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Panorama de la eclesiología de Monseñor Romero en su segunda carta pastoral "La Iglesia Cuerpo de Cristo en la historia" (página 3)


Partes: 1, 2, 3, 4, 5

b) Iglesia en persecución.

Este es otro tema que lo tratamos ampliamente en otras partes de nuestro trabajo, ahora sólo aludimos él brevemente, por motivos metodológicos. Esta conversión profunda que la arquidiócesis dio en esos años, significó una ofensa grave para los poderosos de este país, los cuales se vieron denunciados por sus pecados sociales, y amenazados sus intereses, ya que Iglesia estaba trabajando por la concientización de los pobres de El Salvador, y porque eso significaba un cambio radical en las estructuras económicas, sociales y políticas. Entonces empezó una persecución difamatoria por una lado, y física por otro.

2.3.2 La Iglesia de Monseñor Romero encontrada en sus homilías:

Aquí encontramos una visión más existencial y teológica, desde la óptica de Mons. Romero, por supuesto no acaba su densidad eclesiológica, pero si da una visión muy amplia al respecto. Nos hemos reducido a ver sólo sus homilías de 1977, ya que en ellas hay una carga muy densa de eclesiología.

a) La Iglesia trinitaria.

La Iglesia para Monseñor Romero tiene su origen en la Santísima Trinidad, y está compuesta por hombres imperfectos, pero animados por el Espíritu Santo. Esta afirmación es la que le alienta a decir que no tiene miedo a la situación difícil que estaba pasando entonces[78]También dirá que la Iglesia es producto de un doble envío: primero manda al Verbo encarnado y luego al Espíritu Santificador, los dos tienen una misión especifica, misión que se origina en el corazón del padre y es continuada por lo hombres a lo largo de la historia[79].

b) Iglesia Cristológica e histórica.

La Iglesia en la que el arzobispo Romero creía era fundamentalmente Cristológica. Era Cristo quien fundó la Iglesia, y en él están sus raíces más profundas. La iglesia era la continuadora de la obra de Jesús, es decir, que ella tiene que hacer presente a Cristo entre los hombres del mundo[80]Ya que la Iglesia tiene que ser sacramento de Cristo, prolongación de la vida de Cristo[81]El fundamento cristológico de la Iglesia, es decir el hecho de proclamar a Cristo como Señor y Dios, y que fuera de él no hay otro Señor y Dios es el origen propio del odio y persecución contra ella, ya que los idolatras del dinero, del poder y del estado se lanzan contra ella que se niegue a adorar eso dioses falsos[82]

c) Iglesia Pascual y Neumatológica.

La Iglesia tiene una dimensión esencialmente pascual, y está animada por el Espíritu Santo. Esto le da un carácter trascendente, ya que su misión surge de la Pascua de Cristo, e inmanente porque una vez dado el Espíritu Santo históricamente la Iglesia tiene que llevar a cabo la misión de Cristo en medio de los hombres en el espacio y en el tiempo, teniendo su culmen más allá de la historia, es decir, sin perder la tensión trascendente.

d) Iglesia Misionera y perseguida.

La Iglesia es misionera por naturaleza, y en su fidelidad a la misión está el origen de la persecución. Esto implica que la comunidad fundada por Cristo lleva el Reino de Dios a todos los pueblo, respetando la identidad de cada uno de ellos, para elevar o perfeccionar a la humanidad, en esta línea la Iglesia se convierte en la pregonera de la revelación divina. Pero esta palabra profética denuncia lo va en contra de la voluntad divina. La palabra proclamada es como la luz del sol que ilumina lo malo y lo bueno que encuentra, y de esto no tiene la culpa la voz de Dios presente en la Iglesia[83]Otra de las realidades de la Iglesia es la persecución. Una nota que caracteriza a la iglesia de la arquidiócesis de San Salvador en la década de lo 70`s y 80", tanto así que Monseñor Romero llego a decir: "Si la Iglesia no es perseguida no es la verdadera Iglesia de Cristo". La persecución de la Iglesia es señal que está cumpliendo con su misión[84]

e) Iglesia Comunitaria y Particular.

La Iglesia es el lugar de encuentro con Dios, en donde todos tenemos un mismo Padre, y todos somos, por lo tanto, hermanos. Es encuentro con Dios porque en la Iglesia está Él, es allí precisamente un lugar donde encontramos la presencia de Dios en l historia y podemos entrar en comunión. Y es la presencia de Dios la que nos hace a todos los bautizados a estar en una comunión sacramental, nos el espíritu de Cristo recibido en el bautismo[85]Ésta se hace presente en la Iglesia particular.

f) Iglesia Servidora y Jerárquica.

La concepción de Iglesia jerárquica no desaparece del pensamiento de Mons. Romero. Para él la Iglesia tiene una fuerte connotación de sociedad visible, compuesta por hombres que la gobiernan[86]Pero esto no le quita que la Iglesia esté al servicio de los hombres, se dio cuenta que las connotaciones más importantes en el ámbito eclesial es la comunión, con Dios y con los hermanos, y la Diakonía, pues la Iglesia está en el mundo al servicio de los demás.

g) Iglesia Escatológica.

La Iglesia trabaja para construir el Reino de Dios pero con tensionalidad escatológica y trascendente. Monseñor profundizó sobra la dimensión histórica de la Salvación de Dios, recuperando así, el alcance integral de la acción soteriológica de la Iglesia sin perder la perspectiva escatológica. Es por eso que siempre denunció la idolatría al dinero, considerado un bien absoluto, pero al mismo tiempo denunció a todos aquellos que sólo luchaban por un paraíso terrenal y habían perdido toda perspectiva trascendente.

  • Valoración critica de las notas preliminares:

Monseñor Romero es considerado verdaderamente "pastor y mártir", dos notas que revelan que este obispo fue un hombre de Dios, muy conocido en todo el mundo: su vida, fe, ministerio y martirio se considera toda una homilía de Dios para el pueblo Salvadoreño y para toda la humanidad. Es uno de los hombres más amados y odiados, ya que su persona ha sido controversial en la historia de nuestro país y de la Iglesia, dejándole una huella imborrable. Y quien niegue todo ello tiene que ser una persona que en verdad no cree ni en Cristo ni en el Evangelio.

Ahora bien, es oportuno brindar una valoración de las notas preliminares que hemos descrito anteriormente, para obtener una reflexión que nos ayude como herramienta de comprensión de la segunda carta pastoral, la cual analizamos en el presente articulo teológico.

2.4.1 Monseñor Romero: teólogo y místico.

Monseñor Romero no se entiende logra entender desde los esquemas meramente occidentales. No es el hombre que piensa y luego existe. No es el obispo cartesiano, el de las ideas claras y distintas. De ninguna manera. Lo más importante para él es sentir, ayudar, amar y ser solidario. Se entiende esto por su inclinación clara a la vida mística, en este sentido es más importante la experiencia que el razonamiento, defender a los pobres y a la Iglesia que la prudencia muy bien pensada. Con todo, Monseñor Romero no es un teólogo muy riguroso que digamos, sino que es un hombre de Iglesia, muy entregado a Dios y su pueblo, que supo responder a la voluntad del creador según las circunstancias que le toco vivir. El trabajo pastoral de Monseñor Romero estuvo basado en la Palabra de Dios y lo que la Iglesia le pedía, tanto así que Monseñor no hubiera hecho ni dicho nada de lo que no le dijera la Biblia o el magisterio de la Iglesia, allí encontraba justamente toda su sabiduría, y encontraba la fuerza para llevar a cabo su deber en la oración profunda con Dios delante del Santísimo sacramento.

2.4.2 Sobre la evolución de Monseñor Romero.

Los liberacionistas de la Iglesia en el Salvador sostienen la tesis que Monseñor se convirtió con la muerte del Padre Rutilio Grande[87]Tesis que no se comparte del todo en la presente investigación. Preferimos hablar de una evolución en el Obispo Romero. Roberto Morozzo della Rocca hace una citación de Monseñor Rosa Chávez al respecto:

Observa monseñor Rosa Chávez (…) "Sería más exacto afirmar que en monseñor Romero no hubo propiamente una conversión, sino una evolución (…) nacida de una pasión que siempre incitó el camino del arzobispo: descubrir los caminos de Dios y responder generosamente a sus llamadas[88]

El cambio no fue de golpe, el caso de Rutilio sólo forma un paso más entre tantos que Monseñor había dado ya, auque es el más significativo, de eso no hay duda, ya que en un momento de convulsión social más la muerte del P. Grande, que en esos días era impensable, tocó profundamente las entrañas del Pastor. Es oportuno subrayar que Monseñor no dejo de ser él: "Romero no cambió sus convicciones profundas asumiendo el cargo de arzobispo de San Salvador. Permaneció firme en su raíz espiritual católica, fundada en la tradición y el magisterio"[89]. Romero esencialmente siempre fue el mismo, lo único que en un contexto distinto, y gracia de Dios que así fue, ya que se tiene la convicción que la base de su línea pastoral surgió de su personalidad tan coherente con sus convicciones: "Sin el Romero sacerdote recto, observante, riguroso, exigente, que se esfuerza por convertirse al Concilio Vaticano II por obediencia a la Iglesia, probablemente no hubiera existido el romero arzobispo sensible, apasionado, carismático"[90].

Es muy de mal gusto oír posiciones que presentan una imagen de Monseñor Romero distinta al que muestran sus homilías, o la que muestra los testimonios de su vida sacerdotal y cristina, como es el fenómeno actual de la politización de su imagen por parte del partido de izquierda en El Salvador, en Monseñor Romero palpita otro rostro, parece que en el fondo, aunque no sea intencional, se manipula la figura de Monseñor con ideas preconcebidas, no respetuosas, anticlericales, antimagisteriales y a veces extremistas, como es el caso de José María Vigil que tilda a Monseñor Romero como un conservador convertido a la teología de la liberación [91]cosa que no es cierta, incluso posiciones como la Brockman resultan ser no muy acertadas desde el principio, da la impresión que quieren a un Romero a su medida, o por lo menos sólo quieren ver una parte de él, ignorando e incluso discriminando muchas veces otras dimensiones de él que en realidad siempre tuvo.

Él era el hombre siempre en conversión[92]"Si se quiere hablar de conversión del arzobispo Romero hay que referirse a la conversión permanente del cristiano y la conversión del obispo que quiere asumir sus deberes pastorales"[93]. Él siempre estuvo al lado de los pobres, campesinos y marginados; aquel cristiano que no puede dejar de ver al hermano que necesita, siempre en actitud de entrega y sacrificio; un sacerdote lleno de amor y fidelidad a la Iglesia, al Papa y al magisterio[94]fue un arzobispo que aprendió a ser un buen pastor, y de verdad lo fue, pues dio su vida por las ovejas a él encomendadas.

2.4.3 Valoración sincrónica de la eclesiología de Monseñor Romero.

"Sentir con la Iglesia" expresa el hondo sentido eclesial que Monseñor Romero tuvo toda la vida, al mismo tiempo era la actitud con la que quería dirigir a la Diócesis. Indudablemente Romero siempre tuvo una idea de lo que era la Iglesia, sin embargo ésta evolucionó junto con los cambios que la Iglesia universal iba teniendo con el Concilio Vaticano II y el magisterio latinoamericano. También respondió coherentemente con los momentos históricos que le toco vivir, sobre todo las situaciones de injusticia, pobreza, opresión y violencia que estaban sufriendo los salvadoreños entonces. Esta predicación en defensa de los pobres y oprimidos fue mal interpretada, se le confundió con el hecho de hacer política, pero Romero dejo claro, que era una consideración equivocada, ya que la Iglesia con el Evangelio ilumina las diversas realidades del mundo, entre ellas la seudo-política existente en el país[95]

Comprende este obispo que la pobreza tiene su origen en la injusticia, y la injusticia en la idolatría al dinero y al poder. La opción preferencial por lo pobres que la Iglesia de San Salvador había tenido, no era, en ningún momento, un rechazo a los ricos del país, sino un modo de evangelizar desde los pobres, alcanzar la salvación desde esta óptica evangélica[96]Este modo de proceder en la pastoral de la Iglesia particular no sólo partencia a Monseñor Romero, sino que era algo más general.

Ahora bien, Monseñor Romero es martirizado en el altar, por los grupos de poder en El Salvador. Curiosamente su figura era muy famosa en todo el mundo, esto le favoreció para convertirse un pionero del modelo de Iglesia pobre, convertida y pascual al lado de las grandes mayorías pobres y oprimidas del continente. En este mismo contexto subrayamos que Monseñor Romero ve a la Iglesia en proceso de cambio y en constante conversión. Es lógico que en ese momento se insistiera en dicha conversión, ya que se tenía la imagen de una Iglesia rica y apegada a muchos bienes terrenales, siendo esto un antitestimonio en medio de las mayorías empobrecidas[97]Insiste que la fuerza de la Iglesia está en Dios y en el Evangelio, una Iglesia no atada a las cosas terrenas, esa es la Iglesia que quiere Romero[98]Era un cambio que se estaba gestando en toda Latinoamérica, fruto de la autoconciencia de la identidad más propia de la Iglesia, dejando atrás las relaciones meramente jurídicas y desencarnadas. Era una dura purificación, que le costo en verdad poder y fama, amistades y riquezas. Pero hallaban un tesoro invaluable: al Dios de Jesús, y lo pobres del Reino. Es muy interesante lo que Jon sobrino apunta con respecto al cambio que Monseñor Romero introdujo en la Arquidiócesis: "Usó el poder institucional a favor de las mayorías pobres"[99].

Es importante dejar claro que la fidelidad al Magisterio eclesiástico y el sentido jerárquico de la Iglesia nunca los perdió. Es más, sus constantes citaciones dejadas en sus homilías son el mayor garante para tal afirmación. También los constantes viajes a Roma para explicar al Santo Padre su actitud pastoral denotan su preocupación por estar en sintonía con la Iglesia Universal. Es lógico que Monseñor Romero mantuviera dichas convicciones y preocupaciones en su labor arzobispal, ya que un hombre con sesenta años de edad es muy difícil que cambie sus propios criterios y estructuras de pensamiento, y como bien sabemos, que él fue formado para ser un conservador clásico de la Iglesia romana. Los cambios que logró tener se debió a los mismos cambios que la Iglesia tuvo entonces, tanto así que lo que se atrevió a decir y hacer es porque el magisterio así lo permitía hacerlo, sin menoscabo de las circunstancias extremas que también le movieron a tener una actitud profética al respecto. Recordemos también que monseñor reaccionó como obispo ante la violencia que estaba sufriendo el país, toma una actitud critica frente la gobierno y a la oligarquía, asimismo con respecto a los grupos revolucionarios cuando estos usaba el medio de la violencia. Sin más, podríamos decir que, con todo ello, Monseñor Romero deja claro, que el Evangelio, junto con el magisterio de la Iglesia, cuando se le asumen responsablemente, son capaces de transfigurar el rostro todo el pueblo de Dios, fortaleciendo su papel liberador. Además, Monseñor Romero deja una marca profética sobre la Iglesia de la arquidiócesis: afirmó que una nota necesaria de la Iglesia es la "persecución", lo explica a continuación:

La persecución es algo necesario en la Iglesia. ¿Saben por qué? Porque la verdad siempre es perseguida. Jesucristo lo dijo: "Si a mi me persiguieron, también os perseguirán a vosotros". Y por eso, cuando un día le preguntaron al papa León XII, aquella inteligencia maravillosa de principios de nuestro siglo, cuáles son las notas que distinguen a la Iglesia Católica verdadera, el papa dijo: "A las cuatro conocidas: una, santa, católica, apostólica; agreguemos otra dice el papa: perseguida". No puede la Iglesia que cumple con su deber sin ser perseguida.

Primero, "Porque la verdad siempre es perseguida", la pregunta que siempre ha sido un dilema es ¿qué es la verdad? Y las respuestas son muy variadas, pudiendo sacar algunas fundamentales y comunes relacionadas directamente con la dignidad del propio hombre, la cual se vio siempre estropeada por diferentes culturas a los largo de la historia; sin embargo, la verdad siempre ha sido perseguida, ya que es una realidad que toca las dimensiones más profundas de la persona humana y de las estructuras sociales, curiosamente, tiene poder para fortalecer dichas realidades, pero también de herirlas hondamente, más que todo cuando las entidades o las personas no se adecuan positivamente a la verdad.

Segundo, "Jesucristo lo dijo: "Si a mi me persiguieron, también os perseguirán a vosotros", entramos al campo de la fe, y nos topamos que la verdad es Jesucristo[100]Surge entonces el problema epistemológico: ¿Qué tan cierto es la verdad en la que decimos creer? Pues la verdad que en cuestión de fe ha y que tomar opción, y creo yo que salimos al paso a dicha dificultad, en este sentido hay que recordar que los seguidores de Jesús serán perseguidos al igual que Él, lo mismo estaba pasando con el arzobispo Romero, y recordemos, que estaba en un país convulsionado socialmente. Se había creado una polarización ideológica insuperable[101]tomando una actitud profética ante tanta abominación, y como únicas armas la palabra de Dios, la verdad y el magisterio de la Iglesia, con una actitud de misericordia, amor y justicia.

Tercero, "No puede la Iglesia que cumple con su deber sin ser perseguida". La misión de la Iglesia es liberadora, a favor de los más pobres y desprotegidos. El cumplir esta misión le costó la persecución, la cual se concretó en una ola de difamación, que en realidad al verla y oírla da asco; también en la expulsión de varios sacerdotes, en el asesinato de muchos católicos, entre ellos sacerdotes y catequistas. Incluso la arquidiócesis sacó un documento denunciando el hecho y reflexionando teológicamente sobre el mismo[102]Y deja claro que detrás de la persecución eclesial está la oligarquía y el gobierno, ya que sus intereses más profundos, o mejor dicho sus dioses sangrientos habían sido tocados peligrosamente con la pastoral diocesana. Pero para Monseñor Romero la persecución no es motivo de miedo sino de alegría ya que es señal que la Iglesia está asumiendo su papel de sacramento de salvación, de cuerpo místico de Cristo, de prolongación histórica de la misión de Jesús de Nazareth.

PARTE II:

Análisis de la eclesiología de Monseñor Romero en su segunda carta pastoral "La Iglesia, cuerpo de Cristo en la Historia"

Las cartas pastorales de Monseñor Romero son esencialmente eclesiologicas, ellas nos brindan una norme adaptación del Concilio Vaticano II y del magisterio latinoamericano a la realidad concreta de la Arquidiócesis de San Salvador. Hoy nos centramos en la segunda carta pastoral. Para hacer un análisis satisfactorio necesitamos un método, hemos escogido uno de los más famosos en América Latina: Ver, Juzgar y Actuar. Entonces nos iremos preguntando a lo largo de este trabajo: ¿Qué realidad del país estaba viendo Monseñor Romero en su segunda carta pastoral y cómo la arquidiócesis de San Salvador se vio afectada por esa situación? ¿Cómo juzgó esa situación del país y de la Iglesia? ¿Cómo debería actuar la Iglesia frente a la realidad nacional? El objetivo es descubrir la eclesiología escondida en su escrito, que servirá como base para definir los aportes que él dio a la Iglesia arquidiocesana de San Salvador para el nuestros tiempos.

Tengamos en cuenta que Monseñor Romero hace el siguiente esquema en su carta pastoral: en un primer momento toca el tema de la misión actual de Iglesia, aquí versa sobre la nueva relación de ésta con el mundo, perspectiva introducida por el Concilio Vaticano II y encarnada por en Latinoamérica y encarnada por el Documento de Medellín, sabiendo que es doble, a saber, está en el mundo, evitando ser mundana, mas siendo mundanal, y al servicio de los hombres, contribuyendo con un mundo más justo y solidario, construyendo el Reino de Dios en la historia, salvado a las mujeres y los hombres de este mundo, de manera integral integralmente; en la segunda parte del su carta trata el tema central "La Iglesia cuerpo de Cristo en la historia", con el cual desarrolla lo esencial de su tratado eclesiológico, como es la identidad y misión de la Iglesia, de su conexión intima con la persona y misión de Jesús, y de la grave responsabilidad de ser fiel; y por último, en la tercera parte del trabajo, desarrolla lo propiamente apologético de su carta, el donde define su posición ante la situación de la realidad nacional, apelando a la unidad y la esperanza en medio del sufrimiento y la muerte.

1. Intencionalidad apologética de la carta.

Monseñor Romero expresa que ante la intensa vida eclesial, hasta esa fecha en la que presentaba la carta, había una clara exigencia: "dar razones de las actuaciones eclesiales" a raíz de la persecución que se había desencadenado contra la Iglesia. En este sentido vemos que la intencionalidad de la carta es eminentemente apologética, es decir, quiere dar razones de nuestra fe, quiere defender a la Iglesia de los ataques que se le está haciendo, aclarar malos entendidos, invitar a la confianza en la Iglesia y a la cohesión:

Los pensamientos que ahora quiero exponeros aquí, son un resumen de esa pastoral, que ya desde ahora quisiera recomendarles su estudio, para que se disipen algunas dudas, y para que se aclare más la confianza de aquellos que han prestado una adhesión incondicional a la línea de la Arquidiócesis, que sabe que va ciertamente por los caminos de Jesús.[103]

¿Cómo lo hará? Confrontando la realidad de nuestra nación con los designios salvíficos de Dios[104]Para Monseñor Romero la realidad teológica y litúrgica de la Transfiguración de Jesús en el Monte Tabor resulta ser un contexto oportuno para aclarar, iluminar y realizar los designios salvadores del Dios de Jesús sobre la población salvadoreña:

Efectivamente, es necesario dar razón de la posición de nuestra Iglesia, como una orientación, desde la luz de nuestra fe, a las múltiples reacciones que desde diversos acontecimientos, ha provocado esta posición que, en conciencia hemos creído evangélica[105]

Sin duda, Monseñor Romero está convencido que las opciones pastorales de la Arquidiócesis de entonces estaban fundamentadas en la fe y en Evangelio, y de verdad que no tenían otras motivaciones ajenas a ellas. Explicará esto más a fondo en el tercer capítulo de su carta, quedando claro que las motivaciones de la Iglesia no son ideológicas ni políticas, ya que éstas no pertenecen a los fundamentos naturales de ella; sin embargo, el magisterio eclesial, desde la fe y el evangelio, pueden responder e iluminar a estas realidades temporales para ordenarlas según los designios salvíficos del Reino de Dios.

2. La realidad y la Iglesia salvadoreña que Monseñor Romero vio en su segunda carta pastoral.

La segunda carta pastoral es presentada el 6 de agosto de 1977, en el contexto de la fiesta patronal de la Arquidiócesis de San Salvador, en honor al Divino Salvador del Mundo. Mientras tanto la realidad del país estaba convulsionando a nivel polifacético, pero este tema ya lo hemos tratado ampliamente en el primero capitulo de este trabajo, ahora lo que nos interesa es descubrir lo que Monseñor estaba viendo de la realidad nacional cuando estaba escribiendo su segunda carta pastoral:

2.1 Monseñor Romero estaba viendo un gobierno desgastado, injusto y opresor.

Monseñor Romero estaba viendo en su segunda carta pastoral a un gobierno que se había desgastado su imagen, sobre todo por los fraudes electorales de 1972 y de 1977, además se le aúna la alianza evidente con los grupos de poder de El Salvador, los cuales habían manipulado maliciosamente la reforma agraria, sin omitir la colaboración difamatoria contra la Iglesia que estaba en boga en ese tiempo. También podemos hablar de gobierno injusto, ya que Monseñor Romero estaba conciente de la parcialidad hacia una minoría de poder que existía en el país, y que dominaba todos los sectores, y esta alianza pecaminosa llego a cristalizarse en una persecución directa y sangrienta en contra de los que buscaban el cambio estructural en el país, incluso gente de Iglesia, situación muy tensa que tuvo consecuencias graves.

Por último, quiero repetir mi esperanza, que es esperanza de toda la Arquidiócesis, de que el Gobierno comprenda cuán correcta y humanitaria ha sido la acción de la Iglesia, la cual no puede cesar en esa misión de evangelización integral. La Iglesia no tiene interés en que continúe esta situación tensa con el Gobierno, al contrario, su ideal expresado en el Concilio es el de llegar a una sana cooperación[106]

Este año había sido muy intenso en cuanto a vida eclesial: en los dos primeros meses todavía Monseñor Luis Chávez y González era el arzobispo; en febrero, Monseñor Romero toma posesión de la Arquidiócesis, con mucho descontento por parte del clero. Habían matado, expulsado del país, torturado a sacerdotes y catequistas. También la misa única, cuando mataron al P. Grande, la decisión de no participar de los actos públicos con el gobierno para no parecer como cómplice de sus atrocidades.

2.2 Monseñor Romero vio en su segunda carta pastoral una oligarquía que oprimía y difamaba al pueblo y a la Iglesia, todo por la absolutización de la riqueza.

Monseñor Romero es claro en aclarar la actuación de la Iglesia que estaba volcándose a favor de las mayorías del país, ganándose la persecución y la difamación por parte de sectores muy concretos de la nación salvadoreña. En esta línea Monseñor Romero estaba viendo una oligarquía que estaba preocupada por la latente amenaza del comunismo, representado en grupos revolucionarios, sindicatos, movimientos campesinos y unos sectores muy significativos de la Iglesia, los cuales preveían un latente fracaso y pérdida de su gran capital. Esto les llevó a utilizar opresión sangrienta y sistemática en contra de los que mencionamos anteriormente, este fenómeno tiene nombre: "absolutización de la riqueza o idolatría al gran capital", con esto Monseñor Romero fue muy claro al denunciar: "La Iglesia añade ahora igualmente la condenación del sistema capitalista, al que se denuncia también como uno de los materialismos prácticos[107]El problema que estaba viendo Monseñor Romero era en primer lugar, la poca posibilidad de dialogo entre los sectores civiles del El Salvador, la represión ejercida en contra del pueblo salvadoreño, la brecha que se abría entre los ricos y pobres del país, por lo tanto se agravarían los problemas económicos y sociopolítico del país.

2.3 Monseñor Romero veía en su segunda carta pastoral a una pueblo crucificado históricamente, al mismo tiempo un resurgir de los pobres.

Monseñor Romero ve en su segunda carta pastoral a un país hundido en la pobreza, en la opresión y en la injusticia. Engañado por los poderosos y por el gobierno, los cuales le había jugado sucio muchas veces. Veía en el Salvador la injusta distribución de los bienes.

Al mismo tiempo veía muchas familias afligidas por sus parientes asesinados, torturados o desaparecidos. Era un flagelo pecaminoso e histórico el que El Salvador estaba sufriendo, era lo que podemos llamar: un pueblo crucificado históricamente:

Y se ha atacado también y, sobre todo, al pueblo salvadoreño, se han conculcado sus derechos humanos, que forman parte de la responsabilidad de la Iglesia (…) el pecado de nuestro país que sume a los hombres en la miseria; cuando no se respetan los derechos de los salvadoreños, y cuando aumentan los desaparecidos, los muertos y calumniados[108]

Monseñor Romero quiere responder como pastor a tan grave situación en contra de los derechos humanos de los salvadoreños y de la Iglesia que estaba siendo perseguida. A todo esto es muy importante descubrir que estaba viendo Monseñor Romero al interior de la Iglesia arquidiocesana, con su historia y características muy particulares, la cual había tomado sus propias opciones después del Concilio Vaticano II y Medellín, y ese es el objetivo de este epígrafe, descubrir lo que este arzobispo estaba viendo en su comunidad eclesial de San Salvador, y como ésta respondió a la realidad nacional:

  • Monseñor ve en su segunda carta pastoral a una Iglesia en proceso de cambio y conversión.

Monseñor Romero ve una Iglesia en un periodo de transición, de cambio y de conversión. Ya no es la Iglesia de su juventud sacerdotal. Ha asumido los cambios que el Concilio Vaticano II ha sugerido a toda la Iglesia, ha comprendido, a estas alturas, lo que el documento de Medellín dicta para América Latina. Él mismo se convierte en el primer motivador de esos cambios profundos, todo ello por la confianza en el magisterio de la Iglesia. No es la teología de la liberación, ni muchos menos la influencia de los distinguidos jesuitas de El Salvador en Monseñor Romero. No, de ninguna manera. Fue la el Dios de Jesús, fueron los pobres, fue la Iglesia misma, los que suscitaron un cambio radical en su modo de proceder pastoralmente.

Ahora bien, en la carta pastoral que estamos tratando, hay una interpretación de Monseñor Romero sobre dichos cambios, pero antes, es oportuno para descubrirla, hacernos una pregunta: ¿Cuáles son los cambios que la Iglesia, según Romero, ha tenido en la actualidad? De hecho son muchos, pero él subraya uno en especifico: "La misión de la Iglesia en el mundo actual". Quiere que toda la Arquidiócesis camine sobre esta nueva perspectiva misionera de la Iglesia. Ahonda en el tema porque no ha sido bien asimilado por los salvadoreños, por dar razones del actuar de la Iglesia frente a la persecución de sectores egoístas del país. Para aclarar su posición frente a las acusaciones que venían de su propios hermanos obispos y de la oligarquía del país.

Lo que aquí voy a decir no es nada nuevo. Pero creo conveniente repetirlo porque no ha sido suficientemente asimilado y porque, en nuestro país, abundan todavía las voces, radios y periódicos, que pretenden juzgar lo que es la Iglesia, distorsionando su verdadera realidad y su misión[109]

Hemos dicho que para Monseñor Romero el cambio fundamental que la Iglesia ha tenido con el Concilio Vaticano II es su "nueva relación con el mundo", en contraposición de la idea preconciliar, la cual tendía a estar de espaldas al mundo. Es para este obispo un avance significativo, ya que es un cambio radical. Aunque no debe interpretarse como un elemento añadido o yuxtapuesto históricamente en el siglo XX, ya que dicha relación siempre ha estado presente en el misterio de la Iglesia, sino que debe considerarse como una evolución del dogma eclesial como algo que es fruto de la recuperación de la identidad más primigenia de la Iglesia, en íntima conexión con la misión de Jesús:

La misión es pues una tarea que incumbe a toda la Iglesia en virtud de su carácter esencial, es decir, en tanto que es comunidad de salvación de Cristo, y en virtud de su lugar en la historia de la salvación, situada entre la ascensión y la parusía (…) la misión de la Iglesia se ha realizado en a historia concreta, pero sin duda ha sido a partir de Vaticano II cuando la Iglesia ha tomado conciencia más explicita de tal misión[110]

Monseñor Romero declara que hoy, la Iglesia mira al mundo de dos maneras fundamentales: "una para cuestionar al mundo en lo que tiene de pecado, y la otra para dejarse cuestionar en lo que ella misma tiene de pecado"[111]. Esa es una actitud profética y dialógica, es una postura más humilde en su quehacer pastoral y es un cambio profundamente evangélico, enraizado en esencia neotestamentaria. También explica que la nueva relación con el mundo va en dos sentidos: Primero, la Iglesia está en el mundo, y segundo, la Iglesia esta al servicio del mundo. Todo ello indica un proceso de conversión para la Iglesia, ya no debe ser una Iglesia que esté a espaldas del mundo, sino que, debe ser una Iglesia cercana, encarnada y solidaria con la historia de los hombres.

2.5 Monseñor Romero ve en su segunda carta pastoral una Iglesia divida.

Monseñor Romero habla de ciertas reacciones que andan en el ambiente de la Iglesia arquidiocesana, tan diversas entre sí, que reflejan una división objetiva. En el fondo de todas estas reacciones están los cambios que la Iglesia, tanto universal como particular, habían dado con el concilio Vaticano II y con la segunda conferencia general de obispos de América Latina reunidos en Medellín. Es normal que ante los cambios la persona humana tenga distintas reacciones, dependiendo de su situación personal e histórica, social o económica, religiosa o política, pero ante tal división de la Iglesia, este obispo quiere dar una palabra de fe y esperanza, ya que en verdad era una situación alarmante y escandalosa, sin embargo pascual y vigorosa. Monseñor Romero supone que los que leerán la carta son católicos, pero también él prevé que la leerán personas de otras comunidades cristianas, y ellos también caben en la intencionalidad de la carta.

Por eso he creído un deber de mi magisterio episcopal dirigirme a todos los queridos hijos de nuestra Iglesia y también a otros cristianos hermanos nuestros y a todos los salvadoreños que buscan y esperan una palabra razonable que ilumine, desde nuestra fe y de nuestra esperanza cristiana, lo que realmente está pasando"[112].

Estamos viendo que las palabras de Monseñor Romero derivan de un deber episcopal, es decir, de enorme responsabilidad de ser obispo de un pueblo crucificado injusta e históricamente, es por eso que el se convirtió en la voz de los que no tienen voz, dio razón de lo que en verdad estaba pasando, pero desde una óptica evangélica. Acude a dos grandes virtudes teologales: la fe y la esperanza. Éstas son la que caracterizan al verdadero cristiano, son las que le dan identidad y contenido a su praxis histórica. Se vio obligado a hacerlo, tenía que responder a la convulsión social surgida de injusticias inflingidas a la gran mayoría del pueblo. Retoma su papel de obispo frente a sus fieles, y su deber de cristiano junto con ellos. Esta manera de ser obispo marca un rumbo nuevo de ser pastor, además la política había tocado el altar, es una reacción coherente de su labor episcopal, usa el poder institucional a favor de los pobres y oprimidos[113]es una sana manera de entender como debería ser la Iglesia de los Pobres.

2.5.1 Hay unos que están contentos con la Iglesia.

Entonces, la Iglesia arquidiocesana había optado por una pastoral encarnada en la realidad histórica de El Salvador, no podía ser indiferente, a sus alegrías y tristezas, a los logros y angustias. Esta era una realidad que a muchos les había gustado, sin embargo no daban un paso de compromiso por dicha opción pastoral de la diócesis: "Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. (…) La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del genero humano y de su historia"[114]. Estos en realidad no hacían un mal objetivo a la Iglesia, pero si hacían que perdiera fuerza, además del peligro que corrían de quedarse anquilosado en una fe espiritualista y desencarnada de la realidad de la historia.

2.5.2 Hay otros que están disgustados.

La nueva actitud de la Iglesia tenía a otros inquietos, ya que se sentían cuestionados por ella, ya que si daban un paso tenían que dejar sus antiguos esquemas y sus seguridades personales o comunitarias. Y Monseñor es claro al afirmar que la conversión les resulta difícil y dolorosa. Pero en este nivel, aun éstos no se atreven a ir en contra de la Iglesia, mucho menos rechazarla del todo. Lo que quizás afectaría es no tener un avance de corazón y de mente en cuanto a la nueva manera de hacer pastoral de la arquidiócesis, no existe la opción, mas bien hay cierta desconfianza que no es nada edificante para la Iglesia, por el contrario suscita una involución eclesiológica.

2.5.3 El escándalo farisaico, los que persiguen a la Iglesia.

Con escándalo farisaico, Romero quiere designar aquellos que por intereses egoístas sostienen un falsa pureza y fidelidad a la Iglesia, en contra posición de la opción pastoral de la Arquidiócesis de San Salvador. En este nivel surge el ataque frontal contra Ella. Sin temor a equivocarnos, Monseñor se está refiriendo a la parte de la oligarquía, de la Iglesia del gobierno que en el afán de defender sus intereses quieren acabar con el sector más comprometido con las grandes mayorías pobres del país[115]

2.5.3 Los que "sienten con la Iglesia.

Hay un amplio sector de la arquidiócesis de San Salvador que habían tomado parte en la opción pastoral de esta Iglesia particular. Se han afianzado la fe en su esperanza y en su compromiso cristiano, desde la Iglesia, están incluso dispuestos a dar la vida por la buena noticia de Jesucristo, y así lo fue, hoy la historia recuerda agradecidamente a los mártires salvadoreños (Laicos, religiosos y religiosas, sacerdotes y obispos) que fueron fieles hasta la muerte. Y por todo ello daba gracias a Dios, ya que ese compromiso sostenía su opción episcopal por los más pobres y desprotegidos de la sociedad, tanto así, que llegará a decir un día: "con este pueblo no cuesta ser un buen pastor".

2.6 Monseñor Romero ve una Iglesia comprometida y Perseguida.

Ya decíamos más arriba que en la arquidiócesis de San Salvador había un sinfín de fieles cristianos comprometidos con su pastoral. En plena unidad con su obispo. A favor de la liberación de los más pobres y oprimidos. Esta Iglesia estaba siendo difamada, oprimida y asesinada. Lo sectores de poder estaban detrás de esta persecución, querían callar la voz profética de la Iglesia, Monseñor llega a decir: "la han atacado en lo más delicado de su corazón de Esposa de Cristo, llamándola infiel al Evangelio".

No puede ser otra la palabra de la Iglesia, porque es la palabra de la Buena Nueva, del Evangelio, de la liberación que, por medio de la Iglesia sigue anunciando Jesús a los hombres. Y no es una esperanza ingenua la que proclama la Iglesia porque va acompañada por la sangre de sus sacerdotes y sus campesinos: sangre y dolor que denuncia la existencia de dificultades objetivas y de malas voluntades que se oponen a su realización, pero sangre que también es expresión de voluntad de martirio y que, por tanto, es la razón y testimonio de una esperanza que, desde Cristo, la Iglesia ofrece con toda seguridad a este mundo[116]

Ahora bien, siendo más concretos, ¿Cuál es la persecución a la Iglesia? ¿A qué se estaba refiriendo el Señor Arzobispo cuando dice que hay una Iglesia perseguida? Él hace mención de algunos señalamientos concretos, hechos a la Iglesia: le acusan de predicar el odio y la subversión, de ser política y marxista. Éstas eran necesarias para que se convirtiese en enemigo del gobierno y de la oligarquía. Esta enemistad se convirtió en persecución sangrienta en contra de laicos, religiosos, catequistas y sacerdotes.

3. El juicio de Monseñor Romero sobre la Iglesia frente a la realidad nacional en su segunda carta pastoral: "la Iglesia es el cuerpo de cristo en la historia"

Monseñor Romero en su segunda carta pastoral hace un juicio sobre la Iglesia, tratando de responder doctrinalmente a lo que estaba viendo en el ámbito eclesial y nacional, acorde a la doctrina del Concilio Vaticano II y del documento de Medellín, en este sentido hemos descubierto que hace tres afirmaciones fundamentales: la Iglesia es "Pueblo de Dios", "el Cuerpo de Cristo en la historia" y "Sacramento universal de salvación". Éstas concepciones han sido de las restauraciones más significativas de este concilio pastoral, pero no eran fáciles de profundizar en la década de los setenta, ya que es una época de mucha confusión, debido a una mentalidad que había acompañado la Iglesia durante siglos, y los efectos conciliares significaban el rompimiento de dichos esquemas, creando, por supuesto, mucho revoluto en el ámbito eclesial y teológico.

3.1 La Iglesia es "pueblo de Dios".

El Concilio Vaticano II recuperó la dimensión comunitaria y peregrinante del la comunidad eclesial, definiéndola como pueblo de Dios. Monseñor Romero no pasará por alto tal detalle, con el objetivo de salvaguardar, antes que todo, el carácter trascendente de la Iglesia: "una organización de hombres que pertenece a Dios pero que está en este mundo. Por que va avanzando en este mundo… que entra en la historia humana"[117]. Y dice que esa afirmación es de vital importancia, ya que nos ayuda a dar sentido a la praxis eclesial:

Lo que aquí se afirma es de importancia capital, porque el aspecto trascendentes que debe elevar la Iglesia hasta Dios sólo podrá realizarlo y vivirlo estando en el mundo de los hombres y peregrinando en la historia de los hombres[118]

Pero Monseñor Romero añade que el aspecto trascendente de la Iglesia podrá vivirse en la medida que esté en el mundo y en la historia. Indica, como decíamos anteriormente, que la Iglesia tiene una mueva relación con el mundo. Si nos detenemos a reflexionar en lo que quería decir Monseñor Romero, llegaríamos a la conclusión que se refería a la misión de la Iglesia en el mundo como encarnación en la realidad histórica de la humanidad. La idea que quiere desarrollar con respecto a este tema es que la Iglesia ha reconocido que vivía de espaldas al mundo, a su historia, a su inmanencia, y apunta al cambio de actitud que la Iglesia había dado con el Concilio Vaticano II y con el magisterio eclesiástico: "Quizá durante siglos la Iglesia no ha dado toda su importancia a lo que realmente estaba sucediendo en el mundo[119]ahora es distinto, es una comunidad, autoconciente de ser pueblo de Dios, encarnada en la realidad del mundo, en su contexto histórico, caracterizado por el acelerado cambio de época. En esta línea los signos de los tiempos, en el caso de El Salvador podríamos citar, a modo de ejemplo, el resurgir de los pobres, es decir, que en nuestro país los pobres y marginados empezaban a ser autoconcientes de su propia historia, se daban cuentan de su condición de pobreza no era natural, sino, histórica y socializada, y que eso no era humano, ni mucho menos voluntad de Dios; también podemos mencionar el cambio en si que estamos tratando sobre la Iglesia, ya que es evidente que es de inspiración evangélica y pastoral, pues esto y todos el conjunto de elementos que podríamos citar como signos de los tiempos favorecen para que la Iglesia se conozca si misma: primero, Dios mismo interpela a la Iglesia con la novedad del mundo, con la historia del hombre; y de hecho Monseñor Romero se dejo interpelar por el dolor del pueblo oprimido y olvidado de su nación, le dolió hasta lo más profundo del alma cuando veía la sangre de los inocentes caer injustamente. Segundo, la Iglesia tiene que ser conciente de la novedad del mundo, para responder a la palabra de Dios y calibrar su actuación en el mundo, es decir, tiene que aprender a leer los signos de los tiempos, y actuar solidariamente con los hombres y mujeres de este mundo.

3.2 La Iglesia es cuerpo de Cristo en la historia.

3.2.1 La Iglesia cambia perseguida porque es Cuerpo de Cristo en la historia, de aquí surge su persecución.

Son evidentes los cambios que la Iglesia había tenido, así como las reacciones negativas en contra. Pero Romero no puede echarse atrás ante tantas divergencias, al contrario quiere dar una razón a la luz de Jesucristo, para confirmar la fe a unos y aclarar las actuaciones de la Iglesia a los que la difamaban y a los que desconfiaban en ella. Se hace una pregunta ¿Por qué hay cambios en la Iglesia? La respuesta resulta ser categórica: porque "La Iglesia es el Cuerpo de Cristo en la historia". Entiende por esta expresión lo siguiente: "Cristo se ha querido hacer vida de la Iglesia en todos los tiempos de la historia"[120]. De aquí que se deduzca que los cambios se dan porque es parte de la naturaleza de la Iglesia, pertenece al concepto y dinamismo más límpido del magisterio eclesial. No está concibiendo a la Iglesia desde posturas esencialistas, metafísicas o de manera abstracta, sino que la ubica, históricamente, en conexión intrínseca, con Cristo. Es el mismo Cristo que a través de la Iglesia se hace presente a lo largo de historia de la humanidad. No se puede, según esto, concebir a la Iglesia al margen del espacio y del tiempo. Desde esta perspectiva logramos entender como es que la Iglesia ha logrado tener tantos cambios. Incluso se puede hablar, por ello, de muchas eclesiologías, las cuales responden a un momento histórico determinado[121]

El origen de la Iglesia es algo mucho más profundo. Cristo fundó su Iglesia para seguir estando presente El mismo en la Historia de los hombres, precisamente a través de ese grupo de cristianos que forman su Iglesia. La Iglesia es entonces la carne en la que Cristo concreta, a lo largo de los siglos, su propia vida y su misión personal.

Entonces, Romero ha entendido que Cristo se ha querido hacer vida de la Iglesia en todos los tiempos de la historia, de aquí él descubre una consecuencia categórica: "La Iglesia sólo puede ser la Iglesia en la medida en que siga siendo cuerpo de Jesús". Esto quiere decir la piedra de toque para descubrir la autenticidad de la praxis de la Iglesia consiste en que ésta debe hacer presente históricamente la misión de Jesús entre nosotros los hombres. Lo contrario seria la comparecencia o el miedo a los hombres.

El deber de prestar a Cristo en la historia, su voz de Iglesia para que Jesús hable, sus pies para que recorra el mundo actual, sus manos para trabajar en la construcción del Reino en el mundo actual, y todos sus miembros para "completar la que falta de su pasión" (Col. 1, 24)[122].

Dice Ellacuría cuando toca el tema de la Iglesia en uno de sus escritos: "Jesús fue el cuerpo histórico de Dios, la actualidad plena de Dios entre los hombre, y la Iglesia debe ser el cuerpo histórico de Cristo, al modo como Jesús lo fue de Dios Padre"[123]. Lo que ésta en juego es lo más importante: que Jesús siga presente en medio del mundo, que se sigua anunciando la Buena Noticia de Dios para el hombre y que se sigua construyendo ese Reino de Dios en el aquí y en el ahora.

3.2.2 Conexión intrínseca, teológica e histórica de Jesucristo y la Iglesia

Cuando Monseñor Romero profundiza este tema, utiliza un método, que nosotros le hemos llamado "comparativo, con el cual hace una conexión teológica, intrínseca e histórica entre la persona de Jesús y su misión salvífica con la identidad y praxis de la Iglesia en la historia de la humanidad. A continuación trataremos de exponer los paralelos teológicos contenidos en esta parte de la carta y así podamos contemplar de manera sinóptica dicha eclesiología.

a) Persona de Cristo e identidad de la Iglesia.

Para Monseñor Romero Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre, en consonancia con la fe de la Iglesia. Como Dios es el Hijo eterno del padre inaccesible a la razón humana; como hombre: "Al afirmar que es verdadero Dios, está afirmando que en El está la última verdad, la última respuesta al ministerio de la existencia e historia de los hombres"[124]. Como verdadero hombre estamos diciendo que Dios se ha encarnado en la historia de los hombres, para liberarlo y redimirlo. Entonces estamos enfrente de una persona que es divina y humana a la vez. Que en él está la verdad última del hombre, él nos revela el verdadero rostro de Dios y el verdadero rostro del hombre. Ahora bien, Monseñor Oscar ubica la identidad de la Iglesia diciendo que debe ser el "cuerpo histórico de Cristo". Éste es su cometido más autentico, es lo que brota de lo más profundo de su identidad. Ese es el misterio de la Iglesia, no entendido como algo oculto, sino que ésta tiene una conexión directa con el plan de Dios, con la historia de la salvación, con Cristo. De manera contraria estaría siendo infiel a su misión principal, incluso el mismo cristo se lo reclamaría. Pierde su verdadero papel en el mundo, y sólo a la luz de Cristo la Iglesia puede iluminar su actuar y responder correctamente a los avatares históricos con los que se tiene que enfrentar.

Sentirse Cuerpo histórico del Divino Salvador del Mundo en El Salvador, creo que debe ser para nuestra Iglesia el principal mensaje de las fiestas agostinas este año. Porque en el ministerio titular de la transfiguración nuestra Iglesia contempla y oye, año con año, la persona, la actividad y el mensaje que ella tiene que encarnar para todos los salvadoreños de todos los tiempos[125]

Incluso Romero da un concepto de lo que es la Iglesia:

La Iglesia es pues, la comunidad de hombres que profesan la fe en Jesucristo como único Señor de la historia. Es una comunidad de fe cuya primera obligación, cuya razón de ser está en proseguir la vida y la actividad de Jesús. Ser Iglesia es mantener en la historia, a través de los hombres, la figura de su Fundador[126]

b) Seguir y amar a Jesucristo, primer deber y derecho de la Iglesia.

Monseñor Romero indica que uno de los primeros deberes y derechos de la Iglesia es seguir y amar libremente a Jesús. Ya ha dicho que la Iglesia debe ser el cuerpo histórico de Jesús, pero él pone una primera condición para que esta realidad se realice en el mundo y es el seguimiento de Cristo, al igual que los primeros cristianos. Pero señala claramente que este deber ha variado según la historia de la Iglesia, unas veces ha sido más claro este seguimiento, pero otras veces ha pasado por momento muy oscuros: "A lo largo de su historia, la Iglesia ha realizado, con mayor o menor fortuna, ese ideal de los primeros cristianos en su seguimiento de Jesús[127]En fin, es una tarea que aun no ha terminado, que tendrá su plenitud más allá de la historia.

c) El anuncio y la realización del Reino de Dios, segundo deber y derecho de la Iglesia.

Monseñor Romero Señala que la Iglesia tiene "el derecho-deber de proclamar sin trabas el Evangelio y cooperar con propia autonomía en la construcción del Reino de Dios entre los hombres, tal como lo haría Cristo mismo, hoy y aquí"[128]. Esto es un aspecto que surge de la misma identidad de la Iglesia, no pudiéndose aplazar por ninguna circunstancia, la Iglesia tiene que ser valiente con esta misión, confiada en la presencia perenne de su fundador. Sabemos que el Reino de Dios es central en la vida y en la predicación de Jesús. Romero comienza este tema con la cita del evangelio de San Marcos: "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca, conviértanse y crean en la Buena Nueva[129]Asimismo descubrimos en esta una definición de lo que significa el Reino de Dios: "un modo de convivir entre hombres de modo que se sintieron hermanos y de esta forma también hijos de Dios"[130]. Monseñor conecta las palabras de Jesús con el plan salvífico de Dios, era el Emmanuel, el verbo hecho carne, el Dios que se revela libremente en la historia del hombre, en fin, en Jesús se cumplen las antiguas profecías:

Resonaban en las palabras de Jesús las antiguas profecías que anunciaban en el plan de Dios para salvar a los hombres, pero en Jesús cobraban una fuerza última; el Reino de Dios ya desde esta tierra tiene que hacer a todos los hombres hijos del Padre de Jesucristo y, por ello tienen que ser humanos[131]

El Monseñor Romero es claro al afirmar que el anuncio del Reino tiene una opción presencial por lo pobres, por los marginados, por los malditos de su tiempo: "Es evidente también le preferencia de Jesús por los pobres en el anuncio del Reino"[132]. Esta realidad de la presencia que Jesús tiene por los pobres al anunciar su Reino es apoyada por la perspectiva lucana, la cual nos presenta, en el discurso programático de Jesús, la profecía de Isaías que se cumplía en Cristo:

El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva, a proclamar la liberación de los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor[133]

Es de aclarar que la opción por lo débil no se reduce a dato de los evangelios, sino que recorre todas las páginas de la Biblia. Desde el relato de Caín y Abel notamos el amor gratuito de Dios hacia los más débiles de la historia[134]sin embargo, Romero se está refiriendo a la opción por los pobres que recorre el Evangelio completo, haciendo referencia a los "signos del Reino" los que se refieren a las curaciones, exorcismos, las comidas y convivencias con varias personas. Sabe en el fondo que estos signos representas la solidaridad y la dignificación de Dios para con los más débiles y marginados de este mundo: "Ese acercarse de Jesús a los hombres, marginados por la sociedad de su tiempo, es el signo que El pone para garantizar el contenido de lo que predica: que el Reino de Dios se acerca"[135].La Iglesia como continuadora de la obre de Jesús también debe anunciar y realizar el Reino de Dios en la historia del mundo. Tiene que hacerlo presente en nuestro continente y en nuestro país. También en el anuncio del Reino de Dios tiene que hacer una opción fundamental por lo pobres, marginado y ausentes de la historia[136]lo que el indica concretamente para nuestra realidad:

En nuestro Continente y en nuestro país, la Iglesia tiene, como Jesús, que seguir pregonando la Buena Nueva de un Reino de Dios que se acerca, sobre todo para aquellas mayorías que secularmente han estado ausentes de El: los pobres, campesinos, obreros, marginados en las ciudades[137]

Romero aclara, también que la opción preferencial por los pobres no significa, en ningún momento, discriminación de las otras clases sociales, sino que simplemente Significa la preferencia de Jesús hacia aquellos que han sido más objeto de los intereses de los hombres que sujetos de su propio destino.

d) La denuncia del pecado y la llamada a la conversión, tercer deber y derecho de la Iglesia.

Monseñor Oscar no quiere perder de vista el papel que juega la Iglesia frente al misterio de la iniquidad presente en nuestro mundo. Y comienza, como es de esperarse, indicando la actividad de Jesús. Apunta explícitamente que Cristo se encarnó en una realidad concreta, anunciando un Reino a una sociedad determinada, y en esta predicación mesiánica, Jesús no deja de lado la realidad del pecado. Ahora bien, ¿Qué es el pecado? El Obispo Oscar responde: Si lo que Jesús anuncia es el Reino de Dios, pecado es para Jesús todo aquello que impida, imposibilite o destruya el Reino de Dios[138]Pero la denuncia del pecado no tiene sentido en si misma, va unidad a la intención de que nadie quede excluido del Reino de Dios, es decir, lo que quiere Jesús es la conversión, de los pecados que deshumanizan y oprimen a los demás:

Ese mensaje de esperanza va unido en Jesús a una llamada a la conversión. Así como Jesús no quiere excluir a nadie del Reino, así también llama a todos a una sincera conversión del corazón que se manifestare en obras externas (…) Amó a todos sus contemporáneos; y porque les amó realmente a todos ellos, les pidió la conversión, o sea, aquel cambio de corazón que humaniza a todos los hombres[139]

Entonces, la Iglesia como la primera pregonera y realizadora del Reino de Dios, tiene que denunciar fuertemente todo aquello que impide la construcción de ese Reino, todo ese pecado que impide que el plan de Dios se realice en la historia. Se refiere concretamente al pecado individual: "Tiene que denunciar el egoísmo que se esconde en el corazón de todos los hombres, el pecado que deshumaniza a los hombres, que deshace a las familias, que convierte el dinero, la posesión, el lucro y el poder como fin de los hombres"[140]. Luego alude al pecado estructural: "es decir, aquellas estructuras sociales, económicas, culturales y políticas que marginan eficazmente a la mayoría de nuestro pueblo"[141]. Sabe que la Iglesia no puede quedar indiferente a la realidad de los hombres: "Cuando la Iglesia oye el clamor de los oprimidos no puede menos que denunciar las formaciones sociales que causan y perpetúan la miseria de la que surge ese clamor"[142]. Pero aclara que la denuncia de ninguna manera es con odio sino con la intención de que los hombres se conviertan, y no sean excluidos del Reino de Dios.

e) La iluminación en la construcción del Reino de Dios, cuarto deber y derecho de la Iglesia. En esta parte de la carta lo que se está tratando es el papel que la Iglesia tiene en el mundo, en cuanto a la construcción o concretización Reino de Dios en la historia. Aunque está conciente que la realización de dicho Reino empieza en la historicidad del mundo, su consumación final será en el más allá de la historia. Pero la Iglesia como continuadora de la misión de Jesús debe ver que todas las entidades terrenales colaboren directamente con su construcción: "Como Jesús, que realizó su misión en un mundo y en una sociedad concreta, la Iglesia no sólo anuncia un Reino abstracto de Dios, sino que también tiene que promover aquellas soluciones que parecen más apropiadas y justas para su realización". Monseñor recuerda como la Iglesia en los dos últimos siglos ha intervenido en las cuestiones sociales, desde León XII hasta Pablo VI, para orientar las cuestiones de este mundo, denunciar los pecados que hay en la sociedad y apuntar a la construcción del Reino de Dios[143]

3.3 La Iglesia es "Sacramento universal e histórico de salvación", de aquí surge su compromiso.

La idea de la Iglesia como sacramento empezó a recuperarse en la primera mitad del siglo XX, tema ya tratado en la época patrística[144]pero es hasta el Concilio Vaticano II que el Magisterio lo retoma oficialmente. Monseñor Romero alude a dicha reflexión profunda: "La Iglesia como sacramento universal e histórico de salvación".

Pero la Iglesia está en el mundo para los hombres. Este es el sentido de servicio que el Concilio expresa con estas palabras teológicas: La Iglesia es "signo", es "sacramento". Como sacramento y signo la Iglesia significa y realiza algo para los hombres. (L. G. 1)[145].

En esa línea, Romero está convencido que la Iglesia como sacramento debe estar al servicio de los hombres. Dicha sacramentalidad se ejecuta en el tiempo y en el espacio, llegado así históricamente la salvación a todos los hombres y mujeres de este mundo. Pero ¿en qué sentido camina la dimensión soteriológica de la revelación divina, según lo que Romero ha escrito? Pues son dos grandes líneas:

3.3.1 La Iglesia realiza la íntima unión con Dios.

La primera línea fundamental de la sacramentalidad salvífica de la Iglesia realizada en la historia, que Monseñor muestra en su segunda carta pastoral es la unión que los hombres pueden llegar a tener con Dios. Ser hijos de un mismo Padre y todos hermanos en Cristo Jesús. Es una comunión histórica, efecto de un encuentro con Dios, que se ve en la Iglesia: "La Iglesia significa y realiza la íntima unión de los hombres con Dios y de los hombres en sí"[146]. La Iglesia es entonces, antes que nada, la comunidad de los que han creído en Dios Padre, y en su Hijo Jesucristo. Son los que mediante las aguas del bautismo han sido incorporados al Pueblo de Dios, y se reúnen en torno a la mesa de la Palabra y de la Eucaristía. Así mismo podríamos decir que la comunión es un ideal del cristianismo, desde sus orígenes, que en realidad está en lo más profundo de la naturaleza del ser humano, aunque no debería degenerarse en sometimiento de los demás, sino realizarse en una solidaridad histórica.

3.3.2 La Iglesia realiza el amor liberador de Dios.

Cuando Romero habla de la Iglesia como sacramento añade dos matices importantes: universal e histórico. El primero matiz se refiere a la salvación para todos los hombres, de todos los tiempos y lugares; mientras que el segundo matiz añade que la salvación dada por Dios se realiza en la historia. La Idea de la Iglesia como sacramento está presente en la tradición de la Iglesia, no así su historicidad, esta dimensión resulta ser relativamente nueva. Surge una pregunta entonces ¿Qué añade la historicidad a la salvación universal? Pues la respuesta es clave: se debe superar la sacralizad interesada, es decir, poner la intervención oportuna de Dios en relación con la historia.[147]. Esto es exactamente lo que Monseñor Romero hace en su segunda carta pastoral, veamos que dice al respecto:

a) unidad en la historia

Para Monseñor Romero, la comprensión histórica de la Iglesia es también una novedad, en ese sentido es menester en su eclesiología, reflexionar sobre dicha dimensión eclesial, todo ello para comprender la relación y la sacramentalidad de la Iglesia con el mundo. Comienza haciendo una relación intrínseca entre lo que es la historia profana e historia de salvación, haciendo una sólida afirmación:

La Iglesia ha profundizado también este otro concepto: la relación que existe entre la historia de los hombres y la historia de la salvación (…) la Iglesia ha profundizado también este otro concepto: la relación que existe entre la historia de los hombres y la historia de la salvación (…) Dios está actuando en la historia humana (…) Más claramente afirma Medellín la unidad de la historia. "La catequesis debe manifestar la unidad del plan de Dios. Sin caer en confucionismo o en identificaciones simplistas, se debe manifestar siempre la unidad profunda que existe entre el proyecto salvífico de Dios, realizado en Cristo, y las aspiraciones del hombre; entre la historia de la salvación y la historia humana[148]

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
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