Hilferding138, analizado en la "era del capitalismo industrial". El término finanzas proviene del concepto latino de financia, que significa pago en dinero, el cual fue utilizado inicialmente en los siglos XIII-XV en Italia y fundamentalmente en las ciudades de Venecia, Génova y Florencia. Ahora, en pleno tiempo de globalización, el capital financiero prescinde de la producción, adquiere su independencia e instala su hegemonía. Dirige los mercados financieros y el comercio exterior, determina las tasas de interés y el tipo de cambio y cada vez influencia más al poder político. Lester Thurow sostiene que: "Los mercados libres tienden a producir niveles de desigualdad que son políticamente incompatibles con el gobierno democrático . Bruno Jetin se plantea para que sirven los mercados financieros.
Teóricamente para el autor, deben cumplir con tres funciones:
– Movilizar el ahorro mundial para la financiación de las inversiones productivas, en particular en las regiones más poderosas del planeta
– Facilitar el comercio internacional
– Permitir a los ahorristas y personas que quieren protegerse de ciertos riesgos de la vida económica, la posibilidad de transmitir esos riesgos a agentes financieros que aceptan asumirlos a cambio de una remuneración.
Para Bernal-Meza, teniendo en cuenta que la mundialización del comercio pareciera ser la forma más avanzada de la internalización del capital, es la movilidad del capital financiero la que ha alcanzado un mayor y más amplio desarrollo, bajo la forma de Inversión Extranjera Directa (IED) a través del último eslabón de la internalización del capital financiero y el más reciente ha sido la interconexión entre las distintas bolsas de valores, con su respectiva apertura a la inversión internacional, tanto de países desarrollados como de economías en desarrollo.
Un autor español como Galindo Lucas se interroga: ¿qué sería del capitalismo sin las bolsas?. Las bolsas se han convertido en una institución emblemática del capitalismo. Hoy en día se asume que es una institución imprescindible para cualquier economía, pero aun hay países que no tienen bolsas de valores. Sin embargo, los principales interesados en su existencia han propagado la idea que las bolsas de valores son "el termómetro de una Economía.
Economistas de índole neoliberal piensan que existe una gran similitud entre los beneficios que acarrea el libre comercio de bienes y de los derivados de la libre movilidad de capitales financieros. Pero al realizar esta analogía se cae en un error al no tomar en cuenta que mientras que las transacciones en el comercio de bienes tienen un carácter marcadamente instantáneo, el comercio de instrumento financiero es incompleto y de valor incierto, puesto que se basa en una promesa de pago a realizarse en el futuro.
El campo financiero es la punta de lanza de la mundialización, el sector con la movilidad más completa, donde el monto de las operaciones es más elevado y los intereses privados han adquirido una fuerte capacidad de dictar su voluntad a los Estados, por medio de los títulos de la deuda pública que poseen y de las crisis cambiarias que pueden provocar.
Quizás la característica que más ha favorecido la globalización del capital financiero ha sido el proceso de desregulación del sector, que se ha profundizado de manera extraordinaria durante las últimas décadas, (un hito importante en este proceso de desregulación lo constituye el Consenso de Washington de 1989) .-
Sobre este tema Rapoport plantea que este proceso de desregulación financiera "es sólo un emergente de un proceso histórico que incluye tres hitos fundamentales: la crisis del sistema monetario y financiero internacional basado en el patrón oro – dólar, su forma de salida a través de un sistema de cambio flotante regido en última instancia por acuerdos entre los países desarrollados, y un incremento formidable de la liquidez internacional, que instituyó una en el 2000, Bernal-Meza nos comentaba que: "El Acuerdo Multilateral de Inversiones comenzó aser negociado en 1997, en Ginebra. Este acuerdo, que abarcará cerca del 95 % del comerciocfinanciero, está siendo negociado por 102 países que podrían abrir así sus sectores bancarios, decseguros y otras instituciones financieras, a las inversiones internacionales.
La especulación y la transformación de la economía financiera en una "burbuja", que se explica por las diferencias entre el volumen de las operaciones financieras y la masa real de divisas que participa efectivamente de esas transacciones, han generado una inestabilidad financiera de carácter global, de la cual no han podido escapar ni las grandes economías como las del Sudeste Asiático, pero que se ha transformado en un grave riesgo para las economías más débiles, como quedó evidenciado en las crisis de México, Brasil y Argentina (Sevares, 2002).
El predominio alcanzado por el capital financiero sobre el capital productivo, y la especulación contra las monedas y bolsas, ha permitido sostener ciertas visiones fundamentalistas de la globalización, en palabras de Aldo Ferrer, aunque ha sido la coincidencia y la funcionalidad de la expansión y el desarrollo de las tecnologías de la información y las comunicaciones las que han brindado la base material para que ello ocurriera. Como sostiene Bernal-Meza, puede concluirse que en el proceso de globalización / mundialización de la economía ha sido el capital financiero el segmento que pareciera ya haberse impuesto sobre el capital productivo.
Los agentes principales de este triunfo han sido las corporaciones multinacionales (fuente sustancial de IED) y la banca internacional. Analizando desde la perspectiva del cambio, debemos también focalizarnos en los cambios que el mercado financiero comenzó a experimentar a inicios de la década del "70. Los principales cambios en el sector financiero internacional están dados por el pasaje de un sistema de tipo de cambio fijo, acordado entre las máximas potencias del sistema, a un tipo de cambio fluctuante.
Durante las tres primeras décadas después de la Segunda Guerra Mundial, las instituciones que se crearon en respuesta a la crisis de los años 30 impidieron la repetición de la crisis del jueves negro y sus consecuencias.
A tal punto que se creyó posible que la inestabilidad financiera no era parte inherente del capitalismo. Por esto, hacia 1971, comenzó un movimiento económico por una menor regulación de los mercados financieros, que provocó el pasaje de un tipo de cambio fijo a uno flexible. Lester Thurow, sostiene que en 1971 fue posible creer, de hecho casi todos los economistas lo hicieron, incluyéndose en el grupo, que una tendencia a la flexibilización de los tipos de cambio conduciría a una granestabilidad económica y financiera.
Nos dice que el economista Charles Klindleberger es el único que puede decir con franqueza "lo vaticine, en referencia a que una mayor flexibilización de los tipos de cambio no traería mayor estabilidad.Ttipos de cambio, modificaciones que serían menos perjudiciales para el comercio internacional y la IED que las amplias modificaciones infrecuentes eimpredecibles en los tipos de cambios que son combatidas por los gobiernos.
Los movimientos especulativos de capital tenderían a ser más reducidos, porque teóricamente las monedas pueden no alejarse mucho de sus valores reales equilibrados y con varios cambios pequeños hacia arriba o hacia abajo sería más difícil predecir hacia dónde irán los valores de la moneda en el corto plazo.
El desplazamiento a los tipos de cambio flexible no funcionó como se habría predicho. Las fluctuaciones llegaron a ser más grandes, y las diferencias entre lo que habían vaticinado las teorías de la paridad del poder adquisitivo sobre el valor de la moneda y los valores reales en los mercados de cambio llegaron a ser más amplios. Cuadro 2
Lo cierto es que en referencia al capitalismo financiero, como sostiene Julio Sevares, la consecuencia es la de un estado de crisis permanente.
Debemos reconocer que quizá los "otros capitalismos" también hayan causado en un primer momento esa concepción de crisis permanente. La inestabilidad del mercado financiero internacional ya no es episódica sino estructural (Sevares, 2000). El mercado es intrínsecamente volátil y riesgoso, sometiendo a las economías nacionales y específicamente a los sectores más débiles de ellas a una presión permanente matizada con frecuentes picos de crisis.
Esta extrema volatilidad financiera lleva en las economías nacionales a la aplicación de políticas dirigidas a la "administración de la crisis". Lo que significa una clara adaptación a la concepción (en cierto modo decadentista) que vivimos en una "crisis constante".
Si la inestabilidad del mercado financiero es estructural es necesario una voluntad política para remediarla. La voluntad política es aquella que permite remediar los defectos estructurales. Para superar la inestabilidad Soros nos propone la imposición de una disciplina de mercado: "Se habla de imponer disciplina de mercado, pero si imponer disciplina de mercado significa imponer inestabilidad, ¿cuánta inestabilidad puede asumir la sociedad? La disciplina de mercado debe ser complementada por otra disciplina: el mantenimiento de la estabilidad de los mercados financieros debería ser el objetivo de la política pública.
Para Soros la estabilidad es parte de un objetivo de política pública y como el equilibrio es una tendencia inalcanzable en los mercadosfinancieros150, se debe establecer una tendencia que nos acerque a él lo más posible, y esta tendencia sin duda es parte de una generación.
TERCERA PARTE.
México: La primera crisis en mercados emergentes
México ha sido un país clave en la última década en el ámbito financiero. Como sostiene Roberto Lavagna, "dos veces en poco más de una década, en 1982 y 1994, México no pudo obtener suficiente crédito "voluntario" para financiar o refinanciar sus deudas".
La crisis reviste importancia porque con ella comienza el debate sobre el comportamiento de la economía financiera en la periferia y que luego se extendería al interior de los organismos financieros internacionales.
Situación de México en 1982 y 1995.
A partir de la crisis mexicana, "el informe anual del Banco Mundial 1995, así como el vicepresidente Sharid Javed Burki, miembros de la institución como Sebastián Edwards o académicos como Jeffrey Frenkel (Universidad de California) han cambiado su posición y admiten ahora la importancia de efectuar "algún" tipo de control a los movimientos de capitales de corto plazo al mismo tiempo que han asignado un poder mayor que el aceptado hasta ahora a las políticas de estabilización monetaria por su efecto en modificar expectativas".
La crisis denominada del "Tequila" fue la primera crisis de liquidez en los años noventa que puso en entredicho el sistema financiero internacional y generó un lógico temor al "efecto dominó" sobre el resto de los mercados emergentes.
Thurow nos aclara que en el sistema financiero internacional, en cualquier momento puede aparecer un eslabón más débil. Este parece ser el caso de México en 1994-1995.
El presupuesto mexicano estaba equilibrado pero el peso estaba sobrevaluado y el déficit de la balanza de pagos era financiado con flujos de capital a corto plazo antes que por inversión extranjera directa de corto y largo plazo. Para diciembre de 1994, las reservas de moneda extranjera habían caído a niveles tan bajos que México se vio obligado a devaluar. En febrero de 1994, las reservas de México eran de 29.000 millones de dólares, pero para diciembre de ese mismo año se redujeron a 6.000 millones de dólares y al momento de tomarse la decisión de devaluar (20 de diciembre de 1994) ascendían a solo 3.500 millones.
La situación de México es el costo de una visión miope que solo miraba los méritos pero no los problemas que subsistían y los nuevos que se estaban creando en la economía. En este camino, el tipo de cambio real se apreció fuertemente, desde 1988 y se acentuó en la década del noventa. Las exportaciones crecieron, pero las importaciones lo hicieron aun en mayor medida.
El segundo caso es el resultado de una deliberada política económica escogida con ese fin pero que se ha demostrado como incapaz de reconocer el carácter puramente transitorio o de corto plazo, de parte no solo importante sino de la mayor, de los flujos financieros.
En lo que hace a las causas, el autor antes mencionado, nos indica:
Una alta liquidez en los mercados internacionales de capital y un exceso de ofertas de capital
La existencia, en países medianamente desarrollados, ex ante, de una demanda global excedente, ligada a una demanda social por mayor consumo y más rápido crecimiento que, generalmente, se expresa a través de un mayor gasto e inversión públicos
Una fuerte demanda política por satisfacer dicha demanda global más alta que tiene la sociedad
Un grupo de tecnócratas decididos a aplicar una nueva sound político económio para satisfacer las condiciones de los anteriores items.
El papel del FMI.
Tras los fracasos iniciales por restablecer la confianza en el sistema financiero mexicano, el 9 de marzo de 1995 se dio a conocer un programa macroeconómico de estabilización, con el respaldo de un acuerdo del tipo stand-by con el FMI. Los objetivos claves pasaban por la estabilización económica del país y la recuperación de la confianza internacional.
Algunos de los principales elementos del programa fueron:
Las medidas fiscales incluían ajuste en los precios de los bienes producidos por el sector público y reducción nivel real del gasto público. (En contrapartida, recordemos que la información que nos da Ffrench-Davis habla de los gastos del sector privado y la toma de créditos de este sector en el exterior).
Mantener un régimen de flotación de la tasa cambiaria, utilizando la política monetaria como herramienta para ayudar a estabilizar los precios.
Con la ayuda de una importante operación del BM, México diseña un programa para fortalecer el sector bancario a través de mejoras en la regulación y supervisión, mediante la elevación de los requisitos de capital y de las reservas por deterioro de cartera. Con respecto al sistema bancario, también se eliminaron los topes a la inversión extranjera en la banca mexicana. Se estableció una línea de crédito en moneda extranjera para permitir a los bancos nacionales cumplimentar sus compromisos internacionales. Adicionalmente se instauró un programa de deuda convertible subordinada para ayudar a los bancos que estuvieran experimentando una caída en sus requisitos de capital.
Este programa macroeconómico de estabilización implicó un cambio importante de rumbo en la forma en que México manejaba su economía.
La suma de factores internos y externos impusieron la devaluación de la moneda nacional. En principio se piensa en una devaluación "bien manejada" pero éstas son poco probables, ocurren demasiado tarde o son instrumentados de manera no creíble para "los mercados". Para Lavagna la crisis de México muestra que nunca hay un buen momento para devaluar. Ya para febrero de 1994 se comenzó a advertir que México estaba viviendo como un credit-card addict (Lavagna, 1999).
Efectos de propagación sobre el sistema financiero argentino.
El primer efecto que la devaluación produjo fue un agravamiento de la generalizada desconfianza ya existente en la economía mexicana, que rápidamente se extendió a la gran mayoría de los mercados emergentes. Los bancos internacionales cortaron el flujo de nuevos préstamos; lo que, a su vez, implicó un fuerte retiro de depósitos y una contracción en los pasivos monetarios.
El sistema financiero argentino sintió inicialmente los efectos a través del retiro de depósitos desde el exterior. Bancos y empresas de primera línea se vieron impedidos de renovar fuentes de crédito externo. La crisis de liquidez afectó particularmente a entidades mayoristas. Esto produjo, a su vez, una generalizada desconfianza por parte de inversores y ahorristas locales sobre la solidez de las entidades, llevándolos a retirar sus depósitos y agudizar el problema.
Como consecuencia, algunos bancos provinciales, cooperativos y mayoristas recibieron el impacto de la pérdida de depósitos con extrema intensidad. Por otro lado, otros bancos vieron crecer sus depósitos, en un contexto de marcada incertidumbre sobre la futura evolución de las entidades con problemas de liquidez. Pero, según diversos analistas, ningún banco desapareció por falta de liquidez, sino por fallas en su estructura patrimonial (crisis de solvencia).
Esta situación debilitó el funcionamiento de los mecanismos de redistribución de liquidez al interior del sistema e hizo necesario que las autoridades intervinieran para asegurar la estabilidad del mismo. Estas intervenciones se orientaron a partir de ciertos criterios básicos. En primer lugar, reafirmar la vigencia de la convertibilidad. Segundo, eliminar del sistema Como consecuencia, algunos bancos provinciales, cooperativos y mayoristas recibieron el impacto de la pérdida de depósitos con extrema intensidad. Por otro lado, otros bancos vieron crecer sus depósitos, en un contexto de marcada incertidumbre sobre la futura evolución de las entidades con problemas de liquidez. Pero, según diversos analistas, ningún banco desapareció por falta de liquidez, sino por fallas en su estructura patrimonial
(crisis de solvencia).
Esta situación debilitó el funcionamiento de los mecanismos de redistribución de liquidez al interior del sistema e hizo necesario que las autoridades intervinieran para asegurar la estabilidad del mismo. Estas intervenciones se orientaron a partir de ciertos criterios básicos. En primer lugar, reafirmar la vigencia de la convertibilidad. Segundo, eliminar del sistema financiero el efecto de la crisis fiscal de ciertas provincias, que se financiaban desde algunos bancos provinciales. Por último, tratar de incentivar que las propias entidades financieras privadas se encargaran de las entidades más débiles a través de adquisiciones, fusiones y absorciones.
La crisis financiera precipitada por la devaluación mexicana tuvo un fuerte impacto en la economía argentina. Si bien ello no resultó en una crisis en el sentido de una devaluación cambiaria como vislumbraron muchos, la economía registró una caída del PBI del 5 % y una disminución de la inversión del orden del 16 %. Para restaurar la confianza global en la economía se corrigieron las metas fiscales en el marco de la ampliación del acuerdo de facilidades extendidas con el FMI. Esto permitió al país acceder al financiamiento necesario para compensar la salida de capitales que se estaba manifestando.
Las tasas pasivas de interés, luego de las fuertes subas registradas al compás de la crisis financiera, descendieron a niveles similares a los prevalecientes al momento de la devaluación mexicana. El diferencial entre las tasas pasivas en pesos y dólares que se había incrementado por los supuestos riesgos de devaluación, comenzó a disminuir alentado por la recuperación de los depósitos en pesos, recuperación que precedió a los nominados en moneda extranjera.
En lugar de operarse en medio de una fuga o un retroceso de los depósitos del sistema, este capítulo de la transformación se dio en un período de crecimiento de las imposiciones del orden del 30 %. Y en lugar de avanzar como una derivación de quiebras o suspensiones de entidades, avanzó en la forma de la absorción de los grandes bancos privados nacionales por parte de la banca extranjera. La crisis mexicana dejará como conclusión la necesidad de reformar el sector público, la crisis asiática desplegará argumentos diversos sobre la necesidad de poner énfasis en las reformas con eje en el sector privado.
CUARTA PARTE.
La crisis asiática: "Segunda ola" de crisis financiera
La crisis asiática reviste importancia considerando que lo que hoy es conocido como "blindaje" o ayuda financiera internacional, comenzó en 1997 y específicamente en la región del Sudeste Asiático, cuando fue necesario salvar a las economías de la región. El blindaje llegó a Tailandia, en julio de 1997, luego que la devaluación de su moneda (bath) arrastrara a Corea del Sur, Malasia170, Filipinas e Indonesia.
La crisis de Asia constituye un ejemplo de cómo las medidas del FMI afectan las economías regionales, y cómo estas medidas, en ocasiones, desequilibran las economías nacionales de los países en desarrollo desencadenando a corto ó mediano plazo un proceso devaluatorio. La crisis asiática, objeto de interpretaciones muy diversas, puede verse, como el resultado de liberalizaciones incompletas y mal controladas y en cierto modo, por sus implicancias mundiales aún poco claras como un verdadero giro en la historia de la globalización.
Las economías del Sudeste Asiático.
La visión neoclásica y liberal adjudica los logros pasados a la apertura exterior, al papel de los mecanismos de mercado y a las intervenciones estatales favorables al mercado (medidas market-friendly), o sea, tendientes a asegurar simplemente un mejor funcionamiento del mercado. Las interpretaciones heterodoxas enfatizan, por otro lado, el papel activo y "guía" del Estado (medidas market-aumenting), los factores culturales (valores asiáticos), el aprendizaje tecnológico y la situación geoestratégica de los "tigres" en la Guerra Fría.
El primer enfoque tiende a explicar la crisis por los excesos de intervencionismo estatal que habrían generado ineficiencia y corrupción. Sin embargo no parecía ser éste un argumento sostenible. Como sostiene Cesarin: "aún descreyendo de los standares nacionales, la información provista por fuentes "no gubernamentales" sostenía similar perspectiva. Un ejemplo lo brinda el ranking elaborado por Transparency International (TI) sobre Corrupción. Los datos referidos a los tres últimos años del siglo XX que comprenden el pico de la crisis asiática y rozan la latinoamericana indican que, sin grandes fluctuaciones, entre las principales treinta economías consideradas más abiertas y con menores niveles de corrupción aparecen Singapur, Hong Kong, Japón, Taiwán y Malasia (siendo Chile la única entre las latinoamericanas) tampoco parecían ser las economías asiáticas "paradigma de corrupción y falta de transparencia".
Otros enfoques coinciden con las ineficaces políticas de regulación. "Más que los fenómenos indudables de corrupción y de nepotismo, la causa fundamental de la crisis fue la liberalización financiera excesiva y precipitada de los países de la región, aconsejada e impuesta por el FMI: como consecuencia de ésta, y apoyado en altas tasas de interés y unas monedas pegadas al dólar, un enorme flujo de capitales predominantemente especulativos se volcó desde comienzos de los años "90 hacia estos países y generó una verdadera "economía de burbuja" con sobrevaluaciones de bienes inmobiliarios y de títulos negociados en las bolsas de la región, mientras que se multiplicaban los déficits de cuenta corriente ante las insuficiencias del sector productivo real".
El ingreso masivo de capitales fue posible por la gran liquidez internacional de la década de los noventa y el mayor inversor fue el vecino Japón. También es importante destacar que una parte sustancial de los créditos, que llegaron a la región atraídos por el diferencial en las tasas de interés, financió actividades relacionadas con la producción de bienes y servicios no transables, especialmente en el sector inmobiliario y financiero. Es decir que se endeudaron en dólares en actividades que no generaban capacidad de devolución de divisas.
La aparente estabilidad de la vinculación con el dólar alentó a los bancos y negocios locales a endeudarse en dólares y convertir los dólares en las monedas locales sin cobertura; después los bancos prestaron a proyectos locales o invirtieron en ellos, sobre todo bienes raíces. Esa parecía una forma sin riesgo de ganar dinero. Pero este acuerdo tácito se vio sometido a diferentes presiones, entre ellas se mencionó la subvaluación de la moneda china en 1996 y del dólar norteamericano, respecto del yen japonés. La balanza comercial de los países afectados se deterioró, aunque los déficits comerciales fueron contrapesados al inicio por el continuo ingreso de capitales.
Pero esta preferencia estratégica de Estados Unidos se debió a razones geopolíticas. En el marco internacional de la Guerra Fría, este país necesitaba asegurarse el éxito de estas economías. Los tigres asiáticos supieron aprovechar esta relación preferencial para desarrollar un modelo de crecimiento económico orientado a la exportación. No cualquier país podía transformarse en exportador de bienes manufacturados a partir únicamente de la ayuda de Estados Unidos, como lo demuestran los casos específicos de Egipto y Panamá. Según De la Balze es necesario analizar también los factores endógenos para explicar los logros de este grupo de países, por ejemplo: "políticas macroeconómicas ortodoxas, una alta tasa de ahorro, una ética de trabajo estricta y un estado que planificaba las inversiones".
Visiones de los logros y de la crisis en Asia desde la corriente de pensamiento ortodoxa y la corriente heterodoxia.
La crisis en Asia y la intervención del FMI.
La crisis de Asia a criterio de Stiglitz presenta dos patrones familiares. El primero es justamente ilustrado por Corea del Sur. El segundo es materializado por Tailandia. Corea del Sur, tras el naufragio de la guerra de las "Dos Coreas", el país formuló una estrategia de crecimiento que aumentó la renta per cápita en ocho veces en tan solo 30 años y a su vez avanzó significativamente en la reducción de la brecha tecnológica que la separaba de los países más desarrollados. Durante el transcurso de la década del noventa había ingresado a la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico comúnmente identificada bajo la sigla OCDE, el club de las naciones más desarrolladas como la llaman muchos autores.
En las primeras etapas de su transformación económica Corea del Sur había controlado estrictamente todo lo relativo a su mercado financiero, pero bajo presión de Estados Unidos, había permitido de mala gana el endeudamiento de sus empresas en el exterior, de esta manera quedaron a merced de "los caprichos" de los mercados internacionales.
El FMI inyectó vastas sumas de dinero para que los países de Asia pudieran mantener el valor de su moneda. El total de los paquetes de rescate, incluyendo el apoyo de los países del G-7 fue de 95.000 millones de dólares, distribuyéndose de la siguiente manera: Corea del Sur con 55.000 millones, Indonesia con 33.000 millones y Tailandia con 17.000 millones de dólares.
El FMI se limitó a acusar a estos países de no haber aplicado las reformas estructurales "en serio". Estas críticas exacerbaban la estampida de estos capitales hacia el exterior. Surgieron dudas sobre las políticas del FMI y del Tesoro de los Estados Unidos propiciaron un entorno que alimentó la crisis al estimular un ritmo de liberalización financiera y de los mercados injustificablemente veloz. Los defensores de la liberalización de los mercados de capitales plantean el argumento que los controles en el mercado de capitales impiden la característica eficiencia económica en la distribución, por lo cual se estaría mejor sin ellos.
La última opción fue la opción desarrollada. Fue lo que ocurrió en aquella zona de Asia a finales de la década del noventa. Las políticas fiscales y monetarias contractivas, combinadas con políticas financieras erradas, produjeron frenos económicos masivos, rebajando las rentas, lo que redujo las importaciones y dio lugar a voluminosos superávits comerciales, con los cuales obtuvieron los recursos para pagar a los acreedores foráneos. Si bien entre los objetivos del FMI se contaba evitar el contagio, éste fue inmediato.
En el país donde fue más evidente la falta de percepción del FMI sobre el mercado financiero fue en Indonesia. Ya habían cerrado más de una docena de bancos, y se informó que otros podrían hacerlo en el futuro, los depositantes quedaron librados a sí mismos. Esto generó corridas hasta los bancos privados que aun tenían sus puertas abiertas, y el retiro de sus depósitos hacia bancos estatales que se creía gozaban de garantía estatal.
Críticas a la actuación del FMI en Asia.
En numerosos foros se ha planteado la necesidad de reformar el FMI. Institución surgida con los acuerdos de Bretton Woods, que a pesar de la finalización de estos ha persistido. Los gobiernos de países en vías de desarrollo plantean la necesidad de la reforma del FMI, pero incluso Estados Unidos consciente de la interconexión de las economías al nivel mundial, plantea como objetivo el aumento de los recursos para dicha institución.
En las crisis financieras internacionales del último decenio del pasado siglo, el FMI se enfrentó a problemas que nunca antes había tenido que abordar. La crisis asiática era una crisis compleja, con un componente monetario y uno crediticio. Lo que hacía que la crisis asiática fuera diferente de cualquiera de las crisis a las que el FMI se había enfrentado antes era que se había originado en el sector privado; el sector público estaba en una forma relativamente buena. Por eso Soros pensó que la crisis asiática serviría para poner fin a ese modelo de capitalismo, llamado "crony capitalism", o "capitalismo de amigotes" para el autor, que antes se ensalzaba con el nombre de capitalismo confuciano o capitalismo asiático.
Gran parte de la insatisfacción popular hacia el FMI, especialmente en los países que han operado bajo los programas de ajuste del mismo, se debe a este celoso papel de policía exigente, en vez del "ultra permisivo" papel del trabajo social (Mussa, 2002). Es una discusión acerca de la naturaleza del FMI. Pero claro está que en sus diálogos con el FMI, todos los países prefieren dialogar con el trabajador social y no con el policía exigente.
Por tanto, el FMI impuso a la crisis asiática su medicina tradicional: elevar los tipos de interés y reducir el gasto público para estabilizar la moneda y restablecer la confianza de los inversores internacionales. Si bien se cree que este último punto es la razón de ser de la lógica de funcionamiento del FMI. Reconoció los defectos estructurales concretos pero los programas del FMI no funcionaron porque solo se ocupaban de algunos aspectos de la crisis no de todos.
Similares problemas, diferentes respuestas.
Gracias a su política macroeconómica, las fuertes regulaciones existentes en el país protegieron a los bancos de quedar expuestos a la volatilidad de los tipos de cambio. E incluso se limitó el endeudamiento exterior de las compañías a la que dichos bancos prestaban.
El gobierno de Mohamed Mahatir también impuso restricciones a las transferencias al exterior de los capitales de los residentes de Malasia, congeló durante el lapso de un año la repatriación de las inversiones de cartera. Estas medidas fueran anunciadas como aquellas de corto plazo, y fueron "delicadamente" diseñadas para no parecer que el país se comportaba de manera hostil con la inversión extranjera de largo plazo que quisiera venir.
En ocasión de aquella crisis, Mohamed Mahatir, envió una nota al diario The Times, el 1 de septiembre de 1998, en la que sostenía: "…los gobiernos están siendo acusados mientras los mercados accionarios son alabados por sus esfuerzos por disciplinar a los gobiernos, por forzarlos a cambiar sus caminos".
A partir de aquí, un gran número de economistas y especialistas en materia financiera discutieron sobre la situación malaya. La adopción de controles de capitales y el no recurrir a los préstamos asistenciales del FMI, no demostraron ser medidas adversas en el largo plazo para Malasia en comparación con sus vecinos que no tomaron este tipo de medida.
No obstante ello, Rudy Dornbusch206 afirma que los costos y beneficios de los controles son ambiguos, porque si bien la economía malaya se recuperó a finales de 1998, también se recuperaron las economías de Corea y Tailandia, países que no recurrieron a este tipo de medidas.
Otra cuestión de suma importancia a tener en cuenta es que hay escasas pruebas que los controles de capitales diseminen a los inversores extranjeros. De hecho en el período estudiado, y bajo el caso malayo, la inversión extranjera directa aumentó. Como a los inversores les preocupa la estabilidad macroeconómica y como Malasia logro obtenerla durante este tiempo, el país logro atraer a los inversores.
China logró esta situación respetando algunas prescripciones de la ortodoxia económica210. Ante un giro negativo de la actividad económica hay que responder con una política macroeconómica expansiva. Este país aprovechó la oportunidad para combinar sus necesidades de corto plazo (infraestructura) con sus objetivos de largo plazo. En su economía interna había vastas oportunidades para las inversiones públicas con alta rentabilidad y lo supo aprovechar.
Como sostienen varios autores, los factores de vulnerabilidad parecen haber estado ausentes en China:
Los grandes bancos nacionales estaban respaldados por el estado.
Como ya fuera mencionado, los controles gubernamentales sobre la cuenta de capital impidieron la entrada masiva de capitales de corto Plazo.
La devaluación competitiva de la moneda china en 1994, se suele presentar como otro factor que contribuyó a agudizar la crisis económica agravando el deterioro de los "términos de intercambio" entre las economías de la región.
China mantuvo su paridad frente al dólar, por su histórica desvinculación del yen japonés.
Los indicadores corroboran estas hipótesis. Entre 1989 y 1999, la participación del mercado estadounidense sobre el total de las exportaciones chinas aumenta del 23 al 36 %, en tanto para las economías de la ASEAN – 4 (Indonesia, Malasia, Tailandia y Filipinas) el incremento fue del 18 al 21 % en el período considerado. La expansión china tuvo lugar principalmente en sectores como prendas de vestir, calzado y productos domésticos, tradicionalmente competitivos con respecto a los del Sudeste de Asia.
Como hecho notorio, en América Latina, no contamos con un motor económico regional que pueda reemplazar a los Estados Unidos ofreciendo una alternativa de empuje y recuperación para el resto. Ni a corto ni a mediano plazo se vislumbra una "posible potencia económica" pueda empujar al crecimiento conjunto de la región.
Cómo controlar los flujos de capitales. Posibles medidas.
El "efecto arroz" sobre el sistema financiero argentino.
La internacionalización de la crisis comenzó el 17 de octubre cuando Taiwan dejó de intervenir en el mercado cambiario y que se depreciara su moneda; se profundizó el 23 cuando se produjo la caída de la bolsa de Hong Kong y 4 días más tarde (el 27 de octubre) cayó el índice Dow Jones, extendiéndose la crisis al resto del mundo. Por su parte, las bolsas latinoamericanas cerraron con pérdidas. Esto fue seguido de un crash bancario en Japón (producto del cierre de dos importantes instituciones financieras el 17 y 24 de noviembre) y de la devaluación de Corea en los primeros días de diciembre.
El Banco Central también permitió a las entidades utilizar nuevos instrumentos para constituir los requisitos de liquidez mediante cartas de créditos stand by emitidas por entidades de alta calificación internacional. Además, con el objeto de proveer mayor liquidez al sistema se dispuso la ampliación de la línea de pases.
La fortaleza del sistema financiero argentino y la buena performance de los "fundamentals" permitieron la absorción de la crisis sin que surgieran problemas de confianza que implicaran una drástica huida de capitales. Luego de esta segunda crisis financiera internacional quedó demostrado que la fortaleza del sistema financiero y la consistencia de las políticas implementadas son factores clave para absorber estos shocks internacionales.
QUINTA PARTE
El cambio sistémico internacional y la crisis argentina
El "caso argentino" y el cambio de paradigma global
La crisis de Argentina, si bien responde a los patrones secuenciales de evolución de las anteriores crisis, la combinación de escenarios negativos constituye puntos de particular de análisis a fin de descubrir matices en el procesamiento de las características sin precedentes.
Entre los escenarios negativos inmediatos encontramos, un cambio de paradigma económico global:
La caída de Brasil con posterioridad a la crisis rusa.
La crisis de Turquía con sus particulares similitudes para nuestro país.
Y los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001.
Dichos acontecimientos han influido sobre la Argentina, además sobre el FMI, en el surgimiento de un nuevo ideario referido al trato de las naciones en crisis financieras.
Ante tales cambios en el sistema internacional, Argentina verá reducido su "margen de maniobra", y el desenlace final será el quiebre del 21 de diciembre de 2001.
Antecedentes inmediatos: la caída de Brasil y de Turquía
Ahora bien, con la crisis de Rusia en agosto de 1998, Brasil se vio sumamente afectado. Y que, algunas políticas macroeconómicas parecían estar mal para el vecino país, los potenciales inversores y prestamistas se abstuvieron y el rebaño comenzó a moverse. Las reservas se redujeron unos 30.000 millones de dólares en los dos meses siguientes, mientras el gobierno luchaba por contener el real y se pagaban los préstamos.
Es así, como comenzó a circular discretamente el temor de una mora en el pago de los préstamos. El FMI se movió rápidamente y en octubre ya habían dispuesto un programa de préstamos de 41.600 millones de dólares.
La carta de intención firmada en noviembre de ese mismo año por el Brasil lo comprometía a una serie de objetivos entre ellos:
La reducción del déficit fiscal del 8 % del PBI al 4,5 %, lo cual se lograría por el lado de los ingresos, elevando el impuesto a las transacciones financieras, aumentando los aportes sociales de los empleados del sector público, y aumentando la contribución de los empleadores a la seguridad social.
Del lado del gasto, el objetivo fue una reducción de poco más de 7.000 millones de dólares; pero según algunos observadores, la medida del FMI y la orientación política, en especial sobre el tipo de cambio, aseguraron el pago de las obligaciones con los bancos e inversionistas de los países desarrollados sin pérdida alguna para los inversionistas.
Contando con la mitad de las reservas y enfrentando a un mayor déficit de cuenta corriente, en enero el gobierno optó por aplicar una devaluación del 8 %. El aliviado mercado accionario de San Pablo inmediatamente aumentó un 34 %, pero los mercados del exterior bajaron, revelando las percepciones de lo que se entiende como algo bueno para los negocios. El gobierno, presionado por el FMI elevó aún más las tasas de interés, pero no logró tranquilizar a los inversionistas internacionales, quienes decidieron que el real se estaba desmoronando.
La ya mencionada crisis en Brasil trajo consigo efectos intramercosur, se encarecían aún más las exportaciones argentinas. Se recordaba, una vez más, la falta de coordinación en el Mercosur de políticas macroeconómicas.
No obstante, la crisis turca también hizo sentir su efecto sobre la Argentina. En febrero de 2001, la disputa entre el presidente de Turquía, Ahmet Sezer, y su primer ministro, Bulent Ecevit, provocó que su mercado se derrumbara afectando a la Argentina, básicamente porque comparten la volatilidad financiera que caracteriza al grupo de los "mercados emergentes".
Si se avanza un poco de la dimensión económica y la anécdota política, el caso turco tiene componentes que suponen interés para las democracias de América Latina. El de Turquía es un caso claro de "gobernabilidad en crisis" en el que se pueden reflejar como en un espejo las "democracias emergentes".
Por otro lado, las autoridades económicas argentinas intentaron marcar las diferencias con Turquía sobre la base de diferencias fiscales, monetarias, financieras, institucionales y de estructura de la deuda externa, porque la deuda turca estaba mayormente en manos de tenedores locales.
Desde el gobierno pronto salieron a marcar las diferencias con Turquía y el encargado fue Daniel Marx, quien era secretario de Finanzas del Ministerio de Economía. Sostuvo que hay diferencias sustanciales, y que las desventajas de Turquía son: desvíos importantes respecto del programa acordado con el FMI, si bien es un gobierno de coalición como la Alianza, la coalición es entre tres partidos, el sistema financiero turco es débil y el de la Argentina es sólido.
Inestabilidad institucional y crisis económica en los noventa
Los orígenes del acelerado endeudamiento externo de la Argentina pueden remontarse a mediados de la década de los setenta. Las Fuerzas Armadas en 1976, junto con el disciplinamiento de la clase trabajadora, promovieron la apertura comercial y financiera, y la aplicación de un plan económico.
Entre las principales medidas de política económica adoptadas, encontramos:
– La liberalización total de precios
– Devaluación y congelamiento de salarios
– Reducción de aranceles aduaneros
– Eliminación de reintegros a la exportación industrial
– Liberalización del régimen de inversión extranjera directa otorgándole los mismos beneficios y derechos que al capital de origen nacional.
Estancamiento industrial y expansión financiera, 1976 –1980
Las medidas anteriormente mencionadas llevaron a que el FMI, que había negado mayor financiamiento al gobierno justicialista de Isabel Martínez de Perón, ofreciera al nuevo gobierno nuevos créditos.
El endeudamiento público destinado a sostener el sistema mediante un constante ingreso de capitales y el endeudamiento de carácter privado facilitado por la apertura de la cuenta de capitales que se había dado a partir de 1976 – 1977, contribuyeron a la acumulación de una deuda externa cada vez más elevada.
Algunos datos a tomar en cuenta nos permiten justificar lo anteriormente expresado:
En el período 1975 – 1983 la deuda externa creció de 7.800 millones de dólares a 45.000 millones de dólares.
En 1975, el 50 % de la deuda era pública. En 1983, el 70 % de la deuda era privada
Hasta 1979, el sector público se endeudó poco, pero a partir de este año el endeudamiento causó una sangría de divisas en un país que cada vez recibía menos dólares del exterior
Desde 1981 hasta el retorno de la IED en la década del noventa, el pago de utilidades e intereses de la deuda es mayor al ingreso de capitales.
La liberalización financiera permitió la fuga de capitales en una escala jamás vista con antelación. En 1984, el BM estimó que el 44 % de la deuda externa correspondía a la evasión de capitales por parte de agentes privados, el 33 % por pago de intereses y el 25 % destinados a la compra de armas o importaciones no registradas
La economía de acumulación financiera tuvo un efecto desastroso sobre la economía real, entre 1976 y 1983 el PBI creció a un promedio anual de 1,4%
La inflación se mantuvo. En 1977 los precios aumentaron un 176 %, en todos los años hasta 1983 la inflación siguió manteniendo tres dígitos, con la sola excepción del año 1980 que esta se mantuvo en un 87,6 % anual promedio.
A partir de 1981, Lorenzo Sigaut, quien había reemplazado a Martínez de Hoz, implementó un seguro de cambio que se otorgó a quienes renovaban sus créditos en el exterior por una plazo mínimo de un año y medio, y que abarcó obligaciones por 6.000 millones de dólares, casi la mitad de la deuda externa privada.
Se continuó por la deuda interna en 1982. El titular del Banco Central, impuso topes a las tasas de interés de todas las operaciones del sistema financiero, los cuales, gracias al fuerte aumento inflacionario licuaron las deudas empresarias. Es así como, las deudas privadas fueron "estatizadas" agravándose así la vulnerabilidad externa de la Argentina.
Al asumir el nuevo gobierno radical, el problema era aún más grave. La principal debilidad económica que no lograba controlar el Estado era la inflación, a tal punto que para el mes de junio de 1985 ésta alcanzó el 1000 % anual, para intentar paliar la situación el gobierno lanzó el denominado Plan Austral, que consistía en un cambio de moneda, control de precios industriales y un sistema de desindexación. Con ésta última los deudores no debían pagar los intereses calculados en los momentos de elevada inflación, lo cual beneficiaba injustamente a los acreedores. En el fracaso del Plan Austral se encuentra el germen de la caída del gobierno de Alfonsín ante el descontento popular.
Ante la constante pérdida de reservas el gobierno declaró en mayo del año 1988 una moratoria en el pago de los intereses de la deuda externa. Ese mismo año se lanzó un nuevo plan para evitar la escalada inflacionaria. El Plan Primavera, que disponía un sistema cambiario múltiple, plan que pronto fracasó. En síntesis, en el período que va desde 1983- 1989, la Argentina aumentó su deuda externa en casi un 50 %. Un balance económico del gobierno de Raúl Alfonsín, nos arroja los siguientes datos:
Caída del PBI en un 2 % promedio
Desplome de la inversión fija
Aumento del desempleo de un 5,5 % a un 8,4 %
Un tope máximo de inflación en 1989 de 4.900 %
Déficit del sector público en un 7,6 % del PBI
Solo presenta superávit el comercio exterior, pero esto no es debido al aumento de las exportaciones, dado que apenas tuvo variación, sino debido al brusco descenso de las importaciones causado por la recesión interna
Ya para marzo de 1989, se realizaron elecciones presidenciales, siendo la fórmula triunfante Carlos Saúl Menem – Eduardo Duhalde. En el mes de julio de dicho año, el entonces presidente Alfonsín se ve obligado a renunciar asumiendo tempranamente el gobierno.
El nuevo gobierno unificó los tipos de cambio, aplicó también una devaluación del 100 %, optó por un ajuste fiscal y comenzó una política de reducción del Estado. El Poder Ejecutivo diseño y el Legislativo aprobó las leyes referidas a Reforma del Estado (Ley Nro. 23.696) y de Emergencia Económica que le dieron poder al gobierno para privatizar empresas estatales, vender inmuebles pertenecientes al Estado, eliminar el "Compre Nacional" y liberalizar el ingreso de empresas extranjeras.
La devaluación del 100 % ocasionó una carrera inflacionaria que intentó ser frenada por una política monetaria restrictiva del Banco Central que aumentó las tasas de interés, pero frenando así la poca actividad económica existente.
Las nuevas autoridades económicas dispusieron un plan de flotación para el tipo de cambio y un programa de canje de depósitos a plazo fijo del sistema financiero por Bonex, es decir, bonos de deuda pública en dólares.
La política monetaria restrictiva contribuyó a mantener en caja el tipo de cambio, pero no logró reducir la inflación. La paulatina sobrevaluación del peso ocasionaba inconvenientes en el sector comercial externo.
El gobierno no atravesaba problemas fiscales graves. Esto se debía al mantenimiento de la mora en el pago de los intereses iniciada bajo el período de Alfonsín, al igual que no se pagaban a los deudores internos ni se giraban los fondos a las provincias.
Ante los compromisos incumplidos el gobierno tomó la decisión de emitir. Esta medida redundó en un segundo período de hiperinflación. En marzo de 1990, el gobierno respondió con un nuevo programa, mediante el cual se reducían gastos eliminando reparticiones del sector público, se daba comienzo al proceso de privatizaciones y se flexibilizaba el régimen para la inversión extranjera directa. Como afirma Mario Rapoport:
"Se había producido una reorientación de la política económica pasando a favorecer prioritariamente a otros sectores del poder económico, el de los acreedores externos y, de manera secundaria, el de los exportadores. Los grandes contratistas del Estado también se beneficiarían participando en las privatizaciones".
En enero de 1991, el Ministerio de Economía fue ocupado por el hasta entonces Ministro de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto, Domingo Felipe Cavallo. La principal medida en materia de política económica la convertibilidad se entiende en el marco de historia inflacionaria del país. Inflación – Hiperinflación se enlazan con la Convertibilidad como estructura y superestructura.
La Ley de Convertibilidad actúo sobre el imaginario colectivo, sobre la idiosincrasia de los argentinos provocando una identificación total con la convertibilidad de su moneda vis-à-vis los resultados positivos de esa opción escogida.
La Ley de Convertibilidad
El 1 de abril de 1991 el tipo de cambio equivalía a un dólar cada 10.000 australes. En ese entonces se permitió la libre convertibilidad de cada austral a dólares a la cotización establecida, al aprobarse la Ley 23.928. La ley disponía también que el Banco Central de la República Argentina debía guardar reservas de libre disponibilidad equivalentes a no menos del 110 % de la base monetaria con el objeto de institucionalizar mediante sanción legislativa el "sistema de conversión" impuesto.
Para reforzar ésta relación entre moneda nacional y divisa norteamericana se llego a modificar incluso el Código Civil autorizando así los contratos en moneda extranjera. A la par se prohibió la indexación de los contratos para que la inflación pasada no fuera trasladada al futuro, cortando de esta manera la inercia inflacionaria.
Paralelamente se dispuso una rebaja de los encajes bancarios de los depósitos en australes y un aumento de los correspondientes en dólar. A partir del 1 de enero de 1992, finalmente el Austral fue reemplazado por el peso convertible a dólar con una paridad de uno a uno. La convertibilidad era un sistema con tres partes que actuaban de manera articulada:
– Un tipo de cambio fijo
– Una moneda convertible
– Una emisión monetaria dependiente del ingreso de dólares al Banco Central.
En el sistema anterior existente, el Banco Central emitía de forma libre en función de las necesidades del Estado. El Tesoro se endeudaba con el Banco Central y cada año esa deuda era cancelada.
Bajo el sistema de convertibilidad, la única manera posible que tenía el Estado de obtener dinero era tomando prestado, emitiendo títulos de la deuda interna o externa.
La convertibilidad modificó sustancialmente el funcionamiento del Banco Central de la República Argentina. Bajo un sistema estándar, el Banco Central emite moneda de acuerdo a los criterios fijados por el gobierno y de forma independiente. El gobierno impuso la autarquía del Banco Central. Este enfoque de Banco Central independiente es producto de la cultura monetarista surgida en los setenta cuya finalidad buscada era lograr la subordinación de la economía productiva a la política monetaria.
El monetarismo plantea la necesidad de contar con un Banco Central "independiente" de las presiones de gobiernos y dispuesto a manejar la oferta monetaria solo con criterios antiinflacionarios estrictos. La independencia
del Banco Central constituye una opción política tras el resultado de la importancia del sector financiero sobre la economía real.
Una de las reglas básicas de la Convertibilidad era que el Estado debía mantener la disciplina fiscal y gastar solo sobre la base de los recursos obtenidos por impuestos. Como se verá más adelante, aquí radica uno de los gérmenes de la propia destrucción del sistema de Convertibilidad. El déficit fiscal y la evasión impositiva se convertirán en dos de los problemas que le será más difícil paliar al Estado Nacional y a los Estados provinciales.
El propósito era crear una economía estable, abierta y privatizada, es decir, como sostiene Julio Sevares, "corporizar el mito neoliberal de la economía de mercado globalizada"
La estabilización y la posibilidad de realizar depósitos en dólares estimularon la captación de dinero por parte del sistema financiero argentino incrementando su capacidad crediticia. A esto debe sumarse que gracias a la convertibilidad los bancos podían tomar fondos en el exterior para prestar en el mercado interno. Como resultado de este proceso los depósitos se triplicaron entre 1991 y 1994.
Licuación de deuda interna por medio de Plan Bonex más reducción de deuda externa por medio del Plan de Convertibilidad permitieron mantener el equilibrio fiscal durante 1991 y un pequeño superávit durante los años 1992 y 1993. Bajo el sistema de Convertibilidad, las exportaciones del país crecieron, pero las importaciones creyeron en una cifra aun mayor. Los pagos de intereses y utilidades también crecieron.
Durante los primeros años, la brecha fue cubierta por el ingreso de IED, bajo la modalidad de las privatizaciones. Sin embargo, una vez agotado este proceso, los ingresos provenientes del exterior se redujeron.
El aumento de las reservas, cuestión estructural del sistema de Convertibilidad, implicaba el ingreso de divisas. Y a partir del agotamiento de esta ola privatizadora, el ingreso fue cubierto por el endeudamiento público en el exterior.
Argentina y la IED, 1992 –1998
Parte de la crisis económica en ciernes reside en uno de los dilemas de la convertibilidad: la necesidad de conseguir sustentabilidad en un presupuesto público equilibrado, porque si no la única forma de financiar un déficit pasa por el endeudamiento público.
A partir de 1995 se reduce el ingreso de IED y se opta por profundizar el endeudamiento externo. Como sostiene Sevares, por su acumulación de deudas, el sector público perdió el crédito externo, con lo que el flujo de divisas se detuvo. Es aquí donde encontramos el inicio del fin de la convertibilidad argentina.
La fuga de capitales, la disminución de la IED, y el constante retiro de los capitales que se encontraban invertidos, parecían augurar el resultado del modelo en el mediano plazo. Según datos del diario Clarín, entre 1992 y 2001, los activos externos de residentes en el país se duplicaron, llegando a constituir 106.000 millones, más del 75 % de la deuda externa. Tan solo más de 13.000 millones se fueron del país durante el año 2001. De esta manera se permitió una de las fugas de capitales más importante de la historia de nuestro país producto de las contradicciones internas del propio modelo adoptado.
El último período
Pasados los dos períodos del presidente Menem, el partido político de "La Alianza" se hizo con el poder el presidente Fernando De la Rúa a la cabeza. Pronto este se demostraría incompetente para el cargo que ocupaba.
El nuevo gobierno, resultante de una alianza entre partidos políticos con eje en la UCR (Unión Cívica Radical) y el Frepaso (Frente País Solidario); en adelante, Alianza heredó una situación económico – financiera sumamente compleja. "La Alianza" funcionó durante todo su gobierno sin un plan auto centrado, por eso sus políticas se basaron en responder, o al menos intentar responder, las exigencias del FMI, de los grupos de poder argentinos y las presiones sociales.
El nuevo gobierno, resultante de una alianza entre partidos políticos con eje en la UCR y el Frepaso (en adelante, Alianza) heredó una situación económico – financiera sumamente compleja. En los últimos años del segundo período del presidente Menem, se había expandido el gasto público, ampliando el déficit fiscal y deteriorando el crecimiento de la economía.-
Se proveía a la economía nacional los capitales necesarios pero a través del endeudamiento externo. Ante esta situación si se reducía el déficit fiscal se reducía también el ingreso de capitales. Si se mantenía el déficit fiscal crecía el endeudamiento externo y aumentaba la desconfianza sobre la solvencia fiscal. Todo parecía ser un juego de suma cero. La "escuela ortodoxa" promovía la reducción del déficit fiscal para así recrear la confianza de inversores, y promover el regreso de capitales y la reactivación de la economía.
Para la escuela heterodoxa, la recesión se debía la insuficiencia de la demanda y un ajuste agravaría la situación. Alertaban que aunque el déficit se redujera los capitales externos no regresarían al sector productivo si este continuaba bajo parálisis. La solución pasaba por un ajuste positivo del déficit fiscal, poniendo énfasis en la mejora de ingresos y en una mejor distribución de los mismos eliminando beneficios impositivos y previsionales y un fuerte combate a la corrupción y la evasión fiscal.
Pero había una cuestión importante que dividía las opiniones: el tipo de cambio. La mayoría de los economistas consideraba que el tipo de cambio estaba atrasado, sobrevalorado, por lo tanto no facilitaba las exportaciones del país. Un grupo más que reducido planteaba la necesidad de devaluar el peso y eliminar la caja de conversión para así recuperar la posibilidad de tomar decisiones en materia de política monetaria.
Ni bien "La Alianza" asumió el gobierno declaró públicamente que el déficit fiscal consolidado era de 10.000 millones de dólares. La aplicación posterior de una política fiscal restrictiva, acentuó la baja en la demanda interna.
La medida denominada "impuestazo" no dio los resultados esperados; el gobierno recortó salarios de empleados públicos nacionales y provinciales.
En aquel momento, Joseph E. Stiglitz sostenía: "Apenas se había recuperado el mundo de la crisis financiera de 1997 – 1998 cuando se deslizó hacia la desaceleración global de 2000 – 2001 empeorando la situación de Argentina. Aquí fue donde el FMI cometió su error fatal: apoyo una política fiscal restrictiva, la misma equivocación que cometió en Asia y con las mismas desastrosas consecuencias. (…) cualquier economista podría haber predicho que las políticas de ajuste del gasto incitarían a la recesión (…)".
Sin embargo, por el mismo dilema de la convertibilidad, si la economía se hubiera reactivado al mismo tiempo hubiese provocado el aumento de la demanda de importaciones. Un aumento de la demanda habría provocado una baja de las reservas por aumento de las importaciones y habría chocado con la escasez de divisas.
Una posible solución a estos dilemas pasaba por aplicar una política orientada a las exportaciones combinada con un ajuste fiscal basado en mejorar el cobro de impuestos a grandes evasores, sectores de rentas monopólicas y de altos ingresos.
Los malos resultados en materia fiscal a lo largo de 2000 crearon fuertes tensiones con el FMI, y al interior de este organismo crecieron las presiones para que fuera desplazado de su cargo el Ministro de Economía.
Para septiembre de 2000, la Argentina veía reducir constantemente sus posibilidades de tomar créditos en el exterior, y enfrentaba dificultades para conseguir financiamiento en el mercado externo privado.
Crisis y "solución final": el blindaje financiero.
"La pregunta inicial acerca del blindaje argentino fue si hubiese tenido un destino diferente al de sus antecesores y si hubiese ayudado a salir de la difícil coyuntura en la que se encontraba nuestro país. O si, simplemente, hubiese servido apenas para postergar el default".
Los que apostaban a la primera alternativa decían que ese crédito extraordinario despejaría el horizonte financiero por un año, lapso en el cual la Argentina podría retomar el crecimiento. La respuesta final fue que el blindaje argentino solo sirvió para postergar el default.
El blindaje no resolvía el estancamiento argentino, alertaban otros que, si no se tomaban medidas que impulsaran la inversión y el empleo, la ayuda extraordinaria podría apenas servir para renovar las deudas del 2001 y evaporarse a través de una fuga de capitales.
El socorro financiero llegaba a la Argentina porque en el 2001 vencían deudas públicas y privadas por unos 23.000 millones de dólares y había que financiar un déficit fiscal de 7.000 millones.
El blindaje en este contexto de deuda externa, servía como reaseguro de que Argentina pagaría en el 2001 los servicios de la deuda. La clave era que la Argentina no tuviera que recurrir a ese préstamo especial porque hacia fines del 2001, la historia volvería a repetirse en condiciones agravadas.
A escala interna, la operación financiera servía para ratificar la vigencia del plan de convertibilidad y permitía que bajasen las tasas de interés para la economía. Situación que de no aumentar la inestabilidad política, tendría que acelerar el crecimiento económico.
Se debe destacar una cuestión importante. Si bien como ya fuera mencionado en el desarrollo de este trabajo, se habían concretado varios casos de rescate internacional, es decir, ya se registraban antecedentes de operaciones financieras concertadas internacionalmente con el objetivo de asistir en el tratamiento de crisis financieras, el caso argentino presenta singularidades.
En primer lugar, el blindaje argentino se produce antes del estallido de la crisis. Barbeito comparando el blindaje argentino con los anteriores casos nos dice que: "… la diferencia es que ahora afirma el carácter de un operativo destinado a producir efectos antes del estallido de la crisis y no después como ocurrió en la mayoría de las experiencias anteriores".
El blindaje consistió para la Argentina, en un cronograma de aportes financieros por un valor de 40.000 millones de dólares, compuesto por fondos del FMI, de otros organismos y entidades financieras internacionales y de gobiernos del grupo del G – 7, con los que se esperaba afrontar el pago de la deuda de 2001.-
La ayuda financiera asociada al programa contaba con la siguiente composición: 14.000 millones del FMI, 5.000 millones del BM y del Banco Interamericano de Desarrollo, y 1.000 millones del gobierno de España. Los 14.000 millones de dólares del FMI, correspondían a una cifra del 520 % de la cuota argentina en el organismo, en sí misma elevada considerando con el límite normal de la cuota (300 %) que un miembro puede utilizar de los recursos del FMI, de acuerdo a su nivel de aporte.
De acuerdo con el FMI, el paquete de rescate también incluía cerca de 20.000 millones de financiamiento del sector privado, dependientes del apoyo voluntario del mercado, destinados a complementar el objetivo de la Argentina consistente en acceder a los mercados internacionales de capital.
Es importante tomar en cuenta que la ayuda no era tan amplia como parecía. En realidad, sólo fueron garantizados 10.000 millones de dólares del FMI que se concretarían a medida que el gobierno iba cumpliendo sus promesas de "reformas estructurales". El resto lo constituían propósitos de financiamiento, por tanto de bancos y AFJP a tasas de mercado. En cuanto al papel de los bancos, aportan un financiamiento eventual y no un compromiso firme. En cuanto a los canjes de la deuda sólo servían para prorrogar vencimientos, por lo que tampoco estaban directamente asociados con el blindaje.
Con respecto a los aportes del BM y el Banco Interamericano de Desarrollo, se destinarían a fines ya determinado no vinculados con una posible baja de las tasas de interés, uno de los objetivos principales del blindaje.
Porcentaje deuda pública y deuda privada sobre la deuda externa; y evolución de la deuda total (en millones de dólares).
Los operadores financieros, se buscaba evitar que las condiciones de incertidumbre derivaran en un comportamiento "en manada" (sheep) de los tenedores de activos financieros en busca de zonas más confiables, lo que comúnmente se denomina "vuelo hacia la calidad" (flight to quality).
Argentina pidió el blindaje ante las dudas por parte los acreedores sobre la capacidad del gobierno de cumplir con los pagos de la deuda externa. Por esta razón, bancos y fondos internacionales y locales cobrarían al gobierno una tasa de interés muy alta – que llegó a ser del 16 % anual para renovar los vencimientos de la deuda.
Con dicho préstamo excepcional, si los acreedores insisten en cobrar una tasa de interés alta, el gobierno podía usar el crédito del FMI, que tiene una tasa de interés más baja (un 8 % promedio) y cancelar los vencimientos de la deuda.
Se buscaba una disminución de las tasas de interés y un descenso del riesgo país. Es importante destacar que la liberalización financiera y el desarrollo de mercados de bonos aumentó la importancia de las clasificaciones del riesgo país.
La disminución de tasas de interés y de riesgo – país se lograría gracias a la mayor confianza internacional, a los préstamos del FMI a tasas más bajas, lo que teóricamente debería hacer descender las tasas si se piden nuevos créditos.
Como nos recuerda Rapoport: "Aunque esto no implica una caída de los intereses de los créditos ya tomados, favorecería un mayor acceso del sector privado al sistema bancario y al mercado de capitales y podría significar una reanudación del flujo de capitales productivos externos".
El Ministro de Economía José Luis Machinea sostenía el mismo día que fuera aprobado el blindaje que "permitirá restablecer la confianza en los acreedores, bajar el riesgo – país y la tasa de interés, restablecer el flujo de ingreso de capitales y, por esta vía, reactivar la economía.
Como sostiene el economista Claudio Lozano: "El blindaje termina inmolando en el altar de la solvencia de corto plazo la propia posibilidad de la política económica".
Hubo también hechos de política interna relacionados. La crisis política que generó la renuncia del vicepresidente Carlos Alvarez produjo entre los inversores la sensación de que la Argentina, sin crecimiento económico, no estaba en condiciones de generar los recursos que se necesitaban para poder pagar los vencimientos de la deuda pública. La inestabilidad de la política interna se convertía una vez más en un factor que contribuía fuertemente a la crisis. Como había sucedido en el Sudeste Asiático y, sobre todo, en México.
En Argentina, el blindaje se identificaba con dos tipos de compromisos asumidos por el gobierno. Dos compromisos que se pueden enmarcar dentro del debate acerca de la continuidad – cambio del modelo.
Se aceptaba la reforma del régimen provisional, la apertura del mercado de la salud en lo referido a las obras sociales a la intención de abrir nuevas áreas de rentabilidad para instituciones bancarias y AFJP antes que lograr superávit fiscal y generar divisas.
En aquel momento se escuchaba que lo peor que podía pasar al país era verse en la necesidad de usar el blindaje. Su uso indicaba el resultado de haber sufrido nuevamente un gran desorden financiero y con el cual el país habría quedado con una gran carga por el servicio de la deuda. Sin embargo, los cálculos indicaban que, de todas maneras, la deuda externa de la Argentina aumentaría y efectivamente esto sucedió.
Lo que hacía la situación tan compleja era que, justamente, el programa de garantía de préstamos no pretendía ser utilizado para la refinanciación de la deuda interna. El hecho que estuviera disponible para el endeudamiento internacional tendría una repercusión directa sobre los tipos de interés internos y podría marcar la diferencia entre el fracaso y el éxito.
En este sentido, López, Oddone y von Oertel sostenían que: "La verdadera importancia de los blindajes se ve con el paso del tiempo. Si los gobiernos mantienen una posición pasiva, creyendo que lo que hacían estaba bien, y sólo enfrentaban la incomprensión de los mercados ahora reemplazada por el blindaje, en pocos meses se verá que este respaldo no fue un punto de inflexión. Se dirá que el país sólo cambió de acreedor y el blindaje sólo habrá servido para postergar el fantasma de la cesación de pagos que apareció en noviembre de 2000.
Camdessus, ya a mediados de la década del noventa nos recordaba la importancia de los factores políticos al tomar este tipo de medidas económicas. "Los mercados no son indiferentes a la calidad de los consensos políticos. Los mercados detectan las fallas, su reacción puede ser gregaria, brutal y hasta excesiva, pero esa es la lógica de un mundo en el que las crisis pueden desatarse de improviso (…). Vivimos de hoy en más en la economía globalizada del siglo XXI y las estrategias y las instituciones deben situarse en ese horizonte mundial" Si uno se pregunta: "¿Qué contribución positiva cabe esperar del operativo blindaje? Básicamente tiempo. ¿Qué es lo que resuelve?
Nada". Por si misma la asistencia financiera comprometida no alivia las restricciones estructurales de la economía. Sólo ponía en evidencia las falencias del modelo. La solvencia fiscal y externa de la Argentina eran temas pendientes sin solución en plazos tan cortos como los que implicaba el operativo del blindaje, cuyo alcance era puramente coyuntural.
Con el tiempo se verificaría que: En Argentina el blindaje solo sirvió para postergar el default, y poner fin de manera brusca al plan de Convertibilidad.-
A causa del pago, y no a pesar de ese pago, el país debe cerca 20 veces lo que debía antes de 1976, gran parte de los préstamos han servido para refinanciar deudas anteriores que vencían o para asegurar el pago de los próximos vencimientos. El blindaje, para la comunidad financiera internacional, sería la estructuración de un plan de prevención no sólo para el rescate de los estados nación en situación financiera peligrosa y con cierto grado de posibilidad de declarar el default, sino también para prevenir la caída de los financistas internacionales, es decir, para rescatar al sector privado en crisis. En el caso de Argentina, el blindaje ha sido visto de manera idealizada, producto de la prensa del gobierno y del propio FMI, pero no sería más que un neologismo que solo se identifica con una situación de seguridad económica nacional deseada.
Un factor presente en estos procesos es el denominado "riesgo moral", lo que potencia la crisis que se quiere prevenir o desactivar. Esos rescates incentivan la especulación contra el deudor más insolvente y eso les permite obtener ganancias extraordinarias a los grandes grupos financieros. Así, deudores y acreedores tienen incentivos para especular, y de esta manera aumenta la posibilidad de una crisis que termina pagada por los habitantes de los países endeudados
Cuando un país se endeuda internacionalmente su población siempre es la codeudora. Además los rescates no son gratuitos, y para recuperar lo que prestaron, los organismos financieros pasan a exigir más austeridad en lo que parece ser una carrera interminable. Desde el paquete de ayuda a México en 1995, estas operaciones de rescate han recibido muchos comentarios y críticas. La preocupación básica se debe a que la decisión de brindar dichos paquetes a países que enfrentar crisis financieras externas tiende a generar un riesgo moral que podría volver más factible estas crisis y aumentar las consecuencias negativas sobre las poblaciones locales.
Incluso el informe de la Comisión Asesora de las Instituciones Financieras Internacionales, conocida como Comisión Meltzer, y por tanto se lo llama "Informe de la comisión Meltzer" fue bastante crítico hacia las operaciones de este tipo encaradas por el FMI ante estas crisis financieras y recomendó el abandono de las ayudas por parte del FMI.
Más allá de estas criticadas medidas, en la situación inmediata post blindaje la economía seguía en recesión, los ingresos públicos se mantenían por debajo de lo esperado y los inversores del extranjero no recuperaban su confianza en la solvencia fiscal de nuestro país. Todo parecía indicar, que las consecuencias negativas sobre la población local se habían aumentado.
El sector público ya no disponía de financiamiento en el mercado de crédito externo, por tanto el costo se reflejaba en las tasas de interés que pedían los acreedores para renovar los títulos de la deuda pública, costos que aumentarían aún más después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 a los Estados Unidos.
En junio de 2001, se exigió una tasa de 15 %. El Ministro Cavallo se negó y decidió lanzar una operación de canje de títulos ya existente por otros en los que esperaba tener tasas más bajas, que fue conocido como "megacanje".
El canje de bonos de la deuda, en el caso argentino "megacanje", es una medida que han tomado varios países emergentes. La cuestión es en qué momento se toma esa decisión.
El "megacanje" es simplemente la decisión del gobierno argentino de canjear los bonos de la deuda. Nada tiene que ver con la estrategia del blindaje. El único país que canjeo bonos de su deuda en el proceso que va desde el blindaje a la devaluación es Argentina. Efectivamente se hace difícil sostener que éste tipo de canje haya contribuido en el proceso devaluatorio.
El "megacanje" sería necesariamente una variable a analizar, repetimos, si en los casos anteriores y en especial, en el caso mexicano y del sudeste asiático, se hubiera tomado la misma medida de canje de bonos de la deuda posteriormente al blindaje y en un período cercano a la devaluación. Esto no quiere decir que no lo hayan hecho en otro momento de su historia particular.
El canje de la deuda llevado a cabo en esos términos es interpretado de tal manera como un acto de desesperación de un deudor que puede prometer casi cualquier cosa, en el largo plazo, a cambio de un alivio modesto de la deuda en el corto plazo.
La siguiente medida consistió en un Plan de Déficit Cero. Este plan disponía el recorte del 13 % en salarios y jubilaciones y establecía el pago de los sueldos solo previo pago de la deuda pública.
La evolución del déficit fiscal es una pieza clave en el funcionamiento de lo que fue la convertibilidad y la crisis. El déficit fiscal también se acumuló por la caída en los ingresos debido a las exenciones impositivas dadas a las empresas, la baja imposición a las ganancias y la tolerancia a la evasión impositiva, previsional y aduanera. La privatización del sistema jubilatorio también constituye un factor de desequilibrio.
El Plan de Déficit Cero solo sirvió para que el FMI diera un nuevo préstamo de 8.000 millones de dólares, con entregas escalonadas y a condicionalidad de cumplimiento de metas fiscales.
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