El derecho nómada – Un paso hacia el derecho colectivo del trabajo, desde el rizoma y la multitud (página 5)
Enviado por Ing.Licdo. Yunior Andrés Castillo Silverio
Todo ese conjunto de singularidades de la producción contemporánea es la base que permite que algunos teóricos apunten hacia un camino alternativo, hacia una nueva economía, que destruye dos de los principios cardinales de la ciencia económica clásica:
(i) el principio de la escasez[761]y
(ii)la llamada ley de los rendimientos decrecientes[762]
Moulier-Boutang señala, en ese sentido de la configuración de una nueva economia, que los bienes de información y conocimiento, conjugados a la revolución de nuevas tecnologías de información y comunicación violan por lo menos seis reglas que se acreditaban inmutables en la economía: (i)la escasez de recursos, (ii)los costos de reproducción, (iii)la obsolescencia por el uso, (iv)la división técnica del trabajo material, (v)la ley de rendimientos decrecientes y (vi)el carácter rival, exclusivo e ilimitado de la propiedad económica[763]
Esa nueva ciencia económica fúndase, por ende, en la abundancia[764]y en la verificación de un principio de rendimientos crecientes. La perspectiva de abundancia está centrada en la característica de que el consumo de conocimiento[765]no está sujeto a su consumación o destrucción toda vez que, en la esfera del saber, el consumo no sólo no ocasiona la destrucción del saber consumido, sino al contrario, el consumo es condición inherente a su propia producción, incluso de su incremento o expansión. Considerando la posición estratégica del conocimiento en la producción contemporánea, lo que se puede fácilmente concluir es que cuanto más conocimiento generado por el consumo, más se expande la potencialidad de producción general de la sociedad, y no sólo la producción de conocimiento, ya que el conocimiento es hoy por hoy el factor determinante de la producción, sea de bienes materiales, sea de inmateriales.
Por otro lado, esta nueva economía se abre a la posibilidad de una "ley de rendimientos crecientes" toda vez que en procesos basados en el conocimiento, en la información y en la comunicación, una vez hecha la inversión inicial, se puede producir una cantidad creciente de nuevos productos a costo muy reducido. Mientras más inmaterial sea el negocio, mayor es la posibilidad de obtenerse rendimientos crecientes[766]
Lo que se puede concluir es que la producción económica, hoy por hoy, es profundamente rizomática, es decir, funciona rigurosamente a partir de las seis características aproximativas del «rizoma» subrayadas por Deleuze y Guattari, y principalmente a partir de las ideas de «conexión», «heterogeneidad» y «multiplicidades».
El proceso productivo contemporáneo se basa en la afirmación del trabajo cooperativo, colectivo, reticular. La idea de wetware es la emergencia de la figura del productor-usuario, de la "utilización modificadora"[767]La «conexión» productiva no se caracteriza sólo por su estructura reticular, sino por una interacción absolutamente «heterogénea», entre la máquina hardware y la acción humana, interacción que es bien distinta de la mera operación de la máquina, que se verificaba en producción linear, repetitiva y jerárquica de la fábrica fordista. El software no sólo es un producto inmaterial de la cognición humana, sino también necesita de un desarrollo específico en el uso cotidiano de la producción. La posibilidad de desarrollo que el software permite al trabajador-usuario-productor configura una nueva «conexión», más consistente, entre los «heterogéneos» que aquella de la operación de la fase de la industria material.
El «plan de consistencia» de la producción postindustrial privilegia también la «heterogeneidad» entre las singularidades productivas. No toca apenas interaccionar a través del uso cotidiano de los programas informáticos, sino que ello sólo se torna competitivo desde una cooperación colectiva y sinergética. En otras palabras, el wetware y netware están recíprocamente condicionados. La singularidad es decisiva, pero ella no es más funcional si considerada apenas de forma individual. Es en el flujo colectivo, que se efectúa la función exponencial de la propia potencia productiva singular.
Mientras hardware (máquina) y software (hombre) son conceptos que todavía segmentan diferencias, para proceder por homogeneidad, wetware y netware son ideas absolutamente heterogéneas, que implican factores humanos, factores colectivos, factores individuales y aparatos. El wetware milita en el orden de la interacción de la máquina con la singularidad productiva del usuario-trabajador – la «conexión» entre ser humano y máquina; el netware es del orden de la interacción colectiva a través de los aparatos, es decir, la «conexión» de la red humana a la red física inanimada. El conocimiento que suporta el uso productivo en el postfordismo es, él propio, híbrido, ya que mezcla el saber tácito del usuario – como el uso del propio lenguaje común – con el saber explícito codificado[768]
Este flujo productivo, que no aplasta las singularidades en la indistinción, ni tampoco centraliza la producción en la capacidad individual (sea de innovación, de uso o de emprendimiento[769]promueve la intensificación de las «multiplicidades» como «heterogeneidades», lo que significa que lo decisivo en la producción contemporánea es la idea de flujo, de movimiento colectivo, no de una estática colectiva[770]que sólo produce y reproduce lo repetitivo, la copia, que ya no tiene más valor en la economía cognitiva de la abundancia.
No hay un método, un camino tecnológico o científico predeterminado, un lugar sedentario y específico de saber o un corte epistemológico, sino una «ruptura asignificante» en la innovación productiva. La innovación parte de cualquier punto[771]sea de la fábrica, sea de casa, de un cliente, de institutos de investigación[772]
Para la producción contemporánea en la que el producto repetitivo, la copia no tiene valor, el ordenador es el gran reproductor de procedimientos repetitivos, pero, a la vez, la microinformática es el sendero de mil entradas, mesetas y usos – la «cartografía» de la innovación. El ordenador-calco, el General de la copia y de la repetición de lo mismo – la cornucopia[773]- es lo mismo-otro agente de la «calcomanía»[774], es el mapa de la transformación de la producción serial, fordista, mecánica, en la innovación a través de los procesos de wetware y de netware, que nos insieren en la economía de la abundancia. El conocimiento informacional se presenta, de esa forma, con esa característica dual: (i) usado como calco, implica en la repetición, la copia; (ii) haciendo calco sobre el mapa (calcomanía), es decir, utilizado como agente de interacción virtual del general intellect implica las singularidades en el flujo de las multiplicades productivas.
Es justo esta cartografía de la producción postindustrial lo que nos indica un cambio, una ruptura misma, en el concepto de valor, como vamos a ver en el próximo tópico.
5.3 La Crisis de la Idea de Valor: del Valor Desmedido a la Explotación Desmesurada
Es un paso evidente concluir que a partir de una hegemonía de nuevas formas de trabajo inmaterial, relacional, cultural y biopolítico, a partir de rendimientos crecientes y de una economía de la abundancia, el sistema de atribución de valor queda profundamente transformado.
No se trata aquí de involucrarse en la discusión tradicional sobre la teoría del valor. No se trata propiamente de defender la teoría clásica de Adam Smith, Ricardo y Marx[775]del valor-trabajo, en contra la teoría neoclásica o marginalista del valor-utilidad[776]Lo que se propone es solamente tentar entender el valor, en su sentido económico, desde los supuestos del capitalismo cognitivo, es decir, a partir de la idea de la mutación del conocimiento como valor económico[777]
En la economía de la abundancia es necesario producir la "raridad", toda vez que lo abundante y lo común no tienen expresión monetaria o económica. Esa producción de la "raridad", por otro lado, se procesa en dos frentes distintas: (i) en la esfera de los productos inmateriales, de los conocimientos, y (ii) en la esfera de las mercancías materiales, las "cosas-mercancías".
En el primer campo, en la esfera del conocimiento, en que conocimiento es producido por conocimiento, fuera del juego de la mercancía producida por mercancía, es decir, fuera del ciclo en que bienes materiales son producidos por bienes materiales ("medios de producción"), de forma paradójica, el conocimiento desmaterializado (centro del sistema de generación de valor) no tiene valor de cambio (precio), es decir, no tiene valor fuera del cambio. En otras palabras no tiene valor de difusión, ya que el consumo de conocimiento no destruye o consume el conocimiento, sino genera más conocimiento. La difusión de conocimiento, por ello, se confunde muy prontamente con la propia socialización de ese conocimiento, ya que las nuevas tecnologías de información y comunicación tornan esa difusión de saber cada vez más rápida y con la tendencia de cada vez más reducir los costos de difusión – tendencia de reducción a cero.
Para obstar esta espiral de socialización de saber sin costos de difusión, el capital necesita de estrategias para materializar el conocimiento. Para eso él utiliza las leyes de propiedad intelectual, a fin de convertir el conocimiento en mercancía aprensible. Antonella Corsani ve este proceso como una especie de captación de externalidad positiva, en la medida que los costos de producción son socializados públicamente en la red[778]
La segunda forma de crear "raridad", ya ahora en consideración a los bienes materiales, también fácilmente reproductibles, es la producción de imágenes de marca (industria del marketing, publicidad, styling, design etc.) que, según Gorz, tiene doble función: una económica, que es dotar el producto material de un valor simbólico, no mensurable, que prevalece sobre el valor de uso y de cambio; otra, política y cultural, que consiste en dotar el producto de un valor artístico, estético y cultural. Es decir, fabricar un monopolio simbólico, con expresión social. En este sentido, producir la marca significa producir el consumidor, es decir, producir su deseo[779]lo que significa, en ultima instancia, producir no sólo la oferta, sino incluso la demanda.
Tanto los conocimientos, artificialmente tornados escasos por el capitalismo, como las marcas adjuntas a las mercancías – rectius: cosas-mercancías – no son pasibles de traducirse en unidades abstractas simples, ni a una cuantidad de horas de trabajo abstracto, ya que suponen una gran diversidad de capacidades heterogéneas, es decir, sin medidas comunes[780]Esa crisis de medición de las horas-trabajo, ocasiona la crisis de propia medición del valor[781]En ese sentido se habla de "valor desmedido"[782]
Pero existe un problema de funcionamiento en este nuevo mundo de valor desmedido. Todo se torna inestable. El economista italiano Enzo Rullani da una buena síntesis de las dificultades para el capital funcionar en este esquema postindustrial:
"En el curso de los dos últimos siglos, el conocimiento ha jugado su papel en la objetivación del mundo, adaptando la naturaleza y los hombres a la producción. No ha llegado hasta el final. Sin embargo, en este proceso el conocimiento se convierte en parte integrante del desarrollo industrial, con las máquinas, los mercados y el cálculo económico. Así, en el capitalismo moderno el conocimiento se ha convertido en un factor necesario, tanto como el trabajo y el capital. Se trata, para ser más exactos, de un factor intermediario. Un poco como la máquina, el conocimiento « acumula » el valor del trabajo (y otros factores productivos) empleado para producirlo. A su vez, el conocimiento entra en la producción gobernando las máquinas, administrando los procesos y generando la utilidad para el consumidor. En el circuito productivo del capitalismo industrial, el trabajo genera el conocimiento y, el conocimiento, a su vez, genera el valor. De este modo el capital, para valorizarse, no debe solamente «subsumir» (siguiendo los términos marxistas) el «trabajo vivo», sino también el conocimiento que genera y que pone en el circuito. Esas son justamente las dificultades de esta «subsunción», que impiden reducir de manera simple el conocimiento a capital y que, en consecuencia, dan su sentido a la idea de capitalismo cognitivo."[783]
Sigue Rullani:
"En efecto: 1) En el circuito productivo del valor, el conocimiento constituye un mediador muy poco dócil, ya que la valorización de los conocimientos responde a leyes muy particulares. Estas leyes difieren profundamente de las imaginadas por el pensamiento liberal o marxista en sus teorías respectivas del valor. Por consiguiente, el capitalismo cognitivo funciona de manera diferente del capitalismo a secas ["tout court"] ; 2) Esta diferencia, que ha existido siempre, emerge hoy día y es fácilmente reconocible en el hecho de que los procesos de virtualización separan el conocimiento de su soporte material y lo vuelven [re]producible, cambiable, utilizable de manera distinta, tanto el capital como el trabajo que se ha empleado para producirlo. El posfordismo, que utiliza frecuentemente el conocimiento virtualizado, se revela completamente incomprensible en la ausencia de una teoría del capitalismo cognitivo ; 3) La valorización del conocimiento, sobre todo cuando es utilizado de forma virtual, genera toda una serie de "mismatching" (incoherencias) en el circuito de la valorización. El proceso de transformación del conocimiento en valor no es, así, lineal y estable en el tiempo. Al contrario, implica la inestabilidad, puntos de discontinuidad, catástrofes, una multiplicidad de caminos posibles. Es justamente al situarnos en un punto de vista porfosdista cuando los obstáculos reencontrados por la valorización del conocimiento ponen al descubierto espacios de «crisis». Entretanto, es en estos espacios, que son también espacios de libertad, donde pueden insertarse soluciones nuevas y transformaciones institucionales originales. He aquí por qué con toda razón se habla tanto de capitalismo cognitivo"[784].
No obstante la mirada optimista de Rullani, que intenta descubrir espacios de emancipación a partir de las fisuras de la crisis del valor en el seno del capitalismo cognitivo, los marxistas más tradicionales son extremamente críticos en relación a la perspectiva del valor-trabajo inmaterial, como se verá en tópico que se sigue.
De una manera muy emocional y adjetivada la ortodoxia marxista se levanta contra la consideración del trabajo inmaterial, cultural o «biopolítico» como fuente de valor. La crítica se concentra, principalmente, a partir de dos principios, retirados de la teoría marxiana: (i) que hay una distinción ontológica fundamental entre "trabajo asalariado del obrero" y los "otros trabajos asalariados"; (ii) que no hay identidad entre "trabajo abstracto" y trabajo[785]
En referencia al primer aspecto, lo que se sustenta, a partir de Marx, es que solamente el trabajo material, que signifique un intercambio orgánico con la naturaleza, y que la transforme, es que produce el contenido material de la riqueza[786]Los otros tipos de "trabajo abstracto", aunque posibiliten la explotación de la plusvalía, no pueden ser considerados como base de la riqueza, ya que solamente este tipo de trabajo, que presupone intercambio orgánico con la naturaleza, es pasible de servir de medio de atesoramiento, es decir, de riqueza materialmente aprensible. Los otros tipos de "trabajo abstracto", aunque puedan ser realizados como plusvalía, aunque sean pasibles de acumulación, no pueden ser guardados[787]
El segundo principio se refiere a la distinción entre "trabajo abstracto productivo" y "trabajo abstracto improductivo". Para Marx, en el capitalismo, el trabajo, al ser expropiado, tiene apenas una única utilidad: generar plusvalía. Todas las otras características del trabajo son abstraídas y en esto constituye la idea de "trabajo abstracto". Pero solamente un tipo de trabajo abstracto "produce", propiamente, plusvalía, es el trabajo material del obrero, de intercambio orgánico con la naturaleza. Este trabajo material es considerado "trabajo abstracto productivo". El servicio o trabajo intelectual – el caso, por ejemplo, del trabajo o servicio de un profesor – es considerado por Marx "trabajo abstracto improductivo", ya que no propiamente "produce" plusvalía, sino la "realiza"[788]En otras palabras, ni toda producción de plusvalía produce el contenido material de la riqueza[789]
Para el Profesor Sérgio Lessa, Marx entiende que la disociación del trabajo de "las manos" del trabajo "del cerebro" es consecuencia de la división social del trabajo, y hace del último ontológicamente dependiente del segundo, pues si los individuos solamente "pensasen" o preparasen las objetivaciones que transforman la naturaleza, no se producirían los bienes materiales indispensables a la reproducción social[790]Para Lessa, el concepto de trabajo inmaterial es una forzada identificación entre actividad intelectual y actividad de transformación de la naturaleza, con la cual se elimina la tese marxiana del trabajo como categoría fundante en el mundo de los hombres[791]
André Gorz, al contrario, entiende que para Marx, el reino de las libertades solamente inicia además de la esfera de la producción material y del trabajo[792]Pero no nos interesa, para el objetivo de nuestro estudio, entrar en este debate, que desafía un estudio muy específico[793]mismo porque no hay aquí ninguna preocupación en mantener o no fidelidad al pensamiento marxiano clásico[794]tampoco desechar el trabajo de su centralidad ontológica y fundante. Lo que nos interesa es solamente desarrollar las consecuencias jurídicas desde el supuesto de que el posfordismo privilegia el conocimiento y el trabajo inmaterial.
A pesar de no-penetrar en la discusión filosófica a respecto de la ontología del trabajo, es importante considerar, desde otra perspectiva, es que el conocimiento y el trabajo inmaterial no son incompatibles con una idea de valor-trabajo, es decir, es posible compaginar la idea de que el trabajo no-material y colectivo, desde un background de intercambio de conocimiento, afectos, información y comunicación es que se constituye, en la fase actual de la producción económica, en el principal componente del valor capitalista.
En otras palabras, parece posible considerar, a efectos de desarrollar jurídicamente el Ordenamiento desde el presupuesto de la idea de "valor-trabajo" «biopolítico», que trabajo y conocimiento no son categorías antagónicas, ni necesariamente distintas[795]Si tradicionalmente la labor intelectual y la labor manual son denominadas trabajo, es porque existe por lo menos alguna suerte de coincidencia o semejanza entre estas actividades – ni que sea el sólo hecho de que ambas sean concebidas como actividades[796]
El catedrático de Economía de la Universidad de San Pablo, Eleutério Prado, entiende que la tesis del trabajo inmaterial de Negri y Hardt incide en concepciones fetichistas[797]toda vez que raciocina sobre la productividad del trabajo mirando apenas el resultado material del proceso de producción, olvidando, según Prado, que en Marx, el trabajo productivo tiene, además del producto, que generar plusvalía para el capital, poco importando si el valor generado es cristalizado en productos materiales o inmateriales[798]Para Prado, Negri y Hardt solamente captan la mercancía como "valor de uso" y trabajo sólo como "trabajo concreto"[799]y sin distinguir las relaciones sociales que les son inherentes[800]
No obstante ello, Prado reconoce que en la posgran industria[801]la fuerza productiva decisiva es la inteligencia colectiva, mantenida y reproducida por los gerentes, técnicos y trabajadores en sus propias cabezas, en sus interacciones, en la praxis cotidiana, así como en la que activa los sistemas de información empresariales[802]Propone, aún, la renovación del proyecto socialista, basado en la producción fundada en la inteligencia colectiva y en el planeamiento descentralizado[803]
Por otro lado, no nos parece que la idea de trabajo inmaterial de Negri y Hardt desconsidere las relaciones sociales en que esta inserida la producción basada en la labor intelectual, sino que les da vuelta, en un proceso inmanente de transformación topológica de "clase en sí" en "clase para sí" – desde una idea de inmanencia muy propia a la de «multitud» obrera. Es decir, la interacción colectiva de la producción cognitiva contemporánea permite por lo menos concebir teóricamente la posibilidad de las relaciones de trabajo – y no simplemente el "trabajo concreto" – se tornaren independientes del capital, ya que la propiedad de los medios de producción no es más decisiva, tanto que se ve un proceso de transferencia de las grandes empresas a las subcontratadas de las actividades estrictamente industriales, para que esas empresas se concentren en los aspectos intangibles de la producción, tales como marketing, derechos de propiedad intelectual y de marcas, gestión financiera y interacción con los accionistas, trabajadores y consumidores[804]
El hecho de que el tiempo de trabajo ya no pueda servir de parámetro para el valor, cambia de forma violenta las propias bases de la teoría de valor, como, incluso, ya previera Marx en los Grundrisse[805]pues la producción contemporánea no depende sólo de la gestión de "activos físicos", tangibles, sino de "activos invisibles" o "intangibles"[806]absolutamente descolgados de una medida lineal de tiempo de trabajo. Si la expropiación de la plusvalía significa expropiación del tiempo excedente, y si ese tiempo ya no es determinante en la producción postindustrial, es forzoso concluir que esa falta de adecuación por lo menos desafía una reformulación de la teoría del valor-trabajo, mientras hora de trabajo lineal, mientras trabajo estrictamente cuantitativo, por lo menos desde una teoría del valor-trabajo material.
Esta constatación, con todo, no es incompatible con el protagonismo ontológico[807]del trabajo humano en la esfera de las relaciones sociales, tampoco significa el menoscabo del papel estratégico del trabajo en la producción económica contemporánea. Además, ni presupone un éxodo necesario de la sociedad salarial, como propugna Gorz, pues el desarrollo de las interacciones cognitivas y afectivas entre los trabajadores en la esfera de la empresa capitalista, no excluye la necesidad de una política de tutela estatal del trabajo. Si esta tutela sirve para amortecer la lucha de clases en un contexto estrictamente marxista; esa protección estatal del trabajo, en el contexto de un capitalismo cognitivo, solamente viene a humanizar el momento de tránsito hacia una hegemonía de la «multitud» de todos cuanto trabajan.
En este sentido, trabajo material y conocimiento son canalizado en un mismo flujo, una misma línea de fuga inmanente de la expropiación capitalista. En otras palabras, el hecho de que el conocimiento sea fruto de otro orden de trabajo, de que su producto tenga otras características y consecuencias económicas, no le torna al conocimiento antípoda al trabajo, antes, incrementa la potencia de sus virtualidades de emancipación.
La cuestión no es apartar el trabajo manual del intelectual, sino conducirlos juntos, para fortalecer el trabajo como un todo, múltiple, el trabajo de todos que son explotados bajo el dictado del capital, directa o indirectamente. Para Negri y Hardt, la «multitud» "proporciona su definición más amplia al concepto de proletariado como totalidad de quienes trabajan y producen bajo el dominio del capital"[808]. La distinción de la teoría clásica del valor-trabajo material entre trabajo "abstracto" productivo y improductivo pierde su centralidad, a beneficio de una concepción de trabajo tout court, que efectivamente es menos restrictiva.
Esa coincidencia de flujos entre trabajo material y conocimiento, en la idea de trabajo tout court, sedimenta una singularidad moviente, que abarca todos los aspectos de la vida del obrero. Si por un lado esa concepción extiende la posibilidad de explotación holística del hombre mismo, ese trabajo, por esa razón denominado «biopolítico», presupone su carácter, antes de todo, cooperativo, es decir, no se trata de un trabajo metafísico, conceptual, aislado de la sociedad, sino un trabajo colectivo, operado en común y en todas las instancias de la sociedad. Es pues, un trabajo esencialmente de la «multitud».
En este contexto, la explotación contemporánea no se sitúa solamente en "la mano de obra", sino también en las "manos y cabezas de obra", es una explotación del trabajador como un todo – cuerpo, mente, alma y sociabilidad – es una expropiación que no si limita al "valor medido en términos de tiempo de trabajo individual o colectivo, sino más bien la captación del valor producido por el trabajo cooperativo, y que se hace cada vez más común a consecuencia de su circulación a través de redes sociales"[809], mismo porque cada vez es más difícil medir el trabajo a partir de horas de trabajo.
Esa explotación del valor desmedido no tiene límite, es desmesurada, biopolítica, rizomática. Es rizomática, primero, porque presupone la «conexión heterogénea» entre producción y consumo mismo – producción desde el consumo, desde netwares y wetwares.
Esta «conexión heterogénea» que no distingue entre consumo y producción, hace calco del mapa de la producción en el consumo, configurando una «calcomanía» productiva. No es más la producción fordista, que procede por calco, es decir, que se basa en la copia, en la reproducción material, sino de la potencia virtual de la red multitudinaria. No es más la producción de la línea de montaje segmentada, en compartimentos de trabajos especializados, sino el plan, la meseta, la «cartografía» reticular del trabajo de lo común[810]
En esa «cartografía» productiva de la producción rizomática del posfordismo, la consistencia productiva se amalgama a través de las «conexiones» entre las singularidades «heterogéneas» de la «multitud» productiva, es decir, lo decisivo en la producción contemporánea es la cooperación en la esfera de las singularidades «heterogéneas» de lo común.
5.4 La Conversión del Trabajo en "Lo Común"
El trabajo inmaterial o cognitivo, como ya se ha subrayado anteriormente, no es un trabajo aislado, individual, sino esencialmente colectivo, en red, del general intellect, de la «multitud» productiva. Esa característica colectiva, aliada al hecho de su importancia estratégica, impone a la producción contemporánea que se dirija también a dominar la interacción colectiva de los trabajadores, pero lo que resulta impracticable, ya que diferente de la gran industria, dónde las máquinas funcionaban desde esquemas preordenados y repetitivos de trabajo manual, y dónde los trabajadores eran dirigidos a partir de la medición y control del tiempo de trabajo, en la posgran industria la esencia de ese trabajo estratégico reside en atributos intangibles, impalpables, fluidos de las actividades humanas, tanto del punto de vista individual, como colectivo, es decir, la esencia de la producción situase justo en la evanescencia de la mente y de la cooperación humanas.
Además, ese trabajo no se sitúa sólo en los trabajadores subordinados a la empresa, sino también en los usuarios, clientes y consumidores, ya que el valor de los productos inmateriales está también en las netwares y en los wetwares, está en la "adopción y uso"[811]de los productos mismos y no más propiamente en las máquinas o en los medios de producción[812]
Es un trabajo de lo común[813]que involucra cooperación y el propio lenguaje común[814]y como tal de difícil apropiación privada, aunque el desarrollo de las estructuras jurídicas, para blindar la propiedad intelectual intenten siempre captar y privatizar el público y lo común[815]
Para Negri y Hardt el "aspecto central del paradigma de la producción inmaterial que necesitamos dilucidar aquí es su estrecha relación con la cooperación, la colaboración y la comunicación: en suma su fundamento en lo común"[816], surgiendo como condición previa y resultado de la producción posgran industria[817]es decir, la relación dual entre producción y lo común – lo común producido y también productivo – como clave para toda la actividad biopolítica de producción[818]
La preocupación con lo común de la producción contemporánea no sólo se verifica en la cooperación o en la comunicación del lenguaje común[819]sino también en el propio concepto de vida, no como pura materialidad del cuerpo, como ya se verificaba desde la esclavitud, o a través la propiedad misma de vidas animales – perros, vacas, caballos etc – más bien como concepción abstracta y formal de las construcciones de la ingeniería genética[820]
El desplazamiento de la producción (y de la apropiación privada) hacia lo común se percibe incluso en relación a la propia teoría de lógica, siendo más visible hacia la lógica de los programas de ordenadores (códigos fuentes)[821], lo que se choca con la idea tradicional de lógica, que siempre ha sido considerada como un abstracto-formal público y común.
La conversión del trabajo de la gran industria, que era mensurado por medio de una productividad identificable individualmente, para el trabajo postindustrial, esencialmente colectivo, es decir, un trabajo que ya no se puede aferir individualmente en cuantidades de horas de trabajo, lo conecta el trabajo contemporáneo a lo común y a la "noción común" spinoziana[822]
La idea de "noción común" en Spinoza se articula muy bien con lo común de Negri y Hardt, ya que ese común no es una esencia ética, un mínimo ético común, sino el substrato, el backgroud, el fondo de propiedades comunes que sirve de «conexión» a las interacciones sociales. Como observa la filósofa Marilena Chauí, "es una racionalidad operante en lo real, gracias a la cual los apetitos y las pasiones humanas pueden tomar un rumo intersubjetivo, social y político mismo que nuestra imaginación atribuya a otras causas el origen de la vida colectiva"[823].
Spinoza, no sólo en la Ética, concibe con relevo a la idea de "común". También en el Tratado Político la cooperación es considerada el centro de vida y del cultivo del alma[824]
Lo común se presenta, por otro lado, desde una perspectiva política, como superación de los dualismos políticos clásicos, tales como publico privado, público colectivo o, aún, individual colectivo. El trabajo público es una prestación estatal. Lo público es una perspectiva todavía colgada a lo trascendental político, a la soberanía pública trascendente, al todo-uno del pueblo[825]El trabajo de lo común no es el trabajo estatalista, sino los substratos inmanentes de la comunidad. No es tampoco un trabajo comunitario[826]toda vez que ese trabajo tenga una teología, o una perspectiva asistencialista. El trabajo de lo común se confunde mismo con lo común, pues no tiene una finalidad trascendente (religiosa, moral o metafísica), sino se constituye como puro medium. No es un medio de vida, más bien una vida en el medium, en el medio de la inmanencia del trabajo de la «multitud» – intermezzo[827]
No es un trabajo público, ni comunitario, pero tampoco es un trabajo colectivo, entendido colectivo como restricto a la esfera de la autonomía privada colectiva tradicional, es decir, el trabajo de una categoría corporativa específica, del sindicalismo "por categoría". El trabajo común es el trabajo de la «multitud», es decir, el trabajo que no puede ser reducido a un tipo de categoría, y que tampoco presupone la existencia de una única clase obrera productiva. Como anotan Negri y Hardt, "hoy todas las formas de trabajo son socialmente productivas, producen en común, y comparten también el potencial común de oponer resistencia a la dominación del capital. Considerémoslo como la igualdad de oportunidades de la resistencia."[828].
No es el trabajo colectivo de la categoría, pero tampoco es el trabajo individual, sino el trabajo indiviso. No es el trabajo aislado, de la productividad medida aisladamente, ni colectivamente medida en horas de trabajo. El trabajo común es el trabajo continuo, de flujos continuos, entrelazados, mezclados, en fin, flujos reticulares de singularidades productivas.
La coordinación de lo común no es garantizada por el mercado o por la empresa[829]ni por el Estado o por el sindicato. Ni tampoco es una articulación mecánica, predeterminada por la "caja informática" (hardware y software)[830]. Lo común productivo deviene de una cooperación informática informal, fluida. Es una competencia subordinada a la cooperación.
Ello, con todo, no excluye el hecho de que el trabajo de lo común se confunde con lo común en el orden de la «biopolítica», del «biopoder», lo que presupone una intensificación de la disciplina de la producción de la fábrica, hacia lo fuera, de manera reticular, pasando a regular la producción y la vida desde dentro, para administrar la producción y la reproducción de la vida[831]que no es más distinguida del trabajo.
El trabajo homogéneo, repetitivo, apartado de la vida, tiende a la estabilización de la actividad productiva, a la producción sedentaria, cerrada dentro de la fábrica fordista. Sin embargo del proceso de conversión del trabajo en lo común, ese nuevo trabajo mezclado con la vida, ese trabajo híbrido, presupone una organización productiva desterritorializada, externa, una producción nómada, que no se contiene más en la empresa, pues como observa Moulier-Boutang, llégase a la paradoja de que el esencial del valor extraído por la producción proviene de la captación de las externalidades, y incluso al margen de la competitividad[832]
5.5 El «Trabajo Biopolítico» y los Derechos
El marco de regulación jurídica o de autorregulación del trabajo de lo común, con sus especificidades y diferencias pertenece al ámbito de la res multitudinaria, antes que al de la res pública. Lo público, lo privado, lo colectivo, lo individual y hasta lo comunitario son perspectivas que privilegian, de una forma o de otra, la homogeneización de las diferencias y singularidades.
Diferente, lo común es la idea que transita en el orden de la hibridización salvaje[833]en el orden del agotamiento de las diferencias identitarias, principiológicas, diferencias que refuerzan identidades y diferencias, en cuanto incompatibilidades, y que, por ende, disminuyen la posibilidad, tanto de ampliación del abanico de múltiplos derechos sociales comunes, como de una producción económica múltipla de fondo común, desde una perspectiva de colaboración.
La «cartografía» jurídica del "trabajo biopolítico» de lo común no funciona, pues, desde una Carta Magna sedentaria de derechos sociales, es decir, desde una regulación estatalista, estática y cerrada, que cristaliza la centralidad del trabajo, solamente como estrategia para sacar el protagonismo de la potencia constituyente de la «multitud» productiva, de la lucha de clases y de la dinámica política de los obreros, para configurar lo que Negri denomina, de forma crítica, la "Constitución del Trabajo" o el "poder constituido del trabajo-muerto"[834]
Para Negri, la "Constitución del Trabajo" es la estrategia del derecho público y constitucional para tornar trascendental, formal y abstracta la acción constituyente concreta de la «multitud»[835]. La declaración francesa de 1795, según Negri, hace una inversión total y completa, transfigurando la potencia creativa de las masas (sans-cultotes) en obediencia[836]alzando la obediencia a la condición de signo del buen orden político.
Sieyès[837]configura un Estado Social y un orden constitucional del trabajo, en términos estáticos, supuesto como naturalmente justo, orden que la aristocracia domina, sin tomar parte de ello. Un orden del trabajo conservador, que se funda en la propiedad privada, y que distancia el trabajo de los conceptos de clase y de lucha de clases[838]Para Negri, el "tema del trabajo entra en el debate constitucional moderno como tema conservador. El problema de Sieyès es lo de construir una sociedad política moderna que represente correctamente las estructuras económicas-sociales del país sin agredirlas. La fuerza del poder constituyente es arrancada de su dimensión de formación social"[839].
Una vez cristalizada la energía nómada del trabajo en una Carta Magna sedentaria, la potencia constituyente de la «multitud» es, así, reducida a su calco, a su representación, es decir, es reducida a un poder constituyente subordinado a la idea de representación política. Con ello, se saca de la «cartografía» jurídica la potencia inmanente de la presentación nómada y concreta de la «multitud», que es substituida por una democracia representativa y abstracta, conectada a la idea de "división del trabajo"[840]que concibe la practica política como algo especializado, confiado a personas esclarecidas y supuestamente competentes, que tengan tiempo y dinero para dedicarse a los negocios públicos[841]
Para Negri, en ese sentido se estructura un orden jurídico que es la superestructura inmediata de la sociedad comercial de la primera arrancada capitalista, contraponiendo la revolución – con su respectivo poder constituyente abierto – a la "Constitución del Trabajo"[842]cuyo objetivo es parar y terminar la revolución. La revolución parada de Sieyès, cristalizada en una Carta Magna sedentaria, es erigida, así, como límite al poder constituyente abierto de la «multitud»[843].
La parada constitucional del trabajo posibilita el intento de unificación formal de la teoría jurídica del capital[844]Esa parada, con el intuito de unificación formal y abstracta, es la estrategia para sacar el trabajo de su dinámica concreta, pero, a la vez, constituirlo como fundamento unificado del orden constitucional, apenas en cuanto "trabajo abstracto"[845]en cuanto una hipóstasis de trabajo trascendente, y que, por ese mismo, un trabajo descolgado de la multitud de trabajadores.
La unificación, del punto de vista general, es construida por la teoría jurídica formalista, en la "Constitución del Trabajo", y la unificación, desde la perspectiva especial, queda a cargo del Derecho del Trabajo tradicional. Negri clasifica el Derecho del Trabajo como el derecho que históricamente pretende determinar y controlar la potencia constituyente de la «multitud» productiva[846]En otras palabras, la "acumulación capitalista había unificado la sociedad en torno al valor-trabajo, sin embargo, lo había hecho en torno a sus extremos: de la concreción a la abstracción. Para resolver esta oposición determinada nace todo el sistema jurídico del Estado contemporáneo"[847].
El "valor-trabajo", es decir, el trabajo mientras valor trascendente, cristalizado en la Constitución, y no el "trabajo concreto" en la inmanencia de la «multitud» productora, y no el trabajo pasible de adquirir valor y fuerza, económica y política, es sometido a un proceso de juridicización, a través de la "Constitución del Trabajo", para presentarse como representación, como calco, de la potencia productiva originaria. El trabajo concreto, una vez calcado como "valor-trabajo" constitucional, cerrado en una ciencia jurídica sedentaria, que privilegia la seguridad y estabilidad del sistema, abandona los bandos, los flujos de la «multitud» que produce, los desplazamientos nómadas. El trabajo-vivo se paraliza y no tiene fuerza para ni mismo distinguirse del trabajo-muerto. La "Constitución del Trabajo" concentra, así, el trabajo paralizado, mortificado. La potencia constituyente del trabajo nómada, del trabajo-vivo de la «multitud», cede su lugar a su calco, al poder constituido del trabajo-muerto. Vale el political power antes que el political movement[848]
En este proceso de trascendencia del trabajo, la dignidad abstracta del trabajo abstracto se pega al valor-trabajo abstracto. Esa cadena de abstracción del trabajo es proyectada del plano de la soberanía nacional, para adquirir foros globales, y alzarse a la categoría de mínimo ético universal[849]Cuanto más universales, menores son los mínimos denominadores y los standards[850]lo que abre posibilidad a una espiral de precarización y incluso tiene un nocivo efecto diversionista sobre la pauta de los sindicatos y hace retroceder la propia agenda de reivindicaciones de los trabajadores, que se desplaza de los avances, hacia la pura manutención de los standards mínimos biológicos, tales como los del "trabajo deciente"[851]En ese sentido, la formalización, la universalización y la abstracción se conectan directamente a la reducción de derechos sociales concretos.
Si la cristalización del "valor-trabajo" en el plan constitucional funciona como abstracción del trabajo, en el plan infraconstitucional esa misma idea se hace efectiva desde la especialización del Derecho del Trabajo, como rama especial del Derecho, es decir, en cuanto formalización científica y disecación disciplinaria del fenómeno trabajo. Esa especialización científica diseca el cadáver del "trabajo-muerto", desde una ciencia jurídica sedentaria y disciplinaria.
Con todo, el Derecho del Trabajo puede ser concebido desde otra cara, no desde una perspectiva de especialización, sino de singularización, es decir, a partir del paso de la generalización constitucional, no hacia la especialización formal y abstracta de la ciencia jurídica, sino hacia la especificación de derechos, de prestaciones económicas, sociales y culturales concretas. El paso es sedentario toda vez que proceda por deducción, por racionalización formal, por cristalización trascendente de standards mínimos del poder constituido del trabajo-muerto. Es nómada cuando localiza las necesidades concretas de la «multitud» de obreros, cuando las reterritorializa en el contexto real, en su entorno social, económico y cultural, sin perder de vista el camino, el sendero promocional de los derechos, es decir, las líneas de fuga del trabajo-vivo, bajo las «conexiones heterogéneas» de las singularidades de la «multitud» que trabaja.
En otras palabras, el rescate del trabajo-vivo en la constitución, en contra el poder constituido del trabajo-muerto y del trabajo abstracto, no es un movimiento metafísico[852]que paraliza el desplazamiento de la potencia de la «multitud» que trabaja en un acto, en una Carta Magna estática o en un Estatuto especializado, sino un movimiento de especificación virtual y moviente de la potencia constituyente del «trabajo biopolítico».
Los flujos, los movimientos sociales y los political movements de la «multitud» no caben en un derecho especializado y disciplinario, en un derecho de la subordinación del trabajo – que restaura, en el ámbito de la relación capital x trabajo, el "pacto de sujeción" del contractualismo y de la representación políticas – de alineación de la potencia productora. Su «cartografía» es bien otra, es el background de la potencia comunal de comunicación y interacción, entre informaciones, afectos y voluntades políticas, esa «conexión heterogénea» de vida, que permite, desde ese «plan de consistencia», desarrollarse las «reglas concretas» deleuzeanas de multiplicación de potencia y derechos.
El «trabajo biopolítico» es la producción de "lo común", por "lo común" y para "lo común". No se trata de tautología, ni circularidad, sino de la pura inmanencia de la «multitud» productora. La teoría jurídica de "lo común", aquí apenas esbozada, y solamente en términos generales, será especificada, en el capítulo siguiente, mas precisamente cuanto a tres institutos centrales del Derecho Colectivo del Trabajo: la representación de los trabajadores, la huelga, y la negociación colectiva.
CAPÍTULO VI
El derecho colectivo del trabajo: un paso nómada
"Corpus humanum componitur
ex plurimis(diversæ naturæ) individuis,
quorum unumquodque valde compositum est" [853]
Spinoza
El «rizoma» y la «multitud» son dos conceptos muy operativos como ya hemos tenido oportunidad de ver. Son conceptos que tienen un potencial de funcionalidad alternativa en el ámbito de la teoría general de los derechos. En este capítulo miraremos, de una forma más específica, como pueden funcionar estas dos notas operativas, en el campo del Derecho Colectivo del Trabajo, a partir de tres de sus figuras básicas, a saber, la representación de los trabajadores, la huelga y la negociación colectiva. No es el objetivo de ese trabajo detenerse en los intríngulis de una legislación nacional específica, sino apenas trazar un «mapa» inicial de los referidos institutos, aunque teniendo como referente dogmático principal, el Ordenamiento laboral de España.
Estos dos conceptos llaves en nuestro estudio – «rizoma» y «multitud» – tienen, en realidad, una vocación especial de incidencia en el Derecho Colectivo del Trabajo, ya que esos conceptos tienen una afinidad casi geneática con el ámbito de la producción, que se hace a cada día más colectiva, cooperativa y conectada.
En ese orden de ideas, es importante, por ende, considerar que el artefacto operativo que se va a manejar en este apartado tiene como supuesto la realidad del trabajo «biopolítico», es decir, lo que se propone es proceder a algunas posibilidades de «conexión» entre la idea de un Ordenamiento «rizomático», dinámica y recurrentemente instituido y operado, desde la potencia constitutiva de la «multitud», potencia esa que se proyecta y se actualiza a partir de la profunda interacción de «lo común» – el nuevo tipo de habilidades específicas del trabajo humano colectivo, de lo cual la producción posfordista no puede más prescindir.
Por otro lado, a pesar de la ascendente importancia de los nuevos tipos de energías humanas requeridas por el capitalismo cognitivo, se verifica un proceso espiral descendente en relación al trabajo formal, o al empleo tradicional, descenso ese facilitado por las posibilidades de captación gratuita del trabajo de «lo común» – externalidad positiva – por medio de los procesos de netware y wetware.
Esos procesos de externalización del trabajo cooperativo de «lo común», con todo, generan, desde otro flanco, la virtual posibilidad de canalización de esos flujos productivos por el propio colectivo productor, ya que los medios materiales de producción pierden centralidad frente a la esencialidad misma de las energías, afectos y capacidades específicamente humanas.
Además de ello, la potencial exclusión de un verdadero ejército de trabajadores de la producción formal, acaba, aunque de forma perversa, aumentando la propia potencia de la «multitud», ya que, de esa forma, más se va alargando la base de trabajadores sin sujeción jurídica directa, lo que tiene la implicación tendencial de aumentar el grado de libertad relativa de los colectivos productores, y, por consecuencia, de su propia potencia.
Sin perder de vista los peligros que la producción contemporánea puede imponer al trabajo, la perspectiva que se maneja aquí está fundada en la exploración de las potenciales energías de emancipación social que se le escapan a los poderes constituidos, públicos y privados, por medio de las nuevas formas de trabajo.
6.1 La Representación y la «Presentación» de los Trabajadores
La representación de los trabajadores es una idea que carga una tensión permanente, que es la tensión propia de los dualismos[854]Antes que adoptar indistintamente la representación como criterio de legitimación política, no se puede descartar la idea de «presentación»[855] de los trabajadores, por lo menos no se puede abandonarle, sin al menos intentar agotar toda su potencialidad democrática. La representación tiene que surgir siempre como un segundo paso, como mero mecanismo, como instrumento, no como principio de democracia[856]o de legitimación.
La legitimación [857]es una pura inmanencia, es un despliegue de la singularidad, que desdobla y extiende su propia inmanencia esencial[858]En ese sentido, la legitimación es antes adecuación y extensión de la singularidad. Las singularidades, ni actuando en su pluralidad, necesitan hacerse representadas por un ente distinto. La «multitud» es la única potencia esencialmente legitima, adecuada y extensa de las singularidades, y que se hacen presentadas y dirigidas de forma cooperada a una sola acción[859]como causa y esencia a la vez[860]La representación, en contra, presupone un despego, una identidad segmentada, y no un seguimiento, un continuum de singularidades inmanentes, un flujo de la «multitud».
La representación opone lo colectivo a lo individual, la mayoría a las minorías, lo público a lo privado, lo singular a lo común, en fin, representa por oposición y disyuntiva, antes que como alternativas[861]La representación enfatiza la concepción de hegemonía como dominio excluyente, y marca la busca por los universalismos autoritarios[862]y reductores, los divisores universales, en lugar de los comunes múltiplos. La representación reproduce (la copia), la «presentación» produce (la potencia). La representación funciona por reproducción de la tensión entre representante y representado, y lo torna aplastado, pasado, participio pasado, miembro pasivo de un poder constituido, que transfiere y trasciende su potencia singular al representante, con merma de potencia y legitimidad. En todas las formas clásicas de representación – «apropiada»[863], «libre»[864] o «vinculada»[865] – no hay desplazamiento nómada de potencia. El tránsito trascendente entre representado y representante es sedentario, es decir, constituye mero movimiento metafísico, que involucra pierda bruta de la fenomenalidad originaria de la potencia constituyente de los representados[866]
No es, pues, sólo una cuestión de legitimación, sino, principalmente, de fuerza, de reducción efectiva de potencia social de los muchos. «Potentia» que se reduce a «potestas» – para se hablar en términos de la política spinoziana. El "tránsito trascendente" paraliza la «potentia» constituyente; secciona, segmenta y cesa la revolución del trabajo vivo, y se fija en la representación de la Constitución del Trabajo muerto. La cartografía de la potencia «presentante»[867] de los trabajadores se reterritorializa en la Carta Magna del poder representado. No se trata de sustantivar "un presentante" de los trabajadores, sino conservar el carácter adjetivo del acto de representar, para enfatizar la potencia «presentante» de la «multitud». La sustantivación repite la deformación de la representación, que privilegia el representante, su poder[868]el «calco», en detrimento de las singularidades presentantes de los muchos.
En resumen, la «presentación» privilegia la «organización» antes que la representación. Aquí, «organización» entendida como formulada por Edgar Morin – «orden-desorden-interacción-organización» – es decir una organización compleja, un nuevo orden de los trabajadores que no excluye el caos sindical, una organización esencialmente relacional y de interacción, en la que la máxima complejidad del desorden sindical contendrá el orden, y la extrema complejidad[869]del orden contendrá el desorden[870]
6.1.2 «Descentralización Consistente» y «Transversalidad Presentante»
La «presentación» de la «multitud» es solamente un marco de perspectiva, ya que su operacionalización practica es muy compleja, es decir, es una «organización» compleja y desordenada. Hay que aterrizar esta perspectiva en el mundo vivo del trabajo, lo que, con todo, no significa que se pueda desechar este enfoque como se fuera algo utópico, abstracto o caótico, ya que tiene o puede tener consecuencias practicas muy concretas, y hasta un «plan de consistencia» muy específico de desarrollo, esto es, un modelo en que no se insista en la idea de la aptitude légitime à representer[871]sino en la «aptitud consistente de presentarse».
I. La primera de esas consecuencias es plantear lo que podemos nombrar de «descentralización consistente» del sujeto colectivo del trabajo, y que corresponde, en cierta medida, a los fenómenos de «descentralización negocial»[872] o de «descentralización organizada»[873] – pero cuanto a esta última sin el sentido jerárquico de control – con énfasis muy especial en la cohesión, es decir, en el sentido de que la descentralización, aunque desordenada, al contrario de implicar desagregación, dilución o degradación[874]significa la movilización de todas[875]las energías colectivas, incluso aquellas excluidas del flujo de la «multitud» trabajadora. En otras palabras trátase de una «pluralización de las formas de tutela» en contra el «monopolio representativo» del gran sindicato[876]
La centralización jurídica, en el plan del trabajo, en principio, funciona desde mecanismos de mayorías matemáticas y estadísticas, que, en general, excluyen determinados segmentos de los trabajadores, causando conflictos internos, con pierda de fuerza cohesiva y reivindicatoria. Además, con el fenómeno de la deslocalización de la empresa y con la externalización de la producción – «flexibilización externa»[877] -, la unidad formal excluye en la práctica una gama importante de trabajadores del proceso de cohesión de la potencia operaria.
Por otra parte, la representación enyesa, en una persona jurídica formal, la potencia moviente del trabajo. Esa entidad formalizada queda, a partir de su fijación en una forma jurídica estática[878]pasible de ser afectada por las constricciones y otras formas de responsabilidades legales[879]al pleno ejercicio de las libertades colectivas[880]ya que se puede imputar a las entidades incluso responsabilidades civiles y multas[881]La representación acaba, así, funcionando más como límite que como impulso al fortalecimiento de los trabajadores.
La «descentralización consistente», con todo, no significa necesariamente la despersonalización jurídica del sujeto colectivo[882]sino, más bien, una desconsideración nómada y recurrente de ese sujeto, es decir, una moviente y cambiante relación entre adecuación, legitimidad y eficacia de la acción colectiva. Es verdad que eso plantea problemas complejos y dificultades concretas, pero no se puede olvidar que las dificultades oriundas de un proceso de descentralización, es afecto no sólo al capital, ya que el problema de determinarse el real tomador de los servicios, en razón de las múltiplas formas de deslocalización y outsourcing que la empresa posfordista ha adquirido[883]es una realidad que atinge duramente la propia organización de los obreros.
La idea de representación de los trabajadores, como se ha dicho, es, en ese sentido, instrumental y no-sistemática; es una cuestión de pragmática de la acción política de los obreros frente al contexto productivo y a la potencia nómada del capital. Antes que un intento de estructuración y fijación teórica propiamente considerados, debe presidir el concepto de representación de los trabajadores la idea del confronto de la "estrategia" hegemónica del capital en contra de las "tácticas" fragmentadas del trabajo[884]
En esa línea nos parece interesante el concepto propio del derecho estadounidense, atinente a las prácticas colectivas descentralizadas y de intensa presentación, nombradas, por la National Labor Relations Act – NLRA, «actividades concertadas» (concerted activities)[885], aunque en la práctica, los tribunales americanos han construido unos límites para impedir su pleno desarrollo[886]pero es importante subrayar que este concepto, a la luz de la NLRA, legaliza la acción de grupos[887]de trabajadores no formalmente organizados con la finalidad de negociación colectiva, ayuda mutua o protección – collective bargaining or other mutual aid or protection. La posibilidad jurídica de actuación directa de los grupos, de su presentación, es importante para marcar el carácter instrumental de la representación, cuya disputa por los poderes constituidos, que le es inherente, saca del foco la característica más marcada de las actividades colectivas, que es justamente el hecho de la efectiva participación directa en la acción.
En el seno de la «descentralización consistente» la dicotomía representación y representatividad ("la mayor")[888] pierde sentido. Tal dicotomía avoca la propia espiral de trascendencia, alejamiento y segmentaridad que los intentos de reproducción de identidades colectivas se involucra. La idea de representatividad remite a una esfera de disputa interna en al plan del trabajo, una diputa por el «calco» de la «presentación», por el dominio de la identidad exclusiva (y por ende excluyente) de todos. Es la disputa por el poder constituido, que sacrifica energía obrera, divide los flujos de potencia, pues funciona como un tipo de competencia mercantil, absolutamente inadecuada para el fortalecimiento de las fuerzas de la labor. De la misma forma que la competencia ideal sirve para dividir el poder del capital, sirve para reducir la potencia de los muchos. La diferencia es que mientras la competencia ideal en la practica de mercado es absolutamente ficticia, dada las varias estrategias de alianza que el capital es capaz de engendrar, con relación al trabajo más parece un trabajo de Sísifo, ya que una vez instituida (la competencia entre grupos para dominar la representación) resulta en la disgregación de los trabajadores, justo lo que el sistema de libertades y garantías sindicales tiene por finalidad combatir.
En ese orden de ideas, nos parece que no se trata de fomentar la competencia representativa hacia una "singular posición jurídica"[889]sino no intervenir en la posición jurídica de los flujos de las singularidades, es decir, no meterse en medio del sendero de la pragmática concurrencia en que los actores del trabajo tienden a confluir. Si por un lado, la "mayor representatividad" es un concepto trascendente, por otro, la "singular posición jurídica" es sedentaria, procede a la paralización de los poderes constituidos de la representatividad. En fin, antes que hablar en competencia, mejor es agenciar formas de concurrencia sindical.
II. Otra consecuencia que se puede inferir de la primacía de la «presentación» en detrimento de la representación en la perspectiva de la busca de adecuación y eficacia política de los trabajadores, es la fuga del modelo cartesiano, del plan de las coordenadas binarias, que presupone la operación de las abscisas y ordenadas del sujeto colectivo del trabajo, es decir, el modelo que funciona desde la ecuación de la dicotomía entre sindicato horizontal y vertical, entre profesionalidad y industria[890]
En contra de ese modelo de representación cartesiana, se puede intentar evolucionar para un «plan de consistencia trasversal» de configuración del sujeto colectivo del trabajo, que consiste en concebir la radical «transversalidad» del sindicato, lo que no significa elegir el Sindicato «calco» como el "presentante transversal" del trabajo, sino, más bien, enfatizar la «transversalidad presentante» de la «multitud» que trabaja bajo el dominio del capital. Es decir, se trata de poner relieve en el medium, y no en el sujeto representante. En otras palabras, la «transversalidad presentante» es el enfoque del sujeto colectivo como «plan de consistencia», como base de facilitación del desplazamiento jurídico de la potencia de los muchos, y no como personalización del agente o vanguardia de los intereses colectivos.
El dualismo entre profesionalidad e industria es insuficiente para abarcar la totalidad de la producción contemporánea, que es «biopolítica», que no se paraliza en la fábrica, o en una rama específica de producción material, ni se limita a una categoría específica de trabajadores, tampoco establece un límite claro entre producción y consumo, entre trabajador y consumidor. El trabajador es consumidor, y el consumidor es trabajador, lo que acaba, incluso, por crear dos polos de sujeción de la «multitud» – trabajo y consumo. La explotación es, en ese sentido, desmesurada.
La «transversalidad presentante», desde el enfoque de la dominación desmedida por parte del poder constituido del capital, puede superar las «líneas de segmentaridad» de los trabajadores, para cohesionar el trabajo al consumo, en una red de «consistencia» social, es decir, una movilización de los conceptos de netware y wetware, no hacia la producción, sino la «organización» misma de los trabajadores.
En ese orden de ideas, es una especie de retorno a la empresa o a la "laborilidad"[891]de la acción sindical, en que el contrapunto a la actuación política y parlamentaria, junto a los poderes constituidos, no se hace apenas a través de un retorno a la fábrica, a la producción de la gran industria fordista, sino como retorno desdoblado, es decir, tanto un retorno al espacio ahora desterritorializado de la empresa, como al mundo socio-cultural del trabajador, a su vida privada, a su intimidad, en otras palabras, un retorno renovado a la producción «biopolítica», en la cual, v. gr., el trabajo de la madre en el hogar es valorado tanto como el trabajo masculino dentro de la empresa[892]Como apuntan Negri y Hardt hay en la «multitud» una especie de principio de "igualdad de oportunidades de la resistencia"[893]fundado en la idea de lucha comunal de todos los que trabajan directa o indirectamente bajo el dominio del capital.
La «transversalidad presentante» posibilita también otro tipo de respuesta a la necesidad que la doctrina sindical ha detectado para "crear una regla de irradiación de la potencia sindical sustitutiva de la capacidad representativa de los trabajadores cuando no existe presencia organizativa ni representación legal"[894]. Lo que se propone es articular la «organización» de todas las formas de trabajo, y con ello privilegiar un sindicalismo de cohesión – rectius: de consistencia – y inclusión a la vez, que posibilite la cooperación y desarrollo de potencias de géneros, razas, etnias y culturas[895]Observan Negri y Hardt, que "la vieja distinción entre luchas políticas y luchas económicas se convierte en un mero obstáculo para la comprensión de las relaciones de clase. De hecho, clase es un concepto biopolítico, y al mismo tiempo económico y político"[896].
En este proceso de irradiación, que es también una forma de expansión[897]del sujeto colectivo, la «transversalidad presentante» no se reduce a un procedimiento de agregación trascendente, es decir, un proceso de incorporación de otros colectivos limitado a categorías homogéneas, o a trabajadores de ramas productivas similares. La homogeneidad funciona por trascendencia, pues necesita hacer la diferenciación del representante, dotarlo de poderes especiales, trascendentes, para asegurar, en la trascendencia de esa representación diferencial, la fuerza del colectivo, fuerza esa que es, así, trasmutada en poder constituido de la representación, esto es, la potencia expansiva y inmanente de la «multitud», se paraliza en el poder constituido del representante.
La expansión en la meseta de la «transversalidad presentante» tiene que ser pensada en otro orden, v. gr., en el orden topológico, que se procesa por mecanismos de torsiones sin rotura, y que preservan las propiedades básicas de la «multitud» que actúa en común[898]Igual que su correlativo fenómeno de la deslocalización de la empresa contemporánea, que se hace topológico, con preservación de las características de control originario, a despecho de las torsiones productivas y territoriales, el sujeto colectivo del trabajo tiene que fundarse en un proceso de deslocalización por «conexión» trasversal, y no por trascendencia vertical, en lo cual la potencia de las singularidades no sea transferida para una entidad «retorrializada», a través del expediente de la representación de grado, dicho, superior.
La representación trasnacional[899]o nacional, federada o confederada, o todo cuanto se denomine personalidad sindical compleja[900]importa un proceso de transmisión de potencia originaria de las singularidades hacia arriba, proceso que implica una merma de fuerza de la potencia originaria, y aumento del grado de intromisión de la instancia superior[901]fenómeno que se agrava a cada pasaje de nivel en el seno del proceso de representación trascendente. En este modelo, el sistema sindical no se expande propiamente, sino que se reproduce como calco del poder constituido de la profesionalidad de la representación – dirigente-profesional descolgado del centro de trabajo -, antes que de la laboralidad misma de la potencia los trabajadores.
Lo que es decisivo considerar en un modelo que pretenda la «desterritotialización» del sujeto colectivo, es ampliar los flujos y la extensión transversal de potencia de los trabajadores, y no el proceso de verticalización representativa. La verticalización, en sí misma, no significa, de forma alguna, aumento de fuerza. Lo que importa, si se quiere traducir la expansión de la organización obrera en términos de aumento de potencia colectiva, es la multiplicación de las virtuales «conexiones» entre los muchos – rich-get-richer phenomenon[902]
En otras palabras, se trata de privilegiar el procedimiento de desdoble de la inmanencia, de la expansión topológica, por medio de un proceso que puede ser nombrado de «calcomanía» de los grupos, pues no procede como un calco de pura repetición representativa, sino como despliegue, a través de «conexiones heterogéneas», que reunen en un mismo flujo las varias formas, instancias y entidades de representación de todos los géneros, razas, etnias y culturas[903]de trabajadores y de todas las ramas y lugares de producción – sea industrial, urbana y rural[904]-, formando el «plan de consistencia», el «fieltro liso» deleuzeano y transversal por dónde se desplazan la potencia y las líneas de fuga de la «multitud».
La «transversalidad presentante» es, por ende, la concepción «rizomática» del sujeto colectivo, y lo que nos parece más adecuado, en la actualidad fenoménica de la producción «biopolítica», cara a los problemas de efectividad de la potencia de lucha del trabajo; es, en ese sentido, el trazo más marcado de la «multitud» concebida como tal.
6.1.3. La Representación Dual y la «Presentación Multitudinaria»
En el sentido en que se ha desarrollado la desconstrucción crítica de la idea de representación en el tópico anterior, sólo nos resta concluir, por tanto, que no hay que pensar en un ente especialmente dotado de una esencia y vocación para la representación legítima de los trabajadores. Como la representación es siempre la copia, el «calco» de las singularidades que pretende representar, ella trascendente, traiciona, trae siempre consigo una merma intrínseca de legitimidad, implica siempre algún grado de impostura y de pérdida bruta de potencia.
Con esos cuidados teóricos, y con esas preocupaciones pragmáticas, es posible pensar, sí, en un estatuto de la representación multitudinaria de los obreros, pero que se guía desde la noción de «presentación multitudinaria». Para efectos didácticos, nos parece productivo tomar el sistema español de representación, principalmente desde su rasgo de dualidad[905]
Como observa Antonio Baylos, la jurisprudencia esapañola ha optado por una interpretación más orgánica que funcional del término actividad sindical, a fin de restringir la titularidad del derecho fundamental de libertad sindical al sindicato, considerando que "la vulneración de las normas relativas a la representación electiva unitaria no implican una vulneración a la libertad sindical"[906].
Una primera observación que se puede hacer sobre esa dualidad, es que ese esquema funciona desde el calco del sujeto colectivo, es decir, se pierde en la circularidad de la discusión entorno del legítimo representante, en lugar de preocuparse con la efectividad de la organización de la potencia de los trabajadores.
Es cierto que la propia dualidad del sistema de la representación unitaria y plural no es, ella misma, cerrada en un tipo de dicotomía duelística o disyuntiva. El sistema de representación unitaria se desdobla en comités de empresa, delegados de prevención, comités intercentros, comités de grupos de empresas y comités de empresas europeo[907]que se interaccionan entre sí, y con las secciones sindicales, del mismo ámbito o de grados superiores. Es decir la propia representación unitaria se interacciona de forma múltiple (aunque jerárquica) con los demás niveles de esa representación, asimismo, con la representación plural de los sindicatos, sean los que detengan la singular posición jurídica de la mayor representatividad, sean aquellos con representatividad común.
En ese sentido, con todo, la idea de la "mayor representatividad", prevista en el sistema español, a pesar de sus rasgos de trascendencia que hemos subrayado en el tópico anterior, nos parece más adecuada a una «descentralización consistente» de los trabajadores, que el sistema norteamericano de la elección del «representante exclusivo» (exclusive representative)[908], que está fundado radicalmente en esa lógica competitiva y excluyente, que ya hemos referido en el mismo tópico, y que es prejudicial a la potencia de los trabajadores. El representante mayoritario representa siempre con alguno grado de impostura[909]ya que la representación esta conectada al voto, lo que hace considerar que las minorías no se hacen ni siquiera propiamente representadas por el representante mayoritario. Es justo en este orden de consideración, que la dualidad compleja del sistema, al concatenar la potencia de los flujos sindicales de la representación plural, con la cohesión de la representación unitaria, es menos excluyente, con menos despilfarro de potencia política, y con mayor grado de democratización y posibilidad de adquirir «consistencia» reivindicatoria.
De otra parte, parece interesante, en el modelo estadounidense, el hecho de que cualquier sindicato, de cualquier categoría, profesión o rango pueda presentarse a las elecciones para representante único a la negociación[910]No se presupone "mayor representatividad", ni tampoco cualquier sentido de similitud o homogeneidad[911]o mismo "representatividad simple" Esa, perspectiva, contribuye, de forma más eficaz a un tipo de «presentación trasversal», conectando los «heterogéneos» de la «multitud» trabajadora.
Lo esencial en la operación de un sistema de representación dual de los sujetos colectivos, para no perder de vista la riqueza de la complejidad y de la multiplicidad de la «multitud» que trabaja, es justamente explorar esa dualidad no como disyuntiva, sino como alternativas – en el plural -, como combinatorias, sin perder la necesidad pragmática de cohesión y consistencia, es decir, operar ese sistema a la luz de la idea deleuzeana de «todo múltiplo». En ese sentido, la representación unitaria, nos parece, tiene un potencial importante, justamente en el sentido de agenciar "la unidad de la clase en los lugares de trabajo"[912], que se presenta no como un ente sindical, entidad sedentaria y formalizada, sino como "organismo sindicalizado"[913].
Por otro lado, la propia pluralidad sindical no significa necesariamente un ejercicio de «multiplicidad», ya que como advierten Deleuze y Guattari, mismo la multiplicidad puede configurarse de forma arborescente y no «rizomática»[914]. La multiplicidad sindical arborescente está enraizada en la representación, en el «exclusive representative» del derecho norteamericano, en el sistema jerárquico y en la competencia sindicales.
Lo que primero hay que considerar en una ecualización multitudinaria de ese sistema dual, es la forma-grupo de empresas como determinante[915]en la «posgran industria», no sólo en sus configuraciones más irradiadas, sino también desde sus aspectos de interacción entre consumo y producción – netwares y wetwares – es decir, la constitución «biopolítica» del grupo o de la red-empresaria. Y desde esa perspectiva, la propia topología de la dualidad del sistema cambia, para superar tanto el modelo disyuntivo entre representación unitaria y plural, como el rasgo de corporativismo orgánico, que mira la representación unitaria desde una perspectiva de "paz sindical" en el seno de la empresa. La «torsión» topológica en esa perspectiva consiste en concebir la representación en el espacio-empresa como dobla, despliegue de inmanencia colectiva, como «doble articulación» de la «multitud» en la empresa. Es la canalización de flujos de lucha, de «máquinas de guerra», y no la busca por la «verdad consensuada», o por la eliminación de conflictos.
Una vez considerada tal naturaleza del grupo posfordista, y sus implicaciones, no sólo socio-económicas, sino también culturales, se puede pensar en proceder a la evolución de un sistema de «proximidad»[916] hacia un sistema de «simetría de representaciones»[917], evolución esa que evita pierda de energía colectiva en la negociación con el reconocimiento del grupo o de su correlativo en la representación unitaria del espacio-empresa. Ello permitirá que se quemen etapas, y se pueda centrar en las reivindicaciones mismas, es decir, facilita a que los trabajadores se dediquen directamente a la propia reivindicación material de sus derechos sociales y económicos. El propio reconocimiento de la representación unitaria en la empresa-red puede ser instrumentalizado como concesión, y, de ese modo, ser servir como contrapartida, para la reducción de derechos del trabajo.
La necesidad de una «simetría de representaciones», hace recordar – al sacar de la negociación el tema de la representación misma – que la dualidad de representación contemporánea se configura en un espacio-empresa que se concibe "ante todo como el lugar en el que se desarrollan relaciones de poder entre sujetos colectivos u en le que se integran las dimensiones individuales y colectivas de los trabajadores frente al interés del empresario y de la organización que dirige (…) Como en todo espacio de poder, el aspecto de la coacción y de la sujeción de las personas es decisiva"[918]. En otras palabras, el espacio-empresa de la empresa inmaterial, no es un espacio dialógico, de busca de un consenso racional, sino un plan en que el trabajo sujetado se confronta al poder constituido del capital, plan que condiciona todos los ordenes de consideraciones que se hagan respecto al tema.
No obstante la evolución del paso de un sistema puramente negocial a un sistema legal flexible, lo que es importante fijar, en términos de una articulación multitudinaria de la representación dual, es que, más importante que formalizar legislativamente el correlativo sujeto del trabajo en la empresa desplazada, reticular y desmaterializada, es que el reconocimiento jurídico de ese sujeto no se vea condicionado a la voluntad negocial del empresario. Hay un plus cualitativo entre un modelo que imponga una simetría, desde fuera, y otro que se caracterice por la no-intervención y por la promoción de una libertad absoluta cuanto a las formas de reconocimiento jurídico, incluso en relación a la acción unitaria de las fuerzas del trabajo en la empresa. La dualidad, en el marco de una «presentación multitudinaria» hay que ser una combinatoria libre, un desplazamiento fluido en el medium y no una mediación, sea por la ley, sea por el principio del discurso jurídico.
Lo que se sustenta, por ende, es que la dualidad jurídica del sujeto colectivo tiene que ser nómada, que se presente como la dualidad entre «lo común» y la producción[919]refutando la dualidad sedentaria de la representación, que paraliza la dinámica de acción dentro de la empresa y establiza «segmentos» sin «conexiones» entre la representación interna y la externa, sin «conexiones» entre la labor y la vida del trabajador.
El estatuto de la «presentación multitudinaria» de la «multitud» es profundamente «biopolítico» y no cabe apenas en la empresa – mismo al considerarse la empresa dislocada y inmaterial – tiene que desplazarse para todos los lugares de las luchas sociales. Observan Negri y Hardt que hoy por hoy, "las luchas más innovadoras de los agricultores, por ejemplo las de la "Conféderation Paysanne" francesa o el "Movimento Sem Terra"[920]de Brasil, no son luchas cerradas, limitadas a un solo sector de la población; en realidad, abren nuevas perspectivas para todos en cuestiones tales como la ecología, la pobreza, las economías sostenibles, y en todos los aspectos de la vida"[921].
Nuestro autores, observan, aún, que en los "países capitalistas dominantes se les concedió (a los sindicatos) un estatuto legal y constitucional a cambio de que se dedicaran exclusivamente a las cuestiones económicas del puesto de trabajo y a la negociación salarial, y renunciaran a las reivindicaciones sociales y políticas. En el paradigma del trabajo inmaterial, sin embargo, conforme la producción se hace cada vez más biopolítica, esta consideración aislada de las cuestiones económicas tiene cada vez menos sentido"[922].
En resumen, el reconocimiento jurídico del sujeto colectivo no se opera en clave de una aptitud jurídica para representar, ni mismo una aptitud legítima para tanto, sino más bien de un apetito concupiscible de «presentación» la «multitud», su impulso instintivo y inmanente para la potencia – «conatus»[923] -, que no se limita al espacio-empresa, sino que parte desde la producción en «lo común» hacia la vida. En fin, antes que representación es performance.
6.2 La Huelga de la «Multitud»
Para formular los rasgos esenciales del estatuto de la huelga en el marco teórico de la «multitud», nos parece conveniente, en términos deleuzeanos, intentar formular una «regla concreta» de «presentación» – antes que una norma formal de representación – para operar la «máquina abstracta»[924] de «consistencia»[925] de los trabajadores.
Este marco jurídico, no parece que deba caracterizarse por la busca de la superación de los dualismos que se presentan por oposición, por dialéctica y que caracterizan los aportes tradicionales, especialmente desde la oposición intereses públicos contra intereses privados. En el marco jurídico de «lo común», la idea es que los derechos sean desarrollados desde un plan de los intereses concretos de todos[926]es decir, el paso de la "mayoría" hacia "todos",[927] en la idea de un programa de canalización, en el mismo sentido, de todos los flujos de las singularidades.
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