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Nada puede existir fuera del espiritismo (página 4)

Enviado por Pedro Sandrea


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A ustedes les pido, que no juzguen como juzga la mayoría a esas pobres mujeres que lo ayudan, los salvan de cosas terribles. ¿Qué haría el hombre que, no teniendo una compañera legal, no pudiera dar rienda suelta, no poder saciar esos instintos con que la naturaleza lo dotó, que su cuerpo exige, que su carne reclama? ¿Qué haría el hombre en esas circunstancias? Habría más locos, más criminales y más anormales de los que hay actualmente.

Por eso, por el atraso en que aún vive la humanidad, es que todavía se necesita de estas mujeres; porque son las mártires de todos los tiempos; que vienen a cumplir la misión más dolorosa, muy grande, la que más purifica porque, en su cumplimiento, son sometidas a los dolores más grandes.

¿Hay alguna otra filosofía, alguna otra Escuela donde estos asuntos se traten desnudamente, donde se hable de ellos con tanta claridad como aquí? No, no la hay; y para ustedes, si hay algunos que se escandalizan, ¿No saben que sus vidas anteriores han pasado por eso?

Si han llegado ya a este momento de elevación en que han estudiado la más pura de las filosofías, ¿Por qué será? Porque antes tuvieron que pasar por esos grado, dolorosos, por esas existencias de vergüenza. No se asusten, pues, que ustedes también fueron pasados por muchos prostíbulos y lugares de que avergonzarse, si pudieran conocer su pasado. Al desencarnar lo verán y entonces comprenderán porque se ha tenido que tratar este asunto en la forma en que lo he hecho.

No se asusten, al contrario, tenderé la mano a esas mujeres que se sacrifican todavía más que las mismas madres, porque ellas se sacrifican sin esperanza, sabiendo que reciben el menosprecio, las burlas y las humillaciones.

CODIGO DE AMOR UNIVERSAL, CONTINUACIÓN

CAPÍTULO V

Las casas de comercio y de traición

Si no fuera los que representan estos prostíbulos, secretos y tolerados, pero de necesidad en su existencia, sería lo más divertido su estudio.

Las puertas de estas casas son la boca que traga la amargura que causan las leyes y los prejuicios, y lo están escupiendo en la cara a los causantes de esas amarguras, que no sólo no se dan por aludidos, sino que aun van a cobrar el barato con ignominiosas patentes e impuestos, lo mismo que a los prostíbulos, que se les matricula cual si fuese una parada de machos sementales; con la diferencia afrentosa de que en aquellas paradas se recibe a las hembras –asnas – que van en disposición de reproducir su especie y cumplir el mandato de la naturaleza, y en estas "posadas" están las hembras que han de matar la Ley santa de la Procreación: esto en lo diferente a los prostíbulos, que en cuanto a las casas de comercio y de traición, hay que estudiar aún mayores vergüenzas.

Pónganse por un momento a la vista esa casa y descubran las grandes miserias humanas, la traición del esposo y de la esposa y el soborno del honor de un hombre que estará, seguramente en el trabajo, quizás en el taller o escritorio de su burlador, dejando allí el producto de su trabajo e inteligencia para que sea el arma de su deshonor.

Verán también llegar un carruaje en vertiginosa carrera y salir de él a la joven, cuando apenas sus formas empiezan a redondearse, seguida por el ave de rapiña, en cuyos ojos podrán ver la codicia y la lascivia; ella, la joven entra en aquella casa, donde dejará, entre aquellas inmundas paredes, la inocencia de su alma, y ésta se anestesiará al sentimiento, por soez del trato del libertino que la condujo, y será pagada con un mísero puñado de dinero que ni aun siquiera será oro. (en ese tiempo, aún existía el oro en monedas).

Si se examina a la joven, ganándole la voluntad y la franqueza, se descubrirá más de un crimen; se verá que el taller que con el nombre de arte abre sus puertas, es un centro de corrupción, y que el arte de la maestra es sólo el de corromper jóvenes, donde se reciben y se escriben cartas en que se combina la venta de la dignidad de la niña, que no se da cuenta a que se la conduce.

Se le hace ver a la inexperta niña una proposición que pocas veces se presenta; se le ensalza por sus formas y belleza; se le presenta el lujo a que su hermosura la hace acreedora. y hasta se le incita para hacer surgir la Ley de la carne.

Ya se ha vencido la inocente; pronto el lascivo sin conciencia aparecerá con una alhajita; hará promesas que no cumplirá y se concierta la venta, de la cual la mayor parte se quedará a la maestra, y el sin conciencia corromperá a la niña, saciará su lujuria y la abandonará en cuanto le presenten otro juguete; ésta ya está en camino del prostíbulo, o en la calle vendiendo su cuerpo, y todo esto a espaldas de los padres, por los consejos de la maestra Celestina, que sabe esquivar el peligro de hacerse madre, y engaña a los padres con mentidos salarios por adelantado en el taller.

Otras contarán que aquel es su patrón, a quien sirven, y que su señora es fría e indiferente, porque la casaron a la fuerza o se casó por conveniencia, no por amor; las otras dirán que el que las lleva es el patrón de su padre, viejo, y que para que no lo tiren a la calle tuvo ella que rendirse; las otras contarán la enfermedad de la madre y que la falta de recursos las obligó, para no verse en la calle y poder atender en algo y aminorar la desesperante miseria.

Mas ver otros cuadros, no menos dolorosos aunque más divertidos: ver llegar a la mujer hecha, que denuncia a la mujer de la casa, la esposa despechada, fría e indiferente; pocas veces va acompañada, pero va de cerca seguida por el hombre que se conquisto con poco esfuerzo, porque ella estaba olvidada por el esposo, o porque éste es su afín.

Aquí se ve una gran variedad; unas se entregan a su afín, que fue su pretendiente, pero la imposición de los padres la unieron a otro hombre, que ella no amaba, y se conocen nada más que en la mirada, que no es de lascivia, pues se dan el alma por los ojos; no faltan a la Ley divina en la unión, aunque si en las prevenciones sociales; otra se ve que lleva desesperación en el alma y el remordimiento en la conciencia, y se la une a un hombre a quien aborrece; preguntad la causa y se oirá que su esposo, al que adora, es un empleado de aquel hombre y que le ha dado a elegir entre su entrega o la cesantía del pobre padre de sus hijos, y ante la necesidad de alimentar aquellos seres que Dios les confiara, sin que el padre pueda sospechar, se rinde a aquel miserable, que por un mezquino sueldo que paga, por mucho trabajo, manda en el honor de su esposa, amargando así horriblemente su existencia; se ve también otras, en fin, que desvergonzadas llegan llevando un cautivo a quien enlazaron en la calle, y sólo el deseo del lujo y la moda las llevó al vicio.

Pero hay cuadros más interesantes que revelan el desequilibrio de la sociedad, imposición. Entrar en esa casa y observar; se oirán odiseas de amor de años atrás; renegar la mujer del esposo y maldecir a sus padres; y al hombre, hacer ascos de la esposa y maldecir el haber obedecido la imposición de sus padres, o seguido el brillo de la riqueza, que no le llena el vacío en el alma; y se dan de que el hombre es victima del marido de la mujer que adora, con quien está solazando su alma y, tabique de por medio, están las otras dos medias parejas maldiciendo la misma suerte; nada suponen sus cuerpos y, sin embargo, es cierto, como la luz del sol que baña a la tierra, que los espíritus de los cuerpos de los cuatro están presenciando y enterándose de toda esa trapisonda, porque al espíritu no se le puede burla; pero como lo que hacen lo hacen obedeciendo a la Ley de Afinidad y Justicia, que está por encima de toda Ley humana y de las conveniencias sociales, evitan muchas veces, por intuición, los crímenes que perpetran en esas reuniones unos contra otros e inducen, a los más decididos, a la emancipación por la fuga, ya que la Ley es un grillete que las ata, ante la sociedad, para romper legítimamente los contratos que le fueron impuestos y que no firmaron por su propia voluntad.

El espíritu no se sujeta a ninguna Ley humana, si ésta es irracional, como son todas las que conciernen hoy al matrimonio. La libertad del espíritu es absoluta, y donde ama, allá está porque el amor es la Ley.

Deja libre el matrimonio; imponed, en todo caso, penas de rigor a quien imponga el matrimonio sin amor, y verán florecer la misión del matrimonio y cesará el escándalo social, porque la unión será por afinidad; y si alguna vez por razón de un desequilibrio, muy raro pero que puede suceder, de haberse equivocado dos seres, déjalos libres y verán que sin rozamientos duros, sin tener que acusarse el uno al otro, se separan y busca cada uno su verdadero afín.

Mas para esto, se moraliza a la juventud en amor puro y moralizando antes los educadores.

Ahora bien; de las otras mujeres que se han visto en esa casa, ya están consideradas en los puntos anteriores y dictado el deber de cada hombre.

¿Qué debo decir de esas casas? Que son una vergüenza para los gobiernos; que sus acusadores , ante la conciencia pública, del error de las leyes; que las patentes que pagan son el sello de que los gobiernos son tratantes de carne humana, ya que esas casas son necesarias para cubrir las miserias a que la humanidad está sujeta, por el error de las leyes y de los legisladores, que paga el mismo pueblo para que lo deshonren; y, por fin, que si no existieran, deberían convertirse en tales casas los palacios de los supremáticos, donde reside la malicia que se imprime a la Ley.

Hay muchas otras clases de prostíbulos, de estas mismas condiciones, sólo que burlan la ley para no pagar patente; no los describo porque llegaría a las mismas conclusiones; sólo con la diferencia de que, no pagando patente cobran allí el barato y se convierten en encubridores del más bajo comercio.

Prostíbulos aristocráticos y por la fuerza

Hasta ahora los descritos descubren la miseria y el desconocimiento absoluto de la moral. En los que entro a examinar ahora se verá el horror de la supremacía y hasta la maldad, sirviendo de patrón a los administradores de la cosa pública que, siendo comunal, se la apropian. "porque soy yo".

Triste es tener que enumerar tanta inmundicia; pero no puedo menos, si he de sanear la Tierra como he saneado el espacio, por cuya causa la atmósfera exterior terrestre se baña en la luz por primera vez. Ya comprenden que ataco los vicios sin atacar ni citar la individualidad, porque los hechos son efectos de las causas, y es a las causas a las que quiero herir de muerte, en bien de la verdadera moral y del reinado del amor, Aquí las causas son el prejuicio y el orgullo, el "soy", y se los tengo probado que ante el Creador somos todos hijos iguales; y si pudiera tener preferencias las tendría por los humildes, que cumplen mejor su Ley porque trabajan y sufren, además, la imposición del "porque soy yo" que no trabaja y despilfarra, y en su holgazanería fragua el medio de arrebatarle el honor de la esposa, la inocente hija y, si se queja. ya habrá un medio de acallarlo, y se apela hasta el encierro, cuando no sea cobardemente asesinado, que por desgracia hay miles de ejemplos que se podrían citar si en esas citas pudiéramos prescindir de nombres.

¿Quién es él, bestia de trabajo, para quejarse de que se le haya robado a la hija o a la esposa? ¿Qué es él rico y poderoso, o tiene las leyes de la justicia en su mano?

El podrá faltar, al entender del ofendido, pero "ante todo y sobre todo ha de respetar el principio de la autoridad", han sentado, y cállese y sufra, o haber nacido rico y potentado. ¿Es esto moral? ¿ esto civilización o siquiera educación? Pues, por desgracia, esto pasa y nadie lo ignora; mas ha llegado el día de rendir cuentas y establecer la verdadera moral bajo la Ley de Amor, y el legislador de este Código es el Juez que el Padre señaló y tiene que levantar hasta la última piedra de las carcomidas instituciones para purificarlas; y tengan presente antes de sanear la Tierra, ha saneado los espacios de donde a ustedes venían las ideas inmorales, y sólo queda ahora su malicia, que por desgracia es mucha.

Voy a dar una ojeada rápida, sí, porque también a mí me daña tanto podredumbres y mi alma está triste ante tanta vergüenza, por lo que me detendré poco en los prostíbulos aristocráticos, y por la fuerza, entendiendo que sé que dirán que falto a la "caridad"; pero ya saben que la caridad es tu antifaz y que loa he condenado, porque en vez de ser virtud es hipocresía.

Yo tengo amor, pero el amor del Padre. El amor sólo se alimenta de la verdad y la verdad es amarga, porque es medicina eficaz.

Si en un momento dado recogiera los secretos de las grandes y medianas damas, y las carteras de los grandes señores y empleados altos y medios de la comuna (sin común), y las expusiera al público. !Qué decepciones! ¡Cuántos colores se verían pasar por el rostro de todos! Un momento de cólera saltaría en el amor propio, y luego. el sopor del desengaño los sumaría en un letargo y, por fin, una exclamación general resonaría: "Todos somos victimas".

Sí, señores; todos son victimas de ustedes mismos y unos de otros, amigos con amigos, jefes con subalternos, porque a todas los rige la misma Ley suprema, a la que no engañas con su hipocresía.

En esos secretos se encontraría la carta amorosa del amigo del esposo, frecuente visitador; que en la cartera del esposo se leería la tarjeta perfumada de la mujer de su amigo; todos saben a qué horas no serán interrumpidos en sus coloquios amorosos, y en esas uniones se sacan el cuero, el esposo y la esposa y la esposa y el esposo. Aquí el egoísmo juega su papel; el amante le cuenta a la amada que su esposo tiene una entretenida, por lo que ella debe excusarse todo lo posible, y así lo hace y así se entrega con todo ardor al amigo de su marido, tapadera; pero en esa misma hora, en la otra casa, se produce el mismo espectáculo y con los mismos resultados. Este ejemplo varga por más del 50% de los y las aristócratas. Se fraguan mil y mil viajes, excursiones y visitas que no tiene más objeto que engañarse mutuamente; esto es en el seno de las familias y en sus propios hogares, y su prostíbulo es nada menos que el servicio de correos.

¡Pobre progreso humano! ¡Hasta donde llegan los afectos del error! De esto es causa, muchas veces, la imposición del matrimonio por conveniencia; pero otras muchas, el vicio y la holganza y, principalmente, el estado de esclavitud en que se ha colocado a la mujer en t odas las clases sociales.

Hay otros prostíbulos de traición; en esos no verán entrar muchas parejas o mejor dicho, ninguna; pero allí verán una mujer astuta, con un gran archivo de retratos de bellas damas casadas y solteras, y llega el opulento cliente y se hace dueño del castillo; la astuta Celestina ya se arreglará para saber el nombre del visitante y quitará del álbum el retrato de la dama que puede ser comprometida; quizás será la esposa del visitante; quizás una hija, y alguna vez, que no se ha precavido, se han encontrado frente a frente el padre con la hija, el hijo con la madre y el esposo con la esposa; y de que eso es cierto hasta los tribunales no darán la razón.

Esas casas están muy bien custodiadas, porque los visitantes son ases de la baraja de la sociedad y la política, y el subalterno, el guardia del orden público, nos sólo está aleccionado, sino mandado por el "soy yo".

Ahí se hacen francachuelas de renombre y a ellas acuden los que se han convertido a las que acudirán unas cuantas "palomas", que necesitan la influencia de aquellos hombres, que entre los vapores del champaña y el aroma de la juventud extienden, en acuerdo, más de un título académico; no importa la absoluta ignorancia de la pretendiente, como tampoco importa la competencia de otras, que no se rindieron, para desaprobarlas. ¿Es esto moral? ¿Es esto justicia? ¿Es esto civilización? De este punto hay muchos ejemplares que son victimas y, valiendo científicamente, no valen por que no se rindieron; y muchas ineptas en absoluto, por su disolución merecieron un título. Hasta esto se ha llegado por la fuerza de la necesidad, creada por las erróneas leyes de la supremacía.

Pero esto no es nada, esto, con una bendición del cura ya está perdonado; a ellos los guió la "caridad"; aquellas jóvenes no podrían atender a su subsistencia. es cierto. Reconocen que han cometido una ligereza, pero es la carne, que es débil; pero para eso está el tribunal de la penitencia; confesando, el cura da la absolución. y nada pasó, ¡Hipócritas! ¡Olvidan que les dije que esas bendiciones, esos perdones, son la prueba de que son parias unos de otros y los serviles de los prevaricadores del Creador! Sabed, pues, que esa deuda la pagarán hasta el último cornado, y en moneda de Ley, porque el Creador no se paga de hipócritas.

Comentario:

Volveré a hablar de la estatua perfecta y bella que la maldad de las religiones se la encubrió.

Hay la creencia, el conocimiento, de que nunca ha habido mayor perversidad y prostitución que durante el florecimiento de Grecia y Roma, Aquellas bacanales a que se entregan las sociedades de los Imperios citados – terribles, desenfrenados, como no tienen igual en la historia del mundo – eran necesarias; tenían que saciar su instintos y, desconociendo todavía las leyes morales, cumplían con el llamado de su materia; sin embargo, había verdad, se hacían públicamente, no lo negaban; era el camino natural de toda mujer hermosa y joven; la hija de un gran hombre se llevaba allí, como lo es siempre para la mujer, pero cumplía con la Ley. No conocían más; tenían cuerpos sanos, robustos y tenían que saciar sus materias. Pero en aquella época, recordarán que vinieron grandes espíritus, – que han venido después – para desempeñar misiones muy elevadas.

Siguiendo la historia de la humanidad, volvemos a aquellas bacanales en las cortes italianas y francesas; pero entonces había ya más dolo, había maldad, había refinamiento en el vicio.

Sin embargo, lo que sucede hoy – que acaban de leer – en esta época de civilización, es aun peor, porque ahora es fruto de la falacia, de la hipocresía de las religiones.

Imaginen qué grandeza hubiera sido si en aquel momento de que les he hablado –en los imperios gruido y romano- el cristianismo, que estaba nutrido por las recientes enseñanzas del Maestro Jesús, hubiera cumplido con su labor, Entonces, casi instantáneamente, la humanidad hubiera cambiado, La humanidad estaba hastiada de placeres carnales y de materialismo, pero con grandes expresiones de belleza, de arte y de verdad, porque no niegan que entonces vienen las leyes que todavía son necesarias en los tiempos modernos, ya que no se han podido cambiar las leyes que establecieron los romanos ni las normas de arte que fijaron los griegos, que dejaron como monumento perenne de su grandeza. Piensen qué grande hubiera sido el progreso espiritual si la religión que se formaba con la sangre de tantos mártires –espíritus gigantes que se ofrecieron porque así se necesitaba- hubiera aprovechado la reacción que tenía que venir. No hubieran pasado tantos siglos de estancamiento y ahora brillaría para la Tierra ese nuevo día –que tan duramente se está alcanzando- que va llegando.

Después de esos párrafos anteriores –que horrorizan, que causan asco- comprenderán que hay vileza, hay mayor refinamiento en el vicio por ahora, con los conocimientos que ya posee la humanidad, tienen menos disculpa y sólo se puede comprender esa situación por las artes, por engaño, por la falacia y por la hipocresía, obra de todas las religiones.

Actualmente muchos de ustedes piensan: ¿Cómo es posible que estos juramentados (se refiere a que los espíritus, después del juicio, hacen un juramento para poder reencarnar) vengan tan ávidos de placeres?

Se explican su rebeldía, se explican la dificultad con que se sujetan a las normas antiguas, aunque sólo en apariencia, porque, en el fondo, no las aceptan. Pero esos juramentados que hay, por ejemplo, en la república del Norte, en Estados Unidos, como se entregan al desenfreno de la vida, como se deleitan en esos vicios degradantes. (el que transcribe, es testigo presencial porque viví 38 años allí).

¿Por qué esa ola inmunda de prostitución invade al mundo y son precisamente los juramentados (más Joven) los más ávidos de place?

Hermanos Míos: estos juramentados son los primeros, son la vanguardia del gran ejercito y a la vanguardia no se manda lo mejor. Traen sus jefes, por eso hay tantos espíritus grandes entre ellos. Todos han jurado destruir la mala obra; pero tienen un plazo muy corto para saldar sus cuentas y por eso ellos mismos se lanzan a esa vorágine, para proporcionarse los sufrimientos que esa vida depravada les puede ocasionar.

He aquí la explicación de esa ola de vicio que inunda a la Tierra. Ahora ya no será un enigma para ustedes. Muchos han pensado; si se nos dice que esos juramentados traen la nueva luz, ¿Por qué son ellos los más depravados? Ahí tienen la razón; esa misma depravación refinada, los sufrimientos que ellos mismos se ocasionan serán tan grandes, que los depurarán y no llegarán al fin de su vida sin haber comprendido la misión que traen y entonces tendrán que cumplirla, aunque sea un corto plazo.

Quiero hacerles esta explicación porque muchos de ustedes se han visto intrigado por estas cuestiones.

Ustedes, espiritistas que saben la misión de los juramentados, se han hecho esas preguntas muchas veces, pero, después de lo que les acabo de decir, creo que comprenderán el porqué.

Son tan claros esos párrafos, está tan detallado y bien explicado lo que acaban de leer, que creo que nada tengo que agregar y sólo quiero decirles que se fijen en la diferencia que hay entre la mujer que se entrega al vicio por tantas circunstancias como ya he anotado y esta otra de la sociedad actual, elegante, rica, distinguida, honrada y adulada por todos, que encubre su vicio, aun más repugnante y a sabiendas, porque tiene educación y cultura. Si comete tan graves faltas, es aún más indigna de nuestro amor, de nuestros pensamientos de fuerza, pues aquella, ya se sabe que cumple una misión muy alta, aquella, ya se sabe que después vendrá a traer a la Tierra el fruto que cosechó en su existencia vergonzosa; pero ésta, ¡Qué poco tiempo le queda! Por eso pido sus pensamientos para todas, para que reflexionen, para que despierten, para que comprendan y escuchen ese llamado que se hace a toda la humanidad para que entre al camino del bien al camino de la verdad al único camino que conduce a la luz verdadera.

Los conventos de monjas son prostíbulos

"No hay quinto malo" diría un aficionado a los toros, aquí se trata de vacas y es un quinto de quinta esencia en la prostitución y el crimen.

Es verdad que, en la opinión pública, hablar de conventos es hablar de prostíbulos; lo que sabe la opinión pública es casi nada de lo que allí pasa, porque cuando se descubre algún hecho, son los plañideros de la Ley los que lo encubren y hasta pondrán pena al gacetillero o al periódico que lo publique. ¡No faltaba más! Dejar publicar los secretos vergonzosos del claustro, donde ni el juez puede entrar; allí sólo puede entrar el sultán, amo de aquel serrallo, y éste es un "ministro de Dios". que tiene en su mano las llaves del cielo y el infierno; aquellas "esposas de Cristo" son insensibles a las pasiones, y, el dicho de ese sultán será válido ante el juez y ante todos los poderes aunque ese sultán no diga nunca una palabra de verdad porque representa la mentira y el error. El no es el que inspira la ley de los Estados, y los jueces y los poderes públicos inclinan la cabeza para recibir la bendición. ¡Ignorantes! ¡Cobardes! ¿No sabes que cuando se anuncia el lobo, es por lo menos perro o zorro? ¿No ven que la opinión pública rechaza en su conciencia esos prostíbulos? Dejad legislar a la mujer educada y verán que pronto tapia a piedra y lodo las puertas y ventanas de esos prostíbulos, y lo hará en justicia porque la mujer sabe lo que son las mujeres y los hombres vestidos de mujer. ¿Qué mujeres se encierran en esos antros? ¿Quién las encierra? ¿Qué les exige encerrarse? (Esta profecía del Juez; no se ha hecho esperar su cumplimiento).

En general, las mujeres que se encierran en el convento son las contrariadas en un amor; las que tuvieron un tropiezo; las perseguidas del cura y del fraile por su belleza o por sus riquezas, porque los sultanes de todo necesitan.

Los que las encierran son padres y madres desentrañados; ignorantes de todo lo que es ciencia y amor y, en general autómatas anestesiados del confesor de la mamá, la que no sabe más que errores y la que no tiene más conciencia que la de aquel hombre de conciencia vil, que persigue ser dueño de la joven y del patrimonio, y el padre es el juguete de aquel padre sin hijos (aunque haya engendrado muchos), el que sabe hasta los pensamientos suyos porque la esposa le ha dicho hasta del lado que duerme.

Lo que se les exige al encerarlas es nada menos que renunciar a sus padres, hermanos, amigos, a su libertad, volunta y conciencia. ¿Qué se persigue con todo esto?

¡Oh, Dios de Amor! Cada vez te veo más grande en tu misericordia; de no ser así, de ser tú el Dios que cantan esos degenerados, los habrías reducido a la nada para que no quedara memoria ni vestigio de su corrupción; porque te habrías cansado, aun siendo hechura de ellos. El Dios que cantan los cristianos por su Iglesia y el que presentan las religiones todas, no pueden existir, y sólo el Dios de Amor puede esperar, como tú has esperado, hasta el día señalado hace tantos siglos.

De nada se asustó el Juez, ni aun el cataclismo que se avecina le asusta, y esto que han de desaparecer grandes continentes y la Tierra ha de hacerse pedazos, volando uno ellos al punto donde la ley le ordene para servir de segunda luna a las humanidad de luz, que ya llegan; y sin embargo, se asusta, aunque no se arredra, de entrar en esos cementerios donde se entierran seres vivos y el crimen queda impune.

¡No teman pobres mujeres! No, no tema que el Juez del Dios Amor te condene ni que revele la desgracia ni el cremen individual, dirá los horrores que se cometen con ustedes y acabará por abrirles las puestas de sus prisiones, y saldrán al mundo, donde cumplirán el precepto de ser madres amorosas ya que, encerradas, son madres criminales, porque son obligadas.

Yo vengo a descubrir errores y a acusar delincuentes, individualmente, y por eso condeno las causas del mal y no a los individuos, efecto de la causa; a éstos le doy el ancla de salvación que el Espíritu de Verdad tremola, a quien represento; yo les quito un Cristo mito y les doy un Jesús real, ya sin padecimientos, a quien no pueden honrar siendo cautivas; yo les quito una virgen que no existió como tal la creen, y les doy a María, la gran Madre, fecunda, Madre, que no es reina de los cielos ni madre de Dios, esposa del Espíritu Santo, pero es reina de Amor, la madre de Jesús y de seis hijos más. Y la esposa de José, varón fuerte y padre de doce hijos; elegid entre una mujer fuera de la Ley y una madre en toda la Ley.

¡Pobres mujeres! Yo sé todas su cuitas; yo sé todos sus sufrimientos; yo sé sus deseos y hasta sus pensamientos, yo juzgué a todos los millones de sus compañeras de esclavitud, y en su justificación entraron hasta las hoy esclavas, y también ustedes quedaron juzgadas. Todas aquellas, que componen millones, acataron la Ley del Padre y acusaron despiadadamente a sus opresores; por ellas tengo confirmado lo que ya sabía, porque sin que ustedes se den cuenta, estoy viendo, en espíritu pero con conciencia, todo lo que hacen; mejor dicho, todo lo ustedes hacen hacer.

Mas yo sé que aunque les pregunte, todo lo han de negar; pero no lo pueden negar ante el osario del convento, donde encontraré enorme número de esqueletos de tiernos infantes, y esos no entraron de monjas. ¿De dónde proceden? ¿No es esto verdad?

Yo sé que me negarán los amores con los célibes; pero los acusaran tan pronto como yo se los revele que ese. padre, tiene otra hija tan querida, o más, que ustedes, y la conocerán por la antipatía que ustedes tienes, porque lo que no pueda mi palabra lo pueden los celos, que no saben reprimir. ¿No es cierto que sí? ¿Qué me importa?… al Juez le importa eso y a ustedes más. Esas vidas cortadas las deben y las tendrán que dar.

También negarán, por estar aleccionadas, las bacanales que se forman allí, y como la deformidad de su cuerpo por el embarazo, es expuesto algunas veces en esos bacanales, para falsa y sainete; pero si en una de esas veces el Juez hiciera presencia visible (porque invisible sí está), ¿qué harían?, pedirían a la Tierra que se las tragara. ¿Por qué no piden que se las traguen a la vista y contacto de los libertinos que están con ustedes, con el corazón y el espíritu más negro que sus sotanas? Pues sepan que este juicio es su salvador, y al Juez lo pueden ver muchas de ustedes que tienen facultad, porque su espíritu es luz del Padre; su vista que les de valor; y con las escobas barran para afuera la inmundicia de sus verdugos y secuestradores, que se apropian de su flor, de su dignidad de mujeres, del sentimiento de hijas, de las ternuras de madres, de sus dotes, y aún tienen que trabajar para ellos; barridos que los hayan, salid a la calle y el pueblo las aplaudirá y las auxiliará; no teman al pueblo, éste las denigra hoy porque son hipócritas, por imposición, ¿no es así?.

Yo se los tratos que les dan, como las hacen abortar, quieran o no; y si llegan al parto, se como se les arranca al infante sin consentirle darle un beso, y se que muchas veces, a su propia vista, se sacrifica aquel ser.

Yo sé los vicios que alimentan entre ustedes y las bajezas a que es sometida la desgraciada que no es hermosa; las torturas que pasan por desobediencia y como se elimina la que estorba y, en fin, sé todo lo que se encierra en esas casas, que no se pueden purificar sino por el fuego que el Padre mandará.

Han sido anestesiadas, ¡pobres esclavas! Por unos votos que son la negación de las leyes de la naturaleza, y se han salido de la Ley humana, pero como la carne pide lo que es suyo, lo que le pertenece, faltan a sus votos y no consigues revalidarte en la Ley del Padre; abandona ese inmundo prostíbulo porque, en compensación el prostíbulo público es casa de perfección.

Los colegios para la educación de señoritas

Es el mismo artículo y del mismo género, y no lo señalo con un punto especial, pero lo separo de los conventos por justicia, porque no todas las educandas se anestesian ni se conquistan, aunque todas, sin excepción, son envenenadas de corrupción y todas sacan una educación errónea, un prejuicio pernicioso y el provecho de su educación es nulo para la sociedad; pero, en cambio, en aquella tierra virgen se ha plantado el germen de la denigrante ignorancia de la verdad, y es muy raro encontrar una dama de sentimientos nobles que haya sido educada entre monjas; todos, con pocas excepciones, serán malas esposas y peores madres; y gracias que al rozarse luego con la sociedad (aunque corrompida), dejarán ciertos hábitos con los que sería imposible transigir, y esto que su educación ha costado lo que constituiría una fortuna para una familia.

Desde el momento en que pisa los umbrales del colegio, la niña es examinada en todos los secretos de la casa de sus padres; sabe la monja, madre sin hijos y desnaturalizada, los secretos del padre y hasta los vicios de la madre, y empieza a zaherir los sentimientos de la niña y de la madre; a ésta se le harán observaciones, se le indicará que la caridad todo lo perdona y sacarán astillas a cuenta de rosarios, escapularios y oraciones, e irán preparando a la niña para enjaularla en el convento; si la madre es virtuosa (lo que llaman virtud, que yo llamo hipocresía e ignorancia) ésta será explotada siempre, con el nombre de "caridad", y se conseguirá una buena suma para la obra del convento, suma que luego hay que economizar en el salario de los sirvientes y hasta en la comida o subiendo los alquileres y aminorando el jornal a los peones que trabajan en el campo. Esto no importa; Dios es antes que todo, y éste es un comilón que todo lo consume; y sus ministro, los esclavos de los ministros, con el gancho de ese Dios glotón de la religión, que nunca se harta; los que trabajan que ayunen para que maten las pasiones; ellos y ellas comerán por aquellos (y así podrán los "grandes educadores" engordar, reavivar las pasiones y disfrutar en nombre de su Dios. Pero ya se les acaba el trigo, porque sólo quedan unas cuantas espigas que estaban verdes el día de la siega, y ellas (creo que la mayoría), se convertirán en tizón por su contacto y serán juntos arrojados al horno del mundo primitivo.

En suma: los colegios de religiosas son las agencias de los conventos, primero; y después los envenenadores de las conciencias de las niñas: No quiero hablar de los colegios de religiosos, porque por fuerza tendría que hacer la historia del vicio de las cinco ciudades del Mar Muerto, ejercido por robustos y mofletudos frailotes en tiernos e imberbes niños; pero la historia judicial tiene millones de datos.

¿Han visto qué quinto? Pero yo he faltado, porque el quinto es "no matar" y yo he muerto muchos sapos y culebras, y hasta escorpiones, y en justicia reclama para mí el castigo de mi Dios de Amor, que me mandó con el cargo de Juez y Censor.

Ahora bien; ante tanta vergüenza y corrupción, ¿Cómo será posible regenerar la humanidad? En vano se intentaría esperar la evolución de las leyes sociales, de las costumbres sociales sin quitar la causa; pasaría como en un pajar en que se quitan las telas de araña y no se matan las arañas, a los ocho días estarán otra vez las telas, y mejor hechas aún, porque se les ayudó a las arañas barriendo el polvo de los techos que les ensuciaban su trabajo. "Matad las causas y quitarán los efectos", nos dice la Ley; pero los hombres que trazan la Ley son precisamente efecto de la causa que hay que matar y, así obran como la causa misma.

Pedir a los hombres que escriben leyes una Ley moral, es lo mismo que pedir peras al olmo; ellos no saben más moral que la de opresión, que llena el morral del parásito con el que comulga; pero ya sus yerros van llenado el morral de la indignación popular; y si ésta no fuera contenida por hilos invisibles de los ciegos de la conciencia, pero que los ve el Juez y los suyos, ya habría estallado el trabajador hace mucho tiempo, y el mundo todo se hubiera convertido en un charco de sangre si no contuviéramos al ofendido Juan Pueblo, al que le enseñamos amor.

Mas esto no hubiera cambiado las cosas y el Padre, que todo lo ve y sabe hacer las cosas en justicia y amor, señaló la hora del juicio final, y se llamó y se dio la Ley de Amor por arma, anunciando la Comuna en toda su grandeza, pasadas las generaciones presentes que, obcecadas, viven en la Tierra y quedan sentenciadas.

Esto sucedía en momentos en que toda la Tierra se levantaba el grito de rebelión y protesta; pero fueron iluminados los millones de espíritus que agitaban, por afinidad, a las masas, porque ellos habían padecido lo que padecen sus hermanos de la Tierra, porque prevenían que tendrían que pasa por lo mismo nuevamente, pues tenían que tomar cuerpo en la Tierra y querían encontrar el camino menos áspero que en sus luchas anteriores.

Estos espíritus que no odiaban por cierto, pero que pedían y querían hacer justicia con las misma armas con que se le había sacrificado, ante la luz que reciben se llenan de amor a sus verdugos y cesan en la instigación de sus hermanos trabajadores para la venganza; pero les inspiran la unión, los principios de fraternidad y todos ven un oriente en sus almas que les da esperanza segura, y esperan y se confortan y luchan con principios donde no hay vencidos.

Mas la supremacía promete pero no cumple; eleva los impuestos, grava la vida y aminora los salarios, porque cree que el pueblo es impotente, ¡insensatos!… no es impotente, no, es civilización verdadera lo que tiene el pueblo, civilización que no tienen ustedes supremáticos; civilización que no pueden tener porque son parias de los destructores de la humanidad, de los negadores del Dios Amor, a quienes dan los millones que roban al sudor del productor, a cambio de que les corrompan la hija y deshonren a ustedes mismos.

La imposición de la religión los hace autómatas, inclinando la cerviz ante los ministros de un Dios de vergüenza y baldón, que cada palabra que sale de su boca es un espumarajo venenoso que inficiona el ambiente hasta hacerlo irrespirable.

Sabe el Padre de Amor que esos detractores, por la presente existencia, no han de enmendarse, y empezó por separarlos, y los que estaban en el espacio ya están en el mundo primitivo a donde irán en breve todos los que ahora están en la Tierra, adorarán a la Bestia y el Dragón y, con ellos, la grey que los sigue, dándoles tiempo a encontrar la luz con este Código, para lo que vino el Espíritu de Verdad, en autos de Juez.

Mas el autor de este Código sabe lo que el Padre, en su justicia, tiene decretado, porque vino con el anunciado Espíritu de Verdad, con orden de los Consejos de Sión, y con amor llama a los obcecados a la luz de la verdad y les dice que la Tierra cambiará su faz, porque está en Ley; que están sentenciados inapelablemente y se podrán acoger a la Ley de Amor contenida en la sabiduría del verdadera Espiritismo, que es el axioma eterno porque el espíritu es hijo consubstancial del Creador su Padre, y no hay pierde.

Por grade que sea el espíritu, al manejar su materia tiene que sentirse aprisionado; no puede manipularla como debiera y quisiera, pues en este planeta las materias son gruesas, torpes todavía; no tienen las materias de los mundos superiores, ligeras, transparentes, que obedecen en absoluto al espíritu que las anima; por eso vengo ante ustedes a decirle que, al escribir mis obras, al actuar como Juez, se me podría juzgar, con razón, de brusco y hasta de apasionado muchas veces; el último párrafo que se acaba de leer lo demuestra. Así, mi materia sintió el repugnancia del espíritu ante la injusticia, ante la podredumbre que le tocaba conocer, y el espíritu tuvo que hablar de esa manera que era la forma en que la materia podía obedecerlo.

Ahora digo que no se dejen ofusquen para que no sean apasionados, pues hablo en general de todas las mujeres que detalladamente he tratado, y hablo también en general de los conventos.

En una de mis comunicaciones pasadas les decía que la Ley ha permitido que en medio de esos lupanares, en medio de esa podredumbre, vengan espíritus grandes, porque es la única manera de que lleven a ellos la luz, viviendo allí, en el mismo centro de corrupción; por eso les decía y les citaba ejemplos de hermanos de luz, de espíritus superiores que han tenido que actuar en esos antros de vicio, en esos focos de corrupción.

Aun ahora, puede decirse que hay excepciones –ya que es mejor la responsabilidad de los dirigentes, sobre los que tiene que recaer toda la culpa y toda la mancha – pues hay doncellas puras que se han confiado en ellos, que han perdido su vida, su juventud, sus ternezas de mujer y que no dan a la vida lo que la Ley exige, porque ahora saben que están ya vigilados, que se han descubierto sus vicios, su malicia, su hipocresía, su falsedad y sólo por eso –no crean que por virtud, sino por conveniencia- aun ahora hay mujeres puras, hay doncellas en esas cloacas, porque no les conviene obrar como obraban antes; para ellas es el provecho, pues hacen un sacrificio muy grande, aun faltando a la mayor de las leyes; la Ley de Procreación; pero les puedo decir que en lo que me he quedado corto, en lo que quisiera decir todavía más, es sobre la confesión.

El confesionario es la mayor cloaca, es el caño más pútrido, se pudiera decir en una comparación un poco indebida, pero es que quiero hacerles comprender toda la repugnancia que siento, sobre todo desencarnado, al darme cuenta de lo que sucede detrás de esas rejas, pudiera decirse, maldita.

Allí el sacerdote dirige la vida íntima de los matrimonios; allí el sacerdote despierta las pasiones, dormidas aún, de las jóvenes, cuya imaginación no ha podido revelar todavía muchos secretos, a no ser por él, que al hacerles esas preguntas despierta en ellas la duda, el deseo; allí también se corrompe a los hijo, a los imberbes, a los donceles.

Es allí donde se encuban los mayores crímenes. Es allí donde se oyen las mayores desvergüenzas, donde el sátiro goza con mayor refinamiento, porque goza mentalmente, y es allí donde recrea, donde se solaza, donde se satisface por todas la privaciones a que está sujeto, ya que para el no existe la vida libre y sana y tiene que hacerlo a escondidas, encontrando en ello mayor placer, mayor voluptuosidad, detrás de esas rejas desde donde dirige las conciencias y, más aún, la vida de la materia.

Sobre esto quisiera hablar largamente, es un tema duro, nada grato; pero todo lo que se diga es poco para darles a conocer, aun a ustedes, espiritistas, que están preparados a todo lo que esos antros significan.

Ya se ha tratado de suprimirlos; ellos mismos comprenden que es su mayor mácula, su mayor impedimento y que los espíritus ya no lo aceptan; sin embargo, es su mejor arma, es la manera de saber todos los secretos para dirigir las conciencias, para manejar todos sus borregos; de otra manera no podrían hacerlo.

Así es como se apoderan de los secretos de Estado; así es como se fraguan las guerras; así es como se disuelven las familias. Así es como la Bestia, con las fauces abiertas, ávidas de deseos, satisface, a medias, lo que no ha podido obtener honradamente.

CÓDIGO DE AMOR UNIVERSAL, CONTINUACIÓN

CPITULO VI

El desprecio y la calumnia

Ya he expuesto la corrupción que hay en todas las clases de la sociedad y la causa de esta corrupción, que es el prejuicio religioso, del que se desprenden todos los otros prejuicios y, sobre todo, la crasa ignorancia de las leyes divinas; por lo que el amor, en la humanidad presente, es nulo.

Esta falta de amor, con la educación errónea de clases, produce un efecto que ni en las bestias lo conocemos, la calumnia y el desprecio, que degenera en infamia y odio a sus semejantes.

En lo que voy a censura en este punto podría haber recopilado toda la maldad de los hombres, pero seguramente no se darían por aludidas las principales partes, y es por eso que he tragado tanta inmundicia en su registro ocular, ¡No merecen menos los hombres que aunque negros de hollín por su tizne, son hijos del Padre y, por lo tanto, mis hermanos! Yo reprendo los vicios y el error y no vitupero a los individuos; pero he juzgado a todos y pesado uno a uno en la balanza en el día del juicio, cuyos autos recogerá, cada cual los suyos, el día de su desencarnación, cuyo archivo tiene el Espíritu de Verdad (espíritu santo), que tiene tribunal formado hasta que pasen las generaciones presentes que están sentenciadas; lo mismo el labriego que el magnate, como el sacristán y el pontífice, todos son iguales ante la Ley; pero es más responsable el que más dones se apropia de la naturaleza, porque más tiene que responder.

Allí está vuestro desengaño, que más cruel será cuanto más engañados vivan aquí, por el prejuicio; en vano invocan allí vuestra mentida caridad, vuestra alcurnia y vuestra supremacía; pero más en vano aún será pedir bendiciones papales y absoluciones: allí la justicia es recta y no se equivoca; de nada valdrán las misas y sacramentos, al contrario, les servirán de tormento.

No llamen, no, entonces al Dios de los cristianos, ni al de los budistas, ni el de religión alguna, que es un Dios hechura de sus sacerdotes. Allí no hay más Dios que el Dios de Amor, que es el Creador y Padre universal, el que en su justicia les dice por el Juez: "La muerte del hermano sólo se perdona dándole la vida, y el odio se apaga con el amor". Esta es la Ley, que no pueden cumplir con mentida educación ni falsa sabiduría.

El principio de la sabiduría verdadera está en conocerse uno a sí mismo; esto no es difícil si uno se limpia de prejuicios; pero el limpiarse de prejuicios implica el sacrificio del "Yo soy" y la propalación "Todos somos".

¿Pero quién será capaz de convencer a la empingorotada dama de que su lavandera no es menos que ella? ¿Quién hará ver al inflado señor que su sirviente es tanto como él? Y sin embargo, nada más real y verdadero; pero se alimentan de doctrinas indigestas y sólo el revulsivo de la justicia divina podrá hacerles vomitar estas sustancias mortíferas de la conciencia.

Les recordará la sentencia de Jesús cuando le presentaron los escribas y fariseos a la mujer adúltera, que por la Ley debía ser apedreada: El que esté limpio de culpa, de entre ustedes, que tira la primera piedra". y nadie la pudo tirar. En otra ocasión le dice el murmurador: "¿Cómo quieres sacar la paja del ojo de tu hermano si el tuyo tiene una viga y te impide ver? Quita primero la viga de tu ojo y luego podrás sacar la paja del ojo de tu hermano".

¿Podrán alegar que el Padre no les dio a su tiempo la enseñanza de la verdad? ¿Y por qué piden moralidad a tus hermanos cuando ustedes, los de arriba, los escandalizaron? Por esto se te descubren tus secretos, tus vicios y tus traiciones, dama orgullosa, porque vituperas, porque hipócritamente rebajas a la mujer que por necesidad va vendiendo su cuerpo por la calle, siendo tú más perdida que ella y mil veces más baja que ella, porque tú lo haces por vicio y porque tu lujo es causa de la miseria de aquella, que la obliga a lo que no haría si tan sólo pan tuviera, o si la casa donde sirvió no la hubieras tu misma corrompido, entregándola como juguete a tus hijos y aun a tu marido, porque tu libertinaje con el amante te enfrió en la correspondencia con tu esposo.

Quizás en esto tienes disculpa, en lo que fuiste casada sin amor; ya te defendí en lo que toca a este punto y te volveré a defender luego; pero tengo que condenarte en ese desprecio, en ese orgullo con que miras a la desgraciada victima tuya y de tus leyes y costumbres, siendo tú mucho más despreciable que ella porque te encubres de la hipocresía; no, mujer, no, no puedes despreciar ni vilipendiar a la victima; quieras o no, la tendrá que llamar y querer como lo que es; tu hermana.

¿No ves que haces de esa mujer cuando tu interior debería darte náuseas y vomitarte a ti misma? ¿Por qué has de acusarla si tu no estás limpia para poder tirar la primera piedra? ¿Por qué no ves la viga de tu ojo, ya que ves la paja en el ojo de tu hermana? ¿Dónde está tu sentimiento de mujer? ¿Dónde tu amor de madre? ¿Dónde la nobleza de tu corazón de mujer? ¿Dónde tu instrucción? Yo sé donde fuiste anestesiada; yo sé quién y con qué mataron los sentimientos; fuiste anestesiado en el prejuicio religioso y social, te mataron el sentimiento en el Colegio y en el confesionario tomando, en nombre de la caridad, unos cuantos pesos conforme a tus faltas y la bendición de esos ministros falsos del falso Dios, te invistieron de la patente de pecar con lo que, con luego confesar serias absuelta otra vez. He ahí la cadena que te has hecho tú misma.

Allí encubrieron tu inmundicia y te enseñaron a odiar a tu victima, que siempre es más noble que tú, fíjate y verás cómo esa pobre mujer caída huye en cuanto ve una sotana o un hábito; detén a esa tu hermana cunado la veas huir de osos fracasados verdugos; interrógala con cariño, con la familiaridad con que fácilmente tu sabes entender las madres, y oirás una historia una historia que más o menos será la tuya, y sacarás consecuencia de que todo el mal social procede de la maldad de las religiones.

Ustedes, las madres pueden mover el mundo porque el Padre nos da (nos da porque, en el tiempo, somos mujeres y hombres) todas las bellezas y las armonías del Universo, y si saben usarlas, los hombres serán buenos, e influirán tanto que todo se cambiará; pero sólo podrán hacerlo cuando se aparten todas de los disfrazados hombres y mujeres, haciéndoles el vacío que mata hasta los microbios.

No, no pueden huir de esas victimas; traten con ellas y sabrán lo que no saben de verdad; no gasten más, porque todo lo que dejan a esos parásitos, que tantos son, sería muy de sobra para crear el bienestar de todas las familias desgraciadas, y ellos se verían en la necesidad de trabajar la tierra y en el arte, y los habrán regenerado también, porque el trabajo todo lo regenera.

Ya ven como ustedes son capaces de mover el mundo; entonces serían en verdad grandes porque sólo la virtud y la sabiduría hacen grande a los seres; y ahora que les di la verdad eterna, explicada, comprobada en la "Filosofía" y codificada en la Ley de Amor, que es el fundamento del Espiritismo, no alegarán ignorancia ni podrán interpretar otro sentido que el que dicen las palabras; si no lo hacen así, es que su alma está anestesiada con sombras de muerte, y la justicia se verá en la dolorosa necesidad de destinarlas al hospital del Padre, al mundo primitivo, donde los sufrimientos harán despertar la conciencia.

Comentario:

La primera idea de un "algo" –que nosotros sabemos que es espiritual- vino al hombre primitivo durante el sueño. Su vida era tan ruda, tenía que desarrollar tan grandes esfuerzos para casar animales feroces, luchar con ellos cuerpo a cuerpo, derribar árboles para fabricar su casa, abrir la tierra para fabricar sus cavernas, devorar la carne fresca con su sangre tibia, que verdaderamente aquellas materias no daban lugar a la menor manifestación espiritual; caían embotados por el trabajo muscular y no había una chispa de luz, ni siquiera durante la noche, dedicada por completo al sueño fisiológico.

Poco a poco la materia fue dando lugar al desprendimiento natural del espíritu –porque espíritus animaban a esas materias desde su primera encarnación en la Tierra- y poco a poco fue quedando el recuerdo de otros lugares, de acciones verificadas durante la noche. Así fue el hombre meditando, cavilando, sorprendido al recordar que iba a otras partes, que veía otras gentes y que conocía distintos animales; era que su espíritu, muy primitivo aún, recorría otros lugares de la tierra, que era de los que podía tener memoria nada más.

Así comenzó a pensar que había un "algo" que no podía definir en su ignorancia, y poco a poco levantando los ojos al cielo, ya que no tenía más, porque de allí venía el calor que le daba el Sol, que le verificaba; de allí también venía el agua que, si bien era necesaria, a veces destruía los árboles más corpulentos, que mataba bestias y mataba también hombres: el fuego del rayo.

De esa manera se fue acostumbrando que había "algo" fuera de su comprensión, superior a él y entonces nació en él el deseo de rendir culto, tal como podía concebirlo en su mente primitiva, y pensó en hacerse grato, en humillarse, en pedir, y fue así como se hicieron las primeras ofrendas al Dios Sol, a la Diosa Luna, a la Diosa Agua y al terrible Dios Fuego. Así fue como surgieron las primeras religiones; era el despertar del espíritu que buscaba el "Más Allá" que su burda materia no podía comprender.

Poco a poco como ya saben, fueron formándose religiones con fondo más o menos filosófico, hasta llegar a un grado bastante adelantado, sobre todo en Oriente, como ha sido reconocido.

Sería muy largo contar toda esa historia aquí. Quiero únicamente, como comentario de lo que acaban de leer, hacerles ver qué diferencia hubiera habido si esas religiones, que se fueron formando poco a poco, ya en la edad en que los hombres tenían la civilización necesaria, hubieran estado constituidas sobre una base firme, sobre una base de verdad; pero lo que se asentaba sobre esa base de mentira no podría engendrar más que mentira y falsedad y como fruto de todos esos siglos de civilización equivocada están viendo el estado actual de esta humanidad terrestre que está aún envuelta en el egoísmo, resultando natural de las enseñanzas falsas de las religiones, puesto que todo en ellas se enseña con interés, ya que se dice, por ejemplo: "Haz el bien que después se te distribuya" , o "Si das un peso no te devolverán cien" y así por el estilo, y en el hombre tenía que desarrollarse el egoísmo más refinado y a eso se debe que todo lo haga por interés, tanto el materialistas como el espiritista: el materialista busca su provecho en la tierra y el espiritista lo busca en el "más allá"; pero no le enseñaron a hacer el bien, no le enseñaron que todo tenía un fondo de egoísmo y egoísta es el hombre ambicioso es el hombre, porque todo lo quiere para sí; vanidoso es el hombre porque se cree autor de su vida, autor de su destino; se vanagloria, se jacta de lo que no es obra de él, por consiguiente, es un ladrón, es un usurpador y se llena sólo de vanidad.

Esas lacras, descubierta en los últimos capítulos del Código de Amor que se han leído, los ponen de manifiesto el estado actual en que se encuentra aún la humanidad. Ustedes deben compensar el odio con amor, la mentira con verdad, la vanidad con humildad, la ambición con renunciación.

Ahora, que les hablo tan claramente en ese libro, sienten repugnancia; por eso he querido venir a decirle que deben ser los destructores de esa obra nefasta, los que aniquilen esos tempos de mentira, los que lleven la luz a donde han dejado las tinieblas, los que llevan el amor a donde se desgarran los hermanos unos a otros, los que llevan humildad a donde haya vanidad, los que pongan ejemplo de renunciación donde la ambición más se sienta.

Ambición debe existir, pero ambición de mejoramiento de progreso.

Estando tan bien detallado todo lo que se ha tratado en esos párrafos, no me queda más que decirles que son ustedes los encargados de contrarrestar esa obra, de sembrar de nuevo, de alumbrar, de disipar esas tinieblas, para que pronto brille en la tierra esa luz que todos ambicionamos, esa luz que todos queremos llevar, para que ya no se ahoguen en esa atmósfera pesada, para que ustedes se igualen a los mundos superiores en donde reina el amor, donde reina la verdad.

La comuna se impone urgentemente

La regeneración impone la comuna de los hijos de la libertad, o sea de las madres sin esposo y de los divorciados.

La sabiduría divina es tan grande que aun del mal de sus hijos saca el bien, para ellos mismos.

Al hablar de las casas de maternidad, que yo llamo de baldón, debía haber insertado este punto, como cambio de régimen de ellos; pero yo no puedo hacer leyes sin base firme, y aquí le corresponde después del estudio de los prostíbulos y de los efecto naturales del matrimonio de imposición.

Mas es tan trascendental este punto que él solo es un régimen al que llegaremos, dentro de estas tres generaciones presentes (Chavez, habla mucho de comunas) a todo su grandeza, que es la verdadera comuna, y debo dar algunos puntos, aunque sea repitiendo partes ya descritas porque, en mi amor, voy a redimir al mayor número posible de las tres generaciones sentenciadas.

Los mundos y humanidades todas han pasado por las mismas fases y vicisitudes que la Tierra; y todos los mundos y los hombres tienen el mismo origen y principio y todos, por justicia, tienen el mismo fin; el progreso indefinido e infinito y la felicidad cada vez mayor, conquistada por sabiduría, a la que sólo se llega por la Ley de Amor.

Los mundos y humanidades han tenido su día de justicia, para entrar en la luz después de seis días, o epopeyas, de trabajo, para, en el séptimo día disfrutar de la paz y el amor en toda su grandeza; y por las leyes de Afinidad, Justicia y la de Igualdad, se impone la Comuna, que siempre empezó con el reconocimiento de los "hijos de la libertad", como yo llamaré a esos hijos sin padre por un momento.

La Tierra ha entrado en ese séptimo día; la rigen las mismas leyes que a los demás mundos y el Padre exige, en su amor, el reconocimiento comunal de todos los seres racionales, siendo el primer eslabón de esta comunidad estos hijos de a libertad que el orgullo, el prejuicio y la malicia, desheredan en sus leyes sin razón.

Ya saben que los seres no vienen ni entran en el mundo porque sí, todos los seres vienen al mundo mandados por la Ley suprema, a cumplir la parte de trabajo que todos tenemos que hacer para llegar al máximo del progreso, y siendo así, "ningún ser entra al mundo por puerta falsa", Así como ninguno de los hombres entra de diferente modo, ni con más prerrogativas uno que otro.

Sea el príncipe el pordiosero, todos lloran al ver la luz de la Tierra; todos han sido engendrados del mismo modo; todos pasan por la infancia y la juventud y todos, automáticamente se componen de los mismos órganos, de las mismas sustancias y todos siente por igual las mismas necesidades.

Rigiendo la misma Ley, sin cuyo consentimiento no viene ningún espíritu a tomar cuerpo, al nacer un ser de la mujer soltera no está fuera de la Ley, porque la Ley es de justicia; pensar de otro modo no es conocer, por igual las mismas necesidades.

La Ley de Afinidad es tan cruelmente exacta que no tiene para nada en cuenta la posición o el estado de los seres que tienen un cumplimiento en la procreación, porque la Ley no se sujeta a las leyes caprichosa y de conveniencia de los hombres.

El pretender los hombres sujetar a leyes de conveniencia la procreación es oponerse orgullosamente a la Ley de Procreación, que es el fin primordial de la creación de los mundos; y el no reconocer a los hijos de la libertad en el seno de la comunidad con el mismo derecho absoluto que todos los otros, es ignorancia de las leyes de la procreación, orgullo de ignorantes legisladores; pero todo es hijo de los supremáticos, de las religiones, causa principal del desequilibrio de los pueblos; porque hasta que no aparecieron éstas, los hombres se creían y eran naturales en todas partes, y común el usufructo, y si se constituyó la familia y la tribu y el pueblo, fue por la afinidad y el amor.

Yo les he dicho en la forma, grandiosamente maravillosa, cómo el hombre apareció en la Tierra, y es la misma como aparece en todos los mundos; y en aquellas bolsitas verdes estaban el labriego y el monarca de hoy. ¿Serán capaces, si nos fuera dado presenciar aquel acto, de designar en que bolsita se encerraba el supremático, el emperador o el labriego? Seguramente que no lo sabrían señalar, y ni el gorrión, que fue la primera partera (valga la frase), lo sabía, y con la misma igualdad rompió con su pico la envoltura de todos y dio el alimentos que la naturaleza le proveía, hasta que aquellos diminutos seres tuvieron valimiento propio.

A propósito guardé este párrafo para insertarlo aquí cuando les descubrí la aparición del hombre sobre la Tierra, y esto les explicará el por qué esta ave anida en la morada de los hombres y como del producto del hombre y de lo que come el hombre.

Ahora bien; aparecieron los hombres, en la misma forma, la primera vez en la Tierra, como en todos los mundos, no solos y a capricho, sino en comunidad; me falta decirles que todos los que aparecieron en cada tronco eran espíritus afines que ya venían en familia; pero los que aparecieron en la India, el Asia, África, América, Europa o la Atlántida, o en los continentes sólidos entonces, eran producto de la misma evolución física (según la materia), y sus espíritus de la misma evolución metafísica de la causa única, del único Creador universal y Padre común.

Si la Tierra y la naturaleza toda depositó en aquellas bolsitas todo el germen de la procreación imponiéndole la Ley de multiplicarse, ¿dónde está la razón para no admitir sino a regañadientes y con desprecio a los seres que nacen de la mujer que cumpliendo la inexorable Ley de la Justicia, se hace madre por obra de varón, que según la Ley egoísta llama ilícito su nacimiento? ¿No estimaría mejor el monarca, el supremático y el poderoso tener su procedencia aunque fuese de Lucrecia Borgia o de Cleopatra que en las bolsitas salidas del tronco del árbol de la quina? Pues todos salimos, en cuerpo, en aquellas bolsitas que encerraban el germen de la procreación; todos fuimos y nacimos, después de aquellas bolsitas, de madres fecundadas por barón, a quien no conocíamos y si conocíamos a mi madre, y no podemos jurar; éste es mi padre, porque la Ley de afinidad reúne las causas en el punto indicado en justicia y la Ley de Justicia cumple su deber, inexorablemente, riéndose de las leyes caprichosas que el absurdo y la ignorancia sancionan e imponen.

Por lo tanto todos los nacidos en la Tierra somos hijos de la familia misma, y tenemos las mismas obligaciones y derechos, y la constitución de la sociedad, tal como se encuentra, es contraria a la Ley suprema y tiende al desequilibrio, que se encuentra ahora en su grado máximo.

La inmoralidad, así llamada por el uso de la materia de la que nacen los hijos de la libertad, está en las leyes egoístas y caprichosas que llevan el sello de la ignorancia absoluta de las leyes de Afinidad y Justicia. Inmoralidad es el abuso de tomar-sin medida el amor de la carne y el burlar la Ley de Procreación.

El matrimonio de imposición y conveniencia, consagrada bajo el prejuicio social y religioso, es la causa principal de los hijos de la libertad y, por lo tanto, esas leyes que lo sujetan son atentatorias a la Ley santa de Amor, porque nadie puede obligar al espíritu a vivir con quien le es antipático y repulsivo; pero la ley los junta para dar principio a la afinidad.

Por lo que, siendo los motivos del nacimiento de los hijos de la libertad efecto de un error común, se impone remediarlo por el esfuerzo común, y con la Ley común que es común a todos los seres y tiene su fundamento en la Ley de Amor.

Ante estas consideraciones, que no son hipótesis sino axiomas derivados del único axioma ELOI, Padre común y universal, se impone, en justicia, el reconocimiento de bienvenidos a los hijos de la libertad, y tenemos la ineludible obligación de tratarlos con respeto y amor que para nosotros quisiéramos, recogiéndolos, a ellos y a las madres, desde el momento en que conciben, sin mirar si es hija del humilde obrero, si es hija del potentado o de un magistrado; su subsistencia es comunal, como será comunal su provecho.

Cuando esto será, verán pronto cerrarse las cárceles y los manicomios, primero, y los hospitales luego, por innecesarios, y quedará planteada la Comuna que la nueva generación trae e implantará en toda su grandeza, conforme a la Ley del Padre.

Comentario:

Desde pequeño, desde que el niño va a la escuela, siente la vergüenza de que no tiene nombre; lleva el nombre de la madre. ¿Qué mayor blasón que llevar el nombre de la madre, que es la que sigue siéndolo sola, sin la ayuda del padre, sin su consejo, sin su sostén? Ella que se multiplica para cumplir, primero, con la Ley de la Procreación, dándole al hijo la materia, el cuerpo para albergar a aquel espíritu valiente que viene así, después, trabajando y luchando por él, sustituyendo al padre cobarde que lo olvida, que lo desconoce.

Cuando la Tierra alcance ese grado de perfección a que llegará cuando brille en pleno la luz del 7º día, estos casos no existirán, en primer lugar, porque las uniones serán de espíritus afines y, en segundo, porque entonces a estos hijos, a estos héroes, se les tributarán los honores que merecen.

Son valientes, más valientes que ustedes que vienen normalmente; hijos de matrimonio, esperados, recibidos con amor, recibidos, todos con lo necesario para su existencia. Los otros, no; llegan de improviso, llegan de sorpresa, llegan con vergüenza. ¿No es esa grandeza espiritual?

Por eso le pido que para estos hijos tengan mayor admiración; que para estos hijos de nadie sean ustedes los padres de ellos, que desconocen; para estos hijos de las madres que los fueron por verdadero amor, las madres que lo fueron por la fuerza y que, inconcientes, se sujetaron a la Ley.

Para esas madres y para esos hijos, pido su mayor ayuda, su más grande amor, su más tierno cariño.

El celibato, negación de la ley divina y causa del desequilibrio social

Este punto debería ocupar, al parecer, el medio de establecer la Comuna para los hijos de la libertad y del divorcio; pero no puede ser, en justicia, porque aun nos estorbaría el celibato y sus consecuencias, que son las más funestas que desequilibran la sociedad, y la fuente originaria de los mayores escándalos y de un sin fin de crímenes.

El fin de la creación de los mundos es, primordialmente, para el progreso de los seres racionales; una vez que aparece el hombre sobre la Tierra, al igual que todos los otros seres que le sirven al hombre y complementan la Creación, la naturaleza deposita en la materia que compone el cuerpo del hombre las sustancias germinativas de su reino, por lo que a la naturaleza no le compete directamente la creación de otro ser, sino que le ordena, y con el mandato de progreso evolutivo y metafísico, conforme a la justicia y sabiduría del Padre, que también debe aprender con la evolución metafísica del espíritu

Pero el espíritu, en sus primeras encarnaciones, sufre la presión de la materia que, aunque sea esencia de la materia, es incomparablemente más imperfecta y pesada que el espíritu, como la Tierra y el éter en comparación, por esta presión, por su debilidad, por su ignorancia en el mal y por su amor a la unidad de la sustancia que viene a animar, cae en el letargo que no le deja lugar más que al instinto.

Pero la sabiduría eterna, que todo lo prevé, al imponer la procreación imprime en esta función el goce más sublime que la materia posee, por el cual se mueven todas las fibras del organismo material y los sentimientos más profundos y exquisitos del alma, donde reside el espíritu que rige todo ese laberíntico engranaje, que es ciencia del espíritu que hereda el alma tan pronto es conciente; pero pasan muchas existencias para lograrlo.

La concepción de un ser no pasa desapercibido para el Padre Creador porque cada hombre tiene su parte que cumplir, y el Universo es un infinito taller donde cada obrero tiene su labor, que otro no se lo desempeñará por lo que no puede ser ignorada la reaparición del hombre en la Tierra, como no pasa desapercibida la presencia del obrero en uno de nuestros talleres industriales.

Luego, si cada espíritu tiene que realizar un trabajo, no puede ser más que animando un cuerpo material, y como éste no puede hacerse más que por las funciones que la Ley le impone, resulta que la procreación es Ley que obliga a todos los hombres; por lo tanto el celibato es contrario a la Ley y es la negación de la Ley.

La causa es una y la substancia una; luego los hombres, siendo todos hijos de la misma causa, compuestos de la misma sustancia y regidos por la misma Ley, que también es única, y con el mismo mandato, que también es único los hombres todos y las mujeres todas tienen el ineludible deber de la procreación, y su negación es desnaturalizarse y salirse de la Ley y, por lo tanto, es faltar a la Ley.

Esto lo entendían perfectamente en la antigüedad cuando creían una falta y un castigo no tener hijos, pero tampoco entonces sabían la Ley de Afinidad y Justicia que rige estos actos; no, no es un baldón ni un castigo no tenerlos; merece un castigo y es baldón para los que no cumplen la Ley para tenerlos; el no tenerlos obedece a otras causas de justicia, que en el Espiritismo se explican, cuando no son las causas de conformación física que les explicará la ciencia.

La causa es condenada por el dogma católico como el mayor enemigo del espíritu; nada más errado; la carne tiene su Ley, que nadie puede burlar, y el burlar la Ley de la carne, por la fuerza, por las maceraciones, los ayunos y otras prácticas antihumanas, es un suicidio en toda la Ley, y un crimen, y muchos crímenes a la vez ante la Ley divina de la Procreación.

El celibato consagrado por la Religión Católica en el siglo XI, constituye el atentado supremo que indica, la más refinada maldad, o la más indigna ignorancia, o quizás la dos cosas a la vez, y es desde entonces el desequilibrio, la merma de la procreación humana y el aumento de la corrupción y el crimen, constituyendo la mayor de las vergüenzas.

Desde ese día el engaño, el estupro, el deshonor de las familias aumentó; levantando los tablados y las hogueras de la inquisición y se hicieron necesarias las casas de baldón, con el nombre de "maternidad", porque los célibes de obligación tenían que robar lo que les está prohibido, y que no pueden menos que tomar porque son de carne, como los demás hombres ; para establecer el celibato debieron haber hecho obligatoria la castración de los curas,.frailes y monjas, y aun así el celibato, en lo que reprendan sus palabras sería nulo porque la castidad y la pureza están en el corazón, el alma, y sólo con el amor y la sabiduría de "dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César", o lo que es lo mismo, "dar a la carne lo que le pertenece y al espíritu lo que es suyo", se puede conquistar la pureza y la castidad del corazón, del alma.

Por el celibato han aumentado, desde su promulgación las sociedades de mujeres, o conventos, en dos mil por ciento, y en diez mil por ciento el número de mujeres admitidas en ellos. ¿Es que aumentó la fe en la religión? No por cierto, lo que ha aumentado es la trampa del clérigo, porque tiene necesidad de dar expansión a la carne, y como su vida de parásito aumenta la concupiscencia, en los claustros encierran el mayor número posible de mujeres que les sacien sus apetitos; y como, por otra parte, éstas participan de las mismas necesidades de la carne, las paredes del convento las ponen a salvo de la vista del pueblo que, en la mujer, es un freno; como la ignorancia completa en que se les educa, no siéndoles posible, por el dogma, leer y estudiar más que aquello que el padre espiritual les permite; como éstos son astutos y sobre el mismo lecho en que estupran o toman a la esclava le dan la absolución, para quitarles remordimientos, se entregan a toda clase de bajezas y bestialidades y, por fin, se hacen insensibles a los llamamientos de su dignidad, porque no encuentran más consejo ni más amparo que el del "padre espiritual".

No pueden escribir una carta a los suyos del mundo en que les puedan contar sus fatigas, vergüenzas y rebajamientos, porque la carta será visada antes de salir del convento; no podrá revelar una palabra a la madre, la hermana o la amiga visitante, porque aun para éstas tendrá dos testigos de vista y, además, les hablará desde un metro de distancia y con dos rejas de por medio, y aun la oscuridad no les permite verse las caras, y si se les escapa una palabras que revele su descontento, un pellizco parecido a un mordisco de víbora, la pondrá en cordura; y sus visitantes siguen hablando con las paredes, o son contestados con una bien fingida voz y se entera así de algo que le interesa saber.

Si se sigue a la infeliz que retiraron, se avergonzarían o llenarían de ira; la verán, en el mejor de los casos de rodillas en el refectorio, siendo el blanco de las habladillas; no sería extraño verla tirada en el suelo, a la puerta de éste, pasando por encima de ella toda aquella manada de pobres esclavizadas; y si tuviera el deseo de protestar, la verán encerrada en lóbrega mazmorra y aun desnuda y atada, recibiendo azotes y teniendo que contestar "ora pro nobis" a la oración de una letanía.

Hay otros testigos que rebajan aun más y matan la conciencia; pero donde no tienen límites es, si una de ellas se niega a entregarse al sultán para ser pasto de sus pasiones; no hay inconveniente en hacer apariciones fraudulentas e inventar diálogos falso de ese padre con Cristo en la Hostia, ordenándole la entrega de su flor.

En suma, dentro del claustro se hace todo lo que no se permite ni en los prostíbulos públicos; se toman todas las prevenciones que la maldad puede evitar para evitar la procreación, y en caso de que la Ley burle todas las medidas tomadas, el aborto vendrá a deshacerlo, aunque cause muchas veces la muerte de la esclava, y si ni aun esto evita el nacimiento del feto, se le sacrificará al nacer o no verá a aquel ser, la madre.

Mas esto es hecho con quien y por quienes y se han salido de la Ley divina y humana, por su voluntad; pero su justificación no es causa suficiente para que el Juez del Padre los deje en su ceguera, porque sabe que son hijos del Padre de Amor y les dice sus hechos y sus errores, dándoles los medios y la luz necesaria para su regeneración.

Donde hay que clamar, aún más alto, es en el confesionario; en ese tribunal asqueroso y corruptor de la conciencia del pueblo, invención hecha para el dominio del mundo y para la corrupción del corazón virgen de la niña y el deshonor del esposo; el confesionario es la agencia de la causa iglesia y el punto de conquista de los célibes; de allí no salen libres de oír la propuesta obscena más que viejas y las desgraciadas en belleza; y esto es muy natural que así sea porque ¿qué le importa a la carne el voto de castidad? Si el uso de la carne es una Ley, ¿por qué se obliga al sacerdote con una ley antinatural? El Juez que el Padre les mandó no condena, frailes, curas y monjas, por el uso de la carne; condena por su ceguera, egoísmo y perversidad, puesto que, sabiendo como saben que no pueden cumplir un voto, lo hacen porque él los acusa ante la sociedad (errada por ustedes mismos) del cargo y responsabilidad del patriarcado; los condena porque, para librarlos de las responsabilidades y de la justa ira popular, valiéndose de todos los medios antinaturales, y hasta del crimen, para burlar la Ley santa de la Procreación, para lo cual existe la clausura, donde no entra nadie más que ustedes; pero yo les aseguro que entrará el pueblo y revolverán hasta última piedra de osos cementerios sin patente, cuyos enterradores y enterrados son las mismas madres, sus esclavas, y sus frutos, y ni ustedes ni ellas encontrarán donde esconderse, ni aun en las entraña de la tierra, y el confesionario será su acusador si no son como las vírgenes prudentes y salen al camino con la luz encendida, que al efecto se las da el Juez, y abrasarán la Ley de Amor y Justicia, dejando los hábitos y cantando "Pecavi Dominus Coram Coleli e Coram te"

Comentario:

Leo en ustedes la indignación, la repugnancia que les ha causado la lectura de este párrafo, uno de los más fuertes y duros de esta obra.

Aun a ustedes, hombres casados, hombres que no desconocen nada de la vida de la materia, sienten horror por lo que se les ha descubierto.

Puedo ver la sensación de sorpresa, el choque desagradable de las hermanas mujeres.

Era necesario levantar esta cortina; era necesario descubrir esta podredumbre en su más misara fase. Era necesario que vieran lo que ha pasado en el mundo bajo el dominio de esa religión "cristiana". Por eso la publicación de esta obra, que fue tan combatida; por eso produjo una conmoción tan fuerte y también, debido a eso, estos comentarios están pasando; la hora de la justicia ha sonado.

En espíritu veo que ya estos lugares de prostitución van acabando día a día. Pueden fijarse cómo, en Europa y en otros continentes, por un motivo o por otro, por ideales torcidos muchas veces, la Ley se hace obedecer y en todas partes esos sitios de oprobio van cerrándose. Quedan muy pocos conventos en la Tierra y estos cuantos ya no son como los que les he descrito, puesto que el mundo ha evolucionado, la civilización ha aumentado y ya no se toleraría que se cometieran estos abusos por esos vampiros sacerdotes.

El celibato ha sido un dique para la evolución de la humanidad; pero también deben entender que si en este capítulo se trata sólo del celibato impuesto por la religión católica, también debo hablar del celibato impuesto por el egoísmo, pues muchos de los hombres, en la actualidad, no quieren comprometerse, no quieren contraer responsabilidades; sacian sus instintos, dan expansión a su materia buscando a la pobres mujeres que tienen esta triste misión, la de servirles en esto ya que todavía, para vergüenza de la presente generación, existe la dura misión de las mujeres públicas. Las buscan porque saben que en ellas no habrá procreación, porque así no vendrá el hijo que les venga a traer responsabilidades y molestias. No forman un hogar que les haga gastar un poco más dinero del que gastan en el mismo.

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