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Manuel Belgrano

Enviado por Giselle


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Monografía destacada
  1. Introducción
  2. Contexto histórico
  3. Nacimiento y estudios
  4. Influencias en el pensamiento de Manuel Belgrano
  5. Pensamiento y repercusiones de las ideas de Belgrano en la economía
  6. Belgrano y el Consulado. 1794 – 1809
  7. Transmisión de sus ideales
  8. Biografía
  9. Conclusión
  10. Bibliografía

Introducción

José Manuel Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano fue uno de los grandes próceres argentinos, todos lo recordamos por la creación de la bandera que hasta hoy en día representa a todos los argentinos. Pero más allá de eso, hay que saber que fue un luchador incansable por lograr una educación abierta y gratuita para todos aquellos que en esos tiempos no podían acceder a la misma, fue un visionario extraordinario de la modernización de la industria agropecuaria. Fue un escritor destacado, y general del ejército argentino de la revolución. Sin embargo, él tenía una faceta que no todos conocen pero no por eso deja de ser la más importante de todas, la de economista.

Belgrano es considerado el primer economista argentino, con sus ideales acerca del comercio, la industria y las ganancias.

En esta monografía redactaremos su vida, sus estudios, sus ideales, las herramientas que utilizo para transmitir a las mismas, sus repercusiones y sus logros que llevaron a que este prócer sea lo que es hoy en día.

DESARROLLO

Contexto histórico

El Virreinato del Río de la Plata

En un principio, el inmenso territorio americano controlado por los españoles se dividió en dos jurisdicciones llamadas virreinatos: el de Nueva España, creado en 1534, y el del Perú, fundado en 1544; y dos Capitanías Generales, la de Yucatán (creada en 1542 ) y la de Nueva Granada (1564).

Pero los territorios a administrar seguían siendo muy extensos y difíciles de controlar y la Corona española decidió subdividirlos y crear nuevos virreinatos y capitanías. Así, la Capitanía de Nueva Granada se transformó en Virreinato; se creó el Virreinato del Río de la Plata (1776) y las Capitanías de Chile, Cuba, Venezuela y Guatemala.

Los virreyes eran los representantes directos del Rey en América y eran los funcionarios más poderosos en estas tierras. En un principio su nombramiento era vitalicio, pero cuando la corona notó que se volvían un tanto independientes y ambiciosos, les redujo el mandato a un período que iba de tres a cinco años, según los casos. Cuando terminaban su mandato debían someterse al "Juicio de residencia", en el que la Corona evaluaba la actuación del virrey y, sobre todo, si se había enriquecido injustificadamente durante su gestión.

Los virreinatos estaban a su vez divididos en gobernaciones, intendencias y municipios. Dentro de los municipios la institución más importante eran los cabildos que se encargaban del gobierno y la administración de las ciudades y sus alrededores. Cuando la situación lo requería podía convocarse a un "Cabildo Abierto" al que podían concurrir, como decían las invitaciones de la época "la parte más sana y principal de la población", es decir los vecinos propietarios.

El poder judicial estaba representado por la Audiencia y a su cargo estaban los "oidores" que ejercían la justicia civil y criminal.

Para enfrentar el contrabando, controlar mas poderosamente el Atlántico Sur y aprovechando que Inglaterra estaba ocupada en la guerra de Independencia de sus colonias del Norte, el Rey Carlos III de España decidió crear el Virreinato del Rio de la Plata con capital en Buenos Aires en 1776.

El primer virrey de estas tierras fue Don Pedro de Cevallos, un experimentado jefe militar español que había sido gobernador de Buenos Aires.

El virreinato ocupaba el espacio de las actuales Argentina, Bolivia, Uruguay, Paraguay y parte de Chile. En 1782 la Corona española decidió dividirlo en ocho intendencias La Paz, Cochabamba, Charcas, Potosí, Paraguay, Salta, Córdoba y Buenos Aires, y cuatro gobiernos subordinados a la autoridad directa del virrey, Montevideo, Misiones, Chiquitos y Moxos.

La inclusión del Alto Perú con las minas de Potosí garantizó los recursos necesarios para sostener a la nueva estructura administrativa y empeoró aún más las tradicionalmente malas relaciones entre Buenos Aires y Lima.

España impuso un rígido sistema comercial a sus dominios en America, conocido como el monopolio, según el cual las colonias solo podían comerciar a través suyo. El problema era que España no era un potencia industrial ni mucho menos y no estaba en condiciones de abastecer y comprar a su vez, todos los productos que producía América. Por lo tanto, se fue transformando en una intermediaria entre los productores y consumidores ingleses o franceses y los productores y consumidores americanos.

Era una situación injusta que provoco distintas consecuencias. Por un lado el desarrollo del contrabando, es decir la entrada y salida de mercaderías por puertos clandestinos para no pagar derechos de aduana. Por otra parte fue generando mucho descontento, sobre todo en Buenos Aires, y fomentando las ideas partidarias de terminar con el monopolio y el fomento del libre comercio.

Dentro del enorme territorio del virreinato del Río de la Plata, convivían regiones muy diferentes con situaciones culturales, sociales y económicas muy distintas.

A Cevallos lo sucedió el mexicano Juan José de Vértiz. Vértiz mandó a hacer el primer censo de la población de Buenos Aires en 1778. La ciudad tenía 24.754 habitantes y la campaña 12.925.

En 1782 la Corona española decide dividir el extenso territorio del Virreinato del Río de la Plata en ocho intendencias: La Paz, Cochabamba, Charcas, Potosí, Paraguay, Salta, Cóconomirdoba y Buenos Aires, y cuatro gobiernos subordinados a la autoridad directa del virrey, Montevideo, Misiones, Chiquitos y Moxos.

Durante el virreinato de Arredondo se creo el Consulado en 1794, un organismo destinado a organizar la vida economica de la Colonia. Controlaba a los comerciantes para que no aumentaran injustificadamente sus precios y para con no engañaran a sus clientes con los pesos y medidas de sus mercaderías.

El primer secretario fue un joven criollo que habia estudiado en Europa las más modernas teorías económicas, Manuel Belgrano, quien en los informes anuales del consulado aconsejara a las autoridades fomentar la industria y las artes productivas.

Las ideas innovadoras de Belgrano quedarán reflejadas en sus informes en los que tratará por todos los medios de fomentar la industria y modificar el modelo de producción vigente.

Atento al avance de estas ideas, hacia 1799 el virrey Avilés publicó un bando en el que anunciaba graves castigos a todos aquellos que "…se procuraran lecturas prohibidas", pues estaba informado "…de haberse introducido papeles extranjeros con relaciones odiosas de insurrecciones, revoluciones y trastornos de los gobiernos establecidos y admitidos."

Sin embrago, durante el virreinato de Joaquín del Pino comenzó a publicarse en Buenos Aires el primer periódico de nuestra historia: el Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económico e Historiogràfico del Río de la Plata. A través de sus páginas, sus editores, entre los que estaban Manuel Belgrano, trataban de difundir las nuevas ideas económicas y políticas. Pero, el Virrey, molesto por el contenido político de la publicación y por la gran influencia que fue adquiriendo, decidió clausurar el Telégrafo el 17 de octubre de 1802. Al año siguiente Hipólito Vieytes y Manuel Belgrano publican el Semanario de agricultura, industria y Comercio. 

La Invasiones inglesas de 1806 y 1807 conmovieron profundamente la estructura del Virreinato. En Buenos Aires crecieron las diferencias entre los españoles partidarios del monopolio y los criollos favorables al libre comercio. La formación de las milicias había aumentado el poder de los criollos y inserción en la política Tras la derrota de los invasores, el Cabildo, ante el desprestigio de Sobremonte, nombró a Liniers Virrey interino. Sobremonte, desconoció el nombramiento y, según su costumbre vuelve a huir, esta vez a Montevideo.

Al producirse la invasión napoleónica a España, el gobernador de Montevideo, Javier de Elío solicitó la renuncia de Liniers por su condición de francés. Lo acusó además, de ser un agente de Napoleón. Liniers le pidió que presentara pruebas, pero Elío se negó a reconocer su autoridad y formó una junta de gobierno independiente de Buenos Aires.

Los comerciantes y milicianos españoles encabezados por Alzaga se oponían a Liniers, supuestamente por su condición de francés y quisieron aprovechar las elecciones del Cabildo del 1 de enero de 1809 organizando un motín para desplazar al virrey. Pero Liniers fue defendido por las milicias criollas que lograron frenar la protesta. Las milicias españolas fueron desarmadas y disueltas. Los dirigentes de esta "asonada" como se la llamó fueron detenidos y enviados a Patagones. Poco después serían rescatados por Elío y llevados a Montevideo.

Para aplacar los ánimos, la junta de Sevilla decidió poner fin al interinato de Liniers y enviar al Plata un nuevo Virrey, don Baltasar Hidalgo de Cisneros.

Cisneros trató de adoptar una actitud conciliadora. Disolvió la Junta de Montevideo pero confirmó a Elío como gobernador. A las milicias españolas se les restituyeron las armas.

El nuevo virrey, apodado "el sordo" tuvo sin embargo que escuchar los informes que venían del Alto Perú y le anunciaban que en las ciudades de Chuquisaca y La Paz en mayo de 1809, se estaban produciendo movimientos revolucionarios.

Cisneros ordenó una cruel represión que provocó centenares de muertos en la "ciudad de los tres nombres", Charcas, Chuquisaca o La Plata.

Ante la posibilidad de que estos sucesos se repitan, y "En mérito a haber llegado la noticia de que en estos dominios se iba propagando cierta clase de hombres malignos y perjudiciales, afectos a ideas subversivas que propenden a trastornar y alterar el orden público y gobierno establecido", el Virrey decidió crear un "Juzgado de Vigilancia Política", destinado a perseguir " a los que promuevan o sostengan las detestables máximas del partido francés y cualquier otro sistema contrario a la conservación de estos dominios en unión y dependencia de esta metrópoli."

La situación del virreinato era complicada. El comercio estaba paralizado por la guerra entre España y Napoleón que provocaba una enorme disminución de las rentas aduaneras de Buenos Aires, principal fuente de recursos.

Un joven y talentoso abogado, asesor del Cabildo, presenta un alegato contra el monopolio comercial español "La representación de los hacendados". Allí, Mariano Moreno solicita, entre otras cosas, la libertad de comercio entre los productores locales y los comerciantes británicos.

Ante la desesperante escasez de recursos, el nuevo virrey toma una medida extrema, aún contra la oposición del consulado: aprueba un reglamento provisorio de libre comercio que ponía fin a siglos de monopolio español y autorizaba el comercio con los ingleses

Las noticias sobre la situación en España llegaban por barco con dos o tres meses de atraso y muchas veces la imaginación popular reemplazaba la falta de informaciones con rumores y fantasías, alterando el clima tranquilo y aburrido del virreinato. "Fernando había sido asesinado", "Napoleón se rindió" "Volvió Fernando", "Cayó la Junta de Sevilla" Todo era posible hasta que llegaran las confirmaciones o las desmentidas del caso.

El 14 de mayo de 1810 llega a Buenos Aires el buque inglés Misletoe con periódicos ingleses con alcance al 24 de febrero en los que se daba cuenta de la caída de la Junta Central de Sevilla, último bastión del poder español, en manos de las tropas napoleónicas.

El virrey Cisneros tuvo que reconocer la nueva situación y publicar un bando el día 18 en el que pedía que "todo quedara como hasta entonces para evitar días tormentosos". Todo parece indicar que el 25 de mayo de 1810 llovió fuerte sobre Buenos Aires.

Los Virreyes del Rio de la Plata

Pedro de Cevallos 1776-1778

Juan Jose Vertiz 1778-1784

Nicolas del Campo 1784-1789

Nicolas de Arredondo 1789-1795

Pedro Melo de Portugal 1795-1797

Antonio Olaguer y Feliu 1797-1799

Gabriel de Aviles 1799-1801

Joaquin del Pino 1801-1804

Rafael de Sobremonte 1804-1806

Santiago de Liniers 1807-1809

Baltasar H.de Cisneros 1809-1810

Actuación durante las invasiones inglesas (1806-1807)

El 27 de junio de 1806 fue un día de luto para Buenos Aires. Bajo un copioso aguacero desfilaron hacia el Fuerte los 1.500 hombres de Béresford, que abatieron la enseña real, mientras el virrey Sobremonte marchaba, apresurado, hacia Córdoba.

Belgrano, capitán honorario de milicias urbanas, había estado en el Fuerte para incorporarse a alguna de las compañías que se organizaron y que nada hicieron luego, para oponerse al invasor.

Días más tarde los miembros del Consulado prestaron juramento de reconocimiento a la dominación británica. Belgrano se negó a hacerlo, y como fugado, pasó a la Banda Oriental, de donde regresó, ya reconquistada la ciudad, aunque habían sido sus propósitos participar en la lucha popular.

Al organizarse las tropas para una nueva contingencia, Belgrano fue elegido sargento mayor del regimiento de Patricios. Celoso del cargo, estudió rudimentos de milicia y manejo de armas. Y asiduamente cumplió con sus deberes de instructor. Cuando quedó relevado de estas funciones fue adscripto a la plana mayor del coronel Cesar Balbiani, cuartel maestre general y segundo jefe de Buenos Aires. Como ayudante de éste, actuó Belgrano en la defensa de Buenos Aires.

Actuación durante la semana de mayo (18 al 25 de mayo de 1810)

Durante la gran semana de mayo – sucesión de días nervioso y febriles que culminan en el general regocijo del 25 por la noche – Belgrano participa en todas las gestiones que se realizan para forzar la decisión anhelada por los patriotas.

La primera noticia concreta de lo que ocurría en España la tuvieron Belgrano, Saavedra y Castelli por una gaceta escapada a la censura del Virrey y que, traída en una fragata inglesa; fue apresuradamente traducida por Agustín Donado. La Junta Central de Sevilla se había disuelto; para los criollos las colonias quedaban ahora desligadas políticamente de la Península.

El día 18 el virrey Cisneros dio su proclama. Admitía la gravedad de la situación y pedía serenidad al pueblo. El inoportuno comunicado decidió a los tímidos. Al día siguiente, contándose ya con la necesaria participación de Saavedra, se resolvió actuar. La inquietud había llegado al pueblo. El domingo ocurrieron incidentes y tumultos en pulperías y plazas; grupos nerviosos tomaban partido. Saavedra y Belgrano, por encargo de sus amigos, entrevistaron al alcalde de primer voto, Juan José Lezica, y solicitaron la reunión de un Cabildo Abierto. El 21, es el pueblo acaudillado por Belgrano, French, Beruti. Rodríguez Peña el que llega en busca de noticias hasta las puertas del Cabildo, que está deliberando. Una vez más, Belgrano habla en representación de todos. Resueltas las dificultades artificialmente creadas por los españoles, se realiza el 22 de mayo el Cabildo Abierto. El largo debate y la no menos larga votación ocuparon todo el día y parte de la noche. La sesión debió suspenderse, pero a su término ya estaba decidido, por la mayoría, la deposición del virrey y la entrega del gobierno al Cabildo, mientras se procedía a la instalación de una junta. El 23 se asiste a la última tentativa de los españoles para detener el movimiento revolucionario. A1 día siguiente se reúnen una vez más los criollos en la casa de Rodríguez Peña. Belgrano, que observa la vacilación de algunos y la fatiga de todos, les advierte su inquebrantable propósito de imponerse, aunque tenga que recurrir a la violencia de las armas. Esta decisión los enardece. Nada hará vacilar en adelante a los jóvenes revolucionarios.

El viernes 25 de mayo, desde temprano, los grupos populares ocupan la galería de acceso al Cabildo, resguardándose de la lluvia pertinaz y fría. La gente aumenta. Muchos están en los cuarteles donde los soldados permanecen apercibidos.

El drama del norte (1812-1813)- el Exodo Jujeño

La derrota de Huaqui echó por tierra las esperanzas norteñas de un fácil triunfo por el norte. Los hombres salvados del desastre son recibidos por Pueyrredón en Jujuy y bajan lentamente hasta Salta. En Yatasto los encuentra Belgrano, el nuevo jefe, quien recibe los 800 hombres, reliquia del ejército del Norte, sin armas, desmoralizados, incapaces al parecer de luchar, otra vez, contra los hombres de Goyeneche.

"La deserción es escandalosa – escribe al gobierno – y lo peor es que no bastan los remedios para convencerla, pues ni la muerte misma la evita: esto me hace afirmar más y más en mi concepto de que no se conoce en parte alguna el interés de la patria, y que sólo se ha de sostener por fuerza interior y exteriormente".

La tarea que debe realizar es agotadora: reorganizar los cuadros, disciplinar los soldados, abastecer el ejército, dar ánimos a la población, crear, solo, en un puesto donde la improvisación puede ser falta para todos, un ejército armónico, disciplinado, apto para luchar contra los aguerridos regimientos que comandan los españoles. Se vuelve, entonces, ordenancista al extremo. Su rigor, su inflexibilidad, su intolerancia para cualquier falta del servicio, le enajenan la popularidad entre la mayoría, pero salvan a todos y con ello a la patria. Dentro de las rígidas normas que establece en su ejército, se forman hombres que ilustrarán las armas argentinas: Manuel Dorrego, José María Paz, Gregorio Aráoz de Lamadrid, Cornelio Zelaya, Lorenzo Lugones. Son jóvenes entusiastas en cuyas almas arde la llama inextinguible de un patriotismo exaltado.

Goyeneche permanece, mientras tanto, detenido en el Norte por la insurrección cochabambina. Hasta Jujuy se dirige, entonces, Belgrano y en la vieja ciudad celebra, en 1812, el 25 de mayo. Por segunda vez presenta al pueblo y a los soldados la bandera de su creación, que es bendecida al término del tedéum por el deán de la Iglesia Matriz don Juan Ignacio de Gorriti.

Nuevamente el gobierno lo reprende por su actitud; Belgrano dolorido, responde en una nota: "La bandera la he recogido y la desharé…". Otras preocupaciones se suman: el estado sanitario de las tropas es deficiente, el paludismo hace estragos, los efectivos del ejército no aumentan en la cantidad que las circunstancias requieren, y Goyeneche, libre ya su retaguardia, se dispone a entrar en territorio argentino por la puerta grande de Humahuaca.

En agosto de 1812 se produce la invasión del ejército español, compuesto de 3.000 hombres, a las órdenes del general Pío Tristán, primo de Goyeneche y como él, natural de Arequipa. El 23 de agosto de 1812, dispuesta ya la retirada, lanza Belgrano su famosa proclama a los pueblos del norte: "Desde que puse el pie en vuestro suelo para hacerme cargo de vuestra defensa, os he hablado con verdad… Llegó pues la época en que manifestéis vuestro heroísmo y de que vengáis a reuniros al ejército de mi mando, si como aseguráis queréis ser libres. . . ".

Jujuy responde heroicamente al llamado patriótico. Y como en los viejos éxodos de la historia, todo un pueblo marcha con sus soldados – hijos de su seno – guiados por quien, sabedor de que esa es su hora de gloria, va sereno, hacia el campo de las Carreras, donde el drama ha de resolverse luego de treinta días de incertidumbre y duelo. La gente debía llevarse todo lo que podía ser transportado en carretas, mulas y en caballos. Y así lo hizo. Los pobladores siguieron a Belgrano cargando muebles, enseres y arreando el ganado en tropel. Cuando el ejército español llegó a las inmediaciones, encontró campo raso. Las llamas habían devorado las cosechas y en las calles de la ciudad ardían aquellos objetos que no pudieron ser transportados. Todo era desolación y desierto. El éxodo llegó hasta Tucumán, donde Belgrano decidió hacer pie firme. Pero la vanguardia realista había perseguido y hostigado a los patriotas y finalmente las atacó. El 3 de septiembre de 1812 se libró el Combate de Las Piedras, a orillas del río del mismo nombre. En esta ocasión la victoria fue para los patriotas.

Belgrano ante el Congreso de Tucumán (6 de julio de 1816)

Belgrano arriba a Buenos Aires y se encuentra con que la situación general ha empeorado. La derrota de Rondeau en el norte, el incremento de la guerra civil en el litoral y la debilidad de los gobiernos lo afirman en su convicción de que sólo una monarquía constitucional puede volver a unir a los pueblos separados por banderías e intereses de personas. Gobierna en Buenos Aires un pariente suyo, el coronel Ignacio Álvarez Thomas, quien sustituye a Rondeau. Preocupa a Buenos Aires la actitud de Santa Fe, donde opera, contra los caudillos, el ejército de Juan José Viamonte. Artigas, jefe virtual de las provincias ribereñas del Paraná, instiga a los santafesinos para que se subleven contra el poder central. El movimiento estalla dirigido por Mariano Vera. Las tropas de Viamonte, diezmadas, deben rendirse.

En estos momentos el gobierno designa a Belgrano para que se haga cargo del ejército de observación de mar y tierra, pomposa nominación de unos batallones acampados en el Rosario. Sabe que su gestión está condenada de antemano al fracaso, pero, disciplinadamente, se dirige hacia su nuevo destino. Busca, entonces, la conciliación; pero uno de sus jefes, Díaz Vélez, a quien ha enviado para parlamentar con los insurrectos, se extralimita en sus funciones, abusa de la confianza en él depositada, y firma por su cuenta el pacto de Santo Tomé, por el cual se decide, entre otras cosas, la separación de Belgrano del mando del ejército y se exigía la renuncia del director Álvarez Thomas.

Mas el centro de gravedad de la política nacional se ha desplazado, ahora, a Tucumán, donde un Congreso, elegido entre la indiferencia de los pueblos cansados de luchar seis años, es la única esperanza que resta a la revolución en América.

Llamado por Pueyrredón, quien como San Martín cree que Belgrano es el jefe indicado para el ejército del Norte, el general se dirige a la ciudad tan vinculada a sus recuerdos. El Congreso resuelve oírlo en sesión secreta. El 6 de julio se reunieron los diputados. "Yo hablé – le escribe a Rivadavia -, me exalté, lloré e hice llorar a todos al considerar la situación infeliz del país. Les hablé de monarquía constitucional, con la representación soberana de los Incas…" No todos se sobresaltaron al oír tan peregrina proposición. Cuando se desespera de la salud de la patria se aceptan los remedios más extraños, innecesarios para los organismos fuertes, que hallan en sus reservas, el equilibrio y la armonía indispensables para seguir viviendo.

Nacimiento y estudios

Manuel Belgrano nació en Buenos Aires el 3 de junio de 1770, en la casa paterna- actual Avenida Belgrano 430 a metros del convento de Santo Domingo- y al día siguiente fue bautizado en la Catedral de Buenos Aires.

Él era criollo aunque su padre Doménico era de origen italiano, oriundo de Oneglia, en Liguria, y tenía como primer apellido el de Peri, que luego se castellanizó como Pérez, pero más adelante adopto el apellido Belgrano.

Su madre era María Josefa González Casero, nacida en la ciudad de Buenos Aires, y su familia era procedente de Santiago del Estero. Domingo Belgrano Peri tuvo un éxito como comerciante que le permitió enviar a sus hijos Francisco y Manuel a estudiar a Europa. Deseaba que se instituyeran en el comercio, pero Manuel opto en cambio estudiar Derecho.

Manuel Belgrano estudio primeramente en el real Colegio de San Carlos (antecedente del actual Colegio Nacional de Buenos Aires). Entre los años 1786 y 1793 estudio Derecho en las universidades españolas de Salamanca y Valladolid, donde se graduó con medalla de oro a los 18 años de edad en la Cancillería de Valladolid, dedicando especial atención a la economía política. Por tal motivo, en Salamanca fue el primer presidente de la Academia de Practica Forense y Economía Política.

Belgrano alcanzo un destacable éxito y prestigio por entonces, que le permitió obtener del papa Pio VI una autorización para leer toda clase de literatura prohibida. Dicha concesión se le otorgó "[…] en la forma más amplia para que pudiese leer todo género de libros condenados aunque fuesen heréticos.", con la única excepción de las obras obscenas. De toda manera tuvo acceso a los libros de Montesquieu, Rousseau y Filangieri; así como imbuirse de las tesis de los fisiócratas de Quesnay. También leyó a los escritores españoles de tendencia ilustrada, como Jovellanos y Campomanes.

Influencias en el pensamiento de Manuel Belgrano

En el siglo XVII, el conocimiento que hasta entonces se suponia revelado en los textos sagrados, se comenzo a basar en la experiencia, en mundo real, en los hechos de la naturaleza. Las ideas de Bacon en la Inglaterra del siglo XVII sobre el metodo cientifico, y en Francia las de la Ilustacion con la Enciclopedia de Diderot D"Alembert, y en politica las de Jhon Locke sobre el contrato como el fundamento del pensamiento democratico y de los principios de igualdad y libertad personal, fueron las ideas que asimilo Belgrano y a las que pudo llegar no solo porque circulaban en el viejo continente sino que, ademas, tuvo un permiso especial del Papa para leer obras prohibidas.

Con respecto a las influencias especificas sobre la economia se encuentran los fisiocratas principalmente Quesnay y Dupont de Nemours, Mirabeau y Turgot. Los mismos propusieron un conjunto de reformas al comercio, la agricultura y al regimen fiscal, pero no se implementaron.

La FISIOCRACIA establecia que el comercio es una actividad improductiva ya que solo es un intercambio de riquezas ya existentes. Es por esta razon que se enfocaban en la agricultura y la mineria porque eran las unicas fuentes de riquezas debido a que el producto neto real solo se obtenia de la tierra; mediante ellas el hombre explota la capacidad creadora de la naturaleza.

Pensamiento de Quesnay: "Laissez faire, laissez passer" (dejar hacer, dejar pasar). Creo la "Tableau Economique" y describe un modelo para la economía de las naciones según el cual la sociedad se divide en tres clases: propietarios de la tierra (aristócratas, alto clero), trabajadores estériles (artesanos, mercaderes), y trabajadores productivos (agricultores, ganaderos, pescadores). Este modelo prevé un flujo de mercancías con un esquema basado en la circulación sanguínea. Se trata de un equilibrio económico estacionario, cerrado, en el cual no existe distinción entre factores productivos y bienes producidos. 

Belgrano tambien habia leido dos autores italianos, Galiani y Genovesi. Ambos sostenian dos conceptos que tomaria Belgrano. Uno, que el precio de un producto no esta determinado por el costo sino por la utilidad subjetiva. No es el gobierno quien fija los precios sino la gente que es quien decide lo que quiere y cuanto esta dispuesta a pagar. El otro concepto es el de la moneda y la inflacion. La moneda es simplemente una convencion, y si se provee mas de lo que la gente demanda, aumentaran los precios (teoria cuantitativa del dinero).

Otras figuras que influenciaron a Belgrano fueron:

  • Adam Smith: realizaba una distinción entre las actividades que resultaban útiles y productivas, y las que no lo eran. En su teoría, los empleos productivos eran aquellos que tenían como resultado la producción de objetos tangibles, que permitirían la acumulación y que generaban un "excedente" que se podría re-invertir en el futuro.Esto lleva a que las actividades destinadas a prestar servicios no son consideradas como productivas, al igual que las actividades gubernamentales. No negaba que estas actividades fueran necesarias, pero remarcaba que no contribuían a enriquecer a la sociedad.

  • David Ricardo: muestra que la ganancia industrial se ve determinada por la ganancia agrícola, ya que los insumos de la industria provendrán del excedente de la producción agrícola. Cuanta más producción agrícola haya, mayores serán las posibilidades de obtener ganancia en la actividad industrial ya que los precios de los productos agrícolas serán bajos.

Los escritos de Belgrano tenían un significado superior a las doctrinas de la fisiocracia y de los primeros clásicos de la economía política por sus aportes en relación a lo que el denomino desarrollo económico armónico y autónomo. Armónico, porque debía articular la prosperidad económica de la agricultura con el incipiente desarrollo de la industria, el comercio y las artes. Autónomo en el sentido de la necesidad de romper los lazos económicos con la metrópolis española como intermediadora y receptora de la riqueza; el comercio fue sinónimo de independencia política.

No podemos decir que Belgrano era un mero "fisiócrata" porque reconocia que la agricultura era apenas una de las tres fuentes de riqueza. Tampoco era un "metalista", pues sostenia que los metales eran una riqueza de convención. La verdadera riqueza, la "riqueza real" se encontraba en la producción. A su vez, tampoco era un "mercantilista", si bien buscaba por todos los medios favorecer la situación externa del país favoreciendo las exportaciones y limitando las importaciones, el desarrollo principal lo veía en el mercado interno.

Pensamiento y repercusiones de las ideas de Belgrano en la economía

Manuel Belgrano en su faceta de economista (una de las tantas que lo distinguen) propuso varios proyectos y métodos para hacer un avance en la economia argentina. Estos métodos y proyectos no solamente tuvieron que ver directamente con la actividad económica en si, se trataba de que él quería construir escuelas gratuitas para todas aquellas personas que puedan asistir sin dificultad alguna y puedan instruirse para estar capacitados en la realización de actividades agrícolas principalmente, obviamente que también se enseñarían conceptos básicos en la educación media de los estudiantes concurrentes. Y al final se construyeron varios establecimientos escolares para la promoción de este proyecto.

Él creía que al buen clificado se le debía recompensar de algún modo, o sea, que era un aficionado en dar premios como forma de incentivo al progreso y al fomento. Eso es conocido hoy en día como meritocracia, o sea, una forma de gobierno basada en el mérito. Sin querer, Belgrano impulsó de alguna manera a una nueva forma de gobernar.

Otro ideal suyo era la maximización en la producción de los productos agropecuarios, esto repercutió en que se debieron utilizar mayores tecnologías en dicha actividad sin contar a los agricultores de gran calificación que se encontraban realizando estas tareas, la mayoría de estas personas adquirían estos conocimientos y capacidades de las escuelas que Belgrano había promovido, lo cual hablaba bien de ese proyecto por el buen trabajo realizado por los agricultores. Como la principal idea de Belgrano era promover la agricultura, la Argentina adoptó esta actividad como el principal eslabón en su economia por los próximos años hasta llegar a un período de industrialización.

Luego de la Revolución de Mayo, Belgrano propuso entonces que la exportación de los sobrantes de la mercadería era la ganancia más clara que puede hacer una Nación", instalando la vocación exportadora en el país. También pensaba que las materias primas había que importarlas de países extranjeros para manufacturarlas localmente en vez de importar productos manufacturados. Esto repercutió en que se ahorraba dinero y generaba varios puestos laborales.

Belgrano y el Consulado. 1794 – 1809

Creación del Consulado en Buenos Aires.

El flamante  Bachiller en Leyes, egresado de Salamanca, Doctorado en Valladolid, en 1793, fue llamado desde El Escorial por el Ministro Gardoqui, quien le anunció que había sido nombrado Secretario Perpetuo del Consulado, que funcionaria en buenos Aires  En la Península Ibérica el joven Belgrano se interesó de modo especial en la economía política, leyendo a Vitoria, Quesnay, Adam Smith, Jovellanos y Campomanes, entre otros, y llegando a presidir la Academia de Práctica Forense y Economía Política de Salamanca;

Belgrano llegó a Buenos Aires el 7 de mayo de 1794, dispuesto a cumplir con sus obligaciones, desarrollar  y aplicar sus conocimientos teóricos. El Consulado comenzó a funcionar el mes  de junio de ese año, con jurisdicción mercantil, fomento de la agricultura, industria y comercio. El Secretario debería ""presentar cada año una memoria Consular".

 El Consulado tendría jurisdicción sobre todo el Virreinato del Río de la Plata para cumplir tal fin. El mantuvo correspondencia con todos los responsables de las Provincias del Virreinato del Río de la Plata pidiéndoles que le mandaran información detallada de las características geográficas, de las producciones locales y personas conocidas.

Intentó algunas reformas para subsanar "los abusos del comercio exterior y fomentar el interno reduciendo las exacciones que gravaban el mismo, facilitando la navegación fluvial, insistió en la construcción de nuevos caminos  hacia Catamarca y Córdoba, Tucumán y Santiago del Estero, San Luis y Mendoza, para facilitar las comunicaciones entre Buenos Aires y Chile. Responsabilizó a expertos, organizó viajes de reconocimiento del territorio, levantó planos topográficos, se interesó en los  aborígenes a los cuales busca integrar a través del comercio y evangelizar para su desarrollo como personas. Belgrano se interesó por el mejoramiento económico, los aspectos sociales y morales de la población.

El Consulado, por su iniciativa, se abocó a la construcción del muelle de Buenos Aires; inició el sondeo del Río de la Plata y reconocimiento de la costa.  Buscó el fomento de la agricultura, según sus ideas fisiocráticas. En la primera Memoria de mediados de 1796 realizó un estudio económico profundo. Bajo el título "Medios generales de fomentar la agricultura, animar la industria, proteger el comercio en un país agricultor", sintetizó un vasto Programa Económico de Fomento de la Agricultura, la Ganadería, el comercio libre, el desarrollo y protección de la Industria Nacional. Propició la creación de una Escuela Práctica de Agricultores y otra de Comercio. Creó la Escuela de Náutica, la Academia de Dibujo, Arquitectura,  Perspectiva y otra de Matemáticas

Durante su gestión estuvo casi en permanente conflicto con los vocales del Consulado, todos ellos grandes comerciantes con intereses en el comercio monopólico con Cádiz. Año tras año presentó informes con propuestas influenciadas por el librecambismo que, en general, fueron rechazadas por los vocales. Belgrano sostenía por entonces que "El comerciante debe tener libertad para comprar donde más le acomode, y es natural que lo haga donde se le proporcione el género más barato para poder reportar más utilidad".

De todos modos obtuvo algunos logros importantes, como la fundación de la Escuela de Náutica y la Academia de Geometría y Dibujo. Belgrano, a través del Consulado, también abogó por la creación de la Escuela de Comercio y la de Arquitectura y Perspectiva.

Su motivación para fundar la escuela de comercio radicaba en que consideraba que la formación era necesaria para que los comerciantes obraran en función del crecimiento de la patria. Con las escuelas de Dibujo y Náutica se pretendía fomentar en los jóvenes el ejercicio de una profesión honrosa y lucrativa. Estas últimas funcionaban en un mismo local, contiguo al consulado, de forma que Belgrano pudiese observar e inspeccionar su desenvolvimiento.

Estas escuelas operaron durante tres años, y fueron cerradas en 1803 por orden de la Corona española, en particular del ministro Manuel Godoy, que las consideraba un lujo innecesario para una colonia. Belgrano consideró que el impulso educativo "no podía menos que disgustar a los que fundaban su interés en la ignorancia y el abatimiento de sus naturales".

El cierre de la Escuela de dibujo significó un duro golpe para Belgrano, quien en su Autobiografía dice: "Se decía que todos estos establecimientos eran de lujo y que Buenos Aires no se hallaba en estado de sostenerlos." 

Pero también Belgrano hizo otros aportes en la educación: en esa época no había escuelas para chicas; él quería crearlas porque pensaba que para ser buenas madres las mujeres debían educarse. Según sus palabras, "se deben poner escuelas gratuitas para las niñas, donde se les enseñará la doctrina cristiana, a leer, a escribir, coser, bordar, etc., y principalmente inspirarles amor al trabajo, para separarlas de la ociosidad, tan perjudicial o más en las mujeres que en los hombres". Además, quería que la educación fuera gratuita para todos.

Su iniciativa ayudó a la publicación del primer periódico de Buenos Aires, el Telégrafo Mercantil, dirigido por Francisco Cabello y Mesa, y en el que colaboraban Belgrano y Manuel José de Lavardén. Dejó de aparecer en octubre de 1802, tras tirar unos doscientos números, después de varios problemas con las autoridades coloniales, que veían con malos ojos las tímidas críticas allí deslizadas y el estilo desenfadado de las sátiras y críticas de costumbres.

También colaboró en el Semanario de Agricultura, Comercio e Industria, dirigido por Hipólito Vieytes. Allí explicaba sus ideas económicas: promover la industria para exportar lo superfluo, previa manufacturación; importar materias primas para manufacturarlas; no importar lo que pudiese producir en el país ni mercaderías de lujo; importar solamente mercaderías imprescindibles; reexportar mercaderías extranjeras; y poseer una marina mercante.

Ya por entonces Belgrano se veía afectado por una enfermedad contraída en Europa, que lo obligó a tomar licencias de varios meses en el Consulado, y motivó también que recomendara a la Corte a su primo Juan José Castelli, de principios similares, como posible reemplazante. La oposición de los comerciantes españoles demoró la designación de Castelli hasta 1796.

Transmisión de sus ideales

A través de tres instrumentos diferentes Belgrano transmitió sus ideas económicas; dos traducciones efectuadas en 1794 y 1796, Las Memorias que debía leer anualmente ante los miembros del Real Consulado de Buenos Aires y Diversos artículos que escribió para el Correo de Comercio.

Partes: 1, 2
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