Salud y cultura en la estética de la vida cotidiana (página 4)
Enviado por Rosario Joaquín Reales Vega
Los saberes que a continuación se interpretan, constituyen una aproximación preliminar a la sistematización de las conversaciones con diferentes grupos comunitarios, con experiencias en salud; personas dedicadas a estos menesteres (incipiente red de comadronas y parteras); médicos y botánicos; yerbateros, curanderos y rezanderos; religiosos y gnósticos; cristianos, protestantes y testigos; brujos, santeros, curiosos y avivatos. Estos saberes, al mismo tiempo factores socioculturales, son transmitidos por las generaciones, como una herencia atávica de pasados algunas veces distantes, otras veces recientes, y en cierta magnitud, pueden constituirse en generadores de dificultades, obstaculizadores del desarrollo, pero en similar magnitud, también son fuente rica de experiencias, conductos multiplicadores de relaciones, alternativas de identificación y valoración del sentido de pertenencia, alrededor de los cuales se hace (de acuerdo a las potencialidades de cada comunidad, colectivo humano y familiar), sesiones educativas, refrendadas por la utilización que hacen posteriormente de la enseñanza recibida, sin blasones, sin títulos, sin pergaminos; la expresión "lo que sé lo aprendí de la vida, guiado por las enseñanzas de mi familia", o de otra persona transmisora de aprendizajes significativos, constituyen el único y suficiente título que mostrar.
3.2.1. Solidaridad en salud aceptable, normal y precaria. Desde el surgimiento de la
cooperación entre los pueblos como una necesidad inherente a la condición humana, hasta el aparecimiento del cooperativismo como una alternativa socioeconómica apoyada en principios solidarios, se fueron implementando estrategias que permitieran hacer efectiva las posibilidades de la población, con énfasis en aquellos grupos que por sus condiciones de marginalidad y desventaja, estaban por fuera de todos los sistemas sociales y económicos. La solidaridad en este sentido se constituía en un concepto que de acuerdo a la aplicación y utilidad práctica que de él se hiciese dependía su interpretación.
Desde diferentes opciones y formas de articularse a la vida cotidiana y sus distintas ocupaciones, la solidaridad adquiere y admite interpretaciones divergentes, complementarias y opuestas, lo cual ha conducido a que frente a elle se asuman connotaciones disímiles, como diversas son también las estrategias que se implementan para que ella se materialice, de acuerdo a los intereses de cada comunidad. La solidaridad en salud desde la visión académica, o desde la concepción de la norma, como una concepción estructural que parte del Estado y las instancias que a él se articulan, quedó enmarcada como lo plantea Iván Jaramillo, con un doble enfoque, al principio opuestos, por cuanto en el papel y en los debates suscitados, parecían extrapolados: Un enfoque estructural apoyado en la conservación del sistema imperante antes de la Ley 100 de 1993, y el otro, de corte neoliberal centrado en el juego de la oferta y la demanda, la libre elección y la libre competencia. (1997, 29-35). En ninguno de los dos enfoques, se incluyó la referencia a los saberes de la población relacionados con la salud y sus niveles.
En la visión e interpretación comunitaria, la solidaridad ligada a niveles de salud no es unilateral; es el producto de relaciones mutuas compartidas en el diario vivir sobre el cual se van construyendo enseñanzas, con las que se edifican los saberes colectivos que como enmarañada tela protegen la intimidad del acontecer, no sistematizado pero sí presente y referenciado en estructuras palpables, tangibles, visibles a la luz de todos los miembros de la comunidad; tal vez imperceptibles para los extraños. Saberes de la cotidianidad, tan complejos como las mismas relaciones de las cuales surgen, posibilitadores de la existencia comunitaria; validados por todos sus miembros son en última instancia los que se asoman para denotar la presencia de la construcción de una cultura que se renueva en la misma forma que parece estar estática; concebida por otros como inmutable ante la presencia de lo innovador, que no perciben la dinámica de los flujos internos que se generan desde su diario acontecer.
Mientras que los saberes desde la academia, lo que se podría asimilar en términos de institucionalidad, descalifican a quienes tienen salud precaria, hasta los cuales no se extendería la solidaridad en los términos similares a los concebidos por quienes la han interpretado como una alternativa de apoyo sobre la cual se posibilitan situaciones propiciatorias de aprendizaje, educación, enseñanza, "conocimientos sin título, pero de gran valía para lo que nosotros queremos hacer, sin que nos digan háganlo" (Rosa Valderrama: Del Grupo Focal Salud Es Nueva, barrio La Esmeralda).
En este sentido los saberes articulados a la vida cotidiana de todo individuo (hombre o mujer), plantea Heller, forman parte de la estructura de la misma y de cada una de sus esferas heterogéneas en las cuales el hombre participa "con todos los aspectos de su individualidad, de su personalidad. En ella se ponen en obra todos sus sentidos, todas sus capacidades intelectuales, sus habilidades manipulativas, sus sentimientos, pasiones, ideas, ideologías" (39). Ello le da a los saberes la categoría de conocimiento cotidiano, del cual se originan los otros, que de nuevo retornan a su lugar inicial.
3.2.2. Comprensión de las condiciones de salud. Es indudable que al compartir un espacio similar, un hábitat pletórico de relaciones, los seres humanos por razones de moral tendrían que comprender las condiciones y los factores cuya presencia ocasionan desigualdades entre grupos y personas. Sin embargo llegar a este nivel es una de las dificultades de mas persistencia entre la humanidad y la tendencia actual es su grado de progresión en forma geométrica, a tal punto que la frontera que separa a personas en condiciones precarias de salud y personas con niveles aceptables o normales, se ha convertido en un abismo que cada día la incomprensión ensancha y hace mas profundo. La comprensión de las condiciones de salud como saber está mas vinculada al ejercicio humano que hace cada persona para colocarse en el sitio del otro, identificándose con él, sin menoscabar su condición o la situación que afronta.
La comprensión en términos de identificación y valoración de las dificultades que una familia afronta cuando uno de sus miembros padece una enfermedad, va mas allá del entendimiento y el conocimiento del problema. La familia se enferma de manera colectiva, sin que ello en algunos casos muestre evidencias físicas. En estos casos lo mas visible es la condición física de las personas, el andar presuroso, el hablar atropelladamente, el desespero que se manifiesta de manera ostensible en la mirada y en cada una de las acciones, y sin que sea un acto voluntario o preconcebido, una desesperanza que solicita ser comprendida. Comprender todos estos factores que perturban la salud de una persona, una familia o una comunidad, desde la percepción de quienes cuentan con los privilegios de tener resueltas las necesidades, es un ejercicio innecesario, por cuanto el tiempo no está para atender las quejas de tanta gente "que por negocio o falta de oficio siempre quieren vivir de la caridad pública", como se expresó un usuario de una clínica de prestigio ubicada en estrato seis, al norte de la ciudad, ante la solicitud de otro usuario del sistema, pero de estrato 2.
En el ámbito de las comunidades que por omisión, exclusión u olvido, son incorporadas al sistema de salud colombiano en desigualdades de condiciones, la comprensión es un acto humano asociado a la solidaridad y a la forma de pensar, que relaciona lo mas interno de la persona al mundo de la vida y se manifiesta, no tanto en el discurso, sino en las acciones: con el gesto material de hacerle sentir al necesitado que se está con él. Los vecinos de una comunidad se asocian mediante el vínculo del apoyo que deben brindar a una familia afectada por una calamidad, sin la intención de recibir recompensa por el aporte; son gestos y acciones que irradian desde la vida cotidiana y aunque no se sistematizan o no se trasladan a las memorias de un documento, escrito, fotográfico o fílmico, permanecen en el recuerdo de quienes han participado directamente y en el conocimiento, los saberes de quienes posteriormente reciben la información, como una forma de enseñanza que perdurará en el tiempo y en la tradición de los imaginarios.
La sala de urgencias del Hospital Universitario ha tenido que ser habilitada para atender la gran afluencia de personas venidas de diferentes lugares de la ciudad de Barranquilla y el departamento del Atlántico. Los pacientes se aglomeran en el piso ante la insuficiencia de camillas. Algunos en estado de observación o recuperación no han podido ser remitidos a las salas correspondientes por la mismas circunstancia que afectan a urgencias. Los enfermos (aquellos a quienes su estado se lo permite) y los familiares acompañantes comprenden la situación y no protestan; también comprenden la situación del personal médico y las enfermeras; valoran y reconocen (lo manifiestan) el empeño que éstos demuestran para atenderlos. ¿Es posible la devolución de la comprensión?.
3.2.3. Tolerancia ante las manifestaciones de precariedad en salud. Con frecuencia las alusiones hacia la necesaria recurrencia a la tolerancia como oportunidad de vivir en armonía, se ha convertido en una frase sin sentido y hasta deshumanizada, cuyo significado cada vez más se torna vacío y desprovisto de afecto. No existe la suficiente fuerza moral y ética cuando se expresa el compromiso de ser tolerantes con los demás. En la cotidianidad y sobre todo en lo que se refiere a la salud, la tolerancia no es fácil de armonizarla con las otras esferas de la vida; ser tolerante requiere de una ruptura con los privilegios que afectan a los demás y benefician a quienes los perciben. Las comunidades de estratos bajos tienen múltiples interpretaciones y concepciones alrededor de la tolerancia, como también han hecho de ella, en algunas oportunidades, un mecanismo de protección frente a la obligación impuesta de deshacerse de la tradición milenaria de generaciones anteriores. Se enseña a ser tolerante de las condiciones de salud en una familia que se venía contagiando paulatinamente con tuberculosis, brindándole apoyo para que se procuraran condiciones higiénicas que les ayudaran a salir de la dificultad, en medio de las acusaciones de las instituciones sanitarias que preocupadas por la posibilidad de un contagio colectivo, exigían la salida del sector de los afectados.
Tolerancia y sensibilidad son factores complementarios que se fomentan y se enseñan; la articulación y el buen provecho que de ellos se haga dependen en gran medida de la concepción y de la interpretación que los individuos han logrado compartir y asimilar en términos de beneficios para el grupo o la comunidad. Desde luego que no se trata de hacer defensa al estado de salud que afecta a los miembros del colectivo, sino a la visión que se ha construido alrededor del tratamiento que debe recibir una persona o una familia en tales condicione, sin que ello afecte su dignidad humana, sus sentimientos y el derecho que tienen a ser vistos como personas.
La constante en la tolerancia, tal como la han expresado los grupos focales de las comunidades que se dieron cita en el estudio, se manifiesta en la consideración hacia el ser, la persona, la familia, pues entienden que cuando cada quien de manera libre y autónoma comprenden su propio estado, es decir cuando reconocen que los miembros de la comunidad tienen el derecho natural a pedirles cuentas de sus acciones, aceptan ser atendidos de manera voluntaria y sin resistencias. Desde la antigüedad la comprensión de la tolerancia se hacía evidente hasta en las disposiciones que regían la vida de los hombres. Sócrates se negó a huir de la prisión, sintiendo que las leyes de su patria, las que le condenaban a muerte, eran a pesar de todo, obligatorias para él. En esta sociedad en la cual se articulan de manera desigual interpretaciones y concepciones del mundo de la vida cotidiana y de la racionalidad, la tolerancia para la primera de las aludidas se eleva a la categoría de objetividad social y ello implica de alguna manera el reconocimiento de la situación de la familia afectada, sin que por ello sean sujetos de burla, o escarnio público.
3.2.4. Espiritualidad como condición de salud aceptable. No es reciente la réplica de la espiritualidad concebida como saber (se enseña), ahora implementado en forma de pedagogía de la fe está ligada antropológica y socialmente a la historia de la humanidad. Las culturas milenarias asentadas en oriente y posteriormente las de occidente, al momento de realizarse la conectividad de los dos mundos, cuyo encuentro fue propiciado por la trashumancia congénita de los humanos, intercambiaron sus construcciones culturales, construyeron sus mundos de interpretaciones de la salud desde el fondo de su naturaleza. Esta fuerza interior que algunos propugnan como generada por la razón, no se ha apartado ni un solo instante de la vida del hombre, por el contrario cada día se torna mas fuerte, vital, latente, necesaria. También está presente en la concepción que se tiene de la vida y la muerte, a la cual se refiere Miguel Ángel Hernández (1981, 61-66), que en la perspectiva crítica a la sociedad industrializada que preconiza Herbert Marcuse (Escuela de Frankfurt) está asociada a la imagen del aprendiz de brujo que Marx veía en el sujeto histórico.
La espiritualidad no es propia y exclusiva de las comunidades culturalmente atrasadas o rezagadas del progreso de la sociedad, sino de todos los humanos, independientemente de su posición o nivel de escolaridad, solo que se expresa de acuerdo con la pertenencia a una determinada colectividad. La espiritualidad también tiene diferentes formas de manifestarse y la historia da cuenta de las expresiones de los pueblos con respecto a este factor que las comunidades religiosas, académicas, científicas, deportivas, etcétera han hecho suyo, desde luego, a su manera y con objetivos e intereses definidos, pero con el común denominador fundamentado en la creencia de que algo debe existir como principio regulador de todas las cosas. Ese principio no es el propósito ni el objeto central de las teorizaciones en este factor.
La medicina oriental, singularmente denominada tradicional y de la cotidianidad se fundamenta en el espíritu de una relación vital entre el hombre, los seres vivientes, el universo y todas las constelaciones del sistema, generadoras de energía, y que al producirse los acercamientos con occidente, no se pudo evitar (mas bien se provocó) la transferencia de los saberes orientales, posteriormente separados de manera abrupta por la racionalidad occidental. Hoy se escenifica la espiritualidad en la creencia hacia un ser supremo, hacedor del universo, regulador de todos los sistemas y responsable de las acciones humanas, para bien o para mal, al mismo tiempo que se propaga la enseñanza en la ciencia como la única alternativa y fuente de conocimientos, mientras que la sociedad de alguna manera recurre a la tradicionalidad (medicina natural, energética), cuando las respuestas no son dadas con la magnitud que espera quien ha creído en la medicina alopática. Ejemplos de la creencia desde la cultura occidental en las prácticas, tratamientos y enseñanzas de la medicina oriental, se encuentran en el uso que han hecho y actualmente hacen los médicos europeos y norteamericanos de la acupuntura, el yurbeda, el yoga, que siendo milenarias, han estado restringidas por el mito que hacia ellas se profesa.
La asociación y relación que las personas profundamente ligadas a la espiritualidad, establecen entre cada uno de los órganos y miembros del cuerpo, con la asignación de una función o varias funciones, es una herencia obtenida de la concepción de la salud oriental, de la cual Jean-Claude Darras se ocupa cuando se refiere a la acupuntura y sus múltiples aplicaciones en medicina: " Los enfermos exigen tratamientos mediante acupuntura, y cada vez es mayor el número de médicos que la aprenden y la practican" (1981, 7). Los actores desprovistos de los privilegios de acceder a los costosos tratamientos que actualmente acompañan a la vilipendiada medicina naturalista se conforman con lo subliminal de ella: la espiritualidad. A ello asocian la enseñanza que han recibido de sus ancestros o las lecturas que casi de manera clandestina hacen a textos o folletos que pregonan las bondades de las curaciones, que desde luego necesitan una gran dosis de fe y esperanza.
Depack Chopra (el médico endocrinólogo Hindú, residenciado en los Estados Unidos) se refiere a la espiritualidad en términos de leyes para el éxito y la enseñanza que los padres deben asumir para con los hijos y la familia, como "el cultivo de la semilla de la divinidad que llevamos dentro" (2001). Sin que se tome como descrédito, sin lugar a dudas el escenario de los practicantes de la espiritualidad en salud, tiene sus personajes inescrupulosos que asaltan la buena fe y el dinero de los creyentes, ofreciéndoles sanación en corto tiempo, fortuna sin límites, dicha sin comparación y un reinado de salud permanente.
3.2.5. Fe por la recuperación de la salud. ¿Quién no ha sentido el impulso de aferrarse de manera afectiva a la fe en algo?. La vida cotidiana, antropológicamente generadora de prejuicios (categorías del pensamiento y de los comportamientos cotidianos) ha estado acusada de contribuir mas que ninguna otra esfera de la esencia social en la proliferación de obstáculo que de alguna manera frenan el desarrollo de la sociedad. La fe plantea Heller es una fijación afectiva en el prejuicio el cual desempeña una función importante, aún en otras esferas diferentes a la cotidianidad (1985, 71-73). Al lado de la fe, la confianza se le aúna para atar a los individuos a una opinión, convicción o visión.
En salud, de manera específica, no resulta fácil desligar ni persuadir a un individuo que ha logrado cimentar la fe de curarse mediante el tratamiento que está realizando, así sea desde la receta y las sugerencias de la medicina alopática. En el caso de tratamientos con medicina natural la fe impera como una condición esencial para lograr efectos satisfactorios, es decir la particularidad de satisfacer la necesidad de sanar. Las experiencias contadas por miembros de los grupos focales del estudio, que acudieron o acuden a campamentos de sanación, jornadas de sanación, sesiones de oración (la oración fuerte al espíritu santo) u otro tipo de eventos que sería largo enumerar, muestran que las personas se imponen de manera voluntaria o por exigencia condiciones que de alguna manera les producen satisfacciones, pero que son vistas por otros como prejuicios que atentan contra su salud y su vida.
Un testigo de Jehová, un adventista o un creyente de los tiempos anteriores a la globalización de la fe, hacía prácticas personales y enseñaba este factor que es considerado desde el campo de la religión como una virtud teologal. La fe y la paciencia consagradas en la persona de Job, tuvieron su recompensa con la devolución de la vista a este patriarca, símbolo de la historia de la humanidad. La fe en términos de salud, en la cotidianidad se ha vuelto colectiva; se comparte y se difunde entre los miembros de una misma colectividad; se propaga y se difunde a través de diferentes medios de comunicación, incluidos los más avanzados. Luego ¿tiene sentido desarraigar de la fe a los individuos?, ¿qué tanta es la magnitud de los efectos negativos que produce la fe al interior de los progresos de la sociedad?, ¿se puede cuestionar a un individuo o a una familia que profese su fe de recuperar o conservar la salud, si ello satisface su particularidad?.
Al igual que los relatos de los casos que Depak Chopra manifiesta en sus libros, sobre pacientes que han llegado hasta él con la fe de sanar (en el sentido más amplio) y luego los testimonios de esos pacientes agradecidos con las bondades de los tratamientos aplicados por el médico, la historia de la humanidad es abundante desde todos los matices que las prácticas médicas o las técnicas y procedimientos de curación han adoptado, desde el uso de medicamentos indígenas extraídos del reino animal, vegetal y mineral, cada uno con las explicaciones que se han concebido como interpretaciones de las bondades que contienen, hasta las actuales atenciones que se han trasladado a consultorios, clínicas e institutos de salud complejos y tecnológicamente acondicionados.
Guardadas las proporciones la fe para llegar a una curación plena es una condición esencial
3.2.6. Los rituales por la salud. La receta o tal vez la sugerencia para el uso de medicina natural (productos de fabricación casera) por lo general no se escribía en papel, sino que era una formulación verbal para "curar el mal de ojo, la rasquiña, la lombriz, el asma" y otras afecciones más. El acto de enseñar la forma como se prepararía el menjurje, la infusión o la pócima adquiría la característica de una lección a la cual se le prestaba especial atención, pues del cuidado que se pusiese, dependía la efectividad del remedio. ¿Cuántas personas en el mundo se volvieron expertas en el arte de preparar recetas caseras o tomas medicinales?. Son incontables. La referencia que se tiene de estas personas está directamente asociada con el prestigio logrado y el lujo de ser reconocidas por la efectividad de sus fórmulas.
La precisión en la cura de la enfermedad o el mal que padece una persona, depende de la dedicación que el curandero, el yerbatero o el médico naturista impregne al acto de acercarse de manera cálida al paciente. El acto es un ritual que se inicia con la confesión del afectado sobre lo que le agobia; incluye desde luego su estado anímico y emocional, es decir lo profundo de su persona. El médico naturista hace suyo el problema del otro; se coloca en su lugar, siente la afección (el brujo asimilaba el mal que al otro le había sido impuesto) y por cada medicamento que formula o aplica (una inyección o una pastilla) le asigna un determinado tipo de oración, con la cual está convencido, ayuda a surtir el efecto deseado. La transferencia de saberes desde la cotidianidad no podría generar resultados satisfactorios sino se implementaran y escenificaran rituales que han cautivado a las ciencias, que se niegan a reconocer el rico legado de la humanidad a través de la historia, catalogado como una relación de costumbres que perduran en la mente de sociedades atrasadas culturalmente, que se empeñan en permanecer en los períodos más primitivos de la humanidad.
Los rituales por la salud al igual que los actos de belleza malabárica de los animales cuando se aparean o cuando entran en combate, han provocado enfrentamientos entre dos concepciones que a lo largo de la historia pugnan por mantenerse alejadas entre sí: la tradicionalidad y la racionalidad. Tales enfrentamientos son similares a las discusiones que pretendían conseguir lugares de privilegio a la ciencia en desmedro de la técnica, con el propósito de excluir a los segundos de la posibilidad de participar en la movilización conceptual hacia nuevos paradigmas en los cuales se involucrarían las experiencias, las tradiciones y los saberes que desde la cotidianidad se construyen y expresan como pensamiento cotidiano, no sistematizado, pero de gran valor para la ciencia y la sociedad. En tal sentido, el fin y la frontera de la racionalidad se inició cuando ésta se negó a reconocer y aceptar que la vida cotidiana produce principios axiomáticos que luego furtivamente retomó, sin valorar el crédito que le merecía a la ciencia.
Ello también ha generado una escalada de señalamientos a los rituales por la salud, atribuibles solamente a la cotidianidad como una extravagancia del pensamiento, excesivamente empírico, pero en el cual se cree de manera devota y sin reservas, aunque con timidez. Los rituales del vudú, el yoga o las oraciones de sanación que realiza la iglesia, son tan importantes para quienes tienen fe y creen en sus efectos bondadosos, como los rituales que crean las rondas de médicos cuando se congregan alrededor de un paciente y disertan sobre las características de la enfermedad que lo agobia o lo mantiene recluido en un hospital. Cuando la ciencia "agotó" los recursos a su disposición y la situación de salud de la persona afectada seguía siendo crítica, los médicos se aferraron a posibilidades por fuera de lo científico. La remisión espontánea implementada como concepto e incorporada a la cotidianidad en un hospital, fue el encuentro tímido del médico con la latencia del milagro; sólo que dejaron a los familiares del remitido la responsabilidad de que ocurriera, de acuerdo con la fuerza de fe que asignaran a esa posibilidad.
Por lo general quien "formula" adopta una posición de conocedor de las bondades y secretos de su receta, desde la sana interpretación y real poder curativo o preventivo de enfermedades, hasta la connotación que produce el medicamento natural en otros males. Muchos son los productos-alimentos naturales que no solo actúan en forma decisiva en el buen estado de la piel, defensa frente a infecciones persistentes o equilibrantes del sistema nervioso, diuréticos, relajantes, descongestionantes de las vías digestivas o de la circulación etcétera, sino también en el ánimo de las personas, en su interior.
4. RELACIONES ENTRE EL ESTADO Y LA GESTIÓN DE LA COMUNIDAD EN SALUD FAMILIAR
4.1. LOS ACERCAMIENTOS ENTRE EL ESTADO Y LA COMUNIDAD
La referencia a los acercamientos del Estado hacia la sociedad civil, plantea como acción prioritaria, una mirada a la inversión social, en el área de la salud, sin que se contemple como una política de fomento a la caridad, sino abordada con sentido de justicia y solidaridad social. Las organizaciones de la sociedad civil en la medida que recurren a su experiencia y los conocimientos por tanto tiempo recibidos, tienen la enorme posibilidad de retribuirlos a sus conciudadanos, mediante procesos cogestionarios con fundamentos humanistas colectivos, como estrategia básica para sobrevivir con éxito, construyendo futuro como necesidad real.
Las relaciones entre el Estado y la Comunidad (una parte del todo que es la sociedad civil) se pueden establecer desde dos opciones de interpretación reciproca. Estas opciones son complementarias y oscilan entre los enfrentamientos, el acompañamiento y el sometimiento, de acuerdo a la posición que cada uno de los actores organizados tiene al interior de la sociedad. Las relaciones, en el contexto de las dificultades que actualmente afronta la sociedad colombiana se presentan, en algunas oportunidades como la oposición entre saberes para la gestión, la educación, la prevención de enfermedades, y que en términos de salud humana se refiere a un permanente y dinámico flujo de interpretaciones y validaciones de las condiciones sanitarias del entorno y los habitantes. Más que todo, en tales interpretaciones predomina la comprensión del otro y de cada uno de los otros, que reunidos por un componente vital común como la salud, permite percibir y apreciar las diferencias significativas que hacen que la vida cotidiana, llena de particularidades adquiera sentido en el escenario de las divergencias.
En la cotidianidad, la dinámica de la oposición y la aparente separación de las relaciones da paso a los acercamientos (sin excluir las divergencias). En medio de una pugna por adquirir privilegios se puede levantar el consenso para la gestión y este puede ser más o menos duradero. Permanentes rupturas, pero también permanentes armonías, relativas afinidades y relativas diferencias han obnubilado a la ciencia occidental que se racionalizó como una respuesta a la imposibilidad de acertar científicamente a los misterios de la humanidad que aún permanecen sin develar, a los cuales desde el pensamiento cotidiano se le daban explicaciones. La persecución científica a quienes curaban con otras alternativas, cerró la posibilidad de explicaciones diferentes, sobrenaturales, insólitas, pero no acabaron con la tradición mágica de sentir la satisfacción de una respuesta sin demostración empírica, sin evidencia, sólo con la suficiencia de gozar internamente con la creencia, la fe y la convicción de que es así, porque de otra manera no puede ser. Magia, ritos, acertijos, clarividencia, adivinanza, pronóstico, premonición y corazonada, son entre otros, los componentes de las relaciones que se suscitan en la vida cotidiana (la vida de todo hombre, universal o comunitario) y que se enfrentan a la evidencia, a la demostración de la prueba, al racionamiento, a la construcción intelectual, al resultado de la experimentación, a la matematización de las relaciones, que luego se materializan en el desarrollo de la ciencia, a expensas de la exclusión de los saberes.
La connotación de las relaciones en términos de enfrentamiento también ha tenido un carácter de arrogancia intelectual. La ciencia se ha empecinado en mostrar la poca importancia del pensamiento cotidiano para salvaguardarse de las lecciones que este último le ha proporcionado. De la vida cotidiana proviene encomendar al Supremo la recuperación de un enfermo terminal, quien ha sido descalificado de las posibilidades de sobrevivir. La ciencia discretamente lo hace por "remisión espontánea" y condiciona la posibilidad a un milagro, lo cual termina siendo lo mismo que el fervor con que desde la vida cotidiana se cree por la recuperación del agonizante.
En la perspectiva de las relaciones unas veces enfrentadas, otras veces integradas en pro de la gestión, los saberes se resienten y se esconden como una represalia cuando se descubre que son necesarios para la ciencia, pero que ésta no les da el respectivo crédito. Es aquí en donde se observa con mayor fuerza y dinámica la resistencia, en el fondo de la vida misma, en la cultura, en lo último que queda cuando todas las posibilidades se cierran.
4.1.1. Estado y sociedad. Relaciones desde la salud. El concepto planeación y el sinnúmero de acciones, actividades y estrategias concebidas, se introduce en Colombia en 1951 con la Misión Currie. La salud y los demás componentes vinculados a su conservación quedaron indisolublemente ligados a tres aspectos que han sido constantes a través de la historia sanitaria del país: organización de la higiene pública; el establecimiento de centros y subcentros municipales de salud; las campañas contra las enfermedades contagiosas*. En cuanto a las alternativas para solucionar las situaciones adversas que estos aspectos generaban, la respuesta estaba en dotar a la población de agua tratada y servicios sanitarios adecuados; así mismo se hacía urgente acabar con los focos de infección; la construcción de centros de atención en los municipios del país, como ideal, combinado con la dotación de suficientes camas para cubrir las necesidades de atención a enfermos que requerían hospitalización (la proporción de camas en ese período era de 5,3 por cada mil habitantes).
La salud no es únicamente cobertura, dotación de centros e instalaciones, equipos, personal, recursos. Es también un acto humano de relaciones y acercamientos permanentes; es educación, atención y respeto hacia todos los sectores de la población. La atención en salud, entendida inicialmente como el oportuno encuentro entre el médico y el paciente (el enfermo por antonomasia) se fue distanciando de lo que en la práctica implicaba el concepto para quienes fungían de actores involucrados en las relaciones de la atención.
El Estado subyugó a la sociedad con la responsabilidad que la primera delegó al segundo para que se ocupara de la salud comunitaria, olvidando que como producto social, era su competencia. Desde luego, surgió una cadena de delegación de compromisos que abrieron una profunda brecha entre los usuarios (pacientes, por lo general) auspiciados por la "protección estatal", los desheredados de las oportunidades (fuera del sistema) y los encargados – por cuenta del Estado mediante la contratación de servicios profesionales- de la atención.
Cada uno de estos actores interpreta el concepto salud, la atención y las relaciones que se generan a partir del encuentro, de diversas maneras, entre ellas las siguientes:
- Las comunidades de los sectores de estrato 1, 2 y 3 que participan en el estudio asimilan las relaciones en términos de despotismo por parte de quienes tienen la obligación del prestar el servicio, independientemente de la condición de pertenecer o no al sistema, es decir, con carné u otro documento que lo habilite como usuario.
- Al interior de los denominados grupos focales se perciben diferencias en la interpretación. Algunos condenan la falta de razón en los reclamos que hacen cuando no son atendidos debido a la falta de documentos soportes de lo administrativo de las instituciones. Otros por el contrario opinan que el excesivo desvelo por cumplir administrativamente las instituciones prestadoras de servicios de salud ha contribuido en diluir el afán por humanizar la atención en salud.
- Mientras el personal de salud inicia un nuevo y reconfortante proceso de reinterpretación de su papel y su función al interior del sistema y de la salud humana, la institución se encarga de frenarlos en aras de cumplir con requisitos que muchas veces atentan contra la vida de las personas. Al final, y en estos tiempos que se catalogan como los del esmero y la dedicación por el mejoramiento permanente de la atención en salud humana, los funcionarios parecen claudicar en su empeño y han asumido el papel de administradores, negándole a los usuarios las posibilidades de establecer buenas y cordiales relaciones. Abundan en las clínicas, en los hospitales, en las oficinas administradoras y en todas las instancias institucionales, slogan y mensajes como los siguientes: "Usted es nuestra prioridad"; "El usuario de nuestra institución es el centro de la atención"; "Porque la salud de los Afiliados es nuestro mayor compromiso"; "En nosotros la calidad es un hábito". Ubicados de manera visible y llamativa en sitios a los cuales necesariamente llegan los usuarios impactan, solo que están colocados a las espaldas de quienes atienden a las personas y terminan opacados por las respuestas de los empleados de las instituciones y por otros avisos, tales como "Prohibida la entrada"; "No pase sin ser invitado", con los cuales se muestra que los slogan no han sido internalizados y responden a una suerte de parafernalia comercial que los administradores de la salud denominan pedagogía hacia el cliente.
Casos como los que a continuación se presenta, forman parte de las historias de vida que refrendan las angustias en las relaciones entre el Estado y la sociedad en términos de salud. En situaciones extremas y traducida la dificultad a la atención, en Colombia, particularmente en el Distrito de Barranquilla las muertes de infantes ha provocado la indignación pública de la sociedad y ha movido la preocupación del Estado. La remisión de la responsabilidad en la atención se le denomina de manera sarcástica "el paseo de la muerte".
Primer Caso Desde las ocho de la mañana una señora intenta ser atendida en una ventanilla de las oficinas administrativas de un hospital de Barranquilla. En varias oportunidades se ha acercado a dos personas que le preceden, solicitando de ellas le permitan "por favor" preguntarle al funcionario que atiende si en la fila donde se encuentra le pueden resolver el caso de salida de su hija, quien había ingresado tres días antes al centro de salud. Tres veces la señora hizo la pregunta. No obtuvo respuesta. El sujeto parecía estar concentrado en la computadora. La persona que supuestamente era atendida se movió un poco a la derecha dándole espacio a la angustiada señora para que hiciese la pregunta con mayor nitidez. Al fin el funcionario la escuchó y le dijo que esperara su turno. La señora volvió a su sitio e inició un relato que cualquier persona rechazaría o aceptaría con cierta reserva, pues parece inverosímil, mas bien se puede tomar como la argucia de alguien que intenta ser atendido sin respetar que los otros tienen las mismas expectativas. La niña había sido dada de alta el día anterior y desde ese instante la madre se dedicó a tramitar los aspectos pertinentes con la salida. Primero se encontró con la situación de cancelar un porcentaje del valor total, cosa que no pudo resolver de manera satisfactoria e inmediata, obligándola a trasladarse hasta el hogar. Cuando regresó se encontró con que el sistema que alimenta el programa se "había caído" y por lo tanto no estaban atendiendo. Le informaron que esas vueltas quedaban para el día siguiente, sin falta alguna, a las nueve de la mañana. Y ahí estaba. Desde las ocho de la mañana, convencida de que sería atendida una vez llegara a la ventanilla, con el sobresalto de haber dejado una niña de dos años en el hogar, al cuidado de una señora vecina, a quien le informó que estaría de regreso en un par de horas. No sabía si estaba haciendo una fila equivocada; no tenía la certeza de si los documentos que llevaba servirían para algo; dudaba de la idoneidad del funcionario; no había visitado a la hija que aun permanecía en uno de los pisos del hospital esperando su llegada para salir. Angustiada, nerviosa y con ganas de llorar. Estaba emocionalmente desequilibrada en su salud. |
– Los administradores de la salud y los funcionarios que controlan la eficacia de la atención interpretan la relación como el compromiso de cumplir de manera literal las disposiciones que han sido establecidas por la normatividad. Para ellos la falta de cumplimiento (así lo manifiestan a los usuarios cuando solicitan consideraciones especiales) les origina sanciones y pérdida en las captaciones de ingresos, en los giros oportunos por parte de las administradoras. El atender clientes en salud para las instituciones prestadoras de servicios se ha convertido en la estrategia central y el punto esencial de las acciones con las cuales se reconocen en el ámbito. Los usuarios son para las EPS, ESE e IPS el centro de sus actividades, ahora que la apertura de oferta amplió la competencia y la libre selección se efectúa de acuerdo con los niveles
de responsabilidad y cumplimiento que cada uno de los oferentes ofrece, pregona o promueve. También en esta relación se impone la exclusividad, la categoría, el estrato, la clase.
Segundo Caso ¿Quién no sufre de olvidos en cuestiones de salud, sobre todo cuando se trata de documentos?. ¿Se puede condenar a una persona a no ser atendida por el médico, o apoyarla en el trámite de un servicio externo, a causa de olvidar un documento?. ¿Es permitido al médico cancelar la cita a un paciente porque llegó 30 minutos tarde y él aún está en el consultorio?. ¿Si la actual relación entre pacientes, médico e instituciones de salud es comercial, por qué estos últimos se expresan "le voy a hacer el favor?. Una larga espera en tiempo precede casi siempre la atención administrativa o médica en las instituciones de salud. Cuando se tiene la fortuna de llegar al turno pueden ocurrir situaciones satisfactorias o insatisfactorias. Ambas están mediadas por la "buena voluntad" o el estado de ánimo del funcionario que atiende. "Te voy a hacer el favor" es la frase más frecuente cuando "la buena voluntad" está dentro del funcionario que ese día encontró que el usuario no trajo uno de los tantos documentos que exige el trámite de un servicio (laboratorio, medicamentos formulados por un médico externo, remisión a medicina especializada, etcétera); o "cada vez que vienes la haces", una expresión peyorativa y acusadora para quien ha olvidado un documento y no quiere sentirse que ha fracasado invirtiendo (algunos dicen Perdiendo) tiempo en la diligencia. Esta última frase deja al usuario frente a los demás en calidad de infractor o mañoso, acostumbrado a las triquiñuelas y sin derecho a solicitar el servicio. El funcionario de caja con frecuencia se molesta con los usuarios porque éstos no pagan exactamente la cantidad que les corresponde y él tiene que darles vueltas. De manera deliberada prolonga la entrega de las ordenes de medicamento, pago de la cuota moderadora para la cita y por lo general el usuario no aparece en su sistema o tiene que dirigirse a otro sitio para resolver inconsistencias. El médico por su parte alega que los pacientes deben estar una hora antes de la hora programada – como en el aeropuerto- y si acuden 30 minutos después, la cita les ha sido cancelada y se niega a atenderlos. Médicos que salen del consultorio una hora antes de terminar su turno o llegan una hora después, se sienten con inmunidad para dar explicaciones a sus usuarios de la falta cometida. Médicos que actúan en forma depredadora con respecto a sus colegas delante del usuario, en procura de mostrar la incompetencia del otro le causan un significativo daño al oficio y una gran desconfianza a quien deposita su confianza en la medicina, en el arte. |
– El Estado colombiano y las instituciones que en materia de salud son los soportes de la presencia del gobierno en la sociedad, identifican la relación de manera legal, normativa y ceñida a parámetros de estricto cumplimiento por parte de quienes están vinculados al sistema. La permanencia por fuera del sistema es un síndrome de los cuales se ocupan los estudios en términos de cobertura, es decir, la cuantificación de sujetos que no reciben, no están en condiciones o simplemente se marginan del recibimiento, pero sin llegar a lo íntimo de las situaciones que condicionan o inciden en una u otra característica. Familias que se han vuelto renuentes en vincularse a las denominadas redes de salud y seguridad social, no son consultadas sobre esta voluntaria decisión, sino más bien cuestionadas por su distanciamiento de contribuir con aportes a la salud, cuando están en condiciones de pagar por la afiliación. Quienes observen un comportamiento diferente a los pudientes, ni siquiera son contemplados como clientes potenciales. Es la clásica paradoja de la venta de zapatos a quien se le observe el uso de la prenda.
Medio siglo después, las expectativas siguen siendo similares en cuanto a cobertura y las iniciativas aún permanecen pegadas a la voluntad que se plasma en la legislación para el sector salud: mucha normatividad, excesiva reglamentación y poca satisfacción de la sociedad, sobre todo la que permanece en las condiciones asociadas a las cuales se refería el Informe para Colombia en 1998 y que se complementa con las preocupaciones que expresó públicamente en el año 2000, la Superintendente de Salud de Colombia en términos pobre salud la de los pobres, una especie de llamado de atención a los alcaldes de los municipios de la Costa Atlántica del país, pues "el promedio de cobertura de servicios de salud para los pobres de la región está muy por debajo del nacional: 43.15 por ciento frente a 59.82 por ciento" (El Tiempo Caribe, 2000, 1A).
– La percepción e interpretación en la atención en términos de la relación Instituciones de salud-usuarios del Sistema es una queja a gritos. Las personas que en otro tiempo se consideraban fieles afiliados a una determinada institución hoy manifiestan su rechazo por la forma como se les atiende, desde la ventanilla de las citas, hasta el consultorio cuando les toca el turno, desde luego sin descuidar las múltiples insatisfacciones que desde la administración se presentan. Es elocuente lo que suele ocurrir en el pasillo del hospital (en una Clínica ubicada al norte de la ciudad de Barranquilla, una institución prestadora de servicios de salud) cuando el médico que camina presuroso rumbo a su consultorio (son las ocho de la mañana y él debía estar a las siete) es detenido por su enfermera-secretaria que le informa: "Doctor hoy no tiene pacientes". El galeno se sorprende, parpadea atribulado por la noticia. ¿Por qué, qué pasó?, se atreve a indagar, pero la respuesta por parte de la enfermera es una alzada de hombros como señal de no saber lo que ocurrió. Los usuarios que a esa hora esperan turno para hacer vacunar a sus pequeños hijos se enteran de la noticia, pero su gesto no es de sorpresa, sino de ratificación de lo que ya conocen ocurre en estas instituciones que últimamente parecen atender a los pacientes con un sentimiento de caridad o de piedad.
Los pacientes (también se les denomina usuarios) saben que en las ventanillas donde se dan las citas médicas existe una especie de artimaña para prolongar la atención: les asignan fechas tan lejanas que producen desistimiento de la consulta. Existen privilegios que hacen escasear las citas médicas, como también se convierte en un círculo vicioso de todos los días las romerías de personas que desde bien temprano se matriculan en largas colas a esperar el turno y luego al llegar a la tan anhelada meta de la ventanilla se les informa "que ya no hay citas". Sin que se quiera magnificar los postulados de la Ley 100 de 1993, la apertura que generó la creación de nuevas instituciones prestadoras de servicios de salud, de alguna manera minimizó el monopolio del servicio y rompió con los privilegios, el círculo vicioso de las citas a largo plazo, obligando a prestar la atención en forma inmediata (y hasta sin largas filas), ante la amenaza de la desafiliación colectiva.
4.1.2. El reconocimiento de los saberes en salud. La desvinculación de los saberes desde la vida cotidiana, es decir, surgidos en la cotidianidad de las relaciones diarias que se suscitan en cada una de las esferas heterogéneas del acontecer vital, plantea una seria mirada recíproca (del pensamiento cotidiano hacia los otros tipos de pensamiento y viceversa) de las ciencias (comunidades científicas) y las comunidades (la vida cotidiana), en términos de salud, interconectada a las perspectivas de visión a partir de las interpretaciones de los hombres y las disciplinas. Visto en tal magnitud, lo trascendental está en el mejoramiento de las estrategias para los acercamientos, posibilidad reivindicatoria de los aportes del conocimiento cotidiano.
La ciencia y/o las disciplinas científicas (haciendo una remisión a la trascendencia) en tal sentido podrían aportarse de manera transdisciplinaria sugerencias o esbozos de iniciativas que contribuyan a la superación de las exclusiones de los saberes, que de alguna manera han generado problemas en el conocimiento y la interpretación (las exclusiones) o constituyen causales en el distanciamiento de las relaciones, evidentes en las situaciones de atención en salud, acceso al sistema, utilización de los servicios en igualdad de condiciones, etcétera. Sería también, por decirlo de la manera como lo intituló El Espectador en una editorial* Lecciones de la ciencia, para mostrar otras y nuevas formas de "ver las cosas, complementaria y no excluyente del manejo cotidiano" (La Libertad, 2001, 3A).
Existen además, al interior del reconocimiento de los saberes, otras expresiones empíricas en las cuales se ven reflejadas las exclusiones de los saberes de la cotidianidad sobre salud, a las cuales no se les ha dedicado suficiente atención. Una de estas expresiones es la resistencia a los diagnósticos relacionados con el estado de la salud de la población (individual o colectiva). La persona o la comunidad que siente la presencia del rechazo de su construcción alrededor de la situación sanitaria que porta, habitualmente recurre a la protección de su interpretación, escondiendo o mimetizando (tal vez ridiculizando su propia convicción sobre lo que siente) un rico y extenso panorama de saberes construidos a partir de la síntesis de múltiples determinaciones, que en términos del pensamiento de la cotidianidad, Agnès Heller denomina pragmatismo que solo adquieren un sentido relacionado con el objetivo determinado, con el problema, sin que ello plantee una independencia de la generalidad, "no constituye un orden propio, no producen una esfera autónoma" (1977, 5-14), sino que se articulan a todas las manifestaciones generadoras de las acciones de los individuos, pero que la ciencia se encargó de separar siguiendo el precepto hegeliano de excluir la vida cotidiana como tema filosófico.
En cierta forma, quienes desde el conocimiento científico aluden volcar sabiduría en pro de la salud humana, consciente o inconscientemente, al adoptar la posición de ignorar, o tal vez negar atención al paciente que manifiesta utilizar procedimientos para curarse, automedicarse o sugerirlos y/o aplicarlos a otras personas, cae en la práctica de la exclusión, una característica congénita y estructural de las democracias latinoamericanas, enseñada en los claustros de la academia y transferida por extensión a las comunidades; legalizada (la exclusión) a través de las normas (legislación) pletóricas de libertad, protección y respeto de los derechos humanos, pero muy lejos de poner en práctica con la misma fuerza y decisión con que se preconiza.
4.2. LAS BASES Y LAS ESTRATEGIAS DE LOS ACERCAMIENTOS Y LAS RELACIONES
Los hombres, las mujeres, los ancianos, y los niños de la actual sociedad colombiana, que han sufrido los rigores de la exclusión en salud (en la prestación de servicios, por ejemplo) de manera directa o indirecta, se han convertido en marginados de la atención; sujetos a quienes se les atiende bajo la denominación de indigentes*, un calificativo peyorativo que expresa la más baja e indigna de las condiciones socioeconómicas y culturales en las cuales ha podido caer el ser humano. Esta democracia que ha sufrido un peregrinaje doloroso de tumbos y copiaderas desde la época de la independencia, de la cual retomó la improvisación de normas y leyes (ahora existen en Colombia regulaciones jurídicas para todo tipo de acciones humanas), se encuentra sin respuestas, tanto para los miedos que ha generado el actual sistema de conflicto y violencia que sacude los cimientos de la sociedad, como para los misterios que la ciencia creó desde el mismo instante en que separó los saberes de la cotidianidad del conocimiento científico, el mismo cuyo origen está en la vida cotidiana.
Frente a tal incapacidad, el abismo que se abrió se tornó insuperable originando serios pronunciamientos desde la sociedad civil, como el del escritor mexicano Carlos Fuentes quien escribió un artículo con el título Democracia latinoamericana: anhelo, realidad y amenaza, publicado por El País (Madrid), del cual toma apartes El Colombiano (Medellín) para enfatizar en lo que ha sido una constante de los Estados de la región: la copia y la imitación a lo extranjero. Esperanzado Fuentes, en que la cultura podía llenar el vació con la creación de instituciones de Estado, éstas en vez de orientar su accionar hacia el acercamiento de las relaciones entre la sociedad civil y el gobierno, se diluyeron en el marasmo de la intermediación de los partidos y los grupos políticos que sugirieron (mediante la legislación), creando una compleja gama de infraestructura operativa y sometimiento para canalizar el favor del sufragio de la población. Lo que aún no se ha visto es el acceso a la igualdad de condiciones, de los pobres al disfrute de mejores condiciones y expectativas de vida en todas las esferas heterogéneas de la cotidianidad: salud, vivienda, educación, trabajo, crédito, entre otros.
También es evidente el crecimiento del Estado nacional con una característica de debilidad estructural, incapaz de articular las expectativas de satisfacer las necesidades por parte de la población, que en la radiografía que hace Fuentes, representa una sección del aberrante mapa de la pobreza latinoamericana: "Ciento noventa y seis millones de latinoamericanos sobreviven con ingresos de 60 dólares o menos al mes. Noventa y cuatro millones se hunden en la pobreza extrema con ingresos de 30 dólares al mes. El 20% de la población más rica percibe ingresos 12 veces mayores al 20% más pobre… Crecen el desempleo y la marginación urbana. Descienden los salarios. Quiebran las clases medias" (La Libertad, mayo 23, 2001, 3A).
Son datos y cuestionamientos que contribuyen en el deterioro de la salud humana y en la desesperanza dolorosa que oprime el anhelo de lograr la posibilidad de una nueva y arrasadora utopía de la vida cuya construcción se inicia a partir de la esperanza colectiva, que como sueño de la humanidad despierta, se transforma en una visión renovada del futuro, disfrutando de la libertad de tomar decisiones convenientes para la sociedad y que Gabriel García Márquez tradujo a su magnifica prosa diciendo: "donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra" (1999 ). Todo ello parece derrumbarse hoy en medio de la feroz competencia de las instituciones que el Estado generó a partir de las iniciativas de quienes tienen el poder de representar a los excluidos deliberadamente de las decisiones; ante el estupor de las entidades de salud que no fueron capaces de asegurar la satisfacción de los usuarios, con buenos y cálidos servicios, que paradójicamente sienten el síndrome de la rabia impotente por la demora en el cierre de las empresas que no quieren sean acabadas: es la enfermedad del 60% de la población pobre en América Latina.
Una segunda forma en la cual se denota la ruptura relativa de las relaciones entre el Estado y la sociedad civil se encuentra en las respuestas del denominado Hospital Humanizado (incluyendo a las personas que se vinculan a la gestión del nuevo ente) hacia los usuarios del sector. La referencia es tanto para el sector público como para el privado, pues ambos tienen aspectos en común con los cuales se identifican, bien sea en la filosofía, la concepción y el tratamiento.
La reforma a la legislación en salud en Colombia planteó una serie de inconsistencias que al no encontrar referentes en el contexto colombiano, originaron múltiples paradojas que sobre la marcha y con interpretaciones acomodadas a la voluntad de los generadores de entidades de salud en el país, se han "resuelto" sin el logro de las expectativas de los usuarios del sistema. El concepto de humanización de la salud ha sido asimilado en términos de eficiencia y eficacia en la gestión interna, sin la oportunidad de la evaluación externa hacia las formas y las estrategias empleadas en la prestación del servicio. La paradoja de la humanización de la salud es dolorosa y sin embargo es la mas adecuada de las estrategias para propiciar acercamientos verdaderos en las relaciones del Estado con la comunidad en términos de salud.
Los profesionales de la medicina realizan esfuerzos desde su interior, es decir, han interpretado de manera consciente y deliberada (una especie de retorno a la esencia de la profesión y la persona) que la única forma de reafirmar el juramento realizado (un rito que la modernidad agota sin remordimiento) al momento de asumir el reto de ser preventores de salud, es acercándose a quienes reclaman la posibilidad de aliviar o curar males y dolencias, libres de las ataduras que imponen las diferencias de estratos. El esfuerzo interno aflora hacia el exterior convertido en acciones que son acogidas por los pacientes o los usuarios, quienes han experimentado cierta bondad en el tratamiento.
El profesional de la salud de hace siete se especializó en el distanciamiento de su profesión y su atención hacia la persona, a quien consideraba y acusaba (algunas veces con insultos) de ser el responsable directo de su estado de salud. Mostraba una total indiferencia por la situación de quien acudía a él esperanzado en su don de ciencia, más aún, si no percibía en el sujeto posibilidades de responder por una serie de consultas progresivas (chequeos, controles). No miraba a los ojos al individuo (hombre o mujer), le preguntaba lo menos posible, lo atendía por minutos, no lo auscultaba, le colocaba los aparatos médicos a distancia prudencial, le formulaba al tiento y recurriendo a lo que se encontraba en la farmacia de tipo genérico, enviaba una abrumadora cantidad de exámenes y lo despachaba de manera fría: sin un "que se mejore" o "lo espero de nuevo por acá".
El profesional de ahora, no sólo el que está adscrito al área de la salud, sino aquel que de alguna manera tiene relación con ésta desde otras profesiones ha puesto al servicio de las comunidades, los conocimientos institucionales adquiridos en las entidades donde se ha formado, avizorando la posibilidad de los encuentros entre los mundos que se habían separado por la arrogancia científica en desmedro de los conocimientos cotidianos. Aunque sigue siendo tímida la relación, al menos se descubre la intencionalidad de conversar sobre asuntos de la salud en el pasado excluidos por considerarlos carentes de fundamentación, pero que constituyen verdaderas lecciones, por la entereza y la decisión con que fueron enseñados en las comunidades, como también la desesperanza por el desvío que hicieron de las prácticas de la medicina casera, sobre todo para desprestigiarla, tal como lo aseguran las parteras de la Zona Sur de Barranquilla (Norte de Colombia):
El Estado tiene que aprender a utilizar las bondades de la medicina casera y no dejarlo todo a las manos de los médicos, los puestos de salud, los exámenes de laboratorio. En otros tiempos en Barranquilla, en cada una de las casas de estos barrios nuestras abuelas tenían plantas medicinales y eran pocas las personas que necesitaban servicios médicos porque basado en plantas lo curaban a uno. Hoy en día solo quedan el 10% de casas que tienen plantas en la comunidad, todo se ha vuelto puesto de salud y el médico ni se acuerda que existe la medicina natural. Todavía me acuerdo que los abuelos anteriormente mandaban a uno a que caminara en una botella y por medio de la orina le decían: usted tiene este problema, espere que le prepare la medicina (Grupo Focal Zona Sur de Barranquilla).
Indudablemente es un llamado a compartir enseñanzas, sin arrogancias, con el convencimiento de las posibilidades de aprendizaje mutuo, pues ya ha sido experimentado en las relaciones entre los médicos y las parteras del barrio asociadas a la Red, cuyos miembros han sido capacitados y entrenados para cumplir con el trabajo delicado y sublime de traer vida a la tierra. De hecho, las parteras al aceptar que existe ciencia al interior del oficio que practican (ellas se refieren al arte de mostrar el producto de a vida) están reconociendo la necesidad de poseer mediante la transferencia, el conocimiento científico, pero la necesidad que han validado no es de ninguna manera una forma de doblegar sus creencias y la de los habitantes de las comunidades. Un ejemplo de la vivencia de los encuentros entre ciencia y creencia mediados por las relaciones entre el Estado y la comunidad se encuentra en el siguiente relato de una partera de la Zona Oriental de Barranquilla:
La mujer era primeriza (iba a parir su primer hijo) y estaba asustada. No se quedaba quieta un solo momento. Caminaba de un lado para otro y nosotras le decíamos que se sentara porque aun lo le había llegado la hora. Cuando empezó a romper fuentes se asustó más y comenzó a dar gritos que se escuchaban en todo el barrio. Pedía que le trajeran al marido porque quería sentarse en las piernas de él y tener al niño. Los médicos y las enfermeras del Puesto de salud le dijeron que eso no era permitido en ninguna parte del mundo; entonces ella de manera categórica anunció que si no lo aceptaban así se negaba a parir así se muriera. Yo intervine para decirles que era mejor hacer lo que ella pedía y que no era el único caso, ni sería el último. Se aceptaron las condiciones, buscaron al marido, lo encontraron medio borracho y así lo trajeron. Al final tuvo el hijo sentada en las piernas del marido (Relatos del Grupo Focal de la Zona Oriental).
Las parteras que en todo el mundo han existido, desde la tradición oral y en la práctica cotidiana, están ligadas por lazos de afecto y calidez a las familias a las cuales les han atendido sus mujeres en los momentos del parto. Parteras del Sur occidente de Barranquilla.
4.3. NIVELES DE SALUD Y ESTILOS DE VIDA EN POBLACIONES EN RIESGO SANITARIO
La mirada somera a las condiciones y los estilos de vida que adoptan las poblaciones en los estratos 1 y 2 en Colombia, complementado con las estadísticas que se refieren a los niveles de escolaridad, los ingresos familiares, el estado de la vivienda y el espacio en el cual se ha ubicado la población, han contribuido en la definición de indicadores y la calificación cuantitativa del estado de salud de las comunidades. Una serie de explicaciones ligadas a la persistencia de patrones de conducta generadores de mala salud individual y colectiva, asociada a la resistencia para asimilar comportamientos sanitarios de exigencia de las instituciones de salud, son constantes en los informes que se plasman y circulan en publicaciones (revistas, prensa, boletines, etcétera), en calidad de insumos básicos para la elaboración de programas, planes y proyectos de desarrollo en el área.
El concepto sobre salud definido en el Preámbulo de la constitución de la Organización Mundial de la Salud OMS como "un estado total de bienestar físico, mental y social y no sólo la ausencia de enfermedad o dolencia", no es de la receptiva de la mirada de quienes califican que el nivel de salud (cualquiera sea el establecido), solo depende del estilo de vida en términos de la resistencia a los patrones institucionales, considerados como los únicos a adoptar por parte de quienes se encuentran habitando lugares en riesgo sanitario, o en condiciones deprimentes ambientalmente.
La resistencia a los requerimientos institucionales por una buena, aceptable u óptima salud, no es producto del azar o de la "terquedad tradicional de las personas que no entienden las explicaciones de lo que les conviene para su salud", como lo expresara una enfermera miembro de los grupos focales de la Zona Sur del Distrito de Barranquilla*, sino que se encuentra articulado a las relaciones en la atención que proviene de las instituciones prestadoras de salud (públicas y privadas), hacia los usuarios de las comunidades que expresan su divergencia y oposición al sistema y que se validan con las observaciones realizadas en una mañana a las siguientes situaciones ocurridas en uno de los tantos hospitales de la ciudad: Una larga fila de personas que desde antes del amanecer se ha organizado frente a las ventanillas destinadas para asignar citas médicas a los usuarios. El observador podría llegar a la conclusión feliz de una muestra organizada de atención que se ha implementado para satisfacer las expectativas de los clientes.
Sin embargo no ocurre tal situación de manera literal, sino que antes de llegar a la ventanilla de citas se presentan más de cinco contratiempos como los que a continuación se mencionan, los cuales afectan las condiciones de salud de un alto porcentaje de las personas en la fila. Estas son la más frecuente:
– Se acabaron las citas porque solamente hay tres médicos en servicio en la consulta general.
– El funcionario que atiende en la ventanilla no da la cita porque alguno de los siguientes documentos no es presentado por el usuario: autoliquidación del mes en curso, carné actualizado, bono de la cuota moderadora, cédula de quien solicita la cita, remisión (cuando la consulta es con el especialista).
– Se acabaron las citas con el médico general que regularmente atiende a la persona que la solicita, está en vacaciones o no le han renovado el contrato. – El funcionario que atiende las citas en la ventanilla permanece poco tiempo en su sitio de trabajo o no es eficaz: se levanta constantemente, conversa con el compañero (a) que está desocupado (a), se distrae con algún conocido (a) que se acerca a la ventanilla, etcétera.
– Se originan movimientos de protesta cuando alguno de la fila utiliza las influencias sobre funcionarios amigos y se adelanta a los demás en el turno.
Las anteriores manifestaciones muestran varios aspectos del deterioro en las relaciones entre las instituciones prestadoras del servicio y los receptores de la atención, las cuales constituyen sin lugar a dudas un ejemplo vivo y dinámico de una cultura de la atención, muy pocas veces o tal vez excluidas de la calificación de los niveles de salud de la población a quien se le enseña de manera reiterativa a ser paciente. La paciencia y su complementario la impaciencia son dos aspectos que se han encargado de diluir las barreras y los muros que en otros tiempos ocultaban la crisis de la gestión y la atención institucional. La paciencia es el concepto original con el cual fueron confirmados los receptores de la atención médica: pacientes que la resignación y la abnegación generó como prototipo del respeto a la decisión del médico de atender a la persona cuando quisiera.
Aún se siguen dando señales de paciencia, sobre todo cuando la espera en la atención es obligatoria y condicionada por el horario asignado en la cita, el cual no respeta la expectativa de quien creyó que lo atenderían a las nueve de la mañana, sin sospechar que esa misma hora fue asignada a 10 pacientes más. Es una odisea de la cual poco se escribe, poco se indaga, no se interpreta, solo se referencia como una situación de la cultura y la tradicionalidad que contribuye a que la gente permanezca en las condiciones precarias de salud que actualmente afronta.
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