanso alcanzado. Es en el Primer cielo es donde los devotos cristianos han construido con sus pensamientos la Nueva Jerusalén, la cual durará en función de cuán largo sea el tiempo y la intensidad de las fuerzas mentales ejercidas por aquéllos. Y dado que a través del pensamiento puede el hombre construir cuanto quiera con el cuerpo de deseos, en este cielo podrá construirse de este modo casas, máquinas, aviones, paisajes, hermosas flores, etc., y siendo para él estas cosas tan tangibles como lo son para nosotros las cosas materiales de la vida antes de la muerte. El Primer Cielo es el lugar de la satisfacción total y perfecta. En todo caso, si algo excelentemente hermoso hay que destacar en este trayecto ascendente y concreto del espíritu a través del Primer Cielo, son los niños. Los niños que mueren aproximadamente antes de los catorce años no pasan por la experiencia purgatorial, puesto que no son responsables de sus actos y nunca sobrepasan este cielo; por ello conservan hasta el nuevo nacimiento su cuerpo de deseos y la mente, motivo por el que, al volver a renacer, están muy facultados para el recuerdo su de su vida inmediatamente anterior. Aquí, y hasta que acaece una oportunidad propicia para el renacimiento, permanecen aprendiendo lecciones con las que tendrán un gran progreso, en una preciosa forma y por un período de entre uno y veinte años. En el momento en que un niño muere, éste siempre tiene a alguien de su familia que le está esperando, o será adoptado de inmediato por personas que prohijaban niños en la Tierra. Por tanto, nunca estará solo. Podrá pensar, determinar y construir sus golosinas, sus juguetes preferidos y jugar a cuanto quiera. A los niños se les agrupa no por edades, como se hace en la Tierra, sino por temperamentos, por carácter, siendo las lecciones impartidas en cualquier sentido con extraordinaria facilidad. Las enseñanzas recibidas por medio de dichas lecciones, e impregnada en su delicado cuerpo de deseos, vendrán con ellos en el nuevo renacimiento mediante un aporte espiritual de imponderable ayuda. Renacen a menudo en la misma familia o en una próxima al núcleo que acaba de dejar. Pocas veces suelen encarnar lejos del hogar anterior o en un país distinto. Existen dos casos particulares en los que, a fin de proporcionar al espíritu que ha pasado al otro lado las lecciones que debió haber aprendido y que por alguna causa no aprendió, los Guías que conducen nuestra evolución hacen que mueran esos espíritus de niños y vayan para ello al Primer Cielo directamente. Estos casos son cuando algún espíritu naciente es muy débil y cuando alguien muere sin poder efectuar en el momento de la muerte la debida buena grabación que le pueda permitir acrecentar su conciencia en el Purgatorio o bien la virtud en el Primer Cielo. Ejemplos del segundo supuesto al respecto: lecho de muerte ruidoso en el alrededor doméstico, muerte por accidente, muerte en hechos de guerra, o bien debido a incineración o embalsamamiento, tras el fallecimiento, antes de haberse cumplido el término de tres días y medio requerido, etc. La estancia en el Primer Cielo supone también una ocasión de estudio y progreso para todos aquéllos que hubieran encauzado su vida por derroteros positivos, tales como personas altruistas, para estudiosos de cualquier tema, para artistas, filósofos o estudiantes de cualquier tipo de materia. El mundo del Deseo es un mundo de fascinantes colores, por lo que aquí, los pintores, podrán disfrutar de la calidad máxima que puedan exigir para la composición de sus obras más excelsas; nada que se pueda comparar en nitidez, brillantez y viveza son los colores observados en la Tierra. No en vano el Mundo del Deseo es el mundo ex profeso del color sublime. En cambio, el músico, deberá esperar a hallarse en el Segundo Cielo, pues él es el mundo que detenta la excelencia del sonido, tono, y de la suprema armonía que allí podrá encontrar. No obstante, sí queremos señalar que, a pesar de todo, los ecos percibidos en el Primer Cielo son inmensamente más bellos y duraderos que en la vida terrestre. Tras haberse grabado fuertemente en el átomo-simiente del cuerpo de deseos tanto los resultados del sufrimiento del Purgatorio como de la alegría perteneciente al Primer Cielo, el hombre, el Ego, llevándose exclusivamente las fuerzas el átomo-simiente, comienza a abandonar el cuerpo de deseos para elevarse al Segundo Cielo y que aquél vehículo se desintegre. Dicho átomo-simiente constituirá el futuro núcleo de los cuerpos de deseos que haya de conformar en sucesivos renacimientos.

Segundo Cielo

Una vez que el Ego llega aquí se encuentra envuelto en su cuerpo mental y retiene en sí los tres átomos-simiente, es decir, la quintaesencia de los tres vehículos que ya han sido abandonados: cuerpo denso, cuerpo vital y cuerpo de deseos. Si bien es cierto que cuando el hombre muere y accede al Mundo del Deseo, tarda y tiene un lapsus en despertar entre unas horas y varios días hasta convencerse de su nueva condición, dado que ve perfectamente que es capaz de pensar y moverse, pero sin comprender ipso facto que ha muerto, no ocurre lo mismo respecto a cuando llega al Segundo Cielo, el cual se encuentra en la Región del Pensamiento Concreto, pues ahora se muestra totalmente consciente y se ha trasladado a una paz inenarrable, paz en la que todo para él parece disolverse. En este momento no puede pensar y ninguna de sus facultades se muestra viva; él únicamente siente que es sin temor y con una sensación o inexplicable sentimiento de soledad absoluta, y su alma, lejos de encontrar palabras con que poder expresarlo adecuadamente, entra de lleno en una paz y estado de semejante naturaleza. A este estado se le conoce en ocultismo mediante el nombre de "El Gran Silencio". Sin embargo, cuando el espíritu despierta se da cuenta de que se encuentra en su patria-hogar, los cielos, y ya, en los primeros instantes, es cuando comienza a oír la música de las esferas, de la que ya Pitágoras hablara y que realmente está compuesta por las notas-clave emitidas por las doce Jerarquías del Zodíaco. De este cielo acabamos de decir más arriba que era por excelencia el mundo del sonido, sin que por ello pueda negarse la existencia de color, puesto que, si bien se simultanean, y conociendo que el sonido es generador del color, como también lo son todas las formas sólidas, obvia y únicamente sostenemos que el sonido es el dominante. La actividad desplegada en el Segundo Cielo es intensa y variada, a través de la cual uno se equipa debidamente para afrontar la próxima encarnación.. Así, es aquí donde son absorbidas las quintaesencias o distintas clases de alma extraída de cada uno de los vehículos que componen el triple cuerpo, el denso, el vital y de deseos, pábulo del espíritu que ha de fortificarlo al ampliar sus facultades y poderes respecto de la voluntad, de la imaginación y la mente abstracta, facultades y poderes con que se expresará en el futuro. En este cielo va a permanecer el Ego durante varios siglos, siglos en los que asimilará el fruto recogido en su pasada vida al tiempo que delineando las expectativas terrestres con que, para su progreso, ha de encontrarse en su próximo renacimiento. Como podrá suponerse, el instrumento para tal trabajo es el sonido expresado mediante color, sonido que, bajo su armoniosa emisión, constituye el modo por medio del cual es disuelta la triple alma en el triple espíritu. Todas las entidades del Segundo Cielo trabajan en la confección de todos los modelos o arquetipos habidos en la Tierra, los cuales se hallan ubicados y distribuidos en las tres primeras subdivisiones de la Región del Pensamiento Concreto. Por tanto, el Ego prepara de esta manera su nuevo hábitat, el que ha de proporcionarle nuevas experiencias que, a su vez, han de conducirle a nuevos progresos en sus facultades y poderes espirituales. Bajo la dirección de Elevados Seres, también participa el hombre en la confección del clima, la flora y la fauna, por lo que en todo momento el mundo no es sino una expresión manifestada de cuanto la humanidad ha ido construyendo de ahora y siempre de forma sucesiva. Una de las actividades más relevantes del hombre en este lugar se centra en la construcción, o mejor reconstrucción, de su cuerpo, un cuerpo que le permita un campo más amplio de expresión con las consiguientes experiencias. Vemos, pues, que, dada su naturaleza de creador, el hombre se instruye de una manera efectiva al adquirir conocimiento acerca de cómo llevar a cabo todos y cada uno de sus posibles eventos creadores.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8
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