Este intenso comercio con las Indias Occidentales, con América, promovió el desarrollo y consolidación del mercantilismo español, el cual se sustentó en instituciones y prácticas como las siguientes:
· La imposición de un monopolio comercial: mediante el llamado pacto colonial el producto de la exportación de metales preciosos desde las colonias americanas fue la base de la percepción por parte de la monarquía española del llamado quinto real, aplicado igualmente a las diversas mercancías o productos -alimenticios, manufacturados, de lujo – que eran enviados a América. A los efectos de la recaudación de este impuesto España constituyó un monopolio comercial controlado por la Casa de Contratación, creada en 1503 y sita en Sevilla. Esta institución tenía como objetivo fundamental reunir en sus almacenes todas las mercaderías que se exportaban a las Indias y se importaban de las mismas, y a presidir sus compra, venta y transporte. Otra vez de acuerdo con las cifras de Chaunu, sólo el 2% del comercio legal escapó del estricto control monopólico sevillano.
· La protección y defensa de las rutas comerciales: España puso en práctica una política de convoyes armados -flotas de Nueva España y armadas de Tierra Firme – que permitía la protección de los envíos comerciales y el control de la recaudación de los impuestos derivados del comercio con las colonias, aunque la multiciplicidad y complejidad de los procedimientos administrativos alargaban los tiempos de navegación. Las flotas que partían anualmente desde Sevilla tenían destinos diferentes: la primera se dirigía al Sur, a Venezuela, Nueva Granada y Diarén, la segunda tomaba rumbo a las grandes islas, Honduras y Nueva España; a partir de esos centros se establecían dos rutas por el Pacífico: el célebre Galeón de Manila que partía de Acapulco con productos de inconmensurable valor, y el codiciado enlace con el Perú y Chile. Desde 1554, los navíos no regresaban juntos a la metrópoli, ya que los provenientes de Nueva España llegaban más tarde a Cuba.
Este esquema mercantilista español sustentado en prácticas monopólicas y fiscalistas, ha sido ampliamente cuestionado. Las críticas más relevantes se relacionan con los siguientes argumentos:
· La hegemonía política fue alcanzada sin contar con el florecimiento económico, la Hacienda Española practicó como único sistema el de trampa y adelante, siempre empujada por la perentoriedad de lo político y lo militar.
· El deseo de atesorar y valorizar el oro de las Indias se vio prontamente frustrado, debido a que la escasa producción nacional hacía indispensable la importación de bienes desde otras naciones, lo que condujo a tener que utilizar los metales preciosos para pagar el saldo negativo de la balanza comercial y los empréstitos que los reyes obtenían para financiar la hegemonía política y militar. Así, los beneficiarios finales del mercantilismo español fueron los financistas y comerciantes extranjeros. Ya las Cortes de 1588 a 1593 lo habían registrado: "Con poder estar (nuestros reynos) los más ricos en el mundo oro y plata en ellos ha entrado y entra de las Indias están los más pobres porque solo sirven de puente para pasarlos a los otros Reynos nuestros enemigos y de la Santa Fe Católica…"
· En lo referente al comercio monopólico, un sinnúmero de restricciones y un monopolio en demasía celoso, sumados a un creciente contrabando ejercido por extranjeros en Cádiz o en Sevilla, son el resultado final de la historia comercial de España con las Indias. Así la Corona de Castilla vio pasar el comercio con el Nuevo Mundo a manos rivales, su marina reducida a niveles insospechados conducida por tripulaciones y bajeles suministrados por comerciantes extranjeros, quienes desviaban la riqueza española en su propio origen.
· Las repercusiones de la política mercantil fueron desastrosas para los burgueses nacionales, quienes perdieron la influencia que habían tenido; la nobleza sobre la que se apoyaba el absolutismo, empleó las disponibilidades financieras que se le atribuían en la compra de fincas, promoviendo así la creación de inmensos e ineficientes latifundios, trabajados por un campesinado que vivía míseramente.
· Entre 1500 y 1650 se triplica la cantidad de metales preciosos. Las entradas de oro y plata superaron la producción de bienes y servicios y, ante el temor a la escasez o aumento de los precios, se efectuaron compras inmediatas de oro y plata: De esta forma, se aceleró la circulación del dinero y los precios subieron, mientras que los salarios se incrementaron a un ritmo menor que los precios. La inflación en España fue también un producto de su política mercantilista. Ya en 1608, Pedro de Valencia lo advertía: "El daño vino del haber mucha plata y mucho dinero, que es y ha sido siempre…el veneno que destruye las Repúblicas y las ciudades. Piénsase que el dinero las mantiene y no es así: las heredades son labradas y los ganados y pesquería son las que dan mantenimiento."
· Al no existir empleo bien remunerado en la agricultura, y muy poco o ninguno en la industria o el comercio, la población española terminó empleándose en la Administración Pública o en órdenes religiosas. A fines del siglo XXVIII, los empleados estatales eran la quinta parte del censo y un 30% de los españoles formaban parte del clero o de órdenes religiosas, o vivían a expensas de la Iglesia Católica.
En fin, la situación planteada por el capitalismo de Estado y el mercantilismo en España puede verse muy bien resumida en estos versos de Francisco de Quevedo y Villegas:
"Nace en las Indias honrado
Donde el mundo le acompaña;
Viene a morir en España
Y es en Génova enterrado.
Pues quien le trae al lado
Es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso caballero
Es Don Dinero."
IV. El mestizaje americano
"Hobo, y yo vi, un lugar o villa que se llamó de la Vera – Paz,
de setenta vecinos españoles, los más de ellos hidalgos,
casados con mujeres indias de aquella tierra, que no se
podían desear persona que más hermosa fuese; y este don de
Dios, como dije, muy común y general en todas las de esta isla."
Referencia a Xaraguá en el interior de la isla de Santo Domingo.
Fray Bartolomé de Las Casas
Arturo Uslar Pietri afirma que "lo verdaderamente importante y significativo fue el encuentro de hombres de distintas culturas en el sorprendente escenario de la América. Este y no otro es el hecho definidor del Nuevo Mundo." Esta insistencia del escritor no implica, sin embargo, el desconocimiento u omisión del hecho sanguíneo, es decir, el mestizaje entre seres humanos provenientes de etnias diferentes: la indígena con marcados rasgos de tipo mongoloide, que era la originaría de las tierras encontradas; la caucásica que vino de Europa y la negroide que – forzada – provino del África.
De estos encuentros interraciales surge, en su momento, el término mestizo para nominar a los primeros vástagos provenientes del cruce entre blancos y aborígenes. Según la opinión de Garcilaso, el Inca: "A los hijos de español y de india, o de indio y española, nos llaman mestizos, por decir que somos mezclados de ambas naciones; fue impuesto por los primeros españoles que tuvieron hijos en indias, y por ser nombres impuestos por nuestros padres y por su significación, me llamo yo a boca llena y me honro con él."
El término mestizo es acogido, en su acepción actual, por el primer Diccionario de la Academia Española de la Lengua publicado en 1734, conocido como Diccionario de Autoridades. En efecto, en el mismo se lee: "Adj. que se aplica al animal de padre y madre de diferentes castas. Viene del latín Mixtus." Sin embargo, en criterio de Juan Bautista Olaechea, la etimología de mestizo debe buscarse más bien en el término latino tardío Mixticius. El historiador español sustenta que el término ya aparecía en los textos de San Jerónimo y de San Isidoro, y que, en francés, el vocablo métis tiene la misma connotación que en castellano.
El mestizaje como hecho extendido e incontrolable en la América Española, llevó al mismo rey Fernando El Católico a promulgar, el 14 de Enero de 1514, la siguiente disposición: "Es nuestra voluntad que los indios e indias tengan, como deben, entera libertad para casarse con quien quisieren, así con indios como con naturales destos reinos o con españoles nacidos en las Indias, y que en esto no se les ponga impedimento. Y mandamos que ninguna orden nuestra que se hubiese dado o nos fuere dada para impedir ni impida el matrimonio entre los indios e indias con españoles o españolas, y que todos tengan entera libertad de casarse con quien quisieren, y nuestra Audiencias procuren que así se guarde y cumpla."
De esta extendida mezcla étnica emerge, desde los mismos albores de la América Hispana, una sociedad multirracial, una miscegenación que dependiendo de las circunstancias de espacio y tiempo de la conquista y la colonización, estuvo determinada por factores de diversa naturaleza y envergadura: densidad demográfica de la población indígena, estructura social aborigen, sistemas de explotación colonial más o menos desarrollados, entre otros.
Este mestizaje étnico tuvo como elementos conformadores las razas o etnias ya comentadas: la blanca, la india y la negra.
1. Los blancos
Recordemos que la discusión sobre la denominada raza blanca, sobre el llamado hombre blanco es, al decir de Luís Moreno Gómez, "tan genérica como la que se produce alrededor de cualquier otro color para denominar a los seres humanos." En efecto, esta denominación, hace ya un tiempo dejada de lado por antropólogos y etnólogos continúa, sin embargo, siendo insensatamente utilizada por aquellos que buscan establecer una diferenciación entre seres humanos de origen caucásico y de origen negro – africano.
En el caso de la Conquista y Colonización de América, la raza blanca estuvo representada, en primer término, por españoles – originarios fundamentalmente de Al – Andalus y de Extremadura – que salieron durante los primeros años de la Empresa de Indias por los puertos de Cádiz y Sevilla, en búsqueda de una nueva ruta para dirigirse a las Indias, y se toparon súbitamente con este nuevo, desconocido y desconcertante continente, ampliando así la visión del ecumene que para chinos, árabes y europeos estaba representada exclusivamente por el viejo mundo, al que ahora habría que incorporar este Nuevo Mundo inédito, ignoto y sin nomenclatura, producto del encuentro fortuito entre dos razas, dos civilizaciones, la blanca y la indígena, a la que más tarde se añadiría la africana.
A la saga de conquista y colonización española se sumó la portuguesa y, más tarde, con el propósito de ampliar los respectivos imperios, se incorporarían ingleses y holandeses a esa aventura inconmensurable que significó la conquista de América, el real deslumbramiento (léase descubrimiento) ante un verdadero Nuevo Mundo rico en sorpresas que alimentaron, por igual, la realidad y la fantasía.
En este sentido, es inevitable concluir que la historia blanca de América comienza con la propia llegada de Cristóbal Colón al Nuevo Mundo; si bien es cierto, de acuerdo con las evidencias históricas registradas en las sagas vikingas y las arqueológicas más recientes, que hacia la parte norte del continente llegaron viajeros provenientes de la actual Escandinavia, éstos no llegaron, sin embargo, a asentarse de manera definitiva con el fin de extender o crear una nueva civilización.
En el caso de Venezuela, podemos afirmar entonces que nuestra historia blanca comienza en 1494, cuando en su tercer viaje a las Indias Occidentales, Colón se encuentra con la Tierra de Gracia.
2. Los indios
A los blancos inevitablemente se unieron, en ese indetenible proceso de entrevero racial, los habitantes originales de América, los indígenas amerindios, quienes, en pasadas épocas, llegaron al continente americano provenientes del Asia y de las Islas del Pacífico, tal como lo evidencian las investigaciones históricas, y en especial las genéticas, como la desarrollada por el Dr. Tulio Arends, quien denominó Diego a un factor sanguíneo encontrado tanto en la sangre de los indios venezolanos como en otros contingentes humanos de diversos países asiáticos.
Los aborígenes del Nuevo Mundo pertenecían a muy variadas y diversas etnias que, en algunos casos, como ocurrió básicamente con los incas y los aztecas, eran dueños de verdaderos imperios, de imponentes civilizaciones, que podían competir en pie de igualdad, en términos de organización social y política, de construcciones e infraestructura, de protocolos y riquezas, de gastronomía, con las de los europeos que contaban, empero, con una mejor preparación para la guerra, y con mejores instrumentos para el combate y la exterminación de sus semejantes.
En efecto, como lo asevera la antropóloga Erika Wagner "la extraordinaria diversidad de las culturas americanas es algo ignorado por la mayoría de la población contemporánea de América y del resto del mundo. Los nuevos pobladores que llegaron de Europa a finales del Siglo XV se encontraron con una pluralidad de organizaciones sociales, económicas y políticas, que oscilaban entre bandas de cazadores y recolectores, cazadores de enormes mamíferos, tribus costeras que subsistían de la pesca y de mamíferos marinos, sociedades tribales igualitarias, cacicazgos sofisticados, reinos e imperios. Muchas sociedades aborígenes americanas (sobre todo aquellas de la América tropical) se basaban en las nociones de comunidad, ayuda mutua y reciprocidad, y en fuertes lazos de parentesco. Eran sociedades con creencias religiosas complejas, con visiones del mundo simbólico, radicalmente distintas a las de los europeos. Y, en este sentido, estaban mal preparados para resistir el embate de una civilización altamente individualista y con una tecnología bélica superior." (Wagner, 1991: 7).
Recordemos entonces que a lo largo de la conquista de América, los españoles se encontraron con tres grandes áreas o civilizaciones de distinto nivel de desarrollo desde el punto de vista artístico, cultural, organizativo, urbano y científico, a saber: Área mesoamericana: comprendía gran parte del actual México, Guatemala, Honduras y parte de Nicaragua. En todas estas regiones existieron rasgos comunes y manifestaciones culturales parecidas. Entre ellos se encuentran: las pirámides escalonadas; los patios recubiertos de estuco; los juegos de pelota; el sistema numérico vigésimal y los meses de veinte días; el doble calendario solar y litúrgico (el tonalpuhalli): los ciclos de 52 años; el cultivo del cacao en casi toda el área y también del maguey con el que fabricaban papel, y una escritura jeroglífica. Área circuncaribe: su centro de actividad estaba situado en las tierras del Caribe, las Antillas, los países meridionales de Mezo América y costas del Caribe de Colombia y Venezuela. Los principales elementos culturales de esta área eran: el trabajo del oro y la tumbaga; el cultivo de la mandioca; una común ausencia de construcciones de piedra y el trabajo artesanal de la madera. Eran altamente guerreros y de carácter nómada. Área andina: se extendió a lo largo de la Cordillera de los Andes, desde Colombia hasta el Norte de Chile y Argentina. En toda la región se practicó el culto a los muertos y la conservación de cadáveres en envoltorios y las tumbas en pozos; trabajan el cobre y el bronce; su sistema numérico se asentaba en un conjunto de nudos, el quipo, dispuesto de acuerdo con reglas precisas. Cultivaban la coca, la papa, el maíz.
En Venezuela, como acertadamente lo recuerda Moreno Gómez: "(…) contrariamente a lo que sucedió en Perú y en México, no hubo un imperio incaico ni azteca (…) Lo cierto es que el indio venezolano está allí desde el Génesis y toma sus diferentes nombres según sus tribus u organizaciones primitivas, organizaciones ad hoc para su entorno, sus necesidades, sus aspiraciones y su comprensión del mundo y del universo al cual pertenecen. Hablan su propio idioma, que no es siempre el mismo entre todos los grupos según las regiones donde están establecidos. Tienen sus nombres propios, los cuales resultaron ser castellanizados…" (Moreno Gómez, 1987; 202).
3. Los negros
En lo concerniente al aporte sanguíneo africano al mestizaje americano, es conveniente recordar que en los tiempos de la colonización "al indígena americano casi se le exterminó porque "su pereza, su resistencia soberbia y su pensamiento profano" no producían beneficios importantes para Europa: como consecuencia de ello se recurrió al negro africano para explotar al máximo su fortaleza animal y su escaso valor cívico" (Guerra Cedeño, 1984: 9).
Por estas razones, vino a dar a América un importante contingente de negros que, en calidad de esclavos, llegaron al Nuevo Mundo para contribuir también, con su sangre primero y con su concepción del mundo después, a conformar el mestizaje americano. En este sentido, es conveniente recordar que las dos grandes procedencias del negro que llegó a América en condición de esclavo, se ubican en las regiones Sudán, al noroeste de África, y Bantú, al suroeste del mismo continente, de donde vendrían, respectivamente, los genéricamente denominados mandinga y angola.
España entra en el comercio esclavista en los tiempos de la conquista y colonización del Nuevo Mundo con el deseo de aumentar sus ingresos, participando en las ganancias que deparaba la trata de negros iniciada por los navegantes portugueses, quienes trajeron, primero a Lisboa, la metrópolis, y luego a América, esclavos provenientes de las famosas Costas de Guinea, Costa de Marfil, de Malagueta, de Oro, de los esclavos, y de una que fue menos conocida: la Costa de las Buenas Gentes, cuyos habitantes "parecen haber sido los únicos que se negaron a practicar el tráfico de esclavos."(Guerra Cedeño, 1984:10).
En 1505, el Rey Fernando envió un pequeño número de esclavos negros a trabajar en las Minas de la Española, quienes respondieron muy bien a las exigencias de las fatigosas tareas, propiciando que, en 1510, se le encomendara a la Casa de Contratación de Sevilla el traslado de 200 nuevos negros con el objetivo de aliviarle el trabajo a los indígenas e incrementar las ganancias de la actividad minera para beneficio de la Corona Española. Después de esa fecha, sea a través de la figura de las Reales Cédulas Especiales o del Asiento de Negros, los españoles trajeron innumerables esclavos provenientes del África que se constituyeron en verdaderas Piezas de Indias.
Para que un negro del África fuese considerado Pieza de Indias y pudiese venir a América en calidad de esclavo, según el Archivo de Indias requería tener: "siete cuartas de alto, así fuesen ciegos, tuertos o tuviesen otros defectos que aminoren el valor de dichas piezas. Los negros o negras, o muchachos que no llegasen a la altura de siete cuartas, se han de medir, y reducirlo a ellas, para que esa medida se compute como Pieza de indias; de modo, que tantas piezas de indias harán cuantas siete cuartas montar en su altura". Estas Piezas de Indias, provenientes especialmente del África Occidental, se mezclaron con el propio colonizador y con los indígenas para convertirse en uno de los componentes sanguíneos de esa trilogía que dio origen al mestizaje americano.
De conformidad con estos criterios fenotípicos pasaron al Nuevo Mundo más de once millones de esclavos provenientes de diversos confines del África Negra que, en la opinión de los viejos cronistas, viajeros, negreros y religiosos, tenían las siguientes características en atención a su proveniencia étnica:
«Los Congos propiamente dichos, son negros magníficos, robustos, duros a la fatiga y, sin contradicción, son los mejores de nuestras colonias.
Los Ashanti no son propensos al trabajo de la tierra, pero son excelentes para el trabajo doméstico, fieles a sus amos.
Los Arara (Ewe), fuertes, acostumbrados al trabajo y a las grandes fatigas. Aceptaban de buena gana la esclavitud, pues habían nacido en ella.
Los Ibos, propensos al suicidio al menor castigo.
Los Lucumies (yoruba), son un pueblo orgulloso y guerrero, al principio de su esclavitud son difíciles de manejar, pero después ceden a ella.
Los Carabelies (Efis) son perezosos y descuidados.
Los Angolas, dóciles y alegres, capaces de aprender oficios mecánicos.» (García, 1990: 48)
De acuerdo con la investigación realizada por el citado García, "en Venezuela la introducción de esclavos negros mediante licencias, asientos y otras formas legales comenzó alrededor de 1530. En 1543 se menciona la introducción por el Cabo de la Vela y desde 1561 hasta 1565 por las costas de Borburata. En la Guaira desembarcaron esclavos a partir de 1580 y desde allí fueron distribuidos a diversas regiones del país principalmente a la provincia de Caracas, donde se concentró gran parte de la población negra llegada a Venezuela. Igualmente, hubo una alta entrada y concentración de esclavos negros en las ciudades de San Felipe, Coro y las Costas Orientales. En la provincia de Caracas, una numerosa población de negros esclavos fue instalada en la región de Barlovento para explotar el cultivo de cacao." (García, 1990:44).
Esa inconmensurable e indetenible mezcla de indios, blancos y negros dio origen a veintidós castas diferentes, embriones de nuevas e infinitas mixturas, de acuerdo con uno de los cronistas del Nuevo Mundo:
De español e india, mestizo.
De mestizo y español, castizo.
De castiza y español, español.
De española y negro, mulato.
De español y mulato, morisco.
De español y morisca, albino.
De español y albino, torna atrás.
De indio y torna atrás, lobo.
De lobo e india, zambayo.
De zambayo e india, cambujo.
De cambujo y mulata, albarazado.
De albarazado y mulata, barcino.
De barcino y mulata, coyote.
De coyote e india, chamizo.
De chamizo y mestiza, coyote mestizo.
De coyote y mestizo, allí te estás.
De lobo y china, jíbaro.
De cambujo e india, zambayo.
De zambayo y loba, calpamulato.
De calpamulato y cambuja, tente en el aire.
De tente en el aire y mulata, no te entiendo.
De no te entiendo e india, torna atrás.
En referencia a las voces o denominaciones de esta prolija y particular diferenciación étnica que se derivó del entrevero racial en la América Española, Juan Bautista Olaechea señala algunas características que merecen ser tomadas en consideración, y que a continuación citamos:
· Son voces derivadas y adaptadas en sentido traslaticio de raíces hispanas y en algunos casos de raíces indígenas, a veces de procedencia del reino animal.
· Son denominaciones surgidas de un origen popular, no científico. Nadie pensó en raíces griegas o latinas para expresar las diferentes categorías de mezclas y precisamente por ello se advierte la falta de coincidencia morfológica confusionismo semántico.
· La tercera característica es la copiosidad. Las posibilidades de mezcla conjugando las tres razas, india, europea y africana, son realmente amplias, y aún sin agotar del todo dichas posibilidades, se llegó a una minuciosidad analítica sorprendente. (Olaechea, 1992: 260).
Para continuar abundando en voces y diferenciaciones, José Gumilla, por su parte, identifica, en su momento, las cuatro generaciones principales de mestizos: "de europeo e india sale mestiza (dos cuartos de cada parte), de europeo y mestiza sale cuarterona (cuarta parte de india), de cuarterona y europeo sale ochavona (octava parte de india) y de europeo y ochavona sale puchuela (enteramente blanca)…si la mestiza se casa con mestizo, la prole se llama vulgarmente "tente en el aire", porque no es ni más ni menos que sus padres, y si la mestiza se casa con indio la prole se llama "salto atrás" porque en lugar de adelantar algo, se atrasa o vuelve atrás. "(Cfr. Diccionario de Historia de Venezuela, Tomo III: 152).
Igualmente, el historiador sueco Magnus Morner da cuenta del mestizaje sanguíneo americano, traduciéndolo en castas y diferenciando: españoles, criollos, mestizos legitimados, indios, mestizos no legitimados, mulatos, negros liberados, negros esclavos, y un sinnúmero de grupos étnicos abigarrados, difíciles de ubicar en una jerarquía social que en la etapa colonial se rigidizó, contrariando la natural inclinación al encuentro y al entrevero racial que la conquista española desde sus inicios, había generado.
Para 1567, es tan significativo el mestizaje, la indetenible miscegenación, en estas tierras de menos de un siglo de descubiertas, que el Licenciado Castro, desde Las Indias, le dirige una Carta al Rey, en la que expresa el temor que le invade por este hecho racial que desbordó voluntades, prejuicios y preceptos: "Hay tantos mestizos en estos reinos, y nacen cada hora, que es menester que Vuestra Majestad mande enviar cédula que ningún mestizo ni mulato pueda traer arma alguna ni tener arcabuz en su poder, so pena de muerte, porque ésta es una gente que andando el tiempo ha de ser muy peligrosa y muy perniciosa en esta tierra…"
En el caso particular de nuestro país, en el ya citado Diccionario de Historia de Venezuela, en su Tomo 3, p.152, se constata que: "la rapidez y amplitud en la formación de la población mestiza se explican, por un lado, porque entre los españoles no existían trabas étnicas para cohabitar con personas de cualquier grupo racial y por otro, porque la conquista fue una empresa masculina en la que escasearon, por consiguiente, las mujeres blancas. El amancebamiento entre españoles e indias tuvo que ser frecuente, y de él surgieron los más importantes núcleos de mestizos venezolanos durante los siglos XVI y XVII. Este hecho comunicó a esa población la situación incómoda de un origen ilegítimo…"
Conviene recordar que nuestro mestizo por antonomasia, nuestro Garcilaso, el Inca, fue el conquistador Francisco Fajardo, hijo del español del mismo nombre y de Isabel, cacica guaiquerí. Este mestizo hispanizado, producto del cruce de español con india, quien, además del idioma español dominaba varias lenguas amerindias, fue, a mediados del siglo XVI, uno de los protagonistas y artífices de la conquista de la zona norcentral de Venezuela.
Para la época de la independencia de España, de acuerdo con datos suministrados por Eduardo Arcila Farias, en la Provincia de Caracas el 37.8 % de la población estaba constituida por pardos, término genérico utilizado para denominar el producto racial de la mezcla de negro con blanco, mientras que los blancos, incluyendo como blancos a los mestizos hispanizados, alcanzaban sólo un cuarto de la población, el 25.6 %, el resto eran negros e indios.
La invención de la Utopía
"Pero Colón, más que oro, le ofreció a Europa una
visión de la Edad de Oro restaurada: éstas eran las
tierras de La Utopía ; el tiempo feliz del hombre
natural. Colón había descubierto el paraíso terrenal y
el buen salvaje que lo habitaba."
Carlos Fuentes
La asociación del Nuevo Mundo y sus gentes con el mito de la Edad de Oro tuvo inconmensurables consecuencias como lo señalamos precedentemente, pero la más importante fue su contribución a la invención de la Utopía.
En efecto, un buen número de pensadores está convencido de que esta visión paradisíaca, igualitaria, comunitaria, de inmensa bondad que los europeos – en especial los ingleses y los franceses, luego de las narraciones iniciales de los conquistadores españoles y cronistas de Indias – tuvieron de los parajes y pobladores de América, de sus costumbres societales y de su modus vivendi, de una Edad de Oro vista y confirmada, influyó de manera decisiva en la creación de la Utopía.
Carlos Fuentes es de la opinión que: "Para la Europa renacentista debía haber un lugar feliz, una Edad de Oro restaurada donde el hombre viviese de acuerdo con las leyes de la naturaleza. En sus cartas a la reina Isabel, Colón descubrió un paraíso terrenal. Pero, al fin y al cabo, el almirante creyó que simplemente había reencontrado el mundo antiguo de Catay y Cipango, los imperios de China y de Japón. Amérigo Vespucio, el explorador florentino, fue el primer europeo en decir que nuestro continente, en realidad, era un nuevo mundo. Merecemos su nombre. Es él quien le dio una firme raíz a la idea de América como Utopía. Para Vespucio, Utopía no es el lugar que no existe. Utopía es una sociedad, y sus habitantes viven en comunidad y desprecian el oro. Los pueblos viven de acuerdo con su naturaleza", escribe en su Mundus Novus de 1503. "No poseen propiedad; en cambio, todas las cosas se gozan en comunidad." Y si no tienen propiedad no necesitan gobierno. "Viven sin rey y sin ninguna forma de autoridad y cada uno es su propio amo, concluyó Amerigo, confirmando la perfecta Utopía anarquista del Nuevo Mundo para su audiencia renacentista europea." (Fuentes, 1997: 173 y 174).
Ramírez Ribes, por su parte, precisa que: "Desde el momento mismo del descubrimiento y de conquista los procesos de transculturación trasmutan la mirada y modifican el discurso hasta el punto de proyectar mitos, como la Arcadia, en el anhelo de construcción de proyectos ideales y constatar, en lo que se ve, lo que se cree que se debería encontrar. A partir de esas proyecciones se inicia el largo camino de la utopía." (Ramírez Ribes, 2005:26).
Uslar Pietri es otro de los escritores que analiza prolijamente la relación entre la vida de los pobladores del Nuevo Mundo y el surgimiento de la Utopía: "es la primera vez que aparece la idea de la felicidad asociada a la sociedad humana. ¿No pensaban los europeos que el fin del hombre en la tierra era la felicidad? La Iglesia les había enseñado, desde muchos siglos, que esto era el valle de lágrimas. Por lo tanto, aquí no había que esperar felicidad alguna; la felicidad estaba en el otro mundo. Pero esa visión de que había felicidad aquí en la tierra, esa visión de la Carta de Colón no cae en oídos sordos. Esa carta de Colón la recoge Tomás Moro y fabrica la Utopía." (Uslar Pietri, 1996: 270)
El libro De la mejor condición de una República y de la nueva isla de Utopía, verdadero librillo de oro, tan provechoso como entretenido, que después vendría a conocerse simple y llanamente como Utopía, fue escrito por Tomás Moro, abogado, Canciller de Inglaterra, mártir y santo de la Iglesia Católica, en 1516, en latín y fue impreso en Lovaina. Utopía, es decir, no hay tal lugar, era una isla gobernada por una república honesta, sin vicios, respetuosa de los derechos de los habitantes y muy próspera. Moro juega con los nombres de los sitios y los personajes de su isla, y los denomina con términos que significan todo lo contrario, verdadero mundo bizarro. Así si Utopía es no hay tal lugar, su capital es Amauroto, ciudad entre nieblas, ubicada a orillas del río Anidro, río sin agua, cauce seco, gobernada por Ademo, príncipe sin pueblo. Las maravillas de esta república utópica son prolijamente narradas por un incansable viajero portugués de nombre Rafael Hitlodeo, un experto maestro en tonterías, según la traducción de su apellido latino, un insigne profesor de necedades que sostenía haber acompañado a Américo Vespucci en tres de sus viajes al Nuevo Mundo, en el último de ellos decidió quedarse junto con otros veintitrés compañeros en un remoto y desconocido lugar.
De acuerdo con Uslar Pietri: "Tomás Moro recoge con embriaguez intelectual tamaña novedad. Escribe, acaso, el libro más influyente en el pensamiento y en el desarrollo social del Viejo Mundo. Inventa para ello una palabra que es la clave del pensamiento europeo posterior y cuyos efectos llegan poderosos y visibles hasta nuestros días." En efecto, después de las agudas críticas a la necedad por Erasmo de Rótterdam y antes de las burlas a un orden social corrompido y despilfarrador por parte de Rabelais, el libro de Tomás Moro constituye uno de los mayores aportes a la historia de la reflexión sociológica contemporánea. Sin lugar a dudas, la Utopía ha tenido inmensa aceptación entre los humanistas de la Ilustración como entre los socialistas utópicos del siglo XIX, entre los pensadores políticos modernos como entre los más actuales escritores de ciencia ficción.
De esta manera, la Utopía de Moro condicionó de manera significativa a todo el pensamiento progresista y revolucionario; influenció a Montaigne, a Bacon, a Campanella, encontró expresión en la célebre obra de J. J. Rousseau, El Contrato Social. Carlos Marx y Federico Engels abundaron también en sus conceptos, al denominar a los pensadores que les precedieron en sus tesis sobre el Estado socialista como socialistas utópicos. Isaac Pardo recuerda que:"las críticas de carácter general y forzosamente breves contenidas en la Tercera Parte del Manifiesto Comunista, y las más amplias expuestas en diversos textos, especialmente, en Socialismo utópico y Socialismo científico, de Engels, hacen referencia a las teorías de Saint – Simon y de Fourier, en Francia, y a las de Owen, en Inglaterra…" (Pardo, 1990:769).
Tampoco puede desdeñarse su influencia sobre las concepciones de Bakunin y de Lenin, y sobre todo el pensamiento revolucionario de finales del siglo XIX y comienzos del XX, así como sobre los escritores utópicos contemporáneos ( H. G. Wells, A. Huxley, A. Golding), quienes realizan críticas agudas a la utopía, enfatizando su carácter negativo , generador de autoritarismos, creando antiutopías o distopías, En fin, otra vez con Uslar, la noticia según la cual la Edad de Oro existió en América, con su innegable influencia en el surgimiento del pensamiento utópico: "…fue, acaso, más importante que la del mero descubrimiento de un nuevo continente…"
A. Objetivos y características del pensamiento utópico
El pensamiento utópico presenta objetivos, rasgos, elementos e incluso, para algunos, símbolos propios y específicos.
En lo concerniente a algunos de sus objetivos y características, es posible distinguir los siguientes, de acuerdo con diferentes enfoques y perspectivas:
· Persigue una toma de conciencia de la divergencia que separa los dos sentidos de la palabra Progreso: a la vez camino que lleva hacia la ciudad justa y desarrollo del hombre por medio de las técnicas de la materia.
· Propicia la certidumbre del reinado del hombre.
· Acepta y defiende la igualdad de los seres humanos.
· Promueve un mejor futuro para la sociedad.
· Describe usualmente una ciudad, una isla, una república caracterizada por su perfección y absoluta justicia.
· Crítica en forma de sátira o ridiculización al antiguo orden social.
En lo concerniente a los temas propios de la utopía, independientemente de los autores, podemos identificar los siguientes:
· El acceso a la utopía es un viaje o un sueño.
· La geografía de la utopía implica aislamiento, situaciones ambiguas o imprecisas.
· La topografía de la utopía es siempre amurallada, subrayando el aislamiento, la insularidad.
· La búsqueda permanente de la pureza, la honestidad, la transparencia.
· El tiempo de la utopía es el pasado, la nostalgia de perdidas glorias.
En cuanto a los símbolos del pensamiento utópico, los investigadores y estudiosos del tema han identificado los siguientes:
· El trabajo humano como factor de transformación de la sociedad.
· La preeminencia de una visión agrarista, la valorización del trabajo rural, del campesino.
· El ahorro, expresado en la necesidad de contar con graneros, despensas colectivas, silos o almacenes.
· El comunismo o comunitarismo en relación con la propiedad de los bienes o de los factores o medios de producción, en especial la tierra.
· El énfasis en la desigualdad entre los hombres.
· La emergencia de una doctrina o ciencia oficial que se transforma en verdad absoluta, preconizada y defendida por príncipes y sabios.
· La vestimenta de los correligionarios utópicos es similar, expresa identidad y diferencia a la vez.
B. Clasificaciones de la utopía
La utopía ha sido clasificada atendiendo a diferentes criterios fenotípicos. En función de los mismos podemos diferenciar los siguientes tipos de utopía.
· Desde el punto de vista cronológico, podemos distinguir: las utopías de la antigüedad, las de la Edad Media, hasta las más contemporáneas.
· Desde el punto de vista de su complejidad o simplicidad temática, tenemos las utopías imaginarias que sólo han existido en las leyendas, o en la literatura oral o escrita (La Edad de Oro, La República) y aquellas otras que efectivamente se han concretado en la realidad histórica (Esparta, los movimientos milenaristas).
· Desde el punto de vista de su factibilidad, encontramos utopías verdaderamente imposibles frente a otras realizables, independientemente, en el caso de estas últimas de su posterior éxito o fracaso. Entre las imposibles destacan aquellas que son contrarias a las leyes naturales como que el hombre vuele por sí sólo, mientras que dentro de las posibles, volviendo al ejemplo del vuelo, tenemos la de que el hombre vuele en un artefacto, independientemente de los tantos intentos fallidos que recoge la historia de la aviación.
· Desde el punto de vista histórico, constatamos la existencia de utopías regresivas, nutridas por la nostalgia, caracterizadas por un ensalzamiento del pasado para añorarlo o revivirlo dentro de la ilusión de volver, de retornar a las bondades de la naturaleza, así como utopías progresivas que, por el contrario, buscan construir un orden nuevo, una sociedad diferente impulsada por un espíritu renovador.
Con Carlos Fuentes pudiésemos concluir que" el redescubrimiento de los valores culturales pueda darnos quizás, con esfuerzo y un poco de suerte, la visón necesaria de las coincidencias entre la cultura, la economía y la política. Acaso esta es nuestra misión en el siglo que viene". Es decir, este que ya estamos viviendo, el XXI.
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Autor:
Enrique Viloria Vera
Caracas, 2007
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