- La paradoja
Los estudiantes hijos de obreros y campesinos ligados a los cuadros del PC Chino estuvieron desde 1949 en una posición de alto nivel de consideración social, gozando de los privilegios propios de su situación de poder. Al mismo tiempo, los hijos de ex terratenientes, campesinos ricos y comerciantes de buen nivel económico que fueran integrados al proceso educativo general siempre tuvieron un bajo estatus dentro de las posibilidades de ascenso social o del mismo estudio. No obstante, lo irónico del caso es señalado como una circunstancia a tener en cuenta al analizar el papel desarrollado por los Guardias Rojos. Porque los componentes de extracción popular más ligados al aparato administrativo y partidario tuvieron claras posiciones conservadoras, mientras que aquellos integrantes de universidades y escuelas medias, hijos de las viejas clases poseedoras totalmente desplazadas ahora estaban a favor del cambio de la relación de fuerzas y luchaban por la desburocratización del PCCh. En relación comparativa, los hijos de obreros y campesinos de baja representación y estatus, se dividieron por igual entre los grupos de rebeldes conservadores y radicales.
- Lo inesperado: la Comuna de Shanghai
En el marco del comienzo de dos huelgas generales obreras de diciembre de 1966 y enero de 1967, fue denunciada en Shanghai la existencia de "archivos negros" confeccionados por la policía política del PCCh en escuelas, fábricas, vecindarios y organizaciones de masas. Trabajadores y estudiantes demandaron su destrucción apoyados por una directiva partidaria desde Beijing, del 5 de octubre de 1966, que determinaba su quema en forma pública. Pero las autoridades de Shanghai decidieron posponer sin fecha esa acción y en noviembre los Guardias Rojos atacaron las oficinas partidarias. El aparato del partido queda desmantelado en las fábricas y los obreros comienzan a participar en las movilizaciones dirigidas por los Guardias Rojos. Aunque se hallan divididos según sus actividades y reivindicaciones entre éstos y una posición más conservadora.
Ciudad marcadamente industrial, Shanghai es un parámetro adecuado para observar la aplicación de la Revolución Cultural en un entorno de predominancia obrera. Considerando las necesidades sustentadas por miles de jóvenes que provienen del campo y llegan a esta ciudad en busca de un mejor nivel de vida, es decir, un trabajo y un lugar para vivir, y que se suman a los integrantes de las fuerzas armadas desmovilizados que también intentan integrarse al mercado de trabajo, es posible comprobar que estos grupos de trabajadores, desiguales en sus orígenes y objetivos, abren un marco conflictivo de demandas que pronto los llevan incluso a integrarse en grupos políticos rivales. La Revolución Cultural, por primera vez desde la creación de la República Popular China, crea la posibilidad de expresión objetiva del descontento acumulado por estas masas que permanecieron encasilladas con anterioridad dentro de las premisas de comportamiento político fijadas por el aparato partidario.
Como resultado, emergen una multitud de organizaciones rebeldes, todas proclamando fidelidad al pensamiento de Mao y a su persona. En noviembre de 1966, muchos de estos grupos forman una alianza bajo el nombre de "Cuartel General de Trabajadores Revolucionarios Sublevados de Shanghai" con Wang Hongwen, un líder obrero textil y funcionario medio del partido, a la cabeza. Esta organización fue creada con autonomía de cualquier otra directiva, salvo aquellas que propusieran el respecto irrestricto al rol revolucionario de la clase trabajadora. Su existencia requiere la ampliación de su influencia político organizativa dentro de la estructura administrativa ligada al partido. Así el 8 de noviembre se presentas las demandas al Comité Municipal de Shanghai, pretendiendo claramente el reemplazo de los viejos burócratas y cuadros políticos de su administración, por nuevas organizaciones populares elegidas democráticamente.
Los obreros y estudiantes revolucionarios demandan que su organización sea reconocida legalmente bajo la consigna de "dictadura del proletariado". Al mismo tiempo que avanza en sus críticas a las normativas centralizadoras al hacer hincapié en la capacidad de los comités fabriles para dirigir con plena eficacia la producción de bienes, en consonancia con los técnicos y directivos de las empresas. Cuestionando el poder ejercido por un aparato burocrático que les niega su reconocimiento.
Como no son atendidos sus reclamos, los grupos más radicalizados determinan presentar sus demandas en Beijing ante el mismo Mao. El 10 de noviembre, un tren repleto de obreros y Guardias Rojos que tiene ese destino parte de la ciudad pero, existen versiones encontradas al respecto, es detenido por las autoridades municipales a unos 10 kilómetros, en Anying una población de las afueras de Shanghai. La crisis creada por esta circunstancia es manejada desde Beijing con máxima cautela. Chen Boda envía un telegrama conminando en primera instancia a obedecer las instrucciones partidarias y regresar al trabajo a los obreros. Al mismo tiempo que viajan a Shanghai un miembro del anterior comité partidario de esa ciudad, Zhang Chunqiao, que había dejado de presidirlo en el mes de julio anterior para instalarse en Beijing como integrante del Comité de dirección de la Revolución Cultural, y Yao Wenyuan, otro alto dirigente teórico del proceso movilizador.
El 14 de noviembre Zhang declara al "Cuartel de Trabajadores Revolucionarios" como una legítima organización revolucionaria, confirmando sus demandas en nombre del CC del partido, y señalando la obligación de hacerlo a los cuestionados dirigentes partidarios locales máximos, Cao Diqiu y Chen Pixian. Aparentemente lo que se intenta desde el gobierno central es delimitar la influencia de la organización de trabajadores, para poder ejercer control sobre la misma, y al mismo tiempo al establecer su reconocimiento oficial limitar la extensión de las otras organizaciones más radicales que habían surgido en las mismas circunstancias. Y eso se concretará, luego del día 24 de febrero, con la transformación proporcional de quienes deben estar representados en su organismo de dirección y control, y por lo tanto en la modificación drástica de sus objetivos.
La victoria de los trabajadores del "Cuartel de Trabajadores Revolucionarios" les permite, desde el apoyo otorgado por la estructura partidaria central, intentar desintegrar a los otros grupos de rebeldes que se organizaron con anterioridad o simultáneos al proceso, aunque la fuerza numérica representativa de éstos no permite su control en el corto plazo. Estas variadas organizaciones, que de acuerdo a Meisner llegaron a detectarse hasta 18 organizaciones diferentes que reunían a los disconformes, se habían constituido en formaciones disciplinadas que tomaban también como ejemplo un nombre de estructura militar:
El "Segundo Regimiento de Trabajadores Revolucionarios", que implicaba el reconocimiento de otro en primer lugar, decía reunir a 2, 5 millones de adherentes; el "Tercer Ejército de Trabajadores" contaba con cientos de miles de estudiantes y obreros que se integraban en el accionar del "Cuartel de Trabajadores", y el "Ejército Bandera Roja" que reunía a una parte considerable de soldados desmovilizados y obreros temporales, eran grupos muy radicalizados. En oposición a éstos, había surgido el "Cuartel General de Guardias y Trabajadores Escarlatas", organización compuesta por obreros y técnicos permanentes ligados a las empresas del Estado que se veían amenazados por la Revolución Cultural. El "Cuartel de Trabajadores Escarlata" era una organización moderada dirigida probablemente por ciertos cuadros de la estructura del PCCh en esa ciudad, que decía reunir a unos 800 mil trabajadores.
La influencia de todas estas organizaciones divide a Shanghai en dos partes, que en diciembre comienzan a enfrentarse en las fábricas y en las calles de la ciudad, impidiendo todo tipo de funcionamiento. Las dos facciones se atacan, en un accionar político que requiere un análisis mayor para delimitar los personajes que pudieran estar detrás de sus marchas y movilizaciones. En todo caso, la vieja guardia administrativa municipal partidaria, en un intento por salvar su propia situación, decide ceder en parte y apoyar con recursos financieros ciertas demandas obreras realizadas en general por los diferentes sectores.
El intento no alcanza a disminuir la tensión. El 5 de enero de 1967 el "Cuartel de Trabajadores Revolucionarios" junto con varias organizaciones afines, contando con el apoyo de las autoridades de la Revolución Cultural en Beijing, hace público en el diario local Wenhuibao, tomado el día 3 por los estudiantes, un manifiesto al pueblo de Shanghai. Allí se condenan los intentos divisionistas del "Cuartel de Trabajadores Escarlata" y de los dirigentes municipales del PCCh local, llamando a los trabajadores al retorno a las fábricas, señalando la necesidad suprema de unidad de trabajadores, cuadros políticos, estudiantes e intelectuales.
Al día siguiente una concentración de más de un millón de personas se reúne en la plaza central de Shanghai. El principal centro de cuestionamiento lo constituyen las figuras de los principales dirigentes locales del partido, Cao Diqiu y Chen Pixian, que son removidos de sus cargos públicamente y obligados a confesar sus fines y errores políticos. Este acto, que fue observado en televisión por millones de personas en todo el país, se constituyó en un hito histórico que dio comienzo a una serie de actos similares sobre cuadros y oficiales del partido que sufrieron los mismos ejercicios de confesión pública obligada, adicionados a su exhibición con gorros y vestimenta humillante al pasearlos por toda la ciudad.
Hasta aquí, la dirección central del PCCh en manos del maoísmo observa con preocupación la posibilidad de ejercer control restrictivo sobre los acontecimientos. Zhang Chunqiao y Yao Wenyuan son quienes aparecen otra vez en el nuevo escenario político con nuevas directivas para apoyar a Wang Hongwen, el líder del "Cuartel de Trabajadores Revolucionarios", y poner orden en la ciudad. Al mismo tiempo, se despliegan algunas unidades del ejército que urgen a los trabajadores a volver a sus fábricas, y se comienzan a rechazar las demandas obreras consideradas como desviaciones "economicistas" creadora de nuevos conflictos. Para fines del mes de enero, las huelgas son suspendidas y se restablece el orden en la ciudad garantizado ahora por EPL, y no por las organizaciones populares.
El liderazgo de Wang y Zhang recibe el claro apoyo de la estructura partidaria central y de las autoridades de la Revolución Cultural, que parecen los autorizados a intentar una política de descomprensión de la situación que se torna peligrosa; pero este liderazgo, y probablemente todo tipo de liderazgo y acatamiento a directivas únicas y omnímodas como las de Mao, es sometido a cuestionamiento por parte de las organizaciones más radicalizadas de la ciudad de Shanghai, que ve en ellos a los representantes de una nueva burocracia. Tanto el "Segundo Regimiento de Trabajadores" como el "Ejército Bandera Roja", y otros grupos estudiantiles como el de los "Revolucionarios Rojos", que responden a las posiciones críticas del dirigente radical Keng Chingchan, siguieron movilizándose sobre la ciudad y ejerciendo presión sobre las nuevas autoridades.
El 5 de febrero de 1967, un millón de trabajadores se reúnen para festejar el "gran día en la historia del proletariado revolucionario de Shanghai" que proclama los principios de la "Nueva Comuna Popular", basados en la experiencia parisina de 1871. Pero hay diferencias con ésta, ya que no se intenta promover un "autogobierno de los productores" sino que remarcando el respaldo del ejército, no se incluyen representantes de los grupos más radicales.
Es que Mao Zedong, Zhou Enlai y el Comité de dirección de la Revolución Cultural consideran que se debe generalizar otro modelo organizativo en el país. Se promueve la constitución de los "Comités Revolucionarios de Triple Alianza", que sólo incluirán algunos representantes de las organizaciones de masas, a cuadros políticos obreros del partido y a cuadros del ejército, donde éste ejerce una presencia claramente arbitral sobre las demandas a ser consideradas.
Las primeras experiencias de comités revolucionarios están siendo aplicadas al mismo tiempo que se produce la Comuna de Shanghai; esto ha ocurrido en Harbin, capital de la provincia de Heilongkiang en el norte, y en Shanxi. Los dirigentes de la Revolución Cultural remarcarán desde entonces que los comités revolucionarios son la única forma de nuevo poder político popular que será reconocida en el futuro, al mismo tiempo que se elude comentar la experiencia revolucionaria de Shanghai. Y Zhang Chunqiao, Yao Wenyuan y Wang Hongwen deben acudir a una serie de reuniones en Beijing con el propio Mao y la cúpula dirigente de la Revolución Cultural, para consensuar las medidas de transformación a ser aplicadas.
Éstas serán anunciadas por televisión por Zhang Chunqiao el 24 de febrero de 1967, indicando el fin de la Comuna luego de 19 días de esta experiencia y su transformación en "Comité Revolucionario de la Municipalidad de Shanghai", que estará dirigido por Zhang como presidente y Wang como vicepresidente.
Este mes de febrero marca entonces el comienzo de una serie de retrocesos y ajustes con respecto a los elementos originales de la Revolución Cultural. Pero debe tenerse en cuenta que su puesta en práctica tenía otros objetivos a largo plazo, y que la verticalidad existente en los organismos partidarios, administrativos y políticos en general, así como la existencia de un ejército altamente disciplinado, sumados a la existencia del culto a la personalidad de Mao y a su pensamiento doctrinario, impedirían cualquier tipo de digresión utópica que aunque pudiera estar asentada en demandas y necesidades objetivas de democratización interna, pudiera llegar a cuestionar el orden interno y a las estructuras de poder vigentes. Y este sería mantenido a cualquier costo, máxime si se contaba con la fuerza necesaria para hacerlo así.
- El Ejército Popular de Liberación, su participación
El freno que es claramente visible en Shanghai también es aplicado en otras ciudades de China, reiterándose dos ejes sobre los cuales deberá ser encuadrada cualquier conducta futura de los participantes en la Revolución Cultural:
- Sólo serán aceptadas estructuras de poder dentro del marco de referencia de los Comités Revolucionarios de la Triple Alianza, y
2. Desde el 23 de enero, Mao ha ordenado que el EPL entre en la lucha política, para soportar o encuadrar a los diferentes grupos militantes y mantener el orden.
De esta manera, el mayor aparato burocrático verticalista del Estado chino, el ejército, fue llamado a intervenir para sostener al movimiento popular y revolucionario contra el elitismo burocrático. Lo que podría ser considerado como una nueva paradoja. Pero en la historia política, toda aparente paradoja sobre una organización determinada debe ser cuestionada, o al menos cotejada, con el origen y el transcurso de su período formativo, previo a la decisión que se intenta analizar. Si se tiene en cuenta que históricamente el ejército popular, desde su formación en 1928, fue considerado como una instancia de supra poder para que pudiera garantizar las estructuras políticas, y después la integridad de la nación china, en una situación donde la estructura del Partido Comunista Chino ha sido no sólo cuestionada sino también gravemente dislocada era inevitable que el ejército interviniese para arbitrar las condiciones en que se debía seguir encauzando a la Revolución Cultural.
La conocida frase de Mao "el poder detrás del fusil" no ha tenido mayor nitidez objetiva como en esa etapa histórica, donde las reglas de juego previamente propuestas comenzaron a ser trastocadas por las propias movilizaciones populares, es decir desde adentro del sistema. Además, el alterado orden productivo sólo podía ser restablecido por una organización que mantuvo siempre una actitud de lealtad hacia Mao, y también como propulsora inicial de su pensamiento doctrinario y sostenedora del culto a su personalidad sobre todas las capas de la sociedad.
En donde fueron establecidos los Comités Revolucionarios de Triple Alianza en este período, el ejército asumió posiciones dominantes y muchas veces como representante directo de los organismos de masas. Esto facilitó la supresión de muchas organizaciones radicales. Entre febrero y marzo de 1967, el ejército Popular de Liberación desbanda incluso con directos ataques militares a estudiantes y trabajadores de organizaciones radicalizadas en las provincias de Szechuan, Anhmei, Hunan, Hupei y Fukien. Muchos miles de activistas fueron arrestados, heridos o muertos por el ejército con ayuda explícita de las milicias locales, ligadas inevitablemente a su estructura por la formación y el armamento que supervisaba, y por todos aquellos que sufrieron las consecuencias materiales de los actos rebeldes.
O sea, un predominio arbitral que respondía al desarrollo incontenible de los acontecimientos y que en algunos lugares obligó al ejército a la provisión de armas por igual a los diferentes agrupamientos, en un doble juego que respondía a su función de equilibrar los resultados y fortalecer su posición. Aunque posteriormente se creyera que el EPL actuaba dentro de una constante: a las organizaciones ligadas al partido y a las milicias locales además de darles entrenamiento se les entregaba armamento moderno, mientras que los grupos más radicales obtenían armas más anticuadas.
Al mismo tiempo que se intentaba desmovilizar a los Guardias Rojos, se impusieron duras condenas para todo aquel grupo o persona que atacara a los cuadros partidarios, a oficinas del Estado o que destruyera documentación de algún organismo estatal o partidario. Encabezado por Zhou Enlai, se realiza un esfuerzo unificado de rehabilitación de los cuadros políticos cuestionados, previo reconocimiento de los "errores" por parte de éstos, con excepción de los claramente ligados a la posición de Liu Shaqi quien es tomado como el blanco principal de la siguiente etapa.
Hacia finales de abril algunas provincias funcionaban bajo la dirigencia de los Comités Revolucionarios, aparte de las ciudades de Beijing y Shanghai. En las demás se condiciona a estos organismos directivos con la inclusión de los viejos cuadros partidarios con el apoyo del ejército. Esto cuestiona el actuar del EPL ante las organizaciones de masas que no se sienten representadas, creando resentimientos reflejados desde mayo en las calles de Beijing donde son visibles muchos carteles murales que atacan a funcionarios como Zhou y Chen Yi, este último a cargo del Ministerio de Asuntos Exteriores, a quien se llegó a suplantar en su cargo por dos semanas luego del acceso violento a sus oficinas.
Llegan también desde el interior informaciones sobre luchas armadas entre organizaciones de masas en fábricas, escuelas y calles de ciudades importantes donde, pese a las directivas expresas del Comité de dirección de la Revolución Cultural para terminar con la violencia, ésta parece aumentar.
2.5.1. El Incidente de Wuhan
Para julio de 1967 se envían en función de reconciliación a dirigentes importantes de la Revolución Cultural para tratar de hallar acuerdos entre las posiciones enfrentadas, y para investigar las responsabilidades sobre los hechos sucedidos. Al respecto, es demostrativo el clima de total enfrentamiento alcanzado en lo que se conoce como el "Incidente de Wuhan", ciudad industrial de importancia estratégica por la acumulación de empresas sobre el río Yangtse, que además resulta ser un eje de importante cruce de líneas ferroviarias que se comunican con todo el país.
A comienzos de ese mes, varias ciudades cercanas que también bordean el Yangtse se hallaban casi paralizadas por los enfrentamientos sucedidos entre los dos grupos que representaban a las grandes organizaciones de masas: el "Millón de Revolucionarios" que reunía a miles de trabajadores industriales, empleados del gobierno y milicias obreras populares que cuentan claramente con el apoyo y la promoción de las secciones locales del partido y de los oficiales militares de la Unidad 8201, dirigidos por los generales Chen Tsaitao y Niu Hailung. Del otro lado, los Guardias Rojos, junto a jóvenes obreros y estudiantes que habían intentado afianzarse en el poder desde enero habían formado el "Cuartel General de Trabajadores de Wuhan". En julio, estos últimos habían sido atacados y rodeados por el "Millón de Revolucionarios", que estaban mejor armados.
El día 16 llegan desde Beijing dos cuadros políticos de dirección a alto nivel nacional del Comité de la Revolución Cultural,: Wang Li y Hsie Fuchin, en una gira de investigación que comprende las provincias de Yunnan, Szechuan y Hunan. Encabezan una misión de esclarecimiento que iniciara el mismo Zhou Enlai, sobre los hechos sangrientos que condujeron a la supresión de la "Novena Comuna Rebelde" en las adyacencias de Wuhan, por parte de las fuerzas militares de Chen Tsaitao y la organización "Millón de Revolucionarios".
Luego de algunas reuniones conminan al ejército y a su comandante Chen a quitar el apoyo armado otorgado a una de las organizaciones, y a reconocer a los Guardias Rojos como la organización de vanguardia de la Revolución Cultural en la zona. Esto es desconocido y el día 20 de julio Wang y Hsie son detenidos por órdenes de Chen y sometidos a interrogatorio. Wang es duramente golpeado y hasta le rompen un brazo en la guarnición militar a la que fue llevado.
Paralelamente la organización "Millón de Revolucionarios" toma la ciudad junto con soldados. Se corta el tráfico sobre los puentes de los ríos Yangtze y Han, se toman el aeropuerto, la estación de trenes y la radio principal desde donde se anuncia que las organizaciones de Guardias Rojos revolucionarios han sido suprimidas, siempre de acuerdo con la aplicación estricta del "pensamiento Mao Zedong". Al mismo tiempo, el otro comandante, Niu Hailung, también anuncia su radical oposición a lo solicitado por los enviados de Zhou y el Comité Nacional de la Revolución Cultural.
Se inicia así una situación desconocida hasta entonces que es resuelta casi de inmediato desde Beijing, con órdenes del Comité de Asuntos Militares que depende directamente del Comité Central del PCCh, para que Wang Li y Hsie Fuching fueran puestos libres de inmediato y escoltados por su seguridad hasta la capital. Esto es acompañado por la confluencia sobre Wuhan de tropas aerotransportadas de la división 8191, soldados del 15º. Ejército de la provincia de Hupei y la marcha de 5 navíos armados de la flota de guerra. Además Zhou Enlai decide intervenir personalmente, al volar hacia Wuhan y descender en un aeropuerto secundario ya que el principal había sido tomado por los amotinados.
El 21 se logra la liberación de Wang y Hsie, por intervención directa de fuerzas militares del 19º Ejército, quienes pueden regresar a Beijing.
El amotinamiento presenta características muy serias de insubordinación, como Thomas W. Robinson lo destaca, al intervenir directamente en la escena el Ministro de Defensa Lin Biao, ya que la resistencia de "Millón de Revolucionarios" y de las fuerzas militares de Chen Tsaitao y Niu Hailung va más allá de lo esperado. Las fuerzas militares bajo las órdenes del gobierno central toman la ciudad y luego de algunos serios enfrentamientos logran desarmar a gran parte de los integrantes de "Millón de Revolucionarios" y a la División 8201, y sus principales líderes son arrestados y enviados a Beijing.
Los acontecimientos de rebeldía que se prolongaron hasta el día 4 de agosto, son tratados por la prensa como una conspiración promovida por "los agentes del Jruschov chino", en referencia a Liu Shaoqi, al citar la desintegración y el desarme de "Millón de Revolucionarios" y el arduo trabajo que los guardias revolucionarios deberán hacer para que la conciencia de los trabajadores de Wuhan deje de lado principios de organización equivocados. De hecho, recién el 4 de agosto se pudo formar en las afueras de Wuhan el primer Comité Revolucionario de la provincia de Hupeh.
La recepción oficial otorgada a Wang y Hsie, por los máximos dirigentes de la Revolución Cultural, Chen Bota, Kang Sheng, Jiang Qing y también Zhou Enlai, indican el máximo énfasis puesto en la solución del problema, y una respuesta a las continuas manifestaciones de los Guardias Rojos que habían tomado las calles de Beijing. El 25 de agosto hubo una concentración de más de un millón de personas en Tian anmen, en la que sólo faltó Mao Zedong.
El general Chen Tsaitao, quien fue considerado como el máximo responsable de la asonada, junto con otros militares de alto rango que también colaboraron con él en la represión a los Guardias Rojos, debieron asistir a una larga reunión del Comité Central presidida por Zhou Enlai, en la que los principales cargos que se le hicieron fueron: haber intentado secuestrar a Zhou cuando éste quiso aterrizar en Wuhan y haber desobedecido la circular del 6 de abril de ese año que ordenaba no emplear las armas contra las organizaciones de Guardias Rojos que impulsaban la Revolución Cultural. Finalmente Chen fue destituido de todos sus cargos y desapareció de la escena pública.
Con Wuhan se hizo presente la posibilidad de una guerra civil más extendida con enfrentamientos entre unidades armadas, que apoyaban a diferentes organizaciones populares. Pero el hecho de que en un acto del 9 de agosto el Ministro de Defensa Lin Biao, buscando descomprimir la situación, criticara sin dar nombres a aquellos dirigentes militares que habrían cometido un error ideológico en Wuhan, y no un error militar, al no dar su apoyo a los Guardias Rojos, es indicativo de las diferentes corrientes que se estructuraban dentro del Comité de dirección de la Revolución Cultural.
Las manifestaciones en la capital se sucedieron continuamente a finales de agosto, La agresividad organizada de los Guardias Rojos también tuvo matices de expresión nacionalista, al ser incendiada parte de la embajada de Gran Bretaña el día 22 de ese mes.
Este clima confluyó con las enormes dificultades creadas en muchos lugares del país por las diferentes organizaciones rebeldes que en busca de armamento llegaron a atacar algún convoy militar que se dirigía a Vietnam, o a enfrentamientos directos contra algunas unidades del ejército. Lo mismo que grupos armados de campesinos que paralizaron sus municipios y también algunas ciudades para cuestionar y tratar de cambiar las administraciones locales.
Es evidente que el Incidente de Wuhan produjo cambios en la dirección otorgada a la Revolución Cultural. Los 15 días en que se desenvolvieron los principales sucesos (20 de julio al 4 de agosto de 1967), dieron impulso a esos cambios en la implementación de las movilizaciones posteriores de 1968-1969. Pero además quedaba claro que las fuerzas armadas se habían expuesto demasiado en la aplicación de los elementos políticos a ser desarrollados y que eran sostenidos por la Revolución Cultural que, unidos a la posibilidad de desacuerdo o abierto desafío a las directivas partidarias y del Estado por parte de un componente interno a la fuerza, como se demostrara en Wuhan, podría producir un desgaste y cuestionamiento inevitable a su papel asignado de modelo de excelencia ideológica y organizativa, al que se exhortaba a emular al resto de la sociedad.
Prueba de ello sería la posición que comenzaban a adoptar los miembros del grupo de Jiang Qing, uno de los cuales, Lin Chieh, al citar lo ocurrido en Wuhan lo trata como ocasionado por el "pequeño grupo" que tiene autoridad "en el partido y en el ejército", que debe ser "derrocado y desacreditado".
Se habían efectuado purgas selectivas en las cadenas de mando de las fuerzas armadas, pero ligadas en general a las posiciones que tuvieran algunos militares de apoyo a la figura de Peng Dehuai en 1959, o con respecto a la disminución de rangos e insignias desde 1965, pero el ejército era la única institución que se mantenía prácticamente intacta desde los albores de la revolución, y la situación de Chen Tsaitao era un ejemplo de ello puesto que éste había logrado un cierto grado de prestigio en su alto cargo desde 1949.
Además, la posición inequívoca que mantenía al ejército en situación de controlar y mantener el orden público, sin olvidar su papel disuasivo ante un posible agresor externo, no coincidía con la etapa que se vislumbraba en el horizonte político en que sería crucial su intervención en el ordenamiento de las movilizaciones de los Guardias Rojos para que éstos no interfirieran como lo hacían en la productividad de las industrias y la agricultura. Su papel de árbitro en los Comités Revolucionarios de Triple Alianza que comenzaban a generalizarse así lo indicaba.
Los grupos de Jiang Qing y Lin Biao no coincidían en este momento con el nivel de la crítica a efectuarse sobre las fuerzas armadas. Unido a esto, la violencia incontrolable de las movilizaciones de los Guardias Rojos, que ya afectaban a muchas provincias de todo el país obligó a Mao Zedong a definir prioridades y elegir preservar el statu quo basado en que el ejército seguía siendo la institución adecuada en que pudiera apoyarse para imponer cierto orden interno, rehabilitar la productividad y ayudar a construir las nuevas instituciones de poder en las provincias.
El punto de torsión se visualiza el 5 de setiembre de 1967, cuando Jiang Qing contribuye en ese sentido con un importante discurso. En el mismo expresa la necesidad de terminar con los enfrentamientos y ataques contra el ejército, solicita un espíritu de moderación y rectificación de los errores. Al mismo tiempo, el Comité Central, el Consejo de Estado, el Comité de Asuntos Militares y el Comité de dirección de la Revolución Cultural, dieron a conocer una directiva redactada el 25 de agosto anterior, que prohibía terminantemente los ataques contra el ejército y la toma de equipamiento militar por parte de los Guardias Rojos, recalcando ahora que toda violación a esa directiva daría derecho al uso de la fuerza contra los agresores.
Estas decisiones de conjunto, además de dar consistencia a las disposiciones oficiales desde los más altos niveles del Partido Comunista Chino y del Estado, fortalecieron definitivamente al Ejército Popular de Liberación en su papel directivo en los Comités Revolucionarios, en la reconstrucción de los órganos de poder partidario y en la hegemonía que sostendrá en el Noveno Congreso del PCCh, en abril de 1969.
Desde ese momento, el incremento de la autoridad de Lin Biao no sólo será evidente dentro de las filas de las fuerzas armadas, también al ser elegido por Mao como "camarada de armas predilecto" y posible sucesor. Pero la capacidad de objetividad ante lo inmediato, en la expresión política de los dirigentes de la RPCh, también pudo dar nuevamente otra muestra de elección pragmática rodeada de dramatismo poco tiempo después, y en la figura de Lin Biao.
2.6. La Revolución Cultural y el campesinado
La vasta mayoría de la población campesina no se vio envuelta directamente en las luchas políticas violentas y destructivas desatadas por la Revolución Cultural. Ya que ésta era una movilización de masas que tuvo su origen, mayor desenvolvimiento y desenlace en las principales ciudades del país.
No obstante, por ser el campesinado la mayor clase social de China, sus integrantes siempre fueron considerados como la base de sustentación principal que daría genuina hegemonía política con su apoyo, tanto para la lucha desatada por los Guardias Rojos contra las burocratizadas conformaciones del PCCh y las jerarquizadas estructuras administrativas de cada localidad, como por parte de los líderes de estas estructuras para intentar seguir siendo sus representantes.
Como señala Meisner, citando las observaciones de Richard Krause:
"(…) En las zonas rurales hubo una particular tendencia a trasladar viejas designaciones de clase dentro de las nuevas categorías. En muchas aldeas la ‘lucha entre las dos líneas’ de la Revolución Cultural fue ampliamente circunscrita a las campañas ideológicas organizadas por el EPL contra las políticas revisionistas’ de Liu Shaoqi y la estructuración de sesiones para el estudio del pensamiento de Mao Zedong (…) Aproximadamente igual extensión tuvo la degeneración de la vida política de las aldeas dentro de la brutal lucha por el poder en los bajos niveles de las jerarquías administrativas detrás de la fachada de ‘lucha de clases’, y el uso de los eslogan políticos de la Revolución Cultural como un pretexto para la instalación de viejos rencores y personales afinidades (…) Los comités revolucionarios rurales tripartitos, compuestos por campesinos empobrecidos, cuadros, y soldados desmovilizados o miembros de la milicia local (…) fueron propuestos para asumir las funciones administrativas de los viejos comités partidarios. En muchos casos, sin embargo, significaba poco más que el cambio de nombre de los existentes comités partidarios. Y en todos los casos significaba la subordinación de los comités revolucionarios al comité del partido, cuyo liderazgo fue usualmente idéntico (…) Si fue extendida la participación de los campesinos pobres en la vida socioeconómica de las villas y comunas, las áreas rurales en general fueron sujetas a gran control político y a la coerción económica por los altos organismos partidarios y de la administración del Estado en 1970, tal como había sido el caso en 1969. La Revolución Cultural, en cualquier circunstancia, ciertamente no resultó en el control campesino sobre las instituciones que gobernaban sus vidas".
En ese marco, el igualitarismo, el desinterés y el espíritu de dedicación al trabajo en aras del bien de todos los integrantes de la comunidad fue ejemplificado con el eslogan "aprender de Dachai". Esta comuna de la provincia de Shanxi, tomada como ejemplo desde 1964, reunía el trabajo mancomunado del campesinado local, que incluso habría rechazado sus áreas de cultivo familiares por el trabajo en tierras de la comuna, con resultados espectaculares en la producción agrícola al transformar zonas áridas y colinas desiertas en cultivos florecientes. Con casi el único empleo de herramientas manuales fueron creados canales de riego y áreas de terracería en la zonas altas, convirtiéndose en el exacto modelo a ser emulado que desde la propaganda oficial se propuso a nivel nacional, buscando expandir la producción de granos y otros productos agrícolas.
Esto coincidía con los objetivos rurales de la Revolución Cultural, que buscaba la intensa participación del bajo campesinado generalmente renuente a integrar sus críticas en las organizaciones locales, y sujeto a un antiguo espíritu individualista que lo inducía como horizonte mayor a luchar por ampliar sus áreas de cultivo familiar y a tratar de obtener un porcentaje mayor de la producción agrícola para poder ofrecerla libremente en el mercado local.
Probablemente el mayor logro económico y social significativo de la Revolución Cultural en el campo, fue la aplicación de un plan nacional para la creación de pequeñas empresas industriales que pusieran su énfasis productivo en la atención de las necesidades en insumos de la población de cada localidad.
"(…) Muchas industrias rurales locales habían sido establecidas durante la campaña del Gran Salto Adelante, pero la mayoría resultaron abortadas o atrofiadas durante la consiguiente crisis económica, y el esfuerzo fue ampliamente abandonado. Como resultado de la Revolución Cultural el programa fue revivido, y después prosperó como una de las mayores innovaciones del desarrollo estratégico maoísta (y, por supuesto, post maoísta) (…) Muchas industrias rurales fueron establecidas para asistir a la producción agrícola. El énfasis fue colocado sobre la construcción de pequeños emprendimientos para la producción y reparación de herramientas y maquinaria agrícola, la manufactura de fertilizantes químicos, el procesamiento de los productos agrícolas producidos localmente, y la instalación de pequeños centros de desarrollo de técnicas para el mejoramiento de las semillas y la popularización de nuevos métodos y técnicas. Hacia el final del período maoísta en 1976, la mitad de los fertilizantes químicos habían sido producidos por las industrias rurales locales (…) Adicionalmente, muchas de las pequeñas empresas produjeron cemento, hierro en lingotes, materiales para la construcción, electricidad, químicos, farmacéuticos, y una variedad de pequeños artículos de consumo (…) La asistencia urbana incluyó la transferencia hacia las áreas rurales de pequeñas (y usualmente obsoletas) instalaciones; el envío de técnicos urbanos, investigadores y gerentes industriales; la difusión de conocimientos técnicos a través de la provisión de libros y maestros; y el entrenamiento de campesinos en empresas urbanas y escuelas".
Este proceso coincidía con los postulados maoístas que señalaban la necesidad urgente de disminuir las profundas diferencias entre la ciudad y el campo. Además, ayudaba a frenar la corriente de campesinos desocupados que acudían a las fábricas de las ciudades en busca de cualquier trabajo y mejores oportunidades de vida. Después de la crisis provocada por el Gran Salto Adelante invadieron muchas ciudades industriales causando graves inconvenientes para su encuadramiento en las normas de control.
Muchos recursos para la educación y la salud pública fueron aplicados desde entonces en las áreas rurales, modificando una situación que había creado grandes críticas de parte incluso del propio Mao quien señalara que "ellos (los médicos) habían sido entrenados sólo para beneficio de las ciudades", en un país donde la mayoría de la población vivía en las zonas rurales. Al respecto, debemos considerar que uno de los objetivos de Mao y la Revolución Cultural en su programa inicial fue disminuir drásticamente el tiempo de entrenamiento de algunos futuros profesionales, quienes después de su graduación tendrían que hacer su práctica en las áreas rurales para su capacitación total y la formación ideológica necesaria, acorde con los postulados de "siempre servir al pueblo, y aprender de él".
- Los Comités Revolucionarios
La formulación de estas políticas públicas a ser aplicadas sobre la población campesina debía asentarse sobre un control centralizado, que se hallaba en crisis a comienzos de 1967 por el cuestionamiento anti burocrático a las organizaciones del Partido Comunista Chino y a las estructuras administrativas del Estado. La previa irrupción en las comunas y municipios rurales de las directivas de la Revolución Cultural y las movilizaciones de los Guardias Rojos que crearon las condiciones de cuestionamiento ideológico y político detrás de las premisas del llamado a las masas a "tomar el poder", habían trastocado parte considerable de la productividad y el orden en todas las provincias.
El poder central intentaba desde entonces aplicar la consolidación de los Comités Revolucionarios en todas las provincias, pero este proceso no fue uniforme ni aceptado por todos los implicados. Ya hemos considerado cómo los ataques de los Guardias Rojos a las estructuras partidarias y a los cuadros burocráticos estatales provinciales, había provocado su disolución en algunos casos y en otros la constitución por parte de los cuestionados de sus propias organizaciones de defensa que, siempre siguiendo las consignas y "el pensamiento Mao", también se consideraban Guardias Rojos.
La diferencia radicaba en que los últimos tenían asentamiento local con amplia base de apoyo y solidaridad, lo que necesariamente facilitó que los enfrentamientos fueran cada vez más violentos. Sólo el ejército pudo equilibrar y dar cauce al tratamiento y la aplicación de las directivas de la Revolución Cultural, estableciendo Comités Militares de control (en algunos casos como única autoridad, al comprobarse el falso recambio de dirigentes y estructuras partidarias que intencionadamente se intentara) para luego ordenar la formación de grupos preparatorios de discusión para la constitución de Comités Revolucionarios de Triple Alianza.
El marcado faccionalismo en algunos municipios obligó al ejército a formar en primera instancia comités representativos de las organizaciones de masas llamados en cada lugar "Gran Alianza Revolucionaria". En el caso de que la discusión provocada no alcanzara solución inmediata, representantes y delegaciones de las organizaciones de masas fueron enviados en muchos casos a tomar clases de estudio de lo que políticamente significaba el "pensamiento Mao", en Beijing.
El Comité Revolucionario quedaba considerado desde ese momento como la instancia fundamental en la constitución de un gobierno local representativo, para el control efectivo del sistema administrativo y el orden, y esto estaba observado directamente desde el Comité Central del PCCh. Al mismo tiempo se reorganizaba el número de regiones militares, y los destacamentos del ejército, en consonancia con la importancia de su representación en cada uno de los Comités Revolucionarios.
Hasta 1968, éstos fueron variando en su composición representativa y estructura. Por ejemplo, Heilongjiang formó un Comité Revolucionario de 17 miembros; Shanxi de 245; Beijing 97; Jiangxi 149; Henan 155. En general, el alto número de representantes generaba necesariamente extensas reuniones de discusión que revalorizaban un viejo estilo de trabajo empleado por Mao Zedong en 1956.
A pesar de que era imposible lograr uniformidad en la conformación de los Comités Revolucionarios de todo el país, comenzó en septiembre de 1968 una nueva etapa en su funcionalidad. Lanzados en primera instancia para cubrir el papel restaurador del orden y la formación de gobiernos locales representativos, que debieron constituirse en organizaciones generadoras de la reconstrucción y el reestablecimiento de los aparatos partidarios locales. De esta manera pasaban a convertirse en organismos provisionales de poder, tarea que recién pudo completarse en 1971.
La reorganización de los comités centrales provinciales del PCCH, recién podrá concretarse en ese año. Esto no ocurrió sin dificultades extremadas originadas por las condiciones en que se pudieron constituir primero los Comités Revolucionarios. Además, la dura resistencia establecida para llegar a acuerdos, por parte de los dirigentes del Comité de dirección de la Revolución Cultural y por los representantes revolucionarios de las organizaciones de masas, generó tensiones de máxima importancia que involucraron también al EPL.
El mayor cambio en la composición y el liderazgo de los comités revolucionarios provinciales se produjo como consecuencia del lento ascenso de los "cuadros revolucionarios", aquellos que fueron puestos a resguardo por un período de "reeducación ideológica" —los cuestionados y desalojados por sus "errores", que volvían como "cuadros rehabilitados" de regreso a sus localidades originales—, y el decrecimiento del número de representantes de los grupos revolucionarios de masas, estrechos propulsores de los ideales de la Revolución Cultural y la lucha antiburocrática. Y esto coincide con un período de mayor enfrentamiento entre las posturas del Ejército Popular de Liberación y el Comité Central del PCCh.
Lo que podría brindar alguna comprensión hacia lo que ocurrió con la aparentemente obligada desaparición de Lin Biao, es la comparación entre el número de miembros de cada organización en los comités centrales partidarios provinciales, tomando como dato el 1 de septiembre de 1971. Para esa fecha, después de constituidos estos comités y luego de la desaparición de Lin, el 57,5% de los secretarías generales partidarias estaba en manos de representantes del ejército, en tanto que en los Comités Revolucionarios su representación había sido del 49,9%. Mientras que los cuadros del partido que retuvieron o obtuvieron nuevamente las secretarías generales de los comités centrales provinciales alcanzan un 36%, y los representantes de las organizaciones revolucionarias directamente ligados al Comité de la Revolución Cultural tenían el 6,5%. Las diferencias y el claro intento de hegemonía en el ascenso de las fuerzas armadas en la dirección del partido, donde estuvo involucrado Lin Biao como su promotor esencial, podrían explicar el antagonismo creado en ese período, y sugerirnos una mayor claridad correspondiente con el desenlace donde éste quedó apartado definitivamente.
Además, los Comités Revolucionarios paulatinamente fueron ocupando un lugar secundario en la dirección de las decisiones provinciales fundamentales, lo que establece un aumento del retroceso en las posiciones de liderazgo sostenidas por los representantes revolucionarios de la Revolución Cultural. Coincidente con esto, el Cuarto Congreso Nacional del Pueblo de 1975 establecerá en la Constitución reglamentada ese año, que los Comités Revolucionarios quedaban dependientes de la dirección del partido y su dirección central. Y en el artículo 23 restringió su actividades a las tareas administrativas de "aplicación y ejecución de leyes y decretos en sus respectivas áreas; dirigir (…) la construcción socialista en sus respectivas áreas; examinar y aprobar los planes económicos locales (…) mantener el orden social; y salvaguardar los derechos ciudadanos".
La subordinación y el posterior reemplazo de los Comités Revolucionarios, que dejaron de existir en 1979, no solamente ocurrió porque fueron abandonados por su función simbólica representativa de un período altamente cuestionado, también por su incongruencia ante los nuevos planteos organizativos de centralización de las decisiones fundamentales que las circunstancias requerían. Como símbolo de una era que conmovió a la nación y al mundo, no eran coincidentes con los cambios estratégicos que las autoridades de la RPCh establecerían desde 1978 en adelante.
- La Revolución Cultural y la milicia
Una pregunta surge como consecuencia de la aplicación de las directivas de la Revolución Cultural en las zonas rurales:
¿Por qué la violencia y la coerción social puestas de manifiesto por los Guardias Rojos en las ciudades no alcanzó ese grado de paroxismo o parecidas características en el campo?
La estructura social de las comunas, aldeas, villas y municipios rurales presenta una clara diferenciación con las que se conformaron en cualquiera de las ciudades chinas del período de la Revolución Cultural. Independientemente de que la vida en las áreas rurales, en cualquier lugar del planeta, se desenvuelve en un contexto más previsible y dentro de circunstancias que fortalecen la solidaridad inmediata, es evidente que en el transcurso de la aplicación de las directivas anti burocráticas de la Revolución Cultural también intervinieron otros factores organizativos previos que permitieron una mayor estabilidad.
Según el investigador Harvey Nelson la milicia desempeñó un papel significativo en la eliminación de las organizaciones de los Guardias Rojos durante 1966, y ejemplifica esto con el caso de un joven de la comuna de Yangbei que al regreso de sus estudios universitarios en Fuzhou, capital de Fujian, ayudó a formar el primer cuerpo organizado de Guardias Rojos en el lugar:
"Esta organización comenzó a atacar al secretario del partido en la comuna, llamándolo "capitalista aventurero" y demandó su renuncia. El secretario partidario renunció, y estaba (aparentemente) preparando una autocrítica cuando la milicia básica se constituyó en rival de la organización de la Guardia Roja, y se aprestó a la defensa del liderazgo del Partido de la aldea (…) en la confrontación inicial, la milicia rodeó a los guardias rojos, los golpeó severamente, y después los ató y amordazó. (…) los líderes estaban siendo llevados a las montañas para ser ejecutados cuando (…) el comandante de la milicia (de otra comuna) les pidió que suspendieran la ejecución. Después de esto no hubo intentos posteriores para organizar a la Guardia Roja en la aldea".
La situación descrita manifiesta una forma de actuar común de los dirigentes partidarios en los municipios, submunicipios, comunas y aldeas rurales, que podían reaccionar rápidamente a las amenazas de los Guardias Rojos al ser éstos fácilmente aislables. Pero siempre que el cuestionamiento interno a las autoridades burocráticas locales del partido y la administración estatal local no coincidiera con las demandas de los Guardias Rojos.
A su vez, Victor Nee remarca como significativo que un editorial del Diario del EPL del 6 de agosto de 1967, señalara:
"(…) el uso extendido de la milicia local para suprimir a los Guardias Rojos; no solamente en las aldeas, pero aparentemente en muchas comunas suburbanas, los militantes campesinos eran enviados a las ciudades a atacar a los grupos urbanos de la Guardia Roja (…) los instigadores para el envío de militantes a las ciudades se encontraban en las élites colocadas arriba del nivel de aldea. Informantes en Fuzhou, (…) describieron las violentas batallas en las ciudades entre militantes y campesinos enviados desde comunas suburbanas y facciones de la Guardia Roja".
Consecuente con esto, el establecimiento de los Comités Revolucionarios impuesto por los distritos y subdistritos militares, otorgaron al responsable de la milicia local, por norma general, una posición dominante. Al respecto, Nelson destaca que:
"(…) el órgano administrativo de la milicia simplemente reemplazó al comité del Partido como el órgano líder en los nuevos comités revolucionarios en los niveles municipales y submunicipales. Dado que el departamento de armas de la comuna estaba bajo la supervisión directa del subdistrito militar, ésta era una forma para extender el control del ejército hasta el gobierno submunicipal, en un tiempo en que las organización nacional del Partido estaba en desorden".
También el origen campesino de la mayoría de los cuadros medios y soldados del ejército propone un amplio marco de coincidencias no sólo en el nivel organizativo de los integrantes de la milicia. Si consideramos que en el período de desmovilización ellos se reunían con sus familias en las aldeas y que a su retiro, simplemente por la experiencia adquirida, pasaban a constituirse en candidatos efectivos para ser integrados en la dirección de los cuerpos de defensa locales.
Un papel destacado desempeñó la opinión, para el fortalecimiento de la milicia en su labor política, de parte de la dirigencia militar zonal en las provincias; o sea, no solamente para el encuadramiento, control y hasta la supresión física y de las actividades revolucionarias de los Guardias Rojos, también como eslabón de unión entre el ejército y la comunidad rural. Asimismo, la política impuesta desde Beijing, después de la constitución de los Comités Revolucionarios y la rehabilitación de la organización de los comités centrales provinciales del partido, debió considerar esto como un cambio de etapa en el proceso de implementación de sus directivas y disponer la desmovilización y regreso a sus lugares de origen de los Guardias Rojos.
De esta manera, las diferentes instancias militares que otorgaron su total respaldo para el despliegue de las actividades de lucha anti burocrática de los Guardias Rojos, primero en las ciudades más importantes como Beijing y Shanghai, y después en las provincias y sus áreas rurales, fueron las mismas que limitaron, reprimieron y después, por su representatividad cuestionadora en los nuevos y reconstituidos organismos dirigentes, crearon las condiciones para la desaparición de los Guardias Rojos de las zonas rurales primero, posteriormente de las ciudades del interior y finalmente de las ciudades principales de donde se habían originado.
- Mao Zedong y el culto a su persona
La expresión "culto a la personalidad" fue empleada en 1956, en el Vigésimo Congreso del Partido Comunista de la URSS a propósito de las denuncias contra Stalin, y quedó asociada a un clima de drama social y político implícito en la realidad histórica de su país. Aunque no puede ser considerada una situación de culto personal sin clima dramático.
Tampoco puede entenderse el culto a la persona de Mao Zedong fuera de aquel momento y territorio que fue objeto de su acción, fuera del espacio y del tiempo, y también de una forma económico-social determinada. En la medida en que pueden registrarse sus manifestaciones clásicas, como es la atribución a un hombre de todas las virtudes de una política, queda la posibilidad de que exista la admiración por esa figura y con ello la necesidad de poder tenerlo más cercano en forma personal o colectiva. La multiplicación de las estatuas, las continuadas citas de sus escritos, el ritual de ovaciones presente inevitablemente en todo discurso, los continuos homenajes, etc., son el reflejo de una necesidad. Y existe culto cuando hay asentimiento, cuando hay fieles.
También podemos considerar la existencia de una especie de culto de la personalidad invertido, cuando se atribuye a un solo hombre toda la carga de los errores de una época. Esta es la parte del desarrollo irracional de una doctrina política, que requiere una explicación racional. La novedad reside en el hecho de que esa manifestación se haya producido en las condiciones de una sociedad en el camino al socialismo, que por la aplicación de sus principios y sus objetivos debería aparecer como totalmente refractaria a la formación de un culto.
Pero existen en un mundo que construye el socialismo elementos contradictorios que producen resultados contrapuestos. Se lucha bajo las consignas de lograr una mayor democratización real, no formal sino participativa. Pero por otro lado no se puede prescindir de considerar una necesaria centralización del poder. La explicación que se otorga a esta posible incongruencia es la de la lucha mancomunada contra el enemigo común, interno o externo, sin olvidar que el clima de "ciudad asediada" en el pasado clásico siempre favoreció el nacimiento de los cultos y los mitos sobre los héroes salvadores.
El poder de Estado que encarna esta centralización puede aparecer entonces como exterior a los hombres comunes, como trascendente con relación a ellos, y por lo tanto superior y necesaria. Con el agregado de que si ese Estado es dirigido por un hombre solo, será este hombre quien se beneficie de esa trascendencia. Toda figura heroica está afectada por la creación de un espacio de gloria. Por supuesto que no es posible dejar de pensar que los sentimientos que promueva para su admiración y su emulación son contrarios a una visión materialista y dialéctica de la historia. Y sus consecuencias, cuando se habla de una nación de 700 millones de habitantes, son impredecibles cuando a ese individuo se le concede el poder de ser el intérprete infalible de la solución de todas las necesidades, y a su palabra escrita o pronunciada el camino para convertirlas en resultados objetivos.
Porque con otros dos grandes pensadores y líderes no sucedió lo mismo. Marx y Lenin nunca fueron objeto de una situación de tal magnitud, por más que el segundo sí participó en la transformación política de su país. El culto se instaló progresivamente. El proceso de instalación del culto a Mao fue lento necesariamente al tener que prevalecer sobre la concepción marxista de las masas creadoras, y también sobre la teoría marxista del partido.
En el caso de Mao esta exaltación de su nombre y sus escritos lo convirtió en una especie de superhombre, y no es imposible que él llegara a aceptar durante un tiempo prolongado que se lo considerara como tal. La compilación de sus escritos en formas de citas o "pensamientos" en el Libro Rojo, coincidía con sus numerosas obras que demostraban su participación inobjetable en la historia de la nueva China. Sus aciertos estratégicos militares, económicos y sociales hasta la consolidación de la república, siendo que Mao nunca tuvo un grado militar, lo consolidan en su posición de líder indiscutido. Y una vez constituido el Estado su poder permanente e ilimitado de intervención permanece inconmovible.
Un problema que plantea el culto a Mao Zedong es que detrás de su desarrollo existieran posiblemente varias posiciones políticas diferenciadas. Una, la de quienes añoran una primera etapa posiblemente utópica, de construcción democrática socialista en la que se habría vivido con intensidad el espíritu revolucionario y antiimperialista, el comienzo del colectivismo agrario, el igualitarismo, y donde se habrían disfrutado y respetado aparentemente por igual los derechos y obligaciones sociales. En este grupo podríamos incluir a quienes deseaban una posible consolidación definitiva de un proceso similar, manteniendo un esquema de situación revolucionaria permanente, sin cortes, que tomaba como base teórica el marxismo original.
Otra, una posición político ideológica que habría promovido el endiosamiento de Mao de manera excesiva y desgastante, para afianzar la posición del ejército como ejecutor de las soluciones ante un estado de crisis interna, y que lo potenciaba en su enfrentamiento con los sectores burocráticos del Partido Comunista, que creció y se afianzó en el control del partido desde 1959.
Y una tercera posición que, consecuente con su desarrollo independiente como sector de clase social en el manejo burocrático del aparato administrativo del Estado, habría apoyado el liderazgo de Mao cotejando continuamente sus propuestas político económicas con la realidad de los resultados obtenidos, debilitando el alcance de sus proposiciones de rectificación ideológica, y aprovechando todos los espacios políticos para afianzarse en una estructura partidaria inconmovible que no era posible quebrar desde adentro.
La existencia de esa burocracia contribuyó a disociar aún más a los organismos dirigentes, de las masas populares. Así, el mito del héroe político quedaba expuesto no sólo por parte de los seguidores y fanáticos maoístas, también de parte de aquellos que ayudaron a encumbrar su figura desde las más altas instancias decisorias del partido, el Estado y el ejército. O sea, los que contribuyeron a personalizar el poder como forma de quedar en un tiempo prudencial como única alternativa. Y Mao mismo trató de encontrar una explicación sobre el culto a la personalidad, pero sólo en el plano de su trascendencia histórica y no política:
"(…) El culto del individuo se encuentra arraigado no solamente en la explotación de clases, también entre los pequeños productores. Como es bien conocido, el patriarcado es un producto de la economía de pequeños productores (…) su ponzoña ideológica subsiste desde la vieja sociedad y a pesar de todo puede permanecer en la mente del pueblo durante mucho tiempo (… el partido en China) ha luchado incesantemente contra el encumbramiento personal y contra el heroísmo individualista".
Según la escritora Roxane Witke, esto también habría sido considerado por Jiang Qing, la compañera de Mao. En una entrevista que ella le concediera a Witke criticó el exacerbado culto a Mao que se había construido a su alrededor como un verdadero cerco. Consideraba que esto era propuesto por parte de la burocracia partidaria para facilitar el desprestigio del "pensamiento Mao Zedong", ante su confrontación con una realidad prolongada.
La existencia de toda burocracia necesita y contribuye en la construcción de la mitología del héroe político, el guía genial de los pueblos. Este héroe personaliza la acción del Estado al mismo tiempo que expresa la teoría que justifica toda acción y de la cual se torna el intérprete único e infalible al aparecer como el gestor de esas fuerzas técnicas, tanto más sorprendentes cuanto que surgieron, en este caso como en otros, en un país dominado hasta entonces por las viejas prácticas agrícolas. El hombre que dispuso de tal poder ¿cómo podía no aparecer a la vez como omnisciente, omnicompetente y omnipotente?
Cada país hereda de su pasado cierto número de tradiciones. La revolución al trasformar la estructura económica, social y política de la antigua China pudo romper la institucionalidad estatal y creó otra, pero en cada habitante subsistió el antiguo ciudadano. Ese hombre que percibe que pese a todo lo expresado por los nuevos dirigentes, tiene la vida más dura de lo que esperaba; y no se hace surgir el hombre nuevo tan fácilmente de él.
¿En qué medida, entonces, el antiguo hábito de atribuirlo todo al emperador, que era el representante y quien recibía los favores o no de las creencias en los antiguos dioses fundadores, actuó en favor del culto a la personalidad de Mao Zedong?
¿Cuánto se debe a la herencia de las creencias arraigadas en el mundo campesino para llegar a formar un terreno favorable, y en qué medida la inexperiencia de los primeros cuadros facilitó la sumisión a un hombre cuya capacidad política y organizativa era innegable?
Ahora sabemos que por el mismo culto a Mao se impuso una dolorosa etapa de traumatismo social, que ha sido nuestro objeto de estudio. Pero sólo un choque violento contra la sociedad podía sostener el mito del héroe y hacer de ese objeto de culto y de sus consecuencias un movimiento de tales características.
Página anterior | Volver al principio del trabajo | Página siguiente |