El trastorno bipolar , también conocido como trastorno afectivo bipolar (TAB) y antiguamente como psicosis maníaco-depresiva (PMD), es el diagnóstico psiquiátrico que describe un trastorno del estado de ánimo caracterizado por la presencia de uno o más episodios con niveles anormalmente elevados de energía,cognición y del estado de ánimo. Clínicamente se refleja en estados de manía o, en casos más leves, hipomanía junto con episodios concomitantes o alternantes dedepresión, de tal manera que el afectado suele oscilar entre la alegría y la tristeza de una manera mucho más marcada que las personas que no padecen esta patología.
Por lo general tiene expresión por un desequilibrio electroquímico en los neurotransmisores cerebrales. Adicionalmente, debido a las características del trastorno bipolar, los individuos tienen más riesgo de mortalidad por accidentes y por causas naturales como las enfermedades cardiovasculares. A pesar de ser considerado un trastorno crónico y con una alta morbilidad y mortalidad, una atención integral que aborde todos los aspectos implicados: biológicos, psicológicos y sociales, puede conseguir la remisión total de las crisis, de ahí la gran importancia de que el diagnóstico del afectado sea correcto.
El elemento básico para el tratamiento del trastorno bipolar es la toma de conciencia del problema, su conocimiento por parte del afectado y sus allegados mediante una psicoeducación adecuada que les permita hacer frente a las crisis sin temores infundados y con las herramientas más válidas; así como prevenir las recaídas. La terapia farmacológica personalizada, especialmente durante las fases de desequilibrio, es otra de las claves. Benzodiazepinas, antipsicóticos y estabilizadores del ánimo son los fármacos más utilizados.
Los patrones de cambios del estado de ánimo pueden ser cíclicos, comenzando a menudo con una manía que termina en una depresión profunda. En ocasiones pueden predominar los episodios maníacos o los depresivos. Algunos de estos trastornos se denominan 'de ciclado rápido' porque el estado de ánimo puede cambiar varias veces en un período muy breve de tiempo. Otras veces se presenta el llamado "estado mixto", en el que los pensamientos depresivos pueden aparecer en un episodio de manía o viceversa. Cuando el trastorno afectivo bipolar se presenta en niños menores de 5 años, generalmente aparece en su forma mixta.
Síntomas
La fase maníaca puede durar de días a meses y puede abarcar los siguientes síntomas:
Distraerse fácilmente
Poca necesidad de sueño
Deficiente capacidad de discernimiento
Control deficiente del temperamento
Comportamientos imprudentes y falta de autocontrol:
excesos de comida, bebida y/o consumo de drogas
deficiente capacidad de discernimiento
sexo con muchas parejas (promiscuidad)
hacer gastos exagerados
Estado de ánimo muy elevado
exceso de actividad (hiperactividad)
incremento de la energía
pensamientos apresurados
hablar mucho
autoestima muy elevada (creencias falsas acerca de sí mismo o de las habilidades)
Compromiso exagerado en actividades
Muy alterado (agitado o irritado)
Estos síntomas de manía ocurren con el trastorno bipolar I. En las personas con trastorno bipolar II, los síntomas de manía son similares pero menos intensos.
La fase depresiva de ambos tipos de trastorno bipolar incluye los siguientes síntomas:
Tristeza o estado de ánimo bajo diariamente
Dificultad para concentrarse, recordar o tomar decisiones
Problemas en la alimentación
pérdida del apetito y pérdida de peso
consumo exagerado de alimentos y aumento de peso
Fatiga o desgano
Sentimiento de minusvalía, desesperanza o culpa
Pérdida de interés en actividades que alguna vez disfrutaba
Pérdida de la autoestima
Pensamientos de muerte y suicidio
Dificultad para conciliar el sueño o dormir demasiado
Alejarse de los amigos o las actividades que disfrutaba
Existe un alto riesgo de suicidio con el trastorno bipolar. Los pacientes pueden abusar del alcohol u otras sustancias, lo cual puede empeorar los síntomas y el riesgo de suicidio. Algunas veces, hay una superposición entre las dos fases. Los síntomas maníacos y depresivos se pueden presentar juntos o rápidamente uno detrás de otro en lo que se denomina un estado mixto.
Pruebas y exámenes
Muchos factores están involucrados en el diagnóstico del trastorno bipolar. El médico puede tomar todas o algunas de las siguientes medidas:
Preguntar acerca de los antecedentes familiares como, por ejemplo, si alguien tiene o ha tenido trastorno bipolar.
Preguntar acerca de las fluctuaciones del estado de ánimo recientes y por cuánto tiempo las ha experimentado.
Llevar a cabo un examen completo para buscar enfermedades que puedan estar causando los síntomas.
Solicitar pruebas de laboratorio para verificar problemas de tiroides o niveles de drogas.
Hablar con los miembros de la familia respecto al comportamiento.
Elaborar la historia clínica, incluyendo cualquier problema médico que usted tenga y cualquier medicamento que esté tomando.
Vigilar el comportamiento y el estado de ánimo.
Tratamiento
Los períodos de depresión o manía retornan en la mayoría de los pacientes, incluso con tratamiento. Los mayores objetivos del tratamiento son:
Evitar moverse de una fase a otra.
Evitar la necesidad de una hospitalización.
Ayudar a que el paciente se desempeñe lo mejor posible entre episodios.
Prevenir la autoagresión y el suicidio.
Hacer que los episodios sean menos frecuentes e intensos.
El médico primero intentará averiguar lo que puede haber desencadenado el episodio del estado anímico. Igualmente, puede buscar cualquier problema físico o emocional que podría afectar el tratamiento.
Los siguientes fármacos, llamados estabilizadores del estado anímico, se se usan primero:
Carbamazepina
Lamotrigina
Litio
Valproato (ácido valproico)
También se puede ensayar con otros fármacos anticonvulsivos.
Otros fármacos empleados para tratar el trastorno bipolar abarcan:
Antipsicóticos y ansiolíticos (benzodiazepinas) para problemas del estado de ánimo.
Se pueden agregar antidepresivos para tratar la depresión. Las personas con trastorno bipolar son más propensas a tener episodios maníacos e hipomaníacos si se les administran antidepresivos. Debido a esto, los antidepresivos sólo se usan en personas que también estén tomando un estabilizador del estado de ánimo.
Se puede usar terapia electroconvulsiva (TEC) para tratar la fase depresiva o maníaca del trastorno bipolar si no responde a los medicamentos. La terapia electroconvulsiva utiliza una corriente eléctrica para causar una breve convulsión mientras el paciente se encuentra bajo el efecto de la anestesia. Esta terapia es el tratamiento más efectivo para la depresión que no se alivia con medicamentos.
La estimulación magnética transcraneal (EMT) usa pulsos magnéticos de alta frecuencia que están dirigidos a las áreas afectadas del cerebro. Casi siempre se utiliza después de la terapia electroconvulsiva. Los pacientes que están en la mitad de episodios maníacos o depresivos posiblemente necesiten permanecer en un hospital hasta que su estado anímico se estabilice y su comportamiento esté bajo control. Los médicos todavía están tratando de decidir la mejor manera de tratar el trastorno bipolar en niños y adolescentes. Los padres deben considerar los posibles riesgos y beneficios del tratamiento para sus hijos.
Programas y terapias de apoyo
Los tratamientos familiares que combinan apoyo y educación acerca del trastorno bipolar (psicoeducación) pueden ayudar a las familias a hacerle frente y reducir las probabilidades de retorno de los síntomas. Los programas que ofrecen servicios de integración y apoyo de la comunidad pueden ayudar a las personas que carecen de apoyo social y familiar. Las habilidades importantes abarcan:
Hacerle frente a los síntomas que están presentes, incluso mientras se estén tomando medicamentos.
Aprender un estilo de vida saludable, que incluya dormir bien y mantenerse alejado de las drogas psicoactivas.
Aprender a tomar los medicamentos correctamente y cómo manejar los efectos secundarios.
Aprender a estar atento al retorno de los síntomas y saber qué hacer cuando éstos reaparezcan.
Los miembros de la familia y los cuidadores son muy importantes en el tratamiento del trastorno bipolar. Ellos le pueden ayudar a los pacientes a buscar los servicios de apoyo apropiados y a constatar que el paciente tome el medicamento correctamente.
Dormir lo suficiente es muy importante en el trastorno bipolar, debido a que la falta de sueño puede desencadenar un episodio maníaco. La terapia puede ser útil durante la fase depresiva. El hecho de vincularse a un grupo de apoyo puede ayudar a los pacientes con trastorno bipolar y a sus seres queridos.
Un paciente con trastorno bipolar no siempre puede comentarle al médico acerca del estado de la enfermedad. Los pacientes con frecuencia tienen dificultad para reconocer sus propios síntomas maníacos.
Los cambios en el estado anímico con el trastorno bipolar no son predecibles, de manera que algunas veces es difícil decir si un paciente está reaccionando favorablemente al tratamiento o está saliendo de manera natural de una fase bipolar.
Los tratamientos para los niños y los ancianos no se han estudiado bien.
Trastorno antisocial de la personalidad.
Las personas con personalidad antisocial (en otro tiempo llamada psicopática o personalidad sociopática), la mayor parte de las cuales son hombres, muestran desprecio insensible por los derechos y los sentimientos de los demás. Explotan a otros para obtener beneficio material o gratificación personal (a diferencia de los narcisistas, que creen que son mejores que los otros).
Característicamente, tales personas expresan sus conflictos impulsiva e irresponsablemente. Toleran mal la frustración y, en ocasiones, son hostiles o violentas. A pesar de los problemas o el daño que causan a otros por su comportamiento antisocial, típicamente no sienten remordimientos o culpabilidad. Al contrario, racionalizan cínicamente su comportamiento o culpan a otros. Sus relaciones están llenas de deshonestidades y de engaños. La frustración y el castigo raramente les ocasionan la modificación de sus conductas.
Las personas con personalidad antisocial son frecuentemente proclives al alcoholismo, a la toxicomanía, a las desviaciones sexuales, a la promiscuidad y a ser encarceladas. Son propensas a fracasar en sus trabajos y a trasladarse de un sitio a otro. Frecuentemente tienen una historia familiar de comportamiento antisocial, abuso de sustancias, divorcio y abusos físicos. En su niñez, generalmente, fueron descuidados emocionalmente y con frecuencia sufrieron abusos físicos en sus años de formación. Tienen una esperanza de vida inferior a la media, pero entre los que sobreviven, esta situación tiende a disminuir o a estabilizarse con la edad.
Diagnóstico. Corresponde a personas que hacen caso omiso a y violan los derechos ajenos, como lo indica la presencia de tres o más de las siguientes siete características:
Incapacidad para ajustarse a las normas sociales relacionadas con la ley, por lo que hay repetición de actos que justifican reclusiones
Engaño constante, expresado en mentiras repetidas, uso de nombres falsos o explotación de otros por placer o beneficio personal
Impulsividad o incapacidad para realizar proyectos futuros
Irritabilidad y agresividad, como se evidencia por repetidas reyertas y asaltos
Desconsideración temeraria por la seguridad propia y ajena
Irresponsabilidad consistente, demostrada por repetidos fracasos para mantener un trabajo permanente y honrar las obligaciones económicas
Carencia de remordimiento, según lo indica la racionalización o indiferencia por los actos cometidos de robos y lesiones.
El diagnóstico es apropiado sólo para los individuos que al menos tienen 18 años de edad, y cuya historia revela que desde antes de los 15 presentaron síntomas de conducta disocial bajo la forma de trasgresión de las normas sociales fundamentales y de los derechos de otros (agresión a personas y animales, destrucción de la propiedad, engaño o robo, quebrantamiento de la ley). El diagnóstico es correcto cuando no ocurre exclusivamente durante un episodio de esquizofrenia o maníaco.
Aspectos clínicos. El comportamiento antisocial continuo y claro desde la niñez hasta la adultez, cursa prácticamente sin interrupciones tipificándose, además de lo descrito, por una historia de varios años de inactividad laboral responsable. Tal comportamiento crónico no es consecuencia de retraso mental, esquizofrenia o trastorno afectivo, aunque en algunos raros casos puede coexistir con discreto grado de deficiencia mental. Hay que puntualizar que la violación de los derechos de los demás no siempre implica criminalidad.
Los niños y adolescentes no pueden recibir diagnóstico de personalidad antisocial hasta verificar que la conducta agresiva y la delincuencia continúan en la adultez, y siempre que otros criterios diagnósticos se encuentren presentes. El calificativo de psicópata no debe aplicarse con ligereza, puesto que muchos adolescentes tienen un comportamiento inducido por estresores personales, familiares o de grupo, que pueden expresarse de muchas maneras sin que el sujeto desarrolle completamente el síndrome antisocial en la adultez. A veces debe esperarse varios años de observación continua para establecer el diagnóstico.
El trastorno es de curso crónico con características cambiantes en el tiempo, no remite espontáneamente antes de que el individuo llegue a la edad media de la vida. Algunos pacientes se "queman" o "apagan" conforme se marchita la fuerza física y el vigor emocional que son indispensables para continuar la estimulación y para soportar los estresores de la vida. El psicópata añoso sigue antisocial, pero tiene poco éxito, comete menos delitos o permanece encarcelado como sujeto bochinchero, camorrero o como alguien cuyos esfuerzos de estimulación y defensa lo han llevado de una actividad antisocial notoria a prácticas más pasivas como alcoholismo o abuso de drogas. Otros enfermos se deterioran por injurias o enfermedades severas o se deprimen, en cuyo caso deben ser tratados por la depresión y no por la psicopatía.
Tratamiento. La psicoterapia requiere de mucha dedicación del paciente y del médico. Generalmente, los médicos muestran poca disposición para tratar este tipo de enfermo y éste tampoco tiene disposición para emprender la tarea. En pocos hospitales especializados se tratan personalidades antisociales y delincuentes con el objetivo de cambiar las características de la personalidad. En los casos que se les administra tratamiento, generalmente, se debe a la presencia de otros trastornos psiquiátricos agregados. En casos específicos se han empleado tratamientos comunitarios y modelos farmacológicos como, por ejemplo, las inyecciones de depósito de medrox y progesterona o acetato de cyproterona para suprimir con seguridad los niveles de testosterona en psicópatas varones sexualmente agresivos o rapaces.
Trastorno de personalidad dependiente
Las personas con una personalidad dependiente transfieren las decisiones importantes y las responsabilidades a otros y permiten que las necesidades de aquellos de quienes dependen se antepongan a las propias. No tienen confianza en sí mismas y manifiestan una intensa inseguridad. A menudo se quejan de que no pueden tomar decisiones y de que no saben qué hacer o cómo hacerlo.
Son reacias a expresar opiniones, aunque las tengan, porque temen ofender a la gente que necesitan. Las personas con otros trastornos de personalidad frecuentemente presentan aspectos de la personalidad dependiente, pero estos signos quedan generalmente encubiertos por la predominancia del otro trastorno. Algunos adultos con enfermedades prolongadas desarrollan personalidades dependientes.
Diagnóstico. El comportamiento en este trastorno se caracteriza por la excesiva necesidad de apoyo y cuidado que da lugar a una conducta sumisa y adhesiva plagada de temores de abandono. Cinco o más de las siguientes ocho características son significativas;
Dificultad para tomar decisiones cotidianas sin contar con consejo y reafirmación reiterada de otros
Necesidad de que otros asuman la responsabilidad ante los actos más importantes (elección de vivienda o trabajo, por ejemplo)
Dificultad para expresar desacuerdos con otros por temor de perder apoyo o aprobación (no incluye temores reales de revancha)
Desasosiego para hacer cosas o iniciar proyectos por sí solo (hay motivación y energía, pero falta confianza en el propio juicio y las habilidades)
Necesidad de lograr aprecio. Pueden, así, establecer una actitud de sumisión desmedida;
Angustia y sentimientos de desvalimiento cuando está solo; pues hay conocimiento de una incapacidad para actuar y valerse por sí mismo;
Búsqueda urgente de otras relaciones (cuando termina una) para tener una fuente de apoyo y protección;
Preocupaciones y temores infundados de sufrir abandono.
Aspectos clínicos. El sujeto permite pasivamente que los demás asuman responsabilidad en sus asuntos más importantes, subordinando sus propias necesidades a las de las personas de quienes depende para evitar cualquier posibilidad de tener que confiar en sí mismo, por estar convencido de carecer de capacidad para funcionar independientemente.
El enfermo tiene mucha necesidad de afecto, vive pidiendo un agente externo, como si fuera un ayudante mágico que satisfaga todas sus necesidades, tome todas sus decisiones, lo rescate de la infelicidad y le otorgue amor y cuidados, pues sin estas formas de protección cree que no puede vivir. Tolera severos abusos y humillaciones con tal de retener, aunque sólo sea en la fantasía, el contacto con el objeto idealizado y del que depende. El abandono es el peligro máximo, y para evitar esta posibilidad lucha a cualquier costo.
La ansiedad es rasgo común cuando se vislumbra la amenaza de separación o desilusión; cuando esta eventualidad se concreta, sobrevienen cuadros depresivos con profundos sentimientos de desamparo e impotencia. Las molestias hipocondríacas acentúan las necesidades o la infelicidad, pero no tanto por los síntomas en sí, sino porque la figura protectora no presta la atención deseada. Ejemplo: una esposa muy dependiente tiene quejas físicas como medio de comunicación con el cónyuge; su depresión expresa los sentimientos de desamparo porque considera que él responde inadecuadamente hacia ella, desde el punto de vista afectivo y de atención real.
Tratamiento. Es difícil. Con frecuencia existen importantes ganancias secundarias para lograr atención, cuidados y evadir responsabilidades. Debe controlarse los síntomas ansiosos, depresivos o fóbicos. Los ansiolíticos y antidepresivos son útiles transitoriamente para el control de los síntomas agudos. Con psicoterapia prolongada se estimula y apoya el esfuerzo del paciente, para obtener autonomía y recuperación de la autoestima.
Trastorno esquizoide de la personalidad:
Las personas con una personalidad esquizoide son introvertidas, ensimismadas y solitarias. Son emocionalmente frías y socialmente distantes. A menudo están absortas en sus propios pensamientos y sentimientos y son temerosas de la aproximación e intimidad con otros. Hablan poco, son dadas a soñar despiertas y prefieren la especulación teórica a la acción práctica. La fantasía es un modo frecuente de enfrentarse a la realidad.
Diagnóstico. En este modelo prevalece el distanciamiento de las relaciones sociales y el impedimento para expresar las emociones en situaciones interpersonales. Cuatro o más de las siguientes siete características orientan el diagnóstico:
Falta de deseo y de disfrute para las relaciones íntimas, incluyendo el relativo a ser parte de una familia;
Elección frecuente de actividades solitarias;
Escaso o ningún interés para tener experiencias sexuales con otras personas;
Dificultad para derivar placer en las escasas actividades que realiza;
Carencia de amigos íntimos, aparte de sus familiares;
Indiferencia ante los halagos o críticas de los demás;
Frialdad emocional o aplanamiento de la afectividad.
Trastorno histriónico de la personalidad.
Las personas con una personalidad histriónica (histérica) buscan de un modo notable llamar la atención y se comportan teatralmente. Sus maneras vivamente expresivas tienen como resultado el establecer relaciones con facilidad pero de un modo superficial. Las emociones a menudo aparecen exageradas, infantilizadas e ideadas para provocar la simpatía o la atención (con frecuencia erótica o sexual) de los otros.
La persona con personalidad histriónica es proclive a los comportamientos sexualmente provocativos o a sexualizar las relaciones no sexuales. Pueden no querer en realidad una relación sexual; más bien, sus comportamientos seductores a menudo encubren su deseo de dependencia y de protección. Algunas personas con personalidad histriónica también son hipocondríacas y exageran sus problemas físicos para conseguir la atención que necesitan.
Diagnostico: El Trastorno que suele aparecer al inicio de la adultez se presenta con emotividad excesiva y demanda de atención, según lo indica la presencia de cinco o más de las ocho características siguientes:
Incomodidad si el paciente no logra ser el centro de atención;
Sexualidad seductora inapropiada o provocativa en la interacción con otros;
Expresión emocional superficial y con cambios rápidos;
Permanente uso de la apariencia física para atraer la atención;
Lenguaje de estilo impresionista pero carente de razones;
Los afectos son exagerados y denotan teatralidad;
Facilidad para sugestionarse por otros o por las circunstancias;
relaciones superficiales aunque el paciente las conceptúe íntimas.
Aspectos clínicos. Los síntomas pueden agruparse en dos conjuntos: (a) conducta abiertamente melodramática, reactiva y expresada de modo diverso; y, (b) alteraciones características de las relaciones interpersonales. Ambos conforman un severo desorden regresivo de la personalidad por falta de integración del concepto de sí mismo y del concepto significativo de los otros. Se une a ello la consiguiente incapacidad para diferenciar las relaciones con las demás personas y para evaluar a éstas en hondura. Todo ello da lugar a la inapropiada elección del compañero sexual y marital.
El trastorno histriónico se descompensa en la adultez tardía y la vejez. Los efectos acumulados de la incapacidad para ejercitar valores personales, profesionales, culturales y sociales, así como la frecuente desorganización y fracaso en las relaciones íntimas y la falta de integración de la identidad, son ingredientes que interfieren con el aprendizaje social común y generan una reacción circular que empeora el funcionamiento individual con el progreso de los años.
En las mujeres el comportamiento es egoísta y autocomplaciente, pero con capacidad para combinarlo con la intensa necesidad de dependencia de otros; dependencia adherente que no muestra reciprocidad en las relaciones. Con respecto a las narcisistas, las histriónicas tienen mayor capacidad para compromisos emocionales y poseen muchas adherencias y estabilidad en sus relaciones aunque, por otro lado, notoriamente inmaduras.
Las mujeres histriónicas presentan labilidad emocional difusa, relaciones indiferenciadas con personas significativas y compromisos emocionales inmaduros y egocéntricos. Se identifican excesivamente con otros y proyectan intenciones irreales y fantásticas sobre ellos, por lo que la dramatización de afectos, la conducta emocionalmente lábil y volátil, la excitabilidad generalizada y la inconsistencia de sus reacciones trasmiten la superficialidad emocional subyacente y la falta de capacidad para establecer relaciones diferenciadas.
Las histriónicas tienen conducta sexualizada en forma cruda e inapropiada para manifestar exhibicionismo y necesidades de dependencia; presentan muy pocos rasgos represivos en la vida sexual y más manifestaciones disociativas, como la alternancia de compromisos y fantasías sexuales contradictorias (expresados en comportamiento sexual infantil polimorfo).
Las mujeres histriónicas tienen tendencias impulsivas, difusas e impredecibles, que refuerzan las inestables e intensas relaciones con los otros. Además, muestran angustia intensa e inapropiada o falta de control de la angustia y notorios cambios del estado del ánimo. Son mujeres propensas a los gestos e intentos suicidas para atraer la atención de los demás. Las amenazas de suicidio con estos propósitos conforman sólo un aspecto que, con los mismos fines manipulatorios, gobiernan las relaciones interpersonales, por lo que frecuentemente mienten, se involucran en acciones antisociales y manifiestan pseudología fantástica.
En estos últimos casos debe establecerse la diferenciación con los trastornos antisocial y narcisista de la personalidad. Como son propensas a desarrollar sentimientos de despersonalización, cuando se encuentran bajo severo estrés pueden presentar síntomas psicóticos transitorios de insuficiente severidad y duración que puede garantizar un diagnóstico adicional.
Los varones histriónicos también presentan las caracteristicas de falta de integración de la identidad, severas perturbaciones en las relaciones interpersonales y falta de control de impulsos. Usualmente denotan notoria promiscuidad sexual, muchas veces bisexualidad, desviaciones sexuales diversas, tendencias antisociales y, frecuentemente, utilización consciente o inconsciente de síntomas físicos determinados por causas orgánicas o psíquicas. En todos los pacientes varones con este trastorno es importante hacer el diagnóstico diferencial con los trastornos de personalidad antisocial y narcisista, a fin de establecer la adecuada terapéutica y el correcto pronóstico.
Tratamiento. La psicoterapia psicoanálitica aplicada precozmente es la indicada. La psicoterapia de apoyo se recomienda cuando el paciente presenta contraindicaciones para psicoterapia profunda, tales como presencia de rasgos antisociales prominentes, patología inusualmente severa en las relaciones objetales o acting out severo que proporcionen ganancia secundaria.
Si hay síntomas depresivos secundarios o depresiones caracterológicas, debe usarse inhibidores de la monoamino oxidasa, antidepresivos tricíclicos o tetracíclicos, aunque esta medicación debe reservarse sólo para pacientes con depresión severa, y descontinuarla si en pocos meses no se observa mejoría clara y definitiva de la depresión.
Trastorno narcisista de la personalidad.
Las personas con una personalidad narcisista tienen un sentido de superioridad y una creencia exagerada en su propio valor o importancia, lo que los psiquiatras llaman "grandiosidad". La persona con este tipo de personalidad puede ser extremadamente sensible al fracaso, a la derrota o a la crítica y, cuando se le enfrenta a un fracaso para comprobar la alta opinión de sí mismos, pueden ponerse fácilmente rabiosos o gravemente deprimidos.
Como creen que son superiores en las relaciones con los otros, esperan ser admirados y, con frecuencia, sospechan que otros los envidian. Sienten que merecen que sus necesidades sean satisfechas sin demora y por ello explotan a otros, cuyas necesidades o creencias son consideradas menos importantes. Su comportamiento es a menudo ofensivo para otros, que les encuentran egocentristas, arrogantes o mezquinos.
Diagnóstico. En esta categoría, destacan las manifestaciones de grandiosidad, necesidad de admiración y carencia de empatía, según lo indica la presencia de cinco o más de las nueve características siguientes:
Sentimientos de grandiosidad y de importancia personal;
Preocupación con fantasías de éxito ilimitado (belleza, poder, brillantez, amor ideal);
Creer que son personajes especiales y únicos;
Conceptuar que sólo son comprendidos por personas o instituciones de alto nivel y que con ellas pueden establecer relaciones;
Necesidad de admiración excesiva;
Especial aprecio de su derecho (las expectativas, aunque sean infundadas, deben ser atendidas sin demora);
Explotación de las personas, de quienes toman ventaja para el logro de los propios fines;
Carencia de empatía y de reconocimiento de las necesidades y afectos ajenos;
Envidia de otros y creencia de ser envidiado;
Arrogancia y petulancia del comportamiento y de las actitudes.
Aspectos clínicos. Son importantes las siguientes características: (a) sentimientos marcados de importancia personal; (b) exhibicionismo y fantasías de éxito ilimitado, poder, brillo, belleza y amor ideal; (c) la indiferencia y frialdad o sentimientos marcados de rabia, inferioridad, vergüenza, humillación o vacuidad como respuesta a fracasos, críticas o indiferencia de los demás; (d) la alteración de las relaciones interpersonales (obtención de ventajas sin reciprocidad, utilización, explotación y desprecio de los demás, falta de empatía con incapacidad para reconocer los pensamientos y valores ajenos).
Los narcisistas carecen de valores éticos y estéticos auténticos e integrados, aunque los tienen a niveles infantiles para proteger su autoestima y vanidad con desmesurada dependencia de la admiración externa, lo que refleja su funcionamiento severamente inmaduro.
El narcisismo adulto normal se caracteriza por la regulación normal del amor propio (autoestima) que depende de varios factores: estructura normal de la personalidad con integración normal de las representaciones de los demás; conciencia moral integrada e individualizada; y, satisfacción de las necesidades instintivas dentro del contexto de sistemas de valores y relaciones interpersonales estables.
El narcisismo adulto patológico se revela por síntomas cuya combinación e intensidad varían para dar distintos niveles de funcionamiento. En general, en lo que respecta al amor a sí mismo, revela patología grave, pues el narcisista es autosuficiente, exhibicionista, imprudente y muy ambicioso, y todo contrasta con sus capacidades limitadas o con las demarcaciones impuestas por la realidad social. El narcisista luce grandiosidad bajo la forma de valores infantiles (atractivo físico, mando, poder, dinero, vestimenta, ademanes), y si es inteligente usa la capacidad con fines de pretensión.
Depende extremadamente de la admiración ajena, es ingrato, cree merecer todo, no se interesa por los valores de los demás y tiene pánico de ser mediocre. En lo que atañe a las relaciones interpersonales carece de empatía y no puede establecer compromisos sustantivos. Es excesivamente envidioso en sus relaciones con los demás, menosprecia las producciones y trabajos de otros, pero la desvalorización de estas obras se acompañan de despojo, pues incorpora de ellas lo que le conviene, al mismo tiempo que desdeña a los autores. La envidia se manifiesta también porque no puede depender de otros, pues luego de idealizarlos transitoriamente los desvaloriza muy rápido y los considera enemigos y tontos útiles.
Otras características del narcisista corresponden a perturbaciones afectivas: incapacidad para experimentar formas diferenciadas de depresión con remordimiento, tristeza y autorreflexión, y bruscos cambios del estado de ánimo consecutivos a la falta de éxito con las actitudes de grandiosidad y exhibicionismo para obtener la admiración de otros y evitar la crítica que hace pedazos el esplendor. Por último, la condición básica de la personalidad del narcisista cursa con un sentimiento crónico de vacío, de estar solo. Es incapaz de aprender de otros, todo lo sabe y puede, tiene hambre de estímulos intensos, no encuentra sentido a su vida y se siente terriblemente aburrido cuando sus necesidades de admiración y de éxito no son recompensados.
Tratamiento. El psicoanálisis es el procedimiento de elección. Aunque no hay estudios empíricos de validación, el pronóstico puede ser favorable, siempre que los pacientes no presenten rasgos antisociales significativos y que puedan tolerar la ansiedad y controlar los impulsos, así como mostrar real motivación de cambio.
Trastorno paranoide de la personalidad:
Las personas con una personalidad paranoide proyectan sus propios conflictos y hostilidades hacia otros. Son generalmente frías y distantes en sus relaciones. Tienden a encontrar intenciones hostiles y malévolas detrás de los actos triviales, inocentes o incluso positivos de otras personas y reaccionan con suspicacia a los cambios en las situaciones. A menudo, las suspicacias conducen a conductas agresivas o al rechazo por parte de los demás (resultados que parecen justificar sus sentimientos originales).
Los que tienen una personalidad paranoide frecuentemente intentan acciones legales contra otros, especialmente si se sienten indignados con razón. Son incapaces de ver su propio papel dentro de un conflicto. Aunque suelen trabajar en relativo aislamiento, pueden ser altamente eficientes y concienzudos. A veces las personas que ya se sienten alienadas a causa de un defecto o una minusvalía (como la sordera) son más vulnerables a desarrollar ideas paranoides.
Diagnóstico. La exagerada e injustificada suspicacia, la desconfianza de la gente -cuyos motivos se conceptúan malévolos-, la sensibilidad exagerada y la afectividad restringida son los síntomas distintivos. Cuatro o más de las siguientes características son pertinentes para el diagnóstico:
Sospechas, sin suficiente base, de ser explotado o engañado por otros
Preocupación con dudas injustificadas sobre la lealtad y veracidad de amigos o asociados
Resistencia a confiar en otros, con temor infundado de dar información que pudiera ser usada en su contra
Percibir amenazas u ofensas ocultas en comentarios o sucesos triviales (por ejemplo, el vecino ha colocado temprano la basura con alguna intención)
Rencor persistente ante insultos, injurias o bagatelas que no se olvidan; percepción de ataques a la reputación (no notados por otros), con rápidas reacciones de cólera o de contraataque
Cuestionamiento injustificado sobre la fidelidad del cónyuge o compañero(a) sexual.
El cuadro no ocurre como manifestación exclusiva durante el curso de una esquizofrenia, de un trastorno del estado de ánimo con síntomas psicóticos o de otro trastorno psicótico, ni se debe a los efectos fisiológicos directos de una condición médica general.
Aspectos clínicos. El rasgo central arraigado e inflexible es la persistente e inapropiada desconfianza de los otros. Como ingredientes asociados se pueden apreciar aislamiento social y un estilo de vida con hipervigilancia combativa. Unos pacientes son emocionalmente distantes y cohibidos, algunos son lábiles y propensos a iniciar argumentaciones y peleas físicas, otros son muy litigantes. Rara vez funcionan adecuadamente en situaciones sociales, pero trabajan bien si su actividad no requiere mucha cooperación de otros. Los síntomas evolucionan con intensidad variable, según se relacionen con la presencia o ausencia de estresores ambientales. Algunos pacientes tienen alto riesgo de esquizofrenia.
Tratamiento. Las personalidades paranoides tienen dificultad para someterse a psicoterapia individual, aunque algunos se benefician de la relación psicoterapéutica cargada de una intimidad distinta a la que ellos temen y evitan; sin embargo, rara vez adquieren insight psicológico y no son buenos candidatos para psicoterapia de grupo. Los neurolépticos, a dosis bajas, son recomendables, siempre que se haga una cuidadosa apreciación de los resultados benéficos y de los riesgos a largo plazo, especialmente de la disquinesia tardía.
Trastorno de la personalidad por evitación.
La gente con una personalidad evitadora es hipersensible al rechazo y teme comenzar relaciones o alguna otra cosa nueva por la posibilidad de rechazo o de decepción. Estas personas tienen un fuerte deseo de recibir afecto y de ser aceptadas. Sufren abiertamente por su aislamiento y falta de habilidad para relacionarse cómodamente con los otros. A diferencia de aquellas con una personalidad límite, las personas con una personalidad evitadora no responden con cólera al rechazo; en vez de eso, se presentan tímidas y retraídas. El trastorno de personalidad evitadora es similar a la fobia social.
Diagnóstico. Lo fundamental de este modelo de inhibición social se patentiza en los sentimientos de inadecuación y en el desmesurado temor de ser apreciado negativamente. De los siete criterios que siguen, cuatro o más permiten el diagnóstico:
evitar actividades ocupacionales que impliquen contacto interpersonal significativo por temor a la crítica;
el rechazo o la desaprobación (por ejemplo, rechazar la promoción a un cargo mejor por miedo a no poder afrontar las demandas sociales);
incapacidad para relacionarse con la gente, salvo que exista la certeza de ser aceptado;
inhibición en las relaciones íntimas por temor de sufrir vergüenza o hacer el ridículo en situaciones sociales, sobre todo en las interpersonales nuevas, con excesivos sentimientos de inadecuación.
El concepto de sí mismo, con respecto a otros, es de ineptitud, de fatalidad o de inferioridad; exagerada renuencia para asumir riesgos personales o emprender nuevas actividades, por temor a la propia incompetencia.
Aspectos clínicos. Son características distintivas la hipersensibilidad a potenciales rechazos, humillaciones y la vergüenza, y renuencia a entrar en relaciones sociales si el enfermo no tiene seguridad de ser aceptado sin críticas. El retraimiento social, no obstante los intensos deseos de afecto y aceptación, se debe a que el paciente se distancia de los demás por temor de ser rechazado y denigrado; se siente fuera de lugar, tiene deseos de participación social, pero por recelo y desconfianza se distancia, evitando la frustración y el fracaso que anticipa.
Como las ansias afectivas no pueden expresarse abiertamente dan paso a un mundo interno fantástico o imaginativo, por lo que las necesidades de contacto y relación pueden manifestarse de otras maneras: poesía, ejercicio intelectual, actividades artísticas, gusto exquisito por los alimentos o el vestido. El aislamiento protector tiene consecuencias secundarias, pues el comportamiento aparentemente tenso y temeroso del enfermo lo expone a críticas reales o a mofas. Superficialmente parece tímido y retraído o, quizás, frío y distante, no muy diferente de la imagen que se tiene del esquizoide, pero cuando se le conoce más cercanamente es ansioso, sensitivo, evasivo y desconfiado.
Además, permanece alerta a las sutilezas de sentimientos e intenciones de los otros, protegiéndose así contra daños potenciales, pero, al mismo tiempo, llenándose de muchos estímulos que impiden atender adecuadamente los asuntos corrientes del medio ambiente. Los pacientes se describen a sí mismos como inseguros, ansiosos, melancólicos y llenos de sentimientos de soledad, temor y desconfianza de los demás. Sienten que la gente es crítica, traidora y humillante, lo que explica el comportamiento social caracterizado por aversión a la relación interpersonal.
Tratamiento. La psicoterapia es recomendable. Gradualmente la atención se dirigirá a los atributos positivos, que se toman como medios para construir confianza y para abonar el merecimiento. La terapéutica psicofarmacológica se emplea para controlar o disminuir las manifestaciones secundarias. Las técnicas de modificación de la conducta son útiles como medios de aprender a reaccionar con menos temor ante situaciones realmente amenazantes, y para disminuir la hipersensibilidad fóbica.
Si el paciente progresa en su confianza y seguridad con el terapeuta, puede ser sometido a métodos de reorientación cognoscitiva destinados a cambiar actitudes erróneas y expectativas sociales distorsionadas. Las técnicas de familia pueden emplearse apropiadamente para moderar los modelos destructivos de comunicación que contribuyen a intensificar los problemas de evitamiento. La terapia de grupo es útil porque los pacientes aprenden nuevas actitudes y habilidades que les permiten tolerar situaciones sociales que gradualmente encuentran más benignas y aceptables.
Variables integradoras de la expresividad sensual y sexual
Variable biológica
En lo biológico, las funciones están en su máximo funcionamiento, están estables, lo que se traduce en seguridad, poder y dominio, hay fortaleza, energía y resistencia física. Un funcionamiento intelectual consolidado. En la edad adulta temprana se tiene un alto grado de conciencia, sobre los beneficios y repercusiones que pasarán al tomar ciertas decisiones de la vida, el aspecto que no se puede manipular es el aspecto genético, pero no obstante muchas de las carencias son cubiertas por otros medios, y conociendo el desarrollo humano es una forma próxima para cubrir estas.
Los adultos emergentes en esta etapa de su vida son resistentes físicamente y son más libres de hacer diferentes actividades así, como de consumir cualquier droga, pues no están igualmente protegidos como cuando eran adolescentes, pero el mismo factor beneficioso de la resistencia es el que alienta al consumo de drogas, pues también es fácil resistir a estas sustancias, y por esta razón es difícil encontrar una solución para enfocarse en una vida saludable.
Las influencias genéticas, son una gran ventaja o desventaja para la salud física y en especial el gen que ayuda a combatir el VIH, pero lo más importante es que por medio de otros factores se pueden contrarrestar los efectos negativos de los genes que perjudican la salud física y mental.
Dependiendo del lugar en el que se desarrollan los individuos es como nos alimentamos y las dietas altas en grasas saturadas es obvio que sean un factor de riesgo, el problema con este factor es que las personas a pesar de que conocemos los riesgos seguimos aún consumiendo estos alimentos. La actividad física es de las curas más económicas que tenemos y la que está a nuestro alcance pues solo es necesario la organización, pero claro para eso es necesario una capacidad mental para disfrutar de este aspecto, pues no podemos realizarla si nos sentimos frustrados.
Variables cognitivas
Es importante mencionar que el pensamiento del adulto es mucho mas diferente al de un niño o un joven, ya que la madurez del adulto debido a sus experiencias e intereses provoca un cambio de pensamiento. En la adultez ya el pensamiento no solo se rige por el formal donde se visualiza tanto la realidad y lo abstracto, en esta etapa se utiliza el Pensamiento Pos-formal.
En ese orden de ideas, el Pensamiento Pos-formal suele presentarse en una forma mas flexible, no es rígido al contrario es abierto y esta dispuesto a escuchar otras opiniones, además es adaptativo e individualista, esto significa que el adulto esta en la capacidad de cambiar su pensamiento según sus vivencias o por otras opiniones y por lo tanto es individualista por que pertenece a cada uno de los adultos, no todos los adultos en esta etapa piensan igual cada uno posee un pensamiento propio. Este pensamiento se basa en la intuición, la emoción y la lógica para ayudar a otros. Existen varios criterios utilizados en el pensamiento pos-formal como lo son:
Herramientas de cambio: en este el adulto utiliza el razonamiento abstracto junto a la experiencia práctica.
Casualidad múltiple o soluciones múltiples: es cuando se es consciente de que un problema puede poseer varias causas y al igual este problema puede tener varias soluciones.
Pragmatismo: en este al tener en cuenta las posibles soluciones ya obtenidas anteriormente por el adulto, se basa en la mejor elección de la posible solución para el problema.
Conciencia de la paradoja: en este caso se basa en reconocer que ante un problema o una solución siempre va a implicar un conflicto, es decir siempre se va a presentar una dificultad ya sea en la búsqueda de soluciones o en realizar la posible solución.
En ese sentido, Schaie (1977) propuso un modelo de desarrollo cognoscitivo durante todo el ciclo vital, cuyas etapas son:
1. Etapa de adquisición: (niñez y adolescencia). Los niños y adolescentes adquieren información y habilidades por sí mismos o como preparación para participar en la sociedad.
2. Etapa de logros: (19 ó 20 años a principios de los 30). Los adultos jóvenes usan lo que saben para obtener competencia e independencia.
3. Etapa de responsabilidad: (finales de los 30, inicios de los 60). Las personas de mediana edad están preocupadas por metas de largo alcance y problemas prácticos asociados con la responsabilidad para con otros.
4. Etapa ejecutiva: (30 ó 40 hasta final de la mediana edad). El adulto joven es responsable de sistemas sociales trata con relaciones complejas en varios niveles.
5. Etapa reorganizadora: (fin de la adultez media y principios de la adultez mayor). Personas jubiladas reorganizan sus vidas alrededor de actividades no relacionadas con el trabajo.
6. Etapa reintegradora: (edad adulta mayor). Los adultos mayores deciden concentrar su limitada energía en tareas que tienen significado para ellos.
7. Etapa de creación del legado: (vejez avanzada). La gente mayor se prepara para morir documentando las historias de su vida, distribuyendo posesiones, etc.
Por su parte Sternberg (1997) propuso una teoría triárquica de la inteligencia, basada principalmente en darse cuenta y saber cómo. Entre los elementos que la componen están:
– Elemento experiencial: Aspecto de darse cuenta o creativo de la inteligencia.
– Elemento contextual: Aspecto práctico de la inteligencia.
– Elemento componencial: Aspecto analítico de la inteligencia.
Un aspecto importante de la inteligencia práctica es el conocimiento tácito, adquirido principalmente por uno mismo, es el conocimiento de "sentido común de cómo salir adelante". Incluye la autodirección, la administración de tareas y la administración de otros. La Inteligencia Emocional se refiere a la habilidad para reconocer y tratar con los sentimientos propios y los sentimientos de otros. Es vital para las habilidades de trabajar de manera efectiva, en equipo, reconocer y responder de manera apropiada a los sentimientos propios y ajenos, y para motivarse uno mismo y motivar a otros.
Otra área muy importante para el adulto temprano es la educación y el trabajo. Además de promover el desarrollo cognoscitivo, la educación expande las oportunidades de empleo y el poder adquisitivo. La alfabetización es un requisito fundamental para la participación no sólo en el lugar de trabajo sino en todas las facetas de una sociedad d moderna que es dirigida por la información.
Variables emocionales
En este aspecto el adulto busca una estabilidad emocional tanto con su pareja, su familia como en su trabajo, buscan obtener la satisfacción con lo que han realizado en su vida. Los adultos temprano sienten satisfacción con un buen desarrollo físico, al sentir autonomía en sus decisiones y controlar sus emociones.
Variables conductuales
Existen 4 enfoque importantes sobre cómo cambia la personalidad adulta y la forma en que lo hace, los cuales están presentados en los siguientes modelos:
Modelo de etapas normativa: El desarrollo se da en términos de una secuencia definida de cambios relacionados con la edad, que en ocasiones son mercados por una crisis, en la adultez temprana es cuando el individuo se enfrentan a la sexta etapa de desarrollo psicosocial de Erickson, en la cual los jóvenes adultos hacen compromisos con otros y enfrentan un posible sentido de aislamiento y ensimismamiento.
Modelo del momento de los eventos: Dice que el cambio no se relaciona con la edad sino con las experiencias vitales esperadas o inesperadas que ocurren en momentos habituales.
Modelos de rasgos: También conocido como modelo de lo cinco factores de costa y McCrae. Se concentran en los rasgos mentales, emocionales, temperamentales y conductuales como la alegría y la irritabilidad, los cinco grandes grupos son: neurotismo, extroversión, apertura a la experiencia, escrupulosidad y agradabilidad.
Modelos tipológicos: Se refiere a los tipos o estilo amplios de la personalidad.
Relaciones íntimas y familiares
La edad adulta temprana es una época de cambios drásticos en las relaciones personales. Los jóvenes adultos buscan intimidad emocional y física en las relaciones con los pares y las parejas románticas. La mayoría de los jóvenes adultos tienen amigos, pero cuentan con un tiempo cada vez limitado para estar con ellos.
De acuerdo con la teoría triangular del amor de Sternberg (1989), el amor tiene tres elementos que son: la intimidad, la pasión y el compromiso. Actualmente son más normales y comunes las relaciones prematrimoniales, ha disminuido la desaprobación de la homosexualidad y se desaprueba el sexo extramatrimonial. Las personas tienen más libertad para decidir si casarse, vivir en cohabitación o tener una vida de soltería, si tener hijos o no.
Hay variaciones en la forma en que las parejas dividen el sostén de la familia y el trabajo de la casa así como en los efectos psicológicos de esas decisiones, ya que cada vez es más frecuente que mamá y papá trabajen fuera del hogar y los hijos permanezcan al cuidado de alguien más. Debido al incremento en los divorcios, se ha reestructurado la familia, principalmente cuando se contraen segundas nupcias en donde se crea un sistema de "los míos, los tuyos y los nuestros".
Procreación
En la etapa de la adultez temprana uno de los pasos fundamentales para el desarrollo social, emocional y moral de la persona es la procreación, que no es más que el proceso de reproducción; es decir de tener hijos. Es una de las decisiones más importantes de la pareja, y es uno de los fines del Matrimonio. Es el fin esencial de la sexualidad y de la complementariedad de los sexos, y va más allá del placer. Excluir la fecundidad de la unión, equivale a contradecir el fin mismo del acto sexual.
Durante la etapa de la adultez temprana, precisamente por su madurez y por se búsqueda de estabilidad emocional tanto con su pareja como su familia, desea y planifica la procreación responsable, que es la toma de conciencia social e individual en relación con el control de la procreación de los hijos, su cuidado y educación. La procreación consciente implicaría tanto el control de la natalidad, mediante el uso de métodos anticonceptivos, como el ejercicio de una maternidad y paternidad responsable por parte de los progenitores dirigida a la alimentación, la higiene y la educación.
El concepto de procreación consciente que acuño el neomalthusianismo supone una de las primeras reflexiones demográficas sobre las consecuencias de la procreación natural o procreación ilimitada y sin control en un contexto de escasos recursos –escasez de trabajo, bajos salarios, encarecimiento de los alimentos-, apostando por la restricción de la natalidad de las clases pobres y obreras de manera consciente como necesidad para la mejora social.
La procreación consciente, alentada desde el neomalthusianismo, pretendía reducir la reproducción ilimitada y el consiguiente exceso de familias numerosas que condenaba a la miseria a las numerosos clases pobres que habían surgido con la revolución industrial. La procreación consciente implicaba una separación entre la sexualidad y reproducción -o entre la sexualidad erótica y la sexualidad reproductiva-, así como la defensa de la maternidad libre, la liberación femenina, la libertad sexual, la promoción de la planificación familiar, el cuidado de los niños así como el uso y difusión de métodos anticonceptivos artificiales
La procreación responsable: un problema en evolución
El problema de la procreación responsable es relativamente reciente. En el pasado no se planteaban interrogantes ni sobre la procreación, ni sobre la responsabilidad, ni mucho menos sobre el sentido de procrear. Procrear era considerado como el resultado natural de la decisión de casarse, porque casarse no era tanto formar pareja cuanto más bien crear familia. Hoy procrear se ha convertido en problema social y conyugal. Se inició con el principio malthusiano del crecimiento exponencial, para el cual la procreación no podía considerarse ya un valor que se ha de buscar y perseguir incondicionalmente, sino un hecho ambivalente, con una carga negativa potencial respecto a la humanidad.
Esta concepción se ha difundido y ha arraigado sobre todo debido a las nuevas condiciones de vida creadas por una sociedad industrializada y urbanizada, marcada por un amplio bienestar, que ha elevado enormemente el costo del hijo (fenómeno del trabajo de la mujer, vivienda reducida, aislamiento de la pareja, insuficiencia de los servicios asistenciales, prolongación del tiempo de formación del hijo, multiplicación de los bienes de consumo y estímulo de nuevas necesidades, elevado nivel de vida, insuficiencia del esfuerzo de los padres en la educación del hijo en una sociedad pluralista, etc.).
En estas condiciones procrear ha tenido que enfrentarse cada vez más con las nuevas condiciones de vida, con el crecimiento demográfico, con las posibilidades concretas de la pareja, que debe afrontar cada vez con mayor frecuencia ella sola todos los problemas que hoy plantea el nacimiento de un hijo. La complejidad de estos problemas ha llevado precisamente a evitar la procreación y ha terminado casi identificando el problema de la procreación responsable con el de la contracepción.
La valoración positiva de la procreación en el pasado. La valoración positiva que en el reciente pasado se daba de la procreación estaba favorecida por varios elementos.
a) Sacralidad de la vida. Ante todo por una concepción sacral de la vida, y en particular del acontecimiento procreativo. El nacimiento de un hijo no tenía necesidad de justificaciones; era un acto de obediencia al "creced y multiplicaos", ligado inseparablemente al estado conyugal. En vano se buscaría en los manuales clásicos de teología moral los cuidadosos análisis sobre las condiciones y circunstancias del procrear que hoy, en cambio, encontramos cada vez que se aborda este tema. Antes se tomaban en consideración problemas de otra índole, relativos más bien a la ausencia de procreación (por rechazo egoísta o por esterilidad), la procreación fuera del matrimonio, el aborto, el infanticidio, el abandono del hijo, la educación, y -en tiempos relativamente recientes- la difusión generalizada de la contracepción.
b) Situación socio-cultural. En segundo lugar, la valoración positiva de la procreación se veía favorecida por una situación social y cultural que casi naturalmente inducía a considerar al hijo como un valor y una riqueza humana, y confirmaba la idea de que la vida era una bendición y un don del Señor.
En la sociedad agrícola (y la teología reflejaba también la imagen y la mentalidad de esta sociedad), donde era grande la necesidad de trabajo y de seguridad, los hijos representaban una inversión segura en el presente y para el futuro, y el alto número de embarazos era exigido por la elevada mortalidad infantil.
c) Predominio de la concepción familiar. Esta concepción tampoco se veía seriamente comprometida por la constante presencia de aquel filón romántico-erótico que desplazaba la atención de la familia a la pareja, e incluso a la pareja "amorosa". Era un filón de pensamiento y de tendencia elitista, que no llegaba más que superficial y marginalmente a la gente y no conseguía amenazar seriamente la concepción familiar de la relación hombre–mujer, aunque se podía seguir viviendo en sueños y con la nostalgia de muchos (los cantos, las historias) y podía expresarse con motivaciones muy diversas en los escritos y en la praxis de pocos.
Transición a la maternidad y la paternidad
La transición a la paternidad produce un cambio significativo en distintos niveles en la vida de los seres humanos. Los momentos de transición, enfrentan a las personas a un cambio de roles. No es raro encontrar cambios en las relaciones que se establecen y cambios en el interior de la persona. Momentos en los que la persona se le pide adaptarse a nuevos papeles y nuevas exigencias, cambio potencial, desequilibrio y de conflicto interno. No se trata de situaciones ante las que se pueda predecir un cambio positivo o negativo.
El nacimiento de un hijo es uno de los acontecimientos más significativos en la vida adulta de una persona. Da pie a un análisis de los procesos de continuidad y cambio en la vida adulta. Tiene muchos aspectos que son comunes a la mayor parte de parejas que lo viven, a pesar de los muchos elementos comunes, no es un fenómeno uniforme para todas las familias; existe un conjunto de variables relacionadas que condicionan la dirección del proceso y la resolución de la transición.
Los cambios asociados a la transición a la paternidad tienen que ver con cambios en cada una de las personas que lo protagonizan, estructurales del hogar, en las relaciones que la familia mantiene con otras personas y en las actividades que realiza fuera de casa y en la relación de pareja. Los cambios individuales son de distinto tipo. Algunos son pasajeros como en los hábitos de comida de las mujeres durante el embarazo, otros presentan persistencia en el tiempo.
Se puede distinguir entre los que suponen costos y los que pueden significar ganancias. Ciertos costes físicos (embarazo, lactancia, hábitos de sueño…) y costes psicológicos (restricción de libertad, aumento de la preocupación y ansiedad…). Los cambios psicológicos tienen que ver con los sentimientos de apego, la identidad de género y la autoestima. Uno de los aspectos de la paternidad más destacados es la fuerte vinculación afectiva que les une a sus hijos, sentimiento de responsabilidad en relación con su cuidado y educación y la satisfacción que les aporta ver cómo el esfuerzo encuentra correspondencia en un progreso evolutivo.
La relación de apego con los hijos es asimétrica, en la que esta vez son ellos los que están en la parte superior de la relación, Se desprenden otra serie de ventajas, como el nuevo estatus de identidad (ya no son pareja, sino familia). Muchos nuevos padres informan de un aumento de sentimientos "femeninos" tras el nacimiento de bebe. La transición a la paternidad incrementa la masculinidad, feminidad y autoestima en los padres, y en las madres la feminidad y la autoestima. En la identidad de los adultos se incluye un nuevo componente, el de padre y madre; otros como el de trabajador, se alteran solo en el caso de las mujeres.
1. En los primeros momentos del ejercicio de la paternidad, la autoestima de los padres que muestran un alto nivel de implicación en el cuidado de sus hijos desciende. Las razones pueden estar en la dedicación, su dificultad y el coste que supone adoptar un rol expresivo, típicamente masculino. Hay tres razones que deben animar a la implicación de los hombres: desde una perspectiva más amplia esos cambios en la autoestima son transitorios a mediad que la práctica se vaya asentando y se desarrollen nuevas habilidades los beneficios de la relación serán muchos y la autoestima tenderá a subir.
2. Muchas mujeres desea esta mayor implicación, revierte en una mejor relación de pareja.
3. Una mayor implicación del padre conlleva beneficios psicológicos para el niño.
En cuanto a los cambios en el hogar, lo que suele ser más evidente son los costes económicos directos. El aumento de gastos se ve acompañado de una disminución de ingresos, a menudo la mujer opta por reducir su jornada laboral o abandonar el empleo. Los cambios en la tipificación de los roles de género entre el hombre y la mujer se acentúan. En relación con la actividad profesional, la paternidad afecta a las mujeres y hombres de forma diferente, las mujeres la reducen o abandonan, y los hombres la incrementan. Pero tiene otra expresión. Lo que se observa en el periodo de transición a la paternidad es que el nacimiento del primer hijo marca un punto de inflexión, de no retorno, en el que las mujeres pasan a realizar más actividades consideradas como femeninas, se sienten más "femeninas", mientras que los padres se sienten más intensamente apegados a su papel instrumental.
Es la causa que con mayor frecuencia está en el origen de la insatisfacción con la pareja. Esta insatisfacción es consecuencia de la violación de expectativas que el reparto real de las tareas supone respecto a lo que ellas habían imaginado. La transición a la paternidad conlleva también cambios en las relaciones entre la pareja. Algunas personas sienten que su pareja les dedica menos tiempo, que el tono de la relación cambia, las expresiones de afecto positivo decrecen y los desacuerdos y conflictos aumentan.
Esto conduce a pensar que la relación de pareja se resiente y es vivida con insatisfacción por ambas partes. Pero hombres y mujeres tienen tiempos diferentes. Durante el primer mes no se observan cambios significativos, las mujeres poco después, en los primeros 6 meses experimentan un cambio significativo y negativo en su satisfacción con la pareja, no les ocurre a los varones. Un año después, los hombres manifiestan este mismo sentimiento.
Ciertos controles metodológicos ponen de manifiesto que las diferencias entre las parejas con niños y las que no los tienen son de grado. Es decir, la transición es un acontecimiento que acelera y acentúa los cambios que tarde o temprano se producen por la propia dinámica de la relación de pareja, lo que hace la transición es acentuar muchos de los cambios a los que la pareja hubiera llegado más adelante.
Difícilmente una pareja que viviera una pobre relación antes del nacimiento del hijo la va a mejorar después. Los niños no salvan a las parejas. A pesar del deterioro de la relación que se produce entre las parejas con niños, el nacimiento de un hijo funciona como una variable protectora del mantenimiento de la relación, al menos durante los primeros años.
La transición a la paternidad también origina cambios en las relaciones de la familia. Hay tres tipos fundamentales de cambios:
1. Los padres experimentan un importante aumento en el apoyo por parte de su red social más próxima: familia, vecinos, amigos, entyre otros.
2. La llegada de un nuevo hijo sirve para que conecten con una nueva red social.
3. Decrece la cantidad de tiempo que la pareja se implica en actividades de ocio juntos, y altera la manera en que invierten su tiempo juntos. El último cambio es consecuencia de diversos factores: que el bebe exige mucha dedicación, que las parejas jóvenes suelen vivir lejos de sus padres, que no siempre es fácil encontrar un cuidador sustituto y que la menor disponibilidad de dinero no les permite ir muy lejos de casa.
Los estudios longitudinales muestran que estas afirmaciones encuentran una variación entre distintas parejas. Los cambios no son dramáticos, son pequeños, aunque significativos. Son cambios que no afectan a todas las parejas por igual. Lo que hace distintas a unas familias de otras no es solo la intensidad de ciertos cambios, sino cómo hacen frente a muchos de ellos. Algunos estudios muestran que la mayoría de las parejas sufren un declive en la satisfacción conyugal a partir del primer mes tras el nacimiento del bebe. Las dificultades impactan más sobre la madre, dicho proceso está condicionado por la felicidad y el apoyo que la mujer sienta.
Existen cuatro formas distintas de afrontar y vivir la nueva paternidad:
Tradicional con poca implicación: patrón más tradicional en todo lo relativo a la paternidad, hombres con poca implicación con el nuevo rol de padres.
Transición en solitario: mujeres que no cuentan con un gran apoyo por parte de sus cónyuges
Transición moderadamente satisfactoria: representa un punto intermedio entre los polos más opuestos.
Transición satisfactoria: representa la forma más exitosa de afrontar la paternidad, transición compartida con el cónyuge y con alto grado de implicación y satisfacción
No se puede de una única transición a la paternidad, si no de varias formas de vivir este proceso. La situación previa y los recursos de los que dispone cada persona para afrontar la transición a la paternidad se muestran como factores determinantes del resultado de este proceso. No es extraño que las parejas cambien y que los cambios afecten a la calidad de su relación. Las personas y parejas que puntuaban alto en satisfacción conyugal antes del parto, son los que seguirán teniendo mejor relación con sus parejas una vez nacido el bebe.
Las personas o las familias no son irreconocibles tras un periodo de transición. Es posible hallar un cierto grado de continuidad e incluso predictibilidad de adaptación personal y de pareja. Los bebes tienen un impacto importante en las vidas de sus padres, pero el estado "prebebé" es más importante de cara a sus niveles de adaptación "postbebé".
No se trata de demostrar que el pasado determine de forma irreversible el presente, si no que el pasado tiende a prolongarse y encontrar continuidad en el futuro. Pasado y presente están unidos a través del hilo conductor de las experiencias. Las personas y sus interacciones van cambiando, reciben nuevas influencias y se van readaptando a nuevas realidades continuamente. Casi siempre estas readaptaciones se efectúan con los recursos sociales y personales que ya se tenían.
Para el matrimonio la relación con sus hijos es fundamental. El primer hijo cambia la vida de las personas. Esta experiencia modifica la organización de la vida en pareja, ya sea en la casa como en las relaciones sociales. Interiormente el cambio es una consecuencia de la responsabilidad de traer a un hijo al mundo, de criarlo, educarlo…hechos que según como se mire son fuentes de gran satisfacción; o causas de renuncias, gastos económicos, reducción de actividad social.
A pesar de todo esto, las parejas quieren tener hijos. Y las que no pueden tener hijos, buscan alternativas para lograr ser padres como la adopción, la inseminación artificial o las madres de alquiler. En parejas que no han formalizado su situación, personas que no viven en pareja, incluso los homosexuales, tienen el deseo de ser padres, y no renuncian al estatus de paternidad-maternidad.
Actualmente se habla de paternidad responsable, que implica una mayor concienciación de las responsabilidades que se derivan del hecho de ser padres; esto, y otras cosas, puede influenciar en el importante descenso del nivel de la natalidad en los países occidentales. Ser padres sigue siendo un trabajo centrado de la edad adulta, se va descubriendo muy compleja, y para lo cual, los padres tendrán que prepararse.
En la actualidad, las parejas jóvenes esperan un cierto tiempo a tener su primer hijo. Las mujeres esperan hasta alrededor de los 30 años para tener su primer hijo. La motivación para tener un hijo es diversa. La mayor parte de parejas tienen hijos después de haberlo considerado mucho. Se tienen en consideración el hecho de si tener hijos es positivo o negativo para el matrimonio, por lo tanto se trata de una decisión personal, más que de otros tipos de intereses.
El hecho de ser padres empieza cuando la mujer se queda embarazada, ya que ésta es una época de transición, vivida de forma positiva. Los cambios que produce el embarazo en la pareja son los siguientes:
Responsabilidad de cuidar de una criatura totalmente dependiente.
Pensamientos sobre la estabilidad de la pareja.
Gran impacto sobre la vida sexual de la pareja.
Se desarrollan nuevos vínculos de la pareja con el bebe que tiene que nacer.
Genera acuerdos con los propios padres, con los futuros abuelos.
Hace que todo sea evaluado más cuidadosamente.
Los miembros de la pareja se reevalúan a sí mismos como personas y como padres.
Con dicho nacimiento, las relaciones de pareja pueden cambiar. Ésta época es un momento importante en la vida de pareja, se ha constatado que si una pareja tiene problemas, el nacimiento de un hijo los intensifica, por lo que el hijo no es la solución. Según la forma en que se vive la transición del nuevo hijo, encontramos cuatro tipologías: tradicional, con poca implicación paterna, transición satisfactoria o transición moderadamente satisfactoria.
Los padres deben adaptar su nueva situación, y tienen que renunciar a salidas nocturnas, adaptarse a los nuevos horarios del bebe… hace que la pareja tenga que hacer ajustes en sus nuevas vidas como padres. La calidad de la relación afecta a la manera como los padres tratan a su hijo. El nacimiento de un nuevo miembro en la familia implica decidir sobre una serie de aspectos relativos a la crianza y educación como puede ser la atención primeriza (guardería, o alguna persona contratada), tipo de escuela…Representa un núcleo de situaciones que irán poniendo a prueba a la pareja.
Conflicto trabajo-familia
El trabajo está fuertemente ligado con todos los aspectos del desarrollo intelectual, físico social y emocional. En general, las diferencias de edad en el desempeño parecen depender mucho de cómo se mide el desempeño y de las demandas de una clase de trabajos específico. Un empleo que requiere reflejos rápidos, por ejemplo, tiene más probabilidad de que sea desempeñado mejor por una persona joven, uno que depende de la madurez de juicio puede ser mejor ejecutado por una persona mayor.
A la larga, los trabajadores jóvenes (de menos de 35 años), quienes están en el proceso de labrar su carrera, están menos satisfechos con sus trabajos, en general, de lo que estarán más tarde. Son menos comprometidos con sus empleos, menos comprometidos con sus empleadores y tienen más probabilidad de cambiar empleo de la que tendrán más tarde en la vida. Con respecto a la satisfacción y permanencia en el trabajo, no hay diferencias claras de edad en aspectos específicos de la relación de trabajo, estos se encuentran asociados con la promoción, supervisión, compañeros de trabajo y el salario.
Es posible que la relación entre la edad y la satisfacción en general con el empleo puedan reflejar la naturaleza del empleo en sí mismo. Cuanto más tiempo trabaja la gente en una ocupación específica, más gratificante puede ser el trabajo y mientras más se conozcan las características positivas de la institución empleadora, sus principios, políticas, estructura y alcances, más probablemente se infiltra un compromiso del trabajador con ella. Para llegar a estos alcances el joven adulto requiere de tiempo.
Las características propias del joven adulto puede llevarlo a mirar su empleo con ojo más crítico de lo que lo hará cuando haga un compromiso más serio. Los trabajadores más jóvenes, por ejemplo, están más preocupados por el nivel de interés de su trabajo, por las oportunidades de desarrollar sus habilidades y por las oportunidades de progreso. Los trabajadores de más edad se preocupan más por supervisores y compañeros de trabajo amistosos y por recibir ayuda en su trabajo.
Por otro lado, la mayoría de las personas, independientemente de si son hombres o mujeres, manifiestan que lo más importante para sus vidas es su familia. Sin embargo, la realidad es bien diferente ya que, en términos generales, se le dedica mayor tiempo y energía al ámbito laboral. Esta situación de discrepancia entre los distintos intereses y energías dedicadas al trabajo o a la familia hace que resulte fundamental entender cómo viven las personas la relación familia-trabajo y en qué medida les afecta esta situación (lo que se ha venido a llamar el conflicto trabajo-familia).
En ese sentido, Greenhaus y Beutell (1985) establecieron el marco conceptual con el que trabaja la mayoría de los investigadores de este área. Para ellos, el conflicto trabajo-familia es una fricción que se produce entre las presiones ejercidas por el trabajo y por la familia, llegando a ser, en algunos aspectos, incompatibles. Así, señalaron que cuanto más tiempo y energía se dedica a un rol, menos dedicación se dirige al otro. De tal forma que esta relación genérica entre el trabajo y la familia pasa a ser un conflicto que se convierte en fuente de estrés para los individuos. Por ejemplo, en un estudio descriptivo realizado en España, se ha demostrado que el 40% de las personas que trabajan sufren conflicto como padres, esposos y trabajadores (Chinchilla, Gallo, León y Poelmans, 2003), lo que les lleva a experimentar estrés.
La bibliografía especializada ha señalado diferentes tipos de conflicto. Así, no se dan los mismos problemas si el conflicto surge en el trabajo influyendo en la familia (conflicto trabajo-familia, CTF) o, por el contrario, si es la familia la que está influyendo en el trabajo (conflicto familia-trabajo, CFT).
Página anterior | Volver al principio del trabajo | Página siguiente |