- Resumen
- Introducción
- ¿Quién es el amo?
- Razones que motivan este trabajo
- Metodología de estudio y preguntas de investigación
- La pasión que me consume
- Relación entre estructura familiar, materialismo y consumo en los EUA
- La influencia de los EUA en la Argentina de los 60
- ¿Úselo y tírelo?
- Conclusión abierta y pautas finales
- Referencias bibliográficas
Resumen
Mientras que el capitalismo pone el acento en la familia como productora, esta investigación intenta mostrar a la familia como producto a partir de exponer los cambios sufridos en la estructura familiar de los EUA en los 60. Década en la que comienzan a visualizarse los efectos de la decisión tomada por este país después de la Segunda Guerra Mundial: Hacer del consumo un estilo de vida, ritual y fuente de satisfacción espiritual. Este sometimiento al ritual del consumo tuvo un efecto sobre las familias de los EUA que progresivamente se fue extendiendo también a las familias latinoamericanas, incluidas las argentinas.
El capitalismo insiste en la familia como productora, deposita en ella la responsabilidad social por las conductas individuales de sus miembros (Alberti, Blas Mendez, 1993, p.12) y la trata como una estructura funcional autosuficiente aislada del contexto en el que se encuentra. Énfasis que coloca a la familia en un lugar de vulnerabilidad mucho más expuesta a los cambios sociales, laborales, económicos y al consumo, que impactan su estructura.
La propuesta es develar si existe un correlato entre los cambios en la estructura familiar en los EUA a partir de la década de los 60 con las actitudes de los estadounidenses hacia el consumo, y si estos cambios influyen también a la familia argentina.
No se intenta optar por uno u otro polo entre productora-producto, sino que se aceptan las dualidades como parte de un nudo central del proceso de cambio cultural y como parte de redefiniciones de sus pilares.[1] Más que ir detrás de la "verdad" o tratar de encontrar perspectivas más o menos morales buscaremos una comprensión detallada de las mismas.
No consigo satisfacción, no consigo satisfacción, a pesar de que lo intento, lo intento y lo intento pero no puedo conseguirlo, no puedo conseguirlo Mick Jager[2]
Todos veremos las mismas imágenes y escucharemos los mismos sonidos y vestiremos las mismas ropas y estaremos solos de la
misma soledad
Eduardo Galeano[3]
Vidas consagradas al ritual del consumo y la producción fueron descuidando y desvalorizando las relaciones familiares. Hicieron de las familias un objeto de consumo y desecho, al extremo de causar su fragmentación en muchas unidades de consumo cada vez más consumistas.
En el siglo XVIII, predomina en los Estados Unidos la visión puritana de familia, la de una pequeña comunidad inserta en una comunidad más amplia. Ya en el siglo XIX, la familia de la época victoriana es considerada una entidad aparte, un lugar de refugio para sus miembros. Avanzando hacia la segunda mitad del siglo XX, los cambios en la estructura familiar se hacen más radicales y vertiginosos, y el mito de la familia estable y perdurable pierde sentido, aunque se insiste en promover a la familia nuclear como la estructura ideal (Idea no textual, Westerhoff J.)4. Esta estructura familiar se ha naturalizado como si fuese la ley de la gravedad, como algo que viene dado, cuando en verdad es un sistema creado por los seres humanos y, como tal, está sujeto a ser reexaminado y transformado.
El consumo como estilo de vida y ritual
Esta investigación se centra en los Estados Unidos de Norte América por considerar que la decisión de hacer del consumo un estilo de vida, y el eje de la satisfacción espiritual, tiene efectos directos no solo en la familia estadounidense sino más allá de las fronteras del imperio, alcanzando inclusive a la familia argentina.
El mercado de valores de los EUA se hundió en 1929 desencadenando la Gran Depresión que sumió al mundo en terribles penurias. La segunda guerra mundial fue el catalizador de la recuperación económica. La enorme base de recursos de América, su productividad, energía y tecnología se pusieron al servicio de la guerra y pronto su economía comenzó a mejorar. Con la victoria inminente, el consejo de asesores económicos del presidente Eisenhower se vio obligado a buscar la manera de transformar una economía de guerra, en una economía para la paz. Poco después del fin de la guerra, el analista de mercado Víctor Lebow expresaba una posible solución:
Nuestra economía, enormemente productiva, exige que hagamos del consumo nuestro estilo de vida, que convirtamos el comprar y utilizar bienes, en auténticos rituales, que busquemos nuestra satisfacción espiritual, la satisfacción del ego, en el consumir (…) necesitamos que se consuman cosas, se quemen, se sustituyan y se tiren, todo ello a un ritmo cada vez más rápido (1955, citado en Suzuki, 2009).
El consejo de los asesores económicos del presidente Eisenhower declara entonces: "el propósito último de la economía americana debe ser el producir más bienes de consumo". Estas declaraciones inician un proceso que toma décadas en cumplirse y que aún sigue, en el que el consumo se convierte en un ritual que modifica la cultura.
Esta ideología del consumo es la que legitima que se fragmente la estructura familiar y las relaciones interpersonales. Otros factores causales en el quebrantamiento de la estructura familiar en los EUA que se extiende a otros países de América son la globalización, el militarismo que adoptó americanismos, la tecnología, el feminismo, las drogas, la revolución sexual, entre otros factores que también menciono en este trabajo. Sin embargo, nos ocuparemos principalmente del efecto de la ideología del consumo.
El estadounidense promedio está lleno de objetos materiales que no puede disfrutar ni con la familia ni con los amigos porque le falta el tiempo para hacerlo. Su vida está atrapada en un círculo vicioso de producción y consumo: va a trabajar, regresa exhausto, descansa frente al televisor, está expuesto a publicidades[4]que lo hace sentir miserable, sale de compras para sentirse mejor, se endeuda más, trabaja más, se cansa más, consume más, se aísla más. Al final, más allá del placer o el estatus: comprar cosas se convierte en una exigencia imposible de saciar (idea no textual, Susuky, 1991).
Niños y niñas estadounidenses entre los tres y los nueve años cumplen con el ritual de una visita mensual a los arcos dorados de un Mc Donald"s.[5] Estos establecimientos gastan miles de millones de dólares en investigación y mercadotecnia para que las niñas y los niños sigan consumiendo comida "chatarra" aun siendo adultos. Así pues, a partir de la década de 1960, la proporción de estadounidenses obesos se ha duplicado en proporción directa al éxito de la cadena Mc Donalds,[6] como consecuencia del consumo de comida de elaboración rápida, insalubre y grasosa asociada a los "buenos recuerdos" de la niñez.[7]
Eduardo Galeano en su libro Úselo y tírelo se pregunta: "¿Quién es el amo?", y reflexiona:
El coche es tu mejor amigo, informa un anuncio. El vértigo sobre ruedas te hará feliz: ¡Viva una pasión!, ofrece otro anuncio. La publicidad te invita a entrar en la clase dominante mediante la mágica llavecita que enciende el motor: ¡Impóngase!, manda la voz que dicta las órdenes del mercado, y también: ¡Demuestre su personalidad! Y si pones un tigre en tu tanque, según los carteles que recuerdo desde mi infancia, serás más veloz y poderoso que nadie y aplastarás a quien obstruya tu camino hacia el éxito (1994, p.160).
Argentina no queda al margen
Sin dejar de reconocer los vínculos cercanos que mantiene Argentina con Europa Occidental, tenemos que observar que como parte de un fenómeno que se repite en todos los países, en la dramaturgia argentina de los años 60 aparecen obras que tienen como objetivo reflejar familias que se suponen representativas, estereotipos o modelo para las demás. En este caso nos referimos a la Familia Falcón, que toma su nombre del auto Ford Falcon. La publicidad anuncia el contenido de la telenovela:
La familia Falcón, una familia como todas, como la de usted, como cualquiera de su barrio, que vive la existencia de todas las familias porteñas. Usted sabrá de los sueños, de las alegrías, de los problemas de cada uno de los miembros de esta familia, que estarán frente a usted conviviendo la vida de todos los días bajo el techo común del cariño familiar (…) Ábrale su corazón a ¡la familia Falcón[8]
Mientras la publicidad fabrica mediante el lenguaje la realidad ilusoria que necesita para vender, Galeano observa que, en el mundo real, los instrumentos creados para multiplicar la libertad, nos encarcelan. La televisión, el automóvil, entre otros, nacidos para servirnos y entretenernos, nos obligan a trabajar más y más horas para comprarlos y mantenerlos.
Objetivos generales y específicos
1. Dar definiciones de familia desde distintas miradas.
2. Fundamentar el porqué de la elección en cuanto al país y a la década para desarrollar esta investigación.
3. Reseñar los cambios en los EUA en la década de 1960, en el contexto de la Guerra Fría y ante la necesidad de seducir al mundo con el consumo y el capitalismo.
4. Mostrar el efecto que estos cambios tuvieron sobre la familia estadounidense en los 60.
5. Observar la influencia de la cultura de los EUA sobre la familia argentina.
6. Permitir una conclusión abierta en la que plantearemos las siguientes preguntas:
a. Esta revolución en la forma de hacer familia que comienza en los 60, ¿continúa en la actualidad?
b. ¿Será verdad que cuanto más sometida se encuentre la familia a las representaciones del modelo familiar de "normalidad" vigentes, mayor será la posibilidad de constituir una organización objeto de determinaciones externas?
c. El desinterés y la negación de los analistas de mercado por las nuevas estructuras familiares no tradicional, su relación con los hábitos de consumo y tendencias hacia el materialismo, ¿muestras ignorancia o una estrategia tendiente a enfermar y seguir fragmentando a la familia?
d. ¿De qué manera el "desinterés" de los voceros del capitalismo por la familia en general revela un compromiso por profundizar el individualismo y la revolución capitalista?
e. ¿Cuál es el aporte que la iglesia debe dar a la sociedad como "familia de fe"?
f. ¿Cómo dimensionar el precio que pagará la sociedad si la iglesia local no asume este rol?
Razones que motivan este trabajo
Como directora de una editorial y librerías de trasfondo cristiano consideré importante desarrollar una perspectiva bíblica-teológica-social del mundo del trabajo. Con esta finalidad, comencé una maestría en teología en CETI (Centro de Estudios Teológicos Interdisciplinarios). Institución que introdujo un programa novedoso y no tradicional con el objeto de formar a los profesionales que buscan aplicar los principios bíblicos a la totalidad de la vida. CETI organiza la carrera en base a cuatro ejes principales: trabajo, familia, sociedad e iglesia. Si bien mi interés inicial estuvo orientado hacia el eje trabajo, progresivamente el enfoque fue girando hacia la familia, considerando que lo que aprendemos en nuestras familias desde pequeños, durante la socialización primaria, conforma una base que influye y determina nuestras relaciones y trabajos más de lo que somos conscientes.[9]
Estudios recientes en Relaciones Empresariales en el CAFI (Centro Académico de Formación de Idiomas) fueron de utilidad para enriquecer mi mirada del tema a través de una amplia variedad de disciplinas tales como marketing, sociología, lingüística y nuevas tecnologías. Entendiendo que una mirada interdisciplinaria es la única forma posible de entender la problemática de la familia hacia finales de milenio.
Acuerdo con lo que indica Sanchez, R.: "la familia, como instancia mediadora del ser individual y social, internaliza la realidad en la que está inmersa: lo histórico, político, social, económico, cultural y lo externaliza a través de los procesos de socialización de sus miembros (1996, p.61)". De manera que se la debe entender como un grupo que recibe influencias de la sociedad, se reconfigura y, así mismo, genera modificaciones en ella.
A través de los tiempos algunas estructuras familiares en Argentina se naturalizaron de tal manera, que pasaron a ser aceptadas por ciertos sectores de la sociedad como si fuesen la ley de la gravedad, sin admitir que puedan estar sujetas a cambio y discusión. Berger y
Luckman (1968) explican que la relación entre individuo y sociedad se entiende como inserta en un proceso dialéctico compuesto por tres momentos: la internalización, la objetivación y la externalización. Un instrumento cultural, una vez que se ha objetivado, pasa a ser considerado como algo dado, natural, que no es puesto en discusión. Lo que objetivamos e internalizamos se naturaliza y pasa a formar parte del inconsciente social.
Por consiguiente, la decisión de enfocarnos en la familia como unidad de estudio intenta contribuir a hacer consciente aquello que influye, a veces, sin que lo advirtamos, en la forma que los argentinos y las argentinas resolvemos nuestros trabajos, nuestras relaciones de amistad, los afectos, la manera de hacer familia e, inclusive, la modalidad de relacionarnos con los objetos materiales.
Metodología de estudio y preguntas de investigación
Esta tesis de diseño cualitativo se inicia en los EUA en la década de 1960 y, en diálogo con diversos autores, propone una reflexión en un enfoque especial en el ritual de consumo como eje del sistema capitalista y su efecto sobre la familia estadounidense y la argentina.
Este texto propone una reflexión sobre los cambios sociales y la diversidad de expresiones que estos han producido en la familia. El mismo se desarrolla en torno a dos preguntas principales: 1. Los cambios en la estructura de la familia en los EUA a partir de la década de 1960 ¿tienen un correlato con las actitudes de los estadounidenses hacia el consumo? 2. Las transformaciones en la estructura familiar estadounidense incentivadas por el ritual del consumo propuesto por el capitalismo, con eje en los EUA a partir de los 60 ¿son de influencia para la familia argentina?
Se presenta una discusión sobre los esquemas dominantes que han imperado en la concepción de familia en los EUA a partir de la década de los 60. Finalmente, aceptamos que más que optar a favor de uno u otro polo entre familia como productora o producida, se abrazan las dualidades como parte central del proceso de cambio cultural, que significa cuestionamientos profundos al modelo instituido, pero también redefiniciones de sus pilares.[10]
Se mira el escenario propuesto desde una perspectiva holística en la que se presentan los hallazgos de los autores en los que se basa la investigación. No se intenta dar nada por sobreentendido y se aceptan como válidas las diferentes perspectivas que vayan surgiendo. Más que ir detrás de la "verdad" o tratar de encontrar perspectivas más o menos morales buscaremos una comprensión detallada de las mismas. A modo de enriquecer la investigación serán incluidas distintas opiniones. Se permite una conclusión abierta con las preguntas:
1. Esta revolución en la forma de hacer familia que comienza en los 60, ¿continúa en la actualidad?
2. ¿Será verdad que cuanto más sometida se encuentre la familia a las representaciones del modelo familiar de "normalidad" vigentes, mayor será la posibilidad de constituir una organización objeto de determinaciones externas?
3. ¿De qué manera el "desinterés" de los voceros del capitalismo por la familia en general revela un compromiso por profundizar la revolución capitalista?
4. ¿Cuál es el aporte que la iglesia debe dar a la sociedad como "familia de fe?
5. ¿Cómo dimensionar el precio que pagará la sociedad si la iglesia local no asume este rol?
Finalmente se dan pautas que la comunidad cristiana puede y debe seguir:
1. La necesidad de acentuar la comunidad sobre el individualismo.
2. Las células de relaciones personales sobre el institucionalismo de la iglesia.
3. La misión urgente de buscar el bien común sobre la separación del mundo.
4. El modelo de servicio encarnacional sobre el verticalismo que juzga y busca imponer las soluciones desde el poder.
1. Nuevas formas de hacer familia
La familia se presenta como la primera y más importante institución socializadora, ya que es "una de las piedras angulares para el cumplimiento de las consignas ideo- socializadoras de una estructura social" (Kaminsky, 1990, p. 46). Dentro del proceso de socialización primaria Durkheim (1975) señala que la familia cumple con una función educadora privada o doméstica donde el Estado tiene una influencia indirecta, encaminando sus esfuerzos a recordar constantemente al educador, en este caso los padres, las ideas y sentimientos que se deben inculcar en el niño para que pueda socializarse adecuadamente (idea no textual). Desde el mismo momento del nacimiento de un nuevo individuo se inicia el proceso educativo y la información que este reciba queda sujeta a la influencia indirecta del Estado.
Pievi, propone que "el aprendizaje en la vida cotidiana es un proceso mediado socioculturalmente. Desde que el sujeto comienza a interaccionar con el medio va coconstruyendo esquemas de acción que le permiten relacionarse con el mundo. Estos esquemas de acción están en sintonía con las diferentes CSA (Contextos situados de actividad) en los cuales el sujeto es partícipe. De esta manera el sujeto comienza a co – construir una red de significados que permite dar respuestas al mundo" (2009, p. 105).
"El proceso de aprendizaje —continúa Pievi— es el que permite construir representaciones del mundo, construir sistemas de acción, esquemas cognitivos y afectivos que permitirán desarrollar las relaciones del sujeto con el mundo. Los sujetos interaccionan en su entorno en función de concepciones que, como todo mediador socialcultural, no están en los sujetos en el momento de su nacimiento; son construcciones que se originan y se ponen en juego en la interacción y negociación de los individuos con sus CSA, es decir, que ellas están cargadas de sentido e intelectualidad" (2009, pp. 106-107).
1.1. Un acercamiento a la definición de familia
Un diccionario de la lengua española define a la familia como: el grupo de personas emparentadas entre sí que viven juntas bajo la autoridad de una de ellas. O, el conjunto de todas las personas unidas por parentesco de sangre o político, tanto vivas como ya muertas. (Hachette Castell, 1981).
En general, se acepta a la familia como la principal forma de organización de los seres humanos. Se trata de una agrupación social que se basa en lazos de parentesco. Estos lazos pueden ser de dos tipos: de afinidad derivados del establecimiento de un vínculo reconocido socialmente, como el matrimonio o la adopción, y de consanguinidad, la filiación entre padres e hijos, por ejemplo.
Una familia puede ser definida de acuerdo al grado de parentesco que existe entre sus miembros. La familia nuclear o círculo familiar está formada por los padres y sus hijos. La familia extensa, por su parte, incluye a los abuelos, tíos, primos y otros parientes, junto a la familia nuclear. También puede darse el caso de una familia compuesta, que es aquella formada por los padres y sus hijos, pero que cuenta con integrantes que mantienen vínculos consanguíneos con solo uno de los dos padres.
Para el antropólogo francés Claude Lévi-Strauss (1974), la familia nace con el matrimonio y consta de esposo, esposa e hijos nacidos de su unión. Sus miembros, que se mantienen unidos por lazos legales, económicos y religiosos, respetan una red de prohibiciones y privilegios sexuales y se encuentran vinculados por sentimientos psicológicos como el amor, el afecto y el respeto.
La definición también puede extenderse al lugar donde las personas aprenden a cuidar y a ser cuidadas, más allá incluso de sus relaciones de parentesco. Un grupo de amigos y amigas que mantienen estrechos lazos de amor y protección entre sí pueden considerarse hermanos y hermanas, aunque no exista un lazo de consanguinidad entre ellos.
Toda esta tipología para designar a la familia no es uniforme, depende tanto del lugar del mundo o de la sociedad a la cual cada uno pertenezca como del tiempo y el avance de las épocas. Hace unas décadas atrás, en algunas sociedades muy cerradas, era impensable concebir el divorcio, o pensar en un nuevo matrimonio y en la posibilidad de que nacieran hijos en ambos matrimonios o que un padre o una madre criaran a sus hijos solos.
La familia no es un lugar que puede ser naturalizado como bueno en sí mismo, pues en ella también se pueden consolidar y reproducir las desigualdades sociales, por ejemplo entre el hombre y la mujer, entre padres, hijos e hijas, donde también hay autoritarismos, individualismos y procesos discriminatorios.
1.2. Divinización o humanización de las familias
Al hablar de divinización de la familia se hace referencia a visiones estáticas que la asocian a una institución inmutable y omnipresente, que si sufre alteraciones es por causa del desorden humano que se rebela contra el único modelo posible asignado por Dios. El dios familia, dice Paula Sequeira, "se sacraliza con más fuerza, cuando se busca que todas sean como la Sagrada Familia. En ella, la conformación está dada por la formulación tradicional: madre (María), padre (José) e hijo (Jesús)", Es fundamental preguntarse, dice ella, "¿Qué ideas subyacen a esta idea de familia?".[11]
Han sido muchos los cambios que ha sufrido el concepto de familia hasta llegar a los modelos de hoy. De la familia tradicional, representada por el icono cristiano de la Sagrada Familia, se ha evolucionado a otros modelos, sobre todo entendiendo que la familia ya no es la principal unidad de producción en la sociedad como lo fue en el pasado. De todos modos persiste la imagen de la familia conformada por el padre, la madre y los hijos; que depende del sustento económico del papá y de los cuidados caseros de la mamá; que sus parejas se unen en matrimonio con la bendición de una religión institucional y que gozan sin tregua de una armonía inalterable. Tal cual expresa Segura: Así se describe al ¡hogar dulce hogar! Mientras que las revoluciones culturales, económicas y sociales de las últimas décadas hacen difícil hablar de un solo modelo normativo con estas características idealizadas (p.9).
En acuerdo con lo que plantea este autor, las familias pueden ser también espacios de poder, donde se expresan las formas más crueles de despotismo y de dominio combinadas con abuso espiritual (p.4).
En contraste, Segura menciona otros modelos en los que las familias son como comunidades de acogida en las que se construye la paz y se da testimonio del amor humano y del perdón divino sin pretensiones de perfección. Familias que cultivan la autonomía y la responsabilidad, estimulan la ética del cuidado y la ternura, fomentan la crítica profética, animan a la convivencia comunitaria, promueven el ser en lugar del tener y hacer, alientan la transformación positiva de los conflictos, en lugar de engañarse con la ingenuidad de un entorno sin conflictos ni dificultades (p. 10).
Familias en las que se revalorice la doctrina de la encarnación de Jesucristo, en lugar de acentuar la imagen de un Padre soberano absoluto. Y en las que se rescata la imagen del Dios que se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo (Filipenses 2.7) para redención, no por su prepotencia sino por su sencillez.
Ninguna familia debe sentirse más o menos familia por ser distinta: no son las formas lo que la definen sino su esencia de grupo básico de identidad, de afecto, de seguridad y de construcción de la libertad de cada uno de sus miembros. Junto a la familia tradicional, hay una gran variedad de familias en las que la madre es jefa del hogar, o la abuela o los abuelos, o un tío, tía
1.3. Familias funcionales y disfuncionales
Familia es una palabra que solo con oírla puede evocar, en todo aquel que la escucha, una idea positiva o negativa. Algunos tendrán la visión idílica de un padre y una madre conversando cómodamente sentados en un sillón, mientras hijo e hija juegan tranquilos sobre la alfombra. Otros, según haya sido su experiencia, podrían imaginar a un padre y una madre discutiendo violentamente y a sus hijos llorando asustados. Es que la familia no es algo estático sino dinámico y así como puede llegar a tener el potencial para educar, proteger a sus miembros y brindarles plenitud, también puede resultar el elemento más dañino para ellos.
Es muy común en la actualidad escuchar hablar de familias disfuncionales, pero ¿qué significa esto? ¿Una familia disfuncional será la que tiene como figuras paternas a los abuelos, tías o hermanos? ¿Serán las familias donde solo está presente uno de los padres? ¿O quizá son las familias donde los hijos no son los biológicos sino adoptados?
¿O las familias en las que no hay hijos e hijas?
Una vertiente opina que en realidad la funcionalidad o disfuncionalidad tiene que ver con las funciones que cumple o no cumple la familia, como la enseñanza de valores, el desarrollo de la personalidad y el crecimiento adecuado de sus miembros, y no con la conformación o estructura del sistema en sí. Desde esta perspectiva, se denominan familias funcionales a aquellas en las que el amor entre sus miembros se demuestra de una manera abierta y espontánea y en la que cada uno de estos asume la responsabilidad de sus actos.
White J., líder cristiano evangélico y doctor en psiquiatría advierte: "Hace poco me pidieron que diera un seminario sobre "Una familia integrada en un mundo desintegrado". El seminario estaba dirigido a cristianos, muchos de los cuales deben haber dado por sentado que el cristianismo produce de hecho la reconciliación de las familias fragmentadas. Es posible. Pero es igualmente cierto que puede generar nuevas tensiones y lealtades en conflicto. "No penséis que he venido a traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada", afirmó Jesús. "Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre ( ) los enemigos del hombre serán los de su casa" (Mateo
10.34-36)" (2007, P.130).
Esto nos plantea una pregunta: ¿Cuál es la perspectiva de la Biblia sobre la familia? A lo largo del Antiguo Testamento se nos hace ver su importancia. ¿Se vuelve menos importante en el Nuevo Testamento? ¿Cambia las cosas la venida de Cristo? Trabajadores sociales, consejeros matrimoniales, psicoanalistas, terapeutas familiares y psicólogos, todos proclaman la importancia de la unidad familiar. Es cierto que se levantan voces prediciendo la muerte de la familia. Pero son voces solitarias, apenas escuchadas en el clamor general. Podrá haber distintas teorías acerca de cómo funcionan las familias, pero hay una opinión casi unánime de que deben funcionar, por cualquier medio.
¿No deberían entonces estar los cristianos a la vanguardia en la curación de las familias desunidas?, continúa White, por supuesto que sí. Pero por más importante que sea la familia, hay cosas que todavía lo son más. Si la unidad en la familia solo puede existir al precio de sacrificar la lealtad de sus miembros hacia Jesucristo, entonces lo bueno se ha vuelto el enemigo de lo mejor. Usted debe ser leal a Cristo cueste lo que cueste. No puede haber componendas. Otras ideologías (el comunismo, el fascismo, el capitalismo y otras) han reclamado de sus miembros una lealtad superior hacia el partido que hacia las relaciones familiares. Hay una sola persona que puede hacer un planteo tan vasto, y es el Dueño del Universo, el Señor de señores y el Rey de reyes.
Desde la creencia de este psiquiatra, Dios creó a la familia y la diseñó de manera que funcionara mejor cuando todos sus miembros estuvieran en buena relación con Él. De todas maneras, puede funcionar sin que se cumpla esta premisa. Nunca tan bien como cuando Él ocupa el lugar que le corresponde en la familia, pero sorprendentemente bien, de todos modos. Las familias no cristianas todavía pueden funcionar así (2007, pp. 130132).
1.4. Familia: productor-producto e institución-instituida
El proceso de transformación cultural en nuestro mundo evoluciona a lo largo de dos grandes ejes bipolares: "La oposición entre globalización e identificación y la brecha entre individualismo y comunalismo. Individualismo es el conjunto de valores y creencias que da prioridad a la satisfacción de las necesidades, deseos y proyectos de cada individuo en la orientación de su comportamiento. Comunalismo es el conjunto de valores y creencias que sitúa al bien colectivo de una comunidad por encima de la satisfacción personal de cada uno de sus miembros" (Castells, 2009, p.166).
El modelo hegemónico que se consolida con el capitalismo va rompiendo los lazos de solidaridad comunitarios en nombre de las libertades y derechos individuales, y deposita en la familia la responsabilidad social por las conductas individuales de sus miembros (idea no textual, Alberti, 1993, p.12). De tal manera que se trata a esta como una estructura funcional autosuficiente, aislada del contexto en el que inscribe su vida.
Al enfatizar en el modelo de familia como productora, se la coloca en un lugar de vulnerabilidad ante los cambios sociales, laborales, económicos que impactan su estructura con mayor presión que cuando se la reconoce como un producto de los factores externos que actúan para su formación y desintegración. Por eso, resulta más común relacionar y estudiar al sujeto en familia, como por ejemplo, al menor y su familia, el alcohólico y su familia, el anciano y su familia, que verla como productora y producto.
Nos dice White (2007):
No hay un solo factor que determina el desarrollo de un niño. Los antropólogos y sociólogos simplemente confirman la poderosa influencia que ejercen en el desarrollo los rápidos cambios sociales, los medios de comunicación masiva y la presión de los pares ( ) en nuestro medio encontramos que hay influencias culturales que compiten en forma estridente con la influencia familiar (p. 30).
En las familias tribales primitivas, como las que estudió la antropóloga Margaret Mead en From the South Seas (N. York, 1936), la cultura y la familia eran homogéneas por eso pudo concluir que las dos tribus estudiadas tenían características tan opuestas una hostil y agresiva y la otra pacífica y amable, por las diferentes crianzas. Mientras que en nuestro medio se encuentran influencias culturales que compiten con la influencia familiar.
1.5. Cambios en la estructura familiar
Hasta mediados del siglo XX, el modelo familiar de Occidente compartía las siguientes características: la existencia del matrimonio formal con relaciones sexuales limitadas al ámbito conyugal, el poder del marido sobre la esposa, de los padres sobre los hijos y de los ancianos sobre los jóvenes.
En las últimas décadas del siglo XX, este modelo empezó a cambiar a una velocidad extraordinaria. El número de divorcios se triplicó en países como Bélgica, Francia o los Países Bajos y alcanzó cifras espectaculares, un divorcio por cada dos o tres bodas, en Gran Bretaña y EUA. El número de hijos por familia descendió muy rápidamente y las parejas con uno o ningún hijo se hicieron habituales. También se incrementó la cantidad de gente viviendo sola. En muchos países, uno de cada cuatro hogares está formado por una persona sola, y en algunas ciudades grandes o entre las familias de gente de color de los EUA, las familias monoparentales representan más de la mitad de los hogares.
Los cambios en las relaciones de pareja, en los hábitos sexuales y en el rol de la mujer, junto con otras transformaciones en la sociedad, impulsan los cambios en la estructura familiar. Hasta los años 60, las leyes, la religión, los hábitos y las costumbres imponían muchas restricciones. Sin embargo, durante las décadas del 60 y 70 la legalización de los anticonceptivos; la despenalización del aborto, de la homosexualidad, del adulterio; la legalización del divorcio y la igualdad legal de los hijos e hijas habidos dentro y fuera del matrimonio, dieron paso a una nueva concepción de las relaciones personales, sentimentales, sexuales y familiares.
En la actualidad ya no hablamos únicamente de la familia tradicional: mamá, papá, hijos. El concepto se amplió a familias ensambladas, abuelos criando nietos, hermanos criando hermanos, madres criando hijos y padres criando hijos. Las familias ensambladas, que se inician a partir de segundas nupcias, y que integran los hijos e hijas de cada uno de los progenitores, enfrentan condiciones especiales en relación con el modelo convencional de familia biológica.
Los cambios en la familia están directamente vinculados con los fenómenos culturales más importantes de la sociedad occidental: el individualismo y el endiosamiento del consumo. El credo de nuestra época podría muy bien sintetizarse de la siguiente manera: Cada persona es única, cada uno de nosotros tiene o debería tener derecho a crear o construir una forma de vida para sí y hacerlo a través de una elección libre, abierta y sin trabas. La campaña de Personal encarna a la perfección esta religión:[12]
2.1. Sociedad, consumismo y el ritual de la TV
La revolución industrial y el capitalismo impactan fuertemente en la familia al punto de consolidar el modelo de familia cultural nuclear (madre, padre, hijos), la división sexual y social del trabajo (el hombre proveedor de bienes y la mujer reproductora social de la especie), creando así la separación entre el mundo social y el mundo doméstico. El mundo de lo público queda ligado al trabajo y el mundo de lo privado a la familia.
El rito cotidiano de mirar televisión le comunica a la sociedad estadounidense que desde sus livings confortables van a encontrar descanso, disfrute y felicidad. Sin embargo, cuando el ciudadano estadounidense regresa a su casa, exhausto, después de una jornada laboral, lo que encuentra frente al televisor no es precisamente descanso sino una mayor exposición a programas y publicidades diseñados especialmente para incentivar la insatisfacción, el consumo y el individualismo. Los medios masivos de comunicación legitiman de esta manera la ideología de producción capitalista.
Según Pievi (2009):
En la vida cotidiana los seres humanos aprendemos mucho más de lo que creemos o pensamos, y justamente este conjunto de creencias, conocimientos alternativos, normas, reglas de juego, valores, es lo que orienta a la mayoría de las acciones que desarrollamos en nuestras actividades diarias, y es lo que nos constituye como personas correspondientes a una cultura y a una sociedad determinada. Vemos televisión, escuchamos radio, "navegamos" en Internet, leemos diarios y revistas, compartimos una infinidad de situaciones de comunicación donde constantemente estamos aprendiendo. En este proceso podemos ver hasta qué punto una comunidad se ha apropiado de un valor, de una creencia, cómo se han construido representaciones sociales (RRSS) y, en tal caso, como ha sido el proceso para llegar a la legitimación de las mismas (pp. 53-54).
La dialéctica que se da entre los hombres, las mujeres y las publicidades, como medio de comunicación, genera RRSS para la sociedad estadounidense en la que el consumo es incentivado por el rito de la televisión.
Manuel Castells señala que: "la base fundamental de la globalización cultural es la cultura del consumismo que se encuentra directamente relacionada con la formación de un mercado global. Para que se globalice el capitalismo la cultura de la mercantilización debe estar presente por todas partes" (2009, p.168).
De tal manera que mientras entre 1945 y 1975 la cultura era una superestructura y las entidades culturales eran todavía algo excepcional, ya en 2005 las manifestaciones culturales están por todas partes como información, como artículos de marca, como servicios de transporte y ocio. Progresivamente las entidades culturales pasan de ser la excepción a ser la regla. La cultura está tan omnipresente que desborda. La superestructura[13]se infiltra en la propia infraestructura, transformándola, y acaba dominando la economía y la experiencia en la vida diaria (idea no textual, Castells, 2009, p.165).
2.2. Desde los EUA hasta lo último de la Tierra
A principios del siglo XX la familia es vista como un estamento primario, necesario y básico para la constitución de la sociedad. En la "familia moderna" los papeles están claramente asignados y se relacionan con la reproducción de la sociedad en un espacio "micro" (Carballeda, 2001, p.57). Pero hacia fines del siglo XX se avanza en el proceso de individualización en un mundo que, según Hobsbawm (1997), se centra en los Estados Unidos, se convierte en una unidad económica operativa global y profundiza la pérdida de vínculos entre generaciones (idea no textual).
Es a partir de 1960 que las familias tradicionales de los EUA van sufriendo cambios estructurales extremos con aumento de dos dígitos en los porcentajes de divorcios, nuevos matrimonios, novios cohabitando y familias monoparentales (Cherlin, 1992). En este lapso de tiempo se produjeron transformaciones sociales y cambios de paradigmas que nos acompañan hasta la actualidad.
Furstenberg (2013) expresa que los cambios ocurridos en la familia estadounidense en las últimas décadas han sido realmente impresionantes, cualquiera sea el criterio histórico que se considere. Puede decirse con cierto fundamento que ninguna época comparable, exceptuando tiempos de guerra, ha visto cambios tan rápidos en la conformación de los hogares y el comportamiento de las familias. Estos cambios sobresalen, sin duda, debido al hecho de que hace varias décadas predominaba, como en ninguna otra época, un tipo de familia: la gran mayoría de los estadounidenses vivían o aspiraban a vivir en familias nucleares, una forma que ahora, irónicamente, se considera la familia "tradicional".
En la década de los "50s y principios de la de los "60s, antes de que se produjera la revolución en los roles de género, eran frecuentes las quejas sobre la precipitación de los jóvenes a casarse a muy temprana edad, la segregación de las mujeres en los barrios residenciales de las afueras de la ciudad, la excesiva dependencia de los niños respecto de sus padres, el tratamiento demasiado indulgente hacia los jóvenes, y la cantidad de matrimonios vacíos de afecto (Bell y Vogel, 1968; Coser, 1964; Winch, 1963). Se sostenía que estas características de la familia nuclear contribuían al creciente problema de la delincuencia, a las relaciones sexuales prematrimoniales y a la deserción escolar entre los jóvenes. Cuando finalmente estalló la revolución en los roles de género, se aducía que el carácter excesivamente afectivo de la familia nuclear contribuía a la disconformidad de los jóvenes de fines de la década del 60 y de los años 70 (Flacks, 1971; Slater, 1970).
Se puede decir que el conjunto de transformaciones que ha experimentado la familia en el mundo occidental constituye una de las manifestaciones más importantes del cambio social contemporáneo. En pocas décadas, el modelo de familia afianzado en la inmediata posguerra, ampliamente difundido bajo el rótulo de "familia nuclear", fue cediendo espacio a una creciente diversidad de formas y estilos de vida familiares. A consecuencia de los cambios ocurridos en la formación y disolución de las familias y en la inserción laboral de las mujeres, las bases del modelo "parsoniano"[14]fueron seriamente cuestionadas, tornando inviable la existencia de un modelo único de familia. Al lado de la nuclear "tradicional", comenzaron a cobrar relevancia numérica y social las familias monoparentales y las "reconstituidas o ensambladas". Paralelamente, la creciente desinstitucionalización de la familia implicó que los vínculos familiares "de facto" le ganaran terreno a los lazos legales. Estas transformaciones se iniciaron en Europa y EUA a mediados de la década de los 60"s e inicios de los años 70"s, extendiéndose a la gran mayoría de los países occidentales en los últimos años del siglo XX (UNICEF – UDELAR, 2003).
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