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Desigualdades en la distribución de la renta en los países desarrollados (Parte I) (página 3)

Enviado por Ricardo Lomoro


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

"Existe el riesgo de que nunca se recuperen los 66.000 millones de libras (77.000 millones de euros) invertidos en RBS y Lloyds", alertan, por lo que consideran "vital" que las decisiones al respecto se adopten buscando valor para los contribuyentes.

Coda: es de agradecer que estos "insensibles sociales", al menos, digan la verdad…

El eclipse de la razón: la crónica de una derrota cantada (escrito en enero de 2013)

En varios escritos anteriores he citado el libro "La nueva pobreza en la Argentina" de Alberto Minujin y Gabriel Kessler (Temas de Hoy – 1995), para referirme al fracaso socio-económico de Argentina, y de otros países latinoamericanos, pero nunca, nunca, ni en la peor de mis pesadillas, me hubiera imaginado que me volvería a servir, esta vez, para ilustrar y buscar semejanzas con la "nueva pobreza" en los Estados Unidos, la Unión Europea y otras economías desarrolladas (ahora, en "vías de subdesarrollo").

Me permito citar (nuevamente) algunos párrafos que describen el drama de la pauperización de la clase media (los "nuevos pobres"), perfectamente asimilables al proceso de "argentinización" de la economía norteamericana y europea (al menos):

"Los nuevos pobres se parecen a los no pobres en algunos aspectos socioculturales, como el acceso a la enseñanza media y superior, el número de hijos por familia -más reducido que entre los pobres estructurales-, etc.; y a los pobres de vieja data, en los aspectos asociados a la crisis: el desempleo, la precariedad laboral, la falta de cobertura de salud, entre otros…

No es fácil captar en toda su extensión las consecuencias que la pauperización de una parte de la clase media argentina tiene tanto en aquellos que la sufren en carne propia como en la sociedad argentina en su conjunto. Es que este hecho marca un punto de no retorno, el fin de un tipo determinado de sociedad. Hasta entonces, la Argentina había sido una sociedad relativamente integrada -al menos en comparación con la mayoría de los países latinoamericanos- en la que una importante clase media había surgido como resultado de un proceso de movilidad social ascendente cuya continuidad no se ponía en cuestión. Hoy, luego de casi dos décadas de empobrecimiento masivo de la clase media, no hay duda de que, como decían muchos nuevos pobres que entrevistamos, "este país ya no es el mismo país"…

El empobrecimiento de una parte importante de las clases medias no fue un acontecimiento natural ni una catástrofe inexorable, ni tampoco un hecho que pueda ser analizado en forma aislada. Fue el resultado de una serie de factores de orden externo e interno; un proceso para cuya comprensión sería necesario referirse a la poderosa transferencia de recursos desde el sector público hacia el sector privado producido en las dos últimas décadas, al endeudamiento externo, la pérdida de derechos sociales y la falta de una intervención estatal eficaz dirigida a los sectores más vulnerables. Simultáneamente, se conformó la contracara indisociable del empobrecimiento masivo: la nueva riqueza, que emerge y alcanza su apogeo en gran medida en individuos y grupos económicos muy vinculados con el poder político. En suma: el empobrecimiento fue un hecho económico, un hecho social y un hecho político…

Ciertamente la Argentina de hoy no es la de ayer. No sólo por lo que una serie de cifras indiquen sobre el producto bruto, sobre su lugar en el ranking de las naciones. La Argentina se había pensado a sí misma como una nación de modo distinto de lo que hoy puede pensarse. O, mejor dicho, los argentinos se soñaron como otro tipo de sociedad: más justa, más solidaria y, sobre todo, siguiendo un acompasado movimiento conjunto de progreso. En el imaginario argentino del siglo XX, cerrando la brecha social entre una cúpula y su base, aparecía la imagen de una multitudinaria clase media que los diferenciaba de otros países latinoamericanos donde entre los pudientes y los miserables se abría un abismo de temor y violencia recíprocos.

Investigaciones sucesivas demuestran que más del 70 por ciento de la población se consideraba miembro de la clase media, que podía albergar a todo aquel que gozara de un trabajo formal, del acceso real o potencial a ciertos bienes y servicios. La clase media argentina era notablemente homogénea: podrían encontrar cobijo dentro de ella tanto un obrero del conurbano como un aventajado profesional de Palermo (barrio de nivel medio-alto de Buenos Aires), un empleado público del interior o un pequeño propietario del campo. Tal es su capacidad de bienvenida a tan diferentes formas de vida, que se puede pensar a la clase media como lo más cercano a esa identidad nacional moderna de siempre tan costosa definición.

¿Qué pasó en las últimas décadas con gran parte de la clase media? La primera respuesta que surge es: ha desaparecido. Y sin embargo, esto no es cierto. La clase media no desapareció: una parte pequeña se ha mantenido en su lugar sin perder nada; otra porción, escasa, ha mejorado su posición y la gran mayoría se ha empobrecido. Es que la sociedad en su conjunto ha perdido casi un 40 por ciento de sus ingresos entre 1980 y 1990. Los empleados públicos, un 41 por ciento; los cuentapropistas, un 45 por ciento; los trabajadores de la construcción, un 49 por ciento, y así el resto…

La sociedad argentina ha perdido mucho, muchísimo más de lo que en un primer pantallazo puede parecer. Si chequeáramos cosa por cosa, bien por bien, gusto por gusto lo que se ha modificado, contraído, suprimido y posteriormente olvidado, la lista parecería hablar de otra vida. Desde ir al club hasta los postres, desde el diario hasta el coche, desde el servicio de salud hasta la ropa nueva, desde las vacaciones hasta invitar a cenar a los amigos; distintos sectores de la clase media, dependiendo de su ubicación original y la magnitud de su caída, han perdido en casi todo los terrenos. Pero al empobrecerse como sociedad han perdido también bienes y servicios que colectivamente les pertenecían en tanto ciudadanos: hospitales deteriorados, escuelas sobrecargadas, rutas pagas que reemplazan a las gratuitas, espacios privatizados que antes eran públicos, un medio ambiente descuidado, servicios encarecidos, nuevos impuestos sin un aumento en el polo de los ingresos, son algunos capítulos del empobrecimiento colectivo de una ciudadanía. También en tanto trabajador, el ciudadano ha perdido: las nuevas leyes de flexibilización laboral implican el cercenamiento de derechos sociales adquiridos. Empobrecimiento individual o familiar, empobrecimiento como ciudadano y como trabajador son las facetas de una caída colectiva comenzada hace más de dos décadas y que hoy continúa…

Con la caída económica cae un valor central de nuestro imaginario: la creencia en el progreso ¿Qué lugar queda entonces para la esperanza? ¿Qué futuros nos esperan?…

La nueva pobreza es también una miseria difusa, dispersa en las grandes ciudades. Mientras que los viejos pobres viven en barrios y enclaves reconocibles por todos, los nuevos pobres no. Casi cualquier barrio, prácticamente cualquier edificio de clase media puede albergarlos. Es una pobreza privada, de puertas adentro. Esta dispersión y la desorientación que produce transforman la nueva pobreza en una pobreza invisible…

El gran ausente en el escenario de la nueva pobreza es el Estado… Una característica central de lo que Eduardo Bustelo (1991) llamó el "Estado del Malestar" es que abandonó a sus ciudadanos justamente cuando más necesitaban de él. Si en la última década tantos cientos de millones de habitantes de la Argentina no pudieron evitar su ingreso en el territorio de la pobreza, se debió no sólo al tipo de políticas de estabilización y ajuste llevadas a cabo, sino también a la inexistencia de políticas "preventivas" a las que se pueda recurrir antes de verse arrojado a la pobreza y la exclusión…

Empobrecidos por la paulatina pérdida de valor de sus ingresos, por el desempleo, por haber perdido uno de los dos o tres trabajos que mantenían en pie a la familia: pauperizados por estar condenados a peores trabajos que aquéllos para los que están calificados, por el casamiento, por el nacimiento de hijos o la enfermedad terminal de uno de los padres, por ser madres solteras o por un forzado cambio de rumbo, de las malas hacia una peor, lo cierto es que estamos ante un fenómeno nuevo, la "nueva pobreza", que modificó la estructura de la sociedad argentina…

Los empobrecidos y los nuevos pobres constituyen -como sus hogares- un "estrato híbrido". Un grupo social caracterizado por la combinación de prácticas, costumbres, creencias, carencias y consumos hasta hoy asociados a diferentes sectores sociales…

La hibridez resulta de tres procesos de presencia simultánea en la nueva pobreza:

a) carencias y necesidades insatisfechas del presente;

b) bienes, gustos y costumbres que quedan del pasado, y

c) posibilidad de suplir algunas carencias gracias al capital social y cultural acumulado…

El empobrecimiento conlleva dos movimientos simultáneos y de sentido inverso. En una dirección se debe contraer, recortar, resignar y modificar todo tipo de hábitos relacionados de un modo u otro con lo económico. Y en la otra dirección, se hace necesario aprender, inventar, permutar, incorporar, recorrer inusitados circuitos en busca de nuevas opciones de consumo, de obtención de ingresos o cualquier oportunidad de mejorar la situación. Al empobrecerse, no sólo se pierde todo lo que se pierde sino que, para evitar una mayor desestructurización, deben adoptarse nuevos criterios rectores de la organización económica familiar, lo cual no es otra cosa que un cambio cultural profundo. Se debe, ni más ni menos, aprender a ser pobre, proceso para el cual no existen en nuestra cultura comportamientos-guía a seguir. No hay en las sociedades modernas conocimientos disponibles que permitan a un individuo o familia que está cayendo saber desde un comienzo qué conviene hacer, por dónde empezar a ajustar, cómo racionalizar recursos que serán más tarde imprescindibles. El camino hacia la pobreza es un constante ensayo y error en el que cada error sale caro y lleva a perder un capital que ya será difícil recuperar.

En muchos casos la historia de la caída es una historia de pérdidas sucesivas: primero, para mantener el estilo de vida acostumbrado y, más tarde, para intentar hacer pie en medio de la debacle. Se hacen inversiones que fracasan, o se sacrifica un bien para salvar otro que a su vez también terminará perdiéndose… Insuficiente información, nulo entrenamiento y ningún punto de apoyo para, al menos, no seguir cayendo…

La sociedad actual es diferente de aquella que en el pasado imaginaron tantos inmigrantes y, más tarde, muchos de los que hoy se empobrecieron. ¿Qué perdura y qué se ha desvanecido de las creencias que postulaban a esa nación nueva y casi deshabitada como el escenario de una promesa de sociedad integrada, próspera y con equidad creciente? Imaginario de progreso colectivo cuyo consenso social residía en gran medida en la integración de dos ideas: la del país rico, la tierra naturalmente dotada -resabios de tiempos pasados donde la posesión de materias primas podía definir el grado de riqueza de un país- y la fe en la persistencia de una dinámica social distributiva que había originado ciertos grados de bienestar y equidad a partir de una movilidad social ascendente efectivamente producida, legislaciones sociales avanzadas, una participación importante de los trabajadores en el total de los ingresos, etcétera…

La pauperización de la clase media es quizás la desmentida más cruda de la promesa originaria de progreso colectivo…

No preguntamos si acaso las imágenes de la pauperización no conllevan una carga de culpabilización hacia las víctimas por su suerte, como si las causas de la pobreza estuvieran en gran medida en su propio accionar. No una culpabilización abierta, pero sí una cierta estigmatización, una discriminación encubierta al tratarlos, por ejemplo, como contingentes de población que han quedado a la vera de un camino inexorable, como resabios del pasado; en especial cuando se hace referencia al sector público, a las áreas menos dinámicas de la economía o a los jubilados. Una suerte de "costo" a ser pagado por la modernización o la estabilidad que beneficia al "país"; como si pudiéramos hablar en términos de "costos y precios" al referirnos a hombres y mujeres y como si la situación de un país pudiera ser realmente pensada en términos absolutos, sin tomar en cuenta las desigualdades internas, los "costos" que determinados sectores "pagan" y otros tipo de clivajes.

Esto nos lleva a preguntarnos acerca de nuestra tolerancia hacia la desigualdad ¿No nos estará empezando a parecer perfectamente normal que ante la pobreza, la vulnerabilidad social o la exclusión, cada cual deba arreglárselas por sus propios medios, sin contar con una red de resguardo provisto por el Estado y la sociedad? ¿Habremos comenzado a habituarnos a ser una sociedad más equitativa, sin que esto suscite cuestionamientos ni un profundo debate acerca de cuáles deberían ser los criterios de justicia rectores en la distribución de bienes y servicios en las distintas esferas de la vida social?

Una sociedad puede crecer en lo económico, y a la par no sólo no disminuir las desigualdades, sino más aún, puede producirse simultáneamente un aumento de la pobreza y de la inequidad en la distribución de los ingresos"…

Recorriendo el relato sobre la nueva pobreza en la Argentina (según lo publicado por Alberto Minujin y Gabriel Kessler), espero y deseo que muchos lectores se hayan visto reflejados en su situación particular, aunque pertenezcan -aún y por poco tiempo– a la "sociedad de los conformes" (Europa, Estados Unidos o Japón).

Cuando mi padre me decía en la remota y lejana Argentina de los "sueños" (allí por 1955): si tú estudias y terminas la escuela primaria, no tendrás que trabajar de peón en la agricultura; si estudias y terminas la escuela secundaria, no tendrás que trabajar de peón en la construcción; y si estudias y terminas la universidad, tendrás la vida asegurada. Ese hijo de inmigrantes italianos, sabía bien lo que era ser peón. Lo llevaba en los genes. En esa época y en esa circunstancia, estuvo acertado. En esa época y en esa circunstancia, salvo en casos excepcionales, los hijos estaban "llamados" a tener un éxito económico mayor que el de sus padres. El ascensor social funcionaba.

En la actualidad, en la "sumergente" Argentina, en la "satisfecha" Europa, en el "incuestionable" Estados Unidos o en el "opaco" Japón, salvo casos excepcionales, los hijos están "llamados" a tener unos ingresos inferiores a los de sus padres, para similar profesión. El ascensor social está: "out of order".

Este último párrafo corresponde al Paper La clase media y su proceso de movilidad social descendenteParte I: De "clase media" a "nuevos pobres", publicado el 15/8/2007. Creo que ahora, vivido y padecido los últimos cinco años de crisis moral, financiera, económica y social (en ese orden), en alguno de los países anteriormente llamados "avanzados", debería "rectificar" (actualizar) y escribir:

En la actualidad, en la "sumergente" Argentina (que sigue en lo mismo), en la "perpleja" Europa (que no sale del pasmo y complejo de inferioridad), en el "deficitario" Estados Unidos (dependiente del crédito de su principal proveedor -y rival imperial- para mantener su adicción al consumo y la deuda) o en el "sonámbulo" Japón (que parece haber optado por las megainyecciones de liquidez al estilo americano, para seguir empujando la soga), salvo casos excepcionales, los hijos están "llamados" a tener unos ingresos inferiores a los de sus padres, para similar profesión. El ascensor social está: "out of order". And so on…

En las siguientes páginas se ofrece una selección de Gráficos, comentarios e Informes de Organismos internacionales, sobre Distribución de los Ingresos en los países desarrollados – Un largo viaje a ninguna parte (Parte I). En publicaciones separadas y sucesivas, se presentarán Las víctimas silenciosas de la pobreza en las economías avanzadasLos daños colaterales (Parte II) y ¿Destinados a ser pobres? (Parte III), donde se trata de poner rostro y voz, a las "víctimas del naufragio" del casino.

Parte I – Un largo viaje a ninguna parte: Gráficos, comentarios e Informes

Informe mundial sobre Salarios – OIT – 2010/2011

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Nota: Al excluir a China del análisis, resultan tasas mucho más bajas del crecimiento mundial en salarios, a razón de 2,2 por ciento en 2007, 0,8 por ciento en 2008 y 0,7 por ciento en 2009.

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Nota: Al restringir la muestra a los países del G20, los cuales representan alrededor del 70 por ciento de los asalariados del mundo, se observan resultados muy similares. Excluyendo a China de la agrupación, se observa un crecimiento real de los salarios del 1,8 por ciento en 2007, 0,5 por ciento en 2008 y 0,5 por ciento en 2009 en los demás países.

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Nota: Existen considerables variaciones regionales en las tasas de crecimiento de los salarios. En los países avanzados, estimamos que después de crecer alrededor de 0,8 por ciento al año antes de la crisis, los salarios reales se redujeron en -0,5 por ciento al inicio de la crisis en 2008, antes de crecer a una tasa del 0,6 por ciento en 2009. En total, el nivel de los salarios reales cayó en 12 de los 28 países avanzados en 2008 y en siete de los países avanzados en 2009.

Existen ejemplos de países importantes dentro del grupo del G20 que experimentaron un crecimiento salarial negativo en 2008 y/o 2009. En los Estados Unidos, por ejemplo, el promedio aritmético anual de los ingresos semanales reales resultó 1,1 por ciento menor en 2008 que en 2007, antes de recuperarse, y aumentar 1,5 por ciento en 2009 respecto del 2008.

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Nota: Observamos que, en 2008, el índice de precios al consumidor, que abarca a todos los consumidores urbanos (IPC-U), aumentó con relativa rapidez durante la primera parte del año, lo cual desgasta el poder adquisitivo de los salarios en ese periodo. La caída en los precios al consumidor durante la última parte de 2008 dio posteriormente impulso a los ingresos reales (a pesar de que los ingresos nominales aumentaron sólo modestamente), lo cual explica por qué el nivel promedio de los salarios reales fue mayor en 2009 que en 2008.

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Nota: En general, las semanas laborales más cortas parecen haber desempeñado un papel importante en amortiguar el crecimiento de los salarios en países desarrollados. El gráfico muestra que el promedio de horas trabajadas o pagadas por semana disminuyó entre 2007 y 2009 en casi todos los países donde estos datos estaban disponibles. Ello ocurrió ya sea como resultado de acuerdos a nivel de empresa, como en los Estados Unidos, donde la disminución en los ingresos semanales entre febrero de 2009 y febrero de 2010 fue resultado tanto de la caída en los salarios por hora como de menos horas de trabajo, o fue una medida dentro de esquemas más amplios conocidos como "repartición del trabajo", los cuales promueven una reducción del tiempo de trabajo para evitar despidos, redistribuyendo un volumen reducido de trabajo. En Alemania, por ejemplo, los salarios mensuales reales de todos los trabajadores se redujeron durante tres años consecutivos, incluido el 2009, cuando los salarios mensuales nominales cayeron por primera vez en la historia del país después de la guerra. Sin embargo, esta caída se debió principalmente a una reducción en las horas de trabajo para preservar el empleo. La restricción de la muestra a trabajadores de tiempo completo indica un crecimiento de los salarios mensuales reales en Alemania de 0 por ciento en 2008 y 0,8 por ciento en 2009.

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Nota: El cuadro muestra que los salarios mundiales promedio aumentaron casi una cuarta parte durante ese período. En los países avanzados, los salarios reales aumentaron sólo 5 por ciento en términos reales durante toda la década, lo que refleja un período de moderación salarial.

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Nota: El cuadro muestra que, en el caso de los países incluidos en este análisis, se observó una tendencia predominantemente negativa a largo plazo en la participación de los salarios. En general, en el período 1980-2007, 17 de los 24 países registraron un descenso en la participación de los salarios. En general, la tendencia a una menor participación de los salarios en los países de la OCDE a partir de mediados del decenio de 1980 se atribuye a la introducción de nuevas tecnologías, los efectos de la globalización, la creciente influencia de las instituciones financieras y/o el debilitamiento de las instituciones del mercado laboral.

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Nota: En el gráfico vemos que, en la mayoría de los casos, tanto el "efecto desplazamiento" como el "efecto participación" tuvieron un impacto negativo en la participación de los salarios desde la década de 1980. En la mayoría de los países, sin embargo, el efecto "participación" superó al efecto "desplazamiento".

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Nota: Tal como se presenta en el gráfico, el cambio a largo plazo en la participación de los salarios en el sector de manufactura fue negativo para todos los países excepto Francia, Islandia y el Reino Unido. Esto demuestra que, en la mayoría de los países, el valor agregado sectorial de la industria manufacturera aumentó más rápidamente que la remuneración total de los empleados durante el período 1990-2007.

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Nota: Similar a la tendencia en manufactura, el cambio a largo plazo en la participación de los salarios es también mayormente negativo en el sector de la construcción, a pesar de que la situación en ese sector es más variada que en manufactura. En general, 17 de los 30 países analizados muestran un cambio negativo a largo plazo en la construcción, en comparación con 26 en el sector de manufactura.

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Nota: El gráfico destaca la participación de los salarios en las industrias FIRE. Vemos que las dos terceras partes de los países muestran un cambio positivo a largo plazo, lo que refleja un crecimiento más rápido en la remuneración de los empleados en comparación al valor agregado en este sector. La participación de los salarios en el sector FIRE continuó aumentando durante la crisis en la mayoría de los países. En la interpretación de estas tendencias, es necesario tener en cuenta que las bonificaciones se cuentan como parte de la participación de los salarios, no como utilidades.

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Nota: El análisis del gráfico muestra que la distancia entre el 10 por ciento de los trabajadores de menores salarios y el 10 por ciento de los empleados con mayores salarios aumentó en 17 de los 30 países seleccionados, de los cuales se dispone al menos de un dato para comparar los períodos 1995-2000 y 2007-2009 (Grupo A). Aunque la mayor parte de este aumento en desigualdad se debe a que los que más ganan "se alejan" de la mayoría, otra parte se debió al llamado "colapso del fondo", donde aumentó la distancia entre los trabajadores de ingresos medianos y los de ingresos bajos en 12 de los 28 países (Grupo B).

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Nota: Aunque no todos los trabajadores con bajos salarios son pobres, una caída en el poder adquisitivo de los del extremo inferior de la distribución sin duda aumenta el riesgo de pobreza. También puede socavar la percepción pública en relación a si las políticas son justas o si conducen a un futuro mejor. Cabe señalar que las preocupaciones sobre el trabajo de bajos salarios no se limitan a lo escaso de la remuneración, sino también a la inestabilidad del salario. En el caso de los países desarrollados, tales como los de la Unión Europea (UE), el riesgo de quedar desempleado o inactivo es a veces dos o tres veces mayor entre los trabajadores de bajos salarios que entre trabajadores de remuneraciones más altas.

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Nota: Si observamos los cambios dentro de los países a lo largo del tiempo, veremos que la tendencia general a largo plazo es evidente: la mayoría de los países presenciaron un aumento del empleo de bajos salarios en los últimos 15 años. En general, el gráfico muestra que, a partir de la segunda mitad de la década de 1990, aumentaron los bajos salarios en cerca de dos tercios de los países con datos disponibles (25 de los 37 países).

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Nota: Si bien existe una tendencia mundial hacia un aumento del empleo de bajos salarios, su incidencia muestra una considerable variación entre países. Las últimas estimaciones nacionales de tal incidencia se proporcionan en el gráfico. Mientras que algunos países proveen estimaciones referidas a todos los asalariados, otros limitan la muestra a los empleados a tiempo completo. Se sabe que las estimaciones que excluyen el empleo a tiempo parcial tienden a subestimar la escala de empleo de bajos salarios, ya que los trabajadores a tiempo parcial a menudo reciben menor remuneración por hora en comparación con sus homólogos de tiempo completo.

– Informe mundial sobre Salarios – OIT – 2012/2013

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Nota: Tras un período de crecimiento económico robusto a principios del siglo XXI, la economía mundial se contrajo en 2009 como resultado de la crisis financiera y económica mundial. El impacto de la crisis se ha sentido en forma muy diversa alrededor del mundo. En el grupo de países más avanzados, 2009 se llamó el año de la "Gran Recesión", el revés económico más severo desde la "Gran Depresión" de los años 30.

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Nota: El desempleo mundial aumentó en 27 millones desde el inicio de la crisis, llevando el número total a cerca de 200 millones o 6 por ciento de la fuerza de trabajo mundial. Tal vez la preocupación más seria se refiere al desempleo juvenil, el cual ha llegado a proporciones alarmantes. La OIT estima que en 2011 el desempleo afectó 75 millones de jóvenes de entre 15 y 24 años a nivel mundial, representando más de 12 por ciento de todos los jóvenes. Muchos más no aparecen en las estadísticas de desempleo porque se desilusionaron al punto que dejaron de buscar trabajo.

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Nota: El cuadro adopta una visión de más largo plazo y muestra el aumento acumulado de los salarios promedio reales desde el año 2000. Vemos que entre 2000 y 2011 los salarios promedio mensuales reales a nivel mundial aumentaron cerca de un cuarto, pero las diferencias entre regiones son claras.

En las economías desarrolladas los salarios promedio sufrieron una doble recaída: cayeron en 2008 y nuevamente en 2011.

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Nota: Remuneración neta por hora trabajada es el salario por el tiempo real trabajado.

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Nota: El gráfico 9, que resalta las tendencias en los salarios promedio nominales y la inflación de precios en las economías avanzadas, muestra que en 2008 una inflación inusualmente alta excedió el alza en los salarios nominales, llevando a una caída de los salarios reales. En 2009, el año de la recesión económica mundial, tanto los salarios nominales como los precios al consumidor prácticamente se congelaron. Desde entonces, la recuperación del crecimiento en los salarios nominales se paralizó en 2011, pero el aumento en los precios al consumidor retornó a tasas pre-crisis, lo cual explica la caída en los salarios reales durante ese año.

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Nota: En el gráfico, vemos que sin China, donde el crecimiento del PIB y de los salarios fue excepcionalmente alto durante los últimos años, el panorama se ve considerablemente diferente, reflejando la menos positiva historia de los salarios en países como la República de Corea o India durante los últimos cuatro años.

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Nota: Las estimaciones regionales muestran que en América Latina y el Caribe los salarios promedio reales crecieron durante todos los años entre 2006 y 2011, a pesar de la crisis en 2009. En general, estas tendencias salariales en América Latina y el Caribe están fuertemente influenciadas por países grandes como Brasil, donde el crecimiento salarial se mantuvo positivo durante el período.

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Nota: Entre las economías desarrolladas, el salario mínimo varía substancialmente cuando se lo calcula como proporción de la mediana de los ingresos de los asalariados a tiempo completo, desde cerca de 60 por ciento en Nueva Zelanda y Francia a menos de 40 por ciento en Japón, España y Estados Unidos.

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Nota: Centrándonos solamente en las economías desarrolladas, pareciera que los hacedores de política utilizaron activamente el salario mínimo como una herramienta de protección social para los trabajadores más vulnerables al comienzo de la crisis durante 2009. Sin embargo, en los últimos años el salario mínimo fue, en la mayoría de los casos, solamente ajustado con el objetivo de compensar por inflación; esto se puede ver en el gráfico, donde en los años posteriores a 2009 el salario mínimo real aumentó considerablemente menos en las economías desarrolladas (o incluso declinó).

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Nota: Los gráficos 31 y 32 ilustran las tendencias en la así llamada participación del trabajo en la renta "ajustada" para el período 1970 a 2007 o 2010 para ciertos países desarrollados individuales y agrupados y para los tres grupos de economías en desarrollo y emergentes. En el gráfico 31 se observa que el promedio simple de la participación del trabajo en 16 países desarrollados para los cuales existen datos disponibles para este largo período declinaron desde alrededor de 75 por ciento del ingreso nacional a mediados de la década de 1970 hasta alrededor de 65 por ciento en los años inmediatamente anteriores a la crisis económica y financiera.

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Nota: El gráfico muestra cómo el promedio de la participación del trabajo también declinó en un grupo de 16 economías en desarrollo y emergentes, desde alrededor de 62 por ciento del PIB a inicios de los años 1990 hasta 58 por ciento inmediatamente antes de la crisis. Los datos disponibles para China, Kenia, República de Corea, México y Turquía (gráfico 32) sugieren que la declinación en este grupo de países podría haber comenzado ya en la década de 1980.

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Nota: Incluso en China, un país donde los salarios a groso modo se triplicaron en la última década (ver la Parte I), el PIB aumentó a una tasa más acelerada que la masa salarial total y, por lo tanto, se redujo la participación del trabajo en la renta.

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Nota: Las zonas sombreadas son zonas que han registrado retrocesos de la actividad económica.

Una publicación de la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos, por ejemplo, indica que la brecha entre productividad laboral por hora y el aumento en la retribución por hora ha resultado en una menor participación del trabajo en Estados Unidos (Fleck, Glaser y Sprague, 2011). Desde 1980 la productividad laboral por hora en el sector empresarial no agrícola aumentó 90 por ciento, mientras que la compensación real por hora aumentó 26,7 por ciento, una cifra mucho menor.

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Nota: Otro ejemplo es Alemania, donde la productividad laboral (definida como el valor agregado por ocupado) aumentó en casi un cuarto (22,6 por ciento) durante las dos últimas décadas, mientras que los salarios mensuales reales permanecieron estables durante el mismo período. De hecho, entre 2003 y 2011 cayeron por debajo del nivel visto a mediados de los años 1990.

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Nota: La caída de los salarios mensuales se atribuye en parte a una marcada reducción en el tiempo de trabajo por mes, desde 122,7 horas en 1991 hasta 110,7 horas en 2011, a medida que el número de trabajadores a tiempo parcial y formas atípicas de empleo, tales como los así llamados "miniempleos", aumentaron sustantivamente.

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Nota: Dado que algunas de las economías grandes, inclusive Estados Unidos, Alemania y Japón, han visto rezagado el crecimiento de los salarios en relación al aumento en la productividad, nuestro informe considera que en las economías desarrolladas en su conjunto la productividad laboral promedio ha sobrepasado el crecimiento de los salarios promedio reales. Sobre la base de los datos de 36 países, estimamos que desde 1999 la productividad laboral promedio aumentó en más de dos veces los salarios promedio en las economías desarrolladas.

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Nota: El gráfico ofrece una ilustración de los "sospechosos habituales": cambios tecnológicos, globalización, mercados financieros, instituciones del mercado de trabajo y la declinación en el poder de negociación de los trabajadores. En nuestra ilustración, los círculos para los cambios tecnológicos, globalización y mercados financieros se superponen, reflejando las dificultades para distinguir entre estos fenómenos tanto a nivel conceptual como empírico. La estructura del diagrama indica, además, que el poder de negociación de los trabajadores deriva directamente de las instituciones del mercado laboral (particularmente la existencia y fuerza de los sindicatos) pero es también influenciada por la globalización y los mercados financieros, los cuales permiten mayores opciones para la inversión en activos financieros además de en activos reales, tanto a nivel nacional como en el extranjero. De hecho, mientras gran parte de la evidencia se ha centrado en el papel de la globalización y especialmente la tecnología, muchos estudios han pasado por alto los efectos potenciales de los mercados financieros y la reducción de las instituciones sociales y del trabajo.

La globalización de los mercados financieros y la "financiarización", definida como el papel creciente de los motivos financieros, los actores financieros y las instituciones financieras en la operación de las economías nacionales e internacionales se han incluido solo más recientemente en esta ecuación. Un informe del IIEL identificó la integración internacional de los mercados financieros como un importante motor de la declinación en la participación de los salarios, al menos en las economías avanzadas.

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Nota: El gráfico 38(a) muestra que, en el caso de las economías avanzadas, todos los factores contribuyeron a la caída en la participación del trabajo en la renta a lo largo del tiempo, jugando la financiarización mundial el papel más preponderante. Estas estimaciones significan que, en términos de contribución relativa, la financiarización mundial contribuye 46 por ciento de la caída en la participación del trabajo en la renta, en comparación a contribuciones de 19 por ciento de la globalización, 10 por ciento de la tecnología y 25 por ciento de los cambios en dos variables institucionales amplios: el consumo público y la densidad sindical. Estos resultados abren la posibilidad de que el impacto de las finanzas se podría haber subestimado en muchos de los estudios anteriores y sugieren que pasar por alto el papel de los mercados financieros podría tener implicancias serias para nuestra comprensión de las causas de las tendencias en la participación del trabajo en la renta.

En el caso de las economías en desarrollo, el gráfico 38(b) ilustra el impacto positivo de la tecnología sobre la participación del trabajo, lo cual se podría posiblemente explicar mediante un efecto de "ponerse al día" del crecimiento económico, la contracción de los mercados laborales y el agotamiento del exceso de oferta laboral. Este efecto de la tecnología compensa parcialmente los efectos adversos de la financiarización, la globalización y la reducción del estado de bienestar. No obstante, tal como fue el caso con la descomposición para las economías avanzadas, la financiarización se destaca como el factor más adverso en términos de explicar la declinación en la participación del trabajo en la renta entre las economías del mundo en desarrollo que se incluyen en la muestra.

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Nota: La demanda agregada es la suma del consumo de los hogares, inversión del sector privado, exportaciones netas y el consumo público. El mecanismo económico ilustrado en el gráfico indica que un desplazamiento entre los dos componentes de la distribución funcional del ingreso (participación del trabajo y del capital) afecta los principales elementos de la demanda agregada y, en última instancia, estos cambios afectan el crecimiento del ingreso nacional en un proceso dinámico.

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Nota: El cuadro ilustra el hallazgo que una declinación de 1 por ciento en la participación del trabajo se ha asociado sistemáticamente a una menor participación del consumo privado en relación al PIB en todos los 15 países, además de la eurozona como conjunto. Inversamente, una participación del trabajo 1 por ciento más baja se asoció a una mayor participación de las exportaciones netas en todos los países, especialmente China (según se destaca mediante las dos flechas ascendentes) que ha seguido muy explícitamente una estrategia de crecimiento liderada por la exportación. El vínculo entre la participación del trabajo y la inversión es menos claro. Una participación del trabajo 1 por ciento más baja se asoció a tasas más altas de inversión en el PIB en nueve países, así como en el grupo de la eurozona, pero no tuvo efecto perceptible sobre la inversión en cinco economías emergentes y en Estados Unidos.

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Nota: En años recientes, muchos países han implementado estrategias de crecimiento impulsadas por la exportación en base a bajos costos laborales unitarios. En Alemania, miembro de la eurozona que no puede devaluar su moneda unilateralmente, los excedentes de exportación se potenciaron mediante la baja inflación y la declinación en los costos laborales reales unitarios en relación a otros países de la eurozona.

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Nota: En algunos de los principales "motores de la demanda" en el mundo, el auge en el consumo desde el cambio de siglo se basó en un crecimiento vertiginoso del endeudamiento de los hogares más que en el alza de los salarios. En Estados Unidos en particular, el fuerte crecimiento en el consumo de cara al estancamiento de la mediana salarial fue posible solamente mediante el consumo financiado por el endeudamiento y el basado en la riqueza. El gráfico plantea que los déficits en cuenta corriente se asocian al mayor endeudamiento de los hogares en una selección de economías avanzadas que comparten el acceso fácil a los mercados de crédito, lo cual es indicativo de cómo la financiarización ha contribuido a los desequilibrios externos al canalizar recursos hacia el endeudamiento de los hogares para la demanda del consumo.

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Nota: El gráfico A1 presenta los resultados de simular el impacto de una caída de 1 por ciento en la participación del trabajo en la renta sobre cada uno de los componentes de la demanda agregada. En comparación a la inversión y las exportaciones netas, la respuesta del consumo privado de productos nacionales es negativa y sustancial en todas las unidades económicas: en este caso no es posible distinguir entre economías desarrolladas y en desarrollo ya que todas parecen sufrir pérdidas de magnitud similar.

Mientras cae el consumo, la inversión es afectada positivamente por una declinación en la participación del trabajo en la renta en todas salvo seis unidades económicas y, en estas, el efecto es distinto a cero pero no significativo.

En el caso de las exportaciones netas, el gráfico A1(c) muestra que una caída de 1 por ciento en la participación del trabajo en la renta induce un aumento en exportaciones netas en todos los países. Es importante observar que en el caso de las exportaciones netas la magnitud se estima con un compuesto de elasticidades que dependen de los precios relativos de las exportaciones e importaciones, el grado de apertura de la economía y la elasticidad de los precios a nivel nacional.

Las estimaciones presentadas en el gráfico A1 son informativas: para la mayoría de las economías consideradas, el impacto de disminuir la participación del trabajo en la renta (digamos, reduciendo los salarios por debajo de la productividad promedio para ganar en competitividad) probablemente tendría un efecto tan negativo sobre el consumo doméstico (bienes y servicios comercializados a nivel nacional) que requeriría de una respuesta masiva en forma de inversión nacional y exportaciones netas para compensar el efecto adverso sobre la demanda agregada.

Pero esta "historia" viene de lejos: hace tiempo que comenzó la "vía al subdesarrollo" de los países avanzados.

Desigualdades de la renta en la era de la financierización de la economía

Informe sobre el trabajo en el mundo – OIT – 2008

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Nota: En los últimos decenios se ha asistido a un importante cambio en la distribución de los ingresos entre capital y trabajo. Un análisis de los datos recopilados -en relación tanto con las economías avanzadas como con los países recientemente industrializados y los países en desarrollo- revela que el componente salarial (o laboral) de los ingresos totales ha disminuido en casi tres cuartas partes de los países.

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Nota: En el gráfico se comparan las tasas de crecimiento de la remuneración con la producción por empleado. Si la tasa de crecimiento anual de los salarios reales es menor que la de la productividad, el componente salarial de los ingresos disminuye.

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Nota: El período 1990-2000 ofrece la instantánea más amplia de la desigualdad de ingresos y su estructura a lo largo del tiempo por regiones y países. En ese período, más de dos terceras partes de los 85 países respecto de los que se dispone de datos registraron un aumento en la desigualdad de ingresos, medida por la variación del coeficiente de Gini.

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Nota: Un análisis más amplio de todo el período (1990-2005) indica que la desigualdad salarial creció en más de dos terceras partes de los países respecto de los que se dispone de datos. En la mitad aproximadamente de esos países, la desigualdad de ingresos aumentó tanto en 2000 como en 2005.

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Nota: La brecha salarial entre el 10 por ciento superior y el 10 por ciento inferior de los asalariados ha tendido también a aumentar. Un examen de los datos existentes sobre los países de la OCDE y los microdatos relativos a Brasil, China e India pone de manifiesto que, desde principios del decenio de 1990, la desigualdad ha aumentado en 18 de los 27 países respecto de los que se dispone de datos 15. La mayor dispersión salarial se registró en Brasil, China, India y Estados Unidos, y la menor, en Bélgica y los países nórdicos.

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Nota: La remuneración media real de los directores generales estadounidenses, incluida la remuneración basada en acciones, aumentó de más de 16 millones de dólares de los Estados Unidos anuales en 2003 a casi 24,5 millones en 2007. Este aumento, de un promedio anual de casi el 10 por ciento, superó con creces el del 2,5 por ciento de otros directivos y del 0,7 por ciento en el caso de los empleados (gráfico 1.9, cuadro A). La remuneración basada en acciones acentúa la diferencia entre la remuneración de los directores generales y el salario medio. En 2007, los directores generales de los Estados Unidos percibieron remuneraciones más de 521 veces mayores que los salarios del empleado medio, en comparación con las remuneraciones 370 veces mayores que percibían cuatro años antes (gráfico 1.9, cuadro B).

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Nota: Los datos empíricos indican que las desigualdades pueden ser persistentes, ya que reducen la movilidad social. Los hogares de ingresos bajos están confinados en gran medida en su nivel de ingresos actual, incluso durante varias generaciones.

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Nota: El proceso de la apertura de las cuentas de capital ha avanzado de manera desigual en el mundo.

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Nota: Al igual que la liberalización financiera, la globalización financiera ha avanzado de forma desigual en el mundo en el curso de los últimos decenios.

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Nota: Las diferentes tasas de apertura financiera han impedido hasta ahora la convergencia de la desigualdad de la riqueza entre países desarrollados y países emergentes. En efecto, a pesar de que los flujos de capital podrían atenuar las restricciones al crédito a las que se ven enfrentados los hogares de bajos ingresos, su aumento ha sido tan inconexo desde el punto de vista geográfico, que aún no ha afectado a la desigualdad de la riqueza en los países en desarrollo, que – en promedio – siguen siendo mayores que en los países desarrollados.

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Nota: Además de la tendencia a la baja del componente salarial que puede haber sido inducida por desplazamientos sectoriales, las elasticidades crecientes de la demanda de mano de obra o los cambios en las reglamentaciones e instituciones del mercado de trabajo, la globalización financiera ha tenido un efecto claro en la parte correspondiente a los ingresos de los trabajadores tanto en las economías desarrolladas como en las emergentes.

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Nota: Las interrupciones repentinas tras los períodos de rápida expansión económica son características de países cuyo sector financiero experimenta una transformación y desarrollo fundamentales que contribuyen a atenuar las restricciones del crédito a empresas y hogares, con el consiguiente equilibrio entre un crecimiento mayor a largo plazo y una reducción de la desigualdad. En concreto, la aceleración del crecimiento del crédito parece impulsar tanto la tendencia al crecimiento del PIB por habitante como la desigualdad.

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Nota: La liberalización financiera también tiene efectos indirectos sobre los resultados macroeconómicos y la desigualdad de ingresos, al imponer restricciones adicionales a la capacidad de los gobiernos para aplicar políticas redistributivas. La mayor movilidad del capital restringe aún más el margen para gravarlo sin provocar la reubicación de la producción y sin que se inviertan los flujos de capital. Dicha mayor movilidad del capital también reduce la capacidad de negociación de los trabajadores y hace que los gobiernos se sientan más tentados a desplazar las cargas tributarias hacia los sectores relativamente inmóviles de la sociedad.

Se debería hacer hincapié en que, algunas medidas dictadas por la liberalización financiera, formuladas con el objeto de abordar políticas macroeconómicas permisivas, tienen un alto precio, en lo que atañe al crecimiento económico y la desigualdad y, lo que es aún más importante, a menudo no solucionan los problemas estructurales subyacentes, como las enormes desigualdades en materia de ingresos.

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Nota: El gráfico muestra la correlación de dos variables entre un indicador sumario de la influencia de los trabajadores y un indicador sumario de la amplitud del estado del bienestar antes y después de 1990. La relación es positiva en ambos períodos. Los países donde el grado de influencia de los trabajadores es menor, sobre todo los Estados Unidos, tienden a caracterizarse por una limitación del estado del bienestar, mientras que en los países donde esa influencia es grande (países escandinavos y centroeuropeos) sucede lo contrario.

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Nota: El gráfico muestra la relación entre el indicador compuesto de la amplitud del estado del bienestar y el indicador compuesto de la desigualdad en los dos períodos. Esta relación es negativa, como cabía esperar: cuanto mayor es la amplitud del estado del bienestar, menor es la desigualdad. Una vez más, los dos polos opuestos son los Estados Unidos, país con un estado del bienestar residual y altos niveles de desigualdad, y Suecia, donde una amplia protección social va acompañada de una distribución de los ingresos mucho más igualitaria.

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Nota: Los gráficos anteriores muestran la correlación parcial entre el indicador de la desigualdad y el indicador de la influencia de los trabajadores, ajustados en función de la amplitud del estado del bienestar, durante los dos períodos. En los diagramas correspondientes se comparan los residuales de una regresión de la desigualdad en la amplitud del estado del bienestar y de una regresión de la influencia de los trabajadores en esa amplitud. La pendiente lineal es mucho menos pronunciada en el período 1990-2002 que en el período 1978-1989.

Estos diagramas indican que desde principios del decenio de 1990, las instituciones vinculadas a la influencia de los trabajadores -alto índice de sindicación, amplia cobertura de la negociación colectiva y estructura coordinada de negociación (en particular, negociación coordinada)- perdieron en gran parte su capacidad de reducir directamente la desigualdad mediante la compresión de los ingresos de mercado y mantuvieron tan sólo un efecto indirecto en la desigualdad, gracias al factor de la amplitud del estado del bienestar.

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Nota: Puede que a los responsables de la formulación de políticas les preocupe la posibilidad de que, al limitar la desigualdad de ingresos, empeoren los resultados en materia de empleo. Pero si bien el crecimiento del empleo parece ir contra cualquier cambio en la desigualdad de ingresos desde principios del decenio de 1990, en realidad no hay una relación patente entre ambos factores. En otras palabras, no es verdad que un mayor (o menor) crecimiento del empleo vaya necesariamente asociado a una mayor (o menor) desigualdad de los ingresos.

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Nota: La incidencia del empleo a tiempo parcial ha aumentado considerablemente desde principios del decenio de 1999 en la mayoría de las economías avanzadas, especialmente entre las mujeres (gráfico 4.2, cuadro A). La incidencia del empleo temporal también ha tendido a aumentar en los dos últimos decenios (gráfico 4.2, cuadro B), en particular entre las mujeres.

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Nota: En los países europeos, el empleo de duración determinada está mucho peor remunerado que el empleo permanente siendo la única excepción Irlanda, en donde los dos están remunerados por igual.

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Nota: En el último decenio, las diferencias salariales entre el empleo en el sector formal y el empleo en el sector informal han aumentado en todos los países que figuran en el gráfico, excepto en Chile, México y Venezuela.

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Nota: Hay una asociación negativa relativamente sólida entre gasto en transferencias sociales y desigualdad. La correlación entre gastos en prestaciones sociales del gobierno central y desigualdad de los ingresos es de –0,75 en los 64 países sobre los que se dispone de datos.

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Nota: Hay grandes divergencias regionales en el gasto en transferencias sociales. Los países de alto ingreso de la OCDE son los que realizan mayores gastos, por término medio, aunque se ha observado un ligero descenso durante el período comprendido entre 1990 y 2004, en que pasó del 13,5 al 12,7 por ciento del PIB.

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Nota: Los países que gastaron más en educación en los primeros años del decenio de 1990 tuvieron en general menos desigualdad de ingresos en el decenio de 2000.

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Nota: El tipo medio del impuesto de sociedades bajó, en el conjunto del mundo, del 38 por ciento en 1993 a menos del 26,6 por ciento en 2007 (KPMG 2008) (gráfico 5.5). Es interesante observar que el tipo descendió en 78 de los 97 países respecto de los que se dispone de datos.

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Nota: Las tasas aplicadas a los ingresos más elevados de las personas físicas han disminuido también. Desde el comienzo de los años noventa han bajado 3 puntos porcentuales, en promedio. Se han registrado descensos en 66 de los 110 países sobre los que se dispone de datos. Hubo ligeros aumentos en 28 países y las tasas se mantuvieron estables en los otros 16.

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Nota: Las tasas del IVA aumentaron en general en el decenio de 1990, salvo en Irlanda, pero se estabilizaron en el decenio de 2000. En Alemania, han aumentado constantemente, y han pasado del 13 por ciento en 1980 al 19 por ciento en 2007; lo mismo ha ocurrido en Noruega, donde subieron del 20 al 25 por ciento. En la región de América Latina, el tipo aumentó de forma constante, desde el 10 por ciento en 1980 hasta el 15 por ciento en 2007. En otros países en desarrollo se mantuvo estable durante el período comprendido entre 1990 y 2007.

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Nota: Entre los primeros años del decenio de 1980 y los últimos del de 1990, y con excepción de Suiza, donde se mantuvo estable, la desigualdad de los ingresos antes de deducir los impuestos aumentó en los países a que se refiere el estudio. El promedio del coeficiente de Gini antes de impuestos en los 14 países subió de 0,41 en el decenio de 1980 a 0,45 a finales del decenio de 1990, lo que representa un aumento de 3,4 puntos porcentuales (gráfico 5.8).

Según un estudio (Mahler y Jesuit 2006) las transferencias sociales tienen en general mayor repercusión en la redistribución que los impuestos. Por término medio, las transferencias representan el 75 por ciento de la distribución fiscal en los países de la OCDE, y los impuestos sólo el 25 por ciento (gráfico 5.9). Además, la parte de la distribución fiscal correspondiente a los impuestos bajó del 27 por ciento en el decenio de 1980 al 24 por ciento a finales del decenio de 1990, mientras que la contribución de las transferencias aumentó en la misma proporción.

Los países con bajo nivel de desigualdad (países nórdicos, Alemania, Bélgica y Países Bajos) recurren fundamentalmente a las transferencias sociales como instrumento de redistribución. Por el contrario, los países con mayor desigualdad (Australia, Canadá y Estados Unidos) recurren más a los impuestos.

Los fuertes efectos redistributivos de las transferencias sociales se ponen también de relieve al examinar las relaciones entre transferencias y pobreza (gráfico 5.10). Los países que tienen niveles más elevados de pobreza -personas con menos ingresos disponibles- suelen redistribuir menos. Por ejemplo, los Estados Unidos, que tienen el mayor nivel de pobreza del mundo desarrollado, son el país que menos redistribuye, mientras que Dinamarca, Finlandia y Suecia, que tienen niveles bajos de pobreza, son los que más redistribuyen.

Más de la mitad del impacto redistributivo de las transferencias sociales se debe a las pensiones (hasta el 80 por ciento o más en Suiza y el 70 por ciento en Alemania) (gráfico 5.11). La contribución de las transferencias por desempleo a la redistribución es de aproximadamente el 7 por ciento. Otras prestaciones, como la asistencia social y las prestaciones de enfermedad, representan en torno a un tercio de la redistribución.

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Nota: La conclusión principal del análisis es que es posible evitar una excesiva desigualdad de ingresos sin perjuicio de lograr altos niveles de ocupación, tanto en el caso de los países con niveles altos de PIB por habitante como en el de los países con niveles medios/bajos. Por ejemplo, entre los países con un alto PIB por habitante, Austria, Australia, los países nórdicos y Suiza han logrado alcanzar ese objetivo.

Informe Mundial sobre Salarios 2010/2011 – OIT (Partes destacadas)

Prefacio

La crisis económica mundial ha tenido devastadoras consecuencias sobre los mercados laborales. El desempleo se ha incrementado a 210 millones de personas, el nivel más alto jamás registrado, y muchos millones más se han simplemente retirado de la fuerza laboral ya que se encuentran demasiado desalentadas para continuar buscando trabajo. Los salarios netos también se han visto afectados.

El presente segundo Informe mundial sobre salarios pone de manifiesto el efecto de la crisis sobre los salarios en todo el mundo. En particular, muestra que el crecimiento mundial en salarios promedio reales se redujo a la mitad en 2008 y 2009 en comparación a años anteriores. Esto destaca cómo, mientras la crisis resultó dramática para quienes perdieron sus empleos, los salarios netos más bajos de lo esperado han seriamente perjudicado el poder adquisitivo y el bienestar de quienes lograron conservar sus empleos.

En el futuro se requiere con urgencia una estrategia de crecimiento basada en el empleo y el ingreso para nuevamente encaminar la economía mundial, reparar los desequilibrios pasados y asentar el crecimiento económico sobre cimientos más sólidos.

Este ha sido también el mensaje de otros informes de la OIT, tales como el informe presentado al G20 en septiembre de 2009, el informe anual del Instituto Internacional de Estudios Laborales, Informe sobre el trabajo en el mundo, o el mensaje ante la Conferencia Conjunta OIT-FMI en Oslo, en septiembre de 2010.

Entre los desafíos más apremiantes a ser abordados figura el aumento de la desigualdad salarial, una creciente desconexión entre salarios y productividad, y los aproximadamente 330 millones de empleados que se encuentran actualmente recibiendo bajos salarios en su país.

Este estudio ofrece algunas ilustraciones prácticas acerca de cómo la negociación colectiva, los salarios mínimos y las políticas sobre ingresos pueden ayudar a abordar el desafío de equidad que hoy enfrentan los encargados de elaborar políticas. Esperamos que estas ilustraciones puedan servir a los responsables de políticas e interlocutores sociales para avanzar en sus objetivos para el trabajo decente y contribuyan a llevar a la práctica la internacionalmente acordada Declaración de la OIT sobre justicia social para una globalización equitativa y el Pacto Mundial para el Empleo, y a los que han recibido apoyo decidido por parte de gobiernos y organizaciones de empleadores y de trabajadores en todas las regiones del mundo.

Introducción

El Informe mundial sobre salarios 2008/09 analizó los salarios del período económico, en general favorable, que va de 1995 a 2007, mientras que el presente informe analiza los salarios en un contexto muy diferente. Los años 2008 y 2009 se caracterizaron por el revés económico más profundo desde la década de 1930. A raíz de una burbuja inmobiliaria y una crisis financiera, los Estados Unidos entraron en recesión en diciembre de 2007, después de una expansión económica de 73 meses iniciada en noviembre de 2001. A partir de ese momento, la recesión se extendió rápidamente desde su epicentro al resto del mundo, con una reducción del PIB mundial en 2009 por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial. Los esfuerzos sin precedentes realizados en política mundial contribuyeron a una recuperación mayor de la esperada en 2010, pero la perspectiva continúa siendo incierta.

La crisis tuvo un efecto adverso serio sobre los mercados laborales. Dramáticamente, la tasa mundial de desempleo aumentó de un 5,7 por ciento de la fuerza laboral en 2007 a un 6,4 por ciento en 2009. Esto representa un aumento de casi 29 millones de personas, de una cifra estimada de 177,8 millones de desempleados en 2007 hasta 206,7 millones en 2009. Si bien el desempleo aumentó principalmente en las economías avanzadas, el impacto de la crisis en países en vías de desarrollo, de ingresos bajos y medianos (por lo general con sistemas de protección social más frágiles) se puede ver en un deterioro de la calidad del empleo y en una transición hacia formas de empleo más vulnerables. La evidencia proveniente de los países avanzados indica también que la crisis afectó el nivel de los salarios, el número de horas trabajadas y otras dimensiones de lo que OIT denomina "trabajo decente". Sin embargo, hasta la fecha hay poca evidencia sistemática sobre los efectos de la crisis en estos indicadores de las condiciones de trabajo y empleo.

¿Cuál ha sido el efecto total de la crisis sobre los salarios promedio en diferentes partes del mundo? ¿En qué medida se ha desacelerado el crecimiento salarial dentro del contexto de caída en productividad laboral? Además, ¿cómo alteró la crisis la distribución del ingreso nacional entre trabajo y capital? Estas son algunas de las preguntas clave que intenta abordar la parte I de nuestro informe. Basándonos en datos disponibles del mayor número posible de países, proporcionamos una visión general de las tendencias globales en salarios durante la crisis. Sin embargo, es aún demasiado pronto para presentar una imagen definitiva: muchas de las oficinas nacionales de estadística están aún procesando y analizando los datos más recientes, en particular sobre la estructura de los salarios.

Las tendencias de los salarios durante la crisis se deben considerar en un contexto de moderación salarial y de desigualdad salarial generalizada y creciente en los años anteriores a la crisis. En el contexto actual, una preocupación particular es que la crisis económica pueda resultar en un mayor número de trabajadores con salarios bajos, sea a corto o mediano plazo. El presente informe facilita datos sobre la proporción de trabajadores con bajos salarios, definidos como salarios por debajo de dos tercios de la mediana salarial. Los bajos salarios son una preocupación debido a que aumentan el riesgo de pobreza, aunque no todos los trabajadores con salarios bajos son pobres. Un número desproporcionado de trabajadores de bajos salarios son mujeres y son además más propensos a ser parte de grupos desfavorecidos. Y mientras que un empleo de bajo salario puede representar un primer peldaño hacia un empleo mejor remunerado, especialmente para los trabajadores jóvenes, también se puede convertir en una trampa de la que resulta difícil liberarse debido a la falta de oportunidades para el desarrollo de competencias y otros factores. Al surgir una situación en la que una gran proporción de personas se siente rezagada, con pocas perspectivas de alcanzar a los que tienen una mejor remuneración, el riesgo de tensiones políticas y sociales se ve incrementado.

La parte II del presente informe examina las políticas salariales en tiempos de crisis. Las tendencias al deterioro en la evolución de los salarios siempre fueron tema de inquietud para los encargados de formular políticas que se preocupan por la justicia social y que desean avanzar en sus objetivos nacionales para el trabajo decente. Además, la crisis pareciera haber vuelto a poner atención en las visiones keynesianas sobre el rol de los salarios en el sostenimiento del consumo interno y la demanda agregada por bienes y servicios. Nuestro informe sugiere que instrumentos tales como las políticas de salario mínimo y la negociación colectiva pueden contribuir a reducir el número de trabajadores con salarios bajos, al mismo tiempo que corrigen algunos desequilibrios mediante el fortalecimiento de la demanda agregada en países excesivamente dependientes de las exportaciones o, alternativamente, del endeudamiento de los hogares para financiar el consumo. La parte III del informe concluye con un resumen destacando algunos temas fundamentales para mejorar las políticas salariales.

Parte I – Principales tendencias en salarios

(Gráfico 2) Mundialmente, se observa que el salario mensual real aumentó 2,8 por ciento en 2007, 1,5 por ciento en 2008 y 1,6 por ciento en 2009. Estas cifras están muy influenciadas por las estadísticas oficiales de salarios en China. Las cifras oficiales de China para el crecimiento salarial (incluyendo deflación según el índice de precios al consumidor (IPC) del FMI) son 13,1 por ciento en 2007, 11,7 por ciento en 2008 y 12,8 por ciento en 2009. Cabe señalar, sin embargo, que las estadísticas oficiales para el crecimiento de salarios publicados en el Anuario de Estadísticas de China sólo se refieren a "unidades urbanas", lo cual en la práctica abarca mayoritariamente empresas de propiedad estatal, unidades de propiedad colectiva y otros tipos de empresas vinculadas al Estado. Un estudio piloto inicial de todas las empresas realizado por la Oficina Nacional de Estadísticas de China, muestra que el salario anual en el sector privado aumentó sólo 6,6 por ciento en 2009, lo cual podría explicar la discrepancia entre la percepción general de la situación y las cifras oficiales, y sugiere que nuestra estimación mundial podría ser una sobrestimación. Al excluir a China del análisis, resultan tasas mucho más bajas del crecimiento mundial en salarios, a razón de 2,2 por ciento en 2007, 0,8 por ciento en 2008 y 0,7 por ciento en 2009 (ver Gráfico 2).

Al restringir la muestra a los países del G20, los cuales representan alrededor del 70 por ciento de los asalariados del mundo, se observan resultados muy similares (ver gráfico 3). Incluyendo a China en el análisis, se estima que los salarios promedio aumentaron 2,8 por ciento en 2007, 1,5 por ciento en 2008 y 1,7 por ciento en 2009 en los países del G20. Excluyendo a China de la agrupación, se observa un crecimiento real de los salarios del 1,8 por ciento en 2007, 0,5 por ciento en 2008 y 0,5 por ciento en 2009 en los demás países.

A pesar de estas advertencias, se pueden hacer dos observaciones sobre las tendencias mundiales en salarios. La primera observación es que el crecimiento mundial de los salarios declinó considerablemente durante la crisis. Sin embargo, aunque el crecimiento mundial de los salarios se desaceleró durante la crisis, se considera que continuó siendo positivo durante toda la crisis en 73 por ciento de los países en 2008 y en 80 por ciento de los países en 2009. La segunda observación es que el crecimiento real de los salarios parece haber sufrido tanto en el 2008, el primer año de la crisis, como en 2009, cuando la crisis estaba en su apogeo. ¿Cuál es la explicación de esta paradoja? Se considera que el comportamiento de la inflación durante 2008 y 2009 fue un factor que contribuyó significativamente…

1.2 Estimaciones regionales

Existen considerables variaciones regionales en las tasas de crecimiento de los salarios.

En los países avanzados, estimamos que después de crecer alrededor de 0,8 por ciento al año antes de la crisis, los salarios reales se redujeron en -0,5 por ciento al inicio de la crisis en 2008, antes de crecer a una tasa del 0,6 por ciento en 2009 (ver el gráfico 5).

En total, el nivel de los salarios reales cayó en 12 de los 28 países avanzados en 2008 y en siete de los países avanzados en 2009.

Existen ejemplos de países importantes dentro del grupo del G20 que experimentaron un crecimiento salarial negativo en 2008 y/o 2009. En los Estados Unidos, por ejemplo, el promedio aritmético anual de los ingresos semanales reales resultó 1,1 por ciento menor en 2008 que en 2007, antes de recuperarse, y aumentar 1,5 por ciento en 2009 respecto del 2008. El gráfico 6 ilustra el impacto de los precios sobre los ingresos reales en los Estados Unidos. Observamos que, en 2008, el índice de precios al consumidor, que abarca a todos los consumidores urbanos (IPC-U), aumentó con relativa rapidez durante la primera parte del año, lo cual desgasta el poder adquisitivo de los salarios en ese periodo. La caída en los precios al consumidor durante la última parte de 2008 dio posteriormente impulso a los ingresos reales (a pesar de que los ingresos nominales aumentaron sólo modestamente), lo cual explica por qué el nivel promedio de los salarios reales fue mayor en 2009 que en 2008.

El gráfico 7 presenta información sobre el crecimiento del salario real en una selección de cuatro países industrializados. Se observa que Nueva Zelanda mantiene un crecimiento positivo del salario real durante toda la crisis. Por el contrario, en el Reino Unido las tasas de los salarios semanales se mantuvieron firmes en 2008, pero los salarios nominales aumentaron menos que el IPC en 2009, dando lugar a una disminución en términos reales. En Japón, una caída de los salarios reales de cerca de -2,0 por ciento en 2008 y 2009 hizo reflotar las preocupaciones sobre los salarios y la deflación de precios. Con fines comparativos, el gráfico 7 incluye también a Islandia, que fue tal vez afectada más adversamente por la crisis en 2009, y donde se puede observar el derrumbe de los salarios reales. La información disponible sobre estos países indica que, en general, los salarios sufrieron más en el sector privado que en el sector público.

En general, las semanas laborales más cortas parecen haber desempeñado un papel importante en amortiguar el crecimiento de los salarios en países desarrollados. El gráfico 8 muestra que el promedio de horas trabajadas o pagadas por semana disminuyó entre 2007 y 2009 en casi todos los países donde estos datos estaban disponibles. Ello ocurrió ya sea como resultado de acuerdos a nivel de empresa, como en los Estados Unidos, donde la disminución en los ingresos semanales entre febrero de 2009 y febrero de 2010 fue resultado tanto de la caída en los salarios por hora como de menos horas de trabajo, o fue una medida dentro de esquemas más amplios conocidos como "repartición del trabajo", los cuales promueven una reducción del tiempo de trabajo para evitar despidos, redistribuyendo un volumen reducido de trabajo. En Alemania, por ejemplo, los salarios mensuales reales de todos los trabajadores se redujeron durante tres años consecutivos, incluido el 2009, cuando los salarios mensuales nominales cayeron por primera vez en la historia del país después de la guerra. Sin embargo, esta caída se debió principalmente a una reducción en las horas de trabajo para preservar el empleo. La restricción de la muestra a trabajadores de tiempo completo indica un crecimiento de los salarios mensuales reales en Alemania de 0 por ciento en 2008 y 0,8 por ciento en 2009…

2 Participación de los salarios

¿Cómo han influido las tendencias de los salarios promedio, examinadas en la sección anterior, sobre la participación de los salarios durante la crisis? Esta sección del informe examina la "participación del ingreso laboral" o la "participación de los salarios", y su análisis se limita al mayor conjunto de datos consistentes disponibles, que abarca 30 países miembros de la OCDE y Estonia. Lo más frecuente es que la participación "no ajustada" de los salarios se mida como la razón entre la remuneración total de los empleados y el valor agregado bruto (este último como una medida de la producción total), ambos medidos en términos nominales, lo que se puede calcular a partir de las cuentas nacionales. Al destacar el monto de los ingresos acumulados por remuneración laboral (en contraste al capital), la participación de la remuneración laboral en el producto nacional puede arrojar luz sobre diversos temas de interés, incluido el grado al cual el crecimiento económico se traduce en mayores ingresos para los trabajadores. En períodos de recesión económica, la participación de los salarios proporciona un indicador de hasta qué punto la caída en el producto reduce los ingresos laborales en relación a las utilidades. Si los ingresos laborales caen a una tasa mayor que las utilidades, es de esperar que la participación de los salarios se reduzca. Por el contrario, si hay un descenso más marcado en las utilidades que en los ingresos laborales, la participación de los salarios aumentará. Dado cualquier nivel de valor agregado y utilidades, la participación de los salarios puede disminuir como resultado de la caída en el empleo asalariado, disminución de los salarios, o una combinación de ambos…

El análisis de la evolución de los salarios regionales mostró variaciones importantes entre regiones. Con una visión a más largo plazo, en el cuadro 1 se presentan datos sobre cómo los salarios evolucionaron a lo largo de toda la década de 2000 (tomando 1999 como año base). El cuadro muestra que los salarios mundiales promedio aumentaron casi una cuarta parte durante ese período. Este aumento fue impulsado por las regiones en desarrollo como Asia, donde los salarios se han más que duplicado desde 1999, o los países de Europa del Este y Asia Central, donde los salarios se han más que triplicado (lo cual en parte refleja la profundidad de la disminución de los salarios en la década de 1990). En comparación, los salarios reales crecieron sólo modestamente en América Latina y el Caribe, en África y Oriente Medio. En los países avanzados, los salarios reales aumentaron sólo 5 por ciento en términos reales durante toda la década, lo que refleja un período de moderación salarial.

El cuadro 2 muestra que, en el caso de los países incluidos en este análisis, se observó una tendencia predominantemente negativa a largo plazo en la participación de los salarios. En general, en el período 1980-2007, 17 de los 24 países registraron un descenso en la participación de los salarios. El cuadro también muestra que, desde 1980 y en los años anteriores a la crisis, la proporción de países con una participación de salarios estable o decreciente fue consistentemente superior a la de los países que experimentaron una tendencia creciente en la participación de los salarios. Sin embargo, la tendencia a la baja no fue de ninguna manera universal. Por ejemplo, durante el período 2000-2007, alrededor de un tercio de los países de la muestra registró un aumento en la participación de los salarios. Esta disparidad se observa también a nivel regional, aunque existen patrones más comunes dentro de la UE-15 que en el área de la OCDE como conjunto. También se debe señalar que hay países (tales como Islandia, Irlanda y México) con una participación de los salarios extremadamente volátil, en comparación con otro grupo de economías con una participación de los salarios relativamente estable (como es el caso de República Checa, Francia, Japón, Suiza y Estados Unidos).

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6
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