Descargar

Una historia de la lucha de clases en China (1966 ? 1971) (página 4)

Enviado por Carlos Copertari


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9

Conclusiones del capítulo II

La Gran Revolución Cultural Proletaria en su corto y confuso período de gestación y desenlace, 1966-1969, nos plantea variados elementos para una primera tentativa de conclusión:

a. Es necesario tener en cuenta como lo sugiere el análisis del período en cuestión, que esta Revolución Cultural es muy diferente comparativamente con la experimentada por la generación de los máximos dirigentes del PCCh: Mao Zedong, Zhou Enlai, Liu Shaoqi, etc., con el Movimiento del 4 de Mayo, al que se hizo referencia en este estudio. Este último, en tanto que impulsado por las masas de estudiantes universitarios y secundarios y por los docentes de ambos niveles, provocó una profunda transformación y renovación socio cultural e ideológica entre 1915 y 1921. La diferencia con este movimiento anterior, es que el movimiento de la Revolución Cultural fue lanzado y fuertemente encuadrado por el PCCh. Y que en su gestación en 1966, no fue un movimiento impulsado por las juventudes estudiantiles convocadas.

b. La generación de la Revolución Cultural fue consecuencia directa de las luchas establecidas en el seno del PCCh entre un sector estructurado por Mao Zedong y sus seguidores contra otro sector burocratizado consolidado en los aparatos del partido, el ejército y el Estado, cuyas figuras emblemáticas eran Liu Shaoqi, Peng Zhen y Deng Xiaoping. De esta forma, el movimiento también respondió a ciertas preocupaciones políticas e ideológicas de Mao en el interior del Comité Central del PCCh, para ejercer su hegemonía.

c. Como todo movimiento de estas características, cuando la Revolución Cultural estuvo en la plenitud de su desarrollo, desencadenó, así lo percibimos, sucesos y acontecimientos no previstos por Mao y los otros líderes del PCCh que lo apoyaban:

  1. La convocatoria abría un dique enorme de posibilidades, en tanto daba cauce a la lucha contra las arbitrariedades y el ejercicio autoritario del poder. En una sociedad que aunque pareciera relativamente igualitaria contenía desigualdades exacerbantes.
  2. La Revolución cultural puso en movimiento a sectores importantes de un actor social que había desaparecido del escenario político chino desde 1927, y que después había reaparecido esporádicamente. En la clase obrera china de 1966 coexistían algunos procesos que vale la pena señalar y que han sido poco estudiados. El propio desarrollo de la reconstrucción económica, 1949-1953, y de la denominada "Planificación Socialista", 1953-1966, habían hecho crecer enormemente a esta clase obrera cualitativa y cuantitativamente, y las diferencias en su seno eran relativamente grandes en lo que hace a nivel de salarios, estabilidad laboral y condiciones de vida. Lo anterior produjo su eclosión a finales de 1966 y principios de 1967. Las grandes movilizaciones y luchas producidas por el proletariado de Shanghai, Wuhan y otras importantes ciudades industriales de China, encendieron luces rojas en el liderazgo del PCCh. Este fue el momento decisivo en que apareció el EPL para controlar, reprimir y frenar decisivamente este peligroso accionar independiente de las masas populares urbanas, organizadas alrededor de los trabajadores. Estos fueron pocos meses, pero muy intensos para una clase obrera que había permanecido postergada en su participación política directa.
  3. El período posterior que va desde mediados de 1967 hasta el Noveno Congreso del PCCh, en abril de 1969, con la participación sustancial del EPL dejó en evidencia su papel activo en la reconstrucción del aparato de dominación burocrática del Estado. Se pudo pasar entonces con rápidez, de una etapa en que se sostenía que fueran removidos todos los dirigentes del partido y administradores, a otra donde se requería la vuelta de la mayoría de los cuestionados. Y esto sucedió como consecuencia de que la mayor parte de la inmensa masa de habitantes rurales de China se vio muy poco influenciada por las consignas anti burocráticas de la Revolución Cultural.

III – La Revolución Cultural y su impacto sociopolítico en la Argentina

  1. Entre los años 1966 y 1969 durante los cuales transcurre la etapa sustancial de la llamada Revolución Cultural, que ampliamos en este estudio hasta 1973 para aportar cierta comprensión de otros hechos históricos de importancia, el contexto internacional asumió particularidades que conmovieron drásticamente las estructuras del pensamiento político y social de una generación, condicionando las formas organizativas de las diferentes instancias en las que se expresarán en particular los sectores jóvenes de la sociedad argentina al asumir éstos un grado de compromiso creciente en su intento de transformación de la sociedad.

    Al adoptar nuevas metodologías de organización que parecen exitosas en otras latitudes los conflictos sociales se transforman, sobre todo en los países del llamado Tercer Mundo, potenciando el cuestionamiento a los análisis y los programas provistos por los partidos de izquierda tradicionales, formados en general bajo el modelo y la dependencia operativa de los regímenes socialistas europeos y los grandes partidos comunistas como los de Italia y Francia, y fundamentalmente de la Unión Soviética.

    En el trasfondo, a través de los sucesos que provocará la Revolución Cultural, lo que se expresaba en Argentina era el ascenso participativo de una generación joven ansiosa por llevar adelante, lo mismo que en China, los cuestionamientos a las estructuras burocráticas partidarias en donde también se mantenían por decenas de años los mismos dirigentes que filtraban cualquier tipo de ascenso crítico y renovador.

    Al mismo tiempo, en el marco de lo cotidiano, diarios como La Nación y Clarín no eluden comprometerse ante la preocupación que ocasionan los acontecimientos multitudinarios que conmueven a la lejana república asiática. Sus titulares y el tratamiento de los sucesos en las primeras páginas no dejan dudas sobre su encolumnamiento detrás de una postura que signifique no potenciar a las alternativas políticas en crecimiento que ya no eran sólo cuestionadoras del orden vigente. La prensa nacional, tal como se reflejaba en los dos diarios nombrados, no dejó de mostrar estos acontecimientos que se desarrollaban en la República Popular China. Pero los mismos debieron atravesar el doble filtro que significaba el hecho de que Argentina no mantuviera relaciones diplomáticas con aquel país y que estos y otros diarios no tuvieran corresponsales acreditados en Beijing o Shanghai, ya que la mayoría de las noticias que se leían en ellos eran provistas por las agencias noticiosas extranjeras a través de sus cables y a veces con artículos interpretativos. En ese sentido, y con base en ese tipo de información, los lectores argentinos se explicaban y representaban una situación diferente al compararlas a las experiencias que ellos mismos vivían, no pudiendo interrelacionarlas o dar valor interpretativo a la influencia de aquellos hechos lejanos sobre su inmediata práctica política.

    Siendo así, el diario La Nación se mostraba elusivo para considerar en lugar destacado los crecientes acontecimientos en China, meses antes de la concentración de más de un millón de jóvenes el 18 de agosto de 1966 en la plaza Tian Anmen de Beijing, acto y fecha que son considerados como el reconocimiento oficial de la llamada Gran Revolución Cultural Proletaria.

    Interesa destacar entonces cuáles eran los posibles "condicionantes" culturales e ideológicos que permitieron y facilitaron la penetración de la información que se filtraba a través de nuestra prensa nacional. Es necesario recordar las diferencias comparativas con el período actual al clima político que se vivió en las principales ciudades universitarias argentinas como Buenos Aires, La Plata, Córdoba y Rosario, desde 1956 a 1966, pero fundamentalmente desde este último año hasta 1971. El golpe cívico-militar de Onganía de 1966 cerró un período y abrió otro y, aunque no es tema específico de nuestro trabajo, la etapa que finalizaba fue de enorme crecimiento en la creatividad y la maduración para las universidades nacionales, sus movimientos estudiantiles y su relación con las movilizaciones populares. Pero en 1966 ya se vivía y se actuaba en un nuevo contexto. En lo político, un numeroso sector de las juventudes universitarias militaba y se organizaba en los movimientos que se definieron por la "lucha armada", mientras otro sector perfiló sus simpatías por algunas de las viejas organizaciones políticas de izquierda, como el Partido Comunista Argentino, potenciándolas o, a partir de esas formaciones, desgajándose en nuevas estructuras partidarias. También es necesario recordar que en los primeros años de la década de los sesenta se oficializó el cisma chino-soviético, con diferencias crecientes que comenzaron en los últimos años de la década anterior y que tanto influyeron en las izquierdas del país, y que, además del Che Guevara, las personalidades políticas extranjeras de mayor ascendencia sobre la juventud argentina fueron Fidel Castro, Mao Zedong y Ho Chimin.

  2. La percepción y la representación de ese acontecimiento histórico en China
  3. La prensa nacional argentina y la Revolución Cultural

Es en agosto de 1966 cuando el diario La Nación inicia una serie de titulares presentes en lugar destacado, y que se prolongarán con leves intervalos hasta avanzado enero de 1967, poniendo su énfasis en general sobre lo que sucedía en las estructuras superiores de mando en China continental. Desde el día 23 de ese mes, en la p.2, es cuando comienza a prestarse atención informativa a las movilizaciones en China. Entonces, pudimos leer titulares como: "Multitudes de adolescentes chinos invadieron hoy la capital (Beijing o Pekín) por tercer día consecutivo", empezando a destacarse que éstos al estar organizados en grupos de "custodios rojos de la Revolución Cultural", trastocaban el funcionamiento normal de la ciudad. El 24 tituló: "Arrecian las manifestaciones contra Occidente (…) cambian los nombres de las calles, cerrando las iglesias cristianas". El 25 de ese mismo mes de agosto se transcribió a un corresponsal que expresaba: "(…) Mao tiene conciencia de que el poder del gobierno y su propia exaltación (…) radican en el ejército, que debe ser algo más que una máquina de guerra; debe ser una ‘escuela’ para el estudio de la política y la cultura además de las materias castrenses. También (deben) levantar cosechas, dirigir fábricas y establecer contactos con el pueblo (…) El objetivo es reducir la distancia teórica que media entre el obrero fabril y el agricultor, la ciudad y el campo, el trabajo mental y el manual, y convertir a cada uno en soldado".

En forma paralela, en la consolidación del movimiento de la Revolución Cultural, actuó como un aglutinante inmediato el enfrentamiento con la URSS. Si bien el comienzo del enfrentamiento puede rastrearse a fines de 1957, desde 1966 la Unión Soviética quedó claramente ubicada como representante de una línea política conciliadora con los intereses de Estados Unidos. Cuestionada de esta manera, su embajada soviética en Beijing sirvió como referente geográfico para casi todas las concentraciones de repudio diario que se efectuaban en la capital, principalmente hasta finales de ese año. Incluso el nombre de la calle en la que aquélla se encontraba ubicada no podía correr mejor suerte: del pacífico Wang Fuching ("calle del pozo del príncipe"), pasó a llamarse Fan Hsiuching ("lucha contra el revisionismo").

Sin embargo, el matutino argentino también publicó algunos artículos que contenían un análisis más minucioso de la situación, siempre en el ámbito de las interpretaciones acerca de las jerarquías del poder político del Estado en la República Popular China. Es el caso del artículo titulado "La génesis de los sucesos en China", aparecido el 1 de septiembre de 1966 y firmado por Emile Guicovaty, en el que para entender el proceso se invitaba a: "(…) recordar la situación que reinaba el año pasado y a principios del actual. Todos los observadores (…) estaban impresionados por la mejoría en el abastecimiento y en la renovación de la producción industrial (…), ello no era óbice para que existieran graves síntomas políticos. En vez de acatar las directivas del Comité Central, el partido comenzaba a ‘regionalizarse’, e incluso aparecían ‘señores’ locales (como) Peng Zhen, ‘señor’ de Pekín y la China del norte, y Tao Chu, ‘señor’ de Cantón y la China meridional. Los organismos de base del partido tendían a identificarse cada vez más con su zona de influencia, campesina, obrera, o universitaria, y empezaban a representar intereses que no siempre coincidían con los del Estado. (…) En el campo (…) los campesinos ‘ricos’ alzaban la cabeza y pedían mayor libertad para comercializar los productos agrícolas, e incluso la ampliación de las parcelas privadas.

En las fábricas, el partido aceptaba reivindicaciones obreras tales como el pago de horas extras y la disminución del número de reuniones políticas de ‘reeducación’. La operación de reajuste (que) comenzó en el Ejército (en 1965…) sirvió para recordar al partido y a todas las capas sociales en efervecencia que la China popular a causa de la lentitud de su ritmo de desarrollo no podía permitir que madurasen (…) tendencias favorables al ‘enemigo de clase’. Y para poner al Ejército como modelo al resto de la población se recordaba ‘el espíritu de Yenan’, es decir, las horas gloriosas del ‘comunismo de guerra’ (…) Con el pretexto de la guerra de Vietnam, se despertó a las milicias obreras y campesinas, se obligó a millones de muchachos y jovencitas, e incluso a niños, a seguir un duro entrenamiento militar (…) Después les llegó el turno a los intelectuales (…) Bajo las apariencias de ‘normalización’, la sociedad china estaba en plena gestación. El revisionismo hacía de las suyas en la escuela del Comité Central, donde hasta el director llegaba a proponer una teoría sobre la posibilidad de superar las contradicciones sociales más por el compromiso que por la violencia.

En el Instituto de Ciencias Económicas se hablaba de las tesis del economista soviético Evsei Liberman (partidario de la gestión interna de las empresas y de una aplicación racional de los estímulos materiales). Frente a un partido que respondía cada vez menos (…) Mao y sus colaboradores sólo podían ya acudir a la calle. Claro que para esto había que descartar a los obreros, ocupados en las fábricas y poco deseosos de perder una parte de sus ya reducidos salarios (…) Quedaban los estudiantes, una masa tanto más fácil de manejar (…que) vivían bajo la amenaza de ser enviados al final de sus estudios al trabajo agrícola en las tierras más apartadas del país. No cabe duda de que fue fácil atizar su cólera y sus resentimientos (…) los guardias Rojos han atacado, pues, todos los signos exteriores que (…) eran los del retorno a la vida normal (…) porque el régimen no se sentía capaz de aceptar tendencias y reivindicaciones que a sus ojos se oponían a las necesidades y metas de la China actual (…) Con los ataque a museos y la embajada soviética, los guardias Rojos rompen los puentes con su pasado, incluso el más reciente. La guerra civil aún no ha terminado en China."

La visión superestructural de los sucesos en China continuó, al ser remarcado por La Nación desde el 4/11/66, en la p. 2, la honda división en el comunismo internacional que se fuera haciendo cada semana más evidente: "La existencia de tendencias irreductiblemente enemigas en la dirección del Partido Comunista Chino fue revelada hoy (día 3) por el mariscal Lin Piao ante Mao Tse-tung y una concentración popular de dos millones de personas." Allí también se daría a conocer el texto de salutación firmado por Mao al congreso del PC de Albania, donde éste expresó por primera vez: "(…) el anhelo de derrocar el poder de Bresnev y Kosygin", quienes estaban a cargo de la dirección partidaria y del gobierno de la URSS. La delicada situación seguiría siendo observada el 8/11/66, en p. 2: "Delegados chinos se retiran durante el desfile (conmemoración de la revolución soviética de 1917) en Moscú" y el día 13, en la p. 3, bajo el título: "El cisma ideológico entre Moscú y Pekín: discurso de Chou En-lai acusando a la URSS de colaborar con los EE UU".

Posteriormente, las noticias se fueron centrando en los nombres de aquellos personajes del gobierno o el partido comunista ligados al poder administrativo y político a los que se cuestionaba en términos insultantes. Por ejemplo, el 27 de diciembre de 1966, en su p. 2, apareció: "Denuncian en Pekín al presidente Liu Chao-chi", donde según las noticias Liu habría sido obligado a autoinculparse y reconocer sus errores en público, al formular "(…) una amplia confesión de 3 mil palabras".

En tanto, en nuestro país, es con el diario Clarín donde se percibirá con mayor nitidez el compromiso programático con el nuevo modelo de "orden y progreso" del militar en el poder: Onganía. El matutino, ansioso por demostrar posibles similitudes metodológicas en otras latitudes que diluyeran el cuestionamiento a la pesada mano represiva militar, aplicada en Argentina sobre todas las organizaciones políticas, universitarias y gremiales, elaboraba sus titulares sobre China con base en lo que ocurría en el Ejército Popular de Liberación.

Podremos leer así, el 4 de agosto de 1966, en su p. 4, que: "Pekín apunta sus armas contra los especialistas del Ejército", en donde atribuía a esos especialistas el intento de posponer la supremacía del Partido Comunista Chino en cuestiones militares. El día 5, en su p. 2, haciéndose eco de un documento del departamento Político del Ejército en Pekín, dice Clarín: "(…) el ejército no vive en un vacío. La lucha de clases en el frente político e ideológico debe inevitablemente reflejarse dentro del ejército". Para el 6 de agosto, en su p. 7, hace lugar a un artículo firmado por el corresponsal de Los Ángeles Times, Robert Elegant, en donde se expone que: "(…) hoy en día el ejército es proclamado el pilar principal de la dictadura proletaria china", pasando a explicar que éste "es alabado como ejemplo avanzado de estudio y aplicación (…) a lo que son exhortados los ciudadanos comunes y los funcionarios para su emulación. Termina diciendo el autor que "(…) sería erróneo hablar de dominio de los militares en China (…) en el sentido (con) el que se habla en Indonesia o Birmania: China no está gobernada por una junta de generales. Los soldados ocupan posiciones desproporcionadamente influyentes dentro del (…) partido y el gobierno. (…Su) intrusión comenzó en 1959 cuando se (le) encargó poner orden en las caóticas comunas populares.(…) Es enorme (…) la importancia que desempeña el ejército en la industria de China. De 8 ministerios nacionales dedicados a varias formas de industrialización, 6 se ocupan en primer término de supervisar la producción de armas y equipos militares. En las zonas fronterizas de Sinkiang (en el norte) y de Yunnan (en el sur) el ejército controla la ´construcción económica´(…)".

Poniendo siempre su atención sobre el tema de la oposición militar contra las interferencias del Partido Comunista, ante el "desconocimiento" que éste habría tenido sobre la debilidad potencial del Estado ante un posible enemigo, el 15 de agosto de 1966, en su p. 4, Clarín tituló: "Las purgas chinas, un amplio campo para las conjeturas", citando la destitución de Lo Juiching como jefe permanente del Estado mayor del Ejército, y a cargo en muchas oportunidades del Ministerio de Defensa por enfermedad o desplazamiento geográfico de su titular Lin Biao. Finalmente, el día 18 en la p. 6, expuso: "Lin Piao es ahora el número 2 en la escala jerárquica de Pekín".

Luego, el eje interpretativo de los titulares fue trasladado a las movilizaciones propiciadas por los jóvenes Guardias Rojos, que al ser leídos aquí marcó con un grado de mayor atención y pre juzgamiento implícito sobre las propias movilizaciones de estudiantes y obreros que se sucedían en Argentina por esos mismos días. El 24 de agosto de 1966, en su p. 7, Clarín tituló: "Pekín: atropello y desenfreno bajo el rótulo de Revolución Cultural"; el 26, en la p. 4, "La Guardia Roja impone el terror en Pekín"; el 28, en p. 2, "Los desbordes de la Guardia Roja hallan resistencia en Pekín: sangrientos choques", en donde transcribe la frase de un supuesto viajero en su apresurada llegada a Hong Kong, al decir éste que: "(…) sin duda ocurrió algo semejante con la juventud hitleriana".

El 2 de septiembre de 1966, en su p. 4, Clarín intentó demostrar el avance de la anarquía, aunque también su incomprensión, ante el proceso que se desarrollaba en China. Su corresponsal en Nueva York, Horacio Estol, escribió: "El rojo reversible de China Roja", para encontrar en el cambio de los colores de semáforo en ese país, ya que el rojo no podía ser un color que sirviera para detener, un "dramático simbolismo".

En enero de 1967, reiterando el marco referencial que insiste en la descripción de un caos generalizado, producido inevitablemente por las actividades supuestamente anárquicas de los jóvenes Guardias Rojos, Clarín condicionaba siempre desde la primera página la descripción de los hechos con títulos como: "Graves choques entre facciones hubo en Nanking", el día 8; "Arrecia la lucha contra Mao", el 9, destacándose la transcripción de un detallado comunicado de los Guardias Rojos quienes dijeron: "(…) haber incautado 55 cañones (…) 13.700 fusiles y pistolas, 27.000 granadas, 21 ton. de explosivos y confiscado 37 ton. de oro, 10 ton. de platino, 9,8 millones de barras de plata (…); "Puede desatarse la guerra civil en China", el 10; "Chou En-lai trata de evitar el caos en Pekín", y "Proyectos de Chiang Kai-shek: Las fuerzas nacionalistas (unos 600 mil hombres) están listas para invadir China", el día 11; "Hay intensa lucha en el interior de China. Un estado de guerra civil reina en toda China", el 22 de enero; "Luchan en las provincias fronterizas de China", el día 27, y "Rebelóse contra Mao el ejército en Sinkiang", el 28.

El 31 de enero se dio lugar en p. 1 al artículo de un observador, S. L. Sulzberger, quien escribió: "Razones esenciales de la Revolución Cultural", donde éste opina que: "Por primera vez vemos al jefe de una revolución comunista salir de la organización partidaria para fijar el destino de un estado comunista. Hasta las ‘purgas’ de la política (sic) secreta soviética fueron dirigidas por el secretario general del partido, a la sazón Stalin. Mao, el gran innovador de las técnicas revolucionarias modernas, utiliza ahora estas técnicas contra la propia revolución".

Y el 7 de febrero, bajo el subtítulo: "La situación en Shanghai" transcribió noticias de las agencias japonesas Yomiuri y Asahi que informaban que en esa ciudad se estableció el día 6 una Comuna Popular sobre el modelo de la de París del año 1871, con un comité provisorio de 11 miembros (5 obreros, 2 campesinos, 2 soldados, 1 estudiante y 1 representante del PC chino). Con posterioridad, el día 20 de ese mes en p. 1, Clarín transcribió la opinión de otros corresponsales japoneses sustentada en la lectura de dazibaos (grandes carteles murales) en las calles de Beijing: "(…) Mao se ha negado a aprobar la Comuna de Shanghai porque la captura de la ciudad por los revolucionarios no se basó en la Alianza Triple (comité de dirección compuesto por miembros de las organizaciones revolucionarias, de las unidades locales del Ejército Popular, y cuadros del Partido Comunista y el gobierno). Según Mao (esa) es la única forma correcta de tomar el poder".

Consecuente con el clima de prevención y alarma que intentó proponer al lector, contra toda actividad contestataria que tuviera similitudes aquí, siguió incluyendo noticias aprensivas como la del 8 de febrero, en p. 2, bajo el título: "Los maoístas iban a matar al líder comunista italiano". Allí se afirmaba que "(…) fuentes policiales (aseguraban) que se iba a asesinar a Luigi Longi, y que la policía seguía la búsqueda de maoístas sospechados de conspirar para hacer volar plantas generadoras de energía, oleoductos e instalaciones industriales y militares".

3. La prensa militante

Por otro lado, la prensa doctrinaria y militante que acompañaba en aquellos días las posturas de muchas agrupaciones estudiantiles y obreras, que a su vez representaban la opinión de ciertos partidos de izquierda, no dejó de tomar posición respecto a los sucesos de la Revolución Cultural y a la disputa chino-soviética. Algunos boletines e informes, periódicos y libros a los que se ha podido tener acceso, indicaban el esfuerzo por influir en las discusiones políticas y en la comprensión de los lejanos sucesos que potenciaban las movilizaciones locales.

Es el caso de Vanguardia Comunista (VC), cuyo secretario general Elías Seman luego de regresar de un viaje a China, publicó: "China en pie de lucha contra el imperialismo y el revisionismo", Editorial No Transar, Buenos Aires, febrero de 1966. Allí destacó que: "(…) VC está realizando la unidad de los marxistas-leninistas para reconstruir el Partido Comunista de Argentina, inspirado en la moral revolucionaria con la cual 650 millones de chinos han asumido la lucha contra el imperialismo y el revisionismo, (…) que las grandes lecciones de la revolución china ayudan a VC y a los antiimperialistas argentinos a cumplir con honor su deber revolucionario, contribuyendo con la revolución argentina a la derrota del principal enemigo de la humanidad". Y en la página 44 agregó: "(…algunos) revolucionarios argentinos (en referencia a la actitud de muchos militantes del PC Argentino) pegan en las calles el discurso de Pablo IV, que defiende la paz eterna (…) En esta época en que la lucha de clases se expresa en las guerras de liberación nacional, significa defender la conciliación de clases".

La misma agrupación expuso el punto de vista de la agencia noticiosa Nueva China. El llamado "Boletín de Sinjua" transcribió en su núm. 31 del 20/5/67, parte de un editorial del diario del Ejército Popular de Liberación, que expresaba:

(…) todos los revolucionarios proletarios deben considerarse como parte de la fuerza revolucionaria y, al mismo tiempo, considerarse como blancos de la revolución". Y en otro editorial de la misma publicación del 13/10/67: "(…) los 18 años transcurridos desde la fundación de la República Popular China son 18 años de lucha a muerte entre las dos clases antagónicas, el proletariado y la burguesía". Agregando en la p. 3 una pregunta: "(…)¿Por qué surge el problema de la toma del poder después de haber tomado el poder? Este no es un fenómeno casual (…es) la ley común de toda lucha de clases en la historia".

La división provocada en el seno del Partido Comunista Argentino, en forma paralela al enfrentamiento ideológico sino-soviético, afectó a la mayoría de los integrantes de su rama juvenil, la Federación Juvenil Comunista, cuyos militantes universitarios y obreros decidieron formar el Comité Nacional de Recuperación Revolucionaria (CNRR). Esta agrupación daría lugar posteriormente a la formación del Partido Comunista Revolucionario (PCR), de trascendencia en las luchas reivindicativas de entonces, como el otro mayor representante del maoísmo en Argentina.

Su publicación "Nueva Hora" se refería en términos generales a la problemática de los sectores obreros, universitarios y populares locales y latinoamericanos, comentando prudentemente los sucesos sobre China que a diario trascendían por la prensa común, y que estaban presentes en la continua discusión de sus militantes.

Por ejemplo, el núm. 5 del 10 de mayo de 1968, publicada por el CNRR, no deja trascender nada relativo a su posición sobre China. Mientras que, pocos años más tarde, el núm. 6 de su revista "La Comuna", de septiembre de 1972, explicitará la posición que el PCR decidió mantener incluso hasta la actualidad. En la página 14 de esa publicación bajo el título: "La China e viChina", se transcribió una entrevista a Rosendo Hirazusta, seudónimo de Otto Vargas, el histórico secretario general de ese partido. Éste, al regreso de uno de sus viajes a China, se consideró autorizado a explicar que:

"(…) lo esencial de la Revolución Cultural Proletaria es que fue una revolución en las condiciones de la dictadura del proletariado, destinada a continuar la revolución, y como tal fue una lucha por el poder. ¿Una lucha por el poder con quién? (…) el oportunismo de derecha cobró alas en el partido (comunista chino), y este no fue atacado como una enfermedad de personas determinadas (…) a través de una vasta movilización. (Lo que) ha demostrado que durante el socialismo existe la lucha entre las dos clases y entre dos líneas (políticas,…) en la Revolución Cultural Proletaria aparecieron nuevos organismos de poder (…) los Comités Revolucionarios de triple integración (formados por 1/3 de representantes del ejército, 1/3 del PCCh y 1/3 de cuadros de las organizaciones populares) verdaderos soviets de la revolución china".

Aunque no se han podido leer todos los informes de Otto Vargas, y corremos el riesgo de cometer un error, cabe destacar aquí y pese a que su referente público era significativamente como arriba señalamos la revista La Comuna, en 1972, que Vargas en sus apreciaciones de ésta y otras de sus exposiciones, no propuso la consideración especial como organización democrática y revolucionaria del Comité Provisorio de la llamada Comuna de Shanghai, formada en 1967, donde éste contaba con 5 miembros obreros, 2 campesinos, 2 del Ejército Popular, 1 estudiante y 1 cuadro del PCCh. Forma organizativa popular y democrática contrapuesta, por su composición, al obligado Comité Revolucionario de Triple Alianza, propuesto desde la dirección del PCCh, por el predominio en éste del sector de armado.

Escrito en 1972 y publicado originalmente en "Teoría y Política", núm. 9 de enero-febrero de 1973 (republicado en el suplemento de "Hoy", núm. 61 de enero de 2000), Otto Vargas siguió refiriéndose teóricamente al tema para establecer las diferencias con otras organizaciones: "(…) Es imposible defender el comunismo (…) sin defender el maoísmo, sin reivindicar la Revolución Cultural Proletaria china, que proporciona la experiencia más avanzada sobre la continuación de la revolución (…Esta) fue una gran revolución protagonizada por millones de hombres y mujeres (…) que a partir de 1966 conmovieron a ese país y al mundo, y con la que se logró recuperar posiciones de poder (que estaban) en manos de los revisionistas, impedir la restauración capitalista y sostener la dictadura del proletariado durante más de diez años" (esto también figura textualmente en el programa del VIII Congreso del PCR de abril de 1977). Agregando en la p. 13 de esa publicación que: "El tema (cultural) se entrelaza con la polémica posterior al XX Congreso del PCUS sobre los que diciendo que querían criticar la política cultural de Stalin tiraron y no por error sino por deseo al chico (Stalin) con el agua sucia de la bañera (…) Ha llegado el momento de desplegar el ataque contra esos combatientes del enemigo atrincherados en nuestra fortaleza (…) Aquí toda copia, toda imitación servil de un ‘modelo’ extranjero será infructuosa. Ni la aldea ni la ciudad argentina son las chinas (…)

Esta posición será la que mantenga ese partido muchos años después, ya que en la conferencia "Vigencia del pensamiento de Mao Tse-tung", del 16/12/93, al hablar sobre las particularidades de la Revolución Cultural, en referencia a las formas de comunicación de las manifestaciones al adoptar éstas como derechos populares a los llamados "cuatro da’s", (da zi bao: tener derecho a publicar grandes carteles o periódicos murales; da min: derecho a gritar y hablar fuerte; da bian lum: derecho a debatir, y da fong: derecho a la gran apertura de opiniones), terminó preguntándose: "(…) pero ¿por qué tenemos que copiar (aquí) los cuatro da’s?"

En esa conferencia también justificó la posición de su partido con respecto a Stalin. Para ello, Otto Vargas expuso parte de un texto de aquél, "Acerca de las perspectivas de la revolución en China", escrito en noviembre de 1926: "(…) El frente antimperialista en China será tanto más fuerte y poderoso mientras más rápida y completamente se haga entrar a la gente del campo chino en la revolución".

De esta manera apareció Stalin con una actitud vaticinadora y propiciatoria del cambio de estrategia que decidiera hacer Mao Zedong, luego de la profunda derrota del PC Chino al seguir precisamente sólo una línea insurreccionalista propuesta por la Internacional Comunista, de acuerdo a los intereses de la Unión Soviética. En esta ocasión fueron asesinados miles de militantes en las ciudades de Guangzhou (Cantón) y Shanghai en la masacre organizada por Jiang Jieshi y el Guomindang.

En el libro: ¿Ha muerto el comunismo? El maoísmo en Argentina. Conversaciones con Otto Vargas (Jorge Brega, Editorial Ágora, 1997), al historiar las condiciones en las que se produjo de Revolución Cultural Vargas expuso que éstas fueron creadas por: "(…) la restauración del capitalismo en la URSS; las catástrofes naturales de 1960 en China; y el retiro (…) de los técnicos soviéticos; el apoyo soviético a la India en el conflicto fronterizo con China en 1962, y el crecimiento de las corrientes oportunistas de derecha en el PC Chino".

Otro referente nacional de la formación marxista-leninista, que decidió tomar posición ante la controversia chino-soviética, fue la Federación Juvenil Comunista. Su órgano oficial de prensa, la "Revista Juventud" de septiembre de 1967 en su edición extra estrictamente para afiliados, ante la discusión interna provocada por la línea del Partido Comunista Argentino del cual dependía, publicó una resolución de su Comité Ejecutivo del 18 de ese mes, en la que reaccionando críticamente expresó que: (…) como lo manifestó la dirección del Partido de Mendoza, detrás de esto estarían Cook (William), Viñas (David), Puiggrós (Rodolfo), Real, los trotzquistas, los chinoístas, etc. Tal actividad que llevó a (los) compañeros a condenar, a no discutir el contenido de preocupaciones que sí existen".

En la misma revista de enero de 1968, encontramos bajo el título: "La verdad sobre la situación interna", en su p. 3, una denuncia sobre: "(…) la actividad confusionista desplegada por el grupo fraccional de la FJC encabezado por Héctor Santarén (a quien, si bien era un seudónimo, se nombra dos veces haciendo caso omiso de las normas de seguridad ante una dictadura militar en el poder), para concluir con una clara toma de posición: "El comunismo es hoy una realidad que conmueve el mundo. La gratitud hacia la URSS se paga con el triunfo de los pueblos".

Un texto argentino de importancia en 1967 fue: "China, la revolución para siempre", Bernardo Kordon, ed. Jorge Álvarez, 1967. El autor, un conocedor de la historia contemporánea de China, con profundo respeto por las características de la Revolución Cultural que conmovían las bases teóricas previas de los militantes de nuestro país, comentó en la p. 85: "El libro de citas (de Mao) es el bastón del mariscal en la mochila de cada soldado, el instrumento del igualitarismo entre mando y combatiente, entre profesor y estudiante, entre dirigente y obrero". Y en la p. 86: "El libro de citas en el bolsillo de cada chino rompe con la imposición o necesidad de una ‘iglesia’ intermediaria entre la ideología y las masas. El libro de citas, es decir, el manejo personal del compendio revolucionario, junto con el ‘da zi bao’ –el cartel que todo chino tiene derecho a redactar, ilustrar y pegar en cualquier muro—constituyen seguramente las experiencias más audaces y efectivas (en amplitud y profundidad) de democratización de las masas del Tercer Mundo, en el sentido de integrarlas a la actividad política. Nota: Conocí dazibaos mucho antes de la Revolución Cultural (…) En otro viaje registré un poema donde un tornero comparaba la mirada de una compañera con las chispas de un torno, y la denuncia del abuso de autoridad de un capataz."

Al referirse a la integridad formativa de cada componente del Ejército Popular de Liberación, Kordon prefiere acudir a las palabras del mariscal Montgomery, quien después de visitar China expresó en una conferencia militar en Londres: "Todo soldado de cualquier ejército del mundo que invada China es soldado perdido". Continuando en la p. 105 con las palabras de un joven cabo que en ocasión de su viaje de 1966, le expresó sus impresiones: "(…) cada miembro del batallón cuenta con un caudal político: la historia amarga de su familia. Al incorporarnos al ejército (…) nuestro primer y principal trabajo político es contar las historias de nuestras familias. De este modo comprobamos nuestros orígenes y sufrimientos comunes (…) Al coincidir nuestras experiencias, tomamos la resolución de nunca olvidar las amarguras del pasado y así se acrecienta nuestro afecto por el presidente Mao".

Otro antecedente en este mismo sentido lo hemos encontrado en el escritor Carlos Astrada, autor de: "Testigos de China", Carlos Pérez Editor, 1968. En el capítulo "Mao Tse-tung y la Revolución Cultural", de p. 65, Astrada expuso que ésta es una: "(…) nueva etapa de la revolución ininterrumpida (…que) alcanza proyección mundial (…) Bajo la luz intensa que ella proyecta –a punto de transformarse en llama devoradora– vemos rejuvenecerse a la China milenaria y, por contraste, percibimos la precoz senectud de lo que como recuerdo fuera la revolución soviética (…) La revolución permanente es un epicentro social-sísmico que se ha tornado ubicuo y cuyas ondas vibran subterráneamente a través de todo el planeta. Ella es una de esas auroras que, según el Rig-Veda, ‘no ha brillado todavía’". En la p. 72 propone: "Aunque Mao Tse-tung no ha innovado en los fundamentos de la doctrina marxista (…) ha abierto camino en el dominio de la praxis a una concepción realista y más compleja de la dialéctica. Ésta (ahora) abarca no sólo diferentes direcciones sino también factores simultáneamente contradictorios". Y prefiere terminar el capítulo (pp.75-76) con una frase escrita por André Malraux en su libro "Antimemorias", luego de una entrevista con Mao:"‘Ningún hombre habrá sacudido tan potentemente la historia después de Lenin. La Larga Marcha lo pinta mejor que cualquier rasgo personal, y su decisión será brutal y encarnizada’".

Independientemente de los resultados producidos por la Revolución Cultural, autores como Bernardo Kordon y Carlos Astrada por nombrar sólo algunos de los más destacados, sin olvidarnos del cuentista Andrés Rivera, o de Ricardo Rojo, trataron de proveernos de una imagen alternativa no anarquizada de los hechos que se sucedieron en China por esos años. Mirada comprometida si se quiere pero desligada del espíritu estandarizador que rondaba en toda descripción valorativa sobre el tema. Consideramos que lo escrito por ellos, sirvió innegablemente de aporte a las expectativas y dudas que se tenían en el país sobre el actuar de determinadas organizaciones de jóvenes y el ejército de China en los multitudinarios acontecimientos, sus intereses generales y contrapuestos y la calidad moral y formativa de la mayoría de sus integrantes.

Junto con estos y otros autores, el actuar de las organizaciones políticas que declaraban su apoyo a los hechos revolucionarios en la República Popular sirvió por un lado para contrabalancear el inocultable prejuicio alarmista de parte considerable de la prensa nacional, y por el otro para que la militancia estudiantil y obrera pudiera cotejar su planteo de revolución para la Argentina. Aunque las visiones generales, tanto de la prensa de difusión masiva, como La Nación o Clarín, o las de tipo militante: Nueva hora, Teoría Política, Revista Juventud, y los escritores y ensayistas como Kordon y Astrada, todas reflejaban descripciones muy ideologizadas y, en tanto tales, alejadas de los acontecimientos y de una posible descripción objetivadora de la lucha interna entre los sectores en pugna por el poder dentro del PCCh.

IV – Desenlace y resultados (1969 – 1973)

  1. Los congresos del Partido Comunista Chino (PCCh) marcan un límite desde el cual se inicia una nueva etapa cuyas características generales y modificaciones comparativas con la anterior pueden ser aproximadamente deducidas. Sobre todo desde la década de los 80’s, en donde el ordenamiento logrado en el funcionamiento de la estructura del partido y el Estado, y en la aplicación racional de la planificación económica, crearon condiciones de estabilidad haciendo previsibles las reacciones de todos los sectores sociales. Pero en lo referente al período de transición iniciado después del cataclismo social de la Revolución Cultural, era prácticamente imposible predecir el grado de conmoción interna que la lucha entre los sectores de clases involucrados en el Comité Central (CC) podría ocasionar en su proyección hacia la sociedad, y en la aplicación de los proyectos aprobados.

    La nueva fase histórica iniciada con cada congreso estaba garantizada por la aceptación de los informes previamente discutidos, que eran presentados por quienes serían sus personajes clave. Y que estaban avalados por aquellas figuras históricas fundadoras que permanecieron estables en su papel directivo en el diseño de las diferentes políticas nacionales, generados siempre desde el Comité Central del PCCh. Las nuevas personalidades políticas representaban el ascenso de algún segmento organizado del aparato estatal o grupos claramente diferenciados por el poder alcanzado, que se integraban a la lucha intersectorial burocrática y que pudieron recibir el apoyo táctico de representantes de otros sectores momentáneamente desplazados de la órbita de las decisiones fundamentales.

    Su emergencia era coincidente con el asenso de alguno de los sectores dominantes representados en el CC, posibilitando un cierto grado de seguimiento de su comportamiento posterior como forma de identificación de la línea política que tendrá sustento futuro o que permanecerá a la espera de una oportunidad de expresión organizativa. Así como también sobre su origen y representación externas al partido, desde dónde pudiera haberse encontrado el asidero político necesario para su asenso y prestigio.

  2. Precisiones
  3. Noveno Congreso del PCCh, predominio del EPL y crisis interna

En el caso que historiamos a partir del Noveno Congreso del PCCh, realizado desde el 1 al 24 de abril de 1969, y después de un lapso de 13 años con respecto al congreso anterior, es necesario resaltar que esta fecha significa un punto de inflexión con respecto a lo actuado hasta entonces por el movimiento de la Gran Revolución Cultural Proletaria. Es el comienzo del fin del radicalismo y el desorden que provocara su accionar, no sólo entre las organizaciones dependientes del partido y el gobierno, también entre los sectores burocráticos que vieron sus posiciones de poder y decisión, tanto como las personales, perdidas o limitadas; es el inicio de la era post Revolución Cultural de relativa moderación y estabilidad, en la cual Zhou Enlai y los civiles reconstructores del partido jugarían el rol principal.

Hasta entonces, las decisiones de conjunto de los sectores del Comité Central, además de haber dado consistencia a las disposiciones oficiales desde los más altos niveles del PCCh y del Estado, habían favorecido el reforzamiento del Ejército Popular de Liberación en su papel directivo de los Comités Revolucionarios, en su representación en la reconstrucción de los organismos intermedios de poder partidario y en la hegemonía que sostendría en ese Noveno Congreso del partido.

El incremento de la autoridad del Ministro de Defensa Lin Biao no sólo sería evidente dentro de las filas de las fuerzas armadas, también al ser elegido por Mao como "camarada de armas predilecto y sucesor". Pero la capacidad de objetividad ante lo inmediato, en la expresión política de los dirigentes de la República Popular China, también pudo dar nuevamente otra muestra de elección pragmática rodeada de inmenso dramatismo poco tiempo después, y en la figura de Lin Biao.

  1. La caída de Lin Biao

Después de 1969, el mayor esfuerzo fue puesto en la reconstrucción del partido y en la revitalización de la economía productiva, y muchos cuadros políticos sujetos a cuestionamiento y reeducación fueron rehabilitados. No obstante, pese a que el Noveno Congreso se había realizado bajo la consigna de "unámonos para lograr nuevas victorias", el peso de las enormes luchas desarrolladas por las movilizaciones promovidas por la aplicación de las directivas de la Revolución Cultural, y el cambio proporcional en la relación de fuerzas entre los sectores involucrados, no fue posible evitar que se trasladasen al seno del Comité Central recién elegido.

Dos temas de resolución serían los ejes dominantes hasta el posterior Décimo Congreso partidario: uno, la reconstrucción del Partido Comunista Chino que garantizaría su nuevo predominio en la dirección de todos los temas de interés nacional. El otro, la presencia de China en el escenario mundial a partir de la nueva política de desarrollo de las relaciones diplomáticas internacionales.

Entre 1966 y 1969, el país se había aislado internacionalmente en ese período marcado por la situación de conmoción política interna que postergó la necesidad de relaciones con los demás países. Esto había coincidido con la escalada de EEUU sobre Vietnam, y Mao reconocería posteriormente que uno de los elementos que jugaría en contra de la posición de Liu Shaoqi para su deposición fue haberse pronunciado por rehabilitar la alianza estratégica militar con la URSS, en función de prepararse para una extensión de la guerra vietnamita a territorio chino.

Al mismo tiempo que se desarrollaba el Noveno Congreso partidario en 1969, las tropas chinas y soviéticas se hallaban en posición de combate en el río Ussuri, en el norte de Dongbei (Manchuria), y por medio del informe de Lin Biao, también vicepresidente del Comité Central, se colocó a la Unión Soviética junto a EE UU como los principales enemigos de China, al calificar a la primera como "social imperialista" aliada al imperialismo norteamericano y a la reacción mundial en su intento de establecer zonas hegemónicas.

El informe de Lin traducía la posición de las fuerzas armadas consideradas por éste en su informe como "la columna de fuerza de la dictadura del proletariado" y también el "principal elemento del Estado", lo que creaba un punto de difícil retorno para cualquier tipo de negociación con los otros sectores del CC, gravitando sobre las condiciones futuras del desarrollo de las relaciones internacionales, pero también sobre las condiciones internas del país, en cuanto a la dependencia operativa que se estaba estableciendo de las políticas del partido y el Estado con respecto al EPL, por el manejo por éste de los Comités Revolucionarios, y en cuanto a la lucha en el seno del CC respecto a la relación de fuerza entre los sectores.

Uno de estos sectores, que sostenía la defensa de los principios tradicionales de soberanía, la coexistencia pacífica y la posibilidad del establecimiento de relaciones amistosas entre estados con diferentes sistemas sociales, estaba representado por los sectores históricos del PCCh que lideraba Zhou Enlai y contaba con el apoyo de Mao Zedong. La estrategia de este sector consideraba a la URSS como la principal potencia enemiga de China, y no sólo por su vecindad fronteriza, en tanto que EEUU pasaba a ser observado tácticamente como diferente, distinguiéndose tácitamente de la posición de Lin Biao que proponía un enfrentamiento por igual, pero que llevaba potencialmente a convertir al EPL en un baluarte internacional de apoyatura de los movimientos revolucionarios del mundo, y comprometía el funcionamiento del Estado chino con esta estrategia.

El otro punto de desencuentro fue el restablecimiento paulatino de la autoridad del PCCh, porque fue evidente, ante el cataclismo organizativo provocado intencionalmente por la Revolución Cultural y el avance que había realizado el ejército en la dirección de los nuevos organismos regionales de masas, que era un tema de prioridad absoluta para los dirigentes civiles tradicionales del partido recuperar su predominio. Enmarcado en este clima, se colocó el acento del trabajo organizativo en la recuperación de los viejos cuadros políticos que habían estado sometidos a proceso reeducativo por la Revolución Cultural, atacándose las extremadas medidas coercitivas tomadas contra ellos como un síntoma de "arrogancia" y "maltrato" autoritario innecesario por parte de las fuerzas militares que lideraban la escena regional. Además:

"(…) La desconfianza cultivada por Mao sobre su elegido sucesor de 1969 se manifestó dramáticamente en marzo de 1970, cuando él decidió remover el puesto de presidente del Estado en el nuevo proyecto de Constitución para la República Popular China. La decisión confirmada con Zhou Enlai, de hecho cabeza del gobierno, superaba a Lin Biao en su posición de vicepremier y Ministro de Defensa nacional, y sugería como mínimo que Mao había abandonado el anterior plan de único sucesor y que ahora pensaba en términos de liderazgo colectivo, en el cual Lin, como cabeza del partido, y Zhou, como cabeza del gobierno, pudieran compartir el poder. Aparentemente, Lin interpretó esta decisión como un efecto para desheredarlo como sucesor".

Lin propondrá la continuidad de la Revolución Cultural en sus aspectos de vigilancia y reeducación revolucionaria, en coincidencia con Chen Boda, el teórico y líder del grupo que la dirigiera en sus etapas más controversiales, pero en diciembre de 1969 el grupo directivo de la Revolución Cultural es disuelto y sus posibles funciones paralizadas. Los otros integrantes de la dirección de la Revolución Cultural, encabezados por Jiang Qing, presentaban una posición de disidencia con Lin y Chen lo que les permitió avalar la decisión partidaria de su disgregación como grupo autónomo, y posteriormente forjar alianzas tácticas con el sector de Zhou Enlai, en contra de Lin.

El enfrentamiento de las posiciones tomó trascendencia en el interior del Comité Central, creando la necesidad de una segunda reunión plenaria de este organismo en Lushan, en agosto de 1970, evitándose toda derivación y conocimiento público de la misma. Lin Biao, el "camarada de armas preferido y sucesor" de Mao hasta mediados de 1969, había desarrollado demasiado su proyecto estratégico mientras vivió Mao. Al no coincidir con éste y los sectores ligados a Zhou Enlai en las prioridades para el país y las condiciones en que debía desenvolverse el papel del ejército, se había visto obligado a la confrontación una vez que la reconstrucción del aparato partidario comenzaba a responder a su funcionamiento tradicional de autoridad suprema, al que por ley las fuerzas armadas debían inevitable subordinación.

En Lushan, Lin y Chen Boda desarrollaron una postura crítica a la representada por Zhou en materia de política exterior e interior, sin haber facilitado previamente la lectura de sus informes a las autoridades del CC. Acompañando esto, propusieron que Mao Zedong siguiera siendo considerado como el genio visionario con que se lo había endiosado en la etapa precedente de la Revolución Cultural. Lo que coincidía con el intento de rehabilitación de ésta en ciertos aspectos vinculados a la vigilancia ideológica y formativa de las masas, desde donde con anterioridad Mao y sus escritos habían ocupado la máxima autoridad doctrinaria para trastocar precisamente el funcionamiento en ese sentido del partido, y que en definitiva había sido aprovechado por el EPL. Pero esto fue incongruente desde 1969 en adelante, con el reafianzamiento del partido en sus funciones específicas, y ya no podía ser aceptado por Mao y los otros sectores del CC. El seguimiento de la dramática confrontación ha permitido establecer alguna documentación utilizada:

"(…) Primero fue el movimiento instruyendo al EPL para el estudio del pensamiento Mao sobre la construcción del partido, el cual fue basado sobre el ‘Artículo 5 de la Constitución del PCCh’ –el cual especifica el liderazgo civil del partido sobre las fuerzas armadas (véase, por ejemplo, ‘Pla suties constitution, aids Party organization’, NCNA, 17 de abril de 1979). Segundo fue la publicación, en el editorial del autorizado Diario Popular del 1 de julio de 1970, referido al aniversario partidario, de una nueva serie de criterios para seleccionar a los miembros del Partido Comunista, que diferían tajantemente con aquellos propuesto por Lin en agosto de 1966, al comienzo de la Revolución Cultural".

En sus resoluciones, el encuentro de Lushan dispuso una fuerte crítica sobre las posturas de Lin Biao y Chen Boda al caracterizarlas de obstructivas al proceso de reconstrucción partidaria, al mismo tiempo que fue apoyada la política en materia exterior sostenida por Zhou Enlai. En su comunicado oficial, luego de dos semanas de intensas reuniones, se dispuso la destitución de Chen de todos sus cargos acusado de múltiples desviaciones durante y después de la Revolución Cultural, y se anunció que la política exterior de China estaría regida en adelante por el principio de "la coexistencia pacífica entre países con diferentes sistemas sociales".

Como no podía ser de otra manera, dado el grado de autoridad y representación conferida a Lin Biao dentro del partido y la importancia político organizativa que había adquirido el ejército, el enfrentamiento que mantenía hasta aquí con Mao y Zhou siguió siendo tema estratégico, exclusivo del tratamiento por la cúpula partidaria. Pero en enero de 1971, tropas al directo mando de Lin Biao fueron trasladadas desde Beijing a Manchuria, con el argumento de la defensa fronteriza ante la amenaza soviética.

En relación con esto, entre diciembre de 1970 y agosto de 1971, los comités centrales partidarios de todas las provincias y regiones fueron rápidamente reconstruidos determinándose que los Comités Revolucionarios pasaran a ocupar un lugar subordinado con respecto al partido, con lo que se trataba de acotar el grado de autonomía directiva de la institución armada sobre éstos y hacer previsible su comportamiento.

También en diciembre de 1970, Mao Zedong en una entrevista que concediera al escritor Edgar Snow le habría planteado que en caso que el presidente de EEUU, Richard Nixon, decidiera visitar China, sería bienvenido. Y que podría hacerlo representando su investidura o como simple turista. Lo que provocó que en EEUU, Snow fuera autorizado en abril de 1971 a publicar la serie de entrevistas hechas a Mao en la revista Life.

Coincidente con el clima de distensión entre los dos países que comenzaba a manifestarse, Henry Kissinger anunció el 11 de julio que había concordado con Zhou Enlai, en reuniones llevadas a cabo en Beijing, en la visita a China del presidente norteamericano (que se concretaría del 21 al 28 de febrero de 1972). Posteriormente en septiembre, y justo con la presencia de Kissinger en China, Lin Biao desaparecería por completo de la escena pública.

Diez meses después, en julio de 1971, se inició la explicación pública de su desaparición bajo la figura de intento de asesinato del líder máximo del país y posterior huída de Lin junto con sus familiares hacia la URSS. El autor Philip Bridgham cree que las explicaciones oficiales adolecen de ciertas incongruencias al considerar que:

"(… )¿Fue, entonces, Lin Biao en compañía de su esposa (Ye Qun) e hijo (Lin Liguo), los que abordaron ‘el Trident Jet No. 256’ que ‘se estrelló cerca de Ündur Khan en Mongolia a las 2:30 horas de la mañana del 13 de septiembre de 1971, quemándose y muriendo todos sus pasajeros’? (para la transcripción oficial de la explicación de Zhou Enlai, véase el New York Times del 12 de octubre de 1972). Las autoridades chinas manifestaron gran pesar al establecer el hecho para satisfacer a su propia población, distribuyendo por añadidura como elementos de prueba de testigos oculares del suceso fotografías de Lin y su esposa ‘tomadas justo antes del vuelo’ y de sus cuerpos en la escena de la caída del avión. Zhou Enlai, en su explicación también destacó que ‘los cuerpos… aunque quemados… no estaban completamente destruidos ‘y a pesar de ello fue posible’ identificarlos, para el personal de la embajada china, por medio de fotografías y la inspección del lugar del hecho. Antes de su entierro. Zhou también apuntó un golpe a los soviéticos, quienes habrían hecho su propio examen de los cuerpos para demostrar que nadie de la edad de Lin iba a bordo, afirmando que algunas veces sólo después de transcurrido un tiempo de solicitudes a los rusos, éstos ‘extrajeron los cuerpos (enterrados) para su identificación’, pero entonces ‘fue demasiado tarde’".

De cualquier manera que hayan ocurrido los hechos de la desaparición de Lin, nos queda la seguridad de que la mayor crisis política después del establecimiento de la república sucedió en septiembre de 1971, y que a continuación se había desatado una minuciosa purga de todos los sospechados de coincidencias con la posición de Lin. Que afectó a todos los mandos militares y a los sectores administrativos del Estado, e incluyó la renuncia de 11 de los 21 miembros del Politburó del Comité Central.

El que habría tomado la iniciativa habría sido el propio Mao después de las decisivas reuniones de Lushan, al iniciar un reacomodamiento de las autoridades militares con mando de tropa que incluyó la reorganización de la Zona Militar de Beijing. Finalmente, cuando el 28 de agosto de 1971 Mao realizó una serie de inspecciones en determinadas zonas militares ("(…) en la regiones militares de Guangzhou y Nanking"), quedaría claro, visto en retrospectiva, que el enfrentamiento final sería inminente.

En el llamado "Esquema del Proyecto 571", atribuido a Lin y descubierto posteriormente, que sería dado a conocer como el plan preparado por éste para intentar un golpe de Estado, se incluía el asesinato de Mao por medio de un ataque al tren especial que éste utilizaba para sus desplazamientos en el vasto territorio chino. Para lograr tal objetivo, considerando las condiciones de seguridad con las que Mao comenzó a moverse, se consideraron varias alternativas: el empleo de lanzallamas y bazookas de grueso calibre, el dinamitado de vías férreas, el bombardeo desde el aire y hasta la explosión en un paradero ferroviario cercano a Shanghai de un depósito de combustible.

El descubrimiento de la conspiración antes de su estallido ocasionaría el pleno reacomodo de las autoridades partidarias, al servir para purgar a todos los elementos políticos y militares desafectos con la nueva línea política en materia interior y exterior. Los organismos partidarios y militares, lo mismo que los Comités Revolucionarios pasaron por el tamiz del nuevo encuadramiento, removiéndose todas las vallas que pudieran haber quedado después de la Revolución Cultural para establecer un orden duradero. Lo que era deseado en primer lugar por los sectores ligados a Mao Zedong y Zhou Enlai.

Con la rehabilitación de la inmensa mayoría de los cuadros políticos y administrativos que habían sufrido el peso del accionar anti burocrático de los Guardias Rojos y la Revolución Cultural, también fueron reconstituidos los organismos juveniles directamente ligados al Partido Comunista. De esta manera se tomaba el espacio de los desmovilizados Guardias Rojos, para el encuadramiento de las actividades de este sector de la población. El papel directriz que desempeñó el partido en la consecución de estos fines que garantizaban el orden nacional, provocó la declinación de la influencia de las fuerzas armadas y de los Comités Revolucionarios. Se pudo acusar entonces a Lin Biao de la mayor parte de los errores cometidos durante el transcurso de la Revolución Cultural, de haber aumentado en su provecho los resultados de las movilizaciones y enfrentamientos, de haber acrecentado el entusiasmo por la lucha anti burocrática y el apoyo que habría recibido la colectivización forzada de las zonas rurales.

2.2. Las relaciones internacionales

El 25 de octubre de 1971, contando con el apoyo de EEUU, la República Popular China obtiene su reconocimiento internacional al recuperar su puesto en la Organización de las Naciones Unidas, que le fuera continuamente negado durante más de 20 años por su comprometida participación en la Guerra de Corea. La visita del presidente Nixon fue también el reconocimiento de la importancia alcanzada por este país en el plano internacional. Con ello se manejaba un nuevo escenario que permitía el acercamiento para establecer vínculos diplomáticos en especial con los países occidentales desarrollados.

Esta utilización del pragmatismo en cuanto a las relaciones internacionales se tradujo en el aprovechamiento de aquellos espacios de los que se hubieran visto obligados a estar alejados por su política internacional los soviéticos. De esta manera se explica el establecimiento de relaciones diplomáticas con regímenes totalitarios como el de los generales Francisco Franco en España, Augusto Pinochet en Chile, los coroneles golpistas de Grecia o la recepción otorgada posteriormente al emperador Haile Selasie de Etiopía de visita en China. Todos ellos, regímenes de probada inconstitucionalidad y abierta violación a los derechos humanos. Las razones de Estado esgrimidas, permiten visualizar que los intereses de China en el plano internacional se dirigían a su consideración como una gran potencia en abierto desafío a todo hegemonismo por parte de EEUU y la Unión Soviética, y más allá de estas circunstanciales motivaciones.

Esta política de resultados visibles e inmediatos, que de la mano de Zhou Enlai y el total apoyo de Mao se viera vinculada a la transformación post Revolución Cultural, obtuvo el apoyo del 10º. Congreso del Partido Comunista, en 1973. No obstante, subsisten incongruencias a ser consideradas sobre la lucha inter burocrática en el interior del partido. Porque, ¿cómo explicar que el siniestro proyecto de Lin Biao y sus seguidores pudiera haberse mantenido sin ser detectado o manifestarse en el interior del partido?, o ¿cómo pudo adquirir la figura de Lin tal magnitud como para ser considerado como el segundo en importancia en la jerarquía partidaria, detrás de Mao?

La caracterización posterior sobre Lin parece equilibrar a la realizada sobre Liu Shaoqi. Como Liu fuera acusado de corromper al partido y el Estado con una forma de "revisionismo de derecha", Lin Biao fue denigrado bajo la acusación de promover la corrupción del aparato administrativo y del ejército, desde una forma "revisionista de izquierda". En todo caso, todas las explicaciones concluyen en sabotaje y graves errores en la aplicación de la política correcta determinada por el PCCh en su Noveno Congreso. Aunque de acuerdo a la transformación sufrida en la estructura de poder interno, por la salida de Lin Biao, Chen Boda y sus seguidores, y sobre la representatividad de cada uno de los sectores se pudo inferir que la crisis fortaleció innegablemente a los representantes civiles sobre los militares, y que Mao Zedong se había reubicado, en este período, en una zona de equilibrio adecuada desde donde Zhou Enlai manejaba exitosamente la política internacional y la planificación económica.

3. Décimo Congreso del PCCh

La documentación posterior, relativa al Décimo. Congreso del Partido Comunista Chino llevado a cabo desde el 24 al 28 de agosto de 1973, permite un marco de referencia para intentar detectar a los representantes de los sectores que han sobrevivido a las situaciones conflictivas del período, y que mantienen estrecha vinculación con los cambios de matiz en la línea a ser aplicada en el futuro desde el Comité Central. Desde las fotografías de la tribuna presidencial del congreso, que se exponen al comienzo, se puede observar la disposición de sus componentes. Aunque nos interesa resaltar que con Mao Zedong en el centro, hacia su derecha se observa a Zhou Enlai, como había sido en 1969. Mientras que a la izquierda de Mao, en el puesto que anteriormente ocupara Lin Biao se encuentra ahora Wang Hongwen, un lugar que no necesariamente tiene que ser de buen augurio en China.

Este era el representante del grupo radical liderado por Jiang Qing, y a la vez estaba vinculado familiarmente con Mao al casarse con una de sus hijas. En su informe sobre la necesidad de establecer reformas en los estatutos partidarios, Wang remarca la supresión de:

"(…) todo el párrafo referente a Lin Biao que figuraba en el programa general de los Estatutos aprobado en el IX Congreso (…)

Y después de destacar la importancia que tuviera la Revolución Cultural para:

"(…) consolidar la dictadura del proletariado, prevenir la restauración del capitalismo y construir el socialismo (señala que) ‘Semejante revolución tendrá que hacerse muchas veces en adelante’ (ya que) como el Presidente Mao señaló: ‘Un gran desorden bajo los cielos conduce a un gran orden bajo los cielos. Y otro tanto vuelve a suceder cada siete u ocho años. Los monstruos y demonios saldrán por sí solos a la palestra’", sostiene la necesidad de que:

"(…) un auténtico comunista debe atreverse a ir contra la corriente, sin consideraciones egoístas y sin temer a la destitución, la expulsión del partido, el encarcelamiento, el divorcio, la muerte" (…) hoy en día existe un pequeño número de cuadros y especialmente algunos cuadros dirigentes, que no toleran las opiniones de las masas de dentro y fuera del Partido. Llegan incluso a amordazar las críticas y tomar represalias (por eso) En el proyecto (sobre la revisión de los estatutos) se ha agregado al articulado la siguiente frase: ‘Es absolutamente inadmisible amordazar las críticas y tomar represalias’ (…) Debemos confiar y apoyarnos en las masas, fomentar el uso frecuente de las cuatro armas –plena manifestación de las ideas, franca exposición de las opiniones, dazibao y grandes debates."

Pero encuadraba las actividades de la Revolución Cultural como que éstas:

"(…) ‘tenían que suceder bajo el liderazgo del Partido Comunista de China’. Y Wang Hongwen proclamó que ‘la Revolución Cultural había sido un movimiento de consolidación del partido’".

Paralelamente, el informe político de Zhou Enlai estuvo centrado en la explicación de línea correcta aplicada desde el Noveno Congreso, en que el estilo de trabajo estuvo basado en el principio de "buscar la verdad en los hechos" (frase que en la década de los 80’s sería utilizada con asiduidad por Deng Xiaoping), y en la explicación de los errores y crímenes contra el partido y el Estado en que cayera "la camarilla antipartido de Lin Biao", poniendo el acento en el papel desempeñado por la Unión Soviética y sus líderes, al destacar que:

(…) Brezhnev, cabecilla de la camarilla de renegados revisionistas (…) atacó furiosamente a nuestra Gran Revolución Cultural Proletaria y declaró abiertamente que ellos estaban del lado de la camarilla renegada de Liu Shaoqi (…) que ellos continuarían la política de subvertir la dirección del partido Comunista de China, diciendo que lucharían ‘por su retorno al camino del internacionalismo (…) y su ‘camino del internacionalismo’ es el camino para convertir a China en una colonia del socialimperialismo revisionista soviético (…, ésto) exteriorizó apresuradamente los anhelos comunes de todos los reaccionarios y dejó ver también la naturaleza ultraderechista de la camarilla antipartido de Lin Biao (…) que pretendían implantar una dictadura fascista-feudal-compradora".

El Décimo Congreso también significó la reivindicación de muchos de los criticados anteriormente, entre ellos Deng Xiaoping y Tan Zhenlin, lo que es posible considerar como una reafirmación de liderazgo de Zhou Enlai. Pero éste estaba enfermo de cáncer, y Mao había sentido la necesidad de preparar una sucesión ordenada, que pudiera ser garantía para la continuidad de los proyectos consensuados en el partido. Aunque el congreso había tomado sus recaudos luego del intento fallido de Lin Biao, al proponer:

"(…) destacar el urgente entrenamiento de un sucesor revolucionario, y, mientras tanto, establecer un sistema de mayor o menor liderazgo colectivo después de Mao por la designación de cinco vicepresidentes: Zhou Enlai, Wang Hongwen, Kang Sheng, Ye Jiangying y Li Desheng".

En tanto, el sector liderado por Jiang Qing, que había logrado la inclusión de Wang Hongwen en el buró permanente del Comité Central, había acotado su participación a las tareas de supervisión cultural y artística. Lo que les permitiría lanzar a comienzos de 1974 una campaña de crítica a Lin Biao y Confucio, que se proyectaba contra la posición política del ministro Zhou Enlai. La inclusión de Deng Xiaoping en el CC del partido y su posterior designación a cargo del Comité de Asuntos Militares de la misma estructura, en 1975, equilibraría la situación momentáneamente.

Las enfermedades de Mao y Zhou tendrían su desenlace en 1976, provocando a partir de la desaparición de ambos una definición largamente postergada de las luchas políticas en el interior del comité Central. Con el encarcelamiento de los integrantes de la "Banda de los Cuatro", llevada a cabo por Hua Guofeng, a cargo del gobierno y en abierta coincidencia con la proyección del nuevo liderazgo de Deng Xiaoping, se definía el inicio de una nueva etapa de muy larga y estable trayectoria.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente