Desigualdades en la distribución de la renta en los países desarrollados (Parte I) (página 5)
Enviado por Ricardo Lomoro
El informe muestra además que, antes de la crisis financiera, ya había indicios de que las tendencias de la desigualdad de ingresos podían ser insostenibles. Frente a la fuerte moderación de sus salarios, los trabajadores y sus familias se endeudaron cada vez más para poder costear sus decisiones de inversión en vivienda y, algunas veces, también sus decisiones en relación con el consumo. En algunos países, esta situación ha sostenido la demanda y el crecimiento económico internos, y ha sido posible gracias a las innovaciones financieras. Sin embargo, la crisis ha puesto de relieve los límites de este modelo de crecimiento.
En consecuencia, es fundamental que los encargados de la formulación de políticas velen por que la desigualdad de ingresos no aumente excesivamente. Al mismo tiempo, cualquier acción en este ámbito debería tener en cuenta la necesidad de mantener el empleo. El informe muestra que es posible alcanzar tanto el objetivo del empleo como el de la equidad.
Las tendencias de la desigualdad reflejan, en primer lugar, un proceso de globalización financiera que ha intensificado la inestabilidad económica…
El capítulo 2 del informe muestra que la globalización financiera -consecuencia de la desregulación de los flujos internacionales de capital– es un factor importante de la desigualdad de ingresos.
Se esperaba que la globalización financiera ayudara a mejorar la asignación de los ahorros y, por lo tanto, estimulara el crecimiento económico, relajando al mismo tiempo las restricciones del crédito y mejorando las perspectivas de ingresos de los grupos de ingresos bajos.
Sin embargo, la globalización financiera no ha contribuido al aumento de la productividad ni al crecimiento del empleo en el mundo. Además, ha intensificado la inestabilidad económica. En el decenio de 1990, las crisis del sistema bancario fueron diez veces más frecuentes que a finales de los turbulentos años 70. El costo de este aumento de la inestabilidad, por lo general, es muy elevado para los grupos de bajos ingresos. Experiencias anteriores sugieren que la pérdida de empleo ocasionada por las crisis del sistema financiero fue especialmente grave y tuvo efectos persistentes en los grupos vulnerables. También se puede prever que el desempleo aumente con la caída de las inversiones, lo que puede intensificar aún más las desigualdades en materia de ingresos. Además, hay pruebas de que la globalización financiera ha reforzado la tendencia a la baja del componente salarial en la mayoría de los países. Por otra parte, la globalización financiera ha tenido un efecto disciplinario sobre las políticas macroeconómicas, tanto en los países desarrollados como en los países emergentes.
Por lo tanto, desde el punto de vista de las políticas no se requiere ni la desregulación financiera ni el aislamiento. Existen diversas opciones de política para alcanzar esa "vía intermedia". Es importante que los gobiernos tengan en cuenta el impacto social de cada una de ellas. Un enfoque prudente de la globalización financiera reviste especial importancia en los países donde los mercados financieros no están suficientemente desarrollados y los mecanismos de supervisión son débiles, como ocurre en muchos países en desarrollo. Pero en todos los países es esencial reforzar la regulación cautelar con el fin de reducir la asunción irresponsable de riesgos por parte de algunos actores financieros. En realidad, plantea un problema de "riesgo moral" el hecho de que esos actores acaparen todos los beneficios de posiciones financieras arriesgadas mientras que las pérdidas consiguientes se transfieren en parte a la sociedad y a los contribuyentes. La acción coordinada entre países también podría desempeñar una función importante.
… en segundo lugar aumentos de la remuneración de los directivos no vinculados a los resultados reales de la empresa…
La evolución de la gestión de las empresas en el mundo también ha contribuido a la idea de que hay una excesiva desigualdad de ingresos. Un hecho fundamental ha sido la utilización del llamado "sistema de retribución basada en el rendimiento" para ejecutivos y directores.
El resultado ha sido un excesivo aumento, de la remuneración del personal de dirección de la empresa. En los Estados Unidos, entre 2003 y 2007, la remuneración de los directores creció en términos reales un 45 por ciento, en comparación con un aumento del 15 por ciento de la remuneración de los directivos de nivel medio y un incremento de menos del 3 por ciento del salario del trabajador estadounidense medio. Por lo tanto, en 2007, los directivos de nivel medio de las 15 mayores empresas de los Estados Unidos percibieron una remuneración más de 500 veces mayor que el empleado medio de ese país, comparada con una diferencia de más de 300 veces en 2003. Pautas similares pueden observarse en otros países como Alemania, Australia, Hong Kong (China), Países Bajos y Sudáfrica.
Más importante aún es que estudios empíricos muestran que los efectos de estos sistemas de pago en los resultados de las empresas son, en el mejor de los casos, muy modestos. Además existen importantes diferencias entre los países, ya que en algunos no hay ninguna relación entre la remuneración por rendimiento y los beneficios de la empresa. Aunque es evidente que es necesario investigar aún más este tema, una posible explicación de las tendencias observadas es que los directivos están en una posición dominante en relación con los accionistas de la empresa, posición que ha sido favorecida por la actual estructura institucional.
En definitiva, los datos indican que la evolución de la remuneración de los directivos puede haber contribuido a intensificar la desigualdad, y ha sido, al mismo tiempo, económicamente ineficiente. Ello sugiere que hay espacio para la acción política. A este respecto se están analizando actualmente diversas opciones, pero es demasiado pronto para evaluar los pros y los contras de cada una de ellas.
… en tercer lugar, políticas de redistribución más débiles y cambios institucionales.
Las políticas internas en las esferas laboral, social y fiscal han contribuido también a los cambios observados. Las instituciones laborales siguen desempeñando una función redistributiva en la mayoría de los países examinados, a pesar de la disminución del índice de sindicación documentada en el capítulo 3. En especial, un índice de sindicación elevado, una estructura más coordinada de la negociación colectiva y una mayor cobertura de los acuerdos alcanzados en ella suelen estar vinculados a una menor desigualdad. Sin embargo, es difícil que estas instituciones contrarresten las tendencias mundiales derivadas de la globalización. En general, se ha debilitado la posición negociadora de los empleados, incluso en los países donde hay escasez de mano de obra.
Otro factor importante ha sido la incidencia del empleo atípico que se ha registrado en el curso de los últimos 15 años aproximadamente en la mayoría de los países (capítulo 4). De hecho, el trabajo atípico está mucho peor retribuido que el convencional. Más importante aún es que la transformación de las modalidades de empleo puede haber contribuido al debilitamiento de la posición negociadora de los trabajadores, especialmente de los menos cualificados.
Por último, el régimen fiscal es cada vez menos progresivo en la gran mayoría de los países y, por lo tanto, menos eficaz para redistribuir los beneficios del crecimiento económico, como se refleja en la disminución de los impuestos aplicables a los ingresos elevados (capítulo 5). Entre 1993 y 2007, el tipo medio del impuesto de sociedades (en todos los países para los que se dispone de ese dato) disminuyó en 10 puntos porcentuales. En el caso del impuesto sobre la renta de las personas físicas, la reducción correspondiente fue de 3 puntos porcentuales en el mismo período. El capítulo 5 muestra además que la disminución de la progresividad de los impuestos, en general, no ha sido compensada por políticas sociales.
La reducción de los impuestos a los ingresos o beneficios más elevados puede justificarse por razones de eficiencia económica. En algunos casos puede incluso satisfacer objetivos de igualdad, si su efecto contribuye a mejorar la situación de todos. Sin embargo, en otros produce resultados que no son los óptimos, aun teniendo en cuenta el equilibrio entre eficiencia e igualdad. Del mismo modo, una protección social más fuerte, si está bien diseñada, puede ayudar a mejorar el empleo. El informe ofrece ejemplos de estas políticas en países con diferentes niveles de desarrollo económico. La utilización de prestaciones condicionadas en efectivo es una interesante innovación en este sentido…
Tendencias del empleo y la desigualdad
Principales conclusiones
La actual desaceleración de la economía mundial está afectando a los grupos de ingresos bajos de manera desproporcionada. Este fenómeno se produce tras una larga fase de expansión en la que la desigualad de ingresos ya aumentaba en la mayoría de los países.
El reciente período de expansión económica fue acompañado de un incremento sustancial del empleo en la mayoría de las regiones. Entre principios del decenio de 1990 y 2007, el empleo en el mundo aumentó en torno al 30 por ciento. Sin embargo, se registraron considerables diferencias en los resultados del mercado de trabajo entre los países. Además, no todas las personas se beneficiaron por igual del aumento del empleo. En varias regiones, las mujeres seguían representando una parte desproporcionada de las personas sin empleo, que en Oriente Medio, África del Norte, y Asia y el Pacífico alcanzaba casi el 80 por ciento.
El crecimiento del empleo ha ido unido además a una redistribución de los ingresos en detrimento de la mano de obra. La proporción de los salarios en los ingresos totales disminuyó en los dos últimos decenios en 51 de los 73 países respecto de los que se dispone de datos. La mayor caída en la proporción de los salarios en el PIB se produjo en la región de América Latina y el Caribe (-13 puntos), seguida de Asia y el Pacífico (-10 puntos) y las economías avanzadas (-9 puntos).
Entre 1990 y 2005, aproximadamente dos terceras partes de los países experimentaron un incremento en la desigualdad de ingresos (medida por la variación del índice de Gini). En otras palabras, los ingresos de los hogares más ricos han aumentado en relación con los de los más pobres. Asimismo, durante el mismo período, la desigualdad de ingresos entre los grupos del 10 por ciento de los asalariados mejor remunerados y del 10 por ciento de los peor remunerados aumentó en el 70 por ciento de los países respecto de los que se dispone de datos.
Las diferencias en lo que respecta a la desigualdad de ingresos también están aumentando -a un ritmo cada vez mayor- entre los directivos de las empresas y el empleado medio. En 2007 en los Estados Unidos, por ejemplo, los directores generales de las 15 mayores empresas percibieron ingresos 500 veces superiores a los del trabajador medio, en comparación con los ingresos 360 veces superiores que percibieron en 2003. Incluso en Hong Kong (China) y Sudáfrica, donde los directivos perciben salarios mucho menores que en los Estados Unidos, la remuneración de los directores generales es 160 y 104 veces, mayor, respectivamente, que los salarios del trabajador medio.
Es probable que la desigualdad de ingresos continúe aumentando en el contexto de la presente desaceleración económica y de los últimos acontecimientos, como la crisis financiera y la escalada de los precios de los alimentos. Como se pone de manifiesto en el presente informe, este último factor ha afectado ya de manera desproporcionada a los hogares más pobres.
El aumento de la desigualdad de ingresos puede ser positivo en la medida en que es esencial para recompensar el esfuerzo, el talento y la innovación en el trabajo, motores fundamentales del crecimiento económico y la generación de riqueza. Sin embargo, hay casos en los que la desigualdad de ingresos alcanza niveles excesivos, ya que representa un peligro para la estabilidad social y va además en contra de los criterios de eficiencia económica. De hecho, cuanto más pronunciada es la desigualdad de ingresos, mayores son las tasas de delincuencia y menor es la esperanza de vida. Una mayor desigualdad también puede acentuar la inestabilidad macroeconómica, dado que los hogares de ingresos bajos se adaptan más lentamente a las crisis económicas. Además, hay casos en los que los grupos más ricos pueden conseguir ventajas económicamente ineficientes, como impuestos distorsionadores o una asignación de fondos públicos contraria a los intereses económicos de todo el país. Más importante aún es el hecho de que cuando se considera que la desigualdad de ingresos ha alcanzado niveles excesivos, el apoyo social a las políticas que promueven el crecimiento puede verse gravemente afectado. Actualmente, está ya muy generalizada, en muchos países, la impresión de que la globalización no redunda en beneficio de la mayoría de la población.
Por consiguiente, el reto político que se plantea es garantizar incentivos adecuados para trabajar, aprender e invertir, evitando al mismo tiempo desigualdades en materia de ingresos socialmente perjudiciales y económicamente ineficientes. Este tema se estudiará más detenidamente en otros capítulos del presente informe…
El componente salarial disminuyó significativamente durante el período de expansión
En los últimos decenios se ha asistido a un importante cambio en la distribución de los ingresos entre capital y trabajo (véase Gollin, 2002; Krueger, 1999). Un análisis de los datos recopilados -en relación tanto con las economías avanzadas como con los países recientemente industrializados y los países en desarrollo- revela que el componente salarial (o laboral) de los ingresos totales ha disminuido en casi tres cuartas partes de los países examinados. Esa disminución se ha producido en la mayoría de las regiones (gráfico 1.4). La reducción mayor ha tenido lugar en América Latina (más de 13 puntos porcentuales) y en un período de tiempo más bien corto -1993 a 2002- pero también se han registrado importantes descensos en las economías avanzadas y en Asia, donde el componente salarial ha disminuido en más de 9 puntos porcentuales durante los períodos 1980-2005 y 1985-2002, respectivamente. Son excepciones a esta tendencia a la baja Europa Central y Oriental, la Federación de Rusia, Oriente Medio y África del Norte, donde la proporción correspondiente a mano de obra, aunque ha fluctuado, se ha mantenido constante durante el período 1995-2003.
Resulta interesante observar que el descenso ha seguido un patrón similar en la mayoría de los países: el componente salarial ha disminuido constantemente durante los tres últimos decenios, excepto en el período comprendido entre finales del decenio de 1980 y principios del decenio de 1990, y ha vuelto a disminuir a finales del decenio de 1990. Además, la caída del componente salarial fue especialmente rápida a principios del decenio de 1980 y a principios del decenio de 2000.
Gran parte de lo publicado hasta la fecha confirma los resultados expuestos en el presente informe: la parte de los ingresos correspondiente al trabajo ha disminuido progresivamente a lo largo de los últimos decenios. En varios estudios se ha tratado de examinar los factores que han podido contribuir a ello, haciendo especial hincapié en los efectos de la globalización, incluidos los cambios comerciales y tecnológicos, pero no se ha llegado a un consenso al respecto. Harrigan y Baladan (1999), por ejemplo, llegaron a la conclusión de que los cambios tecnológicos que favorecían a la mano de obra cualificada tenían mayor incidencia en el componente salarial que la intensificación del comercio. Sin embargo, en opinión de Guscina (2006), el descenso se debía a la apertura y al progreso tecnológico, mientras que Jaumotte y Tytell (2007) opinaban que la globalización era sólo uno de los factores y que otros factores, incluida la reforma del mercado de trabajo, también habían contribuido a él. Cabe señalar que con esos estudios no se analizan las repercusiones del desarrollo de los mercados financieros en el componente salarial.
Una forma de examinar con mayor detalle la distribución de los ingresos entre trabajo y capital consiste en comparar las tasas anuales de crecimiento de los salarios reales y de la productividad. En el gráfico 1.5 se comparan las tasas de crecimiento de la remuneración con la producción por empleado. Si la tasa de crecimiento anual de los salarios reales es menor que la de la productividad, el componente salarial de los ingresos disminuye.
Un análisis de los países respecto de los que se dispone de datos (Brasil, China, India, los países de la OCDE, Federación de Rusia y Sudáfrica) indica que en relación con el período 1990-2006, las conclusiones coinciden en general con los que figuran supra; el aumento de la productividad es superior al de los salarios en 24 de los 32 países (gráfico 1.5). Dicho de otro modo, ha disminuido la parte de los ingresos correspondiente al trabajo.
De un examen más detenido de los países no pertenecientes a la OCDE se desprenden algunos resultados interesantes, aunque de signo contrario:
Los resultados de China se situaron entre los mejores en lo que respecta al aumento de los salarios y de la productividad en ambos períodos. Además, aumentó la tasa de mejora en comparación con otros países.
Sudáfrica también registró un aumento del componente salarial y un fuerte aumento de la tasa de crecimiento real de los salarios y de la productividad, aunque en menor medida que China.
El aumento de la productividad superó al de los salarios en el Brasil y la India; en el Brasil, se registró un aumento negativo de los salarios en el período 1995-2004.
Durante el decenio de 1990 y hasta principios del decenio de 2000, en general los salarios reales aumentaron menos que la productividad, lo que redujo el componente salarial en la gran mayoría de los países examinados. Los aumentos del componente salarial en algunos países de la OCDE a principios del decenio de 2000 no compensaron la disminución registrada en el decenio de 1990. En resumen, las dos formas de evaluar los cambios en el componente salarial llevaron, en última instancia a resultados similares: el componente salarial disminuyó en casi las tres cuartas partes de los países examinados…
Aumento de la desigualdad de ingresos desde principios del decenio de 1990
El período 1990-2000 ofrece la instantánea más amplia de la desigualdad de ingresos y su estructura a lo largo del tiempo por regiones y países. En ese período, más de dos terceras partes de los 85 países respecto de los que se dispone de datos registraron un aumento en la desigualdad de ingresos, medida por la variación del coeficiente de Gini (gráfico 1.6).
Las escasas reducciones observadas se concentraron principalmente en el África Subsahariana y el Oriente Medio. Con todo, en esas regiones, sobre todo en la primera, los niveles de desigualdad siguen siendo elevados.
En la evolución de la desigualdad de ingresos por regiones, puede destacarse lo siguiente:
Economías avanzadas: Únicamente Dinamarca, Francia, Alemania y Suiza registraron una disminución de la desigualdad de ingresos, mientras que los aumentos mayores se produjeron en Bélgica, Finlandia y Suecia. En general, los niveles de desigualdad de ingresos siguieron siendo bajos en comparación con otras regiones, aunque en la República de Corea, Reino Unido y Estados Unidos, a los que corresponden los niveles más altos del grupo, esos niveles son casi tan elevados como los más altos de otras regiones.
Asia y el Pacífico: Sólo se registraron descensos moderados del coeficiente de Gini en Camboya y Filipinas, donde, a pesar de ello, el nivel de desigualdad de ingresos se sitúa entre los más elevados de la región. China y Laos registraron un aumento sustancial en el período 1990-2000.
Europa Central y Oriental y antiguas repúblicas soviéticas: Se observaron incrementos apreciables de la desigualdad de ingresos en todos los países, excepto en la Federación de Rusia, Kazajstán y Eslovenia, donde se registraron disminuciones, aunque la Federación de Rusia sigue teniendo uno de los niveles de desigualdad más elevados de la región.
América Latina y el Caribe: Hay países donde la desigualdad de ingresos ha aumentado y otros en los que ha disminuido; Bolivia y Colombia registraron los aumentos más marcados y Guyana, el descenso más fuerte. Hoy en día, Guyana tiene el menor nivel de desigualdad de ingresos de la región y Panamá, el mayor.
Oriente Medio y África del Norte: En los escasos países respecto de los que se disponía de datos, sólo se observaron cambios moderados (en ambos sentidos), en la medida en que la desigualdad de ingresos sigue estando próxima a los niveles de principios del decenio de 1990. Únicamente el Yemen, y en alguna medida Jordania, experimentaron reducciones dignas de mención de la desigualdad de ingresos; el Yemen registró uno de los descensos más significativos de todas las regiones.
África Subsahariana: En casi dos terceras partes de los países respecto de los que se dispone de datos se redujo la desigualdad de ingresos, aunque los niveles siguen estando entre los más elevados del mundo.
En el caso del período 2000-2005 -aun admitiendo el período más breve y el número de países menor- se aprecia a primera vista una situación ligeramente distinta en la medida en que la desigualdad de ingresos se redujo en más de la mitad de los 44 países respecto de los que se disponía de datos, y sustancialmente en algunos, entre ellos El Salvador, República Islámica de Irán, Lituania, México, Suecia y Uzbekistán. En cambio, la desigualdad de ingresos siguió aumentando en unos 20 países y de manera bastante sustancial en Armenia, China, Letonia, Rumania y Turquía.
Un análisis más amplio de todo el período (1990-2005) indica que la desigualdad salarial creció en más de dos terceras partes de los países respecto de los que se dispone de datos. En la mitad aproximadamente de esos países, la desigualdad de ingresos aumentó tanto en 2000 como en 2005 (gráfico 1.7). En una tercera parte de ellos aproximadamente, las disminuciones registradas en el último período -aunque se trata de un período más corto- no bastaron para compensar los aumentos que se produjeron en el decenio de 1990. Sólo se registraron mejoras generales en lo que respecta a la desigualdad de ingresos en algunos países (menos de un tercio del total), entre los que cabe citar, por ejemplo, el Brasil, Burkina Faso y México.
Aumento de la diferencia salarial entre las personas que perciben salarios altos y bajos
La brecha salarial entre el 10 por ciento superior y el 10 por ciento inferior de los asalariados ha tendido también a aumentar. Un examen de los datos existentes sobre los países de la OCDE y los microdatos relativos a Brasil, China e India pone de manifiesto que, desde principios del decenio de 1990, la desigualdad ha aumentado en 18 de los 27 países respecto de los que se dispone de datos 15. La mayor dispersión salarial se registró en Brasil, China, India y Estados Unidos, y la menor, en Bélgica y los países nórdicos (gráfico 1.8).
Durante los dos últimos decenios, las diferencias han aumentado considerablemente en Hungría, Polonia, Portugal y Estados Unidos, donde actualmente la relación se sitúa en torno a 4, pero también -como cabe señalar- en países donde las desigualdades son en general reducidas, como los países nórdicos. Esta evolución en esos países, donde la reducida desigualdad se considera un elemento importante de la cohesión social, constituye un ejemplo de la tendencia hacia el aumento de las desigualdades.
Mientras que en algunos países se observó una reducción general de las desigualdades, únicamente en Bélgica, Francia, España y Suiza la relación disminuyó de manera más o menos regular en el curso del tiempo. No obstante, es importante señalar que las reducciones mayores se produjeron en los países respecto de los que se disponía de series cronológicas de datos limitadas, como Bélgica, España y Suiza, o en cuyas series había interrupciones, como el Canadá y Finlandia. De hecho, la relación ha aumentado considerablemente en Canadá, Finlandia, Irlanda y República de Corea desde mediados a finales del decenio de 1990.
De forma más general, el final del decenio de 1990 se caracterizó por un marcado aumento de las diferencias salariales entre los asalariados mejor remunerados y los peor remunerados. La sección relativa a la remuneración de los directivos (véase infra) parece indicar que los ingresos de los deciles de asalariados mejor remunerados aumentaron mucho más rápidamente que los de los deciles con salarios medios o bajos.
Una comparación de la evolución registrada durante los decenios de 1990 y 2000 (utilizando el coeficiente de Gini) así como de las diferencias salariales (utilizando la relación P9/P1) puede proporcionar información valiosa sobre la coherencia de las medidas de la desigualdad de ingresos en los países. En particular, la relación P9/P1 puede contribuir a explicar la evolución del coeficiente de Gini, ya que la primera proporciona información sobre la diferencia entre los dos deciles extremos y el segundo, un resumen de la desigualdad general.
Esa comparación pone de manifiesto que la evolución registrada del coeficiente de Gini y la evolución de la relación P9/P1 coinciden en la mayoría de los países: las variaciones observadas en la relación P9/P1 (diferencia entre los asalariados mejor y peor remunerados) corresponden a las registradas en el coeficiente de Gini (desigualdad general de ingresos). Esto no significa, naturalmente, que la relación P9/P1 explique la dinámica de las variaciones del coeficiente de Gini, aunque hay un cierto grado de coherencia entre los cambios (en el mismo sentido) de ambas medidas. Por ejemplo, en Francia y Suiza, se registró un descenso tanto en el coeficiente de Gini como en la relación P9/P1 en el decenio de 1990; en Finlandia y Suecia, importantes incrementos registrados en el decenio de 1990 en el coeficiente de Gini y en la relación P9/P1 fueron también coherentes entre sí.
El ligero aumento de la desigualdad registrado en la República de Corea, el Reino Unido y los Estados Unidos en el decenio de 1990 coincidió con el ligero incremento de la relación P9/P1 en ese período. Lo mismo puede afirmarse en el caso de economías recientemente industrializadas; los importantes aumentos observados en la desigualdad general de ingresos en China, a principios del decenio de 2000, y en la India, en el decenio de 1990, son coherentes con el aumento de la diferencia entre la distribución de los salarios máximos y mínimos; y en el Brasil, el ligero descenso observado en el coeficiente de Gini fue acompañado de una reducción de la relación P9/P1 en los decenios de 1990 y de 2000.
El aumento de la desigualdad de ingresos entre los directivos y el empleado medio
El aumento de la remuneración de los directivos, que en ocasiones se ha considerado que es un factor de la desigualdad de ingresos, ha suscitado considerable atención en los últimos años y, especialmente en el contexto de la reciente crisis financiera.
Se trata de una cuestión que debe abordarse de manera imparcial y evitando opiniones condicionadas. De hecho, el trabajo de los directivos -el personal superior de las empresas- se ha hecho cada vez más difícil debido a que la situación del mercado en el que operan las empresas es ahora más inestable. Hay una creciente presión sobre las empresas para que aprovechen las oportunidades que brindan la globalización y las nuevas tecnologías.
No cabe duda de que los beneficios de aprovechar esas oportunidades pueden ser importantes. Sin embargo, las pérdidas que entraña la imposibilidad de adaptarse también pueden ser considerables, mientras que las nuevas tecnologías y las nuevas formas de organización del trabajo que introducen las empresas hacen que la tarea de los directivos sea más compleja. Estas tendencias explican las razones por las que las empresas centran cada vez más su atención en el rendimiento para determinar la remuneración de sus directivos.
No obstante, resulta difícil realizar estudios entre los países a este respecto por diversas razones, entre ellas las diferencias en las prácticas en materia de contabilidad y divulgación de la información. Además, las diferentes metodologías aplicadas al calcular y/o divulgar las remuneraciones de los directivos dificultan cualquier comparación en el tiempo. Teniendo presente esta salvedad, la presente sección tiene por objeto examinar la estructura de la remuneración de los directivos en algunos de los países respecto de los que se dispone de datos (Australia; Alemania; Hong Kong (China); Países Bajos; Sudáfrica y Estados Unidos)…
La remuneración de los directivos, sin tener en cuenta la remuneración basada en acciones, es al menos 50 y, en algunos casos, 180 veces mayor que el salario medio
Un examen realizado en 2007 sobre la remuneración de los directivos de las mayores empresas de seis países pone de manifiesto que los directores generales perciben, como promedio, un salario entre 71 y 183 veces mayor que el del empleado medio.
Los directores generales mejor remunerados son los de los Estados Unidos, donde su remuneración media supera los 10 millones de dólares de los Estados Unidos al año, lo que representa una cantidad unas 183 veces mayor que el salario del trabajador medio estadounidense.
Pese a que los directores generales de Hong Kong (China) y Sudáfrica, por ejemplo, perciben remuneraciones mucho menores que sus homólogos estadounidenses, su remuneración sigue siendo entre 160 y 104 veces mayor que el salario del trabajador medio en esos países. Incluso los directivos de nivel medio perciben remuneraciones entre 43 y 112 veces mayores que el empleado medio.
También resulta interesante observar que la diferencia entre la remuneración de los directores generales y los directivos de nivel medio varía considerablemente según los países. En Australia y Hong Kong (China), por ejemplo, los directores generales perciben remuneraciones superiores en un 100 por ciento a las de los directivos de nivel medio, mientras que en Alemania, Países Bajos y Estados Unidos, perciben remuneraciones superiores en más de un 60, y en Sudáfrica, en un 50 por ciento.
Sin embargo, estas estimaciones deben aceptarse con cierta prudencia. Habida cuenta de que las remuneraciones de los directivos tienden a aumentar con el tamaño de la empresa, es posible que se haya sobrestimado la magnitud de las diferencias salariales entre los directivos (de las 15 mayores empresas) y los empleados. Por otra parte, en los datos presentados no se incluye la remuneración basada en acciones para facilitar las comparaciones entre países. Es probable que, de incluirse la remuneración basada en acciones y diversas retribuciones -que representan un porcentaje considerable de la remuneración total-, se haya subestimado la diferencia real entre la remuneración que perciben los directivos y la que perciben los empleados. En los Estados Unidos y los Países Bajos, por ejemplo, el componente variable (a menudo vinculado a los resultados de la empresa) representa un porcentaje significativo de la remuneración global.
La brecha entre la remuneración de los directivos y la de los empleados ha aumentado con el transcurso del tiempo: casos de los Estados Unidos
Se ha intentado obtener datos sobre la evolución de la remuneración de los directivos, incluida la remuneración basada en acciones, entre 2003 y 2007 en las 15 mayores empresas de los Estados Unidos…
La remuneración media real de los directores generales estadounidenses, incluida la remuneración basada en acciones, aumentó de más de 16 millones de dólares de los Estados Unidos anuales en 2003 a casi 24,5 millones en 2007. Este aumento, de un promedio anual de casi el 10 por ciento, superó con creces el del 2,5 por ciento de otros directivos y del 0,7 por ciento en el caso de los empleados (gráfico 1.9, cuadro A).
Por consiguiente, la remuneración basada en acciones acentúa la diferencia entre la remuneración de los directores generales y el salario medio. En 2007, los directores generales de los Estados Unidos percibieron remuneraciones más de 521 veces mayores que los salarios del empleado medio, en comparación con las remuneraciones 370 veces mayores que percibían cuatro años antes (gráfico 1.9, cuadro B). Si se incluye la remuneración basada en acciones, en 2007 los directores generales ganaban casi el doble que los directivos del nivel medio, mientras que en 2003 sus remuneraciones representaban el 150 por ciento de las de los últimos.
Es evidente que la remuneración variable es un elemento importante de la remuneración global. De hecho, un análisis de los principales componentes de la remuneración pone de manifiesto que, en 2007, la remuneración variable (basada en acciones y en efectivo) representó prácticamente el 90 por ciento o más de la remuneración total de los directores generales y los directivos de nivel medio en los Estados Unidos. Además, la remuneración basada en acciones era el elemento dominante de la remuneración total, al representar más del 60 por ciento en el caso de los directores generales y el 50 por ciento en el de los directivos de nivel medio.
Un análisis cuantitativo de los componentes de la remuneración proporciona una información adicional interesante con respecto a la evolución de la remuneración variable. Entre 2003 y 2007, por ejemplo, el componente salarial de los directores generales y del personal directivo ascendió a tasas similares cercanas al 20 por ciento. En cambio, la remuneración variable en efectivo de los directores generales aumentó el 45 por ciento aproximadamente y la remuneración basada en acciones el 70 por ciento, mientras que la remuneración variable en efectivo de los directivos de nivel medio disminuyó y su remuneración basada en acciones aumentó el 48 por ciento. Los pagos aplazados, como los derechos de pensión, aumentaron más del 200 por ciento entre 2003 y 2007 tanto en el caso de los directores generales como en el de los directivos de nivel medio, aunque esos pagos representan sólo una pequeña parte de la remuneración global (menos del 4 por ciento en ambos casos).
En consecuencia, no sólo hay una diferencia cada vez mayor entre la remuneración de los directores y la de los empleados (incluidos otros directivos) en los Estados Unidos, sino que la remuneración variable representa una proporción considerable y creciente de esa diferencia…
¿Por qué razón la desigualdad de ingresos es motivo de preocupación como cuestión de política?
Como se pone de manifiesto en las secciones anteriores, las crecientes desigualdades pueden ser un indicio de vigoroso crecimiento económico, en la medida en que algunos miembros de la sociedad progresen, trabajen con más ahínco o introduzcan productos y servicios innovadores. Es cierto que las desigualdades pueden estar vinculadas a ciertos fenómenos que a largo plazo, pueden tener efectos positivos inequívocos. Aunque es posible que, por ejemplo, determinadas reformas estructurales, como las que se implantaron en las economías en transición a principios del decenio de 1990, hayan acentuado las desigualdades en materia de ingresos, esas reformas también fueron necesarias para garantizar incentivos suficientes para trabajar e invertir.
Por otra parte, las desigualdades pueden generar resultados sociales y económicos ineficientes. En particular, cuando las desigualdades persisten y algunos grupos quedan sistemáticamente excluidos de los beneficios del crecimiento es probable que, los costos económicos y sociales si aumenten en la medida en que los grupos situados en los estratos inferiores reclamen su parte de los ingresos nacionales por todos los medios posibles, creando así un entorno macroeconómico más inestable. También pueden darse casos en que los grupos más ricos traten de bloquear las políticas favorables al crecimiento, si temen que la redistribución de las oportunidades pueda ser demasiado amplia…
La economía política de la desigualdad
Desigualdad y corrupción
Hay entre desigualdad y corrupción (véase el gráfico 1.14) un vínculo similar al que existe entre desigualdad y delincuencia. La distribución desigual de los ingresos y la riqueza puede alentar a determinados grupos de ingresos altos a interferir en el proceso político y la gobernanza democrática (You y Khagram, 2005). En particular, la elevada concentración de riqueza e ingresos proporciona a las personas más ricas suficientes recursos para ofrecer sobornos incluso a los funcionarios y encargados de la formulación de políticas de mayor nivel superior…
Desigualdad y redistribución
Un vínculo específico entre la desigualdad y la actividad de los grupos de presión estriba en la influencia que los hogares ricos tienen en la asignación de fondos públicos. La riqueza reduce el costo de oportunidad de esa actividad e incrementa la posibilidad de que personas de ideas afines se agrupen para influir en la acción del gobierno (Zhang, 2008). Por ejemplo, una esfera en la que los hogares más ricos ejercen presión para encauzar el gasto es en su beneficio es la de la educación (véase el gráfico 1.15). Cuando el gasto en educación primaria y secundaria es bajo en comparación con el gasto en educación terciaria, los niños de hogares de bajos ingresos tienen menos oportunidades de recibir la enseñanza secundaria que se requiere para ir a la universidad. Los hogares más ricos pueden también influir en el gasto en infraestructuras públicas, por ejemplo en la construcción de carreteras, con el fin de obtener contratos públicos para sus empresas, o interferir en el proceso político para desplazar el gasto público a subvenciones destinadas a determinadas empresas o bienes concretos que consumen. Las estimaciones de la incidencia de las subvenciones al combustible en Indonesia muestran, por ejemplo, que dos terceras partes de esas subvenciones (que en 2007 representaron en torno al 11 por ciento del gasto del gobierno central) irán a los dos quintiles de ingresos más altos (OCDE 2008b).
Un mecanismo adicional mediante el cual la desigualdad puede generar ineficiencia son los impuestos distorsionadores. En los países donde la distribución de los ingresos es más desigual el conflicto de distribución será más intenso (debido a que las ingresos del votante medio serán normalmente muy inferiores a los ingresos medios; véase, por ejemplo, Persson y Tabellini, 1991; Alesina y Rodrik, 1994), lo que modificará el programa de los partidos políticos que compiten y puede llevar a una imposición más distorsionadora, con efectos negativos en el aumento de los ingresos. En la práctica ese mecanismo lleva a dos hipótesis probables, ninguna de las cuales ha obtenido, no obstante, un firme apoyo en los estudios sobre el tema. La primera es que, cuando más desigualdad lleva a una mayor redistribución, la primera debería ser menos persistente, lo que no parece ocurrir, como se ha indicado antes. Con arreglo a la segunda habría una correlación negativa entre desigualdad de ingresos y crecimiento del PIB por habitante, tesis que algunos datos empíricos de los estudios entre países parecen avalar (véase el gráfico 1.16).
Desigualdad e inestabilidad
La desigualdad de ingresos está relacionada también con la inestabilidad macroeconómica. Las luchas por la distribución de los ingresos pueden dar lugar a presiones inflacionarias que, en el caso de las economías emergentes, pueden provocar devaluaciones desordenadas de los tipos de cambio e interrupciones súbitas del crecimiento económico. Además, la desigualdad de ingresos -aun cuando no tenga una relación causal con la inestabilidad- puede agravar los costos de ajuste para los hogares de ingresos bajos tras una crisis macroeconómica. La crisis del peso argentino en 2001-2002, por ejemplo, agudizó la desigualdad, en la medida en que los hogares más ricos lograron proteger sus activos de la devaluación. En términos más generales, hay datos que prueban que el componente de la fuerza de trabajo (medido) disminuye tras las crisis financieras, ya que los trabajadores, sobre todo los que están empleados en el sector formal, pierden sus empleos (Diwan, 2001). No sólo la variabilidad de los resultados macroeconómicos es mayor en las economías más desiguales, sino que esas economías también atraviesan situaciones extremas, -un rendimiento económico sumamente débil, lo que es menos habitual, extremadamente alto- con mayor frecuencia que otros países (las denominadas "colas pesadas"; (véase el gráfico 1.17)…
El papel de la globalización financiera
Principales conclusiones
La globalización financiera se ha acelerado desde principios del decenio de 1990, y las inversiones de activos financieros por los países más adelantados en los mercados internacionales han llegado a representar varias veces el volumen del PIB. Sin embargo, a pesar de los sustanciales flujos de capital en todo el mundo, la globalización financiera no ha mejorado la productividad, ni el crecimiento del empleo, mundiales, en fuerte contraste con los beneficios que conllevó el desarrollo financiero interno.
Además, a pesar de la aceleración de la globalización financiera, los países menos adelantados no están recibiendo la parte del ahorro mundial que les corresponde. Por el contrario, los ahorros continúan fluyendo de las economías menos adelantadas a las más desarrolladas, a diferencia de lo que indican las predicciones teóricas (la "paradoja de Lucas"). Se presume que esto pueda estar relacionado con la falta de desarrollo del mercado financiero interno, que tiene efectos negativos sobre las tasas de rentabilidad necesarias para atraer a los inversionistas internacionales e impedir las salidas de capital del excedente del ahorro.
En parte debido a la falta de una reglamentación o de un marco de supervisión adecuados, la frecuencia de las crisis financieras ha aumentado tanto en las economías desarrolladas como en las emergentes como consecuencia de la globalización financiera. A escala mundial, la probabilidad de crisis bancarias sistémicas ha aumentado 10 veces en el decenio de 1990 con respecto a los últimos años del decenio de 1970, período este último que no se caracterizó por una tranquila actividad económica. Ese mayor grado de inestabilidad se transformó, a un alto costo, en desigualdad, habida cuenta de que los hogares con bajos ingresos se han visto especialmente afectados por los repetidos ciclos de expansión y depresión. En el presente capítulo también se ofrecen pruebas de que la globalización financiera está asociada al aumento del desempleo. Sin embargo, desde una óptica de más largo plazo, y al menos en lo que atañe al crecimiento económico, los beneficios de la liberalización financiera son mayores que los costos de las crisis.
La globalización financiera también ha dado lugar a un descenso de la parte de los salarios en el PIB, lo que ha reforzado la tendencia a la baja registrada en la mayoría de los países, como se documenta en el capítulo 1. Este efecto supera a cualquier tendencia a la baja del componente salarial que pueda haberse producido como consecuencia de los desplazamientos sectoriales, con un aumento de las elasticidades de la demanda de empleo derivado de la apertura económica o los cambios de las reglamentaciones o instituciones del mercado de trabajo. Hay datos empíricos que prueban que la globalización financiera ha dado lugar a un aumento de la desigualdad de ingresos, debido tanto a una tendencia al alza de los activos financieros (en relación con el PIB) como a la incidencia cada vez mayor de las crisis.
La liberalización financiera ha tenido un efecto de disciplina en las políticas macroeconómicas tanto de los países desarrollados como de los emergentes, aunque ha provocado también una reducción del margen para políticas redistributivas, como se analiza detalladamente en el capítulo 5. Sin embargo, algunos países -en especial en Europa Septentrional- han demostrado que es posible establecer complementariedades entre políticas de bienestar bien concebidas y sólidas, de un lado, y una economía competitiva, de otro. De esta manera se reduce la amenaza que la globalización financiera representa para las políticas de redistribución.
La evolución de los mecanismos de gestión empresarial ha traído aparejada la utilización cada vez más frecuente de sistemas de remuneración basados en el rendimiento para gerentes y directivos. Sin embargo, estudios empíricos muestran que tales sistemas no tienen ningún efecto, o tienen un efecto muy moderado en los resultados de la empresa. Además, existen amplias diferencias al respecto, y en algunos países casi no existe ninguna entre los sistemas de pago basados en el rendimiento y los beneficios de las empresas. De ello se desprende que los directivos ocupan una posición dominante en la negociación de sus retribuciones frente a los propietarios de las empresas, debido en parte a deficiencias institucionales.
Introducción
La liberalización del comercio, y sus repercusiones sobre el crecimiento económico, el empleo y la desigualdad, han sido objeto, en los últimos años, de un minucioso examen, aunque el efecto de la liberalización de los mercados financieros ha suscitado una atención mucho menor. Sin embargo, en un momento en el que las recientes perturbaciones del mercado financiero de los Estados Unidos se han convertido en la "primera crisis financiera mundial del siglo XXI" (Felton y Reinhart, 2008), las repercusiones de tales crisis sobre el mercado de trabajo merecen un renovado interés. Los efectos indirectos de las tensiones del mercado financiero estadounidense en otros mercados, tanto desarrollados como emergentes, en forma de subidas de los tipos de interés y de pérdida de liquidez, ha demostrado una vez más que lo que acontece en los mercados financieros internacionales puede tener importantes repercusiones sobre el desarrollo económico y social interno, con consecuencias negativas para el crecimiento del empleo y las oportunidades de generar ingresos. En este capítulo se examina la información existente y se atiende especialmente a los efectos de la liberalización financiera en el crecimiento, la creación de empleo y la desigualdad de ingresos.
Teóricamente, la liberalización financiera y la libre asignación de los flujos mundiales de capital deberían generar beneficios macroeconómicos sustanciales tanto para los países exportadores de capital como para los receptores. Se considera que la productividad y el empleo mundiales crecerían a un ritmo más acelerado, contribuyendo así a que los países menos adelantados superaran la pobreza y a mantener (o a seguir mejorando) el nivel de vida del mundo desarrollado. Se prevé que los hogares con bajos ingresos resulten especialmente beneficiados con la consiguiente disminución de la desigualdad a escala mundial y nacional. Se ha sugerido que la globalización financiera puede impulsar el aumento del ingreso medio por habitante y -eventualmente- reducir las desigualdades de ingresos y de riqueza de las tres maneras siguientes:
Puede brindar acceso al capital a los países de bajos ingresos y ayudarles a mejorar la asignación de recursos. La globalización financiera también debería facilitar el acceso al mercado de capitales de los hogares de ingresos bajos, reduciendo así la desigualdad de ingresos en el ámbito nacional.
Al imponer una disciplina a los gobiernos, la globalización financiera puede mejorar la formulación de políticas macroeconómicas y fomentar la aplicación de reformas que promuevan el crecimiento, lo que mejoraría las perspectivas de ingresos, en general, pero beneficiaría, en particular a los hogares de bajos ingresos ("crecimiento favorable a los pobres").
Al fortalecer la gestión empresarial (por ejemplo, mediante un mercado más competitivo para el control empresarial), se argumenta, la globalización financiera contribuye a una utilización más eficaz y productiva de los flujos de capital y a garantizar que el personal directivo desempeñe sus tareas de la mejor manera posible. Ello mejora el entorno empresarial tanto en los países emergentes como en los desarrollados.
No obstante, la experiencia de los dos últimos decenios pone seriamente en entredicho la materialización de tales beneficios. Las tasas tendenciales de crecimiento de la productividad se han acelerado -aunque no necesariamente en los países que más han abierto sus cuentas de capital. Los ciclos periódicos de expansión y depresión han anulado en gran medida los anteriores aumentos de ingresos -principalmente en los países de ingresos medios- a pesar de la tendencia global a una menor volatilidad de la actividad económica.
No parece que los hogares de bajos ingresos se hayan beneficiado del mejor acceso a los mercados financieros como protección frente a las perturbaciones. En consecuencia, la desigualdad global en el mejor de los casos ha permanecido constante, mientras que las desigualdades en el ámbito nacional parecen ir en aumento, independientemente del nivel de desarrollo económico.
En el presente capítulo se examinan los datos empíricos sobre los efectos macroeconómicos de la globalización financiera y se analizan los motivos por los que algunos de los beneficios previstos no se han materializado, tanto por lo que se refiere al crecimiento económico a largo plazo como a la vulnerabilidad de los hogares de bajos ingresos. Los efectos indirectos que la liberalización financiera puede tener en la desigualdad se analizan a la luz de sus repercusiones en el proceso nacional de formulación de políticas. Por último, se examina una dimensión concreta de la globalización financiera, a saber, la difusión de las modernas prácticas de gestión empresarial, y en especial, los vínculos entre la remuneración del personal directivo y los resultados de la empresa.
A. Evolución de la globalización financiera y de la desigualdad de la riqueza
Las disparidades en el proceso de apertura de las cuentas de capital…
El proceso de la apertura de las cuentas de capital ha avanzado de manera desigual en el mundo (véase el gráfico 2.1)… Los países de la OCDE de ingresos altos abrieron sus cuentas de capital de forma más gradual pero en última instancia se han convertido en las economías con mayor apertura financiera del mundo… A excepción de los países de la OCDE de ingresos altos -donde se ha registrado una convergencia de políticas- la mayoría de los países en que la apertura de la cuenta de capital es menor no han adoptado ninguna medida de liberalización financiera…
… ha llevado a una aceleración desigual de la globalización financiera…
Al igual que la liberalización financiera, la globalización financiera ha avanzado de forma desigual en el mundo en el curso de los últimos decenios. La suma de los activos y los pasivos financieros brutos superaron el PIB (nominal) de los países de la OCDE de ingresos altos en un 200 por ciento a finales del decenio de 1990, en tanto que a finales del decenio de 1980 se había situado al mismo nivel que el PIB…
… y no ha contribuido a reducir la desigualdad de la riqueza
Las diferentes tasas de apertura financiera han impedido hasta ahora la convergencia de la desigualdad de la riqueza entre países desarrollados y países emergentes. En efecto, a pesar de que los flujos de capital podrían atenuar las restricciones al crédito a las que se ven enfrentados los hogares de bajos ingresos, su aumento ha sido tan inconexo desde el punto de vista geográfico, que aún no ha afectado a la desigualdad de la riqueza en los países en desarrollo, que -en promedio- siguen siendo mayores que en los países desarrollados. Además, la desigualdad de la riqueza en el mundo medida por medio del coeficiente global de Gini está al nivel de 89,2, que es considerablemente superior a la mayoría de las medidas de desigualdad de los ingresos en el mundo (Anand y Segal, 2008) y a lo que indicaría la relación entre la desigualdad de riqueza y la desigualdad de ingresos de los países desarrollados. En síntesis, la dinámica actual de la globalización financiera ha impedido una mayor convergencia de la riqueza en los países y entre ellos, sin que la apertura financiera haya incidido en la desigualdad de ingresos en los países de ingresos bajos, en fuerte contraste con las predicciones optimistas de algunos defensores de la globalización financiera…
(Comentarios del gráfico 2.6.) Repercusiones del desarrollo financiero y de las crisis financieras en la desigualdad y el crecimiento
Como se ha indicado supra, es importante observar que los efectos negativos de las crisis financieras en el mercado de trabajo y la distribución a menudo persisten hasta bien avanzada la etapa de recuperación económica. La pérdida de bienes o activos productivos como consecuencia de ejecuciones o de ventas de bienes embargados no se compensan inmediatamente con la recuperación general de la economía después de la crisis. También, se producen consecuencias negativas a más largo plazo para los hogares de ingresos bajos, provocados por hechos inducidos por la crisis, como la interrupción de la escolaridad de los niños, la desnutrición, el aumento de las deudas y un prolongado desempleo. Esas consecuencias negativas para la distribución de los ingresos deben comparase con las posibles mejoras tendenciales a largo plazo que conllevan los ciclos de expansión y depresión. Hay otros que prueban que las interrupciones repentinas tras los períodos de rápida expansión económica son características de países cuyo sector financiero experimenta una transformación y desarrollo fundamentales que contribuyen a atenuar las restricciones del crédito a empresas y hogares (Rancière, Tornell y Westermann, 2008), con el consiguiente equilibrio entre un crecimiento mayor a largo plazo y una reducción de la desigualdad (véase el gráfico 2.6). En concreto, la aceleración del crecimiento del crédito parece impulsar tanto la tendencia al crecimiento del PIB por habitante como la desigualdad…
(Comentarios del gráfico 2.7.) Otro efecto colateral de la liberalización financiera que ha contribuido a aumentar la desigualdad en algunos países industrializados es la importancia aun mayor que se atribuye a la maximización "del valor para los accionistas" y a los fondos privados de capital en la gestión empresarial. La exigencia de dividendos más elevados por accionistas activos ha inducido a los directivos a ser más reacios que en el pasado, a las peticiones de aumento de salarios, mientras que la amenaza de subcontratación y de redimensionamiento han debilitado la posición negociadora de los trabajadores (Choi, 2001). Entre tanto, el papel cada vez más importante de los fondos privados de capital que no están sujetos a los controles reglamentarios a los que se enfrentan las empresas públicas ha inducido a "actuar pensando más en el corto plazo" y ha incrementado el riesgo de la gestión empresarial. En su intento de satisfacer a los accionistas que buscan los máximos beneficios a corto plazo, los gerentes ya no pueden compartir los beneficios de la cooperación a largo plazo con los empleados que traería aparejada una mayor productividad y una mayor inversión en el capital propio de la empresa (Ernst, Amable y Palombarini, 2005; Pagano y Volpin, 2005). En lugar de ello, se adaptan a las exigencias de sus accionistas, eligen proyectos de inversión que prometen beneficios tangibles a corto plazo y restringen los incentivos establecidos para recompensar a los empleados a largo plazo. Esta tendencia, provocada por la globalización financiera, ha afectado negativamente a los salarios de los trabajadores y a la seguridad del empleo y ha provocado en algunos casos el desmantelamiento innecesario de bienes concretos de la empresa, como su capital organizacional. El efecto en el componente salarial también ha sido bastante importante, con una elasticidad estimada de alrededor de 0,3 (en otras palabras, un aumento de la apertura financiera del 1 punto porcentual reduce la parte correspondiente a los ingresos del trabajo en 0,3 puntos porcentuales). Ello contrasta con los datos en los efectos de la apertura en el comercio, la deslocalización y la inmigración en el componente salarial (Jaumotte y Tytell, 2007), que parecen haber tenido repercusiones menos importantes que otros factores externos como el cambio tecnológico (que favorece las calificaciones). En resumen, además de la tendencia a la baja del componente salarial que puede haber sido inducida por desplazamientos sectoriales, las elasticidades crecientes de la demanda de mano de obra o los cambios en las reglamentaciones e instituciones del mercado de trabajo, la globalización financiera ha tenido un efecto claro en la parte correspondiente a los ingresos de los trabajadores tanto en las economías desarrolladas como en las emergentes (véase el gráfico 2.7)…
D. Globalización financiera y convergencia de capitalismos
La liberalización financiera también tiene efectos indirectos sobre los resultados macroeconómicos y la desigualdad de ingresos, al imponer restricciones adicionales a la capacidad de los gobiernos para aplicar políticas redistributivas. La mayor movilidad del capital restringe aún más el margen para gravarlo sin provocar la reubicación de la producción y sin que se inviertan los flujos de capital. Dicha mayor movilidad del capital también reduce la capacidad de negociación de los trabajadores y hace que los gobiernos se sientan más tentados a desplazar las cargas tributarias hacia los sectores relativamente inmóviles de la sociedad. Del análisis que figura en el capítulo 5 se desprende que se trata de un proceso que probablemente está ya en curso. Sin embargo, en una nota de corte más positivo, las políticas macroeconómicas de riesgo que dan lugar a tipos de cambio sobrevaluados y una inflación galopante, con consecuencias negativas para la desigualdad, están resultando cada vez más costosas para los gobiernos. Por lo tanto, parecería que la liberalización financiera tiene efectos de distinto signo sobre la desigualdad, si se toman en cuenta esos factores indirectos…
(Comentarios del cuadro 2.2) En muchos países de ingresos bajos y medios ni siquiera consiguen distribuir los ingresos, en parte debido a la existencia de un gran sector informal (véase el cuadro 2.2). En esos países, la aplicación de políticas macroeconómicas más estables y previsibles tendrá efectos beneficiosos, no sólo en el crecimiento tendencial, sino también en la desigualdad. Sin embargo, se debería hacer hincapié en que, algunas medidas dictadas por la liberalización financiera, formuladas con el objeto de abordar políticas macroeconómicas permisivas, tienen un alto precio, en lo que atañe al crecimiento económico y la desigualdad y, lo que es aún más importante, a menudo no solucionan los problemas estructurales subyacentes, como las enormes desigualdades en materia de ingresos…
F Consideraciones de política
La globalización financiera no ha cumplido sus promesas. Es cierto que la globalización financiera puede contribuir a mejorar la asignación de ahorros e inversiones y de esa forma respaldar el crecimiento y los ingresos (por ello sería erróneo cerrar la economía a los flujos internacionales de capital). Sin embargo, en el capítulo se ha aducido que los beneficios se han materializado lentamente, incluso en los países que más rápidamente han abierto sus economías, y que a menudo se han perdido debido a las crisis financieras que han arruinado las mejoras conseguidas en cuanto al empleo y los ingresos. Además, la globalización financiera parece haber erosionado la capacidad de negociación de los empleados, contribuyendo a la reducción tendencial del componente salarial de mayor magnitud que cualquier efecto resultante, por ejemplo de la integración del comercio o el cambio sectorial. La globalización financiera en mercados bancarios internos insuficientemente desarrollados aumentará el riesgo de crisis financieras.
La principal consecuencia de política de estas constataciones es que los gobiernos deberían tener en cuenta el impacto social de la globalización financiera antes de proceder a una amplia apertura de los mercados de capitales. Un enfoque prudente de la globalización financiera es especialmente importante en los países cuyos mercados financieros no están suficientemente desarrollados y cuyos mecanismos de supervisión son débiles. Pero en todos los países, es esencial reforzar las reglamentaciones cautelares para reducir la asunción irresponsable de riesgos por determinados agentes financieros. En efecto, existe un problema de "riesgo moral" en el hecho de que estos agentes acaparan todos los beneficios de las posiciones financieras irresponsables, mientras que las pérdidas resultantes de las operaciones en cuestión se desvían en parte a la sociedad. Sin embargo, debería permitirse la entrada de inversiones extranjeras directas, especialmente en el caso de las economías emergentes y de los países en desarrollo, que son los que más pueden beneficiarse de ese tipo de inversiones en lo que atañe a la transferencia de tecnología y el crecimiento de la productividad.
La adopción de medidas coordinadas entre países cumple también una función importante. Tal como ha quedado demostrado con la actual crisis de los créditos inmobiliarios de alto riesgo, la turbulencia financiera en un país (especialmente si se trata de un país grande) tiende a repercutir en otros. A este respecto se han presentado varias opciones de política, como una utilización más amplia de zonas monetarias regionales respaldadas por acuerdos de reparto de los «beneficios de acuñación». Si bien en el presente capítulo no se pueden analizar las ventajas e inconvenientes de cada una de las soluciones propuestas, es interesante señalar que la mayoría de las propuestas implica algún tipo de reglamentación de las prácticas financieras…
Apéndices
Un análisis detallado confirma que no hay una relación clara entre los cambios en las instituciones laborales y los cambios en la desigualdad de ingresos y que éstos obedecen más bien a los cambios técnicos y la globalización…
El apéndice B recoge las conclusiones de la que tal vez sea la primera evaluación comparativa del impacto de factores internos y externos de desigualdad. Esa evaluación muestra que los cambios en la desigualdad de ingresos con el transcurso del tiempo están claramente relacionados con un aumento del volumen de IED en porcentaje del PIB y en menor grado con la liberalización del comercio (en forma de reducción de los aranceles)…
… mientras que hay una relación más sistemática entre las instituciones laborales y las diferencias en la desigualdad de ingresos entre los países…
… y el efecto de reducción de la desigualdad de las instituciones laborales parece haberse debilitado en los países adelantados durante los últimos años
El apéndice C recoge las conclusiones de un análisis de las tendencias de la desigualdad en 16 países adelantados respecto de los que se dispone de series cronológicas de datos más amplias sobre las instituciones y otras variables: Alemania, Australia, Austria, Bélgica, Canadá, Dinamarca, España, Estados Unidos, Finlandia, Francia, Irlanda, Italia, Países Bajos, Noruega, Reino Unido y Suecia. En ese análisis también se tiene en cuenta el total del gasto público social en porcentaje del PIB, lo que muestra el efecto directo que tienen las instituciones laborales en la desigualdad de ingresos, al comprimir la distribución de los ingresos de mercado. El efecto indirecto de las instituciones laborales queda controlado por estar asociado a un estado del bienestar más generoso. El gráfico 3.5 muestra la correlación de dos variables entre un indicador sumario de la influencia de los trabajadores y un indicador sumario de la amplitud del estado del bienestar antes y después de 1990. La relación es positiva en ambos períodos. Los países donde el grado de influencia de los trabajadores es menor, sobre todo los Estados Unidos, tienden a caracterizarse por una limitación del estado del bienestar, mientras que en los países donde esa influencia es grande (países escandinavos y centroeuropeos) sucede lo contrario. La posición relativa de algunos países cambia en el curso del tiempo. Por ejemplo, Australia ocupaba una posición claramente marginal en el período anterior, porque su estado del bienestar era más limitado de lo que cabía suponer dada la fuerza de su movimiento sindical, pero algo menos marginal en el segundo, en tanto que la posición del Reino Unido se acercó a la de los Estados Unidos en el segundo período. Aun así, la forma de ambas curvas es notablemente similar en ambos períodos. El gráfico 3.6 muestra la relación entre el indicador compuesto de la amplitud del estado del bienestar y el indicador compuesto de la desigualdad en los dos períodos. Esta relación es negativa, como cabía esperar: cuanto mayor es la amplitud del estado del bienestar, menor es la desigualdad. Una vez más, los dos polos opuestos son los Estados
Unidos, país con un estado del bienestar residual y altos niveles de desigualdad, y Suecia, donde una amplia protección social va acompañada de una distribución de los ingresos mucho más igualitaria. La pendiente de ambas curvas es similar a lo largo del tiempo. Ahora bien, en el segundo gráfico parece haberse desplazado hacia la derecha en comparación con el primero: en promedio, la amplitud del estado del bienestar y la desigualdad aumentaron en el período 1990-2002. El aumento de la amplitud del estado del bienestar obedece al fenómeno bien conocido del envejecimiento de la población y el comienzo de la aplicación de varios programas sociales (véase Pierson 2001). Asimismo, el diagrama del gráfico 3.5 confirma que, con el transcurso del tiempo, la posición relativa del Reino Unido se acercó a la de Estados Unidos. Los gráficos 3.7 y 3.8 muestran la correlación parcial entre el indicador de la desigualdad y el indicador de la influencia de los trabajadores, ajustados en función de la amplitud del estado del bienestar, durante los dos períodos. En los diagramas correspondientes se comparan los residuales de una regresión de la desigualdad en la amplitud del estado del bienestar y de una regresión de la influencia de los trabajadores en esa amplitud. La pendiente lineal es mucho menos pronunciada en el período 1990-2002 que en el período 1978-1989. Estos diagramas indican que desde principios del decenio de 1990, las instituciones vinculadas a la influencia de los trabajadores -alto índice de sindicación, amplia cobertura de la negociación colectiva y estructura coordinada de negociación (en particular, negociación coordinada)- perdieron en gran parte su capacidad de reducir directamente la desigualdad mediante la compresión de los ingresos de mercado y mantuvieron tan sólo un efecto indirecto en la desigualdad, gracias al factor de la amplitud del estado del bienestar. Esto último es acorde con los microdatos que ponen de relieve que la capacidad de los sindicatos de comprimir la distribución salarial ha venido disminuyendo a lo largo del tiempo (Card, Lemieux y Riddell 2007, págs. 137 y 149-150)…
Evolución de las modalidades de empleo
El aumento del empleo atípico como factor de la desigualdad de ingresos
La incidencia del empleo atípico ha aumentado en muchos países, especialmente entre las mujeres
Por empleo "atípico" se entiende el empleo distinto del empleo asalariado permanente y comprende el trabajo a tiempo parcial, el trabajo temporal y el empleo independiente. El trabajo temporal abarca el empleo con contratos de duración determinada, el trabajo interino a través de agencia y el trabajo estacional. En la presente sección se examinan las tendencias de estas formas de empleo, en particular el trabajo a tiempo parcial y temporal en las economías avanzadas y el empleo informal en los países en desarrollo. No se emiten juicios de valor en cuanto a si un determinado tipo de trabajo es precario o no, si es perjudicial desde el punto de vista social o si, por el contrario, sirve de puerta de acceso al mercado de trabajo. Estas cuestiones escapan al alcance del presente informe. En cambio, se examina si, como se suele alegar, ha aumentado la incidencia de estas formas de empleo.
En secciones posteriores se analizarán las consecuencias de las tendencias observadas en la medida en que afectan a la desigualdad de ingresos que es el tema del informe.
En las economías avanzadas, se consideró durante mucho tiempo que el empleo convencional -modalidades de empleo a tiempo completo y permanente- era la regla y constituía el marco en el que se desarrollaban el derecho del trabajo, la negociación colectiva y los sistemas de seguridad social. Sin embargo, en los últimos dos decenios se ha venido observando un aumento de las modalidades atípicas de empleo.
La incidencia del empleo a tiempo parcial ha aumentado considerablemente desde principios del decenio de 1999 en la mayoría de las economías avanzadas, especialmente entre las mujeres (gráfico 4.2, cuadro A). Esta tendencia podría reflejar nuevos aspectos de la demanda, como la necesidad de una mayor flexibilidad de la mano de obra; pero también han influido en ella otros factores vinculados a la oferta, como el deseo de establecer un mejor equilibrio entre la vida laboral y familiar o la formación (Fagan y Ward, 2003). El empleo a tiempo parcial es a menudo voluntario.
La incidencia del empleo temporal también ha tendido a aumentar en los dos últimos decenios (gráfico 4.2, cuadro B), en particular entre las mujeres, en gran medida debido a que las empresas tenían que poder responder a los rápidos cambios de las condiciones de la oferta y de la demanda ante la creciente competencia en el mercado de productos (Kalleberg, 2000; Dorantes, 2005). Además, la nueva tecnología ha hecho posible la fragmentación del proceso de producción y la subcontratación de determinadas tareas, tendencia que ha ido unida a una menor estabilidad del empleo. Algunos autores sostienen también que una normativa de empleo mal concebida contribuye a que los empleadores sean reacios a ofrecer contratos de duración indefinida (Atkinson, Morris y Williams, 1999; David-Blake y Uzzi, 1993).
Por el contrario, la proporción del empleo independiente con respecto al empleo total disminuyó en la mayoría de las economías avanzadas, especialmente entre las trabajadoras. Esta tendencia refleja en gran medida la disminución de la incidencia del empleo en el sector agrícola, en el que suele predominar el empleo independiente…
Los empleos atípicos suelen estar peor remunerados que los empleos convencionales
El aumento del empleo atípico observado en la mayoría de los países sobre los que se han podido reunir datos ha sido una fuente de desigualdad de ingresos, dado que los empleos atípicos están peor remunerados que los convencionales.
En los países europeos, el empleo de duración determinada esta mucho peor remunerado que el empleo permanente (grafico 4.7) siendo la única excepción Irlanda, en donde los dos están remunerados por igual. Debemos ser prudentes al hacer estas comparaciones: los empleos de duración determinada pueden diferir de los empleos permanentes en lo que respecta a la ubicación sectorial del empleo, la antigüedad del asalariado o el coeficiente de calificaciones y estas diferencias pueden explicar hasta cierto punto las discrepancias salariales. Sin embargo, aun teniendo en cuenta estos factores, los estudios han llegado a la conclusión de que los empleos de duración determinada están peor remunerados que los permanentes (Gash y McGinnity, 2005).
De los datos de América Latina se desprende que los empleos informales están considerablemente mucho peor remunerados que los empleos formales (gráfico 4.8) no sólo en el sector informal sino también dentro del sector formal, en el que los trabajadores con acuerdos informales están peor remunerados que sus homólogos permanentes. La diferencia salarial que existe entre unos y otros se considera importante desde el punto de vista estadístico, aun después de tener en cuenta varias características personales y de los hogares (Gindling (1991) para Costa Rica; Funkhouser (1996) para las cinco repúblicas centroamericanas de habla hispana; Marcouiller, Ruíz de Castilla y Woodruff (1997) para México, El Salvador y Perú; Saavedra y Chong (1999) para Perú; y Pianto y Pianto (2002) para Brasil).
Curiosamente, en el último decenio, las diferencias salariales entre el empleo en el sector formal y el empleo en el sector informal han aumentado en todos los países que figuran en el gráfico 4.8 excepto en Chile, México y Venezuela. Durante el mismo período, también ha aumentado el diferencial de salarios por hora entre los trabajadores con arreglos informales en el sector formal y sus homólogos permanentes…
Consideraciones de política
En el contexto de un crecimiento del empleo relativamente fuerte en la mayoría de las regiones y países, el presente capítulo ha mostrado que en la mayor parte de los países sobre los que se disponía de datos, ha habido un desplazamiento, en algunos casos estructural, hacia formas atípicas de empleo, lo que ha supuesto un aumento del empleo a tiempo parcial y del empleo temporal en las economías avanzadas y un aumento del empleo informal en los países en desarrollo. Dejando al margen las declaraciones normativas sobre la cuestión del empleo atípico, los datos que se han presentado indican que la tendencia creciente hacia estas formas de empleo ha contribuido a incrementar la desigualdad de ingresos, debido en parte a los niveles más bajos de remuneración de los trabajadores atípicos frente a los trabajadores fijos, en muchos casos, aun después de tener en cuenta el efecto del aumento del esfuerzo laboral asociado a los salarios más bajos.
El reto que se plantea a los responsables de la adopción de políticas es, por consiguiente, detener la creciente dualidad en el mercado de trabajo, y mantener al mismo tiempo el dinamismo del mercado laboral. Esto significa que al formular reformas de las normativas de empleo, los sistemas de fijación de salarios y la protección social se deberían tomar en consideración tanto la cantidad como la calidad de los empleos. Existen ejemplos de cómo se puede lograr este objetivo en las economías avanzadas (OCDE, 2006). La experiencia de las transferencias en efectivo condicionadas en los países de América Latina, en donde la informalidad del empleo y la desigualdad de los ingresos disminuyeron en un contexto de rápida creación de empleo, ofrece una base a partir de la cual se pueden considerar numerosas opciones de política.
Redistribución mediante impuestos y transferencias sociales
Principales conclusiones
Este capítulo analiza en qué medida los impuestos y las transferencias sociales han contribuido a redistribuir las pérdidas y ganancias resultantes del crecimiento económico a lo largo de los 15 últimos años. Como se ha puesto de manifiesto en el capítulo 3, el sistema de impuestos y transferencias puede constituir un potente mecanismo de redistribución, lo que queda confirmado a través del análisis pormenorizado que se hace en el presente capítulo. Una de las principales conclusiones que se han extraído es que a pesar de la creciente desigualdad de ingresos, el impacto redistributivo de los impuestos y las transferencias sociales no ha logrado, en general, invertir esta tendencia cada vez más acusada.
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