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Salud y cultura en la estética de la vida cotidiana (página 3)


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1.2.2. Ritos y Mitos desde la salud. El tarot, el horóscopo y otra suerte de lecturas astrales no son simples acertijos alrededor de la suerte, la fortuna económica y el amor; son, además de todo lo anterior una interpretación del devenir que de acuerdo a la cultura de cada interpelado, sus creencias en los signos con los cuales se representa el universo, constituyen señales de vida o salud, como ésta que se presagia para los nacidos bajo el signo de virgo:

Desde niño cuando sus compañeros de juego no sabían lo que era la salud mental, se ha preocupado por tener una mente libre de miedos para arriesgarse, libre de prejuicios para no juzgar la realidad en blanco o negro, con el fin de adaptarse felizmente al mundo. Ha recurrido a métodos en busca del equilibrio como: leer textos de psicología para entender el funcionamiento psíquico y gimnasias espirituales como el yoga que ponen la mente a funcionar en armonía con el cuerpo. Este año ha tenido presiones económicas y personales que han estado a punto de doblegarlo. Y por eso echará mano de técnicas para no desequilibrarse, de acuerdo con el nueve de espadas, al revés, su primer arcano. Velas blancas, muchas velas blancas. (El Tiempo, abril 11, 1999, 3B)

Para quienes creen en que la vida de cada individuo está asociada y regentada por los planetas del sistema solar, por signos zodiacales u otra influencia externa (divinidades, esencias, espíritus, etcétera), las anteriores consideraciones actúan como sugerencias que cumplen la función de ser premonitorias para quienes las asumen con fe y devoción; postulados que de alguna manera incidirán en las condiciones de salud, ahora con el ingrediente de una actitud dispuesta hacia la búsqueda de armonía entre el cuerpo y la mente, con el mundo como contexto. Desde luego que la inclusión de terapias y gimnasias espirituales del uso de novedosas técnicas, como el yoga, a las cuales recurren las personas con capacidad económica suficiente como para invertir en ellas, establece la gran distancia entre las prácticas rituales de la antigüedad y las que realizan quienes no cuentan con los denominados privilegios que otorga la diosa fortuna.

Las curaciones apoyadas en creencias mágico-religiosas y en elaboraciones especulativas, dice López Piñeros, "no solamente han pervivido hasta la actualidad en las folkmedicinas, sino también en sistemas médicos que asocian de forma variable la religión y el ocultismo, es decir la pretensión de conocer y utilizar supuestas `fuerzas ocultas´, sobre todo de carácter sobrenatural o misterioso" (2000, p. 230). Tal persistencia que viene no solo desde la antigüedad, sino de la primera generación de humanos y que la tradición occidental referencia en las culturas de mayor trascendencia y significado universal como la griega, la helenística, la mesopotámica, la egipcia y la romana, se ha articulado a la medicina racional clásica. Aunque sufrió en la Edad Media de la tercera generación la más cruenta persecución y sacrificio tanto para cultores como para favorecidos, ha sobrevivido a los siglos de represión eclesiástica, civil y científica, generando en la clandestinidad del medioevo, infinidades de prácticas que encontrarían en la edad contemporánea el ambiente propicio para incursionar con el apoyo de teorías supuestamente científicas, a las cuales se adhirieron prestantes personalidades de la época, entre los cuales es oportuno mencionar médicos, juristas, clérigos, escritores, entre otros.

La iglesia católica y las demás iglesias no son ajenas a tan controvertidas prácticas. Si bien es cierto la primera persiguió y castigó ejemplarmente a los exponentes de rituales desde otras creencias (las mágico- religiosas desde otras formas de fe), también es cierto que desde la interpretación de sus jerarcas, asumió las "curaciones milagrosas" como un encuentro de quien la recibía con Dios, con la mediación de algún santo. De ello existen muchos testimonios no sólo de aldeanos o de provincianos ignaros que atribulados por el desquiciamiento mental o perturbaciones síquicas desaforadas gritan despavoridos haber sido tocados por una mano invisible o poseídos por una fuerza tridimensional que les ha devuelto la salud, sino que también dan fe quienes condenaron tales desafueros. Los acontecimientos que se mencionan son de ocurrencia en las grandes ciudades de Colombia y América Latina y el Caribe, en las cuales, en medio del anonimato y clandestinidad de la sociedad, las escenas de sanación cuyas imágenes públicas recorren la faz del mundo a través de los modernos medios de comunicación, tienen pábulo en los ritos y mitos. Los rituales han evolucionado y también se han globalizado.

1.2.3. La evolución de los rituales en salud. La aldea local a la cual hace referencia McLuhan muestra su presencia al universo mediante sus creencias en la salud; sus tradiciones, formas de vida y cultura que la sacan en parte de la clandestinidad cotidiana saturada de violencia, incomprensión, intolerancia, irrespeto a los demás, pero sobre toda una persistente exclusión de los saberes del otro, por su falta de institucionalización o carácter científico, relegados a la categoría de supersticiones nocivas para el progreso de la salud. Hacer referencia a toda esta suerte de "supersticiones" generaría una mirada suspicaz como oficio recurrente de desposeídos sociales o marginados de los avances de la ciencia y la cultura. Se diría lacónicamente que una persona con necesidades básicas seudo-satisfechas o medianamente cumplidas, y con una estructura académica mediana mente equipada, no recurriría a tales prácticas, mucho menos quien esté en mejores condiciones desde ambas perspectivas. Sin embargo, las denominadas casas o centros de curación y/o sanación; los campos para misas colectivas (de concentración) con rituales curativos y los sitios de congregación se han fundamentado esencialmente en las creencias y la fe, auspiciados por las diferentes religiones, cultos, comunidades y agrupaciones existentes en el mundo, las cuales tienen entre sus pacientes, clientes o usuarios, a ciudadanos y ciudadanas de todos los estratos y condiciones socioeconómicas, color, credo y posición política.

Asistir a los rituales generadores de salud ya no es exclusivo de los menos favorecidos, los ignorantes o fanáticos como se ha pretendido hacer creer. Lugares como el campamento del sacerdote católico Holman Londoño, auspiciado por la Fundación Hogar de Amor (ubicado en el Area Metropolitana del Distrito de Barranquilla, en la vía que conduce al municipio de Puerto Colombia, en el departamento del Atlántico); el sitio cuya razón social se anuncia como Oración Fuerte al Espíritu Santo (en la Zona Central de Barranquilla) y en la gran variedad de viviendas habilitadas como iglesias en las que se profesan diferentes creencias, pueden entrar con lujo de detalles a la historia de los espacios de fe que existen en el mundo, a los cuales acuden peregrinos de todas partes del planeta: Jerusalén, La Meca, Stonegenhe*, San Benito Abad. También en ellos se da la combinación de la esperanza por la recuperación o la conservación de la salud y la fortuna, como se puede evidenciar por los comerciales que en las paredes y en los alrededores de estos recintos se coloca, sobre todo en los que se encuentran en Colombia.

En la medida que la naturaleza fue presa del dominio que la ciencia hacía de ella, en aras del beneficio de la humanidad, el equilibrio entre entorno, creencias y saberes se deshizo: los conjuros, los rezos y los hechizos, esa trilogía que se relacionaba para producir efectos mágicos (para bien o para mal), se diluyeron. El conocimiento y los saberes científicos que provenían de los conocimientos y los saberes de la cotidianidad, no retornaron a su punto de origen, sino todo lo contrario, negaron y excluyeron a los últimos por considerarlos un obstáculo para la salud de los pueblos. El Tje Eu (médico indígena, asimilado como brujo bueno) de los paeces (comunidad colombiana) dice María Teresa Herrán ( 1995, 51) que tenía el poder de los soplos, de los brebajes y el de reconocimiento de todas las hierbas del monte y la forma cómo mezclarlas para curar males como el de ojo, el dolor de espalda, las infecciones del estómago, los dolores de muelas, las picaduras de culebra, pero también las penas de amor, y el conocimiento de los hombres por la sola mirada a los ojos, vio tambalear sus dotes en forma paralela a la penetración de los colonos y terratenientes que invadieron los territorios de su comunidad, sus costumbres, su tradición y la concepción que tenía de la medicina (hija del trueno a quien se debía obediencia), la cual habían enseñado entre sus hermanos.

Tales desencuentros fueron fatídicos: la ciencia acabó con la magia. Hoy pervive pero con menos intensidad, o ha sido desviada para aprovechamiento pues la reinterpretación que se ha iniciado desde la medicina convencional (sobre todo de quienes trabajan y/o prestan sus servicios en comunidades que conservan el legado de las costumbres primigenias), moviliza una actitud de ruptura con la concepción de encimarle la culpa al Estado o a los organismos oficiales o privados de la situación deteriorada de la salud en la población con menos oportunidades de acceso al sistema. Probablemente los resultados obtenidos al intentar excluir de plano los saberes en salud creados en la cotidianeidad, no fueron tan promisorios como se había fundamentado en los proyectos y programas de promoción y educación, pues las comunidades de manera diplomática se resistían a la aceptación e imposición de la exclusión.

La transferencia de ritos y mitos en salud ha sido una técnica permanente a lo largo de la historia de la humanidad, desde la primera generación de hominidos que habitaron en el Planeta Tierra hasta la actual cohorte de humanos. Tales ritos, abundantes en fe desde diferentes percepciones e interpretaciones, tienen presencia tanto en la vida cotidiana como en la ciencia, articulándose de manera cultural, sin fronteras en el pensamiento. El punto de encuentro es al mismo tiempo punto de partida y de retorno; está en la concepción que ofrece la medicina desde una construcción naturalista que asocia todos los sistemas existentes: la sociedad, la naturaleza, el universo (el cosmos) y la mente humana: la salud humana está asociada a la conservación de las especies y el Planeta. Esta es la tesis fundamental desde una perspectiva cultural, la que siempre acompañará a la humanidad.

LA ESTÉTICA DE LA VIDA COTIDIANA Y LA SALUD COMUNITARIA

2.1. LA VISIÓN COMUNITARIA SOBRE LA SALUD FAMILIAR EN SECTORES DE RIESGO SANITARIO

Una observación desprevenida –sin orientación por propósitos- en sectores considerados críticos en términos de salud, saneamiento básico, infraestructura social y equipamiento comunitario, en Barranquilla, podría concluir, al hacer un cruce de informaciones entre varios observadores similarmente desprevenidos, en que no existen muchas diferencias entre los sitios observados. Más bien son tantas y persistentes las similitudes que no dan lugar a comparaciones odiosas con las cuales las tendencias al favoritismo se acentúan de tal forma que es más lenta la respuesta a las soluciones requeridas.

El abuso de las generalidades y las características comunes en detrimento de las individualidades, han incidido notablemente en la capacidad para construir colectivamente desde las comunidades su propia visión de la vida y sus componentes. No es la pretensión plantear individualismo en términos de la concepción existencialista planteada por Freire en su filosofía educativa (1986), sino resaltar la particularidad como una posibilidad concreta de contribución para construir colectivamente una visión más cercana a la cotidianidad comunitaria, a partir del significado y sentido que le dan a su accionar los actores de las relaciones vitales en cada uno de los barrios que han sido seleccionados en el proyecto de investigación.

La cotidianidad comunitaria a la que se hace referencia no es exclusiva de los sectores acuciados por las desigualdades económicas, sociales y/o culturales. Ella es inherente a todos los sectores, independientemente de su estratificación, por lo que al hacer mención de ella, será en sentido antropológico, es decir, bajo la condición vital de formar parte de todas las manifestaciones del hombre que pertenece o está en referencia a un grupo, colectivo o comunidad.

2.1.1. Vida Cotidiana y Salud en la Zona Oriental de Barranquilla. El recorrido por la Zona Oriental del Distrito de Barranquilla, desde la carrera 38 hasta la carrera 8 y desde la calle 3 hasta la calle 28 (este es el perímetro socio-geográfico de los sectores de Rebolo, Las Nieves, La Chinita y La Luz) incluye los barrios seleccionados y sus vecinos más cercanos, es de mucha importancia por la observación de diferencias significativas que establecen características particulares entre uno y otro sector. Existen aspectos generales que identifican y relacionan los sectores, entre ellos, manifestaciones culturales ligadas a la tradición de las familias en términos de relaciones de vecindad, cooperación, venidas a menos por las amenazas latentes de la inseguridad social que pesa sobre estas comunidades, y que ha hecho carrera en la medida que de su interior han surgido grupos de pandillas juveniles que diariamente convierten en escenarios de sus enfrentamientos, el lugar donde residen.

En medio de un ambiente tenso que capta el observador al momento de introducir con su presencia, comportamientos de extrañeza e interrogantes en los habitantes de estos sectores, que en las calles ven el transitar de personas no conocidas en su barrio, motivando a que algunos se acerquen a indagar por la presencia de los forasteros, mientras que otros, asomados en las puertas de las viviendas quisieran preguntar al acompañante en el recorrido (un líder comunitario del lugar), qué hace tanta gente en su comunidad, qué anotan en las hojas sujetas a un planillero. Por la mirada de los observadores dispuestos en grupos de cuatro y cinco, van desfilando los acontecimientos de esa mañana, en cuatro barrios de Barranquilla: La Luz, La Chinita, Rebolo y Las Nieves.

Los cuatro barrios son vecinos entre sí con un límite común que es la calle 17; un arroyo que les pertenece en su recorrido y que tantas víctimas jóvenes e infantes ha cobrado (el arroyo de Rebolo) y un lugar que se asoma como un punto verde o blanco en el corazón de la Zona Negra de Barranquilla: El Centro Social Don Bosco. Estos son sitios que comparten sin pelear por la pertenencia en cuanto a su ubicación, al igual que el Puesto de Salud La Chinita o la Escuela del Terminal en La Luz, antes de recrudecerse los enfrentamientos entre las pandillas de estos dos sectores mencionados, que deterioró las relaciones entre vecinos hasta el punto de prohibirse la atención a los que no fueran habitantes de La Chinita , en el Puesto de Salud que por afectos y territorio le pertenece a este barrio.

La circulación de los habitantes de La Luz y La Chinita está restringida a una "raya" convencional y simbólica trazada entre los dos barrios, en el pasado, inexistente, pues el transitar gestionario de los líderes de uno y otro sector en busca de apoyo no lo permitía. Ahora, es cuestionado y amenazado quien atienda o brinde primeros auxilios a un habitante enfermo, herido o afectado por cualquier dolencia, si siendo del barrio La Luz acude a La Chinita, bien al Puesto de Salud o donde las personas que tienen conocimiento sobre enfermedades, y utilizan alternativas naturales o de otra índole, muy usuales en estos sectores.

Las condiciones de vida, por la observación hecha a las viviendas en algunos sectores considerados críticos en tres de estos barrios (La Luz, La Chinita y Rebolo), permiten una aproximación a considerar que las familias que las habitan, difícilmente acuden a una consulta médica en términos de prevención. Se valida tal apreciación con la observación hecha a las personas que fueron encontradas en el sector en la medida que se avanzaba en el recorrido. En Las Nieves por el contrario, no fue posible detectar esta situación, lo cual requiere focalización al respecto.

Las primeras conversaciones en el barrio La Chinita, sobre salud comunitaria, giraron alrededor de la confianza que las personas del barrio depositan en ciertas personas a quienes les atribuyen conocimientos sobre medicina. Estas personas son una especie de paramédicos cuya experiencia y algunas consultas sobre salud les hacen adquirir reconocimiento entre la comunidad. Este reconocimiento le garantiza una clientela permanente que prefiere ponerse en sus manos para ser tratado, que ir donde un médico.

Ignorancia o excesiva fe fueron los dos aspectos que rechazaron líderes de la comunidad cuando se puso sobre la mesa de conversaciones la temática. Julio Banket es un líder comunitario de La Chinita, estudiante de Psicología, con una amplia experiencia en salud, derivada de su oficio como camillero en el Hospital de Barranquilla y su autoformación como partero y experto en la materia. Con significativa convicción manifestó: "La gente de La Chinita – dice el líder comunitario- viene aquí para que yo los atienda porque sabe que no los voy a dejar que se mueran. Aquí han venido mujeres de parto difícil, primerizas y han salido lo más de bien" (Diálogos comunitarios, 1998).

En el barrio si se quiere mejorar la atención a la salud de las familias tienen que preguntar primero por aquellas personas que desde hace rato vienen trabajando sobre el particular, aquí y en el barrio vecino La Luz a pesar de los enfrentamientos que en estos momentos los afectan. A la Chinita – según dice una líder del grupo- llega gente de otros barrios a tratarse problemas de salud, de suerte y de "males echados o propiciados por otros espíritus", muy recurrentes en esta sociedad cuya cultura se mantiene pegada a muchas creencias, mitos y eventos sobrenaturales. La asimilación por parte del grupo focal alrededor de estas situaciones al margen de la ciencia, forma parte de la cultura de estos pobladores venidos de casi todos los pueblos de la costa y gran parte del interior del país. La Chinita aun conserva una estructura urbana tipo laberinto, en la que cualquier sorpresa relacionada con el tratamiento de la salud se puede esperar.

Entrar en los detalles sobre cómo promociona la salud y prevén las enfermedades los habitantes de esta zona a partir de la construcción de su propia visión, representa un próximo acercamiento a estos barrios o la iniciación de un conversatorio con líderes promotores y/o organizaciones de esta naturaleza. Las pautas para esta acción han sido propuestas y la aprobación para llevar a cabo el evento en escenarios de los barrios de la zona fue dada por los líderes que participan en el proyecto.

En la Zona Oriental los diálogos de saberes vinculan todas las concepciones alrededor de la salud. La característica esencial en las conversaciones la constituye la inclusión de la interpretación que cada actor ha construido desde su cotidianidad.

2.1.2. Vida Cotidiana y Salud Comunitaria en la Zona Sur de Barranquilla. La zona sur es una amplia franja geográfica que tradicionalmente se ha categorizado como un gran sector: el Suroccidente. Sin embargo y para las características de este estudio, entre las comunidades del Suroccidente propiamente dicho (barrios La Esmeralda, La Paz, Ciudad Modesto, Lipaya, Malvinas, 7 de Agosto, Me Quejo, Sourdis, El Valle, Por Fin, La Manga, Los Olivos, y otros sectores) y las del Sur (barrios Las Américas, Santo Domingo de Guzmán. La Sierrita, 7 de Abril, El Bosque, Santa María, San Luís y otros más), existen diferencias significativas en cuanto a identidad de sus habitantes, concepción del mundo de la vida, relaciones de vecindario y la propia explicación que tienen de sus condiciones de vida. A excepción de El Bosque (en territorio del Suroccidente), los demás barrios de la Zona Sur se encuentran en una franja de terreno cuyo límite natural con los sectores del Suroccidente es la llamada carretera de la cordialidad, en la nomenclatura del Distrito de Barranquilla, calle 47.

Las actividades de observación se realizaron en los barrios del Sur que previamente habían sido seleccionados para el estudio: Las Américas, Santo Domingo de Guzmán, La Sierrita, Santa María y El Bosque. Con el acompañamiento de líderes en cada barrio (mezclados entre nueva y vieja generación de actores representativos de la comunidad), se fueron visitando sitios de referencia crítica en cada sector: El pana, loma amarilla, Golden May, el arroyo, la calle de las vacas, el tuqui-tuqui y la cueva en Las Américas; el cuarto bate, la planada y el cuartelillo, en El Bosque; la redonda el colegio Antonia Santos y el control en el barrio Santo Domingo de Guzmán.

Las características críticas de cada uno de estos sitios dentro de cada barrio varía en la medida que se comparan entre sí. Mientras que en El Bosque (cuarto bate) se concentra una gran actividad comunitaria alrededor del Puesto de Salud (sin funcionamiento permanente) generada por la colaboración de grupos juveniles en el desarrollo de eventos, en Las Américas (loma amarilla y el pana) se observa cierto aspecto de abandono. La gente en estos dos sectores del barrio habitan en "viviendas ubicadas en las orillas de los arroyos y corrientes de aguas negras que por allí pasan. En el interior de las casas el piso es de arena arcillosa, la estructura es de madera, lo que la hace inundable cada vez que llueve. No existe alcantarillado, ni letrinas, por lo que las necesidades fisiológicas son hechas al aire libre" (Relatoría de los grupos de observadores-estudiantes investigadores de Psicología y Trabajo Social, 1998).

Estos dos sitios focalizados en el Barrio Las Américas son los más críticos exponentes de las condiciones de salud en una comunidad, tanto, que ni siquiera tienen un centro de salud en varias cuadras; las familias cuecen los alimentos en fogones de kerosén y en algunas casas existen hornillas que prenden con madera vieja. En Las Américas, la preocupación que más acaparaba la atención del sector la representaba la emergencia por el derrumbe de varias casas y el estado de alerta por el peligro latente en que se encontraban otras.

En los sectores de estos barrios observados es común encontrar aspectos vinculados a la diversión, esparcimiento y la recreación, ligados a la música, los juegos de azar, el ambiente de la cantina, la esquina y los sitios de concentración, confundidos con la gestión comunitaria, el trabajo diario, la actividad política, la atención en salud y la problemática permanente sin pocas alternativas convincentes para su solución.

Una amalgama de situaciones difíciles, representa lo que pudo captar la mirada de los observadores, que luego fue validada con las conversaciones que simultáneamente se fueron desarrollando con la comunidad, manifiesta con la tímida y cohibida afirmación (tal vez confesión) de algunas personas que utilizan medicamentos naturales, plantas, emplastos, etc. y, que también recomiendan al vecino para que se trate los males del cuerpo y una persistente desconfianza a las drogas químicas. Es la esperanza de volver a los tiempos de la medicina casera.

En Las Américas el grupo focal que inicialmente se conformó representa una población mayor adulta, con más de 30 años de residir en el sector. La percepción de la salud y la forma como ésta es llevada a su barrio es con una característica antigestionaria, es decir, la gestión que sobre ella se hace no parte de los procesos de promoción liderada desde el barrio. Para ellos la salud es una actividad que prácticamente se mendiga ante las entidades que están en la obligación de brindar salud sin costo para quienes tienen dificultades de ingreso. Volver a la atención casera se constituye en una estrategia que contribuiría según su opinión, a aliviar algunas dolencias que perturban la salud. La expresión: "Este es un barrio en el que el 70% de la población adulta y el 60% de los niños está enferma," evidencia una situación crítica que reafirma las estadísticas sobre este barrio con relación a la población por fuera del sistema de salud.

Sin embargo, al indagar por la preferencia entre un sistema de salud basado en la medicina alopática y otro apoyado en la medicina natural homeopática, curas caseras, rezos, baños, etc., considerados buenos, orienta la atención de los participantes hacia las prácticas que se pueden hacer para conservar la salud, sin acudir muchas veces al médico. Al principio y con cierto ambiente de inhibición, Elcida Tejada una líder comunitaria del barrio Las Américas manifestó que ella conoce lo que "hay que hacer para mantenerse alejada de las enfermedades graves en medio de todo este ambiente de angustia, abandono y desatención. Habría que tratarlo de inculcar en las familias… eso es concentración y creer profundamente" (De los diálogos con el grupo focal de Las Américas). Las posibilidades alrededor del conocimiento sobre otras personas que se dediquen a estas prácticas extra-académicas en medicina, dejan abierta la posibilidad de conformar otro grupo más cercano a una información que permita llegar hasta ciertas personas que en el barrio consultan a "brujos" y rezanderos con algunos conocimientos sobre el particular.

El liderazgo sobre gestión en salud, en esta comunidad se ha ido debilitando, a pesar de los esfuerzos que algunas promotoras vinculadas a Distrisalud, desarrollan en la comunidad. Las promotoras defienden las campañas para ellas de vital importancia en la comunidad, pero ésta poco las apoya, porque consideran que hay otras prioridades o porque no creen en su beneficio.

En el barrio El Bosque el grupo focal está integrado por personas jóvenes, entre ellos, madres comunitarias y líderes juveniles del sector. Sin desmeritar, las bondades de tratamiento con plantas raíces y otras bebidas caseras el grupo se siente asombrado cuando se toca la temática en la conversación sobre la existencia de personas que se dediquen en el barrio a prácticas curativas por fuera del denominado saber científico, con la intención de percibir beneficios económicos. El tema sobre el tratamiento de la salud, mediante el uso de bebidas preparadas con productos naturales les produce un ligero malestar y asombro; tanto que la conversación se desvía ligeramente hasta cuando se vuelve a insistir sobre la temática y tímidamente manifiestan conocer a personas que hacen uso de estas prácticas y que en sus familias, una hermana, una tía o su mamá se han curado mediante el uso de bebidas preparadas con productos naturales.

La odisea que dicen haber pasado cuando alguien en el barrio se enferma gravemente y obliga a ser sacado fuera de él, sobre todo en tiempos invernales porque las vías de acceso a este popular sector son unos verdaderos lagos de fangos, verifican y validan la observación hecha anteriormente en el barrio.

La gestión que se hace en materia de salud según los integrantes del grupo no encuentra eco ni apoyo en las autoridades que les compete el caso. A ello se le agrega, de acuerdo a la información, la poca capacidad de liderazgo comunitario y el desgaste que algunos de ellos tienen en este momento. Pese a ello, muy someramente se tocó un aspecto que captó la atención: en el barrio se ha estado tratando de integrar salud comunitaria y médicos volviendo al perfil de las relaciones en la familia.

El barrio Santa María pretende ingresar a los procesos de participación comunitaria como un ejemplo de solidaridad y cooperación entre vecinos. Hace aproximadamente cuatro años presentaron un proyecto de alcantarillado para el barrio. El Distrito de Barranquilla le respondió que el proceso se iniciaría por el barrio La Esmeralda y que ellos tendrían que esperar hasta el año 2004. Pese a la situación han optado por la estrategia de contribuir en la solución de los problemas de los vecinos, con este principio fundamental surgido de sus acercamientos con ellos: "Si mi vecino está sano, yo ayudaré a que permanezca así, ello me evitará la enfermedad a mi" (De los diálogos comunitarios: José Yánez, 1998).

En materia de salud comunitaria los líderes del barrio han querido practicar algo similar pero han encontrado un poco de resistencia a esta gestión, la respuesta de la comunidad no ha sido la esperada y las personas que tiene dificultades para ser atendidas cuando se encuentran gravemente enfermas recurren a la colecta en la comunidad o son remitidos a los hospitales y centros de salud local como indigentes.

El grupo focal de este barrio en el cual la edad de los asistentes está en un promedio de 50 años, manifiesta su disponibilidad para diseñar un proyecto relacionado con la atención a la salud familiar y comunitaria en el cual se incluyan los aspectos que tienen que ver con el conocimiento que sobre tratamientos de la salud, tienen las personas que viven en este sector. La pretensión de ellos no es desconocer o negar los beneficios de la medicina alopática, sino que también se reconozcan las bondades de las plantas, raíces y hierbas, que se usan en el tratamiento de enfermedades, al igual que los saberes de muchas personas que desde hace mucho tiempo se dedican a las actividades de salud en el barrio. Destacaron plantas como el orégano para el dolor de oído, toronjil para los nervios, el eucalipto para la gripe, la raíz de curarina (nombre popular) para las amebas, el dolor de estómago y la picadura de animales ponzoñosos.

La situación con relación a la salud es crítica, no solo para los habitantes de los barrios que se han seleccionado en este estudio o para quienes en condiciones desfavorables, impotentes ven el deterioro paulatino de la salud en su familia, sino también para quienes aún con mejores posibilidades, sienten que no son satisfechas sus demandas por la salud. En este sentido y para un enfoque de carácter Biologista Individual, resultan casi proféticos los argumentos de Pedro H. Morales consignados en El Heraldo, cuando ubica al hombre, sus decisiones y pensamiento como el único responsable de la crisis. Enfrentarla, concluye el prestigioso hombre de estudios, es problema de todos, pues ninguna empresa, acción o proyecto puede prosperar sanamente en medio de una sociedad enferma (1999).

En la Zona Sur, médicos, enfermeras, parteras, rezanderos y curiosos al lado de académicos intercambian saberes desde dos mundos aparentemente diferentes.

2.1.3. Vida Cotidiana y Salud Comunitaria en la Zona Suroccidental de Barranquilla. El suroccidente del Distrito de Barranquilla parece una ciudad que no ha ingresado a la dinámica del progreso, pese al considerable número de años de existencia que tienen muchos de sus barrios. Apenas el servicio de energía se estaba convirtiendo en una posibilidad de acceso a todas las viviendas y el alcantarillado para el año 2001 iniciaba en firme la realidad de su construcción. Al menos para los habitantes de esta inmensa zona, el suministro de agua potable pasó de ser la pesadilla especulativa con que los empresarios del líquido azotaron a los habitantes, por cuatro décadas de generación, a un feliz encuentro con el disfrute del servicio en condiciones un poco más favorables. La persecución diaria a los carros-tanques que vendían agua en la nefasta época de la especulación de los empresarios, era un ritual de la cotidianidad. Madres angustiadas se peleaban entre sí para adquirir un galón de agua, en medio de un espectáculo que se convirtió en costumbre de presencia obligada.

El Suroccidente también es magia y la visión que los habitantes de esta Zona tienen de la salud está articulada a la presencia de múltiples interpretaciones, tradiciones y costumbres tan diversos como es el origen de los pobladores (La Guajira, Córdoba, Sucre, Magdalena, Bolívar, Santander, Cesar, entre otros departamentos de Colombia), quienes han trasladado y reproducido sus saberes en cada uno de los barrios donde habitan. Las creencias sobre salud en las familias del Suroccidente de alguna manera generaron conflictos y enfrentamientos entre saberes, que guardadas las proporciones en términos culturales, se pueden equiparar a los presentados entre las culturas de los aborígenes prehispánicos del territorio de América, al momento de la llegada de los invasores europeos. El trabajador de la salud en estas comunidades con una influencia rural, se vio abocado al dilema de romper con la terquedad y resistencia de la familia, imponiendo su formación académica y su cultura de la medicina alopática o incorporar las tradiciones y los saberes de los pobladores a su gestión y conocimientos. Optó por lo primero y su trabajo aún no encuentra de manera coherente la aceptación de la comunidad, pese a que la reinterpretación de conceptos y acercamientos ha motivado el aparecimiento de una generación de profesionales que trabajan en y con la comunidad.

Varios recorridos por la Zona Sur occidental (observación con aplicación de un barriograma), en cada uno de los sectores seleccionados (La Esmeralda, El Por Fin, 7 de Agosto, Ciudad Modesto, Sourdis, Las Malvinas, El Valle, La Paz, Los Olivos, La Manga y Nueva Colombia), combinado con las reuniones con grupos organizados de estas comunidades entre los cuales se cuentan Salud es Nueva, Rosur 7 y la Cooperativa Los Olivos, quienes se brindaron para mostrar a los investigadores los sitios críticos y deprimidos por las condiciones sanitarias, evidenciaron la presencia de transformaciones en la infraestructura física de algunos sectores que en el pasado eran deprimentes, pero también el surgimiento de otros, producto de recientes asentamientos humanos cuyo origen los promotores de salud comunitaria le asignan a la violencia que azota al país. En el sector denominado en otro tiempo La Enea (barrio La Esmeralda) se instaló un grupo de 15 familias con sus construcciones de materiales inadecuados (desechos); a lado y lado de un arroyo que en época de lluvias se desborda y que en el pasado hacía inhabitable el sector, se distribuyen las viviendas, separadas por cercas de palo que demarcan la propiedad. El grupo se mostró receloso ante la presencia de los observadores a quienes habían advertido antes los acompañantes sobre la peligrosidad que latía en el sitio, ya que los moradores se habían convencido de que en cualquier momento serían desalojados de allí.

Niños famélicos, descalzos y sin camisa se asomaron a las vetustas puertas de las viviendas con similares características; entre curiosos y tímidos hacían llamados a sus padres a que vinieran a ver "a unos señores tomando fotos, caminando y viendo todo lo que hay"*. La situación de este sector en La Esmeralda es diferente a la que afronta los pobladores del sitio conocido como "la esperanza" en 7 de Agosto. Mientras que los habitantes de la antigua Enea se mostraron desconfiados hacia cualquier intención de acercamiento y la organización es aparentemente rígida para los extraños, en el otro sector, con los habitantes se han logrado acciones sanitarias en favor de niños y mujeres. Los integrantes de Rosur 7 (la organización comunitaria promotora de salud que agrupa a los barrios 7 de Agosto, Sourdis y Los Rosales), manifestaron en una de las tantas charlas compartiendo saberes en salud que:

Al principio las relaciones con ellos fueron de rechazos hacia nosotros; poco a poco y como se dieron cuenta que la intención no era obligarlos a que aceptaran, sino de ayudarlos a mejorar, fueron abriéndonos el espacio. Además, nosotros siempre les hicimos ver que ellos eran de los nuestros y como hablábamos en el mismo lenguaje, usábamos los mismos términos del pueblo y de alguna manera las condiciones de pobreza nos identificaba, creyeron en lo que les ofrecíamos. Eso sí, les garantizamos que los profesionales de la salud a los cuales conectaríamos, los tratarían de igual manera, con respeto y valorando su condición de persona por encima de las circunstancias*.

El concepto que sobre salud manifiestan tener los miembros del grupo promotor Salud es Nueva (barrio La Esmeralda) es muy amplio y es el que están enseñando, difundiendo en la comunidad. Para ellos Salud "no es estar sano solamente, ni estar libre de un dolor de cabeza o fiebre, sino también poseer alimentos, educación, calles transitables, en buenas condiciones, agua potable, un rancho (vivienda) digno donde guarecerse. La familia que no se pueda garantizar estas cosas que son mínimas de las condiciones de vida, con seguridad ni puede tener salud, como tampoco puede pensar en que va a ayudar a que otras la posean"**. Y para esta organización resulta fácil concebir el concepto, solo que la mezquindad, como ellos mismos lo califican, desvía la interpretación hacia otros aspectos. Pero también hay algo más. Esta relacionado con la concepción que se ofrece alrededor de conservar la salud realizando múltiples acciones que desgastan el tiempo. Hervir el agua como se aconseja a diario, no es de estricto cumplimiento por que no se quiera aceptar o por llevar la contraria a quienes lo exigen, sino porque es un problema cultural.

Al respecto Rosa Valderrama puntualiza: "Yo no cocino el agua porque a mis hijos no les gusta así; un día la cociné y se enfermaron todos en la casa",*** reafirmando de manera perentoria que estas acciones muchas veces son inútiles, pues cada persona genera por sí misma sus propios mecanismos de defensa contra las enfermedades, pero también condiciona al organismo y a la mente a estar desprovistos de los mismos, cuando no tiene una verdadera salud que es una paz interior.

La gente de Salud es Nueva conoce muy bien las reacciones de los habitantes del barrio y de la Zona; han estado acompañando varios procesos de capacitación e investigación; han participado en proyectos de desarrollo en el área de la salud, por lo tanto saben de las dificultades con las cuales se encuentra la educación para la prevención en salud: una comunidad que se opone a las estrategias institucionales de la gestión en salud. En los diálogos sostenidos con los miembros del grupo, la presencia en el barrio durante tres días a la semana por parte de los promotores institucionales, motivó el trabajo, pero los paros que han venido afrontando en estos días, alejaron a los funcionarios y desactivó la participación.

En el barrio El Por Fin la organización en pro de la salud comunitaria se podría definir y concebir como un sistema de apoyo comunitario que integra las dos concepciones de la salud (natural y convencional). Los miembros de la Cooperativa Los Olivos aceptan que esa es la característica esencial del grupo que promueve y enseña salud. Mujeres en su gran mayoría que así como han incluido en su forma de interpretar la salud los elementos fundamentales que provienen de la institucionalidad, también tienen presentes los que les fueron enseñados por sus ancestros y que en las conversaciones fluyen en los siguientes términos:

A nosotras nos pasó un caso con una vecina. Resulta que la pelada

– como dicen hoy-, en horas de la tarde me dijo que tenía un frío. Bueno, como joven al fin, se arregló y se fue con una hija mía para el frente de la casa, donde David, el dueño de la tienda. Ella continuó con el frío y no sabía por qué, ni siquiera tuvo la oportunidad de decirle a alguno de la situación para que le pusieran el termómetro… En realidad lo que tenía era fiebre con frío.

Se acostó con la fiebre y para el frío se puso un gorro, un suéter, un saco encima y se arropó de pies a cabeza con una sábana. Por ahí a media noche empezó a llamar a mi esposo, quien tenía tres años de muerto… llamaba a yodo el mundo. Unos evangélicos que vivían cerca de su casa oyeron los gritos y dijeron que eran espíritus malos que se le habían metido en el cuerpo. La muchacha gritaba incoherencias, desvariaba… yo la toqué y dije: esta pelada está hirviendo de fiebre; hice que le quitaran todo lo que tenía encima, mientras los evangélicos "reprendían los malos espíritus". Pedí agua fría y le echamos por todo el cuerpo hasta que se le fue bajando la fiebre y dejó de llamar al muerto y decir barbaridades. Sugerí que la llevaran al médico y siguieran el tratamiento que le formulara*.

La articulación entre ciencia y creencia desde la concepción de los gestores y/o promotores en salud comunitaria no es una acción reciente, como tampoco es una aspiración espontánea. Está presente desde los primeros enfrentamientos por la exclusión de los saberes de la cotidianidad en salud, sólo que con el advenimiento de la institucionalización y profesionalización en el área, el servicio de los trabajadores en las comunidades se convirtió en una imposición, que fue asimilada como el irrespeto de quienes sin conocer la tradición, las costumbres y la historia de los pueblos, quisieron borrar sin preguntar, sin aprender y sin consideración lo que encontraron, pues consideraron sería un obstáculo para el logro de los objetivos que venían trazados desde las esferas del conocimiento y la normatividad que de alguna manera otorgaba los privilegios.

Los promotores de salud comunitaria han evaluado las dos concepciones y aunque tienen una interpretación sobre lo que es el cuerpo y el espíritu, consideran que ambos necesitan de salud. Conservar la mente, el espíritu y el alma sanos, es una ayuda para el cuerpo, sino, dicen como si estuvieran de acuerdo, en el mundo hay gente mentalmente enferma y a cada rato están donde el médico con la convicción de que su enfermedad es física. Lo importante para ellos es saber identificar que tipo de mal es el que aqueja al individuo y recurrir de manera combinada a quienes pueden dar esperanza de curación. Por ello la señora Josefa Bautista y Margarita Rada se solidarizan cuando reclaman con dignidad: "Nosotras fuimos las generadoras de salud en este barrio porque cuando yo llegué hace 28 años no había un centro de salud, ni para este ni para ningún otro lado y cuando se planeó la construcción del puesto de salud insistimos en que se haría en el sitio donde estuviese concentrada la población más pobre de este sector"**.

La defensa que los promotores de salud comunitaria hacen de sus espacios vitales, se podría considerar una estrategia de enseñanza (como ellos la definen), válida o extensiva también a las lecciones que recibieron de sus antepasados, ya que consideran que con ellas han logrado salir de muchas adversidades que la vida les ha puesto como prueba. El siguiente argumento es una de las tantas muestras de su convencimiento.

Las creencias que nos inculcaron los abuelos, tan sabias como los consejos que un buen médico le da a sus pacientes no se pueden olvidar de la noche a la mañana; ellas siempre estarán ahí en lo mas profundo de nuestra persona.

En las recetas que aprendimos a elaborar en la casa con las indicaciones de los viejos está también el secreto natural para evitar el consumo de drogas inútiles y costosas. Una buena comunión con Dios también ayuda a las enfermedades del alma, algo de lo que está mucha gente enferma: intolerancia, desesperanza, miedo, angustia, odio y venganza. Eso hay que combatirlo con enseñanza permanente desde la misma educación en salud*.

El proceso de llegar a compartir la interpretación y la comprensión de la situación de salud de la población del Suroccidente, se inicia con las conversaciones con sus habitantes y la observación de sus sectores. Los diálogos con familias, parteras y promotoras de salud comunitaria significaron aprendizajes y enseñanzas vitales en esta Zona de l Distrito de Barranquilla en la que se articulan tradición y modernidad.

2.1.4. Vida Cotidiana y Salud Comunitaria en la Zona Nororiental de Barranquilla. El Nororiente de Barranquilla, desde el barrio Villanueva y Barlovento hasta Las Flores (en las proximidades de la desembocadura del Río Magdalena) en otros tiempos fue de una dinámica comercial que permitió el desarrollo de la ciudad. El primero de los mencionados es de mas reciente existencia, mientras que Las Flores y Siape (dos integrantes de la muestra intencional de sectores) tienen una tradición ligada al desarrollo de la ciudad. La Zona Nororiental es parte de la historia del progreso, las migraciones permanentes y de retorno; del comercio y la industria en Barranquilla.

Tanto Siape como Las Flores en sus inicios fueron considerados caseríos, veredas y corregimientos respectivamente, de acuerdo con el ordenamiento territorial de las épocas. Comunidades receptoras de pescadores y agricultores procedentes de diferentes lugares; gente laboriosa y humilde se vería perturbada por la afluencia de nuevos grupos afectados por la violencia política que sacudía al país en la década de los años 40. La cotidianidad de estos asentamientos se resentiría: la ocupación de facto de sitios pertenecientes a los cuerpos de agua o los lugares de labor agrícola.

Pasarían muchos años para que en el barrio Siape los habitantes respiraran un ambiente social más saludable. Los líderes de organizaciones comunitarias como la Asociación de Hogares Comunitarios y la Junta de Acción Comunal, convocados alrededor del estudio de la referencia como grupo focal, se mostraron de acuerdo con lo planteado por Elcida Tejada (del Grupo Focal de Las Américas, en la Zona Sur), cuando se refería al nivel de salud de su comunidad, a propósito de un comentario hecho por uno de los investigadores en el marco de un encuentro en la Zona Nororiental. Heverts Macías líder comunitario, asesor de la Junta de Acción Comunal del barrio Siape planteaba dos aspectos de gran importancia sobre la concepción que se tiene de la salud:

La ignorancia de la gente sobre cómo procurarse salud para sí misma y para la familia y la colaboración de la familia para construir ambientes saludables en la comunidad.

El primero de los aspectos no directamente se refiere a la formación académica o al nivel de escolaridad que tenga la persona o en su conjunto la familia sobre salud, sino a los saberes que esa persona o grupo familiar haya recibido de sus padres, abuelos y que en un momento determinado los ponga en práctica para bien de su salud. Asociado a la ignorancia se encuentra – según él- un factor que es repulsivo y muchas veces se esconde porque la gente no lo quiere aceptar: el reconocimiento de la ignorancia. Este factor se expresa cuando se le pregunta a alguien (en la comunidad se tiene experiencia sobre el particular) si está utilizando remedios caseros para una determinada enfermedad. El interpelado para no figurar como ignorante dice que él sigue lo que aconseja el médico, pero al mismo tiempo se le oye decir en otra parte que los médicos no saben nada, sino mandar exámenes y más exámenes para una gripa que se puede curar tomando limón, comiendo naranja o tomando ron.

El segundo de los aspectos se asocia y confunde con la misma situación de la comunidad, lo que ella espera del Estado y de los líderes de las organizaciones. Procurar ambientes saludables en una comunidad como la nuestra y como todas las que están en la rivera del Río Magdalena y en medio, o al lado de fábricas que todos los días emiten ruido, gases, contaminación, malos olores, polvo y quien sabe que más, no es tarea fácil; sin embargo se tiene debe enseñar que nosotros somos los principales agentes de generación de ambientes saludables*.

La visión compartida de los habitantes de esta Zona, construida por los grupos focales de los barrios Siape, San Salvador y Las Flores es la percepción de una lucha por devolver a la naturaleza lo arrebatado mediante la acción depredadora de quienes llegaron acosados por apropiarse de espacios que en otros lugares les fueron usurpados o abandonaron presionados por diferentes factores asociados a la ola de violencia. Si bien es cierto reconocen que ellos, los primeros pobladores, provistos de una concepción rural del desarrollo, solos no habrían logrado que su comunidad estuviera en el nivel actual (el caso de Siape es muy elocuente: se ha convertido en un lugar con niveles de seguridad para todos), después de tres generaciones de pobladores, con cierta resistencia a participar en el cambio, también es cierto que de alguna manera el apoyo los condicionó a la dependencia, situación que se justifica por la enseñanza recibida.

La gestión comunitaria en Siape, San Salvador y Las Flores, con algunas diferencias significativa y relaciones que las acercan, llevan el sello de un buen trabajo institucional (proveniente de organizaciones oficiales, privadas y entidades no gubernamentales) que los miembros de los grupos focales de estos sectores reconocen como lo expresara Freddy Acosta Angulo, de la Fundación Frente Común (barrio Las Flores): "educación que ha pulido la interpretación de la vida, asociándola al discurso que ha permitido participar con voz y voto en algunos escenarios, donde nos ha tocado aportar información para la toma de decisiones"**.

Esta apreciación es diferente en cierta medida a las manifestadas por los grupos de la Zona Nororiental, aparentemente mas complicados que los anteriores para tratar de estos asuntos que suelen producir una sensación de debilidad y poco crecimiento en términos de educación, colectiva o individual y que probablemente se podría identificar como falta de apropiación o defensa de la identidad comunitaria.

La diferencia en la concepción tiene una explicación: la forma como se han ido articulando las comunidades de esta Zona a la vida citadina del Distrito, una vez que fueron compenetrándose con la inicial característica de sitio rural, ligado a una cultura de río (Siape, San Salvador y Las Flores se identifican en sus ancestros), en cuanto a sus manifestaciones y tradicional forma de fomentar y ejecutar actividades.

La construcción de imaginarios y acciones propias de la vida citadina; el apoyo en el trabajo tesonero de una generación de líderes aún existente, se han podido cimentar gracias a los compromisos entre las familias de los tres barrios para darle al sector la categoría de "gentes de bien". En ello ha contribuido fundamentalmente el trabajo de equilibrio de los residentes en estos sectores, sobre todo en Siape, recopilado en la historia del barrio que hace el sociólogo Heverts Macías, documento testimonio de toda una tradición que articulada a la vida moderna, pervive en sus manifestaciones, y que de manera inequívoca muestra la producción de conocimientos que se generan en la cotidianidad, con lo cual se reafirma lo expuesto por Heller: "La vida cotidiana no está fuera de la historia, sino en el centro del acaecer histórico: es la verdadera esencia de la sustancia social" ( 1997, 25).

Así, tal vez caracterizada por las visiones someras provenientes de otros ámbitos culturales, la cotidianidad se ha visto relegada a una simpleza de acontecimientos que se generan mediante acciones desprovistas de pensamiento y razonamiento, es decir, reacciones ante circunstancias del diario vivir, de las cuales no se realizan sistematizaciones ni se utiliza la razón para suministrar o construir explicaciones que le den sentido a las acciones. Sin embargo, los actores de la cotidianidad también son médicos, abogados, biólogos, economistas y otra incontable modalidad de profesionales y trabajadores que realizan acciones y cumplen funciones de manera simultánea: como hombres de la cotidianidad y como sujetos que piensan la vida, la propia y la de los demás.

El espacio de lúdica y recreación de los niños cuyas familias en el Nororiente de Barranquilla, viven en sitios de deterioro ambiental, está circunscrito a estas áreas, muchas de ellas botaderos de basura

  1. SABERES Y FACTORES SOCIOCULTURALES EN SALUD. INCIDENCIA EN LOS NIVELES E INDICADORES DE LA SALUD FAMILIAR Y COMUNITARIA EN ESTRATOS BAJO Y MEDIO

La salud es un producto social generado desde las relaciones de los individuos en su interacción en las diferentes esferas heterogéneas de la vida cotidiana.

3.1. CONSTRUCCIÓN COMPARTIDA Y SOCIALIZADA DE FACTORES SOCIOCULTURALES

Saberes es el concepto con el cual hoy en día y para los albores de esta sociedad denominada del conocimiento, se podría dar una mirada compartida desde diferentes opciones, a los escenarios en los cuales se incuban fuentes inagotables de alternativas generadoras de educación para afrontar las exigencias de la cotidianidad, entendida ésta como un receptáculo de estrategias viables hacia la democratización de la enseñanza, sobre todo en salud, ya que de esta área como en ninguna otra, han sido excluidos los saberes.

Primero había sido en el barrio La Luz, en el extremo oriental del Distrito de Barranquilla; se había conversado con el grupo focal sobre salud, las dificultades en lograr posibilidades de acceder a ella, sobre todo, las familias que habitan en sectores con ambientes sanitarios deteriorados o con niveles de satisfacciones básicas aplazadas. También hubo abundancia de comentarios en los cuales el común denominador fue la ceguera intencional del Estado y sus políticas hacia la población vulnerable, en todos los aspectos, con énfasis en salud; igualmente se tocaron aspectos ligados a lo que hacen aquellas familias cuando no pueden o no tienen con que pagar la atención de sus enfermos. Al respecto el grupo hizo alusión a toda una suerte de estrategias que más que opciones de gestión, responden a factores sociales y culturales con los cuales han podido articularse a las posibilidades de acceder o generar salud tanto en la familia como en la comunidad. Tales factores de incidencia en los niveles e indicadores de salud, contextualizados desde la interpretación y validación de quienes los han internalizado en su vida cotidiana, están presentes en términos individuales y colectivos, como manifestaciones culturales de las que la práctica y la teoría médica aún no se ocupan.

Ahora el turno de las conversaciones le había llegado al grupo focal de la comunidad en el barrio La Chinita. Apenas quedaba un poco de tiempo del programado para ocuparse del tema que poco antes había sido insinuado en el grupo focal de La Luz, barrio vecino del anterior citado. Algo similar ocurrió en La Chinita: el tiempo fue la gran excusa. Pero también lo fue la introducción de una premisa que dejó al grupo un poco tenso: las prácticas médicas extra académicas, aparentemente por fuera de la ciencia, a las cuales recurre la población, ligada a ritos desde diferentes concepciones de la vida. No era cuestión deprisa, pues los integrantes del grupo institucional de investigadores (docentes y estudiantes), habían detectado un poco de "resistencia" a la temática, lo cual planteaba el abordar la situación desde otras opciones: La articulación de saberes en niveles de racionalidad compartida.

En las comunidades Las Américas, Santo Domingo de Guzmán, La Sierrita, Santa María y El Bosque (en el sur del Distrito de Barranquilla), con características culturales particulares que las hacen un sistema sociocultural portador y generador de sus propios mitos, ritos, creencias, incertidumbres y certezas con las cuales enfrentan las argucias de su contexto empecinado en serles adverso, guardan cierta relación con respecto a los factores socioculturales que de alguna manera inciden en los niveles de salud de sus habitantes, desde la mirada de los sectores del oriente de la ciudad. En estas relaciones de diferencia y similitud entre comunidades que intercambian saberes en los encuentros en los cuales por necesidad o conveniencia comparten, se ha podido detectar el intento por conservar distancias o preservar la intimidad de lo diferente. Al respecto Edgar Morin ha dicho que tal distinción se preserva en la medida que la actividad racional de la mente "apela al control del entorno (resistencia física del medio al deseo y al imaginario, al control de la práctica (actividad verificadora), al control de la cultura (referencia al saber común), al control del prójimo (¿es que usted ve lo mismo que yo?), al control cerebral (memoria, operaciones lógicas)" (1999, p. 17), lo que en términos de cultura y factores socioculturales ligados a la salud, permiten que cada comunidad, independientemente del estrato socioeconómico al cual pertenezca, conserve su idiosincrasia; también el real deseo de negarse, esconderse, reconocerse o no reconocerse, inhibirse o desmentir lo que ha construido si ello le ocasiona que otros se burlen de lo que tienen, es decir una forma de proteger las debilidades y los errores.

Insistir en lo que ha se había esbozado en la Zona Oriental del Distrito de Barranquilla, requería una estrategia diferente, por cuanto las manifestaciones en los grupos focales de la Zona Sur, frente al tema de los factores socioculturales, estaban ligadas a la inhibición como mecanismo para preservar la intimidad cultural. Situación parecida, guardada las respectivas diferencias se encontrarían en la Zona Sur occidental, en las comunidades de La Esmeralda, Los Olivos, El Por Fin, La Paz, 7 de Agosto y Surdís. Diferente en cierta medida a las manifestaciones de las comunidades en la Zona Nororiental, aparentemente menos complicada que las anteriores para tratar de estos asuntos que suelen producir escozor en lo concebido como la educación que en términos colectivos o individuales se ha podido apropiar.

La diferencia radicaría en la forma como se han ido articulando las comunidades de la Zona Nororiental a la vida citadina del Distrito, una vez que fueron delisgándose de la inicial característica de sitio rural, ligado a una cultura de río (Siape, San Salvador y Las Flores se identifican en sus ancestros), en cuanto a sus manifestaciones y tradicional forma de fomentar y ejecutar actividades; la construcción de imaginarios y acciones propias de la vida citadina, apoyados en el trabajo tesonero de una generación de líderes aún existente, que les ha permitido cimentar las bases de compromisos entre las familias del barrio para darle al sector la categoría de "gentes de bien". En ello ha contribuido fundamentalmente el trabajo de equilibrio de los residentes en estos sectores, sobre todo en Siape, recopilado en la historia del barrio que hace el sociólogo Hevers Macías, documento testimonio de toda una tradición que articulada a la vida moderna, pervive en sus manifestaciones.

Hacer referencia a Factores Socioculturales como componentes que de alguna u otra forma manifiesta su incidencia en los niveles e indicadores de salud de la población en el Distrito de Barranquilla, no es exclusivo de determinados sectores o estratos. Ellos son inherentes a la comunidad en general, sólo que de acuerdo a la percepción de cada grupo, la cultura que han construido, la interpretación de su vida cotidiana, se manifiestan e inciden en forma particular y diferente. Tales factores se han concebido como sistemas cualitativos, que en ocasiones pasan desapercibidos hasta por quienes sienten su presencia, materializada, algunas veces en inconvenientes que desde una débil interpretación, generan rechazo. No se encontrará en esta sociedad la posibilidad de excluir de la cotidianidad los factores socioculturales, aunque éstos sean categorizados como obstáculos para el desarrollo de las comunidades. Al igual que sociedades culturalmente rezagadas en las cuales persisten con fuerza las tradiciones, los ritos y los mitos como fuentes de vida, identificación y presencia, en sociedades de cultura avanzada, también la presencia de estos aspectos son de permanente cotidianidad, sólo que en éstas se perfilan hacia posibilidades generadoras de conocimiento y educación, es decir, son aprovechados para generar desarrollo, mientras que en las comunidades de la mayoría de los países de América Latina y el Caribe, son motivo de exclusión, por anticientíficas, populares, etcétera.

La conceptualización sobre tales factores implica el riesgo de la involuntaria exclusión, por lo que un intento de atenuar esta posibilidad, sin la pretensión de eliminarla consiste en el ejercicio de socializar desde los diferentes saberes que se han vinculado a la investigación, cada una de las manifestaciones que en una u otra forma están ligadas a los niveles de la salud de la población y la familia. Desde cada uno de los sectores vinculados, el ejercicio de socialización preliminar proporcionó la diversidad de factores que luego analizados conjuntamente, compartida y evaluada la interpretación que de ellos se hizo, se concluyó en que si bien han estado presentes no sólo como elementos constitutivos del lenguaje, con los cuales se construyen discursos de rigurosa semántica, sino, articulados a la gestión cotidiana, como pilares de la construcción vivencial, se les utilizaba como complementos que por razones de interpretación de acuerdo a la particularidad cultural de la población por sectores, estratos y Zonas existentes en el Distrito de Barranquilla, no se les había sistematizado como factores de incidencia en las condiciones de salud.

El mérito de tal hallazgo no está en el descubrimiento de los conceptos llevados a la categoría de factores socioculturales, sino en la ubicación y trascendencia que se le ha dado a la interpretación que de cada uno de ellos ha hecho la población del estudio referenciado, de acuerdo a su cultura y percepción de la vida, y la identificación de su presencia en la cotidianidad, hasta el punto de asimilarlos como fundamentos de educación, ahora elevados a la categoría de saberes-factores.

En cada uno de estos actores se existe una sabiduría con la cual han tenido que sortear las situaciones de salud de las comunidades en las cuales conviven y se relacionan de manera cotidiana.

3.2. SABERES Y FACTORES SOCIOCULTURALES

¿El conocimiento comunitario sobre el cuidado de la salud, es una alternativa de utilidad?. Desde la antigüedad los saberes de la población han constituido argumentaciones válidas y factibles de ser utilizadas como orientaciones para la vida en comunidad. Los diálogos de Sócrates, transferidos a través de Platón son un ejemplo claro de la búsqueda incesante de este gran filósofo, artífice de sencillez y sabiduría, de fuentes de información en el pueblo, en todos los menesteres de la sociedad con el propósito de discernir sobre conocimientos y saberes fundamentales para un Estado saludable. La mayéutica socrática más que un método para buscar verdades por el propio convencimiento, representa un diálogo entre saberes, con la tendencia de dar a cada situación el lugar desde el cual pudiese prestar un beneficio a la gente. Sócrates en sus diálogos y actuaciones se ocupó de la salud y de quienes con ella se habían comprometido en calidad de suministradores de atención. En su tiempo, articulaba la salud con la ocupación y los oficios, ofreciendo un razonamiento surgido de las múltiples conversaciones con los demás, difícil encontrar en los discernimientos y los discursos de la actual medicina, por cuanto la inclusión que hacía de las manifestaciones que sobre su salud tenían las personas, es una elocuencia del respeto a los otros. Oportuno es, citar algunos apartes de tales razonamientos:

-¿Y lo será menos el acudir sin cesar al médico, no en caso de heridas o de cualquier enfermedad producida por la estación, sino por tener el cuerpo lleno de humores y de vapores, como los pantanos, a causa de su vida muelle que hemos descrito, obligando a los discípulos de Esculapio a inventar para tales enfermedades las palabras nuevas de fluxiones y catarro?.

-¿Es cierto que estas palabras son nuevas y extraordinarias?.

– Y desconocidas, en mi opinión, en tiempo de Esculapio. Lo que me obliga a pensar así es que sus dos hijos, que se encontraron en el sitio de Troya y que se hallaron presentes cuando una mujer dio a Euripilo, que estaba herido, una bebida hecha de vino de Pramnio, de harina y de queso, cosas todas a propósito para engendrar la flema, no reprendieron ni a esta mujer, que la presentó, ni a Patroclo, que curó la herida (Platón, 1986, 106-107).

Como ha quedado registrado, desde el período al cual corresponde la cita anterior, ya se contemplaba la relación entre la salud física y la espiritual, y aunque en algunos aspectos estaba plegada a ciertos ritos, primaba sin embargo el sano juicio sobre los métodos adecuados para curar como se puede colegir de los mencionados diálogos, en los cuales se indagaba por la necesidad de tener buenos médicos en un Estado de Bienestar y Justicia como al que aspiraba Sócrates y sus discípulos se construyera en la región helénica. Por ello, las conversaciones en torno a esta preocupación eran del siguiente tenor:

– Tienes razón Sócrates; pero respóndeme: ¿No es preciso que nuestro Estado se halle provisto de buenos médicos?. ¿Y pueden hacerse tales de otro modo, que tratando toda clase de temperamentos, buenos y malos?. En igual forma, ¿puede uno ser buen juez si no ha tratado con toda clase de caracteres?.

– Sin duda; quiero que tengamos buenos médicos y buenos jueces; pero ¿sabes lo que yo entiendo por esto?.

– No, si no me lo dices.

– Es lo que voy a hacer; pero tu has complicado en la misma cuestión dos cosas bien diferentes.

– ¿Cómo?

– ¿Se hará buen médico aquel que, después de haber aprendido a fondo los principios de su arte, haya tratado desde su juventud el mayor número de cuerpos mal constituidos y que, enfermizo él mismo, haya tenido toda clase de enfermedades?. Porque no es mediante el cuerpo cómo los médicos curan el cuerpo, porque entonces nunca deberían ellos estar natural o accidentalmente enfermos; es mediante el alma, la cual no puede curar, como es preciso, cualquier mal, si ella, a su vez, está enferma. (110)

Ante las anteriores anotaciones resulta que el médico es una persona que se ocupa no sólo del arte de la medicina, sino también de generar salud, entendida ésta como un estado de satisfacción físico-espiritual y ello no es indicativo de un exclusivo estudio, aislado de las condiciones de su vida cotidiana. Sobre la base de estas premisas se entiende la salud como un producto social y a quienes se dedican a generarla, facilitarla, cuidarla o promoverla, independientemente de las estrategias que utilicen para apropiarse de los saberes pertinentes con respecto a ella, agentes sociales generadores de salud.

Sin embargo, lo saberes en la medida que la sociedad se fue especializando y el conocimiento adquirió visa de exclusividad, la salud como producto social y todos los aspectos inherentes a su naturaleza, entre ellos la ilimitada gama de factores socioculturales residentes en el sustrato de las identidades de todos los pueblos, colectividades y organizaciones socio comunitarias del planeta, ha contado con suerte similar, de tal forma que el reconocimiento que a ellos se haga, queda circunscrito en el marco de su propia identidad y las características de su tradicional forma de percibir la vida. Saberes que hoy en día se han estratificado, tal como ha ocurrido con las ciencias; ligados a la procedencia y no a su real significado y trascendencia; limitados a la categorización que establece quienes dicen ser portadores de cultura de avanzada; excluidos de las posibilidades de racionalidad que ellos generen y de la articulación con otros saberes; en fin, separados del todo como sistema, en la medida que su procedencia sea de "niveles inferiores de educabilidad", pero presentes y utilizados con actitud farisaica, por quienes denigran de ellos.

De las ricas y valiosas experiencias de los cuidadores de salud no hay lugar a dudas respecto a su gran contribución en la conservación de la misma. Antes de ir al médico el cuidador de salud, el botánico o el curioso, utilizando métodos implementados desde su relación con la naturaleza, las personas y la vida, han suministrado toda suerte de atenciones, enseñanzas, cuidados, protección, etc. Desde variadas opciones que se asimilan a una conceptualización de perfil integral, han construido estrategias reconocidas y validadas como efectivas, porque se identifican y armonizan con las costumbres y la tradición; porque no irrumpen abruptamente ni atentan contra las creencias; porque no desdicen ni discriman los rituales, o porque no excluyen "la buena voluntad" de la racionalidad para que cada quien tome decisiones con relación tanto a la salud colectiva como la individual.

Las parteras que en todo el mundo han existido, desde la tradición oral y en la práctica cotidiana, están ligadas por lazos de afecto y calidez a las familias a las cuales les han atendido sus mujeres en los momentos del parto. Comadrona es la expresión sociocultural que aun se suele utilizar en otras regiones del país para designar a las personas que tienen la virtud y la sabiduría de ayudar a venir al mundo a otros seres. La Comadrona en la comunidad reúne los atributos propios de una persona en la cual se puede confiar por su honestidad, don de gentes, esmerada atención, afecto, calidez, sabiduría, humildad, sencillez y amor espiritual a toda prueba. La palmada que la Comadrona daba al recién nacido en la nalga para que éste llorase, como prueba de haber nacido vivo, constituía un ritual de vida. También constituía una clara enseñanza de inducción al infante, al medio que apenas experimentaba; para la madre y la familia representaba una muestra de la solidaridad que debían aportar al niño para ayudarlo como compromiso vital, a recorrer juntos el mundo. Ella (la Comadrona) también se comprometía en ese reto.

Luego vendrían un sinnúmero de detalles que la Comadrona vertería sobre la madre y su familia, relacionados con el cuidado tanto para la primera como para el recién nacido, los cuales sería largo detallar, todos ellos articulados a la educación que se debía observar durante este proceso en el cual se habrían de garantizar las condiciones óptimas de salud, conexos a la cotidianidad, a la interpretación de saberes, sin aislamientos de las creencias y que Agnès Heller asocia a un referente empírico como la vida, que se contextualiza con el conjunto de actividades que reproducen permanentemente las relaciones sociales, punto de partida esencial en la ruptura con la conceptualización ahistórica de lo cotidiano en términos de popularidad exclusiva desde una opción de clase. Ello le da sentido y significado específico a lo que planteara la misma Agnès Heller al hacer referencia a la vida cotidiana como "la totalidad de las actividades que caracterizan las reproducciones singulares productoras de la posibilidad permanente de la interacción social" (1985, 9) y que para el caso de las relaciones en salud se traduce en una educación ritual sobre la base del respeto mutuo y la comprensión de la condición humana del otro.

Los anteriores ejemplos son apenas un acercamiento significativo de lo que representan los saberes alrededor de la salud, en calidad de factores socioculturales. Ellos son inherentes a la sociedad, independientemente de las posibilidades que cada comunidad tenga de apropiarlos, interpretarlos, validarlos y utilizarlos desde su propia concepción y visión de la vida. No se pretende significar con ello que los resultados de su utilización dependerían del grado o nivel de atraso o progreso que cada comunidad o familia tengan, para establecer mediciones con las cuales se pueda establecer los niveles de salud que desde la medicina académica se ha conceptualizado en términos de indicadores: Aceptable, Normal y Precaria.

En esta forma saberes en salud y factores socioculturales se articulan, se entrelazan de tal forma que llegan a ser unidad y diversidad al mismo tiempo y su presencia no es exclusividad de acuerdo al condiciones de cada sector de la población, pues son construcciones que desde la misma vida y su contexto han sido producidas con el apoyo de múltiples relaciones compartidas y asimiladas en términos de colectividad, imaginarios e interpretaciones; sólo que cada comunidad les confiere cierta representatividad en directa relación con su racionalidad e imaginación. Esta razón empírica, de relativa existencia, es la que permite escudriñar en la urdimbre de cada conglomerado social, saberes que en otros contextos adquieren una trascendencia con características diferenciales, en razón de la cultura que porta la comunidad, como acontece en las comunidades participantes en el estudio, adscritas a estratos 1, 2 y 3 en Barranquilla, con relación a la interpretación que han hecho de sus propios saberes en términos de salud.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
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