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Panorama de la eclesiología de Monseñor Romero en su segunda carta pastoral "La Iglesia Cuerpo de Cristo en la historia" (página 4)


Partes: 1, 2, 3, 4, 5

Monseñor Romero reconoce que la Iglesia por muchos años había vivido impregnada de un dualismo existencial excluyente sobremanera. No ponía atención a la historia de los hombres y mujeres de este mundo. Aclara que no es oportunismo lo que la Iglesia está haciendo, ni mucho menos la Iglesia se ha convertido en una veleta movida por el viento. La razón fundamental, por la que la Iglesia tiene esa nueva concepción de la historia de los hombres es por una intuición bíblica, según lo que dice Romero:

Es porque ha recobrado eficazmente la intuición, que recorre todas las páginas de la Biblia, de que Dios está actuando en la historia humana. Y por eso, debe tomar muy en serio la historia de los hombres[149]

La Iglesia siempre se ha ocupado de alguna manera de la historia de la salvación, ha aludido a los hechos históricos que han suscitado la fe, ya sea en el plano judío como cristiano. Por ejemplo: en el credo y en la tradición siempre está como centro la encarnación, vida, pasión y muerte de Jesucristo; así también, la Iglesia se ha preocupado por ubicar históricamente los hechos salvíficos, o de estar convencida de la institución histórica de los sacramentos. Dice Ellacuría que sobre este tema hay dos posturas distintas entre los estudiosos de la historia de la salvación: unos se preocupan por estudiar el carácter histórico de los hechos salvíficos y otros se inclinan por estudiar el carácter salvífico de los hechos históricos[150]Se podría decir que Monseñor Romero, aunque no es un teólogo riguroso, en su visión pastoral hay un equilibrio entre las dos pasturas. Por lado profundiza el tema de la historicidad de lo hechos salvífico, lo que hemos reflexionado anteriormente; por otro lado, alude que los hechos históricos, muchas veces, carecen de una dimensión salvífica, es decir, teniendo la convicción que el Dios de Jesús ha intervenido oportunamente en la historia humana, y que por eso precisamente que no hay dos historias, aparece, sin embargo, el misterio de la iniquidad, que oprime la mundo de los hombres.

b) El pecado en el mundo.

La presencia de la Iglesia en el mundo implica una lucha histórica contra el misterio de la iniquidad, el cual se concretiza en rostros concretos, en estructuras de pecados, que en fondo radican en lo más profundo del corazón humano: "La relación de la Iglesia con el mundo como "sacramento universal de salvación" define su firme posición contra el pecado del mundo y fortalece su severo llamado a la conversión"[151]. Monseñor Romero describe el misterio del mal como el lado oscuro del mundo traducidos en abismos del mal y que tiene consecuencias graves como "el fracaso del mundo, la degradación del hombre y la deshumanización"[152]. Con el pecado, expresa en la carta, hay un rompimiento en la historia: La historia deja de ser historia de salvación, rompe la unidad de los dos historias". Bien hemos señalado con antelación que en El Salvador había una situación de pecado que en realidad afectaba o tenía que ver con la en la división histórica que existía entre ricos y pobres Ahora bien, es importante descubrir que significa pecado para Romero, y saber así de lo que nos esta hablando:

– Pecado.

Empieza definiendo un concepto general de pecado, acentuando sobre todo su gravedad por las consecuencias: "El pecado es, ante todo, un acto del individuo que en lo más profundo de su voluntad niega y ofende a Dios. Pero la Iglesia de hoy acentúa más que ante la gravedad del pecado por sus consecuencias sociales"[153].entonces el pecado es ante todo algo del individuo, y no de otra manera, sin embargo, no hay pecado individual que no tenga consecuencias sociales. Cuando un hombre peca se produce un herida interior, que agrava, de cierta manera, la concupiscencia afectada ya por el pecado original, pero la ruptura o el daño se extiende a una escala exterior, es decir, se produce una herida social y eclesial: La malicia del pecado interior cristaliza en la malicia de las situaciones externas e histórica[154]En sintonía con el magisterio latinoamericano, Monseñor Romero hace una alusión, que corresponde históricamente al continente americano:

Medellín ha subrayado esta trágica realidad del pecado relacionando sus dos dimensiones: "la falta de solidaridad, que lleva en el plano individual y social, a cometer verdaderos pecados, cuya cristalización aparece evidente en las estructuras injustas que caracterizan la situación de América Latina" (Justicia, n. 2)[155].

Entonces Romero no sólo habla de pecados individuales, sino de "estructuras de pecado", las cuales infligen la opresión, la mentira y la injusticia a las mayorías del continente. En este sentido hay un pecado fundamental: "El pecado fundamental de nuestro tiempo, para nuestro Continente, no duda en afirmar que "esa miseria, como hecho colectivo, es una injusticia que clama al cielo" (Justicia, n. 1)". Y esta es una realidad muy dura, con la cual la Iglesia debe enfrentarse, de manera profética y utópica, en el marco de la historia.

– Pecado social.

Monseñor Romero también saca a luz el concepto de pecado social: "Pero ha vuelto a recordar lo que, desde sus comienzos, ha sido algo fundamental: el pecado social, e decir, la cristalización de los egoísmos individuales en estructuras permanentes que mantienen ese pecado y dejan sentir su poder sobre las grandes mayorías". Entonces, el pecado no es una realidad meramente teológica, sino que es una situación histórica, y que sus consecuencias son graves, porque haces que las grandes mayorías del continente estén sometidas bajo una cruz opresora, inflingida por intereses minoritarios.

c) La Iglesia tiene que llamar a la conversión.

Ya hemos visto como Monseñor Romero ha tocado el tema de la unidad de la historia y su dimensión salvífica, y como también hay un rompimiento dentro de esta historia por hechos humanos individuales y colectivos, carentes de salvación, es decir la presencia del misterio de la iniquidad en el mundo. En un tercer momento, tratando el tema de la Iglesia como sacramento universal e histórico de salvación, toca el tema de la conversión: "En esta nueva época de la historia de la Iglesia, se ha hecho más evidente lo que siempre ha sido verdad: la necesidad de conversión"[156]. Para él, este tema surge de la nueva relación que la Iglesia tiene con la historia humana, de mirar hacia fuera, el pecado del mundo; anota que la conversión de la que esta tratando en la carta tiene un matiz muy particular, el cual consiste, en recalcar que la conversión debe ser, en primer lugar, para la Iglesia misma, esto es, dice Óscar, algo novedoso históricamente, y afirma categóricamente en que consiste la conversión:

La Iglesia ha recobrado el más originario lugar para la conversión, volver "nuestra alma hacia los más humildes, los más pobres, los más débiles, e imitando a Cristo, hemos de comparecernos de las turbas oprimidas por el hambre, por la miseria, por la ignorancia, poniéndola constantemente ante nuestros ojos a quienes, por falta de los medios necesarios, no han alcanzado todavía una condición de vida digna del hombre" (Mensaje de los Padres del Concilio Vaticano II a todos los hombres, 21-X-62, n. 9)[157].

Según lo que Romero diserta en esta carta, la conversión de la Iglesia tiene coordenadas muy concretas, estas son los pobres oprimidos y necesitados de liberación; Ella no puede pasar desapercibida de las grandes mayorías empobrecidas y oprimidas sin caer en el pecado o hacerse cómplice directo de los opresores de este mundo. No puede cerrar los ojos a las injusticias sin mancharse las manos, no puede ser sorda al clamor de liberación de los pueblos latinoamericanos sin ser opresora y homicida, en fin su conversión depende de la solidaridad con los pobres de este mundo, del estar con ellos, del ser con ellos bienaventurados, porque juntos se abren al Reino de Dios. Del estar unidos a Cristo desde los pobres, por la caridad que apremia a los seguidores de Jesús, caridad que engendra compromiso y solidaridad con las victimas de este mundo:

Y en ese encuentro con el mundo de los pobres es donde ha encontrado la más apremiante necesidad de conversión. La caridad de Cristo que apremia (2 Cor. 5, 14) se hace clara exigencia ante el hermano en necesidad (1 Jn. 3, 17)[158].

No perdamos de vista que Monseñor Romero siempre estuvo al lado de los pobres, incluso hay testimonios de que en San Miguel le llaman comunista porque pedía justicia para los pobres[159]y vivía una caridad asistencial muy comprometida con ellos. Pero hoy la solidaridad con los pobres y la justicia social, gracias al Concilio y a Medellín, toman con Romero una dimensión a nivel eclesial.  

4. La actuación de la Iglesia frente a la realidad nacional y eclesial, según lo que dijo Monseñor Romero en la carta pastoral: "La Iglesia, Cuerpo de Cristo en la Historia".

Monseñor Romero reconoce que el juicio que ha hecho sobre la Iglesia es una eclesiología que se ha encarnado en la Arquidiócesis de San Salvador, fruto del trabajo Monseñor Luis Chávez y Gonzáles, junto con el Concilio Vaticano II y Medellín y de la persecución ejercida en contra de la Iglesia y del pueblo salvadoreño. Ahora en su tercer capítulo quiere profundizar sobre dicho tema, y exponer cual debe ser la actuación de la Iglesia frente a tales atropellos. Pues a groso modo, resume en tres ideas lo que llama la primera clase de persecución (difamación): primero, a la Iglesia se le acusa de predicar el Odio y la subversión; segundo, a la Iglesia se le acusa de ser marxista; y tercero, a la Iglesia se le acusa de sobrepasar los límites de su misión para meterse en política[160]en un segundo momento habla sobre la persecución directa, violenta y concreta en contra de la Iglesia y el pueblo salvadoreño.

4.1 La Iglesia frente a la difamación y la calumnia.

4.1.1 La Iglesia frente a la calumnia de "predicación del odio y la subversión".

Para Monseñor Romero la mejor actitud que la Iglesia debe tener cuando le acusan de predicar el odio y la subversión es aclarar y definir muy bien de donde proviene esa calumnia y desde allí revelar la verdadera predicación eclesial.

De hecho tal calumnia en contra de la Iglesia puede tener un doble origen. Puede, en primer lugar provenir de la ignorancia, la cual no permite ver con claridad la verdadera misión de la Iglesia, fruto de no ser críticos con los medios masivos de comunicación que estaban difamando al arzobispo, a los sacerdotes y catequistas. En segundo lugar, la calumnia y la difamación es producto de intereses minoritarios y egoístas de la oligarquía del país, que junto con el imperio norteamericano presionaban al gobierno salvadoreño tener una política de seguridad nacional en contra de todo aquello que amenazara al gran capital.

Ahora bien, Monseñor Romero deja claro que la Iglesia en ningún momento a predicado el odio o la subversión, ni en los momentos más dolorosos y sangrientos en contra de la arquidiócesis de San Salvador o del pueblo salvadoreño: "En ningún momento, ni aún en las situaciones más dolorosas de sacerdotes asesinados y de fieles cristianos muertos o desaparecidos, la Iglesia ha llamado al odio ni a la venganza"[161]. En ese caso, resulta ser una tremenda mentira la posición oficial del gobierno y de los ricos de este país cuando le atribuían tremenda calumnia a la Iglesia de San Salvador.

a) La Iglesia predica el amor al estilo de Jesús.

En la eclesiología de Monseñor Romero afirmábamos que entre la persona y misión de Jesús y la Iglesia había una conexión intrínseca, teológica e histórica; en este sentido, la Iglesia hace presente el Reino de Dios predicado e instaurado por Cristo, y la lógica de Jesús con respecto al odio y la persecución es el amor y el perdón el lo ha dicho en su carta pastoral:

La Iglesia ha seguido predicando el mandamiento de Jesús "amaos los unos a los otros" (Jn. 15, 12). Este es el mandamiento al que la Iglesia no puede renunciar ni ha renunciado, tampoco en los últimos meses; aún, ha recordado que "hay que orar por los que persigue y calumnian" (Mt. 5, 44).

Entonces la misión del Iglesia en esta situación grave de pecado y persecución, es estar dispuesta a dar la vida por todos, incluso por quienes la persiguen, todo y cuando sea por la conversión y la liberación del pecado y sus consecuencias. Esta perspectiva, según lo que hemos descubierto en el pensamiento de Romero, va en dos líneas distintas entre si, pero que se relacionan simultáneamente.

– El amor de Dios para los ricos y poderosos.

El amor de Dios, según lo que dice Romero, debe extenderse a todos, pobres y ricos, aunque con matices distintos entre si. Pues el amor a los ricos debe buscar la conversión de su corazón, con el Espíritu de Jesús. Entonces el contacto que la Iglesia, sacramento de Cristo, debe suscitar un cambio, una metanoya. Al estilo del relato neotestamentario de Zaqueo, el cual, se sintió tocado por Jesús y estalló en generosidad, así lo poderosos y ricos se estarían convirtiendo en la mediada que se solidaricen con los más pobres y oprimidos de su país, en cuanto promuevan a los demás seres humanos, en cuanto ellos se humanicen y renuncien a la injusticia y ser opresores del pueblo.

– El amor preferencial por los pobres.

Si bien el amor de Dios se extiende a todos, no significa que éste sea imparcial. Dios tiene cierta preferencia por lo débil de este mundo, por los pobres, por los que sufren por los oprimidos. Entonces la Iglesia cuando hace presente el amor de Cristo entre los pobres tiene por objetivo defenderlos de la injusticia, de la mentira y de la opresión de los poderosos, para defender sus derechos fundamentales, para que tengan una vida más humana; aunque también la Iglesia tiene la labor de llamarlos a la conversión, devolviéndoles al mismo tiempo su dignidad y esperanza.

Por ello es cierto que la Iglesia, como Jesús, debe extender su amor a ricos y pobres; con todos ellos debe sentarse a la mesa, pero con el espíritu de Jesús. El entró en casa del rico Zaqueo en busca de la salvación de su casa (Lc. 19, 9). Y Zaqueo devolvió el cuádruplo de los bienes defraudados y entregó la mitad de sus bienes a los pobres. Y Jesús se sentó a la mesa de los pobres y pecadores para defender sus derechos, llamándolos también a la conversión"[162].

Entonces, la Iglesia, con la verdad, la vida y el amor de Jesús, quiere humanizar al país, devolviendo la humanidad a quienes la han perdido, ya sean opresores u oprimidos, y para ellos habría que buscar los medios eficaces para lograrlo.

b) Dos palabras de Monseñor Romero con respecto a la violencia.

Monseñor Romero hace un recordatorio esclarecíente con respecto a la situación de violencia real que El Salvador estaba viviendo entonces: Reconoce por una lado que en el país hay una violencia institucionalizada, es decir, una situación de violenta, permanente y estructurada; y en este contexto social, toda palabra en contra de esa situación sonará violenta también, aunque ésta sea de paz o de amor, y la estructura violenta se lanzará en contra de ella. Sin embargo, la Iglesia no puede renunciar a predicar la paz, el amor, la justicia, la liberación y la reconciliación, en este sentido la única violencia de la Iglesia es predicar el mensaje de Jesús. "Iglesia sabe que cualquiera palabra en esta situación, aun cuando esté realmente guiada por el amor, esa palabra sonará violenta. Pero a esta palabra tampoco puede renunciar[163]Es la dimensión profética insoslayable de la Iglesia, la cual tiene que hacer eficaz la Palabra de Dios en su contexto histórico y poder decir: ¡Esta Palabra sea ha cumplido hoy delante de ustedes!

4.1.2 La Iglesia frente a los que la llaman "marxista".

De hecho el marxismo es una realidad muy compleja, empieza afirmando el este arzobispo. Pero en realidad como calumnia en contra de la Iglesia resulta ser muy presuntuosa. Pero frente a ellos lo que hace Monseñor es ratificar la posición de la Iglesia frente a las ideologías.

a) La Iglesia no es marxista.

Dice Romero que la Iglesia Jamás puede identificarse con ninguna ideología de este mundo, ya que su fundamento y su configuración esencial y existencial radica en la relación intrínseca, teológica e histórica con la persona y misión de Jesucristo, y en este sentido la Iglesia no es marxista, ya que esta ideología en si es atea y materialista. Eso no es todo, el juicio de la Iglesia, según lo que nos describe la carta pastoral, tiene un juicio severo también con la ideología del capitalismo, por ser al mismo tiempo materialista y como tal resulta ser incompatible con la Fe.

El marxismo, en cuanto ideología atea es incompatible con la fe cristina. Esa convicción es constante en la historia de la Iglesia. La Iglesia no puede ser marxista en este sentido. El problema real, sin embargo, consiste en que a la tradicional condenación del ateísmo marxista, la Iglesia añade ahora igualmente la condenación del sistema capitalista, al que se denuncia también como uno de los materialismos prácticos[164]

Según con lo que se esta diciendo, la Iglesia no puede confundirse con ninguna ideología, y por lo tanto no se podría identificar con ninguna identidad que tenga a la base esencial y existencial una de ella. Esto no quita que la Iglesia pueda reconocer en dichas entidades cosas buenas y nobles, y que no pueda relacionarse con ella, lo puede hacer, incluso colaborando para que esta mundo sea mejor.

b) Objetivo del juicio de la Iglesia con respecto a las ideologías.

El objetivo de la Iglesia al emitir un juicio sobre las distintas ideologías, según los que nos describe Monseñor en su carta pastoral, es doble: primero, lo que hace en la línea de su interés ético por la fe; segundo, y el más importante, es defender los derechos fundamentales de la persona en el ejercicio de los bienes materiales, para que los hombres puedan vivir con dignidad.

4.1.3 La Iglesia ante quienes le acusan de meterse en política.

La acusación más burda en contra de la Iglesia es decir que ella se mete en política, cuando no le incumbe esa labor. Es una equivocación muy grande. De fondo, deja entrever Romero, que en la mentalidad de muchos hay una confusión muy terminológica: nos referimos al hecho de reducir la palabra política a partido político, cuando entre esas expresiones hay diferencias hay diferencias esenciales, aunque se relacionen necesariamente. Y es cuando este Obispo invita a recordar la correcta relación entre vida política e Iglesia.

  • a) la actuación de la Iglesia repercute en la sociedad.

Romero afirma que la actuación de la Iglesia repercute en la sociedad porque es la actualización real de la persona y misión de Jesús de Nazareth, pero esa actuación de la Iglesia no debe confundirse con el tecnicismo de los partidos políticos o de la política partidaria.

Es comprensible que el mensaje y la actuación de la Iglesia, por ser el mensaje y la actuación de Cristo, tenga repercusiones muy vivas en la sociedad en que vive y en lo que puede denominarse como político. Pero la actuación de la Iglesia no tiene, como mecanismos suyos apropiados, los llamados partidos políticos o agrupaciones equivalentes. Enfáticamente ha repetido la Iglesia que ella no hace política partidista[165]

Entonces, es claro que la Iglesia tiene su propio ámbito en lo que se refiere al campo temporal, es una iluminación desde la fe, y los partidos políticos son los que técnicamente hablando están llamados a realizar la política a favor del bien común.

b) La correcta relación entre Iglesia y comunidad política.

La relación que existe entre la comunidad política e Iglesia es un factor que empezó a retomarse seriamente en el siglo XIX, cuando la Iglesia tuvo que enfrentarse con el mundo moderno, reflexión centrada en la realidad occidental. Dicho cometido evolucionó enormemente en el siglo XX, de manera especial con el Concilio vaticano II, en donde la Iglesia se comprende a si misma desde su misión en el mundo, la cual consiste en anunciar el evangelio de salvación, incluso en lo temporal, ya hemos dicho que Romero reflexionó sobre la Iglesia como sacramento histórico de salvación, en esta línea Monseñor Romero quiere dejar claro cómo debe ser esta relación de comunidad política e Iglesia:

– Autonomía de ambas comunidades:

A la base de toda esa relación debe salvaguardarse la autonomía de la Iglesia y de la comunidad política. En este sentido cada una tiene su propio campo de trabajo, en lo referente a su propio ser, pero se debe dejar claro que las dos están al servicio de la dignidad y vida de la persona humana:

Ambas comunidades coinciden en el destinatario de sus esfuerzos, porque las dos, aunque con diverso título, están al servicio de la vocación personal y social de los mismos hombres De ahí que la Iglesia proclama como ideal, que, mantenimiento cada una su propia autonomía[166]

Los hombres no son ajenos al actuar de la Iglesia, ya que ésta quiere, según su misión, la salvación integral para toda la humanidad, detrás de estas afirmaciones hay una autentica visón sobre el hombre, que parte de la íntima unión entre revelación de Dios y revelación del hombre, la cual nos muestra la verdad plena sobre el ser humano en su relación con la naturaleza y la sociedad.

– Una sana cooperación.

Si la comunidad política y la Iglesia tienen como centro el bien para la persona humana, entre ellas debería haber una sana cooperación: "existe entre ella y la comunidad política "una sana cooperación" para prestar con mayor eficacia ese servicio a los hombres"[167]. Pero la Iglesia aparte de esa sana cooperación debe tener la libertad suficiente para ejercer sin traba su misión en el mundo, y pronunciarse en lo referente al orden político, no puede verse cohibida de ninguna manera:

Pero además de esa deseada colaboración, la Iglesia tiene derecho y la obligación de pronunciarse también sobre el mismo orden político: "siempre y en todas partes es de justicia que (la Iglesia) pueda predicar con libertad la fe, enseñar su doctrina social, ejercer sin trabas su misión entre los hombres e, incluso, pronunciar el juicio moral, aún en los problemas que tienen conexión con el orden político, cuando lo exijan los derechos fundamentales de la persona[168]

Y este pronunciamiento lo tiene que hacer par suscitar el bien de todos, y en coherencia con cada momento histórico que este viviendo, y la piedra de toque será defender la misión de la Iglesia y la dignidad de la vida de toda persona humana.

4.2 La Iglesia frente a la persecución sangrienta en contra de ella.

Monseñor define exactamente como persecución en contra de la Iglesia a toda acción que impide que ésta realice la misión de anunciar y realizar el Reino de Dios en el mundo.

La Iglesia, dije antes, no es un fin en sí misma, sino que está al servicio de su misión. Lo más profundo de la persecución a la Iglesia consiste en imposibilitarle llevar a cabo su misión y en atacar a los hombres a quienes ella se dirige con una palabra de salvación[169]

En esta línea hablaba que en El Salvador existía una verdadera persecución cuando había asesinatos selectivos de sacerdotes, religiosos y laicos que estaban realizando su misión, asimismo la expulsión o negación migratoria en el país, esto sumado a la difamación por los medios de comunicación de la que hablábamos anteriormente. Pero ante todo, Romero ve en estos ataques un signo visible que la Arquidiócesis de San Salvador estaba siendo fiel a su misión con respecto al Reino de Dios, a ser cuerpo histórico de Jesús.

La Iglesia, dije antes, no es un fin en sí misma, sino que está al servicio de su misión. Lo más profundo de la persecución a la Iglesia consiste en imposibilitarle llevar a cabo su misión y en atacar a los hombres a quienes ella se dirige con una palabra de salvación.

Monseñor Romero hablaba, por lo menos en lo que vemos en la carta, de tres actitudes de la Iglesia frente a la persecución: La fidelidad y la disposición a la misión, la unidad en medio de la persecución y mantener en alto la esperanza en medio del sufrimiento y la muerte.

4.2.1 La fidelidad y la disposición a la misión.

La misión de la Iglesia, hemos dicho antes, es el anuncio del Reino de Dios y su realización en el mundo, el de ser Cuerpo histórico de Jesús. Pero en el caminar misionero esta labor se topa con el misterio de la iniquidad, el cual se lanza en contra del mensaje de salvación para destruirlo. Pero la Iglesia debe mantenerse fiel y dispuesta a la misión hasta sus última consecuencias.

Es importante recordar también que se persigue a la Iglesia porque quiere ser en verdad la Iglesia de Cristo. Mientras la Iglesia predique una salvación eterna y sin comprometerse en los problemas reales de nuestro mundo, la iglesia es respetada y alabada, y hasta se le conceden privilegios[170]

Pero es importante que ser fiel y dispuestos a la misión implica mantenerse en la verdad del Evangelio, entendido como el anuncio de la Buena noticia de Jesús de Nazareth, crucificado y resucitado, y que persevera en con su Espíritu en la Iglesia de manera histórica, de la misma manera implica no devolver mal por mal, sino predicar la conversión a los perseguidores y orar por ellos. De ninguna manera la Iglesia puede aceptar la violencia como respuesta a la persecución de la oligarquía y del gobierno salvadoreño, sino mantener la profética y liberadora a favor de todos los salvadoreños, especialmente los más pobres y oprimidos de este país.

4.2.2 La unidad en medio de la persecución.

La unidad de la arquidiócesis es un fruto, según Romero, de la persecución en contra de la Iglesia. Y en realidad así lo es, es más, si quisiéramos encontrar un momento histórico en el que podamos ubicar tal fenómeno, mencionaríamos, sin temor a equivocarnos, el 12 de marzo de 1977, con el martirio del P. Rutilio Grande, hasta podemos decir que es el primer milagro que este hombre de Dios concedió a la Iglesia de San Salvador. Ahora bien, la unidad de la Iglesia en medio de la persecución debe mantener esa unidad, aunque no sea total, para que su misión sea eficaz:

En estos momentos, más que nunca, la Arquidiócesis necesita de la unidad, tanto para hacerse creíble como para ser eficaz. La Iglesia se hace creíble cuando unifica sus esfuerzos, no en su propio provecho, sino en servicio al Evangelio de Cristo. Y la Iglesia necesita la unidad para ser también eficaz[171]

Entonces, esa unidad debe servir para dar testimonio al mundo de lo que se está predicando y realizando, sin embargo esa unidad debe mantenerse a toda costa, a menos que el precio sea desentenderse de su misión, lo cual es inadmisible.

"Este es el momento para que todos los católicos nos sintamos verdaderamente Iglesia, demos todos el testimonio de nuestra fe y todos colaboremos a la Evangelización, tanto al extender la fe en Cristo como al extender su Reino y traducirlo en estructuras de justicia"[172].

Esto quiere decir que la unidad de la Iglesia colabora a que todos los miembros de ella tengan un hondo sentido de identidad, y desde allí puedan tener un compromiso firme en la fe, para anunciar y realizar el Reino de Dios, labor que debe ser asumida también por los laicos, ya que por el bautismo todos somos Iglesia, de la misma manera los medios de comunicación social, los colegios católicos: todos ellos deben prestar su esfuerzo al servicio de la misión evangelizadora de la Iglesia, alrededor del evangelios y a través de la voz autorizada de su pastoral, es decir, del arzobispo.

4.2.3 La esperanza en medio del sufrimiento y la muerte.

El ambiente en el que se escribió la carta era de sufrimiento, injusticia, opresión, mentira y muerte. Monseñor recomienda, a causa de testimonio de muchos cristianos, por muy paradójico que parezca, ser hombre de esperanza cristiana, fundamentada en la persona de Cristo, y que ninguna dificultad no pueda separar de él. Aclara al mismo tiempo que esa esperanza toma cuerpo en la convivencia fraternal de los hombres, esa actitud suscitara el deseo de un mundo más justo y fraternal, en el cual todos gocemos de los derechos fundamentales como personas humanas. Al final hace una afirmación muy concreta: "Por último, quiero repetir mi esperanza, que es esperanza de toda la Arquidiócesis, de que el Gobierno comprenda cuán correcta y humanitaria ha sido la acción de la Iglesia, la cual no puede cesar en esa misión de evangelización integral"[173]. En aquel momento, era prioridad para Monseñor Romero entrar en un dialogo y una cooperación sana con el gobierno para servir a todos los salvadoreños desde la perspectiva de los designio salvíficos del Dios de Jesús para con los salvadoreños, haciendo de ellos, hombres nuevos.

CAPÍTULO III:

Aportes eclesiológicos de Monseñor Romero en su carta "La Iglesia Cuerpo de Cristo en la historia" a la vida pastoral de la arquidiócesis de San Salvador

1. Importancia teológica de Monseñor Romero.

Ya hemos analizado la carta pastoral de Mons. Romero "La Iglesia, cuerpo de Cristo en la Historia", ahora es oportuno profundizar sobre la importancia teológica que este gran pastor y mártir y los aportes eclesiológicos, que es lo central de nuestro trabajo, a la vida pastoral de la arquidiócesis de San Salvador ya que fundamentalmente la razón de la carta es iluminar desde el evangelio la historia de la Iglesia y de la nación. Y por otro lado, dar razón de las actuaciones que la Iglesia había tenido hasta entonces contra aquellos que estaban difamando a la Iglesia, incluso derramando sangre de sacerdotes, catequistas y campesinos, a saber en contra de posición de la oligarquía y del gobierno de entonces y dar una palabra de esperanza ante tal grave situación, experiencia y discurso que pueden ayudar a la Iglesia de hoy, con circunstancias similares, análogas o completamente nuevas.

La figura de Monseñor Romero es de vital importancia para la teología en América Latina. Su vida, su fe, su ministerio y su martirio se consideran toda una homilía de Dios para el pueblo Salvadoreño, todo un discurso teológico. Este obispo es uno de los hombres más amados y odiados. Su persona ha sido controversial en la historia de nuestro país y de la Iglesia. Este humilde y tímido salvadoreño, nacido en Ciudad Barrios, San Miguel, se ha convertido Hoy en un gran pastor, martirizado por estar del lado de los más desfavorecidos de su pueblo. En definitiva, este personaje dejó su huella en la humanidad. Sin embargo, podemos hacernos una pregunta, a conveniencia del análisis que estamos realizando en el presente trabajo: ¿por qué la vida y pensamiento de Monseñor Romero tiene importancia para la teología Latinoamericana? Para responder a esto tan importante se comenzará citando una breve reflexión que Jon Sobrino hace al respecto:

Para dar una primera respuesta a esta pregunta bastaría con recordar que Mons. Romero tuvo un pensamiento teológico, profundo y poderoso, con el cual orientó la misión evangelizadora de la arquidiócesis y la construcción de una Iglesia de los pobres, elaboró una reflexión teológica de maestro de fe y la explicitó en sus numerosas homilías y cartas pastorales[174]

Recordemos que el Concilio Vaticano II impulsó muchos cambios en la Iglesia. Uno de los campos en el que hubo un gran avance fue el de la teología. Y Monseñor Romero supo asimilar en su tiempo, por cierto época de mucha confusión, los contenidos de dicho Concilio, y no sólo eso, sino también los contenidos de Medellín y de Puebla:

Buen conocedor del Vaticano II, su pensamiento teológico se concretó cada vez más desde las intuiciones de Medellín y Puebla y se centró en lo es más fundamental en estos: la liberación integral de todas las esclavitudes y la opción preferencial de los pobres[175]

Estamos ante un hombre de Dios, un pastor, que supo tener fe y desde esa fe realizar un discurso cristiano encarnado y liberador en medio de una sociedad afectada por la idolatría de los oligarcas del país. Verdadero profeta en medios del sufrimiento y la muerte de tantos Salvadoreños que estaban siendo oprimidos por el gobierno de entonces; decía Monseñor Romero: "A mí me toca ir recogiendo atropellos, cadáveres y todo eso que va dejando la persecución de la Iglesia"[176]. Realmente Monseñor es un misterio teofánico, de esos que se descubren sólo con la contemplación de la acción de Dios en la historia, es una gracia que el Dios de Jesús nos ha permitido tener en nuestra tierra salvadoreña[177]

  • Mons. Romero como hombre de fe.

El conocimiento y el discurso teológico que Mons. Romero tuvo en su segunda carta pastoral están de base la fe en el Dios de Jesús, el Señor que actúa en la historia de la humanidad, salvando y liberando al hombre de la esclavitud del pecado y sus consecuencias. Comenzamos por subrayar la fe de Monseñor Romero. Sabemos muy bien que detrás del discurso teológico está la fe del teólogo, pero recordemos una vez más que Romero se ubica cómo teólogo práctico o místico, es decir, para él es más preciso hablar de la fe del pastor. La teología propiamente no se puede llevar a cabo sin fe, incluso se ha llegado a afirmar que la teología en sí está al servicio de ella, al estilo de "la fe que busca entender", concepto clásico acuñado por San Anselmo de Canterbury[178]

La primera afirmación –la teología es servicio de la fe- nos coloca, de entrada, ante la paradoja del lenguaje teológico (…) Esta paradoja consiste en que el discurso teológico no puede adueñarse de su objeto propio por medio de un concepto (…) La teología es servicio de la fe. Es decir la teología no tiene sentido sin la fe[179]

En seguida podemos decir que es esa fe de Monseñor Romero la que configuró su vida y su obra. Claro está, desde la fe guió a la arquidiócesis de San Salvador, y de manera indirecta a toda Latinoamérica. En esta línea sabemos que la teología es discurso o tratado sobre Dios y no tratado sobre la fe. Entonces, si más arriba hemos mencionado que Monseñor Romero realiza todo un discurso teológico podríamos preguntarnos ¿Cuál era el Dios de Monseñor Romero y qué rostro de Dios nos enseño? Es muy importante preguntarnos por ello ya que si no sabemos que Dios nos muestra su vida y pensamiento podríamos hacer conclusiones apresuradas e infecundas, mientras que si logramos vislumbrar el Rostro del Dios de Monseñor Romero lograremos descubrir de manera eficaz su aportes eclesiológicos:

1.1.1 Monseñor tenía fe en el Dios Único, misericordioso y providente.

Monseñor Romero creyó en un Dios único, que está en contra de la idolatría y el pecado, que reclama para él la adoración y la gloria; creía en un Dios misericordioso que se compadece de los hombres perdonándolos y que a la vez exige que su pueblo practique entre ellos la misericordia[180]era un hombre lleno de fe en el Dios de Jesús, en el Señor que actúa en la historia del hombre salvándolo integralmente. Él constantemente buscaba entender su fe y transmitirla con una fuerza liberadora, la cual sólo podía venir del Padre, al estilo de la fuerza que acompañaba a Moisés en la liberación del pueblo de Israel de la opresión de Egipto.

1.1.2 Monseñor Romero creía en el Dios de Reino.

Monseñor descubrió que el Dios nos revela un proyecto llamado Reino de Dios, el cual se identifica con su vida en medio del pueblo, una realidad marcada por la gracia, el perdón, el amor, la vida, la justicia, la igualdad, la misericordia, la fidelidad. Entonces dialécticamente descubre simultáneamente un mundo en contra de todos esos valores. Es Un Dios que le agrada más la misericordia, la fidelidad y la justicia, que el culto hipócrita y vacío[181]Ese antireino afecta o arrasa con los más pobres e indefensos de la historia, golpeando en lo más profundo el corazón del Dios de los pobres, débiles, necesitados y forasteros. De todo ello está muy consciente el obispo Romero, y desde allí descubrirá la Buena noticia para los salvadoreños, de manera especial a los pobres.

1.1.3 Monseñor tenía fe en Jesús cómo realización del Reino de Dios.

Sabemos muy bien que el Reino de Dios es central en la predicación y vida de Jesús, es más, en Jesús la vida de Dios se hace muy cercana a nosotros los seres humanos, nos revela una vida de justicia, misericordia y fidelidad, buena noticia para la humanidad. Este Reino tiene como primer destinatario el pueblo de Israel[182]pero también tiene un segundo destino: todos los pueblos de la tierra.[183] De todo ello está muy consciente el obispo Romero, y desde allí descubrirá la Buena noticia para los salvadoreños, de manera especial a los pobres.

  • Mons. Romero como hombre lleno del Espíritu.

La fe o la luz de la fe, era algo común en la persona de Mons. Romero. Le pertenecía, dentro del marco de su subjetividad, como el oyente del mensaje[184]Sin embargo, no podemos olvidar que la fe no sólo es un acto meramente humano, sino fruto de la gracia, "la fe procede del Espíritu, es obra del Espíritu de Dios. Toda fe cristiana, todo en la fe se funda en la gracia"[185]. Se quiere decir con esto que Mons. Romero era el hombre del Espíritu. Realmente estaba lleno de Dios. Y era el Espíritu de Dios el que lo impulsaba a proclamar la vida de Dios entre los hombres, el que hacía de un hombre tímido un gran profeta. La fe como obra del Espíritu Santo es una afirmación fundamental en nuestro discurso sobre la eclesiología de Monseñor Romero. Dice Trütsch: "La fe es en nosotros obra de la gracia, mejor: del Espíritu Santo, o mejor aún: del Padre, en cuanto que envía a nuestros corazones su Espíritu Santo y el Espíritu de su Hijo"[186]. Es por eso que su palabra resultaba siempre ser palabra de Dios.

  • Mons. Romero como hombre de la Palabra de Dios.

Estamos hablando del aspecto humano y personal de la fe de Mons. Romero. Se decía anteriormente que Mons. Romero es un verdadero profeta, y como tal se considera, sin temor al error, fue el hombre de la Palabra. Sabemos que Monseñor Romero no era un teólogo especulativo en el sentido estricto de la palabra, así lo expresaba Jon Sobrino:

No cabe, duda, pues, que Mons. Romero poseyó un profundo pensamiento teológico, aunque no fuese un teólogo profesional, sino un pastor, que desarrolló una teología, aunque más bíblico-pastoral que especulativa, que hizo avanzar intuiciones teológicas de Medellín y puebla desde las realidades de El Salvador[187]

Sin embrago, Monseñor Romero se sintió interpelado por el Dios que se revela a través de su Palabra, y esta interpelación hace de él el hombre que da un discurso sobre Dios, llegó a ser todo un evangelio para su pueblo, es decir, que por su labor profética y pastoral llegó a transparentar al mismo Dios que pasaba en medio del pueblo, asimismo por su coherencia de vida, el evangelio que predicaba lo vivía, entonces es cuando los salvadoreños, y muchas otras personas vieron en su persona al pastor que estaba a la altura de lo que Dios le exigía en esa hora histórica de nuestro país: fiel a la palabra de Dios y al magisterio de la Iglesia, comprometido con la vida del pueblo de Dios, y teniendo como centro el Reino de Dios. El Dios de Jesús es un Dios que se revela y actúa en la historia humana y la llama a la regeneración[188]Y él supo responder a lo que Dios le pedía, y por eso logró ser palabra de Dios para el Salvador:

Eso es lo que ocurrió con Mons. Romero. Con él Dios habló en El Salvador y proclamó en medio de un pueblo oprimido y esperanzado su palabra de protesta y de denuncia, su silencio también, ante tanta abominación; en definitiva, proclamó palabra de promesa, de justicia, de defensa, y consuelo para los oprimidos[189]

El haber sido acontecimiento teofánico para el pueblo salvadoreños, lo logró también al descubrir al mismo Cristo presente de manera conexa con la Iglesia perseguida y en el pueblo crucificado históricamente. Entonces, ellos fueron palabra de Dios para él, y él una vez identificado con ellos logró ser palabra de Dios para ellos mismos. Es más, él sigue siendo vigente para nuestros días, y de ninguna manera resulta anacrónica la palabra que de su ser surgió, ya que no le era propia, sino era palabra de Dios, manifestación del padre de Jesús a través de un profeta, que desde la debilidad supo anunciar firmemente la voluntad de divina de un mundo mejor, más humano, fraterno y justo.

2. Importancia pastoral de Monseñor Romero.

Hablar de pastoral es hablar de Iglesia, y habla de ella es hablar de eclesiología, pero no deben confundirse los términos entre sí, ya que cada uno de ellos tiene una connotación distinta, pero que se relacionan mutuamente. Bueno nosotros versaremos un poco de cada uno de esos aspectos:

2.1 Pastoral.

La palabra pastoral proviene del vocablo "pastor": hombre designado para cuidar el ganado, por lo general se entiende de ovejas. Análogamente en la Biblia esta figura ilustra la historia de Israel desde el amor que Dios le tiene, es decir, el pueblo hebreo reconoce el amor de Dios, se considera propiedad de Yahvé; además es aplicado a los servidores de Dios, hombres escogidos por Dios para pastorear, el modelo es Moisés, así como Aarón o el rey David, además estas figura son garantías de lo que en los tiempos mesiánicos han de venir. Ahora bien en el NT Jesús aparece desde la perspectiva pastoril: Jesús encuentra a un rebaño sin pastor, renuncia a su beneficio y atiende a los que lo buscan, con una actitud de compasión (Mt 6, 34); pero también el dato bíblico nos revela que Jesús se presenta como el Buen Pastor (Jn 10). Asimismo Jesús elige pastores, con toda la libertad que podía tener, escoge a los que él quiere para que estén con él y mandarlos al mundo a predicar. Hoy en día son los responsables de la comunidad eclesial. La acción pastoral ha acompañado a la Iglesia desde su inicio, y con lo que se ha recorrido con la historia ha obtenido tres connotaciones esenciales: en primer lugar que la pastoral es una acción sacerdotal, segundo que es una acción eclesial y tercero como una acción liberadora[190]puntos que no profundizaremos, sino que sólo es un referente para hacerse una idea general. Pero hay un concepto de pastoral que consideramos oportuno en el contexto de nuestra investigación, y es el siguiente: "La realización de la salvación de Jesucristo, mediante acciones eclesiales, para personas de una comunidad eclesial en un espacio y un tiempo determinado"[191].

2.1.1 Realización de la salvación de Jesucristo.

Jesús de Nazareth es decisivo para nuestra comprensión de pastoral eclesial. En él radica lo más esencial de ella, es su contenido fundamental, es un campo en donde entra la fe y la historia: "Pero llegada la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para recibiéramos la filiación adoptiva" (Gal 4, 4). Nosotros en efecto, profesamos la fe en Jesucristo, le consideramos nuestro Señor y Salvador. Él es quien nos revela el verdadero rostro de Dios Padre y su plan de salvación: "Dios se ha revelado así mismo en Cristo como salvación de los hombres al hacerse presente en la historia del mundo"[192]. Jesucristo quiere decir "Dios Salva", y lo sabemos que lo ha hecho históricamente. No es intención nuestra profundizar ahora en la cristología, y por eso no la haremos, la suponemos de ante mano; sin embargo, debe quedar claro que la salvación de Cristo para con la humanidad es continuada por la Iglesia, en este tiempo del Espíritu, entre la ascensión del Señor y su parusia[193]y que lo tiene que hacer de una manera histórica, sin perder en ningún momento la tensionalidad trascendente. Es en eclesiología de Monseñor Romero "la continuidad de la misión de Jesús y la configuración de Reino de Dios históricamente".

2.1.2 Mediante acciones eclesiales.

Este segundo elemento se refiere a las estructuras, organizaciones, planificaciones y coordinaciones existentes en la Iglesia como entidad visible, como herramientas concretas de la realización soteriológica de Cristo; pero es de tener en cuanta que estas no son fines en si mismas sino mediaciones, y son buenas en la medida que la Iglesia a través de ellas respondan al hoy de Dios, que puedan realizar lo esencial de ella en la historia. Aludir al termino "acción" es muy importante, evitando usar el término práctica, ya que la primera denota movimiento mientras que el segundo denota repetición. La acción de los cristianos tiene dos enfoques uno que es "hacia adentro" y otro que es "hacia fuera". Busca fundamentalmente edificar la comunidad eclesial y la sociedad. Pues, esa acción de la Iglesia tiene que ser actualización de la misión de Jesús: primero tiene que haber una proclamación del "kerigma"; segundo, tiene que ejercerse el ministerio de la diaconía como liberación y servicio hacia la nueva humanidad; para que n un tercer momento se pueda llegar a la "koinonía", es decir, comunión con la Iglesia y con los hombres, fraternidad y solidaridad.

2.1.3 Para personas de una comunidad eclesial.

Las acciones eclesiales están dirigidas a una Iglesia en concreto, en lo que tiene de particular, en este sentido se debe tener en cuenta su realidad correspondiente. La Iglesia se encarna en la realidad de cada porción de Pueblo de Dios, en esta línea podemos traer a cuenta el redescubrimiento de la Iglesia local a partir del Concilio Vaticano II en el decreto Cristus Dominus, que luego será expresado por el nuevo código de Derecho Canónico en c. 369:

Porción del Pueblo de Dios que se confía a un Obispo para que apaciente con la colaboración del presbiterio, de forma que, unida a su pastor y reunida por él en el Espíritu Santo por el evangelio y la Eucaristía, constituyen una Iglesia particular, en la que verdaderamente está y obra la Iglesia de Cristo, que es una, santa y apostólica[194]

Entonces, la Iglesia particular necesita tener una pastoral específica que responda a su realidad histórica, abriendo paso a la salvación de Jesús.

2.1.4 En el espacio y tiempo determinado.

Este aspecto indica las circunstancias del tiempo y del lugar, que son variables y que requieren de nosotros apertura, búsqueda y espíritu de renovación. Es la realización histórica de la salvación de Dios para con la humanidad. La acción pastoral debe tener una función salvífica y liberadora, no puede en ningún momento la realidad concreta del mundo. Es una actualización de la praxis de Jesús, debe estar al servicio de Reino de Dios. Además para entender de manera más amplia esta realidad, debemos aludir sin duda a la afirmación conciliar: "La Iglesia es pueblo de Dios", y como tal, su acción es creadora y de ninguna manera reiteradota, es decir, buscar hacer nuevas las cosas; también se pude decir que su praxis es reflexiva y no espontánea, con esto queremos decir que la iglesia siempre debe saber a dónde va y qué busca en el marco de la historia.

2.2 Aportes eclesiológicos de Mons. Romero en su segunda carta pastoral "La Iglesia cuerpo de Cristo en la Historia"a la vida pastoral de la arquidiócesis de San Salvador.

Anteriormente hemos visto de manera general que es pastoral. Ahora llegamos al tema culminante de nuestra investigación y es exponer los aportes eclesiológicos que Mons. Romero da a la Iglesia de San Salvador, en lo que respecta sus segunda carta pastoral, pues ésta es eminentemente eclesiológica. Sólo nos queda subrayar don limites fundamentales, que nos permiten tener un criterio de análisis en nuestro artículo teológico: lo primero que hay que tener en cuenta que él no dijo nada nuevo en su segunda carta pastoral; en un segundo tenemos que tener conciencia que Mons. Romero no pretendió sistematizar una eclesiología rigurosa, el reto radica en descubrir lo novedoso y practico de su pensamiento para nuestra Iglesia hoy, eso es lo más importante.

2.2.1 Primer gran aporte: "con Monseñor Romero la Iglesia se hizo salvadoreña"[195].

La persona de Mons. Romero resulta ser verdadera "teofanía"[196], de esas que ocurren cada cierto tiempo, al estilo del movimiento profético, pues muy bien sabemos que el Dios de Jesús usa mediaciones humanas para comunicar su Palabra salvífica a los hombres, la cual es viva y eficaz, y Monseñor Romero fue precisamente esa medicación personal, tomada totalmente por el Espíritu, estaba lleno de él, es por esa razón que Monseñor Romero llegó a ser manifestación de Dios para el pueblo salvadoreño, precisamente por su onda fidelidad a la palabra de Dios, al magisterio de la Iglesia y a la realidad histórica de El Salvador. Desde esta perspectiva logramos descubrir que Mons. Romero logró hacer algo muy importante en su segunda carta pastoral: encarnar la Iglesia en El Salvador. Estamos hablando del engendramiento de una nueva manera de ser Iglesia, muy al estilo salvadoreño, no de manera abstracta sino con una identidad y misión propia, historizando el Reino de Dios, haciendo eficaz la persona y misión de Jesús en nuestro. Mons. Romero propulsó una metanoya eclesial, aunque hay que saber que el cambio de la arquidiócesis de San Salvador no comenzó con Mons. Romero, ya lo hemos visto que es un fenómeno engendrado con antelación, sin embargo, él en su segunda carta pastoral aportó bases teológicas muy densas y sólidas para una pastoral salvífica y liberadora, exigiendo un cambio de mente y de corazón, lo que significa una verdadera conversión de mentalidad y de sentimientos anquilosados en el pasado o envueltos en la idolatría al dinero, al poder o la ideología. Formulando el aporte expresamos lo siguiente: La Iglesia arquidiocesana debe responder al hoy de Dios en la historia, exigiéndose así misma una conversión permanente. Esto implica una constante revisión de las estructuras eclesiales e institucionales; revisar seriamente su sentido existencial en vistas a una realización esencial de su identidad y misión conexa con el acontecimiento Cristo, cristalizado en la prolongación de la persona y misión de Jesús de Jesús en por de la salvación de la sociedad salvadoreña.

2.2.2 La arquidiócesis de San Salvador es el Pueblo de Dios peregrinante en esta hora histórica de El Salvador.

La Iglesia de San Salvador deber realizar la salvación de Dios en la hora actual de nuestro país, tiene la grave responsabilidad de desarrollar su identidad y misión como pueblo de Dios en el hoy de la historia, en la particularidad correspondiente. No puede ignorar los gozos y alegrías, las tristezas y los problemas de la sociedad salvadoreña, debe tener una actitud solidaria y encarnada en su realidad. Mons. Romero hablaba en su segunda carta pastoral que la Iglesia no puede vivir de espaldas al mundo y que tiene que estar al servicio de los hombres. Podemos hacer una traducción que está implícita en su reflexión: "La arquidiócesis no puede vivir de espaldas a El Salvador, pues debe haber modo de ser iglesia salvadoreña, debe estar al servicio de los salvadoreños". Esto quiere decir que como Iglesia arquidiocesana debe estar al tanto de la realidad nacional, discerniendo los acontecimientos económicos, sociales, eclesiales y políticos para descubrir su tonalidad salvífica o pecaminosa, realizando entonces una labor profética e iluminadora, en pro de la construcción del Reino de Dios, pero en ningún momento se le puede identificar con ninguna ideología, partido político o con ninguna institución meramente humana. La Iglesia es mundanal porque está en el mundo, iluminando su realidad y su historia, pero no es mundana ya que su identidad no proviene de este mundo, ni mucho menos debe compartir los criterios mundanos, manchados muchas veces con el antireino[197]

2.2.3 Mons. Romero habló de la centralidad del Reino de Dios como derecho y deber de la arquidiócesis de San Salvador.

Mons. Romero redescubre y formula algo que debe central para la praxis de la Iglesia en El Salvador: el Reino de Dios. Primero, la Iglesia de la arquidiócesis de San Salvador tiene el derecho y deber de anunciar y realizar el Reino de Dios en la sociedad salvadoreña, en el hoy de su historia, no puede tener una praxis eclesial al margen de la realidad del país y del Reino de Dios, debe anunciar y realizar esa vida de Dios en medios de los salvadoreños; y segundo, debe denunciar todo aquello que vaya en contra de los planes de Dios, es decir disipar el antireino del mal. Como consecuencia logramos descubrir los siguientes aspectos:

a) La Iglesia está a favor de la vida:

La arquidiócesis de San Salvador debe ser una iglesia a favor de la vida humana, de manera especial de los más pobres y necesitados del país, esto quiere decir alzar la voz en contra de todo aquello que atropelle la vida de los seres humanos, ya sea acciones aisladas o publicas, leyes inmorales que dañe la dignidad de la persona humana; proponiendo líneas evangélicas de convivencia eclesial y social, desde su competencia como Iglesia de Jesús, evitando caer en tecnicismos, lo cual no es su labor fundamental. También la iglesia debería promover a la persona humana para que se desarrolle integralmente, y pueda gozar de una vida humanizada.

b) La Iglesia está a favor de la verdad y la justicia.

La arquidiócesis de San Salvador está llamada a promover la verdad y la justicia como base de una auténtica paz. En un país en donde reine la mentira y la injusticia institucionalizada y opresora de las grandes mayorías, es de vital importancia que la Iglesia esté a favor de la causa de los que sufren a causa de esas estructuras de pecado. Le toca en este caso ser luz en medio de las tinieblas, al mismo tiempo que debe ser fuerte ante los embates del antireino, que seguramente se lanzará contra de ella, para destruirla y proteger su dinamismo maligno. La verdad y la justicia que debe promover es la que surge del evangelio, de la verdad de Dios y de la verdad sobre hombre, aspectos necesarios para la construcción de un mundo mejor.

c) La Iglesia está a favor de una vida de gracia y perdón:

La arquidiócesis de San Salvador es realizadora de la vida de gracia de Dios en medio de la sociedad salvadoreña, no busca en ningún momento un paraíso terrenal. No. La Iglesia está a favor de un mundo mejor, sin embargo su perspectiva es escatológica, está llamada a ser de la sociedad salvadoreña un pueblo que le pertenezca a Dios, de construir el Reino de Dios en el ya de historia, evitando la identificación con el desarrollo propiamente humano y social, teniendo presente la tensionalidad trascendente de una salvación plena más allá de la historia. Esto implica un verdadero llamado a la conversión de la idolatría existente en la sociedad salvadoreña, par obtener el perdón de Dios y comenzar de nuevo sea una realidad histórica, sin perder la perspectiva metahistórica.

2.2.4 Mons. Romero y las dos grandes opciones pastorales.

Ya hemos dicho que la pastoral es la realización histórica de la salvación de Jesucristo en una determinada Iglesia particular. Mons. Romero tiene la convicción que la pastoral arquidiocesana dos opciones radicales, una fundamental y otra preferencial, ya que la Iglesia no debe ser una comunidad sin visión, o una Iglesia neutral, o que no tiene fundamentos teológicos, ni mucho menos alguien que no tiene nada que decir al mundo. Estamos hablando de la manera como responder al hoy de Dios, para que como Iglesia demos frutos de salvación en la historia salvadoreña.

a) Opción fundamental: Jesús de Nazareth.

El problema del mundo actual es la fragmentación de vida existente. La humanidad está divida exterior e interiormente. La gente de hoy ya no quiere hablar de sentido de la vida ¿qué debo hacer? ¿Por qué debo hacerlo? Hoy existe una grave separación entre libertad y moral, fe y moral. Y esta ruptura existencial ha tocado de alguna manera a la Iglesia, y lo importante es buscar la unidad de vida, eso se logrará si se tuviera una opción fundamental. En ese sentido Mons. Romero en su segunda carta pastoral da un aporte fundamental en esta línea, no es que haya dicho algo nuevo, sino que recuerda lo que siempre ha sido fundamental en ser Iglesia, estamos hablando de la opción eclesial por Jesús de Nazareth, el Cristo, en otras palabras, ha recordado a la Iglesia arquidiocesana en donde está enraizada su identidad más propia y su misión más específica como cuerpo histórico presente en la realidad de esta país, El Salvador, es el mismo Jesús de Nazareth el que pasa recogiendo muertos y consolando oprimidos, salvando pecadores y animando cristianos en su lucha por el pecado.

– Redescubrimiento de Jesús en la realidad histórica de El Salvador:

Recordemos que la Iglesia en el Salvador, en el tiempo de esta segunda carta pastoral de Mons. Romero, estaba siendo perseguida por los poderos y por el gobierno salvadoreño, asimismo el pueblo estaba siendo crucificado históricamente. Mons. Romero ante tal situación reflexionó sobre la actuación de la Iglesia y cual era su papel en aquella hora de El Salvador. Ya había un Concilio Vaticano II, un documento de Medellín, unas opciones pastorales de la arquidiócesis, sin embargo es hasta su segunda carta pastoral en la que acertó en la razón fundamental del ser y actuar de su Iglesia particular: Redescubrió a Jesús como fundamento intrínseco, teológico e histórico de la arquidiócesis de San Salvador. Hablamos de una relación "intrínseca" cuando Mons. Romero vislumbra la relación que la Iglesia tiene con su fundador, no tanto se caracteriza por ser extrínseca y jurídica, sino que es un vínculo profundo e intimo, redescubre el sustrato real de la Iglesia: su configuración con Jesucristo. Mientras que con el término "teológica" queremos expresar que Mons. Romero ve que la realidad de la Iglesia es un misterio, no en el sentido que es algo inexplicable, sino, que la realidad de la la arquidiócesis de San Salvador está conexa con la historia de la salvación, por estar vinculada como prolongación de Cristo en la historia. Cuando afirmamos una relación "histórica"queremos decir que Mons. Romero no sólo ve en la Iglesia una conexión intima y teológica, sino, verdaderamente histórica, hay una continuidad temporal de la identidad y misión de Jesucristo, muerto y resucitado; la Iglesia se ubicaría entre la ascensión y la parusia del Señor, es ahora el tiempo de Espíritu, presente en El Salvador a través de la arquidiócesis de San Salvador.

Pues lo que estamos diciendo es que Mons. Romero encuentra al mismo cristo en medio de la Iglesia perseguida y del pueblo crucificado, podemos afirmar una hipótesis: "se trata de una experiencia mística", fácil de concebir en su perspectiva del mundo; ve al mismo tiempo la necesidad de iluminar la realidad nacional desde esta perspectiva, pues él decía algo así: "a la Iglesia se le persigue porque quiere ser fiel a Cristo, porque está al lado de los oprimidos del país".

– seguimiento de Jesús y de su Reino.

Una vez que Mons. Romero ha descubierto a Jesús en la Iglesia perseguida y en el pueblo crucificado, ve la necesidad de seguirle decididamente, de ponerlo al centro de la vida cristiana y eclesial, de que sea una opción fundamental de la totalidad existencial. Pero apunta a dos cosas importante, la primera es implícita, y nos referimos a que Mons. Romero está consciente que en la vida y mensaje de Jesús hay un centro vital: El Reino de Dios, y bien sabe que Jesús fue coherente con dicha centralidad, tanto así que él hizo presente esa realidad de Dios entre nosotros, fue una cercanía gratuita y salvífica, al mismo tiempo tiene la conciencia que esta realización soteriológica jesuánica está dirigida de manera preferencial a los pobres y oprimidos, a los marginados y malditos de la sociedad, a los sencillos y humildes. y la segunda es explicita, es una invitación al seguimiento de Jesús, de manera decidida y comprometida, y eso es sinónimo de optar por el Reino de Dios, realizándolo en la historia de El Salvador, caso contrario sería un falseamiento de la religión cristiana, no cumpliría con un derecho y deber fundamental, el de prolongar la salvación de Dios en tiempo y espacio, en la hora histórica de nuestro país, no sería la verdadera Iglesia de Jesucristo, no respondería al Hoy de Dios , y cuando ha hecho eso la Iglesia, el no responder a los camino del Espíritu, en verdad que lo ha tenido que pagar muy caro, gracia de Dios que le Papa Juan Pablo II, pidió perdón de los errores del pasado ocasionados por los hijos de la Iglesia en el jubileo del año 2000.

b) Opción preferencial: los pobres.

Ya hemos hablado de la opción fundamental que Mons. Romero redescubrió para la arquidiócesis de San Salvador en todo su ser y quehacer pastoral. Ahora bien, siguiendo con la segunda pastoral, descubrimos una segunda propuesta, unida esencialmente a la primera, estamos hablando de la opción preferencial por los pobres. Entonces, esta Iglesia particular no puede mostrarse en su relación con la sociedad salvadoreña de manera desencarnada ni imparcial, ya que ni Jesús ni el Reino lo hacen, pues es evidente la preferencia de Jesús por los pobre en su anuncio del Reino: "El Espíritu de Dios está sobre mí, porque me ha ungido, me ha enviado a anunciar a los pobres la buena nueva, a proclamar la liberación de los cautivos, y dar la vista a los ciegos, para dar la libertad y proclamar un año de gracias del Señor" (Lc 4, 16-21), San Lucas nos revela la misión programática de Jesús-Mesías, es clara su opción por los pobres y oprimidos, por todos aquellos marginado y conexos por el pecado, y él viene a realizar una liberación integral de todos ellos, a devolverles la dignidad perdida, a insertarlos en la sociedad, en la comunidad humana. En realidad, la opción preferencial por los pobres es honda y necesaria, es algo que determina la praxis pastoral auténtica de la falsa, Mons. Redescubre esta verdad evangélica una vez que ha encontrado a cristo desfigurado en la Iglesia perseguida y en pueblo crucificado, además el magisterio de la Iglesia le confirmó sus opciones, es mas, esa fue la pieza clave que le dio seguridad de sus intuiciones como pastor, en esta línea surge una pregunta ¿Cuál es la importancia de los pobres en la pastoral de la arquidiócesis de San Salvador?

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