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Revolución industrial (página 2)

Enviado por miguel_gc


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6. Cambios Sociales

Aunque la industrialización va a producir enormes transformaciones en la sociedad británica como el crecimiento de la llamada clase burguesa, o el éxodo rural producto de la revolución agraria, sin embargo quizá los dos fenómenos sociales más dignos de estudio sean el espectacular crecimiento demográfico y el nacimiento de una nueva y masiva clase trabajadora formada por los obreros de las nuevas industrias. La industrialización va a provocar un crecimiento de la población sin precedentes en la historia de la humanidad conocido como la Revolución Demográfica. Los cambios en la industria, la agricultura y los transportes produjeron un aumento espectacular de la riqueza (que se traduce fundamentalmente en una mejor alimentación) que se reflejó en un crecimiento notable de la población que servirá para multiplicar los habitantes de Europa en muy pocos años e incluso para poblar con emigrantes otros continentes. La disminución de algunas de las más temibles epidemias que habían azotado Europa durante siglos, ciertas mejoras sanitarias e higiénicas ( como el descubrimiento de la primera vacuna por el doctor Edward Jenner en 1796 que protegía contra la viruela) y, sobre todo,  una mejor alimentación con el fin de las crisis de subsistencia, están entre las causas de ese crecimiento demográfico. Este aumento de la población fuerte y sostenido explica el enorme crecimiento de las ciudades británicas a lo largo de los siglos XVIII y XIX.

Las transformaciones sociales: la sociedad en clases Hasta el siglo XVIII, la sociedad estaba dividida en estamentos, grupos prácticamente cerrados a los que se accedía por nacimiento. A cada uno le correspondía desempeñar un papel distinto en la sociedad: la defensa militar correspondía a la aristocracia, la función espiritual, que incluía la cultura y la enseñanza, era desempeñada por el clero, y la función de proporcionar la manutención, derivada del trabajo, era atribuida al denominado tercer estado. Las sucesivas oleadas revolucionarias y los cambios económicos provocarán intensas transformaciones. Las leyes particulares de cada estamento desaparecerán y, con ellas, los estamentos, pues todos los individuos serán considerados iguales ante la ley. Incluso ante la muerte: la Revolución Francesa difundió el sistema de decapitación mediante la guillotina, que igualaba en el cadalso a reyes y miserables, a aristócratas y plebeyos. Sin embargo, las diferencias de riqueza se hicieron cada vez más acusadas. La sociedad quedó dividida en clases, y mientras los grupos superiores se enriquecían considerablemente y llevaban una vida de lujo, la mayoría de la población vivía en condiciones deplorables, en el límite de la subsistencia. Entre ambos, un grupo, la clase media, atendía negocios familiares en las ciudades o explotaciones propias en los campos. Así, la nueva sociedad quedaba dividida en tres grandes grupos: clases superiores, medias y bajas. *Clases superiores. Estaban formadas por dos grupos de distinto origen: la aristocracia y la alta burguesía. La nobleza, aun perdiendo privilegios y derechos señoriales, se había visto beneficiada por la consolidación y ampliación de sus propiedades tras las desamortizaciones v cercamientos. El término burguesía aludía en esta época a los grupos dedicados a los negocios (finanzas, comercio o industria), de los que eran propietarios total o parcialmente. A la alta burguesía pertenecían los grandes banqueros, los constructores del ferrocarril, los empresarios del sector textil, la minería o la siderurgia, los propietarios de compañías navales y de astilleros, los especuladores enriquecidos con la construcción inmobiliaria, etc. Entre aristócratas y burgueses enriquecidos se fue produciendo un acercamiento, cada vez mayor, intensificado por lazos familiares por vía matrimonial y la identificación económica e ideológica: eran partidarios de la defensa de la propiedad, el orden social, una moral conservadora de fundamento católico e, incluso, llegaron a tener gustos y costumbres afines. Aristocracia y alta burguesía eran los únicos grupos que ejercían sus derechos de participación política, exceptuando los cuadros militares superiores y las profesiones liberales (catedráticos, médicos, abogados). Todos ellos componían el bloque con el que se formaban los gobiernos y los restringidos parlamentos del liberalismo moderado. *Clases medias. En ellas se incluyen los grupos de la llamada pequeña burguesía, formada por tenderos y comerciantes, de telas y ultramarinos principalmente. Estos últimos se sustituyeron al comercio artesanal de los talleres y la venta ambulante. En las décadas finales de siglo aparecieron, en algunas grandes ciudades como París, los primeros grandes almacenes, que pondrán en peligro la continuidad de los pequeños tenderos. También se incluían en este grupo los propietarios de negocios de tipo familiar, con un reducido número de trabajadores, dedicados sobre todo a objetos de consumo, como pequeñas empresas textiles, de calzado, confección, mueble o alimentarias. Por su nivel de renta, también deberían incluirse aquí las profesiones liberales y los cargos militares de alto rango, salvo por la peculiaridad ya señalada: gozan de derechos políticos en un sistema de sufragio restringido. En las zonas rurales, corresponderían también a las clases medias los trabajadores que labran sus propias tierras y que, ocasionalmente, emplean trabajadores agrícolas. A menudo se trata de herederos que se hacen cargo de las tierras familiares mientras que el resto de los hermanos busca trabajo en las ciudades. *Clases bajas. Los trabajadores constituían la mayor parte de la población, como había sucedido siempre. La novedad fue, sin embargo, la aparición del proletariado, constituido por los emigrantes rurales convertidos en obreros de las fábricas, las minas o la construcción, y cuyo único sustento proviene de su fuerza de trabajo, alquilada a cambio de un salario. La única seguridad para su futuro es su prole, es decir, el número de hijos, muchos de los cuales trabajaban desde cortas edades. Ante la precaria situación laboral, un accidente, un despido, el cierre de la fábrica o la vejez, podían significar la ruina de las familias.

Las condiciones de vida de los obreros Precisamente en algunas de estas ciudades el crecimiento rápido, desordenado y sin criterios surgirán enormes suburbios superpoblados, sucios y conflictivos donde las epidemias de tifus o cólera se convierten en algo habitual. Estos suburbios surgían muchas veces en torno a una fábrica: estaban formados por los barracones donde vivían los operarios de esa fábrica. Sin entrar en el conocido debate de si la industrialización mejoró o empeoró las condiciones de vida de los trabajadores, si que puede intentarse describir las situación en la que vivían estos obreros, que puede calificarse en general como muy mala, así como sus condiciones laborales habría que describirlas como espantosas: fábricas sucias, húmedas, oscuras, poco ventiladas y ruidosas http://www.cnice.mecd.es/recursos/bachillerato/historia/rev_industrial/textos.htm – Salud (condiciones causadas por la presencia en ellas de las máquinas de vapor y por la nula preocupación de los patrones por las condiciones laborales de sus empleados). En estas fábricas poco sanas y peligrosas era habitual que sus obreros pasasen de doce a catorce horas diarias, trabajándose incluso sábados en jornada completa, y domingos hasta mediodía. La concentración de obreros en las fábricas es la que hace posible que estos trabajadores tomen conciencia de su situación y vean que mediante acciones colectivas podrían tratar de mejorar sus condiciones de vida. El sistema de fábricas se encuentra por tanto en el origen del movimiento obrero. La industrialización impulsó también el trabajo de mujeres y niños de muy corta edad, pues si antes en muchos oficios la fuerza del trabajador era un factor clave, ahora la fuerza la realizan las máquinas. Los empresarios fomentaron el trabajo infantil y femenino porque mujeres y niños recibían salarios dos y tres veces inferiores a los de los hombres. Los niños fueron empleados en la industria textil, en las minas, en la industria siderúrgica: durante el siglo XVIII no hubo normas que regulasen el empleo infantil. Para hacerse una idea de las dimensiones alcanzadas por esta explotación basta con citar la existencia de una ley del parlamente británico que en 1833 ("The Factory Act", 1833) dejaba la jornada laboral de los niños de nueve a trece años en "sólo" nueve horas diarias, y de trece a dieciocho años el trabajo estaba fijado en diez horas y media (la jornada duraba para ellos doce horas, pero con hora y media reservada para las comidas). Todavía en 1.891, una ley que pretendía luchar contra abusos en la explotación infantil se limitó a elevar la edad mínima de trabajo de los diez a los once años. De hecho, apenas se detectan preocupaciones sociales durante la segunda mitad del siglo XVIII pues estas condiciones se aceptan como normales. Ya en el siglo XIX investigaciones parlamentarias, protestas sindicales o conocidos relatos como los de Dickens en "Tiempos Difíciles", pusieron de manifiesto la dureza de la vida de los obreros industriales.

Protestas obreras Ludismo Aunque desde los inicios de la industrialización se registra una notable oposición de los obreros artesanos a la introducción de máquinas, las primeras formas de protesta obrera se detectan en Gran Bretaña en la segunda década del siglo XIX cuando surge el conocido Movimiento Ludita (o Ludismo), nombre que deriva de un personaje real o inventado, un obrero, Ned Ludd, cabecilla de este movimiento de protesta que se canalizaba hacia la destrucción de la maquinaria, y que pronto se extenderá por varios condados de Inglaterra donde la industria textil se había convertido en la principal manufactura. Las Guerras Napoleónicas de años posteriores hicieron saltar en varias ocasiones nuevas protestas luditas.

Cartismo El llamado Movimiento Cartista supone una versión más organizada del Movimiento Obrero y que se desarrolla entre 1837 y mediados del siglo XIX. Debe su nombre a la denominada Carta del Pueblo, documento que llegó a conseguir la firma de cientos de miles de obreros y que era una petición elevada al Parlamento en la que se pedía el Sufragio Universal, el voto secreto, la igualdad en el valor de los votos… En definitiva, revelaba el deseo de democratización del sistema político británico: el movimiento obrero desea participar en el juego político y desde ahí mediante la presentación de leyes en el Parlamento, mejorar las condiciones de vidas de los obreros industriales. Desde mediados de siglo el movimiento irá perdiendo fuerza progresivamente, aunque paradójicamente, en años posteriores, el Parlamento Británico adoptará la mayor parte de las peticiones recogidas en la Carta del Pueblo. Hay que recordar que la legislación británica (leyes aprobadas en 1799 y 1800) prohibía de una forma terminante la formación de asociaciones obreras, pues se consideraba que estas asociaciones chocaban con el espíritu del liberalismo económico: debía ser el mercado quien fijase los salarios y no la presión de los sindicatos. Pero a pesar de estos obstáculos legales surgieron diversas formas de asociacionismo obrero sostenidas por las cuotas que pagaban los trabajadores y que pretendían, ante todo, ofrecer protección para los asociados en caso de accidente o enfermedad. A partir de 1.824 las leyes británicas autorizan el asociacionismo obrero que darán origen a lo que podemos considerar los primeros sindicatos de obreros, las llamadas Trade Unions en las que, en principio se unían los trabajadores con un mismo oficio en una localidad. En los años treinta esas asociaciones profesionales y locales se irán uniendo entre sí hasta formar enormes asociaciones que a mediados de siglo agrupaban a cientos de miles de obreros británicos de todos los oficios. La huelga, la negociación colectiva pacífica y, cuando lo permitan las leyes electorales, la participación en política, serán los instrumentos de los que se valdrá el sindicalismo británico para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores.

Marxismo Este temprano desarrollo del sindicalismo en Gran Bretaña es el causante probablemente del escaso éxito que tendrán las nuevas ideologías obreras revolucionarias (el marxismo y el anarquismo) que están naciendo a mediados del siglo XIX. Cuando Marx (líder del socialismo) y Bakunin (líder anarquista) funden la Asociación Internacional de Trabajadores (A.I.T.) en Londres, ésta tendrá un éxito importante en países como Francia y Alemania, mientras que en Gran Bretaña (país donde se fundó) nunca pudo competir con las Trade Unions.

Leyes fabriles y obreras Durante mucho tiempo, mientras el capitalismo estuvo en su mayor auge, las leyes fueron opuestas a toda sindicalización y a toda protección efectiva de la clase trabajadora. Se pensaba que cualquiera intervención gubernamental o legal era opuesta a la libre empresa y a la libre contratación, que eran las bases socioeconómicas que entonces admitían los Estados capitalistas. En Francia, durante la época de la Revolución, la "Ley de Chapelier" disolvió los antiguos gremios de artesanos y prohibió las asociaciones profesionales. En Inglaterra, las asociaciones de dicho tipo también fueron disueltas en el siglo XVIII, y aún más, los excesos ocurridos durante la Revolución Francesa hicieron que en Inglaterra se dictaran, en 1799 y 1800, las "Combination Laws" (Leyes sobre Asociaciones) que prácticamente consideraban criminal todo sindicalismo. A cualquier trabajador que participara en una huelga o que ingresara a un sindicato, se le juzgaba por dos magistrados, y de encontrársele culpable, se le sentenciaba a tres meses de prisión. Las leyes contra conspiradores, por otra parte, podían ser esgrimidas contra las agrupaciones de trabajadores, y en tal caso las penas a los que se considera como violadores del orden, eran mayores. Pese a todo, la relativa impopularidad de tales leyes y la falta de un sistema policiaco adecuado, permitieron que algunos sindicatos continuaron existiendo dentro de un ambiente más o menos secreto. En 1824 se logro que el Parlamento dictara una ley según la cual no era criminal ser miembro de un sindicato, aunque este último todavía no era reconocido legalmente. La ola de huelgas que se produjo más tarde hizo, sin embargo, que los grandes intereses económicos, especialmente a los de los armadores de barcos, provocaran una reacción, que dio por resultado el debilitamiento del sindicalismo, aunque no su extinción. En 1834 se estableció el "Gran Sindicato Nacional Consolidado" que pretendió abarcar a trabajadores industriales y agrícolas, teniendo a Roberto Owen por principal sostenedor. Con ciertas ideas socialistas, pretendía que los sindicatos tomaran posesión de las grandes industria, bajo amenazas de huelga; pero el "Gran Sindicato" desapareció poco tiempo después, sin alcanzar sus metas. El sindicalismo británico progresó lentamente, y entre 1871 y 1875 las leyes inglesas concedieron reconocimiento a los sindicatos, con plena personalidad jurídica. En 1906 se dictó la "Ley sobre Conflictos Industriales", en virtud de la cual los sindicatos no podían ser sujetados a proceso judicial. Las huelgas de tipo general en Inglaterra ocurrieron en algunas ocasiones, y tuvieron variada suerte; algunas de ellas alcanzaron, no obstante, efectos considerables, y quizá por ello en 1927 se dictó la "Ley Sindical" que declaró ilícitas las huelgas generales. En la historia económico-social de la Gran Bretaña, las leyes de protección a los trabajadores no siempre tuvieron la misma amplitud. Al principiar el siglo IX, en 1802, apareció una de las primeras dichas leyes. Su objeto era limitar la jornada de trabajo e los niños a 12 horas, quienes debían contar además con medios educativos, y con dormitorios cómodos y limpios. Esto se refería sobre todo a los niños de los hospicios ingleses del sur, que eran enviados a trabajar a las fábricas del norte, casi dentro d una situación práctica de esclavitud. La ley de hecho no rigió, y al final resultó inoperante, ya que los empresarios de las fábricas, posteriormente, no tuvieron que recurrir a los niños de los hospicios, sino que pudieron contratar "niños libres". Poco más tarde se dictó otra "Ley sobre Fábricas", que prohibía emplear en labores textiles a niños menores de 9 años, mientras para los menores de 16, su jornada no podía exceder de 12 horas. Pero los efectos que el texto de la ley tenía impidieron que pudiera aplicarse realmente. Después de 1830, Inglaterra fue escenario de una gran agitación. Se proclamó públicamente que los trabajadores explotados en forma inicua, y el gobierno decidió investigar. Frutos de tal investigación fueron varios documentos que corroboraban la situación de miseria y de sujeción en que se tenía a todos los obreros ingleses. Con tal base, el Parlamento aprobó en 1833 una ley que prohibía a los niños de 9 años el trabajo en las fábricas de tejidos; los menores de 13 años tendrían una jornada no mayor de 12 horas; y se prohibía en general el trabajo nocturno. La ley no provocó entusiasmo entre los obreros, que siguieron insistiendo en que el trabajo no debía ser demasiado prolongado. Un paso más se dio en 1844, al prescribirse que las mujeres y los jóvenes no podían trabajar jornadas mayores de 12 horas, y al señalarse medidas de protección para el uso de maquinaria peligrosa. Posteriormente, el 8 de junio de 1847 aprobó el Parlamento una nueva norma en virtud de la cual la jornada máxima de trabajo, para mujeres y niños, no podría ir más allá de 10 horas diarias. Sin embargo, muchos dueños de fábricas frustraron los términos de la ley, de modo que los niños y las mujeres de hecho siguieron trabajando 12 horas. Poco más tarde, la jornada de 10 horas se hizo efectiva para todo mundo, incluso hombres.

7. Las nuevas teorías económicas: el liberalismo

Mercantilismo El mercantilismo era una doctrina de pensamiento económico que prevaleció en Europa durante los siglos XVI, XVII y XVIII y que promulgaba que el Estado debe ejercer un férreo control sobre la industria y el comercio para aumentar el poder de la nación al lograr que las exportaciones superen en valor a las importaciones. El mercantilismo no era en realidad una doctrina formal y consistente, sino un conjunto de firmes creencias, entre las que cabe destacar la idea de que era preferible exportar a terceros que importar bienes o comerciar dentro del propio país; la convicción de que la riqueza de una nación depende sobre todo de la acumulación de oro y plata; y el supuesto de que la intervención pública de la economía es justificada si está dirigida a lograr los objetivos anteriores. Los planteamientos mercantilistas sobre política económica se fueron desarrollando con la aparición de las modernas naciones Estado; se había intentado suprimir las barreras internas al comercio establecidas en la edad media, que permitían cobrar tributo a los bienes con la imposición de aranceles o tarifas en cada ciudad o cada río que atravesaban. Se fomentó el crecimiento de las industrias porque permitían a los gobiernos obtener ingresos mediante el cobro de impuestos que a su vez les permitían costear los gastos militares. Así mismo la explotación de las colonias era un método considerado legítimo para obtener metales preciosos y materias primas para sus industrias. El mercantilismo tuvo gran éxito al estimular el crecimiento de la industria, pero también provocó fuertes reacciones en contra de sus postulados. La utilización de las colonias como proveedoras de recursos y su exclusión de los circuitos comerciales dieron lugar, entre otras razones, a acontecimientos como la guerra de la Independencia estadounidense, porque los colonos pretendían obtener con libertad su propio bienestar económico. Al mismo tiempo, las industrias europeas que se habían desarrollado con el sistema mercantilista crecieron lo suficiente como para poder funcionar sin la protección del Estado. Poco a poco se fue desarrollando la doctrina del librecambio. Los economistas afirmaban que la reglamentación gubernamental sólo se podía justificar si estaba encaminada a asegurar el libre mercado, ya que la riqueza nacional era la suma de todas las riquezas individuales y el bienestar de todos se podía alcanzar con más facilidad si los individuos podían buscar su propio beneficio sin limitaciones. Este nuevo planteamiento se reflejaba sobre todo en el libro "a riqueza de las naciones"(1776) del economista escocés Adam Smith.

La riqueza de las naciones El mismo año en que las 13 colonias americanas proclamaban su independencia de Gran Bretaña, el escocés Adam Smith establecía las bases del liberalismo económico con la publicación del libro "Investigaciones sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones" (1776). En síntesis, esta obra postulaba: Crítica de las posiciones económicas vigentes la riqueza de un país no residía, como se pensaba, en la acumulación y atesoramiento de metales preciosos (mercantilismo), ni tan sólo en la producción agraria (fisiocracia). La riqueza de las naciones dependía de la capacidad productiva total de cada país entendida como la suma de los trabajos y esfuerzos individuales de los habitantes en todas las parcelas productivas: agricultura, industria y comercio. La riqueza generada por la producción nacional generaría el bienestar de sus habitantes. La formación de capital procedía del ahorro y de los beneficios obtenidos de la diferencia entre el precio de costo (materia prima, trabajo, energía…) y el precio de venta. El mercado fluye según el acuerdo individual del productor y el consumidor ("ley de la oferta y la demanda"). Tanto estas relaciones como las de producción entre capital y trabajo debían ser libres y basadas en el mutuo acuerdo, resultado de la búsqueda del propio interés de cada parte. El Estado no debía intervenir en la economía, sino que su función estaría dirigida a garantizar el orden jurídico y los derechos individuales, la defensa del país y e1 mantenimiento de las estructuras básicas de transporte y comunicaciones mediante la realización de obras publicas. El funcionamiento espontáneo de la actividad económica implicaba la supresión de todas las normas que regulaban y dificultaban el intercambio en el Antiguo Régimen: barreras aduaneras y peajes interiores, derechos preferentes de venta de los grupos privilegiados, monopolios, propiedad amortizada. Incluso debía permitirse el librecambio entre las naciones. Las ideas de Adam Smith fueron divulgadas por sus discípulos y seguidores. Entre éstos se destaca David Ricardo (1792-1823), quien en 1817 formuló sus "Principios de economía política". En este estudio, su aportación más original sería la teoría del salario, según la cual los salarios debían permanecer bajos, ya que están regulados por las reyes naturales del mercado. Un aumento de los salarios por encima del nivel de subsistencia desencadenaría una mejora del nivel de vida y, consecuentemente, un aumento de la población trabajadora. Esto provocaría una mayor competencia entre la mano de obra, de lo que generaría una baja salarial, ya que en un sistema económico liberal, la abundancia siempre supone un descenso, bien de precios, bien de salarios. Las coincidencias entre liberalismo económico y liberalismo político eran totales. Ambas concepciones imaginaban el Estado o las naciones como una suma de individuos (sin tener en cuenta las clases). Basaban sus formulaciones en la defensa de las libertades individuales y de derechos e intereses particulares que, en un sistema de desigualdad manifiesta, favorecen siempre a los poderosos. El derecho al voto, por poner un ejemplo, pronto quedo reducido exclusivamente a 1os más ricos, de tal modo que el nivel de renta acabo determinando el acceso y la participación en la política. Dueños de los medios de producción y representados en las instituciones públicas, los burgueses dominaron la vida social imponiendo sus valores (orden, libertad, progreso). A finales de siglo, los teóricos del movimiento obrero señalaban lúcidamente que el Estado liberal no representaba a la nación, sino tan sólo a la burguesía.

8. Del capitalismo financiero al capitalismo industrial

Con el desarrollo del maquinismo asistimos a la implantación de un nuevo sistema económico: el capitalismo, que se caracteriza por la propiedad privada de los medios de producción, lo que supone que el que posee el capital (no sólo dinero, sino también locales, máquinas y materias primas) organiza y controla toda la producción. Se trata de una nueva organización de la vida económica, que se extiende al ámbito de lo social y político. En la Edad Moderna ya habían existido prácticas capitalistas de tipo financiero mercantil: sociedad anónima, bolsa y banca, que habían crecido con el desarrollo comercial asociado a los grandes descubrimientos geográficos y a la afluencia de metales preciosos a Europa provenientes de América y África. En el seno de la fabricación artesanal manufacturera había aparecido el antecedente del primer empresario capitalista, el denominado sistema doméstico o trabajo a domicilio. Los comerciantes, que estaban en contacto con los mercados, fueron extendiendo su actividad en las zonas rurales fuera del control de los gremios. La materia prima (lana) era repartida en diversos hogares campesinos, la operación de cardado e hilado era realizada por las mujeres, que añadían, de este modo, un complemento a sus ingresos. Los pagos se hacían a destajo y en especie. También se confiaban otras operaciones (tejido, tintado) a artesanos especializados. Durante todo el entramado de operaciones, el comerciante permanecía como propietario de la pieza, que luego almacenaba y, finalmente, vendía. Este sistema de producción era común también en otros sectores, como el metal y la madera. Su evolución durante el siglo XVIII originaría la primera acumulación de capital procedente de la manufactura. Si bien en los primeros momentos de la Revolución Industrial los cambios técnicos se realizaron con muy bajos costos para mantener y aumentar el ritmo de crecimiento y beneficio, pronto fue necesario incrementar la cuantía de las inversiones, pero éstas resultaban difíciles de asumir por una persona, por lo que se hizo necesaria la creación de grandes compañías en las que pudiera afluir dinero de varios inversores. Ya desde el Renacimiento existían sociedades mercantiles de tipo familiar. La sociedad estaba formada por los miembros de una familia que aportaban diferentes sumas de dinero para emprender negocios, por lo que solía llevar el nombre del apellido familiar (Medici, Fugger…). Los beneficios se repartían en proporción a la cantidad aportada inicialmente. Los vínculos familiares favorecían la estabilidad de estas sociedades, que se mantenían, incluso hereditariamente, durante generaciones. Desde el siglo XVII, la creación de colonias europeas en América, Asia o África y el aumento de volumen del comercio internacional favorecieron la creación de grandes compañías mercantiles (como la Compañía Inglesa de las Indias Orientales) que se ocupaban de acondicionar puertos, armar navíos, compraventa de mercancías, almacenaje, e incluso llegaron a propiciar la intervención militar para defender sus intereses. De este modo, el precedente de las sociedades mercantiles o financieras se adaptó a las necesidades del desarrollo industrial. Las sociedades anónimas estaban compuestas por un elevado número de personas, algunas de las cuales ni siquiera se conocían. Su participación en el capital de la empresa se hacía a través de la compra de acciones (títulos de propiedad) y el reparto de los beneficios se hacía de forma proporcional al número de acciones compradas, en caso de quiebra de la compañía, la responsabilidad quedaba limitada al valor de las acciones y no a sus bienes particulares. Cada acción tenía un carácter transferible, podía ser comprada y vendida, y su valor se fijaba siguiendo el juego de libre mercado: si la empresa gozaba de beneficios, las acciones aumentaban su valor o cotización; si, por el contrario, acumulaba pérdidas, bajaban. El lugar donde se realizan estas transacciones se denomina bolsa o mercado de valores. Las sociedades anónimas, sin embargo, no se generalizarán hasta la segunda mitad del siglo XIX. Hasta entonces, el modelo de sociedad más generalizado fue la "partnershrp", de responsabilidad ilimitada, en la que el inversor respondía con sus bienes particulares. En Gran Bretaña. hasta 1825, estuvo vigente la "Bubble Act", promulgada en 1721 a raíz de una operación especulativa de la Compañía de los Mares del Sur, por la que se impedía la creación de este tipo de compañías. En Francia no se aprobaron hasta 1863. Otra vía de financiación para las empresas apareció con la emisión de obligaciones, en este caso, el inversor compraba obligaciones con carácter de préstamo y la compañía se comprometía a devolver su importe en un tiempo y con un interés fijados previamente. Esta nueva fórmula se ideó para atraer a pequeños inversores, más temerosos ante operaciones de riesgo. Este tipo de financiación será muy importante en la expansión del ferrocarril. Por último, la banca, de origen medieval, que actuaba como lugar seguro de depósito de dinero, evoluciona ahora hacia la banca de negocio, contribuyendo al financiamiento de las empresas mediante la concesión de créditos, compra de acciones a empresas, e intermediarios en la colocación de acciones a sus depositarios. Se destacan "Société Générale de Belgique" (Bruselas, 1822), "Société Générale du Crédit" (París, 1852), "Darmstädter Bank" (Darmstadt, 1853).

9. Consecuencias de la Revolución Industrial

Los progresos técnicos que introdujo la Revolución Industrial, en el siglo XIX transformaron todos los aspectos relacionados con la vida europea. Surge así, una nueva historia de la civilización occidental. Económicas: Se imponen la industrialización y el capitalismo Sociales: Predomina la burguesía y surge el proletariado Políticas: Se consolida el liberalismo político bajo la forma de monarquía constitucional. Ideológicas: Prevalecen el racionalismo y el sentido crítico. Industrialización : Se difundió por los países europeos y los Estados Unidos Explosión Demográfica: Se produce en los países industrializados una inesperada explosión demográfica a su vez, resultado adelantos higiénicos y médicos. El crecimiento de la población benefició a la industria y favoreció la inmigración hacia otros países. Revolución Agrícola: Inglaterra realizó notables progresos; introdujo la siembra de plantas de origen americano(maíz, papa), estableció las faenas agrícolas, aplicó abonos y fertilizantes. Desarrollo Comercial: el comercio se intensificó, tuvieron los países industrializados de vender mercancías y adquirir materias primas, se incrementaron el comercio, las comunicaciones y los transportes. De forma más general la revolución industrial provocó:

  1. La industria progreso.
  2. La producción se hizo en serie.
  3. Los precios de los productos bajaron.
  4. Se formaron 2 clases sociales: Burguesía: Compuesta por los dueños de fábricas y grandes comerciantes y los Proletariados: Compuesta por obreros.
  5. Hubo desempleo, porque con las máquinas no eran necesarios tantos trabajadores.
  6. Aumento la delincuencia.
  7. Algunos obreros culparon a las máquinas de ser la causa de se desempleo y las destruyeron. Esto se llamó "Ludismo" porque el jefe de éste movimiento fue Ned Ludd.
  8. La burguesía explotó a los proletariados.
  9. Los proletariados formaron organizaciones llamadas "Trade Unions" (sindicatos, para defender sus derechos"
  10. Fueron logrando que la jornada de trabajo diario se fuera reduciendo, que se le pagara un salario adecuado y que se le diera derecho a huelga.
  11. En la economía hubo un gran auge porque surgen los grandes capitales, las operaciones financieras y los cambios.

10. Bibliografía

El mundo Contemporáneo; Alvear Acevedo; Editorial Jus; Págs. 42 a 44 Historia del Mundo Contemporáneo; Fernández, Gómez; Editorial Mc Graw Hill; Págs. 20 a 31

 

Trabajo enviado por Miguel Garza

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