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Desigualdades en la distribución de la renta en los países desarrollados (Parte I) (página 6)

Enviado por Ricardo Lomoro


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

  • Una razón de ello es que la fiscalidad reviste ahora un carácter menos progresivo y, por consiguiente, tiene menos posibilidades de dar respuesta a la creciente desigualdad de ingresos en la mayor parte de Estados Miembros de la OIT. En términos generales, los impuestos indirectos -que suelen ser regresivos- han cobrado mayor importancia como fuente de ingresos para los gobiernos. Por el contrario, el promedio de los tipos del impuesto sobre los ingresos de las sociedades y el tipo máximo del impuesto sobre la renta de las personas físicas han disminuido en los últimos 15 años. Entre 1993 y 2007, el tipo medio del impuesto de sociedades (en todos los países respecto de los que se dispone de datos) se redujo del 37,5 al 27,1 por ciento. En lo que atañe al tipo máximo del impuesto sobre la renta de las personas físicas, se redujo, en promedio, del 37 al 34 por ciento en ese mismo período.

  • Otro de los factores que motivan esta tendencia es que, en general, la menor progresividad de los sistemas fiscales no ha sido compensada por un mayor recurso a las transferencias sociales con fines de redistribución. A lo largo de los 15 últimos años, las transferencias sociales en porcentaje del PIB han disminuido en los países desarrollados y en África y han aumentado ligeramente en el resto del mundo en desarrollo. Aunque la asistencia social específica es mucho más progresiva que otras transferencias sociales, en particular en los países en desarrollo, el presupuesto dedicado a la asistencia es demasiado pequeño para tener una influencia significativa en las desigualdades. Además, el gasto en programas de seguros sociales se ha incrementado con relativa rapidez en muchos países en desarrollo, pero con frecuencia sin que ello haya tenido grandes repercusiones en la reducción de la desigualdad de ingresos. De hecho, estos programas tienden a ser sólo moderadamente progresivos (en el caso de muchos países desarrollados y de los países con una protección social universal no contributiva, o incluso regresivos, habida cuenta de que en muchos países en desarrollo se excluye a los trabajadores del sector informal.

  • Toda política que utilice los impuestos y prestaciones como instrumentos para hacer frente a la desigualdad de ingresos ha de asegurar su eficacia. Los impuestos y prestaciones, si no están bien diseñados, pueden afectar al crecimiento y a las perspectivas de empleo, y en algunos casos aumentar incluso la desigualdad. Sin embargo, el análisis realizado en este capítulo pone de manifiesto que es posible alcanzar los objetivos de crecimiento y empleo y reducir al mismo tiempo las desigualdades. A este respecto, son interesantes los casos del Brasil, Mauricio y Malasia…

  • Transferencias sociales, impuestos y desigualdad de los ingresos: tendencias dominantes

    En esta sección se presentan asociaciones sencillas entre varios instrumentos de redistribución y la desigualdad de ingresos. Obviamente, estas asociaciones no implican necesariamente una relación de causalidad y en la sección siguiente se examinará con mayor profundidad cuáles son las verdaderas relaciones de causa a efecto.

    Transferencias sociales y desigualdad

    Hay una asociación negativa relativamente sólida entre gasto en transferencias sociales y desigualdad (gráfico 5.1). La correlación entre gastos en prestaciones sociales del gobierno central y desigualdad de los ingresos es de -0,75 en los 64 países sobre los que se dispone de datos. En otras palabras, los países que gastan más en transferencias sociales suelen tener menos desigualdad de ingresos. Por ejemplo, en los países desarrollados, la desigualdad de ingresos es relativamente elevada en los Estados Unidos, donde el gasto en transferencias sociales es limitado. Por el contrario, los países que más gastan en transferencias sociales (fundamentalmente países europeos, como Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, Francia, y Suecia) tienen una desigualdad de ingresos relativamente baja.

    La relación negativa entre desigualdad de ingresos y transferencias sociales puede interpretarse como demostración de que los países con gran desigualdad carecen de los medios económicos o políticos para financiar programas sociales. Algunos autores citan la llamada "paradoja de Robin Hood", es decir, aquella situación en que la redistribución es mínima precisamente cuando es más necesaria (Lindert 2004). No obstante, de hecho puede existir una causalidad inversa: el bajo nivel de gasto en transferencias sociales en un país de ingreso alto, como los Estados Unidos, puede ayudar a explicar la desigualdad en los ingresos, superior a la media.

    El gasto en transferencias sociales ha tendido a reducirse en porcentaje del PIB, excepto en América Latina y en algunos países de Asia y del Medio Oriente

    Hay grandes divergencias regionales en el gasto en transferencias sociales (gráfico 5.2).

    Los países de alto ingreso de la OCDE son los que realizan mayores gastos, por término medio, aunque se ha observado un ligero descenso durante el período comprendido entre 1990 y 2004, en que pasó del 13,5 al 12,7 por ciento del PIB. El gasto en transferencias sociales fue también relativamente elevado en los antiguos países comunistas, con un nivel próximo al 9 por ciento del PIB, aunque también en este caso se observó un notable descenso del gasto entre 1990 y 2004…

    ¿En qué medida contribuyen los impuestos y las transferencias sociales a determinar la distribución de los ingresos?

    En la sección anterior se han expuesto las tendencias generales de las transferencias sociales y los impuestos, y su relación con la desigualdad de ingresos. En esta sección se examina detalladamente la medida en que las transferencias sociales y los impuestos contribuyen a determinar la distribución de los ingresos en diferentes regiones y países. Se centra en los países respecto de los que se dispone de datos acerca del ingreso de mercado de las personas físicas (es decir, los ingresos antes de impuestos y las transferencias sociales) y los ingresos finales (ingresos después de los impuestos y transferencias sociales).

    La redistribución en los países desarrollados

    El alcance de la redistribución fiscal se ha mantenido constante en términos generales

    En general, los impuestos y las transferencias sociales no han conseguido detener la tendencia al aumento de la desigualdad de los ingresos de mercado en los países desarrollados.

    Los datos correspondientes a 14 países desarrollados basados en el Estudio sobre los ingresos de Luxemburgo (Luxembourg Income Study (LIS)) revelan que, desde el decenio de 1980, el coeficiente de Gini sobre los ingresos finales ha aumentado casi tanto como el de los ingresos de mercado.

    Entre los primeros años del decenio de 1980 y los últimos del de 1990, y con excepción de Suiza, donde se mantuvo estable, la desigualdad de los ingresos antes de deducir los impuestos aumentó en los países a que se refiere el estudio. El promedio del coeficiente de Gini antes de impuestos en los 14 países subió de 0,41 en el decenio de 1980 a 0,45 a finales del decenio de 1990, lo que representa un aumento de 3,4 puntos porcentuales (véase el gráfico 5.8).

    La desigualdad en términos de ingresos disponibles aumentó también en la mayoría de los países (con excepción de Dinamarca, los Países Bajos y Suiza, donde disminuyó, y de Francia, donde se mantuvo estable). El coeficiente de Gini sobre la desigualdad de los ingresos disponibles alcanzó un promedio de 0,26 en el decenio de 1980 y aumentó 0,9 puntos porcentuales hasta situarse en 0,28 a finales del decenio de 1990.

    En consecuencia, el alcance de la redistribución fiscal aumentó también, por término medio, sólo ligeramente durante el mismo período, en que pasó de 0,15 a 0,17 (aumento

    de 2,5 puntos porcentuales12) y descendió de hecho en dos países, Suecia y los Países Bajos, donde han disminuido tanto la desigualdad de los ingresos privados como la desigualdad de los ingresos disponibles. En estos dos países, junto con Bélgica, Dinamarca y Finlandia, se registró la mayor redistribución, en comparación con el promedio de la OCDE. Por otro lado, el nivel más bajo de redistribución corresponde a Australia, Canadá, Suiza y Estados Unidos. El ligero aumento medio de la redistribución fiscal ha sido generalmente inferior al rápido crecimiento de la desigualdad. En otras palabras, y para ser más precisos, el coeficiente de Gini de los ingresos privados aumentó un 3,4 por ciento, mientras que la redistribución creció sólo un 2,5 por ciento, lo que dio lugar a un aumento neto de la redistribución del 0,9 puntos porcentuales.

    Estas conclusiones sobre la redistribución encuentran confirmación en algunas publicaciones, como Estes (2004), donde se califica a los países nórdicos (Dinamarca, Finlandia, Noruega y Suecia) de "líderes sociales" entre los países desarrollados, y Esping-Andersen (1990), que presenta tres modelos de estado del bienestar: el socialdemócrata (países nórdicos y Países Bajos), el liberal (Australia, Canadá, Japón, Suiza y Estados Unidos) y el conservador (Austria, Bélgica, Francia, Alemania e Italia). La obra de Esping-Andersen es una de las contribuciones más importantes y más citadas en los debates recientes sobre la política social y el bienestar. Otros investigadores que han utilizado los datos del LIS han llegado a conclusiones semejantes (Kenworthy y Pontusson 2005; Pontusson 2005; Mahler y Jesuit 2006).

    El hecho de que los países nórdicos tengan buenos resultados en materia de redistribución está en armonía con su reputación de estados del bienestar generosos (Esping-Andersen 1990; Kangas y Palme 2005). También Francia, como se observa en los estudios, destaca como estado del bienestar generoso en lo que respecta al gasto social público neto, que representa el 30 por ciento del PIB (OCDE 2006, pág. 79).

    La principal fuente de redistribución son las transferencias sociales, no los impuestos

    Según un estudio (Mahler y Jesuit 2006) las transferencias sociales tienen en general mayor repercusión en la redistribución que los impuestos. Por término medio, las transferencias representan el 75 por ciento de la distribución fiscal en los países de la OCDE, y los impuestos sólo el 25 por ciento (véase el gráfico 5.9). Además, la parte de la distribución fiscal correspondiente a los impuestos bajó del 27 por ciento en el decenio de 1980 al 24 por ciento a finales del decenio de 1990, mientras que la contribución de las transferencias aumentó en la misma proporción.

    Los países con bajo nivel de desigualdad (países nórdicos, Alemania, Bélgica y Países Bajos) recurren fundamentalmente a las transferencias sociales como instrumento de redistribución. Por el contrario, los países con mayor desigualdad (Australia, Canadá y Estados Unidos) recurren más a los impuestos.

    Los fuertes efectos redistributivos de las transferencias sociales se ponen también de relieve al examinar las relaciones entre transferencias y pobreza (véase el gráfico 5.10). Los países que tienen niveles más elevados de pobreza -personas con menos ingresos disponibles- suelen redistribuir menos. Por ejemplo, los Estados Unidos, que tienen el mayor nivel de pobreza del mundo desarrollado, son el país que menos redistribuye, mientras que Dinamarca, Finlandia y Suecia, que tienen niveles bajos de pobreza, son los que más redistribuyen.

    Las pensiones tienen un fuerte efecto redistributivo en los países desarrollados

    Más de la mitad del impacto redistributivo de las transferencias sociales se debe a las pensiones (hasta el 80 por ciento o más en Suiza y el 70 por ciento en Alemania) (véase el gráfico 5.11). La contribución de las transferencias por desempleo a la redistribución es de aproximadamente el 7 por ciento. Otras prestaciones, como la asistencia social y las prestaciones de enfermedad, representan en torno a un tercio de la redistribución.

    Consideraciones de política

    Los impuestos y las transferencias sociales pueden ser instrumentos importantes de redistribución. No obstante, a pesar de su potencial, no se han utilizado en la medida necesaria para responder cabalmente a una desigualdad cada vez mayor. En la medida en que los responsables de la formulación de políticas consideren que el aumento de la desigualdad de los ingresos constituye un problema, pueden considerarse varias opciones normativas. Su objetivo es hacer frente a la creciente desigualdad de ingresos sin afectar negativamente al crecimiento económico.

    En primer lugar, puede haber motivos para aumentar la progresividad del sistema tributario. Con este fin, los gobiernos podrían velar por que no disminuyeran más los tipos impositivos aplicables a las personas de ingresos elevados -tendencia internacional que se pone de relieve en este capítulo- y limitar las exenciones tributarias regresivas. En algunos países quizá haya motivos para evitar un nuevo aumento del IVA y de otros impuestos indirectos (regresivos en muchos casos), introducidos para compensar las reducciones de los ingresos públicos debidas a la disminución de los impuestos sobre la renta y los aranceles comerciales.

    En segundo lugar, con el fin de evitar el riesgo de una nociva competencia fiscal internacional, quizá se necesiten medidas bilaterales. De hecho, hay muchos países que no pueden aumentar la progresividad de su sistema tributario, porque ello podría favorecer la marcha de los grupos de altos ingresos que disponen de movilidad. Naturalmente, todos los esfuerzos por reducir esta competencia fiscal nociva deben tener en cuenta los casos en que los países han reducido legítimamente los impuestos para mejorar la eficiencia económica.

    En tercer lugar, la política tributaria y social debe apoyar el empleo, un mecanismo de redistribución fundamental. Ello implica la eliminación de las disposiciones tributarias que afectan a la participación en el mercado de trabajo.

    En cuarto lugar, como se ha puesto de manifiesto en este capítulo, la política social puede utilizarse más activamente sin renunciar a los objetivos de crecimiento o empleo. Así se ha hecho en países tan distintos como Malasia, Mauricio, los países nórdicos y, en cierta medida, Brasil. En algunos de estos países, se proporcionó protección social a toda la población (o, en el caso del Brasil, a los hogares rurales de ingresos bajos) y, al mismo tiempo, se mantuvieron el crecimiento y el empleo. El acceso a los servicios sociales básicos, como la educación, la salud y el abastecimiento de agua, debería ser universal, ya que estos servicios aumentan el capital humano, apoyan el crecimiento económico y limitan el riesgo de desigualdad excesiva de los ingresos. En los países en desarrollo, el uso de prestaciones condicionadas en efectivo puede resultar una innovación interesante.

    El trabajo decente como conjunto coherente de políticas

    Vínculos entre el trabajo decente y la desigualdad de ingresos

    El Programa de Trabajo Decente proporciona un marco ideal para examinar, colectivamente, las relaciones y las posibles compensaciones entre los distintos componentes que se analizan este año en el Informe sobre el Mundo del Trabajo. El Programa de Trabajo Decente se estructura en torno a cuatro objetivos estratégicos:

    i) los principios y derechos fundamentales en el trabajo y las normas internacionales del trabajo;

    ii) las oportunidades de empleo para las mujeres y los hombres;

    iii) la protección social y la seguridad social; y

    iv) el diálogo social y el tripartismo.

    Cada una de las tres cuestiones anteriores, o un aspecto de ellas, y su relación con la desigualdad de ingresos se han examinado más detalladamente en los capítulos 3, 4 y 5, respectivamente. Y si bien en cada capítulo se formulan mensajes y consideraciones fundamentales de políticas sobre la mejor manera de invertir la tendencia generalizada al aumento de la desigualdad de ingresos, el reto con el que se enfrentan los responsables de la formulación de políticas es la interrelación que existe entre muchas de esas cuestiones. Teniendo esto presente, se intenta, utilizando el análisis de componentes principales, medir la relación entre los distintos componentes del Programa de Trabajo Decente y la desigualdad de ingresos (recuadro 6.1). A tal fin, se considera un conjunto de cinco variables que siguen las líneas de los objetivos estratégicos del Programa de Trabajo Decente:

    • desigualdad de ingresos (expresada por el coeficiente de Gini, como en las demás partes del informe);

    • índice de sindicación y número de convenios fundamentales de la OIT ratificados;

    • tasa de ocupación;

    • gasto en protección social como porcentaje del PIB; y

    • observancia de los derechos políticos, incluidos los derechos fundamentales de los trabajadores…

    Esferas que requieren ulterior análisis

    Este informe ha establecido una serie de hechos acerca de la desigualdad de ingresos, el empleo y los factores causales. También ha allanado el camino para una acción política que aborde el problema de las desigualdades excesivas de ingresos y apoye al mismo tiempo el empleo y el crecimiento económico.

    Sin embargo, hay que seguir trabajando para comprender cuáles son las políticas internas que funcionan mejor, en qué ámbitos y en qué circunstancias. En las siguientes esferas es especialmente pertinente una investigación más detenida:

    • Se requiere una mejor comprensión de uno de los principales factores que explican la excesiva desigualdad de ingresos en algunos países, la informalidad del empleo, lo que exige proceder a un examen de las diversas causas de ella y de las vías que pueden seguirse en lo que respecta a las políticas para promover la transición al empleo formal.

    • Otra política interna que requiere un estudio adicional es la política fiscal. Hay cierto grado de coincidencia -reforzado por el análisis que hace este informe- en que una protección social bien diseñada puede contribuir a los objetivos sociales y de empleo. Sin embargo, se sabe poco de los mecanismos de financiación de la protección social, especialmente en el contexto de los países en desarrollo, en los que la base imponible es limitada y se ve aún más debilitada por la existencia de una economía informal de grandes dimensiones. El Informe sobre el mundo del trabajo de este año ha puesto también de manifiesto que los impuestos que gravan las rentas elevadas tienden a disminuir, lo que puede constituir un problema en el contexto de las crecientes desigualdades de ingresos y debilitar la capacidad de los países para poner en aplicación políticas de redistribución. Sería conveniente evaluar si hay riesgo de que la competencia fiscal internacional ejerza una presión a la baja sobre la tributación de los ingresos de los grupos de renta elevada.

    • Por último, es importante examinar más detalladamente la función de la coherencia de las políticas de los diferentes pilares del Programa de Trabajo Decente. El contexto en el que mejor pueda hacerse es el de los exámenes por países, que es ideal para analizar las interacciones entre las políticas y las posibles soluciones de transacción.

    También se requiere un análisis más detallado que complemente los que se hacen en el informe de la globalización financiera y de la gestión de las empresas:

    • El sistema financiero actual requiere reformas de la reglamentación de la estructura financiera, en particular en lo que respecta a la reglamentación cautelar y la supervisión financiera. Sin embargo, no hay consenso en cuanto al marco reglamentario óptimo y las propuestas varían desde hacer más estrictos los reglamentos sobre la creación de dinero por el sector bancario (por ejemplo, aumentando el nivel de las reservas obligatorias) hasta introducir sólo pequeñas modificaciones en el actual marco de supervisión (por ejemplo, haciendo hincapié en la reglamentación macrocautelar para detectar los riesgos sistémicos en una fase temprana). Estas diversas propuestas tienen repercusiones muy diferentes en la creación de empleo y el crecimiento de los salarios. Por consiguiente, la labor futura en este ámbito debería centrarse en los tipos de reglamentación de los que cabe esperar repercusiones más beneficiosas en los objetivos de trabajo decente.

    • También es preciso arrojar más luz sobre el diseño de políticas para el desarrollo de los sistemas financieros nacionales y sobre el papel que desempeña la política monetaria para promover la creación de empleo a medio plazo. Esas políticas deberían contribuir a paliar las distorsiones en el sistema de pago y de crédito, permitir una mejor canalización de fondos a los empresarios y empresas locales, y ayudar a regular el crecimiento de la liquidez en consonancia con los fundamentos económicos, con miras a estimular la creación de empleo sostenible.

    • Debería dedicarse más atención a las respuestas a la crisis monetaria y bancaria en los planos mundial y regional. En particular debería evaluarse, desde el punto de vista de las repercusiones que tendría en el mercado de trabajo, la creación de zonas monetarias regionales para que los países más pequeños y vulnerables pudieran beneficiarse de una unión monetaria amplia y diversificada. Hay que seguir analizando las condiciones que deben cumplir las uniones monetarias entre países en desarrollo para poder mitigar con éxito el riesgo de conmociones externas para sus miembros.

    • Por último, la cuestión de la remuneración de los directivos ha suscitado una atención considerable en los últimos tiempos. Algunos países han comenzado a tomar medidas a este respecto, mientras que otros están considerando varias posibilidades de reforma. Y sería conveniente examinar los pros y los contras, de las distintas medidas desde el punto de vista del desarrollo de empresas sostenibles y del trabajo decente.

    Informe Oxfam Internacional – Enero 2013

    Los ingresos en 2012 de las 100 personas más ricas del mundo podrían acabar cuatro veces con la pobreza mundial

    • Oxfam insta los líderes políticos a atajar la desigualdad global al menos a los niveles de 1990

    • El pasado diciembre se presentó un informe de Intermón Oxfam que alerta de la creciente desigualdad en España

    El 1% de las personas más ricas del planeta han incrementado sus ingresos en un 60% en los últimos 20 años y la crisis financiera no ha hecho más que acelerar esta tendencia

    La explosión de la riqueza y los ingresos extremos está exacerbando la desigualdad y dificultando la capacidad mundial para atajar la pobreza, según advierte hoy la organización internacional Oxfam, Intermón Oxfam en España, en un comunicado hecho público a pocos días del Foro Económico de Davos, que tendrá lugar la semana que viene.

    Los 240.000 millones de dólares de ingresos netos de las 100 personas más ricas del planeta bastarían para acabar cuatro veces con la pobreza extrema, según el informe "The cost of inequality: how wealth and income extremes hurt us all" (El coste de la inequidad: cómo la riqueza y los ingresos extremos nos dañan a todos). El informe de Oxfam hace un llamamiento a los líderes mundiales para contener los ingresos extremos y que se comprometan a la reducción de la desigualdad, al menos hasta los niveles existentes en 1990.

    El 1% de las personas más ricas del planeta han incrementado sus ingresos en un 60% en los últimos 20 años y la crisis financiera no ha hecho más que acelerar esta tendencia, en lugar de ralentizarla.

    Oxfam advierte de que la riqueza y los ingresos extremos no solo no son éticos, sino que además son económicamente ineficientes, políticamente corrosivos, dividen a la sociedad y son medioambientalmente destructivos.

    José María Vera, director general de Intermón Oxfam, afirma: "No podemos seguir fingiendo que la generación de riqueza por unos pocos beneficiará al resto – y muchas veces la realidad es la contraria".

    "La concentración de recursos en las manos del 1% más rico debilita la actividad económica y hace la vida más difícil para el resto – particularmente para los más vulnerables y los más pobres".

    "En un mundo en el que incluso los recursos más básicos, como la tierra y el agua son cada día más escasos, no podemos permitirnos concentrar activos en las manos de unos pocos y dejar a la mayoría pelear por lo que queda".

    Se estima que cada persona del 1% más rico utiliza unas 10.000 veces más carbono que un ciudadano norteamericano medio.

    Oxfam afirma que los líderes deben aprender de los éxitos actuales de países como Brasil, que ha crecido rápidamente al tiempo que reducía la desigualdad – así como el éxito histórico de los Estados Unidos en los años 30 cuando se implantó el New Deal de Roosevelt que ayudó a reducir la desigualdad y a atajar los intereses espurios.

    Según Vera, "necesitamos un New Deal global para revertir décadas de incremento de la desigualdad. Como primer paso los líderes mundiales deberían comprometerse formalmente a reducir la desigualdad a los niveles existentes en 1990".

    "Desde paraísos fiscales hasta débiles leyes de empleo, los más ricos se benefician de un sistema económico global que está amañado a su favor. Es hora de que nuestros líderes cambien el sistema para que funcione en el interés de toda la humanidad en lugar de hacerlo para una élite mundial".

    Acabar con los paraísos fiscales – que albergan cerca de 32 billones de dólares (o una tercera parte de la riqueza global) podría generar 189.000 millones de dólares adicionales en recaudación impositiva. Además, el New Deal debería incluir elementos como:

    – Revertir la tendencia hacia sistemas fiscales regresivos

    – Aplicar un tipo mínimo global a las empresas

    – Medidas que incrementen los salarios en relación con los rendimientos crecientes del capital

    – Incrementar las inversiones en los servicios públicos universales y en redes de protección

    La desigualdad en España

    Intermón Oxfam presentó diciembre pasado el informe "Crisis, desigualdad y pobreza" en el que alertaba de la creciente desigualdad entre ricos y pobres en España. Tras cuatro años de crisis España encabeza el nivel de desigualdad en la Unión Europea, y de no rectificarse el rumbo, dentro de diez años el 20% de las personas más ricas en España ingresarán 15 veces más que el 20% más pobre.

    Informe "El coste de la inequidad: cómo la riqueza y los ingresos extremos nos dañan a todos" (en inglés en el original)

    OXFAM MEDIA BRIEFING 18 January 2013 Ref: 02/2012

    The cost of inequality: how wealth and income extremes hurt us all

    The world must urgently set goals to tackle extreme inequality and extreme wealth

    It is now widely accepted that rapidly growing extreme wealth and inequality are harmful to human progress, and that something needs to be done. Already this year, the World Economic Forum"s Global Risk Report rated inequality as one of the top global risks of 2013. The IMF and the Economist agree. Around the world, the Occupy protests demonstrated the increasing public anger and feeling that inequality has gone too far.

    In the last decade, the focus has been exclusively on one half of the inequality equation – ending extreme poverty. Inequality and the extreme wealth that contributes to it were seen as either not relevant, or a prerequisite for the growth that would also help the poorest, as the wealth created trickled down to the benefit of everyone.

    There has been great progress in the fight against extreme poverty. Hundreds of millions of people have seen their lives improve dramatically -a historically unprecedented achievement of which the world should be proud. But as we look to the next decade, and new development goals we need to define progress, we must demonstrate that we are also tackling inequality- and that means looking at not just the poorest but the richest. Oxfam believes that reducing inequality is a key part of fighting poverty and securing a sustainable future for all. In a world of finite resources, we cannot end poverty unless we reduce inequality rapidly.

    That is why we are calling for a new global goal to end extreme wealth by 2025, and reverse the rapid increase in inequality seen in the majority of countries in the last twenty years, taking inequality back to 1990 levels.

    Extreme wealth and inequality are reaching levels never before seen and are getting worse

    Over the last thirty years inequality has grown dramatically in many countries. In the US the share of national income going to the top 1% has doubled since 1980 from 10 to 20%. For the top 0.01% it has quadrupled to levels never seen before. At a global level, the top 1% (60 million people), and particularly the even more select few in the top 0.01% (600,000 individuals – there are around 1200 billionaires in the world), the last thirty years has been an incredible feeding frenzy. This is not confined to the US, or indeed to rich countries. In the UK inequality is rapidly returning to levels not seen since the time of Charles Dickens. In China the top 10% now take home nearly 60% of the income. Chinese inequality levels are now similar to those in South Africa, which are now the most unequal country on earth and significantly more unequal than at the end of apartheid. Even in many of the poorest countries, inequality has rapidly grown.

    Globally the incomes of the top 1% have increased 60% in twenty years. The growth in income for the 0.01% has been even greater.

    Following the financial crisis, the process has accelerated, with the top 1% further increasing their share of income. The luxury goods market has registered double digit growth every year since the crisis hit. Whether it is a sports car or a super-yacht, caviar or champagne, there has never been a bigger demand for the most expensive luxuries.

    The IMF has said that inequality is dangerous and divisive and could lead to civil unrest. Polling shows the public is increasingly concerned about growing inequality in many countries, and by people across the political spectrum.

    Extreme wealth and inequality is economically inefficient. A growing chorus of voices is pointing to the fact that whilst a certain level of inequality may benefit growth by rewarding risk takers and innovation, the levels of inequality now being seen are in fact economically damaging and inefficient. They limit the overall amount of growth, and at the same time mean that growth fails to benefit the majority. Consolidation of so much wealth and capital in so few hands is inefficient because it depresses demand, a point made famous by Henry Ford and more recently billionaire Nick Hanauer in his much-discussed TED talk.

    There quite simply is a limit to how many luxury yachts a person could want or own. Wages in many countries have barely risen in real terms for many years, with the majority of the gains being to capital instead. If this money were instead more evenly spread across the population then it would give more people more spending power, which in turn would drive growth and drive down inequality. The top 100 billionaires added $ 240 billion to their wealth in 2012- enough to end world poverty four times over. As a result growth in more equal countries is much more effective at reducing poverty. Oxfam research has shown that because it is so unequal, in South Africa even with sustained economic growth a million more people will be pushed into poverty by 2020 unless action is taken.

    Extreme Wealth and Inequality is Politically Corrosive

    If, in the words of the old adage "money equals power" then more unequal societies represent a threat to meaningful democracy. This power can be exercised legally, with hundreds of millions spent each year in many countries on lobbying politicians, or illegitimately with money used to corrupt the political process and purchase democratic decision making. Joseph Stiglitz and others have pointed out the way in which financial liberalization led to huge power for the financial industry, which in turn has led to further liberalization. In the UK the governing

    Conservative party receives over half its donations from the financial services industry. Capture of politics by elites is also very prevalent in developing countries, leading to policies that benefit the richest few and not the poor majority, even in democracies.

    Extreme Wealth and Inequality is Socially Divisive

    Extreme wealth and inequality undermines societies. It leads to far less social mobility. If you are born poor in a very unequal society you are much more likely to end your life in poverty. As Richard Wilkinson, co-author of the Spirit Level, has said, the American dream is more real in Sweden than it ever has been in the United States. Social mobility has fallen rapidly in many countries as inequality has grown. If rich elites use their money to buy services, whether it is private schooling or private healthcare, they have less interest in public services or paying the taxes to support them. Those from elites are much more likely to end up in political office or other positions of power, further entrenching inequality. Their children are likely to be as rich, if not richer, than their parents, with inter-generational inequality increasing. Inequality has been linked to many different social ills, including violence, mental health, crime and obesity.

    Crucially inequality has been shown to be not only bad for the poor in unequal societies but also the rich. Richer people are happier and healthier if they live in more equal societies.

    Extreme Wealth and Inequality is Environmentally Destructive

    As the world is rapidly entering a new and unprecedented age of scarcity and volatility, extreme inequality is increasingly environmentally unaffordable and destructive. The World Bank has shown that countries with more equal distribution of land are more equitable and more efficient, and grow faster40. Those in the 1% have been estimated to use as much as 10,000 times more carbon than the average US citizen. Increasing scarcity of resources like land and water mean that assets being monopolized by the few cannot continue if we are to have a sustainable future. Poverty reduction in the face of extreme wealth will become harder as resources become scarcer. More equal societies are better able to cope with disasters and extreme weather events. Studies show that more equal countries are also better able to reduce carbon emissions.

    Extreme Wealth and Inequality is un ethical

    Gandhi famously said "Earth provides enough to satisfy every man's need, but not every man's greed". From an ethical point of view, it is extremely difficult to justify excessive wealth and inequality. In fact, most philosophers and all of the major religions caution against the pursuit of excessive wealth at all cost and prescribe sharing of income with less fortunate members of the community. For instance, the Koran bans usury and says that the rich should give away a portion of their money. The decision of Bill Gates and Warren Buffet to give away their fortunes or to call for greater taxation of excess wealth is an example to the rest of the world"s billionaires.

    Extreme wealth and inequality is not inevitable

    After the Great Depression in the US in the 1930s, huge steps were taken to tackle inequality and vested interests. President Roosevelt said that the "political equality we once had won was meaningless in the face of economic inequality". These steps were echoed in Europe after World War Two, leading to three decades of increasing prosperity and reduced inequality. Similarly the growth of the Asian tiger economies like Korea was achieved whilst reducing inequality and meant the benefits were widely spread across their societies. More recently, countries like Brazil, once a poster child for extreme inequality, have managed to buck the global trend and prosper whilst reducing inequality.

    The policies required to reduce inequality are also well known. Decent work for decent wages has had a huge impact. The rise in the power of capital over labour has been identified by Paul Krugman among many others as a key cause of the recent crisis and one that means that assets are not being used productively, in turn reducing demand.

    Free public services are crucial to leveling the playing field. In countries like Sweden, knowing that if you get sick or that you will receive good treatment regardless of your income, is one of the greatest achievements and the greatest equalizers of the modern world. Knowing that if you lose your job, or fall on hard times, there is a safety net to help you and your family, is also key to tackling inequality. Similarly, access to good quality education for all is a huge weapon against inequality.

    Finally, regulation and taxation play a critical role in reining in extreme wealth and inequality. Limits to bonuses, or to how much people can earn as a multiple of the earnings of the lowest paid, limits to interest rates, limits to capital accumulation are all only recently-abandoned policy instruments that can be revived. Progressive taxation that redistributes wealth from the rich to the poor is essential, but currently the opposite is the case – taxation is increasingly regressive and the poor pay higher effective tax rates than the rich, a point recently highlighted by Warren Buffet among others, who has called for greater taxes on the rich. Cracking down on tax avoidance and tax evasion goes hand in hand with more progressive taxation. Closing tax havens and ending the global race to the bottom on taxation, for example with a globally agreed minimum rate of corporation tax would make a huge difference It is estimated that up to a quarter of all global wealth -as much as $ 32 trillion- is held offshore. If these assets were taxed according to capital gains taxes in different countries, they could yield at least $ 189 billion in additional tax revenues.

    End extreme wealth and inequality

    Whatever the combination of policies pursued, the first step is for the world to recognize this as the goal. There are many steps that can be taken to reverse inequality. The benefits are huge, for the poorest – but also for the richest. We cannot afford to have a world of extreme wealth and extreme inequality. We cannot afford to have a world where inequality continues to grow in the majority of countries. In a world of increasingly scarce resources, reducing inequality is more important than ever. It needs to be reduced and quickly.

    An end to extreme wealth by 2025. Reversing increasing extreme inequality and aim to return inequality to 1990 levels.

    Informe Tendencias Mundiales del Empleo – OIT – Enero 2013

    Sumario ejecutivo

    Este informe Tendencias Mundiales del Empleo para 2013 es una edición especial, justificada por el resurgimiento de la crisis en 2012. En el año 2011 hubo un debilitamiento de la recuperación, seguido en 2012 por una disminución tanto en el crecimiento como en el empleo.

    El desempleo aumentó en otras 4 millones de personas a lo largo de 2012.

    El informe analiza la crisis en los mercados laborales tanto de las economías avanzadas como de las economías en desarrollo. El epicentro de la crisis ha estado en las economías avanzadas, que representan la mitad del incremento total del desempleo de 28 millones de personas desde el estallido de la crisis. Pero la pronunciada recaída del empleo en las economías avanzadas además ha tenido repercusiones considerables en los mercados laborales de las economías en desarrollo. Una cuarta parte del incremento de 4 millones de personas en el desempleo mundial durante 2012 tuvo lugar en las economías avanzadas, mientras que tres cuartos en otras regiones, con efectos significativos en Asia Oriental, Asia Meridional y África Subsahariana…

    Al examinar el impacto de la evolución macroeconómica en los mercados laborales, el informe analiza los bucles de retroalimentación negativos de los hogares, las empresas, los mercados de capital y los presupuestos públicos que han debilitado los mercados del trabajo.

    Constata que los desequilibrios macroeconómicos han sido transferidos en gran medida a los mercados laborales. En un número de países, los mercados del trabajo debilitados por la vacilante demanda agregada, han sido aún más afectados por los programas de austeridad fiscal, los cuales con frecuencia conllevan recortes en el empleo y en los salarios, con un impacto directo en los mercados laborales. La reacción política, lejos de la respuesta anticíclica a la crisis inicial en 2009 y 2010, en muchos casos fue procíclica en 2011 y 2012, generando la recaída aquí descrita…

    Los mercados del trabajo mundiales se están deteriorando de nuevo

    En el quinto año después de la irrupción de la crisis financiera mundial, el crecimiento mundial ha registrado una desaceleración y el desempleo ha comenzado a aumentar de nuevo, dejando un total acumulado de 197 millones de personas sin empleo en 2012. Además, unas 39 millones de personas han abandonado el mercado de trabajo ya que las posibilidades de trabajar demostraron ser inalcanzables, generando un déficit de 67 millones de puestos de trabajo a nivel mundial desde 2007. A pesar de un repunte moderado en el crecimiento de la producción previsto para 2013-2014, se estima que la tasa de desempleo experimentará un nuevo incremento y que el número de desempleados en el mundo aumentará de 5,1 millones en 2013, hasta llegar a más de 202 millones en 2013 y otros 3 millones en 2014. Una cuarta parte del incremento de 4 millones de personas en el desempleo mundial durante 2012 tuvo lugar en las economías avanzadas, mientras que tres cuartos en otras regiones, con efectos significativos en Asia Oriental, Asia Meridional y África Subsahariana. Aquellas regiones que han logrado prevenir un incremento adicional en el desempleo con frecuencia han experimentado un deterioro en la calidad del empleo, en la medida en que el empleo vulnerable y el número de trabajadores que viven por debajo o muy cerca de la línea de la pobreza aumentaron.

    Las nuevas condiciones de recesión en Europa se han propagado a nivel mundial

    Una disminución de la actividad económica y del crecimiento del empleo aún en los países que inicialmente habían logrado eludir la segunda ola de la crisis constituye un efecto secundario del crecimiento débil de las economías avanzadas en 2012, en particular las condiciones de recesión en Europa. Hasta el momento, el principal mecanismo de transmisión de las consecuencias a nivel mundial ha sido el comercio internacional, pero regiones como América Latina y el Caribe también se han visto afectadas por la creciente volatilidad de los flujos internacionales de capital que las han obligado a ajustar rápidamente sus políticas macroeconómicas a fin de mitigar los efectos sobre las tasas de cambio, debilitando de este modo sus economías nacionales…

    La incoherencia de las políticas ha intensificado la incertidumbre, impidiendo inversiones más consistentes y una creación de empleos más rápida

    La incoherencia entre las políticas monetarias y las fiscales adoptadas en diferentes países y un enfoque poco sistemático hacia el sector financiero y los problemas de la deuda soberana, en particular en la zona euro, han provocado que la incertidumbre perjudique las perspectivas mundiales. En muchos países, las inversiones aún no se han recuperado hasta los niveles anteriores a la crisis. La indecisión de los responsables de la formulación de políticas en diversos países ha generado incertidumbre sobre las condiciones futuras, y reforzado las tendencias de las empresas a aumentar los excedentes de efectivo o pagar dividendos antes que expandir su capacidad y contratar nuevos trabajadores.

    La naturaleza persistente de la crisis ha agravado los desajustes en el mercado de trabajo, intensificando los riesgos de pérdida de los mercados laborales

    La duración y la gravedad de la crisis de los mercados de trabajo están agravando la falta de correspondencia de las calificaciones en el mercado laboral, contribuyendo a prolongar los períodos de desempleo. Dado que la crisis se propaga a través del comercio internacional, las ocupaciones concentradas en las industrias de exportación son particularmente vulnerables y, en diversos países, su importancia en el empleo total ha disminuido por un margen significativo.

    Los nuevos puestos de trabajo con frecuencia requieren de competencias que los desempleados no poseen. Estos desajustes de competencias y profesional harán que el mercado laboral reaccione más lentamente a cualquier aceleración en la actividad a medio plazo, a menos que se intensifiquen las políticas de apoyo para recapacitar y activar a las personas que actualmente buscan trabajo.

    Las tasas de creación de empleo son particularmente bajas, como generalmente ocurre después de una crisis financiera

    Los orígenes de la crisis en el sector financiero gravan sobre la creación de empleos. Después de las crisis bancarias como la actual, más puestos de trabajo son destruidos y la cantidad de empleos creados es inferior ya que la asignación errónea de los recursos y la inversión excesiva precisan de tiempo para ser corregidas. En las economías avanzadas, las tasas de destrucción de empleo aumentaron de nuevo tras una breve pausa en 2010, lo cual indica que probablemente habrá una nueva reestructuración del empleo antes de que pueda esperarse un repunte más consistente en los mercados laborales. Otras regiones todavía registran tasas de destrucción de empleo más altas del promedio.

    La crisis del empleo aleja más y más mujeres y hombres del mercado laboral

    La participación de la fuerza de trabajo ha disminuido drásticamente, en particular en las economías avanzadas, encubriendo el verdadero alcance de la crisis del empleo. El problema es especialmente grave en las economías desarrolladas y en la región de la UE donde la tasa de participación de la fuerza de trabajo descendió en casi un punto porcentual y se estima que disminuya aún más a medida que el desempleo de larga duración y las débiles perspectivas de la economía desalientan a las personas a permanecer en el mercado de trabajo. Como consecuencia, la relación empleo-población ha disminuido drásticamente – en algunos casos 4 puntos porcentuales o más- y aún no se ha recuperado, ni siquiera donde la tasa de desempleo ha comenzado a descender.

    Los jóvenes siguen estando especialmente afectados por la crisis

    Los jóvenes continúan gravemente afectados por la crisis. En la actualidad, unos 73,8 millones de jóvenes están desempleados a nivel mundial y es probable que la desaceleración en la actividad económica empuje a otro medio millón al desempleo para 2014. Se estima que la tasa de desempleo juvenil -que ya había aumentado hasta 12,6 por ciento en 2012- incrementará hasta 12,9 por ciento para 2017. La crisis ha mermado drásticamente las perspectivas del mercado laboral para los jóvenes, ya que muchos experimentan el desempleo de larga duración desde su ingreso en el mercado laboral, una situación que no había sido constatada durante las contracciones cíclicas anteriores.

    En la actualidad, alrededor de 35 por ciento de todos los jóvenes desempleados ha estado sin empleo durante seis meses o más en las economías avanzadas, frente a 28,5 por ciento en 2007. Como consecuencia, un número cada vez mayor de jóvenes ha perdido la motivación y ha abandonado el mercado de trabajo. Entre los países europeos, donde este problema es especialmente grave, alrededor de 12,7 por ciento de todos los jóvenes no trabaja ni estudia, ni recibe formación, una tasa que es casi dos puntos porcentuales más alta que antes de la crisis.

    Estos períodos de desempleo tan largos y el desaliento al comienzo de la trayectoria profesional de una persona perjudican además las perspectivas a largo plazo, ya que las competencias profesionales y sociales se degradan y no se acumula experiencia laboral.

    La debilidad de los mercados laborales frena el consumo privado y el crecimiento económico

    El crecimiento del ingreso ha estado bajo presión por el aumento del desempleo, ejerciendo una presión a la baja sobre los salarios reales en muchas economías avanzadas, reduciendo el apoyo que el consumo privado podría aportar a la actividad económica. Las fuentes de crecimiento, por consiguiente, necesitan ser complementadas por otras áreas, en particular por un crecimiento más consistente en las inversiones privadas pero también del consumo público, al menos en los países que disponen de espacio fiscal.

    Pese a una recuperación a medio plazo, el desempleo permanece alto

    A medio plazo, según muchos analistas, la economía mundial debería recuperarse pero el crecimiento no será lo suficientemente fuerte para reducir el desempleo con rapidez. Aún con una aceleración del crecimiento, se prevé que la tasa de desempleo mundial permanezca en 6 por ciento hasta 2017. Al mismo tiempo, se estima que el número global de desempleados aumentará aún más hasta unos 210,6 millones durante los próximos cinco años.

    El crecimiento de la productividad laboral ha disminuido considerablemente, impidiendo nuevas mejoras en los niveles de vida

    Otra conclusión de este informe es que el crecimiento de la productividad laboral desaceleró bruscamente en 2012. Después de un repunte inicial tras la recesión de 2009, las inversiones débiles y las perspectivas mundiales muy inciertas han frenado mayores aumentos en la productividad.

    Es especialmente preocupante a este respecto la tendencia de una desaceleración en la productividad laboral observada en ciertas regiones como América Latina y el Caribe, lo cual sugiere que los progresos en la calidad del empleo registrados en estas regiones durante los últimos años pueden ser difíciles de mantener.

    Los cambios estructurales han desacelerado en las economías emergentes y en desarrollo, perjudicando los motores del crecimiento

    Los cambios estructurales necesarios para las economías emergentes y en desarrollo a fin de mejorar sus niveles de vida también han disminuido. En particular, la tímida recuperación de las inversiones mundiales dificulta una reasignación más rápida de los recursos hacia usos más productivos en los países en desarrollo. Antes de la crisis, muchos países en desarrollo registraron una redistribución de los trabajadores de actividades de baja productividad hacia actividades de mayor productividad en los distintos sectores económicos. Este tipo de cambio estructural es un motor importante de los progresos en el mercado laboral. En el pasado, ha ayudado a reducir el empleo vulnerable y el número de trabajadores pobres. En relación a años anteriores, sin embargo, durante la crisis el cambio estructural ha perdido ímpetu, en gran parte porque los empleos ya no se están desplazando de la agricultura tan rápidamente como antes y la productividad agrícola permanece baja. Los pronósticos indican que Asia y África Subsahariana tienen mayores probabilidades de regresar a su modelo de cambio estructural anterior a la crisis que América Latina y el Caribe y Europa Central y Sudoriental. Se estima que las economías de Oriente Medio y África del Norte seguirán estando entre las economías menos dinámicas en términos de redistribución del empleo.

    Mayores progresos en la reducción del número de trabajadores pobres y del empleo vulnerable precisan de un mayor crecimiento de la productividad y de un cambio estructural más rápido

    A pesar de la desaceleración en el cambio estructural, la tasa de los trabajadores pobres continúa disminuyendo, pero a un ritmo más lento que antes de la crisis. En la actualidad, unos 397 millones de trabajadores viven en la pobreza extrema; otros 472 millones de trabajadores no pueden satisfacer sus necesidades básicas con regularidad. Dado que aquellos países con tasas de trabajadores pobres particularmente altas siguen registrando un crecimiento más rápido que el promedio mundial, se estima que el número de trabajadores pobres continúe descendiendo. Sin embargo, ya que estos países también están creciendo demográficamente con mayor rapidez, es probable que el número absoluto de trabajadores pobres aumente a menos que se restablezca un crecimiento económico más rápido.

    Se estima que el empleo vulnerable -que abarca a los trabajadores por cuenta propia y a los trabajadores familiares no remunerados- disminuirá pero a un ritmo más lento. El empleo informal -una forma específica de empleo vulnerable- ha comenzado a aumentar de nuevo, en especial en algunas economías en transición en Europa Oriental y Asia Central…

    Es necesario que las autoridades ejecutivas adopten políticas para recuperarse de la segunda recaída del empleo

    El empeoramiento de las condiciones macroeconómicas y del mercado laboral en muchos países y el riesgo que se afiance la crisis del empleo requieren de una acción política adicional. Algunos ámbitos más prometedores para la acción incluyen:

    • Hacer frente a la incertidumbre para incrementar las inversiones y la creación de empleo. En particular en los países desarrollados, los responsables de la formulación de políticas necesitan abordar la incertidumbre política. Esto incluye ofrecer planes políticos más coherentes y predecibles, medidas para aumentar los ingresos disponibles a fin de fomentar un mayor consumo; la rápida implementación de reformas financieras dirigidas a restituir al sector bancario la función que le corresponde de apoyar las inversiones y otorgar créditos en particular a las PYME, los principales motores de la creación de empleo. También son necesarias estrategias creíbles de salida para aquellos países especialmente afectados por la crisis de la deuda, por ejemplo al reprogramar la deuda soberana y aligerar la carga económica de los hogares.

    • Estímulos coordinados dirigidos a la demanda mundial y la creación de empleo. Las medidas de austeridad y los intentos descoordinados dirigidos a promover la competitividad en diversos países europeos han aumentado el riesgo de una espiral deflacionaria de salarios más bajos, un consumo más débil y una inestabilidad de la demanda. Los países, en vista del déficit mundial de empleo y de consumo, deberían adaptar el ritmo de su consolidación fiscal a la fuerza subyacente de la economía y reconocer que las medidas de estímulo a corto plazo pueden ser necesarias para salir de las cargas de la deuda. Los responsables de la formulación de políticas a nivel global y los órganos de coordinación como el G20 y la UE deberían intensificar sus esfuerzos para evitar políticas que empobrecen al vecino, que están teniendo lugar a través de reducciones del salario y de la protección social en Europa, así como a través de medidas comerciales y monetarias en otros países. Las medidas políticas necesitan estar mejor coordinadas a nivel mundial a fin de reequilibrar el crecimiento y fomentar motores del crecimiento multipolares. El incremento del poder adquisitivo de las clases medias emergentes en muchos países en desarrollo podría contribuir con este tipo de evolución.

    • Abordar los desajustes en el mercado de trabajo y promover el cambio estructural. Gran parte de la crisis del desempleo es cíclica. Sin embargo, los responsables de la formulación de políticas también necesitan abordar los problemas estructurales que se han intensificado con la crisis, como el desajuste entre la oferta y la demanda de competencias y ocupaciones. La recuperación débil e inestable ha agravado estos problemas en algunos países, y es probable que esto frene una futura recuperación del mercado laboral. Los gobiernos deberían intensificar los esfuerzos dirigidos a apoyar las actividades relacionadas con las competencias y la recapacitación a fin de reducir el desfase entre la demanda y la oferta de calificaciones y competencias laborales y abordar el desempleo de larga duración. Las medidas de reactivación y de orientación profesional deberían ser incrementadas. La crisis mundial ha reducido el ritmo del cambio estructural en muchas regiones en desarrollo, exigiendo políticas para mejorar la productividad y facilitar la movilidad de los trabajadores entre los sectores. Donde el empleo en la agricultura es especialmente importante, los gobiernos necesitan adoptar medidas dirigidas a acelerar el crecimiento de la productividad en ese sector y diversificar las oportunidades de trabajo e inversiones en las zonas rurales.

    • Incrementar los esfuerzos para promover el empleo juvenil con atención especial en el desempleo por largo tiempo. Las tasas de desempleo juvenil elevadas y en aumento han fomentado las preocupaciones sobre una "generación perdida" con consecuencias negativas a largo plazo tanto para los mismos jóvenes como para la economía en general. Para hacer frente a estos desafíos, los responsables de la formulación de políticas deberían promover el empleo juvenil. La guía exhaustiva de la OIT sobre cómo hacerlo está contenida en el Llamado a la acción sobre la crisis del empleo juvenil acordado por gobiernos, trabajadores y empleadores en la Conferencia Internacional del Trabajo de junio 2012. Además de las políticas macroeconómicas a favor del empleo y de las políticas activas del mercado laboral, se consideran particularmente pertinentes tres tipos de intervenciones: i) incrementar la empleabilidad de los jóvenes a través de medidas como reforzar los vínculos entre la educación, la formación y el mundo del trabajo, incluyendo las pasantías; mejorar el acceso de los jóvenes a la información sobre las oportunidades profesionales, apoyar la búsqueda de empleo y los sistemas de garantías para los jóvenes; ii) estimular la iniciativa empresarial de los jóvenes; y iii) promover las normas del trabajo y los derechos de los jóvenes garantizando que disfruten de igualdad de trato y se les concedan sus derechos en el trabajo, incluyendo el derecho de sindicación y a la negociación colectiva, y garantizarles una protección social adecuada.

    Parte 3 del Informe (en inglés). Regional economic and labour market developments

    Developed Economies and European Union

    Unemployment has started to become entrenched and further job destruction threatens

    Macroeconomic conditions deteriorated in 2012 in much of the Developed Economies region, substantially increasing uncertainty to the outlook. Spillovers of the Euro area economic woes to the rest of the Developed Economies region and the global economy are becoming increasingly visible.

    The loss in risk appetite of investors in Europe is spreading more widely, also affecting economies in other countries in the region. As recessionary conditions spread throughout the region, unemployment rates are expected to go up again after having receded since their peak in 2010 (see Table 1). Indeed, the regional unemployment rate is expected to remain elevated throughout 2013 and to slowly decline only from next year onward, mainly thanks to improving labour market conditions outside the Euro area. Overall, unemployment rates will remain almost 2 percentage points higher than before the crisis over the entire forecast horizon.

    edu.red

    Recessionary conditions have significantly reduced job creation rates; thereby lowering chances for job-seekers to return to employment quickly (see Figure 15). As a consequence the average duration of unemployment has increased with some 33.6 per cent of all job-seekers in the Developed Economies and European Union region being unemployed for 12 months or longer, up from 28.5 per cent prior to the crisis. The incidence of long-term unemployment is 31.3 per cent in the United States and 39.4 per cent in Japan. Overall, with the onset of the crisis, unemployment outflows have decreased by 33 per cent and remained broadly at that lower level for most of the region. At the same time, worker inflows into unemployment have experienced an upward trend since the beginning of the crisis. The simultaneous drop in unemployment outflows and jump in job destruction rates magnified problems of joblessness in developed economies. At the same time, gross labour market turnover -the sum of job creation and destruction in a given period- has been trending downwards over the last three decades and is now 7 per cent below the region"s turnover rate after the recession in the early 2000s. This bodes ill for faster labour market adjustment, thereby preventing a faster employment recovery. At the same time, as unemployment duration lengthens, job-seekers lose their skills and competences and will find it more and more difficult to get an alternative job opportunity. An increasing number have dropped out from the labour market altogether or returning to non-market activities. In OECD countries as a whole, for instance, the share of discouraged workers in the total labour force increased by 50 per cent between 2007 and 2011, whereas the increase in discouragement among youth in these countries was almost twofold.

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    The problem of an increasing detachment from the labour market is particularly severe among younger people who have been particularly hard hit by the crisis. In the Developed Economies region, youth unemployment rates have deteriorated substantially with the crisis and not shown signs of improvements since. As recessionary conditions have taken hold of most European countries again, youth unemployment has further increased, reaching more than 50 per cent of young active people in countries such as Greece and Spain and more than 22 per cent in the Euro area overall. So far, only Austria, Germany and Switzerland have managed to keep youth unemployment low, in some cases even lower than prior to the crisis but even there, the slowdown in economic activity has started to push up youth unemployment (Austria, Switzerland) or prevented it from falling further (Germany). Some young people have started to return to or prolong education, to acquire new skills in order to improve their future labour market chances (Barrow and Davis, 2012). Others have dropped out completely or are increasingly frustrated in their job search without, nevertheless, returning to the education system. This group of young people that is neither in employment, education nor training (NEET) has grown since the crisis, in particular among European crisis countries, and is expected to increase further as recessionary conditions continue to prevail in the Euro area (see Figure 16).

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    More than among the adult population, rising and more persistent unemployment for young people has fuelled their inactivity rates. The rapid and substantial increase in youth unemployment in some advanced economies has significantly lengthened the average duration of unemployment even for younger cohorts, a situation without precedence. As a consequence, youth participation rates have dropped in advanced economies by more than could have been expected on the basis of precrisis trends (see Figure 17). As the prospects of finding a job are dim and not all countries offer second-chance education opportunities or activation measures targeted at young job-seekers, fewer young people decide to search actively for a job, waiting for economic conditions to improve before returning to the labour market. This is likely to hamper their future chances for employment further, as essential skills for job search and employment are lost or not sufficiently acquired. Indeed, existing studies point to the particularly harmful effect of unemployment and inactivity early in a person"s career. Important job experience is not being gained and might be difficult to acquire when a young person eventually finds employment later on. As a consequence, as the crisis continues, young unemployed, once they eventually become employed, will be less productive, earn lower wages and have fewer stable employment opportunities. Existing evidence already points to a loss of at least 1 per cent of GDP among European countries due to the higher youth unemployment in the European Union (Eurofound, 2012).

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    Nevertheless, a closer look at job creation dynamics around boom–bust periods reveals a more general pattern of sluggish employment growth, irrespective of any specific sectorial pattern or labour market mismatch. Indeed, when analyzing the effect of growth on job creation around the time of banking crises, large drops in employment during banking recessions can be detected alongside more sluggish employment growth immediately afterwards (see Figure 21). This pattern of an L-shaped evolution of employment following a banking crisis contrasts with a more pronounced recovery of employment after a business cycle downturn that was not induced by foul credits and liquidity-constrained banks. Indeed, job creation falls more than four times faster when a recession follows a banking crisis than during normal business cycle downturns. In contrast, employment creation does not react at all -or only very weakly- to growth in the recovery period following such a banking crisis.

    Differences in the responsiveness of job creation to growth of this magnitude cannot be explained by sectorial or occupational shifts alone. Instead, downturns induced by banking crises come with strong cleansing effects whereby over-investment and misallocation induced by excessive leveraging prior to the crisis wipe out large parts of the economy. As a consequence, credit constraints worsen during a financial market crisis and depress the employment recovery for some time. In addition, persistent problems of the financial sector to restore sustainable balance sheets during such downturns also affect monetary policy transmission mechanism. This will affect financing conditions in particular for small and medium-size enterprises where many jobs originate. Despite record low refinancing rates for banks, both short- and long-term interest rates for corporations are sizeable, in particular in countries where sovereign debt risk spills over to the private credit market. Even companies that have sufficient own funds to invest are reluctant to enter any longer term commitments. Job creation is further impaired by the fact that banking-related crises require firms to build up new collateral to finance their activities, which is easier done through physical investment rather than through new hires (Calvo et al., 2012). This liquidity-hoarding is one of the major reasons for low investment and employment growth in developed economies and explains why job creation has been so slow despite large slack on labour markets and rapidly falling hiring costs in many advanced economies.

    edu.red

    Box 5. Why do some asset price bubbles have worse effects on output and employment than others?

    Financial globalization has brought about more frequent financial asset price bubbles. Whereas the post-war period was mostly immune from asset price bubbles in the Developed Economies region, deregulation of the banking sector in the 1980s in the United States led to the savings and loans crisis in 1989. Similarly, the opening of the capital account pushed Scandinavian countries through a real-estate and asset price boom in the early 1990s. Periods of rapid increases and declines of asset prices became more frequent with the realestate bubble in Japan at the end of the 1980s, strong housing price swings in France and Switzerland at the turn of the 1990s and the IT bubble at the turn of the 2000s in several countries of the Developed Economies and European Union region. More recently, the United States housing bubble burst in 2007-08, while European economies are currently experiencing a sovereign debt crisis (Brunnermeier and Oehmke, 2012).

    Not all asset pricing bubbles have the same impact on the real economy, however. For instance, the stock market crash in 1987 and the crash of the IT bubble in 2001 had very little direct negative impact on GDP. In contrast, the stock and housing market bubbles have triggered long-lasting periods of economic recession and stagnation in Japan over the 1990s and in the USA and other advanced economies since 2008.

    Existing evidence shows that besides the wealth effect of higher asset prices on consumption and investment decisions, it is primarily the severity of credit constraints that explains differences in crisis impacts. Indeed, as banks screen the credit worthiness of borrowers they take their clients" income or wealth as collateral. Asset price bubbles affect the credit constraints through the value of the collateral. Kiyotaki and Moore (1997) describe the interaction between credit rationing and asset pricing bubbles for firms. A similar analysis can be made when the collateral takes the form of real estate (Iacoviello, 2005).

    To illustrate the importance of the credit channel for explaining differences in the impact of asset price bubbles, a medium-scale semi-structural macroeconomic model is used by the ILO for the estimates in this box. This model takes into account the main characteristics of modern economies. The financial sector is made of commercial banks and traders. Banks make decisions regarding loan application according to the collateral of borrowers. The collateral of borrowing firms takes the form of equities. Traders" expectations are subject to opinion dynamics and may lead to bubbles when the same beliefs are shared by a sufficient number of traders. The real sector is composed of workers and firms. Workers receive labour income depending on wages and the level employment, while firms form investment decisions based on the profit rate. Lastly, fiscal authorities engage in public spending either to limit the level of debt or to sustain economic activity, while monetary authorities set the interest to stabilize the inflation gap and the output gap. The model is calibrated to mimic characteristics of the United States economy. Consumption accounts for 70 per cent of GDP, while the share of investment is 12 per cent of GDP at the steady state. On the income side, the labour share of income accounts for 77 per cent of GDP. Population growth at the rate of 1 per cent annually and the real annual interest rate is 2 per cent. Public spending amounts to 18 per cent of GDP while the public debt to GDP ratio is close to 50 per cent.

    The impact of asset price bubbles on output and employment is compared under two scenarios, assuming a 1 per cent increase in the value of equities. The simulated path of output is then recalibrated to match the magnitude of output swings during the past two recessions in the United States (see figure B5.1).

    In the first scenario (Panel A), credit rationing is less severe and banks are more accommodative. In the second scenario (Panel B), credit rationing by banks is severe and credit decisions are highly sensitive to the value of the stock market, which is used as collateral by banks.

    In Figure B5.1, an increase in stock prices is associated with increased employment instability when credit decisions depend more heavily on the value of the stock market (Panel A vs. Panel B). Economic instability takes the form of amplified output fluctuations. The standard deviation of employment is 20 per cent lower under scenario 1 (panel A) than under scenario 2 (panel B). Under scenario 1, employment reaches a peak after 3 years. When the economy unfolds, employment reaches a through after 7 years. In Panel A, the transmission channel between asset pricing bubble and credit is weaker reducing the degree of employment instability. These implied elasticities by the two scenarios are in line with the estimations of Gilchrist et al. (2005) using a VAR model for the United States.

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    New sources of employment growth

    The sluggish recovery in much of the Developed Economies region following the financial crisis and the double dip in the Euro area have led to a substantial increase in trend unemployment rates in the region (see Figure 22). This implies that higher unemployment might already have become persistent, at least in certain countries of the region. In particular European countries in the Baltics and the Mediterranean have suffered from a strong and potentially lasting increase in their underlying unemployment rate, preventing a stronger employment recovery. Together with the increase in unemployment duration this rise in trend unemployment will pose serious challenges to policy-makers in finding the proper activation measures. On the one hand, higher trend unemployment has reduced the production potential, which further depresses a level of activity that is already below its medium-term sustainable growth rate (Ho and Yetman, 2012). This will feed into a self-sustaining slow-growth path of economic expansion whereby low activity and weak employment hold each other down. In addition, the decline in the efficiency of labour market matching in reaction to structural adjustment caused by the financial crisis will exacerbate problems for faster employment growth and further reduce the effectiveness of policy interventions that aim at stimulating the recovery.

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    Autor:

    Ricardo Lomoro

    Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6
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