Desigualdades en la distribución de la renta en los países desarrollados (Parte I)
Enviado por Ricardo Lomoro
- Un largo viaje a ninguna parte: Gráficos, comentarios e Informes
- Un largo viaje a ninguna parte
- Manifiesto de un economista "defraudado" (además de "aterrado"): no se puede justificar lo injustificable (escrito a principios de 2012)
- Una crisis camaleónica
- ¿Y cómo es la situación en la City?… perdón en el Reino Unido: "the big momma"
- El eclipse de la razón: la crónica de una derrota cantada (escrito en enero de 2013)
- Informe sobre el trabajo en el mundo – OIT – 2008
- Informe Mundial sobre Salarios 2010/2011 – OIT (Partes destacadas)
- Informe Mundial sobre Salarios 2012/13 – OIT (Partes destacadas)
- Informe sobre el trabajo en el mundo – OIT – 2008 (Partes destacadas)
- El papel de la globalización financiera
- Informe Oxfam Internacional – Enero 2013
- Informe "El coste de la inequidad: cómo la riqueza y los ingresos extremos nos dañan a todos" (en inglés en el original)
- Informe Tendencias Mundiales del Empleo – OIT – Enero 2013
Un largo viaje a ninguna parte: Gráficos, comentarios e Informes
– Antecedentes (decíamos ayer…)
Del Paper – Un análisis sobre la desigualdad de los ingresos (ganadores y perdedores de la crisis financiera mundial) – La Economía del Malestar (el fin de la cohesión económica y social) – Publicado en Junio de 2011
"Tenemos suficiente para las necesidades de todos, pero no para la codicia de unos pocos".
M. Gandhi, 1869 – 1948 – Abogado, político y activista
– Nunca antes tan pocos habían engañado a tantos durante tanto tiempo -jamás
Se le exigió al mundo entero que cambiara su modo de vida en base a la fantástica invención de un grupo de políticos con ansias de "salvar" a la humanidad de una imaginaria catástrofe económica. Decían tener la Verdad en sus manos (en general, aconsejo a mis amigos que confíen siempre en quienes están buscando la verdad, pero desconfíen siempre de aquellos que dicen haberla encontrado).
Aseguraban que la desregulación, la privatización y el libre movimiento de capitales, servicios y mercancías (el de personas, nunca llegó, ni se lo espera) harían entrar a la humanidad en una era de progreso exponencial y continuado, como nunca se había vivido. Y además, desaparecerían los ciclos económicos (¿verdad, grandes bonetes del FMI?). Algunos profetas, hasta llegaron a proclamar el "fin de la Historia" (¿verdad, Profesor Fukuyama?).
"La globalización igualará el terreno de juego… la Tierra es plana… los Gobiernos y sus normas para el mundo laboral han perdido importancia… en marcha hacia una nueva civilización… contratamos a nuestra gente por ordenador, trabajan en el ordenador y son despedidas también por el ordenador"… Para los creadores de estas "genialidades" (dogmas, mantras), la visión de un ejército de parados, inimaginable hasta entonces, era una obviedad.
Ninguno de los altamente remunerados creadores de estos paradigmas (de los sectores de futuro y países de futuro) creía en la existencia de suficientes puestos de trabajo, decentemente pagados, en los tecnológicamente costosos mercados en crecimiento de los que hasta entonces fueron países del bienestar… no importa en qué sector.
"Los pragmáticos del "turbo capitalismo" reducen el futuro a un par de números y un concepto: "20 a 80" y tittytainment"…, decían Hans-Peter Martin y Harald Schumann, en su libro La trampa de la globalización – Taurus 1998), y además, reseñaban:
(Las escenas que siguen corresponden a una reunión mantenida por 500 políticos de primera línea, líderes económicos y científicos de los cinco continentes, efectuada en el año 1995 en el Hotel Fairmont de San Francisco, EEUU)
"En el próximo siglo (XXI), el 20% de la población activa bastará para mantener en marcha la economía mundial. No se necesitará más fuerza de trabajo…
Una quinta parte de todos los que buscan trabajo bastará para producir todas las mercancías y aportar las valiosas prestaciones de servicios que la sociedad mundial pueda permitirse. Ese 20% participará, por tanto, activamente en la vida, el beneficio y el consumo, no importa en qué país. Se puede añadir a ellos un 1 o un 2%, admiten los participantes en el debate, por ejemplo contando con los herederos acomodados.
¿Y los demás? ¿El 80% de los dispuestos a trabajar que no tengan trabajo? "Sin duda", dice el escritor norteamericano Jeremy Rifkin, autor del libro "El fin del trabajo", "el 80% tendrá grandes problemas"…
El esbozo de un nuevo orden social: países ricos sin una clase media digna de mención… En el futuro, la cuestión será "to have lunch or be lunch" (comer o ser comido)…
La expresión "tittytainment" (que ha hecho famosa Zbigniew Brzezinski, consejero de seguridad Nacional del presidente norteamericano Jimmy Carter y que desde entonces se dedica a cuestiones de geoestrategia), es una combinación de "entertainment" y "titis" (entretenimiento aturdidor y alimentación suficiente).
En marcha hacia una nueva civilización. El modelo del mundo del futuro sigue la fórmula 20 a 80. Se perfila una sociedad de una quinta parte, en la que los excluidos tendrán que ser calmados con "tittytainment". ¿Es esto una exageración desmedida?"…
Esa es la sociedad que hoy se está construyendo por encargo. Se les proporciona Ritalin, se les da una X-box con juegos de violencia e insinuaciones sexuales, mientras Facebook, You Tube, Twitter y los "sms" hacen el resto (a veces con la "inapreciable" colaboración del alcohol y las drogas). Zombis felices… Todos en la "nube"…
¿Por qué quiere alguien deliberadamente una sociedad idiotizada? Por una parte es mucho más fácil de controlar a alguien que no tiene conciencia de lo que sucede a su alrededor. Se ofrece futbol (u otros deportes) cinco noches a la semana para mantener a todos ocupados mientras que el saqueo de su riqueza continúa convenciéndoles que hacer hamburguesas en McDonald"s cobrando el salario mínimo es "empleo".
Hay quien busca explicaciones más rocambolescas que aseguran que un movimiento sin precedentes como éste en tiempos sin precedentes como éstos puede llevar a una conclusión sin precedentes.
La Gran Recesión aceleró una tendencia que comenzó hacía tres décadas: deslocalización al extranjero, automatización del trabajo, conversión de empleos a jornada completa en temporales y contratas, debilitamiento de los sindicatos y obtención de reducciones de salarios y prestaciones de los trabajadores actuales. Internet y la informática lo han hecho más fácil.
La economía de EEUU es hoy el doble de lo que era en 1980 mientras que el salario medio real apenas se ha movido. La mayor parte de los beneficios del crecimiento ha ido a parar a los niveles altos. A finales de los 70, el 1 por ciento de los estadounidenses más ricos cobraba el 9 por ciento de los ingresos totales. A principios de la Gran Recesión, esa cifra sobrepasaba el 23 por ciento. La riqueza está más concentrada.
Ése es el meollo del problema. La mayoría de estadounidenses ya no tiene el poder de compra suficiente como para que la economía vuelva a andar. Cuando estalló la burbuja de la deuda, se quedaron encallados.
Los beneficios empresariales están en alza, pero los empleos y salarios siguen estancados.
Las personas con activos financieros o cuyo talento es tenido en cuenta por las grandes corporaciones están disfrutando de una fuerte recuperación. Mientras tanto, la mayoría de los estadounidenses se esfuerza por ir tirando.
Las empresas no tienen la culpa, pues su objetivo es obtener beneficios. Ni tampoco es culpa de los ricos, que sólo han jugado según las reglas. El problema es que hay que cambiarlas.
Un futuro sin trabajo o con contratos basura para la mayoría de los estadounidenses es insostenible, también para las propias empresas del país, cuya rentabilidad a largo plazo depende del resurgimiento de la demanda nacional.
La solución es ofrecer al americano medio un trato económico mejor. Por lo tanto, deberíamos aceptar que los países puedan propugnar reglas nacionales –políticas fiscales, regulaciones financieras, normas laborales o leyes de salud y seguridad de los consumidores- y que puedan hacerlo levantando barreras en la frontera si fuera necesario, cuando el comercio ostensiblemente amenaza las prácticas domésticas que cuentan con un amplio respaldo popular. Si los impulsores de la globalización tienen razón, el clamor por protección no cundirá por falta de evidencia o apoyo. Si están equivocados, habrá una válvula de seguridad destinada a asegurar que los valores en pugna -los beneficios de economías abiertas frente a los réditos derivados de implementar regulaciones domésticas- sean escuchados de manera apropiada en los debates públicos.
Si el lector desea cambiar el término EEUU por el de Unión Europea, todo parecido con la realidad no será mera coincidencia…
Un largo viaje a ninguna parte
En los últimos 25 años, la desigualdad de los ingresos ha aumentado en la mayoría de los países y regiones. Aunque el ingreso per cápita se ha incrementado en casi todas las regiones incluso para los segmentos más pobres de la población, los ingresos de los grupos relativamente acomodados han aumentado a un ritmo más rápido.
Los avances tecnológicos son el factor que más ha contribuido al aumento reciente de la desigualdad. El desarrollo de la globalización financiera -y la inversión extranjera directa en particular- también ha contribuido a aumentar la desigualdad, sobre todo en las economías avanzadas. El progreso tecnológico en sí mismo explica la mayor parte del aumento de la desigualdad desde principios de los años ochenta, lo que coincide con la opinión de que la nueva tecnología, tanto en las economías avanzadas como en las economías en desarrollo, incrementa la prima por nivel de cualificación y reemplaza los insumos relativamente poco cualificados.
La desigualdad en la renta no es consecuencia de la crisis financiera. Las explicaciones de la desigualdad deben buscarse en premisas desechas hace tiempo mediante razonamientos lógicos (que luego se demostraron falsos).
La desigualdad económica se ha incrementado durante el período conocido como la "era de la globalización". En un mundo que se veía a sí mismo como próspero, igualitario y de pleno empleo, los pobres eran "otros". La pobreza se llegó a definir como algo ajeno al sistema capitalista, y no como una extensión de éste.
En ese terreno de juego ("la Tierra es plana") los debates sobre la desigualdad se centraron en una cuestión de oferta y demanda. ¿Se debe el incremento de la desigualdad al aumento de la demanda relativa de (un incremento en la productividad física marginal de) los trabajadores altamente cualificados? ¿O se debe a un incremento de la oferta efectiva de trabajadores de baja cualificación, mediante la inmigración o el comercio, que ha reducido su salario (en un esquema de productividad marginal fijo)? En ambos casos, los argumentos se atienen completamente al paradigma de la productividad marginal y el mecanismo de mercado.
¿Cuál es la relación entre la desigualdad y el desempleo? Probablemente, esta pregunta sea una de las cuestiones de debate más importantes en la economía política de Europa, y es relevante para otras regiones con vínculos transnacionales crecientes, incluyendo Estados Unidos.
Una interpretación dominante explicaba que las tasas de desempleo en Europa estaban causadas por los generosos sistemas sociales del continente y las rígidas estructuras salariales, o, en otras palabras, por la igualdad que constituye el objetivo característico de la socialdemocracia.
Bajo esta perspectiva, los (otrora) bajos niveles de desempleo en Estados Unidos se deben (deberían) a los mercados laborales flexibles del país, la voluntad para tolerar la creciente desigualdad salarial y el nivel absoluto de la desigualdad salarial.
Como luego se demostraría, esta interpretación resultó sorprendentemente inconsistente con los hechos. Por ejemplo, suponía que, dentro de Europa, los países con mayor desigualdad deberían tener menos desempleo. También parece suponer que los países con niveles salariales altos deberían tener más desempleo, y ciertamente, no menos que los países con salarios inferiores. Pero ocurre justo lo contrario en ambos casos. En Europa, el desempleo siempre ha sido más elevado en los países con salarios menores.
Muchos países vieron como aumentaba la desigualdad en la "era de la globalización", este resultado no puede sorprendernos: los países liberalizadores se vieron forzados a adaptarse a la pauta global. Esto nos conduce a una profunda reflexión. Parece que la modernización basada en las exportaciones es inherentemente un juego de suma cero para la distribución de la renta en los países. Esto es, la mejora de las distribuciones en el empleo en un país conduce a una destrucción que no es especialmente creativa y a un empeoramiento de la desigualdad en el resto de los países, a través de la distribución de los puestos de trabajo.
En una economía mundial liberalizada y globalizada, sólo una compresión de las estructuras de los ingresos puede crear un contexto adecuado para que la igualación se imponga en la escena de desarrollo global. Pero esta situación se desconoce en la escena mundial desde los años setenta.
No puedo responder la pregunta habitual de si la desigualdad es buena para el crecimiento. Sin embargo, la evidencia me permite, aunque no firmemente, ofrecer una respuesta a la pregunta contraria. En la mayoría de los países, el crecimiento es bueno para la igualdad; de hecho, el crecimiento rápido parece ser un requisito indispensable para la igualación salarial. Por el contrario, el crecimiento débil en la mayoría de los países ha resultado un desastre para la igualdad.
No parece que importe si el crecimiento se logra mediante la sustitución de importaciones o mediante el crecimiento rápido de los sectores exportadores de salarios altos. El problema es que el crecimiento rápido de esos sectores exportadores es una solución a la desigualdad sólo al alcance de pocos países. Por tanto, una reducción de la desigualdad a nivel global requeriría una vuelta a la sustitución de importaciones y unas estructuras salariales con base nacional (o regional), o bien un ritmo de crecimiento mundial sustancialmente más alto.
La tendencia que predomina en el mundo actual es hacia un aumento de la desigualdad. Las liberalizaciones han provocado siempre un empeoramiento y sólo unos pocos países en desarrollo han escapado a este efecto mediante la mejora de sus estructuras de empleo, lo cual es una proeza que sólo algunos pueden lograr.
Las últimas décadas han sido muy malas para buena parte del mundo desarrollado (y algunos países en desarrollo). Con la liberalización y la globalización, los países han quedado más expuestos a las condiciones globales, precisamente cuando éstas han empeorado drásticamente. En realidad, el resultado fue un fracaso de coordinación global. La crisis reciente ha evidenciado que ni siquiera hemos comenzado a idear las formas y los medios para establecer un crecimiento estable y una desigualdad decreciente en un mundo liberal. A menos que, y hasta que, este problema sea resuelto, es razonable concluir que a largo plazo el orden mundial neoliberal no puede, no podrá, y probablemente no debe perdurar.
Del Paper – "Tiempos modernos" ("realidades cercanas" de un capitalismo sin control) Parte I – Publicado en Julio de 2012
"La mentira se eleva a fundamento del orden mundial" – Franz Kafka
(En Apartado 1) – Trabajando como esclavos (el robo del futuro)
Historias del "minijob" (como funciona la "receta" en casa de Angie)
"Siete millones de alemanes tienen trabajo precario con sueldo inferior a 400 euros"… Miniempleos en la calle Karl Marx (El País – 18/12/11)
La de Carlos Marx es la calle principal de Neukölln, un gran barrio popular al sur de Berlín. Aunque hace unos años que la zona está de moda entre estudiantes y jóvenes emprendedores que encarecen los alquileres y van expulsando a los locales, a mediodía presenta su cara de siempre: una calle bulliciosa de lenguas foráneas (sobre todo turco) en la que casi todas las tiendas presentan "liquidaciones especiales" que nunca se agotan. Antes de comer ya hay borrachos pasando frío por los soportales. Señoras con hiyab echan un vistazo de paso a las papeleras, por si contienen algo rescatable. El Berlín de la precariedad y del 14% de paro, olvidado en las guías y los panegíricos mediáticos sobre la capital de Alemania, es un buen sitio para abrir un centro público de empleo. Parados como Usta Ömer, de 39 años, buscan trabajo anónimamente, sin la presión de los funcionarios de la agencia estatal de empleo.
Ömer hojea el taco de ofertas de miniempleos que cuelga de la pared en el JobPoint de Karl Marx Strasse. Lleva en paro cuatro años, en los que solo ha podido trabajar en una panadería y cumpliendo pequeñas tareas en minijobs diversos. Es un caso común en Alemania, donde más de siete millones de personas trabajan sujetos a este tipo de contrato. Su explosión llegó en 2003, junto a los demás recortes de la Agenda 2010 diseñada por el canciller socialdemócrata Gerhard Schröder (SPD). El presidente electo Mariano Rajoy ha sugerido que lo implantará en España por recomendación del Banco Central Europeo.
Son contratos basura con un pago máximo de 400 euros mensuales, que el empleado cobrará neto. El empresario paga un 2% al fisco, un 15% al plan de pensiones y un 13% a la Seguridad Social: 120 euros en caso de que la paga ascienda a 400 euros. La media salarial de miniempleados ronda en toda Alemania los 230 euros. Al empleado no le descuentan impuestos ni la cotización a la Seguridad Social. La razón es bien simple: las contribuciones a la Seguridad Social no dan derecho a que el empleado se beneficie del servicio de salud ni goce de un plan público de pensiones. En suma, un minijob deja casi completamente desamparado al empleado, que tendrá que asegurarse por otras vías.
En Alemania es imposible sobrevivir así, de modo que muchos combinan este tipo de actividad con otro trabajo. La mayoría se asegura con el cónyuge o suma su minisueldo a las ayudas sociales conocidas como Hartz IV. En Alemania, 1,3 millones de trabajadores ganan tan poco en sus empleos que requieren ayudas sociales para mantenerse. El Estado patrocina así indirectamente a las empresas, que ahorran gastos sociales y pagan sueldos por debajo del umbral de la pobreza. Es fácil imaginar las consecuencias que la generalización de este tipo de contratos tendría en un país como España, que carece de un sistema de subsidios sociales comparable al alemán.
El empresario o particular alemán que ofrezca minijobs tiene la obligación de atenerse al máximo de horas fijado por el contrato. No puede pagar más de 400 euros al empleado, porque entonces saltaría el marco salarial y tendría que ofrecerle un contrato corriente. Así que, si el contrato de minijob estipula una retribución de cinco euros por hora, el empleado podrá trabajar 80 horas al mes. Ni un minuto más.
Esta regla hace reír a Martina, que salía esta semana de buscar trabajo en la gran oficina de empleo en la avenida de Sonnenallee: "En las cocinas de los restaurantes se trabaja por jornadas completas, 40 horas semanales; te pagan los 400 euros, y el resto, en negro". Mirando de reojo al edificio oficial, la alemana de 27 años prefiere no dar su apellido. Aunque no llega a la abierta hostilidad de la Agencia de Inmigración al norte de Berlín, la gris oficina de empleo en la Sonnenallee sugiere al visitante la noción de haber hecho algo malo.
En el sindicato de hostelería NGG, Karin Vladimirov calcula en "más de un 50% la tasa de empresarios en su sector que aprovechan el minijob y pagan en negro las horas extras". "El propio sistema lo facilita". La hostelería es uno de los ramos más afectados por la introducción del modelo: 810.000 personas trabajan en dichas condiciones, de los cuales un tercio tienen otra ocupación principal, por ejemplo como estudiantes. Los otros dos tercios no hacen nada más. Vladimirov estima, "sin asomo de duda", que el miniempleo ha socavado los contratos tradicionales en el sector e "impulsado la precariedad". Sobre todo entre las mujeres.
La patronal y los dos grandes partidos alemanes defienden el minijob como "una puerta de entrada al mundo laboral". El Gobierno se plantea incluso elevar el techo hasta los 450 euros.
Alemania tiene 2,7 millones de parados, el 6,4% de la población activa. El economista del Instituto de Investigación Económica DIW Markus Grabka descarta que las buenas cifras de paro tengan algo que ver con el auge de estos empleos a partir de 2003. La tasa de paro se ha reducido sustancialmente en los últimos años gracias, por un lado, a la expansión económica, y por otro, al aumento de los trabajos a tiempo parcial, también precarios. Además, el Gobierno ha excluido del recuento a los parados que participan en cursos de formación subvencionados.
Para Grabka, "los minijobs erosionan los derechos básicos de los trabajadores" sin contrapartidas públicas. La factura la paga el "contribuyente y los empleados" a costa de que "siga aumentando la horquilla social entre ricos y pobres". El economista del DIW, que es uno de los cinco grandes institutos económicos alemanes, no había oído aún que los minijobs podrían convertirse en el último grito de las exportaciones alemanas: "Oh, vaya… ¡no lo dirá en serio!".
Mini-empleos y maxi-miserias (la "solución" (¿final?) ofrecida por Merkel a Europa)
(Sólo unos primeros datos de referencia (a diciembre 2011), luego hay más y peor…)
– Más de siete millones las personas las que tienen "minijobs", o mini-empleos, en Alemania (de 400 euros mensuales).
– El 18% de los alemanes cobra 8,50 euros la hora. Todo ello afecta a 5,7 millones de personas
– El 15,4% cobra menos de ocho euros la hora. Son casi cinco millones de personas
– Uno de cada diez trabajadores de la RFA tiene salarios de menos de siete euros por hora trabajada. Son aproximadamente 3,3 millones de personas
– Otro 10% cobra seis/cinco euros por hora trabajada y suma 4,2 millones
Por debajo de estas castas están los "minijobers", ese grupo de más siete millones de empleados a quienes tener un salario mínimo de entre 6,89 y 7,79 euros por hora les parece un lujo asiático.
No hay controles sobre el terreno. Algunos empresarios obligan a este tipo de trabajadores a hacer horas extras no pagadas, o retribuidas a uno o dos euros la hora. Raro es el caso de un trabajador con este tipo de contrato que consigue uno mejor y con fijeza.
Es decir, vía libre a los sueldos de hambre y fomento de una clase social perpetuamente empobrecida.
En la República Federal, este sector se ve poblado no sólo por veinteañeros, sino por personas maduras sin cualificación, mujeres infraempleadas y tradicionalmente mal pagadas y… pensionistas. Según publicó el pasado mes de agosto el diario "Saarbrückener Zeitung", 660.000 jubilados de edades comprendidas entre los 65 y los 74 años se han visto obligados a complementar sus pensiones con estos mini-trabajos en el 2010. En el año 2000, había 244.000 "currantes" ancianos menos.
Estamos hablando de un aumento de un 58,6% en los últimos diez años. La pobreza en la tercera edad, por cierto, avanza año a año, como constata el Instituto de Investigaciones Económicas de Halle (IWH): casi un 12% de los hogares en los que viven ancianos es "armutsgefährdet", es decir, corre serio peligro de caer en la pobreza, con unos ingresos mensuales de apenas 870 euros.
Son estas condiciones laborales, entre otras cosas, las que dan a Alemania el dudoso honor de ser el país de entre los miembros de la OCDE donde más y más rápidamente está creciendo la brecha social entre ricos y pobres. Siempre según los datos de la organización que engloba a los países más industrializados del mundo, el 10% de los más ricos de la República Federal (con una media de ingresos de en torno a unos 57.300 euros anuales) dispone de ocho veces más dinero y capital que el 10% más pobre (con unos ingresos medios de 7.400 euros al año). En la década de los noventa, la diferencia era menor. Los riquísimos lo eran sólo seis veces más que los más desfavorecidos.
El "milagro alemán" y 7 millones de minijobers "clavados" en la Cruz (¿de Thor?)
"Anja lleva seis años encadenando contratos para limpiar y lavar platos por dos euros la hora. Vive en la ciudad alemana de Stralsund, una atractiva y pintoresca ciudad costera. Se sorprende cuando los periódicos alemanes hablan del "milagro laboral" del país. En un pequeño apartamento de la misma ciudad un hombre de 50 años asegura: "Mi empresa me explota". Habla sentado en la cocina de su pequeño apartamento situado al este de Stralsund. "Si pudiera encontrar algo mejor, ya me habría ido", añade. Anja, que prefiere no dar su nombre completo por miedo a ser despedida, tampoco puede permitirse ir a los cafés de su ciudad"… Sueldos de un euro a la hora en el "milagro" laboral alemán (El País – 9/2/12)
La moderación salarial y las reformas del mercado laboral han reducido la tasa de desempleo en Alemania hasta el nivel de hace 20 años. El modelo alemán se cita a menudo como un ejemplo para los países europeos que tratan de reducir el paro y ser más competitivos. Pero los críticos aseguran que las reformas que ayudaron a crear puestos de trabajo también ampliaron y afianzaron un sector de trabajos temporales y mal pagados, que aumentaron la desigualdad salarial.
Los datos del Departamento de Trabajo alemán muestran que los contratos con salarios bajos crecieron tres veces más rápido que otro tipo de empleos entre 2005 y 2010. Eso explica por qué el milagro laboral "no ha provocado que los alemanes gasten mucho más de lo que hacían antes". En Alemania, que carece de un salario mínimo nacional, hay sueldos que pueden estar por debajo de un euro la hora, sobre todo en las regiones de la antigua Alemania del este. "He visto gente que ganaba solo 55 centavos de dólar a la hora", afirma Peter Huefken, jefe de la agencia de empleo de Stralsund, el primero en demandar a los empresarios por pagar tan poco. Huefken está animando a otras agencias de empleo a seguir su ejemplo.
El Eurostat revela que los trabajadores en Alemania son menos propensos a la pobreza que sus vecinos de la eurozona. Pero el riesgo ha aumentado: un 7,2% de los empleados ganaban tan poco que estaban cerca del umbral de la pobreza en 2010, frente al 4,8% en 2005. Aun así, es menor que la media de la eurozona, donde el 8,2% de los trabajadores están cerca del umbral de la pobreza.
El número de los llamados "trabajadores pobres" ha crecido más rápido en Alemania que en el resto de países con la moneda común. En respuesta, mientras otros países europeos se apresuran a desregular, Alemania va hacía una nueva regulación. El gobierno conservador de Angela Merkel trata de diluir los efectos de las reformas aprobadas por su predecesor, el socialdemócrata del SPD Gerhard Schroeder. Y lo hace un año y medio antes de las próximas elecciones federales, cuando se espera que Merkel busque su tercer mandato consecutivo.
Reformas precoces
El contraste entre los niveles récord de empleo en Alemania y la grave situación en otros países de Europa es notable. El año pasado, el número de contratados en Alemania superó por primera vez la barrera de los 41 millones de trabajadores. La tasa de paro se ha reducido constantemente desde 2005 y ahora se sitúa en solo el 6,7%, frente al 23% en España y el 18% en Grecia.
Ha sido una dura batalla desde que el paro alemán alcanzara su punto máximo tras la reunificación en 1990. Entonces, muchas empresas de la Alemania del este naufragaron en una sociedad de libre mercado cuando cayó el Muro de Berlín. El paro se fue por encima del 20%. La globalización puso a la economía alemana, dependiente de las exportaciones, bajo serias presiones competitivas, y les obligó a adaptarse rápidamente a la nueva situación. En 2003, Alemania se embarcó en un sistema de reformas que fueron calificados como el mayor cambio en el estado de bienestar desde la Segunda Guerra Mundial. Mientras, muchos de los países vecinos se movían en la dirección opuesta: Los socialistas franceses introdujeron la semana de 35 horas y pusieron en marcha los salarios mínimos. Por contra, los socialdemócratas alemanes del SPD desregularon el mercado laboral y aumentaron la presión sobre los desempleados para que buscaran trabajo. Sindicatos y empresarios pactaron una moderación salarial a cambio de seguridad en el empleo y crecimiento. Un modelo laboral flexible y subvenciones del Gobierno redujeron las horas de trabajo para permitir a los empresarios ajustarse al ciclo económico sin necesidad de contrataciones ni despidos.
A partir de 2005, el desempleo comenzó a caer y se acercó a los niveles anteriores a la reunificación. En otras partes de Europa, los gobiernos se enfrentan ahora a altas tasas de paro emprendiendo reformas laborales. El presidente de Francia, el conservador Nicolas Sarkozy, ha citado repetidamente en los últimos meses las reformas de la "Agenda 2010" que Schroeder puso en marcha como un ejemplo para su país. Las reformas laborales que se están introduciendo en España y Portugal tienen muchos puntos en común con el sistema alemán.
El sector con salarios bajos más importante de Europa
El crecimiento del empleo en Alemania se ha debido fundamentalmente al aumento del modelo de bajos sueldos y a las agencias de trabajo temporal, impulsados por la desregulación y la promoción de la de flexibilidad y a los contratos de bajos ingresos, subvencionados por el Estado, llamados mini-jobs. El número de trabajadores con contrato indefinido de salarios bajos -definido como aquellos que ganan menos de dos tercios de los ingresos medios- se elevó un 13,5% hasta los 4,3 millones entre 2005 y 2010. Un crecimiento tres veces más rápido que otra modalidad de empleo, según el Departamento de Trabajo. Los empleos las empresas de trabajo temporal alcanzaron un récord en 2011 con 910.000 puestos de trabajo -el triple que en 2002, cuando Berlín comenzó la desregulación-.
Los economistas aseguran que la intención de Schroeder fue lograr una rápida expansión de estos sectores (salarios bajos y trabajos temporales) para conseguir la incorporación al mercado laboral de trabajadores pocos cualificados y desempleados de larga duración. En 2005, el último año de Schroeder como canciller, presumió en el Foro Mundial de Davos: "Hemos construido una de los mejores sectores de salarios reducidos de Europa". Siete años más tarde, los empresarios alaban las reformas que les permitieron crecer con minijobs y trabajos temporales.
"El argumento de los sindicatos de que los (mini) empleos provocan que las condiciones de trabajo sean más precarias en Alemania no es válido", dijo Mario Ohoven, jefe de la asociación "Mittelstand" de pequeñas y medianas empresas. Ohoven, asegura que este tipo de empleos fueron particularmente populares entre las mujeres y los estudiantes que trataban de ganar algo de dinero extra. Por su parte, Juergen Wuttke, de la patronal BDA, indica que las reformas ofrecieron a las compañías una mayor flexibilidad y la capacidad para contratar a más gente con baja cualificación y de baja productividad.
Fritz Engelhardt, que dirige un pequeño hotel de tres estrellas en el sur-oeste de la ciudad de Pfullingen, señala que cuenta con dos trabajadores con minijob que le ayudan durante el fin de semana y hacen pequeños recados. "Mucha gente en el sector de la restauración tratar de hacer frente a los picos de trabajo del fin de semana o cuando tienen eventos especiales mediante los minijobs", añadió Engelhardt. "En las grandes cadenas, los hoteles pueden utilizar a la plantilla de una filial, pero para las empresas pequeñas y medianas los miniempleos son cruciales para su propia existencia".
Incluso las grandes multinacionales alemanas se acogen a estas nuevas formas de empleo para lograr mayor flexibilidad. Adidas, el segundo mayor fabricante mundial de ropa deportiva, y la cadena de supermercados Kaufland, que forma parte del mismo grupo que la cadena de descuento Lidl, se valen de mini-empleos para llenar las vacantes de personal cuando el negocio lo requiere.
Los datos de la OCDE reflejan que en Alemania los contratos con salarios bajos son el 20% de los trabajos a tiempo completo, frente al 8,0% en Italia y un 13,5% en Grecia. Los críticos creen que las reformas de Alemania han supuesto un alto precio ya que arraigó firmemente el sector de sueldos bajos y deprimió los salarios, lo que llevó a un mercado laboral de dos niveles. Las nuevas categorías de bajos ingresos, puestos de trabajo subvencionados por el Estado -un modelo que está siendo considerado en España- han demostrado ser especialmente problemáticos. Algunos economistas señalan que son contraproducentes. Fueron creados para ayudar a aquellos que eventualmente tenían malas perspectivas de empleo se reintegraran en el mercado laboral, pero las encuestas muestran que para la mayoría de la gente no condujo a ninguna parte.
Los empresarios tienen pocos incentivos para crear trabajos a tiempo completo normales si existe la posibilidad de emplear a trabajadores con contratos flexibles. Uno de cada cinco puestos de trabajo es ahora un "mini-trabajo", en los que los trabajadores ganan un máximo 400 euros al mes libres de impuestos. Para casi cinco millones de trabajadores este es su principal empleo, que requiere financiación de fondos públicos. "Los empleos a tiempo completo normales se están dividiendo en mini-empleos", indicó Holger Bonin del ZEW, un think tank con sede en Mannheim. Y no hay mucho que hacer para impedir que los empresarios paguen poco con minijobs puesto que saben que el Gobierno les va a apoyar y además no hay un salario mínimo legal.
Los sindicatos y los empresarios en Alemania optan tradicionalmente por pactos salariales colectivos, bajo el argumento de que un salario mínimo legal podría suprimir puestos de trabajo. Pero estos acuerdos sólo afectan a algo más de la mitad de la población empleada y, además, pueden ser evitados. "Muchos de mis amigos trabajan como carpinteros, pero las empresas los registran como conserjes en sus contratos para evitar el pago del salario negociado en el convenio colectivo", asegura un parado de 33 años de edad, que prefiere no dar su nombre. La desregulación de las empresas de trabajo temporal también ha dado a los empresarios menos incentivos para contratar a trabajadores de plantilla con contratos con una protección de empleo y un salario decente. A los trabajadores temporales se les paga menos que al personal de plantilla alemán. Los bajos salarios de los miniempleos y una mayor presión sobre los desempleados para conseguir un trabajo han tenido un impacto deflacionario en los salarios en todos los sectores, según algunos economistas.
Mientras la desigualdad salarial, que solía ser tan baja en Alemania como en los países nórdicos, ha aumentado considerablemente durante la última década. Los trabajadores con sueldos bajos ganan menos respecto a la media en Alemania que en el resto de países de la OCDE, excepto en Corea del Sur y los Estados Unidos. "Los pobres han perdido claramente a la clase media, más en Alemania que en otros países", asegura el economista de la OCDE Isabell Koske. La caída de los salarios y la inseguridad laboral han mantenido un tope en la demanda doméstica, el talón de Aquiles de la economía alemana que depende de las exportaciones, pese a la exasperación de sus vecinos. "La demanda de importaciones es baja, a pesar de que Alemania tiene uno de los mejores resultados de la zona del euro y podría contribuir más a un mejor desempeño de sus países socios", dijo Ekkehard Ernst de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Con la inminencia de las elecciones de 2013 y los vecinos europeos quejándose por los desequilibrios comerciales, los líderes de Alemania, han puesto el asunto de los bajos salarios en su agenda. La canciller Merkel tiene previsto introducir un salario mínimo para los sectores que aún no tienen uno y el ministro de Trabajo, Ursula von der Leyen, prevé lanzar una campaña para que los trabajadores temporales se les pague tanto como a los de plantilla.
"El hecho de que tengamos un gobierno conservador que está discutiendo el establecimiento de un salario mínimo, es un hecho que dice algo", señaló Enzo Weber, del Instituto alemán para la Investigación de Empleo (IAB). "Cualquiera que sea el gobierno que venga a continuación, las medidas que aplique para hacer más flexible el mercado laboral no irán al mismo ritmo. Hemos llegado a un punto crítico y no creo que vaya a ir más allá". Ekkehard Ernst de la OIT considera que Alemania sólo puede esperar que otros países europeos no emulen sus políticas salariales deflacionarias, ya que la demanda caerá: "Si todo el mundo hace lo mismo, no habrá nadie a la izquierda de la exportación".
¿Y cómo va la vida en el "flexible" EEUU? (un amargo camino al Tercer Mundo)
EEUU: ¡Bienvenido al tercer mundo!
"Los Estados Unidos se parecen cada vez más similar a un país del tercer mundo. Los datos económicos indican una dura realidad que el debate político general evita. La evidencia sugiere que, sin reformas fundamentales, los EEUU se convertirán en una nación post-industrial y un nuevo país del tercer mundo en 2032". Les suena extraño, veamos lo que argumentan los analistas de Seeking Alpha para afirmar esto: Las características fundamentales que definen a un país del Tercer Mundo son el alto desempleo, la falta de oportunidades económicas, los bajos salarios, la pobreza generalizada, la extrema concentración de la riqueza, la deuda pública insostenible, el control del gobierno por los bancos internacionales y corporaciones multinacionales, débil estado de derecho y las políticas contraproducentes del gobierno.
Todas estas características son evidentes en los EEUU de hoy en día.
Otros factores incluyen la mala salud pública, nutrición y educación, así como la falta de infraestructura. La salud pública y la nutrición en los EEUU, aunque se sitúan por debajo de los estándares europeos, están muy por encima de los de los países del tercer mundo. La educación pública norteamericana ahora se ubica detrás de países más pobres, como Estonia, pero sigue siendo superior a la de los países del tercer mundo. Mientras que infraestructuras en ruinas se pueden ver en ciudades de todo el país, la vasta infraestructura de los Estados Unidos no se puede comparar a un país del tercer mundo. Sin embargo, todos estos factores se deterioran rápidamente en una economía en declive.
El desempleo y la falta de oportunidades económicas
El desempleo es un problema de fondo, estructural a los EEUU, es un desafío fundamental. El mercado laboral de EEUU está en una tendencia descendente de largo plazo debido a la globalización, es decir, la deslocalización de la fabricación, la externalización de puestos de trabajo y la desindustrialización.
El deterioro estructural del mercado laboral de EEUU seguirá produciéndose, ya que los trabajadores estadounidenses se han fusionado en una fuerza laboral global en la que todavía no pueden competir directamente con países como China e India. En China, por ejemplo, el salario bruto, en términos de paridad de poder adquisitivo, es equivalente a aproximadamente $ 514 por mes, 57% por debajo del umbral de la pobreza en EEUU. De acuerdo con el Instituto de Política Económica, el déficit comercial de EEUU con China por sí solo ha causado una pérdida de 2,8 millones de empleos en EEUU desde 2001.
La caída de los salarios reales y de los ingresos familiares
Los trabajadores son más pobres en términos de poder adquisitivo cuando el costo de la vida aumenta más rápidamente que los salarios. De hecho, si los ingresos del hogar se ajustan por inflación, las familias estadounidenses más pobres han crecido significativamente en los últimos diez años. En 2010, por ejemplo, el ingreso real medio por hogar cayó un 2,3%. Aunque el salario medio ha aumentado de manera constante en términos nominales, la disminución del poder adquisitivo es una realidad para la mayoría de los estadounidenses.
De acuerdo con el famoso economista Milton Friedman, "la inflación es siempre y en todas partes un fenómeno monetario". En otras palabras, los precios suben cuando la oferta de dinero se incrementa más rápido que la población o la actividad económica sostenible. El crecimiento económico aparente que se crea a través de la expansión del crédito, es decir, mediante el aumento de la oferta de dinero, tiene un efecto estimulante temporal, pero también hace que los precios suban. La oferta de dinero real es una medida exacta de la inflación
Mientras los salarios de EEUU y los ingresos familiares sigan cayendo en términos reales, la pobreza y la dependencia de los programas gubernamentales de asistencia seguirán aumentando.
Concentración de la riqueza
Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal, advirtió que, "en última instancia, estamos interesados en los estándares de vida y en las tendencias de la distribución de la salud, los cuales, más importantes que las ganancias o los ingresos, representan una medida de la capacidad de los hogares para el consumo".
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