Como resultado de estas campañas, el Partido Comunista extendería su control sobre los medios productivos y, de manera mucho más significativa, sobre la propia población, que había visto la contundencia de las acciones contra aquéllos que eran calificados de enemigos del pueblo. Estos métodos de propaganda y adoctrinamiento ideológico volverían a ser utilizados en otras campañas.
El Primer Plan Quinquenal
Tras el final de la Guerra de Corea, la colaboración con la Unión Soviética se vio muy reforzada, y los dirigentes de la República Popular China decidieron apostar por el modelo soviético de desarrollo.
Este modelo se basaba en la economía planificada, centrada en la industria pesada y en la producción agrícola. Como en la Unión Soviética, se decidió aplicar un plan quinquenal que establecía objetivos de crecimiento en la producción agrícola e industrial para los cinco años siguientes.
Aunque el periodo abarcado por el plan comprendía los años entre 1953 y 1957, la inexperiencia y la falta de conocimientos técnicos de los altos cargos de gobierno chinos y de los cuadros del Partido retrasarían el inicio del mismo hasta febrero de 1955.
A pesar de todas las dificultades, la colaboración soviética y la estabilidad política permitieron a China lograr un alto crecimiento económico durante estos años. Esto no detuvo, sin embargo, las convulsiones políticas propias de la época maoísta, que se sucederían sin pausa durante este periodo. Así, en 1954, se producía la primera purga en el seno del propio Partido.
Los hasta entonces poderosos militares Gao Gang, responsable de la región militar de Manchuria, y Rao Shushi, primer secretario del Partido en la región de China Oriental, eran apartados de sus cargos tras haber criticado las políticas de Zhou Enlai y Liu Shaoqi, quienes llevaban el día a día de las tareas de gobierno. Esta primera lucha por el poder acabaría con el suicidio de Gao Gang y el encarcelamiento de Rao Shushi. Además, la crisis hacía ver cómo los amplios poderes de los dirigentes de las regiones militares, como Gao y Rao, podían suponer una amenaza para la autoridad del poder central. Por ello, con el fin de reforzar la autoridad central, ese mismo año se abolían las seis regiones militares, y se reestructuraba la división administrativa del país.
Bajo el mando del poder central, China quedaba dividida en 22 provincias (23 con Taiwán), cinco regiones autónomas vinculadas a minorías étnicas, y dos municipalidades, Pekín y Shanghai, administradas directamente por el Gobierno central, división que se ha mantenido hasta la actualidad con ligeras variaciones.
Durante el Primer Plan Quinquenal, se introdujo también el sistema de cooperativas en el mundo rural, mediante el cual extensiones de cultivos hasta entonces divididas en pequeñas parcelas privadas pasaban a estar agrupadas para compartir recursos. Las cooperativas tuvieron también un éxito significativo. Sin embargo, el sistema despertaría la inquietud del Gobierno central, ya que permitía a los campesinos mantener la propiedad privada de sus parcelas e incluso disponer de una pequeña parte de la producción. El recelo ante la difusión de prácticas capitalistas que, de acuerdo con la ideología oficial, debían ser erradicadas, daría lugar a formas mucho más radicales de colectivización agraria en los años siguientes.
En 1956, durante el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética en Moscú, al que asistieron el secretario general del partido Deng Xiaoping y el miembro del Comité Permanente del Buró Político Zhu De, el nuevo líder soviético Nikita Jrushchov atacó las políticas del ya fallecido Stalin y anunció la introducción de cambios en la manera de gobernar la Unión Soviética. Los ataques a la memoria de Stalin y el cambio de rumbo anunciado en la política soviética sembraron el desconcierto entre los dirigentes comunistas chinos, que se debatían en dudas respecto al camino que debía seguir el régimen chino.
Las "Cien Flores" y el Movimiento Antiderechista
Tras siete años de régimen comunista, comenzaban a producirse desavenencias entre los dirigentes del Partido y, de manera discreta, se empezaban a oír voces discordantes con la línea de actuación del Partido Comunista.
El primer ministro Zhou Enlai se mostró partidario de permitir una mayor libertad de expresión a los intelectuales para que se pudieran formular críticas constructivas a la gestión del Partido, las cuales permitirían conocer mejor las inquietudes y los deseos del conjunto de la sociedad.
Sería el propio Mao Zedong el que impulsaría un breve periodo de mayor libertad de expresión que se conoció con el nombre de Movimiento de las Cien Flores.
El 2 de mayo de 1956, en un discurso privado ante militantes del partido, Mao citó el famoso poema "que cien flores florezcan; que cien escuelas de pensamiento pugnen entre sí" que daría nombre al movimiento. De esta manera, Mao invitaba a los intelectuales del país a que expresaran libremente sus opiniones. Aunque algunos historiadores, especialmente en Occidente, han querido ver una intención maliciosa en el movimiento, que habría sido una maniobra para desenmascarar a quienes tenían opiniones críticas, lo más probable es que la intención fuera efectivamente aprovechar las críticas constructivas de los intelectuales para adaptar la estrategia de gobierno a las necesidades de la sociedad.
Sin embargo, el Movimiento de las Cien Flores sería muy breve.
En contra de lo que esperaban Mao y los demás dirigentes del Partido, confiados en que la estabilidad y los logros económicos y sociales en los primeros años del régimen hacían a éste realmente popular, las críticas fueron subiendo de tono y se llegaron incluso a pronunciar declaraciones abiertamente anticomunistas.
Viendo que la situación había desembocado en críticas al Partido e incluso a su persona, Mao dio un giro de política y lanzó el Movimiento Antiderechista, una de las más violentas campañas maoístas, durante la cual numerosos críticos del régimen, que se habían atrevido a criticar al partido y a Mao, fueron torturados y ejecutados. De esa forma trágica, terminaba el corto experimento con la libertad de expresión y se endurecía la censura y el control de la información.
Junto a estos profundos cambios sociales y culturales que vivía el país en los años 1950, la economía continuaba creciendo. El éxito del Primer Plan Quinquenal llevó al Gobierno a diseñar un segundo plan quinquenal mucho más ambicioso para el periodo comprendido entre los años 1958 y 1962. Sin embargo, Mao Zedong pensaba que se podía ir aun más lejos en los objetivos, e hizo un llamamiento a la movilización total de la población con el fin de aumentar la producción industrial. Esta nueva campaña, conocida como el Gran Salto Adelante, sería el mayor fracaso económico de la época maoísta.
El Gran Salto Adelante
A pesar del destacado crecimiento económico logrado durante el transcurso del Primer Plan Quinquenal, en 1957 se empezaban a percibir problemas en el modelo soviético de desarrollo.
Por un lado, las fuertes inversiones en tecnología para desarrollar la industria pesada habían requerido cuantiosos préstamos de la Unión Soviética que China tenía que devolver con intereses. Esto suponía un endeudamiento creciente para las arcas del Estado, al servicio de la Unión Soviética, que proporcionaba asistencia técnica en forma de maquinaria y de expertos técnicos establecidos en China a un precio que los dirigentes chinos consideraban demasiado alto.
En este sentido, las difíciles relaciones entre el comunismo chino y el soviético comenzaban ya a mostrar fisuras cada vez mayores, que culminarían años más tarde en un conflicto abierto.
Además, el aumento de la producción industrial se había conseguido también gracias a la reconversión de muchos campesinos como obreros en las nuevas fábricas. La consiguiente disminución de la población dedicada a la agricultura amenazaba con provocar un descenso de la producción agrícola.
Seguir impulsando el desarrollo industrial a la vez que se aseguraba el suministro de alimentos para la población era la estrategia a seguir.
Mao pensaba que la solución a estos problemas se encontraba en el espíritu revolucionario, que hacía posible que las masas aunaran esfuerzos al servicio de los objetivos marcados por el Partido.
En esta visión de Mao se reflejaba una vez más su ideología personal, que defendía la "revolución continua" como herramienta de progreso y de transformación social.
Según Mao, nunca se debía permitir que flaqueara el espíritu revolucionario. Eran precisamente los momentos de debilidad o de autocomplacencia los que permitían que reaparecieran los fantasmas del capitalismo. Frente a cualquier desviación de la ortodoxia ideológica, el Partido y las masas debían estar siempre alertas y mantener las movilizaciones y el fervor revolucionario que permitían poner el capital humano del país al servicio del bien común para avanzar hacia el ideal del comunismo.
Esta visión de las masas como motor del desarrollo fue expresada por Mao en un documento interno que circuló entre los líderes del Partido Comunista a principios de 1958. En dicho documento, Mao afirmaba que tras las diversas revoluciones sociales y económicas que se habían desarrollado desde la fundación de la República Popular, llegaba ahora el turno de una gran revolución tecnológica, en la que el esfuerzo de la población debía dedicarse al incremento de la producción agrícola e industrial. De esta manera, China podría incluso superar las cifras de producción industrial del Reino Unido en unos quince años.
Así, durante el año 1958 se movilizó a la población china para acometer los gigantescos retos de desarrollo industrial señalados por Mao. A esta nueva campaña de masas, de alcance mucho más amplio que las anteriores, se la llamó "el Gran Salto Adelante".
Dado que muchos hombres del medio rural tuvieron que abandonar sus labores en el campo, el crecimiento de la producción agrícola debía basarse en un mejor aprovechamiento de los recursos existentes. La manera de conseguir esto fue la creación del sistema de "comunas populares", que reemplazaron a las cooperativas creadas unos años antes.
Las 740.000 cooperativas existentes en el campo chino se convirtieron en tan solo 26.000 comunas, mediante la fusión de decenas de cooperativas.
Uno de los objetivos de la creación de las comunas era la incorporación de la mujer al trabajo intensivo en el campo, para reemplazar a los hombres que habían sido enviados a trabajar en fábricas y en proyectos de infraestructuras. Las comunas proporcionaban servicios de guardería para cuidar a los niños, así como enormes comedores populares, que liberaban a las mujeres de las tareas domésticas para que se pudieran dedicar al trabajo en el campo.
El Gran Salto Adelante tendría así profundos efectos sociales, al separar a numerosas familias, alterando el modo de vida tradicional del medio rural.
Las consecuencias de este ambicioso proyecto fueron nefastas. Las expectativas de crecimiento irreales hacían que los cuadros del Partido tuvieran que falsear las cifras oficiales para no perder sus puestos. Además, el empeño en aumentar la producción de acero como símbolo del desarrollo llevó a una disparatada exigencia de que las propias familias fundieran sus objetos y utensilios domésticos para producir más acero. El acero producido era en muchos casos de ínfima calidad e imposible de utilizar con fines industriales. Todo esto ocurría en el marco de una ausencia de política económica que evaluara cuáles eran realmente las posibilidades de utilizar o de vender ese acero.
Así, en contra de los principios más básicos de la economía, la producción se había convertido en un fin en sí misma, disociada de las necesidades del mercado.
Al desastre económico en la política industrial se unió el fracaso del proyecto de las comunas para el mundo rural.
El enorme tamaño de las comunas, en las que no se permitía ningún tipo de explotación privada, diluía las responsabilidades y eliminaba la motivación de los hombres y mujeres que quedaban en el campo. A los propios defectos del sistema se sumó la mala fortuna de los desastres naturales, sequía e inundaciones, que afectaron a China en aquel año.
Aunque a finales de 1958 ya algunos dirigentes habían visto el fracaso del proyecto y se desmantelaron muchas de las comunas, volviéndose en muchos lugares al modelo anterior de cooperativas, el daño ya estaba hecho. La marcha atrás emprendida por el gobierno no pudo evitar que la interrupción de los modos de vida y de trabajo tradicionales en el campo se tradujeran en un descenso de la producción agrícola entre 1958 y 1962, que provocó situaciones de hambruna en numerosos lugares de China. A pesar de las discrepancias, debido a la poca fiabilidad de los datos de nacimientos y defunciones de la época, se suelen estimar en alrededor de 30 millones las muertes debidas a la hambruna.
El efecto del Gran Salto Adelante fue el descontento de la mayor parte de dirigentes del Partido con las políticas radicales de Mao. La cancelación del Gran Salto se decidió en la reunión del Comité Permanente del Buró político celebrada en Wuhan en diciembre de 1958. En aquella reunión, Mao abandonó la jefatura del Estado, que pasó a Liu Shaoqi, nombrado Presidente de la República Popular. Mao, sin embargo, conservaba su puesto de presidente del Partido y, como referente ideológico máximo, apenas fue objeto de críticas.
Uno de los pocos dirigentes que se atrevió a criticar a Mao fue el ministro de defensa Peng Dehuai, el héroe de la Guerra de Corea, quien, amparado en su enorme influencia y prestigio, no tuvo ningún reparo en atacar abiertamente las políticas de Mao. Sin embargo, estas críticas de Peng Dehuai a la gestión de Mao, formuladas en julio de 1959 en el transcurso de una reunión de dirigentes del Partido en Lushan, en la provincia de Jiangxi, motivaron una furiosa respuesta de Mao, que acusó a Peng Dehuai de oportunista y de servir a los intereses de la Unión Soviética. Peng Dehuai fue destituido de sus cargos y Mao, aunque apartado de la gestión del Gobierno, demostraba una vez más su autoridad total en el seno del Partido.
Las críticas de Mao a Peng Dehuai como esbirro de los intereses soviéticos ponían a su vez de relieve el deterioro de las relaciones entre los dos países. El líder soviético Kruschev se había mostrado crítico con el Gran Salto Adelante y con las operaciones militares de la República Popular, que había sometido a bombardeos las islas de Matsu y Quemoy, controladas por el régimen del Kuomintang en Taiwán.
La tensión entre los dos grandes regímenes comunistas no paraba de crecer y desembocaría en un conflicto abierto durante los años 1960.
La Ruptura Sino-Soviética
El deterioro de las relaciones entre la República Popular y la Unión Soviética se haría mucho más intenso tras el fracaso del Gran Salto Adelante. En 1960, la Unión Soviética retiraba a todo su personal técnico establecido en China, y cancelaba los proyectos de cooperación entre los dos países.
A partir de ese momento, la República Popular se quedaba aun más aislada, sin apoyos en Occidente ni tampoco en el bloque soviético. Albania, el pequeño país europeo que había abandonado el modelo soviético, se convertía en su único aliado.
Al enfrentamiento ideológico entre los dos regímenes comunistas habría que añadir durante toda la década de los años 1960 las disputas territoriales, que llegarían a desembocar en un incidente armado en la frontera de Manchuria en 1969, cuando tropas chinas lanzaron un ataque contra las tropas rusas estacionadas en el islote de Zhenbao (Damanski en ruso), en el río Ussuri, el momento más crítico de las relaciones entre los dos países.
El final del Gran Salto Adelante sería uno de los momentos más difíciles de la joven República Popular.
A la hambruna y al creciente aislamiento internacional se les sumaron otros conflictos en los que se vio involucrada, como la guerra fronteriza con India en 1959, en la que los soviéticos apoyaron a India, y la insurrección armada en el Tíbet, que hizo intervenir al Ejército Popular de Liberación en una acción que provocaría numerosos muertos y la huida a India del Dalai Lama, líder espiritual tibetano.
Frente a todos estos problemas, los hombres que llevaban las riendas de la política del Estado, en especial Liu Shaoqi y Deng Xiaoping, intentaban reactivar el crecimiento económico. Mao Zedong, sin embargo, no parecía contento con el papel marginal al que había sido relegado y, apoyado en su fiel seguidor Lin Biao, lanzó una nueva campaña de movilización ideológica con el fin de recuperar el poder: La Gran Revolución Cultural Proletaria.
La Revolución Cultural
Tras el fracaso del Gran Salto Adelante, eran Liu Shaoqi y Deng Xiaoping quienes se ocupaban del día a día de las tareas de Gobierno, mientras que Mao, apartado del poder político, había asumido un papel de mero referente ideológico. Sin embargo, Mao no parecía haber aceptado de buen grado su paso a una posición simbólica, y ambicionaba retomar el poder político.
Este deseo de recuperar un papel central en el gobierno del país llegaría a hacerse realidad gracias sobre todo al apoyo de dos grupos de dirigentes con ambiciones propias. Por un lado se encontraba el Ejército Popular de Liberación, que tras la destitución de Peng Dehuai había pasado a estar dirigido por el militar Lin Biao, leal seguidor de Mao. Por otro lado, la propia esposa de Mao Jiang Qing, que había sido actriz de renombre en su juventud, ejercía una gran influencia sobre la vida cultural de la República Popular, y contaba con aliados en los círculos artísticos y periodísticos.
Las actividades de Lin Biao y de Jiang Qing serían decisivas para lograr el retorno al poder absoluto de Mao en el marco de una intensa campaña de masas que recibió el nombre de Gran Revolución Cultural Proletaria. La gestación de esta campaña tiene su origen en el culto a la personalidad en torno a la figura de Mao Zedong, promovido de manera fundamental por Lin Biao.
El propio Lin se encargaría de recopilar los discursos más importantes de Mao en un libro, las Citas del Presidente Mao, que se convertiría en obra de referencia y de lectura obligada para la población en general y, muy en especial, para el Ejército.
Además, en el año 1966 los colaboradores de Jiang Qing en Shanghai comenzaban una serie de críticas a miembros del Partido leales a Liu Shaoqi y Deng Xiaoping. Estas críticas acabarían socavando la base de apoyos de éstos hasta forzar su salida del poder.
La victoria de los maoístas en esta lucha por el poder estuvo acompañada por una intensa actividad de reafirmación ideológica en la que se acusó a numerosos dirigentes del Partido de actividades contrarrevolucionarias y de tendencias procapitalistas o prosoviéticas.
Las purgas en el poder llevaron a la marginación de unos tres millones de miembros del Partido Comunista, destruyendo el entramado organizativo del Partido y del Estado.
Junto a los dirigentes afines a la línea de Liu Shaoqi, los intelectuales fueron también víctimas de las purgas de la Revolución Cultural, que condenaron al ostracismo a la mayor parte de los escritores y artistas.
Estas purgas serían llevadas a cabo por comités revolucionarios repartidos por todo el país que sustituyeron a las estructuras de poder convencionales del Partido, junto a los guardias rojos, grupos organizados de jóvenes al servicio de la Revolución que se encargaban de velar por la ortodoxia ideológica. Precisamente los guardias rojos serían responsables de los peores excesos de la Revolución Cultural, en forma de actos violentos y de campañas de destrucción de numerosas obras de arte antiguas consideradas vestigios de la sociedad feudal anterior a la liberación socialista.
La situación de caos generada por los guardias rojos fue mucho más allá de lo que los dirigentes del Partido, con Mao a la cabeza, habían llegado a prever y, en enero de 1967, éste tuvo que ordenar al Ejército que detuviera los desmanes de los guardias rojos. La intervención del Ejército permitió a Lin Biao hacerse con el control del Partido y convertirse en el sucesor de Mao.
Sin embargo, la aparente victoria de Lin Biao sería muy breve. A pesar de que el IX Congreso del Partido confirmó el liderazgo absoluto de Mao y la condición de sucesor de Lin, la adulación extrema de este último provocó el recelo de Mao, que veía en la actitud de Lin un simple interés por hacerse con el poder. Aunque públicamente ambos eran reconocidos como los triunfadores de la Revolución Cultural, en el ámbito privado Mao había retirado ya su confianza a Lin Biao, y éste llegaría a promover dos golpes de Estado.
Tras ser descubierto el segundo intento golpista, Lin Biao intentó huir a Moscú en un avión que acabaría estrellándose cuando sobrevolaba Mongolia, según la versión oficial, sobre cuya veracidad aún existen dudas.
Si bien el IX Congreso había declarado el final de la Revolución Cultural, Mao afirmaba que la revolución debía ser algo permanente, necesario para mantener la pureza ideológica a salvo de desviaciones capitalistas o revisionistas. De hecho, la radicalización de la vida política china y las luchas por el poder continuarían hasta después de la muerte de Mao.
Así, la desaparición de Lin Biao alimentó las ambiciones de poder de la facción encabezada por Jiang Qing, años más tarde conocida como la Banda de los Cuatro, que ocupaba destacadas posiciones en el Gobierno y en el Buró Político.
Mientras tanto, la figura más importante del aparato del Estado era el primer ministro Zhou Enlai, que en los últimos años de su vida dirigiría el acercamiento de la República Popular China a los países occidentales y, muy en especial, a los Estados Unidos. De esta manera, a principios de los años 1970, al tiempo que se sucedían los conflictos internos en la lucha por suceder a Mao, China ponía fin a su política de aislamiento e iniciaba una etapa de relaciones diplomáticas y económicas con el Occidente capitalista.
La apertura al exterior
Mientras que la primera década de la República Popular había estado marcada por la estrecha colaboración con la Unión Soviética, la segunda década se caracterizó por el aislamiento internacional del régimen comunista chino, enfrentado tanto al bloque soviético como a los países occidentales, los cuales, en la mayoría de los casos, continuaban reconociendo al régimen de Taiwán como gobierno legítimo de China.
Sin embargo, a lo largo de los años 1970, se produjo un acercamiento entre la República Popular China y el conjunto de los países occidentales y Japón.
Las razones de este acercamiento fueron principalmente dos. Por un lado, la República Popular China había llevado a cabo pruebas nucleares con éxito en 1964, y el nuevo status de China como potencia nuclear hacía imposible la vieja aspiración del Gobierno nacionalista de Chiang Kai-shek en Taiwán de reconquistar el continente chino.
Esto llevó a los países occidentales que aún no reconocían a las autoridades de Pekín a iniciar contactos para entablar relaciones diplomáticas con el régimen comunista. Por otro lado, la intensidad del enfrentamiento entre China y la Unión Soviética, que llegó a amenazar con derivar en una guerra abierta entre ambos, hizo que los países occidentales dejaran de ver a China y a la Unión Soviética como un único bloque monolítico.
En el contexto de la Guerra Fría, China había dejado de ser un enemigo para Occidente, y ambos compartían la visión de la Unión Soviética como adversario ideológico.
Además, la República Popular China necesitaba abandonar su aislacionismo y, enfrentada al bloque soviético, la mejora de relaciones con Occidente e incluso con Japón se convirtió en una prioridad.
El primer ministro Zhou Enlai sería el responsable hasta su muerte en 1976 de esta nueva política exterior aperturista. Esto ocurría al mismo tiempo que se sucedían las luchas por el poder en el seno del Partido y del Estado.
Particularmente compleja fue la negociación entre la República Popular y Estados Unidos para el establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos. Ya en los años 1960, Estados Unidos había asumido que, tarde o temprano, acabaría reconociendo al Gobierno de Pekín en detrimento de las autoridades de Taiwán.
En 1971, Estados Unidos levantó su veto a la admisión de la República Popular como miembro de la Organización de las Naciones Unidas, lo cual permitió la entrada de la República Popular a la organización, donde ocupó el asiento correspondiente a China el 25 de octubre de ese año, gracias a la resolución 2758, que transfería el reconocimiento como Gobierno legítimo de toda China a la República Popular. Hasta ese día, el asiento de China, así como la condición de miembro permanente del Consejo de Seguridad, había correspondido a la República de China, el régimen refugiado en Taiwán, que se vio entonces obligado a abandonar la organización.
Ese mismo año de 1971, el asesor de seguridad nacional de los Estados Unidos Henry Kissinger viajaba en secreto a Pekín, donde se reunía con Mao Zedong y Zhou Enlai para discutir el reconocimiento diplomático estadounidense y la futura visita a Pekín del presidente Richard Nixon, acontecimiento histórico que se produciría dos años después, en 1973. Los problemas de política interior estadounidense, como el Watergate, y la dificultad de encontrar una solución que permitiera a Estados Unidos mantener sus relaciones privilegiadas con Taiwán, retrasaría el establecimiento de relaciones diplomáticas entre los dos países hasta el 1 de enero de 1979, bajo la presidencia de Jimmy Carter.
La etapa de transición tras la muerte de Mao
La muerte de Mao Zedong el 9 de septiembre de 1976 marcaba el final de una época y abría una incierta lucha por el poder. Otros dos de los principales dirigentes del Partido Comunista, Zhou Enlai y Zhu De, morían también en 1976. El traspaso de poder a una nueva generación de líderes vendría acompañado de intensos conflictos políticos y sociales a lo largo de todo el año. La muerte de Zhou Enlai, acaecida en enero, había provocado actos de duelo que culminarían en la protesta popular del 5 de abril, conocida como el Incidente de Tian'anmen de 1976.
Con motivo de la festividad tradicional de Qingming, fiesta de los difuntos, miles de personas se habían estado congregando diariamente en la Plaza de Tian'anmen para rendir homenaje al fallecido primer ministro, dedicándole poemas y depositando coronas de flores junto al Monumento a los Mártires de la Revolución, en el centro de la emblemática plaza pekinesa. El creciente número de ciudadanos que participaba en estos actos de duelo, que muchos veían como una muestra de apoyo a Deng Xiaoping, llevaría finalmente a la policía a acordonar la plaza y retirar las coronas.
La intervención policial provocaría una protesta masiva el 5 de abril de 1976, cuando unas cien mil personas se manifestaron en la plaza, coreando slogans en recuerdo de Zhou y en apoyo de Deng Xiaoping, que sería de nuevo apartado del poder a raíz del incidente.
Estas protestas habrían sido una muestra del apoyo popular real que tenía la facción de Deng Xiaoping, a quien Zhou Enlai había rehabilitado y parecía favorecer como sucesor.
Sin embargo, Mao Zedong dependía del apoyo de los que años después serían conocidos despectivamente como la Banda de los Cuatro, la facción liderada por su mujer Jiang Qing y enfrentada a Deng Xiaoping, a quien ya habían conseguido apartar del poder durante la Revolución Cultural.
La Banda de los Cuatro, sin embargo, despertaba muchísimos recelos entre los altos mandos del Ejército, y estas rivalidades llevarían a Mao a designar a un miembro del Partido poco conocido, Hua Guofeng, como su sucesor. Precisamente tras el incidente del 5 de abril, Hua fue nombrado primer ministro y vicepresidente del Partido, y el 8 de abril, los líderes del Partido organizaban en la Plaza de Tian'anmen una manifestación de apoyo a Mao y a Hua, como respuesta a la protesta anterior de los partidarios de Zhou Enlai y Deng Xiaoping.
Mao estaba ya muy enfermo cuando nombró sucesor a Hua Guofeng, a quien dejó un mensaje por escrito, en el que le instaba a desempeñar el trabajo con calma y según los principios establecidos en los años precedentes. El mensaje manuscrito de Mao añadía una tercera frase: "Contigo al mando, me quedo tranquilo". Esta frase sería la clave de la legitimidad del ascenso al poder de Hua Guofeng. Ante la impotencia de la Banda de los Cuatro, Hua se veía avalado como sucesor de Mao Zedong.
Tras la muerte de Mao el 9 de septiembre, la ausencia de mecanismos formales para la sucesión abría una lucha por el poder entre Hua Guofeng y la Banda de los Cuatro. Hua sabía que Jiang Qing y el resto de los Cuatro querían relegarlo y hacerse con el poder. Para ello, contaban con el control de los medios de comunicación. Sin embargo, Hua sabía que el Ejército y amplios sectores del Partido y la sociedad desconfiaban de Jiang y de sus tres colaboradores, y lanzó el ataque para consolidar su poder. En la medianoche del 6 de octubre de 1976, los Cuatro fueron convocados a una reunión en la sede del Buró Político del Partido. La reunión era en realidad una trampa para detenerlos. Wang Hongwen se resistió y en el forcejeo mató a dos guardias de seguridad, pero finalmente fue reducido. Después de Wang, llegaron Zhang Chunqiao y Yao Wenyuan, que fueron detenidos de inmediato. Jiang Qing, por su parte, fue arrestada en su propio dormitorio. De esta manera, el 6 de octubre de 1976, con los Cuatro encarcelados, Hua Guofeng consolidaba su poder.
Sin embargo, la situación de Hua era bastante precaria. Su legitimidad se basaba en su condición de sucesor de Mao, pero éste había recuperado el poder durante la Revolución Cultural gracias al apoyo de, por una parte, Lin Biao y, por otra, la facción de Jiang Qing. Con Lin Biao muerto y Jiang Qing en prisión, los enemigos de Liu Shaoqi y Deng Xiaoping estaban ya fuera de la lucha por el poder. Liu Shaoqi había fallecido ya, pero Deng Xiaoping preparaba su retorno al poder.
El escaso carisma de Hua Guofeng y la manera circunstancial en que había alcanzado el poder hicieron imposible que éste pudiera mantener su posición frente al acoso de los partidarios de Deng Xiaoping, mayoritarios en el partido y que incluían a muchos líderes regionales, como Zhao Ziyang, líder del partido en Sichuan.
Los éxitos derivados de las reformas económicas en las provincias dirigidas por los partidarios de Deng Xiaoping dieron a éstos el prestigio necesario para inclinar la balanza a su favor. Hua se veía obligado a aceptar la rehabilitación de Deng Xiaoping en la cúpula de poder del Partido y del Ejército. Durante la celebración de la III Sesión Plenaria del XI Comité Central del Partido Comunista en 1978, Deng Xiaoping reforzaba su base de poder y, dos años más tarde, durante la V Sesión Plenaria, se erigía ya como nuevo líder máximo del país.
China bajo Deng Xiaoping
La paulatina subida al poder de Deng Xiaoping se completaría durante la VI Sesión Plenaria del XI Comité Central del Partido, celebrada entre el 27 y el 29 de junio de 1981. En esa reunión, Hua Guofeng, que había dimitido como primer ministro un año antes, renunciaba a los dos cargos que aún ocupaba, el de presidente del Partido, que pasaba a Hu Yaobang, y el de presidente de la Comisión Militar Central, único cargo de poder que asumía formalmente el propio Deng Xiaoping. Durante ese Congreso, se publicó además un documento titulado "Resolución sobre diversas cuestiones en la historia de nuestro Partido desde la fundación de la República Popular", en el que se emitía una valoración oficial sobre la Revolución Cultural y sobre la figura de Mao. En ese documento se culpaba a Lin Biao y a la Banda de los Cuatro de la Revolución Cultural, de la que se decía que "[…] llevó al caos nacional y resultó una catástrofe para el Partido, el Estado y el conjunto del pueblo". El documento atribuía "errores graves" a Mao, pero consideraba que sus méritos como líder revolucionario habían estado muy por encima de sus errores.
Así, en 1981 la República Popular China dejaba atrás una época de luchas y divisiones internas y lograba la estabilidad política bajo los nuevos líderes del país. Deng Xiaoping, Hu Yaobang y el primer ministro Zhao Ziyang debían enfrentarse al reto ineludible de la reforma económica. El Plan Decanal que había anunciado Hua Guofeng en 1978 se había revelado inviable, al apostar por un crecimiento desmesurado de la industria pesada sin acometer el progreso tecnológico o la entrada de capital externo necesario para un desarrollo de ese nivel. Los desequilibrios en el modelo de desarrollo se dejaban ver en la creciente inflación, que en 1980, según estimaciones no oficiales, pasaba del 15%. La interrupción brusca del Plan Decanal, que debía prolongarse hasta 1986, llevó a la cancelación de enormes proyectos de infraestructuras que afectaron sobre todo a las empresas japonesas y, en menor medida, alemanas y estadounidenses que habían logrado los contratos para esos proyectos, entre los que se encontraban refinerías de acero y plantas petroquímicas que no llegarían a finalizarse. El fracaso de tales proyectos, que habían provocado una espiral de crecimiento del déficit del Estado y de la inflación, llevó a una revaluación de la estrategia de modernización.
Abandonando las ideas económicas de inspiración soviética, los nuevos líderes del país llevaron a cabo las reformas de los sectores agrícola e industrial. En el primero de éstos, se implantó el llamado "sistema de responsabilidad", por el que los campesinos debían comprometerse con sus cooperativas a alcanzar una cuota de producción. La producción en exceso de la cuota quedaba a disposición de los campesinos, que podían venderla en el mercado libre. Este nuevo sistema llevó a un crecimiento notable de la producción agrícola en la década de los años 1980, y aumentó los niveles de renta de la población rural. En el ámbito de la política industrial, el Estado paralizó los grandes proyectos de la industria pesada y alentó el desarrollo de la pequeña industria. Con la introducción del "sistema de responsabilidad industrial", las empresas estatales adquirían la posibilidad de administrar sus propias ganancias. Como en el sistema análogo en el ámbito agrícola, las empresas se comprometían a aportar al Estado una cuota, quedándose con el resto de los beneficios que hubiera, que podían reinvertir en el propio desarrollo de la empresa. Este sistema de cuotas se transformaría el 1 de junio de 1983 en un sistema de "impuesto sobre la renta", que rompía con la tradición del comunismo chino, y consolidaba las reformas económicas. El nuevo modelo de desarrollo, en el que tenía prioridad la industria ligera, seguía en gran medida las pautas que años antes habían marcado el crecimiento económico de Taiwán, Hong Kong y Corea del Sur.
A pesar del éxito de estas reformas, el ritmo de crecimiento de la economía china se veía amenazado por el fuerte aumento de la población. Mientras que en la época maoísta se había promovido la natalidad, en esta época el rápido crecimiento de la población china comenzó a verse como un problema, que ponía en riesgo los logros del aumento de la producción agrícola. En 1982, se llevó a cabo un censo para contar a la población. El censo anterior, de 1964, había arrojado una cifra de 694,6 millones de habitantes, y el censo de 1981 confirmaba los temores de muchos especialistas; China rebasaba ya los mil millones de habitantes. La cifra oficial de 1.008.175.288 habitantes en la China continental (1.031.882.511 en la estimación que incluía a Hong Kong, Macao y Taiwán) instó al Gobierno chino a introducir la política del hijo único, que prohibía a las parejas, bajo pena de sanciones económicas y administrativas, tener más de un hijo, con ciertas excepciones para el medio rural (donde se permitía un segundo hijo si el primero era una niña) y para las minorías étnicas (a las que no se aplicaba la ley).
La nueva estabilidad política permitió a China afrontar con confianza la recuperación de su integridad territorial. Conscientes de que el periodo de arrendamiento de los Nuevos Territorios de la colonia británica de Hong Kong vencía en 1997, China dejaba claro al Reino Unido su intención de asumir el control sobre toda la colonia, incluidas la isla de Hong Kong y Kowloon, teóricamente cedidas a perpetuidad a la corona británica. La primera ministra británica Margaret Thatcher visitó Pekín en 1982, y el 26 de septiembre de 1984, las dos partes alcanzaban un acuerdo. El Reino Unido aceptaba devolver a China la totalidad de la colonia, y el Gobierno de la República Popular se comprometía a respetar el sistema legal y económico del territorio durante al menos 50 años. Tras el acuerdo con los británicos, China exigió a Portugal la devolución de Macao bajo términos similares a los definidos para Hong Kong. El acuerdo final entre las autoridades portuguesas y el Gobierno chino establecía la fecha del 20 de diciembre de 1999 para la devolución definitiva de Macao.
Así, bajo la bandera de las cuatro modernizaciones preconizadas por Zhou Enlai, y asumidas por Deng Xiaoping como eje central de los objetivos de desarrollo, la República Popular China en la década de los años 80 conseguía unas altas cotas de crecimiento económico y estabilidad política, mientras frenaba el crecimiento vertiginoso de su población y avanzaba hacia la recuperación de su integridad territorial. Junto a estos éxitos, las reformas económicas habían ido acompañadas de una mayor libertad de expresión y una mayor apertura a la influencia exterior, como se veía en el auge del cine y la música popular de Hong Kong y Taiwán, y en los profundos cambios en el modo de vida en una sociedad cada vez más competitiva y desigual. En esta atmósfera de cambios, comenzaron a surgir voces críticas con el sistema, que reclamaban más libertades políticas y de expresión. Entre las voces más críticas con el sistema destacaron las del astrofísico Fang Lizhi, profesor en la Universidad de Hefei que defendía la introducción de pluralismo político y de libertad de expresión al estilo de los países occidentales, y las de los escritores Liu Binyan y Wang Ruowang, que llegaron a criticar abiertamente al Partido Comunista advirtiendo de lo que llamaron fracaso del modelo socialista. A estas quejas de los intelectuales se sumarían las protestas estudiantiles de diciembre de 1986, cuando en quince ciudades chinas se produjeron manifestaciones masivas de estudiantes que reclamaban reformas políticas.
Esta oleada de protestas se cobró una víctima política principal: el secretario general del Partido Hu Yaobang, uno de los hombres fuertes del régimen, era forzado a dimitir en enero de 1987, acusado de simpatizar con las protestas y de no haber hecho nada por evitarlas. Hu se veía obligado a hacer una declaración de autocrítica y era apartado del poder. La salida de Hu Yaobang dejaba el cargo de secretario general del Partido en manos de Zhao Ziyang, el otro hombre fuerte del régimen junto a Deng Xiaoping, que hasta entonces había sido primer ministro, puesto al que accedía Li Peng, hijo adoptivo de Zhou Enlai y considerado parte de la facción más conservadora del Partido. A pesar de estos cambios, y de un incremento de la censura informativa con el fin de acallar las protestas, el clima de descontento, en un momento de crisis de los regímenes socialistas de Europa del Este, seguía en aumento, y desembocaría en uno de los momentos más críticos de la historia del régimen comunista: las protestas de la Plaza de Tian'anmen de 1989.
Las protestas de 1989
La tensión creciente en la vida pública china alcanzaría su nivel máximo en 1989. Mientras se extendían las opiniones críticas con el sistema, la economía, aun manteniendo su crecimiento, daba muestras de recalentamiento con una tasa de inflación cada vez más alta y la entrada en crisis de numerosas empresas estatales. A estas circunstancias sociales y económicas debe añadirse el simbolismo del año 1989, año de la serpiente en el calendario chino, y en el que coincidían varias efemérides importantes, al cumplirse el 40º aniversario de la proclamación de la República Popular y el 70º aniversario del Movimiento del Cuatro de Mayo, así como el bicentenario de la Revolución Francesa. Aludiendo a estas efemérides, el más famoso disidente político del momento, el astrofísico Fang Lizhi, envió una carta a Deng Xiaoping firmada conjuntamente con otros 90 intelectuales en la que reclamaba la liberación de disidentes políticos, en particular de Wei Jingshen, en prisión desde hacía diez años por su defensa de la democracia como "quinta modernización".
Aunque Deng Xiaoping rechazó tales peticiones, la situación internacional en la que las políticas de glasnost y perestroika de la Unión Soviética estaban transformando los regímenes de Europa del Este, amenazaba con extenderse a China, donde cada vez eran más habituales las críticas públicas a los dirigentes. Todo parecía indicar que se podían reproducir las protestas estudiantiles de diciembre de 1986 y, en efecto, así fue.
El detonante de las nuevas protestas, que serían mucho más intensas y multitudinarias que las de 1986, fue la muerte de Hu Yaobang, el antiguo secretario general del Partido, desalojado del poder en 1987 precisamente por sus intentos de diálogo con los manifestantes. Hu fallecía en Pekín el 15 de abril y varios miles de personas se congregaron dos días después en la Plaza de Tian'anmen de la capital china en homenaje a su memoria. Las manifestaciones fueron aumentando en días sucesivos y durante el mes de mayo se extendieron a muchas otras ciudades chinas. La publicación a finales de abril de un duro editorial en el Diario del Pueblo, el órgano del Partido Comunista, en el que se calificaban las protestas de "actos delictivos", no hizo sino aumentar el apoyo a los actos de protesta. El hecho de que ese editorial en el Diario del Pueblo se publicara mientras el secretario general del Partido Zhao Ziyang se encontraba en visita oficial a Corea del Norte parece indicar que fue obra del sector conservador del Partido, en un momento en el que el propio Buró Político se encontraba sumido en una profunda división entre dos facciones. Por un lado, Zhao Ziyang estaba dispuesto a tener en cuenta las peticiones de los manifestantes, mientras que, por otro lado, el primer ministro Li Peng defendía la necesidad de atajar las protestas mediante la intervención de la policía o, incluso, como ocurriría finalmente, del Ejército. El anciano líder Deng Xiaoping parece haber vacilado en su apoyo, pero finalmente acabaría respaldando al sector representado por Li Peng.
Las protestas en la Plaza fueron seguidas con atención por los medios de comunicación de todo el mundo, en gran medida gracias al envío masivo de corresponsales a Pekín para cubrir la histórica visita del líder soviético Mijaíl Gorbachov en mayo de 1989. Esta visita suponía la reconciliación de las dos grandes potencias del bloque socialista. Sin embargo, la presencia de los manifestantes en la plaza obligó a cancelar los actos oficiales en la misma, y Gorbachov apenas pudo salir de su hotel durante su visita oficial de tres días de duración.
La humillación que supuso para el régimen chino no poder celebrar los actos programados durante la visita de Gorbachov, mientras las televisiones de todo el mundo retransmitían lo que ya muchos consideraban la caída del comunismo en China, despertó la ira de Deng Xiaoping y de los miembros más veteranos del Buró Político, como Chen Yun, Peng Zhen y Yang Shangkun. El 17 de mayo, en una reunión al más alto nivel, se decidió la destitución inmediata del secretario general Zhao Ziyang. El 19 de mayo, mientras las protestas se extendían por toda China, Deng viajó a Wuhan, donde presidió una reunión de la Comisión Militar Central. Algunas fuentes afirman que se habría llegado a elaborar un plan para trasladar la capital provisionalmente a Wuhan en caso de que el Gobierno llegara a perder el control sobre Pekín.
Tranquilizado por el apoyo del Ejército tras la reunión de Wuhan, Deng Xiaoping ordenó a Li Peng que declarara la ley marcial en Pekín el 20 de mayo. Durante los días siguientes, Deng Xiaoping, junto a Li Peng y al presidente Yang Shangkun, dirigió la operación militar para acabar con las protestas. Unos 300.000 soldados fueron desplazados a Pekín, y tomaron posiciones en las afueras de la ciudad.
Finalmente, en la noche del 3 de junio, el Ejército comenzaba la operación. Los tanques entraban en la ciudad y se dirigían hacia la Plaza. Los enfrentamientos se sucedieron durante las primeras horas de la madrugada del 4 de junio. A las 6 de la mañana, la operación se daba por finalizada y el Ejército procedía a retirar de las calles los cuerpos de las víctimas mortales. Los cadáveres fueron trasladados al cementerio de Babaoshan, donde fueron incinerados sin que se permitiera ningún registro ni contabilización de los fallecidos. No se sabe cuántas personas perdieron la vida en el incidente. Las estimaciones varían desde 400 hasta más de 3000, según las fuentes.
La represión violenta de las manifestaciones en Pekín puso fin a la oleada de protestas en el país y, durante los años siguientes, condenaría al ostracismo internacional al régimen chino, blanco de fuertes críticas de la opinión pública internacional. En cualquier caso, el régimen había evitado el destino de los regímenes de Europa del Este y, recuperada la estabilidad política, el sector ideológica y económicamente más conservador, representado por Li Peng y Chen Yun, defendió una marcha atrás en las reformas económicas de tipo capitalista. Sin embargo, Deng Xiaoping, aunque había acabado apoyando al sector conservador, seguía creyendo en la necesidad de mantener y, aun más, acelerar el ritmo de reformas económicas. Su desconfianza en los conservadores parece haber sido la razón por la que eligió como nuevo secretario general del Partido y como sucesor a un político poco conocido, Jiang Zemin, el alcalde de Shanghai que había logrado un fuerte desarrollo económico en esa ciudad durante la última década, y que había conseguido mantener el orden público en Shanghai mientras se sucedían las protestas en Pekín y otras ciudades chinas.
China después de 1989
En los años inmediatamente posteriores a 1989, la República Popular China hubo de enfrentarse a una situación de aislamiento internacional y de incertidumbre política. Mientras sufría las sanciones económicas ocasionadas por el rechazo internacional a la intervención armada en la Plaza de Tian'anmen, los líderes veían con inquietud la caída de los regímenes del bloque socialista en Europa. Al final de 1991, la propia Unión Soviética se desintegraba en una multitud de nuevos Estados que abandonaban la ideología del comunismo. Incluso la República Popular de Mongolia, territorio antaño reivindicado como chino, abandonaba el comunismo y se convertía en la República de Mongolia.
Ante los acontecimientos que se sucedían en el mundo, la prioridad para el Partido Comunista de China era el mantenimiento del orden y de la estabilidad política. Mientras que algunos, encabezados por Li Peng y Chen Yun, defendían una paralización de las reformas económicas y un retorno a un mayor control del Estado sobre los medios de producción, Deng Xiaoping apostaba por la continuación de las reformas económicas como manera de recuperar el crecimiento económico y sentar las bases de una sociedad china próspera bajo una autoridad fuerte y estable.
La confirmación de que las reformas económicas eran irreversibles se produjo en enero de 1992, durante la llamada "inspección del sur" de Deng Xiaoping. En una visita que inicialmente fue silenciada por los propios medios de comunicación chinos, al parecer por la sorpresa que provocó a muchos líderes del Partido, que discrepaban de las ideas económicas de Deng, el anciano líder visitaba las ciudades sureñas de Shenzhen y Guangzhou, en el delta del río de las Perlas. Ésta era la zona que más se había beneficiado de la apertura económica, y durante su visita, Deng pronunció discursos en los que afirmaba que el desarrollo económico, dentro del modelo del "socialismo con características chinas", era la máxima prioridad del Gobierno. Las palabras de Deng dejaban claro que el proceso de reformas y apertura económica debía continuar e intensificarse. Unos días después, reiteraba estas ideas en Shanghai. El modelo de las zonas económicas especiales, con regímenes fiscales diferentes al resto del país y en las que se favorecía la inversión extranjera, que se había aplicado en unas pocas ciudades del sur, como Shenzhen, se extendía a nuevas ciudades por toda la costa de China, y a la zona de Pudong en Shanghai. Deng reconocería como uno de sus mayores errores el no haber convertido a Shanghai en zona económica especial muchos años antes.
En octubre de ese año, se celebraba el XIV Congreso Nacional del Partido Comunista de China, en el que el secretario general Jiang Zemin se vio respaldado como sucesor de Deng y abogó por la profundización en las reformas económicas y por la construcción de una "economía socialista de mercado". El hecho de que China apostara claramente por las reformas económicas de estilo capitalista y por la apertura de sus mercados a la inversión de capital extranjero, mientras se empezaban a relajar las sanciones económicas, dio lugar a un incremento espectacular en las inversiones extranjeras y a un crecimiento económico sin precedentes, especialmente en las zonas costeras del sureste. En 1992, el producto interior bruto del país crecía un 12%, en 1993 un 14%, y en 1994 de nuevo un 12%. La gestión de la economía estaba desde 1992 bajo la responsabilidad de Zhu Rongji, político considerado parte de la facción de Shanghai, como Jiang Zemin, y que años más tarde sucedería a Li Peng como primer ministro. En 1993, Jiang asumía los cargos de presidente de la República Popular y de presidente de la Comisión Militar Central, con lo que consolidaba su ascenso al poder como sucesor de Deng, el cual, ya muy anciano y con dificultades para expresarse, dejaba así las riendas del país a la nueva generación de líderes reformistas en detrimento del sector conservador del Partido.
Víctima de la enfermedad de Parkinson y de su avanzada edad, Deng Xiaoping fallecía en Pekín el 19 de febrero de 1997, apenas unos meses antes de que se cumpliera uno de sus grandes sueños, la restauración de la soberanía china sobre Hong Kong. El 1 de julio de 1997, según lo acordado muchos años antes por Deng Xiaoping con Margaret Thatcher, la bandera británica se arriaba definitivamente en Hong Kong, que se convertía en región administrativa especial de la República Popular China. Dos años después, el 20 de diciembre de 1999, Macao, tras más de cuatro siglos de presencia portuguesa, pasaba a ser la segunda región administrativa especial.
Tanto en Hong Kong como en Macao se aplicaría el modelo de administración conocido como "un país, dos sistemas", lema acuñado por el propio Deng Xiaoping con el que se designaba la convivencia de dos sistemas económicos diferentes, el socialismo con características chinas de la China continental y el capitalismo legado por los europeos en Hong Kong y Macao. El objetivo declarado de este sistema era ofrecerlo también a Taiwán como una opción atractiva para los ciudadanos de la isla para la reunificación nacional. A pesar de los contactos durante la década de 1990, Taiwán, la llamada "provincia rebelde", se mantenía bajo la soberanía de la República de China, en una separación política que duraba ya cincuenta años, y que ha continuado hasta el día de hoy
Tras la muerte de Deng Xiaoping y la recuperación de la soberanía sobre Hong Kong, la economía china continuaba su crecimiento vertiginoso. Las dudas de que este crecimiento, amenazado por problemas como la creciente tasa de inflación y la falta de competitividad de muchas empresas públicas, pudiera mantenerse, se vieron agravadas por la crisis financiera asiática de 1997. Aunque la crisis comenzó en el sureste asiático, sus efectos pronto afectaron a Corea del Sur, a Taiwán y a Hong Kong y se extendieron los rumores sobre la inevitable depreciación de la moneda china, el renminbi. Sin embargo, en contra de los pronósticos de la prensa económica extranjera, la solidez del crecimiento económico chino, apoyado en las políticas diseñadas por Zhu Rongji, permitió a China evitar la depreciación de su moneda y salir muy fortalecida de la crisis financiera que asoló al resto de Asia Oriental.
En el plano ideológico, Jiang Zemin enunció su teoría de la Triple Representatividad, según la cual el Partido debía representar a las "fuerzas productivas avanzadas", a la "cultura avanzada de China" y a "los intereses de la mayoría del pueblo". La importancia de esta teoría, que ha sido promovida como parte del acervo ideológico del Partido, junto a los pensamientos de Mao Zedong y de Deng Xiaoping, radica en que, por vez primera, el Partido Comunista abandona la idea de la lucha de clases, según la cual representaría a la clase de los campesinos y los trabajadores, y pasa a representar simplemente los intereses económicos y de progreso del país. Ésta es la interpretación más habitual y la justificación de que el Partido Comunista, a partir de la época de Jiang Zemin, haya aceptado entre sus miembros a representantes de la clase empresarial, como muchos hombres de negocios de Hong Kong que en la actualidad ocupan cargos en el Partido. De esta manera, en los últimos años del siglo XX el sistema político chino completaba una transición iniciada en la época de Deng Xiaoping pasando de un modelo de inspiración soviética a un modelo de autoritarismo político combinado con capitalismo económico similar al que se aplicó en países asiáticos como Singapur o Malasia.
A principio del siglo XXI, se confirmó el relevo generacional en la cúpula de poder de la República Popular China. Entre los años 2002 y 2004, Jiang Zemin fue reemplazado en todos sus cargos por su sucesor Hu Jintao, el actual presidente de la República Popular China, que ha consolidado así su posición como máximo líder chino. Hu, al igual que el actual primer ministro Wen Jiabao, pertenece a la cuarta generación de líderes comunistas chinos. Bajo su liderazgo, la economía china ha continuado su expansión. El producto interior bruto, excluyendo a Hong Kong y Macao, ha rebasado en los últimos años a potencias económicas como Italia, Francia y el Reino Unido, lo cual ha convertido a la República Popular China en la cuarta mayor economía del mundo tras Estados Unidos, Japón y Alemania. Durante el mes de marzo de 2006, se anunció que las reservas de divisas extranjeras de la República Popular, incluso descontando a Hong Kong y Macao, se habían convertido ya en las más grandes del mundo por delante de las de Japón.
Así, tras casi sesenta años de República Popular, y a pesar de las muchas convulsiones sociales y políticas que han sacudido la sociedad china, el país que en 1949 se encontraba devastado por la guerra y la miseria ha pasado a ser, a comienzos del nuevo siglo, una de las grandes potencias emergentes en el mundo. Son muchos los retos a los que se enfrenta China en el futuro, tales como la evolución de su sistema político, la creciente disparidad de riqueza entre las regiones y entre el medio urbano y el rural, la presión demográfica, así como la tensión política y militar por el status no resuelto de Taiwán. A pesar de ello, la prosperidad material y los enormes avances en campos como la tecnología, la educación y la sanidad sitúan a China ante uno de los momentos más brillantes y esperanzadores de su larga historia.
Bibliografía consultada para el Capítulo II
Página web de Wikipedia
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De todo un poco, como en botica
Territorio
La civilización china es una de las más antiguas del mundo, con aproximadamente 5.000 años de existencia. Su origen se interna en lo más profundo de los tiempos y fue el precursor de significativos descubrimientos científicos y técnicos dentro de sus fronteras.
La superficie de su territorio es el tercero más importante del mundo y el porcentaje de ocupación sobre el continente asiático es casi de un 25% sobre el total, teniendo límites políticos con catorce países.
Obviamente, debido a su extensión ofrece diversidad de geografías, que oscilan entre las cumbres eternamente nevadas de la cadena del Himalaya "el techo del mundo" , llanuras con gran caudal habitacional en el norte, una costa subtropical en el sudeste y grandes extensiones desérticas como el desierto de Gobi, que linda en el límite suroccidental con Mongolia.
Por ello, climas antagónicos son usuales en su territorio. El monzón de verano trae calor, humedad y lluvias torrenciales que incluyen huracanes y tifones, que muchas veces concluyen en inundaciones en el sudeste; y por otro lado, los vientos provenientes de Siberia barren el norte y oeste del país con temperaturas heladas y nevadas dando lugar a una flora de estepa, que luego se transforma en un desierto solo abatidos por el viento y la soledad.
La llanura de Manchuria, a continuación del límite del desierto de Gobi, tiene ricos suelos agrícolas y a su sudoeste rodeando el golfo del río Bo Hai se halla una importante ensenada, bañada por el mar Amarillo. Beijing (Pekín), capital de la República Popular China se afinca sobre esta llanura densamente poblada.
Nos encontramos con datos que reflejan las realidades mencionadas. El régimen de precipitaciones anuales en Hami es de 33 mm anuales y en Guangchou de 1.681 mm anuales.
Contamos con el monte Everest con 8.848 metros de altura y la depresión de Turfan con 154 metros por debajo del nivel del mar. O sea que es un país repleto de contrastes geográficos, debido a su extensión.
Población
El índice de densidad de población media es irrisorio porque hay vastas extensiones del interior del país, relacionadas con los desiertos o con las montañas del Tibet están prácticamente despobladas, con índices de población paupérrimos.
La densidad media la encontramos en los valles de los ríos principales Amur, Amarillo, Azul y Si kiang, con cultivo intensivo del arroz.
La macrocefalia de las ciudades es parcial debido a la extensión territorial y a la existencia de varias ciudades con poblaciones que superan los cinco millones de habitantes.
Shangai, Beijing, Macao, Cantón, Hong Kong, Nankin, Tianjin son núcleos urbanos costeros con alta densidad, solo igualada por la región de Sichuan en las estribaciones orientales del Tibet, con la influencia del río Yan tse kiang, que permite una producción agrícola ponderable.
El 92% de la población china es de la etnia han ; el resto está disperso entre 55 grupos
étnicos diferentes y la lengua oficial es el chino mandarín, aunque se conservan infinidad de dialectos.
El hábitat rural no se aviene a un modelo único, sino que conviven agricultura de subsistencia, intensiva de tipo asiática, orientada al cultivo del arroz en tierras anegadizas con zonas donde la introducción de maquinaria agrícola está en pleno apogeo.
Superadas las limitaciones de la Revolución Cultural, donde las tierras eran estrictamente comunales, aquellos labriegos que cultivan parcelas "propias" pueden vender libremente su producido en los mercados dando lugar al inicio de la capitalización por una incipiente burguesía, que generalmente terminan emigrando a las ciudades en búsqueda de mejores oportunidades laborales, generalmente en el comercio, y que conforman la nueva clase media china.
La migración interna es muy elevada con riesgos de superpoblación urbana, por lo que la creación de ciudades nuevas canalizan y ordenan la migración coartando el acceso a las grandes urbes al borde del colapso habitacional.
La población migra a las urbes en busca de trabajo y se destacan de los vecinos radicados en su tez tostada, fruto de largas jornadas al aire libre bajo los rayos del sol. Baja extracción social y carencia de sofisticación es el estereotipo.
Blancura en Asia equivale a juventud y pureza y hace atractivas a las féminas para los donjuanes orientales.
Por eso los habitantes de las ciudades quieren tener la piel clara, diferenciándose de los campesinos, a quienes de algún modo soslayan, o al extremo, desprecian.
Al contrario de lo que sucede en Occidente, donde una piel bronceada es sinónimo de salud y sensualidad; cuando no símbolo externo de una clase que puede darse a la ociosidad, en Asia acuden a todos los arbitrios inimaginables para no broncearse y tener la piel clara. Este concepto de clase está siendo tomado por la cultura asiática entre los nuevos ricos, adoptando el criterio de que la piel bronceada es signo de status y no motivo de vergüenza.
De acuerdo con la firma de investigación de mercado AC Nielsen, el 30% de las mujeres chinas usa productos para aclarar la piel. Ese porcentaje es del 20% en Taiwan y del 18% en Japón y Hong Kong.
En Filipinas y Thailandia donde la piel de sus habitantes es más oscuro, los porcentajes anteriores son ampliamente superados.
La consultora Synovate dice que el 50% de las filipinas y el 33% de las coreanas utiliza lociones blanqueadoras de la piel.
La venta de cremas blanqueadoras tuvo un incremento del 30% entre 2005 y 2006 en el mercado global, y ese crecimiento se explica parcialmente por las ventas en el Lejano Oriente, nuevo consumidor de cosméticos de belleza.
Los planes de desarrollo de las ciudades extraen capitales y habitantes al campo, sosteniendo un éxodo rural, que a la postre ahondará en la densidad poblacional.
Mientras que en 1950 la población urbana era del 13% ahora es del 40% y se espera que alcance el 60% en 2030.
El crecimiento demográfico vegetativo es elevado, fundamentalmente debido a que parte de una población de 1.300 millones de habitantes. Asimismo el aumento de la calidad de vida, en especial por la alimentación y condiciones sanitarias ha impactado sobre los índices de mortalidad infantil que involucionan progresivamente, en conjunto con la elevación de la esperanza de vida, que supera los 70 años.
Política demográfica
Los marxistas sostienen la hipótesis de que el crecimiento económico y el aumento de la productividad permiten un crecimiento demográfico continuo, que apalanca a nuevo crecimiento en un círculo virtuoso.
Sin embargo la política demográfica de China es antinatalista, coincidiendo con Malthus, que allá en 1798 expuso su teoría de que los recursos crecían aritméticamente, sujetos a la ley de los rendimientos marginales decrecientes, mientras que la población crecía geométricamente, marchando inevitablemente hacia el colapso.
Por lo tanto abogaba por el control de la natalidad. Sus predicciones no han sido validadas por la realidad, dado que la ciencia y la tecnología han contribuido para consolidar un espectacular crecimiento de la productividad, en todos los órdenes.
Paradojalmente, el incremento económico y las mejores condiciones de vida estimulan a una reducción voluntaria de la natalidad.
Los medios estatales chinos auguran un módico baby boom, advirtiendo conjuntamente la "bomba de tiempo social" que cada vez más hombres tengan problemas para conseguir esposa dada la disparidad de géneros en la población.
Durante la década del 70, el gobierno impuso una legislación restrictiva de la natalidad permitiendo tener un solo hijo, que se flexibilizó en 1984, permitiendo a la población rural tener un segundo hijo si el primero era una niña.
Algunos agentes de derechos humanos claman que esa política incrementó el infanticidio y el aborto selectivo.
Según cifras oficiales nacen 119 varones por cada 100 mujeres.
Las familias piensan que a las hijas hay que mantenerlas y educarlas hasta la edad de casarse y cuando lo hacen, ingratas ellas, se vuelcan hacia la familia de los maridos. Lo cual sería una inversión con rentabilidad negativa.
Pero la atávica capacidad de supervivencia de las niñas es sorprendente.
Médicos de distintos países operarán en breve a una vecina de Kunming para extraerle veintitrés agujas alojadas en su cuerpo desde hace años.
Se presume que el motivo de las veintitrés agujas de 2,5 centímetros alojadas a lo largo de todo su cuerpo se deben al enojo de los abuelos que no querían niñas en casa y pretendieron eliminarla, sin contar con la fortaleza y tesón propios del género femenino.
La flexibilización de las normas en el ámbito rural fue el remedio encontrado para evitar, justamente el envejecimiento de la población y la disparidad de géneros, dada la preferencia cultural por tener hijos varones.
En el amplio segmento entre los 15-29 años para el año 1995 eran solteros el 51,54%, mientras que para 2005 es del 65,89% para igual segmento.
China no ha podido evitar la emulación de nuestro doméstico "Gente que busca Gente" obligando a emitir por parte del Gobierno chino la normativa para regular las agencias matrimoniales y de citas on line en Internet.
Seis mil páginas web dan información a 130 millones de internautas, más 20.000 agencias y clubes matrimoniales prestan idéntico servicio a quienes quieren internarse en las delicias conyugales antes de los veintiséis años de edad, que reditúa a las celestinas ingresos por 80 millones de dólares.
Nunca nos va a dejar de sorprender que cuando la mitad de los seres humanos quieren entrar, la otra mitad está dispuesta a salir.
Las medidas permisivas para tener más de un hijo en las zonas rurales ha sido, a pesar de las prohibiciones, burlada por los pobladores ricos de las ciudades, que no se amedrentan por las advertencias del Gobierno de Beijing, que ya ha amenazado con imponer calificaciones negativas en sus antecedentes crediticios a los díscolos.
La instauración análoga de una central de "control de cantidad de hijos" será instaurada en el Banco Popular de China, para poner en evidencia a los rebeldes, que violen las normas de planificación familiar oficiales.
Se ven compelidos a utilizar este recurso debido a que el crecimiento de los salarios del grupo familiar habilitó a las parejas para hacer frente a las multas oficiales.
China tiene una población estimada en 1.300 millones de habitantes, representativa del 20% del total de la población mundial, y cada año 10 millones de nuevos vástagos ven la luz en el imperio naciente.
Con el objetivo de evitar un colapso demográfico, social , económico y medio-ambiental se ha planificado que la población se mantenga debajo de lo 1.360 millones para el 2010 y debajo de los 1.450 millones para el 2020.
La disparidad poblacional entre los géneros, ante tanta oferta femenina disponible ha recuperado costumbres ancestrales y acuden a las segundas – o más- esposas, antes conocidas como concubinas; ahora llanamente denominadas amantes.
El People´s Daily anunció que Pang Jiayu, vicejefe del cuerpo asesor político de la ciudad de Baoji en la provincia de Shaanxi fue alejado de su cargo y expulsado del Partido Comunista, por tener once amantes, que lo denunciaron dando origen al episodio.
No es el primer caso, sino que es por lo menos el cuarto de hechos similares, siempre denunciados por las segundas esposas despechadas.
Una encuesta reciente acusa que el 90% de los funcionarios acusados de corrupción grave en los últimos cinco años tenían varias amantes.
La noticia, en rigor de verdad desnaturaliza nuestra presunción de que tales aconteceres se debían a una excesiva oferta, pero parece ser que el viril funcionario convencía a las esposas más atractivas de sus empleados para que se convirtieran en sus amantes a cambio de ascensos muy bien remunerados de sus esposos.
Parece ser que los esposos no hicieron buen uso de sus flamantes cargos incurriendo en hechos de sobornos, por lo que fueron condenados a muerte, lo cual desató la ira de las esposas, que se dieron al sacrificio para alcanzar un mayor bienestar hogareño.
El "alcalde bragueta" como se lo conocía a Pang será severamente castigado, promete la Comisión de Disciplina del Partido Comunista chino.
Los nuevos vientos que barren las ciudades chinas tienden a la occidentalización de las costumbres y ello se puede observar, por ejemplo, en las playas de Quingdao, en la provincia de Shandong donde las novias de impecable blanco hacen sus producciones fotográficas al lado del mar; vestimenta antigüamente roja para ambos novios.
Esta juventud que incide en el matrimonio comienza con la generación que vivió la adolescencia posteriormente a la masacre de la Plaza de la Paz Celestial -Tiananmen-
Mao Tsé tung es un personaje de historia, como lo es Perón para los jóvenes argentinos o Roosevelt para los americanos.
Entre los menores de treinta años, la Revolución Cultural, el budismo y la vida bajo el régimen ocupan un bajo porcentaje en sus vidas; el resto es todo occidentalización.
Ese es el entorno entrevisto en las urbes costeras chinas.
Edificación
La arquitectura china se caracterizaba por la distribución del espacio en unidades rectangulares que se unen para formar un todo.
En la arquitectura tradicional china, la distribución de las unidades espaciales se rige por los principios de equilibrio y simetría. El eje constituye la estructura principal, siendo que las estructuras secundarias se sitúan a ambos lados del eje formando el patio central y las habitaciones principales.
Tanto las viviendas como los edificios oficiales, templos y palacios se ajustaban a este principio fundamental.
En las viviendas tradicionales, por ejemplo, las habitaciones se asignan según la posición de cada persona en la jerarquía familiar. La cabeza de familia ocupa el cuarto principal, los miembros de mayor edad de la familia de éste viven en la parte de atrás y los más jóvenes, en las alas izquierda y derecha; los más mayores en la izquierda y los más jóvenes en la derecha.
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