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Goldman Sachs: El “vampiro” de la crisis (página 7)

Enviado por Ricardo Lomoro


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8

¿Qué opina del déficit federal?

No tiene precedentes. Pero, por el momento, no creo que sea un problema. Ha servido de ayuda para moderar la caída de la economía, aunque será difícil salir del déficit.

A la larga, ¿el déficit constituye una amenaza?

Si no se le hace frente, podría alimentar la inflación, reducir la vitalidad de la economía y causarle problemas al papel del dólar en el mundo. Pero el objetivo es volver a tenerlo bajo control.

¿Cuáles son sus propuestas sobre la reforma del marco regulador?

Se debe tratar a los bancos de un modo distinto que a las restantes instituciones financieras. Y habría que limitar sus actividades. Los bancos no deberían ser propietarios de hedge funds o de fondos de acciones y sus actividades de trading tendrían que estar restringidas. Una institución que obtiene el grueso de sus rendimientos con el trading no debería tener una licencia bancaria. Si quiere dedicarse al trading, perfecto, pero no como banco. Porque los bancos tienen protecciones especiales que no se deben extender a todos.

– La banca de inversión: clave en la gestación de la crisis, clave en su solución (Expansión – 21/9/09)

(Por Lex Financial Times)

Un año después de que empezara la crisis la economía de EEUU ha perdido 400.000 millones de dólares (271.617 millones de euros); mientras tanto, el balance de la Reserva Federal de EEUU ha crecido en un 1,1 billones de dólares. En Japón, la economía ha perdido 44 billones de yenes (0,32 billones de euros), mientras el Banco Central del país ha aumentado su balance en 70 billones de yenes.

En Reino Unido, el PIB ha perdido 16.000 millones de libras (17.925 millones de euros), a pesar de que el Banco de Inglaterra ha inyectado diez veces más en el sistema financiero. Incluso en China, donde la economía ha crecido aproximadamente 500.000 millones de dólares, el sistema bancario ha incrementado sus préstamos multiplicando por tres esa cantidad.

Hasta ahora, sólo los mercados financieros, y más concretamente los bancos de inversión, han tomado la senda firme de la recuperación. Con la garantía estatal, disfrutan de disponibilidad de dinero y, sin que todavía se haya producido ningún incremento del control regulador, campan a sus anchas. Entre abril y junio, los bancos de inversión de EEUU aumentaron sus activos en un 4% hasta los 2 billones de dólares. A pesar de las críticas a sus prácticas, su papel económico no ha hecho más que reforzarse.

– Por qué la banca limitada no es por sí sola la solución para las finanzas (Expansión – 30/9/09)

(Por Martin Wolf)

¿Qué futuro le espera a las finanzas? ¿Quién confía en que el sistema financiero que está emergiendo de la crisis sea más seguro, o que cubrirá mejor las necesidades públicas, que el que nos llevó a ella? La respuesta tiene que ser: poca gente. La cuestión reside en cómo remediar esta grave situación.

Lo que desató la crisis, tal y como sabemos ahora, fue un sector financiero mal gestionado, irresponsable, muy concentrado y mal capitalizado, plagado de conflictos de intereses y que se beneficiaba de las garantías estatales implícitas. Lo que está emergiendo es un sistema financiero ligeramente mejor capitalizado, pero aún más concentrado y que se beneficia de garantías estatales explícitas. Esto no supone ningún progreso: sólo puede dar paso a más y mayores crisis en los años venideros.

Mi colega y amigo, John Kay, es consciente de estos riesgos, como bien saben los lectores de su columna. Su respuesta, explicada en un panfleto dirigido al Centro para el Estudio de la Innovación Financiera londinense, es la "banca limitada" (narrow banking). Kay rechaza la idea de que la regulación puede resolver el problema de la financiación garantizada por el Estado. La supervisión, señala, siempre está sujeta a los reguladores. Y lo que es más, los bancos "entraron en la crisis por lo general con más capital del exigido por los reguladores". Peor aún, es que muchos de los riesgos –especialmente el crecimiento de la financiación fuera de balance– son un reflejo de los intentos por burlar la regulación. Por lo tanto, la regulación no ha sido la respuesta sino, hasta la fecha, parte del problema.

Así que, ¿cuál es la respuesta? La solución que ofrece Kay es la división de la banca en una "empresa de servicio público" y un "casino". La idea es que los depósitos asegurados deberían estar respaldados por "activos líquidos realmente seguros" –lo que se conoce como banca con reservas del 100%–. En la práctica, estos activos serían bonos gubernamentales. Esta es la forma más estricta de banca limitada. Pero no deja claro si insistiría en esto. Parece que podría aceptar restricciones más flexibles.

Sin embargo, a fin de conseguir la claridad, centrémonos en la banca con reservas del 100%, una idea discutida también en la economía austriaca. ¿Es viable? ¿Qué podría implicar? Para responder a ello, tenemos que entender cómo nos adentramos en nuestro mundo de dinero basado en créditos.

Supongamos que alguien planteara el siguiente diseño para las principales entidades de nuestro sistema financiero: estarían financiadas principalmente por depósitos, reembolsables previa petición; invertirían en un amplio grupo de activos con frecuencia, poco líquidos y opacos; iniciarían complejas actividades comerciales; pero dispondrían de un finísimo colchón de capital. Sin duda, la gente concluiría que esto es fraudulento. Estarían en lo cierto. Una estructura así sólo puede resistir porque los bancos centrales actúan como prestamistas de último recurso. La capacidad del gobierno para crear dinero se pone a disposición de intereses privados. En este momento, la posibilidad de solicitar préstamos del gobierno al 0% de interés equivale a un permiso para imprimir dinero.

En la práctica, sin embargo, hemos ido mucho más allá. También hemos garantizado explícitamente muchos depósitos y de forma implícita muchas más deudas. De hecho, durante la crisis, los políticos avalaron todo el pasivo de las entidades a las que se consideraba importantes para el sistema. Hoy, los principales grupos financieros forman, sin lugar a dudas, parte del Estado.

La propuesta de Kay es, en resumidas cuentas, acabar con el fraude: los bancos se verían obligados a mantener activos tan seguros y líquidos como su pasivo. Sabemos que existen otros medios para hacer que un sistema de bancos con reservas fraccionarias sea relativamente seguro: un oligopolio doméstico estable consigue el mismo resultado. Pero parece una opción muy regresiva.

¿La respuesta que ofrece Kay es la adecuada? Una objeción obvia que se le puede hacer es que provocaría un gran trastorno en las finanzas. Pero, dado que estamos en crisis, ese trastorno es el menor motivo del que deberíamos preocuparnos. Otra objeción (aunque para algunos es una ventaja) es que, llevada a término, eliminaría la política monetaria. La deuda pública en manos de los bancos sería la que fijaría el suministro de dinero.

Un tema más profundo es si el sistema financiero basado en la banca limitada podría distribuir el capital con eficacia.

Aquí existen dos riesgos opuestos. El primero es que el suministro de fondos a actividades a largo plazo de mayor riesgo se vería seriamente reducido si adoptásemos la banca limitada. Frente a esto, podría argumentarse que, teniendo en cuenta que la deuda del sector público se usaría para respaldar las deudas de los bancos limitados, los inversores se verían obligados a encontrar otros activos similares.

El riesgo opuesto (y mayor) es que la fragilidad de la banca podría reinventarse, vía "cuasibancos". Esto es lo que acaba de suceder, después de todo, con el "sistema bancario en la sombra". Al final, todas esas entidades también han sido rescatadas. La cuestión es que una estructura financiera caracterizada por deudas a corto plazo y relativamente libres de riesgo y por activos a largo plazo y de mayor riesgo es muy rentable, hasta que se colapsa, algo que es bastante probable que suceda.

La respuesta al segundo dilema es dictaminar que la banca es ilegal. Es decir, el valor del pasivo de los intermediarios financieros, que no fueran los bancos limitados, quedaría determinado por el valor de sus activos. En los casos en los que los activos no pudieran valorarse, habría periodos equivalentes de cierre para las deudas. El gran juego de los préstamos a corto plazo, destinados a la compra de activos de riesgo a más largo plazo, sobre un finísimo colchón de capital, quedaría descartado. El riesgo lo asumirían los inversores del fondo. Existirían las entidades comerciales, pero necesitarían capital que las financiara.

Laurence Kotlikoff de la Universidad de Boston y Edward Leamer de la Universidad de California, en Los Ángeles, se incluyen entre los que han propuesto estas radicales ideas. Es la forma más sencilla que veo de evitar el peligro de que la banca limitada transfiriese los riesgos inherentes en esas actividades a otras áreas.

Lo más importante es que el punto en el que nos encontramos ahora es intolerable. La actual concentración de riqueza y poder privados garantizados por el Estado tiene que desaparecer sin lugar a dudas. Las autoridades creen que una regulación más severa, especialmente mayores requisitos de capital, puede contener estos riesgos. Pero es probable que esto fracase. Si lo hace, tendremos que actuar de forma radical. Sin embargo, la banca limitada seguiría sin bastar. Tendríamos que descartar la cuasibanca. De otra forma, pronto volveríamos a la realidad de la fragilidad y los rescates. Los fondos que reemplazasen a los bancos tendrían que traspasar el riesgo directamente a inversores externos.

Las autoridades no contemplarán ideas tan radicales por el momento. Pero el sistema financiero es tan intrínsecamente frágil que una reforma radical no puede darse por muerta. Sólo está dormida.

(The Financial Times Limited 2009. All Rights Reserved)

– Stiglitz: "El sector financiero contaminó la economía global y ahora deben limpiarla" (Intereconomia – 5/10/09)

Indicó, por lo demás, que el nuevo motor de crecimiento global podría ser una "economía verde" con inversiones en energías renovables y negociación de emisiones de carbono, entre otras cosas.

El premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz pidió hoy imponer un impuesto a las transacciones financieras para evitar el comportamiento disfuncional de los mercados y ayudar a pagar el daño de la crisis sobre los pobres.

"El sector financiero contaminó la economía global con activos tóxicos y ahora deben limpiarla", dijo el premio Nobel de Economía estadounidense en una rueda de prensa en el marco de la Asamblea anual del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial en Estambul (Turquía).

Stiglitz mencionó que ese impuesto debería cubrir todo tipo de activos y afirmó que la recaudación podría destinarse a ayudar a los países pobres que fueron las "víctimas inocentes" de la crisis.

Mencionó que a principios de este año Washington aprobó "en una hora" un paquete de estímulo de 700.000 millones de dólares, el equivalente al total de ayuda externa global en una década.

Dijo que eso invalida el argumento de que no hay dinero para el desarrollo. "Lo que uno se pregunta es quién está más necesitado, los países en desarrollo o los banqueros estadounidenses", subrayó.

Indicó, por lo demás, que el nuevo motor de crecimiento global podría ser una "economía verde" con inversiones en energías renovables y negociación de emisiones de carbono, entre otras cosas.

Afirmó, también, que el sistema financiero de EEUU sigue en una situación "precaria" y afirmó que para "la mayoría" de estadounidenses la recesión no se ha acabado.

Insistió en que "se han reestructurado un número relativamente pequeño de hipotecas y el programa para reestructurarlas no ha funcionado muy bien". Se refirió, además, a la "persistencia" de elevados niveles de desempleo, lo que en su opinión invalida la teoría oficial de que la recesión ha acabado.

"En la realidad, para la mayor parte de los estadounidenses la recesión no ha acabado", afirmó Stiglitz, quien recordó que la tasa de desempleo, en el 9,8 por ciento, sigue aumentando.

La teoría ampliamente aceptada es que la recuperación de los mercados laborales es posterior a la recuperación del crecimiento, una teoría con la que Stiglitz dijo estar de acuerdo, aunque insistió en que ese no es el asunto verdaderamente importante.

"Lo importante", según el Premio Nobel de Economía, es que si EEUU no crece a una tasa de al menos el 3,3 por ciento no será capaz de crear puestos de trabajo.

El FMI pronosticó esta semana que EEUU se contraerá un 2,7 por ciento este año y crecerá un 1,5 por ciento el que viene.

"Ese crecimiento no es lo suficientemente robusto", explicó el profesor de la Universidad de Columbia (Nueva York), quien destacó que las estadísticas de desempleo de EEUU "no dan una buena visión de lo que realmente está sucediendo".

"Si no estás buscando trabajo no estás desempleado, aunque el motivo sea que has dejado de buscarlo porque no hay empleos", afirmó.

Subrayó que "si aceptas un trabajo a media jornada tampoco estás desempleado".

Afirmó que un indicador más amplio que incluye a los que han dejado de buscar trabajo y a los que tienen empleo a media jornada muestra que la tasa de desempleo está en el 17 por ciento.

"La situación en el mercado laboral es realmente mala", dijo.

A eso hay que añadir, además, otro dato igualmente preocupante, el de que la mayoría de los estadounidenses afrontan esta crisis peor que la crisis anterior que tuvo lugar en el año 2000.

"Los ingresos medios de los hogares eran un cuatro por ciento más bajos en el 2007 que en el 2000", explicó Stiglitz, quien señaló que los estadounidenses fueron capaces de mantener su nivel de vida a fuerza de endeudamiento.

Pero, en su opinión, a partir de ahora tendrán que acostumbrarse a vivir "dentro de sus posibilidades" y no está claro todavía cuáles serán las repercusiones de eso para la economía global, que en los últimos años ha estado sustentada en gran medida por el inagotable apetito de los consumidores estadounidenses.

El economista recordó que esta crisis ha destruido el principal activo de los estadounidenses, la vivienda, que ha sufrido una fuerte depreciación.

Afirmó, por lo demás, que existe la teoría cada vez más extendida de que el dólar será incapaz de mantener su actual estatus de divisa reserva, y que conviene abrir una discusión multilateral sobre las alternativas.

– Joseph Stiglitz propone un impuesto global a los bancos (The Wall Street Journal – 6/10/09)

(Por Joy C. Shaw)

Estambul (Dow Jones)- La imposición de un impuesto a las instituciones financieras a nivel global es necesario para mejorar la eficiencia de la economía mundial y para conseguir fondos para ayudar a los países en desarrollo, dijo el lunes Joseph Stiglitz.

Stiglitz habló durante un receso en la reunión anual del Fondo Monetario Internacional. En síntesis, la idea consiste en cobrar un impuesto a los bancos como parte de un ajuste a las regulaciones. La idea de Stiglitz es similar a la propuesta hace 30 años por James Tobin.

Los ingresos provenientes del impuesto deberían ser usados para aumentar la ayuda para el desarrollo de las naciones de bajos ingresos y emergentes, dijo Stiglitz, un ex economista jefe del Banco Mundial y ganador del premio Nobel de Economía.

Los ingresos generados por la medida ascenderían a entre US$60.000 y US$70.000 millones al año, menos de la décima parte del tamaño del Programa de Alivio para Activos con Problemas, o TARP, del Gobierno de Estados Unidos para los bancos, destacó.

Stiglitz dijo que el sector financiero de Estados Unidos y el resto del mundo han sido excesivamente subsidiados, especialmente tras la crisis financiera mundial.

Les tomó sólo una hora a los políticos ponerse de acuerdo para dar a los bancos más que lo que todos los países desarrollados fueron capaces de dar a los países en desarrollo en una década, dijo.

"¿Quién está más necesitado, los banqueros estadounidenses o los países en desarrollo? Es difícil no llegar a la conclusión de que nuestros valores fueron destruidos", señaló.

Los gobiernos han "dado (a los bancos) dinero cuando ellos realizaron malos préstamos", añadió. "Esa es la razón por la que hay un consenso amplio de que debería imponérseles tributaciones".

Stiglitz indicó también que la necesidad de que el mundo cree un nuevo sistema de reservas internacionales de divisas para reemplazar al actual sistema basado en el dólar estadounidense se ha vuelto una cuestión de "sentido común".

Sin embargo, agregó que crear un nuevo sistema de reservas basado en los derechos especiales de giro (DEG) -una moneda artificial para propósitos contables del Fondo Monetario Internacional- como han sugerido China y otras naciones desarrolladas, no es su solución preferida.

"La asignación de los DEG tiene limitaciones institucionales", dijo. "El mayor receptor de DEG es Estados Unidos. Nosotros no somos el país que necesita las reservas".

Además difícil transferir los DEG desde un país a otro, dijo.

– Bancos: peor de lo confesado (BBCMundo – 6/10/09)

(Por Carlos Chirinos)

La lógica del rescate financiero que se puso en marcha en Estados Unidos el año pasado era simple: se apuntala a los bancos para que estos empezaran a prestar de nuevo dinero al público.

Por eso, era bueno ayudar incluso a los "grandes", los que estaban en buenas condiciones.

Pero no pasó así, en parte porque esos bancos "grandes" no contaban con la "buena salud" que el gobierno evaluó al principio, pese a que altos funcionarios de las finanzas públicas sabían cuál era la situación real de esas instituciones.

Un informe presentado este lunes por el Programa de Ayuda para Activos Problemáticos (TARF, por sus siglas en inglés; una dependencia del Departamento del Tesoro) afirma que esos funcionarios "deliberadamente" crearon una falsa impresión de los bancos, pese a que conocían las deficiencias de algunos de ellos.

Al declarar expresamente que las instituciones "sanas serían capaces de aumentar el volumen de préstamos, el tesoro puede haber creado expectativas no realistas sobre las condiciones de esas instituciones y su habilidad para aumentar los préstamos", se lee en el informe de la TARF.

700.000 millones

En octubre del 2008 el gobierno del presidente George Bush gestionó un paquete de US$ 700.000 millones para rescatar bancos en problemas y apuntalar a aquellos considerados como "muy grandes para fallar", los que por su tamaño podrían haber creado mayores problemas al sistema financiero en caso de quiebra. En octubre del 2008 el gobierno del presidente George W. Bush gestionó un paquete de US$ 700.000 millones para rescatar bancos en problemas y apuntalar a aquellos considerados como "muy grandes para fallar", los que por su tamaño podrían haber creado mayores problemas al sistema financiero en caso de quiebra.

La decisión fue muy impopular entre quienes consideraban que se le daba oxígeno a banqueros que habían incurrido en prácticas riesgosas, y en algunos casos, ilegales.

Entre los bancos rescatados estuvieron los nueve mayores del país, que recibieron en su conjunto US$ 125.000 millones.

Algunos de ellos han ya pagado al Tesoro los recursos recibidos y todos han pasado las pruebas de fortaleza que les ha puesto el gobierno.

En el informe del Departamento del Tesoro presentado este lunes no se nombra a ninguno de estos bancos en particular.

Problema semántico

El informe del Departamento del Tesoro reconoce que los funcionarios deben ser muy delicados a la hora de expresarse sobre las condiciones de bancos y otras instituciones, particularmente en tiempos de crisis.

Decir que un banco es débil puede crear una ola de pánico entre clientes y acreedores y podría generar lo que en el mundo de las finanzas se conoce como una "corrida", que es cuando se empiezan a retirar depósitos a un ritmo superior de lo que el banco puede macerar.

Tradicionalmente esas corridas terminan en el colapso del banco, que es incapaz de honrar todos sus compromisos con los clientes, y su eventual intervención por parte del gobierno.

Las perspectivas de que se creara un escenario similar de pánico cuando ya existía una situación de confianza delicada es lo que habría llevado a funcionarios como el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, o el entonces Secretario del Tesoro, Henry Paulson, a no decir en público algunas preocupaciones que compartían en privado.

Banco de América

Aunque la crisis financiera parece conjurada, el programa de ayuda nunca contó con la simpatía de la mayoría de la población. Las nuevas revelaciones podrían generar más dudas acerca de las reales intenciones del gobierno en estrategias similares.

Uno de los casos más polémicos se investiga por estos días: hasta qué punto Bank of America, uno de los principales del país, ocultó a sus accionistas información crucial sobre la compra de Merrill Lynch, realizada en enero pasado y que le resultó un pesado problema contable.

Se asegura que la directiva del Bank of America consideró retirar su opción de compra al conocer en profundidad la situación de Merrill Lynch, pero el gobierno le presionó para que completara la fusión, temeroso de las consecuencias que podría tener la quiebra del famoso banco de inversión.

Actualmente la justicia de Nueva York averigua si el banco mintió a sus accionistas sobre las pérdidas y sobre los bonos que recibirían los directivos de Merril Lynch, mientras en el Congreso quieren saber si el gobierno pactó el silencio de Bank of America para garantizar la transacción.

– Soros: "La banca estadounidense, casi en bancarrota" (Expansión – 6/10/09)

(Por C. Alva)

Si bien la economía de EEUU ha presentado señales de recuperación, aún hay quienes opinan que el país está lejos de ver la luz. El millonario George Soros, es uno de ellos, al asegurar que las fracturas en el sistema bancario y el endeudamiento de las familias estadounidenses son tan grandes, que obstaculizan todo esfuerzo para salir adelante.

El editorial de 'Financial Times Deutschland' despierta el día de hoy, retomando las últimas declaraciones del ex gurú de los "Hedge Funds", George Soros, quien ha dicho que la banca estadounidense se encuentra "casi en bancarrota", debido a que no ha podido recuperar los 1,100 billones de dólares que ha prestado en los últimos dos años. Mientras que la crisis financiera y el desempleo recrudecen, ha sido casi imposible para muchas familias y empresas pagar sus deudas con los bancos.

Soros aplaude a Europa y felicita al Banco Central Europeo de haber reaccionado oportunamente.

Regresando al continente americano, el diario alemán, hace un recuento de ciertos indicadores en EEUU, que desde el 2007 se encuentra en recesión y que dos años después aún no lleva a cabo las reformas necesarias a su sistema financiero.

Por ejemplo, el pasado septiembre, el índice de confianza del consumidor presentaba una cifra de 52, 6 puntos, sobre la marca de 50 puntos del año anterior. Tras una caída del PIB del 0,7 por ciento en el segundo trimestre de este año, se esperan cifras positivas para el tercer trimestre del 2009.

En cuanto al mercado laboral, éste continúa siendo crítico. Sólo el mes de septiembre presentó una pérdida 263.000 puestos de trabajo. La cifra de desempleo subió de un 9,7 por ciento a un 9,8 por ciento. "El índice más alto desde 1983", recuerda FTD.

Por último el rotativo presenta los pronósticos de Soros, que son muy parecidos a los hechos la semana pasada por el Fondo Monetario Internacional: "EEUU sufrirá un crecimiento de -2,7 por ciento a finales de este año y una recuperación del 1,5 por ciento en el 2010". Para la zona euro ambas voces se proclaman más pesimistas: "Después de un -4,2 por ciento en 2009, se pronostica un crecimiento de tan sólo 0,3 por ciento en 2010".

El G-20 ¿reemplazará al G-7?

Llama la atención de Financial Times el papel que ha jugado el G-20 en los últimos meses. Al parecer quedan atrás los días en los que sólo los países más desarrollados (G-7) eran el centro de la toma de decisiones a nivel mundial.

La crisis económica, cuyo epicentro surgió en los países del G-7, ha acelerado la transición a un sistema internacional con más actores. "El G-20 incluye a los países que importan", recuerda FT y añade: "El debate ahora está centrado en definir si este grupo es demasiado grande como para ser eficaz o demasiado pequeño como para ser representativo".

La semana pasada, el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, sugería que el G-20 se debería convertir en la fuerza estabilizadora. Ante esta situación, la pregunta que hace Financial Times es "¿qué será del G-7?".

El G-7, que reúne a los países más poderosos del planeta, sigue siendo el grupo que genera más de la mitad de la riqueza global y aún rige los parámetros del sistema financiero mundial, sin olvidar que es la principal fuente de donación. "Y aunque ya no pueden dirigir al mundo, aún tienen un peso importante en la toma de decisiones", puntualiza el rotativo británico.

Aunque el G-7 se ha visto opacada por el G-20, aún juega un papel primordial en temas centrales y tan diversos como: la financiación de instituciones como el FMI, la regulación del sistema financiero, la lucha contra el proteccionismo o la ayuda a países pobres. Es por ello, como señala FT, que el G-7 deberá seguir existiendo, pero dando paso a una era de cooperación y multilateralismo.

– El presidente del BCE acusa a los bancos de prestar dinero "como quien va al casino" (Expansión – 16/10/09)

Jean Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo, elevó ayer sustancialmente el tono de sus habituales comentarios en los que insta a la banca a asumir su responsabilidad en la solución de esta crisis y a reactivar el crédito a familias y hogares.

En su intervención ante la Asociación de Bancos Cooperativos de Fráncfort, Trichet instó a la banca a volver a su rol tradicional de dar un servicio a la economía real. "Esto, por encima de todo, requiere un cambio de mentalidad en la industria financiera", dijo. Acusó a las entidades de haberse centrado demasiado en una "especulación sin freno" y en el "juego financiero" [en el sentido de "apuesta"].

"La liberalización financiera, la desregulación y la innovación tienen el poder de hacer nuestras economías más productivas y resistentes. Pero si la innovación financiera está mal diseñada y es opaca puede ser usada para ocultar el riesgo real de productos e instrumentos financieros", afirmó.

El presidente del BCE reclamó más transparencia y control de riesgos para conseguir modelos de negocio más robustos. También alentó a las entidades a ligar los incentivos de sus empleados a éxitos de largo plazo.

Una de las principales causas del estallido de la crisis económica y financiera global ha sido la escasa percepción del riesgo crediticio a la hora de conceder préstamos, añadió Trichet. "De cara al futuro, el sector financiero tendrá que recuperar su rol tradicional de ofrecer un servicio más ajustado a las condiciones reales de la economía. Esto requiere un cambio de mentalidad en todo el sector", subrayó.

En cuanto al diseño de políticas, el máximo responsable del BCE expresó con contundencia la necesidad de crear un sistema financiero robusto, enfocado al largo plazo y no a la búsqueda del éxito inmediato. "Los ciudadanos no tolerarían de nuevo que los bancos volvieran a asumir un excesivo riesgo con su dinero y cuya solución a los problemas esté a expensas del contribuyente", advirtió.

– Tribuna: laboratorio de ideas Paul Krugman – Los bancos no están bien (El País – 25/10/09)

Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos. Vale, quizá no exactamente el peor, pero, sin duda, malo. Y el contraste entre la inmensa buena suerte de unos pocos y el continuo sufrimiento de demasiados presagiaba un futuro muy negro. Estoy hablando, claro está, de la situación de los bancos.

Los pocos afortunados han acaparado la mayoría de los titulares, ya que son muchos los que han reaccionado con indignación ante el espectáculo de Goldman Sachs obteniendo beneficios récord y pagando primas enormes, mientras el resto de EE UU, víctima de una depresión desencadenada por Wall Street, sigue desangrándose por la hemorragia de empleos.

Pero no es un simple caso de bancos que florecen frente a trabajadores que padecen: los bancos que realmente están en el negocio de los préstamos, a diferencia de los que se dedican al comercio, siguen en apuros. En particular, Citigroup y Bank of America, que hace unos meses silenciaron los rumores de nacionalización afirmando que habían vuelto a ser rentables, ahora (sí, lo han adivinado) han vuelto a informar de que pierden dinero.

Pregunten a la gente de Goldman y les dirán que lo que ellos ganan no es asunto de nadie, salvo de ellos mismos. Pero, como decía hace poco un escéptico, "no hay ninguna institución financiera de las que existen actualmente que no se haya beneficiado directa o indirectamente de los miles de millones de dólares de los contribuyentes con que se ha ayudado al sistema financiero". Más aún: Goldman ha ganado mucho dinero con sus operaciones en Bolsa, pero sólo ha podido mantenerse en ese juego gracias a las políticas que han arriesgado enormes cantidades de dinero público, desde el rescate económico de AIG hasta las garantías que han cubierto muchas de las obligaciones de Goldman.

¿Y quién era este gran detractor de los bancos? Pues no era otro que Lawrence Summers, jefe económico de la Administración de Obama (y uno de los arquitectos de la política bancaria del Gobierno, que hasta ahora ha sido hacer la vista gorda con las instituciones financieras y esperar que enmienden la plana).

¿A qué se debe el cambio de tono? Los funcionarios de la Administración están furiosos por el modo en que el sector financiero está ejerciendo presiones enérgicas en contra de una reforma a fondo, tan sólo unos meses después de haber recibido una gigantesca ayuda con el dinero de los contribuyentes. Pero hay que preguntarse qué esperaban que sucediese. Siguieron una política de mano blanda, ofreciendo ayuda sin demasiadas exigencias en un momento en que Wall Street estaba contra las cuerdas; esto les ha dejado con muy pocas posibilidades de ejercer influencia sobre empresas como Goldman, que ahora, una vez más, están ganando mucho dinero.

Pero hay un problema todavía mayor: Mientras el lado chanchullero del sector financiero -también conocido como operaciones bursátiles- vuelve a ser enormemente lucrativo, la parte de la banca que realmente importa -los préstamos, que alimentan las inversiones y la creación de empleo- sigue estancada. Los bancos clave siguen estando débiles desde el punto de vista financiero, y su debilidad está perjudicando a la economía en su conjunto.

Puede que recuerden que este año, hace unos meses, hubo un gran debate sobre cómo lograr que los bancos volviesen a prestar dinero. Algunos analistas, incluido yo mismo, sosteníamos que al menos algunos bancos importantes necesitaban una gran inyección de capital público, y que la única forma de conseguir esto era nacionalizar temporalmente los bancos con más problemas. Sin embargo, el debate perdió fuerza después de que Citigroup y Bank of America, los eslabones más débiles del sistema bancario, anunciaran unos beneficios que llegaron por sorpresa. Todo va bien, nos dijeron, ahora que los bancos vuelven a obtener beneficios.

Pero pasó algo curioso durante el camino de vuelta a la solidez bancaria: la semana pasada, tanto Citigroup como Bank of America anunciaron pérdidas en el tercer trimestre. ¿Qué ha pasado?

Parte de la respuesta es que esos beneficios iniciales eran, en parte, un producto de la imaginación de los contables. Sin embargo, en líneas más generales, estamos viendo lo que nos devuelve la economía real. Durante la primera fase de la crisis, el ciudadano de a pie fue castigado por las fechorías de Wall Street; ahora, el sufrimiento económico generalizado, especialmente el persistente paro elevado, está provocando grandes pérdidas en los préstamos hipotecarios y las tarjetas de crédito.

Y ésta es la pega: la debilidad continua de muchos bancos está contribuyendo a prolongar el sufrimiento económico. Los bancos siguen resistiéndose a prestar dinero y la contracción del crédito, especialmente para las pequeñas empresas, supone un obstáculo en el camino hacia la recuperación sólida que necesitamos.

¿Y ahora qué? Summers sigue insistiendo en que la Administración hizo lo correcto: que el Gobierno hubiera suministrado más capital, dice, no "habría sido una estrategia útil para resolver los problemas". Vale. En cualquier caso, desde el punto de vista político, el momento de tomar medidas radicales respecto a los bancos ha pasado claramente.

Por el momento, lo más importante probablemente sea hacer todo lo posible por contribuir al crecimiento del empleo. Con suerte, esto generará un círculo virtuoso en el que la mejora de la economía reforzará los bancos, que a su vez volverán a estar más dispuestos a prestar dinero.

Aparte de eso, necesitamos desesperadamente aprobar una reforma financiera eficaz porque, si no lo hacemos, los banqueros pronto empezarán a correr riesgos aún más grandes que los que corrieron en el periodo previo a la crisis. Después de todo, la lección de los últimos meses ha sido muy clara: cuando los banqueros juegan con el dinero de otros, ellos siempre salen ganando, a expensas del resto de nosotros.

(Paul Krugman es profesor de Economía en la Universidad de Princeton y premio Nobel de Economía 2008. © 2009 New York Times News Service)

Entrevista: Raghuram Profesor de la Universidad de Chicago – "El riesgo es que el crédito vuelva a descontrolarse" (El País – 25/10/09)

(Por Alicia González)

Raghuram Rajan (Bhopal, India, 1963) está especializado en la relación entre crecimiento económico y sector financiero. En 2005, alertó de la gran amenaza que suponían los novedosos productos bancarios que minimizaban el riesgo. Fue una descripción clarividente del colapso del sistema financiero que se produjo dos años después. Es verdad que no eligió un buen momento -su intervención estaba prevista para honrar el "positivo" legado de Alan Greenspan- pero también es cierto que cuando se está encima de la ola nadie quiere oír verdades incómodas.

Pregunta. Se habla mucho de nuevas burbujas ya en marcha, ¿está la recuperación en riesgo?

Respuesta. Sean las burbujas que sean las que se estén creando aún tardarán un tiempo, así que quizás tengamos algo de margen. El verdadero problema es que la política monetaria no está sirviendo para impulsar el crédito, porque no quiere ser impulsado, pero está incentivando todo lo demás. Decidir cuándo se empieza a tensar la política monetaria, incluso aunque el crédito no esté creciendo, es una decisión difícil porque si esperas demasiado alientas todas esas burbujas, entre ellas sin duda el crédito. La preocupación es si se descontrola de nuevo el crédito y ése es un riesgo real.

P. Pero son tantos los elementos en juego en las estrategias de salida que parece más fácil fracasar que tener éxito…

R. Es fácil fracasar pero también es fácil mantener esta política durante demasiado tiempo. Uno de los riesgos es el de los desequilibrios globales, con esas enormes cantidades de deuda emitida que en algún momento la gente va a decir: ¡basta! Y ése es un riesgo por el que sin duda deberíamos estar preocupados. Visto en perspectiva, la primera parte [de la crisis] parecía relativamente sencilla: se trataba de gastar dinero y bajar tipos de interés. Ahora la tarea es entender cuándo esta relajación monetaria es demasiada y hay que empezar a retirarla pero, simplemente, no lo puedes hacer porque el sector privado no se está recuperando, el sector público ha hecho todo lo que podía y tendremos que sufrir unos cuantos años bajo crecimiento, si es necesario. Parece que confiamos en que cuando la financiación del sector público se frene, el sector público va a repuntar de inmediato. Y eso no va a pasar.

P. ¿La financiación de los países emergentes se ve amenazada por la elevada deuda de los países desarrollados?

R. Los países emergentes están todavía en una posición relativamente cómoda. Es cierto que sus finanzas tienen peores expectativas, pero tampoco mucho peor. Antes, si un inversor tenía que decidir entre un bono de un país desarrollado y el de un país emergente automáticamente elegía el del país desarrollado porque era más seguro. Ahora puede que no sea tan claro. No digo que los países en desarrollo no vayan a tener que subir sus tipos de interés [para atraer inversores] pero la diferencia entre unos y otros se va a estrechar.

P. ¿No están tardando en materializarse las reformas?

R. En realidad, el G-20 no puede hacer ninguna reforma. Es algo que tiene que hacer cada país individualmente y eso implica cambios políticos que no son siempre fáciles. Mire, por ejemplo, Estados Unidos. El debate sobre la reforma del sistema de salud está siendo tan complicado que ha paralizado cualquier otra reforma, incluidas las del sector financiero. También los desequilibrios globales exigen cambios y reformas decisivas por parte de cada país y no se pueden hacer de la mañana a la noche.

P. ¿Y la propuesta de aplicar una especie de tasa Tobin a la banca?

R. Creo que simplemente es algo estúpido. La idea que hay detrás de ese planteamiento, si lo analizamos en serio, es que el sistema financiero es demasiado grande y está haciendo cosas inapropiadas. Si es así, yo esperaría un objetivo más concreto y acotado que simplemente penalizar las transacciones. De todas formas, la tasa Tobin es como un conejo de feria, que cada cierto tiempo vuelve y especialmente el sentimiento de hacer los bancos más pequeños resurge siempre que hay problemas. Pero el coste es tan elevado que no funcionaría.

– No ignoremos la necesidad de una reforma financiera (Expansión – 27/10/09)

(Por George Soros)

La filosofía que me ha ayudado a ganar dinero como gestor de hedge fund y a gastarlo como filántropo orientado a la política no tiene que ver con el dinero, sino con la complicada relación entre las ideas y la realidad. La crisis de 2008 me ha convencido de que proporciona una valiosa oportunidad de ver cómo funcionan los mercados financieros.

La hipótesis del mercado eficiente sostiene que los mercados financieros tienden hacia el equilibrio y reflejan de forma precisa la información disponible sobre el futuro. Las desviaciones del equilibrio las provocan cambios exógenos y ocurren de forma aleatoria. La crisis de 2008 falseó esta hipótesis.

Sostengo que los mercados financieros siempre presentan una imagen distorsionada de la realidad. Además, el precio incorrecto de los activos puede afectar a los denominados fundamentos que se supone que el valor de esos activos tiene que reflejar. Este es el principio de reflexividad.

En lugar de una tendencia hacia el equilibrio, los mercados financieros muestran una tendencia a desarrollar burbujas. Las burbujas no son irracionales: vale la pena unirse a la multitud, al menos durante un tiempo.

Así que los reguladores no pueden contar con que el mercado corrija sus excesos.

La crisis de 2008 fue provocada por el colapso de una superburbuja que ha venido creciendo desde 1980. Ésta estaba compuesta por burbujas más pequeñas. Cada vez que tuvo lugar una crisis financiera, las autoridades intervinieron, se ocuparon de las entidades con problemas y aplicaron estímulos fiscales y monetarios; lo que infló aún más la superburbuja.

Controlar las burbujas

Creo que el análisis de la superburbuja ofrece claves sobre la reforma necesaria. Primero, teniendo en cuenta que los mercados son propensos a la formación de burbujas, las autoridades financieras tienen que aceptar la responsabilidad de evitar que las burbujas crezcan demasiado. Alan Greenspan y otros importantes cargos se negaron a aceptarlo. Si los mercados no pueden reconocer las burbujas, afirmó el ex presidente de la Reserva Federal estadounidense, tampoco pueden los reguladores –y tenía razón–. En cualquier caso, las autoridades tienen que aceptar el cometido.

Segundo, para controlar las burbujas de activos no basta con controlar el suministro de dinero; también hay que controlar el crédito. El medio más conocido de hacerlo son los requisitos de margen y de capital mínimo.

En la actualidad son parámetros fijos, con independencia del humor de los mercados, porque se supone que los mercados carecen de humor. Pero sí lo tienen, y las autoridades tienen que contrarrestarlo para evitar que las burbujas de activos crezcan demasiado. Por lo tanto, deben variar los requisitos de margen y capital. También deben modificar el ratio préstamo/valor sobre las hipotecas comerciales y residenciales para prevenir burbujas inmobiliarias.

Los reguladores también deben inventar nuevas herramientas o recuperar aquellas que han caído en desuso. Los bancos centrales solían ordenar a los bancos comerciales que limitaran el crédito a un sector concreto si entendían que se estaba excediendo.

Otro ejemplo de la necesidad de nuevas herramientas es el boom de Internet. Greenspan lo reconoció en 1996 cuando habló de "euforia irracional". No hizo nada por evitarla, ya que consideraba que reducir el suministro de dinero era una medida demasiado categórica. Pero podría haber diseñado otras más específicas, como pedir a la Comisión del Mercado de Valores que congelase las nuevas ampliaciones de capital, ya que la burbuja de Internet fue alimentada por el apalancamiento.

Tercero, dado que los mercados son inestables, existen riesgos sistémicos aparte de los que afectan a los participantes individuales del mercado. Los participantes pueden ignorar estos riesgos sistémicos, creyendo que siempre pueden vender sus posiciones, pero los reguladores no pueden ignorarlos porque si hay demasiados participantes en un mismo lado, las posiciones no pueden liquidarse sin causar una discontinuidad o un colapso.

Eso implica que se deben controlar las posiciones de todos los participantes de relevancia, incluidos hedge fund y fondos soberanos, para detectar desequilibrios. Ciertos derivados, como los seguros frente al impago de deudas (CDS), tienden a crear desequilibrios ocultos, por lo que han de ser regulados, restringidos o prohibidos.

Cuarto, los mercados financieros evolucionan de una forma unidireccional e irreversible. Las autoridades financieras han extendido una garantía implícita a todas las entidades que son demasiado grandes como para permitir su caída. La retirada de esa garantía no es creíble, por lo que deben establecer una regulación para asegurarse de que no se invocará esta garantía. Esas entidades deben recurrir menos al apalancamiento y aceptar restricciones sobre su forma de invertir el dinero de los ahorradores.

El comercio de productos exclusivos debería financiarse con el capital de los propios bancos y no con los depósitos. Pero los reguladores deben ir más lejos para proteger el capital y regular las compensaciones de los operadores de productos exclusivos con el objetivo de garantizar que los riesgos y recompensas de las entidades demasiado grandes para permitir su caída están equilibrados. Cabe la posibilidad de esto saque a los operadores de los bancos y los lleve a los hedge fund, que es el lugar que les corresponde.

Como los mercados están interconectados y algunos bancos ocupan posiciones casi de monopolio, debemos considerar su división. Probablemente sea poco práctico separar la banca de inversión de la comercial, tal y como hacía la ley Glass-Steagal de 1933. Pero tiene que haber compartimentos internos que separen el comercio de productos exclusivos de la banca comercial y que cierren las operaciones en diferentes mercados para reducir el contagio.

Riesgo sistémico

Finalmente, los Acuerdos de Basilea cometieron un error cuando otorgaron a los títulos en posesión de los bancos rating de riesgo sustancialmente inferiores a los de los créditos ordinarios: ignoraban el riesgo sistémico que acompaña a las posiciones concentradas en valores. Este factor era un importante agravante de la crisis. Ha de ser corregido incrementando el rating de riesgo de los valores de los bancos. Con esto, probablemente, se consiga poner freno a la titulización de los préstamos.

Todo ello reducirá la rentabilidad y el apalancamiento de los bancos. Esto plantea un problema de tiempo. No es el momento adecuado para aprobar reformas permanentes. El sistema financiero está lejos del equilibrio. Las necesidades a corto plazo son las opuestas a lo que se requiere a largo plazo.

Primero, hay que reemplazar el crédito que se ha evaporado mediante la única fuente que sigue gozando de credibilidad –el Estado–. Eso implica un incremento de la deuda nacional y un aumento de la base monetaria. Conforme se estabilice la economía, habrá que reducir esa base al mismo ritmo que se recupere el crédito –de otro modo, la deflación se verá reemplazada por la inflación–.

Todavía estamos en la primera fase de esta delicada maniobra. Los bancos están saliendo del agujero. Reducir ahora su rentabilidad sería contraproducente. La reforma reguladora tiene que esperar a la segunda fase, cuando sea necesario controlar el suministro de dinero e introducirlo paulatinamente de forma que no suponga problemas para la recuperación. Pero no podemos permitirnos olvidarlo.

(Financial Times)

– Seis pasos para revitalizar el sistema financiero (The Wall Street Journal – 27/10/09)

(Por Sanford I. Weill y Judah S., Kraushaar)

El debate sobre la reforma de los servicios financieros ha estado rondando por semanas sin una sensación real de urgencia. Se perdería una gran oportunidad si nuestros líderes políticos, regulatorios y empresariales no consiguen sentar una base regulatoria creíble para una de las principales industrias estadounidenses. Es hora de dejar a un lado las luchas internas políticas y regulatorias y establecer las nuevas reglas para este negocio de importancia crítica.

Varios principios deberían guiar la reforma. Nuestro país necesita buscar la transparencia en los balances de las compañías financieras y reconocer la correlación directa entre la claridad en los valores de activos y cómo las empresas financieras son valoradas por los inversionistas. La contabilidad basada en el ajuste al mercado debe ser revitalizada y los instrumentos y valores complejos deben estar sujetos a pruebas de valuación de mercado en la medida de lo posible.

Para lograr esto, un regulador único debe estar encargado de supervisar los riesgos sistémicos y debe tener el poder de monitorear los riesgos en todo tipo de instituciones financieras. No debería haber más balcanización en la regulación.

Al mismo tiempo, los reguladores y líderes de la industria deben unir fuerzas y desarrollar acuerdos ejecutables para que la innovación en los servicios financieros pueda volver a florecer. Hay que acordar nuevos requisitos de capital y reglas sobre cómo operará el mercado de titularización. Todas las partes necesitan operar con rapidez debido a que está en juego la revitalización de la economía estadounidense.

Algo que los funcionarios públicos no deberían hacer es enredarse en un debate sobre si las instituciones son "demasiado grandes para permitir su quiebra". Es una frase pegajosa, pero nada más. De hecho, es importante reconocer que nuestra reciente crisis financiera fue provocada por el colapso el año pasado de Lehman Brothers, una compañía que pocos habrían caracterizado como demasiado grande para colapsar. En vez de desviarse hacia esta y otras complejas preguntas, nuestros líderes deberían concentrarse directamente en cómo crear y fomentar la disciplina del mercado.

A continuación presentamos seis recomendaciones específicas para reformar el sector de servicios financieros:

1) Convertir la Reserva Federal en un súper-regulador responsable de supervisar el riesgo sistémico. Es de vital importancia que un regulador pueda ver el balance completo de las mayores instituciones financieras del país y este regulador tiene que tener alcance más allá de las barreras institucionales artificiales. Los grandes bancos, las firmas de valores, las aseguradoras y los fondos de cobertura deben quedar bajo supervisión de la Fed. De otro modo, se corre el riesgo de perpetuar un arbitraje regulatorio, en que los participantes de la industria realizan sus actividades más riesgosas en la unidad supervisada por el regulador más laxo.

Otros reguladores continuarían concentrándose en sus respectivos segmentos de la industria exclusivos a las instituciones más grandes y complejas. Los encargados de diseñar políticas deberían evitar crear nuevas burocracias, como algunos han recomendado. Los organismos regulatorios existentes deberían adquirir la responsabilidad de supervisar la protección a los consumidores de productos de crédito.

2) En la medida de lo posible, los instrumentos complejos deberían estar sujetos a frecuentes valuaciones de mercado y ser vendidos a través de una cámara de compensación. Necesitamos un sistema que fomente la valuación de activos basada en los mercados reales y no en el "ajuste a modelo", es decir la valuación basada en presunciones internas o modelos financieros. Estos últimos 18 meses nos han demostrado que los modelos funcionan hasta que se equivocan. Para las ventas de acciones nuevas que no generen demanda a su precio de venta, una institución financiera debe ser capaz de encontrar un verdadero valor de mercado o la transacción no debería realizarse. Los derivados con estructuraciones estandarizadas deberían estar sujetos a valuaciones diarias y los dueños de estos instrumentos deberían estar obligados a mantener una cantidad de efectivo razonable para respaldar su posición (algo parecido al requerimiento de márgenes tradicional que tienen otros valores).

Para los productos hechos medida y nuevos instrumentos que aún no son lo suficientemente maduros como para tener un mercado grande y profundo, aconsejamos que exista una excepción para alentar la innovación. Sin embargo, estas exenciones deben ser revisadas con regularidad por los reguladores, quienes deben establecer reglas de divulgación de información y de corretaje que estimulen la máxima transparencia posible o una forma de determinar el precio de mercado público. Finalmente, todo el mundo debería aplicar el principio básico de que si no entiende algo, probablemente no debería estar haciéndolo.

3) Reformar y revitalizar el mercado de titularización. Aunque el proceso de titularización ha sido golpeado en los últimos años, es importante recordar que este mercado agrega valor al permitir que emisores e inversionistas comparen eficientemente riesgo, retornos y preferencias de duración. Aunque se dieron abusos en partes de este mercado, es importante que no se estigmatice todo. En el futuro, se debería exigir a los emisores que retengan en sus balances una porción sustancial de la titularización y que periódicamente realicen pruebas para establecer los valores actuales de mercado vendiendo parte de sus participaciones. Así, tanto la institución emisora como los inversionistas que compraron el activo titularizado valuarían el mismo activo de la misma manera.

4) Los reguladores necesitan prestar atención a las agencias calificadoras. A futuro, las agencias calificadoras de riesgo deberían establecer estándares claros para calificar los valores complejos. La integridad del principal debe ser primordial cada vez que un valor reciba una calificación de grado de inversión. Además, las actividades de las agencias calificadoras deben estar sujetas a una revisión anual por parte del regulador sistémico (es decir, la Reserva Federal), que a su vez deberían reportar públicamente los puntos que puedan comprometer la seguridad y la solidez de las mayores instituciones financieras del país.

5) Los requerimientos de capital y las políticas de reserva necesitan ser reformadas. Mientras que el exceso de apalancamiento y la implosión de los valores de los activos provocaron la crisis reciente, las metodologías pro cíclicas de reservas para pérdidas en préstamos agravaron la situación. Esto ha sido particularmente cierto en los créditos al consumidor, para los que la Comisión de Bolsa y Valores de EE.UU. forzó a los bancos en los últimos años a reducir sus reservas a medida que los impagos se reducían y hacer lo contrario cuando los problemas se agravaron. Este tipo de régimen parece imprudente. Las formulas funcionan igual de mal que el "ajuste al modelo".

Para lidiar con este asunto, las compañías financieras deberían ser motivadas (o tal vez obligadas) a titularizar el crédito cuando sea posible y aplicar a estos instrumentos el valor actual de mercado. Cuanta más transparencia en la valuación de activos, mejor. Para instrumentos que no se presten a titularización, como los préstamos a negocios con términos hechos a medida de las empresas, se debería permitir a las instituciones financieras, en coordinación con los reguladores, separar reservas para apuntalar las ganancias (y la confianza) en periodos de estrés crediticio. Asumiendo que un mayor porcentaje de activos de instituciones financieras podrían estar sujetos a contabilidad basada en el valor de mercado, podría aumentar la volatilidad de las ganancias, pero una mayor transparencia tendría un efecto neto positivo en la valuación de las instituciones. Evidentemente, unos mayores requerimientos regulatorios de capital podrían ayudar significativamente a frenar la volatilidad de las ganancias. Nosotros proponemos una definición simple y conservadora de capital regulatorio, que consiste el capital común tangible como porcentaje de los activos.

6) Alinear la compensación ejecutiva con los retornos de largo plazo. Los encargados de diseñar regulaciones deben dejar de lado las discusiones polémicas y reconocer la importancia de fomentar el desarrollo de empleados leales y motivados en los servicios financieros. La apresurada imposición de límites de remuneración sólo desplazará a talentoso capital humano a empresas extranjeras y erosionará el liderazgo tradicional de las instituciones financieras estadounidenses. Recomendamos un sistema en que la remuneración basada en el capital y los sueldos sean entregados a lo largo de un período de tiempo relativamente largo.

La porción en efectivo de esta compensación debería poder aumentar o caer a lo largo del período a una tasa consistente a los retornos de la empresa. Así, los empleados no podrían beneficiarse de los resultados a corto plazo y la toma de riesgos en las instituciones estaría más controlada.

Los mercados financieros estadounidenses están en un momento único en su historia. Sin una reforma exhaustiva y bien planeada, el liderazgo estadounidense en las finanzas globales podría estar en peligro y la incertidumbre sobre las reglas de juego podría minar la recuperación y el crecimiento. Para restablecer la confianza, los encargados de diseñar las políticas económicas en EE.UU. deben crear un entre súper-regulador fuerte y promover las valuaciones basadas en el mercado para los balances de las compañías financieras. Tal programa enviaría un poderoso mensaje de transparencia e integridad a los mercados.

(Weill es el ex presidente de Citigroup. Kraushaar es un socio gerente de Roaring Brook Capital)

– En defensa del uso de información privilegiada en los mercados (The Wall Street Journal – 4/11/09)

Para el académico Donald J. Boudreaux, los operadores que transan acciones con base en su conocimiento sobre una empresa ayudan a mantener los precios más honestos

(Por Donald J. Boudreaux)

Los demonios más aterradores en el mundo de los negocios son los operadores que transan con información privilegiada, escondidos detrás del escritorio de todas las firmas de corretaje y sentados en las mesas de restaurantes de cuatro estrellas. Susurran oscuros secretos corporativos en los oídos de especuladores corruptos e infligen daños sobre inversionistas comunes y corrientes.

Es hora de dejar de contar historias de terror. Los agentes federales están malgastando su tiempo esposando a operadores de fondos de cobertura como Raj Rajaratnam, el financiero acusado recientemente de negociar con información privilegiada ligada a IBM, Google y otras grandes compañías. La realidad es que la información privilegiada es de utilidad para los mercados y los inversionistas y es imposible impedirla por la fuerza.

Determinar las diferencias entre la negociación con información privilegiada legal e ilegal es algo fútil, y no es de ayuda a los inversionistas. Lejos de ser tan perjudicial para la economía que su práctica debe ser penalizada por ley, los operadores que compran y venden acciones según su conocimiento juegan un papel importante en mantener la honestidad de los precios, al impedir que las cotizaciones de las acciones mientan al público acerca de las realidades corporativas.

La prohibición de la negociación con información privilegiada impide al mercado ajustarse lo más rápido posible a cambios en la demanda y el suministro de activos corporativos. El resultado son precios que mienten. Y cuando los precios mienten, los participantes en el mercado son inducidos por error a comportarse de maneras que les perjudican no sólo a ellos sino también a la economía en general.

¿Recuerda la imposición de techos sobre el precio de la gasolina en Estados Unidos en los años 70? Al hacer que los precios de venta mientan sobre el nivel de escasez del petróleo, ese techo hizo que los estadounidenses malgastaran un sinnúmero de horas en colas para comprar gasolina. Este tipo de ineficiencias ocurren cuando los activos corporativos no tienen los precios que verdaderamente corresponden.

Suponga que una mala gestión lleva a la empresa X al borde de la bancarrota. Ya que no tienen escrúpulos, los gerentes de la empresa X consiguen ocultar su peligrosa situación financiera al público. Durante esta fase de mentiras, los precios de la acción de la empresa X estarán demasiado altos. Los inversionistas comprarán acciones de la empresa X a precios que ocultan el destino inminente de la compañía. Los acreedores extenderán financiación a la empresa X en términos que no compensan los riesgos reales que están asumiendo sin saberlo. Tal vez algunos empleados de la empresa X rechazarán buenas ofertas de empleo en otras firmas para permanecer en la que creen es una sólida empresa X.

En algún momento, claro, esos inversionistas, acreedores y empleados que han sido desinformados sufrirán pérdidas financieras. Pero la economía en general, también. El capital que de otra forma habría sido invertido en firmas más productivas que la empresa X nunca llega a esas firmas. Así que, contrario a lo que habría pasado si la gente no hubiera sido engañada por el alto precio de las acciones de la empresa X, esas firmas mejor gestionadas no pueden incrementar su eficiencia como lo harían de otro modo. No expanden tanto sus operaciones. No crean tantos buenos empleos. Los consumidores no disfrutan del mayor nivel de producción, mejor calidad de producto y precios más bajos que se habrían conseguido de otra manera.

En resumen, la eficiencia económica general se ve reducida.

Es de interés público, por ende, que los precios se ajusten lo más rápido y completamente posible a las condiciones económicas de base, para conferir a los participantes en el mercado de la manera más clara posible la situación real.

Tal y cómo argumentó de manera convincente Henry Manne en su libro de 1966 Insider Trading and the Stock Market, (algo como Información privilegiada y el mercado bursátil), las restricciones al uso de información privilegiada impiden que los precios de los activos se ajusten de esta manera. Manne, decano emérito de la escuela de leyes de la Universidad de George Mason, señaló que cuando los operadores transan usando su información privada, hacen que los precios de los activos reflejen esa información de modo más rápido de lo que sucedería de otra manera y por lo tanto impulsan a otros participantes en el mercado a tomar mejores decisiones.

Ese logro puede tener ramificaciones más allá de un aumento de varios puntos porcentuales en el crecimiento de la productividad.

Según Manne, los escándalos corporativos como los de Enron y Global Crossing ocurrirían con mucha menos frecuencia e impondrían costos menores si el gobierno no prohibiera el uso de información privilegiada. Como dijo Manne hace unos años en una entrevista radiofónica, "no creo que los escándalos hubieran ocurrido si fuera permitido el uso de información privilegiada, porque hubiera habido suficientes personas en esas compañías al tanto de lo que estaba pasando, y que no hubieran resistido la tentación de enriquecerse negociando con esa información, y la bolsa habría reflejado esos problemas muchos meses antes de lo que lo hizo en realidad, con este sistema regulatorio ridículo que tenemos".

Otro beneficio potencial de eliminar la prohibición del uso de información privilegiada es explicado por el economista de la Universidad de Harvard Jeffrey Miron: "En un mundo sin este tipo de prohibición, los pequeños inversionistas podrían temer a negociar acciones individuales y tendrían un mayor incentivo para diversificar; lo que también es algo bueno".

La competencia sancionará a las firmas que sean demasiado, o muy poco inclusivas con la información que protejan de las negociaciones con información privilegiada.

Este método competitivo descentralizado para determinar qué información puede usarse y cuál no, menos burocrático y politizado, es preferible a la prohibición total actual. Al permitir a las compañías, mientras compiten por capital, que experimenten con diferentes métodos para lidiar con el uso de información privilegiada, podríamos descubrir qué prohibiciones funcionan mejor para cada firma, al tiempo que la política quedaría al margen de esta importante labor.

(Donald J. Boudreaux es profesor de economía en la Universidad de George Mason y académico invitado en Mercatus Center)

– Esté preparado para lo peor…. Lo que nadie se atreve a decir (Intereconomía – 4/11/09)

(Por Eduardo Bolinches)

Hoy me gustaría traducirles un artículo que he leído este fin de semana y con el que estoy TOTALMENTE DE ACUERDO. Está escrito por Ron Paul, que es un congresista republicano de Texas. Sinceramente muy interesante!!!

Un gran número de expertos afirman que ya hemos pasado lo peor de la recesión. Los brotes verdes de la recuperación están supuestamente apareciendo por todo el país, y se espera que la economía reanude pronto el crecimiento a tasas anuales del 3% y 4%. Muchos de estos expertos son las mismas personas que insistían el año pasado que la economía seguiría creciendo a pesar que ya estaba claro que entonces estábamos en las primeras etapas de una recesión.

Una falsa recuperación está en marcha. Me acuerdo de las perspectivas en 1.930, cuando los expertos estaban seguros de que lo peor de la depresión había pasado y que la recuperación estaba a la vuelta de la esquina. La economía y la bolsa parecía estar recuperándose, y había optimismo en que la recesión, como otras muchas anteriores, habría terminado en un año e inclusive menos. En cambio, las políticas intervencionistas de Hoover y Roosevelt provocaron que la depresión empeorara, y el Dow Jones Industrial Average no se recuperó a los niveles de 1.929 hasta 1.954. Me temo que nuestros estímulos y programas de rescate ya han hecho demasiado para evitar que la economía se recuperase de una manera natural y resultara otra burbuja de activos.

Cada vez que el Banco Central interviene para bombear billones de dólares al sistema financiero, se crea una burbuja que eventualmente debe desinflarse. Hemos visto los resultados de las tasas de interés excesivamente bajas de Alan Greenspan: la burbuja inmobiliaria, la explosión de los préstamos de alto riesgo y la posterior explosión de la burbuja, que hirió a numerosas instituciones financieras. En lugar de permitir que el mercado corrija por sí sólo y se limpie de los peores excesos del período del boom, la Reserva Federal y el Tesoro de los EE.UU. se han puesto de acuerdo para poner a los contribuyentes la deuda de varios billones de dólares. Los bancos e instituciones financieras que asumieron los mayores riesgos, han sido recompensados con miles de millones de dólares de los contribuyentes, lo que les permite sobrevivir y competir con sus compañeros que realizaron una mejor gestión.

Esto no es nada más que la creación de otra burbuja. Al intentar proteger a la economía de la peor crisis por la explosión de la burbuja de la vivienda, la Reserva Federal ha garantizado definitivamente que sus políticas económicas erróneas serán más severas de lo que deberían haber sido. Incluso con las intervenciones masivas, el desempleo se encuentra cerca de un 10% y podría aumentar, los extranjeros están reduciendo las compras de bonos del Tesoro y el balance de la Reserva Federal sigue estando inflado por una cifra sin precedentes de 2 billones de dólares. ¿Alguien puede argumentar de una forma realista que apuntalando algunos pequeños indicadores económicos es un signo de que la recesión ha terminado?

Lo más probable que pase es una repetición de la Gran Depresión. Podemos tener hasta un año o similar de una economía que crece ligeramente por encima del estancamiento, seguido por un descenso en el crecimiento mucho peor de lo que nadie ha visto en los dos últimos años. En la medida que la caída del mercado de la vivienda no retorne a la normalidad, los inmuebles comerciales, comienzan a hundirse y los bienes de los fabricantes de productos no pueden ser comprados por la deuda de los escasos consumidores, y la economía se tambaleará. Y así continuará hasta que lleguemos a aplicar nuestros sentidos y pongamos fin a este gigantesco gasto del gobierno.

La intervención del gobierno no puede llevar al crecimiento económico. ¿De dónde proviene el dinero para el programa del TARP (Programa del Tesoro para comprar deuda incobrable a los bancos), y para los estímulos en efectivo? Sólo puede venir de los contribuyentes, de las ventas de bonos del Tesoro y por medio de la impresión de dinero nuevo. Pagar por estos programas es pura redistribución de los ingresos fiscales, sólo se le saca el dinero del bolsillo a una persona y se le da a otra sin más, sin crear nueva riqueza. Además, los ingresos fiscales se han reducido drásticamente, el desempleo ha aumentado, y sin embargo, el gasto público sigue aumentando. En cuanto a los bonos del Tesoro, los inversores chinos y extranjeros son cada vez más reacios a comprarlos, porque están denominados en dólares que se deprecian.

¡Venda todos sus papeles rápido! Venda todas sus acciones, su 401k y su IRA (planes de pensiones), y compre tractores, pistolas, oro, plata. ¡Algo real! Alquile su casa, su finca, su coche. Todo el papel no tendrá ningún valor en pocos años.

La única opción que queda es que la FED cree nuevo dinero de la nada. Esto es inflación. Los precios más altos conducen a un dólar devaluado y a un menor nivel de vida de los estadounidenses. La Reserva Federal ya ha supervisado un 95% de pérdida de poder adquisitivo del dólar desde 1.913. Si no paramos este despilfarro en breve, corremos el riesgo de sufrir hiperinflación y ver una devaluación del 95% cada año.

– Wall Street domina el mundo (El Confidencial – 7/11/09)

(Por Esteban Hernández)

Don Regan, consejero delegado de Merrill Lynch, permanece al lado del presidente Reagan mientras éste pronuncia un pequeño discurso. Pero debe estar demorándose más de la cuenta, por lo que Don, que comienza a impacientarse, se acerca al presidente de los EEUU con cara seria y le espeta con tono firme: "Date prisa". Ronald Reagan asiente y procede, con aire obediente, a agilizar su intervención. La escena puede verse en la última película de Michael Moore, Capitalismo, una historia de amor, que se estrenará el próximo 20 de noviembre en España, y donde el cineasta la utiliza como metáfora de la relación entre el poder financiero y el poder político: unos mandan, otros obedecen.

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