I.- DEUDAS E INTERVENCIÓN EXTRANJERA (1900-1908)
1.- Revolución Libertadora (1900-1902)
La Libertadora, la última guerra civil que azotó al país, tuvo una serie de peculiaridades que ha hecho de ella una contienda con matices distintos a los enfrentamientos armados del siglo XIX venezolano. Del mismo modo como en 1857, conservadores y liberales se unieron en el propósito de derrocar a José Tadeo Monagas, en 1901 los Liberales venezolanos y los nacionalistas o mochistas unen sus esfuerzos en un intento para derrocar al Cipriano Castro. Sin embargo, esta alianza no se agota allí y Manuel Antonio Matos logra captar el apoyo del capital extranjero para la Libertadora. Con relación a esto señala Domingo Alberto Rangel: "Desde la independencia, cuando los realistas criollos impetraron y obtuvieron el apoyo de la Corona Española, ningún sector venezolano había acudido a la asistencia extranjera en sus conflictos. En 1859, los Godos de Caracas rehusaron la ayuda que les ofreció la Reina Victoria para destruir a la Revolución Federal. Sobre su espíritu de clase amenazado por la montonera insurgente se impuso el patrimonio". Lo que inaugura la Libertadora es una intervención muy directa. La contribución extranjera más importante fue aquella otorgada por la Compañía de Asfalto "New York and Bermúdez Company". En el año de 1884, Guzmán Blanco, entonces Presidente de la República, otorgó una concesión para la explotación de los recursos naturales del Estado Bermúdez al Señor Horacio Hamilton. Según la mencionada concesión, dicho señor tenía el derecho de explorar y explotar las producciones naturales de los bosques existentes en terrenos baldíos en el Estado de Bermúdez, pudiendo extraer de ellos maderas de construcción, de ebanistería y demás maderas utilizadas para la Industria. También concedía el gobierno el derecho a la explotación del asfalto en el estado Bermúdez. Hamilton gozaba del derecho de importar con franquicia las maquinarias, útiles y herramientas requeridas para la exportación de sus productos, obteniendo exención de impuestos en sus importaciones. La duración de la concesión se extendía por 25 años, de modo que duraría hasta 1909.
El 16 de Noviembre de 1885, Hamilton traspasa su concesión a la Compañía "New York and Bermúdez Company" con sede en Nueva York (esta compañía más adelante se integraría como filial a otras compañías asfalteras, siendo componente del llamado Trust del asfalto).
Señala Thurber a propósito de los problemas de la New York and Bermúdez en el país: "El 28 de Enero de 1897, bajo la presidencia del General Crespo, cuatro venezolanos denunciaron una mina en el Estado Bermúdez, a la cual dieron por nombre "La Felicidad"; y más tarde (el 30 de Noviembre de 1897) consiguieron que se les expidiera un título definitivo por dicha propiedad, la cual reclamó como suya la NYBC, alegando que formaba parte del depósito de asfalto que ella venía explotando. La acción judicial se inició inmediatamente con cambiante éxito en los tribunales del país y continuó hasta el 28 de enero de 1904. Durante el litigio, en mayo de 1900, fue comprado el título correspondiente a "La Felicidad" por los señores Charles M. Warner y P.R. Quinlan de Syracuse, Estado de Nueva York por $40.000, haciendo especial hincapié los vendedores en el documento de traspaso de la propiedad que la venta se efectuaba a riesgo de los compradores, sin que los dueños primitivos asumieran ninguna responsabilidad. También se emitieron otros títulos provisionales de carácter similar, por yacimientos denominados "La Venezuela", "Southside", etc., pero no se puso formal empeño en dejar establecida la validez de los mismos. Al parecer, la Corte de Cumaná integrada por tres jueces estaba a punto de dictar sentencia sobre uno de los puntos más importantes de la litis, cuando el gerente de la NYBC, quien tenía su oficina principal en Trinidad, se apareció en el puerto a bordo del "Viking", vapor de la compañía, justamente en la víspera en que se debía pronunciar sentencia con $10.000 en oro, y llegó a un arreglo con dos de los jueces para obtener un fallo favorable para la NYBC. El tercer juez se enteró de lo que estaba pasando e informó a Caracas por telégrafo. A la mañana siguiente, el Presidente del estado recibió órdenes imperativas para que procediera a resolver la Corte. Desde entonces, esta medida ha sido citada por el abogado de Trust de asfalto ante el departamento de Estado en Washington, como un ejemplo de los procedimientos despóticos de Castro y de su intervención en los tribunales de Venezuela"
Cuando Cipriano Castro asume el poder y declara que no reconocerá deuda pública con anterioridad al 24 de mayo de 1899, le estaba dando un zarpazo a muchas compañías extranjeras y a súbditos de otras naciones en razón de las deudas que tenía con ellos. Por ello, dada la desconfianza que les inspiraba un gobierno de recién llegados y aunado a esto la insolvencia del gobierno, incluso para satisfacer su gasto público, compañías como la NYBC, como el Gran Ferrocarril de Venezuela, la Compañía del Cable Francés o la Orinoco Shipping miraron con beneplácito y confianza a una revolución organizada por un hombre de empresa, un financista como Manuel Antonio Matos, en quien, seguramente, al estar en la Presidencia de la República, las deudas y créditos que el gobierno tenía con ellas serían respetados y cumplidos a cabalidad sin dejar de lado las perspectivas de nuevas inversiones y negocios.
Lo cierto es que la NYBC llegó al convencimiento de que el Presidente Castro estaba vulnerando sus derechos y obrando con mala voluntad. La revolución de Matos significaba para la concesionaria una política de apertura para sus intereses. Ante un Presidente hostil y una revolución que contaba con el respaldo popular y el refrendo de la Banca caraqueña, la reacción de la NYBC no se hizo esperar. El financiamiento a la Revolución es la Carta a jugar más conveniente.
De modo que la NYBC decidió ayudar económicamente a la Revolución de Matos y este aporte se tradujo en, aproximadamente, 145.000 dólares que le fueron entregados a Manuel Antonio Matos por las autoridades de la Compañía en Nueva York. No obstante esto, Brito Figueroa señala que "… Manuel Antonio Matos igualmente recibe ayuda financiera de otras empresas y monopolios extranacionales.
Para el financista Manuel Antonio Matos el dinero carece de Patria y en este postulado tiene toda la razón: recibe libras esterlinas, francos, dólares, y hasta libras y pesetas, hasta totalizar aproximadamente 200.000 dólares. Las entidades económicas que suministraron esta generosa ayuda para liberar a Venezuela fueron, además de la New York and Bermúdez Company, las siguientes: Orinoco Shipping Company, Intercontinental Telephone Company, American Telephone Company, Asphalt Company of America, Norddeutsche Bank, Pensylvania Asphalt Paving Company, The New Trinidad Asphalt Paving".
Como respuesta a los argumentos de la NYBC en el sentido de que en el país no existía justicia y los tribunales estaban parcializados de acuerdo con el gobierno, el 28 de enero de 1904, se resolvió el litigio entre la NYBC y Warner y Quinlan, a favor de la concesionaria. Los diez jueces que integraban la alta Corte Federal dictaminaron en Caracas a favor de la NYBC.
Como dice Eleazar Díaz Rangel: "Nunca antes ni nunca después, un servicio cablegráfico informativo en América Latina se comprometió tanto en una guerra para derrocar un gobierno". Se refiere en este caso, a la Compañía del cable Francés, compañía que tenía la exclusividad de acuerdo con un contrato suscrito en 1889, de transmitir y recibir los mensajes del exterior. De los mensajes del Cable Francés se nutrían los principales periódicos del país.
Sin embargo, aquella poderosa revolución, que compactó grandes generales salientes y que contó con grandes recursos económicos para su financiamiento fracasó ante la dictadura de Castro.
La presencia de la ayuda extranjera en la Revolución Libertadora y de los sucesos del Bloqueo trajeron como consecuencia que se le cerrara la puerta a la inversión extranjera en Venezuela.
2.- Bloqueo de las Costas Venezolanas por las Potencias Europeas (1900-1902).
"!Venezolanos! La planta insolente del extranjero ha profanado el sagrado suelo de la patria!." Así comienza la proclama dirigida por Cipriano Castro a la nación el 9 de diciembre de 1902, dando a conocer el bloqueo del que éramos víctimas desde ese mismo día y fijando su posición ante los hechos. Gracias a las excitaciones contenidas en este documento y a las noticias recibidas desde la Guaira, Puerto Cabello y Barcelona, en el sentimiento de los venezolanos todo estaba claro: Inglaterra y Alemania nos habían agredido brutalmente; la reacción de Castro, vibrante, puso la dignidad nacional muy en alto y el pueblo, sublimado de patriotismo, se solidarizo con la postura presidencial aprestándose para inmolarse, si llegaba a ser necesario, en la guerra que anunciaba la proclama para rechazar la agresión.
Las ideas de los norteamericanos que se interesaron por el asunto fueron de la mayor transparencia: Inglaterra y Alemania solicitaron la anuencia de su gobierno a fin de realizar una expedición punitiva contra Venezuela, mediante la cual nos obligarían a pagar la deuda que manteníamos en estado de morosidad con sus banqueros y a reconocer algunas reclamaciones formuladas por súbditos de aquellas potencias, que nuestro país se negaba a considerar. Teodoro Roosvelt les respondió indirectamente al decir en Mensaje al Congreso de la Unión que la Doctrina Monroe no se extendía a la protección de países insolventes y los dejo para demostrarles, cuando los hechos fueran irreversibles, quien ejercía el poder imperial en territorio americano.
Entre los escasos alemanes que se enteraron de las acciones dispuestas por su emperador no hubo dudas al principio; les debíamos dinero y estabamos obligados a pagarles; la morosidad en la que habíamos caído y la jaquetonería de Castro al responder a las notas de la legación alemana en Caracas imponían la forma de pasar el recibo. Como ellos llegaron tarde al reparto del mundo realizado por Inglaterra y Francia, tal vez en las ambiciones del Kaiser y de la alta dirección política y económica anidaría la idea de una tardía adquisición territorial en aguas americanas. Las cosas cambiarían a poco de iniciado el bloqueo, oscureciendose bajo la presion de gobierno de Washington para que desalojaran el área.
En Inglaterra el problema se enturbio desde el principio, debido a explicaciones nada convincentes ofrecidas por el primer ministro al parlamento, mediante las cuales pretendía justificar con las mismas argumentaciones empleadas por Alemania. La oposición las rechazo acusando al gobierno de dejarse arrastrar por la Cancillería de Berlín a un conflicto que les podía llevar a una confrontación con los Estados Unidos. La situación se enrarecerá más al desatarse las presiones norteamericanas para que Gran Bretaña suspendiera el despliegue bélico en aguas venezolanas y convenciera de lo mismo a los alemanes.
El gobierno italiano, participante de segunda categoría en las acciones emprendidas por la flota anglogermana, se sumo al bloqueo como una aventura imperialista inconsistente, so capa de proteger a súbditos que protestaban por querellas parroquiales con las autoridades civiles de Carúpano. Italia comenzó y salió del conflicto como socio auxiliar, pues las únicas tareas que comprometieron a sus naves fueron las de apoyo logístico a los otros a sus aliados.
Aunque no constituían el fondo verdadero de los motivos que animaron a Inglaterra y a Alemania a decidir el bloqueo, es cierto que Venezuela era deudora de prestamistas ingleses y Alemanes y es cierto que el gobierno de Castro se negaba a admitir reclamaciones interpuestas por súbditos de varios países porque sus demandas de indemnización eran muy exageradas y los reclamantes no recurrían a los canales ordinarios de las justicias venezolanas para presentar sus cuentas, sino le entregaban al cobro por la vía de diplomática. Las legaciones de los países mencionados presionaban y mas de una vez amenazaron con la fuerza para hacerse pagar. En estas dificultades secundarias ocultarían aquellas potencias planes geopolíticos de envergadura que pensaban acometer, de los cuales Venezuela formo parte solo como víctima propiciatoria.
La deuda externa venezolana tenia en diciembre de 1902 un saldo de diecinueve millones de bolívares, cuarenta y seis de ellos adeudados al Disconto Gesellschaft de Berlín y el resto a banqueros británicos; todos esos compromisos habían sido contraídos para pagar deudas anteriores, algunas arrastradas desde los anos de la emancipación, y a 1902 acumulaban intereses vencidos por algo mas de cinco millones de bolívares, incluyendo en esta cifra cuatro millones setecientos mil de ingresos extraordinarios.
La situación de Tesorería no permitía cubrir erogaciones del presupuesto y hubo que suspender el servicio de la deuda porque los gastos de guerra (La Libertadora) demandaban mas de la mitad de las disponibilidades del erario publico. Este diferimiento del servicio de la deuda y la renuencia venezolana a reconocer las reclamaciones extranjeras tal y como eran presentadas, permitirán a las potencias configurar la operación punitiva -los motivos aparentes- que les servirán de excusa para realizar en las costas caribeñas una demostración cuyas miras reales se dirigían mas al norte.
La única visión lucida de un venezolano expresada al ocurrir la agresión se debe a César Humecta, quien sostuvo que se trataba de un enfrentamiento interimperialista. Para él, en la Europa creadora de la tesis del Equilibrio de los Poderes se agitaba una preocupación de cara a la política expansiva norteamericana, que establecía protectorados en el Caribe y empezaba a controlar a América Latina. Aquella Europa ponía a prueba la doctrina Monroe y trataba de afianzar su presencia en un área importante. Inglaterra y Alemania intentarían aclarar posiciones con los Estados Unidos en las inmediaciones del canal interoceánico de Panamá a fin de ser desplazados definitivamente de la región.
Cipriano Castro convoco a todas las voluntades nacionales para emprender una cruzada defensiva-ofensiva contra los poderosos enemigos que habían ultrajado nuestra soberanía. También restituyo las garantías constitucionales suspendidas con motivo de la Libertadora; ordeno la libertad incondicional de los presos políticos y que se permitiera el ingreso al país de exiliados; decretó la restitución de sus propiedades a quienes se les había embargado por razones políticas; hasta ofreció renunciar a su alta investidura en beneficio de la concordia nacional.
Hubo quienes en aquel momento calificaron las posiciones asumidas por Castro como ligerezas demagógicas de una persona acorralada y críticos posteriores que coincidieron con esta idea y trataron de demostrarla. Al margen de cualquier juicio pasado o presente, se debe reconocer que a pesar de la guerra civil que enfrentaba, pocas veces en Venezuela un jefe de Estado ha recibido respaldo tan decidido de la población. Conmovidos por las ofensas recibidas, miles de venezolanos aptos para la guerra se presentaron voluntariamente a los cuarteles del ejercito reclamando su puesto en el combate; miles de cartas llegaron a Miraflores desde todo el país con idéntico mensaje; los estudiantes universitarios llamaron a la guerra y se manifestaron a cambiar los libros de estudio por los implementos bélicos; hasta ciudadanos de naciones latinoamericanas escribieron solicitando se les enviara el pasaje para venir a combatir por nuestra causa.
El mocho Hernández, uno de los prisioneros políticos de enemistad mas enconada contra Castro, al salir de la mazmorra donde se encontraba recluido ofreció apoyarlo incondicionalmente y arrastro tras si el grueso de su Partido Liberal Nacionalista, hasta ese momento comprometido con La Libertadora. El gabinete ejecutivo fue reestructurado para incluir una representación mochista.
Castro giro instrucciones para que fueran apresados los súbditos ingleses, alemanes e italianos y se les mantuviera en instalaciones portuarias donde harían impacto los disparos del enemigo, en caso de algún bombardeo; luego serian concentrados en las cárceles como presos de estado. La Rotunda ocupo con ellos los calabozos vaciados por la liberación de los detenidos políticos.
Una nutrida representación de la colonia colombiana en Caracas se dirigió a Castro para manifestarle que en la emergencia nacional no se consideraban huéspedes del país, sino hijos de un solo destino latinoamericanista en la obligación de lavar la afrenta en la cual se sentían incluidos.
Pero cuando Castro comenzó a evaluar los recursos materiales y a contar los hombres calificados a su disposición para el tipo de guerra que le esperaba, los arrestos marciales se adormecieron en sus cálculos porque el enemigo no se arriesgaría a entablar combates de infantería – ni tenia efectivos para ello ni era su misión y habría que desafiarlo en el mar, donde no teníamos a flote ni una tabla. A partir de esta conclusión, Castro se oriento hacia alternativas distintas. Fue la hora de la reflexión política, de los consejos pacifistas, de la búsqueda de soluciones diplomáticas.
Las naciones latinoamericanas, comprometidas durante muchos anos por los saldos de sus deudas externas y la dependencia primario-exportadora, tenían gobiernos muy sensibles a los intereses de las grandes potencias; como agravante, el egoísmo nacional de sus clases dirigentes había disuelto el sueño integracionista de los libertadores. Por eso, en cada país las posiciones oficiales tendían a ser mas complacientes con las políticas de aquellas poderosas naciones que con los requerimientos de solidaridad de nuestros pueblos. El gobierno de Chile expresó oficialmente que deploraba los acontecimientos venezolanos, pero declaró que se abstenía completamente en el asunto. Méjico, Colombia, Brasil, Ecuador, Bolivia, El Salvador, fueron indiferentes a la suerte de Venezuela, mientras sus pueblos protestaban por la agresión. En Ecuador se produjeron violentas manifestaciones.
La honra de los gobiernos latinoamericanos fue salvada por Perú y Argentina. El primero planteó la conveniencia de una acción colectiva de todas las repúblicas americanas a favor de Venezuela; el segundo emitió una densa opinión doctrinaria en defensa del país, por medio de la cual sentó principios de jurisprudencia internacional en los alegatos conocidos posteriormente como doctrina Drago, elaborados por su ministro de Relaciones Exteriores.
En Inglaterra se combinaron la crítica periodística, escrita bajo fuerte influencia política, y la oposición al gobierno organizada en la Cámara de los Comunes. Esto evitó que la opinión pública fuese manipulada y condujo a un emplazamiento del gobierno, cogido entre los fuegos por la reacción interna y las presiones norteamericanas que exigían un arreglo diplomático del bloqueo. La germanofobia británica, originada fundamentalmente con motivo de la competencia de las dos naciones por captar mercados donde colocar su producción industrial, cobró nuevos alientos hasta contribuir a formar una corriente que se oponía francamente a la agresión y repudiaba la alianza con Alemania. La oposición en el Parlamento estuvo a punto de lograr la renuncia del gobierno al protestar por los excesos cometidos en Venezuela y acusarlo de ingenuidad política ante la diplomacia de Berlín.
La prensa socialdemócrata de Alemania denunció los atropellos de la marina imperial, calificando las acciones emprendidas contra Venezuela como la "guerra de los banqueros"; pero esto ocurrió a más de un mes del bloqueo, cuando los representantes de aquella tendencia en el Reichstag –apenas tres veces- formularon severas críticas a la política exterior del káiser, por supuesto, sin ningún resultado.
En Italia, tan pronto se conocieron los hechos, sólo se generó una actitud de respaldo ofrecido por la opinión política y periodística a su gobierno.
El senado y la prensa de los Estados Unidos se hicieron cargo de las protestas, debilitando la figura presidencial de Teodoro Roosvelt en momentos en que éste buscaba la reelección. El gobierno tomó conciencia de la gravedad del problema tal como había evolucionado y centró su atención en el aspecto comprometedor que revistió ante los países latinoamericanos la complicidad asumida inicialmente con las potencias. Para la política de Washington tenían gran relieve las negativas alemanas a retirarse del bloqueo en vísperas de la secesión de Panamá, en virtud de los designios norteamericanos relativos al canal interoceánico de esta república nonata. Alemania se negó sistemáticamente a aceptar un arreglo arbitral hasta que el presidente Roosvelt le presentó un ultimátum oral, según declaraciones de este personaje, con la amenaza de ordenar a la flota norteamericana del Caribe que expulsara de aguas venezolanas a las naves de guerra teutonas. El riego de una guerra tan distante de sus bases quebró la resistencia alemana y abrió la etapa del proceso diplomático.
Evidentemente, lo que evitó una ocupación prolongada de Venezuela por las potencias agresoras fue la intervención norteamericana. Ya los Estados Unidos tenían armado su aparato de poder imperialista; éste había sido probado exitosamente en Cuba y Puerto Rico; en México, Nicaragua, Panamá, Honduras, El Salvador; en Haití y Santo Domingo. Se cobijaba bajo interpretaciones casuísticas de la doctrina Monroe, aunque en el fondo sólo actuaba motivado por las concepciones geopolíticas del almirante Mahan que impusieron la soberanía norteamericana en Hawai, Guam y Filipinas, tan lejos de la mentada doctrina.
Los Estados Unidos arriesgarían en mucho los avances logrados como tutor de nuestro continente y, a buen seguro, verían abiertas las rutas de Latinoamérica a los proyectos de confrontación de las potencias europeas si no la hacían retirar de Venezuela. Consideración aparte, Inglaterra y Alemania no aceptarían entenderse directamente con un país cuya soberanía mantenían entredicho. Sostenían además, que no irían a la mesa de las negociaciones en entredicho.
Sostenían además, que no irían a la mesa de las negociaciones con un deudor insolvente, empecinado en sostener un tono altivo al alegar en su defensa principios del derecho internacional público que a ellos le habían importado un bledo para agredirnos; como cuestión de principio demandaban entenderse con un interlocutor de su nivel, que hablara su mismo lenguaje y les garantizara el cumplimiento de los compromisos. Visto el asunto desde otra perspectiva, a todas luces Venezuela había quedado impotente para resolver el conflicto por sí misma en las condiciones en que los sostenían las potencias. Esta confluencia de factores convirtió a los Estados Unidos en el mediador ideal.
De algún modo todos los elementos del problema funcionaron como si fuesen partes de una jugada maestra de alta política norteamericana, diseñada para dejar claramente sentado cuál era el poder dominante en el área del Caribe y al mismo tiempo completar el tendido de sus redes sobre Venezuela para atraparla definitivamente en su tutelaje. Esto último parece una conclusión inevitable si lo relacionamos con el papel desempeñado por el Señor Herbert W. Bowen, embajador norteamericano en Caracas, quien venía ofreciendo sus buenos oficios como mediador desde un año antes de desencadenarse el conflicto.
Eso, que no lo hace un diplomático sino por instrucciones de su gobierno, estuvo acompañado por una campaña abierta de promoción personal de este caballero entre la clase dirigente de la capital> En muchas ocasiones le reiteró a Castro su oferta y en pleno bloqueo la ratificó, en concordancia con la que Roosvelt hizo llegar a los aliados. El 16 de diciembre las fuerzas vivas de Caracas dirigieron a don Cipriano una carta (a cuyo contenido tal vez no sería extraño Bowen) proponiendo que se dieran plenos poderes al embajador de los Estados Unidos a fin de que en nombre y representación de Venezuela hiciera los arreglos necesarios para obtener el cese del conflicto.
Al día siguiente de la misiva en cuestión nuestro ministro de Relaciones Exteriores invistió a Bowen como plenipotenciario por Venezuela con carácter de árbitro ante los agresores y para gestionar la constitución de comisiones mixtas que dilucidaran la procedencia y los montos de las reclamaciones presentadas y por presentar contra el país. De Inmediato nuestro flamante ministro plenipotenciario solicitó y obtuvo del Departamento de Estado norteamericano la autorización necesaria para representar a Venezuela y viajó a Washington a cumplir su misión.
En el documento mediante el cual fue nombrado, a Bowen no se le dieron instrucciones precisas. El gobierno nacional, simplemente, lo autorizó "…para aceptar en su nombre y representación cuanto tienda al término pacífico del asunto…". Eso le permitió actuar discrecionalmente para resolver el problema en poco tiempo, según lo exigían las circunstancias. Estas lo condujeron a firmar los arreglos respectivos –los denominados "Protocolos de Washington"- en dos series, una suscrita el día 13 de febrero de 1.903 con las potencias agresoras y otra desde el 17 del mismo mes hasta el 2 de abril con las naciones que aprovecharon el estado de cosas para presentar sus reclamaciones.
Lo de las dos tandas se explica, de un lado, porque lo prioritario era levantar el bloqueo y sus autores no lo harían mientras no quedaran formalizados los compromisos debidos; de otro, por su condición de beligerantes, consagrada en el momento oportuno con los bandos de guerra fechados el 22 de diciembre de 1.902. Mientras ellos legalizaron los hechos del día 9 anterior y adquirieron el derecho de alegar privilegios de pago con procedencia ante cualquier otra reclamación. Esto último, después de perfeccionados los protocolos, fue elevado en consulta al Tribunal Internacional de La Haya, el que falló el 22 de agosto de 1.904 a favor de los demandantes.
Los protocolos del primer grupo sirvieron además para convalidar los desmanes sufridos por Venezuela, calificadas sus causas en esos documentos como diferencia entre poderes iguales. Estos poderes, según los términos diplomáticos, se concertaron para tratarlos de manera civilizada. Algunas reclamaciones aceptadas por tribunales venezolanos antes del bloqueo, sobre las cuales habían emitido veredictos finales, perdieron la condición de cosa juzgada por autoridades competentes y volvieron a ser presentadas reivindicando las cifras por las que fueron interpuestas originalmente. Venezuela quedó comprometida a recibir los buques de su Armada que no habían sido hundidos y otros mercantes capturados por Inglaterra y Alemania, en las condiciones en las que se encontraran al momento de ser devueltos, sin presentar demanda alguna de indemnización por los daños causados a los mismos, ni por pérdidas de mercancías que se encontraran a bordo de los mercantes cuando éstos fueron requisados, ni a reclamar el pago de las unidades no devueltas.
La nación debió aceptar una especie de hipoteca sobre el treinta por ciento de los impuestos a recaudar en las oficinas aduanales de La Guaira y Puerto Cabello para destinarlos a la cancelación de las obligaciones convenidas mediante los documentos mencionados; aceptó asimismo consignar el dinero relativo a este compromiso en el Banco de Inglaterra para que esa institución hiciera los pagos y quedó establecido que en caso de incumplimiento, se entregaría la administración de las aduanas a ciudadanos belgas escogidos por los negociadores, a fin de garantizar que los recursos correspondientes fuesen apropiados en su origen y entregados directamente a los beneficiarios.
El 14 de febrero de 1.903 Bowen informó a Castro que los protocolos con las potencias agresoras habían sido firmados y éstas procederían a retirar sus flotas, previo el pago de cinco mil libras esterlinas a cada una como anticipo a cuenta de las reclamaciones pendientes, las que en fecha posterior serían sometidas a dictámenes de comisiones mixtas.
Los protocolos fueron escritos y firmados en inglés. Alemán e italiano. Se olvidaron los señores plenipotenciarios de que la otra parte de esos arreglos, la que debía soportar todas las cargas impuestas por ellos, tenía como idioma oficial el castellano y por lo tanto los documentos debían ser bilingües. Castro acogió una traducción hecha en el Departamento de Estado, a la cual dio carácter oficial al ordenar su publicación en la Gaceta Oficial (No. 8.787, del 6-3-1903). No fue posible cotejar esta versión con los textos originales, únicos válidos para las potencias en caso de discrepancias en la interpretación de su contenido.
Así concluyó el aspecto bélico de nuestras "diferencias" con Inglaterra, Alemania e Italia en 1902 y se inició el compromiso de pago relativo a las cuentas de las cuales surgieron los desacuerdos resueltos. Ocho naciones más plantearon la satisfacción de sus reclamaciones pendientes contra Venezuela y Mr. Bowen aceptó como buenas las demandas en sí, sujetas a las cuantificaciones posteriores por las comisiones mixtas.
Los objetivos aparentes del bloqueo, es decir, las reclamaciones de los agresores relativas a daños y perjuicios a favor de súbditos suyos y la regularización del servicio de nuestra deuda externa, más una consecuencia de aquél, las reclamaciones de otras potencias aceptadas posteriormente, comportaron un sacrificio económico bastante elevado para Venezuela. Significaron, en primera instancia, el aumento inmediato de los impuestos indirectos al consumo, al establecer el Poder Ejecutivo una tributación extraordinaria del treinta por ciento a las importaciones y otras cargas menores sobre las exportaciones de café, cacao y cueros de res.
Fue de tal magnitud esta contribución, que en 1.904, mientras los derechos de aduana rindieron 31,3 millones de bolívares, el nuevo concepto aportó 12 millones, equivalentes al 38,3% de incremento impositivo y aproximadamente igual proporción en el encarecimiento de los productos importados. Como Venezuela no tenía manufacturas y casi todos los artículos de transformación los compraba en el exterior, incluidos instrumentos de trabajo para la artesanía, la agricultura y la cría, éstos, en virtud del nuevo impuesto que debían soportar, provocaron un aumento adicional de la inflación en los suministros de producción interna.
Venezuela nunca había hecho cuestión litigiosa del monto de su deuda externa ni desconocido los intereses causados por ella; simplemente, Cipriano Castro suspendió los pagos sin fijar fecha de reanudación, cosa habitual en países deudores con vencimientos mucho más abultados que los nuestros. Lo que el gobierno venezolano rechaza en el reconocimiento de las reclamaciones extranjeras, de una parte, debido a que los supuestos agraviados ignoraban ex-profeso los procedimientos legales vigentes en el país y de otra, en razón de las cifras desconsideradas que exigían y la irracionalidad de algunas pretensiones de indemnización.
Precisamente, ambas cosas eran los motivos reales por los que no se sometían al juicio de tribunales venezolanos, como se puede observar en las cantidades finalmente reconocidas por las comisiones mixtas. Estas estuvieron integradas por tres representantes cada una, de la siguiente manera: uno por el país reclamante. Otro por Venezuela y el tercero escogido de una nación neutral. Las cantidades exactas se muestran en el cuadro.
Reclamaciones extranjeras de 1902 contra Venezuela: Sumas reclamadas y sumas reconocidas por las comisiones mixtas | |||
Suma reclamada | Suma reconocida | Diferencias | |
Naciones | Bs. | Bs. | Bs. |
Estados Unidos | 81.410.952,29 | 2.269.543,63 | 79.141.408,66 |
Inglaterra | 14.743.572,89 | 9.401.267,86 | 5.342.305,03 |
Italia | 39.844.259,09 | 2.975.906,27 | 36.868.312,82 |
Francia | 17.891.613,54 | 2.667.079,51 | 15.224.534,03 |
Bélgica | 14.921.805,11 | 1.898.643,86 | 4.023.161,25 |
Alemania | 7.376.685,78 | 2.091.906,50 | 5.284.779,28 |
España | 5.307.627,54 | 1.974.818,41 | 3.332.809.13 |
México | 2.944.380,48 | 2.577.328,10 | 367.068,38 |
Holanda | 1.069.552,31 | 544.301,47 | 525.250.84 |
Suecia y Noruega | 1.047.701,35 | 174.359.09 | 873.342,27 |
Totales | 186.554.150,38 | 35.575.154,69 | 150.982.995,69 |
Sólo tres de las naciones reclamantes nos bloquearon y, como lo muestra una operación de suma elemental. Éstas se lanzaron a la aventura para finalmente obtener algo menos de catorce millones y medio de bolívares, entre ellas la rica y poderosa Alemania nos atropelló por tan solo dos millones noventa y un mil que las comisiones mixtas juzgaron tenían algún basamento aceptable.
La regularización de la deuda externa se acordó por convenio celebrado en París el 7 de Junio de 1.905. Los saldos pendientes con prestamistas ingleses y el empréstito de Disconto de Berlín fueron unificados en una nueva obligación denominada "Deuda Diplomática del 3 por ciento anual de los Estados Unidos de Venezuela", emisión de 1905. El monto del nuevo compromiso alcanzó a 5.229.700 libras esterlinas, al cambio de entonces Bs. 132.049.925. Se garantizo el pago mediante una hipoteca del veinticinco por ciento de los derechos ordinarios producidos por todas las aduanas nacionales. Recuérdese que según los protocolos de Washington los ingresos de nuestros principales puertos habilitados para el comercio exterior (La Guaira y Pto. Cabello) ya estaban hipotecados en un treinta por ciento para garantizar el pago de las reclamaciones extranjeras; ahora el gravamen subió al cincuenta y cinco por ciento y se agrego el de veinte y cinco por ciento de todos los demás puertos. Esto, en un país cuyos tributos aduanales superaban el promedio en noventa y cinco por ciento de las recaudaciones fiscales; que vivía en permanente estado de pobreza hacendística y no tenia en aquella época las posibilidad de otras fuentes de recursos impositivos.
La soberanía nacional quedó en bancarrota frente al mundo entero, gracias a la superioridad de las armas aliadas empleadas en el bloqueo. Para restaurar nuestros fueros se debilitaron partes de otros atributos soberanos al negociar bajo presión bélica, al hacerlo en un país que debido a su posición previa y al hecho de haberse convertido en reclamante de indemnizaciones no podía ser calificado de neutral; además al utilizar como intermediario al representante diplomático de ese mismo país ante el nuestro. Para que fuese suspendida la presión, en los protocolos de Washington hubimos de admitir en principio la justicia de las reclamaciones, que después se evidencio no eran tan justas. Aceptamos todos los danos morales y materiales sufridos con humildad, exclusiva de los vencidos; enajenamos la potestad de administrar nuestros recursos impositivos según el interés nacional, en beneficio de otras potencias, con una cláusula de intervención fiscal que pendió sobre la Hacienda Publica durante muchos anos, hasta la cancelación total de las deudas.
Con la vuelta a la normalidad a nuestras aguas territoriales no regresó la soberanía total, pues jirones de ella permanecieron secuestrados en la letra de los protocolos de Washington.
3.- El problema de la New York and Bermúdez Company:
Una preocupación empieza a desvelar a los ministros que forman el grupo mas cercano al Presidente y es la forma como Cipriano Castro trata a los diplomáticos y a los representantes de las compañías extranjeras. En mayo de 1904 ha ordenado al Procurador General de la República que instaure juicio contra la New York and Bermúdez Company por incumplimiento de algunas cláusulas del contrato de concesión y por su activa y probada colaboración con Matos. La demanda es por un monto de cincuenta millones de bolívares. Demanda semejante intenta la nación contra la Orinoco Shiping Company, la famosa compañía de navegación, también por su colaboración con la revolución libertadora y la misma suerte cabe al Cable Francés que monopoliza las comunicaciones de Venezuela con el resto del mundo, por su descarada parcialidad en la transmisión de mensajes en favor de las fuerzas revolucionarias.
Los juicios tienen una gran repercusión internacional, como antes no lo había logrado ningún acontecimiento venezolano. El Departamento de Estado considera que los tribunales venezolanos no son la instancia ante la cual puedan debatirse esos asuntos, pues el poder judicial venezolano no es confiable ya que sus determinaciones dependen del Presidente de la República. Dichas demandas deberían ser conocidas por un tribunal internacional. Castro responde que el poder judicial en Venezuela es independiente y que Venezuela como nación independiente es soberana en el tratamiento de los problemas que le atañen.
Estos juicios y especialmente los seguidos contra la New York and Bermúdez Company y el Cable Francés colocaron al Presidente Castro y a Venezuela en el primer plano de la actualidad periodística y política tanto en los Estados Unidos como en Francia. El alegato venezolano sobre la capacidad de los tribunales nacionales para conocer las demandas se mantuvo desde 1904 a 1908 y fue motivo de un interminable cruce de notas entre la Cancillería y el Departamento de Estado, de numerosas declaraciones del Secretario de Estado, así como de debates en el Congreso de los Estados Unidos. La campana de prensa contra el presidente Castro se mantuvo desde 1905 hasta 1908 y el historiador norteamericano William Sullivan logró catalogar más de 2000 crónicas y editoriales de la prensa norteamericana referentes al tema, así como un número de caricaturas de Cipriano Castro que se acerca al millar.
En New York, la New York and Bermúdez Company probablemente dueña del Diario The New York Herald, publica diariamente, en primera pagina, amplias informaciones y reportajes referentes al gobierno de Cipriano Castro encaminados a desacreditar la acción judicial venezolana. La prensa francésa también es implacable con Cipriano Castro estimulada por los poderosos intereses que representaba el cable francés y además como cobro por la aparatosa expulsión Mr. Taigny, el encargado de negocios de Francia en Caracas. Cuando en Diciembre de 1908, Castro llegue a Francia de paso para Berlín, los cronostas francéses le pintan como un bárbaro que Francia no debe admitir en su territorio y el semanario humorístico mas importante de París, "El plato a la mantequilla", le dedica la totalidad de las caricaturas en una edición donde lo pintan como un salvaje y como un mono.
Los tribunales de Venezuela condenan a la New York and Bermúdez Company a pagar una multa de 24.000.000, decisión que provoca la protesta del departamento de Estado y una larga polémica que concluye el 20 de Junio de 1908, cuando se rompen las relaciones diplomáticas entre Venezuela y los Estados Unidos.
4.- La Ruptura diplomática de Venezuela con principales estados extranjeros:
4.-1 Ruptura de relaciones con Los Estados Unidos:
En conflicto entre el Gobierno venezolano y ciudadanos y empresas estadounidense, condujo a una situación en la cual intervino directamente el gobierno de los Estados Unidos. Frente al bloqueo ese Gobierno asumió una posición neutral y actuó como mediador pero se adhirió al grupo de países que reclamaron el pago de sus deudas. Ello fue un nuevo ingrediente que contribuyó aun más al deterioro de las relaciones entre ambos países.
El conflicto diplomático judicial entre ambos estados, se prolongo durante algún tiempo y ya hacia 1908 la situación se hizo tensa, porque en definitiva, la política estadounidense hacia el Gobierno ya no solo apuntaba hacia la solución de un conflicto judicial sino que buscaba de alguna manera la sustitución de Cipriano Castro.
En carta confidencial fechada en Washington el 28 de Mayo de 1908 Jusserand, embajador de Francia en Los Estados Unidos, informaba a su gobierno sobre …" la actitud que el secretario de estado [Mr. Root] tiene respecto a Venezuela…" Según esta carta, el Gobierno estadounidense no quiere ni romper ni consentir. Quisiera, según la expresión de Jusserand, castigar, pero los medios más convenientes de proceder, sin causar daños ni a los Estados Unidos ni al adversario, eran bastante difíciles de encontrar. Principalmente, porque para recurrir a la fuerza y organizar una verdadera expedición seria necesario que, tanto las cámaras como la opinión pública se pronunciaran en ese sentido.
Al efecto, el gobierno de los Estados Unidos hizo publicar en la prensa de su país una serie de documentos relativos a Venezuela concernientes a la situación del país bajo la dictadura de Castro. Pero la publicación de estos documentos no lograron, ni en las cámaras ni en la opinión pública, la reacciñon esperada por el gobierno. Esto se debió en parte a que la opinión pública estaba más preocupada por las elecciones, por el país, y una multitud de problemas interesantes y más inmediatos y considerado por tanto que los errores de Castro son irritantes, los reclamantes no podrían jactarse de una inocencia absoluta. Además, el Gobierno Federal, quería evitar una ruptura mas abierta con el congreso y en ese sentido había comprometido su política. Todo esto dificultaba al presidente ir mas allá y estaba obligado a un cambio de circunstancias.
Desde fines de 1907 el gobierno venezolano sabia las intenciones del gobierno Estadounidense de romper relaciones. De hecho ya para el 22 de junio de 1908, el gobierno de los Estados Unidos tenia prevista la ruptura de relaciones con Venezuela. Así, el 24 de junio de 1908, el gobierno tomó la decision de llamar a su personal y quedaron oficialmente rotas las relaciones entre los Estados Unidos y Venezuela.
4.-2 La ruptura de relaciones con los Países Bajos (Holanda):
Ya desde fines del siglo XIX las relaciones entre Venezuela y los Países Bajos presentaba signos de deterioro. Esta situación se fue agravando hasta conducir a una ruptura a mediados de 1908. Desde 1902 Castro había obtenido la promesa formal del gobierno holandés de que no se conspiraría contra el gobierno venezolano desde las posesiones coloniales de Holanda en las Antillas.
Venezuela había puesto en vigor, el primero de mayo de 1882 un impuesto especial, llamado el 30% antillano que consistía en una sobretasa adicional del 30% que el gobierno cobraba a todas las mercancías procedentes de las Antillas. Este impuesto estimulaba el contrabando de mercancías y armas. El gobierno venezolano poniendo en práctica el principio de las aguas territoriales, procedió en 1907 al embargo del buque holandés Estela y en 1908 del Penélope, Justitia, Larmita y Mareon. Por su parte el gobierno holandés había capturado el bote venezolano Rosita. A todos estos incidentes se unieron otros de carácter diplomático: el gobierno venezolano procedió a la expulsión del ministro residente holandés, Sr. De Reus, por considerar ofensiva una carta que este envió el 9 de abril de 1908 a la Asociación Comercial How en Trouw.
Así mismo el gobierno venezolano protesto el saqueo del consulado venezolano en Curazao y el atentado a la casa del Cónsul el 25 de julio de 1908. Finalmente, considero como conducta antivenezolana la actitud del comandante del crucero Gelderland al anclar en la Guaira y Puerto Cabello sin la debida autorización y sin rendir saludo protocolar a que estaban obligados los buques de guerra. Por su parte el gobierno de los Países Bajos reclamaba al gobierno venezolano la supresión al Exequatur de los funcionarios consulares neerlandeses, la captura de los buques ya mencionados, la supresión del 30% antillano. En relación a estos asuntos no se llegó a ningún acuerdo y en consecuencia las relaciones se rompieron el 28 de julio de 1908.
4.-3 La ruptura de relaciones con Francia:
Entre el gobierno venezolano y el francés, las relaciones eran tensas por las medidas que Castro había tomado contra la Compañía Francésa de Cables y la Compañía Francésa de Ferrocarriles. Como resultado de ello el 16 de septiembre de 1905 se produjo la expulsión del Sr. Desire Braun, director de la Compañía Francesa de Cables.
Como era de esperarse, el gobierno francés reaccionó y dio instrucciones al encargado de negocios Sr. Taigny, para que opusiera mediante una protesta formal al decreto del 5 de septiembre y al conjunto de medidas tomadas por el gobierno venezolano. La protesta se produjo el 16 de septiembre y fue dirigida al general Ibarra, ministro de Relaciones Exteriores. El gobierno respondió el 18 del mismo mes con una contrapropuesta en la cual acusó a la Compañía de actividades subversivas y anunció que el gobierno no continuaría tratando el asunto con carácter diplomático a menos que recibiera explicaciones satisfactorias acordes con las normas diplomáticas y buenas relaciones que rigen entre las naciones.
Ante la posibilidad de una ruptura, el gobierno francés considero preferible aplazar tal eventualidad y recurrió a los buenos oficios de Estados Unidos. Intervino, Mr. Russell, Embajador de Estados Unidos en Venezuela. El gobierno venezolano se mostró dispuesto a un arreglo satisfactorio en relación al caso Taigny, mediando el retiro de la protesta por parte del gobierno Francés y de la contraprotesta por parte del gobierno venezolano. Sin embargo, los acontecimientos tomaron un giro inesperado. El Sr. Taigny había sido declarado persona no grata y el gobierno venezolano esperaba que lo sustituyera el gobierno francés, como era lo usual. En estas circunstancias el Sr. Taigny no fue invitado a la recepción oficial que dio la nación el primero de enero de 1906, lo cual indignó a Francia.
El 13 de enero de 1906, el embajador de los Estados Unidos comunicó al gobierno venezolano la ruptura de las relaciones diplomáticas entre Venezuela y Francia. Al día siguiente Castro ordeno el cierre de la Oficina de Cables de la Guaira y el 18 de enero, el Sr. Rouvier comunicó a Maubourguet, encargado de los asuntos de Venezuela en Paíis que estaban rotas las relaciones entre ambos países.
En mayo de 1908 se detecto en el país un brote de peste y los puertos venezolanos fueron sometidos a cuarentena. Sin embargo, el puerto de la Guaira fue declarado libre y en estas circunstancias, el buque venezolano Gloria salió del país y al llegar a Curazao fue aislado por las autoridades holandesas a pesar de la protesta del cónsul venezolano. Esta situación originó diversas reclamaciones de ambas partes.
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