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El derecho nómada – Un paso hacia el derecho colectivo del trabajo, desde el rizoma y la multitud


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8

  1. Introducción
  2. El tránsito a la posmodernidad
  3. Una primera aproximación postestructuralista a los derechos: el ?rizoma?
  4. La ?multitud?
  5. El ?trabajo biopolítico?
  6. El derecho colectivo del trabajo: un paso nómada
  7. Consideraciones y conclusiones finales
  8. Referencias

Introducción

"Sólo después de agotar la superficie es posible llegar a la profundidad;

pero la superficie es inagotable" Palomar / Ítalo Calvino

El objetivo de ese trabajo es trazar un «mapa» para los estudios del Derecho, apuntar los virtuales senderos y las «líneas de fugas» de los planteamientos más clásicos, desde algunas herramientas que suministra el pensamiento de corte postestructuralista, más específicamente las contribuciones de dos pares de pensadores contemporáneo, a saber, Gilles Deleuze & Félix Guattari, otrosí, Antonio Negri & Michael Hardt, los cuales, a su turno, tienen todos como marco de inspiración el filósofo holandés del siglo XVII, Baruch Spinoza.

La propuesta es seguir las sendas suscitadas por la noción de Ordenamiento jurídico desde las ideas de «rizoma» y «multitud», conceptos formulados por los referidos autores[1]Y, partir de ahí, examinar la implicación del modelo de Ordenamiento derivado de tales planteamientos en el campo del Derecho Colectivo del Trabajo, especialmente en relación a tres de sus institutos claves: la representación de trabajadores, la huelga y la negociación colectiva.

No es objetivo de este estudio involucrarse en las especificidades dogmáticas de un Ordenamiento nacional específico, aunque el modelo español sea el modelo básico que sirva de referencia al desarrollo de las ideas aquí delineadas. Lo que se propone es llevar a cabo una reflexión crítica sobre la tradición trascendente que suele informar los estudios respecto a los Derechos Fundamentales del Trabajo, sacando a la luz los rasgos principales y los mecanismos básicos que permitan pensar los institutos-clave del Derecho Colectivo, más allá de los supuestos clásicos.

No se parte de forma alguna del supuesto del monopolio estatal de la jurisdicción, ya que se va a trabajar desde un pluralismo duro – rectius: multiplicidades jurídicas. Sin embargo, en este estudio trataremos primeramente del Derecho estatal, y más específicamente del fallo judicial. Las formas alternativas y comunitarias de jurisdicción, más que sencillamente compatibles con un Ordenamiento considerado desde el «rizoma», son inherentes a esta perspectiva. Mas nuestro objetivo, en la presente investigación, es apenas especular sobre las posibilidades de operar la composición estatal del conflicto, desde la racionalidad posmoderna. Sin embargo, después de esta reflexión, y a partir del plató rizomático, el estudio camina hacia las virtualidades de operación del Ordenamiento desde la «multitud», esto es, abandona el plano estatal hacia el colectivo – rectius: hacia: "lo común".

Es importante subrayar que lo que se intenta aquí es solamente presentar las características de una posibilidad, subsidiaria y alternativa, a los estudios jurídicos. No hay pretensión de enfrentarse a la perspectiva moderna, sino desvelar la «consistencia» de una aproximación que no lleve en cuenta necesariamente los supuestos de su respectiva racionalidad.

La oportunidad, en cuanto justificativa para esa aproximación, se puede buscar en el hecho de que las pesquisas en esa área son aún muy escasas, principalmente en Europa Continental[2]ya que la mayoría de la bibliografía está situada en Estados Unidos e Inglaterra.

Aquí método tiene que ser entendido en su sentido etimológico, de camino, pero no de un camino «sedentario», predeterminado y oficialista, sino de un camino machadiano, un camino que no hay y se hace al andar. La propuesta es seguir por un sendero «nómada», desde el «a-método» que nos propone Edgar Morin, en que "si en el inicio no disponemos de un método, por lo menos podemos disponer del antimétodo, por el cual ignorancia, incertidumbre, confusión tórnense virtudes"[3]. Y, como nos advierte Morin, este intento no surge de la nada, sino del suelo científico en convulsión[4]principalmente de la entropía termodinámica y de la física cuántica, tanto como de las nuevas matemáticas, de la teoría del caos o aún de las lógicas paraconsistentes y de la contemporánea teoria de las redes. Como se trata de un estudio jurídico, se ha optado por el trasvase de esas referencias a pies de pagina.

La idea de trabajar con un método que se hace en el camino – in medium – trae consigo una carga autorreferente, que no constituye cualquier tipo de problema de orden teorético. Al contrario, trátase de un enfoque absolutamente confluente con el desarrollar que se imprime a la investigación, es decir, tratase de suministrar un método inmanente, que va en un ritmo[5]in crescendo, paso a paso, infundiendo, de forma gradual, la propia inmanencia nómada.

Esta propuesta nos parece más coherente – rectius: «consistente» – con el tipo de aproximación que se ha elegido para trabajar. En este sentido, no se va a desarrollar un proceso deductivo, ni inductivo, sino un proceso de «conexión» inmanente, que ya presupone el input desde una «actitud posmoderna».

La estrategia adoptada por nuestro estudio es empezar por presentar la «meseta» por dónde transita la idea de posmodernidad. Como se ha dicho, no hay un esfuerzo necesario por invalidar las tesis de la modernidad, sino desarrollar el argumento posmoderno desde algunos puntos problemáticos desde la perspectiva moderna.

En el Capítulo I, antes de presentar el «parecido de familia» a que se suele llamar estructuralismo, nos pareció conveniente presentar el plató en que se desplaza la crisis epistemológica de la ciencia moderna en inicio del siglo XX, ya que el estructuralismo es, a la vez, fruto bien maduro de la ciencia moderna, como también un agente importante de su propia crisis. Nos hemos centrado principalmente en el llamado giro sociologista de la filosofía de la ciencia, que se ha desarrollado a partir de otro giro, mas radical todavía, el giro paradigmático de Thomas Kuhn. Hemos privilegiado el primer giro por tratarse de investigaciones más contemporáneas, y menos exploradas, principalmente en el campo jurídico.

Enseguida, presentamos las corrientes principales del estructuralismo y su conexión con la Lingüística. Finalizamos con el paso al postestructuralismo, justamente a partir de un texto de Deleuze sobre el estructuralismo, redactado en la alta moda estructuralista de los 60. Ese texto de Deleuze figura en el trabajo como la idea seminal del postestructuralismo, a pesar de que ello no se ha verificado en la realidad; esa mirada es solamente una estratégica con finalidad didáctica. Para recuperar el sentido histórico del estructuralismo de una manera más plural y más ambientada en la época del tránsito al postestructuralismo, hemos recogido también la impresión de dos autores coevos al referido paso, un filósofo, otro jurista.

A partir de los dos sentidos principales de estructuralismo – el aspecto lingüístico y el aspecto funcional-sistemático – apuntamos en que medida la idea estructuralista ha penetrado en los teóricos del Derecho desde el comienzo del siglo XX. Para terminar el Capítulo II, nos hemos detenido, con un poco más de vagar, en dos líneas de la teoría jurídica contemporánea, que tienen un perfil asumidamente estructuralista: los aportes de Robert Alexy y Niklas Luhmann.

En el Capítulo 3, empezamos con una visita a los teóricos del postestructuralismo jurídico, en sentido estricto, que hemos encontrado en la literatura disponible. Posteriormente, situamos, en el pensamiento de Deleuze y Guattari, la idea de «rizoma». Hecha tal puntuación, aproximamos, de una forma general y desde la nueva concepción de orden y desorden, la idea de Ordenamiento jurídico a la de «rizoma».

A partir de esa aproximación general, presentamos las características aproximativas del «Ordenamiento rizomático», caminando por cada una de las seis características generales del «rizoma»: «multiplicidades», «conexión», «heterogeneidad», «cartografía», «calcomanía» y «ruptura a-significante».

Reservamos el final del capítulo III a algunas consideraciones y conclusiones preliminares. Ahí sintetizamos los rasgos básicos de lo se pueda imaginar por Ordenamiento rizomático, abrochando y cristalizando las piezas operativas que van nos servir para desarrollar, posteriormente, tanto la idea inmanente de «multitud», como los tres institutos-clave del Derecho Colectivo del Trabajo, desde los derechos nómadas.

En el quarto capítulo, iniciamos precisando el concepto de «multitud», en la concepción formulada por Negri y Hardt, distinguiéndole como contrapoder a la idea de «imperio», también formulada por los referidos pensadores. Enseguida buscamos precisar, también, la noción spizoneana de multitudo, que ha inspirado tal concepto. Luego procedemos a la distinción, hecha por Spinoza, entre potencia (potentia) y poder (potestas), distinción fundamental para todo el desarrollo del trabajo, incluso la aproximación entre potencia y «máquina de guerra», este último formulado por Deleuze y Guattari.

Para entender mejor la idea de multitudo en Spinoza, se procede a su distinción en relación a dos conceptos fundamentales: el de voluntad general de Rousseau y el de «posición originaria» de John Rawls. Hecho ello en relación a estas dos ideas operadoras, se pasa a distinguirla de otras concepciones de colectivos, tales como pueblo, nación, proletariado, clase obrera, masa, «bando», «turba-turbo» y «general intellect».

A partir de esas distinciones retornase, entonces, al concepto de «multitud» para ajustar sus líneas básicas y demostrar su amplia compatibilidad con la idea de «rizoma», inclusive que se encuentra regida también por las mismas características aproximativas. Para cerrar el capítulo, se hace la costura del Ordenamiento rizomático y multitudinario, desde sus tres notas regulativas: multiplicidades, consistencia e inmanencia.

El capítulo V trata de las formas contemporáneas de trabajo, cara a la producción del capitalismo postindustrial, que no funciona desde los supuestos del taylorismo fordista de la primera mitad del siglo XX. La investigación, en este tópico, visa a proceder a la preparación del empalme entre la nueva economía y el Ordenamiento rizomático y multitudinario, conexión esa imprescindible al desarrollo de una propuesta reciclada de delineación de un Derecho Colectivo del Trabajo alternativo.

Iniciamos situando algunos teóricos tanto de la transformación de las formas de trabajo, como de su pérdida de centralidad. A partir de esos profundos cuestionamientos sobre el trabajo contemporáneo, pasamos a examinar la naturaleza del capitalismo contemporáneo, desde la perspectiva de un grupo de investigadores que pasan a formular la hipótesis del llamado capitalismo cognitivo, según el cual la producción contemporánea ha modificado profundamente la economía, derrumbando dos de sus postulados clásicos, a saber, el principio de la escasez y la ley de rendimientos decrecientes, a causa de que las especificidades de una producción, radicada profundamente en la producción de conocimiento y no de bienes propiamente, plantean problemas y perspectivas bien distintos de aquellos tradicionalmente enfrentados por la economía tradicional.

Desde los postulados de la hipótesis de una nueva economía, se pasa, entonces, a intentar percibir las inflexiones de esos cambios paradigmáticos en el seno de la teoría del valor, especialmente de la teoría del valor-trabajo, para demostrar la inexistencia de incompatibilidad, u oposición, entre las categorías trabajo y conocimiento. Una vez compatibilizados trabajo y conocimiento, inténtase captar la esencia efectivamente humana del trabajo contemporáneo, esencialmente colectivo, enredado, a partir de la categoría, denominada por Negri y Hardt, "lo común", más allá de una perspectiva meramente pública, colectiva o comunitaria.

Estando, así, diseñado el perfil de la nueva forma de trabajo requerido por la producción contemporánea, se procede, enseguida, a la configuración de los rasgos iniciales de una teoría jurídica de "lo común", configuración, esa que va a permitir, efectivamente, el traspaso al derecho nómada del trabajo.

En el sexto capítulo se busca pensar, de una forma más específica, como pueden funcionar las ideas de «rizoma» y «multitud» en el campo del Derecho Colectivo del Trabajo, a partir de tres de sus figuras básicas, a saber, la representación de los trabajadores, la huelga y la negociación colectiva, ello sin bajar a los detalles de una dogmática nacional específica, pero teniendo como referente el Ordenamiento español. El desarrollo de esas ideas parte del supuesto de la realidad del trabajo «biopolítico», delineado en el capítulo anterior.

Finalizamos el trabajo con pretensiones poco ambiciosas, aunque novedosas en el área jurídica. La idea general era apenas haber diseñado los rasgos principales de un «plan de consistencia» dónde una racionalidad jurídica suplementaria pueda venir a ser desarrollada posteriormente. Ni siquiera llega a ser una experimentación postestructuralista del Derecho, sino a la marcación inicial de las pistas para ella.

C A P Í T U L O I I

El tránsito a la posmodernidad

Un simple prefijo es el mote de uno de los más sugestivos debates que hay sido desarrollados en el campo de los llamados estudios culturales desde el último cuarto del siglo pasado. Estamos hablando, justamente, del prefijo «post», cuyo sentido, desde entonces, viene evolucionando de mero indicativo secuencial, para asumir una acepción material y específica. Si la confusión entre las ideas de modernidad y valor ya era objeto de crítica, el mencionado prefijo «post» viene a potencializar esa promiscuidad de conceptos.

Hablar del tránsito a la posmodernidad, además de la confusión que resulta de la promiscuidad de conceptos ya referida, trae consigo aún una doble dificultad. La primera es resultante de la falta de distanciamiento crítico[6]necesario, ya que se trata de un proceso en curso, en lo cual estamos insertos todavía. La segunda consiste en la discusión acerca del agotamiento o no de la modernidad[7]

De cualquier forma, para situar mejor el ideario posmoderno, parece importante considerar dos perspectivas: (i) la crisis epistemológica de la ciencia moderna y (ii) el adviento del «estructuralismo». La primera perspectiva está centrada en las ciencias de la naturaleza; la segunda en las ciencias sociales, aunque para imprimirles la pretensión de objetividad que, se creía, se podría encontrar en las ciencias naturales, más sujetas a formalizaciones matemáticas.

2.1 La Crisis Epistemológica de la Ciencia Moderna: el Giro Sociologista y su Crítica

La racionalidad científica es fruto de la modernidad. Su aparente neutralidad es mucho más producto de un bucle de intereses y estrategias, que de otros factores supuestamente intrínsecos[8]En síntesis, es esta la tesis central del llamado giro sociologista de la ciencia, que se ha desarrollado, de su parte, desde la idea de paradigma, formulado por Thomas Kuhn en la filosofía de la ciencia.

En la elaboración paradigmática K. R. Popper ha jugado un papel importante[9]Su idea básica es que las leyes científicas son enunciados que solamente pueden ser concebidas como universales a partir de la idea espacio-temporal concebida por Einstein[10]Para Popper las leyes científicas tienen contenido o clase de consecuencia infinita, pero están circunscritas a la concepción espacio-temporal de universal[11]Concluye, así, que ningún conjunto de singulares, por más grande que sea, puede demostrar su verdad o aumentar su probabilidad[12]

Su concepción desentroniza la inducción como criterio de verdad, una vez que si, por un lado, el conjunto de singulares no puede siquiera aumentar la probabilidad de determinado enunciado, por otro, basta solamente un contraejemplo para demostrar su falsedad.

El criterio de falsedad, introducido por Popper para demostrar la supuesta verdad de una proposición, no era, todavía, una prueba absoluta de la inadecuación de determinada teoría. T. S. Kuhn, en la formulación del concepto de «paradigma», ha señalado que lo que se pone en prueba con la falsación es solamente la habilidad del científico en resolver determinado problema. Para Kuhn no se puede explicar, en un sentido justificacionista, los enunciados de la ciencia. En la ausencia de normas lógicas de racionalidad, la conquista de la verdad es fruto solamente del consenso entre los científicos. En esta idea de «paradigma»[13] juega papel fundamental la idea de que en la aceptación de los ejemplos tomados por la comunidad de científicos hay una notable dosis de conocimiento tácito.[14]

Muchos de esos fundamentos pueden ser explicados de manera consistente, pero, según el planteamiento de Kuhn, ni siquiera es necesario la demostración de una manera explícita de esos fundamentos para el pleno funcionamiento de la ciencia. Además de eso, los enunciados científicos "no dependen de criterios transparadigmáticos de racionalidad, sino de los diferentes compromisos y estilos paradigmáticos"[15].

Ese vislumbre de Kuhn acerca del compromiso y consenso entre los científicos ha abierto el sendero para el llamado giro sociologista en la filosofía de la ciencia.

Después de Kuhn, la filosofía de la ciencia ha experimentado una enorme aceleración justamente en el aspecto de la investigación en lo que respecta a la naturaleza de los consensos y compromisos entre los científicos[16]

En esta perspectiva tres tesis tienen especial significado: (i) la dureza de la teoría frente a la falsación; (ii) la dependencia teórica de la observación; y (iii) inconmensurabilidad de las teorías[17]

La primera tesis quiere significar, en contra de una tendencia de signo holístico, que una predicción incumplida, además de no comprometer la totalidad del saber implicado, solamente puede determinar una incapacidad personal del científico para solucionar el problema. El tiempo en que las supuestas inestabilidades del sistema van a perdurar aun, se refiere más a factores psico-sociales, que a reglas de racionalidad.

La segunda trata del tema de la dependencia teórica de todas las instancias cognitivas. Los enunciados observacionales son siempre mediados, formulados o reinterpretados por o a partir de conceptos teóricos.

La última tesis señala la imposibilidad de definir los términos de una teoría con los de otra.

A partir de estos marcos, la filosofía de la ciencia se ha dirigido hacia el análisis de los aspectos sociológicos que estaban más bien entrañados en las prescripciones científicas.

Para Sólis, la Escuela de Edimburgo, desde el liderazgo de Barry Barnes, tiene como premisa que el conocimiento está producido por grupos que interactúan socialmente. No se trata sólo de investigar la realidad objetiva, sino también de cómo tal realidad se relaciona con los objetivos e intereses históricos de la sociedad. El conocimiento es concebido, no como una creencia justificada, sino como una creencia aceptada por costumbre[18]

Este planteamiento pone en consideración central la necesidad de tornar transparentes los intereses invertidos de los científicos, no sólo en el sentido economicista de desvelarse los grupos económicos que tienen interés en las respectivas tesis, sino también en el sentido del tiempo dedicado a estudiar un fenómeno desde una determinada perspectiva, por un determinado grupo de científicos.

Hay con todo un relativismo sociologista más radical todavía. Para esta perspectiva el conocimiento no es fruto de la experiencia – de los hechos y de la matemática – sino de un conjunto de representaciones culturales, y para la cual el conocimiento se identifica mejor con la cultura que con la experiencia.[19] Para S. Woolgar no hay lógica, ni hechos, ni mundo, sino solamente invención social[20]

En el área jurídica, Martínez García, en su monografía presentada a la Cátedra de Filosofía del Derecho de Cantabria, hace un aporte a ese tipo de planteamiento sociologista, pero en el sentido de enfatizar la capacidad del derecho para fabricar la realidad[21]Desde una epistemología constructivista, Martínez García ve toda definición de la realidad como construcción. Su intención es confrontarse con "el realismo ingenuo, abriendo el camino de un realismo crítico"[22], pues entiende que el "pensamiento no crea sus leyes partiendo de la naturaleza sino que se la impone"[23].

Este tipo de realismo crítico a que alude Martínez García ha sufrido, por otro lado, en las manos del filósofo francés Bruno Latour, una nueva transformación, ahora hacia el estudio del campo – por él unificado – de la ciencia, tecnología y sociedad[24]

Latour promueve un extenso estudio de campo, acompañando varios grupos de científicos e ingenieros en su propio local de trabajo, hace cerca de diez años. Procura seguir todos los pasos de estos grupos, tanto en los desarrollos de corte racional, pasando por la serie de confrontaciones de intereses de todo el orden, como también en las derivaciones de la utilización de máquinas e inventos para obtener nuevas máquinas, inventos y otras representaciones cognitivas de la ciencia.

Bruno Latour parte de una primera regla metodológica, estudiando la ciencia en acción, y no la ciencia o la tecnología acabada; para eso, concluye nuestro autor, o empezamos antes que hechos y máquinas se transformen en cajas-negras, o acompañamos las controversias que las reabren[25]El filósofo nos hace percibir que las grandes conquistas de la ciencia están lejos de demostrar siquiera un consenso racional entre los científicos. Pero después de ser consagrada – consagración que no se procesa por medio de reglas de lógica o experiencia – una teoría se torna en una verdadera caja-negra, en la cual sus utilidades tecnológicas son confundidas con sus fundamentos.

Además de esta primera, Latour relaciona otras seis reglas metodológicas y aún seis principios. Las reglas metodológicas son concebidas como decisiones tomadas a priori en la consideración de todos los hechos empíricos creados por las disciplinas especializadas que componen el campo de estudio llamado ciencia, tecnología y sociedad. Los principios de Latour son considerados síntesis personales de los hechos empíricos por él investigados en su convivencia diaria en laboratorio con científicos y ingenieros. Es interesante subrayar que Latour admite transigir con sus principios, pero no con sus reglas metodológicas.[26]

Para el objetivo del trabajo nos parece necesario citar solamente otras dos de sus reglas metodológicas – la tercera y la cuarta – y un principio – el tercero.

La regla número 3 de Latour está formulada de la siguiente manera: "Como la solución de una controversia es la causa de la representación de la Naturaleza, y no su consecuencia, nunca podemos utilizar esa consecuencia – la Naturaleza – para explicar cómo y por qué una controversia ha sido resuelta".

Tal regla pone en evidencia el carácter problemático tanto de los hechos, como de la teoría. No hay hechos puros, por lo menos no se puede conocerlos en su quid, sino como teorías, las cuales siempre son representaciones, las cuales no se pueden presentar como justificación.

De esta regla metodológica, Latour sintetiza el tercer principio:"nunca somos puestos delante de la ciencia, de la tecnología y da la sociedad, sino delante de una gama de asociaciones más y menos fuertes; por tanto, entender lo que son hechos y máquinas es lo mismo que entender lo que las personas son".[27]

Para fijar tal principio, Latour parte de dos modelos de desarrollo de la ciencia en la sociedad: el «modelo de difusión» y el «modelo de translación».[28]

El primero es correlato a la idea de ciencia pronta y acabada. Trata del estatuto de la máquina y su vis inertia[29]es decir, la supuesta independencia científica de la máquina de los factores humanos, como si el comportamiento de las personas fuera causado por la mera difusión objetiva de hechos y máquinas, sin percibirse que, al contrario, es la obediencia de la gente a tal modelo lo que transforma teorías en hechos y máquinas. Además, este «modelo de difusión» extrae de la propia concreción de determinada máquina, el presupuesto de su inmanente preexistencia, por lo menos a nivel de principio. Nuestro filósofo concluye afirmando que la creencia de la sociedad apartada de la tecnociencia es resultado de ese modelo.[30]

En el de «modelo de translación», al contrario, no hay separación entre ciencia / técnica y sociedad, pues solamente existen cadenas heterogéneas de acuerdos entre intereses grupales, las cuales, de tiempo en tiempo, crean puntos de pasaje obligatorios para el desarrollo de la tecnociencia.

De la conjugación de la regla 3 con la justificativa del tercer principio, se extrae una cuarta regla metodológica: "Como la resolución de una controversia es la causa de la estabilidad de la sociedad, no podemos usar la sociedad para explicar cómo y por qué una controversia ha sido dirimida. Debemos considerar simétricamente los esfuerzos para alistar recursos humanos y no-humanos."

Tal regla retira del centro a la sociología, como hace la Escuela de Edimburgo. Este planteamiento nos parece interesante, pues además de mostrar que también en la corriente sociologista hay intereses invertidos que deben ser considerados para su análisis, tal crítica evidencia que el giro sociologista está cargado todavía del prejuicio positivista, pues se basa en una pretensión de verdad única, con privilegio de un aporte sobre otro, sin enumerar simétricamente todos los factores envueltos.

Pero eso no significa la invalidez de la crítica sociológica, sino una corrección de rumbo. Los vectores sociales deben sin duda ser analizados y considerados siempre. Hoy por hoy no es posible proceder a un estudio de signo académico, o incluso a intentos de síntesis formales, sin implicar, de una forma más intensa y imbricada, los factores sociales y culturales, dónde se encaja también la imaginación crítica. La necesidad de implicación de estos componentes humanos, con todo, no se reduce, ni se agota, en la mera consideración articulada de estos elementos[31]

2.2. El Estructuralismo y el Derecho

La crisis de las ciencias naturales, desde su enfrentamiento con la cultura y sociedad, se ha reflectado de una forma oblicua en las ciencias sociales. Para tener idea de la resultante transversal de esos reflejos, que ha llevado en cuenta también las teorías desarrolladas en el interior de las ciencias sociales, nos parece importante examinar con más detenimiento el llamado «estructuralismo»[32].

El banal del vocablo «estructura» siempre fue un factor que a la vez impulsó el estructuralismo, lo tornó mismo el dernier cri, como también fue la causa de su dilución. En realidad el estructuralismo se sedimentó al margen del concepto de estructura, concepto que fue siendo construido, de manera controvertida, y para atender a reclamos de orden metodológica de cada concepción estructuralista en particular.

Una concepción estructural del derecho acompaña la ciencia jurídica desde hace mucho tiempo. Lo que veremos en el desarrollo de este capítulo es (i) cuales son las ideas que caracterizaban el movimiento conocido específicamente como «estructuralismo», y (ii) en qué medida y en qué doctrinas jurídicas esas ideas específicas han penetrado.

2.2.1 El Estructuralismo

No se pretende aquí traer propiamente un aporte diacrónico – por utilizarse un término muy propio del estructuralismo, y que hoy en día tiene ya un sabor anacrónico[33]Lo sincrónico de la consideración estructuralista tiende a dejar de lado lo diacrónico[34]Pero tampoco se pretende investigar en demasía los intríngulis de la concepción estructuralista. La intención es apenas rememorar sus aspectos y características más comunes.

Para los objetivos de ese estudio, nos parece que apenas algunas pinceladas históricas bastan, para aclarar y situar mejor la exposición que se sigue. Procederemos, pues, enseguida, a una panorámica de las ideas estructuralistas, con énfasis en los enfoques cualitativos y sintéticos.

2.2.1.a. Breve Excursus Histórico

El término «estructuralismo» fue oficialmente acuñado en 1935, con ocasión de celebrarse una sesión del Círculo de Praga. Su geografía suele ser situada en el triángulo Moscú/San Petersburgo – Praga – París. Pero, su historia sólo ha podido empezar a partir de Ginebra, con la lingüística de Ferdinand de Saussure[35]

Fuera de ese eje, el estructuralismo se hizo sentir principalmente en los Estados Unidos y Copenhague. En la América del Norte, en el campo de la fonología, con Leonard Bloomfield[36]fue desenvuelto el llamado distribucionalismo, a partir de 1930. En la lingüística propiamente dicha, con Noam Chomsky – que hoy es un icono de la izquierda de aquel país – con su Gramática Generativa, iniciada con trabajos publicados a finales de los 50, cuyo objetivo era evolucionar de la descriptiva que caracterizaba, según él, el estructuralismo, para una fase teórica, explicativa.

En Copenhague, con las preocupaciones de construcción algebraica del lenguaje, la glosemática, Hjelmslev, a partir del inicio de los años 40, también ha dejado sus huellas sobre la teoría estructuralista.

El Cours de Linguinstique Generale[37]de Saussure es sin duda una de las obras que más han marcado nuestro siglo. Fue publicado en 1915. Era una recopilación de sus clases en la Universidad de Ginebra, impartidas desde 1906. Esta obra inicia la lingüística del siglo XX[38]y es la base del estructuralismo[39]

No se puede tener aquí la pretensión de abarcar sintéticamente toda la concepción de un autor examinado minuciosamente por una miríada de estudiosos y filósofos, sin con ello incurrir en irresponsabilidad intelectual. Pero con el objetivo de tan solo diseñar el contexto histórico de la influencia de Saussure para el estructuralismo, no nos parece inadecuado hacer alguna puntuación.

Saussure mismo nunca ha utilizado el término «estructura», por lo menos con intención de integrarlo a sus ideas – se valía del término «sistema» – pero sus aportes están indisoluble y definitivamente conectados al estructuralismo. Podemos, a grosso modo, destacar:

  • la idea de que la lengua es forma y no contenido, la llamada «arbitrariedad» del signo lingüístico[40]

  • la distinción entre «langue» y «parole»[41];

  • la idea de que el signo es, a la vez, «significado» y «significante», y no un símbolo correspondiente a un contenido [42]

  • la dualidad sincronía/diacronía en el estudio lingüístico y

  • el principio metodológico de oposición y diferencia del lenguaje[43]

Paralelamente a los estudios de Saussure, en San Petersburgo de la primera década del siglo, artistas e intelectuales, entre los cuales estan Sklovsky, Eichenbaum y Bernstein, influenciados por Nietzsche y por los poetas simbolistas franceses, como Mallarmé, Rimbaud, Verlaine y Baudelaire, se reúnen en los chamados pequeños círculos[44]De este círculo se desarrolla el simbolismo ruso, desde un carácter filosófico totalitario, extrapolando las preocupaciones exclusivamente estéticas que caracterizaban el francés. Es importante marcar, sin embargo, que la totalidad, la organicidad del simbolismo ruso tenía como principal efecto la «alienación», pues la máxima poética era un mínimo de relaciones racionalmente comprensibles y el máximo de fascinación[45]

La teoría desarrollada por el Círculo de San Petersburgo, conocida como Opajaz[46]tenía tres líneas maestras: el procedimiento poético(priëm[47]la alienación(ostranenije) y la forma literaria. El priëm ostranenija – la alienación como procedimiento literario – era el tema central de ese movimiento que pasó a ser conocido como "formalismo ruso". Con el «procedimiento» se enfatizaba el carácter formal y racional del arte. La «alienación», en la obra de Sklovsky, era vista como técnica de quebrar el automatismo del entendimiento lingüístico[48]

En diálogo con el Círculo de San Petersburgo, y con la Opajaz, surge el Círculo de Moscú. Mas tarde esos Círculos se van a apartar un poco. La escuela da San Petersburgo va a tener una mayor preocupación literaria, y los moscovitas trataran más del aspecto lingüístico. Sus miembros más ilustres eran Jakobson, Bogatirióv, Jakovlev y Pasternak.

El formalismo ruso se fue sedimentando en disputa con el marxismo y en plena efervescencia de la Revolución. Al principio hubo un enfrentamiento abierto. La crítica marxista obviamente era dirigida a la pretendida autonomía de la obra de arte. Trotzki en su libro Literatura y Revolución, de 1924, destina grande parte de la obra a combatir las ideas formalistas, ello sin, con todo, dejar llevarse por el dogmatismo de entender la literatura como mero reflejo de los fenómenos sociales. Trotzki aproxima el formalismo del pensamiento idealista neokantista, lo que fue tomado como una seria crítica, y lo que ha causado mucho impacto a la época[49]Trotzki clasifica también la «alienación» como escapismo.

Con el aumento del dogmatismo político marxista, el enfrentamiento teórico de los círculos con el marxista no pudo desarrollarse más. Eso acabó por transferir el eje del formalismo para Praga, donde la teoría estructuralista se desarrolló plenamente.

El Círculo de Praga fue criado en 1925, en el año siguiente a la disolución del Círculo de Moscú. Aquí se estrecharan los lazos del formalismo con la fenomenología de Husserl, y con la Escuela de Ginebra. Hubo también una aproximación con el positivismo lógico. Rompiendo el aislacionismo, se notaran influencias de las matemáticas, física y de la biología, además de los aportes de la fonología[50]

Roman Jakobson y Trubetzkoy[51]con sus estudios de fonética y de quiebra del dogmatismo formalista, Tinianov, proponiendo la cuestión del «sistema de los sistemas», en una tentativa de comunicación con los aspectos sociales[52]y Mukarovský[53]que empieza la aproximación del estructuralismo con el funcionalismo, son las principales articulaciones teóricas que comienzan a precipitar las bases del estructuralismo que va a madurarse en sus propias manos.

Jan Broekman, en el auge de la moda estructuralista de los finales de los sesenta e inicio de los setenta, reconociendo que el núcleo duro del estructuralismo ya estaba todo delimitado en la Escuela de Praga, resume sus ideas en las siguientes características: (1)"abandono de la consideración ligada exclusivamente a la ciencia del lenguaje y de la literatura"; que (2)"el modelo fue aplicado primero a la estética y más tarde a cuestiones más complejas relativas a la realidad social"; (3)"desarrollo de un plurifuncionalismo[54]consecuente, en el que se mantuvo también como principio metodológico el diferencialismo lingüístico de la Escuela de Ginebra".[55]

El tercer polo del estructuralismo tenía su lugar en París. El estructuralismo francés tiene doble importancia. En su primera fase, cronológicamente situada entre las décadas de treinta y sesenta, con Lévi-Strauss y Lacan, se han estabilizado (en conjugación con la escuela checa) los principales aportes estructuralistas. En la segunda fase, a partir de los anos sesenta, con nombres como Foucault, Derrida, Deleuze, Barthes, Greimas, Benveniste, Martinet, Althusser o mismo con el grupo Tel quel, en el que participaban, entre otros, Derrida y Kristeva, se dio inicio al que hoy conocemos como «postmodernismo» o, más específicamente, «postestructuralismo».

Describir las ideas de dos pensadores de la estatura de Lévi-Strauss y Lacan no es el objetivo de nuestro trabajo. Apenas para dar secuencia a este excursus, quisiéramos marcar, sin embargo de todo tipo de dilución que las panorámicas traen ínsitas, la preocupación común a ellos, de construir una concepción científica de las ciencias no naturales. No de un cientificismo neopositivista[56]o mismo de la filosofía analítica, que partían del atomismo lógico russelliano, presuponiendo la existencia de micro-unidades lógicas. Sus concepciones, desde aportes de la lingüística[57]saussureana, no se articulaban sobre bases unitarias, sino sobre arreglos entre los elementos diferenciales del sistema – rectius: de la estructura. Lévi-Strauss pretendía hacer una sintaxis lógica de la realidad social, adoptando el método lingüístico de las diferencias y oposiciones[58]Lacan[59]lo mismo con el inconsciente, que para él estaba estructurado como lenguaje.[60] Más tarde, en el alborecer del postestructuralismo, en 1965, Louis Althusser, en la misma línea, intentó hacer la conjugación del marxismo con el estructuralismo, a partir de una nueva lectura y de una doble mirada: la científica y la filosófica[61]

En los sesenta el estructuralismo empieza a sufrir una enorme transformación. Foucault, ya en 1973, no se consideraba estructuralista. En la segunda de sus cinco conferencias sobre el tema La verdad y las formas jurídicas, dictadas en la Universidad Católica del Rio de Janeiro[62]el filósofo francés negaba esa condición de estructuralista, tanto para si como también para Deleuze, Guattari y Lyotard[63]El estructuralismo ya dejaba, entonces, de ser el dernier cri.

2.2.1.b. Los estructuralismos

El estructuralismo, como da idea el excursus histórico del tópico anterior, nunca ha sido uno. Pero eso no significa que no sea posible extraer unas cuantas características comunes a todos ellos. A nosotros nos parece que la clave de unión es, justamente, la asunción de su carácter metodológico. Desde nuestro punto de vista, cuando el estructuralismo pasó a desear ir más allá de ello, con pretensiones efectivamente epistemológicas, ahí perdió sus contornos básicos. Cambió el método por la estrategia.

Pero ello no facilita tanto la cuestión de vislumbrar los rasgos básicos del estructuralismo, pues existe además un problema de perspectiva al hablarse de él hoy, ya que hay todavía un juego reflexivo con el postestructuralismo, que pretende ser antes una superación, que propiamente una confrontación con el estructuralismo.

Para enfrentar, entonces, esa reflexividad, la estrategia que nos parece adecuada es la de aceptar ese juego de espejos, y más que simplemente intentar trazar las características comunes que informaban el estructuralismo, se debe intentar percibir como esas características eran percibidas justamente en la fase de gestación postestructuralista. Para eso examinaremos sucintamente tres perspectivas del estructuralismo, en textos de la época cuando no había sido todavía transformado. Ello nos proporcionará una visión del estructuralismo, un velo de ignorancia, una cierta ingenuidad, que quizá hoy no podemos tener ante la catalización postestructuralista.

Ese procedimiento no es de todo aséptico; presupone ya la estrategia al método. Pero además de parecernos más rico y comprensivo, deja clara desde luego nuestra propia elección epistemológica, que no pretende ser neutral o gradalista.

El primer texto se trata de una mirada más tradicional, procedida por un teórico del área jurídica, el Profesor Hernández Gil; el segundo por un profesor de filosofía, Jan Broekman; por último, un texto del propio Deleuze. Los dos primeros enfoques son de 1971. El de Deleuze es de 1967.

Para Hernández Gil[64]el estructuralismo tenía entonces los siguientes rasgos:

(1) privilegia la actitud de aceptación y descubrimiento antes que la de transformación por la mente humana;

(2) equidista del idealismo y de la dialéctica matemática;

(3) el mundo se nos muestra por un complejo sistema de signos, siendo el más elaborado el sistema lingüístico;

(4) vocación científica para desvendar, carácter prospectivo;

(5) posterga el primado de la historia, o por lo menos estructuraliza las explicaciones históricas;

(6) método: relación todo y partes, siendo que las partes no cuentan por si mismas; lo que importa son las relaciones y las posiciones;

(7) el estructuralismo representa el prototipo del pensamiento formalizado y codificado; la formalización entendida principalmente como elaboración de modelos que dotan de inteligibilidad a las estructuras inconscientes; recusa de la experiencia y representaciones personales del sujeto;

(8) para el estructuralismo más avanzado(que según él era representado por Foucault) el hombre-sujeto es considerado algo tendente a desaparecer; la estructura ocupa su lugar.

Esa primera perspectiva parte de la distinción entre un estructuralismo estricto, de origen saussureano, y un estructuralismo más ecléctico que ya se diseñaba a la época del texto – 1971. Ese aporte de Hernández Gil nos parece un bello ejemplar de la ortodoxia estructuralista entonces reinante. Menos que interpretar los preceptos estructuralista, aquí se pretendió simplemente describirlos y traducirlos.

Broekman[65]ensaya una lectura más formalizada del pensar estructuralista. Lo concibe a la vez como la práctica de la serie y el filosofar del orden. Con Derrida, concluye que los temas filosóficos ya no se pueden determinar logocéntricamente, "pero hay unas series de conceptos filosóficos que definen el estructuralismo."[66]. En la práctica de la serie ya no se trata exclusivamente de los contenidos de los complejos conceptuales, sino de su posición dentro de un conjunto.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8
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