También se enviaban cartas cuando un inmigrante moría. En la muestra "Buenos Aires 1910, Memoria del Porvenir", llamaba poderosamente la atención la imagen de una familia vestida de negro, reunida alrededor de un hombre que llevaba un traje, sentado en una silla como lo habría hecho en tantas otras oportunidades. Hasta aquí no se advierte nada asombroso, pero ¿qué pensará el lector si se entera de ese hombre estaba muerto y ése era su velorio? Alguien del público me dijo que la foto se tomaba habitualmente, para mandarla al páis de origen y demostrar que el familiar había muerto en la nueva tierra. El guía corroboró minutos después esa información" (4).
En La gran inmigración (5), de Ema Wolf y Cristina Patriarca, se reproducen algunas "Cartas de recién venidos". Son las siguientes:
"De Vittorio Petrei, en Jesús María (1878):
"Nosotros estamos seguros de ganar dinero y no hay que tener miedo a dejar la polenta que aquí se come buena carne, buen pan y buenas palomas. Los señorones de allá decían que en América se encuentran bestias feroces: las bestias están en Italia y son esos señores".
"De Luigi Basso, en Rosario (1878)":
"He pensado en marcharme a Montevideo, y si no hay trabajo me voy al Brasil, que allí hay más trabajo y al menos tienen buena moneda, no como aquí, en la Argentina, que el billete siempre pierde más del veinte (por ciento) y no se ve ni oro ni plata".
"De Girolamo Bonesso, en Colonia Esperanza (1888)":
"Aquí, del más rico al más pobre, todos viven de carne, pan y minestra todos los días, y los días de fiesta todos beben alegremente y hasta el más pobre tiene cincuenta liras en el bolsillo. Nadie se descubre delante de los ricos y se puede hablar con cualquiera. Son muy afables y repetuosos, y tienen mejor corazón que ciertos canallas de Italia. A mi parecer, es bueno emigrar".
En "Las fronteras históricas del legalismo", Mariano Gutierrez reproduce una carta, fechada en Villa Merced en septiembre de 1879, en la que el fraile Donati "le advertía a su compañero de las trampas en que el gobierno pretendía hacer caer a los indios".
Donati escribe al M.R.P. Moysés Alavez:
"Mi querido padre Prefecto: Recibí la apreciable de V.P.M.R. fecha 28 de presente. Con respecto á Ramón, consideratis considerandis, nosotros me parece que no debríamos más que aconsejarle á que se reduciese entre Cristianos á una vida civil para que despues consiguiésemos su conversión. Por ahora no usan otros términos que se entendiese con los Gefes o con el Gobierno, en cuanto á las propuestas que se hiciesen que después no se hubiesen de cumplir caeriamos en su desgracia. Según la carta de V.P. me confirmo siempre más que los actuales gobernantes no quieren reducciones, pero si la sumisión de los indios por medio de dispersiones de ellos. En una palabra reducirlos en un estado como se halla en los tiempos presentes la nación hebrea que no forma población reunida. Es de dura necesidad mostrarse indiferente con ello, que haga expontáneamente lo que les parezca mejor. Por el contrario se nos sublevaría si viniesen con propuestas que probablemente no serán fielmente realizadas. Me buscan que vaya para hablar ellos conmigo, por que gracias a Dios me creen; pero yo no tengo datos seguros que el futuro Presidente quiera favorecer á nosotros y á los indios. Ygnoro los proyectos de él y las instrucciones que tienen los Gefes. Yvanoski me ha comunicado que Sarmiento no quería pagarle este último trimestre. Es más fácil evitar el pantano que salir caído en el. Muéstrese neutral con Ramón dígale que se entienda con el Coronel Roca. Me es doloroso usar estos términos (…). también V.P. tenga la advertencia de reflexionar bien sobre el racionamiento de Nicolás, no sea que este pobre caiga en la red como han quedado estampados aquí una cuadrilla de cautivos que comenzaron á racionarles con el título de Vaqueanos prestando servicios. A poco á poco, de vez en cuando los mandaban a descubrir el campo, en seguidos que estuviesen vestidos de paisanos reunidos en tal Fortín, la conclusión fue que ahora están gobernados por un oficial como militares veteranos. Nicolás debería pensarlo bien y determinar si él mismo quiere carne de la Patria. Se me han desaparecido un par de botas; Marquito me asegura que las ha visto en mi celda puede ser que alguno de los Padres las haya ocupado para ir a cazar; me parecía que no estuviesen allí; pregunté de ellas, son botas casi nuevas. Entró el Padre Luis, algo ha de haber sucedido. En lo que tengo encargado que no me dejen la llave a nadie. Saludo con toda la expansión de mi corazón á los compañeros, en particular á V.P. Fray Marcos Donati" (6).
Una noticia publicada en el diario Clarín, el 27 de julio de 1999 (7),anticipaba que un día después, Josefa América Scarfó recibiría de manos del ministro Carlos Corach las cartas que Severino Di Giovanni le escribiera sesenta y ocho años atrás.
Transcribimos parcialmente esa información:
"El 30 de enero de 1931 –señala el matutino-, en una requisa, los policías dieron vuelta la quinta Ana María, en Burzaco, donde Scarfó alcanzó a convivir con Di Giovanni sólo diez meses. Se llevaron desde panfletos que exhortaban a la ‘insurrección de la clase obrera’ hasta las cartas de amor del anarquista".
"Desde entonces, hasta hace quince días, cuando fueron entregadas al Ministerio del Interior, las cartas dormían en Museo de la Policía Federal".
" ‘Antes de morir quiero tener las cartas de amor y poder apretarlas contra mi pecho’, le dijo América Scarfó, hace unos seis años, al escritor y periodista Osvaldo Bayer, quien ayer habló con Clarín desde Alemania".
"Fue precisamente a través de Bayer que la mujer se enteró de que aquellas cartas –la mayoría escrita en italiano, algunas en francés- no habían sido destruidas. En Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia, escrito entre 1968 y 1970, Bayer reprodujo las cartas".
"Bayer acude a las cartas para definir ese amor. ‘Hablaban de un amor que podríamos calificar de puro, profundo, pero casi sin referencias de tipo carnal o sexual’. Para Bayer, estos escritos destilan la moral anarquista de Di Giovanni: ‘Sus cartas tenían ese tono porque por sus ideas, sentía un gran respeto por el género femenino’ ".
La nota incluye algunos fragmentos:
"Amiga mía: tengo fiebre en todo mi cuerpo. Tu contacto me ha atestado de todas las dulzuras. Jamás como en estos larguísimos días he ido bebiendo a sorbos los elixires de la vida".
"Te dije, en aquel abrazo expanisvo, cuánto te amaba, y ahora quiero decirte cuánto te amaré".
"Sé el ángel celestial que me acompañe en todas las horas tristes y alegres de ésta, mi vida de insumiso y rebelde".
En "Teresa Masciulli en la vida de Severino Di Giovanni", Otilia Da Veiga recuerda que él pidió ver a Teresa, su esposa, y a sus hijos antes de ser fusilado, y comenta: "No hace mucho tiempo Josefa Scarfó recibió del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires las cartas que le fueran escritas desde la cárcel por el anarquista. Muy a destiempo, cuando sus ideales ácratas, serenados por los años y el matrimonio con un señor dedicado al comercio de obras de arte, seguramente ya eran recuerdo" (8).
Esas cartas son el tema alrededor del cual el "Grupo Buenos Aires Puro Cuento" creó el espectáculo "Severino, una historia colectiva". A él se refiere Cristina Villanueva:
"El espectáculo surge de una noticia del año 1999: la entrega de las cartas (entre Severino y su amor América Scarfó) que realizó el entonces ministro Corach. El texto es resultado de la investigación del grupo y está armado en base a fragmentos de las cartas, material periodístico y aguafuertes de Arlt que es uno de los cinco periodistas que presenció el fusilamiento de Severino di Giovanni. Este hecho, el asesinato de un anarquista, acusado de un crimen que no cometió, se repite en nuestra historia y en otras. El abogado defensor de oficio, un teniente del ejército, fue destituido por no querer corroborar, con su actuación, las falsas acusaciones. La música, hermosa e importante en la creación del clima, entre otras, la de la película Sacco y Vanzetti. Hay una exposición de fotos, diarios de la época, revistas, que ilustran algo el contexto de lo que se narra. Las noticias de la época (1930 – 1931) en la voz de Alicia Rabovich, David Rein y Carmen Berdina, los integrantes del grupo, son seguidas de ‘ni dios, ni patria, ni patrón, ni marido’ ".
"Estas palabras abren la historia, necesaria para preservar la memoria. Una crítica al ejercicio del poder que aplasta la libertad y las ideas. Coordinación María Heguiz" (9).
La casa de Myra se titula la novela de Aurora Alonso de Rocha que fue distinguida en 2001 con el Segundo Premio para Autores Inéditos, en el "Concurso organizado por la Fundación El Libro, en el marco de la 27ª Exposición Feria Internacional de Buenos Aires ‘El libro del Autor al Lector’ " (10).
En esa novela aparece la carta que un inmigrante envía a una compatriota. Transcribimos un fragmento de la misma:
"Una carta dirigida a Carmen Regueiro, en Orense, España, que firma don Avelino Rodríguez, dice":
"Carmen querida:"
"¡Y los gallos cantaron de noche! Volaron unas ánimas por encima del camposanto sin que los perros ladraran y esa madrugada el Sr. Bioy, de Pardo, que merece toda fe, se encontró sentado en un banco de la plaza del Azul habiendo huido del hotel donde velaban pared por medio a un recién muerto en duelo, por no poder dormir, cuando se le sentaron a los lados primero un paisano y luego otro, tal vez por ser el único banco con buena luz lejos de los árboles coposos, y el primero le dijo al segundo ‘hace mucho que no le veía’, y el otro: ‘es que fui enterrado vivo’. ‘Ah’ dijo el primero, y el otro añadió: ‘así fue, pude volver y aquí estoy’ ".
Si te cuento esto, Carmencita de mi alma, es porque veo que hay aquí más cosas posibles que en otros lados, y no milagros en los que no creo sino extraños sucedidos que finalmente voy tomando por cosa natural, y si comienzo la carta de ese modo también se debe a que creía que era fábula un suceso que me contaron y luego supe que no sólo había pasado sino que era más terrible de lo que se pensaba".
"Hoy está en el diario, destacado: el cacique principal Cipriano Catriel, su lenguaraz y secretario señor Avendaño y su compañero asistente Juan María Moreno, cristiano éste pasado antiguamente a los toldos, fueron ejecutados en los alrededores del molino La Clara de Olavarría, y fueron alanceados por los mismos indios contrarios de opinión, al mando del cacique Juan, que quedará desde ahora al mando de todas las indiadas catrieleras, y del cacique Marcelino".
Elsa Gervasi de Pérez es la autora de "Carta a Galicia" (11), texto que mereció una Mención en el Certamen que el Rotary Club de Ramos Mejía organizó en el año 1994:
Un gallego escribe a sus padres, que quedaron en la tierra natal:
"Meus quiridos pai y miña nai Lorenzos. Y les dijo Lorenzos quirido pai prablar poco ya que usté y miña nai se llaman ijual y no es cosa dandar ripitiendo dos veces los nombres dustedes. Les escribo para dicirles que hemos llejado bien a la Arjintina. Nos acompañó la soerte a la Paca y a mí y a nuestra rapaza la Paquita. He tenido la entelegencia de saber sumar como me enseñó el maestro del pueblo. Gracias a usté pai. Aprendí bien los Toremas de Pitagorras y por eso en cuanto llejamos, hicimos un paseo por la Avinida de Maio que es muy bunita y nos recoerda a Madris, compramos un billete de lotiría. Pralegir el número hicimos así. Tiníamos en la aldea allá en Galicia nuestra finca con 4 burros, 34 jallinas batarazas, 8 blancas y mis 6 hermanos. Posimos todos los números en fila y se formó el 43.486. Entón fuimos a comprarlo, pero como no lo tinían ajarramos otro o sea el 17.286 que fíjese usté pai, es justo el que salió con la jrande. Ahora estamos muy filices siendo millonarios".
"La Paquita sapuesto a noviar con un mochacho arjintino hijo de jallejos como nosotros. Es muy bueno y nos va a cuidar la platita. Ya le dimos todo y cuando rejrese de los Bancos en unos días, nos va a traer los informes".
"Mientras estamos viviendo en un enquilinato hasta que el mochacho nos compre el departamento que ya elijimos. Bueno quiridos padre y madre porque aquí se dice así. Muchos cariños de su hijo el Paco. La Paca no manda saludos porque se está bañando, ya que hoy es lunes y no es cuestión de estar sucia toda la semana. La Paquita se fue por ahí a caminar pra ver si lo halla al novio ya que hace unos días se mudó y el pobreciño solvidó de darnos la diricción".
"Con los brazos prarriba"
"los saluda so hijo"
"El Paco"
"María Elena Walsh nació el 1° de febrero de 1930 en Ramos Mejía, ciudad de Buenos Aires. Antes de finalizar sus estudios en la Escuela Nacional de Bellas Artes, a los diecisiete años, escribió su primer libro: Otoño Imperdonable, libro de poemas que mereciera el segundo premio Municipal de Poesía. Ya antes, en 1945, había publicado sus primeros versos en la legendaria revista El Hogar y en el suplemento literario de La Nación. Desde 1959 escribe guiones para TV, obras de teatro, canciones para niños. Las canciones de sus obras de teatro (Canciones para mirar, Doña Disparate y Bambuco, etc.), la letra y la música de sus canciones son cantadas por millares de niños en la Argentina, generación tras generación, quienes participan del mundo de fantasía e ingenio que les propone María Elena Walsh. Entre sus obras: Otoño imperdonable (1947), Apenas viaje (1948), Baladas con Ángel (1951), Casi milagro (1958), Hecho a mano (1965), Juguemos en el mundo (1970), Cancionero contra el mal de ojo (1976), Novios de antaño (1990)" (12).
"La abuela de María Elena Walsh, llamada Agnes, llegó a la Argentina con veinte años recien cumplidos, a trabajar como gobernanta. Se casó, y la vuelta a Inglaterra se fue retrasando. Estas cartas que le envió a su padre -bisabuelo de María Elena- llegaron nuevamente a la Argentina a manos de su papá, por intermedio de un pariente, y éste se las regaló a María Elena cuando niña para que recortara las estampillas. Pasaron más de cincuenta años en sus manos antes de que sintiera curiosidad por las mismas y decidiera hacerlas traducir, para luego incorporarlas en su libro Novios de Antaño" (13).
Transcribimos uno de los extractos de las cartas de la abuela Agnes:
"Calle Venezuela 786"
"Buenos Ayres"
"28 de febrero de 1878"
"Querido Padre:"
"Lamentamos saber que usted no ha estado bien, debe cuidarse querido papá y no tomar frío. Espero encontrarlo sano y gordo cuando vaya, aunque no se cuando llegará ese día, espero que sea el año próximo, y quizás le lleve algo para mostrarle…"
"Mi hermano Walter consiguió su primer trabajo, espero que se porte bien y lo conserve. David dice que el de plomero es muy buen oficio, al menos en este país".
"Me sorprendo cada vez que recibo una carta suya, ya que aquí no es como en Inglaterra: a los carteros no les importa extraviar la correspondencia, y sólo por casualidad se recibe la que viene dirigida a domicilios particulares. Le ruego, papá, que escriba como antes a las oficinas de The Standard, ya que los editores son muy amigos de David y disponen de un buzón".
"¡Hemos celebrado una gran Fête!, el centenario de un héroe argentino, el Gral. San Martín. Le envío un recorte de The Standard. El próximo domingo empieza el Carnaval y parece que será grandioso. David va a mandarle un recuerdo de La Plata".
Los lectores escribían cartas a The Standard. "Al principio, las que se publicaban provenían de Irlanda; eran siempre cartas que venían de muy lejos. Luego se fueron incorporando las nacionales y algunas de ellas hasta se publicaron en español. La bibliotecaria Piga recuerda una serie muy llamativa: ‘Las cartas en general tenían información porque reflejaban opiniones sobre hechos cotidianos. Una vez vinieron unos investigadores a la biblioteca para consultar sobre el fenómeno de los malones. Y se encontraron con algo maravilloso: cartas de lectores que relataban los últimos malones en la provincia de Córdoba’. En las cartas se pueden leer descripciones sobre cómo la gente fue sorprendida por un malón y, en la desesperación, se vio obligada a pelear, usar palos, correr o salvar a sus caballos. Al día siguiente, aparecían más cartas que respondían a la anterior. Por ejemplo, se ponían contentos sobre la suerte que habían corrido: ‘A nosotros nos fue mejor; no tuvimos muchas pérdidas’, deslizaba una de ellas" (14).
Juan José Delaney es el autor de Tréboles del Sur (15), obra que mereció elogiosos comentarios de Enrique Anderson Imbert y Rodolfo Modern. El escritor dedica a sus antepasados estos quince textos que transcurren a lo largo de más de un siglo. El tema común a todos estos relatos es el de la inmigración irlandesa, de la esforzada búsqueda de un mundo mejor. En este libro presenta seres ficticios y hechos verosímiles, sin embargo, en él se evidencia una evocación de la realidad que surge de datos concretos que Delaney maneja con autoridad.
Le preguntamos si entre esas historias había muchas protagonizadas, veladamente, por gente ligada a él. Nos respondió: "Como se dijo –y al menos en mi caso, doy fe de que es cierto-, todo texto literario es, esencialmente, autobiográfico. Por más que haya disfrazado mis historias, detrás de las palabras, está mi propia experiencia vital. Debo decir que también redacté sucesos de los que me hubiera gustado ser protagonista. Finalmente, no por nada dediqué el libro ‘a los irlandeses, vivos y muertos, que andan por mi sangre’ " (16).
En uno de los textos, fechado en abril de 1929, una inmigrante escribe en la Argentina a una coterránea que recaló en Nueva York. La primera ve frustradas sus ambiciones, principalmente por el obstáculo que es para ella el desconocimiento del lenguaje, aunque, en lo que respecta a lo material, se muestra agradecida.
"2 de abril de 1929"
"Pasaje Silvio Picchi 4069"
"Buenos Aires, República Argentina"
"Queridísima prima:"
"No te enojes porque no haya escrito antes. Me fue imposible hacerlo debido a la angina tabacal que me arrancó la promesa de no fumar más".
"Aciertas al suponer que no soy feliz. La vida es algo difícil por acá y confieso que estoy dudando de si mi arrojo de hace diez años valió la pena. He podido ahorrar algún dinero dando lecciones de inglés en casas de familias aristocráticas y, en otro sentido, no estoy disconforme con el trato que me dispensan aquí, en la pensión de Mrs. O’Reilly".
"Coincido en cuanto a la aspiración de toda mujer, aunque si estuvieras en mis zapatos reprimirías tus incitaciones matrimoniales… Anduve con dos paisanos que resultaron borrachos perdidos, y en cuanto a los nativos es necesario cuidarse de ellos porque apenas pueden te clavan el cuchillo".
"Releo los párrafos anteriores y constato que mi optimismo no es mucho. ¿Perdonarás que me desahogue contigo, mi mejor amiga más alla del parentesco? Ocurre que en este tiempo siento como nunca que mis raíces no están aquí. Aunque desde que tengo uso de razón he visto tanta desdicha que me atrevo a sugerir que las raíces de la humanidad no están en esta tierra. Pero, ¿dónde, Dios mío? Convengamos en que el mundo es un lugar muy extraño".
"Pese a lo que vengo escribiendo, no puedo pasar por alto la buena acogida que los irlandeses todos hemos tenido en este suelo; difícilmente brazos deseosos de trabajar no encuentren recompensa. Esto en cuanto a lo materíal, porque no sabría qué decirte respecto de lo demás. ¡Llevo tantas cosas dentro de mí! Educación, afectos, historias, secretos, intuiciones… En verdad se trata de un cargamento muy pesado para una pobre inmigrante. Tú puedes compartir lo tuyo por medio del lenguaje, sabes que no ocurre lo mismo conmigo a causa de mi castellano postizo que me reduce, que me aísla".
"Me llaman para tomar el té, único sedante para mis angustias".
"¿Recuerdas la bahía de Galway y aquel hermoso y triste ‘Lament of the Irish Inmigrant’? Enseñé la canción a mis alumnos más avanzados pero me parece que no llegaron a captar su verdadero sentido".
"Por favor no dejes de enviarme las soluciones a los crucigramas y de rezar siempre por mí".
"Un beso grande,"
"Tessie"
La investigadora Celia Vernaz es la responsable del volumen Colonia San José Escritos (17), compilación publicada en 1991, incluida entre las Publicaciones del Museo Histórico Regional de San José.
En las "Consideraciones generales", ella manifiesta: "Los ‘Escritos de una Colonia son el reflejo de su propia historia. En el año 1857 llegó el primer contingente de inmigrantes que se ubicó donde hoy es la Colonia San José en la provincia de Entre Ríos. Eran terrenos del General Justo José de Urquiza, quien no tuvo problemas en destinarlos a la colonización. En un principio, los límites estuvieron dados por el río Uruguay al Este, el arroyo Perucho Verna al Norte, el arroyo de la Leche al Sur y la calle ‘Ancha’ al Oeste, extendiéndose luego la población por todo el Departamento Colón, originando nuevos centros derivados de la Colonia Madre".
Acerca de los motivos de emigración, afirma: "en la zona del Valais, Saboya y Piamonte se había generado una corriente emigratoria hacia América. Las causas eran varias: falta de trabajo, familias numerosas, pobreza en general, a lo que se sumaban cataclismos como avalanchas e inundaciones que diezmaban a las poblaciones de la montaña. También debe ser considerado el sueño de hacerse ricos y la sed de aventuras en un continente todavía virgen".
Estos pioneros, originariamente destinados a Corrientes, sufrieron desventuras: "Fueron ubicados en el Ibicuy, al Sur de la provincia, pero al ver que eran terrenos inundables e impropios para la agricultura, remontaron el Uruguay en barcazas y fueron radicados en mejor lugar, o sea, el actual, con el beneplácito de Urquiza. Mientras Sourigues trazaba las concesiones, el grupo recién llegado improvisó viviendas debajo de los árboles mientras que las mujeres se alojaron en el galpón que Spiro tenía en la costa. Esto ocurría en julio de 1857, bajo el rigor del invierno".
Los "Escritos" compilados nos permiten conocer la vida cotidiana de los inmigrantes: "Durante los primeros cincuenta años, tanto los colonos como autoridades políticas y religiosas apelaron a la pluma como arma de defensa y comunicación, dejando una pincelada general del pensamiento, ideas, proyectos, necesidades, sentimientos. Hoy esos escritos reposan en distintos archivos y no todos se conocen. Si bien no constituyen piezas literarias especiales, una selección de los mismos permitirá penetrar y ahondar más en las intimidades de la vida de la Colonia, poniéndose en contacto directo con cada autor, su forma de ser y de pensar. Pero lo importante es poder palpar el momento histórico vivido, esclareciendo hechos oscuros o casi desconocidos que han sido esencia y substancia de un período migratorio que hoy apasiona por sus raíces y proyecciones".
Los textos proceden del Archivo General de la Provincia de Entre Ríos, el Archivo del Museo Histórico Regional de San José, el Archivo del Palacio San José, el Archivo personal de C. E. Vernaz, el Centro de Estudios Históricos San José; El Industrial, 13 de octubre de 1881; La Nación, 1885; Libro de Oro del Centenario de la Colonia San José (1857-1957) y Vernaz, Celia: Papeles de un inmigrante, 1987.
La historiadora incluye, en el volumen editado en 1991, cartas de inmigrantes de diverso origen. Transcribimos parcialmente una escrita por un piamontés que habla francés, precedida por la biografía escrita por Vernaz (18).
Lorenzo Cot fue un "sacerdote venido de Chambons des Fenestrelles, Piemonte. Ejerció su apostolado durante la Presidencia de Urquiza en la Capilla San José de su residencia. Desde este lugar concurría asiduamente a la Colonia San José para visitar a los colonos, muchos de los cuales fueron traídos por él desde su patria. En 1859 fue enviado a Europa para traer más inmigrantes. Luego fue designado sacerdote en la Colonia y Villa de Colón. Siempre tuvo mucho aprecio por los compoblanos europeos pues veían en él a su defensor y protector de los derechos que es correspondían por contrato".
"Pero esta defensa le valió grandes enemigos en la esfera política de Colón, quienes lo persiguieron en forma incansable. Un cúmulo de acusaciones no hacían impacto en su fuerte personalidad, y si bien tenía el apoyo de las altas autoridades eclesiásticas llegó un momento muy difícil para su tranquilidad de parte de algunos hombres colonenses".
"Falleció asesinado el 27 de setiembre de 1868. Este crimen quedó sin aclarar hasta el día de hoy ya que no ha sido estudiado aún en su profundidad".
Escribe el padre Cot, en 1858:
"Supongo que Ud. estará curiosa de saber quién es el que le escribe. Yo soy un cura del valle de Fenestrelles, provincia de Pignerol en Piemonte. El año pasado, en el curso de enero, el puesto de Limosnero del General Urquiza me ha sido ofrecido y lo he aceptado con gran placer puesto que me ha procurado el medio de visitar un país que yo deseaba ver desde mucho tiempo".-
"Yo he partido el 19 de abril y he llegado a Buenos Aires el 13 de junio. Después he ido a presentarme al Señor General Urquiza de Paraná. Estoy destinado en San José que se encuentra ocho leguas alrededor de la Colonia. Siempre que he podido he ido a visitar a los colonos".
"Nos han testimoniado la más grande satisfacción de ver un cura que habla francés. En mi segunda visita he confesado varias personas, bautizado quince niños y bendecido tres casamientos y cantado una gran misa".
"Yo cuento con volver en algunos días y regresar aunque sea un poco más cerca pues tendría a bien de ir más a menudo".
"Quiera recomendarme a los prudentes ruegos del Señor vuestro tío y rogar Ud. misma por mí".
"Vuestro sincero servidor"
"Lorenzo Cot"
En la revista del Archivo Histórico "Alberto y Fernando Valverde", de la Municipalidad de Olavarría, se incluye una "Carta de dos amigos, del 12 de julio de 1889. Firman Juan y Luis, lo que muestra la rápida acomodación al idioma del país" (19).
"Sr. Dn. Juan Rachou en el Azul. estimado Amigo".
"Me ara el bien de aserle pasar esta carta que ba adentro de la suya á Bertran Sollé Desinat".
"Me dispensará que no pueda dir para el Azul por el motibo de las aguas a entregarle el carro y pagarle el alquiler hase un mez que no puedo trabajar y amas le diré que me ha hido mal en los últimos biayes con que así tene passiencia asta que se componga y pueda dir para esa".
"Tambien me dirás si quieres bender el carrito. Me an offrecido 2500 y si quieres venderlo por esa plata me contestas en lo de Guillermo Neron".
"Ton amigo Luis Grimaud"
María Brunswig de Bamberg es la autora de Allá en la Patagonia (20), obra en la que evoca la inmigración alemana a través de las cartas que su madre enviaba a su abuela, que había quedado en la tierra natal. "El 3 de febrero de 1923, después de una travesía de treinta días desde Hamburgo, Ella Hoffman llega con sus tres hijas a Buenos Aires, rumbo a la Patagonia, donde Hermann Brunswig, su marido y padre de las niñas, trabaja como administrador de una estancia y espera ansioso el reencuentro con su familia después de tres años y medio de separación. Esta es una selección de las cartas intercambiadas hasta 1930 entre Ella y Mutti, su madre, y que fueron recuperadas setenta años después por María Brunswig, la hija mayor. Pero no se trata de una simple recopilación, sino de un juego de tiempos y voces, pleno de agilidad y riqueza, en el que intervienen tres generaciones de mujeres: Mutti, Ella y la propia María. Algunas cartas de Hermann incorporan, por su parte, una visión masculina y un toque de humor. El diálogo epistolar le otorga a la obra una intensidad inusual, además de una visión europea del sur argentino en los años veinte. Ella habla a su madre del mundo nuevo que está descubriendo y se revela como una gran luchadora. Educada para ir a la Ópera, aprender francés y tocar el piano, ahora lava ropa en el arroyo, friega, zurce, remienda, come huevos de avestruz e incluso carnea zapones. En síntesis, una sensible crónica familiar que abre distintos horizontes sobre una región inhóspita y al mismo tiempo generosa" (21).
"Las cartas de los colonos suizos era por lo general optimistas –afirma Ema Wolf-, aunque resulta evidente que carecían de las cosas más indispensables. En 1857, Luis Mettan escribe a su familia":
"¡Queridos hermanos, en esta carta os digo que si tenéis el coraje de venir, traed vuestra batería de cocina, panera, vajilla, tinajas, mantequera para fabricar manteca, dos pecheras de caballos, un buen carro (sic), así como todos los implementos de herrero: fuelle, yunque, martillos, tenazas; os aconsejo además traer rastrillos de madera, garlopas y sierras a una y dos manos, una criba para ahechar el trigo, un colador para la ropa, un recipiente para trasnportar la leche, carritos para la leche, una pintura para hacer el queso; traed además toda clase de semillas para jardín, y de flores, y 50 céntimos de ocre color chocolate; traed todos los muebles de la tierra y toda clase de semillas de árboles frutales".
"Como Adela me había preguntado a mi partida si podía traer su sombrero, diré que sí, que puede traerlo porque cada uno va de acuerdo con la moda de su país; traed también los sombreros anchos para el verano. Termino mi carta diciéndoos que no puedo agradecer suficientemente a Dios" (22).
Juan Bautista Blatter "originario del Valais, vino a la Colonia San José en el año 1857 –escribe Vernaz-, a la edad de cincuenta y cinco años, junto a su esposa e hijas. Se ocupó de los trabajos de campo conservándose de él una copiosa correspondencia dirigida a sus familiares, en la cual se revelan distintos aspectos de la vida de la Colonia, especialmente la evolución política y económica de los primeros años".
"Su existencia está ligada a la vida de sus hijas quienes fueron llevadas a Concepción del Uruguay, donde luego fijaron su residencia y donde todavía se encuentran descendientes".
"El valor de sus relatos es innegable pues el detalle, la minuciosidad y el hecho de escribir asiduamente permiten la confrontación con escritos de otros colonos" (23).
El escribe:
"Mis queridos parientes: en lugar de escribir dos o tres cartas a la vez, ésta será una sola que envío a causa de que todas las que he enviado no he obtenido respuesta. En cartas precedentes yo he pedido a mi suegro y en otra a mi madre de enviarme a la hija; no he podido obtener respuesta ni sé si ella se encuentra bien ni si quiere venir o no: mi hija es la cosa que siempre he sentido de mi país y siento todavía; el único día que yo quisiera estar en Saint Martin es el día de Corpus Christi. Al siguiente ya estaré feliz de estar aquí. Solamente, quisiera tener a mi hija. Si estaría seguro de que ella esté contenta de venir, tengan a bien la bondad, queridos parientes, de querer venderle sus bienes y procurarle lo que sea necesario, y así, unida a una familia que quiera tomarla a su cuidado, yo enviaría con el portador de esta carta, el dinero para vuestra satisfacción; como no conozco nada el estado ni la voluntad de mi hija, les ruego, por mí y por ella, mis queridos amigos y parientes, si ella se decide a venir, hacer todo como no tengo necesidad de enseñarles, y pagar sus gastos y esfuerzos. Si ella viene, les ruego de enviar una caldera de 12 a 14 carterons para los quesos, y media docena de cencerros con hebillas y paños de invierno para vestir. Si ella viene, prometo que no sentirá el Valais. Todos estamos contentos excepto algún vagabundo que se aburre de todo y que nunca está bien en ninguna parte, y que en lugar de reconocer la falta en ellos mismos inventan mentiras para atribuírselas al país que los ha enriquecido…" (24).
Con unas líneas se despide de sus amigos Metráux. Lo relata Edgardo Krebs, en "Un ‘argentino’ universal" (25):
"Alfred Metráux (1902-1963) fue un amigo de Borges y Victoria Ocampo; un colaborador de Sur, un etnógrafo suizo nacido en Lausana y criado en Mendoza; un explorador del Chaco y del Altiplano boliviano, del vudú en Haití, del pasado incaico en los libros y en las sierras andinas, y de mitos indígenas en el Amazonas. Fue también, a los 26 años, el fundador y primer director del Instituto de Etnología de la Universidad de Tucumán, desde donde intentó vanamente modificar nuestros mitos, incorporando a los wichis y a los toba-pilagá a la imaginación argentina. (…)".
"Como Juan Dahlmann, el personaje de El Sur, Metráux decidió apresurar su destino y terminar con su vida. No en la llanura y en la punta de un cuchillo, sino al borde de un lago, en un bosque de las afueras de París que le recordaba a la selva sudamericana. Antes de morir, escribió unas palabras de despedida a varios amigos. El texto, encontrado junto a su cuerpo, es el texto de un etnógrafo que registra su propia muerte, gesto pertinaz en la última vuelta del camino. Está en francés, el idioma de su inteligencia, excepto por una línea. '‘Adiós Alfredo Métraux'’ dice, al despedirse de sí mismo. Esas palabras están en el íntimo castellano de la infancia mendocina. Ser argentino es un acto de fe’ ".
Con el título de "Carta de un inmigrante" (26) se publica "la carta que el inmigrante José Wanza enviara a la redacción de El Obrero, de un contenido tan valioso que no podemos resistir la tentación de reproducirla":
"Aprovecho la ida de un amigo a la ciudad para volver a escribirles. No sé si mi anterior habrá llegado a sus manos. Aquí estoy sin comunicación con nadie en el mundo. Sé que las cartas que mandé a mis amigos no llegaron. Es probable que éstos nuestros patrones que nos explotan y nos tratan como a esclavos, intercepten nuestra correspondencia para que nuestras quejas no lleguen a conocerse".
"Vine al país halagado por las grandes promesas que nos hicieron los agentes argentinos en Viena. Estos vendedores de almas humanas sin conciencia, hacían descripciones tan brillantes de la riqueza del país y del bienestar que esperaba aquí a los trabajadores, que a mí con otros amigos nos halagaron y nos vinimos".
"Todo había sido mentira y engaño".
"En B. Ayres no he hallado ocupación y en el Hotel de Inmigrantes, una inmunda cueva sucia, los empleados nos trataron como si hubiésemos sido esclavos. Nos amenazaron de echarnos a la calle si no aceptábamos su oferta de ir como jornaleros para el trabajo en plantaciones a Tucumán. Prometían que se nos daría habitación, manutención y $20 al mes de salario. Ellos se empeñaron hacernos creer que $20 equivalen a 100 francos, y cuando yo les dije que eso no era cierto, que $20 no valían más hoy en día que apenas 25 francos, me insultaron, me decían Gringo de m… y otras abominaciones por el estilo, y que si no me callara me iban hacer llevar preso por la policía".
"Comprendí que no había más que obedecer".
"¿Qué podía yo hacer? No tenía más que 2,15 francos en el bolsillo".
"Hacían ya diez días que andaba por estas largas calles sin fin buscando trabajo sin hallar algo y estaba cansado de esta incertidumbre".
"En fin resolví irme a Tucumán y con unos setenta compañeros de miseria y desgracia me embarqué en el tren que salía a las 5 p.m. El viaje duró 42 horas. Dos noches y un día y medio. Sentados y apretados como las sardinas en una caja estábamos. A cada uno nos habían dado en el Hotel de Inmigrantes un kilo de pan y una libra de carne para el viaje. Hacía mucho frío y soplaba un aire heladísimo por el carruaje. Las noches eran insufribles y los pobres niños que iban sobre las faldas de sus madres sufrían mucho. Los carneros que iban en el vagón jaula iban mucho mejor que nosotros, podían y tenían pasto de los que querían comer".
"Molidos a más no poder y muertos de hambre, llegamos al fin a Tucumán. Muchos iban enfermos y fue aquello un toser continuo".
"En Tucumán nos hicieron bajar del tren. Nos recibió un empleado de la oficina de inmigración que se daba aires y gritaba como un bajá turco. Tuvimos que cargar nuestros equipajes sobre los hombros y de ese modo en larga procesión nos obligaron a caminar al Hotel de Inmigrantes. Los buenos tucumanos se apiñaban en la calle para vernos pasar. Aquello fue una chacota y risa sin interrupción. íAh Gringo! íGringo de m…a! Los muchachos silbaban y gritaban, fue aquello una algazara endiablada".
"Al fin llegamos al hotel y pudimos tirarnos sobre el suelo. Nos dieron pan por toda comida. A nadie permitían salir de la puerta de calle. Estábamos presos y bien presos".
"A la tarde nos obligaron a subir en unos carros. Iban 24 inmigrantes parados en cada carro, apretados uno contra el otro de un modo terrible, y así nos llevaron hasta muy tarde en la noche a la chacra".
"Completamente entumecidos, nos bajamos de estos terribles carros y al rato nos tiramos sobre el suelo. Al fin nos dieron una media libra de carne a cada uno e hicimos fuego. Hacían 58 horas que nadie de nosotros había probado un bocado caliente".
"En seguida nos tiramos sobre el suelo a dormir. Llovía, una garúa muy fina. Cuando me desperté estaba mojado y me hallé en un charco".
"¡El otro día al trabajo! y así sigue esto desde tres meses".
"La manutención consiste en puchero y maíz, y no alcanza para apaciguar el hambre de un hombre que trabaja. La habitación tiene de techo la grande bóveda del firmamento con sus millares de astros, una hermosura espléndida. ¡Ah qué miseria! Y hay que aguantar nomás. ¿Qué hacerle? Hay tantísima gente aquí en busca de trabajo, que vejetan en miseria y hambre, que por el puchero no más se ofrecen a trabajar. Sería tontera fugarse, y luego, ¿para dónde? Y nos deben siempre un mes de salario, para tenernos atados. En la pulpería nos fían lo que necesitamos indispensablemente a precios sumamente elevados y el patrón nos descuenta lo que debemos en el día de pago. Los desgraciados que tienen mujer e hijos nunca alcanzan a recibir en dinero y siempre deben".
"Les ruego compañeros que publiquen esta carta, para que en Europa la prensa proletaria prevenga a los pobres que no vayan a venirse a este país. ¡Ah, si pudiera volver hoy! ¡Esto aquí es el infierno y miseria negra! Y luego hay que tener el chucho, la fiebre intermitente de que cae mucha gente aquí. Espero que llegue ésta a sus manos: Salud".
El dinamarqués Andreas Madsen es el autor de La Patagonia vieja (27). María Sonia Cristoff señala que "Para Andreas Madsen, como para W. H. Hudson, la combinación de aves y postración derivó en escritura sobre el territorio patagónico: mientras el segundo asegura que no hubiese escrito sus Días de ocio en la Patagonia si el tiro que recibió en una rodilla no le hubiera impedido continuar el estudio de los hábitos migratorios por el cual había ido hasta Río Negro, Madsen dice que se le ocurrió por primera vez la idea de escribir sus relatos cuando a él –que había domado una cantidad considerable de caballos salvajes y matado a otra cantidad de pumas- la persecución malograda de una gallina que se resistía a entrar al gallinero lo dejó todo un invierno inmovilizado en una cama. Hasta ahí las coincidencias. Luego, sus obras se diferencian claramente: lo que para Hudson fue parte de un proyecto literario, para Madsen fue una manera de dejar testimonio de sus años como pionero en la Patagonia, más específicamente en la región de Lago Viedma".
"Dentro de su producción figuran tres volúmenes de poemas, un libro sobre la caza de pumas, el proyecto de otro sobre la capacidad de razonar de los animales y la que es su obra emblemática, La Patagonia vieja, editada por primera vez en 1948 por El Ateneo y reeditada en 1998 por Zagier y Urruty. Esta misma editorial, que desde el último enero agregó a su catálogo esta colección de textos inéditos en castellano sobre la Patagonia, publica ahora Relatos nuevos de la Patagonia vieja, una recopilación hecha por Martín Alejandro Adair de las cartas privadas y de los artículos que Madsen publicó en distintos medios".
"Madsen llegó a la Argentina como marinero buscavidas y a la Patagonia como parte de la Comisión de Límites que lideraba Francisco Moreno. Fue después el primero en asentarse en la zona del Lago Viedma y uno de los pocos pequeños propietarios que resistieron a las ofertas tentadoras –seguidas de estrategias amenazantes- de las grandes compañías que empezaron a adquirir enormes extensiones estratégicas de la Patagonia a partir de la primera mitad del siglo XX. Fue también uno de los propietarios de tierras que, durante los levantamientos obreros de 1921, logró acuerdos de no agresión mutua con los huelguistas, basados fundamentalmente en el conocimiento y en el respeto previo que se tenían. Volvió a Dinamarca únicamente para buscar a la novia de la infancia y defendió su decisión de radicarse en la Patagonia a pesar de las oportunidades que le ofrecían en otros lugares, con una epifanía de tinte darwiniano: ‘los desiertos campos patagónicos me llamaban con voz irresistible. La Patagonia, con sus tormentas de arena sobre las pampa desiertas en verano, y con el frío y la nieve en invierno, donde pasé tres inviernos con el mínimo de alimentación… y seis meses sin ver persona alguna, completamente solo entre los Andes. La mayoría dirá que no es gran cosa para extrañar; pero así es la naturaleza humana. A mí esa soledad me llamaba’ ".
"Todo eso está en Relatos nuevos de la Patagonia vieja, libro que puede leerse como el relato paradigmático del pionero –allí están las remembranzas de un pasado duro, la consignación de los esfuerzos por adaptarse, del apego al territorio que los recibe y de su contribución a él- e incluso como una postulación de que el pionero es el eslabón que la Patagonia necesitaba para dejar de ser la tierra maldita que habían asentado los relatos de los primeros exploradores y convertirse en una tierra de paz. Los relatos de Madsen tienen, entonces, una hipótesis, y también gracia narrativa: dos méritos ausentes en muchas otras memorias" (28).
Por medio de una carta, Butch Cassidy comunica su paradero a sus amigos ilegales estadounidenses. Ese manuscrito "permitió certificar su estancia en la región décadas después de su muerte". Lo relata Francisco N. Juárez en el trabajo titulado "Una carta de Butch Cassidy" (29), del cual transcribimos algunos pasajes:
"Hace exactamente un siglo atrás, la carta aún no estaba embarcada hacia el país del Norte, pero llegaría a destino. La escribió desde su rancho en Cholila, Chubut, el 10 de agosto de 1902 a la señora Davies de Ashley, de Utah, el mormón Robert Leroy Parker; el más conocido y buscado asaltante de bancos y trenes en los Estados Unidos como Butch Cassidy. Con ese nombre quedó eternizado en una reiterada película. La carta fue un mensaje –en parte en clave- para dar noticias de su paradero a las amistades fuera de la ley en los Estados Unidos: la señora Davies era la suegra de Elsa Lay, quizá del mejor amigo de Butch".
"La carta era importante para identificar al célebre bandido con el personaje que había habitado en Cholila, y demostrar con otros documentos gráficos su identidad: uno oficial con su firma, seguido de la comparación que oportunamente publiqué en la revista española Co & Co. A ello hubo que sumarle lo acumulado en la indagación en demanda de documentos sobre el rancho de Cholila. El resultado fue determinar cuándo y por qué ocuparon el lugar; el abastecimiento que hicieron los bandidos, qué consumieron y qué criaron, y hasta el costo y detalles minuciosos de dos puertas que encargaron para aquel rancho aún en pie".
"Aunque la carta de Cholila ahora carece de la última carilla con su rúbrica (firmaría Bob, como las demás, pero es su caligrafía) resulta una maravillosa síntesis de la nueva vida del bandido. Elegantemente alude a ‘un tío (que) murió y dejó 30.000 dólares a nuestra pequeña familia de tres miembros. Tomé mis 10.000 y partí para ver un poco más del mundo’. En realidad, se refería al asalto de un banco de Winemuca en Nevada, el 10 de septiembre de 1900. Ahora estaba solo, es cierto, pero por pocos meses, de manera que mentía ese dato. Daba cuenta de su patrimonio ganadero: ‘300 cabezas de vacunos, 1500 ovinos, 28 caballos de silla’, además de dos peones y la alusión al rancho como ‘una buena casa de cuatro habitaciones’, galpones, establo y gallinero. Se quejaba de su soledad, la falta de una cocinera y su ‘estado de amarga soltería’. Luego, agregaba otras quejas. Se hablaba español, ‘pero el país, en cambio, es excelente’. Daba cuenta de la extensa y fértil región, la distancia con Buenos Aires y esperaba fortificar las ventas de ganado a Chile, ‘nuestro gran comprador de carne vacuna’, porque de allá habían abierto un camino cordillerano (se refería al sendero de Cochamó, el que denunció Clemente Onelli como contrario al laudo arbitral que expediría la corona británica ese mismo año)".
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Las cartas nos permiten conocer variados aspectos de las vidas de los inmigrantes, al tiempo que nos remiten a los sucesos que en esa época acaecían en la Argentina y el mundo.
- Muzi, Carolina: "Fina estampa", en Clarín Viva, Buenos Aires, 21 de julio de 2002.
- Fernández Díaz,Jorge: Mamá. Buenos Aires, Sudamericana, 2002.
- Kartun, Mauricio: "El siglo disfrazado", en Clarín Viva, 20 de febrero de 2000.
- González Rouco, María: "Buenos Aires 1910 Memoria del porvenir", en El Tiempo, Azul, 10 de octubre de 1999.
- Wolf, Ema y Patriarca, Cristina: La gran inmigración. Buenos Aires, Sudamericana, 1991.
- Gutiérrez, Mariano: "Las fronteras históricas del legalismo", en www.derechopenalonline.com.
- S/F: "Las cartas de amor de Severino Di Giovanni", en Clarín, Buenos Aires, 27 de julio de 1999.
- Da Veiga, Otilia: "Teresa Masciulli en la vida de Severino Di Giovanni", en El Tiempo, Azul, 23 de marzo de 2003.
- Villanueva, Cristina: "Grupo Buenos Aires Puro Cuento en Severino, una historia colectiva", en Te doy mi palabra Noticias de los cuentacuentos,Diciembre de 2003. www.circulocuentos.com.ar
- Alonso de Rocha, Aurora: La casa de Myra. Buenos Aires, Fundación El Libro, 2001.
- Gervasi de Pérez, Elsa: "Carta a Galicia", en Rotary Club de Ramos Mejía. Comité de Cultura. Provincia de Buenos Aires, 1994.
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- Walsh, María Elena: Novios de antaño. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1991.
- S/F: "Memorias de un estandarte", en Clarín Viva, Buenos Aires, 12 de octubre de 2003.
- Delaney, Juan José: Tréboles del sur. Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1994.
- González Rouco, María: "La epopeya irlandesa", en El Tiempo, Azul, 10 de abril de 1988.
- Vernaz, Celia: La Colonia San José. Santa Fe, Colmegna, 1991.
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- Grimaud, Luis: en Archivo Histórico "Alberto y Fernando Valverde", N° 3, Municipalidad de Olavarría, Secretaría de Gobierno. Provincia de Buenos Aires, 1997.
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- S/F: Brunswig de Bamberg, María: Allá en la Patagonia.. Gacetilla de prensa.
- Wolf, Ema y Patriarca, Cristina: op. cit.
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- Blatter, Juan Bautista: "Sentimientos", en Vernaz.
- Krebs, Edgardo: "Un ’argentino’ universal", en La Nación, Buenos Aires, 28 de julio de 2002.
- Wanza, José: Carta enviada a El Obrero; Nº 36, del 26/9/1891. Tomado de: José Panettieri, Los Trabajadores. Biblioteca argentina fundamental. Serie complementaria: Sociedad y Cultura/18. Centro Editor América Latina. 1982. Págs.101a 104. Reproducido en Ciudad Digital Yrigoyen, www.clarin.com.ar.
- Madsen, Andreas: Relatos nuevos de la Patagonia vieja (Recopilación de Martín Alejandro Adair). Zagier y Urruty. 2003.
- Cristoff, María Sonia: "Los surcos de un pionero", en La Nación, Buenos Aires, 19 de octubre de 2003.
- Juárez, Francisco N.: "Una carta de Butch Cassidy", en La Nación, Buenos Aires, 25 de agosto de 2002.
Trabajo enviado por
María González Rouco
Lic. en Letras UNBA, Periodista Profesional Matriculada
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