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Nada puede existir fuera del espiritismo (página 3)

Enviado por Pedro Sandrea


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CÓDIGO DE AMOR UNIVERSAL CONTINUACION

CAPITULO III

Procreación de los seres

Ya estamos frente a la cuestión inabordable hasta hoy para los códigos, por los que han hecho de media humanidad un esclavo, un juguete, a pesar que sin esta media humanidad no podría haber nacido la otra mitad, que se quiere creer superior y apropiarse derechos que son comunes a la humanidad entera.

El hombre está en el más grave error; pero la culpa, en todos los tiempos, la tienen las religiones, desde la más primitiva hasta la más moderna; pero la mayor culpa es de la Judaica y luego de la cristiana, a las que se les había dado el secreto y el principio santo.

Porque Israel torció su derrotero, vinieron Juan y Jesús, y hablaron suficientemente claro, y por sus prédicas la Tierra ha llegado al alto progreso, material del espíritu y la paz imperdurable, que llega ya, en cuya aurora estamos, porque la Ley de Amor se ha proclamado.

La doctrina de amor y libertad de Jesús, que era la repetición de la de anteriores Mesías, porque otra doctrina ni otra Ley no tiene el Creador y no se puede, ni el Espíritu de Verdad da otra (aunque éste las desentraña hasta atomizarlas, para su inteligencia), se predicó con la claridad que la cultura de aquel tiempo permitía, sólo durante dos siglos incompletos; pero fue lo bastante para que en el espíritu humano arraigara la semilla que en su día, daría el fruto, cuando la inflexible Ley de los afines reuniera las cosas en su punto.

El espíritu tiene el libre albedrío; pero la Ley de Justicia tiene acción también; cuando la Ley de Afinidad le marca el momento, obra y, en su poderío, lucha con su opositor y la libertad no se coarta; pero, en la razón lógica, la afinidad reúne los homogéneos y se libra la batalla de principios, en la que la verdad, que lleva el solo principio "amor", ha triunfado siempre en todos los mundos y triunfa eternamente; por la material (que no es insensible, como piensan los hombres), aun siendo regida por la misma Ley suprema del espíritu, no se somete hasta que adquiere conciencia y se identifica, en su alma, con el espíritu y entonces se somete a aquella y éste le sirve, y la materia entra en la Luz del espíritu y adquiere fortaleza y virtud y nace, de su conversión, el sabio y el héroe.

La causa está en que la materia es la esencia (hablo del cuerpo del hombre) de todas las materias minerales, vegetales y animales, reunidas por una envoltura conocida como el "alma" que, aunque fluídica, no lo es tanto que no sea sensible en absoluto, en la cual entra y se envuelve el espíritu, que debe hacer sentir el amor, de que él es formado, a aquella dualidad que a pesar de ser, la una, esencia de las esencias que componen la parte tangible, pero que no podría sostenerse ni mantenerse agregadas aquellas partículas tan heterogéneas de que se compone el cuerpo sin el alma, esencia de todas aquellas esencias y que se forma del sentimiento o instinto de todas las materias que concurrieron a formar el cuerpo de los primeros hombres, no fuese homogénea; y lo es, porque el instinto de todos los reinos de la naturaleza son una sola y misma cosa, y como esto está regido por la Ley de Afinidad, se mantiene y sostiene en un cuerpo llamado hombre, resumen del Universo todo, con su Creador dentro. Un verdadero microcosmos del gran macrocosmos, esto es el hombre.

Pues bien; a pesar de su hechura y de caminar erguido, mientras sea nada más que esa dualidad de cuerpo y alma, es sólo un irracional, y, como tal, obra no reconociendo superioridad alguna y siguiendo, como es natural, todas las inclinaciones de sus componentes, que son irracionales; pero se moverá, consumirá, procreará por instinto, porque lo lleva en su germen; pero ha llegado el tercero, el efecto del amor, de la sabiduría, la esencia de las fuerzas y vibraciones del Creador, el espíritu, y se envuelve en el alma y hace la verdadera trinidad, compuesta toda de la misma cosa, pero transformada por evoluciones innumerables, que se sienten, se comprenden y se aclara el lenguaje espiritual, y todos los espíritus de luz lo saben y todo se lo comunican; pero la palabra falta entre los terrenales para pronunciar la última evolución; la tenemos en nosotros mismos y la descubrimos cuando llegamos a la sabiduría; pero es en vano que, como hombres dúos, queramos penetrar ahí porque es sólo del espíritu y no corresponde a la materia; aunque no es un misterio, porque el espíritu sabio lo conoce y cada segundo se nos muestra en el nacimiento de cada hombre, pues la procreación es el fin primordial de las fuerzas del Universo, que es imposible sin Amor.

No se te dirá nada más avanzado que estas palabras, hombre de la Tierra, porque no cabe en las celdas de tu cerebro; pues no has llegado siquiera a estudiar la parte rudimentaria, aunque has recorrido todo ese problema laberíntico, y nada te has atrevido a afirmar, porque te faltó amor verdadero, ya que no has creído en el Dios de Amor, por el prejuicio de religión que envenenó la ciencia, poniéndole valladares, hasta que la ciencia misma de los hechos te demostró que te habían dado un Dios, hechura de las religiones, que te empequeñecía.

Ahí empezó el hombre a sacudir el polvo de sus ojos; pero encontró en todo el prejuicio y se fijó un Dios, en la materia, que necesariamente adelantó en su progreso, más le dejó vacíos y entonces empezó a oír alguna voz, aunque lejana, en su conciencia, y vió el hombre que nada hay vacío en el Universo, y ya la Tierra no era ni el centro, ni el todo de la Creación; ya era hombre más grande, pero se necesitaba tiempo, y el tiempo llegó al límite que marcó la Ley de los afines, y el hombre de la Tierra llega ahora a la luz del espíritu.

¿Cómo apareció el hombre sobre la Tierra? Hombres de ciencias has hechos hipótesis y metamorfosis; ha habido momento en que la humanidad corrió el peligro de querer descender de un animal. No, hermanos míos, no; aunque el hombre apareció, como todos los seres irracionales, de las entrañas de la tierra, en su cuerpo y alma, recibiendo desde el principio el impulso y el calor del espíritu, el hombre apareció siendo hombre, compuesto de su trinidad.

El tiempo no importa, el tiempo aquí es la eternidad, el siempre presente; desde que apareció el hombre hasta que sea capaz de ir a un mundo más hermoso que la Tierra, habrán pasado muchos siglos, pero no habrá pasado un segundo de la eternidad.

Cada mundo tiene seis días, épocas o epopeyas de trabajo, y uno de usufructo de su trabajo para luego empezar, por la transformación, otra nueva etapa, que será la misma vida en progreso, en formas diferentes por la belleza, no en la constitución.

Las humanidades tienen, lo mismo, seis días de trabajo y uno de usufructo en cada mundo, en cuyo Séptimo día llegan a la perfección que puede dar ese mundo, y el progreso y la Ley de Afinidad imponen la emigración y ocupación de otro mundo, en el que hay que empezar de nuevo principiando por donde acabaron en el que dejan, y así hasta el infinito.

Como apareció el hombre en la Tierra

Ya he dicho que el prejuicio ha sido la traba de la ciencia; sólo diré ahora que, sin el prejuicio, la física y la química hubieran encontrado cómo el hombre apareció sobre la Tierra; más ya pasó todo eso, que estaba en justicia de las cosas, y ha pasado y pasará en todos los mundos, hasta llegar a la luz, por el propio esfuerzo del hombres, porque el Padre no da nada de gracia a nadie, lo pone todo a nuestra disposición, y en su amor por igual a todos, quiere que lo conquistemos nosotros mismos.

He dicho también, que el tiempo no importa, porque la vida es eterna y continuada y aunque se cuenten millones de años de nuestro mundo, estaríamos siempre en la misma hora; en todos los mundos el tiempo es el mismo; sin embargo, nuestro vecino Marte es un año doble que el nuestro; y un poco más allá, en Tupón, centro de la 4º nebulosa, empezando a contar de la Vía Láctea, en Tupón (¿conocerán este mundo los astrónomos?) nuestro año equivale a diez días de los suyos; pues con estas diferencias, aquí como allá, el tiempo es igual, siempre presente; y aquí como allí apareció el hombre de la misma manera y lo mismo aparecerá en los nuevos mundos que eternamente se crearán.

El hombre es lo último que aparece en el mundo, y no puede acaecer esto hasta que los mundos se han establecido en su órbita y su grado de calor es conveniente, lo que marca el final de la quinta epopeya, época o día. No es un código el lugar de presentar estudios latos; pero me veo en la necesidad de decir una palabra, y ésta desciende conmigo del centro de la sabiduría para animar a las nacientes ciencias de la verdad, que han sido planteadas por espíritus de la luz y progreso, que encarnaron para poner el primer jalón, recientemente, y detrás vienen otros con otro jalón. Mi palabra es ésta:

La Tierra está en creación, y le restan aun setenta y cinco mil años (75.000) para estar creada. Ahora, trabajad sobre esa base los que han venido a ello, porque el juez, en ese punto (por cierto muy secundario a la vida del espíritu), no tiene más deber que cumplir por hoy; pero han venido los geólogos, arqueólogos y astrónomos a ello, que aun cuando sean cosas secundarias al espíritu, son de necesidad porque complementan la obra de la sabiduría y, desde hoy, esas ciencias son la A del alfabeto de la ciencia que corresponde al Séptimo día de la humanidad terrestre. Sois los primeros instructores del día de la luz, para las primeras lecciones, del poder y grandeza infinita del Creador, cuyos hijos somos. El Juez nos dice: cumplid como buenos por que sois misioneros, preceptores de la verdad, en materia, que sirve inexorablemente de base al progreso de las humanidades.

Mas la Tierra había sufrido los cataclismos inherentes a su estabilidad, y no el cataclismo máximo, que aun tiene que sufrir; pero en el último sufrido, del que parte del globo voló a colocarse donde la Ley de Afinidad le ordenara, para servirle de reflector del sol en las noches

De cuyo satélite se estudia tanto, sin atreverse la ciencia dar definitiva fe, porque no acude a recibir las instrucciones donde debe llenar los vacíos; más ese hecho sucedió, y se repetirá porque la Tierra ha de hacerse perfecta y necesita luz en su superficie, perpetua y propia.

Acaecido aquel cataclismo por el que la Tierra tuvo luz de noche, quedó envuelta totalmente en las aguas, desapareciendo todas las especies animales y vegetales, fundiéndose todo en una misma y única cosa, como en realidad es, aunque se vea en diferentes formas.

De esta fusión empezaron a desarrollarse los mismos seres y cosas, aunque en grado más perfecto y menos ofensivo; la vegetación abrupta pasó a la finura de la que hoy se ve, y la tierra daba frutos que alimentarían al ser superior, por el que habían sufrido todas aquellas catástrofes, porque el fin de toda la creación de todos los mundos, el hombre es.

Si la creación hubiera sido como han pretendido las religiones, nada de grande tendría, aunque Dios fuese persona, como tenía que ser para hacer el monigote de barro y soplarlo para que andara y, luego, acordarse el artífice de que necesitaba el hombre una compañera, y hubo de hacerle una operación quirúrgica, arrancándole una costilla. ¡Pobre hombre y pobre Dios! Pero esto, a pesar de ser grande, es mucho menos grande que la Ley de Procreación que nos dio el Creador. No, esto no fue porque no pudo ser, es contra la Ley y la razón; pero sí es cierto que han vivido Adán y Eva.

El cuerpo del hombre es la esencia de todos los componentes de los tres reinos de la naturaleza y que el catecismo los renovó; la Ley de Afinidad trabajaba para el cumplimiento máximo del fin de las creaciones parciales en la Creación universal, y reunió en el punto adecuado todo lo que pertenecía al surgimiento del rey de un mundo, y no uno, ni una pareja, sino por millones, juntas y en todas las parte sólidas del globo.

¡Cómo!… oigo tu palabra impaciente, hombre grande hoy y pequeñito en tu aparición. No te asustes, bendice al Padre en su infinita sabiduría. cayeron árboles leñosos. y aparecimos a la faz de la tierra, y el sol nos reanimó. Llorad de alegría y hosanna al Padre porque sois grandes, aunque nacisteis como gusanillos; pero hombres, con el germen de todo lo que somos; y no nos hemos arrastrado, no, como los reptiles, ni andando en cuatro patas. Cayó el árbol y el sol nos reanimó y en nuestras envolturas saltábamos derechos, ya que la capa protectriz no nos dejara, en algún tiempo, estirar nuestro miembros; pero allí, envuelta, estaba la figura, la estructura y los mismos miembros que hoy tiene y tendrá el hombre.

Quisiera, hermanos míos, que todos pudieras ver, ya que muchos verán, al leer lo anterior, el cuadro de la realidad, como mis hermanos mayores me lo han hecho ver y me lo representan en este momento en que lo escribo; sí, muchos de los que leeréis esto en los primeros tiempos, lo veréis; y luego que reinará el amor, que viviréis la vida del espíritu, que poseeréis la sabiduría del Universo, todos lo veréis.

A habréis pasado la impresión primera. ¡Cómo no ha de impresionarlos, si yo, que soy el Juez, me impresiona! Pero es la profunda sabiduría del Padre, el poder sólo suyo, el amor con que lo hace y la precisión de sus leyes que todo nos lo entrega en la aparición tan maravillosa del hombre, su hijo, que tan tarde lo reconoce.

Pero terminemos esta párrafo, que acaba con tantas y tan descabelladas teorías e hipótesis, que no pudieron prevalecer porque a nadie aun se le había autorizado a afirmar esto, porque aun, en la Tierra y sus espacios, había muchos perturbadores que no podían soportar la luz de la verdad, los que, en el juicio final, han sido separado al hospital correspondiente para regenerarse en aquellos mundos primitivos, donde se curarán. Quiera el Padre que tengan mis palabras (que son del Creador) la virtud de que las generaciones presentes que en la Tierra hay sentenciadas, sepan aprovecharlas y curarse en salud, porque la Tierra es bella y recibe la luz de Sión (Sirio); dejad los falsos sistemas y los prejuicios, y se curarán.

El árbol que sirvió de primera matriz para su nacimiento, en todas partes sólidas entonces, y adecuadas para la infancia de la humanidad, es el que se conoce con el nombre de árbol de la "Quina", que aun presta sus beneficios en la medicina, y el cual debe la ciencia estudiarlo mucho y sacará gran provecho; este árbol contiene casi todas las virtudes de su reino y las del reino mineral.

El hombre ha caminado en la tierra, desde su iniciación, como hombre, por lo tanto, tienen razón los que lo han considerado entre los minerales y los otros reinos de la naturaleza, como todas las otras cosas que mantiene la tierra; lo que no acertaban era a sacarlo de esos reinos y lo han considerado erróneamente en todas la hipótesis.

Al caer el árbol, salían (me lo ha mostrado) muchos individuos de cada uno, hembras y machos, y tenían como unos cuatro centímetros de altura y estaban envueltos en una bolsita verde, que era holgada y les permitía moverse (que la providencia no es nunca desprovista), y así andaban a saltitos, albergándose en los troncos, y el aire y el sol era suficiente alimento; esta primera generación tuvo rápido desarrollo y alcanzó unos 50 centímetros de altura; su alimentación eran las frutas, y los árboles y las grutas fueron su refugio. Sintió, a su tiempo, la necesidad de la procreación, que la Ley le impuso; buscó a la hembra, se unió a ella y empezaron a dar seres semejantes a los nacidos de los árboles.

La Ley de las afinidades da a cada especie todo lo que, en su mundo, haya que le pertenezca para que aquel producto del trabajo amoroso del Creador se perpetúe; falta a la Ley todo el que se sustrae a la procreación, o bebe el néctar del amor, burlando a la Ley, por cualquier medio de los que la maldad y la lujuria han ideado y ponen piedras en su camino; las que tendrá que quitar y dar al Creador lo que en la Ley impuso; pero es materia algo más importante y grave descubrirse al mundo el modo maravilloso como apareció el hombre sobre la Tierra; en que cuadro se ve y se enternece el amor extremo y la máxima sabiduría.

El cuadro que presenciamos en la actual generación es horroroso y de la más degradante maldad e ignorancia, y la cólera hace estallar el corazón del hombre de amor. Y puesto que se ha dicho a los hombres de las generaciones presentes, que se creen dioses por las maravillas y comodidades que el progreso ha dado a la Tierra, dentro de las leyes que los rigen, a cerca del medio humilde, pero maravilloso y natural en que el Padre los puso sobre la Tierra, hay que ver como cumplen y que leyes los rigen en la actualidad y cual es el fin de nuestras luchas quiméricas sobre el planeta.

Lo pasado, pasado está y condenado en el juicio; yo legislo el amor para las primeras generaciones de esta "nueva era", que acataron la Ley, y para las últimas de la "vieja era" del error, a la que hemos juzgado, y tengo que pedir cuentas, en juicio personal, a los que, ofuscados, quieren sostener el error.

La procreación es ley universal

La procreación es el fin primordial de las creaciones parciales de los mundos y de la Creación universal; su acicate es el amor; su freno, la afinidad.

Cuanto mayor es la procreación (dentro de la justicia), tanto más agranda el amor y se progresa en todos los ordenes; y cuanto más se progresa más grande hacemos a nuestro Padre, porque mejor lo presentimos.

Organizados los pueblos, todos han comprendido que la grandeza y la riqueza comunal esta en parangón con el número de habitantes de su suelo, y el país más pobre es, sin duda, donde más escasa es la población.

El aumento de la población lleva consigo la exteriorización del poder y de la producción, teniendo los Estados que buscar en otros países mercados para su mayor producción; así atrae las miradas de otros pueblos, crece su riqueza y une por el comercio, bajo un contrato, uno o varios países, y llegan así al intercambio de intereses, de idea y de individuos.

En esto no ven los hombres que obra tan sabiamente, porque la naturaleza, que obedece a las leyes de afinidad y justicia, tienden a romper las fronteras geográficas; y cuando por este medio no lo consigue, promueve la emigración de individuos, que crean familia en otros países que no son la tierra donde nacieron, y tenéis aquellos hombres que aman los dos países; donde nacieron están sus antecesores; en el que emigraron está el producto de su amor y de su trabajo; a estos hombres no será fácil levantarlos en armas contra el país donde nacieron, ni contra el en que tienen su descendencia, en caso de enemistad ente los dos países. Este es uno de los beneficios de la procreación.

Las guerras tienen su origen, siempre, en el fanatismo de religión y de patria; algunas veces son por ambición desmedidas y, siempre, por el completo desconocimiento del fin de las humanidades, de la ley de los afines, de la justicia de las cosas, del amor, en fin.

Pero nada hay que se oponga a la Ley de Afinidad al fin del tiempo, y aunque se le hace fracasar aparentemente, porque se desconoce el amor puro y universal para convertirlo en amor impuro y pequeño que degenera, por necesidad, en pasión y la pasión en crimen, caen los hechos de la Ley de Afinidad con mayor intensidad, no porque la Ley sea capaz de una venganza, sino porque tiene que cumplir, inexorablemente, su deber, y como se le opuso el hombre, por su malicia, una y dos veces, esto se acumula y en la tercera se produce una hecatombe horrorosa que apenas sería sensible sucediendo en tres veces.

Pero la ley es inflexible y, en su curso ordinario, obra en amor; al ser burlada su acción, en su día obra en amor también, pero ya en justicia; al derroche sucede el hambre; a la ambición, el despojo; a la provocación, la guerra, las pestes y otros flagelos; el vicio y burla de la procreación, la despoblación; y, por fin la desaparición del mapa de esa nación.

La Ley, a tiempo, da muchos anuncios, si no es atendida una vez, decretado el cumplimiento no se vuelve atrás, es irrevocable y ejecuta en todo su rigor la justicia, y no pagan justos por pecadores porque, antes, toma todas las medidas y por mil sacará del sitio de la catástrofe a los que no deben sucumbir en ella.

La Ley, en todos los errores, es inflexible a la hora de la justicia; pero en esquivación de la procreación es inexorable, y sus castigos son siempre históricos, hacen época, como el de las ciudades del Mar Muerto, porque la creación es el fin primordial de la creación de los mundos

La naturaleza, al crear un ser en la forma maravillosa que lo hace, se despoja en absoluto de todas las sustancias y gérmenes homogéneos, dotándolos de órganos y miembros a propósito y bajo leyes inflexibles para la procreación, que siempre es en amor, aunque sea momentáneo; pero las obligaciones que el amor impone al procreador son el sostenimiento de la madre durante la gestación del infante y su educación.

Lo errado de las leyes egoístas y caprichosas al respeto, la esclavitud de la mujer y la alta de reconocerle los mismo derechos que al hombre, en todos los órdenes, las afrentas creadas para la mujer y la falta de conocerle los mismos derechos que al hombre, en todos los órdenes, la afrentas creadas para la mujer, que por su destino se hace madre fuera de las leyes de capricho y de los falsos dogmas de las religiones, ha llevado al mundo a la degeneración más espantosa y abominable de la humanidad, que sólo puede lavarse y olvidarse con la completa renovación de la misma, haciendo desaparecer los centros de corrupción, y esto está decretado en los Consejos del Creador, porque sólo así es posible renovar la faz de la Tierra y hacer reinar el amor, fin de la Creación.

Todo esto es consecuencia del odio y los errores de las religiones, que han olvidado la Ley de Amor del Creador para dar rienda suelta al amor de la carne, inventando todas las bajezas, todas las trapisondas, hasta el crimen, para burlar la inflexible Ley de Procreación y beber el néctar del amor en la mujer, hundiéndola luego en la deshonra y obligándola a ser criminal.

¿Podría el hombre elevarse a la altura en que hoy se encuentra sin la protección decidida del amor del Padre? ¿No bastará saber que del mismo tronco y en la misma forma nacieron el macho y la hembra? ¿No bastará la igualdad en que nacen el magnate y el pordiosero para establecer la Ley de Igualdad? ¿No bastará todo eso para hacer uso, en santo amor, de la facultad de procreación? ¿No bastará que la mujer haga las veces de aquel árbol, del que la Ley de Afinidad nos hizo salir, del mismo modo y al mismo tiempo?

Menos su humilde aparición, todo esto ha sabido la humanidad y ha prevaricado; la causa de la prevaricación es de las religiones, y éstas caerán con estrépito, a la vista de sus victimas; pero las victimas son también responsables, porque la ignorancia de las leyes divinas no exime de responsabilidad, y la humanidad responsable ha sido sentenciada a salir de la Tierra, como han sido desalojados los espíritus, que hombres fueron, prevaricadores y en su maldad siguen prevaricando en el espacio e influyendo sobre los encarnados.

¡Humanidad! Sálvate en esta Ley durante el tiempo que tienes de tregua. Yo, que firmé la sentencia, te la leo, te la doy escrita y no alegarás ignorancia.

La procreación es, en todos los mundos, del mismo modo que en la Tierra, con la diferencia que no existe en los mundos de perfección el dolor y sí el goce, porque el amor del Padre es sin límites para sus hijos, y esta Ley obliga al amor puro, en justa medida, en la afinidad.

Comentario en espíritu del Juez en Octubre de 1938. Buenas noches:

En el camino que el espíritu debe recorrer hacia el progreso, durante los miles de existencias es que se ve obligado a actuar, las que más provecho le dejan son siempre cuando ha tenido que hacerlo como mujer.

La misión de la mujer, nada más por el hecho de serlo, es muy grande. La más humilde, la más perversa, la más degenerada, se transforma, se enaltece, se hace sublime cuando es madre. En su vientre se desarrolla el fenómeno más hermoso y grande que se puede presenciar, el fenómeno que la asemeja al Padre Creador, porque en su vientre se forma una nueva vida. Material sí.

Ese fenómeno que la ciencia no puede desentrañar porque no ha llegado a encontrar el principio de la vida, se observa en todas las hembras de la Creación y ya se ve cómo, en las especies más pequeñas, en los animales más insignificantes, la hembra en gestación es respetada, es ayudad y protegida.

Si pudieras conocer las costumbres de algunas especies, hasta de insectos, les sorprendería la sabiduría de la naturaleza: cómo protege, cómo defiende y cómo, por instinto, aquellos seres pequeñísimos respetan a la hembra que está cumpliendo, también, con la Ley de Procreación.

Por eso a ustedes los hombres, les hablo: los que estudiáis esta doctrina comprenderéis, que vais poco a poco sabiendo cuales son sus deberes para aquella compañera que es todo amor y sacrificio, para la compañera que les proporciona placer, que les ofrece el néctar del amor y, sin embargo. ¡que pocos cumplen con la que hacen madre de sus hijos!

La maternidad es el supremo galardón que se concede a un espíritu. La mujer más degenerada, al hacerse madre se regenera, cambia de vida, recibe la nueva luz que le trae el dolor, el sacrificio y ofrece al hijo lo mas noble que hay en ella: su sangre, su carne; le da albergue bajo su corazón, se sacrifica por él todo el tiempo que dura la gestación y, después.! Qué doloroso el momento de darlo a luz! Qué angustiosos, para la madre, los días, los meses, los años que siguen, cuidando siempre a aquel ser, del que nada espera, porque, están tan atrasados todavía, que no saben compensar el amor de sus madres: ¿Qué les piden ellas? En cambio, ¿Qué les dan?

La mujer que es madre, por accidente – cumpliendo la Ley de Afinidad, que obra siempre en la unión de los seres – la que es madre por un momento de placer, por un momento de debilidad, porque fue violada, cuántas de ellas reniegan después; las pobres madres que matan el fruto de sus entrañas para evitarse el deshonor, para ahorrarse el sacrificio, para eludir el trabajo y la responsabilidad que la maternidad trae consigo, no; es muy doloroso; me refiero a la que es madre comúnmente; sin embargo, cumple así con aquel deber, en su inconsciencia ofrece lo que puede.

A ustedes les hablo, hermosas madres que concurrís aquí, (se refiere a la cátedra de estudio) porque sois concientes, se entregan a sabiendas de lo que van a hacer, que en el éxtasis, ofrecéis vuestro cuerpo para que se deposite en él el germen que creará un nuevo ser, el germen que formará un nuevo cuerpo para su espíritu que se los viene a pedir.

Por eso a ustedes les digo que se consideren felices, muy grandes, muy hermosas, porque, sabiendo ya lo que significa la maternidad, pueden comprender la grandeza de su misión y entregarse conscientemente a ella, ya que saben que un hijo les traerá dolor, sacrificio, pero también servirá para que, por medio de él, ganen el más hermoso título que se puede dar a la humanidad, el de MADRE.

La unión de los seres

Desde que el matrimonio es sujeto a leyes cuyos intrincados puntos los jueces no pueden abordar nunca justamente; desde que hay hijos de los cónyuges, no hay felicidad en la humanidad. Hay muchos puntos en este artículo que, para resolverlo no son bastante todas las leyes sociales ni toda la teología de las religiones; los cánones son una mordaza a la libertad del espíritu; las costumbres sociales, creadas por sus equívocos, causan infinitos crímenes, infanticidios, suicidios, la trampa y la infidelidad, y el desconcierto del mundo.

Los que han legislado, ¿en dónde se han inspirado? En la conveniencia propia, en la materialidad, en el prejuicio, en el orgullo, en el desconocimiento absoluto del ser humano, en la ignorancia total del corazón humano y en la ignorancia completa de la fisiología, porque no se conocieron a sí propios y porque desconocían en absoluto el fin de los mundos y de las humanidades.

Las teologías, los cánones, los dogmas, ¿En qué se apoyan? En el absurdo, en la concupiscencia, en la supremacía que desequilibra las leyes divinas. Unos y otros, legisladores y codificadores, desconocían absolutamente la Ley divina de Amor con que la creación fue hecha, y las sabias leyes de Afinidad y Justicia, Igualdad y Libertad que el Creador dio a los seres, y que la procreación es el objeto primordial de los mundos, y el fin, el amor universal.

El coartar a la mujer la libertad de elegir, o declarar a un hombre su amor, es esclavizarla y obligarla a matar los más hermosos sentimientos en el secreto de su corazón; esa mujer, que por una mal comprendida moral social, puesto que nada que mata un sentimiento o coarta una legítima , el cumplimiento de una Ley superior (y esto no se puede matar con una Ley, dogma o costumbre social), no puede ser moral, sino inmoral y produce siempre los efectos contrarios a lo que esas leyes persiguen, porque al corazón no se le domina por imposiciones, sino con amor; esa mujer será desgraciada porque ama y no se deja amar. (ya hoy que transcribo este artículo, la mujer goza de tanta libertad, como el hombre).

Por prejuicio de los padres que, en la mayoría de los casos, le dan el compañero de conveniencia material (también esto cambiado mucho), y esta mujer es de necesidad desgraciada y hace desgraciado al compañero, y viven en unión de los cuerpos, pero completamente divorciados en el corazón y más en el espíritu. El hombre se hastía de la frialdad de la mujer; la mujer piensa, sin querer, en el hombre que llenó su corazón y las más de las veces se produce la infidelidad; ella no es responsable; la costumbre social deprimentes responsable en primer lugar, y en segundo los padres prejuiciados porque deben en todo, saber que la felicidad no la dan los intereses materiales sino la satisfacción de los sentimientos

Esta es la causa de que el hombre busque otra mujer donde, aunque sea comprando el amor, satisface su necesidad de amar, y hace inmoral a otra mujer, no menos despreciada que la esclava que deja en casa; estas uniones clandestinas son las de verdadera afinidad; pero es preciso vivir acompañándose mutuamente unos a otros para conservar el incógnito, si no es un hombre de valor suficiente para arrostrar las miradas de la hipócrita sociedad; tiene sucesión con otra mujer clandestina, porque su unión es de amor y afinidad; y si no se ha cometido un infanticidio, que es el caso más común, tomando un abortivo, quedan esos hijos sin nombre, o tirados en cualquier parte para ser mañana, en justicia, la vergüenza de esa podrida sociedad.

Es cierto que las vergüenzas han hecho levantar esas casas de maternidad; pero.¿Qué calvario no habrá de pasar la madre sin esposo para conseguir depositar en aquella casa, que no es de amor, ni de caridad siquiera, sino de baldón para la madre y el hijo? Habrá de dar su filiación, se tratará de saber si el padre es soltero o casado, si aquel ser es fruto de pasión de un hombre solo, o la madre ejerce comercio con su cuerpo. ¿Quiénes sois para entrar en secreto del corazón de nadie porque ejerzáis una obra, de caridad, pero que, por eso mismo, es de baldón, que la caridad es la encubridora de la maldad? Esas casas deben ser consideradas en otra forma más santa y administradas por personas de verdadero amor, no de caridad; la caridad ha hundido a la humanidad en el vicio, porque la caridad. es el invento de la patraña Cristo para perdonar, por la dádiva de Uno, la usurpación de mil; poner la venda después de dar la puñalada.

¿No sería mejor no tener que perdonar esas miserias? Para que esa miserias no existan, hay que quitar el error; amar, ser sabios en las leyes del Dios de Amor, porque todas las que tenéis son leyes de los hombres y, precisamente, de los hombres que más unos tienen dar y de los que más vendas tiene que poner en nombre de esa caridad denigrante.

Mas ver como se trata a los seres allí depositados y da dolor; 3 y 4 niños para una ama, mal pagada y peor alimentada, y la imposición de las descorazonadas "Hijas de la religión". que no saben ser madres. No porque no usen del amor carnal, sino porque burlan a la Ley de la naturaleza, obligadas por imposición de los célibes que no se hartan de carne, faltando a sus votos, lo que, ante el Dios de Amor, es la negación de sus divinas leyes, causa por la cual están fuera de la Ley y faltando a la sociedad, porque el voto no le prohíbe a la carne pedir lo que le pertenece; y conforme a su falsa religión, tienen que faltar porque, con el celibato, se les prohíbe ser hombres y usar de las leyes de la naturaleza, que son inexorables; pero por encima de todas las leyes de las religiones, y de la sociedad, pide la naturaleza lo que es suyo, lo que le pertenece, lo que el Creador le dio por Ley; y como por leyes absurdas y egoístas lo tienen prohibido, y como la naturaleza no obedece, no puede obedecer esas leyes, lo buscan y lo toman; pero han faltado al voto y a la ley social. Su divulgación los acusará; las consecuencias naturales de sucesión les harán imposible la vida de su mentido prestigio y falsa virtud; ¿Qué se impone? Buscar, todos los medios de burlar la santa la santa Ley de Procreación; y si ésta, como millares de veces sucede, se impone por justicia, a pesar de todas las burlas, y hace nacer un ser, la más de las veces éste es asesinado al ver la luz del sol, o empieza ese ser una odisea dolorosa y horripilante, y se le hace torcer el cumplimiento de un deber que trae a la Tierra.

Ese irá a parar a la casa de baldón; se le privará, desde el instante de su nacimiento, de las caricias de su madre, y generalmente ese, como todos los que en aquella casa de vergüenza están, serán mañana de los que llenarán las cárceles después de haber sido la afrenta de la sociedad en las calles.

Sí, señores gobernantes; son esos seres el oprobio de la sociedad y son ustedes los responsables ante todas las leyes divinas, aunque se cubran con la máscara hipócrita de la caridad, aunque los llamen "filántropos" por la causantes directos de todas esas desgracias, y aunque les colmen de bendiciones esos. sacerdotes y papas, que de nada valen sus gracias porque ellos no son depositarios de las gracias del Dios Amor.

Las bendiciones de esos predicadores son el veneno que anestesias el alma y mata los sentimientos humanos del corazón; esas bendiciones, esas indulgencias, esos perdones, son el sello de la malicia de ellos y el corroborante del servilismo mismo de que son parias unos de otros. (Paria, en su sentido original: Sometido a voluntad de otro. Enciclopedia Espasa.)

Esos seres allí reclutados por la vergüenza y eximidos del amor materno, son educados en el error y en el prejuicio; y antes de que tengan uso de razón, ni valimiento, ni instrucción, son sacados al público con el sobre nombre de expósitos, que les avergüenza, porque ellos ya están prejuiciados y porque los demás viven del error y la mentira; son sacados como vendidos esclavos, y la vigilancia de la Ley es nula por lo cual son tratados peor que bestias y se ven en la necesidad de repeler el insulto y los malos tratos, en los que no escasea el castigo del látigo y el palo y, por fin, se produce en ellos la idea del crimen, en defensa de su cuerpo, porque el alma ya está pervertida.

Muchos huyen de la esclavitud en que se les coloca; pero llevan el sello del "expósito", del "sin padre", de la "madre desalmada", y no encontrarán alivio a sus penas, y el hombre y la miseria y el cansancio los llevan necesariamente al robo, teniendo derecho a la vida lo mismo que al Rey o Presidente; pero es "Juan sin padre", nadie lo defiende, todos lo señalan; en él se ceban la calumnia y la injusticia y la cárcel es su paradero.

Hombres de la Ley; esos seres no han entrado en el mundo por puerta falsa; al mundo entran todos los seres por la puerta de la Ley de Afinidad y de Justicia; son ustedes los responsables y sufrirán la pena del talión; esos vinieron buscando la afinidad y ustedes por su error, los habéis equivocado y serán sus acusadores; mas hay todavía algún caso más tremendo; entre esos seres se encuentran hijos engendrados por ustedes mismos, y la conciencia los acusa, pero el prejuicio no los deja oír la inspiración, y la condenáis a la miseria, al crimen, a la muerte, a tu misma sangre. ¿Podéis desmentirnos?

¿Cuántas veces, después de un hecho de tu propia profesión, te sentís molestos, inquietos y no podéis conciliar el sueño? Pues si fueran sabios sabrían encontrar la causa del desasosiego; habéis bebido el néctar de la joven, la habéis seducido por dinero o por engaños, muchas veces, porque hasta en eso juega un papel el empleo o posición, y después no se acuerdan más de ella y ya va fecundada, y en su desvalimiento, después de verse deshonrada, tiene que abandonar a su hijo, por la necesidad, y muchas veces es quitado por ustedes mismos para ser luego su juez y su verdugo.

Este es uno de los efectos del matrimonio de imposición, de conveniencia, de prejuicios y sin amor.

CODIGO DE AMOR UNIVERSAL CONTINUACIÓN

CAPITULO IV

Situación de la mujer unida sin amor, sus efectos

La mujer, unida sin amor en matrimonio, ha ocasionado, por su natural frialdad, el desvío del compañero, por las razones expuestas en el capítulo anterior, y producida ésta, causa los efectos tristes que hemos visto y que nadie puede negar. Pero la mujer no tiene la libertad que el hombre le ha quitado, y él se la abroga y busca la expansión que la naturaleza le impone. Sí, señores, la naturaleza impone, porque es Ley que nadie puede eludir, ni nadie debe torcer ni desoír y menos burlar.

A la mujer, falsamente educada en la tiranía de leyes egoístas, prejuicios religiosos, prejuicios de sociedad, y desconociendo en absoluto las leyes divinas de la creación y la procreación, ser le obliga a suicidarse, moralmente siempre y materialmente no pocas veces, y muchas veces también a hacerse criminal.

Educada la joven en el más absurdo error de las conveniencias sociales, en la mentira de las religiones, y prohibirle en absoluto la santa libertad de amar a quien su corazón ama, se le obliga a matar lo más grande de su alma; el sentimiento.

A la mujer no se ha estudiado y el hombre no puede estudiarla porque se la ha figurado como un mueble para su capricho, un juguete de niño, que cuando se cansa de él lo tirará a un rincón y no se acordará de él hasta que no teniendo otro con que entretenerse, lo saque y se entretenga con él hasta que otro juguete le llame la atención, y entonces lo vuelve a arrojar. Esto es la mujer, en general, porque aunque haya hermosas excepciones, no pueden hacer ley porque están en minoría.

La Ley de Afinidad tiene su mayor trabajo en conseguir la unión de los seres; y es así, porque todos tenemos el libre albedrío, aunque no absoluto; pero como las leyes opresoras y los prejuicios puestos por el egoísmo y la supremacía hacen desvirase de su fin a los seres, hacen que la Ley de Afinidad tenga que usar en rigor la Ley de Justicia, a nuestro humano entender, aunque no hay tal rigor, el rigor está en nuestra ignorancia y en nuestra malicia, pues si viviéramos la vida del amor no nos sentiríamos heridos, porque veríamos en todo el cumplimiento de la leyes divinas, que le han sido ocultadas al hombre por las religiones, desnaturalizando a los hombres.

El espíritu no tiene sexo y el hombre y la mujer, en espíritu no son hombre ni mujer, pero deben cumplir las leyes todas y el espíritu torna, alternativamente, del sexo masculino al femenino.

Aquí está el secreto de muchas degradaciones que se ven en algunos casos, en el uso de la materia; es porque el espíritu conserva las inclinaciones de su anterior existencia, y es culpa de la falsa instrucción de la humanidad, porque el espíritu viene siempre a corregirse y a cumplir un nuevo deber; si las leyes no son sabias, he ahí la causa del desequilibrio.

Pensar que la mujer es inferior al hombre es un error; pensar que la mujer no puede desarrollar su cerebro e inteligencia lo mismo que el hombre, es un error; pero educar a la mujer en pusilanimidad, coartarle las libertades del hombre, es un crimen de lesa humanidad.

En el consejo que todo espíritu tiene antes de tomar carne, en cada existencia, se presenta con su solicitud, donde expone lo que se propone realizar en aquella prueba, y el Consejo del Padre le pone en sus manos, en justicia, los talentos, recursos necesarios al triunfo; sus guías y protectores, y el espíritu también, por consejo, pero dentro de la Ley de Afinidad y Justicia, eligen sus padres, sus hermanos y los medios a que en justicia debe ajustarse para sufrir la prueba; y el sexo en qué se propone luchar depende de la Justicia siempre.

Si la prueba ha de sufrirla en el sexo masculino, traerá la acción y la fuerza, unida al amor, si la prueba será en femenino, traerá la delicadeza, la belleza y las cualidades necesarias a la armonía, la sensibilidad y el mayor grado de sentimientos y fuerza moral que, unidos al amor, deben constituir la unidad de la familia.

Saben los espíritus (al pedir la reencarnación), con quien y quienes tienen que unirse, y las vidas que tienen que dar, y todos ellos se buscan para cumplir su fin, y viven ya en amor el uno y el otro.

Ahora bien, han llegado al mundo, y las leyes, los prejuicios, la errónea educación, los separa y quedan por cumplir los propósitos que hicieron y el hombre toma esposa por conveniencia o imposición, y se produce el efecto de el capítulo anterior.

La mujer es esclavizada y se le hace entregarse a un hombre que no es el que está en su corazón. ¿Se puede exigir amor donde no está la afinidad? El amor de la mujer estará donde esté el hombre que con ella vino a cumplir una misión, así como el hombre se va a su afinidad.

Pero el hombre se ha atribuido leyes más libres y busca y toma el néctar donde encuentra a sus afín y, aunque a hurtadillas de una Ley opresiva, satisface, su aspiración, pero se ve obligado, por la absurda Ley, a hacer lo que no haría, de seguro, si el absurdo y el prejuicio no lo obligara materialmente, y no ocultaría el fruto de su amor, ni a la madre de aquel fruto, ya que por la Ley de Afinidad y Justicia se unieron y produjeron el fruto prometido.

Mas la mujer. unida por conveniencia o imposición, ¿en qué estado vive? Es una autómata; entrega su cuerpo con displicencia al hombre que por la fuerza le dieron, pero no entrega su corazón porque, en Ley, pertenece a otro. ¿Es suya la culpa? Sí, y no; es suya porque tenemos el deber de ser fuertes para imponer nuestros sentimientos a la imposición injusta de los padres y de la conveniencia. No es suya porque la Ley que la obliga es de fuerza y tiranía y el prejuicio domina; pero ambos son responsables; el que impone y el que obedece, y casi siempre pagan ambos, aun en la presente existencia, su error, ya con la desgracia de la hija, cuya historia y quejas llegan a los padres, ya con el abandono del esposos, a quien la frialdad de la compañera alejó, y buscó y encontró su afín, y no pocas veces con el deshonor, porque la mujer también encontró su afín y le entrega su corazón y. la unión del verdadero amor dio el fruto que la Ley suprema les impone, y se producen pleitos, desavenencias, crímenes, y viene el desequilibrio.

"La mujer es el alcano incomprensible", dicen los llamados sabio y fisiólogos.

La mujer es un libro abierto en el que todo se puede leer, lo dice el Juez. El alcano son ustedes, pero alcano de ignorancia y maldad. Educad a la mujer en la más amplia libertad de pensamiento; librarla absolutamente del prejuicio de sociedad común y que no vea diferencia de clases; sed todos sabios en el puro amor y no temáis que se produzca lo que hoy teméis y que sucede, justamente, por la prohibición, por el prejuicio y por la errónea educación.

La mujer unida aun hombre en las condiciones dichas y con el prejuicio social y religioso, se desnaturaliza porque se le obliga a matar sus más bellas aspiraciones y los sentimientos puros que concibiera al venir al mundo; pero sueña y ve al adorado de su corazón, al prometido de sus alma, porque sus espíritus saben donde se encuentran y, más tarde o más temprano, se han de encontrar sus cuerpos y entonces se entregan con toda su alma. no importa la clase y condición que ocupen; y aun si la unión material se hace imposible por muchas circunstancias y prejuicios, la Ley de Justicia está por medio y sus espíritus se unen y hacen, muchas veces, infecundos los deseos de las materias de los cónyuges, porque podría decirse que son dos cadáveres, porque los espíritus no toman parte cuando al afinidad no es la que unió, y sólo los instintos brutales obran en ese caso.

Muchas veces se ve una arrogante joven que era toda vida, hermosura y belleza y que, a poco de contrariarla en una legítima aspiración, prohibiéndole hablarse y mantener relaciones con el joven, más modesto en posición, y obligada, por imposición, a desposarse con quien no enciende el fuego de su corazón, ponerse famélica, perder la vida de sus ojos, hacerse huraña e intratable. "Está enferma", dicen, quiere curársele y la medicina es impotente; el teatro la entristece, las amigas, las incursiones la hastían y acaba por encerrarse en un mutismo y soledad aterradora, "Es incurable" dicen el Doctor; no, no es incurable, dejadla en libertad, que corra a los brazos del que ama su corazón y se verá vivir y renacer sus alegrías, no importa que ella sea una princesa, si cabe, y él un rústico labrador o modesto artesano, son los medios son los medios que ellos han elegido, y sus espíritus los saben, y en esa diferencia aparente de clases venían a luchar, y esto responde a un acto de justicia que sólo en los principios redentores del Espiritismo se pueden explicar.

¿Cuántas veces sorprende ver que una alta dama aristocrática vive en amor con un sirviente o un artesano modesto (y eso que sólo transciende al público el uno por mil de los casos), llamándolo escándalo social? ¿Escándalo de qué? Justicia, les dice el Juez, eso es; el escándalo está en las leyes que han hecho, que no deben hacerse porque los espíritus no responden más que a las leyes divinas, que ustedes ignoran.

Los espíritus responden a la Ley de Afinidad, a la Justicia suprema, y cuando la Justicia divina se cumplir, el escándalo no existe más que para la ignorancia, para el egoísmo, para las leyes despóticas que quieren sujetar a la Ley humana, absurda, la divina Ley de la Procreación.

Escándalo social si el rico o poderoso unió su nombre con la modesta hija del pueblo, mostrando su valor para arrostrar el prejuicio social, Justicia, valor, virtud, lo llama este Código, porque ha sabido oír la ley de su corazón y lo demuestra al mundo con su satisfacción en vivir y con los hermosos vástagos, y con sus afinidad y su amor, que le adelanta la felicidad que luego disfrutará mejor, por saber ser vencedor del error.

Yo conozco a una alta dama, heredera de títulos nobles, de posición encumbrada, de riquezas, que en un paseo he visto y sentido en su corazón los latidos de la afinidad con un individuo de la más modesta posición; los consejos, las amenazas, las proposiciones, el desheredarla, no puedo callar la potente voz de la afinidad, y por encima de toda conveniencia rompieron todos los prejuicios, la que a cada hora tenía un traje, como ellas, va satisfecha, con la cesta al brazo, a llevar el alimento al que trabaja ganando mezquino jornal, y en él se mira y él se satisface, y es dichosa porque es su afín.

Es un caso aislado, se observará; los héroes son pocos siempre, les digo yo; pero la causa es el prejuicio, el error, la falsa educación que, si no fuera así, este caso sería uno de los millones que se enumerarían, y esta verdad está en la conciencia de todos y si no, contéstame hombres y mujeres; el amor que bebéis a hurtadillas ¿no lo beberías con más satisfacción en libertad?

Yo, que leo en las conciencias, en todas las almas ingenuas, leo el sí; pero también en mucha la duda y la negación; éstas ruines y viciosas, malas e ignorantes; pero yo les digo: ¿Por qué tomáis y aun robáis, el amor y el honor que no les debe pertenecer según los dogmas y falsas leyes? Y si lo tomáis y lo robáis, ¿por qué empleáis medios criminales para burlar la Ley de la naturaleza? ¿Pensáis acaso que la naturaleza empleó para ustedes distintos materiales, o aparecisteis con más prerrogativas que los demás? No, porque la Ley es una y la ignoráis, por malicia. La Ley es Amor.

La Ley de Justicia, encargada de ejecutar los actos de la Ley de Afinidad, burla las trabas de las leyes humanas, hace encontrar los afines y no tiene en cuenta, para nada, que estos estén atados por las leyes sociales o religiosas; y los une, ellos, luego, deben saber cumplir su deber; pero el error, el prejuicio, la conveniencia social, el castigo de la Ley hecha por lo egoístas y supremáticos, tiene tal gravitación en la ignorancia de los individuos (sin la cual no podría existir, por sus absurdos), que obliga a cometer toda clase de crímenes y hechos delictuosos.

Sabe la esposa que si es sorprendida en los brazos de otro hombre, le arrancará la vida y la Ley lo salvará, y aun el público lo corona de laureles.

Sabe el esposo que si es descubierto en amores con otra mujer, la esposa los acusará y pedirá el divorcio, ¿Por qué no hace la esposa igual justicia criminal que no puede hacer el hombre? ¿Por qué la Ley egoísta sólo ampara al hombre? De modo que el hombre es dueño de la vida de la compañera, que es siempre una esclava por las leyes ¿Dónde está aquí la justicia equitativa? La vida la da el Creador y no son los hombres que pueden quitarla a un semejante. ¿Quién, papas, reyes, presidentes, jueces, ricos, pobres, curas, frailes, monjas, hombres de todas condiciones y mujeres de todas tallas está limpio de cuerpo y alma para acusar a otro?

Nadie puede contestarme, y si alguno lo hiciere los llamaría hipócrita. Yo, veo el mundo entero con sólo mi pensamiento, y mi espíritu ve los millones de hilos de todos los espíritus encarnados y sabe la confusa red que forman en la atmósfera, buscando cada uno su afín.

Yo veo como, sin temor, esos espíritus dejan sus cuerpos en su lecho y ellos descansan sobre la cama donde yace la mujer que aman, y esta verdad que les digo debe ponerlos en conocimiento de que el espíritu de la esposa sabe también donde está el del esposo, al igual que el del esposo sabe donde ama el de su esposa; pero la sabiduría del Creador, la Ley de Afinidad, la justicia de las cosas hace que la materia no presienta los hechos, en cumplimiento de la Ley de las armonías, porque todo lo previó el Creador en sus leyes de Amor.

Pero cuando el amor, que hoy se proclama, se la norma de los habitantes de la Tierra, esta cosas las sabrá la materia, porque todos los seres vivirán en la afinidad.

De todo ese océano de errores, la mujer es el blanco y sólo para ella parece que ha querido el hombre hacerlos; y como las leyes del Creador se imponen, la mujer es llevada a su afín y le entrega el corazón y el depósito de su amor que para él guardaba. ¿Es el esposo su afín? Pues el será el depositario del amor de sus esposa. ¿No lo es? Pues otro será el que beba el néctar de su alma, aunque él posea el cuerpo; pero puede estar seguro de que cuando disfrute del cuerpo, de la materia, estará bien lejos el espíritu y ni el alma tomará parte en muchas ocasiones.

La mujer sabe las penas de la Ley de los hombres; el prejuicio de sociedad la coarta; pero, con todo eso, entrega su alma y su cuerpo a su afín, que no es su esposos; del choque que del amor de los cuerpos, que por el error están separados y, por eso, hambrientos el uno del otro, necesariamente producirá fruto; la mujer, por el temor, por el prejuicio, tomará medidas para evitarlo y ya no cumple el fin de la creación; mas la Ley se impone en miles de casos y, a pesar de todas las medidas, ha concebido, apelará todos los bajos medios que la malicia de los supremáticos (pero en especial de los célibes religiosos) ha inventado, haciendo servir a la química para lo que no nos la confió el Creador, y destruirá el feto; y si en caso extremo, lo sacrificará al nacer, o la casa del baldón será su paradero.

Aquí hay tres victimas del error de la Ley humana: la primera, el infante, que correrá la suerte que ya señalé en el párrafo anterior; la segunda, el amante, que se ve obligado a tomar, como robado, lo que en la Ley divina le pertenece; y la tercera, la mujer, a quien se le llamará "adúltera", infiel, y nada de esto es; pero la presión de las leyes y prejuicios sociales la han hecho desnaturalizarse, y esto es lo más lamentable, porque esta mujer no dejará de unirse y entregarse, siempre que tenga ocasión, aunque es su afín, y siempre tendrá que usar los medios ilícitos para burlar la Ley.

Estos son los efectos, en general, ocasionados por la imposición del matrimonio. Cuyos casos se ven a diario; hay miles y miles de efectos más, pero que atacan intereses materiales, y éstos ni a mi ni al Padre de Amor nos importan, aunque diré que no carecen de justicia, en cuanto vienen a castigar, aun en vida, a los causantes de todas estas desgracias.

Comentario del Maestro Juez, el día Viernes 14 de Octubre de 1938, sobre la lectura anterior:

¿Qué dirían ustedes si al estar contemplando con ojos de artista, con ojos de sabio una de esas estatuas en que se perpetúa la belleza del cuerpo humano, la armonía d las líneas, la maravilla de su anatomía – en esos estudios que más que nadie hicieron los griegos para servir de ejemplo a las humanidades venideras, extasiados ante esa obra, la obra maestra del Creador, que es el hombre – una mano cruel viniera a cubridla con un traje grotesco, ridículo, horrible?

Ustedes se sentirían sorprendidos, indignados y contrariados al quitarles de la vista aquel espectáculo tan bello.

Así es el problema que acabamos de tratar. Las religiones, principalmente la católica, han querido encubrir a los ojos de los hombres la contemplación de la obra de arte, de la obra de belleza. ¿Por qué?

Han querido ver maldad donde no hay más que belleza. Han querido cubrir lo que en otros planetas es visible para todos. Con toda mala intención, esos actos tan grandes que verifican en la creación, como es la unión de los seres para dar vida a un nuevos ser, y el momento, el acto de darlos a luz, han querido que se vean con ojos perversos, con ojos malignos; han tratado de ocultar la obra más grandiosa del Padre.

En otros planetas estos actos son naturales, estos actos son admirados; se verifican sin la menor malicia.

Han querido ocultar, sobre todo en la mujer, un falso pudor, que le da una falsa idea de la verdad de la vida.

Existe un pudor que trae el espíritu consigo para la verificación de ciertos actos. Los animales más salvajes, los más fieros, se esconden en lo más intrincado de los bosques, en lo más obscuros de sus guaridas para realizarlos. Por eso a ustedes, espíritus adelantados que han leído los párrafos de este libro y del comentario último, les hago ver la diferencia de una y otra forma de contemplación y de comprensión El hombre lo lleva también.

En la mujer, es un atractivo mayor, es un incentivo para el hombre. La mujer pudorosa, recatada lo desea, se entrega por amor, peo siempre hay en ella ese "algo" que encanta y atrae más al hombre.

Como fruto de esa falsa educación religiosa, de esos prejuicios que han cubierto la belleza de la estatua de que les hablo, el hombre el hombre se ha hecho cínico, desvergonzado, hace proposiciones descaradas; en los lugares públicos su ademanes, sus sonrisas, sus miradas, son un verdadero insulto para la mujer honesta, para la mujer honrada.

Ahora comprenderán qué arduo, qué difícil ha sido tocar este punto que todas las filosofías invaden y que las religiones encubren para contrariar la obra del Creador, la obra del Padre. No quieren que se cumpla la Ley de Procreación. Saben que los espíritus que vienen a la Tierra no pueden ya someterse a las imbéciles creencias; quieren evitar que vengan, y por eso recurren a todos los medios de que habla el capítulo leído. No quieren que vengan los espíritus d luz, como tienen, por Ley, que venir; ellos lo saben y tratan de impedirlo.

Si ustedes estudian y meditan sobe los que se acaba de leer, verán qué nefasta, qué perversa es la obra de esa religión católica, que se hace llamar "Cristiana".

Efectos dolorosos del matrimonio impuesto

Los prostíbulos

Se han presentado los efectos terribles que causa la unión en matrimonio, por imposición, sea por conveniencia, sea por prejuicio de cualquier clase, que es el infanticidio, en todas sus fases, desde el uso de medios para burlar las leyes de la procreación, hasta matar el feto y el infante; desde el abandono del recién nacido en el arroyo, hasta depositarlo en la casa de baldón, y desde ésta hasta la cárcel y el prostíbulo, después de una horripilante odisea y de ser la vergüenza de la sociedad; desde matar los sentimientos más en el corazón de la mujer, has desnaturalizarse la madre.

Pero siguen aún las consecuencias, si no tan horripilantes, más vergonzosas y dolorosas, porque se trata de seres ya de uso de razón que se ven en la necesidad de llegar a la depravación en los prostíbulos.

¡Hay tanto que hace pensar en esos lugares! Cuadros tan aterradores se presentan en esa casas, que la conciencia del los estudia estallaría de cólera si el amor no le enseñara que, al in, los causantes han de pasar por ese camino y sufrirán la pena del talión.

Mas no por esos está satisfecha la conciencia viva; tiene que despertar a las conciencias muertas, o anestesiadas por el error y el egoísmo; es por esto, precisamente, por lo que el Juez llamará a la razón a los causantes de estas desgracias, porque pueden poner remedio y evitar que la justicia se cumpla en ellos en esa forma, aunque se cumplirá inexorablemente; pero puede el hombre, con sus obras, permutar la pena que en justicia le corresponda, porque el Padre es todo amor y no quiere la desgracia para sus hijos, y sus leyes son de sabiduría.

Del estudio general y razonado resulta que todos tenemos parte, en una u otra forma, de obra, palabra o pensamiento, en estos hechos. Mas si el que ocasiona la desgracia de la joven seducida, engañada o comprada; y que por su abandono es puesta en el camino resbaladizo y cayó en el lodazal, corre y la saca, y la regenera, se ha hecho él mismo justicia y el Padre lo tiene en cuenta; más si así no lo hiciera, la justicia lo hará pasar por los mismos bretes en que ha precipitado a sus víctimas; y no crea que no sabe estas verdades, porque las sabe; es la hora de la justicia; es el día de la verdad y todos han de saber y oír la justicia de los hechos.

Hasta ahora era el tiempo de tregua; pero llegó la hora del Juicio final de la Tierra, y éste se celebró; los discordantes fueron ya retirados al hospital, al mundo de sus afecciones, donde se curarán en uno, cincuenta o cien siglos, pero se curarán por remordimiento; si aquí corrompieron, allá serán corrompidos; si aquí oprimieron, allá serán oprimidos; si aquí desnaturalizaron a la mujer, allí, siendo mujeres, serán desnaturalizadas, y por ellas mismas, si no fueron más felices y el amor las salvó. Pero ya en la tierra no caben los supremáticos, los viciosos, los ignorantes, porque la Tierra es patrimonio de los espíritus que la hicieron progresar, y no pueden perturbar ya la paz que conquistaron.

Pero en la Tierra había reunido la Ley de los afines a todos los que tenía deudas pendientes con otros; ese era el momento de la justicia y de la sentencia, y se celebró el Juicio; pero por la ceguera no han querido ver las señales y, aún así, se les dice que no aleguen ignorancia, y para cumplir la Ley de Amor; si no quieres oír esta voz te condenas a tu propio suplicio; mucho nos dolerá. Pero habremos de cumplir el mandato que el Padre nos impusiera.

Entre las consecuencias funestas del matrimonio impuesto sin amor y los prejuicios, después de los ya enumerados, está el de que muchas de las mujeres que compartieron el lecho con el esposo, hastiado de la frialdad natural de la esposa por fuerza, tiene su paradero forzoso en el prostíbulo, sirviendo de escarnio a la dignidad de la mujer, que vino al mundo con más altos fines, y que rodó por la pendiente por las leyes absurdas, opresoras, de los pueblos todos.

El hombre que la sedujo, la fecundó, y la hizo madre, a pesar de que muchas veces falseo la Ley de la naturaleza, por el prejuicio, por el temor, por la conveniencia, la abandonó, sacudiendo la carga que le impone el patriarcado.

Esta mujer ama; la Ley social no la deja amar ni manifestar sus sentimientos, se le desequilibra en su abandono; sabe que, por el prejuicio de los hombres, no puede pretender la unión con otro hombre, que le exigirá que conserve su honor, mas qué pocos hombres saben donde reside la virginidad verdadera, que sólo en el corazón debe buscarse, porque la maternidad el egoísmo, la ignorancia, la circunscribe a sutil membrana que por mil causas puede desaparecer, sin obra de varón. ¿Mas con qué derecho puede pedir l estuprador de una joven, hija del pueblo, que la joven de la clase elevada, o media, o de la baja que el aspirante aspira conseguir su amor, o la unión en matrimonio, le guarde esa flor, si él no respetó la flor de la otra? ¿Olvidas que se ha dicho que "con la vara que midiereis seréis medidos"? pues tenerlo presente.

Cuando corrompéis a la joven o burláis a la esposa, reclamáis para tu pretendida y para tu esposa la misma Ley. Y si piensas que tu posición, cargo o empleo te da mayores derechos, eres ignorante de las leyes divinas que tienen establecida la más exacta igualdad; porque las leyes sociales son hijas del orgullo, la fantasía y la ignorancia de las leyes del Padre, en las que el rey o el vasallo no tienen la mínima excepción. Todos somos absolutamente iguales en obligaciones y derechos, porque todos tenemos el mismo origen y el mismo fin; tanto vale para el Creador el que cava la tierra como el rey que gobierna al Estado; al fin de su misión todos han consumido el mismo caudal y han sido de todo, hasta que reine el amor.

Entonces los afines se mirarán en amor, sin trabas, prejuicios ni imposiciones; y por la civilización verdadera todos respetarán lo que no les pertenece en afinidad, y no se equivocarán porque el amor se manifestará libremente, en hombre como por la mujer.

El vicio y la pasión no tendrán cabida en el corazón de los hermanos porque la Ley será el amor puro, sin que esto prohíba, sino al contrario dará mayor libertad al uso de la carne, pero sin libertinaje. En tanto llega ese tiempo, los que violan a una joven tienen la obligación de reparar el daño, sin importarles la Ley que les una a otra mujer, si ya forman familia, o uniéndose a la joven si él es libre y en ella ve afinidad, no importa la diferencia de clases; mas si el violador no tiene afinidad con ella. O está unido a otra mujer, la justicia y el amor le obliga a no abandonar, desde aquel momento, a esa mujer hasta ver si hay sucesión para amparar al infante y a la madre, y si no hay, puesto que bebió el néctar de la mujer, ésta no puede ser abandonada ni desatendida para que no ruede al prostíbulo o vaya vendiendo su cuerpo en público, cuyo único responsable es el que la violó, porque desde que despertó los instintos naturales del sexo en la mujer, la Ley de la carne reclama sus derechos; pues si nadie la despertara, a los dos afines frente a frente y se unieran en verdadero amor.

A la mujer y al hombre, en tanto no ponen a la materia en uso de la Ley de Conservación de la especie, les es fácil pasar sin ella; pero una vez despertada la materia, hay que darle, en su medida, lo que la Ley de la carne reclama en uso natural; pero la Ley pone siempre muy cerca a los afines, y si la educación, y el ejemplo sobre todo, es moral y conforme a las sabias leyes de la naturaleza, los afines se encontrarán al tiempo señalado por la Ley y se unirán, y esa unión bendecida por la misma Ley.

Pero las leyes sociales, desiguales, egoístas y, sobre todo, faltas de razón y fuera de las leyes divinas, encierran secretos inconfesables y son ellas la causa de la corrupción que existe. Mas como esta materia es tan lata y delicada, haré varios puntos sobre ella.

Voy a terminar este punto diciendo: que el abandono de la mujer por el estuprador o violador llena los prostíbulos, las casas de comercio libre, los hospitales, los manicomios y las cárceles, después de ser la vergüenza en las calles y plazas, y tienen obligación de redimirlas los mismo que las perdieron; y como no es fácil que el que abandonó a la violada o la amante sepa su paradero, pongan remedio desde ahora en adelante para no perder a otra y para remediar el mal de otros (cada uno sabe, en su archivo, las bajas que hizo) redima tantas mujeres como sean en número, sin mirar que sean las mismas, aunque más justo sería que fuesen sus víctimas paro, obrando así, todas quedarán redimidas, en lo material, y con sabios y sanos consejos ellas se redimirán en lo moral; y como las leyes son las responsables, sean éstas las que inspiren el buen fin de la redención de sus victimas.

La mujer en la vida pública, cumple un deber de justicia

¿Piensan que este aserto es inmoral o contrario a las leyes divinas? No. Mis hermanos. Pero hay tres clases en la vida libre (En Roma, en tiempo de los Césares, se catalogaron 39 clase de estas mujeres), una cumple su deber de justicia; las otras, unas son sus victimas y las otras las viciosas; y aunque estas dos últimas son victimas de la maldad y de la Ley social, las separo porque sus cualidades son distintas.

La primera es siempre una mujer desenvuelta e inteligente y de un hermoso corazón, que no se corrompe; no puede ver miserias delante de ella, ni es paria de la injusticia ni de la explotación ; es varonil, jovial y rara vez es soez en sus palabras, ni es capaz de causar daño a nadie y es temerosa de la justicia; indaga si su visitante es casado y pone el mayor cuidado y aseo para prevenir cualquier contagio de enfermedad; no pone obstáculos a la procreación y generalmente son madres varias veces, lo que las hace ahorrativas; las más educan bien a sus hijos, y en cuanto comprenden que éstos necesitan su constante presencia, se retiran y se regeneran y, en millones de casos, los hijos ignoran la vida que llevó su madre, las que a la vez bebe dicha y amor en los hijos que engendró; y como la Ley es inexorable, viene esa mujer en ese estado para dar vida en sus entrañas a aquellos seres que antes desconoció; y sabed que aquellos hijos que ahora tiene, son los mismos espíritus de los de antes, y sus padres las mismas madres que antes los recibieron en sus entrañas, y admirad aquí todo lo grande la Ley de Afinidad, el complicado engranaje que tiene que poner en movimiento, y la Justicia del Creador. ¿Habéis entrado en estos secretos, legisladores y supremáticos materialistas? Pues aun trae otro hermoso fin esta gran mujer; sí gran mujer porque es madre; y es que se impone el sacrificio de su cuerpo para la moral pública, porque sabe, en su espíritu, que a la par que cumple la justicia, librará del deshonor a la joven que quiere guardar su flor para el afín, porque el hombre inmoral y vicioso no respetaría a la joven si no tuviera donde dar expansión a su pasión, despertada antes de tiempo, o por lascivia, o por la frialdad de la esposa por fuerza. ¿Qué piensas ahora, hombres y mujeres, de esta mujer? ¿Cumple o no la justicia?… pues aun cumple otro fin grande: el saciamiento de sus instintos, con lo que se corrigen para siempre.

La segunda mujer de la vida pública y del prostíbulo es la virtuosa abandonada; las suicida, entregada o comprada, sufre libremente y es una autómata sin consciencia; depende de la "ama" de esa casa y es tratada inhumanamente, porque es recelosa y huraña; es explotada míseramente; no pone cuidado ni le importa nada, porque lleva en su corazón la desesperación de la vida; si es fecundada, se le hace abortar; en general se enferman y se enloquecen y el hospital o el maní comió es su paradero.

Si estudias a uno de estas mujeres y lográis una confesión de su vida, te aterraríais de sus sufrimientos y el odio que encierra para el causante de su desgracia; mas no sólo son los hombres los que juegan un papel en la perdición de las jóvenes, hay algunos casos horribles en que damas que se quieren hacer respetar por menores en casa y ellas mismas, las señoras. de bien, las han conquistado para sus hijos, "con el buen fin", dicen, "de que sus hijos no vayan a don los puedan enfermar". Esto lo he oído y presenciado yo mismo y he ayudado a las victima, pagándole el viaje para volverse a casa de sus padres. Pero los "niños" se cansarán de ella, o habrá sucesión; y en cuanto esto se nota, la. ¡bestia madre! La tira a la calle. Esto no tiene bastantes penas en las leyes humanas para castigarlo y es, por desgracia, una realidad que sucede muchas veces, pues en el caso referido he arrancado la confesión verdadera a una de esas. amorosas madres, porque había tenido declaración de la seducida, por añadidura era menor de edad, y los jóvenes, tres, de 15 22 años, saciaban su apetito en la fruta que la misma madre les proporcionaba; "así tengo sujetos a mis hijos y no me los enferman por ahí", me dijo; y lo más grande del caso es que esta madre asidua concurrente diaria a misa y a confesar, y a visitas de monjas, "Qué les parece a ustedes? ¿Podrán estas jóvenes regenerarse? Pues cometerían delito por desesperación y serán castigadas y vilipendiadas, sin estudia el juez el principio de la perdición; y si acusa a sus corruptores, será una calumnia contra una familia. honorable. ¿Qué vergüenza? ¡Qué inmoralidad por falta de amor! Sin embargo, aquí la responsabilidad está en la religión y las leyes sociales, pues estos hecho son efecto de la erada educación; pero las leyes divinas castigan con la misma pena.

¿Qué camino les queda abierto a las jóvenes, así o de otro modo engañadas y abandonadas? ¡Ay!… no les que más que el de la desesperación; el de salir a la calle vendiendo el cuerpo, siendo la vergüenza de la sociedad; y en el mejor de los casos, encerrarse en el prostíbulo, para no regresar más.

Mas son muy virtuosas estas desgraciadas, porque cuando van por la calle, ellas mismas se avergüenzan de sí mismas y no se hacen justicia seria, cuando ven al corruptor, que lleva del brazo a su. señora, ellas deberían agarrarse del otro brazo, porque tienen el mismo derecho que la otra, y veríamos entonces cómo se arreglaría un juez para sentenciar en justicia. Yo les aseguro que los autos envolverían a muchas personas más. ¿Por qué estas miserias? ¿Por qué estas injusticias? Tristes consecuencias de las falsa leyes sociales; triste epílogo de las.civilizadoras religiones. ¡Caigan, caigan para siempre al olvido esas causas de tan lamentables efectos! Acátese, acójase, practíquese la Ley de Amor y nada habrá que temer de todas esas desvergüenzas, porque el amor les revivirá la conciencia.

La tercera mujer, la mujer viciosa, presenta otro aspecto muy diferente; peo ésta viene para castigo de los libertinos.

Esta mujer desvergonzada, astuta, todos sus actos son premeditados y se impone y aun se hace respetar, con descoco, y es temible; no lee importan los barullos; desea y promueve las francachelas, orgías y derrocha las fortunas con la mayor frescura, gozándose en la ruina de sus admiradores; y si la esposa tuviera la debilidad de presentarse a pedir auxilio a la justicia o a pedirle cuenta de sus actos, ¡pobre de ella! Puede que vuelva a su casa sin cabello y se quede sin marido y ni aun el juez ha de encontrar causa para condenarla, pues saben ellas todos los burladores de la Ley.

Esta mujer es raro encontrarla en el prostíbulo, salva que tenga que ocultarse algún tiempo; pero allí es la reina y todas la han de obedecer o, de lo contrario, guardarán su recuerdo. El uno por mil de estas mujeres se dejan fecundar y esto con fines que persiguen sobre algún "tórtolo"; no busques a esta mujer donde haya tristezas; ellas nacieron para el jolgorio y el lujo y son insensibles al dolor de sus semejantes; el despilfarro es su locura, y muchos otros se aprovechan. El viejo verde y vicioso es, en general, su presa pagana, a cuenta de sus migajas amorosas; el banquete lo dan a un joven más corrompido que ellas, que le guarda las espaldas y es su confidente para sus hechos. Esta mujer asume todas las formas del vicio refinado, que para ella es un arte; su perspicacia es tal, que el más astuto policía es un "lelo" comparado con ellas; lleva siempre dispuesto sus encantos para cambiarlo por la conciencia de sus perseguidores, y miles de veces triunfan.

Esta mujer, pues, con todo ese arsenal y malicia, viene al mundo para hacerse justicia, porque antes fue victima de esos mis hechos, que la malicia, la supremacía, lo falso de las leyes sociales ha introducido en el mismo mísero mundo de la Tierra, en que la ignorancia lo hizo fin de la Creación, con un Dios raquítico y tiranuelo, haciendo reinar el despotismo, en el que el derecho fue de la fuerza bruta y el odio y la venganza el solo patrimonio.

¿Creéis que esta mujer no se puede regenerar? Sí, señores; se puede regenerar. Regenérense ustedes, haced la Comuna de Amor y Ley y la verán regenerarse. Proclamad el Amor como la Ley única, y el ejemplo todo lo regenera; hasta los animales serán más inteligentes, por el mejor contagio.

Esta mujer vive para castigo de anteriores culpables, y caerán es sus redes, generalmente, los que le deben cuentas pasadas, porque la Ley de Justicia lo dispondrá así; y si fueran sabios en la verdadera sabiduría, descubrirán en estos hechos la justicia de la Ley suprema, en la que está escrito que "No hay deuda que no se pague"; y esposo, esposa e hijos de familias arruinadas por esas mujeres, son deudores, y pagan; su mal está en el prejuicio, en la ignorancia en que se han embotado y empequeñecido, circunscribiendo la vida de los seres a una miserable existencia de una sola vez. He ahí el error.

Esa mujer a la que se coloca en lo último de la escala social, es la que está más cerca del progreso, porque ¿Podréis comprender lo doloroso de su vida? ¿Creéis que esa vida de escarnio, de miseria no la lleva muy alto?

Pensad en que muchos de los que ahora ostentan, de los que llevan vidas ejemplares, en sus vidas anteriores han pasado por allí. Es la prueba más dura a que se puede sujetar el espíritu.

Les decía la otra vez que la actuación más meritoria del espíritu es como mujer; sí como madre se acerca más al Creador, porque repite su obra, en el triste caso anterior, la mujer se sacrifica aún más, se sacrifica para salvaguardar a sus esposas, a las madres y a las doncellas. Esas mujeres son la panacea, son lo que el hombre necesita, no ya como libertino, sino como hombre normal.

La humanidad está atrasada y como todavía hay tan pocas uniones por afinidad, el resultado de esas uniones forzadas, aun por el consumismo, de vigilia a la que se condena a las jóvenes por los prejuicios sociales y religiosos, por esa abstinencia en que tiene que vivir toda mujer honrada, es que el hombre no encuentra en quien saciar sus propios instintos, y es natural que tenga que buscar quien substituya y le dé lo que en Ley le corresponde; así es que la misión de esas mujeres desgraciadas, degradadas, escarnecidas, vilipendiadas por todos los hombres, es muy grande, podría decirse que es sublime.

Después de estas encarnaciones, de estas existencias dolosas, la mujer se eleva mucho y vendrá de nuevo transformada, porque conoció ya todos los dolores.

No hay dolor más grande que ofrecer su cuerpo a un hombre a quien no se ama. La repugnancia, el asco, la invaden; la enfermedad la corroe. ¡Cómo sufre el espíritu encadenado a aquel cuerpo podrido, viciado! ¿Podréis comprender ahora lo grande de su misión? ¿Quién ha acotado, quien se ha preocupado por estudiar la importancia que tienen en la vida del hombre esas pobres mujeres prostitutas?

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