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Educación especial con sistemas de aprendizajes adecuados para rehabilitar a jóvenes infractores de ley adictos a la pasta base de cocaína (página 3)


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El 4,4% de la población permaneció en la pobreza en 1996, 2001 y 2006, lo que puede considerarse pobreza dura. La mayoría de las personas en esta condición son mujeres. El 29,8% fue pobre una o dos veces en 1996, 2001 y 2006, lo que revela una situación de vulnerabilidad. Según MIDEPLAN existen políticas sistemáticas hacia la pobreza dura, estructural, para que de alguna manera salgan de esa condición. No obstante, hay un tercio de la población que puede recaer en situaciones de pobreza, por eso se requieren políticas de protección social que sirvan para contener estas situaciones de riesgo.

El 65,9% nunca fue pobre en 1996, 2001 y 2006.

Los datos demuestran que la pobreza es dinámica, y que no necesariamente las personas salen de una vez y para siempre de ella. El Sistema de Protección Social apunta a este dinamismo, en donde hay segmentos de la población que no siendo pobres pueden vivir periodos transitorios de pobreza. El sistema está destinado no sólo a los más pobres, sino a otros segmentos de la sociedad que, no siendo pobres, tienen vulnerabilidades que los pueden hacer caer en situaciones de pobreza.

Este segmento que transitoriamente entra y sale de la pobreza integra los primeros 5 deciles de los más bajos ingresos, y la gran proporción está en los dos primeros, de modo que la vulnerabilidad aparece claramente asociada, a lo menos, con la precariedad de los ingresos.

Al hacer el análisis separado de los dos periodos (1996 – 2001, y 2001 – 2006), la Panel Casen revela que más de la mitad de las personas (51,9%) que eran pobres en 1996, había dejado de serlo en 2001. Por el contrario, el 9,7% de los no pobres de 1996 había caído en la pobreza en 2001.

En términos absolutos, en esos 5 años un 11,3% de la población permaneció en la pobreza, mientras que un 12,2% salió de ella, y un 7,4% de los no pobres, cayó en la pobreza. Esto implica que al menos el 30,9% de la población experimentó la pobreza una o dos veces en ese quinquenio.

En el segundo periodo, la Panel Casen demuestra que el 68,4% de los pobres de 2001 habían dejado de serlo el 2006, mientras que sólo el 5,9% de las personas no pobres cayeron en la pobreza.

En términos absolutos, en esos 5 años un 5,9% de la población permanece en la pobreza, un 12,8% salió de ella y un 4,8% de los no pobres cayó en la pobreza. Esto implica que un 23,5% de la población vivió una o dos situaciones de pobreza en ese quinquenio.

De esta forma, la encuesta revela que el porcentaje de personas que salen de la pobreza aumentó desde 12,2% entre 1996 y 2001, a 12,8% entre 2001 y 2006. Asimismo, disminuyó el porcentaje de personas que cayeron en la pobreza desde un 7,4% a un 4,8%, respectivamente.

Al analizar a las personas que siempre fueron pobres en 1996, 2001 y 2006, la Encuesta Panel Casen revela que son mayoritariamente mujeres (59,4%), mientras que aproximadamente la mitad (48,2%) eran niños y niñas menores de 15 años en 1996. El promedio de escolaridad de quienes permanecieron en la pobreza fue de 10,3 años en 2006.

A su vez, el grupo de personas que superó el umbral de la pobreza una o dos veces fue en promedio 5 años mayor que la población en pobreza crónica (24 años en 1996), explicado por un menor porcentaje de niños y niñas menores de 15 años (38,8%). Su promedio de escolaridad fue de 12,2 años en 2006

En tanto, entre las personas que nunca han sido pobres tenían el más bajo porcentaje de niños y niñas menores de 15 años en 1996 (23,9%), por lo que es el grupo de mayor edad (41 años en 2006) y de mayor escolaridad, con 14,3 años de estudio en 2006.

  1. En las grandes ciudades, en las esquinas donde hay semáforos, están los niños haciendo piruetas o malabarismos. Con sus caritas pintadas para ocultar su tristeza y estirar la mano para que le caigan unas mezquinas monedas para alimentarse o drogarse. En los mercados, en los centros comerciales, en los conciertos de artistas o mega eventos, en la entrada de los estadios, ferias, protestas públicas, encuentros deportivos, ahí están ellos, ofreciendo chicles, caramelos, cigarrillos, helados, frutas, etc.

    Son los niños y niñas de la calle, generalmente sucios, con los zapatos rotos o descalzos; vestidos con ropa demasiado grande, procedente de muchos usuarios anteriores, o demasiado pequeña, creció el niño, pero la ropa no; con el pelo largo y sucio o rapado, de ojos temerosos y audaces al mismo tiempo, golpeados desde antes de nacer por el rechazo social y la miseria.

    Listado con 10 deciles

    Ellos son el último eslabón de la cadena de la miseria, los más indefensos. Son los que reciben el último empujón, el que ha ido acumulando violencia y brutalidad desde las altas esferas de la sociedad despeñándose de peldaño en peldaño hasta llegar a desplomarse sobre ellos.

    2.9.1. COMO LLEGAN A LA CALLE

    Los niños y niñas no llegan a la calle por gusto, sino porque no tienen otra alternativa. Muchos de ellos se iniciaron acompañando a su soltera o abandonada madre en el tramo del mercado o en su tarea de trabajadora informal junto al semáforo. Otros/as llegan a la calle huyendo de un ambiente familiar insoportable.

    Quien está en una situación extremadamente difícil y compleja a tan poca edad, no acierta a encontrar una salida correcta. El/la niño/a que no es atendido/a busca dónde encontrar algo de atención. Y ese apoyo puede estar en un/a vecino/a, donde un familiar, o en sus pares que ya se iniciaron en la calle.

    El niño o niña necesita un adulto que sea su referente, con el que se identifique. Puede ser un tío, una madrina, la abuela, o un vecino. Al/la niño/a no le preocupa el grado de consanguinidad. Y este referente tiene una gran importancia en su vida.

    Muchos estudios demográficos se refieren a la estrategia de los padres para recibir apoyo de los/as hijos/as cuando sean ancianos/as, pero pocas veces se considera esta estrategia como de corto plazo. Sin embargo, hay miles de cosas que hacen los/as niños/as: apoyan en las labores del hogar, trabajan como lustradores, vendedores de libros o CD piratas, cuidando y/o limpiando vehículos, etc. Crece la cantidad de niños en estas actividades a medida que se agudiza la crisis económica.

    Esta necesidad económica del apoyo de los niños puede contribuir a explicar el maltrato hacia ellos, lo cual es un problema serio. La difícil situación económica del hogar requiere el apoyo de los hijos pequeños y por las mismas presiones que provienen de la pobreza, es difícil para los padres ceder a las presiones de los hijos en cuanto a la comida, la diversión y otras necesidades que los niños demandan, descargando la madre sus frustraciones sobre ellos.

    Para muchas mujeres desesperadas, la poca seriedad con que a veces trabajan los niños les obliga a recurrir al maltrato como la única forma que les queda para conseguir esa ayuda. Bajo estas presiones, un sinnúmero de niños escapan de sus casas. En los hogares pobres, se disciplina a los niños a golpes, ellos son parte importante en las estrategias de sobrevivencia de sus madres o tutoras.

    Hay otro elemento que es la situación familiar. Es menos terrible la situación de un niño o una niña que sale con el seguimiento de un adulto responsable, aunque no sea su madre. Alguien que esté pendiente de si vendió o no vendió, cómo transcurrió su trabajo en el día, que lo espera con interés y, a su regreso, le ofrece aunque sea un pedazo de pan con una taza de té caliente. Es muy distinto a que no lo/la estén esperando, que ni siquiera sepan si llegó o no llegó. Porque si hay muy poca atención al/la niño/a o ninguna, se genera un elemento que lo/a lleva a permanecer más tiempo en la calle.

    2.9.2 LAS NIÑAS EN LA CALLE

    Las condiciones de las niñas y de los niños son muy difíciles en medio de la calle, pero son aún peores para las niñas. En los lugares en que se concentran los/as niños/as de la calle (mercados, playas, puentes, sitios baldíos, etc.) las niñas son generalmente abusadas de forma casi segura. Eso lo sabe todo el mundo, sabemos los que trabajamos con ellas, lo saben los carabineros y lo saben los comerciantes, Choféres de taxis y personas que trabajan en sectores aledaños, y son precisamente algunos de éstos quienes abusan de ellas dándoles un poco de dinero por el abuso.

    Hay toda una mecánica para pervertir a las menores. La niña llega a los sectores donde hay afluencia de público, con la posibilidad de pedir dinero o vender algún producto barato (chicles, calugas, parche curita etc.). Además, donde estas niñas suelen pedir o vender suele haber bares, donde los adultos con algunos tragos en el cuerpo ven a la niña vendedora con malas intenciones dando rienda suelta a sus bajas pasiones y transformándose en clientes sexuales de ellas a cambio de dinero.

    Existen casos en donde el adulto hace una propuesta: "Te compro todo lo que vendes si me acompañas en el auto. Son niñas entre 10 y 16 años, con graves carencias afectivas, económicas y nutricionales. Terminan cediendo y cayendo en la prostitución con precocidad.

    2.9.3 LOS PELIGROS DE LA CALLE

    La calle es una de las peores escuelas para los niños y niñas. En la calle pasan muchas cosas frente a los ojos de ellos. La gran mayoría han sufrido abuso sexual. Y, en el caso de las niñas, abuso doble. En la calle, los niños ven cosas espantosas. Y las ven a diario.

    La situación de las niñas es doblemente peor que la de los varones. Son niños pequeños, de doce, catorce años, los que tienen que enfrentar esas situaciones. Y aún hay quien se sorprende de que crezcan con graves desequilibrios emocionales y malformaciones personales. Son niños que a los doce o quince años tienen una dilatada experiencia de cosas que ni sospechamos. Los/as niños/as no son culpables de las horribles vivencias que les toca enfrentar. Permanecen en la calle trabajando para sobrevivir ellos/as y sus familias y lo demás ocurre sin que lo busquen. Se lo encuentran.

    El niño o la niña llegan a la calle desconociendo todo y van, poco a poco, insertándose y adaptándose a un medio hostil donde necesitan sobrevivir. El hambre les enseña a buscar fórmulas de sobrevivencia, aprender a defenderse y a desarrollar mecanismos que le permiten ir esquivando o adaptándose al medio.

    Pero también va siendo ligado a ese medio por realidades altamente peligrosas que en su condición de niño/a no puede prever. Ofertas de vincularse con actividades ilícitas y peligrosas: prostitución infantil, delitos de diversa índole, droga, etc..

    Los/as niños/as que ya llevan tiempo en la calle no ofrecen estas cosas a los/as nuevos/as por maldad, sino porque para ellos/as es normal. Tienen que robar o prostituirse o traficar con la droga para comer y aprovisionarse de pasta base. Es un medio de vida como otro cualquiera. No aprenden a robar porque son malos/as, sino para sobrevivir y financiar su adicción a las drogas.

    La calle también ofrece a los/as niños/as algo mejor que lo que tienen en sus casas. Algunas de las condiciones de la calle son aparentemente favorables para ellos/as. Hay más libertad de movimiento, menos control que en su casa. No hay más normas que las que exige la sobrevivencia. Se organizan por grupos o pandillas para sobrevivir y logran encontrar respuestas a sus necesidades.

    Encuentran formulas para poder bañarse de cuando en vez. En cuanto a su vestimenta, no se cambian más que cuando roban algo nuevo para ponérselo. Si consiguen ropa nueva o limpia, se cambian.

    La alimentación no es problema para los/as niños/as de la calle. En cuanto a dónde pasar la noche, están los puentes, los rucos, sitios eriazos o casas abandonadas, faldeos de cerros, plazas, o la playa. En todo caso, la ausencia de controles compensa los problemas que haya que afrontar.

    El mayor problema con todas las circunstancias que conducen a su deterioro es el consumo y adicción a la pasta base. La pasta es su razón de vida. Cuando roban es una acción necesaria para sobrevivir y el hábito de fumar pasta base les/as hace sentirse poderosos/as. Ellos/as afirman que cuando se drogan, se olvidan del mundo y desaparece el hambre y el frío.

    Sin duda, la adicción a la pasta base es un factor que afecta al/la niño/a, pero solamente viene a complicar un cuadro ya complejo. La pasta base complica el cuadro, pero no es el mayor problema. El problema es no comer, no tener un hogar, vivir en la calle, haber sido abusado/a, la casi seguridad de estar vinculado/a a actividades delictivas. El arribo al hábito de la pasta base es consecuencia de otras carencias y de otras muchas necesidades insatisfechas. Fuerte incidencia en esto la tiene el grupo. Según testimonios de personas que trabajan directamente con los/as niños/as, el grupo de pares que fuman pasta base es muy sólido, se ayudan mucho unos a otros a resolver sus necesidades.

    Las necesidades de los niños y niñas, desde el compartir el dinero con otro compañero para comprar pasta base, hasta compartir los alimentos, pasando naturalmente por las necesidades afectivas, y hasta sexuales. El grupo ayuda y apoya y nadie está desamparado. Por eso algunas instituciones consideran más eficaz el trabajo sobre el grupo.

    Generalmente, el/la niño/a empieza a fumar pasta base después de los diez años. Raramente se encuentran menores de esas edades que sean adictos/as, pero para cuando empiezan a fumar, ya tienen varios años en la calle. La pasta base es una especie de doctorado en la escalada adictiva, que empieza con la inhalación de neopren.

    El problema preocupa profundamente; afecta a un gran número de los niños de la calle y en menor porcentaje a las niñas (promedio de una niña cada diez niños). Preocupa porque es la profundización del deterioro de la vida en términos humanos y en término de derechos sociales. La proporción de niños/as afectados/as es relativamente alto pero no hay que esperar a que las cifras sean alarmantes para empezar a atenderlos/as.

    El Modelo de Desarrollo que impera en Chile en sintonía con la economía globalizada, y que ha desmantelado el tradicional proceso productivo del trabajo al privilegiar una economía basada en la regla del superávit fiscal estructural, como un factor central de producción, ha profundizado las brechas de desigualdad social, ha generado sociedades altamente dializadas, ha desmontado el trabajo como factor central de inclusión social y ha vulnerado los procesos de integración social, desencadenando condiciones para la exclusión y marginación social.

    La pobreza castiga a los trabajadores. En América latina existen 150 millones de personas (33% de la población) que perciben como sueldo, menos de dos dólares al día. Ser pobre en estas condiciones guarda relación con el escaso y nulo acceso a los servicios, a la salud, a la educación, al trabajo, a la cultura, a la alimentación y a los derechos sociales. Bajo esta mirada se puede señalar que ser pobre no es un estado sin dinámica, sino un proceso colectivo que afecta a un número de personas socialmente segmentadas. La pobreza no es, en general, producto de una elección individual, sino de una relación y de una situación económica y social. Si sumamos estas situaciones y los anteponemos a otro dato de la realidad que nos dice que los/as niños/as y las mujeres son los grupos más vulnerables y afectados por las condiciones de pobreza, en estas circunstancias la pobreza y sus condiciones castigan de manera importante a la infancia.

    En este nuevo contexto económico y de distribución de capitales, la pobreza es uno de los factores desencadenantes de exclusión y marginación social, que no permite acabar de manera fácil con ella. Se sabe que una de las herramientas eficaces para su superación ha sido la educación, pero esta última también se ha dejado seducir por los vaivenes del mercado y se ha transformado en un artefacto reproductor de las desigualdades más que en un espacio liberador, de hecho los colegios particulares subvencionados segregan a los pobres cobrando un aporte cercano a los $ 50.000.- por alumno/a, lo que automáticamente los excluye, alejando la posibilidad de recibir una educación de calidad.

    En los sectores empobrecidos, las escuelas, se han caracterizado desde hace algunos años por obtener bajos resultados en los distintos instrumentos de medición para la calidad de la educación. Otro de los temas en materia de pobreza es la caída de los sueldos. Este hecho ha marcado la tendencia de la instalación de una pobreza estructural y de vastos sectores que se ven amenazados permanentemente por la exclusión. Por otra parte, el desempleo y sobretodo, el empleo precario que durante las últimas décadas ha ido en aumento, ha traído un cambio considerable en la confianza de las personas. Afecta el rol de proveedor del hombre, en su imagen, en sus formas, cuestión que en ocasiones se traduce en descuido, despreocupación, apatía, violencia y distintas formas de consumo de drogas y alcohol.

    Frente a la urgencia por sobrevivir las mujeres ingresan al campo laboral de manera muy desigual, con menos salarios y prestaciones sociales por igual carga laboral. Las mujeres se insertaron a un campo laboral diseñado para hombres; esta incorporación trastoca los roles dentro de las familias impuestos en nuestra cultura patriarcal, lo que trae consigo un aumento de las tensiones al interior del seno familiar y un impacto importante en la infancia. Las condiciones de vulnerabilidad y exclusión social, deterioran las relaciones, los universos simbólicos, los gustos, los sueños, la idea de futuro y se comienza a vivir sin proyecto, sin mañana, sin esperanzas.

    En este nuevo orden económico neoliberal, donde los servicios básicos, la educación, la salud, la cultura, la diversión y el trabajo son parte del mercado, los sectores más rezagados de la sociedad experimentan una carrera cuesta arriba, en que para sobrevivir compiten todos, adultos, adultos mayores, niños/as y jóvenes, hombres y mujeres, utilizando para ello el comercio ambulante, el comercio ilegal, la recolección de productos, la mendicidad y estrategias de otro tipo, algunas de ellas fuera de la Ley.

    Es bajo este cuadro social donde comienza a aparecer de manera más pública la discusión y la problematización de un nuevo sujeto; los niños y niñas en situación de calle. Estos niños y niñas parecen constituir un gran dolor de cabeza para el gobierno, las regiones y comunas, ya que no se encuentran las políticas públicas adecuadas para dar soluciones que efectivamente establezcan el interés superior de niños y niñas y den cuenta de una concepción que los conciba como sujeto pleno de derecho ante la condición de vivir o estar en la calle.

    La situación de este grupo, afecta a niños y niñas de estratos pobres. Ante tal situación, el Estado a implementado diversas acciones conducentes a lo que el FOSIS viene denominando con el enfoque del Banco Mundial como "Manejo del Riesgo", desligado de las concomitancias sociales de los fenómenos que impactan a los/as niños/as y familias pobres de nuestras sociedades.

    Se señala que "El Estado puede y debe intervenir, asumiendo transitoriamente el cuidado, crianza y educación cuando quienes tienen la obligación de ejercer esta función son los responsables de una grave vulneración de sus derechos, pero no para reemplazar a la familia, sino para restablecer y garantizar la efectividad de sus derechos". Esta cita extraída de la revista oficial del SENAME del año 2003 enfatiza, la idea que el resguardo de los derechos corresponde a una responsabilidad del individuo y, a lo más, en la familia. La familia viene constituyéndose en los últimos tres años, en un ámbito de focalización de las políticas sociales. El ejemplo más paradigmático de este énfasis lo constituye el Programa Chile Solidario. Para la situación que enfrentan los niños y niñas de la calle, sus grupos familiares y entornos comunitarios, parece inadmisible atribuir responsabilidades a un segmento de la población que es víctima de la exclusión social generada por la estructura social y económica de la sociedad.

    Bajo esta premisa, después que se ratificó la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, SENAME impulsa una nueva política de atención, que tiene como fundamento básico el interés superior del niño y el respeto a sus derechos. Esta nueva política enfatizó acciones como la atención en el medio abierto; Internación sólo transitoria y de manera personalizada; énfasis en la capacitación de los/as jóvenes y la especialización del personal que los/as atiende, entre otros. Si bien estas disposiciones mostraron un importante avance en la definición de criterios técnicos y metodológicos para los programas de atención al no estar articuladas en una estrategia que considerara aquellas esferas de acción ligadas al pleno ejercicio de derechos, resultaron insuficientes para impactar de manera decisiva las condiciones de vida de los niños y niñas en situación de calle.

    La problemática de los/as niños/as en situación de calle viene siendo discutida, analizada e investigada particularmente desde mediados de la década de los 70, constituyéndose en un fenómeno asociado a los impactos generados por las transformaciones socio-económicas impulsadas por el modelo de desarrollo social y económico neoliberal. Del mismo modo, surgen nuevos enfoques e interpretaciones sobre las condiciones y características de la niñez, generadas por cambios en los sistemas socio culturales, tecnológicos, educacionales y de salud. El desempleo, el trabajo informal, bajos salarios, hacinamiento, y precariedad habitacional, deficiencias alimenticias, abandono escolar, abuso de drogas y alcohol, violencia intrafamiliar, violencia policial, etc., van configurando un cuadro estructural en el desarrollo biopsicosocial de los sectores más pobres de la sociedad.

    Son estos sectores quienes han sufrido más fuertemente los cambios generados por el modelo económico, especialmente, cuando los sectores populares dependen de su fuerza de trabajo para proyectar estrategias de desarrollo, sean estas personales o familiares y que a diferencia de otros estratos sociales no cuentan con un capital social más potente como redes sociales, educación, recursos económicos, entre otros. El debilitamiento de sus redes sociales, la ausencia de identidad en proyectos colectivos entre otros factores, van configurando un estado de auto percepción marginal y de exclusión social que refuerza su propio estado de situación. La identidad y redes sociales de este segmento poblacional están determinadas por las propias dinámicas generadas por las condiciones socio económicas y culturales en que se han desarrollado.

    Los niños y niñas en situación de calle se encuentran en mayor número en las ciudades capitales de las regiones I, II, V, VII, VIII, IX, X y Metropolitana, desplegando un sinnúmero de estrategias de subsistencia: comercio informal y callejero, mendicidad, robo, hurto, limpian vidrios de autos, realizan piruetas en las esquinas; habitan bajo puentes o líneas férreas; muchos mantienen un vínculo precario con sus familias; otros lo han perdido. Estos/as niños/as se encuentran fuera de las políticas públicas del Estado y de las instituciones sociales; viven el rechazo social, la estigmatización, la duda y la sospecha de la sociedad que ve en ellos/as un peligro para su seguridad. No aparecen en ninguna encuesta, son solo números.

    Sus vidas están marcadas por experiencias de conflicto y abuso con los adultos o con las instituciones; son estos referentes quienes instalan aprendizajes desde la violencia; aprenden a vivir en torno a ella, y la valoran con un código de legitimación. Un problema real para el abordaje de esta situación es la carencia y mala calidad de la información respecto de estas situaciones. En la Edad Media ya existían los/as niños/as de la calle; Charles Dicken los grafica en sus libros. En nuestro país existen antecedentes históricos que dan cuenta que desde las luchas por la Independencia comienzan a aparecer en la escena social.

    Actualmente es un grupo visible que transitan con frecuencia frente a nosotros y se dejan ver a simple vista, no se nombran en los discursos oficiales y cuando se habla de ellos/as es porque están involucrados/as en la comisión de algún delito. Los/as niños/as que son expulsados/as a la calle encuentran en este espacio un lugar donde se pueden desarrollar con independencia aprendiendo distintas estrategias para asegurar la sobrevivencia, que les permiten además, una adaptación e incorporación a un espacio que se transforma en un nicho de relaciones, en un referente de identidad y pertenencia.

    Para estos niños y niñas la calle es un espacio que los acoge, en que tejen relaciones de afecto y en el que encuentran las lealtades necesarias para enfrentar todo tipo de inclemencias. Se puede señalar que la situación de estos niños y niñas obedece a la condición de marginación y exclusión social en la que se encuentran, cuyas causas están determinadas por factores socio-económicos y culturales, sumándose además la violencia jurídica que los Estados ejercen con medidas de control sobre aquellos/as que poseen menores posibilidades y condiciones sociales de ejercer demandas y reivindicaciones en torno a los derechos sociales, económicos y culturales que la Constitución, teóricamente, señala garantizar en igualdad de condiciones para todos los/as ciudadanos/as.

    De esta manera, también, las consecuencias que experimentan los niños y niñas en situación de calle, tienen repercusiones de carácter económico y social de diverso tipo y en sus imaginarios simbólicos y emocionales que obstaculizan su integración. Estos efectos se explican fundamentalmente en términos socio-culturales, ya que estos factores constituyen la dimensión sobre la que se establece y estructura la condición de vida de las personas y de las comunidades.

    El individuo no se explica aisladamente, fuera de su contexto histórico, social, político, económico y cultural. Nos hemos habituado a describir de manera general los atributos de los niños y niñas en situación de calle sacándolo de contexto, tal como sucedió tiempo atrás con Roberto Martínez (conocido por todos como El Tila).

    A Roberto Martínez se le atribuyeron características que le negaron un reconocimiento como persona y que le valieron la condena sin misericordia de una sociedad que no asume las responsabilidades que le corresponden en la generación de condiciones para que estas historias de vida se desencadenen y desarrollen.

    Estos niños y niñas, cada uno con nombre y un apellido, residen en los extramuros de la ciudad, llegaron allí por procesos migratorios y de reordenamiento demográfico de la ciudad; pertenecen a comunas pobres y estigmatizadas por la pobreza, la droga y la delincuencia, territorios que en su mayoría se ubican en la periferia o lejos de los centros de las ciudades. Habitan en campamentos o viviendas básicas; comparten su vida con familias generalmente numerosas en no más de 40 metros cuadrados, en conjuntos habitacionales edificados de manera compacta, con una mala calidad de construcción, y en entornos inhóspitos.

    El desprendimiento sucesivo y sistemático de los ejes que estructuraron la integración social, la localización demográfica específica de los sectores empobrecidos; que permite el control social, la segmentación de la ciudad, la mala calidad de las oportunidades sociales ofrecidas a estas personas, la diseminación de la cultura del miedo al otro, la expansión de una economía informal y marginal como proceso en que estas personas estructuran su sobrevivencia, el clientelismo como racionalidad predominante en la relación entre las instituciones públicas y la ciudadanía, entre otros factores, representan los elementos que han levantado el edificio de la exclusión y, con ella, la irrupción cada vez más amplia, de la problemática de los niños y niñas en situación de calle.

    Ante estas razones, no es de extrañar que las consecuencias de vida que experimentan los niños y niñas de la calle, estén inmediata y directamente asociadas a estrategias de sobrevivencia que la misma sociedad pone a su alcance y hasta demanda de ellos, tales como trabajo infantil, explotación sexual, microtráfico de drogas, consumo de sustancias, recolección de desechos, cuidado y limpieza de autos, empaque en supermercados, comercio ambulante, entre otras muchas estrategias posibles de enumerar.

    Estas actividades establecen un rol en la división social del trabajo al interior de nuestra sociedad, reproduciéndose la espiral de la exclusión y reforzándose una experiencia social de vida marginal marcada por la permanencia en la calle, constituyéndose en modos y estilos de vida particulares, con lenguajes particularizados, códigos, normas, valores y costumbres que van configurando una subcultura que se pone en tensión con las normas convencionales de la sociedad.

    La sociedad genera todos los instrumentos teóricos para explicárselo y también, los jurídicos para controlarlos, sin embargo, no termina reconociendo que ella es la que los produce. El desconocimiento absoluto de las implicancias socio culturales, simbólicas y materiales de la vida de estos sectores sociales, es uno de los principales escollos para avanzar en una respuesta pública seria y responsable frente al problema que afecta a estos niños y niñas. En esta problemática, es posible identificar rasgos organizacionales típicos en los grupos de niños y niñas en situación de calle: límites territoriales que organizan el desplazamiento y la propiedad territorial, normas y ritos de asociación sostenidas sobre bases afectivas claras entre sus integrantes, construcción de símbolos y resignificación de estilos musicales, vestuarios, estéticas, liderazgos fuertes en las dinámicas grupales, etc.

    Nos encontramos con actitudes y conductas que responden a la inmediatez en la resolución de necesidades; agrupamiento recreacional con ausencia de normas de control impuestas fuera de los parámetros definidos internamente, soporte afectivo fuerte entre sus integrantes donde, las normas y costumbres constituyen el eje de la cohesión grupal. Este es el escenario que la sociedad en su conjunto ofrece y construye para los/as niños/as y para las familias empobrecidas del país.

    Este es el escenario donde niños/as como los del caso Spiniak fueron prostituidos, es el escenario que vivió Roberto Martínez (El Tila) y que configuró su violencia.

    A inicios de los años 90', UNICEF reconoció como "niños y niñas en la calle" a quienes viven con sus padres o en otro hogar, pero salen a la calle a practicar trabajos informales u otras actividades que generen ingresos para sus hogares, los que suelen evidenciar debilidad protectiva, carencia afectiva, de reconocimiento positivo, prostitución y maltrato infantil

    La falta de afectividad y amor en el hogar llevan al/la niño/a a hacer abandono de este, con un alto nivel de stress, sin vínculos familiares positivos, con una escasa capacidad de adaptación social y alejada de la accesibilidad de recursos, tendrá un alto riesgo de establecer una relación problemática y dependiente de las drogas.

    En su situación de calle se encuentra con otros/as niños/as que sufren efectos acumulativos de la pobreza, el hambre, la disolución de las familias, el aislamiento social y, con frecuencia, la violencia y el abuso. Esto los/as obliga a valerse por si mismo/a antes de adquirir una identidad personal o de madurar y debido a que no cuentan con la estabilidad necesaria para lograr confianza en si mismos/as, sin aptitudes ni la preparación requerida para hacer frente a los rigores que les impone la vida, se exponen al peligro de caer en la prostitución, el consumo de drogas y varias formas de conducta delictiva pero que la justicia no los alcanza por ser niños/as menores de 14 años Esas actividades, generalmente constituyen la mayoría de las veces, los únicos medios de supervivencia de los que disponen.

    Un significativo número de estos/as niños/as son consumidores/as e incluso adictos/as a los inhalantes, como neopren o bencina que les acarrean una serie de problemas físicos y psicológicos, incluyendo alucinaciones, parálisis, falta de coordinación motora, edemas pulmonares, disfunción renal y daños cerebrales que a veces son irreversibles.

    Para los/as niños/as el consumo de drogas tiene un sentido de fuga de la dura realidad que deben enfrentar en las calles. También sostienen que algunas de las sustancias tóxicas, que utilizan por inhalación, quitan la sensación de hambre, de frío, que causa euforia, quitan la sensación de cansancio y de vacío.

    Para ellos/as el único grupo de pertenencia que tienen es el de sus propios pares, por lo que tienden a identificarse con aquellos modelos de conducta que su grupo genera, incluso deben cumplir ciertas metas de aceptación para seguir incorporados/as al grupo. Si en estos modelos de conducta está incluido el consumo de pasta base de cocaína y neopren, entonces para pertenecer al grupo es necesario consumir estas. Si el grupo comete delitos para financiar su adicción, deben cometer delitos. Los narcotraficantes usan a estos/as jóvenes para la venta y consumo de drogas ilícitas en calidad de micro traficantes. Este "trabajo" les permite obtener la pasta base que necesitan para su consumo. Así la pasta base juega un papel importante en sus vidas, en tanto adquieren un sentido social en el grupo de pertenencia y pueden llegar a constituirse en el trabajo que les provee "seguridad". También pueden involucrarse en situaciones como el delito común y la prostitución hetero y homosexual.

    Despliegan un sinnúmero de estrategias de sobrevivencia: comercio informal y callejero, mendicidad, robo, limpian vidrios, realizan piruetas en las esquinas mientras se espera el semáforo; muchos mantienen un vínculo precario con sus familias; otros lo han perdido. Estos niños se encuentran fuera del amparo social del Estado y de las instituciones sociales; viven el rechazo social, la estigmatización, la duda y la sospecha de la sociedad que ve en ellos una amenaza para su seguridad.

    Sus vidas muestran frecuentes experiencias de conflicto y abuso con los adultos o con las instituciones; son estos referentes quienes instalan aprendizajes desde de la violencia; aprenden a vivir en torno a ella, valorándola como un código de legitimación y de autodefensa. Un problema real para el abordaje de esta situación es la carencia y mala calidad de la información respecto de estas situaciones.

    2.10 APLICACIÓN DE LA AFECTIVIDAD EN LO FORMATIVO

    En los programas de intervención la principal tarea de los/as Educadores/as del Centro es entregar las oportunidades a los/as jóvenes para que puedan vivenciar diferentes instancias de aprendizaje, entre ellas las interacciones sociales que puedan permitirle sentir y vivir la afectividad con su grupo de pares u otras personas.

    Esta mediación se entrega en forma afectiva, con respeto, procurando hablar más al corazón que a la inteligencia. Implica renunciar al autoritarismo, lo que es lejos más complejo que decirlo de palabra, esto nos exige buscar la afectividad en nuestra propia persona, de tal forma que podamos vivenciar la capacidad de amar, permitiendo que los/as jóvenes en su relación con los demás, perciban dicha afectividad, descubriendo una situación real y no sólo un esfuerzo por aparentar interés y respeto que nunca adquirirá la verdadera dimensión de la afectividad verdadera traducida en la aplicación de distintos tipos de aprendizajes que se acomoden a la práctica educativa de cada grupo.

    El trabajo de los/as educadores/as es mostrarle a los/as jóvenes nuevos caminos por donde su afectividad dañada encuentre algunas satisfacciones y experiencias personales que le ayuden a ver el mundo desde una perspectiva distinta a la que han experimentado. El mejor medio para reeducar la afectividad y creer en ella, es el ejemplo. Se puede afirmar que la afectividad es un sistema para la relación. Puede ser enfermiza o saludable. Esta es saludable cuando logra relacionarlos con la realidad a través de comportamientos respetuosos de la realidad. Es enfermiza cuando se tiene que pagar un alto precio para conseguir lo que se necesita. Reiteramos que las variantes del comportamiento de los/as jóvenes que ingresan al centro Arcoiris son, en su mayoría, la resultante de una de las múltiples enfermedades de la afectividad.

    Sigmund Freud señala que la afectividad es "la capacidad de amar y trabajar", de acuerdo a esto la afectividad se educa. Involucra a la intimidad del ser humano. La psicología nos dice que la afectividad es aquel conjunto del acontecer emocional que ocurre en la mente del hombre y s expresa a través del comportamiento emocional

    La tan buscada felicidad descansa en un clima sano y acogedor a nivel afectivo, donde hay afectividad, hay amor, donde hay amor, hay ternura, donde hay ternura hay comprensión, esto es la felicidad.

    El Psiquiatra Patricio Olivos señala que "los afectos están ligados a lo instintivo. Nacen básicamente de la relación de necesidad entre la madre y su hijo, porque ésta necesita despertar en ella sentimientos de ternura…En ese aspecto, la afectividad está muy ligada al instinto de supervivencia"

    Según hemos visto el recibir afecto es crucial para el niño, especialmente desde el nacimiento hasta los primeros cinco años de vida.

    La conformación de la afectividad se da naturalmente en torno a la familia,

    Indudablemente que otra etapa crucial es la primera adolescencia que es el periodo comprendido entre los 12 y 14 años, porque, en esa etapa, se aprende que los sentimientos afectan a otros de la misma manera que uno puede ser afectado por los demás. La primera adolescencia es un período marcado por muchos cambios físicos, mentales, emocionales y sociales. Las hormonas van cambiando a medida que se inicia la pubertad.

    En los niños comienza a aparecer el vello facial y púbico, y su voz se vuelve grave. En las niñas aparece el vello púbico, les crecen los senos y comienzan a ovular (menstruar). Estos cambios y la manera como los perciben los demás podrían ser factores de preocupación para los adolescentes. También es un período en el cual el adolescente podría enfrentarse a la presión que ejercen sus amigos para que consuma alcohol y drogas, fume y tenga relaciones sexuales. esta edad, los adolescentes toman por sí mismos más decisiones sobre sus amigos, los deportes, los estudios y la escuela, se hacen más independientes, definen su personalidad y desarrollan sus propios intereses.

    Estos son algunos de los cambios que experimentan los adolescentes

    CAMBIOS EMOCIONALES Y SOCIALES

    • Se preocupan más por su imagen física, la manera como se ven y por su ropa.
    • Se centran más en su persona y pasan por periodos de muchas expectativas y períodos de falta de confianza en sí mismos.
    • Cambian de humor
    • Se interesan más por los jóvenes de su misma edad (pares) y sienten más su presión.
    • Muestran menos afecto hacia sus padres. Puede que en ocasiones se muestren rudos y con mal genio.
    • Sienten ansiedad debido a los retos que les impone el trabajo escolar.
    • Puede que enfrenten problemas de alimentación, un trastorno que puede comenzar a esta edad.

    CAMBIOS MENTALES Y COGNOSCITIVOS

    • Tienen más habilidad para el razonamiento complejo.
    • Tienen más capacidad de expresar sus sentimientos con palabras.
    • Tienen una noción más clara de lo bueno y lo malo.

    En la formación afectiva, es fundamental el modelo familiar padre-madre, pero si falta alguno, en una familia monoparental también se puede lograr una afectividad sana, aunque resulta mas difícil. Ante la ausencia de ambos, la tarea recae en la familia extensiva; los/as abuelos/as, los/as educadores/as o algún adulto significativo para el/la menor.

    "El castigo en sí mismo carece de valor pedagógico y es una muestra frecuente de la incapacidad, carencia afectiva y estrés de los padres" según la psicóloga Neva Milicic y nos indica que hay factores que ponen en riesgo el desarrollo equilibrado de la afectividad como por ejemplo:

    • La ausencia de modelos de expresión afectiva
    • Las carencias afectivas
    • Los malos modelos
    • El daños a la autoestima
    • El abandono que se traduce en violencia verbal o física
    • Los abusos sexuales
    • Los cuidados insuficientes del niño
    • Contextos afectivos fríos o poco acogedores

    Comprendiendo claramente que la afectividad se puede educar, esta es una premisa clave en el accionar de los/as educadores/as de trato directo un verdadero desafío para ellos/as porque este debe ofrecer un modelo coherente para lograr una formación integrada, generando una verdadera motivación del/la joven para que este a su vez logre un equilibrio entre cabeza, cuerpo y corazón. En la medida que el/la joven ve claridad en los valores, siente que la vida vale la pena, porque el área afectiva es la que le permitirá que nazca el sentimiento mas radical del hombre y la mujer, amar a otros.

    La afectividad con su lenguaje silencioso pero perceptible por el espíritu, de pasarlo bien juntos, de la aceptación, del respeto, del amor incondicional, del cariño transversal permiten activar las pautas afectivas de comportamiento en la vida social de los/as jóvenes con su entorno, activando sus propias redes personales recibiendo reciprocidad y a ser soporte de otros.

    1. LA PASTA BASE DE COCAÍNA

    La pasta base de cocaína es la droga de mayor consumo de los/as jóvenes que ingresan al Centro Arcoiris.

    La pasta base se extrae de las hojas de coca con un proceso de maceración y mezcla con solventes como parafina, bencina, éter y ácido sulfúrico. Estos solventes son substancias de alta toxicidad para el organismo lo que hace a la PBC muy dañina. Además se caracteriza por un alto poder adictivo.

    Elaboración

    Con 100 Kg. de Hoja de coca, se saca 1 Kg. de pasta, que tras varios lavados se reduce a 450 g. de pasta base, que es una masa de sulfato de cocaína, otros alcaloides e impurezas, kerosén, alcohol metílico y ácido sulfúrico. De 1 Kg. de pasta base se obtienen 300 g. de clorhidrato de cocaína, para obtener 1 Kg. de clorhidrato de cocaína se usan de 900 a 1500 litros de kerosén. El proceso de elaboración, es el que sigue:

    Primera etapa.

    Las hojas de coca se mezclan con agua y sustancia alcalina. La mezcla se tritura y se agrega kerosén, removiéndose la mezcla.

    Segunda etapa.

    Se separa el kerosén y se desecha la hoja de coca. Se agrega agua y ácido sulfúrico. Se filtra y se echa cal o amoniaco. Se seca, resultando la pasta de coca.

    Tercera etapa.

    A la pasta de coca se le agrega acetona o éter. La solución se deja reposar y se filtra, se echa amoniaco. Se filtra, se lava con agua, y se seca, creando la cocaína base.

    Cuarta etapa.

    La cocaína base bruta, se disuelve en éter, se filtra se agregan ácido clorhídrico y acetona. Se filtra, y se seca, obteniendo clorhidrato de cocaína.

    La cocaína se consume desde hace más de 5000 años Antes de Cristo. Desde las épocas prehispánicas, para el hombre andino la hoja de coca no es únicamente para chacchar o akulliña (masticar la coca para extraer su contenido); sino, que es usada en el desarrollo social, cultural y económico de la cultura andina, en razón de que la coca en la vida andina tiene múltiples fines es usada como un complemento para la alimentación, la salud, la agricultura, la ganadería, la construcción de casas; para sacar suerte, para conversar, para ceremonias religiosas y rituales andinos. Por ello, los investigadores que reconocen el valor de la coca como un recurso mágico religioso lo llaman "hoja sagrada de los incas"; y los que reconocen sus propiedades alimenticias y curativas la consideran como "el architónico del reino vegetal", ya que en su estado natural se constituye en la multivitaminas para los herederos de los pueblos andinos. En síntesis, la coca tanto en el pasado como en el presente, tiene importancia vital para la sobrevivencia de los pueblos originarios.

    Con la llegada de los españoles a América del Sur, estos asociaron el consumo y uso de la coca con los aspectos estructurales rebeldes de la religiosidad andina; posteriormente otros estudios han presentado el consumo de la coca como el causante de la miseria del pueblo indigena. Por la tanto plantean su erradicación. Como se puede apreciar desde los tiempos de la colonia existen pronunciamientos en contra del uso de la coca como medio de desarrollo socioeconómico por parte de los pueblos indigenas. Es, a partir de la década del 40 que se le señala a la coca como "una grave toxicomanía" causante de retrasos físicos y mentales en los consumidores. Ello por contener cocaína, descubierta por un alemán hace 100 años atrás, por lo que fue calificada como sustancia peligrosa, por lo que se prohibió el tráfico y consumo a nivel mundial; determinándose su erradicación. No obstante bajo un contexto social y cultural determinado, los estudios de los médicos Carlos Monje y Fernando Cabieses permitieron objetar las conclusiones anteriores; por esa razón el consumo de la hoja de coca persiste en el Perú, Bolivia, Norte de Chile, Ecuador, y Norte de Argentina.

    Considerando el rol que desempeña la coca en la vida económica actual de los países aledaños a la Cordillera de los Andes, es necesario analizar la relevancia cultural, económica, social y política de la hoja de coca; tanto en su aspecto de uso tradicional, como el aspecto del uso moderno, para la elaboración de la pasta básica de cocaína que requiere gran cantidad de coca; lo cual definitivamente afecta al consumo diario de la población indígena de la hoja de coca en su estado natural por sus costumbres ancestrales que los conectan con la madre tierra (pachamama).

    Los estudios sobre la Pasta Base de Cocaína tanto en Chile como en los demás países del Cono Sur son pocos, y en los países desarrollados prácticamente no existe la Pasta Base de Cocaína por lo que tampoco existen estudios de investigación sobre el tema.

    En nuestro pais, se sabe que su consumo, sobre todo en la juventud, tiene una gran incidencia, especialmente en sectores marginales y en el caso de la ciudad de Iquique su consumo es alto y su venta y distribución es de muy fácil acceso siendo de conocimiento público los sectores en donde se vende a toda hora.

    Al fumarla su efecto es rápido e intenso, pudiéndose dividir en cuatro etapas descritas a continuación:

    1. Etapa de euforia: Disminución de inhibiciones, sensación de placer y aumento del estado de ánimo. Disminución del hambre, fatiga y sueño.

    2. Etapa de angustia: El efecto de la primera etapa dura escasos minutos, bruscamente el consumidor comienza a sentir angustia, depresión e inseguridad, lo que genera un deseo incontrolable de seguir fumando.

    3. Etapa del consumo ininterrumpido: Ocurre cuando el sujeto desea evitar los efectos negativos de la etapa dos, manteniendo la dosis activa con un consumo continuado.

    4. Etapa de psicosis y alucinosis: Se produce a consecuencia del consumo continuado. Hay alucinaciones, agitación, ideas paranoides, agresividad.

    Los efectos del consumo habitual de pasta base son:

    Efectos físicos: Pérdida de peso, palidez, taquicardia, insomnio, verborrea, midriasis. En algunos casos se observa náuseas, sudor y diarrea, temblor, agitación psicomotora, etc.

    Efectos del post tóxico y de abstinencia: Déficit de la memoria, fatigabilidad de la concentración, desinterés por las actividades laborales y académicas, conducta antisocial.

    Efectos a largo plazo: Dependencia con síntomas de abstinencia, necesidad de aumentar progresivamente la dosis y frecuencia de ingesta a fin de evitar el malestar que se produce cuando se elimina la sustancia.

    Según los investigadores Federico León y Ramiro Castro, del Centro de Información y Educación para la Prevención del Abuso de Drogas del Perú, el síndrome de consumo de pasta base tendría tres fases (Fuentealba 1994):

    Fase prodómica. Esta fase se establece junto con el síndrome de privación, generalmente después de dos a seis meses de consumo de la droga. Se caracteriza por el deseo intenso de buscar la droga y, en segundo lugar, la incapacidad para abstenerse, seguida de una gradual pérdida de control sobre el curso del consumo, que ya no se puede detener. En ella se da lo que se ha denominado la "cartografía de un pastero", una de las dimensiones de los circuitos de la pasta: "Para financiar el consumo, comienza vendiendo objetos de su hogar, su ropa; puede seguir estafando, engañando y, en fin, manipulando a las personas del entorno para conseguir de ellas el dinero, de modo de superar todos los obstáculos para conseguir y consumir pbc" (León y Castro 1989).

    Fase crítica. Toda la anterior sintomatología desaparece con la primera aspirada de la droga, que provoca un placer intenso y de muy breve duración (tres a cuatro segundos), acompañado de euforia, sensación de claridad mental y ligereza física, que después de algunos minutos da paso a una intensa angustia que impulsa a continuar consumiendo. Si esto se hace, el placer disminuye progresivamente después de cada inhalación, hasta prevalecer la sintomatología angustiosa. En esta fase aparece uno de los efectos más descritos por los usuarios, que es ponerse "duros", en referencia a la rigidez muscular y a la lentificación motora. Otra sintomatología característica es la "paranoidea", que los pone suspicaces, desconfiados, irritables y agresivos. A esto se debe agregar las seudo percepciones, en que les parece ver personas e interpretan erróneamente ruidos e imágenes, pudiendo experimentar alucinaciones visuales y auditivas.

    Fase pos-crítica. Está caracterizada por la aparición de los síntomas de privación y un desbordante deseo por obtener la droga, que puede llevar a la comisión de acciones altamente reprobables. Se manifiesta una sensación de fatiga e intenso agotamiento físico, irritabilidad y disminución del impulso sexual. Suele darse un cuadro de tipo depresivo. Estos síntomas se continuarán con la primera fase, dando origen a un nuevo episodio.

    A estas tres fases reconocidas y aceptadas por la comunidad científica, hay que agregar el síndrome de abstinencia, que es la resultante de una privación de consumo de Pasta Base de Cocaína.

    Actualmente los manuales de psiquiatría diagnostican la dependencia de la cocaína sin requerir de signos físicos. Más bien, plantean que la cocaína, y particularmente la pasta base, son adictivas porque provocan una compulsión intensa por consumir; porque se produce una pérdida del autocontrol; porque el consumo tiende a hacerse crónico a pesar de las evidentes consecuencias catastróficas para la salud, la familia y la sociedad; y finalmente porque el consumo se vuelve un comportamiento que, si no es detenido, lleva inexorablemente a la autodestrucción del/a adicto/a.

    Al respecto, el síndrome de dependencia es "un conjunto de manifestaciones fisiológicas, comportamentales y cognoscitivas en el cual el consumo de una droga, o de un tipo de ellas, adquiere máxima prioridad para la persona, mayor incluso que cualquier otro tipo de comportamiento de los que en el pasado tuvieron el valor más alto" (OMS 1992:103).

    2.11.1 Tolerancia.

    Puede objetivarse en la necesidad de aumentar la cantidad de la sustancia para lograr la intoxicación o el efecto deseado, o en una disminución del efecto con el uso de la misma cantidad. Para algunos grupos tales como alcohol y pasta base de cocaína existe tolerancia cruzada, de modo tal que el uso regular de uno de ellos facilita el consumo de grandes cantidades de la otra sustancia en un tiempo muy breve. El desarrollo de tolerancia es un fenómeno relativamente precoz en el proceso adictivo, exponiendo a la persona a un aumento importante del uso de la sustancia y a sus efectos tóxicos.

    2.11.2 Privación.

    Se manifiesta cuando la sustancia se suspende, o cuando ésta se utiliza para aliviar o evitar los síntomas de privación. Las características clínicas de la privación dependen del grupo de sustancias utilizadas, existiendo para cada una de ellas criterios específicos que facilitan su identificación. Como concepto general se puede afirmar que aquellas que tienen un efecto principal de tipo sedativo (alcohol, barbitúricos y benzodiazepinas) el síndrome de privación es opuesto, manifestándose una hiperexitabilidad del sistema nervioso, llegando al delirium o a las convulsiones. En aquellas sustancias cuyo efecto central es activante (cocaína, anfetaminas, pasta base de cocaína o estimulantes en general) la privación se manifiesta como una disminución de la actividad del sistema nervioso y clínicamente como una depresión y fatiga importante, con alto riesgo de conductas autodestructivas y suicidas.

    La privación no ocurre con todas las sustancias (por ejemplo marihuana), pero cuando esta se manifiesta da un sello indiscutible de dependencia y gravedad. El alivio de los síntomas de privación es una de las mayores causas de consulta médica en las adicciones.

    2.11.3 Compulsión y descontrol en el uso de la sustancia

    Reflejan en su conjunto una pérdida de libertad en el control de la sustancia y una necesidad de mantener su uso a pesar de las consecuencias adversas. En acuerdo a estas conductas, es posible efectuar el diagnóstico de dependencia en etapas más tempranas y con un nivel de daño orgánico, individual y social menor.

    Diferencias entre abuso y dependencia

    El abuso es una etapa previa a la dependencia, de menor gravedad, reversible, pues luego de un período de abstinencia es posible retornar al uso moderado y controlado de algunas sustancias, cuando existe para ella un nivel de uso normal, como son el alcohol y las benzodiazepinas. Para la nicotina no existe la etapa de abuso, pues al tener un potencial adictivo mayor se pasa directamente a la dependencia. Fenómenos similares parecen ocurrir con sustancias altamente adictivas, tales como la pasta base de cocaína, con la cual luego de breves e intensos períodos de abuso se llega a la dependencia.

    En Chile los psicoestimulantes que tienen importancia epidemiológica son la cocaína como clorhidrato (HCL) y la pasta base de cocaína (PBC), que han desplazado a otros estimulantes como la anfetamina.

    Los fenómenos clínicos que provoca la pasta base de cocaína, se diferencian con la cocaína sólo en los tiempos en que aparecen y desaparecen, y en la velocidad con que generan el síndrome adictivo. En términos generales la PBC provoca efectos rapidísimos e intensos que desaparecen con igual velocidad, y el síndrome adictivo aparece en pocos días (a veces es inmediato).

    La PBC se consume por volatilización del polvo lo que se consigue fumándola mezclada con tabaco o marihuana, o también pura, en pipas de cualquier material. En el fondo de la pipa se coloca tabaco quemado que tiene como función mantener la ignición.

    Cuando los adictos consumen, las primeras aspiraciones del humo de la PBC provocan un breve estado de placer y euforia casi inmediato, que dura no más de algunos minutos. La prolongación del consumo hace desaparecer este estado, el que es reemplazado por una sensación de angustia. Estos efectos agudos de las formas de la cocaína dependen más de la farmacocinética que de la concentración alcanzada. Los sujetos siguen consumiendo la sustancia hasta que se acaba.

    Simultáneamente con la euforia aparecen sensaciones paranoides. Los sujetos se sienten vigilados y adoptan actitudes defensivas. Es frecuente la aparición de trastornos sensoperceptivos: ilusiones y alucinaciones transitorias, muy angustiantes, en que creen ver o escuchar que la policía o sus familiares los persiguen.

    Además aparecen fenómenos como rigidez de todo el cuerpo ("ponerse duro"), movimientos periorales y faciales (chupeteo, muecas), conductas estereotipadas como abrir y cerrar puertas y cajones, paseos sin finalidad, incluso emisión de gemidos y frases sin sentido.

    Todos estos fenómenos se van haciendo más frecuentes con el consumo crónico y, por el contrario, los efectos placenteros se atenúan hasta desaparecer por completo. El/la adicto/a debe aumentar la dosis de pasta base de cocaína para lograr algún nivel de euforia, pero simultáneamente aumentan los efectos motores (rigidez y estereotipias). Al término de una sesión de consumo es frecuente que aparezca una intensa culpa por lo hecho, lo que posiblemente esté relacionado con el retorno del control cortical consciente. En estas circunstancias algunos sujetos idean o intentan un suicidio, que puede ser exitoso.

    El consumo crónico de pasta base de cocaína lleva a fenómenos de aprendizaje asociativo (o condicionado) y conductas compulsivas. Los sujetos se vuelven sensibles a una serie de causas ambientales o estímulos que guardan relación con el consumo y lo provocan, como tener dinero, lugares específicos como una calle donde se vende la droga, un ruco en donde se juntan sus pares, un sitio eriazo, el amigo con el que se consume, el proveedor de la droga, fenómeno que los traficantes conocen, momentos, la hora del crepúsculo, el día viernes para los consumidores de fin de semana, el particular olor de la sustancia. Los estímulos desencadenan una intensa disforia (inquietud psíquica, angustia, malestar abdominal, urgencia rectal) y un deseo vehemente de consumir la droga, junto a la aparición de conductas de búsqueda y, finalmente, consumo.

    Es frecuente observar que los adictos se vuelven mentirosos en torno a sus actividades, minimizan su consumo y lo ocultan, pero ellos no lo vivencian así. Cuando no tienen dinero empiezan por vender sus objetos personales y luego cosas de la casa como radio, televisor, electrodomésticos, joyas, objetos pequeños, maceteros con planta, CD de música y cualquier cosa que se pueda comercializar o canjear por sustancia. Después que agotan estas prácticas llegan al hurto y el asalto para conseguir la droga. Podrían eventualmente llegar a la prostitución.

    2.11.4 Intoxicación aguda con PBC

    Existe un efecto euforizante durante los primeros meses de uso al comienzo del consumo de pasta base de cocaína, el/la joven se sienten "bacán", efecto que desaparece casi por completo con el consumo crónico. Son poco los/las jóvenes, que declaran sentir euforia o grandiosidad con la intoxicación. Cuando se les pregunta porqué consumen, si no sienten sensaciones agradables, declaran que "no saben" por qué lo hacen, lo que descarta una motivación hedonista en la perpetuación del consumo.

    Cuando están fumando pasta base de cocaína, el término del primer "papelillo" (envoltorio que contiene menos de 1 gramo de PBC) gatilla en el usuario un estado de intranquilidad psíquica que progresa hasta que consume la segunda, y así sucesivamente. La intoxicación aguda provoca síntomas neuromusculares, como temblor de extremidades, tirones, hipertonía (sienten que los músculos se ponen duro), estereotipias motoras como movimientos periorales, un paseo constante sin finalidad, ponerse de pie, caminar, sentarse, emisión de gemidos y frases sin sentido que el usuario reconoce como propias pero no sabe porqué las dice. También aparecen fenómenos paranoides, se sienten vigilados por la policía, por su familia. Se ponen sensoperceptuales teniendo ilusiones y fugaces alucinaciones visuales, sienten voces y ruidos. Cuando se le termina la droga y el dinero el usuario vive unos momentos de intensa disforia (la "angustia") que pueden prolongarse por horas, y donde suele experimentar una intensa culpa por su falta de control. Por lo general, termina por agotarse y dormir. Algunos sujetos recurren a la marihuana o al alcohol para sedarse y lograr el sueño. Al día siguiente despierta con síntomas de la "resaca" de la droga: sequedad y ardor bucal y de labios, cefalea, y apetito.

    2.11.5 La adicción condicionada a la pasta base de cocaína

    La conducta de consumo compulsivo está vinculada a la presencia de estímulos externos e internos, estos bajo la forma de estados de ánimo depresivos o de ira. El establecimiento de estos estímulos condicionados tiene un claro correlato con la neurobiología del aprendizaje. Muchas personas mantienen una vida bastante normal, incluso por muchos años, porque han condicionado su apetito de droga a ciertos estímulos muy precisos. Por ejemplo, prácticamente todos los adictos experimentan la posesión física de dinero como un intenso estímulo para el consumo.

    Otros estímulos externos son oler la PBC, advertir la presencia de un traficante conocido o pasar cerca del lugar donde se vende, consumir alcohol, ver a otros fumando, la hora del crepúsculo o el día viernes, juntarse con los pares. Los estímulos internos suelen aparecer como sentimientos de soledad, o luego de una discusión conyugal o familiar, o ante otras situaciones de alta exigencia psíquica ("estrés"). El estado de ánimo gatilla la fantasía de estar fumando y en general es difícil de controlar. El estímulo desencadena un intenso síndrome disfórico en que el/la joven sufre una verdadera crepuscularización de conciencia y sólo desea consumir la droga, acompañado de dolor abdominal, urgencia rectal, inquietud psicomotora e irritabilidad. El/la joven restringe el repertorio de conductas dedicándose por completo a la búsqueda de la droga. Esta intensa disforia cesa súbitamente en el momento de aspirar el humo. Al día siguiente puede tener una vida normal pero sólo hasta que aparezca el siguiente estímulo con el que repetirá nuevamente todo el ciclo.

    La evolución del síndrome de adicción

    Muchos/as jóvenes consideran que al comienzo la PBC provoca sensaciones más bien desagradables (náuseas, vómitos, malestar general) pero que se atenúan con el paso del tiempo y la perseverancia en el uso. Esta es probablemente la causa de la alta tasa de abandono del uso de PBC que arrojan las encuestas. Por otro lado, uno de cada cuatro jóvenes declaró que se hicieron adictos desde el primer uso. Esto significa que sienten franca apetencia por la sustancia y desean vehementemente continuar con el consumo. En el resto, por lo general la apetencia aparece entre el segundo y el tercer mes, siempre que el consumo haya sido regular lo que lleva a dos fenómenos complementarios y simultáneos.

    Las sensaciones placenteras desaparecen o se atenúan significativamente, en tanto aparecen síntomas motores cada vez más intensos (hipertonía y estereotipias motoras), psíquicos (ideas paranoides) y alteraciones sensoperceptuales ante dosis progresivamente menores. Los usuarios distinguen la calidad de la droga gracias a estos fenómenos, dada la desaparición de las sensaciones placenteras. Esto corresponde a fenómenos de tolerancia y sensibilización. El paso de un uso más o menos controlado a un uso compulsivo coincide con la aparición de estos fenómenos.

    Los fenómenos paranoides y sensoperceptuales son siempre limitados al momento de la intoxicación y está asumido en la jerga de los usuarios como "alucinar". Parece tener menos relación con la cuantía del consumo que con la regularidad de este. Los usuarios detectan que con el paso del tiempo dosis muy pequeñas de PBC desencadenan el síndrome, lo que es altamente sugerente de la expresión de la sensibilización a esta sustancia. Las vivencias paranoides y las alteraciones sensoperceptuales guardan estrecha relación con los temores y culpas que les provoca su conducta. Tienden entonces a ocultar su consumo y aislarse.

    Los consumidores de Pasta Base de Cocaína sufren una importante pérdida de peso de hasta un 40%, dato que es extremadamente sensible a las variaciones de consumo, tanto, que ha resultado ser un excelente indicador de la mantención de la abstinencia: el sujeto sube o baja de peso en estricta concordancia con las crisis de consumo. El 100% de los jóvenes ingresados al Arcoiris y que tenían adicción a la Pasta Base sufrían de una importante baja de peso corporal, por lo que la nutricionista debía preparar una sobre dieta para la recuperación de su peso.

    Los jóvenes advierten que la PBC provoca un deseo de consumir muy intenso, que no se compara con el de la marihuana o el del alcohol. Algunos jóvenes señalaban que buscaban el efecto sedante de la marihuana al término del consumo de PBC, lo que les permitía disminuir su ansiedad e incluso dormir.

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  2. LOS JÓVENES QUE VIVEN EN LA CALLE
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