(2) Además, sabed que el evangelio que yo predico, aunque no reciba su valor de la aprobación de los otros apóstoles, sin embargo sí ha sido examinado y aprobado por ellos en diversas ocasiones. "Les expuse el evangelio que proclamo entre los gentiles, para saber si corría o no corría en vano" (Ga 2,2). "Reconociendo la gracia que me había sido concedida, Santiago, Cefas y Juan, considerados como columnas, nos tendieron la mano en señal de comunión" (Ga 2,9). No es cierto que ellos me hayan desautorizado, sino al revés. Siempre nos hemos mantenido en comunión.
(3) Por otra parte Pedro nunca se ha opuesto a recibir en la Iglesia a los incircuncisos. Los criterios los tenía claros. No se trataba de errores doctrinales, de "evangelios distintos" del mío. Lo que era digno de reprensión no fue tanto su evangelio cuanto su comportamiento, demasiado receloso y ambiguo que daba lugar a muchos equívocos y confusiones, y dio pie a que los judaizantes utilizasen a Pedro en favor propio.
Este fue el motivo de la reprensión pública que Pablo hizo a Pedro en Antioquía. Algunos protestantes han tratado de forzar mucho el texto de este "incidente" para atacar la doctrina de la infalibilidad de Pedro y del Papado. Es sacar las cosas de quicio, pues precisamente Pablo cita el incidente como un argumento para reforzar su tesis de que "en el fondo Pedro pensaba lo mismo que yo; no le utilicéis como argumento contra mí".
Lo que sí pondría en tela de juicio este incidente no es la sana doctrina de la infalibilidad de Pedro, sino una cierta "infalibilidad inflada" que pretende que el Papa nunca se equivoca en nada, ni puede tener desaciertos en sus criterios, ni dar lugar a confusiones con sus comportamientos ambiguos, o ser demasiado débil a la hora de atajar los errores de otros. De este tipo de desaciertos está llena la Historia de la Iglesia. Desaciertos que incluso, en ciertos casos, han podido tener funestísimas consecuencias cuyos daños todavía lamentamos.
Pero todo esto no atenta nada contra la verdadera doctrina de la infalibilidad de Pedro, ni debe restar a otros la libertad y aun la santa audacia de hacer caer en la cuenta al Papa de los posibles efectos perniciosos de sus comportamientos ambiguos, demasiado vacilantes o demasiado enérgicos.
C) La defensa de Pablo frente a sus adversarios
Todas las cartas de San Pablo se ven atravesadas por una continua polémica contra unos adversarios concretos: los judaizantes. Es imposible comprender a San Pablo sin haber calado la importancia de lo que estaba en juego en esta polémica. Lo trataremos en el siguiente capitulo, y sólo entonces podremos comprender plenamente lo que ahora vamos a explicar.
Estudiamos en este tema la llamada de Pablo al apostolado. Tal como la expone en sus cartas, esta vocación aparece siempre en un contexto polémico. Pablo tiene que justificar su condición de apóstol frente a aquellos que se la quieren negar, frente a los que utilizan el nombre y el prestigio de los otros apóstoles para atacarle a él, para desautorizarle, para sembrar la duda y la confusión en esas comunidades que Pablo había fundado con tantas penalidades y esfuerzos.
En esta polémica la impulsividad de Pablo brota a flor de piel. No se trata ya de la agresividad y del odio de su época de farisea, sino del amor a sus ovejas que le lleva a enfrentarse valientemente contra el lobo. Pablo hará uso de todo tipo de argumentos con tal de refutar a sus contrarios.
l. Argumentos doctrinales serios y profundos que atacan la raíz del problema de la justificación por la fe, tal como aparecen en el cuerpo central de las cartas a los romanos y a los gálatas.
2. Argumentos ad hominem, tratando de prestigiar su propia dignidad de apóstol, la autenticidad de su vocación, su profunda comunión con los otros apóstoles. Su doctrina tiene que ser autentificada por unas credenciales. Para ello Pablo tiene que tragarse su humildad y recomendarse a si mismo (2 Co 3,1). Es consciente de que al recomendarse a sí mismo, puede dar la impresión de vanidoso y fatuo (necio) que "ha perdido el juicio" (2 Co 5,12). Pero se arriesga a dar esta impresión, con tal de que su doctrina no quede desautorizada, y pide por favor a los cristianos que le soporten un poco su fatuidad (2 Co 11,1), aunque promete no pasarse demasiado, ni gloriarse de nada que no sea absolutamente cierto.
Veamos cuáles son esas credenciales de las que Pablo se gloria:
(a) Yo he ido siempre a territorios vírgenes a predicar a Cristo, roturando el terreno, mientras que vosotros, los que me criticáis, en lugar de abrir caminos nuevos, teniendo todo el mundo para convertir, os dedicáis a ir detrás de mi a las comunidades que con tanto esfuerzo fundé, para meter cizaña y "gloriarse en territorio ajeno, a costa del trabajo de los demás". Lo único que hacéis es sembrar la discordia contra mí. Y encima os tenéis por superapóstoles, cuando lo único que sabéis es intrigar (cf. 2 Co 10,15-16; 2 Co 11,5).
(b) Otra credencial que puedo presentar es mi desinterés económico. Nunca os fui gravoso (11,9). No busco vuestras cosas, sino a vosotros (2 Co 12,14), por eso he trabajado con mis manos. Tenia derecho a que me alimentaseis, porque al sembrar en vosotros bienes espirituales, ¡qué mucho que recibiera bienes materiales! (1 Cor 9,11), sin embargo, "no he hecho uso de este derecho" (1 Cor 9,12), porque no está bien que los hijos alimenten a los padres, sino los padres a los hijos (cf. 2 Co 12,14). Por eso me he fatigado trabajando con mis manos (1 Cor 4,12), trabajando día y noche para no seros gravoso (1 Ts 2,9)
(c) Otra credencial que puedo presentar es que nunca he querido abusar de mi autoridad, ni comportarme de una manera despótica. Mis adversarios me acusan de ambicioso y altanero, pero demasiado bueno he sido con ellos. "Aunque pudimos imponer nuestra autoridad por ser apóstoles de Cristo, nos mostramos amables con vosotros, como una madre cuida con cariño a sus hijos" (1 Ts 2,7)
Pero haga lo que haga, siempre me criticáis. Cuando me muestro tolerante, comprensivo, lo achacáis a cobardía, a falta de carácter. Decís que cara a cara, me hago el "humildito" (2 Co 10,1), porque la "presencia del cuerpo es pobre y la palabra despreciable, pero luego a distancia, por carta, me envalentono" (2 Co 10,9). Más tendría que envalentonarme contra quienes todo lo interpretan mal.
(d) Otra de mis credenciales de auténtico apóstol es todo lo que he sufrido por llevar mi evangelio a vosotros, azotado, apedreado, calumniado, en naufragios, inundaciones, noches en vela, hambre y sed frío y desnudez (2 Co 11,23-27). Perdonadme que tenga que recordároslo; lo hago solo para prestigiar la autenticidad de mi evangelio, y además el mérito no hay que atribuírmelo a mí, sino a Dios que es quien me ha dado la capacidad (2 Co 3,5).
(e) Además, no penséis que si en mi evangelio quito importancia a las prácticas judías, lo hago por resentimiento, o "porque no estén maduras". Si hubiese que gloriarse de ser judío, yo lo soy tanto corno vosotros. El no valorar las prácticas legales no es en mí un mecanismo de defensa que me lleve a despreciar lo que no poseo. He sido más judío y más fariseo que nadie, pero "lo que para mí era ganancia lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo" (Flp 3,7). Si no presumo de estas cosas no es porque carezca de ellas, sino porque ya no les doy valor.
(f) Pero sobre todo mi mejor credencial sois vosotros mismos, el fervor de las comunidades fundadas por mí. "Vosotros sois nuestra carta de recomendación, escrita en nuestros corazones, conocida y leída por todos los hombres" (2 Co 3,2).
Podría quedarnos una impresión de fanfarronería. Pero la verdadera humildad no teme en ciertos momentos ensalzarse a sí misma, si de ello pueden sacarse frutos espirituales en defensa de la verdad. Por otra parte San Pablo es bien consciente de que todo ha sido gracia en su vida, de que él es "un abortivo" (1 Co, 15,8), "el último de los apóstoles" (1 Co, 15,9), "un blasfemo, un perseguidor, un insolente que halló misericordia" (1 Tm 1,13), "el primero de los pecadores" (1 Tm 1,15).
Esto no le impide apreciar la obra de la gracia en su propio corazón. "Por la gracia de Dios soy lo que soy, y la gracia de Dios no ha sido estéril en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Pero no yo, sino la gracia de Dios que está conmigo (1 Co, 15,10).
Todo es obra de la gracia. "Yo planté, Apolo regó, mas fue Dios quien dio el crecimiento. De modo que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que hace crecer" (1 Cor 3,6-7). "¿Que tienes que no lo hayas recibido? Y, si lo has recibido, ¿a qué gloriarte cual si no lo hubieras recibido?" (1 Cor 4,7). La vocación al apostolado es ante todo "una gracia" (Rm 1,5), una elección, para la que no cuentan las cualidades del hombre; al contrario, la debilidad del apóstol contribuye a que la gloria vaya para sólo Dios, y "ningún mortal se gloríe en presencia de Dios." (1 Cor 1,29).
El segundo viaje misionero
A) La travesía de Asia Menor
Después de pasar un breve tiempo de descanso en Antioquía y confirmar las conclusiones tomadas en la asamblea de Jerusalén, Pablo emprende una segunda etapa de viajes misioneros.
El motivo de este viaje fue visitar las comunidades ya evangelizadas en el primer viaje a Chipre, Pisidia y Licaonia. "Volvamos ya a ver cómo les va a los hermanos en todas aquellas ciudades en que anunciamos la palabra del Señor" (Hch 15,36).
Surge aquí un nuevo conflicto que Lucas nos narra honestamente a pesar de su intención decidida de paliar lo más posible todos los aspectos negativos de la Iglesia primitiva. El enfrentamiento se va a dar esta vez entre dos grandes santos y dos grandes apóstoles, Pablo y Bernabé, los que habían realizado juntos el primer viaje y juntos habían sido testigos de tanto fruto evangelizador.
El motivo del conflicto va a ser otro santo, el joven Juan Marcos que en el primer viaje había desertado, quizás por miedo. Bernabé, su primo, quiere darle una segunda oportunidad y llevarle a toda costa. Pablo, quizás por criterios de eficacia, decide no cargar con una persona poco segura. "Se produjo una tirantez tal que acabaron por separarse uno de otro. Bernabé tomó consigo a Juan Marcos y se embarcó rumbo a Chipre. Por su parte, Pablo eligió por compañero a Silas y partió, encomendado por sus hermanos a la gracia de Dios" (Hch 15,39).
Ya señalamos anteriormente que pudo haber otros motivos más profundos de distanciamiento ideológico entre Pablo y Bernabé, señalados por el propio Pablo en la carta a los Gálatas a propósito del así llamado "incidente de Antioquía" entre Cefas y Pablo. Cuando Cefas comenzó a retraerse del trato con los cristianos provenientes del paganismo, "los demás judíos le imitaron en su simulación, hasta el punto de que el mismo Bernabé se vio arrastrado por la simulación de ellos" (Ga 2,14). Podemos suponer que con la misma entereza con que Pablo se enfrentó con Cefas, se enfrentaría también con Bernabé, y esto no pudo por menos que influir en el distanciamiento entre ambos.
Este distanciamiento con relación a Pablo va a suponer un distanciamiento también con respecto a la comunidad de Antioquía. En el viaje anterior Bernabé y Pablo partieron como enviados de la comunidad de Antioquía, y era Bernabé quien lideraba el grupo. Ahora en cambio Pablo va ya por cuenta propia, y él mismo es el líder de la misión. Las nuevas iglesias fundadas ya no serán subsidiarias de la de Antioquía, sino que formarán una nueva red independiente.
Después de la separación de Pablo y Bernabé, la nueva pareja misionera de Pablo y Silas (Silvano), recorren por tierra Siria y Cilicia, y, atravesando la cordillera del Tauro, comienzan su visita a Licaonia y Pisidia, ya evangelizadas, confirmando a las pequeñas comunidades.
De esta travesía Lucas anota sólo un hecho muy significativo. Un tercer personaje se incorpora a la comitiva. Se trata de Timoteo, un muchacho piadoso y tímido. Era hijo de padre griego y madre judía y probablemente para entonces era huérfano de padre. Su madre Eunice y su abuela Loida los habían formado desde pequeñito en la lectura de las Escrituras judías (cf. 2 Tm 1,5; 3,15). Probablemente fue en casa de Eunice donde recogieron el cuerpo ensangrentado de Pablo tras su apedreamiento en Listra, y el muchacho contemplaría a Pablo e iría aficionándose a él y madurando en su deseo de acompañarle. Cuando tres años más tarde Pablo les vuelve a visitar, Timoteo ya ha tomado su decisión, se despide de su madre y se va con Pablo a quien siempre acompañará con gran fidelidad. Pablo le considerará como su propio hijo, "querido hijo" (2 Tm 1,2), "verdadero hijo en la fe" (1 Tm 1,2).
Prosiguen los tres sus viajes hacia tierras nuevas. Su primera intención es dirigirse hacia Éfeso, en la provincia romana de Asia (Hch 16,6), pero el Espíritu les guía en dirección diversa hacia Frigia y Galacia, regiones habitadas por pueblos celtas, rudos y primitivos, cuya capital era Ancira (la Ankara de hoy). Extraña este viaje de Pablo por las aldeas gálatas, porque normalmente prefería evangelizar las grandes ciudades. Pero llegó a intimar en su corazón con estos hombres ingenuos y sencillos. Julio César nos habla de su carácter y nos dice que eran curiosos, nobles, acogedores y un tanto inconstantes.
Los tres misioneros se sintieron muy bien acogidos por ellos. A Pablo le recibieron "como a un ángel de Dios, como a Cristo Jesús" (Ga 4,14). Estando allí, enfermó Pablo y los gálatas no le mostraron ni desprecio ni rechazo (Ga 4,14) y hasta se hubieran quitado los ojos para dárselos" (Ga 4,15). Pablo les dirige palabras muy afectuosas: "Hijos míos, por quienes sufro dolores de parto hasta ver a Cristo formado en vosotros" (Ga 4,19), pero al mismo tiempo no duda en reprenderles duramente por haber dado oído a los judaizantes: "¡Oh insensatos gálatas!" (Ga 3,1)[50].
Terminada la misión en Galacia con la fundación de nuevas comunidades, nuevamente hay otra intervención del Espíritu que les guía hasta Tróade (Hch 16,7), junto a la antigua ciudad de Troya, desde donde pensaban por fin bajar a Éfeso y a las grandes ciudades jónicas de la costa del mar Egeo.
Pero no eran estos los planes de Dios, y aparición en sueños de un macedonio les hace renunciar a Éfeso por el momento y embarcarse para Macedonia (Hch 16,19). El cristianismo hace así su primera entrada en Europa. Antes de embarcar probablemente se une a la expedición un cuarto misionero, Lucas "el médico querido" (Col 4,14). Efectivamente, a partir de Tróade empieza el pasaje narrado en primera persona del plural, "nosotros", implicando, según algunos la presencia, del propio narrador.
Lucas era un médico antioqueno, quizás ya conocido por Pablo en Antioquía. Como muchos médicos de la época, ejercía su profesión de modo itinerante, de ciudad en ciudad. Probablemente el ejercicio de la medicina lo hacía entre las ciudades de la costa egea, en continua navegación de cabotaje, lo cual explicaría su gran conocimiento de las técnicas náuticas. Esta vez cambia su ejercicio misionero de la medicina por el del evangelio y se convertirá en fiel acompañante de Pablo en sus misiones y en sus cárceles. En la carta a los colosenses y en la segunda a Timoteo, escritas en prisión, Lucas está presente (Col 4,14; 2 Tm 4,11).
Respecto a los pasajes "nosotros",[51] constatamos que suelen darse en un contexto de viajes náuticos con todo lujo de detalles de navegación, que se extienden hasta la entrada de las ciudades para desaparecer luego en el curso del relato de lo sucedido dentro de la ciudad.
En todos los casos mencionados los relatos pasan bruscamente de la tercera persona del singular o del plural a la primera del plural, sin que se explique a qué se debe este cambio en el sujeto de los verbos.
Veamos la lista de estos pasajes "nosotros" en el libro de los Hechos.
* Viaje de Tróade a Filipos y primera parte de la estancia allí (Hch 16,10-17)
* Viaje de Filipos a Tróade y visita a esa ciudad (20,5-15)
* Viaje de Assos a Mileto y luego hasta Jerusalén (21,1-18)
* Viaje de la cautividad desde Cesarea hasta la entrada a Roma 27,1-28,16).
Desde antiguo estas secciones se interpretaban como una prueba de que el redactor había sido compañero de Pablo en estos tramos de sus viajes.
Bien pudiera ser que el propio autor de Hechos hubiese acompañado a Pablo en estas singladuras, o que hubiese transcrito documentos de testigos presenciales. Otros piensan que pueda tratarse de una ficción literaria, aunque no saben explicar por qué se aplica a esos pasajes concretos y no a otros. Fitzmyer prefiere la opinión de que la primera persona del plural estaba presente en documentos utilizados por el autor de Hechos.
B) La misión en Macedonia
Después de dos días de travesía, Pablo y el evangelio ponen el pie en Europa en el puerto de Neápolis, y por la via Egnatia camina 12 kms. hasta llegar a la ciudad de Filipos, donde surgirá la primera Iglesia europea.
Unos cuatrocientos años antes había sido fundada esta ciudad por Filipo de Macedonia, el padre de Alejandro Magno. Llevaba ya doscientos años englobada en la órbita del imperio romano. Cien años antes de la llegada de Pablo había sido escenario de la cruelísima batalla entre Marco Antonio y los asesinos de César, Bruto y Casio. Tras esta batalla se fundó una colonia romana para albergar a los soldados licenciados del ejército, y esta colonia llegó a convertirse en la capital de la provincia romana de Macedonia. Los habitantes estaban orgullosos de su ciudadanía romana y Pablo les tendrá que decir a los filipenses cristianos que la única ciudadanía que cuenta es "la de los cielos" (Flp 3,20).
Los comienzos del cristianismo en esa ciudad fueron muy modestos. Pablo fue a buscar primero a la comunidad judía. Apenas había judíos en aquella colonia romana. Ni siquiera tenían el minyan o quórum para reunirse en una sinagoga. En ese caso podían tener una parcela acotada con setos, llamada proseuché o lugar de oración. Parece ser que este lugar se encontraba fuera de la ciudad, a las orillas del río Gangites. Allí se dirigen los cuatro misioneros a predicar al grupito de personas, casi todas mujeres.
Entre ellas está una de las mujeres excepcionales que tanto ayudarán a Pablo en su ministerio. Se trata de Lidia, una empresaria, vendedora de púrpura, que adoraba a Dios y escuchó las palabras de Pablo. "El Señor le abrió el corazón para que se adhiriese a las palabras de Pablo" (Hch 16,14). Se inicia así una amistad espiritual que habría de traer grandes bendiciones sobre la Iglesia de Filipos. Pablo muestra una gran delicadeza de sentimientos hacia sus colaboradoras como Cloe, su confidente en Corinto, en cuya casa debía reunirse la comunidad (1 Cor 1,11), Febe, la diaconisa de la Iglesia de Cencreas, portadora de la carta a los romanos, a quien Pablo considera su protectora (Rm 16,1). En Cesarea se hospedó en la casa de las hijas del diácono Felipe, que estaban dotadas del don de profecía (Hch 21,9).
En casa de Lidia entra Pablo obligado por ella con las artes de persuasión femenina. En su casa se reunirá la primera comunidad de los filipenses a quienes tanto amó Pablo, "su gozo y su corona" (Flp 4,1). Con ellos tiene Pablo sus efusiones de afecto: "Os llevo en mi corazón"(Flp 1,7), "Testigo me es Dios de cuánto os quiero en el corazón de Cristo Jesús" (Flp 1,8). De hecho los filipenses son la única Iglesia que le abrió cuenta de "haber y debe" (Flp 4,15), es decir, es la única Iglesia de quien Pablo aceptó una ayuda económica. Ya nada más salir de Filipos le enviaron dinero dos veces cuando estaba en Tesalónica (Flp 4,16). Posteriormente cuando Pablo estuvo encarcelado (¿en Éfeso?), le enviaron a Epafrodito para que le sirviera durante su cautiverio y junto con él una sustanciosa limosna (Flp 2,25; 4,18).
Toda la carta a los filipenses rezuma ternura, intimidad y alegría para con Lidia y sus paisanos. Aquella amistad florecida a la orilla del río va a continuarse durante todo el ministerio de Pablo.
Súbitamente la misión de Filipos va a tener un quiebro que dará origen a una persecución. Se trata del exorcismo que Pablo realiza a una joven esclava a quien sus amos usaban para sacar dinero con sus artes adivinatorias. Es un caso típico de explotación inhumana y de opresión tanto por parte del mal espíritu como por parte de aquellos dueños desaprensivos. El evangelio de Pablo es un evangelio de libertad y de liberación de los oprimidos y no puede por menos que indignar a los opresores. La persecución llevó a Pablo y a Silas a los azotes y a la cárcel, de la que fueron milagrosamente liberados por Dios, gracias a aquel terremoto que no solo rompió sus cepos, sino que les ganó la amistad del carcelero.
Un nuevo miembro se va a unir a la pequeña comunidad, el carcelero y su familia que son bautizados aquella noche. Extraño conjunto el de los reunidos en casa de Lidia, la vendedora de púrpura, la esclava exorcizada, el carcelero y un pequeño número de mujeres entre las que estarían quizás Evodia y Síntique, que "lucharon por el evangelio" Flp 4,3), y Epafrodito "hermano, colaborador y compañero de armas" (Flp 2,25). Estas imágenes de compañeros de armas y de lucha hacen alusión al continuo clima de hostilidad que tenía que afrontar la naciente comunidad. Como hace notar González Ruiz, casi todos los nombres de miembros de la comunidad de los fieles de Filipos corresponden a forasteros desarraigados. Entre ellos hay de todo menos filipenses, lo mismo que entre los cristianos de Antioquía donde había de todo menos antioquenos (chipriotas, africanos, cilicios, palestinos…).
"En la literatura paulina es frecuente considerar que las comunidades paulinas eran más o menos similares en las distintas ciudades, y de aquí que los datos que hallamos en una carta frecuentemente 1 Corintios, quizás la carta que mejor refleja la situación de la comunidad a la que se dirige- se extrapolen a otras comunidades"[52]. Sin embargo deberíamos ser cautos. Acaya no era tan semejante a Macedonia, ni Corinto a Filipos, y mucho menos a la lejana Galacia. El tipo de comunidad corintia que nos es mejor conocida, no tiene por qué repetirse en otras ciudades evangelizadas por Pablo.
El evangelio con su mensaje de comunidad prende enseguida entre los desarraigados de las grandes urbes. La evangelización de Europa no se hizo desde las estructuras políticas de la ciudad, sino desde las comunidades domésticas, no tanto en las plazas y los mercados cuanto en las casas. La misma palabra parroquia originalmente significa el círculo de los que se reúnen en torno a una casa (?????????). En Gálatas se llama a los hermanos de una misma comunidad "los de la casa de la fe" (Ga 6,10), una bella expresión para las comunidades de base: ???????????????????. El imperio romano va siendo penetrado por una red de hogares, de comunidades domésticas, que poco a poco van haciendo fermentar la masa.
Formadas por elementos marginales a la sociedad, las comunidades macedonias vivirán "probadas por muchas tribulaciones, con rebosante alegría y extrema pobreza" (2 Co 8,2). En medio de un mundo brutalmente pagano, "brillan como antorchas, llevando en alto la palabra de Cristo" (Flp 2,15).
Unos años después de esa primera visita, Pablo escribió su carta a estos amigos desde la cárcel. Recordaría la cárcel de Filipos donde había estado preso anteriormente. Ahora está en la incertidumbre sobre si lo ejecutarán o no. Pende sobre él una posible sentencia de muerte. No sabe si volverá a ver a sus queridos filipenses (Flp 1,20). Esto ha hecho que esta carta se incluya entre lo que se llaman "cartas de la cautividad" (Ef, Col y Flm) escritas según algunos durante la cautividad en Roma.
NOTA: Hoy día hay muchos que creen que la carta a los Filipenses y a Filemón no están escritas en Roma, sino en otra cautividad anterior y en un lugar más próximo a Filipos. En la carta parece que Pablo ha estado solo una vez en Filipos, con lo cual la carta sería anterior a la segunda visita de Pablo a Filipos, mucho antes de su prisión en Roma. La carta alude a frecuentes viajes entre Filipos y el lugar de la prisión de Pablo, cosa difícil si la cárcel estuviera en la lejana Roma. Según la carta, durante el cautiverio de Pablo llegó Epafrodito, como enviado de los filipenses para servir a Pablo en su prisión (Flp 2,25). Epafrodito enfermó (Flp 2,27), hubo tiempo de que llegase noticias a Filipos de su enfermedad, y de que Pablo se enterase de que en Filipos se habían enterado (Flp 2,26). Pablo anuncia que lo vuelve a enviar a Filipos (Flp 2,28), probablemente como portador de la carta. Todo eso supone al menos cuatro viajes de ida y vuelta entre Filipos y el lugar en el que Pablo estaba preso.
Por eso, muchos se inclinan a fechar la carta durante la larga estancia de Pablo en Éfeso. Escribiendo desde Éfeso a los corintios, Pablo menciona "la tribulación sufrida en Asia que nos abrumó hasta el extremo, hasta el punto de que perdimos la esperanza de conservar la vida. Pues hemos tendido sobre nosotros mismos la sentencia de muerte" (2 Co 1,8-9). Como diremos, en un sentido metafórico puede también referirse a esta tribulación cuando cuenta que "luchó en Éfeso contra las bestias" (1 Co, 15,32). Es verdad que Pablo no alude expresamente a su prisión en Éfeso, ni tampoco Hechos reseña ninguna prisión de Pablo durante su estancia en Éfeso, pero también es verdad que cuenta muy pocas cosas de los tres años completos que pasó en la ciudad. Las alusiones al "pretorio" y a la "casa del César" (Flp 1,1; 4,22) no implican necesariamente que Pablo estuviese preso en Roma al escribir la carta, porque también en Éfeso había destacamentos pretorianos y funcionarios del emperador.
Con todo resulta muy impresionante que esta carta a los filipenses, conocida como la carta de la alegría, se haya escrito desde una lóbrega cárcel. Pero esto no les pudo extrañar a los filipenses destinatarios, que sabían de primera mano cómo Pablo y Silas pasaron la noche en la cárcel de Filipos cubiertos de heridas, pero cantando himnos a Dios (Hch 16,25).
C) Otras dos comunidades en Macedonia: Tesalónica y Berea
Pablo liberado de la cárcel con honores gracias a su condición de ciudadano romano se despidió de Lidia y de sus queridos filipenses. Pasarán más de seis años hasta que vuelva a verles, pero todo este tiempo les llevará en su corazón. De Filipos, siguiendo la via Egnatia que une oriente y Occidente, atravesaron Anfípolis y Apolonia, y tras caminar unos ciento cincuenta kilómetros llegaron a Tesalónica, la capital de la provincia romana de Macedonia.
Había sido fundada esa ciudad por Casandro, general macedonio, en honor de su mujer, la hermana de Alejandro Magno. Hoy día con el nombre de Salónica es la segunda ciudad de Grecia moderna. Por entonces tenía una impronta típicamente griega. Su emplazamiento a los pies del monte Olimpo en un amplio valle y su proximidad al mar le dan un clima muy agradable.
Aquí tenían los judíos una gran sinagoga y probablemente una gran comunidad con muchos temerosos de Dios y un fuerte proselitismo entre la población pagana. Precisamente entre estos paganos más o menos allegados al judaísmo es donde prenderá mejor el evangelio de Pablo. Tres sábados consecutivos acudieron los misioneros a la sinagoga y comenzaron a cosechar un gran fruto.
Pronto empezó a reunirse una comunidad doméstica, esa vez en casa de Jasón. Y pronto empezaron también las persecuciones. Si en Filipos la persecución había venido de los paganos, en Tesalónica vendrá de los judíos, envidiosos del éxito de Pablo.
Su acusación contra los misioneros la harán desde el punto de vista político, tratando de enfrentarles con las autoridades romanas como subversivos contra el emperador. Esta es la misma acusación que presentaron a Pilato contra Jesús.
Los judíos acusan a los cristianos de que "afirman que hay otro rey, Jesús" (Hch 17,7). Los romanos solo llamaban Kyrios al César, el basileus o rey.
Pablo tendrá que justificar ante los tesalonicenses la modestia y sencillez de su vida apostólica. La gente estaba acostumbrada a los predicadores de las religiones mistéricas que se rodeaban de un gran montaje y protocolo. En cambio Pablo se precia de trabajar con sus propias manos (1 Ts 2,9), y no tuvo palabras aduladoras ni altaneras, sino que se mostró sencillo y fraternal (1 Ts 2,5-6). En casa de Jasón, durante tantas visitas domiciliarias, este fue el tipo de trato llano, tan distinto del de los ampulosos y solemnes predicadores de ídolos.
Frente a los excesos orgiásticos de las religiones mistéricas, Pablo propone una vida moral sobria y honrada. "Esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación" (1 Ts 4,3). Como principal mandamiento está el del amor fraterno. "En cuanto al amor mutuo no necesitáis que os escriba, ya que vosotros habéis sido instruidos por Dios a amaros mutuamente y lo practicáis también con los hermanos de toda Macedonia" (1 Ts 4,9-10). El amor fraterno y una vida tranquila y digna "en tranquilidad, ocupándose cada uno responsablemente de sus asuntos, trabajando y viviendo dignamente" (1 Ts 4,11-12) harán de estas fraternidades un modelo a imitar para todos los creyentes de Macedonia y Acaya (1 Ts 1,7).
Sorprende el impresionante poder de atracción y fascinación que ejercen estas humildes comunidades de amor en medio del mundo corrompido del imperio romano. Se ofrece a los hombres, especialmente a los más marginados dentro de aquella sociedad insolidaria de lobos rapaces, el perfume de la koinonia, la comunión que alienta la vida fraternal, y que es primicia de un nuevo orden que ha de ser instaurado tras la parusía esperada del Señor Jesucristo.
Pablo escribió su primera carta a los tesalonicenses solo unos meses después de haber dejado la ciudad tras su primera visita, y puede ya admirar la cosecha de lo que había sembrado: "las obras de la fe, los trabajos de la caridad, la tenacidad de la esperanza" (1 Ts 1,3). Para entonces, en unos pocos meses, la comunidad de Tesalónica se ha convertido en un foco de irradiación cristiana en todo el contorno. "Partiendo de vosotros ha resonado la palabra del Señor y vuestra fe en Dios se ha difundido no solo en Macedonia y Acaya, sino en todas partes" (1 Ts 1,8).
Y todo esto en medio de persecuciones. Ya el mismo Pablo tuvo que salir huido de Tesalónica por la noche (Hch 17,10), y el pobre Jasón que había albergado a Pablo en su casa, se vio arrastrado hasta los magistrados en medio de gran alboroto (Hch 17,6). Esta situación de gran conflictividad parece ser que siguió los meses siguientes a la salida de Pablo de la ciudad.
Cuando Pablo les escribió su primera carta desde Corinto se refiere a los que "abrazaron la palabra con gozo del Espíritu santo en medio de muchas tribulaciones" (1 Ts 1,6). Hace también alusión al alboroto suscitado contra Jasón y los de su casa. "Después de haber padecido sufrimientos e injurias en Filipos, como sabéis, confiados en nuestro Dios, tuvimos la valentía de predicaros el evangelio de Dios entre frecuentes luchas" (1 Ts 2,2).
Muchos de estos temas reaparecen en la segunda carta a los Tesalonicenses en la que se habla también de la "tenacidad y la fe en todas las persecuciones por las que estáis pasando" (2 Ts 1,4). Es muy discutida la paternidad paulina de esta carta. Algunos la suponen una imitación literal de la primera pero con una escatología más amenazante con alusiones míticas al Anticristo. Habría sido escrita por un discípulo de Pablo sobre la falsilla de la primera quizás para salir al paso de una carta claramente apócrifa que se estaba haciendo circular falsamente en nombre de Pablo (2 Ts 2,2). En cualquier caso es anterior a la destrucción del Templo[53]
La primera carta a los tesalonicenses está ciertamente escrita sólo unos pocos meses después de la visita de Pablo y de la fundación de la comunidad. Pablo las escribe desde Corinto, probablemente el año 50. Es el documento más antiguo del Nuevo Testamento, anterior en casi veinte años a los evangelios actuales. Recoge por tanto estratos muy antiguos de la predicación apostólica, fuertemente escatológica.
Pablo da por supuesta la esperanza en una venida inminente del Señor Jesús, que se esperaba de un día para otro. En los meses que median entre la visita a Tesalónica y las cartas debió haber muerto en Tesalónica alguno de los hermanos recién convertidos. Esto causó mucho desconcierto en la comunidad, porque esos hermanos morían sin haber sido testigos de la parusía. "No queremos hermanos que estéis en la ignorancia respecto a los difuntos, para que no os entristezcáis como los demás que no tienen esperanza" (1 Ts 4,13). La doctrina del apóstol es que tanto los hermanos ya fallecidos como los que estén vivos a la llegada del Señor gozarán por igual de la gracia de su venida. Pero al decir esto, Pablo usa una frase que da a entender que él espera ser uno de esos que estarán aún en vida a la llegada del Señor. Eso supone que Pablo espera que la parusía tendrá lugar en el futuro próximo.
Se trataba de una expectativa común entre los primeros cristianos. Sin embargo la venida se ha retrasado durante siglos. ¿Se equivocaron, entonces, los primeros cristianos? ¿Se equivoca la Escritura cuando alude a esa próxima venida como algo muy próximo? Hay que reconocer que los cristianos sí pudieron estar equivocados en este punto. La Escritura recoge esta expectativa como algo común en aquel ambiente, pero en ningún momento lo valida. Más bien insiste en que el día del Señor vendrá como un ladrón (1 Ts 5,2) y pone en guardia frente a aquellos que dicen que es inminente (2 Ts 2,2). Por otra parte, su expectativa de que antes se tiene que anunciar el evangelio a todos los gentiles supone que esa espera tendrá que demorarse bastante tiempo (Rm 11,25).
Pero además, lo importante son las actitudes y no tanto las teorías. Se nos exhorta a vivir como si la venida fuera inminente. Es preferible pensar que es inminente y vivir en consecuencia, que más bien instalarse en el mundo pensando que va para largo.
Al salir Pablo de Tesalónica deja allí una comunidad que "espera tenazmente" y que va a ser testigo de esperanza. Sigamos acompañándole en su salida nocturna de Tesalónica que le llevará como refugiado a la ciudad de Berea, donde fundará su tercera comunidad macedonia, también esta vez en medio de persecuciones.
"Al llegar allí se fueron a la sinagoga de los judíos. Estos eran de un natural mejor que los de Tesalónica y aceptaron la palabra de todo corazón. Diariamente examinaban las Escrituras para ver si las cosas eran así. Creyeron muchos de ellos" (Hch 17,10-11). La persecución esa vez va a venir desde fuera, desde los judíos de Tesalónica que vinieron a agitar y alborotar a la gente. Pablo tuvo que huir nuevamente. Sus continuas huidas van sembrando el evangelio por ciudades nuevas.
D) El fracaso de Atenas
Sólo unos meses ha durado la estancia de Pablo en la provincia romana de Macedonia. Tiene que abandonarla furtivamente, pero el evangelio ha quedado arraigado sólidamente.
Cuando Pablo deja Berea para embarcarse hacia el sur puede contemplar la mies que ya ha empezado a granar en las tres comunidades macedonias fundadas por él: Filipos, Tesalónica y Berea. Al cuidado de estas comunidades incipientes deja a Silas y Timoteo, y él solo embarca hacia Atenas bordeando toda la costa griega.
Los cuatro días de navegación por el mar Egeo, costeando Grecia y divisando desde el barco lugares famosos en la historia universal, son para Pablo un tiempo tranquilo de acción de gracias.
No pudo por menos que emocionarse al poner pie en el puerto del Pireo y contemplar la acrópolis ateniense, Un hombre como él, sensible "a todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable; todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio" (Flp 4,8), tuvo que sentir un estremecimiento al encontrarse con aquel foco de filosofía y arte clásico, en el que pronto iba a darse el enfrentamiento entre el evangelio y la antigua sabiduría de los hombres.
En este desigual enfrentamiento Pablo está solo, sin siquiera poder gozar del consuelo y fortaleza que proporcionan los hermanos misioneros. "Decidimos quedarnos solos en Atenas" (1 Ts 3,1).
Los primeros días están dedicados por Pablo a una visita "turística" de la ciudad, recorriendo los templos, la acrópolis, las academias filosóficas, contemplando y reflexionando sobre todo lo que veían sus ojos, tratando de encontrar puntos de encuentro en el diálogo con el paganismo. La Atenas de entonces había decaído de su gran esplendor de la época de Pericles, y sin embargo era todavía un mito revestido con el esplendor de la gloria pasada. "Había visto ya muchas ciudades hermosas, pero la riqueza y el esplendor de esta ciudad debieron haberle desconcertado algo. Pudo haberle pasado lo que al sencillo Pedro cuando vio ante sí la Roma de los Césares. Sintiose solitario y abandonado en esta acumulación sin alma de frío mármol, en medio de la ostentación de este paganismo caído de la altura. No tenía nadie con quien pudiese hablar de lo que llenaba lo más interior de su corazón"[54].
En el transcurso de su visita turística se fijó en una estatua con una inscripción y en ese momento se sintió inspirado para tener un punto de enganche para presentar el evangelio."Al pasear y contemplar vuestros monumentos sagrados, he encontrado también un altar en el que estaba grabada esa inscripción: 'Al dios desconocido'. Pues bien, lo que adoráis sin conocer, eso os vengo yo a anunciar" (Hch 17,23).
Algunos autores como Bornkmann piensan que toda la escena de los Hechos sobre la visita de Pablo a Atenas y su discurso en el Areópago son una composición literaria de Lucas. Esta escena no tendría más base histórica que la de una "mera parada fugaz en el camino hacia Corinto",[55] amplificada por Lucas para "describir de una manera digna del nombre de esa ciudad, centro del espíritu griego, el encuentro entre el mensaje cristiano y los representantes de la cultura y la civilización antiguas". En ese caso el discurso del Areópago sería composición literaria de Lucas y no del Pablo histórico.
Nosotros admitimos la elaboración dramática y literaria hecha por Lucas, pero pensamos que este pasaje tiene más fondo histórico que el de ser una "mera parada fugaz en el camino hacia Corinto". Lucas recoge por extenso dos discursos de San Pablo, que son paradigmas de la predicación de Pablo a los judíos y a los griegos. No pretendemos decir que estos discursos son copia dactilografiada de lo que Pablo pronunció. Por todas partes hay signos evidentes de la redacción lucana. Pero en ellos recoge Lucas la dinámica y la argumentación de Pablo
Volvemos a nuestro turista ateniense. Pronto traba conversación por las calles con los habitantes de la ciudad. "Discutía diariamente en el ágora con los que por allí se encontraban. Trababan también conversación con él algunos filósofos epicúreos y estoicos. Unos decían: '¿Qué querrá decir ese charlatán?' Y otros: 'Parece ser un predicador de religiones extranjeras'. Porque anunciaba a Jesús y la resurrección" (Hch 17,17-18).
Unos toman a Pablo por un charlatán de los muchos que abundaban en la ciudad tan dada a la oratoria callejera, como un Hyde Park. Otros piensan que es uno de tantos predicadores de religiones orientales mistéricas con su parejita de dioses, uno masculino y otro femenino, Cristo y Anástasis, interpretando esta última como una diosa emparejada con Jesús como Isis con Osiris. Hay en este relato de Lucas una fina ironía hacia el carácter curioso y un tanto superficial de los atenienses.
Finalmente, llevado al Areópago, Pablo pronunciará su discurso más elaborado. Comienza con una captatio benevolentiae, alabando la religiosidad ateniense. Probablemente esta alabanza encierra una cierta dosis de ironía, pues el término religiosidad en el Nuevo Testamento tiene un matiz negativo.
Inmediatamente trata de establecer un punto de contacto entre lo ya conocido por ellos y la novedad que él anuncia. Este enganche está en el altar al dios desconocido, y en la doble cita de los poetas griegos Epiménides y Arato (Hch 17,28). Curiosamente no hay en este discurso ninguna cita del Antiguo Testamento. En cualquier caso Pablo pretende empalmar con esa búsqueda a tientas, con ese presentimiento de una humanidad que en sus tinieblas busca a la divinidad, para ver si la hallaban, "por más que no se encuentra lejos de cada uno de nosotros" (Hch 17,27).
Algunos han hecho notar que la actitud de Pablo hacia el paganismo es más positiva que la que muestra en la carta a los Romanos donde hace una denuncia demoledora de la corrupción del paganismo (Cf. Rm 1,21-32). Pero no olvidemos que en esa misma epístola Pablo deja abierta la posibilidad de que los paganos cumplan la ley escrita en sus corazones (Rm 2,10.14-15).
Después de haber establecido estos puntos de contacto, pasa Pablo a mencionar lo novedoso de su doctrina al hablar de Jesús y de la garantía de la resurrección. En este punto queda roto el diálogo. "Unos se burlaron y otros dijeron: 'Sobre esto ya te oiremos otra vez'" (Hch 17,32).
Mencionar la resurrección de los cuerpos era lo más escandaloso que se podía escuchar en la ciudad de Platón, donde el cuerpo era considerado como la tumba del alma, y donde la salvación consistía precisamente en la liberación definitiva de esa cárcel.
Cosechó Pablo un rotundo fracaso que debió haberle hundido mucho, sobre todo si tenemos en cuenta que estaba solo. Únicamente un puñadito de personas acogieron sus palabras: "Dionisio el areopagita, además de una mujer llamada Damaris y algunos otros" (Hch 17,34). Pablo salió de Atenas decepcionado y desengañado de los "persuasivos discursos de la sabiduría" (1 Cor 2,4). De hecho en todo el corpus paulino no hay ninguna indicación de que en Atenas existiese una comunidad cristiana.
Mal comienzo para la evangelización en la provincia de Acaya. "Débil y temeroso" (1 Cor 2,3), pero confiado, intentará una nueva evangelización de la otra gran ciudad de Acaya, en su capital Corinto. Desengañado de los orgullosos atenienses, buscará en Corinto a los desarraigados, a los sin herencia, a esa población que por sentirse "forasteros y extraños" es más capaz de apreciar la ciudadanía del evangelio que les convierte en "conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios" (Ef 2,19).
E) Llegada de Pablo a Corinto
"Después de esto Pablo dejó Atenas y se fue a Corinto" (Hch 18,1). El segundo viaje misionero de San Pablo culmina con la fundación de la comunidad de Corinto, la más importante y compleja de todas las fundadas por Pablo.
Su llegada tuvo lugar en circunstancias enormemente penosas. Pablo estaba solo y desanimado tras su fracaso en Atenas. Su primer recorrido por las calles de Corinto no pudo por menos que bajarle aún más los ánimos al descubrir la podredumbre de aquella ciudad famosa en el mundo entero por la corrupción de sus costumbres. En su abatimiento llegaría a pensar que en aquel ambiente de lujuria era imposible que brotase esa flor tan delicada de la santidad cristiana.
Se refugió en casa de sus amigos Áquila y Prisca. Áquila era tejedor de tiendas, lo mismo que Pablo, y así juntos ejercían el mismo oficio.
Sus primeras visitas a la sinagoga tampoco fueron como para animarle mucho. "Cada sábado en la sinagoga discutía y se esforzaba por convencer a judíos y griegos" (Hch 18,4). Pero encontró una fuertísima oposición en la sinagoga, que le llevó a romper definitivamente con ella y marginándose así aún más. "Como ellos se opusieron y profirieron blasfemias, sacudió sus vestidos (en señal de ruptura) y les dijo: 'Vuestra sangre recaiga sobre vuestra cabeza; yo soy inocente." (Hch 18,6).
Pablo ha tocado fondo. Pero ahora ya el Señor empieza a levantarle. Los nubarrones se alejan y comienza una nueva primavera en su apostolado. Para empezar, regresan de Tesalónica sus queridos Silas y Timoteo. Ya no está solo. Traen muy buenas noticias. La visita que Pablo hizo a Macedonia está dando frutos, "no fue estéril" (1 Ts 2,1). "Vosotros sois nuestra gloria y nuestro gozo" (1 Ts 2,20). "Nos acaba de llegar de ahí Timoteo y nos ha traído buenas noticias de vuestra fe y de vuestra caridad, y dice que conserváis siempre mi recuerdo y que deseáis verme, como yo a vosotros. Así pues, hermanos, hemos recibido de vosotros un gran consuelo, motivado por vuestra fe, en medio de todas nuestras congojas y tribulaciones. Ahora sí que vivimos, pues permanecéis firmes en el Señor. Y ¿cómo podremos agradecer a Dios por vosotros, por todo el gozo que por causa vuestra experimentamos ante nuestro Dios? (1 Ts 3,6-9).
"Ahora sí que vivimos". Esto sí que es vida. Precioso suspiro de un hombre que se ha sentido tan hundido en la depresión. "Vuestras buenas noticias me dan vida". El Señor empieza a consolar también por otros medios a su siervo atribulado. Vuelven a hacerse presentes aquellos fenómenos carismáticos que tanto animaban a San Pablo. "El Señor dijo a Pablo durante la noche en una visión: 'No tengas miedo porque yo estoy contigo y nadie te pondrá la mano encima para hacerte mal, pues tengo yo un pueblo numeroso en esta ciudad'" (Hch 18, 9-10). Esta palabra disipa sus temores. El Espíritu Santo ha estado trabajando los corazones de muchas personas antes de que Pablo llegara. Hay ya un pueblo numeroso trabajado por la gracia. Pablo va a encontrar un terreno ya preparado.
Y comienzan las primeras conversiones. ¡Cómo se recuerdan siempre los primeros frutos, los primeros amigos en una ciudad! Tito Justo, Crispo el jefe de la sinagoga, y muchos más. Aunque Lucas apenas cuenta ningún hecho concreto de la larga estancia de Pablo un año y seis meses en Corinto, por las cartas a los Corintios sabemos algo de la explosión de dones carismáticos que favoreció la evangelización de Pablo en Corinto. "Mi palabra y mi predicación fueron una demostración del Espíritu Santo y su poder, para que vuestra fe se fundara no en sabiduría de hombres, sino en el poder de Dios" (1 Cor 2,5). "No con sabiduría carnal, sino con gracia de Dios". Estas frases aluden a los milagros, las curaciones y signos que acompañaron la predicación de Pablo. "Las características del apóstol se vieron cumplidas entre vosotros: paciencia perfecta en los sufrimientos y también señales, prodigios y milagros" (2 Co 12,12).
Tendremos oportunidad de estudiar detenidamente en la segunda parte del curso la situación de la comunidad de Corinto con sus luces y sombras. Allí también hablaremos de la tradición que Pablo les transmitió en su visita fundacional.
El principal incidente reseñado en Hechos es el de la comparecencia de Pablo ante Galión, el gobernador. La denuncia vino de parte de los judíos que acusaban a Pablo de contravenir la forma judía de dar culto a Dios y observar su ley. Con evidente desprecio Galión rehusó intervenir, diciendo que se trataban de asuntos internos de la comunidad y desestimó el caso. Curiosamente la multitud en lugar de lanzarse sobre Pablo para tomarse la justicia por su mano, le dio una paliza a Sóstenes, el jefe de la sinagoga, quizás por su fracaso en hacer condenar a Pablo. La tibieza mostrada por Sostenes en su demanda contra Pablo puede estar relacionada con el hecho de que más tarde se convirtió al cristianismo, si se trata de la misma persona mencionada en 1 Cor 1,1 como compañero de Pablo.
F) Regreso a Antioquía
Hay dos datos que nos ayudan a fechar la primera visita de Pablo a Corinto y la fundación de la Iglesia. Por una parte se nos dice que acababan de llegar a Corinto Áquila y Prisca, judíos romanos expulsados de Roma por el emperador Claudio. Este decreto de expulsión, del que nos habla el historiador romano Suetonio, debió tener lugar el año 49 o 50 de nuestra era. Como vimos, la entrevista de Pablo con Galión al final de su estancia en Corinto debió haber tenido lugar en la primavera del 51.
Algún tiempo después del incidente con Galión Pablo salió de Corinto, después de confiar a Estéfano la coordinación de los distintos grupos. Navegó hacia Éfeso, donde hizo una breve visita a aquella comunidad que al fin conseguía visitar por primera vez. Entró en la sinagoga y comenzó su debate con los judíos locales que le pidieron una nueva oportunidad para reunirse juntos. No sabemos muy bien por qué, Pablo decidió aplazar para otra ocasión su estancia prolongada en Éfeso y partió enseguida hacia Palestina dando fin a esta segunda etapa de sus viajes misioneros por el Mediterráneo.
Éfeso había estado en el punto de mira de Pablo durante todo este viaje, pero curiosamente cuando por fin consigue llegar allí, decide marcharse inmediatamente. Pensamos que la causa de su marcha no hay que atribuirla a una decepción por lo que encontró allí, sino todo lo contrario. Éfeso, como podemos comprobar en el libro del Apocalipsis es no solo la capital de la provincia de romana de Asia, sino un potente foco de irradiación cultural para el Egeo oriental. Es la ciudad ideal para el tipo de pastoral misionera utilizada por Pablo. La ciudad de Éfeso le resultaba tan prometedora que habría que comenzar allí disponiendo de mucho tiempo, como de hecho hizo Pablo cuando regresó para pasar allí tres años. De momento dejó en Éfeso a Áquila y a Priscila para que fueran preparando el terreno hasta su regreso.
Según el relato de Hechos, al llegar a Judea desembarcó en Cesarea del Mar, "subió a saludar a la Iglesia" y después bajó a Antioquía (Hch 18,22). Esta subida a saludar a la Iglesia indica claramente una visita a Jerusalén, no incluida en la relación que hace Pablo en Gálatas de sus visitas a esta ciudad (Ga 1,18; 2,1). Pero la verdadera meta de su regreso era Antioquía, la comunidad madre que le había enviado en sus viajes misioneros.
TEMA 10: LAS CARTAS DE PABLO[56]
Como ya hemos visto, hacia el año 50, Pablo llegó al gran puerto de Corinto y pasó por una primera etapa de desaliento. La llegada de Timoteo le trajo muy buenas noticias sobre la situación de la comunidad recién fundada en Tesalónica. Lleno de alegría Pablo se decide a enviarles una carta. Será su primera carta y el primero de los escritos del Nuevo Testamento.
A lo largo de diez años, Pablo enviará muchas otras cartas a sus comunidades y a sus colaboradores, respondiendo a circunstancias concretas de cada una. Es probable que Pablo no llegara a vislumbrar la importancia de su correspondencia para la vida de la Iglesia de todos los tiempos. Sin embargo, después de veinte siglos, las cartas de Pablo conforman la correspondencia más famosa de todas las épocas. Son parte de la Sagrada Escritura y la Iglesia no cesa de basar en ellas lo mejor de su enseñanza. Todos los concilios, especialmente el Vaticano II, han reconocido en san Pablo al primero y más profundo de sus teólogos. Pablo es más actual que nunca. Sus escritos ocasionales constituyen un acontecimiento a la vez histórico, literario y teológico.
Pero no olvidemos que las cartas de Pablo pertenecen básicamente al género epistolar, no son tratados de teología. Siguen el patrón establecido para el género epistolar en la tradición clásica:
* Nombre del que escribe y del destinatario.
* El saludo: Normalmente una sola palabra que en Pablo suele aparecer ampliada para incluir el saludo judío –shalom- y el cristiano –charis.
* Acción de gracias por la salud de que gozan los destinatarios. Pablo amplía esta eucaristía para abarcar todos los dones de que gozan en Cristo las comunidades a las que se dirige.
* Contenido principal de la carta que suele incluir una enseñanza doctrinal en respuesta a preguntas hechas por la comunidad, y una exhortación moral a la vida cristiana.
* Noticias y saludos personales.
* Palabra de despedida y bendición
"El escrito sustituye a la palabra oral, ya que la distancia hace imposible la comunicación cara a cara. En su comunicación epistolar, Pablo toma en cuenta los problemas de sus interlocutores, responde a las preguntas que le plantean (1 Cor 7,1; 8,1; 12,1; 16,1.12), completa las enseñanzas dadas de palabra (1 Ts 3,10), se defiende de sus críticos y acusadores (2 Co), trata de corregir las desviaciones doctrinales y prácticas (Ga), expresa su afecto y su preocupación por sus fieles (Flp), expone con amplitud y detenimiento las líneas maestras de su evangelio (Rm), o intenta resolver un asunto particular, como en su breve misiva a Filemón"[57].
A) Un acontecimiento histórico
1.- Fisonomía de las Iglesias
Gracias a los Hechos de los Apóstoles estamos enterados de los viajes misioneros del apóstol y de la implantación de las Iglesias en el mundo pagano. Pero solo se narran como desde fuera. Vamos siguiendo sus etapas, adivinamos las dificultades, miramos con admiración a sus actores, pero no podemos entrar en el corazón de las comunidades cristianas, captar sus problemas, seguir los altibajos de su vida nueva, las debilidades y los méritos de aquellos hombres y aquellas mujeres que Cristo acababa de arrancar de un mundo pagano tan fascinante como degradado.
En cambio las cartas de Pablo nos introducen en la intimidad de aquella Iglesia naciente. Podemos comulgar con las angustias y esperanzas de aquellos equipos aparentemente perdidos en medio de aquellas ciudades tentaculares, pero en las que realmente brillan como "lumbreras del mundo" (Flp 2, 15). Cada comunidad tiene su propio rostro, sus problemas, sus miserias, y también sus riquezas de vida cristiana, su manera de apasionarse por el único Señor y Salvador Jesucristo, muerto y resucitado.
Gracias a Pablo, "celebrante del Mesías Jesús para con los paganos" (Rm 15, 16), tenemos la posibilidad de ver cómo actúa la gracia en medio de circunstancias siempre variadas. Unas veces se trata de Tesalónica, cuya comunidad se ve especialmente sacudida por una ola de persecución y por un anhelo obsesivo del retorno inmediato de Cristo, con las consiguientes divagaciones místicas y una especie de huelga de brazos caídos. Otras veces se trata de Corinto, con sus cristianos turbulentos y orgullosos de sí mismos, esos "inflados de Corinto", como no duda en calificarlos Pablo; se dejan arrastrar a discusiones estériles y a cierta despreocupación incluso en los momentos más sagrados de la cena del Señor. Como niños caprichosos, llegan a enfadarse con su apóstol y casi lo echan de su comunidad. Es fácil de adivinar entonces la reacción apasionada, de Pablo ante sus hijos rebeldes.
Están también los gálatas, hijos de aquellos hombres descritos por Julio César en sus Comentarios a las guerras de las Galias: generosos y abiertos, pero tornadizos y superficiales. Pablo les revelará la verdadera naturaleza de la libertad cristiana. Y están también Roma y sus romanos, capital del mundo y ciudad del derecho. A esa comunidad dirigirá Pablo su magnífico manifiesto misionero sobre Cristo, único salvador de toda la humanidad.
Otras veces se trata de Filipos, en Macedonia, cuyos cristianos constituyen el gozo y la corona de Pablo. Una comunidad simpática, cuya pobreza no hace más que avivar la generosidad, la plegaria y la sonrisa. Toda la historia de la Iglesia primitiva, llena de colorido y de riqueza de vida, va desfilando ante nuestros ojos. No es posible estudiar esta historia sin referirnos a la correspondencia de Pablo.
2.- Fisonomía de Pablo
Más aún que la historia, esa historia tan detallada y tan apasionante de la Iglesia primitiva, es la personalidad misma del apóstol la que se nos abre en esta correspondencia. Vemos cómo era el hombre que Cristo suscitó para anunciar el evangelio y plantar la cruz en plena civilización pagana. Cada una de las cartas nos muestra al apóstol. Cada una es un espejo deslumbrador de su genio radiante. En 1 Ts, Pablo es el conversador amable que toca los más diversos temas apelando continuamente a los recuerdos personales. En I Corintios, Pablo muestra todos los rasgos de su personalidad poderosa y compleja, con su cariño de padre, pero también con su firmeza de jefe que no puede tolerar los abusos, con su talento de organizador, con su genio místico y moral. Esta carta tan equilibrada es una amalgama de orgullo y de timidez, de enfado y de afecto, de ironía cáustica y de cándida bonachonería, de gravedad buscada y de cordial simplicidad. En 2 Corintios, Pablo es el amante apasionado que nos manifiesta sin pudor la protesta de su sensibilidad herida, haciendo en público su revisión de vida y su examen de conciencia y señalándonos finalmente el secreto de su vida profunda: el amor de Cristo le obsesiona y le urge.
Con Gálatas aparece el polemista en medio de una noche tormentosa. Realmente, Pablo no siempre tenía días felices, sobre todo cuando se tocaba a lo esencial del evangelio. En Romanos es el arquitecto atrevido que levanta la "catedral de la fe", valeroso y profundo, pero siempre apóstol: su pasión es evangelizar, hacer que Cristo sea amado por todos y en todas partes.
Las cartas a Filipenses y a Filemón ponen de relieve una faceta a la que nadie se resiste: un hombre afectuoso, casi acariciante, un humanista delicado a quien no resulta extraño nada humano. ¡Qué lejos estamos de aquel joven rabino, tan seco como un pergamino de la Torah! Pablo es un apóstol prodigiosamente vivo en medio del mundo y en plena Iglesia de Cristo, como veremos a continuación.
B) Un acontecimiento literario
Al leer las cartas de pablo no debemos olvidar que normalmente Pablo no escribía de puño y letra, sino que dictaba sus cartas a un escriba o amanuense. "Eso tiene importancia, porque significa que su forma literaria pertenece más al estilo oral que al de una composición redactada con calma. Al leerlas hay que ponerse en la actitud de quien escucha un sermón o una charla donde no se atiende tanto a cada palabra, sino a los contenidos principales"[58].
Al escribir o dictar sus cartas, Pablo no intentó nunca componer una obra literaria. ¿Pensó quizás alguna vez que sus cartas podrían ser leídas fuera del círculo restringido de sus corresponsales? Sin embargo, la verdad es que constituyen un acontecimiento literario. Todos los grandes críticos de la literatura que han hablado alguna vez de su correspondencia se muestran unánimes en sus declaraciones. ¿Qué es lo que constituye este genio literario? El misterio de semejante éxito es evidentemente imposible de captar: pertenece a los privilegios del genio; pero al menos será posible analizar las características de esta tremenda originalidad para averiguar dónde hundía sus raíces llenas de vida.
1.- El hombre de genio
Está en primer lugar el hecho de que Pablo es un hombre con una dualidad esencial que suscita una tensión creadora y que se resuelve en la síntesis de la fe en Cristo. Es al mismo tiempo un dialéctico de lógica implacable y un intuitivo que capta la verdad mediante la adhesión directa y la participación inmediata en el ser de las cosas. Es "el gran poeta de lo invisible". Además, raras veces ha habido un hombre que abrace tantas ideas, tantos temas, tantas realidades, tantos problemas, como Pablo. Recogió y expuso todos nuestros problemas existenciales que se plantean al hombre por ser hombre; ninguno se le escapó; y para todos formuló las respuestas más originales y tan definitivas que, después de él, ningún otro genio ha sabido formularlas mejor. Por eso parece contemporáneo nuestro y de todas las épocas, pues se sitúa para siempre "en el tiempo de Cristo".
Pero es también el más fiel de los apóstoles. Apóstol por vocación, escritor por necesidad. Se sitúa en la corriente de una tradición, la de su pueblo, su raza, la del pensamiento y la literatura judía, con los que se negará a romper durante toda su vida. Al mismo tiempo que los asume, los trasciende y los cumple. Nos hace pensar en los profetas de la Biblia. En realidad, es infinitamente más que un profeta. Es el apóstol de Jesucristo. Sería fácil señalar los aspectos de estas fecundas antítesis: sensible y abrupto, categórico e insinuante. Místico que ha logrado penetrar hasta el tercer cielo, y hombre comprometido en la acción misionera. Esta tensión permanente es lo que da a toda su obra un tono inimitable: el tumulto interior se serena de pronto en una fórmula de fe inquebrantable, la cascada de interrogantes desemboca en una frase que contiene la única respuesta, los gritos de dolor o de angustia se resuelven repentinamente en el canto de un alma contemplativa.
Así es Pablo: genio literario, ejemplo acabado de un improbable encuentro de cualidades que se excluyen de ordinario: la razón y la imaginación; los análisis sutiles y las síntesis fulgurantes; universalidad y agudeza única; todo esto armonizado por la pasión de su alma, que lo derribó ante las puertas de Damasco. Su genio, su pasión, su vida llevan un nombre: Jesús resucitado.
2.- El nervio de un lenguaje
La lengua que Pablo utiliza es la koiné helenística, el griego de las personas cultas de su tiempo, el de las conversaciones entre personas que tienen algo que decir y el de las conferencias públicas.
Se ve que ese griego es su lengua madre, la que usó durante su infancia. Su traslado a Jerusalén para proseguir allí sus estudios tuvo lugar pasada ya su adolescencia, cuando el uso del griego se había ya consolidado como su lengua principal. Pablo se siente cómodo en griego. Acierta a expresar matices difíciles de formular cuando no hay dominio de la lengua. Sin pretensiones de academicismo conoce y domina los recursos estilísticos de la retórica helenística tales como la diatriba, la antítesis, la metáfora, la paradoja…
Pero el estilo es la persona, y el griego de Pablo muchas veces es tan torturado como su propio pensamiento. No pretende escribir literatura. "Sus frases son en más de una ocasión difíciles de entender, incorrectas e incompletas. Es verdad que ciertos pasajes parecen haber sido largamente meditados, pero la mayoría dan la impresión de ser fruto de un primer impulso espontáneo y sin retoques […] A pesar de sus defectos, a veces más aparentes que reales, Pablo se nos revela como un verdadero escritor griego con un estilo fogoso de extraordinaria densidad"[59].
Por eso, a pesar de estos defectos, se ha podido llamar con toda razón a Pablo "un clásico del helenismo". Aunque por nada en el mundo le habría gustado a Pablo verse clasificado entre los rhetores asiáticos o entre los aficionados a la literatura pura. Para él, la idea está por encima de las formas. A fin de comunicarla lo mejor posible, no vacila en romper el lenguaje, en deformarlo sin recato alguno, en forzar la frase y destrozar la sintaxis. Muestra recelos contra la elocuencia, no porque la desprecie, sino porque desea que sirva sobre todo para hacer amar más a Jesucristo. En este sentido, Pablo es el creador de la elocuencia cristiana, el primer clásico cristiano.
¡Qué lejos estamos de un escritor profesional! Mirándonos con ojos que han visto al resucitado hay alguien que tiene algo que decimos. Lo saca de lo más íntimo de su ser, de su corazón y de su carne. Es demasiado lo que tiene que decir. Por eso atormenta al lector o al crítico literario. Para Pablo escribir es vivir, es entregarse sin segundas intenciones, desde su triple cultura, judía, griega y romana. Para leerlo, es menester aceptar su modo rápido de remontarse, sus senderos zigzagueantes nunca en reposo. El pensador sigue la misma andadura que el misionero. El estilo forma un solo cuerpo con el pensamiento y lo acompaña al mismo ritmo.
3. El uso de la Escritura
Hay más de 75 citas explícitas del Antiguo Testamento en las cartas de san Pablo. Entendemos por citas explícitas aquellas que son introducidas por expresiones tales como: "Está escrito" o "Como dice la Escritura". Además hay otras 20 citas implícitas en las que falta esta referencia pero que aluden claramente a pasajes concretos de la Escritura. Así por ejemplo Rm 3,20 reproduce textualmente el salmo 143,2, aunque falta la alusión explícita. Los libros más citados son Isaías (21 veces) y salmos (19 veces), seguidos por Génesis (11) y Deuteronomio (10).
Normalmente Pablo cita la Escritura según la traducción griega de los LXX que conoce perfectamente. Pero en ocasiones se desvía de dicha traducción para seguir otras, o más probablemente para hacer su propia recensión del texto griego a partir de una traducción personal del original hebreo.
Abundan las interpretaciones alegóricas, que se hacen necesarias cuando el sentido literal del pasado ya no sirve para el contexto presente. Recordemos la interpretación alegórica del mandato bíblico de no poner bozal al buey que trilla (1 Cor 9,9).
Las alegorías paulinas suponen una lectura tipológica aplicada a Cristo. Pero Pablo no parte del texto del AT para llegar a Cristo, sino que parte de Cristo para desentrañar el sentido profundo del AT. No es un exegeta del antiguo Testamento sino un exegeta de Cristo.
Se muestra buen conocedor de los midrashim, o relatos que interpretan o amplifican con nuevos detalles los relatos del AT. Así por ejemplo de la literatura midráshica recibe Pablo la inspiración cuando habla del bautismo de Israel en el desierto (1 Cor 10,1), de la roca que seguía al pueblo en su peregrinar (1 Cor 10,4), de la mediación de los ángeles en la ley del Sinaí (Ga 3,19) o de la persecución de Ismael por Isaac (Ga 4,29). En todos estos casos se trata de datos que no aparecen en los textos bíblicos y que por tanto le han llegado a Pablo a través de la literatura midráshica contemporánea.
En esta misma línea podemos constatar el uso rabínico de vincular un pasaje de la Torah con un pasaje de los libros proféticos o de los Escritos, mostrando cómo el resto de los libros de la Escritura son la mejor exégesis de los textos de la Torah. Así por ejemplo, en Rm 4,1-9) Pablo cita la justificación por la fe de Abraham en Gn 5,6 e interpreta esta cita a la luz del Salmo 32,1-2. Igualmente Gnilka nos recuerda la costumbre paulina de empalmar entre sí pasajes varios de la Escritura a modo de lema y convenirlos en un "collar de perlas"[60] (Rm 15,9-12; Rm 10,6-9).
Todos estos usos confirman la información lucana de los estudios rabínicos sistemáticos de Pablo con alguno de los grandes rabinos de la época, posiblemente Gamaliel (Hch 22,3)
C) Un acontecimiento teológico
Pablo ha sido el teólogo más utilizado y consultado por el Vaticano II. Desde luego, es mucho más que un teólogo. Sus escritos forman parte del depósito de la Escritura. Transmiten la palabra de Dios, con el privilegio de la inspiración bíblica. Pablo es un teólogo, aunque apoye sus enseñanzas en experiencias místicas más que en deducciones lógicas. Porque la teología no es una construcción de proposiciones abstractas sin ningún lazo con la vida humana, ni una demostración metódica e implacable.
Todo partió de un encuentro en el camino de Damasco. En aquel instante Pablo lo vio y lo comprendió todo. Vio la verdad cara a cara y la verdad era alguien: Jesús de Nazaret, muerto y resucitado. Aquella luz hizo penetrar en él la Palabra porque "la palabra de Dios es viva y enérgica, más tajante que una espada de dos filos" (Hb 4, 12). Pablo vio y quedó enganchado para siempre (Flp 3, 12).
En adelante, ya no habrá problemas no se iluminen con esa claridad pascual. En aquella experiencia inicial, Pablo comprendió que Cristo era a la vez el centro y la cima de la historia y de la creación, el Hijo de Dios y el hijo de David. Pensaban que su cadáver había acabado corrompiéndose en algún rincón de los alrededores de Jerusalén, pero Pablo comprendió que Cristo vivía realmente a la derecha del Padre, en cada uno de los fieles, en él mismo y finalmente en toda la Iglesia que se había convertido por el sacrificio de la cruz en el cuerpo mismo del resucitado. Ningún hombre, por muy hundido que estuviera en el mal, podía escaparse del poder de aquel que es el Señor y el Salvador universal.
Sus cartas, sus discusiones, sus reflexiones, más que un enriquecimiento de nuevas verdades, son un despliegue progresivo de esa primera intuición adaptada a diversas circunstancias pastorales. Convertido en misionero de Cristo, ya no verá nada y no explicará nada sino en el crucificado que vive.
Decíamos que Pablo fue el mayor teólogo del Vaticano II. Para convencemos de ello, bastaría recoger, a través de los decretos y de las Constituciones conciliares, todas las referencias a las cartas de Pablo. La LG, desde el primer capítulo, presenta el misterio de la Iglesia desde los textos paulinos: pueblo de Dios, cuerpo de Cristo, epifanía de las tres divinas personas. El esquema de la constitución sobre la Iglesia en el mundo de hoy (GS) se encontraba en la carta a los romanos. El decreto sobre el apostolado de los laicos (AA) registra la actividad del laicado cristiano y su fecundidad en los primeros días de la Iglesia. Lo mismo ocurre con la declaración sobre la libertad religiosa (DH), que encuentra en la carta a los gálatas "la carta magna de la libertad cristiana".
En Pablo encontró el concilio la respuesta a sus preguntas sobre el sacerdocio ministerial viendo a los sacerdotes como "ministros de Jesucristo, desempeñando el sagrado ministerio del evangelio, para que sea grata la oblación de los pueblos, santificada por el Espíritu Santo" (PO 2, cf. Rm 15, 16). Si el sacerdote está ordenado por completo para la evangelización del mundo, la cumbre de su ministerio será la celebración de la eucaristía, ya que allí es donde el sacrificio espiritual de los cristianos y el sacrificio de Cristo se consuman en la unidad. Podríamos seguir detectando esta influencia del apóstol sobre el Vaticano II, lo mismo que sobre los demás concilios y sobre el pensamiento de los últimos papas que han escogido expresamente el nombre de Pablo. ¡Qué grande acontecimiento fue para la Iglesia cuando una tarde de invierno del año 50, en una tienda de Corinto, se decidió a escribir por vez primera a los jóvenes cristianos de Tesalónica! Aquella tarde comenzó a escribirse el Nuevo Testamento.
D) Un acontecimiento pastoral
Pablo no es solo un apóstol, un misionero, un teólogo, un escritor, sino que es principalmente un pastor[61]A través de sus cartas podemos rastrear las relaciones con sus numerosísimos colaboradores, y comprobar como la gigantesca tarea de Pablo hubiese sido imposible sin su talento para despertar vocaciones al ministerio. Dicen que un hombre grande no es aquel en cuyo entorno solo existen hombres pequeños, sino aquel en cuyo entorno solo existen hombres grandes.
Pablo no fue un francotirador. En el capítulo 16 de la carta a los Romanos figura una larga lista de 26 nombres de personas a quienes Pablo envía saludos, entre ellos 9 mujeres. Como diremos al hablar de la comunidad de Éfeso, es probable que este capítulo no perteneciera originalmente a la carta a los Romanos, sino a una carta a la comunidad de Éfeso[62]
Entre los discípulos varones sobresalen Timoteo de Listra, "hermano nuestro y colaborador de Dios" (1 Ts 3,2; 1 Cor 4,17; 1 Cor 16,10-11; Flp 2,19-23; Tito (Ga 2,1-3; 2 Co 2,12-13; 2 Co 7,6-7.13-15); Silvano (1 Ts 1,1; 2 Co 1,19); Epafrodito de Filipos (Flp 2,25), Epafras y Marcos (Flm 23; Col 4,12), y la larga lista del capítulo 16 de la carta a los Romanos. Hay matrimonios, como el de Áquila y Priscila (1 Cor 16,19; Rm 16,3.9.21) y Andrónico y Junia sus parientes (Rm 16,7), y muchas mujeres como Evodia y Síntique en Filipos (Flp 4,3), Trifena, Trifosa, Pérside (Rm 16,12), Febe la diaconisa (Rm 16,1).
La pastoral de Pablo sabe juntar la firmeza, la conciencia de su autoridad sobre sus comunidades, con la ternura y la solicitud que le llevan en ocasiones a abajarse y humillarse. No pretende dirigirlo y controlarlo todo (2 Co 1,24), sino que considera su ministerio ante todo como un servicio (1 Cor 4,1-2) conducente a la edificación del cuerpo de Cristo (1 Cor 10,23-24). Ni el que planta es algo, ni el que riega, sino el que da el crecimiento que es Dios (1 Cor 3,7).
Interviene en los casos de indisciplina (1 Cor 11,14), escándalo o de ofensas hechas a uno de sus colaboradores (Ga 1,9), y en esos casos no teme actuar con severidad y amenaza con castigos (2 Co 10). Pero por otra parte es bien consciente de que un pastor debe saber cargar con las flaquezas de sus hermanos más débiles (Rm 15,1; Rm 14,1ss; 1 Cor 12,22-26; Ga 6,2). Ya hablamos de su capacidad de renunciar a cualquier tipo de remuneración económica y su disposición para hacerse siervo de todos, judío con los judíos, sin ley con los sin ley (1 Cor 9,19).
Otro rasgo valioso del modo de pastoreo paulino es su discreción a la hora de distinguir entre la tradición recibida, la que viene de Jesús, y sus propias opiniones personales que no quiere imponer a los demás. Esta humildad contrasta con la de otros jerarcas de la Iglesia que consideran Palabra de Dios todas sus propias opiniones o caprichos.
Hablando de la virginidad y del matrimonio, contrastan estas dos frases de Pablo den que distingue las palabras de Cristo de sus propias palabras:
"A los casados les mando, no yo, sino el Señor, que la mujer no se separe de su marido" (1 Cor 7,10).
"A los demás les digo yo, no el Señor" (1 Cor 7,12).
Y un poco más adelante confiesa humildemente: En lo referente a los célibes, no tengo mandato del Señor, pero os doy mi opinión como persona de fiar por la misericordia de Dios" (1 Cor 7,25).
Muchas veces se quiere construir una teología paulina de corte académico mezclando datos expuestos en diversas cartas y en contextos diferentes. Se olvida con ello que "Pablo elabora una teología en forma epistolar"[63]. Además esta teología no es ya un producto acabado, sino que se va elaborando a través de las distintas cartas. En el tema de la valoración que Pablo hace de la ley mosaica, las diferencias que hay entre la carta a los Gálatas y la carta a los Romanos, se deben en parte al hecho de que Gálatas es anterior a Romanos. Gálatas es un paso en el proceso teológico que avanza hacia la teología final en Romanos. Por eso Pablo en sus cartas no es un teólogo sistemático, sino "un teólogo in progress, un teólogo in faciendo[64]
Además, a pesar de los altos vuelos de su teología, las cartas de Pablo están siempre contextualizadas. Como los aviones, tienen alas y tren de aterrizaje. "Lo ocasional de sus escritos implica lo circunstancial de su teología, vinculada estrechamente a la contingencia del momento"[65]. Las diferencias teológicas entre Gálatas y Romanos no se deben solo, como hemos señalado, a que ambas cartas respondan a diversos momentos en la elaboración teológica de Pablo, sino también al contexto. En Romanos Pablo escribe a una comunidad con la que no tiene problemas personales y por eso puede hace una exposición más serena, mientras que en Gálatas Pablo se siente herido y atacado, con lo que su exposición es más pasional y más agresiva. Todo esto tendrá que ser tenido en cuenta por el exegeta a la hora de interpretar el tenor de unos y otros textos.
Uno de los más hermosos himnos cristológicos es el del capítulo segundo de Filipenses. Pero no hay que olvidar el contexto de este himno. "Nada hagáis por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los demás como superiores a sí mismo, buscando cada cual no su propio interés sino el de los demás. Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo" (Flp 2,3-5). Probablemente se refiere a mezquinas disputas y enfrentamientos como el de Evodia y Síntique, dos hermanas de la comunidad que estaban enfrentadas una con la otra, probablemente por razones de liderazgo (cf. Flp 4,2).
Es curioso cómo para derrotar este tipo de problemillas Pablo acude a la artillería pesada de un himno cristológico sobre el abajamiento de Cristo. Al hacer la exégesis de este himno nunca se debe olvidar el contexto que lo provocó, porque será la principal clave hermenéutica para delimitar el alcance de algunas de sus proposiciones.
Discuten los teólogos sobre cómo hay que traducir el que Cristo se "despojase de su condición divina" al tomar la condición de hombre (Flp 2,7-8). Interpretan algunos esta kénosis como "vaciamiento". Pero con algunos teólogos pensamos que no se está hablando de un vaciamiento, sino de un derramamiento. "Jesús no se vació "de nada", sino que se derramó a sí mismo, se entregó a sí mismo"[66]. No usó su condición divina como algo utilizable en provecho propio, sino que se entregó a sí mismo para vivir como siervo. Lo que se subraya no es el despojamiento, sino el servicio. La humildad no consiste en negar los propios valores, sino en ponerlos al servicio de los demás. Jesús no se despojó de su condición divina, de su grandeza. Pero en lugar de usarla en servicio propio, la usó en servicio Dios y de los demás, y de esta forma reveló en qué consistía precisamente esta grandeza, reveló cuál era la naturaleza de su filiación.
Ahora entendemos cómo el himno puede ser una medicina para la rivalidad que existía entre Evodia y Síntique, un antídoto contra su vanagloria, su deseo de protagonismo, de ser superior la una a la otra. La solicitud del Pablo pastor ha dado lugar a la inspiración del Pablo teólogo. Su teología se desarrolla en función de las necesidades pastorales de su comunidad.
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